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23.

MEMORIA Y VEJEZ

Conrado Navalón
Universidad de Murcia

Introducción

Vejez y memoria constituyen dos tópicos especialmente vinculados entre sí.


Tradicionalmente las dificultades relacionadas con el uso de la memoria han sido
consideradas como uno de los indicadores del inicio del declive que acompaña al proceso
de envejecimiento, tanto fisiológico como mental; las principales quejas y problemas
cotidianos que manifiestan las personas mayores suelen estar relacionados directa o
indirectamente con la pérdida objetiva o subjetiva de la memoria; también estas alteraciones
son uno de los síntomas más sobresalientes que suele alertar a los especialistas sobre la
existencia de una posible patología.
Actualmente la comprensión del funcionamiento de la memoria en la vejez
constituye una de las áreas de interés dentro de la investigación cognitiva. Su inclusión
como capítulo o apartado en los manuales o revisiones sobre psicología de la memoria es
cada vez más frecuente (por ejemplo, Baddeley, 1990; Navarro, 1993) y cada vez son más
los manuales que intentan sistematizar el conjunto de conocimientos disponibles sobre el
envejecimiento desde una perspectiva psicológica (Birren y Schaie, 1996; Kausler, 1994;
Vega y Bueno, 1995).
Tal y como manifiesta Alom (1992), el declive progresivo de las capacidades físicas
y mentales que se producen durante el proceso de envejecimiento es un hecho manifiesto y
reconocido como parte integrante de los cambios evolutivos e involutivos en cada individuo.
Pero esta serie de cambios que van ligados al progresivo envejecimiento individual no se
dan por igual en todas las personas ni afectan del mismo modo a todos los procesos,
estructuras y sistemas de memoria. Esto explica la existencia de múltiples líneas de
investigación, diferenciándose entre sí en función de la parcela de la vejez que aborden y/o
según el aspecto de la memoria tratado. En la mayoría de casos, uno de los principales
problemas que subyacen tiene mucho que ver con cuestiones de tipo metodológico. En este
capítulo trataremos algunos de estos aspectos de memoria y vejez, y propondremos una
práctica concreta con el objetivo de que sirva para realizar una aproximación más empírica
a algunas de estas cuestiones.
La memoria en los distintos procesos de envejecimiento.

