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HISTORIA
Y TEOLOGIA COMPARAR A
DE LOS SACRAMENTOS
EL PRINCIPIO DE LA ANALOGIA SACRAMENTAL
EDICIONES SIGUEME
SALAMANCA
2012
VERDAD E IMAGEN
189
Colección dirigida por
Angel Cordovilla Pérez
Cubierta disenada por Christian Hugo Martin
ISBN: 978-84-301-1798-7
Depòsito legai: S. 239-2012
Impreso en Espana / Union Europea
Imprime: Gràficas Varona S.A.
CONTENIDO
Pròlogo ......................................................................................................... 9
EL CONCEPTO DE ANALOGIA
1. Ademàs de los diversos boletines en los que se recogen estos datos, corno H.
Bourgeois, Bulletin de Théologie sacramentaire: Recherches de Science Re- ligieuse 72
(1984) 291-318; 75 (1987) 379-414; 78 (1990) 591-624; 79 (1991) 133-155; 82 (1994)
103-131; 84 (1996) 111-140, etc., pueden citarse los siguientes estudios, aparecidos en
fechas mas recientes: A. Bozzolo, La teologia sacramentaria dopo Rahner, Las-Roma
1999; J. Lamberts (ed.), Accents actuels en théologie sacramentaire, Lovaina 1994; G.
Colombo, Dove va la teologia sacramentaria?-. La Scuola Cattolica 102 (1974) 673-717;
A. Schilson, Erneuerung der Sakra- mententheologie im 20. Jahrhundert: Liturgisches
Jahrbuch 37 (1987) 17-41; A. Haquin, Vers une théologie fondamentale des sacrements:
de E. Schillebeeckx à L. M. Chauvet: Questions Liturgiques 75 (1994) 28-40; K. W. lrwin,
Recent Sacramentai Theology: A Review Discusion: The Tomist 47 (1983) 592-608; L.
Maldonado, Los movimientos de la sacramentologia: Revista Espanola de Teologia 51
(1991) 43-55; D. N. Power-R. A. Durfy-K. W. lrwin, Current Theology. Sacramentai
Theology: A Review of Literature: Theological Studies 55 (1994) 657-705. Otros estudios
realizados sobre el tema de sacramentos y liturgia, sobre todo respecto a Espana: D.
Borobio, La recepción de la reforma litùrgica en Espaha después del Concilio Vaticano
II: Salmanticensis 45 (1999) 381-411 ; Id., «La ensenanza de la liturgia en Espana después
del Vaticano li», en Id., Cultura, fe, sacramento, Barcelona 2002; Id. «Die Rezeption der
Liturgiereform in Spanien nach dem Zweiten Vatikanischen Ronzìi», en M. Klòckener-
B. Kranemann (Hg.), Liturgiereformen. Historische Studien zu einem bleibenden
Grundzug des christli- chen Gottesdienstes II, Miinster, 926-950; Id., Balance sobre
liturgia y sacramentos después del Vaticano II, en 25 anos de teologia: balance y
perspectivas, Madrid 2006. Cf. también: Asociación Espanola de Profesores de Liturgia,
La liturgia en los inicios del tercer milenio. A los XL anos de la Sacrosanctum Concilium,
Baracaldo 2004, 25-48. Para una bibliografia extensa sobre el tema, puede verse M.
Jonson, Bibliografia liturgica, Roma 1992; M. Zitnik, Sacramenta: Bibliogra- phia
internationalis, Roma 1992.
14 Introducción
2 Dos son los estudios en lengua espanda màs significativos: V. Codina, Analogia
sacramentai: de la Eucaristia a la solidaridad: Estudios Eclesiàsticos 54 (1979) 335-362;
D. Salado, Sacramento y analogia: Scriptorium Victoriense 2 (1983) 150-195. V. Codina
parte de una problemàtica pastoral, para venir a afirmar la necesidad de una clarificación
semàntica del concepto «sacramento» aplican- do el principio de la «analogia
sacramentai». D. Salado se propone comentar el Documento de Dombes, L’Esprit-Saint,
l'Eglise et les Sacrements (Taizé 1979): Documentation Catholique, n. 1785 (4 mayo
1980) 421-436, y también publicado en Diàlogo Ecumènico 15 (1980) 427-462. Este
documento ofrece una valoración muy equilibrada sobre el tema que nos va a ocupar.
Ùltimamente se ha publicado en ìa revista Phase 306 (2011) un nùmero monogràfico con
articulos de D. Boro- bio, J. J. Flores, J. M. Sierra, J. L. Gutiérrez.
El concepto de analogia 15
2. DISTINCIONES NECESARIAS
Segun la lògica escolàstica, para no caer en confusión es preciso
distinguir entre la unicidad, la equivocidad y la analogia. Asi, un
término tiene un significado «univoco» cuando lo empleamos
exactamente en el mismo sentido y con el mismo significado'para
referimos a distintas cosas (por ejemplo, «hombre» aplicado a Julio
César, a Napoleón o a Juan Pablo II). Por el contrario, un término tiene
un significado «equivoco» si lo empleamos en dis- tintos casos con
sentidos y contenidos totalmente diferentes (por ejemplo, «banco» para
sentarse, o «banco» para guardar dinero). Finalmente, un término tiene
un significado «anàlogo» cuando lo empleamos en un sentido y con un
significado en parte igual y en parte distinto (por ejemplo, «sano»,
aplicado a alimentos, el deporte, la mente, la actitud...).
Es importante tener en cuenta estas distinciones, tanto cuando
hablamos de las diversas realidades humanas corno, sobre todo, cuando
hablamos de Dios, de la Iglesia, de los sacramentos, ya que en estos
casos nos estamos refiriendo a realidades o misterios invisibles e
inefables a partir de realidades visibles y finitas, pero siempre teniendo
en cuenta la analogia que nos permite conocer y relacionar unas
realidades y otras, y descubrir su unidad y diversidad, la proporción y la
desproporción que entre ellas se da.
En este sentido recordemos que siempre se han distinguido tipos de
analogia, siguiendo a santo Tomàs (/ Sent., d. 19, q. 5, a. 2, ad 1).
La analogia de proporcionalidad («proportionalitatis») se da
cuando un concepto se aplica a diversos objetos en razón de la si-
militud de relaciones que existe entra ellos. Por ejemplo, se dice «la luz
de la verdad», indicando que la verdad es a la inteligencia, lo que la luz
del sol es a los ojos; o hablamos de la «bondad de Dios» y de la «bondad
16 Introducción
A*
privativas de cada objeto, prescinde de ellas y attende solo a las que son
homogéneas entre los objetos observados»4.
En generai, la analogia destaca algo que unifica en la diferen- cia;
«es una semejanza, combinada con la diferencia»5: igualdad
diferenciada en cuanto que nos permite emplear el mismo concepto para
referimos a realidades diferentes, evitando por un lado la identidad
absoluta y, por otro, la imposibilidad de comunicación. El principio de
analogia nos permite determinar grupos de perte- nencia, desarrollar
comparaciones cuantitativas o cualitativas con diversos grados de
similitud o aceptación.
Ahora bien, el grado de similitud o de diferenciación entre los
objetos a los que se aplica la analogia puede ser mayor o menor, segun
los casos. Por eso mismo, «el procedimiento analògico da resultados de
una probabilidad muy variable, cercanos unos a la certeza y otros que
se alejan de ella»6.
En todo caso, la analogia debe ser fundada y no artificiosa, de
manera que ayude realmente al «equilibrio proporcionado en la
confrontación», a la relación en la diversidad. Puesto que el principio
«desvela un ritmo entre dos polos, por el que continuamente se da un
salir esencial de si hacia un mas alla de si, es decir, destaca un equilibrio
proporcionado, que en su centralidad (entre) acentua las diferencias
dentro de las semejanzas, y cuya forma es la de un dirigir-se mediante
un ser-dirigido»7.
4. DE LA ANALOGIA «ENTIS» A LA ANALOGIA
«SACRAMENTI»
El concepto por excelencia de analogia es el de «ser» ya que, siendo
universal, podemos aplicarlo a todo lo que existe, sin distin- ción de
18 Este principio ha sido formulado muy claramente por el CCE 1117: «Por el
Espiritu que la conduce a la verdad completa (Jn 16, 13), la Iglesia reconoció poco a poco
este tesoro recibido de Cristo y precisò su ‘dispensación’, tal como lo hizo con el canon
de las Sagradas Escrituras y con la doctrina de la fe, como fiel dispensadora de los
misterios de Dios (cf. Mt 13, 52; 1 Cor 4, 1). Asi la Iglesia ha precisado a lo largo de los
siglos que, entre sus celebraciones litùrgicas, hay siete que son, en el sentido propio del
término, sacramentos instituidos por el Senor».
19 Recuérdese como en la Iglesia se ha distinguido entre «sacramenta maio- ra» y
«sacramenta minora»; entre «sacramentos de muertos» (bautismo y peniten- cia), y
«sacramentos de vivos»... Hoy el CCE nos propone està distinción en el n. 1211:
«Siguiendo està analogia (la propuesta por santo Tomàs) se explicaràn en primer lugar los
tres sacramentos de la iniciación cristiana (capitalo primero), lue- go los sacramentos de
la curación (capitalo segundo), finalmente, los sacramentos que estàn al servicio de la
comunión y misión de los fieles (capitalo tercero). Cier- tamente este orden no es el ùnico
posible, pero permite ver que los sacramentos forman un organismo en el cual cada
sacramento particular tiene su lugar vital. En este organismo, la Eucaristia ocupa un lugar
ùnico, en cuanto ‘sacramento de los sacramentos’: ‘todos los otros sacramentos estàn
ordenados a este como a su fin’» (Tomàs de Aquino, STh 3, 65, 3).
PRIMERA PARTE
VARIANTES HISTÓRICAS DEL PRINCIPIO
DE ANALOGIA SACRAMENTAL
En està primera parte ofrecemos un breve recorrido por la va- riada
comprensión y aplicación del principio de analogia al tema
sacramentai, siguiendo las distintas etapas históricas de la comprensión
y la explicación del concepto de sacramento, asi corno en la aplicación
de dicho concepto a diversas realidades. Elio nos permi- tirà apreciar
que una misma palabra y concepto de «sacramento» se aplica a
realidades muy diferentes, aunque relacionadas por un elemento
comun. En elio veremos còrno se aplica el principio de analogia, en
cuanto que destaca algo que unifica en la diferencia, la semejanza en la
desemejanza, la unidad en la diversidad.
1. SAGRADA ESCRITURA
1. Antiguo Testamento: estructura sacramentai de la historia de la
salvación
Lo sacramentai està presente desde la creación del mundo y del
hombre, en cuanto que se trata de realidades impregnadas de la
presencia de Dios, que deja su huella y su imagen en todo lo crea- do.
Desde la creación Dios se manifiesta e irrumpe en la historia
germinandola con su presencia y transmitiéndole un dinamismo di-
vinizador. Està presencia creatural es ya desde el principio también
presencia salvifica o salvadora, que se manifiesta de forma especial por
determinados personajes (Abrahàn, Moisés, los profetas...), en
acontecimientos extraordinarios (liberación de Egipto, Alianza...), y en
relación con signos elocuentes (mar Rojo, arca de la alianza, tempio,
pascua, circuncisión...), que condensan, rememoran y ac- tualizan la
salvación del Dios Yahvé a favor de su pueblo.
28 Historia y teologia compararla de los sacramentos
19Cf. Sab 1-3; 6, 12-24; Dn 2, 28-29.47; Me 4, 10; Mt 13, 10; Le 8, 10; Ap 1, 20;
10, 7; 17,5.7.
20 Cf. Rom 16, 15-27; Ef 1,9-10; 2, 9; 3, 1-13; Col 1, 26ss; 1 Cor 2, 7... Un estudio
fundamental sobre el tema en G. Bornkamm, «Mysterion», en G. Kittei, Theologisches
Worterbuch zum Neuen Testament IV, Stuttgart 1942, 809-834.
Variante.? históricas de la analogia sacramentai 31
2. PATRISTICA
En los Padres tanto griegos corno latinos la explicación de sa-
cramento encontrarà un desarrollo progresivo. Si bien hay que notar
que todavia no elaboran un concepto superior de sacramento aplicable
a diversas acciones con la misma intensidad; que la uti- lización del
término «sacramentum» es muy amplia, aplicàndose a realidades muy
diversas (bautismo, eucaristia, Escritura, luz, ben- diciones...); que su
esfuerzo principal està dirigido a contrarrestar los «misterios paganos»,
destacando la originalidad cristiana, en un contexto de influencia
platónico-gnóstica...22
21 Nos limitamos aqui a una leve alusión, sin detenemos en citar textos o en su
comentario, que excede nuestro objetivo.
22 Cf. R. Hotz, Los sacramentos en nuevas perspectivas. La riqueza sacramentai de
Oriente y de Occidente, Salamanca 1986; E. Rufini-E. Lodi, «Mysterion» e
«sacramentum». La sacramentalitó negli scritti dei Padri e nei testi liturgici primitivi,
Bologna 1987.
32 Historia y teologia compararla de los sacramentos
23 Cf. H. U. von Balthasar, Le mistère d’Origine'. Rech. Se. Rei. 26 (1936) 513-
562; G. Bomkamm, Mysterion, 831 ss; J. Finkenzeller, Die Lehre von den Sakramen- ten
im allgemein I-II (Handbuch der Dogmengeschichte IV/1-2), Freiburg 1980.
24 Recuérdese que Tertuliano usa la palabra «sacramentum» en un doble sentido:
corno juramento o promesa («militia Christi») y corno presencia de la salvación por los
signos sagrados del bautismo (iniciación) y la eucaristia. Cf. J. Ghelling, Pour l ’histoire
du mot «sacramentum», Louvain 1924; A. Kolping, Sacramentum tertulianeum,
Regensburg-Miinster 1948; G. Mohrmann, Sacramentum dans les plus anciens texts
chrétiens'. Harvard Theological Review 47 (1954) 141-152.
Variante.? históricas de la analogia sacramentai 33
25 Baste citar un texto de Exc. II, 109 (cf. contentano en G. Francesconi, 297- 298):
«Oportet igitur per speculum et in aenigmate fieri spiritualia. ‘Nunc’ autem ‘per speculum
videmus, tunc facie ad faciem’ (1 Cor 13, 12); nunc secundum car- nem militamus, tunc
spiritu videvimus divina mysteria. Et ideo vere legis caracter in nostris moribus
exprimatur, qui in die ambulamus imagine, quoniam legis umbra transivit, umbra Iudaeis
camalibus, imago nobis, veritas resurrectionis. Tria enim haec secundum legem esse
cognovimus: umbram, imaginem, veritatem; um- bram in lege, imaginem in evangelio,
in iudicio veritatem. Sed Christi omnia et in Christo omnia, quem nunc secundum
veritatem videre non possumus, sed videmus quasi in quadam imagine futurorum,
quorum umbram in lege perspeximus. Ergo Christus non umbra, sed ‘imago Dei’, non
vacua imago, sed veritas. Et ideo ‘per Moisem lex’, quia umbra per hominem, figura per
legem, per lesum veritas. Neque enim veritas aliunde nisi ex veritate procederei».
26 Cf. Ambrosio de Milàn, Des sacrements. Des mystères, ed. B. Botte, Sources
Chrétiennes 25 bis, Paris 1961; G. Francesconi, Storia e simbolo. «Mysterium in figura»:
la simbolica storico-sacramentale nel linguagio e nella teologia di Ambrogio di Milano,
Brescia 1981. También J. Danielou, Bible et liturgie, Paris 1950.
34 Historia y teologia compararla de los sacramentos
31 Sermo 272-, PL 38, 1246: «Ideo dicuntur sacramenta, quia in eis aliud vi- detur,
aliud intelligitur. Quod videtur speciem habet corporalem, quod intelligitur fructum habet
spiritualem».
32 In ev. Johan. 80, 3: «Accedit verbum ad elementum et fit sacramentum, etiam
ipsum tanquam visibile verbum».
33 Cf. H. M. Feret, Sacramentum. Res dans la théologie de Saint Augustin: Revue
des Se. Phil. et Theol. 29 (1940) 218-243.
34 Cf. la traducción italiana: Dionigi Areopagita, Tutte le opere, ed. P. Scaz- zoso,
Milano 1983. Cf. también Pseudo-Dionisio Areopagita, Obras Completasi Los nombres
de Dios. Jerarquia celeste. Jerarquia eclesiàstica. Teologia mistica. Cartas varias, BAC,
Madrid 2002.
.<6 Historia y teologia comparada de los sacramentos
35 Sobre està interpretación, cf. Ch. A. Bernard, Les formes de la théologie d’après
lepseudo-Denys l’Aréopagite: Gregorianum 58 (1978) 39-69; R. Roques, L’univers
dionysien, Paris 1983.
36 Cf. E. Mazza, La mistagogia. Una teologia della liturgia in epoca patristica,
Roma 1988. Otra bibliografia sobre «mistagogia»: Conférences Saint Serge, Mystagogie.
Pensée liturgique d’aujourd’hui et liturgie ancienne, Paris 1992; J. Sobrero, Catequesis
mistagógica: un modelo del siglo Vpara boy: Phase 33(1993), 181-194; Tommaso
Federici, La santa mistagogiapermanente de la Iglesia'. Phase 193 (1993) 9-34; Fr.
Prieto, La Eucaristia en las catequesis mistagógicas de San Ambrosio: Auriensia 9
(2006), 61-83; I. Onatibia, La catequesis litùrgica de los Padres: Phase 20 (1980) 281-
294; Cirilo de Jerusalén, Catequesis mistagógicas I-V, Sources Chrétiennes 126bis, 82-
175.
Variante.? históricas de la analogia sacramentai 37
ne como dos ojos: los sensibles, que ven lo extemo, y los de la fe, que
ven lo interno y misterioso. Solo la fe puede darnos esos «ojos
espirituales» por los que en todo sacramento vemos la «imagen»
(«eikon») de un misterio escondido que no se ve. Por eso, el bautismo
es el punto de partida de y para una interpretación mistagógica de los
sacramentos37.
En este proceso mistagógico se puede también percibir la im-
portanza del principio de analogia sacramentai, como aquello que nos
permite relacionar, no obstante su desproporción y distancia, el signo y
el significado, lo inmanente y lo trascendente, lo visible y lo invisible...
37 Juan Crisòstomo, Catequesis IV, 3; II, 9 (Mazza, 160-163). Cf. Id., Las
catequesis bautismales, Madrid 1988, 78-81, donde se encuentra el texto de Cai. Bt. IV,
3, que dice: «A nosotros los fieles se nos han confiado cosas que los ojos de nuestro
cuerpo no pueden ver... Por lo mismo Dios nos hizo dos tipos de ojos: los de la carne y
los de la fe. Cuando entres en la sagrada iniciación, los ojos de la carne veràn el agua, en
cambio los ojos de la fe miraràn al Espiritu; aquellos con- templaràn el cuerpo inmerso,
estos, en cambio, al hombre viejo sepultado; aquellos la carne lavada, estos el alma
purificada; aquellos veràn el cuerpo que sale de las aguas, y estos al hombre nuevo y
radiante que sube de està purificación».
.<6 Historia y teologia comparada de los sacramentos
3. ESCOLÀSTICA
La escolàstica, corno es sabido, aporta una aclaración sobre el
concepto de sacramento en sentido estricto y una sistematización de la
teologia sacramentai. Es preciso distinguir entre la època de la pre-
escolàstica o primero escolàstica (hasta el siglo XII) y la de la gran
escolàstica (hasta el siglo XIV). Las diferencias, el progreso en los
aspectos senalados son muy importantes. Nos fijamos en lo que
constituye el objeto de nuestro estudio.
1. La pre-escolàstica
Los primeros escolàsticos dependen sobre todo de la doctrina
agustiniana, a través de san Isidoro de Sevilla. Pero sus esquemas
filosóficos y sus discusiones teológicas constituyen un avance en
diversos puntos: el de la «eficacia del sacramento», motivado sobre
todo por las discusiones eucaristicas que tuvieron lugar entre los siglos
IX-XI (Amalario de Metz, Floro de Lyon, Pascasio Radberto,
Ratramno, Berengario de Tours)40; por la bùsqueda de una defini- ción
de «sacramento» que permitiese establecer diferencias en relación con
otros «signos» del Antiguo Testamento y de la liturgia de la Iglesia 41; y
por la concreción cada vez mas creciente del nùmero «septenario» de
sacramentos. Todo elio supondrà no solo un discur- so que tiene en
cuenta el principio de la analogia, sino también la aplicación pràctica
del mismo al tema sacramentai.
En cuanto al nùmero de los sacramentos, si bien no se llegarà a
precisar hasta Pedro Lombardo (obispo entre 1159 y 1160) ni a aceptar
hasta el concilio de Lyon (1274) y otros posteriores, se van dando pasos
hacia esa fijación. Otros avances se dan, por ejemplo: en la distinción
entre signo y sacramento (todo sacramento es signo, pero no todo signo
viene a ser un sacramento); en precisar las diferencias entre los
«sacramenta» de la antigua ley y de la nueva ley; o en senalar las
semejanzas y diferencias entre los llamados «sacramenta maiora»
(bautismo, eucaristia), y «sacramenta minora».
En los tratados sobre sacramentos de la primera mitad del siglo XII
(por ejemplo, el del llamado Maestro Simón, u otro anònimo titulado
Tractatus de septem sacramentis, o en Esteban de Toumai, en la Stimma
Coloniensis.. ,42) ya se afìrma el nùmero septenario de sacramentos,
2. La gran escolàstica
Encontramos aqui una sistematización màs precisa del concepto de
«sacramento». Nos fijamos en los autores màs importantes, acentuando
por los que Cristo continua su sacerdocio, y por los que se ejerce la
alabanza a Dios y la santificación del hombre. Su visión histórico-
salvifica le lleva a entender la eficacia sacramentai en el interior de la
misma acción cultual. Los sacramentos obran lo que significan
(«efficiunt quod significant»), y lo obran «ex opere operato». Pero no
en virtud de lajuerza material del signo, ni de los méritos del ministro o
de la fe del sujeto (que nunca debe poner «òbice»), sino en virtud de la
«obra realizada por el mismo Cristo» en su pasión o misterio pascual,
que se actualiza en los sacramentos («signa rememorativa»), y es donde
se encuentra la verdadera causa eficiente de la gracia. Los sacramentos,
situados en su verdadero contexto pascual, tienen una verdadera
función latreutica y salvadora: son para la glorificación de Dios desde
la fe («signa protestantiae fi- dei»); y para la santificación del hombre
desde la eficacia de la pasión de Cristo («passionis Christi») 55.
La analogia sacramentai la concreta santo Tomàs, de modo es-
pecial, cuando compara los sacramentos con el proceso de la vida del
hombre, atendiendo a su dimensión antropològica, en relación con las
etapas de la vida humana: 1) el bautismo se relaciona con el nacimiento;
2) la confirmación con el crecimiento y la madurez; 3) la eucaristia con
la vida permanente de la comunidad y el alimento; 4) el matrimonio con
la generación y multiplicación de la humanidad; 5) el orden con el
crecimiento espiritual y la dirección de la comunidad; 6) la penitencia
con la experiencia del pecado y el perdón; 7) la unción de enfermos con
el sufrimiento, la enferme- dad y la muerte, y el perdón de las secuelas
del pecado56.
Es cierto que para el Aquinate no es està la ùnica forma de justificar
55 Ibid., Ili, q. 60 a. 3. Sobre todo q. 62, a. 5, donde trata sobre: «Utrum sacramenta
novae legis habeant virtutem ex passione Christi»: «Manifestimi est autem ex his quae
supra dieta sunt, quod Christus liberavit nos a peccatis nostris praeci- pue per suam
passionem, non solum efficienter et meritorie, sed etiam satisfactorie. Similiter etiam per
suam passionem initiavit ritum Christianae religionis, offerens seipsum oblationem et
hostiam Deo, ut dicitur Ephes. V. Unde manifestum est quod sacramenta Ecclesiae
specialiter habent virtutem ex passione Christi, cuius virtus quodammodo nobis copulatur
per susceptionem sacramentorum. In cuius signum, de latere Christi pendentis in cruce
fluxerunt aqua et sanguis, quorum unum pertinet ad Baptismum, aliud ad Eucharistiam,
quae sunt potissima sacramenta».
56 Ibid., Ili q. 65 a. 1 y a. 2: «Ad secundum dicendum quod culpa et poena di-
versitatem habent et secundum speciem, inquantum sunt diversae species culparum et
poenarum; et secundum diversos hominum status et habitudines. Et secundum hoc
oportuit multiplicari sacramenta, ut ex dictis patet». Y mas adelante: q. 65 a. 2
48 TÌistoria y teologia comparada de los sacramentos
arg. 1 Ad secundum sic proceditur. Videtur quod inconvenienter sacramenta ordi- nentur
secundum modum praedictum. Ut enim apostolus dicit, I Cor. XV, prius est quod est
animale, deinde quod spirituale. Sed per matrimonium generato homo prima generatione,
quae est animalis, per Baptismum autem regeneratur homo se- cunda generatione quae
est spiritualis. Ergo matrimonium debet praecedere Baptismum; q. 65 a. 2 arg. 2
Praeterea, per sacramentum ordinis aliquis accipit potestatem agendi actiones
sacramentales. Sed agens est prior sua actione. Ergo ordo debet praecedere Baptismum
et alia sacramenta; q. 65 a. 2 arg. 3 Praeterea, Eucharistia est spirituale nutrimentum,
confirmatio autem comparato augmento. Nutrimentum autem est causa augmenti, et per
consequens prius. Ergo Eucharistia est prior con- firmatione; q. 65 a. 2 arg. 4 Praeterea,
poenitentia praeparat hominem ad Eucha- ristiam. Sed dispositio praecedit perfectionem.
Ergo poenitentia debet praecedere Eucharistiam; q. 65 a. 2 arg. 5 Praeterea, quod est
propinquius fini ultimo, est posterius. Sed extrema unctio, inter omnia sacramenta,
propinquior est ultimo fini beatitudinis. Ergo debet habere ultimum locum inter
sacramenta».
42. Cf. sobre esto también en Suma contra Gentiles, edición bilingue en dos tomos,
con el texto critico de la leonina, II, Madrid 1953: IV, 56. Y en el Comen- tario a los
cuatro libros de las sentencias, IV, dis. 2, q. 1, a. 2.
4. CONCILIOS
Si bien los concilios de la època no se propusieron directamente
afirmar el principio de analogia aplicado a los sacramentos, sin em-
bargo la doctrina que transmiten sobre el concepto de sacramento y
sobre el septenario, lo presuponen.
Por otro lado, hay que senalar que el mismo concilio de Trento
reconoció la analogia sacramentai, al afirmar la unidad, pero también
la diversidad de los sacramentos, al condenar una proposición de los
protestantes* segfin la cual «ningun sacramento es mas digno que otro
en ningùn aspecto»49, lo que supone reconocer que hay sacramentos
mas dignos o principales (por ejemplo, bautismo y eucaristia), y que
entre ellos se debe admitir una cierta «jerarquización»50. Y lo mismo
cuando se afirma que no todos los sacramentos son igualmente
necesarios para la salvación51. La misma utilización del nombre
«sacramenta» para indicar los sacramentos de la antigua
48. Ibid., 452. Cf. K. Rahner, La Iglesiay los sacramentos, Barcelona 1967,61 s; A.
Ganoczy, Einfiihrung in der katholische Sakramentologie, Darmstadt 1979, 41.
49. DS 1603, can. 3: «Si quis dixerit, haec septem sacramenta ita esse inter se paria,
ut nulla ratione aliud sit alio dignius».
50. El mismo Lutero y los protestantes, si bien no explican de modo explicito el
principio de analogia aplicado a los sacramentos, de hecho lo tienen en cuenta. El
problema sera que ellos solo hablan de Cristo como ùnico sacramento, y solo reconocen
los dos sacramentos que (segun ellos) aparecen explicitamente en la Escritura: bautismo
y eucaristia. En concreto, Lutero afirma: «Unum solum ha- bent sacrae litterae
sacramentum, quod est ipsum Christus Dominus... Crucifixio Christi est sacramentum et
exemplum, quia significat sic crucem poenitentiae in qua moritur anima peccato»: Martin
Luthers Werke. Kritische Gesamtausgabe, Weiner 1888, VI, 86. Y en su De captivitate
babilonica dice: «Proprie tamen ea sacramenta vocari visum est, quae annexis signis
promissa sunt. Caetera, quae signis alligata non sunt, nuda promissa sunt, quo fit, ut si
rigide loqui volumus, tantum duo sunt in ecclesia Dei sacramenta, baptismus et panis,
cum in his solis et institutum divinitus signum et promissionem remissionis peccatorum
videmus», ibid., IX, 349, 2-5. Cf. la traducción de las obras de Lutero en T. Egido, Lutero.
Obras, Salamanca 1977. Algunos estudios al respecto: Cf. A. Greiner, La doctrine des
sacrements chez Calvin et Luther. Foi et Vie 1 (1948); R. Hotz, Los sacramentos en
nuevas perspectivas. La riqueza sacramentai de Oriente y Occidente, Salamanca 1986,
103-113; R. Hempelmann, Sakrament als Ort der Vermittlung des Heils.
