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XX. Conservacidn y desarrollo sustentable a niveles local y nacional ‘5 EsFuERZOS para la conservacién biolégica y cultural incluyen muchos tipos, pero el punto de partida de todos ellos se encuentra en la iniciativa de ciudadanos, organizaciones de conservacién y funcionatios de gobierno. Cuando las organizaciones guberna- mentales y comunales participan en estas iniciativas, lo hacen porque el ambiente se percibe como un bien puiblico, con regulaciones y acciones puiblicas (Recuapros XVIIL2 y XVIIL.3). Sin embargo, algunas veces los esfuerzos para conservar la diversidad biolégica entran en conflicto con otras necesidades humanas, reales o aparentes. Numerosos bidlogos de la conservacién, legisladores y encargados del manejo de tierras han concentrado sus esfuerzos para alcanzar modos de desarrollo sustentable que satisfagan las necesidades presentes y futuras de recursos naturales, minimizando a la vez su impacto sobre la diversidad biolégica (Lubchen- co etal, 1991). El concepto de desarrollo sustentable ha sido aplicado y definido de miitiples maneras. Algunos economistas han enfatizado que un desarrollo econdmico sustentable implica el mejoramiento de la organi- zacién y de la calidad de vida, pero no necesariamente del nivel de con- sumo de recursos, En tal sentido, este tipo de desarrollo debe distinguirse claramente del crecimiento econdmico, que se define como el aumento material de la cantidad de recursos utilizados. Si el desarrollo sustentable es un concepto ttil para la biologia de la conservacién, éste debe enfati- zar el mejoramiento de los modelos de desarrollo actual y propugnar un niento limitado. La inversién en la infraestructuta de los parques nacionales para mejorar fa proteccién de la diversidad biolégica y pro- veer oportunidades de ingreso, y la implementacién de pricticas de ma- nejo de bosques y de recursos pesqueros menos destructivas, constituyen ejemplos de tal brisqueda de sustentabilidad. Numerosas corporaciones transnacionales han abusado del concepto de desarrollo sustentable pata poner una “etiqueta verde” a sus activida- des induscriales, pero sin cambios fundamentales en la prictica (Willers, 1994). :Puede considerarse como desarrollo sustentable un proyecto para establecer un complejo minero en medio de una selva tropical, sélo Richard Primack Ricardo Rozzi Francisca Massardo Peter Feinsinger 585 a 5 jouer porque asigna un pequefio porcentaje de terreno para la construccién de uun parque? Algunos bidlogos de la conservacién han sido caricaturizados en el extremo opuesto: han propuesto que vastas dreas del mundo de- bieran ser protegidas de todo tipo de desarrollo con el fin cle mantenerlas silvestres (Mann y Plummer, 1993). Los cientificos y ciucladanos deben estudiar estos temas derenidamente y tomar decisiones cuidadosas que reflejen de la mejor manera posible las genuinas necesidacles de la socie- dad humana y de proteccién de la biodiversidad. Sociedades tradicionales y diversidad biolégica Las actividades humanas no son necesariamente incompatibles con la diversidad biolégica: existe una diversidad de sociedades humanas que ha habitado variados ecosistemas y utilizado sus recursos de una manera sustentable durante muchas generaciones. Hoy todavia existe una plétora de poblaciones locales que practica modos de vida tradicionales en areas rurales que corresponden a comunidades tribales, indigenas, nativas 0 comunidades tradicionales (Dasmann, 1991) (RecuapRo XX.1). Exis- ten més de 250 millones de personas pertenecientes a pueblos indfgenas en mds de 70 paises, que ocupan entre el 12 y el 19% de la superficie del planeta (Dasmann, 1991). Muchos de estos pueblos indligenas difieren de la sociedad occidental industrial en cuanto a que poseen mayor cono- cimiento y preocupacién por los ecosistemas donde habitan, y frecuente- mente han establecido sistemas de derechos sobre los recursos naturales. Sin embargo, en la medida que las comunidades locales aumentan st contacto con el mundo del comercio global, sus sistemas de creencias y practicas tradicionales se alteran (particularmente entre los miembros mis jévenes de la sociedad) y se estimula un mayor uso de bienes manu- facrurados fuera de la comunidad. Los seres humanos han habitado en précticamente todos los ecosis- temas terrestres del mundo por miles de afios como cazadores, pes- cadores, agricultores y recolectores. Incluso los remoros bosques tro- picales lluviosos han tenido una prolongada interaccién con sociedades humanas, debido a que los trépicos han estado libres de:glaciacién y son particularmente favorables para la ocupacién humana. La enorme diver- sidad biolégica de los trépicos ha coexistido con las poblaciones hu- manas durante miles de afios, sin que ocurrieran dafios sustanciales sobre la diversidad bioldgica. Las sociedades tradicionales han utilizado méto- dos de riego y sistemas de cultivo —capaces de soportar densidades poblacionales relativamente elevadas— sin destruir el ambiente o comu- nidades biolégicas de los alrededores. Por ejemplo, las areas de tierras bajas de los mayas en México, Belice, Guatemala y Honduras —ahora escasamente pobladas (sélo cinco personas por km?)-— estén cubiertas de bosques que mantienen especies y comunidades biolgicas tinicas. Hace unos 1200 afios, durante la cultura maya, esta regién albergaba densidades poblacionales superiores a las 500 personas por km? y man- 586 tenia una alta biodiversidad con, aparentemente, el mismo rango de especies (RecUADRO XX.2; Gémez-Pompa y Kaus, 1992). Sin embargo, existe controversia a este respecto (Recuapro VII.3a). En la actualidad las bajas densidades poblacionales encontradas entre las sociedades tra cionales en muchas dreas de bosque lluvioso neotropical son una conse- cuencia de epidemias, explotacidn, exterminio y luchas durante los 500 afios que han transcurrido desde la legada de los conquistadores eu- ropeos. Las poblaciones aborigenes han sido reducidas a menos del 10% de sus niveles precolombinos (Dufour, 1990). Los pueblos tradicionales han sido parte integral de los bosques tro- picales durante miles de afios. La actual mezcla y densidades relativas de plantas y animales en muchas comunidades bioldgicas refleja la historia de las actividades de estos pueblos, tales como la caza selectiva, la pesca y la plantacién de ciertas especies vegetales (RECUADRO XX.2). Los sis- ‘temas agricolas comtinmente practicados, tales como el sistema de tum- ba