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PERSONAJES:
ROMANA SAMBRANO SIERRA SENTADA EN UNA SILLA DE RUEDAS MIRA A TRAVÉS DE UNA
VENTANA EL PAISAJE ESTRELLADO. CANTA.
Ya cocí el arroz con leche. Con leche de mis pechos para alimentar tu fuego niña trabajadora
mía. A tus dieciséis años, dices que son dieciocho. Ya cocí el arroz con las brasas de este
infierno porque se acabó el carbón. El cielo está embrocado sobre este cerro pelón, lleno de
casas y pedregal. De lejos pareces un nacimiento, por eso la Virgen te visitó. Cuando llegue mi
niña dejaré esta silla de ruedas para andar camino abajo entre las estrellas y subirla hasta el
jacalón. Este jacalón hecho con mis manos y con su mucho trabajar. Ya está tendido el
camastro, ya está regado el jardín. Esas miles de macetas que rodean todo el cantón. Geranios
rojos para el sueño de mi niña…
APARECE BEATRIZ. ASOMA LA CARA POR LA VENTANA, JUNTO A LA LUNA REDONDA. VIENE
CON ELLA UN HOMBRE QUE VEREMOS DESPUÉS.
BEATRIZ.- ¿Todavía está cantando mi viejecita? ¿Qué no se cansa de mirar la luna y de contarle
cuentos a las estrellas?
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ROMANA.- Ya tendré la eternidad para descansar. Y no falta mucho. Aunque la eternidad es
eterna y está por todas partes. Qué bueno que llegó mi niña. Tenía pendiente de que se
hubiera ido como se van otras, sin despedirse y sin volver.
BEATRIZ.- Ya le he dicho que el día que me vaya, nos iremos las dos por los aires en su silla de
ruedas, volando por encima de todas las miserias de este mundo y de los otros.
ROMANA.- Ya está el arroz con leche. He cogido tres brasas del infierno y la cociné con leche
de mis senos, luz de luz, sangre de mi sangre, para mi niña… yo ya me comí tres piedras, con
eso me alcanza para llegar a mi final…
BEATRIZ.- Esta noche no estamos tristes. Y el arroz alcanzará para las dos y para este señor,
este ángel que me ha traído con sus alas a través de los campos llenos de cardos calientes. Me
ha traído a salvo. Una noche más.
ROMANA.- ¡Qué pena que no me pueda levantar para recibirlo, señor! Pero pase, pase a esta
su humilde morada. Considérela su casa.
APARECE DANTE…
ROMANA.- No tiene que limpiarse los zapatos. Esta casa está llena del polvo de muchos
caminos.
DANTE.- Dan ganas de vivir en esta casa. Es tan humilde, que me hace sentir que la vida es
todo lo que existe. Gracias. Quiero estar siempre con ustedes.
BEATRIZ.- Madre, serviré el arroz. Hoy tengo más hambre que todas las noches. Esta noche
quiero comer mucho arroz, y convidar a este señor. Que se queda con nosotros. Madre: él nos
va acompañar toda la vida.
ROMANA.- Toda la vida es mucho tiempo. ¿No tienes miedo de hablar así?
BEATRIZ.- Esta noche no existe el miedo. Por esta tarde ha disipado el miedo con nuestros
pasos emparejados. Este hombre dormirá conmigo en el suelo. Tenderé unos cartones y te
pediré prestada tu cobija aunque esté muy raída, será para nosotros un manto de seda…
ROMANA.- Estás tan pequeña, y me da miedo verte tan alegre…Pero no tiendas la cama en el
suelo. Ustedes dormirán en el catre. Yo cuidaré su sueño cantando bajo las estrellas. Al fin la
frescura de la noche nos alivia un poco de este infierno. (AL HOMBRE) Y dime, ¿cuál es tu
nombre? Acaso eres incógnito como la noche. Pero la noche se cansa de cargar tantos
nombres.
DANTE.- Pero los nombres no importan. Este que ves aquí, reflejo apenas, no busca la vanidad
ni la gloria.
ROMANA.- Yo necesito un nombre para agarrar a la gente. Para que no se me vaya la vida tan
pronto. Para que no te me escapes y te lleves a mi niña. Te llamaré Dante, como dice la pasta
de ese libro que no dejas de abrazar. Ya puedes dejarlo. Ya tienes nombre. Ya nadie te lo
robará.
BEATRIZ.- Madre, serviré el arroz para mitigar el hambre, aunque sea una mentira, como el
amor, que no podemos tocarlo, pero decimos que existe. Nuestra hambre nunca termina.
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DANTE.- Como el amor. Tal vez, o tal vez quién sabe.
BEATRIZ.- Esta noche dormiremos en la cama del suelo. Soñaremos el sueño de la tierra.
DANTE.- Pero los planetas no sueñan, siempre están despiertos moviendo sus vientres y
siempre pariendo.
BEATRIZ.- Dante se quedará para siempre con nosotros. Escribe historias al viento y vive del
viento.
