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Álvaro Moreno

RESUMEN DE LECTURA I

Contra los académicos, Libro I, cap. II-IX

El texto se centra en una discusión entre Licencio y Trigecio bajo la tutela de San Agustín. Los
dos discípulos se enredarán en una disertación que iniciará preguntando por la conveniencia del
conocimiento de la verdad. El desacuerdo se instala cuando Trigecio descree de la posibilidad
de vivir dichosamente con sólo buscar la verdad, mientras que Licencio establece ---apoyado en
la tradición--- que para alcanzar una vida dichosa basta la investigación de la verdad.

Planteado el tenor del dialogo, se desprenden varios ejes de discusión. Licencio nos dice: ¿por
qué no puede ser dichoso quien busca la verdad aun sin hallarla? Para Trigecio, el hombre feliz
será aquel sabio en todas las cosas. Seguidamente, y atacando el argumento de Licencio,
propone que, aquel que busca, no puede ser perfecto. En contraposición, Licencio argumentará
bajo la sombra de cuatro proposiciones: p1) al sabio solo le resta la rebusca diligentísima de la
verdad; p2) si diera asenso a cosas inciertas, aun siendo verdaderas por casualidad, no podría
verse libre de error; p3) el sabio es necesariamente dichoso; p4) la sola investigación de la
verdad es el empleo más noble de la sabiduría. A ello, la conclusión que deviene propone la
vida dichosa puede resultar de la simple investigación de la verdad.

El contrataque de Trigecio sostiene la imposibilidad de perfección de quien investiga la verdad.


¿Cómo un hombre puede ser perfecto faltándole la verdad? ¿Cómo puede ser dichoso sin lograr
lo que tan ardientemente desea?

Luego se introduce el error como eje principal de la discusión. Para Trigecio quien yerra ni vive
según la razón ni es dichoso. Entonces, yerra aquel que siempre busca y nunca halla. Asimismo,
habría que demostrar lo siguiente: a) que errando se puede ser feliz y b) que el que siempre
investiga la verdad sin hallarla no yerra. En la otra orilla, Licencio asume que el hombre feliz no
puede errar. Tampoco yerra el que busca pues, para no errar, indaga con muy buen método.
Licencio culminará este primer segmento de la discusión ---dividido en dos disputas---
aseverando que errar es andar siempre buscando sin atinar en lo que se busca.

En el segundo “round” de la discusión, Licencio admite que el error consiste en la aprobación


de lo falso por verdadero, y cuenta lo siguiente: “imaginemos que alguien quiere ir a
Alejandría, y va por el camino recto; no podrás decir que yerra; mas, impedido por diversas
causas, hace el recorrido en largas jornadas, hasta que es sorprendido por la muerte. ¿Acaso
no buscó siempre sin alcanzar lo que quería y, con todo, no erró? Con ello, Licencio vuelve a
su postulado inicial: lo que importa no es el fin, sino el camino que se sortea para llegar a ese
fin; no yerra el que busca bien, aun sin atinar a la verdad, añadirá.

Otro eje de discusión que se dará en el retiro agustiniano, girará en torno a la deliberación sobre
la cuestión de la sabiduría. ¿Qué es la sabiduría?

En Trigecio, la sabiduría es el camino recto de la vida que guía a la verdad. Y la mejor


definición del camino que lleva a la verdad es la diligente investigación de la misma. A esa
definición se sumará la de san Agustín, quien dirá de la sabiduría que es ciencia de las cosas
humanas y divinas. Inmediatamente se introducirá la figura de Albicerio, hombre que es
considerado por Licencio como un sabio. Las razones que aduce el discípulo de Agustín recaen
en la pericia de Albicerio con respecto a la adivinación ---y ser adivino es asociado a lo divino

En este punto volverá a discrepar Trigecio, pues considera que el arte del personaje introducido
por Licencio es contrario a lo que podríamos considerar como ciencia. De esta forma dirá: no
llamo yo ciencia aquella en que se engaña quien la profesa. Pues la ciencia consta de cosas
comprendidas, y de tal modo comprendidas que ene ellas ni debe engañarse nunca ni vacilar
por cualquier objeción que se presente. Además, ¿cómo llamar sabio a quien dice cosas falsas
con frecuencia; aquel desconocedor de la ciencia de las cosas humanas asociadas a la virtud: la
luz de la prudencia, la hermosura de la templanza, el vigor de la fortaleza o la santidad de la
justicia? Entonces, Albicerio no posee el conocimiento de las cosas divinas y humanas.
Licencio concluirá que sabio es aquel que investiga, y por ser sabio, es dichoso, ya que aparta su
mente de los lazos corporales y se concentra en sí mismo.

Dicho todo lo anterior, es posible resaltar las siguientes posiciones en la discusión:

Para Trigecio el bienaventurado es necesariamente sabio, porque la ignorancia, aun a juicio de


los necios, es una desdicha. Asimismo, el sabio ha de ser perfecto, y que al andar averiguando
qué sea la verdad, no lo es y, por consecuencia, tampoco dichoso. En cuanto a Licencio:
perfecto es el hombre que busca diligentemente la verdad ---contrariamente a la definición de
que la vida feliz es aquella que se lleva conforme a la razón---. Unido a ello, para el discípulo de
Agustín la sabiduría humana es la investigación de la verdad de la que se origina la vida feliz

Finalmente, suspendida la discusión, san Agustín buscará sintetizar lo dicho aunando la dos
posturas: pues deseando alcanzar la felicidad, ora consista en el hallazgo, ora en la diligente
investigación de la verdad, dejando a un lado todas las otras cosas, si queremos ser dichosos,
es necesario buscarla

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