y quema, también afectan la estructura del bosque y la composicién de especies, creando un mosaico de fragmentos de bosque de diferentes edades. En este sistema se cortan los Arboles de un area, el material cafdo se quema y los cultivos se plantan en la ceniza rica en nutrientes. Después de una o varias cosechas, cuando los nutrientes se han agotado en el suelo por la accién de la lluvia y la absorcién por las plantas, el agticultor abandona el campo y corta un nuevo parche de bosque para plantar. Este sistema funciona bien y no degrada el ambiente siempre que la densidad de la poblacién se mantenga reducida y exista abundante bosque. Las regiones donde se practican formas tradicionales de agricultura son las mayores depositarias de variedad genética. Las pricticas tradi- cionales de pesca y manejo forestal mantienen también una alta biodi- versidad. Sin embargo, estas pricticas estén desapareciendo répidamente en la medida que son reemplazadas por prcticas industriales (Miller et al. 1995). Las sociedades tradicionales han sido analizadas por la civilizacién occidental desde una variedad de perspectivas. Una posicién extrema ha considerado a las comunidades locales como primitivas, ignorantes, destructoras de la diversidad biolégica: son quienes talan el bosque, sobreexplotan las presas de caza y aceleran la destruccién cuando ad- quieren pistolas, motosierras y motores fuera de borda. En el otro extremo, una posicién romdntica considera a las comunidades tradi- cionales como noble savages que viven en atmonia con la naturaleza. Una visién intermedia, que ha comenzado a prevalecer en la década de los noventa, considera que las sociedades tradicionales son muy diversas y que no existe una descripcién simple de su relacién con el ambiente (Alcorn, 1993). Ademés, estas sociedades cambian répidamente cuan- do reciben influencias externas, y a menudo surgen marcadas diferencias, entre las generaciones jévenes y las de edad avanzada. Muchas sociedades tradicionales poscen severas éticas de conser vacién que —a nuestros ojos occidentales—parecen més sutiles y menos claramente establecidas, pero afectan decisivamente las acciones de las personas en su vida diaria (Posey, 1992; Western et al, 1994; Western, Consersaciin y dewarrollosustentable 1 niveles local y nacional 587 Conservaciiny sociedader bumanas Ficura XX.1. Los peces de fo son Ja fuente principal de proteinas de los tukano, habitances de la cuenca del Amazonas. Los tukano protegen los bosques que mantienen las poblaciones de peces. (Fotografia de Paul Patmore). 1997). Por ejemplo, los tukano del noreste de Brasil tienen una dieta de cultivos de raz y peces de rio (Ficura XX.1; Chernela, 1987). Tienen fuertes prohibiciones teligiosas y culturales contra la tala del bosque a lo largo de la zona alta del Rfo Negro, al que recono- cen como importante para la mantencién de las poblaciones de peces. Los tukano creen que estos bosques pertenecen a los peces y, por lo tanto, no pueden ser cortados por la gente. También han definido refugios extensivos para peces y permiten la pesca en menos del 40% de los margenes del rio. Chernela (1987) sefiala que “como pescadores de- pendientes de los sistemas rfo arriba, los tukano conocen la relacién entre su ambiente y los ciclos de vida de los peces, particularmente el papel jugado por el bosque adyacente ef proveer fuentes de nutrientes que mantienen viva la pesca’. Otro ejemplo de la ética de conservacién tradi cional es la desarrollada por los pitzcuaros de Méxi co central (Toledo, 1991). Los reciarsos del lago Pétz- cuaro estén regulados a nivel de k compartidos equitativamente. Debido a que la co- munidad se beneficia con estas restricciones, ha sido capaz de resistir las influencias externas que conducen a la contaminacién y sobreexploracién de la pesca y que han dafiado muchos otros lagos de Jas cercanfas. Las comunidades locales también pueden manejar el ambiente para mantener la diversidad biolégica, como lo han demostrado los agroeco- sistemas tradicionales y bosques de los huastecas del noreste de México (Alcorn, 1984). Adems de sus campos agricolas permanentes y de su agricultura de rumba y quema, los huastecas mantienen bosques maneja- dos (télom) en pendiente, a lo largo de cursos de agua y otras areas frigiles © no adecuadas para la agricultura intensiva (Figura XX.2). Estos bosques contienen mds de 300 especies de plantas que la gente uti- liza para obtener alimento, madera y otros productos. La composicién de especies del bosque esté alterada para favorecer las especies utiles mediante plancaciones y desmalezado selectivo. Estos recursos forestales proveen a las familias huastecas con los medios para sobrevivir el fracaso de sus cultivos. Ejemplos comparables de bosques manejados por la localidad exiscen en todo el mundo (Oldfield y Alcorn, 1991; Redford y Padoch, 1992; Nepstad y Schwartzman, 1992). comunidad y son COMUNIDADES LOCALES ¥ SUS GOBIERNOS Los administradores de parques en todo el mundo consideran que los conflictos con las comunidades locales son su problema més grave. En. tuna encuesta aplicada a 98 parques nacionales a través del mundo, cerca de la mitad de ellos informé problemas asociados con la captura ilegal de fauna silvestre, colecta de material vegetal, malas relaciones con los habi- tantes de la regién y demandas conflictivas por los recursos del parque (Machlis y Tichnell, 1985). Las comunidades tradicionales obtienen ali- mento, lefia y materiales de construccién desde su ambiente inmediato, y sin estos productos pueden ser incapaces de sobrevivir, en algunos ‘casos. Si el parque provee beneficios a la comunidad local en términos de empleo, particién de ingresos y acceso regulado a los productos natu- rales, entonces la comunidad puede aceptar y apoyar al parque. Sin embargo, cuando se crea un nuevo parque o si los limites de un parque existenté estén rigidamente controlados, puede negirsele a las personas acceso a un recurso que han usado tradicionalmente. La costumbre de no considerar los derechos tradicionales y précticas de las comunidades locales cuando se establece un rea nueva de conservacién ha sido llama- do ecocolonialismo, debido a la semejanza con los abusos histéricos sobre los derechos de los aborigenes por los poderes coloniales en el pasado (Cox y Elmqvist, 1993, 1997). Por lo general, las comunidades locales reaccionan antagénicamente cuando sus derechos tradicionales son restringidos (Clay, 1991; Poffen- berger, 1990). Para sobrevivir, los