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El valor de diálogo

Carolina Méndez
Periodista
cmendez@saborysalud.com

http://www.saborysalud.com/vidasana40.htm

La falta de dialogo provoca distanciamiento entre padres e hijos pues las


personas existen en el ámbito de la comunicación. Nadie puede vivir,
crecer, desarrollarse y amar sin comunicación, sin otros con los cuales
dialogar, establecer relaciones y vínculos.

El diálogo en familia permite intercambiar ideas, opiniones y escuchar las


razones del otro. También, admite que no se posee toda la verdad y que no
todos piensan lo mismo.

A través del diálogo, padres e hijos se conocen mejor, conocen sobre todo
sus respectivas opiniones y su capacidad de verbalizar sentimientos.

El diálogo facilita acuerdos prácticos, elaboración conjunta de normas y


proyectos, mejorar las relaciones de la familia, obtener mejores resultados
en el trabajo común, evitar muchos malentendidos y conflictos y a resolver
los problemas surgidos.

Dialogar es la solución para tener una familia bien constituida y cimentada


en la palabra, pero la falta de dialogo o de comunicación en el hogar puede
poner en riesgo su estabilidad. Por ejemplo, cuando un carro funciona sin
aceite se funde, cuando en una familia no hay dialogo también se funde.

Los padres deben tener un dialogo muy fluido con sus hijos, donde cada
palabra será para estimularlo, dar cariño, instruir con amor y darle
confianza.

Todos en una familia deben expresar lo que sienten. La mayoría de los


desacuerdos tiene que ver con malos entendidos.

Para mejorar la comunicación son esenciales la voluntad, el interés, y la


disponibilidad por parte de sus miembros. Además, para que sea posible
fomentar la capacidad de diálogo, las personas deben poseer un nivel
suficiente de confianza en sí mismas (autoestima); también tener un nivel
mínimo de confianza en los demás; de lo contrario les será imposible
escuchar, valorar sus ideas y puntos de vista y admitir parte de la verdad
que contienen
Si lo que se quiere es una familia unida, la mejor vía, el más
acertado camino, es por la comunicación.
http://www.oei.es/valores2/mmartinez.htm

Educación y Ciudadanía Activa

Miquel Martínez
(1)
Universitat de Barcelona

Educar para la ciudadanía supone apostar por un modelo pedagógico,


no solamente escolar, en el cual se procura que la persona construya
su modelo de vida feliz y al mismo tiempo contribuya a la construcción
de un modo de vida en comunidad justo y democrático. Esta doble
dimensión individual y relacional, particular y comunitaria, debe
conjugarse en el mismo tiempo y espacio si lo que pretendemos es
construir ciudadanía y sobre todo si ésta se pretende en sociedades
plurales y diversas.

No todos los modelos de vida feliz son compatibles con los modelos de
vida justos y democráticos en comunidad. La segunda mitad del siglo
XX, caracterizada por la lucha y la profundización de los derechos
humanos debe ser completada, no substituida pero sí completada, en el
siglo que iniciamos por la lucha y la profundización en los deberes que
como seres humanos hemos de asumir en nuestra convivencia diaria y
con una perspectiva de futuro.

Las transformaciones sociales y tecnológicas, los movimientos


migratorios y el carácter interconectado que acompañan el proceso de
globalización que estamos viviendo, presentan a las sociedades más
desarrolladas y concretamente a los sectores más favorecidos de
éstas, retos que no son fáciles de integrar sin más, de forma natural.
Los sectores más favorecidos de nuestro mundo y en concreto los que
disfrutamos del llamado “primer mundo” debemos priorizar en
nuestras políticas educativas acciones orientadas a la formación de una
ciudadanía activa que sea capaz de responder ante estos retos en una
sociedad de la diferencia y no de la desigualdad. Esto exige formar no
sólo ciudadanos que defiendan y luchen por los derechos de primera y
segunda generación, sino que también reconozcan la diferencia como
factor de progreso y estén dispuestos a luchar para que éstos no
induzcan desigualdades e injusticias incluso a costa del ejercicio de
determinados niveles de disfrute de los derechos de primera y
segunda generación por parte de ellos.
Este modelo de ciudadanía activa no se improvisa. Es un modelo que
requiere acciones pedagógicas orientadas a la persona en su
globalidad, a la inteligencia, a la razón, al sentimiento y a la voluntad.