Sakramententheologie im evangelìsch-katholìschen Dialog, Gottingen 1992; J. M. Rovira
Belioso, Los sacramentos, simbolos del Espiritu, Barcelona 2001, especialmente 87-105;
A. Sabetta, Sacramento e parola in Lutero'. Rasegna di teologia 51 (2010) 583-606; Fr.
Nasini, La teologia sacramentaria di K. Rahner e Tommaso d’Aquino tra prima e
seconda svolta antropologica'. Angelicum. 2 (2007) 293-315; A. Maffeis, La dottrina dei
sacramenti nella Riforma protestante delXVIsecolo: Rivista litùrgica 3 (2007) 419-433.
51. DS 1604, can. 4: «Si alguno dijere, que los Sacramentos de la nueva ley no son
necesarios, sino superfluos para salvarse; y que los hombres sin ellos, o sin el deseo de
ellos, alcanzan de Dios por sola la fe, la gracia de la justificación; bien que no todos sean
necesarios a cada particular; sea excomulgado». ley y los de la nueva, està
recordando que la utilización del término dcbe entenderse de modo
52 TÌistoria y teologia comparada de los sacramentos
analògico62.
1. Escitela de Salamanca
Pero entre estas escuelas sobresale la llamada «Escuela de Sala-
manca» de los siglos XV1-XVII, con autores que no solo escriben sobre
los sacramentos y en sus explicaciones aplican el «principio de
analogia», sino que también, movidos por el impulso humanis- ta, por
la revalorización y renovación del tomismo, y por la aplicación de la
doctrina del concilio de Trento, saben dar respuesta a las cuestiones màs
candentes que se estàn planteando en la Iglesia en aquel momento 63.
62 DS 1602, can 2: «Si alguno dijere, que estos mismos Sacramentos de la nueva
ley no se diferencian de los sacramentos de la ley antigua, sino en cuanto son distintas
ceremonias, y ritos externos diferentes; sea excomulgado».
63 Una bibliografia al respecto: L. Frayle Delgado, Pensamiento humanista de
Francisco de Viteria, Salamanca 2004; M. Andrés Martin, La teologia espanola en el
siglo XVI, Madrid 1977, especialmente 356-359; J. Belda Plans, La Escuela de
Salamanca y la renovación de la teologia en el siglo XVI, Madrid 2000, 316- 398; F.
Pineros, Bibliografia de la escuela de Salamanca (primerperiodo). Orien- taciones para
un estudio, Pamplona 1983; C. Pozo, Teologia espanola postridentina del siglo XVI.
Estado actual de la investigación de fuentes para su estudio'. Archivo Teològico
Granadino 29 (1966) 87-124; L. Martinez Femàndez, Fuentes para la historia del mètodo
teològico en la Escuela de Salamanca II, Granada 1973. Algunos estudios que tratan,
màs bien de forma indirecta o parcial, el tema sacramentai, son: M. Cuervo, Los teólogos
de la Escuela de Salamanca en las dis-
Variantes históricas de la analogia sacramentai1' 53
cusiones del Concilio de Trento sobre el sacrificio de la Cena, Salamanca 1948; I. Jericó
Bermejo, Pertenecer a la Iglesia y ser miembro de ella: la importando de lafey del
bautismo segun la Escuela de Salamanca: Ciencia Tomista 122 (1995) 531-575; R.
Gonzàlez, La doctrina de Melchor Cano en su «Relectio de sacramentis» y la definición
del tridentino sobre la causalidad de los sacramentos: Revista Espaflola de Teologia 5
(1945) 477-495; J. Barrientos Garcia, La Escuela de Salamanca: desarrolloy caracteres:
La Ciudad de Dios 208 (1995) 1041-1079; L. Martinez Fernàndez, Los caminos de la
teologia. Historia del mètodo teològico, Madrid 1998; M. Anxo Pena Gonzàlez,
Aproximación histórica al concepto «Escuela de Salamanca»: Salmanticensis 1 (2005)
69-119; Id., Aproximación bibliogràfica a la(s) Escuela(s) de Salamanca, Salamanca
2008.
54. Los Salmanticenses aqui representados fueron teólogos que elaboraron el
Cursus Theologicus Salmanticensis, asi corno el Cursus Moralis Salmanticensis. Cinco
son los autores principales: Antonio de la Madre de Dios, Domingo de Santa Teresa, Juan
de la Anunciación, Antonio de San Juan Bautista e Ildefonso de los Angeles; todos
colaboraron en la creación de una obra unitaria, aplicando crite- rios de coherencia
fdosófico-teológica. El curso dogmàtico lleva por titulo: Collegii Salmanticensis Fratrum
Discalceatorum B. M. de M. Carmelo Cursus Theologicus, Summam Theologicam
Angelici Doctoris divi Thomae complectens. La obra està redactada con criterio
escolàstico, al estilo de otros cursos y comentarios de la època. Fundamentalmente es un
comentario a la Suma teològica, corno indica el titulo, incorporando a veces el texto
integro de algunas cuestiones o articulos de santo Tomàs. Un puesto importante lo ocupa
la exposición y discusión sobre el pensamiento que otras escuelas y autores proponen
sobre el tema que nuestro autor va comentando. Su composición se llevó a cabo durante
casi un siglo (1620-1712). El proceso y las vicisitudes de su composición van ligados a
la historia del colegio donde fue escrito.
Nuestras ultimas investigaciones al respecto nos han permitido
descubrir las riquezas de su pensamiento teològico sacramentai, que
54 TÌistoria y teologia comparada de los sacramentos
a) Francisco de Vitoria
Ya en el comentario de Vitoria podemos destacar la diferencia que
establece entre «signo» y «sacramento», teniendo en cuenta la
definición de san Agustin, la del Maestro de las Sentencias y también
la de santo Tomàs. Que el sacramento «es un signo sagrado por el que
se santifica a los hombres» («res sacra in quantum est sanctificans
homines») es darò. La novedad, anade, no consiste en que sean signos,
lo cual es necesario y pertenece a la condición del hombre, sino en que
son signos que santifican a los hombres. El mismo san Agustin hablaba
de los signos externos corno medios necesarios para el conocimiento
humano («Signum est quod prae- ter speciem quam ingerit sensibus
facit aliquid aliud in cognitio- nem venire»). Pero los sacramentos
anaden algo màs: la santificación, es decir, la gracia que nos hace
agradables a Dios. De ahi que la definición màs propia de sacramento
sea la siguiente: «Est igitur sacramentum signum sensibile rei sacrae,
nos sanctificantis. Per rem ergo sacram nos sanctificantem intellige
principaliter gratiam gratum facientem»65.
Y, siguiendo a santo Tomàs (STh III, q. 60, a. 3), nos recuerda que
respecto a la gracia que nos santifica pueden distinguirse tres causas: 1)
la causa efectiva o eficaz de nuestra santificación, que es la pasión de
Cristo (cf. Le 22: «haced esto en conmemoración mia»; cf. 1 Cor 11);
2) la causa formai de nuestra santificación, que es la misma gracia; 3)
la causa final de nuestra santificación, que es la gloria. Estas tres causas
las ve expresadas en el oficio que la liturgia propone para la fiesta de
66 Ibid., 2. Este texto litùrgico con parecida explicación sera recogido por los otros
autores de la Escuela de Salamanca.
67 Santo Tomàs, STh 3, q. 60, a. 3. El texto completo de santo Tomàs dice asi:
«Sacramentum propie dicitur quod ordinatur ad significandam nostram sanc-
tificationem. In qua tria possunt considerari: videlicet ipsa causa sanctificationis nostrae,
quae est passio Christi; et forma nostrae sanctificationis, quae consistit in gratia et
virtutibus; et ultimus finis nostrae sanctificationis, qui est vita aeterna. Et haec omnia per
sacramenta significantur. Unde sacramentum est signum rememorativum eius quod
praecessit, scilicet passionis Christi; et demonstrativum eius quod in nobis efficitur per
Christi passionem, scilicet gratiae; et prognosticum, idead praenuntiativum futurae
gloriae».
51 TÌistoria y teologia comparada de los sacramentos
59. Ibid., 6. El texto de santo Tomàs, STh 3, q. 65, a. 1 dice: «Per se autem per-
licitur corporalis vita tripliciter. Primo quidem, per generationem, per quam homo incipit
esse et vivere. Et loco huius in spirituali vita est baptismus, qui est spiritualis regeneratio:
secundam illud ad Tit. 3, 5: ‘per lavacrum regenerationis etc.’».
Variantes históricas de la analogia sacramentai1' 57
Y, aunque esto seria suficiente para una vida perfecta y saluda- ble,
sin embargo, puesto que al hombre de vez en cuando le sobre- vienen
enfermedades, también debe disponer de remedios. Y estos remedios
deben ser dobles: el uno mèdico para vencer la enferme- dad, y el otro
fortalecedor para recuperar las fuerzas. Asi sucede también en la vida
espiritual:
-Para superar la enfermedad del pecado disponemos del sacramento
de la penitencia, segun lo que dice el Salmo 11 : «Sana mi alma, porque
he pecado contra ti»:
Sic aetiam in vita spirituali, ad expellendas infirmitates peccati, est
poenitentia. Psal. 11 : «Sana animam meam, quia peccavi libi»70.
68 Ibid., 6. Santo Tomàs lo expresa asf: «Secundo, per augmentum, quo ali- quis
perducitur ad perfectam quantitatem et virtutem. Et loco huius in spirituali vita est
confirmatio, in qua datur Spiritus Sanctus ad robur. Unde dicitur discipulis iam baptizatis,
Le 24, 49: ‘Sedete in civitate quousque induamini virtute ex alto’».
69 Ibid., 6. El texto de santo Tomàs dice: «Tertio, per nutritionem, qua con- servatur
in homine vita et virtus. Et loco huius in spirituali vita est eucharistia. Unde dicitur Jo. 6,
54: ‘Nisi manducaveritis...’».
70 Ibid., 6. El texto de santo Tomàs dice: «Sed quia homo incurrit interdum et
corporalem infirmitatem et spiritualem, scilicet peccatum, ideo necessaria est homini
curatio ab infirmitate. Quae quidem est duplex. Una quidem est sanatio, quae sanitatem
restituit Et loco huius in spirituali vita est poenitentia: secundum illud Ps. 40, 5: ‘Sana
animam meam quia peccavi tibi’».
.18 lUstoria y teologia compararla de los sacramentos
b) Melchor Cano
Para examinar algunos puntos de la sacramentologia de Melchor
Cano74 que destacan el aspecto de la analogia, podemos subra-
71 Ibid., 6. El texto de santo Tomàs dice: «Alia autem est restitutio valetudinis
pristinae per convenientem diaetam et exercitium. Et loco huius in spirituali vita est
extrema unctio, quae removet peccatorum reliquias, et hominem paratum reddit ad
finalem gloriam. linde dicitur in lac. 5, 15: ‘Et si in peccatis sit, dimittetur ei’».
72 Ibid., 6-7. El texto de santo Tomàs dice: «Perficitur autem homo in ordine ad
totam communitatem dupliciter. Uno modo, per hoc quod accipit potestatem regendi
multitudinem, et excrcendi actus publicos. Et loco huius in spirituali vita est sacramentum
ordinis, secundum illud Heb. 7, 27: ‘Quod sacerdos hostiam of- ferunt non solum prò se,
sed etiam prò populo».
73 Ibid., 7. Santo Tomàs lo expresa asi: «Secundo, quantum ad naturalem
propagationem. Quod fit per matrimonium, tam in corporali quam in spirituali vita: eo
quod est non solum sacramentum, sed naturae officium».
74 Relectio de sacramentis in genere (Salamanca 1551); Relectio de sacramento
poenitentiae (Salamanca 1555). La edición que nosotros empleamos està
Variantes históricas de la analogia sacramentai1' 59
yar còrno comienza su Relectio, comparando los sacramentos con la
acción del «buen samaritano» (Lucas 10, 34): «Y, acercàndose, vendo
sus heridas, echando en ellas aceite y vino» («Samaritanus
appropinquans alligavit vulnera ejus, infundens oleum et vinum»). Con
elio quiere indicar que para él los sacramentos no solo son
manifestación de lq misericordia, solicitud y cercania de Dios, sino
también el remedio que nos ofrece para las heridas de nuestra de-
bilidad y de nuestros pecados. Y ofrece la siguiente interpretación de la
paràbola: los asaltados, expoliados y heridos del camino entre Jerusalén
y Jericó somos en realidad los que estamos bajo el pecado; Cristo es el
verdadero Samaritano, el prójimo (próximo) verdadero que nos toma
bajo su custodia, aplica las medicinas es- pirituales adecuadas a las
heridas de nuestros pecados, y nos cura; estas medicinas son los
sacramentos.
Descendens homo in civitatem Jerico, humanum genus intelligitur, cui
vulnerato, spoliato, jacenti, semineci post peccatum, Christus Jesus,
revera Samaritanus, hoc est, custos unicus ipse noster, natu- rae etiam
communione propinquus effectus, medicinas adhibuerit spirituales,
quibus peccatorum omnium vulneribus mederetur. Has nos medicinas
Sacramenta vocamus, deque his disputationem sus- cepimus, quinque
praecipue partibus continendam67.
c) Domingo de Soto
También en Domingo de Soto79 està presente el principio de que
hablamos. Baste algun ejemplo. Precisando el concepto de sacramento,
se refiere al uso de la palabra «sacramentum», pero también a la
diferencia de contenido y capacidad de santificación, distin- guiendo
tres estratos o grados: 1) el de los que pueden llamarse «sacramentos
naturales», que son las mismas criaturas en cuanto significan algo
sagrado y manifiestan la gloria, la sabidurla y el po- der divino; 2) el de
77 Santo Tomàs, STh 3, q. 60, a. 3. No està lejos està explicación de aquella que en
nuestro riempo propoma el mismo K. Rahner, cuando definia también los sacramentos
corno «signos exhibitivos de la salvación». Cf. L. Leijssen, La contri- bution de Karl
Rahner (1904-1984) au renouvellement de la sacramentaire, en J. Lamberts (ed.),
Accents actuels en théologie sacramentaire, Leuven 1994, 84-102.
78 Ibid., 493.
79 D. Soto, Commentariorum Fratris Dominici Soto Segobiensis... In quar- tum
Sententiarum, tomus primus, Salamanticae 1570, Distinctio Prima. De sacra- mentis in
genere, 3ss. Sobre temas que afectan a su concepción sobre sacramentos en generai cf. I.
Jericó Bermejo, Pertenecer a la Iglesia y ser miembro de ella: la importando de la fe y
del bautismo segun la Escuela de Salamanca: Ciencia
62 ! Ustoria y teologia comparada de los sacramentos
los sacramentos de la antigua ley, que significan y anuncian la santidad
de Cristo, su inmolación pascual, y en cuanto vividos en la fe
santificaban de algun modo; 3) y el de los sacramentos en cuanto
«signos pràcticos», en cuanto realizan lo que significan, y en este
sentido solo se aplica a los sacramentos cristia- nos. Los sacramentos
de la antigua ley, aunque no lo fueran porque realizaban lo que
significaban, sin embargo si lo son en cuanto «signos pràcticos», pues
significan una cosa o acto sagrados, por los que el hombre puede
santificarse. Asi la diferencia entre la circuncisión y nuestros
sacramentos es que en la circuncisión la santificación procedia solo de
Dios, mientras en nuestros sacramentos sucede misteriosamente por la
misma acción de Dios que obra bajo el velo de los sacramentos 74.
Cuando explica la institución de los sacramentos por Cristo, insiste
en la forma y grado diversos con que el tema aparece en la Escritura y
en la tradición de la Iglesia. Es cierto que los sacramentos suponen «res
et verba», pero ni una cosa ni otra aparecen determinadas en todos los
sacramentos por Cristo. En concreto, res- pecto a las palabras hay que
distinguir tres grados, pues Cristo no
80 Ibid., 25: «Secunda conclusio: Non omnium sacramentorum formae eo- dem
gradu explicitae sunt a Christo. Immo triplici sunt ordine».
81 Ibid.'. «At quoniam confirmatio, et ordo et extrema unctio non sunt sacramenta
usque adeo necessaria, non existunt eorum formae tam perspicue ab ore Christi in
evangelio prolatae».
82 Art. VI, Utrum sacramenta veteris legis essent causa gratiae, 65-67.
6-1 I Ustoria y teologia cotnparada de los sacramentos
la le ya exhibida y corno causa eficiente que obra realmente en los
sacramentos («Nobis autem applicatur passio per fidem tanquam iam
exhibita, atque adeo tanquam causa efficiens, quae secundum rcalem
usum sacramentalium verum operatur») 83.
Es interesante también la explicación que Soto ofrece, cementando
a santo Tomàs, sobre las razones por las que unos sacramentos
imprimen caràcter y otros no. Pues, aunque todos confieren la gracia, y
en esto se identifìcan, no todos imprimen caràcter (solo el bautismo, la
confirmación y el orden), y en esto se diferencian. Se prueba porque los
sacramentos de la nueva ley tienen una doble finalidad: el perdón o
remedio del pecado, y el culto divino. A todos los sacramentos les
compete de algùn modo el primer objetivo. Pero no todos estàn
directamente ordenados al culto divino. Solo hay tres sacramentos
directamente ordenados a este culto, los que imprimen caràcter: el
bautismo, la confirmación y el orden. Solo estos son irreiterables, los
demàs son reiterables. Por eso los tres se celebran con el crisma. Santo
Tomàs distingue tres maneras de ordenarse los sacramentos al culto: 1)
«per modum actionis»: por la misma acción sacramentai; 2) «per
modum agentis»: por los mi- nistros que se requieren para tal acción;
3) «per modum patientis»: por los sujetos capaces de ejercer este culto.
Respecto a lo primero, por la misma acción, todos los sacramentos son
culto a Dios, pues tanto su administración corno su recepción son una
acción cultual. Cuatro sacramentos no tienen de especial màs que lo son
por su misma acción sacramentai y, por tanto, no imprimen caràcter;
entre ellos, la eucaristia es el acto de culto por excelencia, en cuan- to
acción y en cuanto recepción; la eucaristia (segun palabras de Dionisio)
es «omnium sacramentorum consummatio et finis», pues contiene al
mismo Cristo, y en él no hay caràcter. Por el sacramento de la
penitencia el hombre es restituido a su primera dignidad, y no requiere
caràcter. Por la extremaunción el hombre se prepara a emigrar de este
mundo, y tampoco requiere caràcter. Y tampoco se requiere para el
matrimonio una «spiritualis potestas», sino que sencillamente vienen
los esposos a ser una sola carne.
83 Ibid., 66: «Quia cum nondum esset exhibita, non poterat applicari nisi dum- taxat
tanquam causa finalis per fidem, per quam ideo illi patres iustificabantur, sicut et nos ubi
non esset copia baptismi per actum intemae fidei formatae iustificaremur».
Variantes históricas de la analogia sacramentai1' 65
La diferencia también puede apreciarse de forma especial entre el
«ministerio» que Cristo ejerce en los sacramentos, y el que ejercen los
ministros de la Iglesia. Pues, mientras Cristo en cuanto Dios actua con
autoridad propia, en cuanto hombre actùa con au- toridad ministerial de
excelencia, ya que se trata de la humanidad unida a la divinidad. La
excelencia del ministerio de Cristo implica estas cuatro notas:
-que en los sacramentos obra la virtud y el mèrito de la pasión de
Cristo, y ningùn otro mèrito;
-que los sacramentos se celebran y santifican porque se hacen «en
el nombre de Cristo» y en la fe, y no por la invocación del ministro;
-que si solo Cristo pudo instituir los sacramentos, solo de él reciben
su fuerza santificadora;
-que Cristo tiene poder de producir el efecto del sacramento, incluso
sin sacramento, pues la causa primera no depende del efecto que
producen las causas segundas, y de ahi que Cristo pueda producir la
gracia del sacramento incluso sin su mediación.
84 Ibid., 91.
f>fi Historia y teologia comparada de los sacramentos
salvación invisible. Por tanto, hay que explicar y aplicar el «in nomine
Christi», corno hacia santo Tomàs, no solo referido al bautismo, sino
también a todos los sacramentos, tanto en el tiempo de los Apóstoles
corno en el presente:
Quare sensus non est ille, sed quod universa sacramenta nomine eius
sanctificantur, hoc est, celebrantur, atque invocatione eius ad-
ministrantur, quasi sacramentorum ministri eius fungantur vice et
auctoritate85.
85 Ibid., 92.
86 Ibid., 125-126. Santo Tomàs lo expresa asi en la STh 3, q. 65, a. 3, ad 1: «Ad
primum ergo dicendum quod matrimonium ordinatur ad bonum commune corporaliter.
Sed bonum commune spirituale totius ecclesiae continetur substan- tialiter in ipso
eucharistiae sacramento».
Variantes históricas de la analogia sacramentai1' 67
penitencia y la extremaunción, ya que son sacramentos solo necesarios
«per accidens», para liberamos del pecado. Y entre estos dos, la
penitencia es la màs necesaria para el perdón de los pecados, mientras
la extremaunción es para mayor perfección, en cuanto que su fin es la
purificación de las reliquias del pecado. Estos dos sacramentos se
relacionan entre si corno el bautismo (penitencia) y la confirmación
(unción).
En cambio, al referirse a algunas dificultades, anade algunos
comentarios de interés. A la duda de algunos sobre si el bautismo es
màs importante que la eucaristia, por la razón de ser «necessa- rium
simpliciter», responde que la importancia hay que medirla sobre todo
por la sustancia o contenido del sacramento, y en este sentido la
eucaristia es «simpliciter» el màs perfecto, mientras el bautismo lo es
«secundum quid». Ademàs, por la misma razón de necesidad podria
decirse que el màs importante es la penitencia para aquel que està en
pecado mortai; o que la fortaleza es màs importante que la justicia para
quien està en guerra; o que el dinero es màs perfecto que la sabiduria,
porque para el pobre le es màs necesario... En cuanto a la
extremaunción, es necesaria porque nos prepara a la eucaristia y al
viàtico, que es el «pignus gloriae». También parece que tendrian que
ser màs importantes los sacramentos que exigen un ministerio superior,
corno sucede con el orden y la confirmación, que exigen la presencia
del obispo. Pero hay que decir que la importancia del orden y la
confirmación no se debe al ministro, sino a la función publica y social
a que estàn destinados: los sacerdotes a administrar los sacramentos al
pueblo de Dios; los confirmados a defender la fe contra los enemigos
publicos -el bautizado es constituido en pùblico soldado para la defensa
de la fe («Idcirco per illam -confirmationem- constituitur homo
publicus miles fidei»)-. Por tanto, el que se considere un sacramento
màs importante que otro, en razón de la perspectiva desde la que se
mira, no es obstàculo para que la eucaristia sea el màs importante
f>fi Historia y teologia comparada de los sacramentos
de todos ellos. En todo caso, siempre se tratarà de un sacramento mas
digno que la eucaristia «secundum quid», no mas digno que la
eucaristia «simpliciter»87.
2. Los Salmanticenses
También los Salmanticenses destacan este principio de analogia, de
modo mas explicito o implicito, en todas las cuestiones que se plantean
sobre los sacramentos88. Bastarà con que nos fijemos en còrno aplican
y explican el concepto de sacramento para damos cuenta de elio. En
primer lugar, reconoce el autor que la palabra «sacramentum» puede
tener varios significados:
Sic igitur sacramentum potest aliquid dici, vel quia in se habet ali- quam
sanctitatem occultam (et secundum hoc sacramentum idem est quod
sacrum secretum), vel quia habet aliquem ordinem ad hanc sanctitatem,
vel causae, vel signi, vel secundum quamcumque aliam habitudinem 89.
90 Ibid., 6.
91 Ibid., 13.
92 ibid.: «Sed tamen haec proporcionalitas solum est quaedam aptitudo remota al
repraesentandum tales effectus: quare de se non habet illos determinate et efficaciter».
f>fi Historia y teologia comparada de los sacramentos
no en todos los casos se realizan los elementos que lo constituyen de la
misma manera. He aqui el texto:
Qua ratione licet creaturae sint vere et proprie entia non convenit
univoce cum Deo in ratione entis, sed solum analogice. Et simili- ter
quamvis accidentia sint vere entia non conveniunt univoce cum
substantia, sed dumtaxat analogice. Pari itaque ratione ex eo, quod
omnia sacramenta sint vere et proprie sacramenta, minime sequi- tur
quod participent univoce communem sacramenti rationem, sed
analogice tantum. Et ratio est proportionabiliter eadem, quippe ratio
sacramenti principalius reperitur in nostris; sed antiquis praeci- se
convenit minus principaliter, et cum habitudine dependentiae ad nostra,
quorum erant figurae et umbrae93.
93 Ibid., 46.
94 Ibid., 52: «Et quod nostra sint simul signa practica per modum efficien- tiae, non
convenit illis secundum genus, sed secundum modum proprium aut dif- ferentiam,
quatenus scilicet sunt novae legis sacramenta».
95 Tratado moral de fray Antonio de San José, 2. El texto latino dice asi: «Sunt
primo signa non spiritualia, quia non angelis data sunt; sed sensibilia hu- manis conditioni
Variantes históricas de la analogia sacramentai1' 71
En cuanto a la «materia» del sacramento, también en este caso es
preciso aplicar el concepto de la analogia, pues lo sensible es diferente
en cada Caso: «Et si quae similitudo inter illa datar non est univoca, sed
analoga, non analogia proportionis, sed analogia proportionalitatis,
quae inter dissimilis reperiri valet»96.
Y lo mismo puede decirse de la «forma» del sacramento, asi como
de los demàs elementos que constituyen tanto la estructura extema
como interna de los sacramentos97 98.
6. CONCILIO VATICANO II
Con el concilio Vaticano II se ha dado un paso importante en la
afìrmación del principio de analogia sacramentai, dadas las distin- tas
realidades a las que lo aplica, de una u otra forma.
accomodata. Secundo non naturalia, ut fumus respectu ignis; sed ex institutione divina et
ad placitum Dei, qui utpote solus Autor gratiae valet illam medio sacramento signare ac
producere. Tertio sunt signa stabilia, quia dantur prò aliquo integro statu. Cuarto sunt
signa practica, quia efficiunt quod significant. Quinto sunt rememorativa passionis
Christi, demonstrativa gratiae sanctificantis, et prognostica futurae gloriae. Unde
quodeumque signum, esto a Deo institutum, his carens praerogativis respective a
dignitate et a natura déficit sacramenti; qua ratione Serpens Aeneus elevatus a Moyse,
Manna de caelo praestitum et alia, quae judaeis contingebant, non erant vera sacramenta».
96 Ibid., 55.
97 Sobre la explicación analògica que ofrece el autor, cf. nuestro estudio «De
sacramentis in genere» en los Salmanticenses (s. XVII). Un comentario al «Cursus
Theologicus»-. Salmanticensis 56 (2009) 237-313.
98 Pueden recordarse las aportaciones y fundamentación de los teólogos pre y
postvaticanos a està ampliación del uso de la palabra «sacramento», por ejemplo,
f>fi Historia y teologia comparada de los sacramentos
sacramentos (Cristo, Iglesia, hombre, mundo creado), asi corno de dar
mas apertura y relación con la vida a los signos sacramentales de la
Iglesia en sentido estricto.
De todos modos, es evidente que este ensanchamiento del concepto
de «sacramento» se debe, para evitar confusionismos, a que se parte de
una defìnición muy amplia del sacramento -signo de una realidad
sagrada (san Agustin); o forma visible de un misterio invisible (Edad
Media)-; y, sobre todo, a que se aplica el principio de la «analogia
sacramentai», pues entre las diversas realidades sacramentales existe
una desproporción analògica, que supera toda univocidad en el lenguaje
y en la realidad95.
b) La Iglesia «sacramento»
En este ser «sacramento» de Cristo se fundamenta la sacramen-
talidad de la misma Iglesia. Tanto el Vaticano II como el nuevo
Catecismo recogen significativamente està ensenanza:
En efecto, la liturgia, por cuyo medio «se ejerce la obra de nuestra
Redención», sobre todo en el divino sacrificio de la Eucaristia,
contribuye en sumo grado a que los fieles, en su vida, expresen y
manifiesten a los demàs el misterio de Cristo y la naturaleza autentica
de la verdadera Iglesia. Es caracteristico de la Iglesia ser, a la vez,
humana y divina, visible y dotada de elementos invisibles, entregada a
la acción y dada a la contemplación, presente en el mundo y, sin
embargo, peregrina; y todo esto de suerte que en ella lo humano esté
ordenado y subordinado a lo divino, lo visible a lo invisible, là acción a
la contemplación y lo presente a la ciudad futura que buscamos (SC 2).
c) El cristiano «sacramento»
En cuanto a los fieles cristianos como «sacramento», si bien no se
emplea directamente en el concilio la expresión «sacramento» para
designarlos o calificarlos, sin embargo todo lo que se dice de los
bautizados o de los fieles cristianos lleva el sello de la sacramentalidad.
Bien se fiate de describir su participación en la vida divina (hijos de
Dios, participes de su naturaleza divina, templos del Espiritu, radicados
y configurados a Cristo); bien de su incor-
101 No es necesario citar textos concretos, pues tanto en la SC, corno en la LG, en
la GS, en la PO, en la AA, etc. se encuentran numerosos lugares donde resalta està visión
sacramentai.