Las vivencias personales, el conjunto de conocimientos adquiridos, el nivel de


actividad que se ha mantenido en el pasado y se mantiene en la actualidad (físico, mental y
social), la incidencia de alteraciones fisiológicas más o menos graves, etc., forman parte de
un larguísimo listado de variables que modulan el proceso de envejecimiento e inciden
sobre el funcionamiento de la memoria. En este sentido, lo normal y lo patológico se
entienden como dos extremos de un continuo en el que resulta sumamente difícil establecer
una línea divisoria que pudiera servir de frontera. Las investigaciones sobre memoria desde
el marco de la psicología científica actual se centran fundamentalmente en tres áreas de
este continuo: La enfermedad de Alzheimer como máximo representante de un deterioro
patológico, el deterioro asociado a la edad y los cambios normales de naturaleza
fundamentalmente adaptativa.
La enfermedad de Alzheimer representa el 50% de las demencias y constituye el
deterioro patológico más grave con sustanciales repercusiones sobre la memoria. Se trata
de una demencia progresiva e irreversible en la que la pérdida de memoria es uno de los
síntomas más sobresalientes y llamativos (Morris y Copelman, 1986). Las consecuencias
de esta enfermedad son devastadoras para el paciente y su familia. El primer síntoma es
generalmente el olvido. De hecho, también se le suele llamar el mal del olvido: Al inicio se
olvidan cosas sin importancia pero, al avanzar la enfermedad, a veces no se recuerdan los
nombres de lugares, de personas y de rutinas; por último, comienzan a perder su capacidad
para recordar, por ejemplo, si han apagado la estufa o cerrado la puerta de casa. Se les
hace difícil nombrar los objetos familiares, encontrar la palabra adecuada o hacer el saldo
de un talonario de cheques. De tres a diez años después estarán gravemente afectados,
siendo incapaces de hablar, pensar o cuidar de sí mismos. Existe abundante bibliografía
sobre esta enfermedad y sobre las demencias en general (Bermejo y Del Ser, 1993; Junque
y Jurado, 1994); una buena y breve revisión se puede encontrar en González y Ramos
(1995).
Afortunadamente, otros tipos de deterioros no presentan unas características tan
dramáticas. Algunos son notablemente más leves aunque pueden llegar a generar
inadaptación funcional y social. En estos casos se suele hablar de deterioro de la memoria
asociado a la edad (AAMI: age-associated memory impairment); se trata de sujetos sanos
no afectados por algún tipo concreto de demencia pero que, sin embargo, muestran un
cierto grado de declive en la memoria como consecuencia de un natural proceso de
envejecimiento cerebral y cuya capacidad mnésica es algo inferior en relación a la
capacidad promedio de su grupo de edad (Ferris, Flicker, Reisberg y Crook, 1985). A pesar
del cúmulo de literatura que ha originado, se trata de una entidad definida desde la
perspectiva psicométrica y de laboratorio, pero no desde una nosología clínica,
epidemiológica, evolutiva o poblacional (Bermejo, 1993). Existen diversas revisiones sobre
este tipo de alteraciones (Tolosa y Pastor, 1993).
Finalmente no todos los cambios que afectan a la memoria en el proceso de
envejecimiento son de carácter patológico ni todos provocan desadaptación personal y
familiar. Aunque la información epidemiológica es escasa, la tasa de prevalencia de las
demencias es relativamente baja: diversos estudios la sitúan entre el 6% y el 10% de la
población mayor de 70 años; con respecto al deterioro asociado a la edad no existen datos
sobre su prevalencia, pero ésta es baja. Por lo tanto, aunque nos pueda sorprender, la
mayoría de cambios con la edad se pueden considerar normales y con carácter adaptativo.
Estos cambios parecen responder al declive cognitivo en general que afecta a los procesos
de codificación, almacenamiento y recuperación o a los diferentes sistemas y subsistemas
de memoria; parte de esos cambios vienen dados por la necesidad de adaptarse a las
nuevas exigencias impuestas por el medio (por ejemplo, la jubilación supone un importante
cambio en el tipo de actividades y en el uso de procesos y estructuras de memoria) y por la
necesidad de compensar determinadas pérdidas cognitivas. Parte de las deficiencias
cognitivas que se observan en la vejez suelen deberse más al desuso o a la falta de
entrenamiento que a factores fisiológicos. Las capacidades y funciones que no se utilizan
tienden a atrofiarse, aunque pueden recuperarse mediante entrenamiento y estimulación.
Este último punto de vista ha dado lugar a la proliferación de programas de estimulación de
la memoria puestos en marcha principalmente desde ámbitos sanitarios a través de las
denominadas unidades de memoria.
La aproximación que vamos a realizar en este capítulo sobre memoria y vejez se
centrará en ésta última área de investigación. Nos interesa conocer cuáles son las
características de la memoria en las personas mayores no afectadas por una patología
específica y las principales dificultades de tipo metodológico con las que nos podemos
encontrar a la hora de realizar dicha aproximación.

Tendencias actuales en la investigación sobre memoria y vejez

Las investigaciones sobre memoria realizadas en el laboratorio parecen indicar que