DANTE.- Es la poesía la que llama a este que vez. Es tu hija, es la llama, es el personaje y la
escena. Escribir teatro deja muchos dolores de cabeza. Parir a los personajes duele. Si cada
personaje creado por este al que le permites hablarte a la cara dejara un solo peso, yo sería
rico de dinero. Compartiré con ustedes mi soldada en una oscura oficina. Donde haya trabajo,
trabajaré. Viviremos bien los tres.
ROMANA.- Este lugar se llama La Virgen, porque vivimos de milagro. Bienvenido al milagro
nuestro de cada día. Compartiremos tu riqueza aunque sea de puros fantasmas. Beatriz, sirve
el arroz. La olla está en el brasero y habrá crecido una enormidad. Donde comen dos, comen
tres. Ten cuidado con las flamas que aún arden las llamas del infierno por debajo de las
cenizas.
BEATRIZ.- Voy y vuelvo. De las estrellas me enfermo, me hacen blanca y muy pura. Esta noche
quiero ensuciarme e vida. (SALE)
DANTE.- ¿Qué hace ese gato ahí arriba de ese ropero? ¿Por qué maúlla tan negro? Voy a
bajarlo hasta el suelo.
ROMANA.- Déjalo ahí. Es una alcancía, que con sus ruidos espanta el hambre. Aunque ahora
está en silencio.
DANTE.- Lo bajaré y lo echaré a la calle. Que vaya a retozar como todos y que no me espante el
sueño.
DANTE.- Este hombre te librará, gato, de las alturas. El hombre se subirá en esta silla y bajará
tu peludo cuerpo de yeso, para que recobres pelo y garras…
ROMANA.- Dante. Déjalo. Él así vive bien. El silencio es su regalo. Aunque el ruido nos alertaría
a todas. Nos aburrirían sus gritos, y nos asquearían sus pelos.
DANTE CAE DE LA SILLA, CON ÉL LA ALCANCÍA QUE SE ROMPE EN EL PISO DE TIERRA. EL GATO
MAÚLLA Y SALE CORRIENDO. UNA PEQUEÑA MONEDA RUEDA POR TODA LA CASA
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PRODUCIENDO UN RUIDO DE PLATA PURA. ALGO ASÍ COMO SI SE HUBIERA CAÍDO LA LUNA
SOBRE LA TIERRA.
BEATRIZ.- Aquí estoy madre. He servido tres platos copeteados de arroz. Ahora cenaremos
arroz con leche de tu pecho… ¡Qué hace Dante recostado en el suelo!
ROMANA.- Él quiso tener por amigo al gato y encontró el yeso de la muerte. Mira su cara,
blanca como la cera antes de encenderse.
BEATRIZ.- ¿Qué haces, Dante, en el suelo? Vamos a comer juntas. Vamos a vivir aquí en esta
casa en la que te dan ganas de vivir.
ROMANA.- Beatriz, ve con la Chala, habla por teléfono, mueve medio mundo, hay que traer a
las sirenas lloronas.
BEATRIZ.- ¡Chala, Chala! ¡Habla por tu teléfono a las sirenas, que traigan pronto una
ambulancia!
BEATRIZ.- ¡Hazme ese favor, Chala, llama a las sirenas! ¡Diles que vengan pronto, que la Virgen
las necesita!
CHALA.- ¡Mira putita de dieciséis años, ya me debes muchas llamadas de teléfono! ¡Ni una
más!
BEATRIZ.- ¡Ya sé que te debo todas las llamadas del mundo! ¡Pero no te he podido pagar con
mi sueldo de la zapatería! Me dan 380 pesos a la semana y de ahí tengo que mantener a mi
madre, comprarle sus medicinas, pagar mis libros de la prepa abierta, comprarme ropa, dejar
un guardadito para los camiones y pagar la entrada al salón de baile cada quince días. Si no
fuera a bailar me volvería loca.
CHALA.- Tú no tienes por qué andar pagando tu entrada al baile. Con ese cuerpito que tienes,
aunque flacucho, podrías conseguir quién te pague la entrada y hasta el refresco. Yo podría
conseguirte buenos clientes y de ahí me pagarías lo que me debes del teléfono. ¡Toma
chocolate, paga lo que debes! ¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja!
BEATRIZ.- Llama a las sirenas por favor, las necesito, porque en mi casa se cayó un señor.
CHALA.- ¡En tu casa no hay ningún señor, soflamera! ¡Ahí solo vive tu chingada madre en silla
de ruedas y tú, que eres una chamaca necia! ¡Vives pobre porque quieres! ¡Ven a trabajar
conmigo, tengo clientes que pagarían bien tus servicios!
BEATRIZ.- Yo no puedo trabajar con tus clientes, porque tengo que alimentarme bien para
tener salud en mi cuerpo. Este señor me va a ayudar. Hazme esa llamada, tú eres la única que
tiene teléfono en toda La Virgen. ¡Trae a las sirenas, ya!