Estas acciones pedagógicas deben contribuir al hecho de que en


nuestro proceso de construcción personal, que no es solamente
individual sino que se da en la interacción con los otros, aprendamos a
apreciar valores, denunciar su falta y configurar nuestra matriz
personal de valores. Esta tarea pedagógica consiste en primer lugar en
crear condiciones que fomenten la sensibilidad moral en aquellos que
aprenden, a fin de constatar y vivir los conflictos morales de nuestro
entorno tanto físico como mediático. En segundo lugar, y a partir de la
vivencia y análisis de experiencias que como agente, paciente u
observador pueden generar en nosotros los conflictos morales en
nuestro contexto, la acción pedagógica ha de permitir superar el nivel
subjetivo de los sentimientos y mediante el diálogo construir de forma
compartida principios morales con pretensión de universalidad. En
tercer lugar, ha de propiciar condiciones que ayuden a reconocer las
diferencias, los valores, las tradiciones y la cultura en general de cada
comunidad, y al mismo tiempo que favorezcan la construcción de
consensos en torno a los principios básicos mínimos de una ética civil
o ciudadanía activa, fundamento de la convivencia en sociedades
plurales. Estos principios básicos se refieren a la justicia y son
identificados por Rawls como la igualdad de libertades y de
oportunidades y la distribución equitativa de los bienes primarios.

Pero estas condiciones no se consiguen a través de declaraciones


verbales, sistemas de enseñanza basados casi exclusivamente en la
actividad del profesor o disposiciones legales que regulen los
currículums de los diferentes países. Es necesario considerar que si
educar en valores es crear condiciones para conseguir todo lo que
hemos dicho hasta ahora, la función reguladora y de modelaje que
ejerce el profesorado es clave. La formación de una ciudadanía activa
precisa un profesorado beligerante en la defensa de principios como
los apuntados y respetuoso con las distintas creencias de cada uno,
formas de entender el mundo y formas de construirnos como personas,
que respetando los principios de justicia enunciados conforman los
diferentes modelos de vida buena de cada uno de nosotros.

Condiciones para una educación en valores y para la ciudadanía

Para ello, nos atrevemos a proponer tres criterios que tendrían que
guiar la acción pedagógica del profesorado. Estos criterios deberían
estar orientados a cultivar tres condiciones. La primera, el cultivo de
la autonomía de la persona, el respeto a sus formas de ser y pensar y
el trabajo pedagógico sobre todo aquello que haga posible que la
persona esté en condiciones de defenderse de la presión colectiva y le
ayude a pronunciarse de manera singular.

La segunda es que la persona entienda que ante las diferencias y los


conflictos, la única forma legítima de abordarlos es a través del
diálogo; y por tanto que esté entrenada a poder hablar de todo aquello
con lo que no está de acuerdo con el otro. No estamos afirmando que a
través del diálogo las personas seamos capaces siempre de resolver
los conflictos, porque el diálogo no siempre resuelve los conflictos. Es
más, hay conflictos en la vida que probablemente no precisan ser
resueltos. La vida es también conflicto. Lo que el diálogo sí permite es
abordar los conflictos de una forma diferente de cuando uno no los
aborda desde el diálogo. Porque el valor del diálogo no se agota en el
logro de consenso. El diálogo es una manera de avanzar incluso en el
desacuerdo, una forma de respetarse a pesar de que no se esté de
acuerdo. La búsqueda del consenso por principio es discutible. Puede
llevar incluso a formas de pensamiento único que generalmente no
contribuyen a profundizar en la convivencia en sociedades plurales. El
diálogo debe contribuir a que las personas cuando no coinciden,
cuando sobre un tema no hay un acuerdo, puedan avanzar en este
desacuerdo, hablen como si fuese posible ponerse de acuerdo, a pesar
de que no logren alcanzarlo. El valor del diálogo descansa sobre todo
en el de las actitudes con las que avanzamos cuando la diferencia o el
conflicto existe.

Y la tercera condición importante que deberíamos entre todos


favorecer, es educar y promover situaciones en que podamos aprender
a ser respetuosos y tolerantes de manera activa. Sabemos que la
palabra tolerancia, generalmente, significa soportar al otro. No nos
estamos refiriendo a la tolerancia en este sentido, sino en el sentido
activo, en el sentido que hace posible reconocer al otro con igualdad
de condiciones que nosotros, con la misma dignidad, y con la misma
capacidad de tener la razón y la verdad que nosotros creemos que
tenemos. Esta tolerancia, respeto y conocimiento del otro es difícil de
practicar si no hay también un proceso de entrenamiento en la
aceptación de pequeñas contrariedades. No podremos llegar a ser una
sociedad solidaria si no nos educamos también en la contrariedad. La
aceptación de las limitaciones, las nuestras, y las que nos impone el
hecho de convivir en una sociedad plural no se improvisa en
situaciones complejas, ni es practicada espontáneamente por los
sectores más favorecidos. Nuestras propuestas pedagógicas en torno a
la no exclusión y en contra de la discriminación y de la marginación
deben incidir sobre los que puedan quedar excluidos pero sobre todo
deben incidir sobre los que puedan ejercer la exclusión.