102 Un hermoso texto de san Leon Magno nos recuerda al mismo tiempo la
sacramentalidad del hombre en cuanto creado a «imagen y semejanza» y su res-
ponsabilidad «sacerdotal» respecto a la creación: «Despierta, oh hombre, y reco- noce la
dignidad de tu naturaleza. Recuerda que fuiste hecho a imagen de Dios, està imagen que
fue destruida en Adàn y ha sido restaurada en Cristo. Haz uso corno conviene de las
creaturas visibles, corno usas de la tierra, del mar, del cielo, del aire, de las fuentes, de
los rios; y todo lo que hay en ellas de hermoso y digno de admiración, conviértelo en
motivo de alabanza y gloria del creador», Sermón 7 en la Navidad, 2, 6, PL 54, 217-218.
103 Cf. X. Pikaza, Hermanos de Jesus y servidores de los mas pequenos, Sa-
lamanca 1981 ; J. Sobrino, Resurrección de la verdadera Iglesia. Los pobres, lugar
teològico de la eclesiologia, Santander 1981, 106ss; J. I. Gonzàlez Faus, Los pobres
corno lugar teològico'. Revista Latinoamericana de Teologia 1 (1984) 285-308.
Variantes históricas de la analogia sacramentai1' 79
sagrala del Senor en el mundo, un reflejo que representa y no esconde
su rostro humano y divino... Toda la tradición de la Igle- sia reconoce
en los pobres el sacramento de Cristo, no ciertamente idèntico a la
realidad de la eucaristia, pero si en perfecta correspon- dencia analògica
con ella... Vosotros sois Cristo para Nos104.
104 Pablo VI, Contra las injustas desigualdades entre ricos y pobres'. Ecclesia 28
(1968) 128. Cf. J. Ratzinger, Ser cristiano, Salamanca 1967, 57-86; E. Onandia, La
sacramentalidad del cristiano'. Liturgia 245 (1969) 64-80; J. Martin Velasco,
Sacramentalidad de la existencia cristiana, en AA.VV., Evangelización y sacramentos,
Madrid 1978, 51-65.
105 Cf. Pierre de Cointet, Vatican II. De la lettre à l’esprit: une misión, Tou- louse
2005,91-107.
f>fi Historia y teologia comparada de los sacramentos
d) El carócter sacramentai de la creación
También se reconoce el caràcter sacramentai de la creación en- tera,
donde se manifiesta y refleja la «huella» de Dios mismo. Con elio, el
magisterio de la Iglesia no hace sino explicitar lo que ya apa- rece
afirmado de diversas maneras en la Sagrada Escritura, desde el libro del
Génesis 1-3, el de la Sabiduria 13, 1-9, los Salmos (8, 18, 148, càntico
de Daniel 3...), hasta la solemne afirmación del após- tol Pablo en la
Carta a los romanos: «Porque lo invisible de Dios, desde la creación del
mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras» (1, 19-21).
En este sentido, baste con recordar brevemente algun texto del
concilio Vaticano II:
Dios, creando y conservando el universo por su palabra (cf. Jn 1, 3),
ofrece a los hombres en la creación un testimonio perenne de si mismo
(cf. Rom 1, 19-20); queriendo ademàs abrir el camino de la salvación
sobrenatural, se reveló desde el principio a nuestros pri- meros padres.
Después de su calda, los levantó a la esperanza de la salvación (cf. Gn 3,
15) con la promesa de la redención (DV 3).
106 Ibid., 300. Cf. W. Beinert, Die Welt als Sakrament, en Vergegenwàrtigung.
Sakramentale Dimensionen des Lebens, Wurzburg 1997; R. Hempelmann, Sakrament als
Erscheinung der Liturgie der Welt: Zur Sakramententheologie Karl Rah- ners (1904-
1984), en Gottes Offenbarung in der Welt, Tiibingen 1998, 275-291.
107 Cf. otros lugares del CCE 738, 747, 774-776, 779-780, 1067, 1108, 1140
(aplicado sobre todo a la Iglesia), y cuando se aborda el tema de la creación, de la
revelación, de la identidad y vida del cristiano. Sobre estos temas, cf. D. Borobio, Qué es
un sacramento, 381-394; Id., Cultura, fe, sacramento, Barcelona 2002, 171-196 (sobre
CCE); Id., Sacramentos y creación, Salamanca 2009.
S2 Historia y teologia comparada de los sacramentos
108 Algunos autores amplian la utilización del término a otras realidades, corno la
palabra, la humanidad, la historia, el pobre; a este respecto puede verse, por ejemplo, L.
Maldonado, Sacramentalidad evangèlica, 31-155. Y mas todavia a otras realidades
materiales cuando el hombre las convierte en simbolos, que vie- nen a ser «sacramentos
que exhiben, contienen, remiten, visualizan otra realidad diversa de ellas, pero presente
en ellas», por ejemplo, L. Boff, Los sacramentos de la vida, Santander 1977.
109 Cf. E. Schillebeeckx, Cristo sacramento del encuentro con Dios, 24.
110 D. Borobio, Qué es un sacramento, 372-373. En las pàginas siguientes a las
aqui indicadas, se explicitan cada una de estas realidades sacramentales.
Variantes históricas de la analogia sacramentai1' 83
7. TEOLOGÌA ECUMÈNICA
La analogìa sacramentai es uno de los puntos mas destacados en la
comprensión de los sacramentos segun las tradiciones orto- doxa,
protestante y católica, y se encuentra recogido en los diver- sos
documentos que tratan sobre ellos111 112.
No pretendemos recoger aqui todo lo relativo a la visión sa-
cramentai de protestantes y ortodoxos, sino solo aquellos aspectos que,
a nuestro juicio, ponen mas de relieve la necesaria aplicación del
principio de analogia sacramentai, en especial en los documentos
ecuménicos emitidos después del Vaticano II.
1. Documentos ecuménicos
113 En el documento que lleva por tltulo Eclesiologia (y II). Soteriologia. Doctrina
sobre los sacramentos. Escatologia y comunión eclesial (1983-1993): Diàlogo
Ecumènico 2-3 (1994) 421-453. Citamos segun està edición.
Variantes históricas de la analogia sacramentai1' 87
de los sacramentos en Cristo y en su ministerio en con- junto (palabras,
acciones, indicaciones, conductas, misterio pascual), y en su
conljnuación coherente en la tradición apostòlica, que después recibirà
una configuración concreta a lo largo de la historia, en palabras y signos
determinados. Podemos asi descubrir la unicidad de los sacramentos en
su origen en Cristo, y la diversidad con que aparece en el Nuevo
Testamento, unida a una progresiva explicitación y configuración en la
vida de la Iglesia. También se reconoce que està diversidad se
manifiesta en còrno los sacramentos responden a «todas las
manifestaciones de su existencia personal y social» (n. 5), y en que los
sacramentos «se hallan vinculados de forma diversa a la dispensación
de la gracia» (n. 6).
114 El titulo es: Ante la unidad modelos, formas y etapas de la comunión eclesial
luterano-católica, en A. Gonzàlez Montes, Enchiridion II, 177ss.
115 lbid.,2\\.
88 Historia y teologia comparada de los sacramentos
Por tanto, las diferencias entre la Iglesia evangèlica, que tan sólo acepta
explicitamente dos sacramentos (bautismo y eucaristia), y la Iglesia católica,
que defiende el septenario sacramentai, son evi- dentes. Pero en ambos casos
no se trata de una interpretación rigida y absolutamente cerrada, y por eso puede
afirmarse que «la discrepancia no es tan aguda corno de entrada pudiera parecer
por el hecho extemo del diferente nùmero». La misma redacción del texto de
la Apologia 13, asi corno del canon 3 de Trento, permiten una
97 H istoria y teologia comparada de los sacramentos
posibilidad de interpretación mas abierta. Y està interpretación, sin
duda, se darà si se aplica el principio de la analogia sacramentai o, si se
prefìere, si se distingue entre la diversa forma en que cada sacramento
verifica y realiza los distintos aspectos que constituyen su identidad
corno tal sacramento: fundamentación escrituristica, institución,
estructura del signo, gracia y efectos de la gracia, sujetos y ministros
de los sacramentos. El hecho de que Lutero, Melanch- ton y, por tanto,
la Iglesia evangèlica entiendan que solo se puede hablar de
«sacramento» cuando se dan unas palabras explicitas de Cristo, unidas
a un signo extemo (lo que solo aparece con claridad en el bautismo y la
eucaristia), hace que se parta de un concepto res- trictivo de institución
y de sacramento. En cambio, el hecho de que se vea el fundamento de
los sacramentos en la totalidad del minis- terio y misterio de Cristo
(palabras, signos, acciones, misterio pascual), y en la praxis de la
tradición apostòlica, permite que la Iglesia católica parta de un
concepto mas amplio de institución y de sacramento. Sin embargo, esto
no obsta para que en la Iglesia evangèlica «se haya impuesto una
interpretación segun la cual la confesión, la ordenación, la
confirmación, el matrimonio y la extremaunción (un- ción de
enfermos)... estén unidos a promesas divinas especiales», es decir, que
en ellos se reconoce un cierto grado de sacramentalidad, aunque no se
les llame «sacramento». Y, del mismo modo, en la Iglesia católica
tampoco hay dificultad en reconocer la diversa importancia y las
diferencias entre los distintos sacramentos, segun la perspectiva desde
la que se les considere. Por eso, el mismo documento anade: «El
distinto concepto de signo (mas estrecho o mas amplio) no puede, por
si solo, fundar una condena reciproca. Se trata, mas bien, de si es
posible un acercamiento en la comprensión global del caràcter
sacramentai del signo (Zeichenhaftigkeit')»“i.
a) Concepto de sacramento
En Oriente se aprecia una concentración eucaristica del concepto:
toda explicación parte y tiende hacia la eucaristia. Los tér- minos
utilizados son «mysterion», aplicado sobre todo a Iglesia y eucaristia,
y «mysteria», aplicado a los demàs sacramentos, y a otras «acciones
sagradas».
En generai, no se ofrece una definición «cerrada» de sacramento,
sino que se describe el sacramento a partir de la experiencia de la
celebración: se describe el culto y, desde ahi, se desarrolla la doctrina
de los misterios. La pràctica de los misterios tiene prioridad sobre la
reflexión acerca de los mismos. Por tanto, defienden que los
sacramentos no pueden explicarse a partir de un concepto universal
120 Asi P. Trembelas, Dogmatique de l’Eglise Orthodoxe III, 10. M. M. Ga- rijo
Guembe, Aspectos de la teologia sacramentai en la moderna teologia ortodoxa'. Diàlogo
Ecumenico 42 (1976) 519-553, cita otros autores que coinciden en lo mismo: 1. E.
Mesaloras, T. Spacil, F. Gavin, M. Jugie, Ch. Androutsos, que dice «Cristo dejó a los
apóstoles el cuidado de precisar la parte sensible de los sacramentos, de modo que su
institución divina es inatacable» (539).
121 R. Hotz, Los sacramentos en nuevas perspectivas, 319ss.
122 El titulo es Fe, sacramentos y unidad de Iglesia: Diàlogo Ecumenico 77
(1988)383-394.
97 H istoria y teologia comparada de los sacramentos
entro las iglesias locales, cuando cada iglesia puede reconocer, bajo la
variedad de formulaciones, la ùnica fe autèntica recibida de los
Apóstoles» (n. 25). El documento insiste en que la unidad en la fe y la
unidad en los sacramentos deben ir unidas; y en que «todo sacramento
presupone y expresa la fe de la iglesia que lo celebra» (n. 5). Se indican
como «elementos de juicio que permiten distinguir entre los desarrollos
legitimos» de expresiones de la fe y otros desarro- llos: «la continuidad
de la tradición; la significación doxológica de la fe; la significación
soteriológica de la fe» (n. 29-31). Es de apre- ciar còrno el
planteamiento del tema sacramentai, aùn reconociendo diferencias
importantes, como sucede con la iniciación cristiana, no es un
planteamiento rigido y cerrado, aceptando la legitimidad de las diversas
formulaciones que al respecto se han dado123.
127 Ibid., 258. Cf., sobre està dimensión cosmica y su valor sacramentai, D.
Borobio, Sacramentos y creación, Salamanca 2009.
Variantes históricas de la analogia sacramentai1' 97
porque manifiesta la presencia del Resucitado e integra a los fieles en
el proceso de transformación; porque expresa la acción del poder de
Dios mas alla de toda interpretación màgica del poder humanó
(«potestas»); porque significa y realiza la transformación de los do- nes
(primera epiclesis), y la transformación de la comunidad (se- gunda
epiclesis); porque constituye a la Iglesia en «koinonia». La influencia
de està teologia en algunos textos de la Iglesia católica es evidente, por
ejemplo en el Catecismo:
En la liturgia, el Espiritu Santo es el pedagogo de la fe del Pueblo de
Dios, el artifice de las «obras maestras de Dios» que son los
sacramentos de la Nueva Alianza. El deseo y la obra del Espiritu en el
corazón de la Iglesia es que vivamos de la vida de Cristo resucitado.
Cuando encuentra en nosotros la respuesta de fe que él ha suscitado,
entonces se realiza una verdadera cooperación. Por ella, la Liturgia
viene a ser la obra comun del Espiritu Santo y de la Iglesia. En està
dispensación sacramentai del misterio de Cristo, el Espiritu Santo actua
de la misma manera que en los otros tiempos de la economia de la
salvación: prepara la Iglesia para el encuentro con su Senor, recuerda y
manifiesta a Cristo a la fe de la asamblea; hace presente y actualiza el
misterio de Cristo por su poder trans- formador; finalmente, el Espiritu
de comunión une la Iglesia a la vida y a la misión de Cristo (CCE 1091-
1092).
f) Sacramentos y sacramentales
Ya hemos dicho en relación al nùmero de sacramentos que los
ortodoxos no se hacen problema al respecto, dado que tienen una visión
mas amplia y analògica, menos cerrada y juridica. «En los autores
ortodoxos -dice Garijo Guembe-, se halla hoy con natura- lidad el
nùmero septenario de los sacramentos. Por parte ortodoxa se indica que
el nùmero de siete no tiene el mismo caràcter absoluto que en la
teologia Occidental postridentina». La teologia ortodoxa bizantina no
ha distinguido a veces con precisión entre sacramentos
Historia y teologia comparada de los sacramentos
<AS'
128 J. Meyendorff, Initiation a la théologie byzantine, Paris 1976, 67, citado por
Garijo Guembe, Aspectos de la teologia sacramentai, 535.
129 P. Trembelas, Dogmatique de l’Eglise Orthodoxe Catholique III, Cheve- togne
1968, 75.
130 Cf. S. Bobrinskoy, Les sacramentaux dans l’Eglise Orthodoxe'. Le mes- sager
Orthodoxe 27-28 (1964) 50-56; cit. en Garijo Guembe, Aspectos, 536.
131 «Plus classique est une définition de la Confesión orthodoxe: ‘Le sacra- ment
est une action Sainte laquelle sous le signe visible, l’invisible gràce de Dieu est
communiquée au croyant’».
132P. Evdokimov, El arte del icono, 122: «La materia còsmica se convierte de este
modo en conductora de la gracia, vehiculo de las energias divinas».
Historia y teologia comparada de los sacramentos
racional, màs apofàtica y contemplativa que cuestionadora y
133 El resumen que ofrecemos aqui recoge en gran parte el trabajo de Carolina
Blàzquez Casado sobre «Lo còsmico y sacramentai, categorias teológicas de la tradición
ortodoxa». La bibliografia fundamental consultada es: S. Charalambidis, La vida en el
Espiritu: el hombre nuevo, capitalo III, «Los sacramentos, misterio còsmico de la
Iglesia», en AA.VV., Iniciación a lapràctica de la teologia, Madrid 1985; O. Clement,
L’Eglise Orthodoxe, Paris 1968; Id., Sobre el hombre, Madrid 1983; Id., Le Christ, terre
des vivants, Maine et Loire 1976; P. Evdokimov, L’Orthodoxie, Neuchàtel 1965; Id., El
arte del icono. Teologia de la belleza, Madrid 1991 ; M. J. Le Guillou-O. Clement- J.
Bosch, Evangelio y revolución, Bilbao 1970; J. Meyendorff, Teologia bizantina, Madrid
2002; A. Schmemann, The World as sacrament, London 1965; D. Staniloae, Il genio
dell’ortodossia, Milano 1986.
134 Cf. P. Evdokimov, L ’Orthodoxie.
135 Cf. J. Meyendorff, Teologia bizantina, 346-347.
136 Cf. D. Staniloae, L’homme, image de Dieu dans le monde: Contacts 84
(1973)287-289.
Historia y teologia comparada de los sacramentos
Por
Variantes históricas de la analogia sacramentai1' 99
eso mismo, el mundo es la primera revelación de Dios, y el hombre
viene a ser el «microtheos y microcosmos», de modo que la condición
humana se revela como realidad visible que esconde y muestra una
presencia trascendente invisible, segun la definición clàsica del
sacramento137. El hombre deviene microtheos, participe de la vida
divina. La dignidad de «imagen y semejanza» de Dios supone, por
ùltimo, en el hombre una función y tarea respecto al conjunto de la
creación. El hombre es un microcosmos porque en su persona une los
aspectos inteligibles y sensibles de lo reai y porque ha recibido de Dios
la tarea de realizar mas perfectamente està unión: prestando su voz a
las criaturas, dàndoles nombre y habla; plasmàndolas segun su imagen
por el trabajo y el esfuerzo 138.
8. CONCLUSIÓN
141 Cf. E. Schillebeeckx, Les sacrements dans le pian de Dieir. Présences 102
(1968) 25-34; B. Fernàndez, Lospobres, sacramento especial de Cristo: Eph.
Mariologicae 40 (1990) 25-44.
142 Cf. D. Borobio, Qué es un sacramento, 387-340.
104 Historia y teologia comparada de los sacramentos
transformación a la que estamos llamados los hombres; y porque por
està transformación material còsmica nos es màs fàcil creer en la
transformación interna de la gracia que se nos ofrece y produce por los
sacramentos. La realidad creada implica también en si misma un ser
sacramentai, en cuanto que en si misma viene a ser la primera gramàtica
de manifestación e interpretación del lenguaje que Dios emite a los
hombres, a través de su evolución y sus multiples fenómenos en el cielo
y en la tierra, en los diversos espacios, tiempos, latitudes, lugares... Su
lenguaje es silencioso, pues se trata de una palabra balbuciente, que
necesita ser interpre- tada por el hombre, corno «sacerdote de la
creación» (cf. Sai 18, 2-5). Pero en ella también podemos detectar una
cierta estructura sacramentai de «palabra». «Cuando las cosas
comienzan a hablar y el hombre a escuchar sus voces, entonces emerge
el edificio sacramentai»143. Cuando el hombre es capaz de admirar y
contemplar, de escuchar e interpretar el lenguaje de las cosas, entonces
es cuando estas dejan oir su voz y su mensaje, abren su interior y su
corazón, y se convierten para él en senales, en sacramentos que
exhiben, contienen, remiten, visualizan otta realidad diversas de ellas,
pero presente en ellas144. De este modo, lo inmanente se convierte en
transparente, y nos remite a lo trascendente. Està claro que en està
corno «estructura» sacramentai lo que predomina es la materialidad del
signo sobre su lenguaje implicito o, con expre- siones clàsicas,
predomina la «materia» en su plenitud, sobre la «forma» en su
implicitud. Pero también es evidente que se trata de una
sacramentalidad diferente a la de Cristo, a la de la Iglesia, o a la del
hombre. No se trata de aplicar aqui univocamente lo que se dice de los
sacramentos: «signum efficax gratiae», pero si podria decirse que,
dadas las condiciones indicadas, la creación «conferì gratiam quam
significat». Y, en este caso, ciertamente el ministro invisible es el
mismo Creador, y el sujeto visible es el mismo per- ceptor; aunque en
lo concreto pueden identificarse en la misma persona «ministro» y
«sujeto».
En sintesis, creemos que, si bien es licito aplicar el término
«sacramento» a realidades tan diversas, es necesario, sin embargo,
evitar aplicar dicho término en sentido univoco. La aplicación del
principio de la analogia sacramentai es una exigencia que debe tenerne
en manos de la Iglesia148.
153 Ibid., 17: «Significai enim... passionem ut causarci; gratiam vero ut effec- tum
et formarci per quam sanctificat, ac denique gloriam cuius gratia pignus est... principem
eius significatum esse causam formalem, quae est gratia ut sanctificans. Non enim
significant illa tria secundum gradus, quos inter se habent, sed quatenus ad nostram
sanctificationem referuntur, quae quidem sanctificatio formaliter ac per- inde proxime fit
per gratiam, et ideo alia duo tanquam causas gratiae consignificat».
116 Historia y teologia comparada de los sacramentos
lonae. Anno 1791. Nos referiremos en diversas ocasiones a està edición, de modo que
pueda percibirse la diferencia entre nuestro autor y el que elabora este texto. En adelante
citaremos: Tratado moral de F. Antonio de San José.
14. A la pregunta «Quid sit sacramentum», responde: «Est signum sensibile rei
sacrae sanctificantis homines. Haec definition traditur a D. Thom. Ubi supra et
communiter recipirur a Theologis. Est definitio metaphisica, quia explicat sacramenti
naturam per suum genus et differentiam, sive per suas partes metaphisicas. Signum
sensibile ponitur loco generico, quia per id convenit sacramentum cum aliis signis, quae
sacramenta non sunt. Rei sacrae sanctificantis homines ponitur loco differentiae, quia per
id differt ab omni alio signo; solum namque sacramentum est signum gratiae, seu rei
sacrae sanctificantis homines. Definitio phisica sacramenti est: Artefactum quoddam
constans ex rebus tanquam ex material et ex verbis tanquam ex forma. Dicitur haec
definitio phisica, quia eius naturam explicat per suma materiam et formam, seu per suas
partes physicas», ibid., 1.
118 Historia y teologia comparada de los sacramentos
b) Confirmación
Pero no sucede lo mismo con la confirmación. Sobre este sa-
cramento no encontramos textos explicitos en el Nuevo Testamento,
aunque si algunos que implicitamente remiten a la voluntad del mismo
Cristo que, junto a la promesa del Espiritu Santo (cf. Le 12, 12; Jn 14-
164 En los Evangelios, en las Cartas y en Hechos de los Apóstoles; por ejemplo: Me
16, 14-16; Mt28, 18-20; Jn 3, 1-8; Rom 6, 3-10; 2 Cor 5, 21; Col 2, 12.
165 Mt 3, 13-17; Me 1, 9-11; Le 3, 21-22. Cf. F. Urfels, Le baptème de Jesus a-t-il
été institutepar Christ?-. Nouvelle Revue Théologique 132 (2010) 563-581.
120 Historia y teologia comparada de los sacramentos
17; Hch 1, 8), que se cumple en la pascua (Jn 20, 22) y luego, de manera
màs manifìesta el dia de Pentecostés (cf. Hch 2, 1-4), indican la
necesidad de un signo que de modo coherente sig- nifique
sacramentalmente este don (cf. Hch 2, 40-41). El misterio pascual
implica también el misterio de Pentecostés. Y, aunque todo se cumple
en el misterio pascual, y este se significa en el bautismo, la comunidad
primera entiende que el misterio de Pentecostés debe significarse de
manera distinta. Los que creyeron en la predi- cación apostòlica y se
hicieron bautizar recibieron a la vez el don del Espiritu (cf. Hch 2, 38).
El bautismo es la primera sacramen- talización del Espiritu
(«bautizados en agua y el Espiritu Santo»). Pero la comunidad
apostòlica ya entiende desde el principio que es necesaria una
sacramentalización màs explicita y particular del don del Espiritu
pentecostal, por la imposición de las manos, y de ahi que nos hable de
està necesidad en un momento posterior al bautismo (Hch 8, 14-19 y
19, 1-7; 2 Cor 1, 21-22), aunque en relación con el mismo. Podemos
concluir, por lo tanto, que la institución de la confirmación encuentra
su «fundamento» en la misma necesidad de sacramentalización del don
del Espiritu pentecostal. Por eso, al principio, la imposición de manos
(o la unción, o la signación) postbautismal tenia lugar en un mismo acto
que comprendia «los ritos bautismales». En palabras de Pablo VI: «Es
està imposición de las manos la que ha sido con toda razón considerada
por la tradi- ción católica corno el primitivo origen del sacramento de
la confirmación, el cual perpetua, en cierto modo, en la Iglesia, la gracia
de Pentecostés»166 167. Poco a poco, sin embargo, se fue
particularizando y destacando la importancia de este rito corno
«sacramento» (hacia el siglo V), de modo que ya se consideraba
distinto del bautismo, a la vez que se comenzó a celebrar en un
momento posterior por el obispo en la tradición Occidental22. Por tanto,
mientras la institución del sacramento del bautismo aparece màs
explicita en la Escritura, la de la confirmación aparece de modo màs
implicito, coherente con el contenido del misterio pascual (Pascua,
Pentecostés).
c) Eucaristia
e) Unción de enfermos
Respecto al sacramento de la unción de los enfermos, tampoco
encontramos en los evangelios textos explicitos que nos aseguren que
està unción es un sacramento instituido por Cristo. Sin embargo, el
Nuevo Testamento nos ofrece datos suficientes que justifican el que la
Iglesia, aplicando la ensenanza y el ejemplo del mismo Cristo,
reconozca en la unción un verdadero sacramento. Ya en el Antiguo
Testamento se anuncia que en los tiempos mesiànicos se realizarà la
liberación de toda enfermedad y de todo pecado (cf. Is 33, 24; 35, 4-6).
Con la aparición de Jesus llega el tiempo espe- rado, el dia de Yahvé
(Heb 1,1), cuando se da cumplimiento a lo anunciado por los profetas.
En la sinagoga de Nazaret, declara que los tiempos mesiànicos ya han
llegado (Le 4, 16-22). Y cuando se le pregunta si él es el Meslas,
declara: «Id y contad a Juan lo que ois y veis: los ciegos ven, los cojos
171 Cf. otros textos: Me 5, 34.36; 9, 23; Me 7, 32-36; 8, 22-25; Me 1, 41; 3, 10; 6,
56... Por otro lado, la Iglesia reconoce que todos los sacramentos tienen una función
curativa espiritual. Cf. P. Sambor, Le baptéme comme guérison dans «Les traités sur l
’Evangile de Jean» de Saint Augustùr. La Maison Dieu 267 (2011) 49-74.
Semejanzas y diferencias 125
la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Senor.
Y la oración de la fe salvarà al enfermo, y el Senor harà que se levante,
y si hubiera cometido pecados,Je seràn perdonados».
En coherencia con todo lo expuesto, la Tradición ha reconocido en
este rito uno de los siete sacramentos de la Iglesia (cf. DS 216; 1324-
1325; 1695-1696; 1716-1717). Es cierto que en los evange- lios Jesus
no afirma explicitamente que esto es un sacramento. No obstante, lo
antes recordado es suficiente fundamento para que la Iglesia haya
determinado y definido a lo largo de la historia que este es uno de los
siete sacramentos172. Las dificultades que pudie- ran piantearse hallaràn
adecuada respuesta aplicando el principio de la analogia sacramentai.
La unción de enfermos es, ciertamente, un sacramento instituido por
Cristo, pero de diferente manera a como lo fueron los demàs, pues està
«institución» encuentra su fundamento, mas en el comportamiento de
Jesus con los enfermos y su voluntad de continuación en la Iglesia, que
en unas palabras explicitas pronunciadas por él y unidas a un signo
extemo.
f) Orden
Este sacramento tiene sus precedentes en el sacerdocio de la antigua
Alianza (Ex 19, 6; cf. Is 61, 6), cuyos sacerdotes eran con- sagrados
con un rito propio (cf. Ex 29, 1-30; Lv 8), en orden a «intervenir a favor
de los hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer dones y
sacrificios por los pecados» (Heb 5, 1). Pero, dado que este sacerdocio
era incapaz de realizar la salvación, solo puede considerarse como
preanuncio de un sacerdocio nuevo. «No obs- tante, la liturgia de la
Iglesia ve en el sacerdocio de Aarón y en el servicio de los levitas, asi
corno en la institución de los setenta ‘ancianos’ (cf. Nm 11,24-25),
prefiguraciones del ministerio orde- nado de la Nueva Alianza» (CCE
1541).
g) Matrimonio
Presenta especiales caracteristicas respecto a los demàs en todos los
elementos que lo constituyen, comenzando por la «institución». Los
cristianos no hemos inventado el amor ni el matrimonio: existen desde
el mismo momento de la creación del ser humano, corno hombre y
mujer, en relación mutua y complemen- tariedad para formar «una sola
carne» (Gn 2, 19-25). La sagrada Escritura comienza con el relato de la
creación a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26-27), y el matrimonio
corno institución que tiene su origen en Dios, corno realidad viva con
sus vicisitudes, y corno simbolo de una realidad trascendente, aparece
en numerosos lugares. El amor y el matrimonio son buenos y reciben
desde el principio la bendición de Dios: «Y los bendijo Dios y les dijo:
‘Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sometedla’» (Gn 1,
28.31). Debido al pecado el orden primigenio fue perturbado (Gn 3,
12). Pero Dios no abandonó al hombre. Por eso se anuncia una nueva
etapa de renovación de la alianza matrimoniai, unida a una nueva
alianza que Dios establecerà con su pueblo. «Contemplando la Alianza
de Dios con Israel bajo la imagen de un amor conyugal exclusivo y fiel
(cf. Os 1-3; Is 54; 62; Jr 2-3; 31; Ez 16,62; 23), los profetas fueron
preparando la conciencia del pueblo elegido para una comprensión mas
profunda de la unidad y de la indisolubilidad del matrimonio (cf. Mal
2, 13-17)» (CCE 1611).