las personas mayores ofrecen una peor ejecución que los sujetos jóvenes en tareas de
memoria tales como el recuerdo libre, recuerdo con claves o reconocimiento (Howe, 1988;
Poon, 1996). No obstante, en la actualidad se tiende a buscar situaciones experimentales
de mayor validez ecológica, diseños y procedimientos experimentales lo más adaptados
posibles a las características específicas de las personas mayores. En cualquier caso, este
tema no está todavía suficientemente resuelto.
Dadas las profundas diferencias que existen entre generaciones principalmente
debidas a las condiciones de vida específicas de cada una de ellas (nutrición,
enfermedades, estilo de vida, situación emocional y, sobre todo, nivel de educación) los
estudios transversales en los que se comparan muestras de diferentes edades se utilizan
con suma cautela. Por su parte, los estudios longitudinales tampoco están exentos de
problemas, dos de los principales se refieren a los efectos de la mortalidad de la muestra y
a la incidencia de enfermedades. Las tareas y procedimientos experimentales también
ofrecen problemas al ser utilizados con personas de cierta edad; por ejemplo, algo tan
habitual como las disminuciones en la capacidad sensorial de los ancianos (sorderas,
pérdidas de visión) pueden afectar seriamente la ejecución. También los ritmos de
presentación de material o los tiempos exigidos para emitir una respuesta pueden provocar
un resultado no achacable enteramente a problemas de memoria. En muchos casos,
cuando las personas mayores disponen de más tiempo para responder, las diferencias
entre edades se reducen considerablemente. Igualmente, el uso de estímulos neutrales o
no familiares pueden exagerar el grado de dificultad de la tarea para el grupo de sujetos
mayores, dando lugar a un supuesto déficit, que, en realidad, no demuestra un retroceso de
la capacidad de la memoria. Por ejemplo, la naturaleza verbal o pictórica de los estímulos
puede afectar a la ejecución en tareas de memoria debido a la diferente habilidad lectora de
los respectivos grupos de sujetos. Por último, cabría indicar en este apartado de problemas
metodológicos que la ejecución en tareas de memoria se puede ver afectada por factores
tales como la autoestima, el estado de ánimo, el interés, la motivación, el nivel de
concentración, etc.
Por ello, junto al estudio de la memoria en situaciones experimentales de
laboratorio altamente controladas se viene proponiendo, en los últimos años, estudiar la
memoria en ambientes naturales a partir de la autopercepción subjetiva mediante
cuestionarios. Es lo que se denomina memoria cotidiana. Cada vez existe un mayor interés
por los aspectos subjetivos de los déficits de memoria que manifiestan los propios ancianos
(en Sánchez y García, 1992, se puede encontrar una aproximación a la memoria cotidiana y
a su evaluación). El énfasis en las estudios sobre memoria cotidiana no implica que se
hayan abandonado los de laboratorio. Al contrario, el número de investigaciones y trabajos
experimentales basados en los modelos de procesamiento de la información y realizados
en situación de laboratorio es cada vez más elevado, hasta tal punto que resulta imposible
realizar aquí una enumeración de todos ellos, y tampoco es el objetivo de este capítulo.
Sólo nos detendremos brevemente en algunas áreas sobre las que existe una mayor
evidencia empírica y sigue siendo en la actualidad objeto de investigación.
Un grupo importante de investigaciones intenta esclarecer qué tipos de cambios se
producen en la memoria a largo plazo. Como se sabe, en ella se almacenan todas nuestras
vivencias, aprendizajes y experiencias personales, así como nuestro conocimiento sobre el
mundo y sobre cómo funcionan las cosas, incluido nuestro propio sistema cognitivo. Es
lógico pensar que cualquier alteración que afecte a este sistema de memoria reportará
dramáticas consecuencias para el sujeto que la padece. Dentro de la memoria a largo plazo
el principal cambio con la edad se sitúa de forma insistente en la memoria episódica
(Kausler, 1990), mientras que la memoria semántica y procedimental parecen relativamente
poco afectadas. Parece ser que con el paso de los años las principales dificultades se
observan en el uso de la información que contiene datos temporales, localizaciones
espaciales y acontecimientos o eventos vividos personalmente. Por contra, la memoria
semántica que contiene información de carácter conceptual o simbólico no ligada a un
espacio o tiempo concreto, tiende a mantenerse bastante estable a lo largo de los años.
Una de las hipótesis que se barajan para explicar este déficit de la memoria episódica se
refiere al deficiente uso que los ancianos hacen de las claves contextuales, bien para la
codificación o bien para la recuperación de la información (Denney y Larsen, 1994). Otras
investigaciones hacen hincapié en el deficiente uso de determinados procesos: en algunos
estudios sobre memoria las personas mayores son menos eficientes para organizar, repetir
y codificar el material que se debe aprender, pero con algunas instrucciones específicas y
un poco de práctica mejorarán la ejecución de forma considerable (Willis, 1996), incluso la
gente muy mayor muestra algunos beneficios con el entrenamiento.
La memoria a corto plazo también recibe especial atención. Los resultados son muy
diversos y a veces contradictorios, presentando una fuerte dependencia de las tareas
utilizadas para estimar las diferencias entre grupos de edad. Desde planteamientos
basados en los modelos estructurales del procesamiento de la información apenas se han
encontrado diferencias en cuanto a características estructurales (capacidad, duración, etc.).
En contraste, especialmente fructífero ha resultado el concepto de memoria de trabajo o
memoria operativa (working memory) propuesto por Baddeley y Hitch (Baddeley, 1986,
1
1994; Baddeley y Hitch, 1974) . Bastantes trabajos relativos al envejecimiento normal
muestran un deterioro significativo de la memoria de trabajo, sobre todo a partir de los 70
años, e incluso atribuyen a este déficit la base del deterioro que diversos autores han
hallado en otras habilidades cognitivas (Salthouse, Mitchell, Skovronek y Babcock, 1989).
Así, en la vejez se producirían cambios en la memoria operativa o de trabajo que afectarían
especialmente al ejecutivo central (por ejemplo, a la capacidad de coordinación de
información proveniente de diferentes fuentes, a la capacidad de realizar simultáneamente
varias tareas cognitivas, etc.). Otro núcleo importantes de diferencias se suele situar en el
uso de estrategias adecuadas. En diversos trabajos (por ejemplo, Hill, Storandt y Simeone,
1990) se constata que es posible conseguir aumentar las habilidades de memoria

