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O LA MAQUINA DE IMAGINAR
OPINION E INFORME
ALBERTO COUSTÉ nació en Buenos
Aires en 1940. Tras una prim era expe
riencia periodística en la radio, ejer:
ció la dirección escénica de la que
volvió al periodism o habiendo form a
do parte del cuerpo de redacción de
«Prim era plana» de 1964 a 1969.-Des
de ese año reside en Europa. En 1969
apareció un volumen de poesía, Los
buscadores de oro, que reúne con
textos inéditos distintas piezas del
autor publicadas antes en libros y re
vistas y en 1927 una prim era novela,
Jarana.
La prim era descripción científica del
juego del T arot (1781) atribuye a sus
naipes adivinatorios un origen egip
cio. Las m odernas investigaciones pa^
recen más bien inclinarse a reconocer
a las figuras medievales que han lle
gado hasta nosotros un origen hindú
que se hubiera transform ado po r vía
de la civilización arábiga. Pero el, Ta
rot, tal como lo conocemos y como
lo ha fijado la tradición m ántica de
los dos últim os siglos, nos viene di
rectam ente determ inado po r el ocul
tism o medieval. El m oderno Tarot se
compone de veintidós arcanos, cuyas
virtudes adivinatorias pueden refor
zarse mezclándolos con una b araja de
juego de cualquiera de las formas tra
dicionales. La presente edición se
acom paña de un mazo de Tarot que
reproduce una antigua incisión fran
cesa y que pertenece al m useo de
naipes de Heraclio Fournier.
La utilización m ántica del Tarot im
plica un acercam iento mágico, un
acercam iento esotérico y un acerca
m iento poético a la lectura de cada
m esa adivinatoria. El Tarot no es más
que un código simbológico que ha fi
jado a lo largo de los siglos reacciones
de la imaginación hum ana ante el te
m or de lo desconocido. BARRAL EDI
TORES.
EL TAROT
O
LA MÁQUINA DE IMAGINAR
ALBERTO COUSTÉ
EL TAROT
O LA MAQUINA
DE IMAGINAR
BARRAL EDITORES
BARCELONA
1974
Cubierta de
Julio leíaos
ISBN 8 4 - 2 1 1 - 7192 - 5
Depósito Legal: B. 501 - 1974 Printed in Spaín
Éliphas Lévi
Oswald Wirth
INTRODUCCIÓN
11
/
12
ironizaría en los límites de la perspicacia y la sabiduría, y
otras — como viene ocurriendo del positivismo para aquí—
a sumergirla como residuo involutivo de la superstición. Su
vitalidad no da trazas de ceder, sin embargo, como lo prue
ban las secciones astrológicas de periódicos y revistas, los
millones de personas que a diario consultan a las cartas o
se hacen leer las manos, los centenares de hilos sueltos (pre
moniciones, sospechas telepáticas, buenos y malos augurios)
que siguen uniendo al racionalista de nuestro tiempo con el
llamado pensamiento primitivo. Para Gwen Le Scouézec
(Encyclopédie de la Divinatión, pág. 253 y ss.) la última ma
nifestación cultural de esta necesidad puede verse en la in
terpretación de los sueños, del psicoanálisis ortodoxo3.
Se ampliará esta argumentación en las páginas dedi
cadas a El oficio de adivino (Segunda parte; capítulo I),
pero ahora es importante hacer algunas precisiones sobre las
disciplinas mánticas en general, a las que se puede dividir
entre las que utilizan un «intermediario» y las que no lo
utilizan. Estas últimas son sin duda las más remotas, e in
cluyen a todo tipo de videntes, médiums, chamanes y otros
investigadores de los estados intermedios de conciencia4.
Entre las man ñas con intermediario cabe distinguir aún a
aquéllas que no escapan al ámbito personal del consultan
t e 5, de las que podrían llamarse «referenciales», ya que se
3. El aspecto ontològico del psicoanálisis impide, por supuesto,
incluirlo en cualquier tipo de paralelismo mántico. Pero también es
cierto que, a través de las «interpretaciones», reproduce en el mar
co de la ciencia contemporánea los métodos tradicionales del pen
samiento esotérico : la analogía y la referencia.
4. Unas veces en forma predestinada, como Mircea Eliade ha
señalado en relación al chamanismo; otras, producida por una
decidida y limitada voluntad intelectual, como en el caso de la fa
mosa dupla que establecieron Marcel Duchamps y Robert Desnos
para la creación de Rrose Selavy, «la marchand du sel».
5. La quiromancia, o lectura de las líneas de las manos, exten
dida universalmente; la singular partenomancia, cuyo único objeto
es certificar la virginidad de las mujeres o verificar su pérdida por
13
valei/de un objeto ajeno al adivino y al consultante, y son
la inmensa mayoría de las que se practican en el mundo.
A esta última categoría pertenece la cartomancia, de la
que el Tarot es el grado más complejo y especializado.
Más adelante se ofrecerá un resumen de los métodos de
mayor divulgación, y pretendidamente eficaces: conviene
aclarar que el Tarot no figura entre ellos, ya que la diver
sidad casi inagotable de su lectura aleja más de lo que se
duce a los aprendices de adivino. Esta no es la menor de
las razones que le han permitido conservar su pureza sim
bólica.
15
/
/
dad y de una continuidad isomorfas con la totalidad de lo
real (...). El punto de vista metafísico, escapando por defi
nición de la relatividad de la razón, implica en su orden una
certeza. Pero frente a esto ella no es expresable, ni imagi
nable, y presenta conceptos sólo accesibles por los sím
bolos.»
Se insistirá sobre esta materia en la sección dedicada
al tarot esotérico (Primera parte; capítulo II), pero estas
líneas pretenden sugerir uno de los costados más apasionan
tes de la biblioteca muda que se trata de analizar.
16
choso : el poder sugeridor de ese modelo es tan apasionante,
que justifica la existencia de todos los discursos y las tesis
variadas que su misterio ha producido.
Esas páginas pueden consultarse, pero no son más que
el prólogo a la experiencia individual que proporcionará el
trabajo con el Tarot. Como casi todas las obras maestras de
la imaginación humana, el Tarot tiene la ventaja y el defec
to de comentarse a sí mismo.
* * *
17
Ellos y sus obras —como otras de menor significación
para el presente trabajo— figuran en la bibliografía com
pilada para quienes deséen, por vía experimental, desarro
llar los estímulos que proporcionen estas páginas.