pobladotes violardn los limites del par- que, incluso enfrenténdose con los guardaparques. En efecto, la creacién de un parque nacional frecuentemente “convierte” a los pobladores locales en cazadores furtivos, aunque ellos no han cambiado su compor- tamiento tradicional. Conservacin y desarrollo sutentable ‘4 nivel local y nacional Figura XX.2. Una mujer huasteca en un telom, un basque manejado ‘por los indigenas en el noreste de Mérico. Ella esté colectando frutos de zapote (Manikara achras)y esta- ‘as de un Arbol de frangipani (Plumeria rubra) para su propa gacién. (De Alcorn, 1984, fotografia cle Janis Alcorn). Gontiniia en la pdgina 595 589 590 REcuADRO XX.1. PUEBLOS IND{GENAS ¥ CONSERVACION EN MExico: MANEJO COMUNITARIO DE LOS RECURSOS NATURALES México es un pats privilegiado desde el punto de visea biolégico y cultural. Ademés del gran ntimero de especies de organismos, el territorio mexicano es hogar de la mayor poblacién de pueblos indigenas en América, hablantes de cerca de 230 diferentes lenguas y dialectos y pertenecientes a aproximada- ‘mente 50 culturas principales. A este sector indige- na de México, con una poblacién estimada entre 10.5 y 12 millones en 1990, debe agregarse la poblacién “mestiza”, que dificilmente se distingue por apariencia fisica, costumbres 0 cosmovisién de los miembros de cualquier comunidad indigena. Este otro sector, sumado a los que hablan ademés alguna lengua diferente al castellano, dan lugar tuna poblacién de por lo menos 20 millones de per- sonas, es decir, la quinta parte de los mexicanos y la ‘mayorfa de sus habitantes rurales. 'A diferencia de muchos ottos paises ricos en biodiversidad, en México los usuarios de los recur sos naturales han obtenido la proteccién del Estado y el amparo de las leyes para realizar un manejo comunitario. Tras la revolucién agraria de comien- 20s del siglo xx, la Constitucién de 1917 apoy6 la reforma agraria y reconocié la propiedad comunal de Ia tierra en el articulo 27. Este reconocimiento ha dorado a las instituciones comunitarias de una “caparazén legal” en el dificil concierto de las rela ciones econémicas y politicas contempordneas Como resultado de lo anterior, hoy en dia el sector indigena descendiente de la matriz meso- americana no sélo dispone de enormes propiedades agratias, sino que también es propierario y custodio de la mayor parte de los recursos forestales, hidro- légicos, biolégicos y genéticos de México. Este sec- tor posee y maneja més de la mitad del territorio nacional (eres millones de familias pertenecientes a cerca de 30000 ejidos y comunidades disponen de 103 millones de ha) y representan casi el 70% del total de las unidades productivas rurales. Victor M. Toledo Desde la perspectiva de los recursos naturales, los pueblos indigenas son ademés los duefios y usufructuarios de alrededor del 80% de los bosques, y selvas del pals (bajo el manejo de entre 7000 y 9.000 ejidos y comunidades), haciendo de México el laboratorio de manejo forestal comunicario més importante del mundo (Toledo, 1999b). A lo ante- rior debe agregarse que bajo el control mesoameri- cano se encuentran la gran mayoria de las “fabricas de agua” del centro y sur del pafs, pues buena parte de las llamadas “éreas de refugio” para la poblacién indigena coinciden con las partes altas de innume- tables cuencas hidrolégicas, en cuyos territorios se origina el agua que alimenta a plantas hidroelécu cas, centros urbanos e industriales, zonas de agricul- ‘ra de riego, éreas costeras de pesca y polos turisticos. Los pueblos indigenas disponen, finalmente, de los principales yacimientos biolégicos y genéticos del pals, es decir, de las Areas de mayor riqueza de especies y vatiedades (germoplasma) (Velésquez et al,, 2001). Tlustra lo anterior el hecho de que el 60% de las areas del centro y sur de México, reco- nocidas como prioritarias por !a Comisién Nacio- nal para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (conasio), corresponde a territorios de comuni- dades indigenas, Ademés, la mayorfa de las reservas de la bidsfera del pals se traslapan o estén rodeadas por tertitorios de comunidades y ejidos. Esta si- tuacidn es especialmente notable en el sur (Montes ‘Azules, Calakmul, Santa Marte), pero también pre- valece en las porciones del centro (Reserva de Chi- malapas, de la mariposa Monarca y Manantldn) y del noroeste (Bahia de Lobos y El Pinacate) del pals (ver casos 2,11,14,15 y 16 de la Ficura 1). En este contexto, deben sefialarse los procesos de algunas comunidades indigenas, organizaciones ambienta- les, grupos conservacionistas y cientificos mexica~ nos para crear reservas ecoldgicas de manejo comu- nal mediante programas de desarrollo sustentable Ficuna 1. Dieciocho experiencia de ma- gj, conseracién y defensa de los recursoe naturales Hevados a cabo por comuni- dades indigenas en México: (1) Duefios de casi medio mild de hectéreas de bos- ques tropicals, las comunidades fores- tales mayas del centro de Quintana Roo manejan_sustentablemente sus. bosques para producir bienes maderables y no imaderables. (2) Las comunidades locales de los alrededores de Ia Reserva de la Bidsfera de Calakml desarrollan una es- trategia de uso miltiple de sus bosques. (@) Las organizaciones 1sMam(Indigenas de la Sieroa de Motozincla en Chiapas) y veins (Unién de Comunidades Indigenas de la Regin del Istmo, Oaxaca) confor- ‘man las dos experiencias mis importantes de café orginico en México. (4) La orga- nizacién indigena nahua Sanzekan Tine- ri realiza una produccién sustentable de Ia palma del bosque tropical caducifolio (Brabea dulcis) en Guerrero. (5) En la Pe- ninsula de Yucatén la organizacién indi zgena Yum Balam promueve el ecoturismo. (6) Los indigenas chontales de Tabasco, han realizado numerosas movilzaciones contra el crecente deterioro provocado por la intensa explotacién petrolera. (7) Nu- ‘merosas comunidades indigenas de la Sierra Norte de Oaxaca llevan a cabo proyectos de mangjo sustentable de sus bosques y otras actividades, como el ecoturismo. (8) En La Chinandla, Oaxa- ‘a, las comunidades indigenas chinante- ‘as promueven un manejo adecuado de sus recursos naturales, conservando las selvas tropicales para la produccién de ‘ainila, café, palma, barbasco y plantas rmedicinales, (9) Cerea de 5800 familias de indios nahuas del norte de Puebla han creado la cooperativa Tosepan Titotaniske para la produccién de café orginico a la sombra de bosques manejados. (10) Los pueblos nahuas de la rein tropical sub- Indimeda del estado de Guerrero lograron la cancelacién de un proyecto de cons- truccién de una represa en su regién, ‘Actualmente estos grupos indigenas pro- mucven su desarrollo autogestivo con base en ef manejo adecuado de los recur. 