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Introducción

La necesidad del hombre primitivo por vestirse es el inicio de años y años de


esfuerzos en la creación de nuestra actual vestimenta de gran parte de los
recubrimientos de nuestro hogar, partiendo de las pieles de animales pasando por
las fibras animales (lana, seda) y vegetales (algodón, lino) hasta llegar a las fibras
artificiales (celulosa, rayón) y sintéticas (poliamida, poliéster, acrílica) o la
combinación de todas. Por lo tanto, la industria textil es la más antigua o más bien,
fue la primera en desarrollarse.

Con el pasar de los siglos se convirtió en una importante actividad económica en


Europa, tanto de tejidos elaborados a partir de lana como de algodón. Buena parte
de esa producción se basaba en el llamado sistema doméstico.

Con la industrialización, progresivamente la producción artesanal que en un


principio requería solo requería la simple la utilización de herramientas o máquinas
muy sencillas, poco a poco fue sustituida a la producción en grandes talleres con
grandes telares movidos con energía hidráulica o por medio de máquinas de vapor.

La industria textil a lo largo del siglo XVIII tuvo grandes innovaciones técnicas. La
mayor parte de las cuales fueron realizadas por artesanos sin conocimientos
científicos. La innovación continua y acelerada se enfrentó a técnicas y
herramientas artesanas que habían permanecido casi inmutables durante siglos. En
apenas cincuenta años unos pocos inventos acabaron con herramientas
centenarias y abrieron paso a la producción en masa (Hollen).

Ante el fácil acceso que actualmente se tiene de un producto textil, no lo percibimos


de la misma forma en que antes se percibía, pero todo lo que hoy nos rodea como
resultado de la industria textil fue y sigue siendo de gran importancia tenido un papel
central en las actividades de la sociedad, que además de figurar entre las industrias
más antiguas, tuvo un papel protagónico en la Revolución Industrial y ha sido una
de las actividades industriales críticas para la economía de países en vías de
desarrollo. La industria textil está estrechamente vinculada con el sector de la
confección de prendas de vestir, ya que sin ésta simplemente no podría existir; del
total de telas que se producen a nivel mundial la mitad se destina a la industria de
la confección y el resto a usos múltiples ya que los textiles se utilizan en la
fabricación de productos varios que van desde productos industriales hasta
productos para el hogar (Alvarado, 2002).

La evolución de la industria textil evolucionó en nuestro país casi de forma similar


como la del resto del mundo, pero con varios años de desventaja y empezó a tener
reconocimiento a partir de 1830 gracias a dos elementos importantes: algodón y
explotación laboral, pero no fue suficiente para mantener a flote los primeros
intentos de fábricas textiles en nuestro país ya que las técnicas para procesar el
algodón y las telas eran muy artesanales afectando la calidad e incapacitando la
satisfacción de la demanda tanto de materia prima como de productos textiles.
Sumado a esto, resultaba más barato comprar algodón a los Estados Unidos y los
productores de Inglaterra ofrecían manta de mejor calidad y precio, dando a los
países extranjeros un tercer y más importante elemento con el que nuestro país no
contaba: la tecnología (Argüello, 1989).

La mayoría de la maquinaria textil era importada de los Estados Unidos, Inglaterra


y Francia. El transporte era caro, lo mismo que el salario de los técnicos y las
refacciones que también resultaban difíciles de comprar. Los trabajadores no
estaban capacitados, estaban poco comprometidos y frecuentemente eran
castigados o suprimidos por cuestiones militares de la época, razón por la cual se
insistía tanto en la modernización de la industria. La mayoría de las empresas
movían su maquinaria con energía hidráulica, relativamente barata, pero supeditada
a los ciclos de lluvias que eran muy irregulares, afectando el ritmo y la productividad
de la industria textil.

Sin embargo, lo que impulsó el desarrollo y posterior crecimiento del sector textil no
se debió precisamente a la poca pero existente disponibilidad de materia prima, sino
al desarrollo de economías de escala en la producción textil y a la imposición de
elevados aranceles a la importación de telas y prendas de vestir provenientes del
extranjero por parte del gobierno de nuestro país que forzaron la demanda de
productos fabricados en el territorio nacional al ser más baratos que los de la
competencia extranjera.

Con dicha estrategia y a pesar todo: mano de obra poco calificada, altos impuestos,
insuficiencia de materia prima y maquinaria; la industria textil progresó de tal forma
que, en 1850, de la inversión total de 100 millones de pesos en la industria lograda
por el gobierno, un 10% correspondía a la industria textil y hacia 1870 ya constituía
25% de la inversión total industrial.

Posteriormente, con la llegada del ferrocarril y gracias a las inversiones que el


gobernó realizó para ña instalación de planta hidroeléctrica y termoeléctricas para
el consumo privado de las fábricas textiles, la producción industrial de este sector
se duplicó y se volvió cada vez más competente al grado de poder destinar sus
productos al extranjero.

Actualmente en México, las empresas que pertenecen al sector de la industria textil


son parte fundamental de la economía del país tanto por las ganancias obtenidas al
exportar sus productos (quinto proveedor a nivel mundial) como por ser grandes
generadores de empleos (Logycom, s.f.)

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