Barcelona/La Garriga,
1971
18
PRIM ERA PARTE
EL TAROT HISTÓRICO
21
del autor de Monde Primitif puede citarse a una constela
ción de ágiles embaucadores, a cuyo frente merece figurar
Etteilla, reconstructor de un Tarot galante y arbitrario, que
tuvo sin embargo la fortuna de convertirse en naipe favorito
de los adivinos, y fue usado por los más célebres de ellos,
incluida la deslumbrante mademoiselle Lenormand. Etteilla
— que en realidad se llamaba Alliette, y fue peluquero de
la aristocracia francesa hasta el encuentro de su definitiva
vocación— se convirtió rápidamente en el pope de la car
tomancia, y desorbitó las presunciones de Gébelin en nume
rosos escritos, en los que proclamó al Tarot como al libro
más antiguo del mundo, obra personal de Hermes-Thot7 en
la remota infancia de la humanidad. Un paso más allá se
arriesgó Christian (Histoire de la Magie, 1854), imaginando
las ceremonias de iniciación en el templo de Memphis, que
habrían estado presididas por los veintidós arcanos, cada
uno de los cuáles equivalía a una llave de la revelación.
Cuando la ruina faraónica, este compendio de conocimien
tos supremos habría pasado a los pitagóricos y los gnós-
22
ticos, quienes a su vez lo dejaron en herencia a los alqui
mistas. Esta síntesis imaginativa de la prehistoria del Tarot,
alcanzaría tiempo después su consagración por medio de
Eduard Shuré, quien la repite puntualmente en Los grandes
iniciados, acaso el primer best-seller que produjera el ocul
tismo.
Pero es a través de la obra de un sacerdote —increíble
codificador de cuánto se conocía hasta entonces sobre cien
cias ocultas— que el Tarot llegará al punto más alto de su
prestigio mítico. El abate Constant, popularizado para el
mundo bajo el seudónimo de Éliphas Lévi, hace de él la
columna vertebral y el conductor secreto de su libro ca
pital (Dogme et Rituel de la Haute Magie, 1856)8. Lévi
asegura que el Tarot no es otro que el «libro atribuido a
Enoch, séptimo maestro del mundo después de Adán, por
los hebreos ; a Hermes Trimegisto, por los egipcios ; a Cad-
mus, el misterioso fundador de la Ciudad Santa, por los
griegos», y desarrolla la teoría según la cual los arcanos
consiguieron su envidiable supervivencia. El sabio cabalis
ta Gaffarei, uno de los magos de la corte del cardenal Ri-
chelieu, habría probado que «los antiguos pontífices de
Israel leían las respuestas de la Providencia en los oráculos
del Tarot, al que llamaban Théraph o théraphims». Cuando
la destrución del Templo, en el año 70, el recuerdo de los
théraphims originales acompañó al pueblo elegido en su
destierro, y su simbolismo —ya que no sus formas— se
23
transmitió por tradición oral durante siglos. Los cabalistas
españoles habrían reconstruido las tabletas, en un momento
que podría ubicarse alrededor del siglo xm.
Como se verá más adelante, es evidente que el simbo
lismo de los arcanos se relaciona con grafismos primitivos
y recurrentes, pero nada autoriza en la actualidad a pronun
ciarse por la continuidad histórica ideal que propone Lévi.
Más coherente es atribuir la paternidad del Tarot al genio
colectivo de los imagineros medievales, como sugiere Wirth,
quienes dotaron de la bella forma que conocemos a un con
junto simbólico disperso, al que los siglos, el conocimiento
iniciático de las corporaciones, la casualidad y el trabajo
de reconstrucción de los eruditos de los últimos doscien
tos años, acabó por convertir en el rutilante mazo de 78 nai
pes que se conoce bajo el nombre de Tarot de Marsella.
Burguesa
24
tradas con sus símbolos. La iconografía de estas 120 car
tas, suele variar según los centros de fabricación. Cada
serie — siguiendo la descripcón de Caillois— comprende
dos figuras (el rey y el visir) y diez cartas de puntos, nu
meradas del uno al diez. En las cinco primeras series, el
orden de las cartas numeradas es ascendente, de uno a diez,
siendo el uno la más baja ; en las cinco últimas el orden es
inverso, correspondiendo al uno o as el mayor valor. Las
series son emblemáticas como las de nuestra baraja, aun
que su mayor número y la variedad iconográfica apuntada
dificultan el paralelo. Entre las más usadas podrían anotar
se, sin embargo, los peces, tortugas, conchas, discos (equiva
lentes a los oros), lotos, cálices, vasijas (copas), hachas,
arcos (bastos y espadas). «Algunos juegos,— concluye Cai
llois— representan escenas donde intervienen de uno a diez
personajes, según el valor de la carta: un fumador solita
rio, dos hombres en trance de discutir, una dama y su sir
vienta visitando a un santón (...), una muchacha bailando
delante del rey y tres cortesanos, etc.»
Para el británico Roger Tilley (Caries à jouer et tarots),
hay un curioso paralelo entre la representación del dios
híbrido Ardhanari (cuya mitad izquierda es Shiva, y la de
recha la Shakti Devi) y las series de la baraja: la mitad
Shiva sostiene una copa, y la mujer una espada. Podría
agregarse que el anillo de Devi alude al oro, y el eje ver
tical del andrógino al carácter de cetro que se atribuye
al basto. El ejemplo es un tanto excesivo, pero sirve para
destacar la esencia referencial de toda simbologia : integra
do a sistemas de creciente complejidad, el símbolo no sólo
25
no pierde su fuerza evocadora, sino que la acrecienta. Pues
tos a descubrir paralelismos de este tipo, es probable que
el desmonte de un sólo sistema se convirtiese en una tarea
inagotable.
Más estrictamente, se intentará aquí una cronología pro
bable de los juegos de cartas — en alguno de cuyos puntos
debe encontrarse el ubicuo nacimiento del Tarot— según
los datos más comprobables, o citados con mayor frecuen
cia por los especialistas.
26
1240 — El Sínodo de Worcester prohíbe a los clérigos «el
deshonesto juego del Rey y de la Reina», frase que puede
referirse a las cartas, al ajedrez, o a alguna otra moda frí
vola acaso menos inocente. Por aquella época Ramón Llull
(1235-1315) habría conocido los veintidós arcanos, según
afirma Oswald Wirth.