408 locales. (11) En coordinacién con onganizaciones y agencias ambientales del pais y del extranjero, indios zoques y otros. pueblos asociados luchan por la creacién de la primera “reserva cam- pesina ecolégica” en Los Chimalapas, (22) La comunidad indigena de Nuevo San Juan Parangaricutro en Michoacén realiza una de las experiencias de manejo forestal comunitario més reconocidas del smundo. (13) La férrea resistencia de la comunidad nahua de Teportlin, More- fos, impidié la creaciéa de un mega- proyecto turistico que amenazaba la re- serva ecolégica, los manantiales y las tierras comunales de la tegién. (14) Co- smunidades nahuas instituciones univer- sitarias participan en la conservacién y manejo de los recursos naturales de la Re- serva de la Bissfera de la Sierra de Ma nantlin, en Jalisco. (15) Los indios ya- quis de Sonora luchan por recuperar el derecho sobre sus tierras y aguas comu- rales, buscando la aplicacién de un exi- toro modelo de pesquerfas a pequefia escala. (16) Los indios O'adbam, habi- tances de la Reserva de la Bidsfera de El Pinacate, en Sonora, demandan su parti cipacién activa en el manejo de dicha reserva. (17) En La Huasteca, porcién ‘més norte de las selvas tropicales en Amé- rica, cientos de comunidades indigenas nahuas y huastecas han desarrollado un programa de capacitacién agroccolégica. (28) Los indios seris estén involucrados ‘en un programa de aurovaloracién cul- tural y rescate de sus conocimientos sobre la naturaleza y en un proyecto de ecotu- rismo y mancjo de la vida silvestre en la Isla Tiburén, en Sonora, 591 ‘Conservacion dela Educacién biodiversidad ambiental SERVICIOS Agriculeura Fauna silvestee Figura 2. La comunidad indigena de Nuevo San Juan Parangaricutiro en Michoacin, con 1200 familias, ha logra- do un programa ejemplar de manejo integral de sus recursos tnturales en us 18000 hectiras de terstorio, Con base en el aprovechamiento forestal, la comunidad produce también ‘male, aguacate, frutales y ganado; maneja el agua, los bosques y la fata silvestre y realiza programas de edu- cacién ambiental y ecocurismo, (Calakmul en Campeche, Los Chimalapas en Oa- xaca o la reserva de la Mariposa Monarca en Mi- choacdn), Destacan también los siguientes casos de mane- jo indigena de los recursos naturales: (1) el aprove- chamiento sustentable de bosques tropicales en las, bajoplanicies y de bosques templados de montafia y (2) la agriculeura orgénica de vainilla, miel, mosca- ado, cacao y especialmente café. Oras experiencias incluyen programas de ecoturismo 0 de ecoartesa- fas, movilizaciones contra programas de construc- cidn de represas 0 proyectos megaturfsticos, asi co- mo defensa de recursos naturales locales © regionales 592. amenazados por fuerzas externas y la defensa de la- Fcorurismo Molduras isos [Madera | Mucbles PRODUCTOS > | Tablas y astilas Accite de pino Brea Aguarrés Barniz Resina Vegeracién (Giseema silvopascoril) gos, lagunas, manantiales y tfos. Un primer recuen- to arroja casi una veintena de iniciativas notables, las cuales movilizan a unas 2000 comunidades ru- tales, principalmente de las porciones central y sur del pais. La “columna vertebral” de estas experien- cias la forman las comunidades forestales y las cafe- taleras. ‘Aunque los bosques de las comunidades y eji- dos son de propiedad comunal, fueron largamente cexplotados durante décadas por compafias privadas y empresas estatales, dejando minimos beneficios a sus poseedores locales. Durante las dltimas dos dé- cadas, sin embargo, numerosas comunidades han ido recuperando el control sobre sus propios bosques. Hoy, docenas de comunidades forestales estén com- prometidas en una produccién ecolégicamente co- recta de productos maderables y no maderables, tales como hongos, resinas, plantas medicinales, hhojas de palma, gomas y especias. Dentro de este panorama destaca el papel de la Unién Nacional de Foresteria Comunitaria (uNoroc), que impulsa centre sus agremiados (550 comunidades y ejidos) tuna produccién forestal ecolégicamente adecuada y que aglutina numerosas experiencias exitosas a nivel nacional e internacional (Alcorn y Toledo, 1997, figura 2), En el contexto de la produccién mundial de café, México ocupa actualmente el cuarto lugar en términos de volumen y el quinto en términos de superficie cosechada (Moguel y Toledo, 1996, 1999). Se estima que el ntimero de productores de café alcanza aproximadamente los 200000, quienes cul- tivan alrededor de 700000 ha. En México el 70% de la produccién de café la realizan productores de comuriidades indigenas, las cuales mantienen plan- taciones agroforestales de café a la sombra, con va- tios estratos y especies (policultivos). Como resulta- do, México es el primer pais productor de café orginico certificado del mundo. De acuerdo con la Coordinadora Nacional de Organizaciones Cafe- taleras (cNOC), hacia 1996 el café orginico lo pro- ductan unos 11500 productores de 450 comuni- dades de Chiapas, Oaxaca, Guerrero y otros estados. Recuapro XX.2. SELVAS ANTROPOGENICAS MAYAS Las selvas mesoamericanas (del sur de México y norte de Centroamérica) estén consideradas entre las mds biodiversas del planeta, a la ver que estén fuertemente amenazadas por acciones humanas, tales como la ganaderfa, la agricultura intensiva, la deforescacién masiva, los asentamientos humanos desordenados, la explotacién maderera de tipo minero y, la explotacién petrolera. La comunidad conservacionista internacional realiza grandes es- fuerzos para protegerlas de estas acciones humanas que las ponen en peligro. Cudles son estas ac- ciones? {Todas las acciones humanas las ponen en peligro? Una solucién tradicional a estas preguntas ha sido la creacién de una red de dreas protegidas de las acciones humanas, pero algunos ecdlogos y con- servacionistas consideran que esto no es suficiente, puesto que la biodiversidad también ha sido enri- quecida desde tiempos remotos por algunas précti- cas humanas (Gémez-Pompa y Kaus, 1999). Las mismas selvas mesoamericanas que hoy queremos proteger constituyeron el sitio donde se desarrollaron culturas milenarias que son causa de Arturo Gémez-Pompa admiraci6n y orgullo de la humanidad (Gémez- Pompa y Kaus, 1990). La cultura maya lorecié en este territorio selvético y legé a tener densidades de poblacién mayores que las actuales (100-500 habi- tantes por km®) durante varios siglos. Esto significa que para alimentar a esa poblacién cuvieron sis- temas de produccién de alimentos muy eficientes y 4 gran escala en suelos que hoy en dia se consideran ecolégicamente frégiles y marginales para la pro- duccién agricola. Los sistemas de subsistencia de los antiguos ma- yas contintian siendo un gran enigma. ;Qué siste- mas agricolas, agroforestales y de manejo de recursos desarrollaron para lograr alimentar a su poblacién? Pero atin més interesante es el hecho. «ue los siste- ‘mas utilizados no provocaron un colapso biolégico (extincién masiva de especies), ya que las diversas selvas que hoy queremos proteger son producto de las acciones del pasado. Es mis, dentro de las gran- des reservas de la bidsfera mesoamericanas, ricas en taxa endémicos, estin muchos de los grandes cen- tos urbanos y ceremoniales de los antiguos mayas. 