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LA CHALA.- Está bien. Llamaré a las sirenas para que vengan a curar a tu señor, putita. Pero de
aquí en adelante trabajarás solo para mí. ¡Te alimentaré con papas y sopa de pasta para que
engordes y pueda yo vender bien tu cuerpo! ¿Entiendes?
BEATRIZ.- Haré lo que tú quieras, Chala, pero haz que vengan las sirenas ya…
LA CHALA.- He llamado a las sirenas. Ahí las tienes, subiendo por el camino del infierno.
Recíbelas y que levanten al señor que se cayó en tu casa.
POLICÍA ESTATALIZADO.- Este cristiano ya caducó. No presenta signos vitales. A ver pareja,
búsquele documentos que lo identifiquen mientras interrogo a estas mujeres. ¡Y deja de estar
haciendo dibujitos en el suelo! ¡Somos policías y no maricas pintores! (SE DIRIGE A LAS
MUJERES) ¿Qué fue lo que pasó? ¿Cuál de ustedes dos se ejecutó a este individuo?
POLICÍA ESTATALIZADO.- Pos era tu amigo, porque ya felpó. Pero no tengo tiempo para
escuchar historias de amor. ¿Tú lo golpeaste en la cabeza con esta alcancía que yace aquí rota,
este gatito que ni una moneda guardaba en su interior?
BEATRIZ.- Acabaron nuestros sueños, madre. Así nos lo hacen saber las sirenas con su canto
perturbador. Hable usted, cuente su historia. La historia de Dante en el infierno de La Virgen.
ROMANA.- Yo sabía que esa silla se quebraría en cualquier momento. Era una silla de madera,
lo único que me quedó de aquella vida que tuve con tu padre, de aquella vida de casada que
duró poco. La revolución se llevó a mi hombre, que era tan bueno para labrar la tierra, y para
hacer sillas de madera… Dante, te dije que dejaras en paz al gato. Los gatos de todas maneras
no hacen caso. ¿Por qué quisiste ser gato?
POLICÍA ESTATALIZADO.- ¡Ya déjese de historias, señora! ¿Así es que fue usted la que golpeó a
este individuo con la silla? ¿Y cómo pudo hacerlo si está en silla de ruedas? ¿Puede andar? ¡A
ver, levántese!
ROMANA.- Fue la azúcar la que se llevó a mis piernas. ¡Tanto que me gustaba bailar! ¿Cómo
quiere que me levante, no ve que no tengo piernas?
POLICÍA ESTATALIZADO.- Este caso está muy raro. Aquí hay gato quebrado. Esta alcancía no es
alcancía, este gato no es gato y este hombre ya no es hombre… Compa, apunte todo para
informarle al jefe. ¡Ya deje de hacer dibujitos!
POLICÍA DIBUJANTE.- Me cae que me quedó bien chido el contorno. Yo podría ser Madonnari.
¿Qué me decía, compañero?
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POLICÍA ESTATALIZADO.- Le decía que anote los datos del interrogatorio, porque este caso está
muy raro…
POLICÍA DIBUJANTE.- (ADMIRANDO SU OBRA) Compañero, deje ese trabajo para el agente del
Ministerio Público. Ya no tarda ni quince… horas en venir, si es que se anima a subir hasta La
Virgen…
BEATRIZ.- Ni siquiera sé su nombre. Era un escritor sin libros publicados. No quería homenajes
ni honores de ninguna clase.
POLICÍA ESTATALIZADO.- ¡A ver, compa, búsquele documentos, o algo que lo identifique. Por
muy escritor que hubiera sido, por lo menos debe traer su credencial de elector. ¡Búsquele,
pareja!
BEATRIZ.- Le llamábamos Dante. Por ese libro que traía siempre con él. Dante.
LA CHALA.- ¡Beatriz! ¡Beatriz! ¡Sal para que me digas qué tanto están platicando! ¡Ya se
tardaron mucho!
LA CHALA.- ¡Eso es una pendejada del destino! ¡Porque si Dante no hubiera muerto, todavía
viviría! ¡Y a ti nada te faltaría! ¡Ahora tendrás que venir a trabajar con mis clientes! ¡Pero antes
te pondré en engorda, muchacha!
ROMANA.- ¿De qué es ese humo que se eleva en el horizonte y que ya cubre todo el cielo?
POLICÍA PINTOR.- Mire, pareja, que hermoso espectáculo. Me gustaría tener un lienzo y mis
pinceles, para retratar este incendio.
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POLICÍA ESTATALIZADO.- ¡Cállese la boca! ¡Se prendió el súper mercado nuevo! ¡Se está
quemando la tienda nueva!
POLICÍA ESTATALIZADO.- Como dice José Alfredo ¡vámonos! Tenemos que acudir al incendio.
POLICÍA PINTOR.- Se lo dije, colega, que dejáramos en manos del Ministerio Público este
asunto. (A LAS MUJERES) Ahí esperen al agente. ¡Aburrrrr!