3. Configuración histórica
Hay una historia comun de los sacramentos de la Iglesia, pero
también una historia particular: cada uno tiene su historia, su proceso
configurativo, ritual y explicativo. No hay un sucederse homogé- neo y
uniforme en todos los sacramentos, ni en su reconocimiento corno tal,
ni en su configuración ritual, ni en su comprensión teològica, ni en su
importancia pastoral. No tratamos de proponer aqui una historia
completa de cada sacramento, sobre lo que ya se ha escrito de modo
abundante311. Queremos resaltar con brevedad los elementos
especificos de la evolución de cada uno de ellos, temendo en cuenta
nuestro objetivo fundamental.
30. Està bibliografia generai contiene, dispersos, los datos aqui recogidos: A.
Michel, Sacrements, en DTC 14, 485-644; J. Pascher, L’evolution des rites sacra-
mentels, Paris 1952; D. van den Eynde, Les definitions des sacrements pendant la
premièreperiode de la théologie scolastique, Roma 1950; R. Schulte, Sacramentos, en
Mysterium Salutis IV, Madrid 1975, 53-160; J. Auer-J. Ratzinger, Curso de teologia
dogmatica VII. Los sacramentos de la Iglesia, Barcelona 1977; H. B. Meyer (ed.),
Gottesdienst der Kirche, Regensburg 1985ss; D. Borobio, Breve historia de los
sacramentos cristianos I y II: XX Siglos 2 ( 1993) 83-96 y 5 ( 1993) 76-93. Sobre la
evolución litùrgica: M. Righetti, Historia de la liturgia, Madrid 1955-1956; E. Cattaneo,
Introducción a la historia de la liturgia Occidental, Madrid 1969; Id., Il culto cristiano
in Occidente, Roma 1978; H. A. J. Wegmann, Geschichte der Liturgie im iVesten und
Osten, Reggensburg 1979; M. Metzger, Histoire de la liturgie, Paris 1994; X. Basurko,
Historia de la liturgia, Barcelona 2006.
a) Bautismo
El bautismo es uno de los sacramentos mejor atestiguados en el
Nuevo Testamento. Desde el inicio se reconoce su principalidad y
sacramentalidad174. Màs tarde (sobre todo en el siglo IV) se discute la
validez del bautismo administrado por herejes (Cipriano, Agustin).
174 Cf. una amplia bibliografia y la explicación de los aspectos que aqui rese- namos
en nuestra obra La iniciación cristiana, Salamanca 32010, 49 y 73.
130 Historia y teologia comparatiti de los sacramentos
Hasta el siglo IV el bautismo màs generalizado es el de adultos, pre-
cedido de un catecumenado e integrado en un sistema iniciàtico que
comprende el bario de agua con la fòrmula trinitaria interrogativa, y los
ritos postbautismales de la imposición de manos, la crismación y la
signación (Tradición apostòlica), a los que se da mayor o me- nor
importancia segùn las iglesias (en Oriente: el «myron»).
La mayor evolución ritual se da a partir del siglo IV, momento en
que se configura la liturgia bautismal de las diversas iglesias: en
Occidente, la romana, la galicana, la franco-germànica, la hispànica, la
ambrosiana; en Oriente, la antioquena, la bizantina, la alejandri- na...
Aunque permanece la misma estructura fundamental para la
celebración del sacramento -ritos de acogida, renuncias y profesión de
fe, bendición del agua, bario bautismal, ritos postbautismales-, las
diferencias entre las diversas liturgias son notables en textos y
oraciones, y en el mismo rito, que pasa de ser una inmersión en la
piscina bautismal a ser una efusión del agua sobre la cabeza del
bautizando. Pero el mayor cambio, que afecta al sistema iniciàtico en
su conjunto, se produce en el siglo V: se generaliza el bautismo de ninos
y se reduce el de adultos; comienza a desaparecer el catecumenado
antes del bautismo; se relega la confirmación al momento de la visita
del obispo, considerado el ministro màs propio en Occidente, mientras
que en Oriente puede confirmar un sacerdote (rito del «myron»); la
primera eucaristia se suele dar en el momento del bautismo a los ninos
bajo la especie del vino. Todo elio indica que comienzan a separarse
los ritos bautismales, rompiéndose asi el sistema iniciàtico que habia
prevalecido hasta entonces.
En cuanto a la teologia bautismal, fue una de las màs desarrolla- das
ya en la època patristica (Ambrosio, Agustin, Juan Crisòstomo, Cirilo
de Jerusalén, Teodoro de Mopsuestia, el Pseudo-Dionisio, Ildefonso de
Toledo, Isidoro de Sevilla...), aunque su sistematiza- ción mas piena
llegó con la Edad Media (Pedro Lombardo, Hugo de San Victor, Tomàs
de Aquino). Después se desarrollarà con las controversias suscitadas
por los reformadores y con la doctrina del concilio de Trento,
perdurando hasta el momento de la renovación de antes y después del
Vaticano II.
También los planteamientos pastorales han sido muy diversos a lo
largo de la historia. En los primeros siglos lo importante era la
conversión de los paganos y el catecumenado; en la Edad Media, una
vez aceptada la necesidad del bautismo, se extendió la preocu- pación
Semejanzas y diferencias 131
porque todos fueran bautizados, ya que de elio dependia la salvación
eterna. Con la reforma se plantea de manera insistente la relación fe-
bautismo y la necesidad de bautizar a los ninos. En el tiempo de la
primera evangelización de América destaca también el llamado
«conflicto bautismal» sobre si hay que bautizar cuanto antes, aunque la
fe y preparación sean minimas, o si se debe retra- sar el bautismo para
una mejor preparación.
En el momento actual, la pastoral bautismal cobra nuevos acen- tos:
porque muchos padres, incluso católicos, relegan el bautismo de sus
hijos; porque, para muchos, el bautismo no es considerado necesario
para la salvación; porque se exige una mayor preparación; porque a
menudo no hay esperanza fundada de una cducación en la fe; y, en fin,
porque se aboga por instaurar el catecumenado, y se replantea todo el
sistema de iniciación.
b) Confirmación
La confirmación tiene una evolución histórica muy especial. Al-
gunos afirman que «ha sido desde siempre un sacramento en busca de
identidad propia», pues se le han discutido casi todos los ele- mentos
que constituyen un sacramento: su institución por Cristo, su
sacramentalidad, su origen en un rito separado del bautismo, la materia
y la forma del sacramento, su contenido teològico y sus efectos de
gracia, la edad del sujeto o momento vital en el que hay que celebrarlo,
incluso el ministro que debe administrar el sacramento 175.
33. Por su importancia recogemos aqui el texto fundamental: «Después del balio
(del bautismo), llevamos al que ha venido a creer y adherirse a nosotros a los que se
134 Historia y teologia comparatiti de los sacramentos
llaman hermanos, en el lugar donde se tiene la reunión, con el fin de hacer preces en
comùn por nosotros mismos, suplicando se nos conceda, ya que hemos conocido la
verdad, mostramos hombres de recta conducta en nuestras obras y guardadores de lo que
tenemos mandado, para conseguir asi la salvación eterna. Al fin de las oraciones nos
damos el beso de paz. Luego se presenta pan y un vaso de agua y vino al que preside de
los hermanos, y él, tomàndolos, tributa alabanzas y gloria al Padre de todas las cosas por
el nombre del Hijo y del Espiritu Santo, haciendo una larga acción de gracias por
habemos concedido estos dones que de él nos vienen. Cuando el presidente ha terminado
las oraciones y la acción de gracias, todo el pueblo presente asiente diciendo ‘Amén’, que
en hebreo significa ‘Asi sea’». Y cuando el presidente ha dado gracias y todo el pueblo
ha hecho la aclamación, los que llamamos ministros o diàconos dan a cada uno de los
asistentes algo del pan y del vino y agua sobre el que se ha dicho la acción de gracias, y
lo llevan asimismo a los ausentes... Porque esto no lo tomamos como pan comùn ni como
bebida ordinaria, sino que asi como nuestro salvador Jesucristo, encamado por virtud del
Verbo de Dios, tuvo carne y sangre por nuestra salvación, asi se nos ha ensenado que en
virtud de la oración del Verbo que de Dios procede, el alimento sobre el que fue dicha la
acción de gracias -del que se nutren nuestra sangre y nuestra carne al asimilarlo- es el
cuerpo y la sangre de aquel Jesus encamado. Y, en efecto, los apóstoles en los Recuerdos
que escribieron, que se llaman Evangelios, nos transmitieron que asi les fue mandado,
cuando Jesus tomo el pan, dio gracias y dijo: ‘Haced esto en memoria mia’... Y nosotros,
después, hacemos memoria de esto constantemente entre nosotros, y los que tenemos
algo socorremos a los que tienen necesidad, y nos ayudamos unos a otros en todo
momento. En todo lo que ofrecemos bendecimos siempre al Creador de todas las cosas
por medio de su Hijo Jesucristo y por el Espiritu Santo». Cf. J. Solano, Textos
eucaristicos primitivos, Madrid 1952, 57-67, donde pueden encontrarse numerosos
testimonios al respecto.
34. Cf. Hipólito de Roma, La Tradición apostòlica, Salamanca 1985.
35. Cf. E. Bourque, Etude sur les sacramentaires romaines I, Città del Vaticano
1949; II, Quebec-Presses Universitaires Lavai 1952, Città del Vaticano 1960. privadas,
disminuye la participación del pueblo al no entender el latin y aumentan
las explicaciones alegóricas de cada rito. En tomo al siglo XI se da la
unificación del rito romano y su imposición en todo Occidente. La
protesta de los reformadores ante ciertos abusos de las «misas
privadas» y los estipendios motivarà la reacción del concilio de Trento.
El misal de Pio V (1570) corregirà algunos abusos y fìjarà el rito
obligatorio para toda la Iglesia. Es el rito que ha prevalecido hasta la
reforma del concilio Vaticano II176.
Pero es evidente que, junto a està evolución histórico-ritual, se da
también una evolución teológico-pastoral de la eucaristia. De una
celebración mas espontànea y creativa en los primeros siglos, se pasa a
una «norma celebrandi»; la riqueza de signos que expresan la
eclesialidad eucaristica (fermentum, tituli, stationes, textos...)
disminuye al aumentar las comunidades y el clero; la participación del
pueblo, antes mas consciente y activa dada su comprensión de la
lengua, va disminuyendo y variando; la conciencia comunitaria da paso
177 Cf. una si'ntesis de està evolución en D. Borobio, La liturgia eucaristica desde
el siglo IVal Vaticano II, Madrid 1986.
136 Historia y teologia comparatiti de los sacramentos
d) Penitencia
178 Recuérdense los textos de Mt 15, 15-18; 16, 19; Jn 20, 21-23; Le 24, 47; Le 15.
Las palabras que recogen estos textos indican claramente que «Jesùs confiere a los
apóstoles una autoridad global y generai para perdonar los pecados y fundan el
sacramento en la propia persona de Jesùs. El dato es esencial. Lo que no hacen, sin
embargo, es anunciar la figura que adoptarà la disciplina cristiana de la penitencia.
Podemos, por tanto, considerarlas màs propias de Cristo fundamento del sacramento en
su misterio pascual y portador del perdón universal, que del Cristo estrictamente
fundador»; B. Sesboué, lnvitación a creer, 266-267.
Semejanzas y diferencias 137
Està forma o estructura de penitencia, sin embargo, sufrió una
evolución importante a lo largo de la historia, hasta el punto de que
algunos hablan de «tràgica historia de la penitencia»179 180. Los cambios
179 Es en este contexto donde hay que interpretar pasajes tan importantes como Mt
18, 15-18: «Si tu hermano peca... porque lo que atéis en la tierra sera atado en el cielo...».
O el de Jn 20, 21-23: «Recibid el Espiritu Santo. Aquienes perdonéis los pecados les
quedan perdonados; a quienes se los retengàis les quedan retenidos». Los términos «atar-
desatar» o «retener-perdonar» significan, segun la exégesis actual, el acto por el que se
«pone al margen» a un miembro de la comunidad, se le separa de ella o se le «excomulga»
(atar), con vistas a reintegrarlo, por otro acto correspondiente, en la comunión perdida,
«levantàndole la excomunión» y las obli- gaciones que sobre él pesaban (desatar). Parece
que està era la praxis o el proceder de la comunidad cristiana con los miembros que
cometian un pecado muy grave. Asi lo muestra el «caso del incestuoso» del que nos habla
1 Cor 1, 1-11.
180 Recuérdense al respecto las investigaciones histórico-teológicas de autores
como B. Poschmann, K. Rahner, E. Bourque, G. Galtier, C. Vogel, H. Karpp, etc. Cf.
mas bibliografia de caràcter histórico en D. Borobio, Lapenitencia en la Iglesia hispànica
del siglo ll'-l/ll. Bilbao 1978; C. Vogel, El pecadory la penitencia en la Iglesia antigua,
Barcelona 1967; Id., Le pécheur et la péniténce au Moyen-Age, Paris 1969; E. Bourque,
Histoire de lapéniténce - sacrement, Quebec 1947, 74-114.
138 Historia y teologia comparada de los sacramentos
tan radicales que han tenido lugar a lo largo de la historia respecto a las
costumbres, la valoración del pecado, la forma de expresar la
conversión, o de intervenir la Iglesia en el proceso penitencial...,
explican también los cambios habidos en las formas y estructuras de
penitencia. Baste recordar brevemente la evolución mas importante.
Entre los siglos III-VI predomina la llamada «penitencia canònica» o
«eclesiàstica», que se exige en caso de pecados graves («mortalia,
crimina»..Se llama «penitencia canònica» porque es aquella penitencia
oficial que se hace segùn lo establecido por los cànones de los concilios
y en la publicidad de la Iglesia, e incluye tres momentos constitutivos
del proceso penitencial: 1) la entrada en el «grupo de penitentes», que
suponia reconocer el estado de excomulgado; 2) La expiación
penitencial o cumplimiento de las penitencias impuestas, para expresar
la conversión; 3) la reconcilia- ción con la Iglesia, en el jueves o viernes
santo, por la que se ex- presaba la reconciliación con Dios.
Las caratteristicas bàsicas de està penitencia son: su unicidad (una
sola vez en la vida), su rigurosidad (se exigian penitencias muy duras),
su procesualidad (duraba largo tiempo), su excepcionalidad (solo se
concede a quienes pueden cumplirla), su publicidad (los pe- cadores
son identificados publicamente con ciertos signos).
Entre los siglos VII-XIII se desarrollan otras formas de penitencia,
entre las que destaca la llamada «penitencia tarifada», que consiste en
la «tasación» precisa de las penitencias que hay que cumplir por cada
pecado, después de una confesión detallada que se realiza ante el
sacerdote, guiado por los catàlogos que se proponen en los «libros
penitenciales» al uso en la Iglesia. La caratteristica mas relevante de
este tipo es la asignación de una «pena» particular a cada pecado y la
posibilidad de repetir la penitencia (frente al «una sola vez en la vida»
anterior). Los cambios son muy importantes: el ministro ya puede ser
el sacerdote; el proceso es privado; cobra mucha importancia la
confesión; se puede repetir...). No obstante, el proceso o estructura
fundamental permanecen: confesión, satisfacción o cumplimiento de la
penitencia, y reconciliación.
En los siglos XIII-XX se impondrà la «penitencia de confesión»,
porque el centro de la penitencia pasa a ser la confesión o declara- ción
orai de los pecados ante el sacerdote, unida a la absolución, an- tes de
que se cumpla la satisfacción u obras penitenciales, que ahora pasan a
segundo plano. Varias son las causas que contribuyeron a este cambio
Semejanzas y diferencias 139
decisivo; en particular, la dureza de las penitencias an- teriores, los
abusos de las «conmutaciones» (suplir una pena larga por otra màs
breve: diez anos por tres misas) y de las «redenciones» (hacer que otra
persona cumpla la penitencia por el interesado), el descuido o dificultad
de muchos penitentes para volver después de tiempo a recibir la
absolución... Està no fue, sin embargo, la ùnica forma oficial de
penitencia. Convivio con otras dos: la «peregri- nación penitencial»
(los peregrinos reciben una penitencia y son reconciliados al final de la
peregrinación) y la «penitencia publica solemne», que es administrada
por el obispo para el caso de pecados publicos escandalosos y se realiza
durante la cuaresma, ingresando el miércoles de ceniza y celebrando la
reconciliación el jueves santo. Perviven, corno se ve, las formas
antiguas de penitencia.
Con el concilio de Trento desapareceràn estas formas y pràctica-
mente se impondrà la llamada «penitencia privada» corno ùnica forma,
que permanece hasta nuestros dias y que hemos venido a llamar
«confesión», porque es el acto al que màs importancia se le da. Ha
habido que esperar al concilio Vaticano li para que se renovara la
misma concepción y forma del sacramento, dando lugar a lo que se
puede llamar «estructura de reconciliación penitencial», porque en ella
se valora de modo equilibrado la acción perdonadora de Dios, la
mediación de la Iglesia, y la participación del penitente. Los cam- bios
màs importantes son: la propuesta de varios nombres para el
sacramento181; la valoración de la dimensión eclesial del sacramento;
la importancia de la conversión; la importancia dada a la Palabra de
Dios; las diversas formas posibles de celebración; la renovación de
signos, fòrmula de absolución, textos oracionales.. , 182
En pocas palabras, la penitencia fue considerada verdadero sa-
cramento desde el principio, antes de que fuera proclamada oficial-
mente corno tal. Su evolución en ritos y estructura va acompanada
e) Orden
La Escritura no afirma explicitamente la sacramentalidad del orden.
Los datos que ofrece el Nuevo Testamento se encuentran dispersos, no
son uniformes, y responden a diversos momentos o fases y situaciones
de la comunidad apostòlica. Pero està darò que tiene su origen en el
envio del mismo Cristo. Cristo es el verdadero enviado o apóstol del
Padre para nuestra salvación. Elige a sus apóstoles y los asocia a su
obra, preparando la continuación de su misión y de su apostolado. Y
està continuación se encomienda de modo especial a los Doce (cf. Me
1, 16ss; 3, 13ss; 6, 7-13 y par.), a los que después se unirà también
Pablo (Gal 1, 17; 1 Cor 1, 10; 2 Cor 5, 20; 10, 8; 2 Tes 3, 6). Los Doce
estàn, pues, en el centro del proyecto de Jesùs (Mt 19, 28; Le 22, 28-
30; Me 3, 13-16), con la encomienda de una doble función: ser los
primeros eslabones con- tinuadores de la tradición que tiene su origen
en Jesùs; extender el Reino corno verdaderos servidores del evangelio.
Jesùs transmitió a los apóstoles la misión que él habia recibido del
Padre (Jn 17, 18; 20,21 ), y los dotò con autoridad (Mt 10,40; Le 10,
16), no solo para predicar, sino también para bautizar, continuar su
memoria por la eucaristia y perdonar los pecados (Mt 28, 19; Me 16,
16; Le 20, 19; 1 Cor 11, 24; Jn 20, 21; Mt 18, 18). La transmisión de
estas misio- nes y poderes sacerdotales de los apóstoles a otros sujetos
fue algo
184 Cf., como sintesis de estos aspectos, L. Ott, El sacramento del orden (Historia
de los dogmas, cuaderno 5), Madrid 1976; J. Delorme (dir.), El ministerio y los
ministerios segun el Nuevo Testamento, Madrid 1975; D. Borobio, Ministerio sacerdotal.
Ministerios laicales, Bilbao 1982.
bit) Historia y teologia comparada de los sacramentos
ensenanzas, les encomendó una misión de servicio en la ùltima cena,
fueron testigos de su muerte y resurrección, y a quienes prometió y
envió de modo especial su Espiritu (Jn 20, 21-23; Hch 2). La doctrina
clàsica vio en la ùltima cena el momento màs significativo de la
institución del ministerio sacerdotal; hoy se tiende a situar està
institución del sacramento en la totalidad de la acción de Jesùs respecto
a sus apóstoles. En nombre del Seflor Jesùs y en el poder del Espiritu
ejercieron los apóstoles la misión de la dirección de las comunidades,
por la palabra y los sacramentos. Y està misión se transmitió a sus
sucesores, de manera que se pudiera continuar la obra de Cristo y
cumplir con la misión por él encomendada. Es en este contexto donde
debemos situar las diversas figuras ministeriales que aparecen sobre
todo en Pablo y en las cartas pastorales: «apóstoles, profetas y
maestros» (1 Cor 12, 28), «evangelistas y pastores» (Ef 4, 11-12),
«presbi- teros y diàconos» (Flp 1, 1; 1 Tim 3, lss; 2 Tim 1, 6ss). Sin
dete- nemos en un anàlisis sobre el sentido especifico de estos términos
y lo que implican, digamos que el Nuevo Testamento habla expre-
samente de «episcopos», «presbiteros» y «diàconos», junto a otros
servicios o ministerios; y que elio manifìesta una estructura de di-
rección al servicio de la comunidad desde el principio. La variedad de
estructuras que a veces se manifìesta no impide el que siempre se
manifieste una relación entre los «algunos», que tienen la función del
servicio en la dirección, y los «todos», que son los miembros de la
comunidad en sus diversas situaciones185.
En cuanto a la sacramentalidad del ministerio ordenado, si bien en
la Escritura no aparece explicitamente afirmado, se le atribuye una
estructura claramente sacramentai (investidura espiritual, ritual y
social), y se le atribuye aquello que es propio de un sacramento (gracia
del Espiritu, misión eclesial y autoridad para cumplirla, rito especifico,
representación). Serà a partir del siglo XI cuando co- mienza a
reservarse la palabra «ordo» para indicar el sacramento que confìere
dignidad y poder para celebrar la eucaristia y cumplir la misión de la
Iglesia. Los grandes escolàsticos (san Buenaventu- ra, santo
Tomàs...)186 explican su sacramentalidad porque en él se confiere està
185 Cf. J. Delorme (dir.), El ministerioy los ministerios segun el Nuevo Testamento',
B. Sesboiié, Invitación a creer, 335-356.
186Cf. STh suppl., q. 34, a. 3; q. 35, a. 2 resp.; q. 37, a. 1. Cf. sobre todo elio L. Ott,
El sacramento del orden, 88ss; D. Borobio, Ministerio sacerdotal. Ministerios laicales,
220-230.
Semejanzas y diferencias 143
gracia y se capacita para la administración de los demas sacramentos.
Y tiene de peculiar que se extiende a los diversos grados reconocidos:
los llamados «ordines maiores» (diacona- do, presbiterado y
episcopado), y a los llamados «ordines minores» (acolitado,
lectorado...). Los concilios de la època y posteriores no dudaràn en
reconocer y defender està sacramentalidad187.
Pero el ministerio sacerdotal ha vivido también una evolución
histórica peculiar. De una concepción fundamentalmente eclesial y
comunitaria (cf. elección de obispos), se pasó (sobre todo a partir de la
«vuelta constantiniana») a una visión mas jaràrquica, en la que el
obispo destaca corno quien preside la comunidad; los presbiteros
forman una especie de «senado» alrededor del obispo, aunque cada vez
van teniendo mas autonomia; y los diàconos aparecen corno los
«intermediarios» entre el obispo y los fieles. Poco a poco se da un
proceso llamado de «judaización», que separa o segrega el ministro
sagrado del pueblo; un proceso de «dogmatización», que absolu- tiza
una determinada estructura y forma ministerial; y un proceso de
«dignificación», que insiste en el «poder» y en la «dignidad» del
sacerdote. Durante la Edad Media se produce una cierta sepa- ración
del sacerdote respecto a la comunidad, al acentuarse la «au- toridad»
que lleva consigo el sacramento del orden, la dependencia de los
clérigos de un protector (feudalización), su cierta autonomia respecto
al obispo (dada la multiplicación de parroquias y clérigos) y, sobre
todo, al acentuarse cada vez màs su función sagrada y «sacerdotal». Los
presbiteros son ordenados ciertamente para estar al servicio de la
comunidad, pero ante todo para celebrar la eucaristia. Esto, unido a
otros fenómenos que se dieron sobre todo a partir del siglo XI, llevó a
una eucaristización abusiva del ministerio, dando lugar a los «monjes-
sacerdotes» que celebran diariamente la misa (lo que no sucedia antes);
a la multiplicación de misas privadas por difuntos, penitentes... de los
llamados «sacerdotes-lectores» o alta- ristas; y, en definitiva, a una
separación del pueblo.
La època de la gran escolàstica (siglos X1I-XIII) supuso, ade- màs
de la explicitación de la sacramentalidad del ministerio con sus diveros
«órdenes» o grados: la profundización en la relación sacramento y
f) Unción de enfermos
188 Santo Tomàs afirma al respecto en STh 3, q. 65, a. 3: «Manifestimi est enim
quod sacramentum ordinis ordinatur ad eucharistiae consacrationem». Cf. Y. M. Congar,
Corpus mysticum. L’eucharistie et l’Eglise au Moyen-Age, Paris 1949
Semejanzas y diferencias 145
Como hemos dicho, el origen del sacramento hay que buscarlo no
tanto en unas palabras explicitas de institución, cuanto en el ministerio
permanente de acogida, curación y salvación integrai de las personas
enfermas que realizó Jesùs. Los evangelios no transmiten un acto
institucional que provenga de Jesùs. Pero Jesùs se manifies- ta, también
en este caso, corno el verdadero «fundamento» de lo que la Iglesia
llamarà «sacramento de la unción de enfermos».
Jesùs es el verdadero cumplidor de las promesas mesiànicas de
liberación de la enfermedad y el dolor, con sus palabras y sus obras,
con su vida, muerte y resurrección (Jer 33, 6ss; Is 35, 5-6; Mt 11, 3-6;
Le 4,21). Jesùs es acogedor y amigo de los enfermos, a los que se
acerca, por los que ora, a los que escucha y consuela, y a los que saca
de su marginación y de su soledad (Mt 11, 24; 6, 9-13; Le 11, 2-4...).
Jesùs es mèdico integrai, que cura de las enfermedades y libera del
demonio y del pecado (Me 8, 10; Jn 9ss). Él cura al hombre de todas
sus enfermedades: la fisica, la psiquica, la moral, la espiritual (Me 2, 5;
Jn 9, 35-40...). Por eso, al mismo tiempo que sana el cuerpo, libera de
los demonios, perdona los pecados, saca de la angustia y la
marginación, integra en la vida social y religiosa de la comunidad... (Le
5, 17-26; 10, 29-37)189 190.
189 Cf., sobre todo, Presbyterorum Ordinis, 12. También los documentos mas
recientes, corno Christifideles laici', Pastores dabo vobis; Catecismo de la iglesia
católica... No pretendemos ahora desarrollar todos estos aspectos. Cf. J. Frisque- Y. M.
Congar, Los sacerdotes, Madrid 1969; S. Dianich, Teologia del ministero ordinato. Una
interpretazione ecclesiologica, Roma 1984; D. Borobio, Ministerio sacerdotal.
Ministerios laicales, 207ss.
190 Cf. M. Gesteira, «Christus medicus». Jesùs ante elproblema del mal'. Revista
Espanola de Teologia 51 (1991) 253-300, aqui 226-227.
bit) Historia y teologia comparada de los sacramentos
nueva a toda la creación... Estas son las senales que acompanaràn a los
que crean: en mi nombre expulsaràn demo- nios, hablaràn lenguas
nuevas... impondràn las manos a los enfermos y se pondràn bien» (Me
16, 15-17). La obra de Jesùs con los enfermos debe continuarse en la
Iglesia. Y està continuación se realiza de tres maneras: 1) de modo
extraordinario por las curaciones que realizan los mismos apóstoles
(Hch 2-3); 2) de modo ordinario, por los carismas y dones de curación,
que desarrollan las personas que se dedican a la atención a los enfermos
(1 Cor 12, 7-9.28-30), y asumiendo el propio sufrimiento unidos a la
pasión de Cristo (Col 1, 24); 3) y de modo sacramentai, corno lo
expresa el testimonio de la Carta de Santiago 5, 13-16, segùn el cual en
la situación de enfer- medad se llama a los presbiteros, para que oren
sobre el enfermo y le unjan, de modo que la oración de la fe lo alivie,
lo salve y, si es necesario le perdone los pecados.
A partir del siglo III abundan los testimonios de còrno la Iglesia
cumple està misión: visitando, asistiendo, orando por los enfermos y
ungiéndolos; bendiciendo el óleo y aplicàndolo en las diversas
situaciones de enfermedad, no necesariamente situaciones graves o
extremas191; y atribuyendo a estas unciones no solo un efecto espiritual,
sino sobre todo un efecto corporei o de curación y sanación. Un aspecto
que resaltar es que, al menos desde los siglos III-Vili, aunque quienes
bendicen el óleo tan solo pueden ser el obispo y los sacerdotes, quienes
lo aplican a sus enfermos pueden ser también los laicos. Esto cambiarà
a partir de ese momento debido a una ela- boración de rituales de la
unción, que solo conocen y aplican los sacerdotes, ya que la unción
aparece muy unida al sacramento de la penitencia; y como este se relega
al final de la vida y la absolu- ción està reservada al ministro ordenado,
se comienza a reservar la unción también al ùltimo momento de la vida
(«in extremis»), de donde el nombre de «extremaunción». Los teólogos
escolàsticos, como Pedro Lombardo, Tomàs de Aquino, Buenaventura,
Duns Es- coto..., interpretaràn el sentido del sacramento como un
fortaleci- miento espiritual en vistas al perdón del pecado y ùltimo
combate, y como preparación a la gloria. Tal interpretación prevaleció
hasta el Vaticano li, que con la reforma litùrgica y el nuevo ritual
renovarà no pocos aspectos, como el nombre (màs bien ya «unción de
191 Cf. las fuentes con sus textos en A. Chavasse, Etude sur l ’onction des infir- mes
dans l’Église latine du IIIauXIsiècle, Lyon 1942; C. Ortemann, El sacramento de los
enfermos, Madrid 1972.