27
juego? Esto es algo que ignoro totalmente...» Más adelan
te cita seis tipos diferentes de baraja, entre los que hay una
compuesta por 78 láminas. Acaso es el Tarot, aunque fal
tan todavía algunos años para la aparición de la copia más
antigua que ha llegado hasta nosotros.
28
do— de que las cartas se inventaron para distraer la locura
del rey, quien por entonces pasaba una de las más graves
crisis de su enfermedad, no reconocía a sus familiares, y se
encerraba a disputar interminables partidas con su favorita
Odette de Champdivers (Juan Bautista Weiss, Historia Uni
versal; voi. VII, págs. 581 y ss.). Lo que sí cabe señalar de
estos naipes, es que son los más antiguos tarots que se con
servan, y el artesano Gringonneur debe a ellos su perdura
bilidad. Es evidente que no son originales, sino copia o re
fundido de otros juegos más antiguos, pero ofrecen por
primera vez la totalidad de las 78 láminas, incluyendo los
22 arcanos fuera de serie y color, que debieron desconcer
tar los entusiasmos lúdicos del desdichado Carlos VI.
29
solo juego de naipes «iluminados a mano». Es el más an
tiguo Tarot italiano que ha llegado hasta nosotros.
30
RO TA o ATOR con las cuatro letras del Tetragrammaton,
o Nombre de Dios. Es acaso la más antigua referencia al
simbolismo elíptico del Tarot, y sin duda el primer intento
de una explicación esotérica de su nombre.
31
detalles —sospechosos de fantásticos en buena medida—
por Stanislas de Guaita y Oswald Wirth. Pero es induda
ble que no es Fautrier el creador de esta vasta simbologia,
sino una suerte de codificador de lo que cuatrocientos
años de artesanía colectiva pusieron entre sus manos.
Casi dos siglos antes del trabajo del marsellés, Garzoni
conoció un Tarot poco menos que idéntico (las series eran
denominadas monetae, xyphi, gladii y caducei, y al valet o
sota se lo describía como El Viajero); al tarocchino, de
Francesco Fibbia, sólo le faltan 16 cartas de menor impor
tancia (del dos al cinco de cada palo) para gozar de pareci
da similitud, y el llamado «tarot de Besançon» presenta
apenas una diferencia de tipo mitológico : el reemplazo de
los arcanos II y V (La Sacerdotisa y El Pontífice), por las
figuras de Juno y Júpiter.
Existen variantes más significativas, como el Minchiate
florentino, que a mediados del siglo xv ofrecía una colec
ción de 95 naipes, de los cuales cuarenta eran arcanos ;
o el juego denominado Trappola, al que no puede conside
rarse propiamente un Tarot ya que, al margen de faltas
menores (no tiene reinas, ni los números del tres al seis),
carece de arcanos 12.
El más famoso de los competidores del Tarot es, sin
duda, el atribuido a Mantegna (según Le Scouézec, sin fun
damento), llamado también Cartas de Baldini. Son cincuen
ta arcanos, divididos en cinco series de diez naipes cada
una, y su tendencia enciclopédica lo relaciona más con el
carácter pedagógico del naipe chino (Mil veces diez mil),
que con la evolución de la baraja occidental. Así, la primera
de las decenas marca la jerarquía de las clases sociales
(mendigo, sirviente, artesano, comerciante, gentilhombre,
caballero, duque, rey, emperador y papa); la segunda re-
12. El Trappola es, casi con seguridad, el antepasado directo
d e la baraja española. Esta conservará la misma relación de figu
ras, suprimiendo también algunos números de la serie decimal.
32
presenta a las nueve musas, complementadas por Apolo ;
la tercera alude a las ciencias, y la cuarta a las virtudes.
La quinta serie, finalmente, incluye los siete planetas, la
octava Esfera, el Primer Móvil, y la Primera Causa. Wirth
— que conoció dos ejemplares de las Baldini, de 1470 y
1485— asevera que su autor, neófito en materias esotéricas,
intentó ampliar y mejorar por su cuenta un modelo de
Tarot que le parecía insuficiente e incomprensible, relle
nando estas supuestas carencias con concesiones a la filo
sofía de la época. Parece probable, ya que se conoce al
menos la existencia del modelo diseñado por Gringonneur,
con toda seguridad anterior a las Baldini.
Queda por mencionar el tardío y arbitrario tarot co
nocido como Gran Etteilla, exhumado (o más probable
mente, inventado) por el peluquero Alliette. No se le toma
en cuenta en ninguna de las investigaciones serias sobre
el simbolismo del Tarot, pero fue con mucho el más di
vulgado y popular entre los adivinos de los últimos dos
siglos, y todavía se lo cita como paradigma del misterio
en la baja literatura ocultista.
33
E l Tarot, 2
coincida con el inspirado Curt de Gébelin, intuyendo en el
Tarot algo más que un inocente pasatiempo. Si bien Saint-
M artin está lejos de divulgar las fantasías egipcias de sus
predecesores, parece cierta su influencia en la formación de
los ocultistas del xix, principalmente en Christian y Éliphas
Lévi. A partir de este último habrá que distinguir dos lí
neas entre los historiadores del Tarot: una conducirá al
charlatanismo desembozado de Gérard Encausse, quien
bajo el seudónimo de doctor Papus dedicará al tema dos
libros de vasta difusión (Tarot des Bohémiens y Le Tarot
divinatoire), divulgados profusamente en los años previos
a la Primera Guerra Mundial; la otra, pasando por el
magisterio de Joséphin Péladan (quien creó el primer mé
todo simbólico de lectura) y Stanislas de Guaita, llega
rá a Oswald Wirth. El Wirth de la madurez, sobre todo u,
no parece merecer la crítica con que Aimé Patri («Un
monde intelligible d’images», Critique, n.° 84, mayo de
1954) lo descalifica: «El Tarot de Oswald Wirth — dice
Patri— , con sus figuras tan graciosas, o el de Papus, con
sus imágenes particularmente horribles, constituyen inno
vaciones debidas a la fantasía personal de sus autores,
puestos en la necesidad de justificar sus interpretaciones.»
Si la obra de Wirth se resiente frecuentemente de ex
cesos imaginativos, no es menos cierto que se trata del
libro más serio y documentado que haya sido escrito por
un ocultista, y que sigue siendo el indispensable punto de
34
partida para toda investigación o comentario sobre el Tarot.