593 594 {Cémo lo lograron? Aun cuando quizé nunca logremos saber con certeza cémo realizaron este manejo conservacionista de los recursos bidticos, Investigaciones ecolégicas de la vegetacién actual, estudios antropolégicos y etnobotinicos sobre los mayas actuales nos aportan algunas claves que per mitirfan clatificar este enigma y enriquecer las po- Iiticas conservacionistas del futuro. Investigaciones sobre la vegetacién de Meso- amética han descubierto que una gran proporcién de las selvas huimedas tropicales est4 notablemente dominada por especies titiles y en especial co- mestibles. Entre ellas podemos mencionar al chi- cozapote (Manilkara sapota (L.) Van Royen), cuyo itex es el chicle natural y cuyos frutos son amplia- mente apreciados por su sabor; el ramén (Brosi- ‘mum alicastrum), cuyas semillas comestibles se han considerado un alimento alternativo al maiz en tiempos de escasez y que algunos investigadores le atribuyen un papel central en Ia alimentacién de los antiguos mayas; el aguacate (Persea americana y P. schiedeana), especies semidomesticadas por las culturas antiguas mesoamericanas; el cacao (Theo- broma cacao), otta notable especie domesticada en esta regi6n por la exquisita pulpa de su fruto y sus semillas, las cuales son utilizadas para la elaboraci6n de chocolate y fueron usadas como unidad de inter- cambio en épocas prehispanicas (Gémez-Pompa et al., 1990); el mamey (Pouteria sapota), otto notable Arbol con frutos comestibles. La lista de Arboles tiles que dominan la vegetacisn en las selvas mayas es muy largo e incluye gran diversidad de géneros de Arboles (Annona, Spondias, Pouteria, Talisia, Digspyros) y palmas (Scheelea, Orbignya, Acrocomia). 3Cémo explicar esta abundancia de Arboles ttiles? Dos hipétesis se han plan- teado: Ia primera es que los mayas fue- ron muy aforcunados en encontrar selvas ricas en especies titiles y esta condicién natural les permitié desarrollarse; la se- Hace unos mil aos las granjas y ciudades imayas ocupaban un amplio territorio en las tierras bajas de Amériea Central, sin pérdida aparente de especies. Hoy las ruinas de sus construcciones estin cut tropicales. (Fotografia de gunda es que los mayas o sus antecesores manejaron las selvas para favorecer las especies titles. Esta tlti- ma hipétesis es respaldada por distintas clases de evidencia, En los estudios etnoboténicos de huertos fami- liares mayas se han detectado la gan mayorfa de las, especies que hoy dominan en las selvas “virgenes” Los campesinos mayas actuales han sembrado, trans- plantado y protegido las mismas especies que sus antepasados. El conjunto de huertos de los pobla- dos mayas son verdaderas selvas antropégenas. Si por algiin motivo estas comunidades campesinas abandonaran sus ciudades, la regeneracién biolégi- cade la selva probablemente se lograrfa en la misma forma como ocurtié en el pasado. Estas selvas tiles (selvas _antropomeérficas) aparentemente jugaron un papel muy importante cen a subsistencia de los mayas como fuente alterna tiva de alimentos, asi como de medicinas y materia les diversos. La fauna silvestre también abundaba en, estas selvas y podia ser aprovechada. La presencia de amplios y complejos mosaicos ambientales con se vvas bajo distintas intensidades ée manejo, campos de cultivo tradicionales (milpa) y asentamientos hu- manos permitieron la conservacién de la biodiversi- dad de esta regién a través de los siglos. Muchas preguntas quedan ain por contestar para poder entender el proceso de la regeneracién natural de los ecosistemas tropicales; sin embargo, en el estudio de las précticas y métodos de manejo tradicional de los recursos tenemos una herramienta muy poderosa para entender el papel de los huma- nos en la conformacién de la biodiversidad actual y del futuro. Algunas veces las comunidades locales lideran la proteccién de la diversidad biolégica contra la destruccién por intereses fordneos, tales como la minerfa y la construccién de embalses. La destruccién de bosques comunales por operaciones de tala autorizadas por el gobierno ha sido un objetivo frecuente de protestas por parte de las comunidades tradicionales en todo el mundo. En la India, los simpatizantes del Movimiento Chipko han evitado la tala de Arboles arriesgando sus vidas y abrazando los troncos (Gadgil y Guha, 1992). En Borneo los penans, tuna pequefia tribu de cazadores recolectores, han atraido la atencién mundial por sus bloqueos en los caminos madereros que cruzan sus bosques tradicionales. En Tailandia, los monjes budistas estén trabajan- do con los pobladores para proteger de las operaciones comerciales de tala los bosques comunales y los bosquetes. sagrados (Ficura XX.3) Como dijo un Iider tambon en Tailandia: “éste es nuestro bosque comu- nal que quedé dentro de un parque nacional, Nadie nos consult6. Prote- gimos este bosque antes que se construyeran los caminos internos Establecimos un bloqueo para frenar Ia tala ilegal. Capturamos al jefe de policfa y lo arrestamos por talar.” (Alcorn, 1991) D1versipab BIOLOGICA ¥ CULTURAL Las diversidades bioldgica y cultural estén frecuente- mente interrelacionadas. Las areas tropicales escarpa~ das del mundo, donde se encuentra la mayor diversidad de especies, son a menudo los sectores donde las comu- nidades exhiben la mayor diversidad cultural y lingiifs- tica (McNeely y Keeton, 1995). El aislamiento geogré- fico —debido a cordones montafiosos y sistemas Aluviales complejos— favorecen tanto la especiacién biolégica como la diferenciacién de culturas humanas. La diversidad cultural que se encuentra en