1
Para más información sobre este modelo el lector puede recurrir al capítulo 11
de este mismo libro.
(fundamentalmente el recuerdo libre de palabras) entrenando a los sujetos en estrategias
de organización y memorización.
Todavía no se conoce con exactitud las causas de la menor eficiencia de la
memoria operativa o de trabajo en personas mayores no afectadas por patologías
específicas. Entre las distintas explicaciones que se están investigando en la actualidad
vamos a mencionar las que hacen referencia a la activación de información. El concepto de
activación como recuperación de la información almacenada en la memoria a largo plazo
ocupa un lugar destacado en los modelos recientes de retención temporal de la
información. Bastantes autores (Anderson, 1983: Bower, 1975; Cantor, Engle y Hamilton,
1991; Card, Moran y Newell, 1986; Cowan, 1988; Engle, Cantor y Carullo, 1992; Just y
Carpenter, 1992) definen la memoria a corto plazo como la parte de la memoria permanente
que está temporalmente activada a partir de un umbral crítico y que puede ser reconocida y
manipulada por los procesos cognitivos puestos en funcionamiento. Desde este punto de
vista algunos autores centran sus investigaciones en la existencia de deficiencias en la
inhibición de la información; otros se interesan por la intrusión de información irrelevante en
la memoria operativa. En cuanto a la primera línea de investigación, Hasher y Zacks (1988)
han desarrollado un modelo de deficiencias en la inhibición para explicar la disminución
relacionada con la edad en la memoria operativa. Según su punto de vista, los adultos de
mayor edad tienen dificultades para evitar que la información innecesaria forme parte de la
memoria operativa, y frecuentemente no pueden prescindir de cierta información activada
en la memoria operativa una vez que ya no la van a necesitar más. Como consecuencia, la
gente mayor mantiene demasiados conceptos en un estado activo y, por tanto, sobrecargan
la capacidad de la memoria operativa. Además, debido a que la representación de
conceptos en la memoria operativa es prolongada, los sujetos mayores desarrollan falsas
conexiones entre ítems, los cuales causarán interferencias con ítems que están siendo
recuperados (Hasher y Zacks, 1988).
También se apunta la existencia de diferencias entre memoria implícita y explícita.
Ante determinados tests de medida directa, los ancianos muestran una ejecución
sustancialmente peor que los jóvenes; estas diferencias se reducen ante la utilización de
medidas de tipo indirecto. Efectivamente, diversos trabajos (Chiarello y Hoyer, 1988;
Howard y Howard, 1989) indican que las medidas indirectas revelan una cierta similitud
entre jóvenes y ancianos, mientras que las medidas directas muestra claras diferencias a
favor del grupo de jóvenes. Parece ser que aquellas actividades que no requieren una
elaboración consciente o dependen de la memoria implícita permanecen más estables y no
se deterioran de manera apreciable en el anciano sano (Hultsch y Dixon, 1990).
Los procesos de codificación, almacenamiento y recuperación a corto, medio y
largo plazo también reciben en la actualidad especial atención. Nos centraremos
únicamente en la recuperación de la información (las diferencias en cuanto a recuerdo y
reconocimiento las veremos en la práctica que vamos a realizar). Una de las dificultades
más habituales en el uso de la memoria por parte de personas mayores está relacionada
con la recuperación (recuerdo y reconocimiento) de la información codificada y almacenada
(recordar la lista de la compra, reconocer una cara familiar, etc.). Tanto para jóvenes como
para viejos, la ejecución es superior en tareas de reconocimiento. Estas diferencias se
acentúan de forma notoria en personas mayores en las que la ejecución es muy superior en
tareas de reconocimiento (Craik y McDowd, 1987). Sería interesante repasar las diferentes
teorías que intentan explicar esta superioridad del reconocimiento sobre el recuerdo (ver,
por ejemplo, Ruiz Vargas, 1991 o Baddeley, 1994).
Práctica propuesta

Objetivo

Con esta práctica se pretende: (1) poner a prueba la hipótesis de que las
diferencias encontradas en la recuperación de la información entre tareas de recuerdo y
reconocimiento aumentan con la edad, produciéndose un mayor decremento en las tareas
de recuerdo; y (2) posibilitar que el alumno conozca y se familiarice con algunos de los
problemas metodológicos que conlleva la aplicación de pruebas de memoria a personas
mayores.