Más completas o más rigurosas, deben mucho a Wirth obras
como las de Paul Marteau o Gérard van Rijneberk, en la
década de los cuarenta, y la aguda recapitulación de mate
riales sobre el tema, realizada por Gwen Le Scouézec
en 1965.
35
II
EL TAROT ESOTÉRICO
37
ante el iniciado numerosas disciplinas o sistemas reflexi
vos, cuya sutileza ayudará a la madurez y ampliación cons
tante de su pensamiento analógico — conocimiento opuesto
por naturaleza a la operación análisis/síntesis que caracte
riza al pensamiento científico— , cuando no a la realiza
ción personal, y hasta al trabajo que esa realización esté
llamada a cumplir dentro de la economía universal ’6. Este
habría sido el sentido disciplinario de las operaciones caba
lísticas y astrológicas, y parece encontrárselo resumido — se
gún Lévi y, posteriormente, Wirth— en el alfabeto simbó
lico de los veintidós Arcanos Mayores del Tarot.
«La psicología actual —dice Juan-Eduardo Cirlot (Dic
cionario de Símbolos, págs. 436/437)— reconoce que las
cartas del Tarot son, como lo han probado Éliphas Lévi,
Mare Haven y Oswald Wirth, una imagen del camino de la
iniciación y similares a los sueños. De otro lado, Jung
coincide con las seculares intuiciones del Tarot al reconocer
dos batallas diversas, pero complementarias, en la vida del
hombre: a) contra los demás (vía solar), por la situación
y la profesión ; b) contra sí mismo (vía lunar), en el proce
so de individuación. Estas dos vías corresponden a la refle
xión y a la intuición, a la razón práctica y a la razón pura.
El temperamento lunar crea primero, luego estudia y com
prueba lo que ya sabía; el solar, estudia primero y luego
produce. Coresponden estas vías también, hasta cierto pun
to, a los conceptos de introversión (lunar) y extraversión
(solar); a contemplación y acción.»
38
En general, puede decirse que la iniciación reconoce
dos vía& de acceso al conocimiento, que se definen habitual
mente como Seca y Húmeda, y cuyas correspondencias
principales serían:
seca = activa
húmeda = pasiva
39
para la representación gráfica de las vías, en la forma que
sigue
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11
0 21 20 19 18 17 16 15 14 13 12
ACTIVIDAD
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11
PREPARACIÓN o APLICACIÓN
TEORÍA PRÁCTICA
ESTUDIO PUESTA EN MARCHA
0 21 20 19 18 17 16 15 14 13 12
PASIVIDAD
18. Para éste, como para los siguientes ejercicios que se desa
rrollarán en el libro, se recomienda hacer uso del juego de naipes
que acompaña a este ejemplar.
40
en el que se observa que en la iniciación seca o activa, la
teoría precede a la práctica; en tanto que se produce lo
inverso en la iniciación húmeda o pasiva, en la que el suje
to realiza sus acciones antes de llegar a comprenderlas.
«Para alcanzar una actividad consciente (dórica) —dice
Wirth— el sujeto necesita comenzar por adquirir los co
nocimientos que se encuentran en los arcanos 1, 2, 3, 4 y 5.
Cuando la instrucción ha terminado, una prueba moral (re
presentada por el arcano 6) permite, si se la cumple con
éxito, pasar a la realización práctica manifestada en los
arcanos 7, 8, 9, 10 y 11. En el dominio de la pasividad,
el abandono místico se traduce en obras figuradas por los
arcanos 12 al 16; porque, a favor de las influencias exte
riores a las que alude el arcano 17, se determina una ilumi
nación progresiva, cuyas fases se reflejan en los arcanos
18 al 0.»
Con independencia del crédito esotérico que quiera otor
gárseles, la reflexión sobre estos esquemas es primordial
para los fines prácticos de este libro. Deliberadamente se
elude aquí un mayor análisis simbólico, para permitir una
primera familiaridad espontánea con las imágenes hasta
ahora mudas del T a ro t19.
41
comprobable; la mítica, que le atribuye una antigüedad
y una extensión inverosímiles. Entre ambas — también a se
mejanza de lo que ocurre con el Tarot— es seguro que se
encuentra la posición más cercana a la verdad y, sin duda,
la de mayor riqueza especulativa. Hay que admitir que
Tarot y Càbala adquieren la estructura formal con la que
han llegado hasta nosotros durante la Edad Media, pero es
cierto también que sus contenidos no se producen espon
táneamente en esos años, y sus símiles y fuentes — como
modelos mentales, como propuestas imaginativas— pueden
rastrearse cómodamente en la antigüedad, desde la astrolo
gia caldea, hasta esa feria suntuosa que fue el apogeo cultu
ral de Alejandría.
Como brote coherente, y desde entonces ininterrumpido,
el movimiento cabalístico parece haber surgido entre los
siglos xii y xiii, en las comunidades hebreas de la Proven
za (Bahir) y de Gerona, alcanzando su culminación en la
obra del rabí español Moisés de León (muerto en 1305),
quien circa 1280 publica el célebre Zohar (Libro del Es
plendor), atribuyendo la mayor parte de su redacción al eso
térico Simón Bar Iojai, un improbable rabí palestino del
siglo ii. Un investigador tan serio como Jacob Bernard Agus
(La evolución del pensamiento judío, págs. 253 y ss.) niega
esta última aseveración, así como las pretensiones trascen
dentes de todo el cabalismo, explicándolo más bien como
un brote irracionalista que reacciona ante el pensamiento
de Maimónides y su consecuente asimilación del genio helé
nico al judaismo tradicional.
Para Lue Benoist, en cambio, la Càbala no puede ser
entendida como un fenómeno simplemente histórico, sino
como el cuerpo de la continuidad esotérica del judaismo.
En este caso, habría que remontarla a la figura de Moisés,
y no sería otra cosa que la revelación que el profeta «reci
bió al par que la ley escrita, y que explica el sentido pro
fundo de la Torà». Por una interpertación parecida — en
42
cuanto a la antigüedad no sólo de la Càbala sino de sus
libros canónicos— se pronuncia también Matila C. G hyka20.