lugares tales como la Amazonfa, Africa central, Nueva Guinea y el sudeste asidtico albergan filosofias, religiones, miisicas y otras artes, pricticas de cultivo y recoleccién tinicas, que constituyen una de las expresiones més maravi- losas de la civilizacién humana (Denslow y Padoch, 1988). La proteccién de estas culturas tradicionales y sus ambientes naturales permite alcanzar el objetivo dual de la proteccién de la diversidad biolégica y la preservacién de a diversidad cultural. Segiin Toledo (1988): En un pais que se caracteriza por la diversidad cultural-de sus habitantes turales es dificil disefiar una regulacién de la conservacién sin considerar la dimensién culcural; la profunda relacién que ha existido desde tiempos inmemoriales entre naturaleza y cultural...] Cada especie de planta, grupo de animales, tipo de suelo y de paisaje, siempre tiene una expresién linghis- tica correspondiente, una categoria de conocimiento, un uso préetico, un significado religioso, un sentido ritual, una vitalidad individual o colectiva Conseracién y deuarolo sustentable ‘a nivel local y nacional Figura XX.3. Monjes budistas de ‘Tailandia ofrecen plegarias y bendi- ciones para proveger los bosques ‘comunales y sitios sagrados de las ‘operaciones comerciales de tala. (Fotografia de Project for Ecologi- cal Recavery, Bangkok). 59 596 Contersaciiny sociedades hummanas Salvaguardar la herencia natural del pais sin salvaguardar las culeuras que le han dado sentido, es reducir la naturaleza a algo sin reconocimiento, estdi- co, distante, casi muerto. Ladiversidad cultural esta fuertemente ligada a la diversidad genética de las plantas cultivadas. En las reas montafiosas en particular, los sec- tores inaccesibles permiten muchas veces el desarrollo de variedades locales, conocidas como landraces; estos cultivares estén adaptados al clima local, suelo y pestes, y satisfacen los gustos de la comunidad local. La variacién genética en estos landraces tiene significaci6n global en la agricultura moderna, para el mejoramiento de las especies cultivadas. Los landraces individuales tienen nominaciones tlpicas y caracterfsti- cas que los identifican. Por ejemplo, en las escarpadas Montafias Nuba de Sudan la comunidad nuba esté dividida en 62 grupos lingiifsticos y produce docenas de landraces de sésamo identificados con tribus y lu- gates particulares (Bedigian, 1991). Estos diversos landraces de sésamo estén comenzando a disminuir en importancia y su persistencia es du- dosa en la medida que la economia monetaria desplzza los modos de vida tradicionales. Las sociedades tradicionales y su compromiso con los esfuerzos de conservacién En ef mundo en desarrollo es por lo general imposible una separacién rigida entre la tierra sada por la comunidad local para obtener recursos, naturales y los parques nacionales estrictamente protegidos. Los pobla- dores pueden vivir en dreas protegidas o utilizar tradicionalmente los recursos de las éreas protegidas. Frecuentemente también existe conside- rable diversidad biolégica en las propiedades manejadas tradicional- mente; por lo tanto, constituye un desafio para la conservacién biolégica en Latinoamérica la promocién de este tipo de relacién (RecuaDRo XX.3), Mediante un compromiso es posible integrar las necesidades de la poblacién local en los planes de manejo para el beneficio de la comu- nidad y de la reserva. Tales compromisos, conocidos como Proyectos de Conservacién y Desarrollo Integrados (pcp1), se consideran la mejor de las estrategias de conservacién (Wells y Brandon, 1992; Alpert, 1995; Primack er al, 1998). Existen muchas modalidades pata alcanzar la inte- gracién de la proteccién de la diversidad biolégica, las costumbres de las sociedades tradicionales, la variacidn genética de los cultivos tradi- ionales y el desarrollo econémico que podrfan clasificarse como rcpi (Caldecott, 1996; Maser, 1997). Reservas de la bidsfera El programa el Hombre y la Bidsfera (04a), descrito en los Carfrutos XVII y XXI, incluye entre sus objetivos la mantenciéin de “muestras de los paisajes variados y armoniosos resultantes de patrones de uso del suelo establecidos durante periodos prolongados” (Batisse, 1997). Este programa ha sido extremadamente exitoso: 327 reservas de la biésfera cubren mds de 200 millones de ha (Ficura XVIL.5). El MAB reconoce la participacién humana en el modelaje del paisaje natural, como también la necesidad de encontrar formas de uso sustentable de los recursos sin degradar el ambiente. Una innovacién académica que revierte la ultraes- pecializacién que ha afectado a las universidades hacia fines del siglo x es la integracién de las ciencias naturales y sociales en el marco de la investigacién aplicada en esta red mundial de reservas de la bidsfera. La investigacién incluye las siguientes preguntas complementarias: zoémo responden las comunidades biolégicas a diferentes actividades humanas?, geémo responden los humanos a cambios en su ambiente na- tural? y gcémo pueden ser restaurados los ecosistemas degradados para llevarlos a su condicién original? Un valioso ejemplo de reserva de la bidsfera es la Reserva Indigena Kuna Yala, en la costa noreste de Panam (Gregg, 1991). El érea protegi- da mantiene 60000 ha de bosque tropical donde 30000 pobladores una, distribuidos en 60 poblados, practican la medicina, la agriculeura y la silvicultura tradicionales, con documentacién ¢ investigacién realizada por cientificos de insticuciones fordneas. Los kuna regulan cuidadosa- mente los niveles de investigacién cientifica de la reserva, insisten en la preparacién de guias locales para acompafiar a los cientificos y requieren el pago de derechos y la presentacién de informes antes que los cientifi- cos abandonen el drea. Incluso controlan el tipo y tasa de desarrollo econémico de la reserva y tienen sus propios consultores externos pagados. El nivel de poder que ejercen los kuna es inusual ¢ ilustra el potencial que tienen las comunidades tradicionales para controlar su destino, forma de vida y ambiente, Sin embargo, como las creencias de la conser vacién tradicional se corroen a la luz de las influencias externas, lajuven- tud kuna esté comenzando a cuestionar la necesidad de proteget rigida- mente la reserva (Redford y Mansour, 1996). Darle poder a la comunidad tradicional no garantiza que la biodiversidad sera preservada, particular- mente cuando las tradiciones cambian 0 desaparecen. Conservacién agricola in situ En muchas regiones del mundo los agricultores