Creemos importante educar para entender que en toda comunidad,


pero principalmente en sociedades plurales, el bien común no siempre
significa satisfacción de bienes particulares, sino que a menudo el bien
común significa renuncia a intereses particulares. Por ello es
importante recuperar el valor pedagógico del esfuerzo. Este es un
valor fundamental en una sociedad como la nuestra. No nos estamos
refiriendo al esfuerzo como sinónimo de disciplina. Nos estamos
refiriendo a que realmente la persona sea capaz de ejercer un cierto
autocontrol sobre sí misma, que sea capaz de no consumir a pesar de
que la presión colectiva sea ésta; que sea capaz de no hacer siempre
aquello que es más probable –es esto lo que quiere decir
autocontrolarse-, a pesar de que el ambiente acompañe a hacerlo. Es
esta ciudadanía crítica, singular pero también orientada al bien común
la que entendemos como ciudadanía activa y por la que apostamos.

Entendemos que sólo así será posible construir una sociedad diversa y
plural en la que hemos de aprender a ser y convivir de forma
pluralista, justa y democrática.

Por ello precisamos un modelo pedagógico que no se limite a incidir


sobre las acciones educativas en sentido estricto, sino que también
afecte a los medios de educación no formal, informal y de
conformación social y cultural de carácter mediático, familiar y
comunitario. Y precisamos que este modelo sea guiado por una nueva
forma de entender la responsabilidad, un énfasis mayor en el papel
regulador y guía de la dignidad humana como valor y una mayor
preocupación por orientar nuestras acciones no tanto en función de
intereses particulares por legítimos que sean, sino en función de
bienes colectivos que constituyan el bien común.

Algunas pautas para la acción pedagógica:

Formularemos a continuación y a modo de síntesis, algunas


orientaciones para su integración en proyectos educativos que
pretendan la profundización en los derechos humanos y el aprendizaje
de los deberes que han de hacer posible una ciudadanía activa.

1. Es necesario promover situaciones que faciliten la


autocrítica de la propia cultura, el aprendizaje de
otras culturas destacando lo que en ellas se estime
más valioso y el aprendizaje de habilidades dialógicas
y de actitudes que favorezcan la búsqueda de
consensos, o el reconocimiento compartido de la
ausencia de éstos.
2. Conviene fomentar aprendizajes no sólo a través de
reforzadores positivos sino también a través de la
superación personal y la renuncia a intereses
particulares cuando se opongan u obstaculicen el
logro de intereses colectivos y bienes comunes. De
igual forma conviene desarrollar actitudes que
favorezcan la austeridad en el consumo de bienes y
recursos. Sólo evitando que éstos no se malgasten
seremos capaces de alcanzar una distribución
equitativa de los mismos.
3. Es necesario facilitar la implicación en proyectos
colectivos que supongan la mejora de las condiciones
socioeconómicas y políticas que hacen o no posible el
disfrute de los derechos humanos. La participación en
programas que estudien y reflexionen sobre el
cumplimiento o no de los derechos humanos en
contextos próximos físicamente o lejanos pero
habituales en nuestros contextos informativos debe
incorporarse en nuestras propuestas pedagógicas.
4. En los proyectos educativos sobre los derechos
humanos conviene insistir en que el ejercicio de éstos
supone la aceptación de unos deberes y que sólo
practicando éstos últimos seremos capaces de
progresar en los niveles de justicia, equidad y
solidaridad que han de hacer posible una vida digna
para cada una de las personas que convivimos en este
mundo y el reconocimiento de nuestras identidades no
sólo individuales sino también grupales y culturales.
5. En el desarrollo de programas de educación en
valores y de desarrollo moral conviene integrar
acciones pedagógicas sobre los sentimientos morales
diferenciando en las relaciones interpersonales
aquellas actitudes relativas a nuestro comportamiento
como agentes activos, pasivos o meramente
observadores.
6. Proponemos recuperar el valor pedagógico del
esfuerzo como medio pedagógico y no como fin, de
forma que estemos mejor entrenados en el logro de
los aprendizajes antes enunciados y seamos capaces
de aceptar a lo largo de nuestras vidas aquellas
contrariedades que sin duda surgirán al intentar hacer
compatible el disfrute de nuestros derechos
particulares con el de los demás, y el ejercicio de
nuestra libertad con las limitaciones que tanto a nivel
personal como colectivo supone la vida humana en
colectividad y en situaciones de convivencialidad
intercultural.

Referencias bibliográficas
CORTINA, A. (1997). Ciudadanos del mundo. Hacia una teoría de
la ciudadanía. Madrid: Alianza Editorial.

HOYOS VÁSQUEZ, G. (1995). Teoría comunicativa y educación


para la democracia, en Revista Iberoamericana, núm. 7, pp. 65-
92.

JONAS, H. (1995). El principio de responsabilidad. Ensayo de


una ética para la civilización tecnológica. Madrid, Herder.