Definición de variables

Variables independientes:

* El tipo de tarea realizada (recuerdo versus reconocimiento).


* la edad de los sujetos (jóvenes universitarios vs. personas mayores de 65 años)

Variables dependientes

* Número de estímulos correctamente recordados y número de estímulos


correctamente reconocidos.

Sujetos

Se requieren dos grupos de sujetos: Uno puede estar formado por compañeros de
clase y el otro por personas mayores de 65 años que pueden ser familiares, vecinos o
conocidos. Se deberán excluir todos aquellos casos en los que pueda existir alguna posible
patología o alguna deficiencia perceptiva no debidamente corregida.

Material

Se precisan 50 dibujos de objetos, animales o cosas todos ellos comunes,


extraídos de la relación de Snodgrass y Vanderwart (1980). Para cada dibujo se
confeccionará una ficha; el dibujo estará situado en la parte central de la ficha que podrá ser
del tamaño de un cuarto de folio DIN A4. Catorce de estas fichas se emplearán en la fase
de entrenamiento para familiarizar a los sujetos con las tareas que van a tener que realizar.
Otras 24 se emplearán en la prueba de reconocimiento. Y las últimas 12 en la prueba de
recuerdo libre.
Un cronómetro con el que se controlarán los tiempos de presentación y el tiempo
máximo de respuesta.
Una hoja de respuesta en la que se anotarán los estímulos informados
correctamente por cada sujeto tanto en la prueba de recuerdo como en la de
reconocimiento.

Procedimiento

Para la realización de esta práctica será necesaria la utilización de dos tareas: una
de recuerdo y otra de reconocimiento. Como tarea de recuerdo vamos a utilizar la tarea de
recuerdo libre. Como tarea de reconocimiento emplearemos la denominada tarea de
reconocimiento SI/NO.
La aplicación de estas dos tareas debe realizarse individualmente en una única
sesión. La separación entre las dos tareas debe oscilar entre un mínimo de tres minutos y
un máximo de cinco.
Ambas tareas constan de dos fases: una primera de estudio en la que se presentan
a los sujetos las doce fichas; y una segunda de prueba. Los sujetos deben estar
cómodamente sentados en una silla detrás de una mesa. La fase de estudio debe ser
idéntica para las dos tareas: Las doce fichas se colocan sobre la mesa agrupadas en un
único montón; se debe añadir una primera ficha en blanco. Para su presentación se irán
2
retirando las fichas de forma sucesiva a un ritmo de un segundo por ficha . En la tarea de
recuerdo se informará previamente a los sujetos que tras la presentación de los doce
dibujos van a tener que decir, en un tiempo máximo de dos minutos, el nombre de todos los
dibujos que recuerden. De forma similar, en la prueba de reconocimiento se les informará
previamente que tras la presentación de los doce dibujos se les presentarán otros 24 a
efectos de que indiquen para cada uno de ellos si corresponde o no a uno de los 12
presentados en la fase de estudio. Para la fase de prueba de la tarea de reconocimiento se
tendrá preparado un montón de 24 fichas más una primera en blanco, compuesto por las 12
fichas presentadas en la fase de estudio mas doce no presentadas, debidamente
mezcladas.
Previamente se realizarán algunos ejemplos de práctica utilizando las 14 fichas
preparadas a tal fin. Únicamente cuando estemos seguros de que los sujetos han
comprendido lo que tienen que realizar se pasará a la aplicación de las tareas. Las
instrucciones deben ser claras e idénticas para todos los sujetos.

Resultados: análisis y discusión

El análisis de los resultados se realizará en función de los objetivos planteados.


Mediante gráficas y tablas se compararán los resultados. Se comentarán las diferencias en
la ejecución en cada una de las tareas y las diferencias entre los dos grupos de sujetos
comprobando si los resultados obtenidos se ajustan a la tendencia esperada: tanto para
jóvenes como para mayores la ejecución es superior en la tarea de reconocimiento y en el
grupo de sujetos mayores el decremento más elevado se produce en la tarea de recuerdo.

2
Si se pudiera sería mejor una presentación de los estímulos a través de un
taquistoscopio o a través de un ordenador, consiguiendo así una medición del
intervalo temporal mucho más precisa.
Estos resultados serán comentados a la luz de la distintas teorías actuales sobre la
recuperación de la información y la comparación de los procesos de recuerdo y
reconocimiento.
Se analizarán las cuestiones metodológicas que se consideren más relevantes por
su incidencia sobre los resultados: colaboración de ambos grupos de sujetos, ventajas e
inconvenientes de la utilización de estímulos pictóricos, etc.
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