Semejanzas y diferencias 147
enfermos»), los sujetos (los «gravemente enfermos»), el nùmero de un-
ciones (ahora no cinco sino dos: en la frente y las manos), los textos
(oraciones, bendición, fòrmula) y, sobre todo, su interpretación cris-
tológica, eclesiológica y pastoral. De hecho, es el ùnico ritual que lleva
por titulo «Ritual de la unción y de la pastoral de enfermos»192.
En conclusión: también en està evolución y configuración his-
tórica vemos peculiaridades que no se dan en otros sacramentos, como
son: el que su origen se fundamenta màs en la misión y comportamiento
de Jesùs con los enfermos, que en unas palabras explicitas suyas; el que
se afirma que Santiago fue quien lo «promulgò»; el que la unción fuera
un rito comùn para todo tipo de enfermedad durante los primeros
siglos; el que pudieran aplicarlo los mismos fieles, bien como unción o
como bebida; el que luego en la Edad Media se «clericalizara» (solo lo
pueden administrar los sacerdotes) y «espiritualizara» (se insiste màs
en el perdón que en la curación corporei) y «extremizara» (se relega
hacia el final de la vida), debido a unas circunstancias pastorales y a
una interpretación teològica. Una vez màs, todo elio es prueba de la
importanza de la «analogia sacramentai» como principio interpretativo
de los sacramentos de la Iglesia.
g) Matrimonio
El matrimonio tiene su origen en Dios creador. Y es, por tanto, una
vocación inserita en la condición humana desde el principio. Pero la
institución matrimoniai se ha desarrollado y confìgurado de muy
diversa manera, segun las costumbres y usos de los pueblos. También
el matrimonio entre cristianos ha vivido una evolución importante, en
la que hay que tener en cuenta la influencia de la tradi- ción judia, la
cultura grecorromana y las costumbres de los pueblos germànicos 193.
Como ya indicamos en su momento, no se encuentran en el Nuevo
Testamento datos explicitos sobre su sacramentalidad (cf. Ef 5, 1-32),
y tampoco sobre la forma de celebración. Los cristianos se casan corno
1. Doctrina comùn
En principio, es preciso reconocer que la estructura del sacramento
ha sido entendida de modo diverso a lo largo de la historia, si bien
siempre se han afirmado de la misma dos elementos fundamentales: el
signo extemo y la palabra. Baste un breve recorrido.
La Escritura no explica de modo sistemàtico està estructura, pero
en ella aparece una constante: la palabra va unida a los signos, y los
signos van unidos a la palabra. Tal sucede, por ejemplo, en el caso de
la primera predicación de Pedro (Hch 2, 37-38), en el bau- tismo del
eunuco (Hch 8, 26ss), en la curación del paralitico (Mt 9, 1-8), en la
Semejanzas y diferencias 151
misión final (Mt 28, 18-20), en la atención a los enfermos (Sant 5, 13-
16). Màs aun, en el caso del bautismo, la eucaristia y la penitencia, se
une explicitamente la palabra de gracia con el signo externo (Mt 28, 18-
20; Hch 2, 37-41; 18, 15-18; Le 22, 7-20; cf. Mt26, 17-29;JVlc 14, 12-
25; 1 Cor 11, 23-26, etc.).
Ya desde el principio, los Padres de la Iglesia habian del bautismo
y de la eucaristia incluyendo estos dos elementos: la palabra que se
predica y se cree, y el signo que manifìesta de modo visible la presencia
y acción de Dios. Asi se ve cuando Justino (siglo 11) nos refiere còrno
se celebraba la eucaristia; o cuando Hipólito de Roma, en la Tradición
apostòlica, nos explica còrno se preparaba y celebraba el bautismo; o
cuando Origenes nos dice còrno se in- tegran en el proceso bautismal
la catequesis, la fe y el rito195. Pero sera san Agustin quien nos explique
en qué consiste el «signum sacrum» o la estructura del sacramento: «Se
llaman sacramentos porque en ellos una cosa es lo que se ve y otra lo
que se entiende. Lo que se ve tiene figura corporei, lo que se entiende
supone un finto espiritual»196. Se trata de una estructura fundamental y
global, que consta de lo que se ve y de lo que no se ve, de lo corporei y
de lo espiritual. En concreto, en qué consiste eso que «se ve», es decir,
el signo extemo? Este se compone de dos partes fundamentales: el
«elementum» material y el «verbum» explicativo, formando una
unidad, hasta el punto de que él lo llama «visibile verbum». Por eso
dice: «Accedit verbum ad elementum et fìt sacramentum», se une la
palabra al signo externo y tenemos un sacramento 197. En él y por él se
concentra la fe de la Iglesia y del sujeto, y se actualiza y participa la
salvación de Cristo en el Espiritu198.
Màs tarde, los escolósticos, si bien mantienen està explicación,
también proponen una nueva terminologia que pretende explicitar mas
la estructura del signo. Asi lo hace Pedro Lombardo, quien ya no habla
de «elementum» y «verbum», sino de «verbum et res», entendiendo por
«res» el elemento sensible o extemo 199. Por su parte, Hugo de San
195 Cf. Fides sacramenti. Sacramentum fidei, The Netherlands 1981; D. Bo- robio,
Qué es un sacramento, 456ss.
196 San Agustin, Sermo 272: «Ideo dicuntur sacramenta, quia in eis aliud vi- detur,
aliud intelligitur. Quod videtur speciem habet corporalem, quod intelligitur fructum habet
spiritualem».
197 Id., In ev. Johan. 80,3. Y en Contro Faustum 19, 16 dice: «Quid enim sunt aliud
quaeque corporalia sacramenta nisi quaedam quasi verba visibilia?».
198 Id., In ev. Johan. 80, 3.
199Pedro Lombardo, Sent. IV, d. 1, c. 5: «Duo autem sunt in quibus sacramentum
bit) Historia y teologia comparada de los sacramentos
Vl'ctor propone otro elemento esencial en la estructura: la misma
acción celebrativa o ritual. Por eso dice que la estructura del signo
consiste en «res» (elemento material), «facta» (acciones o gestos que
acompanan a la acción ritual), y «dieta» (fórmulas de bendición y
palabras que acompanan al sacramento) 200. Y el autor anònimo de la
Summa sententiarum dice expresamente: «El sacramento consiste en
tres elementos: cosas materiales, acciones y palabras. Cosas materiales
como el agua, el óleo o semejantes; acciones, como la inmersión, la
insuflación; palabras, como la invocación de la Trinidad»201. Màs tarde
(hacia la mitad del siglo XII: Hugo de San Cher), debido al influjo del
pensamiento aristotélico-hilemórfico, se irà imponiendo la distinción
estructural de «materia y forma», entendiendo por «materia» el
elemento sensible o material, y por «forma» las palabras que
acompanan a la materia en la celebración del sacramento. La
explicación màs completa al respecto nos la ofrece santo Tomàs, para
quien «materia» no es tan solo el elemento fisico (pan, agua), sino
también los actos por los que se aplica o la acción ritual que comportan;
y «forma» son las palabras que se pronuncian en està acción, como
elemento determinante o la «ratio significan- di» del sentido del
sacramento. Ambos elementos (materia y forma) constituyen una
unidad, de manera que el signo total o sacramento consiste en estos dos
elementos integrantes o constitutivos202. Màs aùn, estos grandes autores
escolàsticos (Alejandro de Hales, Alberto Magno, Tomàs de Aquino)
propondràn ademàs otra estructura, atendiendo màs al sentido o nivel
de significación que se implica en la misma «materia-forma»:
«sacramentum tantum» (signo extemo, en cuanto significante primero);
«sacramentum et res» (significante segundo, o elemento intermedio
entre el significante primero y el significado ùltimo); y «res
sacramenti» o «res tantum» (que es la ùltima realidad significada, la
misma gracia del sacramento, que no remite ya a una realidad
consistit, scilicet verba et res: verba ut invocatio Trinitatis; res ut aqua, oleum et
huiusmodi».
200Hugo de San Victor, De sacr 2,9, 1. 6: «In triplici materia omnia divina
sacramenta conficiuntur, scilicet in rebus, aut factis aut verbis».
201 Summa Sent. 4.1.
202 Santo Tomàs, STh 3, q. 60, a. 6, ad 2; 3, q. 60, a. 7, ad 3: «Respondeo di- cendum
quod, sicut dictum est, in sacramentis verba se habent per modum formae, res autem
sensibiles per modum materiae... cum igitur in sacramentis requirantur detcrminatae res
sensibiles, quae se habent in sacramentis sicut materia, multum magis requiritur in eis
determinata forma verborum».
Semejanzas y diferencias 153
203
ulterior) .
El concilio de Fiorendo (1439) seguirà proponiendo està es-
tructura de sacramento (materia y forma), anadiendo que para que haya
un sacramento se requiere ademàs la intervención del ministro
ordenado con la intención de hacer lo que hace la Iglesia 204. El concilio
de Trento, siguiendo està tradición e interpretación, ademàs de rechazar
las ensenanzas de los reformadores, que ponen el acento en la palabra
y la fe, pero minusvaloran el signo y el rito extemo, aunque no dedica
un canon expreso al tema, da por supuesta la estructura «materia y
forma»205.
Los teólogos postridentinos repiten y explican una y otra vez està
doctrina tradicional, anotando algunos aspectos interesantes al respecto
(R. Belarmino, F. Suàrez, J. Gonet, etc.). Buen ejemplo lo ofrecen los
autores de la llamada Escuela de Salamanca (Vitoria, Cano, Soto).
Baste el testimonio de Melchor Cano:
-El primer fundamento de su defìnición es que «los sacramentos con- sisten
en determinadas ceremonias sagradas, que se destinan a rendir culto a Dios»
(«Sacramenta esse quasdam sacras caeremonias, ad Dei cultum videlicet
pertinentes»)206.
-El segundo fundamento o cualidad del sacramento es que «encierre una
oculta y escondida significación» («Quod habeat occultam et recondi- tam
significationem»)207. Y este oculto significado se expresa por elementos
sensibles («res sensibilis») y palabras («verba»). Ni las palabras ni las cosas,
por si solas, hacen el sacramento. Estas explicaciones de Cano mues- tran no
solo que valora de modo equilibrado palabra y signo extemo en el sacramento,
sino también que destaca su caràcter de misterioso, en cuanto significa un poder
203 Santo Tomàs, Sent. IV, d. 4., q. 1, a. 4., qc. 2: «In quodlibet enim sacramento
novae legis est aliquid, quod est sacramentum tantum, et aliquid quod est res tantum, et
aliquid quod est res et sacramentum».
204DS 1312: «Haec omnia sacramenta tribus perficitur, videlicet rebus tan- quam
materia, verbis tanquam forma, et persona ministri conferentis sacramentum cum
intentione faciendi quod facit ecclesia: quòrum si aliquid desit, non perficitur
sacramentum».
205 DS 1671: «Nam praeterquam quod materia et forma, quibus sacramentis
essentia perficitur, longissime dissidet...».
206Relectio de sacramentis in genere (Salamanca 1551). La edición que em-
pleamos està prologada por A. P. Hyacintho Serry, Melchoris Cani Episcopi Cana-
riensis, ex ordine Praedicatorum Opera. In hacprimum editione clarius divisa, Matriti
1760. La «Relectio de sacramentis in genere», 491-528. En nuestro comentario, citamos
las pàginas correspondientes. Cf. D. Borobio, Sacramentos en generai. Bautismo y
confirmación en la Escuela de Salamanca, Publicaciones Universidad Pontificia,
Salamanca 2005.
207 Ibid., 493.
bit) Historia y teologia comparada de los sacramentos
y una gracia que supera lo sensible, y su dimensión analògica en cuanto existe
una desproporción entre signo y significado.
-El tercer fundamento o cualidad del sacramento es que son «signos
pràcticos de santificación, por cuanto se realizan o celebran para la santi-
ficación» («Sacramenta esse signa sanctifìcationis practica, quae scilicet ipso
usu adhibentur ad sanctificandum»), Es este un aspecto fundamental, pues no
se trata solo de que existan unas medicinas, sino de que estas se apliquen para
curar y santificar208. Teniendo en cuenta està compren- sión y resumiendo estos
tres fundamentos o notas, propone su definición conclusiva: «Sacramento es un
signo sagrado y oculto instituido para la santificación»209’.
La teologia actual, sobre todo a partir del Vaticano II, sin pres-
cindir de la doctrina tradicional de la estructura del sacramento, se
centra màs en una explicación interpersonal, poniendo de relieve la
intervención gratuita de Dios, por Cristo y el Espiritu; la me- diación
de la Iglesia, por su palabra y ministerios; y la actitud de acogida y
respuesta de fe del sujeto; todo lo cual se expresa en un signo extemo,
que desde la acción celebrativa implica una cierta adaptación a la
diversidad de circunstancias210. A elio han contribui- do de forma
especial la filosofia personalista, la renovación teològica y pastoral de
los sacramentos, unida a una comprensión màs dinàmico-celebrativa de
los mismos.
2. Diversidad de estructura signal
Si hasta ahora hemos destacado la doctrina comùn sobre la es-
tructura del signo sacramentai, ahora queremos fijamos en la diversidad
lògica de estructura del signo en cada uno de los sacramentos, de
manera que podamos percibir, a la vez que su riqueza, la necesidad de
aplicación dèi principio de analogia sacramentai.
a) Bautismo
208Santo Tomàs, STh 3, q. 60, a. 3. No està lejos està explicación de aquella que en
nuestro tiempo proponia el mismo K. Rahner, cuando definia también los sacramentos
corno «signos exhibitivos de la salvación». Cf. L. Leijssen, La contri- bution de Karl
Rahner (1904-1984) au renouvellement de la sacramentaire, en J. Lamberts (ed.),
Accents actuels en théologie sacramentaire, Leuven 1994, 84-102
209 Ibid., 493: «Est igitur sacramentum (ut haec tria principia complectamur)
sacrum et occultum signum ad sanctificandum institutum. In quem sensus illa de- finitio
est optima: sacramentum est sacrae rei signum».
210 Cf. D. Borobio, Qué es un sacramento, 464ss. En la misma linea E. Schi-
Uebeeckx, K. Rahner, L. M. Chauvet, H. Bourgeois, etc. Cf. J. L. Gutiérrez, Estructura
y configuración de los signos sacramentales'. Phase 306 (2011 ) 619-640.
Semejanzas y diferencias 155
Ya en la Escritura aparece con claridad que la estructura del sa-
cramento del bautismo consiste en el signo extemo del agua, unido a
una palabra de predicación y, màs en concreto, a una palabra unida al
mismo bario de agua: bien fuera «en el nombre del Senor Jesus», o «en
el nombre del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo» (Hch 2,38; 10, 48;
1 Cor 6, ll...;Mt28, 16-20; Me 16, 5-16). El mismo precedente del
bautismo de Jesus por Juan Bautista implica ya està estructura (Me 1,9-
11 y par.)211.
También es evidente còrno, a lo largo de la historia, ha sufri- do
diversas variaciones està estructura fundamental. En cuanto al mismo
signo extemo o agua y a la fòrmula o palabras que le acompanan: al
principio ya la Didajé (siglo II) indica las diversas posi- bilidades del
elemento «agua»: puede ser «agua viva» o corriente u otro tipo de agua;
puede ser caliente o fria; puede ser introdu- ciéndose en el agua o
derramando el agua sobre la cabeza; y debe hacerse vertiendo agua en
la cabeza tres veces, y pronunciando la fòrmula trinitaria 212.
Màs tarde, la Tradición apostòlica de Hipólito nos describirà con
detalle los ritos bautismales, y respecto al agua afirma:
En el momento en que el gallo cante, se orarà primero sobre el agua.
Està sera siempre el agua que corre en la fuente o la que baja de lo alto.
Pero si hubiera una necesidad permanente y urgente, se utilizarà aquella
que se encuentre... Cuando aquel que sera bauti- zado hubiera
descendido al agua, el que lo bautiza, imponiéndole la mano, le
preguntarà: «^Crees tù en Dios Padre Todopoderoso?».
Y él responderà: «Yo creo». Seguidamente (aquel que bautiza) te-
mendo la mano puesta sobre su cabeza lo harà por primera vez. A
continuación dirà: «Crees tù en Jesucristo, Hijo de Dios, que nació por
el Espiritu Santo de la Virgen Maria, que fue crucificado bajo Poncio
Pilatos, que murió y al tercer dia resucitó de entre los muertos; que subió
a los cielos y està sentado a la diestra del Padre; que vendrà a juzgar a
los vivos y a los muertos?». Y cuando él haya dicho: «Yo creo», sera
bautizado por segunda vez. Se le preguntarà a continuación: «/.Crecs en
b) Confirmación
Si la estructura del signo sacramentai es clara desde el principio en
el bautismo, no sucede lo mismo en la confirmación. El Nuevo
Testamento no habla de elio de forma directa, si bien hallamos in-
dicios que daràn base a una explicitación y concreción posterior. Jesus
habia prometido el Espiritu como fruto mesiànico de su re- dención (Jn
7,39; 14,16-17; 15,26-27; 20,22ss; Hch 1, 8; 2,23). Y està promesa se
cumple en el «pentecostés apostòlico» (Jn 19, 34) y en el «pentecostés
universal» (Hch 2, 1-42), pero también en la donación personal del
Espiritu a los bautizados, en orden a cumplir diversas fiinciones:
reveladora de la verdad de Cristo, santificadora por la nueva vida que
transmite, ascètica porque fortalece para com- batir contra el mundo y
la carne; testificante porque capacita para ser testigos, y eclesial por la
gracia y compromiso en la edificación de la Iglesia. Està donación
aparece unida a varios signos: el del agua en el «bautismo en el agua y
el Espiritu» (Hch 2, 38-41), el de la «unción» a manera de «sello» (2
Cor 1, 21-22) y sobre todo el de la «imposición de manos» (Hch 8, 14-
17; 19, 1-7). De estos textos no se puede deducir de modo explicito ni
que se fiate de un sacramento, ni menos una estructura del signo
sacramentai220. Pero
221De hecho los papas y concilios de la Edad Media se esforzaràn en unir los tres
ritos. Asi Inocencio III dice: «Per frontis chrismationem manus impositio designatur,
quae nomine dicitur confirmatio, quia per eam Spiritus Sanctus ad augmentum datur et
robur», Ep. «Cum venisset» adBasilium archiep. Trinovitanum (27 febrero 1204). E
Inocencio IV afirmarà: «Soli autem episcopi consignent chrismate in frontibus
baptizatos, quia huius unctio non debet nisi per episcopos exhiberi. Quoniam soli
apostoli, quorum vices gerunt episcopi, per manus impositionem, quam confirmatio vel
frontis chrismatio repraesentat, Spiritum Sanctum tribuisse leguntur», Ep. «Sub
catholicae professione» ad episcopum Tusculanum, Ap. Sedis legatum apud Graecos (4
marzo 1254); DS 1318.
222 Sobre este punto, cf. L. Ligier, La confirmation. Sens et conjoncture oecu-
menique hier et aujourd’hui, Paris 1973; Id., La confirmation en Orient et en Oc- cident.
Autour du nouveau Rituel Romain'. Gregorianum 53 (1972) 267-321; B. Kleinheyer,
Sakramentliche Feiern. I. Die Feiem der Eingliederung in die Kirche, Regensburg 1989,
19 lss.
223 Cf. E. Llopart, Les formules de la confirmatio en el Pontificai Roma, Mont-
serrat 1958.
224 C. Vogel-R. Elze (eds.), Le Pontificai romano-germanique II, 109-110. Cf. D.
Borobio, La iniciación cristiana, 454-455.
225 Ordo confìrmationis, Città del Vaticano 1972.
Semejanzas y diferencias 161
226
historia. El resultado ha sido debatido por algunos autores , ya que
por una parte se mantiene una primera imposición de manos antes de la
confirmación, diciendo que està no pertenece a la esencia del rito
sacramentai ni a la vàlida colación del sacramento 227. En cambio,
cuando se refiere a la segunda imposición de la mano, que se hace a la
vez que se unge,con el crisma y se signa al confirmando, se reconoce
su pertenencia a la esencia del sacramento: «El sacramento de la
confirmación se confiere mediante la unción con el crisma en la frente,
que se hace con la imposición de la mano, y mediante las palabras:
‘Recibe por està senal el don del Espiritu Santo’» («Sacramentum
confirmationis confertur per unctionem chrismatis in fronte, quae fit
manus impositione, atque per verba: ‘Accipe signa- culum doni Spiritus
Sancti’»). Y luego explica que està unción con el crisma viene a ser la
imposición de manos, «porque se trata de un contacto de la mano con
la cabeza del confirmando228. Por tanto, se destaca la unción con el
crisma en la frente corno signo màs propio, a la vez que se integran en
este signo la imposición de la mano y la signación. En cuanto a la
fòrmula, corno se ve, se explicitan mejor el don del Espiritu Santo junto
con la «serial» en forma de cruz, que resalta el caràcter, a la vez que
recuerda el compromiso de testimonio en el presente, y su dimensión
escatològica de futuro 229.
c) Eucaristia
En el caso de la eucaristia aparece darò, ya desde el Nuevo Tes-
tamento, cuàl es el signo fundamental, segùn los relatos de la institución
en la ùltima cena: Me 14,22-24; Mt 26, 26-28; Le 22, 19-20; 1 Cor 11,
23b-25. Sin embargo, parece que se dio una evolución en su contexto y
estructura en las primeras comunidades: habria pasa- do poco a poco
de la «fracción del pan» a la «eucaristia», segun este proceso: a)
230 Cf. D. Borobio, Eucaristia, Madrid 2005, 183-208: «La eucaristia, ban- quete
fraterno».
231 Cf. J. Ch. Didier, De l’Eucharistie. Pain et vin matières de l’Eucharistie: Esprit
et Vie (1979) 439-442; J. Rebok, Pan y vino: simbolos eucaristicos por excelencia'.
Didascalia 343 (1981) 18-29; J. Aldazàbal, La Eucaristia, Barcelona 1999, 290ss.
232 Con un amplio comentario en J. Aldazàbal, La eucaristia, 139-147.
Semejanzas y diferencias 163
Oriente siguen celebrando la eucaristia con pan,fermentado.
Respecto a la mezcla de un poco de agua en el vino, era ya en
tiempos de Cristo una costumbre generalizada, quizàs porque el vino
que se elaboraba resultaba demasiado fuerte. Los cristianos siguieron
està costumbre, corno afirma Justino, a mediados del siglo II. Pero
pronto se le atribuyó a està mezcla un sentido simbòlico: a Cristo, que
es el vino, se le une inseparablemente la humani- dad, que es el agua,
corno afirma san Cipriano; o bien, la ofrenda de la Iglesia se une a la
ofrenda de Cristo. Pan y vino, elaborados con los granos de trigo y de
uva, dispersos por los campos, seràn también simbolo de la comunidad
eclesial (cf. Didajé).
En la Edad Media tuvieron lugar algunas intervenciones del
magisterio, en orden a aclarar algunos puntos que generaron con- flicto.
Asi, en 1202 el papa Inocencio III distingue, aplicando la estructura de
sacramento escolàstica, entre «forma visibilis» (que son el pan y el
vino: «sacramentum et non res»), «veritas corporis» (que son el cuerpo
y la sangre de Cristo: «sacramentum et res»), y «virtus spiritualis» (que
es la unidad y la caridad eclesial: «res et non sacramentum») (DS 783).
El concilio de Florencia, en el siglo XV, en el decreto para los armenios,
explica ampliamente la «materia» de la eucaristia: pan y vino que se
mezcla con un poco de agua; la «forma», que identifica con las palabras
de Cristo sobre los elementos en la ùltima cena; y el «efecto» de la
eucaristia en el que la recibe, que no es otro que la unión con Cristo. El
efecto que los elementos materiales producen en el plano corporei es
analògicamente el mismo que producen en la vida espiritual: alimento
y sustento que repara, deleita y fortalece (DS 1320-1322).
El concilio de Trento tuvo que tratar el tema de las dos especies,
pan y vino, en la eucaristia ante el ataque de los Reformadores, que
defendian que, para que la misa fuera vàlida, era necesario que los fieles
participaran tornando ambas especies. El concilio defiende que la
Iglesia tiene poder para determinar, salvada la sustancia de la voluntad
de Cristo, los modos màs convenientes de celebrar los sacramentos. El
que en una època determinada la Iglesia aprobara la comunión bajo una
especie, no es una infidelidad a la sustancia del sacramento, ya que en
cada especie està el Cristo total (DS 1725- 1729). La estructura del
signo de la eucaristia no se discutirà después del concilio. El papa Pio
V publicó el misal (1570) que recoge la forma de celebrar la eucaristia
obligatoria para toda la Iglesia.
164 Historia y teologia comparada de los sacramentos
La ùltima concreción la encontramos ya en el nuevo misal romano
de 1970, fruto de la renovación del Vaticano II (OGMR 281- 285).
Respecto al pan, basàndose en «la naturaleza misma del signo... exige
que la materia de la celebración eucaristica aparezca verdaderamente
corno alimento». Y respecto al vino se afirma la importancia de
recuperarlo para la comunión, también de los laicos, «por razón del
signo», pues la comunión «tiene una expresión màs piena por razón del
signo, cuando se hace bajo las dos especies» (OGMR 240-241). La
comunión bajo la forma del vino nos permite recordar también, de
modo màs elocuente, que la celebración de la eucaristia es memorial
del sacrificio de Cristo en la cruz, ya que el vino nos remite a la sangre
derramada. Por otro lado, es indudable que, desde un punto de vista
antropològico, también es màs significativa la comunión bajo las dos
especies, ya que no solo nos remite a una necesidad humana de corner
y beber, o a la totalidad de un «convivio», sino que supone asimismo la
incorporación y participación màs piena en los elementos cósmicos, ya
transformados en el cuerpo y la sangre de Cristo, corno anticipo de una
transformación escatològica233. Por eso dice el nuevo Catecismo: «Al
convertirse misteriosamente en el cuerpo y la sangre de Cristo, los
signos del pan y del vino siguen significando también la bondad de la
creación. Asi, en el ofertorio damos gracias al Creador por el pan y el
vino, fruto del trabajo del hombre, pero antes, fruto de la tierra y de la
vid, dones del Creador» (CCE 1333)234. En los ultimos tiempos se ha
insistido en la importancia antropològica, familiar-social y hasta
«sagrada» de la comida fraterna o «convivio», cuando los alimentos se
toman compartiéndolos. La comida en comùn implica algo màs que
compartir los alimentos: implica la comunicación, el encuentro, la
solidaridad, la fraternidad, el compartir problemas y preocupa- ciones,
alegrias y esperanzas. Todo elio también se encuentra significado en el
banquete eucaristico.
Conviene decir algo ahora sobre la «forma» o las palabras que
d) Penitencia
Ademàs de la estructura interna del sacramento, que puede ex-
plicarse por una intervención, cada uno a su nivel y proporción, de
235 Cf. el nuevo mìsal romano, 3a edición tipica. Cf. A. Hanggi-I. Palli, Prex
eucharistica. Textus e variis liturgiis antiquoribus selecti, Freiburg 1968.
166 Historia y teologia comparada de los sacramentos
Dios, de la Iglesia y del penitente, es preciso que ahora atendamos a la
estructura extema del signo sacramentai. La pregunta que nos ha-
cemos es està: ^cómo se muestra, corno signo visible sacramentai, la
presencia y acción de Dios, de la Iglesia y del sujeto penitente?, (r,cuàl
es en concreto el signo sacramentai de la penitencia?
La Escritura no propone un signo extemo concreto, corno sucede
con el bautismo y la eucaristia. Continuando una praxis ya exis- tente
en el Antiguo Testamento, aunque con un nuevo contenido, los textos
fundamentales nos hablan de «atar y desatar» (Mt 16, 19; 18, 15-18) y
de «perdonar y retener» (Jn 20,21 -23), lo que vemos apli- cado en la
primera comunidad de Corinto, en el «caso del incestuoso» (1 Cor 5, 1-
13). Al parecer, el procedimiento que se seguia, en caso de un miembro
en pecado grave, es el que nos describe Mt 18, 15-18: «Si tu hermano
peca, vete y corrigele a solas tu con él...». Se trata, pues, de un proceso
que se expresa en una «estructura signal de exeomunión», implicando
tres momentos: separación del peca- dor de la comunidad, tiempo de
penitencia y conversión, acogida de reconciliación. Se entiende que en
este proceso intervienen los responsables de la comunidad
(«episcopoi», «presbiteroi»), en orden a discemir o juzgar la situación
de pecado y las manifestaciones de conversión por parte del pecador,
de manera que pueda recibir la reconciliación con Dios y con la Iglesia:
lo exige de modo coheren- te la aplicación de «atar o desatar», «retener
o perdonar» (Mt 18 y Jn 20). Sin embargo, no se indica un signo
concreto extemo que se pueda calificar de «materia» o de «forma» del
sacramento.