regionales que cultivan especies localmente adaptadas pueden preservar la diversidad genética de sas especies. Por ejemplo, existen miles de variedades de papa produci- das por los agricultores de la regién andina en América del Sur (FiGURA XX.4). A menudo estos campesinos producirdn muchas variedades en un solo campo para minimizar el riesgo de fracaso de alguna variedad y de- bido a los diferentes usos propios de cada una de ellas (Brush e¢ al, 1991; RecuapRo II.1). Del mismo modo, los campesinos tradicionales en el Apo Kayan de Borneo pueden producir més de 50 variedades de arroz. Estas variedades locales frecuentemente tienen genes tinicos para Conservaciin y derarollerustentable ‘atnicles local y nacional 597 Conseroacin y sociedades humanas Ficura XX.4. Una muestra de las muchas variedades de papa pro ducidas por los campesinos dela regidn andina de Sudamérica. El cultivo de una serie de varie- dades en un campo minimiza el riesgo de péedida del eutivo com- pleto frente al ataque de una plaga ‘o enfermedad especifia para una sola variedad. (Fotografia cortesia del Centro Internacional dela apa, Lima, Peed). colerar enfermedades, deficiencias nutricionales, resistencia a pestes, t0- lerancia a la sequ‘a y otras variaciones ambientales (Cleveland et al., 1994), Ademés, estas variedades locales contimian evolucionando, pro- duciendo nuevas combinaciones genéticas, algunas de las cuales pueden ser efectivas frente al espectro de amenazas ambientales. No obstante, los agticultores de todo el mundo estén abandonando. sus formas tradi- ionales de agricultura con los landraces locales en favor de variedades comerciales de alto rendimiento que usan métodos intensivos de produc- cién, incluyendo fertilizantes, pesticidas y maquinaria. Esta transici6n es a menudo estimulada por los gobiernos y la ayuda internacional, y ¢s sub- sidiada por préstamos de bajo costo y donaciones. En pafses como Indo- nesia, Sri Lanka y Filipinas, el 80% de los agricultores ha adoptado las variedades comerciales. Mientras que un mayor rendimiento puede ser msjor para las familias campesinas y sus paises en el corto plazo, la autonomia de las comu- lades y la salud de la agricultura en el largo plazo depende de la preser- vacidn de la variabilidad genética mantenida en las variedades locales. . Una sugerencia novedosa ha sido que un organismo agricola interna- cional subvencione a un poblado como custodio de un landrace in siru (en el lugar) (Nabhan, 1985; Wilkes, 1991; Altieri y Anderson, 1992). Un ciento de zonas de landrace, cada una de 5 x 20 ktm, podrian estable- cerse en Areas de alta variacién genética a través del mundo. Los pobla- ores de esta zona podrfan ser pagados para producir sus cultivos de una manera tradicional, entregando una fuente crucial de genes para los pro- gramas modernos de mejoramiento. Los beneficios podrian aumentarse atin més, porque muchas de tales reas contienen variedades silvestres de plantas cultivadas y especies relacionadas que tendr‘an un valor significa- tivo para los programas de mejoramiento. Fl costo de subsidiar varios cientos de pueblos para que mantengan la variabilidad genética podria ser una inversiOn relativamente modesta para la salud a largo plazo de la 598 agriculeura mundial. Consinsia en la pdgina 601 Recuapro XX.3. MANEJO LOCAL POR LOS EMBERAS DEL CHOC6 COLOMBIANO En la selva tropical hiimeda de Urria, en el Chocé colombiano, habitan los emberas, un pueblo indi- gena que desde tiempos ancestrales practica la agri- cultura, la pesca, la recoleccién y la caza, una de sus actividades econémicas y simbélicas principales, Sin embargo, las poblaciones de fauna de caza, tales como puercos de monte (Tayassu pecari), dantas (Tapirus bairdii), monos araiia (Ateles fusciceps) y monos aulladores (Alowatta palliata), se han dete- riorado porque la dinémica poblacional de las especies ha sido afectada por las transformaciones ambientales y culturales de la zona, tales como la urbanizacién, la deforestacién, la ampliacién de las zonas de cultivo, las migraciones, la cacerfa y los programas de desarrollo regional, incluyendo ca- reteras y una central hidrocléctrica. Frente a este problema se implementé un pro- grama de conservacién y manejo de fauna de caza a largo plazo (1990-1996) en el Parque Nacional Na- tural Utria, que incluye territorios emberas. Un pro- eso intercultural (emberasoccidental) de concer- tacién sobre el manejo de la fauna de caza combiné dos légicas de manejo y dos concepciones de la relaci6n ser humano-naturaleza, integrando el co- nocimiento tradicional embera con el biolégico- antropolégico y con las politicas estatales, con el fin de generar una estrategia propia basada en una pers- pectiva intercultural ¢ interdisciplinaria (Ulloa et al,, 1996a). Esta propuesta surgié como una de- cisién social (no una imposicién estatal) y en ella participaron los emberas, representados por miem- bros de 16 comunidades, coinvestigadores indige- nas, la organizacién de base orEwa (Organizacién Regional Indigena Zmbera Wounan), una organi- zacién estatal (Uaespnn-Ministerio del Medio Am- biente), una organizacién no gubernamental (Fun- dacién Natura-Colombia) y varias organizaciones que brindaron apoyo técnico (ican) y financiero (wes, o#1). Claudia Campos Heidi Rubio Astrid Ulloa Las précticas de caza y usos productivos se eva- luaron con los coinvestigadores indigenas, mediante el seguimiento y registro de las jomnadas de cacerfa durante dos afios (1990-1992). Entre 1990 y 1996 se identificaron también las précticas y estrategias de manejo de fauna, el uso de la fauna y los aspectos socioculturales relativos a las concepciones, percep- ciones y modos de relacién entre los emberas y la naturaleza, Simulténeamente se registraron las con- cepciones sobre el manejo de fauna y modos de relacién con la naturaleza de la sociedad colom- biana no indigena, y sus expresiones en el marco legal nacional, las cuales consideran la conservacién in situ —proteccién de la fauna en su hébitat, a través de la declaracién de areas protegidas, dreas de uso con restricciones y regulacidn del uso de la fauna— y la conservacién ex situ —preservacién de especies en lugares fijos 0 distintos al de origen de la especie, como 2oocriaderos y zoolégicos— (Ulloa etal, 19962). Para los emberas el universo estd estructurado cen tres mundos, habitados por diferentes seres con los cuales los humanos se relacionan a través de conceptos, representaciones y précticas. En el mun- do de arriba habitan el creador (dachizeze), los espiritus de los muertos y los seres primordiales. En el mundo de abajo estén algunos jai (principio vital de todos los seres), las madres de las especies y otras entidades. E! mundo del medio esté habitado por los humanos, animales, plantas y diversas enti- dades con apariencia animal y/o humana, Los re- cursos naturales y su uso estin sustentados en el concepto de wuandra o madre de las plantas y ani- males, siendo la més importante la madre del puerco de monte, dado que posibilita a abundancia 0 esca- sez de las especies y permite a los humanos mantener el acceso y las relaciones de intercambio con la natu- raleza a través de practicas individuales y del jatband © chamén (Ulloa et al, 1996a; Rubio et al, 1998). 