E n uno u otro caso, es evidente que los cabalistas han
manejado un material lo bastante estimulante como para
producir «una vasta literatura, que cuenta con más de tres
mil volúmenes» (Agus). Los ocultistas decimonónicos no po
dían desaprovechar la oportunidad de hacerse con un siste
ma tan intrincado e interminable, y han colaborado nota
blemente a la confusión con una biblioteca exegética casi
tan voluminosa como la original. Habitualmente parten de
la Kabbala Denudata, de Knorr de Rosenroth (Sulzbach,
1645), y entre sus obras más extensas y sistemáticas se des
tacan The Kabbalah Unveiled, de MacGregor Mathers, y
The Holy Kabbalah, de White, «la obra más valiosa que se
ha escrito sobre el tema», en opinión de Dion Fortune. Más
cauto, Juan-Eduardo Cirlot adopta un criterio objetivo al
recomendar «las obras más importantes de investigación
histórica», entre las que destaca las de Gershon G. Sholem,
profesor de la Universidad de Jerusalén, y las síntesis
de Grad.
La especulación práctica de los cabalistas toma como
elementos las relaciones entre las 22 letras del alfabeto
hebreo (22 son también los Arcanos Mayores del Tarot,
20. Cuando se refiere a la persistencia de las «palabras de en
cantamiento» en las antiguas culturas —cuya empresa más audaz
será tal vez la búsqueda del homunculus, que culminará con la
leyenda y el misterio del Golem de Praga— Ghyka dice: «La Cà
bala nace en el Egipto alejandrino al mismo tiempo que la Gnosis,
el Hermetismo y la Alquimia, y representa la versión hebraica de
la mística pitagórica de los números. La estadía en Babilonia de
una parte de los intelectuales judíos transplantados de Palestina por
los Sasánidas tiñe fuertemente de magia vulgar y de astrologia cal
dea la evolución de la Càbala entre los siglos iv y vm. La conquista
árabe y la fecunda influencia intelectual de los primeros imperios
islámicos injerta la especulación neoplatónica sobre ese neopitago
rismo hebraico que penetra en Europa por Italia, España y el Me
diodía de Francia».
43
semejanza que — se pretende— no es casual), y los números
(sephiroth) del uno al diez. Con la combinación de estos pa
ralelismos se obtiene Otz Chaim (el Árbol de la Vida, que la
artesanía popular reproduce tan frecuentemente en la evo
cación de la leyenda de Adán y Eva) que, según Fortune,
es un verdadero «jeroglífico, un símbolo compuesto que
tiene por objeto representar al Cosmos en su integridad y,
a la vez, el alma del ser humano en relación con aquél».
Los partidarios del origen hebreo del Tarot, han encon
trado sus más fértiles argumentaciones en las evidentes si
militudes que lo ligan a la Càbala, aunque es más fácil
suponer que tanto una como otro heredan del pitagorismo
su simbologia matemática21. Partiendo de este paralelo des
cubre Oswald Wirth la disposición de los arcanos en siete
ternarios y tres septenarios, que puede considerarse como
un segundo paso en el entrenamiento para descubrir las
relaciones internas entre las láminas. Para esto es preciso
suprimir de la baraja a El Loco, naipe por otra parte sin
numeración.
«Todo se desarrolla por tres que no son más que uno
— dice Wirth— . En todo acto, uno en sí mismo, se distin
guen en efecto: 1) El principio activo, causa o sujeto de la
acción: 2) la acción de ese sujeto, su verbo; 3) el objeto
de esa acción, su efecto o resultado. Estos tres términos son
inseparables y se necesitan recíprocamente. Se trata de la
tri-unidad que encontramos en todas las cosas (...). La idea
de creación implica : primero, creador ; segundo, acción de
crear ; tercero, criatura. En cuanto uno de estos términos es
suprimido, los otros dos se desvanecen. De una manera
44
general, en los términos del temario el primero es activo
por excelencia, el segundo es intermediario, el tercero es
estrictamente pasivo. Corresponden respectivamente al espí
ritu, el alma y el cuerpo. La misma correspondencia se en
cuentra en el Tarot, donde los Arcanos pueden agruparse
como sigue:
ACTIVO ESPÍRITU
INTERMEDIARIO ALMA
PASIVO CUERPO
ACTIVO i 2 3 4 5 6 7 ESPÍRITU
i ,
INTERMEDIARIO 8 i 9 10 11 12 13 14 ALMA
1
PASIVO 15 16 17 18 19 20 21 CUERPO
45
o t r o / p a r a l e l i s m o s . — Lo normativo de toda sim
bologia (aún descendida a su grado menos vital, que es el
alegórico) es su carácter sugerente, imposible de ser al
canzado o contenido por el discurso verbal. El Tarot no
escapa a esta regla, y buena parte de las críticas que han
recibido sus comentaristas se basan (hay que reconocer que
con justicia) en su incapacidad para sustraerse a la fasci
nación de este juego interminable. Así, Wirth se esfuerza
en relacionar la simbólica zodiacal con el Tarot, aún cuando
el número de planetas, el de los doce signos o su suma,
no casan sino difícilmente con las veintidós láminas de
Marsella. Esto le lleva a componer cuadros más o menos
malabares, en los que tan pronto es un planeta, un signo
o hasta una constelación, los que darían una concordancia
aproximada con el Arcano de turno. Otro tanto puede
decirse de las correlaciones alquímicas, en las que es ne
cesario un alto grado de buena voluntad para seguir sus
razonamientos.
Es indudable, sin embargo, que pueden extraerse de
esas reflexiones (como ocurre también con textos de Lévi,
Marteau y Ouspen¿ky) numerosos paralelismos y coinci
dencias. Ellas no permiten coronar el gran sueño esotérico
del sistema único cuya diversidad consiste en el número de
sus manifestaciones, pero dejan afirmar que hay allí una
considerable intuición de la armonía, un sentimiento del
orden que no niega la movilidad del caos, dotado de una
suntuosidad analógica vastamente fértil para los aventure
ros de lo imaginario.
cartesiano de alma y cuerpo, al mismo tiempo que en la confu
sión de lo psíquico y lo espiritual, entre los que nuestro tiempo no
admite ninguna diferencia». Benoist agrega que «la tradición cris
tiana heredó esta tripartición inscrita por Juan al comienzo de su
Evangelio (...) la tríada Verbum, Lux y Vita que él enumera, debe
ser relacionada, palabra por palabra, con los tres mundos espiri
tual, psíquico y corporal, caracterizando la luz al estado psíquico
o sutil, que es el de todas las teofanías».
