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La industria textil a lo largo del siglo XVIII tuvo grandes innovaciones técnicas. La
mayor parte de las cuales fueron realizadas por artesanos sin conocimientos
científicos. La innovación continua y acelerada se enfrentó a técnicas y
herramientas artesanas que habían permanecido casi inmutables durante siglos. En
apenas cincuenta años unos pocos inventos acabaron con herramientas
centenarias y abrieron paso a la producción en masa (Hollen).
Sin embargo, lo que impulsó el desarrollo y posterior crecimiento del sector textil no
se debió precisamente a la poca pero existente disponibilidad de materia prima, sino
al desarrollo de economías de escala en la producción textil y a la imposición de
elevados aranceles a la importación de telas y prendas de vestir provenientes del
extranjero por parte del gobierno de nuestro país que forzaron la demanda de
productos fabricados en el territorio nacional al ser más baratos que los de la
competencia extranjera.
Con dicha estrategia y a pesar todo: mano de obra poco calificada, altos impuestos,
insuficiencia de materia prima y maquinaria; la industria textil progresó de tal forma
que, en 1850, de la inversión total de 100 millones de pesos en la industria lograda
por el gobierno, un 10% correspondía a la industria textil y hacia 1870 ya constituía
25% de la inversión total industrial.