MARTINEZ, M. y NOGUERA, E. (1999). La declaración universal


de los derechos humanos. Compromisos y deberes, en Revista
Española de Pedagogía, año LVI, núm. 211, septiembre-
diciembre, pp. 483-510.

MARTINEZ, M. (2001) (3ªed.). El contrato moral del


profesorado. Condiciones para una nueva escuela. Bilbao,
Desclée de Brouwer.

RAWLS, J. (1993). Liberalismo político. Barcelona, Crítica, 1996.

TAYLOR, C. (1991). La ética de la autenticidad . Barcelona,


Paidós, 1994.

THIEBAUT, C. (1992). Los límites de la comunidad: las críticas


comunitaristas y neoaristotélicas al programa moderno . Madrid,
Centro de Estudios Constitucionales.

Notas

(1) Catedrático de Teoría de la Educación en la Facultad de


Pedagogía y miembro del Grup de Recerca en Educació i Valors i
Desenvolupament Moral (GREM) de la Universitat de Barcelona
en España. Desde 1993 colabora en el Programa “Educación y
Valores” de la OEI. Autor de diferentes publicaciones, entre
otras, El contrato moral del profesorado. Bilbao: Desclée de
Brouwer, 2001 (3ª edición). Dirección electrónica:
miquel@d5.ub.es.

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Programa Educación en Valores

Educación en
Valores

Nunca está de más recordar que el principio de toda relación es una buena
comunicación.

Séptimo Eje del VI Acuerdo de Concertación Social


El diálogo como valor en sí mismo
El diálogo social es un valor en sí mismo y ha hecho posible el modelo
de Concertación andaluz. La importancia de la participación de los
agentes sociales y económicos es reconocida tanto por el Estatuto de
Autonomía, como por la propia Constitución española. Los Acuerdos de
Concertación Social son la materialización de un proceso de diálogo
abierto y sincero que ha demostrado su eficacia y ha logrado unos
excelentes resultados para Andalucía.

16/05/05 CC.OO.-A

Participación institucional

Promover y garantizar la participación institucional de los agentes


económicos y sociales en los asuntos de naturaleza socioeconómica es uno
de los fines del VI Acuerdo, en el que las partes firmantes reconocen la
necesidad de mejorar estos cauces de participación. Para ello se ha creado
un grupo de trabajo específico que presentará una propuesta normativa que
facilite la articulación y el diálogo entre la administración, los sindicatos y
las organizaciones empresariales.

Sistema de seguimiento permanente

Para propiciar el seguimiento de los planes y las medidas recogidas en el VI


Acuerdo, se han establecido comisiones y grupos de trabajo de carácter
tripartito y paritario que velarán por el cumplimiento efectivo del acuerdo. A
tal efecto se ha creado una Comisión General de Seguimiento y una Mesa de
Seguimiento Permanente.

La Comisión General de Seguimiento está compuesta por representantes al


máximo nivel y su función es el impulso, supervisión y coordinación del
desarrollo del Acuerdo, evaluando su ejecución y cumplimiento. Esta se
reunirá de forma ordinaria una vez al año y de forma extraordinaria a
petición de cualquiera de las partes.

La Mesa de Seguimiento Permanente, compuesta por representantes de la


administración y los agentes económicos y sociales, tiene la función de velar
por la ejecución de las medidas del Acuerdo, para lo cual elaborará Informes
de Ejecución y Seguimiento que pasarán a la Comisión General de
Seguimiento anteriormente descrita, para que esta proceda a su aprobación.
Además la Mesa de Seguimiento Permanente realizará el seguimiento de las
comisiones, mesas y grupos de trabajo adscritos. Esta se reunirá de forma
ordinaria cada tres meses y de forma extraordinaria a petición de cualquiera
de las partes.

Además, se han creado Comisiones de Seguimiento correspondientes a los


ejes estratégicos en los que se divide el texto del Acuerdo con la función de
realizar el seguimiento de las medidas concretas, elaborar informes de
ejecución y seguimiento de cada eje y supervisar las tareas de los distintos
grupos de trabajo. Estas Comisiones son las de la Sociedad del
Conocimiento, la Innovación y la Productividad, la Calidad en el Empleo y la
Capacidad Emprendedora. Asimismo se constituye un Observatorio de
Cohesión Territorial.

Difusión del VI Acuerdo

Las partes firmantes emprenderán el esfuerzo común de difusión de los


contenidos del VI Acuerdo de Concertación para que sean conocidos por
todos los andaluces y andaluzas.

Para ello el Acuerdo está disponible en internet, así como la información


relativa a su ejecución y desarrollo. La celebración de jornadas y
encuentros, la edición de materiales informativos y las campañas de difusión
complementan las actuaciones encaminadas a dar a conocer los contenidos
de la Concertación.

http://www.andalucia.ccoo.es/ampliarNoticia.asp?IdNoticia=1852

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