59 600 De un largo proceso histéricocultural y de relacién con su territorio brota un complejo conocimiento embera del ambiente natural, expresado en sus estrategias de manejo de la fauna, actividades sim- bélicas, productivas y sociales. El manejo embera de la fauna integra lo humano y no humano en un pro- ceso de interrelaciones reciprocas. La relacién de reciprocidad simbélica con los animales y de manejo productivo se establece a tra- vés del jaiband, quien regula la cara designando te- rritorios y especies como sagrados y/o prohibidos, cara selectiva ¢ interaccién de diversos espacios de uso (agricultura itinerante, cacerfa trashumante), produccién poliactiva (interrelacién de caza, pesca, agriculeura y recoleccién) y ciclos productivos aso- ciados con especies estacionales que permiten la obtencién de variadas proteinas animales y vege- tales (Ulloa, 1996), Las estrategias de manejo se definieron con- siderando seis aspectos especificos: (1) diagnéstico de la poblacién, del uso del territorio y de la faunas (2) estrategias emberas de manejo de fauna, (3) estrategias nacionales-legales; (4) intereses y necesi- dades de las comunidades que habitan el parques (5) politicas ambientales de la organizacién de base y de la onG, y (6) contextos culturales y ecolégicos a niveles local, regional, nacional y global (Campos et al, 1996). Con una aproximacién integral que permitiera a los emberas realizar un manejo bajo sus propias dindmicas culturales de relacién con el medio, se preseleccioné el siguiente conjunto de alter- ecosistemas regionales en el largo plazo. Luego se evalud, la factibilidad de cada alternativa, con- siderando aspectos socioculturales (cosmovisién, relacién humano-naturaleza, socializacién, organi- zacién, produccién, cohesién y regulacién social y cambio cultural) y biolégicos (vulnerabilidad de especies, poblaciones, calidad del habitat y auto- ecologfa) (Ulloa et al, 1996a). La evaluacién y el disefio se realizaron en un proceso concertado entre los diversos actores en talleres de reflexién y toma de cecisiones apoyados con informacién y materiales (cartllas, mapas, ca- lendarios, posters, cassettes, fichas de animales y otros) (Ulloa et al, 1996b; Rubio et al, 2001), Considerando la realidad politica, territorial, am- biental, organizativa y cultural, se decidié que el manejo de la fauna debfa incluir la regulacién de la caza por parte del jaiband a través de la designacién de tertitorios y/o especies como sagrados 0 pro- hibidos, refugios de fauna y diferentes tipos de ca- cerfa selectiva —que pueden coincidit con las ac- ciones del jaiband—, pesca marina y mejoramiento de la productividad en la cria de especies menores (gallinas y cerdos), ‘Aunque la propuesta final se formulé en termi- nologla occidental, sus alternativas respondieron a ideas y précticas emberas y procuraron la legi- imizacién de su conocimiento y modos de relacién con la naturaleza, dejando fuera s6lo la zoocria, por considerarse poco viable. Los emberas tuvieron una nativas: control de los animales por parte del jaiband, refugios de fauna, cacerfa selectiva (por épocas de cria, edad, sexo), pesca marina, ria de especies menores y zoocria. Este con- junto de alternativas deberia conciliar las aspiraciones y seguridad alimentaria de los emberas con una opcién productiva que ga- rantizara la permanencia de su cultura y los Diageama del plan de accién para el manejo de la fauna de caza con comunidades ind{genas emberas. Se Tnerinopesb q ACCION PARA EL MANEJODELA FAUNA INDIGENAS EMBERAS Mundo de arriba scaleras de acceso al ‘mundo de atiba ‘Mundo humano Rio dela Purificacién Salida de los animales el mundo de abajo Mundo de abajo Esquema de la conceptualizacién ‘embera del universo. permanente participacién en la toma de decisiones dose un manejo de fauna de caza que surge desde lo sobre expectativas y modos de vida y sobre sus terti- local, integrando las culturas emberas y occidental torios, en condiciones de igualdad politica, gestén- en la regién del Chocé colombiano. Los programas que incorporan practicas in situ ya se han iniciado en algunos lugares (Ficura XX.5). En México una serie de programas de desarrollo esté intentando integrar la agricultura tradicional, la conser- vacién y la investigacién (Benz ef al, 1990; Toledo, 1991). Un ejemplo es la Reserva de la Bidsfera de la Sierra de Manantlén, en el oeste de México (140000 ha), establecida para preservar la tinica poblacién conocida de teosinte (Zea diploperennis), un pariente perenne del mafz con resigcencia a numerosas pestes que atacan al mafz cultivado (FiGuRA XX.6), Esta planta, que existe s6lo en milpas abandonadas (campos plantados usando métodos agricolas tradicionales), posee un gran valor potencial para la introduccién de una variacién genética en el maiz. que permica obtener un cultivo de maiz. perenne. Una variedad de mafz que no tuviera que ser resembrado cada aio y fuera resistente a enfer- medades reducirfa los costos de siembra y el uso de pesticidas, disminu- yendo la erosién del suelo, lo cual representarfa un ahorro de unos 55 mil millones de délares por afio. La conservacién del teosinte dependerd del estimulo que los productores locales tengan por mantener sus précticas tradicionales de cultivo. Una aproximacién diferente, usada en las regiones dridas del sud- este de Estados Unidos, involucra ligar la agricultura tradicional y la conservacién genética (Nabhan, 1989). Una organizacién privada, 601 602 "Taxonomis tradicional "AGRICULTORES TRADICIONALES ‘Agricultura tradicional J i Prhctcastradicionales de co : ‘manejo de poliulivos mnocimiento de los 5 cieloscimsticos y Eee AGROECOLOGOS | pizeno y mancjo de sistemas col6gicos

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