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Terapia de juego familiar

Conceptos básicos, metas y técnicas

La terapia de juego familiar es la unión de dos teorías importantes de la psicoterapia: la terapia


de juego y los sistemas familiares. Los terapeutas familiares solicitan la participación de los niños
y otros miembros de la familia cuando algún integrante de la familia (padre, cónyuge,
adolescente) requiere ayuda. Incluso si los niños pequeños no son el punto central de interés, la
mayoría de los terapeutas familiares considerarán los problemas identificados en el contexto de
todo el sistema familiar, por lo que se cree que es fundamental comprender el papel de todos
en la familia.

La terapia de juego familiar es una mezcla de dos teorías bastante sólidas (la terapia de juego y
los sistemas familiares) que pueden mejorar y dar estructura al trabajo clínico. Schaefer y Carey
(1994) advierten que “terapia de juego familiar es el nombre genérico de un grupo amplio y
heterogéneo de intervenciones que cada año se hace mayor” (p. xiii).

Poderes terapéuticos del juego que subyacen al modelo

El juego es una actividad universal que ha sido observada en sus formas más puras y a la cual se
le ha examinado en el contexto de las relaciones entre el niño y sus padres, en escenarios clínicos
y en la liberación posterior al trauma. De hecho, Schaefer advierte que el juego genérico tiene
muchos factores curativos y terapéuticos en el desarrollo infantil y a lo largo del ciclo de vida,
de los cuales describe los siguientes: superación de la resistencia, comunicación, dominio,
pensamiento creativo, abreacción, juego de roles, fantasía, enseñanza metafórica, formación
del apego, mejoramiento de la relación, disfrute, juego de dominio del desarrollo y “game play”.

Aunque el juego ocurre de manera práctica natural en los niños, incluye los factores terapéuticos
anteriores, el juego terapéutico en un escenario clínico que provee otra dimensión que parece
prometedora para los niños con problemas psicosociales.

Además, un área de interés de largo plazo para mí y otros es el uso espontáneo del juego
postraumático en niños pequeños que han experimentado un trauma. Schaefer (1994) escribió
un tratado exhaustivo concerniente al trauma psíquico en los niños y fue convincente en su
conclusión de que los niños pueden representar las emociones difíciles de maneras que son
útiles y modifican la vida. De hecho, libros recientes destacan la ocurrencia del juego
postraumático en el escenario clínico de los terapeutas de juego. Aunque Terr (1990) describió
el escepticismo respecto a la posibilidad de que los clínicos encuentren juego postraumático en
sus consultorios debido a su cualidad inherentemente reservada, es posible que faciliten este
tipo de juego cuando proporcionan un ambiente seguro, ofrecen una relación terapéutica y
juguetes que tienen una relación literal con el trauma único de cada niño y cuando colocan los
objetos al frente de modo que los niños puedan sentirse inclinados a seguir este juego de
curación. Profesionales entrenados en el campo del trauma infantil siguen recabando evidencia
de que muchos niños se resisten a expresar su trauma en palabras, batallan con la comunicación
verbal, y aun así poseen la motivación interna para alcanzar el dominio de las experiencias
difíciles. En las sesiones de la terapia de juego familiar también es factible el juego postraumático
colectivo, el cual ocurre cuando la exposición de una persona al material del trauma afecta y
luego incorpora las respuestas de otros. De hecho, es común que en el consultorio del terapeuta
de juego familiar aparezcan traumas no resueltos, aunque en la forma de metáfora, cuentos y
otros tipos de acción y lenguaje simbólico.
En su descripción de una técnica de terapia de juego familiar conocida como entrevista familiar
con títeres, Irwin y Malloy (1975) plantearon con nitidez las formas en que el juego puede
esclarecer los problemas de evaluación cuando se trabaja con familias:

La entrevista familiar con títeres ofrece muchas oportunidades de observar las formas de
comunicación, evidentes y encubiertas, empleadas por los miembros de una familia. Las
elecciones de títeres, los conflictos expresados en la fantasía, la discusión posterior al juego
cuando se invita a los miembros de la familia a establecer asociaciones con la historia, la
indagación acerca de la relación de la historia con el funcionamiento de la familia, todo ello
brinda importantes indicios acerca de la familia y la fortaleza disponible del yo para hacer frente
a los problemas.

También describen el propósito común de las terapias familiar y de juego, “a saber, estimular la
comunicación verbal y no verbal, para revelar cómo se moviliza una familia hacia una meta o
tarea” (p. 180). Otro vínculo fundamental que comparten la terapia familiar y la terapia de juego
es el uso del trabajo metafórico, el cual será destacado en el caso que se describe más adelante.
Otro aspecto importante valorado por ambas teorías y enfoques es la meta de disminuir la
resistencia y disfrutar con las familias.