Semejanzas y diferencias 167
e) Unción de enfermos
El signo sacramentai de la unción, aunque no aparece determi- nado
por el mismo Jesus en su ministerio con los enfermos, si puede decirse
que se insinua, ya que Jesus realiza con ellos algunos ritos y los cura,
uniendo estos signos a su predicación y a la fe de los enfermos («Tu fe
te ha salvado»): él los acoge con la imposición de manos (Mt 8, 3 y par.;
19, 15; Me 6, 5; Le 4, 40), o tocàndolos con la saliva (Me 7, 32ss; Jn 9,
6), o ungiéndolos con óleo (Me 6, 13). Màs claramente aparece este
signo fundamental en la carta de Santiago (5, 13-16): en este texto no
solo se habia de la presencia de «presbiteros», sino también de «oración
sobre el enfermo», de unción con óleo, de actitud de fe, y de un efecto
curativo de està acción. El testimonio de Santiago da fe de una
estructura de signo sacramentai, con sus elementos esenciales: signo
sensible extemo, unido a una palabra u oración de fe, que conlleva un
efecto de gracia y sanación.
A partir del siglo 111 abundan los testimonios de còrno la Iglesia
cumple està misión: visitando, asistiendo, orando y ungiendo a los
enfermos; bendiciendo el óleo y aplicàndolo en las diversas situa-
ciones de enfermedad, sin que tengan que ser necesariamente gra- ves
o extremas240; y atribuyendo a estas unciones no solo un efecto
espiritual sino, sobre todo, un efecto corporei o de curación y sanación.
A decir verdad, el rito de la unción de enfermos se ha realizado a lo
largo de la historia bajo formas muy variadas: en casa o en la iglesia,
aplicado por los sacerdotes o incluso por los laicos, bendeci- do por el
obispo o (en casos mas excepcionales) por los sacerdotes; con pocas o
con un nùmero mayor de unciones. Un aspecto especial a resaltar es
que, al menos desde los siglos III-Vili, si bien quienes bendicen el óleo
solo pueden ser el obispo y los sacerdotes, quienes lo aplican a sus
enfermos pueden ser también los laicos. Esto cambiarà a partir de
240 Cf. las fuentes con sus textos en A. Chavasse, Etude sur l’onction des infirmes
dans l’Eglise latine du 111 auXIsiècle, Lyon 1942; C. Ortemann, El sacramento de los
enfermos, Madrid 1972.
172 Historia y teologia comparada de los sacramentos
entonces, momento en el que se redactan ritua- les de la unción que solo
conocen y aplican los sacerdotes, puesto que la unción aparece muy
unida al sacramento de la penitencia; y, corno este se relega al final de
la vida y la absolución està reservada al ministro ordenado, de ahi que
se comience a reservar la unción también al ùltimo momento de la vida
(«in extremis»), de donde el nombre de «extremaunción».
No se discute la estructura esencial del signo (óleo bendecido, unido
a una fòrmula), pero si se da una evolución, tanto en la fòrmula que
acompana a la aplicación, corno en el nùmero de unciones y las partes
del cuerpo que se ungen. Si al principio la fòrmula pudo ser «In nomine
Patris, et Filii et Spiritus Santi», luego pasarà a ser: «Ungo oculos tuos
de oleo santificato, ut quidquid inlicito visu de- liquisti, huius olei
unctione expietur»; y, finalmente, quedarà fijada asi: «Per istam sacri
olei unctionem et Dei benedictionem remittat tibi Dominus quidquid
deliquisti per.. .»241. En cuanto al nùmero de unciones, la pràctica
comùn fue la unción en los cinco sentidos del cuerpo, por los que
también se senalaba el posible pecado del sujeto enfermo: ojos, oidos,
nariz, boca, manos y pies242.
Està fòrmula, con leves variaciones y el mismo nùmero de unciones,
prevaleció hasta el concilio Vaticano II que, con la reforma litùrgica y
el nuevo ritual renovarà no pocos aspectos, corno: el nombre (màs bien
ya «unción de enfermos»), los sujetos (los «gravemente enfermos»), el
nùmero de unciones (no cinco, sino dos: en la frente y en las manos),
los textos (oraciones, bendición, fòrmula)
f) Matrimonio
Ya hablamos en otro momento de la configuración histórica del
sacramento del matrimonio. Ahora nos centramos en la estructura del
signo esencial, por el que se celebra el sacramento. Se ha de tener en
cuenta, no obstante, que se trata de una «estructura especial» por tres
razones: porque se trata de una celebración eminentemente familiar y
secular durante los primeros siglos; porque implica un proceso, que va
siendo acompanado de diversos signos -desposo- rios o esponsales y
contrato o compromiso formai-; y porque el signo esencial no supone
una materialidad sensible, al modo del bautismo o la eucaristia. En los
243 El titulo en latin es: Ordo unctionis infirmorum eorumque pastoralis cu- rae,
Vaticano 1972.
174 Historia y teologia comparada de los sacramentos
primeros siglos (al menos hasta el siglo V) los cristianos no conocieron
una celebración del matrimonio especifìcamente cristiana, aunque
desde muy pronto se introdu- jeran elementos de cristianización, debido
a que eran conscientes de «casarse en el Senor», y al deseo de que se
expresara «su eclesiali- dad» por la presencia solicitada del presbitero o
el obispo244.
De todos modos, en la Iglesia Occidental, debido sobre todo a la
influencia del derecho romano (si bien algunas costumbres va- rian en
las tradiciones galicana, hispànica y germànica), siempre se creyó que
el matrimonio estaba constituido por el consentimiento de las partes,
que comenzaba ya con los esponsales o desposorios, incluia los
documentos nupciales («tabulae nuptiales»), la constitu- ción de la dote,
la entrega de la esposa, y hasta la bendición del tàlamo («benedictio
thalami») y la consumación del matrimonio. En Hispania, en concreto,
también tienen gran importanza en la misma celebración otros ritos,
como la «velatio» y la entrega de las arras245. A partir del siglo V lo que
era una celebración familiar tiende a ser una celebración eclesial, no
solo porque comienza a ritualizarse litùrgicamente, sino también porque
comienza a exigirse que se celebre en la iglesia («in facie Ecclesiae»),
y porque cobra gran importanza la bendición de la esposa. Después de
Carlomagno (siglo X), la publicidad y la observancia del rito
eclesiàstico con la bendición de la esposa vienen a ser obligatorios, de
modo que se puedan evitar también los matrimonios clandestinos. Por
tanto, en Occidente lo verdaderamente constitutivo del sacramento es el
consentimiento, al que se une la bendición «in facie Ecclesiae», como
elemento màs secundario (cf. concilio Lateranense IV, en 1215).
Después se plantearà la relación entre consentimiento y consumación
del matrimonio, llegàndose con los grandes papas juristas (Alejandro
III, Gregorio IX), a una sintesis: el matrimonio es un sacramento ver-
dadero y vàlido solo y formalmente en virtud del consentimiento; pero,
mientras este sacramento no haya sido consumado por el acto carnai,
puede disolverse. El concilio de Trento (sesión 24), saldrà al paso de los
«errores» protestantes, afirmando no solo la sacramentalidad del
244 Cf. K. Ritzer, Le mariage dans les Eglises chrétiennes du Ier au Xle siede, Paris
1970; O. Mathon, Le marriage des chrétiens. I. Des origines au concile de Trente, Lille
1993.
245 D. Borobio, Inculturación del matrimonio. Ritos y costumbres matrimo- niales
de ayery de hoy, Madrid 1993.
Semejanzas y diferencias 175
matrimonio entre bautizados, sino también su indisolu- bilidad, asi
corno la exigencia de que se celebre en presencia de un ministro
(pàrroco y otro sacerdote designado) y dos testigos, con el fin sobre todo
de evitar los matrimonios clandestinos246.
Està vinculación entre contrato y sacramento quedarà expresada en
la forma litùrgica de la celebración que, segun el antiguo ritual, era asi:
después de preguntar sobre los posibles impedimentos y de cerciorarse
de que no hay, el sacerdote pi de el consentimiento matrimoniai de los
esposos con estas palabras: «N. (el esposo), i,quie- res recibir a N., aqui
presente, corno tu legitima esposa, segùn el rito de la santa madre
Iglesia?». Respuesta: «Si, quiero». Lo mismo dirigido a la esposa.
Para Espana se utilizaba el ceremonial del Manual toledano, que
tiene en su favor la aprobación generai implicita del Ritual (tit. Vili, c.
2, n. 6) y del Código Canònico (canon 1100). Después de una larga
exhortación a los contrayentes, se pide el consentimiento, co- menzando
por la esposa:
Senora N., (',qiieréis al senor N. por vuestro legitimo esposo y mando
por palabras de presente, corno lo manda la santa, católica y apostòlica
Iglesia romana? R. SI, quiero. qOs otorgàis por su esposa y mujer? R.
SI, me otorgo. (',L° recibls por vuestro esposo y marido? R. SI, lo recibo.
-Lo mismo dirigido al esposo. A conti- nuación el sacerdote, poniendo
la diestra del esposo sobre la diestra de la esposa dice-: Y yo, de parte
de Dios todopoderoso y de los bienaventurados apóstoles san Pedro y
san Pablo, y de la santa Madre Iglesia, os desposo, y este sacramento
entre vosotros confirmo, en el nombre del Padre, y del Hijo y del
Espiritu Santo. Amén.
109. Cf. L. Brandolini, L'evoluzione storica dei riti delle ordinazioni'. Ephe-
merides Liturgicae 83 (1969) 67-87.
110. Un buen resumen de està evolución en I. Ofiatibia, El sacramento del orden,
en D. Borobio (ed.), La celebración en la Iglesia II, Salamanca 1985, 595ss.
Semejanzas y diferencias \\ 179
249 Como bien dice el mismo autor I. Onatibia (ibid., 607) se dio durante està època
un proceso de «sacerdotalización», que llevó a considerar al presbitero o sacerdote (no
tanto al obispo) corno el «analogatum princeps» de los ministerios; a un recurso cada vez
mayor a las figuras del Antiguo Testamento, asimilando los ministerios cristianos a los
distintos grados que atendian al culto en el tempio de Jerudalen; y a una concepción cada
vez màs jeràrquica de los ministerios, distin- guiendo distintos grados.
250 Està es la defìnición que proponia Pedro Lombardo (Sent. IV, 24, 14), y que
aceptaràn la mayoria de los teólogos de la època (Alejandro de Hales, Alberto Magno,
Buenaventura, Tomàs de Aquino...): «Signaculum quoddam... quo spiritualis potestas
traditur ordinato et officium».
251 I. Onatibia, El sacramento del orden, 614-615.
ISO Historia y teologia compararla de los sacramentos
imposición de manos, vendrà a ser considerado como la «forma» del
sacramento.
Este ritual permanecerà casi sin cambios hasta la reforma de Pio XI1,
que en la constitución apostòlica Sacramentum ordinis ( 1947)252
declara: «La imposición de manos es la materia, y unica materia, de las
sagradas órdenes del diaconado, del presbiterado y del episco- pado; y
la forma, también ùnica, son las palabras que determinan la aplicación
de està materia, las cuales significan de manera univoca los efectos
sacramentales a saber, la potestad de orden y la gracia del Espiritu Santo-
y que en este sentido toma y utiliza la Iglesia». El Vaticano II, al revisar
el rito de la ordenación, vio necesario ana- dir, suprimir o cambiar
algunas cosas, que reclamaban también una nueva concreción de la
materia y la forma del sacramento253. En los tres casos (diaconado,
presbiterado, episcopado) la materia es la imposición de manos hecha en
silencio; pero la forma varia en cada caso. Para el diàcono es la piegaria
de consagración, en la que son esenciales estas palabras: «Envia sobre
ellos, Senor, el Espiritu Santo, para que, fortalecidos con tu gracia de los
siete dones, desem- penen con fidelidad su ministerio». Para el
presbitero también lo son las palabras de la piegaria de consagración,
entre las cuales son esenciales: «Te pedimos, Padre todopoderoso, que
confieras a estos siervos tuyos la dignidad del presbiterado; renueva en
sus corazones el Espiritu de santidad; reciban de ti el segundo grado del
ministerio sacerdotal y sean, con su conducta, ejemplo de vida». Para el
obispo la forma también consiste en las palabras de la piegaria de
consagración, entre las cuales son esenciales: «Infonde ahora sobre este
tu elegido la fuerza que de ti procede: el Espiritu de gobiemo que diste a
tu amado Hijo Jesucristo y él, a su vez, comunicò a los santos Apóstoles,
quienes establecieron la Iglesia como santuario tuyo en cada lugar, para
gloria y alabanza incesante de tu nombre».
252 AAS40(1948), 6.
253 Cf. el nuevo Pontificai Romano, Ordenación del obispo, de los presbiteros y de
los diàconos, Madrid 1998: constitución apostòlica, 17-19. Puesto que se trata de una
reforma que afecta a la esencia del signo sacramentai, va precedida de una constitución
apostòlica del papa Pablo VI. Esto se recogerà después en el rito concreto que se propone
en el Pontificai Romano.
Semejanzas y diferencias 181
En conclusión, de nuestro recorrido por la diversidad de «estructura»
del signo sacramentai en cada uno de los sacramentos, se deduce con
claridad que, dentro de la afirmación constante de una «materia» y una
«forma» corno elementos integrantes y necesarios del signo extemo, se
da una gran diversidad no solo en la evolución interna de està materia
y,forma en cada sacramento, sino también en lo que constituye està
realidad «material» y «formai» comparando los diversos sacramentos
entre si. La aplicación del principio de analogia sacramentai es una
realidad histórica eclesial, antes de ser una realidad temàtica y
explicitamente sistematizada.
Por otro lado, los sacramentos hay que entenderlos no solo corno
remedios contra el pecado, sino también corno disposiciones y gracia
para el perfeccionamiento de la vida cristiana en su proceso («Immo
sacramenta omnia formaliter distinguntur ex suis propriis
peculiaribusque effectibus»). De ahi los diversos efectos que se atri-
buyen a cada uno y por los que se distinguen, relacionàndolos con los
cambios o las etapas de la vida: a la generación se le atribuye el ser, el
cual se realiza en el bautismo; al crecimiento se le atribuye la cantidad,
lo que se expresa en la confirmación; al alimento se le atribuye la
conservación del ser, lo que se da en la eucaristia; a la enfermedad
responde la curación, que se logra por la penitencia; a la debilidad
responde el alimento o fortaleza, que se da por la unción; a la
propagación espiritual responde el sacramento del orden; y a la
procreación naturai por los hijos responde el matrimonio.
Por todo elio, en la vida espiritual se distinguen formalmente el
bautismo, la confirmación, la eucaristia, la penitencia y la extre-
maunción, el orden y el matrimonio.
Sicut enim in vita temporali alia est species motus, vel mutationis
generatio, qua adquiritur esse, et alia augmentatio, qua adquiritur
quantitas, et alia nutritio, qua conservatur esse, et alia sanitas, qua pellitur
morbos, atque alia vegetatio contra debilitatem valetudi- narii: sic in vita
spirituali formaliter distinguntur baptismus, con- firmatio, eucharistia,
poenitentia, et extrema unctio. Inter ordinis
260 D. Soto, ibid., 120, recoge exactamente lo que dice santo Tomàs: «Virtu- ti fidei
respondet baptismus contra culpam originalem. Spei vero extrema unctio contra veniales.
Charitati autem eucharistia contra malitiae poenalitatem, charitati contrariam. Sed ordo
coaptatur prudentiae contra poenam ignorantiae. Et iustitiae poenitentia contra peccatum
mortale. Temperantiae autem matrimonium contra poenam concupiscentiae. Ac demum
fortitudini confirmatio contra infirmitatem».
Semejanzas y diferencias 185
autem sacramentum et matrimonium, quòrum hoc ad procreandos
naturales filios, illud vero ad propagandos spirituales instituta sunt,
liquida est differentia'23.
Tertio denique inter tria illa priora manifestum est primum esse bap-
tismum, per quem fit regeneratio adquiriturque spirituale esse. Mox 261
confirmatio, per quam virtus augetur, roboratur et perficitur. Deinde
El tema està claro y no merece discusión. Entre estos tres ulti mos,
el bautismo es evidentemente el primero, pues sin él no se puede recibir
otro sacramento. Mas entre la confirmación y la eucaristia no existe un
orden fijo o necesario. Incluso puede recibirse la penitencia antes de la
confirmación y la eucaristia; también el matrimonio puede ser vàlido sin
eucaristia ni penitencia. En el orden de los tres sacramentos primeros se
tiene en cuenta el uso de la Iglesia primitiva que, cuando estaba presente
el obispo, confirmaba segui- damente al neòfita y después le daba la
eucaristia, sin exigir antes el sacramento de la penitencia, porque se
entendia que después de bautizado no habia cometido pecado mortai. Se
confunden, pues, los que hacen preceder el sacramento de la penitencia
al de la eucaristia. En cuanto a la colocación del matrimonio en ùltimo
lugar, no es porque carezca de importancia -es decisivo para la
generación y los hijos-, sino porque lo espiritual precede a lo naturai.
Tampoco aciertan los que afirman que el sacramento del orden deberia
ser el primero, ya que habilita al agente principal de las acciones sacra-
mentales. Pero el agente debe ser perfecto primero, para que pueda
perfeccionar a otros, por tanto se requiere que esté adomado ya con los
sacramentos que se orientan a la perfección del ser personal.
Màs importancia da Soto a la cuestión de si la confirmación debe
preceder a la eucaristia; su argumento es que la eucaristia es alimento
espiritual y, como tal, debe preceder a la confirmación, ya que el
alimento es causa del crecimiento. Ha habido dos sentencias importantes
al respecto: 1) la de Dionisio, que dice que la eucaristia puede preceder
a la confirmación; 2) la del Maestro de las Sentencias, que afirma que la
confirmación debe preceder a la eucaristia. Las dos sentencias pueden
sostenerse, pues si bien el alimento precede al crecimiento, como la
causa al efecto, también es cierto que para conservar este crecimiento se
necesita siempre el alimento'25.
En cuanto a la penitencia, es darò que solo debe preceder si hay
pecado mortai. Solo «per accidens» puede ser necesaria corno pre-
paración. El sacramento de la penitencia corno derecho divino solo ha
potest eucharistia praemitti confirmationi, ut Dyonisius facit, in libro Eccl. Hier.; et potest
postponi, sicut Magister facit in IV Sententiarum» (d. 2, c. 1; d. 8, c. 1)».
126. Ibid, 124.
127. Sobre todas estas cuestiones, cf. D. Borobio, La iniciación cristiana, Salamanca
1996, especialmente 386ss.
a) Bautismo
En el desarrollo del tema del sujeto del bautismo no nos vamos a
detener en los diversos aspectos canónicos o morales que se plantean,
I HI Historia y teologia comparada de los sacramentos
sino màs bien en la situación antropològica que viven los diversos
sujetos màs directamente afectados por el bautismo: ninos al poco
tiempo de nacer; ninos en edad catequética; jóvenes y adultos; y, de
manera diferente, los mismos padres y familia. Al hablar de «situación
antropològica» nos referimos a la posible experiencia humana, fami- liar,
eclesial y social; a la capacidad de comprensión desde la fe del
acontecimiento bautismal; a la capacidad de asumir lo que implica de
pertenencia eclesial y compromiso con la misión... que puede darse en
los diversos casos o sujetos bautismales.
No obstante, conviene recordar brevemente la normativa canònica al
respecto. El sujeto del bautismo es «todo ser humano aun no bautizado»
(CIC 864). «Puesto que los ninos nacen con una naturaleza humana calda
y manchada por el pecado originai, nece- sitan también el nuevo
bautismo (...). La Iglesia y los padres pri- varian al nino de la gracia
inestimable de ser hijo de Dios si no le administraran el bautismo poco
después de su nacimiento» (CCE 1250). «Los padres tienen la obligación
de hacer que sus hijos sean bautizados en las primeras semanas». «Si el
nino se encuentra en peligro de muerte debe ser bautizado sin demora»
(CIC 867). Los adultos (se considera corno tales a quienes ya han llegado
al uso de razón) que desean recibir el bautismo han de seguir ordinaria-
mente un camino o iniciación que «comienza con su entrada en el
catecumenado, para alcanzar su punto culminante en una sola
celebración de los tres sacramentos del bautismo, la confirmación y la
eucaristia» (CCE 1233).
La teologia clàsica, tal corno se expresa en el famoso Tracta- tus
moralis de los Salmanticenses264, decia respondiendo a la pre- gunta
«^Quién es el sujeto del bautismo»?: «Que solo el viador no bautizado,
hombre o mujer, pàrvulo o adulto, pudiendo ser lavado. Consta del
mandato de Cristo de bautizar ‘omnes gentes’. P. /.Qué
disposición se requiere en el sujeto del sacramento? R. Que en los
pàrvulos y perpetuamente amentes no se requiere alguna, por no ser
capaces de ella, y asi la suple la Iglesia. En los adultos se requiere para
lo vàlido intención actual, Virtual o a lo menos interpretativa de
recibirlo. Para lo licito se requiere fe y dolor sobrenatural de los pecados.
Sf requieren, pues, en el adulto, tres cosas, que son: consentimiento, fe
y atrición».
264 Marcos de Santa Teresa, Compendio Moral Salmanticense segùn la mente del
Angélico Doctor. Parte II, Tratado XXIII, Punto III: Del ministroy sujeto del bautismo, 23.
■V. Semejanzas y diferencias 189
Si el sujeto del bautismo es plural: ninos recién nacidos, ninos en
edad catequética, jóvenes, adultos, es necesario que atendamos a la
situación antropològica que se plantea en cada caso, ya que esto nos
llevarà a comprender que hay «un ùnico bautismo en diversi- dad
bautismal».
mente, mientras que los padres (que no van a ser bautizados) la vi- ven
experiencialmente. Y lo màs decisivo, desde un punto de vista
sacramentai, no es que los sacramentos coincidan con «momentos
biológicos de trànsito», sino que respondan a «momentos antropo-
lógicos de llamada», lo que implica que la situación es vivida de modo
consciente y libre, con lucidez y capacidad de decisión, y esto pueden
vivirlo los padres y padrinos, pero no los ninos. Desde està perspectiva
antropològica puede decirse que el bautismo de ninos es y supone una
cierta «anomalia», ya que es el mismo nino quien, en su momento y
ayudado sobre todo por sus padres, queda emplazado para vivir està
experiencia, que supone el asumir libre, consciente y responsablemente
su ser y existir como cristiano, en un como «autonacimiento» bautismal.
2. Ninos en edad catequética. Se trata de la aplicación del capitalo
V del RICA que, por primera vez, tiene en cuenta està situación, y que
han procurado aplicar las diversas iglesias. En concreto, en Espana la
Iglesia publicó ya en 1992 una nota sobre La iniciación cristiana de los
ninos no bautizados en edad escolar265. Mención especial merece el
documento sobre La iniciación cristiana. Reflexiones y orientaciones (
1998)266, en el que se aborda de un modo integrai el tema de la iniciación
en sus diversas perspectivas y problemàtica actual, y donde se deja
constancia de la gran preocupación episcopal al respecto: «Al hablar de
la renovación pastoral de la iniciación cristiana se debe tener en cuenta
que la Iglesia està viviendo hoy un cierto modo de neopaganismo que se
manifiesta en la existencia de un nùmero creciente de no bautizados y,
especialmente, en un comportamiento, tanto privado como publico, de
un buen nùmero de bautizados que deja al descubierto una vida cristiana
a todas luces insuficiente»267. Ademàs, al final del documento se trata
expresamente de «La iniciación cristiana
b) Confirmación
Nos encontramos con un sacramento en el que la diversidad de los
sujetos confìrmandos ha jugado y sigue jugando un papel importante en
la vida de la Iglesia. En primer lugar, recordemos que hay dos tradiciones
históricas al respecto: la orientai, cuya pràctica es confirmar a los recién
bautizados, en el mismo acto del bautismo; y la Occidental, cuya pràctica
es confirmar a los bautizados en un momento posterior al bautismo, y
generalmente «en tomo a la edad de la discreción, a no ser que la
Conferencia Episcopal determine otra edad, o exista peligro de muerte
o, a juicio del ministro, una causa grave aconseje otra cosa» (CIC 891).
La historia de este sacramento manifìesta còrno, a lo largo de los
siglos, en la Iglesia latina la confirmación se celebrò, de hecho, a todas
las edades. Pues, una vez que se «descompuso» el sistema primitivo de
iniciación (catecumenado - bautismo y ritos postbautismales
[confirmación] - eucaristia - mistagogia), se multiplicaron las
comunidades y se reservó la confirmación al obispo, no habia màs que
dos posibilidades: o que los ninos bautizados fueran llevados a la sede
episcopal para que el obispo los confirmara; o esperar la visita pastoral
del obispo para que pudieran ser confirmados. Ahora bien, corno
ninguna de las dos posibilidades estaba garantizado que se diera a una
determinada edad, de ahi resultò que la edad tue fluc- tuando segùn
lugares, circunstancias y encuentro con el obispo277.
No obstante, ya antes del concilio Vaticano II y sobre todo después
de la publicación del «Ordo confirmationis»278, se ha produ- cido una
revalorización teològica y pastoral del sacramento que ha conducido a
generalizar el retraso de la edad de la confirmación en no pocas iglesias
y comunidades'279’. Junto a elio, una reacción màs redente es la de la
insistencia en recuperar la «edad del uso de razón» para este sacramento,
c) Eucaristia
La eucaristia es centro de la historia de la salvación, de la vida de
Cristo (su hora), de la vida de la Iglesia y de la vida de la comunidad
cristiana y del cristiano. Por eso es el «sacramento permanente»
(«sacramentum permanens»), que debe celebrar, al menos cada
domingo, el cristiano bautizado e iniciado. «Todo bautizado a quien el
derecho no se lo prohiba, puede y debe ser admitido a la sagrada
comunión» (CIC 912). Es evidente que la situación propia de los sujetos
que participan en la eucaristia es muy diferente, segun edades y
situación, segun posibilidades fisicas, pastorales y morales. Sin
pretender ofrecer aqui una tipologia completa de estos diversos sujetos,
senalamos algunas de estas situaciones que nos parecen màs
significativas.
1. Ninos que participan en la «primera eucaristia» y hacen la
«primera comunión». En estos casos, el nino puede vivir una experiencia
de fe a su nivel, siempre mezclada con lo que implican la experiencia
familiar (preparación de elementos extemos: ves- tidos, invitados,
banquete, regalos...), la experiencia comunitaria
Semejanzas y diferencias 199
(relación con otros ninos y sus familias, junto con la comunidad y la
fiesta que conlleva), la experiencia social (presencia de perso- nas de
diverso rango, fiesta social). La edad que se propone en las diversas
comunidades de Espana varia entre los 8-10 anos, normalmente después
de dos anos de preparación catequética. Pues es bien sabido que, ,al
menos en gran medida, el nino sera capaz de vivir con cierta hondura y
sentimiento o emoción religiosa este acontecimiento, si antes ha
precedido una adecuada preparación catequética, en la que se han
implicado la familia (otros familiares) y la comunidad parroquial. La
exigencia de està preparación puede cumplirse de muchas maneras y
segun distinta calidad.
El Código de derecho canònico exige: «Para que pueda admi-
nistrarse la santisima eucaristia a los ninos, se requiere que tengan
suficiente conocimiento y hayan recibido una preparación cuidado- sa,
de manera que entiendan el misterio de Cristo en la media de su
capacidad y puedan recibir el Cuerpo del Senor con fe y devoción»
(C1C 913). Esto mismo piden los diversos documentos del epis-
copado espanol y es lo que se concreta en los diversos proyectos
diocesanos y parroquiales de preparación de los ninos a la primera
comunión282. En el documento La iniciación cristiana se dice: «En la
primera participación en la eucaristia, es muy conveniente que està
vaya precedida no solo de la necesaria catequesis de la iniciación
cristiana, sino también de una verdadera introducción y un cierto
hàbito de asistencia a la celebración eucaristica, sobre todo del
domingo. Es un momento muy oportuno para ayudar a los ninos a
conocer los signos, las respuestas, y las actitudes intemas y corpo- rales
que requiere la participación litùrgica... La preparación para la primera
comunión, a pesar de los inconvenientes que provienen de los excesos
de la fiesta familiar y social con este motivo, debe orientarse hacia una
verdadera integración de los ninos y de sus padres en la vida de la
comunidad cristiana, evitando los inconvenientes que, no pocas veces,
se organizan en la desmesura que rodea la fiesta familiar y social de las
primeras comuniones»283.
<1 2. Adolescentes confirmados que participan en la eucaristia
d) Reconciliación penitencial
Los sujetos del sacramento de la penitencia son los cristianos
bautizados que han llegado al uso de razón y tienen conciencia de haber
cometido un pecado grave. «Todo fiel que haya llegado al uso de razón
està obligado a confesar fìelmente sus pecados graves al menos una vez
al ano» (CIC 989). También en este sacramento la situación y
experiencia antropològica del penitente es muy diferente si se trata de
un nino o si se trata de un adulto.