46
Si se han traído aquí sólo dos ejemplos de esos posi
bles encadenamientos, es porque ellos —las vías iniciáti-
cas, la Càbala— ejemplifican las más evidentes relaciones ;
también porque, en la imposibilidad de agotar esta teoría
de los espejos, el número 2 puede ser todos los números
— el primer esfuerzo por superar la unidad definidora y, en
sí mismo, una metáfora de la eternidad.
47
SEGUNDA PARTE
EL OFICIO DE ADIVINO
51
y orgullo de cada período cultural 2\ En todo caso, parece
cierto que su relación con necesidades profundas del hom
bre es una constante que — al menos hasta el presente— no
ha perdido jamás actualidad, aún cuando sus formas varia
ran para acomodarse al lugar que le estaba reservado en el
pensamiento de cada época y lugar.
«Por su universalidad, su perennidad y la variedad de
sus instrumentos y de sus técnicas — dice Gilbert Du-
rand, profesor de la facultad de Ciencias Humanas de Gre-
nóble— , se puede afirmar que la adivinación constituye un
capítulo clave de la antropología cultural. Más práctica que
la especulación religiosa y más teórica que la magia, la
adivinación cubre un vasto término medio entre ambas dis
ciplinas, en casi todas las culturas.» Y más adelante, para
celebrar lo que considera el actual renacimiento del inte
rés por estas investigaciones : «En la psicología del siglo XX
es la percepción que, reemplazando a la memoria, ha
abierto la vía rehabilitatoria para la imaginación (...). El
intuicionismo ha relegado al asociacionismo. El animal ra-
tionabile se ha trocado en animal symbolicum, el homo sa
piens se ha descubierto homo poeticus.»
Esto último es lo que parece importante destacar antes
de abocarse a la clasificación de las disciplinas mánticas,
y a los métodos con los que opera concretamente la car
tomancia: la apariencia formal del ? ivino contemporá
neo no puede aludir ya a la majestui ^idad religiosa de los
augures y las pitonisas, ni a su caricatura (los nigromantes
del xvii, que todavía aparecen cada tanto en los periódicos,23
23. Si entendemos bajo esta denominación arbitraria la cultu
ra supuestamente representativa de una época, que es siempre
aquélla en la cual se encuentra inscrito el observador. Nunca fue
más clara que en la actualidad, la falacia del evolucionismo ortodo
xo : basta pensar en la riqueza interminable que el desmonte de
un solo mito puede proporcionar a un observador profundo y ca
rente de prejuicios (Claude Levi-Strauss enfrentando la realidad
cultural bororo y gé, en el nordeste brasileño).
52
entre culebras embalsamadas y bolas de cristal). Pero tam
poco debe olvidarse que en su propio nombre el adivino
lleva una alusión a la divinidad, o lo que es lo mismo:
al plano de la conciencia donde el conocimiento reconoce su
finitud, la precariedad de sus certezas.
¿Cuál es entonces el oficio de adivino?
El de un atleta de la imaginación. Un equilibrista de los
límites entre lo conocido y lo conjetural. Un ejecutante que
verbaliza intuiciones, y llega a la comunicación sólo por
desgarros o fragmentos, porque su música no pertenece a
las formas sino a la virtualidad.
De ahí que los oráculos, las tablas, y hasta los instru
mentos adivinatorios (horóscopos, naipes, varillas) no sean
más que los intermediarios de un juego más vasto y más
apasionante: el que pone en contacto la sensibilidad y la
experiencia de un hombre con la inacabable cosecha de lo
imaginario.
Es desde este punto de vista, desde este rechazo del me
canicismo mántico, como deben leerse las páginas que
siguen.
53
d iez les Assyriens et les Babyloniens) consigue un impor
tante avance clasificatorio, al incorporar las categorías in
ductiva y deductiva a los diversos tipos de maneias.
Pero casi todos los investigadores del tema — de Cice
rón a Contenau— están acordes en definitiva en asignar
como fin último de la adivinación, el conocimiento de cosas
ocultas. Gwen Le Scouézec —a quien sigo en la clasifica
ción que se reproduce más abajo— aporta un fundamental
progreso a la teoría del «oficio de adivino», al definir la
operación mántica como una hipótesis de trabajo. Desde
este punto de vista, la actividad adivinatoria deja de ser
un fin en sí misma, pero lejos de empobrecerse se enriquece
con una perspectiva insólita: la incorporación de los ele
mentos dispersos de la realidad sensible a un fenómeno lo
calizado (la interpretación del oráculo), a la manera meto
dológica de lo que los estructuralistas han popularizado
como bricolage.
Más clara y completa que otras que pueden consultarse,
la clasificación de Le Scouézec abarca el espectro que va de
la profecía — en el plano más puro y elemental de lo adi
vinatorio— , hasta la superstición mecanicista, y es aproxi
madamente la siguiente :
54
tión, inspiración o inyección de un producto alucinó-
geno (farmacomancia) ; b) por entrada en estados
catalépticos, hipnóticos o agónicos (antropomancia) ;
c) por cataptromancia (adivinación por la mirada) o
procedimientos análogos (hidromancia, cristaloman-
cia).
I I . — Adivinación en estado de sueño: oniromancia
espontánea.
4. ° La mántica de observación:
a) estados, comportamientos o actos instintivos de
seres animados, ya sean hombres (paleontomancia),
animales (zoomancia) o plantas (botanomancia) ; b)
estados y comportamientos de seres o materias ina
nimados, comprende la aruspiciencia, la radiestesia,
y otras.