El rol del terapeuta

Un terapeuta de juego familiar se mantiene alerta y activo, es modelo de roles y participa cuando
es apropiado. El enfoque que yo encuentro útil es adaptar las intervenciones al problema
particular del cliente, a su estilo de comunicación, su estilo de aprendizaje y sus fortalezas. Es
decir, un enfoque normativo adecua la técnica o método a los problemas individuales y utiliza
la integración de teorías, la evidencia y modelos específicos de intervención para abordar las
preocupaciones de la familia. Para explorar el contexto de las preocupaciones actuales de la
familia resulta muy útil contar con un conocimiento básico del desarrollo infantil y de los
problemas del desarrollo en el ciclo de vida, en especial porque el terapeuta de juego familiar
trabaja con miembros de una familia cuyas edades abarcan el ciclo vital de desarrollo.

Por definición, el terapeuta de juego familiar debe ser de buen carácter y estar dispuesto a usar
su creatividad y su sentido del humor, debe saber cuándo presionar un poco y cuándo retirarse.
La base de este trabajo terapéutico es una fuerte alianza de confianza con los clientes cuya
disposición a dejarse ir y a experimentar puede estar directamente relacionada con la
certidumbre en el terapeuta. Por consiguiente, un terapeuta de juego familiar engatusa, anima,
bromea y tiene habilidad para construir una relación que permita una rápida entrada y salida al
sistema familiar. Chasin (1994) afirma: “El terapeuta creativo que quiere trabajar al mismo
tiempo con niños y adultos puede inventar formas nuevas de hablar y de jugar que cumplirán
casi cualquier propósito terapéutico guiado por cualquier teoría general” (p. 68). De hecho,
Dermer, Olund y Sory (2006) proporcionan directrices acertadas para la integración de la terapia
de juego con las terapias experiencial, estructural y familiar narrativa.

El terapeuta de juego familiar asume riesgos y toma la iniciativa con delicadeza y confianza. Para
el éxito del trabajo es importante la disposición a formar parte del sistema familiar en el juego.
En ocasiones el terapeuta de juego familiar puede sentarse y observar, pero muchas veces se le
pide que participe, cuestione, ayude de manera concreta y demuestre cómo pueden hacerse las
cosas.

Más importante aún, el terapeuta de juego familiar no sólo posee una buena comprensión de
las teorías y aplicaciones de la buena terapia familiar (y puede ser orientado por cualquiera de
las teorías fundamentadas de la terapia familiar), sino que agrega a esta base de conocimiento
la comodidad con la comunicación no verbal, el movimiento, el potencial curativo del poder y el
juego, el trabajo metafórico (y habilidades de escucha que identifican y valoran la metáfora
familiar), así como la disposición a usar preguntas de ampliación para mantener las metáforas
el tiempo necesario para entender los significados subyacentes que se presentan a las familias
como un impulso para el cambio.

A decir verdad, el terapeuta de juego familiar está deseoso por escuchar, ampliar, entrar y causar
la reflexión a través de las metáforas de la familia, y reconoce que su propósito es exteriorizar
los problemas que deben ser abordados a una distancia lo bastante segura para que los clientes
puedan procesar lo que se necesite a un nivel más profundo del que suele permitir el solo
procesamiento cognitivo. En otras palabras, los clientes tienen formas de repasar su
presentación y las respuestas que desean dar ante los clínicos. Es posible que tengan la intención
consciente de presentarse como personas tranquilas, razonables, pacientes, etcétera. Una
persona se ve literalmente desarmada cuando se le pide que participe de una forma para la que
no ha tenido oportunidad de prepararse.

Considere el siguiente ejemplo de este proceso único: le pedí a una cliente de 13 años que me
hablara acerca de su madre y de su relación con ella. La chica se mostraba insegura de decir
mucho, pero era evidente que esta relación entre madre e hija era conflictiva y una fuente de
angustia para la adolescente. Al final accedió a mirar mi colección de miniaturas y buscar algo
que simbolizara a su madre, pero luego de unos treinta minutos dijo: “Nada de esto sirve”. Le di
un poco de plastilina y le pedí que hiciera algo que mostrara lo que pensaba y sentía acerca de
su madre, y la chica inició la tarea con gran intensidad. Construyó una “caja sorpresa” con una
cabeza bamboleante en la mano (la chica había tomado mi bolígrafo para sacar y utilizar el
resorte). Luego dijo con regocijo: “Esta es mi mamá. Se estresa demasiado y al final estalla y le
grita a todos”. Es claro que esta metáfora y mis preguntas de ampliación1 nos dieron la
oportunidad de avanzar en su tratamiento.

Papel de los padres

A lo largo de los años he tenido experiencias notables al observar la intervención de las familias
en la terapia de juego familiar. Admito que las respuestas iniciales de los padres pueden incluir
miradas socarronas, afirmaciones provocadoras o varios niveles de poca disposición a participar
en las sesiones de juego. Sin embargo, cuando puedo convencer a los padres pidiéndoles que
“confíen en mi” y “vean si sienten un poco de curiosidad acerca de cómo suceden las cosas”, los
resultados han sido sorprendentes. Igual de extraordinaria ha sido la miríada de formas en que
los padres dudan acerca de participar en actividades o conversaciones que les causan
incomodidad. De modo que algunos simplemente se niegan, pierden citas y hablan
ruidosamente a través de las acciones. Por ejemplo, una madre “se quedó dormida” mientras
su familia (el marido y los hijos) construía una caja de arena.

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