1. Ninos. Si se trata de ninos se entiende que la conciencia de
pecado es muy peculiar, pues el nino fàcilmente la identifica con lo
prohibido, con lo malo, con lo feo..., y también es capaz de re- lacionarla
con la desobediencia, el egoismo, la injusticia, el mal a los demàs... Si
precede una preparación o catequesis adaptada y encuadrada dentro del
proceso de la iniciación, el nino podrà vivir la experiencia no solo de un
rechazo o lucha contra el pecado y el mal, sino sobre todo la experiencia
de un encuentro con el Padre misericordioso, que le acoge, le anima y
le manifiesta todo su amor, a través del encuentro con el sacerdote. «La
experiencia espiritual de la misericordia del Padre, que acoge y perdona,
forma parte de los elementos gozosos de la preparación de los ninos a
la primera comunión»291. Para elio se requiere también una celebración
adaptada a los ninos en simbolos, lugar, forma de acogida, rito de
celebra- ción. «El modo màs apropiado para realizar està iniciación son
las celebraciones penitenciales no sacramentales, que pueden dar paso
a la reconciliación de varios penitentes con confesión y absolución
e) Unción de enfermos
«La santa unción debe ser conferida con todo cuidado y diligen- cia
a los fieles que, por enfermedad o avanzada edad, vean en grave peligro
su vida. Para juzgar de la gravedad de la enfermedad, basta con tener
un dictamen prudente y probable de la misma, sin ningu- na clase de
angustia y, si fuera necesario, consultando la situación con el mèdico...
Puede darse la santa unción a un enfermo que va a ser operado, con tal
de que una enfermedad grave sea la causa de la intervención quirurgica.
También puede darse a los ancianos, cuyas fuerzas se debilitan
seriamente, aun cuando no padezcan una enfermedad grave. Puede
asimismo darse la santa Unción a los ninos, a condición de que
comprendan el significado de este sacramento»293. Teniendo en cuenta
que, por regia generai, la unción se adminis- tra a enfermos graves y
ancianos, nos detenemos en la experiencia vital antropològica que se
suele vivir en està situación, ya que «el hombre, al enfermar
gravemente, necesita de una especial gracia de Dios para que,
dominado por la angustia, no desfallezca su ànimo, y sometido a la
prueba, no se debilite su fe»294. Y es asi porque la enfermedad grave es
un reto para la persona, que replantea su existencia total. Y el enfermo,
como afirma Claudel, es «un invitado a estar atento» a su vida y a su
porvenir. La situación de enfermedad grave o seria es una de las
situaciones fìmdamentales de la vida. Tal situación es sacramentai,
porque a la experiencia humana acompanan, normalmente, ritos y
gestos tendentes a expresar el misterio que nos envuelve, lo
inexplicable del proceso de la vida en peligro; porque a la conmoción
total del ser se une espontàneamente
f) Orden. Ministerios
Nos encontramos ante una situación antropològica también pe-
culiar, dado que se trata de personas diferentes, segun se trate de
diaconado, presbiterado o episcopado, cuyo proceso de preparación y
capacitación, pasando por las diversas etapas que implica cada caso,
supone una experiencia largamente madurada, responsable y
libremente asumida.
Recordamos brevemente lo que senala el Código de derecho
canònico sobre «los ordenandos»: «Sólo el varón bautizado recibe
vàlidamente la sagrada ordenación». «Para la licita ordenación del
presbitero o del diàcono se requiere que, tras realizar las pruebas que
prescribe el derecho, el candidato retina, a juicio del obispo propio o
del Superior mayor competente, las debidas cualidades, que no le afecte
ninguna irregularidad o impedimento, y que haya cumplido los
requisitos previos, a tenor de los cànones 1033-1039; es necesario,
ademàs, que se tengan los documentos indicados en el canon 1050, §1,
y que se haya efectuado el escrutinio presento en el canon 1051, §2».
«Se requiere también que, a juicio del mismo legitimo Superior, sea
considerado ùtil para el ministerio de la Iglesia» (CIC 1024-1025).
Como se indica después, entre estos requisitos se cuentan la «debida
libertad», la «esmerada formación», el conocimiento de sus
obligaciones, la «fe integra», la «recta in- tención», y ademàs que
«poseen la ciencia debida, gozan de buena fama y costumbres
intachables, virtudes probadas y otras cualidades fisicas y psiquicas
congruentes con el orden que van a recibir» (CIC 1026-1031).
«Unicamente debe conferirse el presbiterado a quienes hayan cumplido
veinticinco anos y gocen de suficiente ma- durez, dejando ademàs un
intersticio al menos de seis meses entre el diaconado y el presbiterado»
(CIC 1031, §1).
Supuestas estas condiciones y teniendo en cuenta el referente del
presbiterado, senalemos cuàl puede ser la experiencia que se vive en
està situación, concretada en los siguientes rasgos:
àiMS‘ Semejanzas y diferencias 211
-Vocación aceptada y reconocida: porque el sacramento del orden
supone que quien lo recibe ha acogido la llamada de Dios a este
ministerio, y ademàs que tal llamada ha sido verificada y reco- nocida
por la Iglesia a través de sus representantes. La ordenación es un
momento en el que publicamente se reconoce està vocación o
«investidura carismàtica», que en definitiva es gracia de Dios, respuesta
a la llamada al seguimiento radicai de Cristo, e impulso del Espiritu.
-Consagración sacramentalmente significado'. es el sentido y la
verdad que se expresa y realiza por el sacramento del orden y por los
signos que le acompanan: unción, imposición de manos... El or-
denando vive la experiencia de un don de Dios, que hace de él una
persona «sagrada», en cuanto lo constituye ontològicamente corno
destinado de modo especial a las cosas de Dios, y lo cualifica para
ejercer este ministerio en la Iglesia («potestas ministerii»),
-Representación diacònica de Cristo sacerdote: por el sacramento
del orden el ministro es cualificado de modo especial para representar
a Cristo Cabeza, verdadero y ùnico sacerdote y mediador («in persona
Christi capitis»), Y de modo semejante es cualificado para representar
a la Iglesia («in nomine Ecclesiae»), comunidad de los creyentes. Su
función no es suplir sino servir con humildad a Cristo y a la Iglesia,
manifestando siempre su presencia actuante, su comunión fiel.
-Aceptación de la misión integrai encomendada: sea cual sea la
destinación concreta de la persona ordenada, siempre se trata de una
encomienda y compromiso especial con la integridad de la misión que
procede de Cristo y es constitutiva de la Iglesia: misión profètica
(Palabra), misión sacerdotal (liturgia), misión real-servicial (justicia-
caridad), misión pastoral (dirección para la comunión).
-Supuesto que el ordenando es consciente de la grandeza de este
don y de està misión, no podrà por menos de vivir este momento con
humildad y gratitud, con confianza y temblor a la vez ante la gran
responsabilidad que asume, con emoción por una gracia inmerecida que
sobrepasa sus simples capacidades humanas, y que solo tiene garantia
de verdad en la fuerza de Cristo y del Espiritu Santo. El ordenado vive
igualmente el gozo de ser acogido en la comunidad de los presbiteros
y, a la vez, en la comunidad de la Iglesia, que le manifiesta su carino y
le anima en la esperanza de poder cumplir con la vocación, el ministerio
y la misión encomen- dados, consagrados y recibidos en el sacramento
del orden.
212 Historia y teologia comparada de los sacramentos '
g) Matrimonio
Somos conscientes de que en el matrimonio se pueden dar una
diversidad de situaciones, a nivel personal y social, que no es posi- ble
analizar en este momento’61. Nos referimos ùnicamente a aquellos
cristianos bautizados y creyentes que, en condiciones «norma- les»
desean casarse por la Iglesia, piden, se preparan y celebran el
sacramento del matrimonio. El Código de derecho canònico ofrece la
normativa que debe regir al respecto, ademàs de recordar que los
sujetos del matrimonio son «todos aquellos a quienes el derecho no se
lo prohibe» (CIC 1058); que antes de celebrar el matrimonio deben
recibir el sacramento de la confirmación, si «elio es posible sin
dificultad grave»; y que «debe constar que nada se opone a su
celebración vàlida y licita» (CIC 1065-1066).
A los pastores de almas se les pide que presten asistencia a quienes
desean contraer matrimonio «mediante la predicación, la catequesis
acomodada a los menores, a los jóvenes y a los adultos, e incluso con
los medios de comunicación social, de modo que los fieles adquieran
formación sobre el significado del matrimonio cristiano y sobre la tarea
de los cónyuges y padres cristianos». También «por la preparación
personal para la celebración del matrimonio, por la cual los novios se
dispongan para la santidad y las obligacio- nes de su nuevo estado». Y
«por una fructuosa celebración liturgica del matrimonio, que ponga de
manifiesto que los cónyuges se cons- tituyen en signo del misterio de
unidad y amor fecundo entre Cristo y la Iglesia y que participan de él»
(CIC 1063).
Pero ( còrno describir està situación desde una perspectiva an-
tropològica, y desde la experiencia que puede conllevar en quienes
celebran el sacramento del matrimonio? Sin duda, el joven de hoy,
161. Son numerosos los estudios que podriamos citar. Baste remitir a nuestro
trabajo, con la bibliografia all! citada, D. Borobio, Matrimonio, en ld., La celebración en
la Iglesia II. Sacramentos, Salamanca '2008, 497-592; Id., La Iglesia ante la situación
actual del matrimonio y la familia'. Familia 24 (2002) 9-21. aun declaràndose
creyente, se ve provocado a la misma experiencia matrimoniai profunda
que en otros tiempos, pero la vive a su modo, desde sus actitudes, sus
valores, sus ideales. La vive con una mayor carga de secularidad que
de sacralidad; sin que los diversos aspectos de la experiencia le remitan
a lo divino, sino tendiendo en generai a acentuarsu explicación humana,
racional, naturai. Asi puede verse en estos elementos:
Mjwam Semejanzas y diferencias 213
-se vive la grandeza del amor y su misterio, pero esto ya no le remite
tanto al otro Amor de Dios corno el ùnico Amor que puede saciar todas
las expectativas, sino màs bien al disfrute de està in- mediatez de amor
mientras dura.
-algo se conmueve también cuando se da el compromiso de libertad
en el presente para el futuro, pero en muchos casos esto no remite a
poner la seguridad en Dios fiel, sino a recortar los limites del «para
siempre» con un «mientras dure asi».
-se valora la presencia de un testigo mediador en el pacto ma-
trimoniai, que en si apunta hacia ese otro Testigo invisible y divino,
pero se le reduce a simple intermediario humano necesario y, con
frecuencia, «protocolario».
-siendo el matrimonio un «yo con un tu» singular, que tiende a
abrirse misteriosamente en un «nosotros» familiar y engendra a la vez
deseo y esperanza, alegria y temor, tal misterio aparece a menu- do
ahogado en la lògica del càlculo de los hijos futuros 297.
-la relación en la igualdad y la complementariedad, desde la
individualidad de cada miembro de la pareja, suele despertar al misterio
del otro inaferrable e irreductible, que a su vez apunta hacia el mismo
misterio de la alteridad divina. Sin embargo, para muchos la «ideologia
de la complementariedad» se inscribe en el «registro de lo fusional»,
donde de lo que se trata no es de enrique- cerse mutuamente con lo que
uno tiene y al otro le falta, sino de llegar a una fusión con el otro
buscando eliminar la alteridad.
-la misma relación sexual, que en si aparece cargada de tensión
entre sexualidad - eros - àgape - thanatos, y que se mueve entre la
experiencia del éxtasis y la del vado, apuntando hacia una felici- dad
màs piena y distinta, hoy tiende a reducirse a simple erotismo o disfrute
ludico, con frecuencia desligado del verdadero amor y, màs aùn, de un
compromiso permanente en el amor298.
Por otro lado, téngase en cuenta que el Cristo celebrado solo puede
entenderse de modo adecuado si lo situamos en su contexto trinitario.
En verdad, el objeto de la celebración es la Trinidad, que se nos
manifìesta en la acción del Padre, del Hijo y del Espiritu. Y, dado que
el misterio pascual de Cristo es la revelación màs sublime del misterio
trinitario, puede decirse que celebrar el misterio pascual es celebrar la
Trinidad, y celebrar la Trinidad es celebrar a Cristo en su misterio de
muerte y resurrección. Por eso, el Catecis- mo explica que «la liturgia
es obra de la Santisima Trinidad»: «En la Liturgia de la Iglesia, la
bendición divina es pienamente revelada y comunicada: el Padre es
reconocido y adorado corno la fuente y el fin de todas las bendiciones
de la Creación y de la Salvación; en su Verbo, encamado, muerto y
resucitado por nosotros, nos colma de sus bendiciones y por él derrama
en nuestros corazones el don que contiene todos los dones: el Espiritu
Santo» (CCE 1082).
Se trata de un tema centrai, ya que liturgia y sacramentos tienen su
raiz y fundamento en Cristo, y por ellos y en ellos él actua y continua
su obra, su sacerdocio, su salvación301. «Con razón se considera la
liturgia el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella los signos
sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la santificación
del hombre, y asi el Cuerpo mistico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y
sus miembros, ejerce el culto publico integro» (SC 7). Por tanto,
respecto de està presencia del misterio pascual y este ejercicio del
sacerdocio de Jesucristo, debemos tener en cuenta que se trata de la
presencia escatològica del Cristo glorioso; que tal presencia es
autocomunicativa y dinàmica; que implica a la Trinidad; que Cristo es
el sujeto principal visible-invisible de la acción litùrgica; que él es
sacerdote mediador en està acción de alabanza al Padre; que, a la vez,
él es objeto de esa alabanza y culto302.
305 M. Schmaus, Teologia Dogmàtica VI. Los sacramentos, Madrid 1963, 225-
226.
306 D. Soto, Commentariorum Fratris Dominici Soto Segobiensis... In quar- tum
Sententiarum, tomus primus, Salamanticae 1570: Distinctio Prima. De sacramentis in
genere, 3ss. Cf. D. Borobio, Sacramentos en generai. Bautismo y confirmación en la
Escuela de Salamanca. Francisco de Vitoria, Melchor Cano, Domingo de Soto,
Salamanca 2007, 63-145, aqui 94-97.
307 Art. Il, Utrum gratia sacramentalis addat supra gratiam virtutum et do- norum,
55ss.
222 Historia y teologia comparada de los sacramentos '
a) Bautismo
Nos remite al nacimiento del mismo Cristo, junto con su cir-
cuncisión y presentación en el tempio. Y a la vez nos recuerda el
bautismo de Jesus en el Jordan, con su riqueza de significado. Jesus
nació y se hizo circuncidar y bautizar como otros judios. Pero en elio se
revela algo nuevo. Es lo que hace que nuestro bautismo tenga la novedad
de ser «en el agua y el Espiritu», en «el nombre del Senor Jesus»... El
mismo signo fisico del agua, y màs si se realiza el bautismo por
inmersión, està expresando el nacimiento a la nueva vida, por la
participación en la muerte y resurrección de Cristo.
b) Confirmación
Es cierto que como tal sacramento no aparece en el Nuevo Tes-
tamento. Pero si se nos muestra a Jesus como nino crecido o adolescente,
que sube a Jerusalén, se queda en el tempio, y crece en cien- cia y
sabiduria ante Dios y ante los hombres. Y, ademàs, en Jesus vemos la
presencia y acción especiales del Espiritu, que él mismo promete y envia
a sus discipulos (Hch 1-2) para que continuen su misión en el mundo. Y
esto es el fundamento de la confirmación, y lo que la misma
confirmación nos revela de Cristo. En este sacramento se actualiza y se
participa del acontecimiento pentecostal del Espiritu, como fuerza e
impulso para el cumplimiento de la misión de testimonio y defensa de la
fe en medio del mundo. Los signos (imposición de mano, crismación,
signación) expresan a la vez este acontecimiento de gracia y este
compromiso de vida del bautizado.
c) Eucaristia
Al celebrar la pascua judia, Jesùs instituyó una nueva pascua en la
ùltima cena y quiso que se prolongara en la eucaristia, memorial de su
muerte y resurrección. Por esto precisamente la eucaristia nos revela a
Cristo servidor y siervo, que entrega su vida para la salvación de los
hotnbrès y vence a la muerte en su resurrección. La eucaristia es el
sacramento que mejor expresa la totalidad del misterio pascual: en ella
se actualiza la entrega de Cristo en sacrificio; ella representa el momento
de la institución; en ella, bajo la forma de banquete, Cristo se hace
presente y se nos da corno alimento, uniéndonos a su misión salvadora.
Semejanzas y diferencias 231
d) Penitencia
Cristo predica el perdón, acoge y perdona a los pecadores, y
encomienda continuar su «obra de reconciliación y perdón»: «Re- cibid
el Espiritu Santo, a quienes perdonéis los pecados, les seràn perdonados»
(Jn 20, 21-23; Mt 18,15-18; Le 15). La Iglesia conti- nùa està tarea de
diversas formas, sobre todo por el sacramento de la penitencia, que
perdona nuestros pecados y nos revela y remite a un Cristo
misericordioso, a un pastor que busca a la oveja perdida. La dimensión
reconciliadora de la cruz se revela de modo especial en la reconciliación
sacramentai. El signo principal es el «encuen- tro» entre penitente y
ministro, que manifìesta el encuentro con Dios misericordioso, que por
la muerte y resurrección de Cristo y con el poder del Espiritu perdona
nuestros pecados, y nos compro- mete en el «ministerio de la
reconciliación».
e) Unción de enfermos
Se remite a toda la misión y ministerio de Jesùs con los enfermos y
desvalidos o marginados. Sus curaciones son el modelo de un ser y estar
con los enfermos, haciendo lo posible para que se
f) Matrimonio
Es cierto que Cristo no se caso. Pero también es cierto que él
comienza su vida realizando un primer signo, precisamente en las bodas
de Canà. Y que él vivió largos anos la vida familiar en Nazaret. Y que
defendió la voluntad originaria de Dios Creador sobre el ser «una sola
carne» o la unidad del matrimonio. El matrimonio es- taba ya instituido
desde la creación, Cristo lo elevò a sacramento al hacer de la unión
hombre-mujer el simbolo de su unión, de su amor y entrega a la Iglesia.
Por eso, la alianza matrimoniai encuentra su referente y fundamento en
la alianza de Cristo con la humanidad y la Iglesia. Por eso, el sacramento
del matrimonio es la actualización del misterio de la unión esponsalicia
de Cristo con su Iglesia, que compromete a una vida matrimoniai en
amor y fidelidad y convierte està vida en «sacramento permanente» de
està alianza. El mismo signo del sacramento, que se expresa en la mutua
entrega y acepta- ción de los esposos, està expresando este «gran
misterio».
g) Orden. Ministerios
También en este caso podemos decir que, si bien Cristo no fue
sacerdote como los del tempio de Jerusalén, él ejerció un ministerio
sacerdotal ùnico, entregando su vida para el acercamiento de Dios al
hombre y del hombre a Dios. El fue el verdadero mediador, a la vez
sacerdote y victima, que se ofreció en un sacrificio ùnico e irrepetible.
Su ministerio sacerdotal abarca su vida entera: misión, predicación,
servicio, sacrifìcio. Por eso es el ùnico y verdadero sacerdote del Nuevo
Testamento (cf. Carta a los hebreos). Todo sacerdocio posterior en la
Iglesia deberà ser continuación, memoria actualizadora, realización
histórica de la misión sacerdotal de Cristo, en servicio de los hombres.
El sacramento del orden reconoce pùblicamente una vocación al
321 Como dice B. Sesboiié, Invitación a creer, 325: «El signo sacramentai de la
unción es el propio de un remedio... Queda bien darò que el remedio de que hablamos no
pretende actuar de manera naturai y fisica, situàndose en el mismo plano que la farmacopea
moderna, sino que se trata de un bien, de un don de Cristo mèdico, en virtud del cual puede
el enfermo participar en el misterio pascual con el fin de encontrar la verdadera salud, que
es la salvación».
Semejanzas y diferencias 233
2. Sacramentos y ministerios
Ahora bien, està «imagen» la ofrecen de un modo especial los
ministros de los sacramentos, junto con la comunidad. De ahi la
importancia de los ministerios en los sacramentos. Sacramentos y
ministerios se exigen y relacionan de modo sustancial, aunque està
relación pueda tener manifestaciones diversas, segùn situaciones. Para
que haya ministerios que celebren los sacramentos, se requie- re que
haya sacramentos que consagren ministros. Si los sacramentos
(bautismo-confirmación y orden) cualifican para celebrar o presidir la
celebración de los sacramentos, los ministerios hacen posible que
puedan celebrarse los mismos sacramentos que con- sagran y cualifican.
Eso quiere decir que la tarea ministerial està intrinsecamente unida a la
236 Historia y teologia comparada de los sacramentos '
Precisamente por eso se pregunta con santo Tomàs «si Cristo pudo
comunicar a sus ministros està potestad propia que él tuvo respecto a los
sacramentos»335. Primero recuerda la respuesta del Aquinate en dos
conclusiones: 1) el poder de autoridad de Cristo en cuanto Dios no lo
pudo transmitir, puesto que es algo que solo per- tenece a Dios; 2) pero
el poder de excelencia en cuanto hombre si pudo transmitirlo a los
ministros, para que los sacramentos obraran su efecto de santificación,
para el que han sido instituidos.
Desde estos supuestos, se plantea la vieja cuestión de si los sa-
cramentos pueden ser administrados por los malos ministros 336. Nos
recuerda la respuesta que propone santo Tomàs siguiendo la dada por
san Agustin: los ministros de la Iglesia pueden administrar los
sacramentos aunque sean malos, puesto que ni la gracia ni el efecto del
sacramento dependen del ministro, que es el instrumento, sino de aquel
que lo mueve y le da su virtud337 338. Por tanto, la bondad del ministro no
pertenece a la esencia del sacramento, sino a la decencia del mismo
ministro («Non est de essentia sacramenti, sed ad decentiam eius
pertinens»). Las cualidades del ministro son accidentales al sacramento
mismo, aunque no son indiferentes respecto a los que reciben el
sacramento. Por otro lado, hay que tener en cuenta que el caràcter
sacerdotal recibido en el sacramento del orden no desaparece por los
defectos del ministro, ya que es inde- leble, y que el don del Espiritu
Santo que se les ha dado no es para provecho propio, sino para el bien
de todo el pueblo2'”. El caràcter se concede propiamente corno
«potestas», no tanto corno gracia para obrar el bien o el mal. Ademàs,
los efectos de los sacramentos son sobrenaturales, y no dependen de la
bondad o de la malicia del ministro. El efecto no debe hacerse depender
del instrumento, sino del agente principal, pues corno dice san Pablo: no
335 Art. IV, Utrum Chistus potestatem suam, quam habuit in sacramentis. potuerit
ministris communicare, p. 92-97.
336 Art. V, Utrum per malos ministros sacramenta conferripossint, p. 97ss.
337 Ibid., 97. Cf. STh 3, q. 64, a. 5: «Quid tibi facit malus minister, ubi bonus est
dominus? Ratio autem est liquida. Ministri enim ecclesiae instrumentaliter operantur...
instrumentum autem non agit secundum propriam formam et virtutem, sed virtute eius quo
movetur».
338 Ibid., 99: «Quare et characteres ordinis, qui facultates sunt administrandi
sacramenta, indelebiles sunt. Et pariter secundo huius rationis radix. Dona Spiritus Santi,
quae non in utilitatem eorum, quibus conferuntur, sed in publicum omnium commodum
Deus suae reipublicae donat, ea quidem propter perditos eorum mo- rum minime
subtrahit».
240 Historia y teologia comparada de los sacramentos '
depende ni del que pianta ni del que riega, sino de Dios, que hace crecer.
Segùn esto, en verdad puede afirmarse que es Cristo el verdadero y
ùnico «ministro» de los sacramentos, por cuanto estos tienen en él su
origen, de él reciben la gracia, en su nombre y con su poder son
administrados por los sacerdotes; asimismo, el propio ministerio
sacerdotal tiene en él su principio y fundamento. El sacerdote es un
«mediador» del verdadero Mediador, un «ministro» del verda- dero
Ministro, «instrumento ministerial» que ejerce ciertamente su función
«re-presentativa» desde su personalidad individuai y desde la
configuración ritual que la Iglesia le pide en cada sacramento.
339 LG 10: «Los fieles, en cambio, en virtud del sacerdocio regio, concili reo a la
ofrenda de la eucaristia y lo ejercen en la recepción de los sacramentos, en In oración y
acción de gracias, mediante el testimonio de una vida santa, en In ulule gación y caridad
operante».
Semejanzas y diferencias 241
LG 10; PO 2).
Pero la asamblea litùrgica es una asamblea «jeràrquicamente
ordenada», y en ella «no todos los miembros tienen la misma función
(Rom 12, 4). Algunos son llamados por Dios en y por la Iglc- sia a un
servicio especial de la comunidad. Estos servidores son escogidos y
consagrados por el sacramento del orden, por el cual el Espiritu Santo
los hace aptos para actuar en representación de Cristo-Cabeza para el
servicio de todos los miembros de la Iglesia» (CCE 1142; cf. PO 2 y 15).
Se trata de una continuación de la obra y misión de Cristo en su totalidad
o diversidad de dimensiones, entre las que se incluye la «dimensión
sacerdotal».
Nadie duda de la importancia que ha tenido y tiene està dimensión
sacerdotal del ministerio ordenado. También es cierto que durante
mucho tiempo la misión y acción del sacerdote quedó con- centrada (y
en ocasiones reducida) a la dimensión cultual y a la celebración de la
eucaristia. Es necesario integrar la función sacerdotal en el conjunto de
las funciones ministeriales o dimensiones de la misión. Se trata de
comprender el momento litùrgico-eucaristico como momento de
actualización permanente del mismo sacerdocio de Cristo, entendido
como un ministerio permanente de servicio y acercamiento a los
hombres, culminado en la entrega de si, por su sacrificio y su muerte en
la cruz (cf. 1 Cor 5, 7; Me 10, 45; 14, 24; Le 22, 19; 1 Pe 1, 18-19). Esto
supone no olvidar nunca la originalidad del sacerdocio de Cristo, su
unicidad, su irrepetibili- dad (de una vez para siempre), su
insuperabilidad340, su realización existencial por la palabra, el amor
misericordioso y acogedor, la llamada a participar del reino y a la unidad.
Pero también implica el que el cristiano, y màs el sacerdote, no olviden
que la dimensión litùrgico-sacerdotal debe realizarse en la misma vida,
en cuanto implica una autodonación personal como sacrificio, en el
servicio y amor al prój imo, en la entrega permanente a la causa del
Evangelio. Pero una dimensión que encuentra sus momentos àlgidos, su
significación eclesial privilegiada en la celebración litùrgica y
sacramentai, sobre todo en la eucaristia 341.
340 Cf. Heb 5,6; 7, 3.24-27; 9,12-15; 10, 5-9.10-22. Cf. J. Delorme, Elministerio y
los ministerios en el Nuevo Testamento, Madrid 1975; J. Colson, Ministre de Jesus-Christ
ou le sacerdoce de l ’Evangile, Paris 1966; A. Vanhoye, Sacerdotes an- tiguos y sacerdote
nuevo segùn el Nuevo Testamento, Salamanca 1984; D. Borobio, Los ministerios en la
comunidad, Barcelona 1999, con bibliografia en p. 343-361.