55
Puede observarse que la cartomancia — y en su versión
más especializada, el Tarot— no figura en este cuadro cla-
sificatorio, y la omisión no parece casual. Aunque de una
manera general podría incluírsela en el parágrafo tercero,
lo cierto es que su complejidad goza de un parentesco con
casi todas las principales disciplinas. Probablemente se ha
beneficiado de su relativa juventud — si se la compara con
la aruspiciencia, la adivinación por los números, o los mé
todos orientales derivados del Che Pou— para convertirse
en un arte colecticio y sugeridor, que ,toma tan pronto las
especulaciones de la década pitagórica y los sephiroth he
breos (números), el simbolismo de los colores y del cuater
nario (series), la iconografía medieval y la paleontomancia
(figuras), como esa suma simbólico-mágica de varia lectu
ra que son los Arcanos Mayores. Aún más, puede decirse
que el Tarot ofrece, como ninguna otra mancia 24 la «si
tuación adivinatoria» en su mayor grado de complejidad y
madurez, ya que se compone de : a) el adivino en total li
bertad imaginativa para seleccionar uno entre los múltiples
estímulos que le brinda Ja lectura ; b) el consultante, en dis
ponibilidad para orientar sus preguntas según el desarrollo
de esta lectura ; c) el intermediario (el mazo) con una capa
cidad de sugerencia prácticamente inagotable ; d) la sesión
de lectura, singular e irrepetible como una partida de aje
drez, por el tejido espontáneo de las variables anteriores. Fi
nalmente, la falta- de un código de referencia estable (tablas
astrológicas, versículos, escalas confeccionadas previamen
te a la lectura), convierte al Tarot en un ejercicio intelectual
de primer orden : no sólo porque requiere la mayor concen
tración del adivino ante la pluralidad de niveles que se ofre
cen a la lectura, sino porque obliga a un diálogo inteligente
24. Ni siquiera la Astrologia, sin duda la otra disciplina más
perfeccionada. Pero la relación astrólogo-consultante se establece a
través de un intermediario inmutable (el plano astral) que debe
dar forzosamente respuestas correctas a formulaciones correctas.
56
tenso, sutil, entre adivino y consultante, para cercar sin eu
femismos la verdad que duerme en el fondo de las generala
dades.
Activo, positivo.
Iniciativa, posesión de sí
Í
I
i
^ J
) mismo.
I 1 Prestidigitador i Sabiduría, razón.
Sujeto, punto
de partida Pasivo, negativo.
Sumisión a las influencias
i\ E°1
Loco
iiexteriores.
/ Impulsividad, sinrazón.
Intuición, adivinación.
2 El espíritu penetrando el
II La misterio.
Percepción Sacerdotisa Conocimiento instintivo de las
de lo cosas ocultas.
desconocido
21 Éxtasis, videncia.
El El misterio se hace consciente.
Mundo Conocimiento de lo absoluto.
57
¡ Observación, lucidez.
i 3 Concepción, estudio.
1 La Sabiduría, la razón preside el
III
1 Emperatriz nacimiento de las ideas.
Asimilación
de lo que está
¡ Inspiración, exaltación. Entu
fuera de sí j 2Q siasmo, don profético.
1
1 E1
Juicio
\
Ideas que se imponen sin de
jarse controlar.
{ Luz interior, verbo encarnado.
4 Concentración de pensamiento
El y de voluntad.
Emperador
IV
Iluminación Energía, cálculo, deducción.
espiritual Positivismo.
19
El Luz universal, verbo eterno.
Sol (
Expansión, luminosidad del
genio. Serenidad, bellas artes,
poesía. Idealismo.
Abstracto. Realidad especula
í 5 tiva. Metafísica. Religión. Es
V'
1 E1
j Pontífice
piritualidad. Saber trascenden
te. Deber, ley moral.
Elaboración
de una Concreto. Apariencias sensi
síntesis 1 18 bles. Ilusión de los sentidos.
I La Superstición. Materialismo.
f Luna Errores, prejuicios. Caprichos,
fantasías.
58
Dominación, triunfo. Talento,
7 capacidad. El maestro que se
VII 1 El hace obedecer. Progreso, ar
La inteligencia J Carro monía.
al encuentro con \
la materia j Presunción, caída. Infatuación,
16 incapacidad. La víctima de
La fuerzas en conflicto. Explo
(\ Torre sión, catástrofe.
59
Potencia, idea realizable. Ta
í 11 lento práctico, inteligencia que
l La
1 Fuerza doma la materia. Energía, co
XI
raje. Triunfos.
Objetivo, ,
resultado final Impotencia, utopía. Soñador,
i 12 espíritu lírico. Apóstol. Vícti
! E1 ma de la incomprensión de la
1 Ahorcado gente.
\
2 10 3 9
21 13 20 14
5 7 2 5
18 16 18 21
7 ~ 10 8 9
16 13 15 14
60
Partiendo de la división del Tarot en dos series homólo
gas de once arcanos cada una, se obtuvo el análisis del sim
bolismo por oposición de las parejas así formadas. Por un
procedimiento parecido se llega a la composición de las
tétradas aquí esquematizadas, las cuales mantienen la si
guiente constante estructural entre sus arcanos componentes:
el primero es al segundo, como el tercero es al cuarto ;
el primero es al tercero, como el segundo es al cuarto, y
el primero es al cuarto, como el segundo es al tercero.
«Para realizar un estudio profundo del Tarot —dice
Wirth— , es importante resolver la serie de problemas y de
ecuaciones que presenta la existencia de las tétradas. Éste
es un ejercicio intelectual en el que deberán insistir sobre
todo aquéllos que deseen aplicar el Tarot a la adivinación.
Este ejercicio entrena la imaginación, y la prepara a com
prender las relaciones entre las imágenes que van apare
ciendo.»
En los cuadros siguientes, se desarrolla un análisis de
cada una de las tétradas esquematizadas, las que llevan
como título la idea sintética que relaciona los cuatro arca
nos entre sí, y en el cuadro correspondiente a cada uno los
diversos aspectos de esta idea-síntesis, tal como se manifies
ta en la particularidad de la imagen.
Es necesario insistir en que éste, como los restantes
ejercicios del libro, no agotan la posibilidad combinatoria ni
interpretativa del Tarot, y se ofrecen sólo como un modelo
que parte de una concepción singular pero no excluyente d*
su simbologia.
Principio de inteligencia individual
1 — EL PRESTIDIGITA 11— LA FUERZA
DOR En acción.
En potencia. Plenamente instruido, y apli
Aptitud para instruirse en cándose a las obras prácti
todas las cosas. cas.
61
0 — EL LOCO 12 — EL AHORCADO
Inactivo, inerte, incapacidad Estorbo, rendimiento impro
intelectual. Estupidez. Falta ductivo. Talento no recono
de comprensión. cido. Pensamiento demasia
do sublime como para ha
cerse inteligible.
2 — LA SACERDOTISA 10 — LA RUEDA DE LA
Esfuerzo de penetración. FORTUNA
Adivinación, intuición, gno- Discernimiento, descubri
sis, fe. miento. Interrupción de ha
lagüeñas conjeturas.