341 Asi lo testifican los diversos textos del Nuevo Testamento que unen la misión y
242 Historia y teologia comparada de los sacramentos '
a) Bautismo
El bautismo es el primer signo por el que se participa sacra-
mentalmente de la salvación de Cristo y, a la vez, la puerta por la que
entramos a formar parte del Cuerpo mistico de Cristo y nos
incorporamos a la Iglesia. Por la predicación y el bautismo se cum-
210. Id., Quien celebra, 285-287; Id., Celebrar para vivir, Salamanca 2004. pie la
misión que Cristo encomendó a su Iglesia (cf. Mt 28, 18-20; Me 16, 15-
20). Por eso, la trascendencia eclesial del bautismo es muy grande, ya
Semejanzas y diferencias 245
que por él la Iglesia crece y se edifica, se extiende el Reino y se cumple
la misión, a la que se incorporan los nuevos miembros. En los primeros
siglos Q,basta el siglo IV?), el ministro propio del bautismo y de toda la
iniciación cristiana era el obispo, que preside la iglesia locai y representa
màs significativamente a la Iglesia uni versai. A partir de la
generalización del bautismo de ninos (siglo III), debido al crecimiento
de las comunidades y a la in- sistencia en su necesidad para la
justificación, el perdón del pecado originai y la salvación, también se
generalizó el que los presbiteros y los diàconos administraran este
sacramento. Màs aun, pronto se admitió que, en caso de necesidad por
falta de sacerdote y peligro de muerte, también los laicos pudieran
administrar un «bautismo de urgencia»345. Baste recordar està tradición
y normativa para damos cuenta de que, dentro del mismo sacramento, se
da una diferencia ministerial. El ministro siempre serà quien administra
el bautismo, pero su cualificación ministerial y su significatividad
eclesial es diferente si se trata del obispo, del presbitero o del diàcono,
aun ha- biendo sido todos consagrados por el mismo sacramento del
orden. Es màs, cuando, en caso de urgencia, se trata de un laico, solo se
le pide que realice el rito fundamental con su materia y forma (agua, con
la fòrmula «yo te bautizo...»), y con la intención de hacer lo que hace la
Iglesia, pero sin que sea necesaria la acción celebrativa completa, que
tendrà lugar en otro momento, si es posible.
b) Confirmación
Como ya explicamos en otro lugar, y corno résumé el Catecismo de
la Iglesia católica, «en los primeros siglos la confirmación constituye
generalmente una ùnica celebración con el bautismo, y forma con este,
segùn la expresión de san Cipriano, un ‘sacramento doble’. Entre otras
razones, la multiplicación de los bautismos de ninos, durante todo el
tiempo del ano, y la multiplicación de las parroquias (rurales), que
agrandaron las diócesis, ya no permite la presencia del obispo en todas
las celebraciones bautismales. En Occidente, por el deseo de reservar al
obispo el acto de conferir la plenitud al bautismo, se establece la
c) Eucaristia
La eucaristia, centro de los sacramentos y de la vida de la Igle- sia,
es también el lugar màs privilegiado de manifestación y rea- lización de
la Iglesia. La eclesialidad de la eucaristia viene testifi- cada no solo
porque se le llama también «communio», sino sobre todo porque este ha
sido uno de los aspectos màs destacados de su explicación y sentido
desde los primeros siglos (por ejemplo, Didajé). De ahi que pueda
decirse que «no puede haber eucaristia sin Iglesia, ni Iglesia sin
eucaristia», o «que la eucaristia hace la Iglesia, y la Iglesia hace la
eucaristia». En efecto, para que haya eucaristia es necesaria la mediación
de la Iglesia por sus ministros ordenados, y para que haya Iglesia viva es
necesaria la eucaristia. En la celebración de la eucaristia se expresan y
estàn presentes los aspectos màs importantes de la identidad eclesial: la
fidelidad a la tradición y mandato de Cristo («haced esto en memoria
mia»), la reunión o congregación y la misión o envio, la Palabra y los
signos o sacramento, las distintas dimensiones de la misión (Palabra,
culto, caridad, comunión), la diversidad de servicios y ministerios
(ordenados -obispo, presbitero, diàcono- y no ordenados -lector, acòlito,
cantores, etc.-). Màs aun, uno de los efectos principales de la eucaristia
es prpcisamente la unidad por la comunión en el mismo cuerpo de Cristo.
Asi lo reconoce el Catecismo cuando habla de la unidad del Cuerpo
mistico, de que la eucaristia hace la Iglesia: «Los que reciben la
Eucaristia se unen màs estrechamente a Cristo. Por elio mismo, Cristo
une a todos los fieles en un solo cuerpo: la Iglesia. La comunión renueva,
fortifica, profundiza està incorpo- ración a la Iglesia realizada ya por el
bautismo. En el bautismo fuimos llamados a no formar màs que un solo
248 Historia y teologia comparada de los sacramentos '
cuerpo (cf. 1 Cor 12, 13). La Eucaristia realiza està llamada: ‘El càliz de
bendición que bendecimos, <;no es acaso comunión con la sangre de
Cristo? Y el pan que partimos (;,no es comunión con el Cuerpo de Cristo?
Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues
todos participamos de un solo pan’ (1 Cor 10, 16-17). ‘Si vosotros
mismos sois Cuerpo y miembros de Cristo, sois el sacramento que es
puesto sobre la mesa del Senor, y recibis este sacramento vues- tro.
Respondéis Amén (es decir, si, es verdad) a lo que recibis, con lo que,
respondiendo, lo reafirmàis. Oyes decir el Cuerpo de Cristo, y respondes
amén. Por lo tanto, sé tù verdadero miembro de Cristo para que tu amén
sea también verdadero’ (Agustin, serm. 272)» (CCE 1396). Y de ahi el
compromiso para superar las divi- siones dentro y fuera de la Iglesia
(CCE 1398-1399).
Benedicto XVI, en la enciclica Sacramentum caritatis destaca de
modo elocuente este aspecto al fiatar la dimensión eclesiológica de la
eucaristia, resaltando algunos principios fundamentales, que implican
una rica teologia: 1 ) «que Cristo mismo, en el sacrificio de la cruz, ha
engendrado a la Iglesia corno su esposa y su cuerpo»; 2) tanto la Iglesia
corno la eucaristia nacen del costado traspasado de Cristo, del que salió
sangre y agua (Jn 19, 34); 3) que por eso puede decirse que existe una
«unión causai entre el sacrifìcio de Cristo, la Eucaristia y la Iglesia»; 4)
de ahi que pueda afirmarse que «la Iglesia vive de la eucaristia», y que
«la eucaristia edifica a la Iglesia, y la Iglesia hace a su vez la eucaristia»;
5) por eso, explica, hay una intima relación entre el «Corpus Christi»
nacido de Maria, el «Corpus Christi» mistico de la Iglesia, y el «Corpus
Christi» verdadero de la eucaristia346; 6) de este modo, «la eucaristia se
muestra asi en las raices de la Iglesia corno misterio de comunión» 347’.
La «res» o misterio de la eucaristia exige la comunión.
En està explicación, el Papa une a la fundamentación biblico-
patristica, la profundidad y originalidad teològica. Asi, cuando habla de
«unión causai» entre sacrificio de Cristo, eucaristia e Iglesia, se refiere a
la intrinseca e inseparable relación que existe entre estas realidades,
346 «La Eucaristia es, pues, constitutiva del ser y del actuar de la Iglesia. Por eso la
antigiiedad cristiana designò con las mismas palabras Corpus Christi el Cuerpo nacido de
la Virgen Maria, el Cuerpo eucaristico y el Cuerpo eclesial de Cristo... Este pasaje permite
comprender bien que la res del Sacramento eucaristico incluye la unidad de los fieles en la
comunión eclesial. La Eucaristia se muestra asi en las raices de la Iglesia corno misterio
de comunión» (n. 15).
347 Benedicto XVI, Sacramentum caritatis, n. 13-15.
Semejanzas y diferencias 249
siempre a partir del mismo Cristo, de cuyo costado manan la eucaristia
y la Iglesia. Aunque parece dar prioridad a la eucaristia sobre la Iglesia,
lo que se quiere subrayar es que està prioridad se explica «porque el
mismo Cristo se ha entregado a ella en el sacrificio de la cruz», no porque
la eucaristia pueda existir sin que se de la mediación ministerial de la
Iglesia348. Concluye con una referencia a la enciclica de Juan Pablo II
Ecclesia de Eucharistia, destacando una de las afirmaciones de gran
calado ecumènico: en efecto, «la unicidad e indivisibilidad del Cuerpo
eucaristico del Senor implica la unicidad de su Cuerpo mistico, que es la
Iglesia una e indivisible»349. Se trata de explicar al mismo tiempo la uni-
dad y la diversidad de las iglesias, que se manifìesta en la unidad y
diversidad de celebración de la misma y ùnica eucaristia. Parti- cipando
cada uno en la eucaristia que se celebra en su iglesia, se
348 Ibid., n. 14. Es lo que résumé con estas palabras: «En definitiva, el influ- jo
causai de la Eucaristia en el origen de la Iglesia revela la precedencia no solo cronològica
sino también ontològica del habemos ‘amado primero’. Él es eternamente quien nos ama
primero».
349 Ibid., n. 15. El pàrrafo concreto dice asi: «La unidad de la comunión eclesial se
revela concretamente en las comunidades cristianas y se renueva en el acto eucaristico que
las une y las diferencia en Iglesias particulares, ‘in quibus et ex quibus una et unica Ecclesia
catholica exsistit’. Precisamente, la realidad de la ùnica eucaristia que se celebra en cada
diócesis en torno al propio obispo nos permite comprender còrno las mismas iglesias
particulares subsisten in y ex Ecclesia».
Semejanzas y diferencias 25/
manifiesta y expresa también la comunión y unidad («subsistit») en la
Iglesia de Cristo. Està raiz eucaristica de la comunión, atìrma el Papa,
«puede contribuir también eficazmente al diàlogo ecumènico con las
iglesias y con las comunidades eclesiales que no estàn en piena
comunión con la Sede de Pedro»350 351.
J*
d) Penitencia
La dimensión eclesial del sacramento de la penitencia, por al- gun
tiempo un tanto olvidada, ha sido puesta de relieve antes, durante y
después del concilio Vaticano li, recuperando uno de sus aspectos màs
tradicionales. Puede afirmarse que el simbolo originario del sacramento
de la penitencia es el ser reconciliados con la comunidad de la Iglesia,
después de haber sido reconocidos en una situación de ruptura de
comunión con la misma, como manifesta- ción de la ruptura de la
amistad con Dios (pecado mortai); y siendo està reconciliación con la
Iglesia, a través de sus ministros (obispo, presbiteros), verdadero signo
eficaz de la reconciliación con Dios. Dios misericordioso es,
ciertamente, la fuente de la reconciliación y el perdón, manifestado y
realizado en Cristo, sobre todo en su misterio pascual, y actualizado en
el poder del Espiritu, por el ministerio de la Iglesia2'7.
Puesto que somos miembros de la Iglesia y formamos parte de la
misma familia, nuestro pecado, nuestra conversión, nuestra penitencia.
.. afectan a toda la Iglesia, unidos como estamos en una misteriosa
solidaridad espiritual. La Iglesia, por tanto, tiene derecho y deber a
intervenir respecto al pecador, para corregir, autentificar su conversión,
y expresar y realizar la reconciliación. Su función no
:
e) Unción de enfermos
El sacramento de la unción de enfermos, como «sacramento de
curación» està intimamente unido al sacramento de la penitencia. Como
los demàs sacramentos, la unción de enfermos es expresión, celebración
y realización de la misma Iglesia, a partir de una situación particular: la
enfermedad «grave». Es precisamente la par- ticularidad de està
situación lo que hace que su eclesialidad sea especial: porque el
comportamiento de la Iglesia con el sujeto del sacramento reclama una
intervención antes del mismo sacramento, tal como lo indica el propio
titulo del nuevo Ritual357, como se expresa en los llamados «sacramentos
de los enfermos» (penitencia, comunión a los enfermos, unción, viàtico),
y como reclama la misma pastoral de enfermos. Puede decirse que la
forma peculiar de estar la Iglesia con los enfermos, y los enfermos con
la Iglesia, es lo que nos da la clave de su especifica eclesialidad.
Se trata de una eclesialidad con un doble movimiento: del enfermo a
la comunidad eclesial y de la comunidad eclesial al enfermo. El enfermo,
por vivir en situación de enfermedad y ser miem- bro de la Iglesia, es
una interpelación para la misma Iglesia. En los enfermos la comunidad
se ve obligada a preguntarse por la verdad de su vida, del cumplimiento
de su misión respecto a los débiles y enfermos, de su amor y su justicia
con los màs desvalidos. Los enfermos recuerdan a la Iglesia su camino
y su destino, su ser peregrinante, la transitoriedad de todo lo terreno, el
«estuve enfermo y no viniste a visitarne». En una palabra, ellos son el
memoria! vivo de la pasión de Cristo, en el cuerpo sufriente de los
f) Orden. Ministerios
También el sacramento del orden implica una eclesialidad y mi-
nisterialidad especial y especifica en relación con los demàs sacra-
mentos. Recordamos algunos datos históricos al respecto. Ya san Pablo
insiste en que la función principal de quien preside una comunidad
cristiana es mantener la unidad, màs alla de cualquier par- tidismo o
división (1 Cor 1, 11-16; cf. Cartas pastoralcs). En los es- critos paulinos
el rito propio para instituir obispos y presbiteros es el de la imposición
de manos con la invocación del Espiritu Santo (cf. 1 Tim 4, 14; 1, 18; 2
Tim 1, 6-7). Este rito fundamental se manluvo durante los primeros
siglos (cf. Tradición apostòlica de I lipólilo). Màs tarde se configurarci
ritual de la ordenación, en una fusióti del antiguo rito romano y del ritual
galicano360, y durante la Edad Media se centrarà el ritual en la entrega de
instrumentos en relación con lu eucaristia y con la «potestas» que
confiere el orden sagrado 361.
358 Cf. A. Chavasse, Etnde sur l ’onction des infirmes dans l ’Eglise latine du IH au
XI siècle, Lyon 1942.
359 Recuérdense estos documentos: DS 1719; CIC, can. 938, 1; PO 5 y LG 11;
Nuevo Ritual, n. 14; nuevo CIC 1003, 1. El Catecismo dice en el n. 1516: «Solo los
sacerdotes (obispos y presbiteros) son ministros de la Unción de los enfermos. Es deber de
los pastores instruir a los fieles sobre los beneficios de este sacramento. Los fieles deben
animar a los enfermos a llamar al sacerdote para recibir este sacramento. Y que los
enfermos se preparen para recibirlo en buenas disposiciones, con la ayuda de su pastor y
de toda la comunidad eclesial a la cual se invita a acompanar muy especialmente a los
enfermos con sus oraciones y sus atenciones fratemas».
360 Cf. J. Delorme, El ministerioy los ministerios segùn elNuevo Testamento,
Madrid 1975; J. Colson, Ministre de Jesus-Christ ou le sacerdoce de l’Evangile, Paris
1966. Recuérdese lo que explicamos al tratar de la estructura del signo sacramentai de la
ordenación.
361 Cf. supra, 179, n. Ili, sobre el proceso de «sacerdotalización» descrito por
Semejanzas y diferencias 257
Està evolución ritual nos lleva a comprender mejor còrno se liic
entendiendo el ministro del sacramento del orden. Es evidente que en el
Nuevo Testamento es el «episcopos». También los primeros testimonios
de la Iglesia primitiva dan fe de elio. Y a lo largo de la historia de la
Iglesia no se duda de que el ministro propio del sacramento del orden es
el obispo362 363. Se trata de un ministerio, bien sea del obispo, del
presbitero o del diàcono, que debe estar siempre al servicio de la
comunidad. En los primeros siglos no se concebia ni una comunidad sin
ministerios, ni ministerios sin comunidad. Màs aun, la comunidad
interviene en la elección y determinación de sus ministros, pues «el que
debe presidir a todos, debe ser elegi- do por todos»22’. Junto a la
imposición de manos («cheirothesia») y el carisma-don del Espiritu
(«epiklesis»), la primera comunidad considera necesaria la intervención
y destinación del ministro a una comunidad determinada
(«cheirotonia»), lo que manifìesta una concepción fundamentalmente
eclesial y comunitaria. Aunque màs tarde (sobre todo a partir del siglo
V) se insiste màs que en la presidenza de la comunidad en la presidencia
de la eucaristia, esto no significa que se olvide aquella dimensión, dada
la conexión esen- cial entre la comunidad, la asamblea eucaristica y el
que preside la celebración. El proceso hacia una ritualización del
ministerio y una insistencia en los «poderes sacerdotales» conduce a
poner el acento en otros aspectos364. La antigua relación entre «ecclesia»
y «ministerium», entre comunidad y ministerio, se convierte en una
relación entre «potestas» y eucaristia: una transformación que se ve
Onatibia.
362 El Catecismo de la Iglesia católica dice en el n. 1575 «Fue Cristo quien eligió a
los Apóstoles y les hizo participes de su misión y su autoridad. Elevado a la derecha del
Padre, no abandona a su rebafio, sino que lo guarda por medio de los Apóstoles bajo su
constante protección y lo dirige también mediante estos mismos pastores que continuan
hoy su obra (Prefacio de Apóstoles I: Misal Romano). Por tanto, es Cristo ‘quien da’ a
unos el ser apóstoles, a otros pastores (cf. Ef 4, 11 ). Sigue actuando por medio de los
obispos». Y en el n. 1576: «Dado que el sacramento del Orden es el sacramento del
ministerio apostòlico, corresponde a los obispos, en cuanto sucesores de los Apóstoles,
transmitir ‘el don espiritual’ (LG 21), ‘la semi Ila apostòlica’ (LG 20). Los obispos
vàlidamente ordenados, es decir, que estàn en la linea de la sucesión apostòlica, confieren
vàlidamente los tres grados del sacramento del Orden (cf. DS 794 y 802; CIC 1012; CCEO
744; 747)».
363 Leon Magno, AdAnast., PL 54, 634. Cf. H. M. Legrand, Sentido teològico de las
elecciones episcopales en la Iglesia antigua: Concilium 77 ( 1972) 44-56.
364 Asi Pedro Lombardo ofrece la siguiente definición del orden: «signacu- lum
quaedam esse, id est sacrum quaedam, quo spiritualis potestas traditur ordinato et
officium», Sent. IV, 24, 13.
258 Historia y teologia comparada de los sacramentos '
favorecida por el retroceso del término «corpus verum Christi», que para
la Iglesia antigua era la comunidad eclesial, ante el término «corpus
mysticum Christi», es decir, el cuerpo eucaristico 365. Es la concepción
que ha predominado pràcticamente hasta el concilio Vaticano II, donde
se manifìesta un mayor equilibrio entre «exou- sia» y «diakonia», entre
pueblo sacerdotal y ministerio presbite- ral, entre el sacerdocio «in
persona Christi capitis» e «in nomine Ecclesiae»366. En todo caso, es
constante la insistencia en que los ministros ordenados no se entienden
por encima o al lado de la comunidad, sino en el interior y desde dentro
de la misma: significan a Cristo para la comunidad, muestran la
dependencia de la comunidad respecto de Cristo, son corno un signo
memorial permanente de la misión que la comunidad entera ha recibido
de Cristo.
La dimensión eclesiológica del sacramento del orden se ma- nifiesta,
por tanto, de multiples formas: por el ministro propio del sacramento u
obispo, que preside la iglesia locai en la dirección, la Palabra, la liturgia
y la caridad; por la colegialidad que se ma- nifiesta en la presencia de
otros obispos y su admisión al colegio
g) Matrimonio
La tentación de convertir el matrimonio en un asunto privado es un
hecho en nuestros dias, a causa de los profundos cambios producidos.
Elio se pone de manifiesto tanto en el proceso de preparación al
matrimonio, como en la intervención de la familia y,
367 Cf. los documentos citados LG, CD, PO, CIC, CCE, Pastores dabo vobis, etc.
No se olvide que aqui tan solo pretendemos senalar la dimensión eclesiológica del
sacramento del orden.
260 Historia y teologia comparada de los sacramentos '
mas aun, en la aceptación de una intervención de la Iglesia. Este
fenòmeno no solo està en contradicción con las costumbres y tra-
diciones matrimoniales de los pueblos a lo largo de la historia, sino
también con lo que supone y exige el ser cristiano. Ciertamente, no se
es cristiano en solitario; somos cristianos con y por los demàs. Por la
incorporación y pertenencia a la Iglesia por el bautismo, todo lo que le
sucede a cada uno de sus miembros afecta a toda la Iglesia. Y el
bautizado creyente debe tener conciencia de que «ser cristiano con los
demàs» significa pertenecer a una comunidad de creyentes, sentir que
nada de lo que a los demàs les sucede puede dejarme indiferente, y nada
de lo que a mi me sucede puede dejar impasibles a los demàs.
Ahora bien, si creer no es un «asunto privado», sino un «asunto
también comunitario», es lògico que también el matrimonio lo sea. Por
eso, el matrimonio de los miembros de la Iglesia es también matrimonio
de la misma Iglesia. No es solo asunto de los esposos, sino de toda la
Iglesia, pues en el matrimonio se manifìesta y hace presente la imagen
y el misterio de la misma Iglesia. El «tercer nosotros» es para los
creyentes la comunidad eclesial, verdadero testigo y garante del
acontecimiento, ante la que los esposos manifiestan su amor y su
compromiso. Es por està eclesialidad de la fe y del matrimonio, por la
que se explica y justifica la intervención de la Iglesia de diversa manera.
La Iglesia tiene derecho y deber de intervenir, regulando
normativamente el matrimonio de sus miembros; y también de manera
profètica, pastoral, evangelizadora, humana y celebrativa, manifestando
la verdad del sacramento y autentificando la disposición de los sujetos
o esposos.
La presencia y la intervención de la Iglesia en el acto de la
celebración del sacramento està en si garantizada en los mismos
contrayentes, que actuan no solo corno bautizados que ejercen su
sacerdocio universal, sino también corno «ministros y sujetos» del
sacramento. En este sentido, es lògico que la Iglesia proponga una forma
determinada de rito para expresar la eclesialidad y unidad de la fe, y
también que esté normalmente presente el sacerdote para manifestar de
forma màs significativa y representativa està eclesialidad. En la Iglesia
existen dos tradiciones, corno recuerda el nuevo Catecismo: «Segun la
tradición latina, los esposos, corno
Semejanzas y diferencias 26!
ministros de la gracia de Cristo, manifestando su consentimiento ante la
Iglesia, se confieren mutuamente el sacramento del matrimonio. En las
tradiciones de las Iglesias orientales, los sacerdotes -obispos o
presbiteros- son testigos del reciproco consentimiento expresado por los
esposos (cf. CCEO, can. 817), pero también su bendición es necesaria
para la validez del sacramento (cf. CCEO, can. 828)» (CCE 1623).“
Màs adelante se reconoce que està presencia del ministro es una
forma privilegiada de expresar la eclesialidad del sacramento: «El
sacerdote (o el diàcono) que asiste a la celebración del matrimonio
recibe el consentimiento de los esposos en nombre de la Iglesia y da la
bendición de la Iglesia. La presencia del ministro de la Iglesia (y
también de los testigos) expresa visiblemente que el matrimonio es una
realidad eclesial».
«Por està razón, la Iglesia exige ordinariamente para sus fieles la
forma eclesiàstica de la celebración del matrimonio (cf. Concilio de
Trento: DS 1813-1816; CIC can. 1108). Son varias las razo- nes que
concurren para explicar està determinación: 1) el matrimonio
sacramentai es un acto litùrgico. Por tanto, es conveniente que sea
celebrado en la liturgia pùblica de la Iglesia; 2) el matrimonio introduce
en un ordo eclesial, crea derechos y deberes en la Iglesia entre los
esposos y para con los hijos; 3) por ser el matrimonio un estado de vida
en la Iglesia, es preciso que exista certeza sobre él (de ahi la obligación
de tener testigos); 4) el caràcter pùblico del consentimiento protege el
‘si’ una vez dado y ayuda a permanecer fiel a él» (CCE 1630-1631).
Està doctrina propuesta por el Catecismo résumé de modo per- fecto
los fundamentos y lo especifico de la eclesialidad y ministe- rialidad del
sacramento del matrimonio. De ningùn otro sacramento se dice que los
ministros sean a la vez los sujetos; en ningùn otro sacramento el ministro
ordenado ejerce solo la función de testigo cualificado que bendice la
unión (segùn la tradición de la Iglesia latina); en ningùn otro sacramento
el hombre y la mujer bautizados, que expresan libremente su
consentimiento» son «los prota- gonistas de la alianza matrimoniai»
(CCE 1625); de ningùn otro sacramento depende el que nazcan nuevos
miembros de la Iglesia, y el que la familia venga a ser «iglesia
domèstica» donde se trans
262 Historia y teologia comparada de los sacramentos '
mite, se celebra y se testifica la fe. La normativa y el rito exigidos no
suponen una intervención que limite la propia de los esposos, ni de algo
simplemente burocràtico o de adorno. La exigencia de una forma
canònica para contraer matrimonio entre católicos viene motivada por
la importancia del matrimonio, por la voluntad de ayudar a que se
puedan cumplir sus fines màs propios: la unidad, la fidelidad, la
indisolubilidad, la apertura a la fecundidad. Fines estos que, en
definitiva, vienen exigidos por la misma naturaleza del amor que se
compromete en el matrimonio 368.
368 Cf. CCE 1660; Juan Pablo II, Familiaris consortio, n. 13.
■3
CONCLUSIÓN
I. EVOLUCIÓN HISTÓRICA
Proponemos a continuación algunas obras que consideramos
especialmente importantes para comprender la evolución histórica de
los sacramentos, desde la perspectiva litùrgica y teològica. Tanto en
este apartado corno en los siguientes, disponemos los titulos en orden
cronològico.
2. TEOLOGIA FUNDAMENTAL
E. Schillebeekx, Cristo sacramento del encuentro con Dios, San
Sebastiàn 1966. Tratado ya clàsico, pero decisivo y actual para
comprender la renovación actual de los sacramentos.
K. Rahner, La Iglesia y los sacramentos, Barcelona 1967. Plantea la
relación Iglesia y sacramentos, en perspectiva ecumènica.
M. Raske, Sakrament, Glaube, Liebe. GerhardEbelings Sakrament-
verstandnis, Essen 1973. Estudio de caràcter ecumènico, desde el
pensamiento de G. Ebeling, con insistencia en dos elementos
antropológicos importantes: la fe y el amor.
L. Boff, Los sacramentos de la vida, Santander 1977. Presentación
existencial y sugerente de lo que es un sacramento, a partir de las
diversas realidades de la vida.
J. M. Castillo, Simbolos de libertad. Teologia de los sacramentos.
Salamanca, 1981. La teologia sacramentai desde una actitud critica
ante lo ritual y desde la categoria de libertad-liberación.
Th. Schneider, Signos de la cercania de Dios, Salamanca 1982.
Presentación de los sacramentos desde la perspectiva del concilio
Vaticano II.
A. Schilson, Theologie als Sakramententheologie. Die Mysterien- theo
logie Odo Casels, Mainz 1982.
Bibliografia 273
5. PASTORAL
G. Fourez, Sacramentos y vida del hombre, Santander 1983.
D. Borobio, Pastoral de los sacramentos, Salamanca 1996.
H. Denis, Sacrements, sources de vie, Paris 1982. Presenta los sa-
cramentos desde una perspectiva eminentemente pastoral.
Fr. Taborda, Sacramentos, praxis y festa, Madrid 1987. Desarrolla una
si'ntesis de teologia de los sacramentos desde las categorias praxis
y desta.
D. Borobio, Cultura, fe, sacramento, Barcelona 2002.
278 Bibliografia
Pròlogo ........................................................................................................ 9
Siglas .......................................................................................................... 11
Primera parte
VARIANTES HISTÓRICAS DEL PRINCIPIO
DE ANALOGIA SACRAMENTAL
4. CONCILIOS ............................................................................................................. 49
1. ......................................................................................................
Concilios de Lyon y Florencia .................................................................... 49
2. Concilio de Trento ......................................................................... 50
5. TEÓLOGOS TRIDENTINOS Y POSTRIDENTINOS ..................................... 52
1. Escuela de Salamanca .................................................................... 52
a) Francisco de Vitoria .................................................................. 54
b) Melchor Cano .......................................................................... 58
c) Domingo de Soto ..................................................................... 61
2. Los Salmanticenses ....................................................................... 68
6. CONCILIO VATICANO II ...................................................................... 71
1. Extensión del concepto «sacramento» ........................................... 71
2. Aplicación a las diversas realidades sacramentales ....................... 72
a) Cristo, «sacramento originai» ................................................... 73
b) La Iglesia «sacramento» .......................................................... 74
c) El cristiano «sacramento» ......................................................... 77
d) El caràcter sacramentai de la creación ...................................... 80
7. TEOLOGÌA ECUMÈNICA ....................................................................... 83
1. Documentos ecuménicos ................................................................ 83
2. Planteamientos de la teologia protestante ...................................... 87
3. Planteamientos de la teologia orientai ............................................ 91
a) Concepto de sacramento ........................................................... 91
b) Nùmero de sacramentos ............................................................ 93
c) Dimensión eclesiológica del sacramento .................................. 94
d) Dimensión còsmica del sacramento ......................................... 95
e) Dimensión pneumatológica del sacramento ............................. 96
f) Sacramentos y sacramentales ................................................... 97
g) Sacramentalidad de la creación y del hombre .......................... 98
h) Analogia sacramentai y aplicación pràctica ........................... 100
8. CONCLUSIÓN .................................................................................... 101
Segunda parte
VERIFICACIÓN DE LAS SEMEJANZAS Y DIFERENCIAS
EN CADA UNO DE LOS SACRAMENTOS
Bibliografia............................................................................................... 271
Indice de nombres .................................................................................... 279
A raiz del concilio Vaticano II son numerosos los TEOLOGIA
estudios que han abordado los sacramentos desde
Verdad e
distintas perspectivas (sistemàtica, litùrgica, Imagen 189
pastoral, ecumènica, misionera...); sin embargo,
apenas se encuéntrah publicaciones que re- flexionen
sobre el «universo sacramentai» desde el principio de
la analogia.
Es cierto que la analogia se halla presente de una
u otra forma en la comprensión y en las expli-
caciones de los sacramentos, pero no siempre se ha
tenido suficientemente en cuenta. En està linea, nos
esforzaremos por presentar las razones en las que se
basa el principio de analogia sacramentai, asi corno
las consecuencias que puede tener su correcta y
equilibrada aplicación, ya que de elio puede depender
en buena medida la renovación de la praxis y el
pensamiento teològico sacramentales, la relación
interconfesional y la piena comunión eclesial.
El itinerario que vamos a seguir tiene dos etapas:
comenzaremos con un breve recorrido histó- rico,
recordando cual ha sido la presencia y vigen- cia, la
marginacion u olvido, de este principio de analogia y
sus consecuencias; sólo entonces ve- rificaremos
dicho principio en el conjunto sacramentai y en la
estructura y elementos que constituyen cada uno de
los sacramentos.
ISBN: 97X-X4-3OI-
EDICIONES SfGUEME
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