2 1 — EL MUNDO 13 — LA M UERTE
La percepción repentina. El reposo, la negación.
Visión extática. Escepticismo absoluto.
Ciencia integral. Desilusión.
3 — LA EM PERATRIZ 9 — EL ERMITAÑO
La inteligencia ha fructifica
Atracción de la inteligencia, do, y se asienta en la esfera
que domina la generación de mental.
las ideas. Exaltación de la memoria.
Comprensión. Concepción.
62
La luz creadora
4 — EL EM PERADOR 8 — LA JUSTICIA
Está fijada en el centro de la Tonalidades armónicamente
personalidad. Principio de repartidas para asegurar el
energía voluntaria, de ex funcionamiento normal del
pansión individual y de cre organismo, y su conserva
cimiento. ción.
19 — EL SOL 15 — EL DIABLO
Radiación de su fuente uni Excesiva condensación. Con
versal. gestión, rabia, ardor ciego,
Apertura y desarrollo del instinto brutal.
ser. Egoísmo.
Altruismo.
5 — EL PONTÍFICE 7 — EL CARRO
La tradición filosófica o reli La búsqueda independiente
giosa. de la verdad.
Creencias esclarecidas. Librepensadores.
18 — LA LUNA 16 — LA TORRE
Se aceptan las opiniones aje El rechazo de las ideologías
nas, los prejuicios dominan de los otros.
Superstición, esclavitud a la Sectarismo, falsa libertad de
letra muerta. opinión.
2 — LA SACERDOTISA 5 — EL PONTÍFICE
Misterio que reclama a la Dogma del cual importa des-
63
intuición, y demanda ser pe cubrir el esoterismo, el pen
netrado. samiento íntimo o el espíri
tu vivificante.
2 1 — EL MUNDO 18 — LA LUNA
Absoluto que no se revela Signos materiales, formas,
más que a través de la expe envolturas, cortezas del pen
riencia del éxtasis. samiento, letra muerta.
3 — LA EM PERATRIZ 4 — EL EM PERADOR
Es atraída, y penetra, y echa Desarrolla todas sus conse
raíces. cuencias lógicas.
20 — EL JUICIO 19 — EL SOL
Conquista espontáneamente, Se afina, se sutiliza, y ad
provocando el delirio del en quiere un carácter poético o
tusiasmo. sublime.
7 — EL CARRO 10 — LA RUEDA DE LA
Triunfo, éxito conquistado FORTUNA
por propios méritos. Logro obtenido por favor, o
por casualidad.
64
Aplicaciones de la energía
8 — LA JUSTICIA 9 — EL ERMITAÑO
Equilibrio de ingresos y gas Reducción del desgaste, re
tos, funcionamiento normal. tención, continencia.
15 — EL DIABLO 14 — LA TEMPLANZA
Acumulación extrema, se Relajamiento, languidez, in
guida de gasto repentino; diferencia, apatía, frigidez.
vehemencia, explosión.
65
E l T arot, 3
gerir, no determinar. El adivino que transmite literalmente
lo que cree percibir, lo ignora todo sobre la adivinación,
ya que el manejo de un intermediario simbólico produce
inevitablemente un lenguaje desverbalizado, en el que la ri
queza de los contenidos sólo puede ser transmitida por alu
siones (esta es la razón de la ambigüedad verbal de las pala
bras de encantamiento, los vaticinios y las profecías).
Para el consultante: 1) la precisión y amplitud con que
se formulen las preguntas, son factores básicos para el éxi
to de la consulta. Preguntas como «¿Qué me sucederá?», o
«¿Tendré fortuna?», no son válidas porque aluden a un
segmento operativo tan vasto como la propia vida del
consultante; 2) debe tener en cuenta que la «situación adi
vinatoria» es un diálogo, cuya versatilidad se enriquece
con la participación activa del consultante. Cuanto más rico
y detallado sea el planteo de éste, mayor será el número de
variables a manejar por el adivino, y más exhaustiva la
respuesta ; 3) como todo diálogo tentativo, la «situación adi
vinatoria» es también una entrevista psicológica. El consul
tante debe evitar los planteos frívolos y las contradicciones
deliberadas, que sólo conducirán a respuestas carentes de
interés.
Básicamente, adivino y consultante deben partir de pa
recidos niveles de intencionalidad, para que la entrevista
sea homogénea. Se trata en definitiva de un ejercicio de
imaginación y de una prospección psicológica, interpretados
por un dúo que ignora la mayor parte de la partitura a eje
cutar. Es fácil comprender la importancia que en una pro
puesta de este tipo tienen los instrumentos afinados.
66
de lectura. Una misma mesa podría leerse así en dos
niveles totalmente distintos, aunque complementarios :
67
presión de una buena lectura, entre diez o veinte dispara
tes que no pueden relacionarse con nada.
Los tres métodos que se citan a continuación parecen
ser los menos dogmáticos, los más abiertos a la libertad
imaginativa. Pero tampoco deben tomarse como sistemas
acabados, sino como propuestas sobre las que la imagina
ción del adivino debe disponerse a trabajar.
Método de Péladan, Guaita y Wirth. Joséphin Péladan
creó el método de lectura de más claro valor sintético — se
realiza sólo con los arcanos mayores— y, probablemente, el
que constituye un desafíp más abierto a la capacidad analó
gica del adivino. Lo transmitió oralmente a su discípulo
Stanislas de Guaita, demasiado preocupado por la reflexión
metafísica en tomo al Tarot como para escribir sobre sus
virtudes adivinatorias. Oswald Wirth recibió de Guaita
— como casi todo el material sobre Tarot — el esquema del
método, y lo explica en Le Tarot des imagiers du Moyen
Age. En síntesis se trata de :
68
vez vueltas las cartas, se obtiene la ubicación de un
quinto naipe en el mazo, que se coloca en el medio
de los otros cuatro, mediante la suma de los va*
lores de los arcanos expuestos
3. Cada uno de los arcanos desempeña un papel con
todos y cada uno de los otros cuatro, y estas correla
ciones son las que crean numerosos canales de lec
tura. En el punto de partida, la situación obedece
al esquema de la siguiente página:*26
69
3
DISCUSIÓN
(Juicio)
1 5 2
AFIRMACIÓN SÍNTESIS NEGACIÓN
(Pro) (Contra)
4
SOLUCIÓN
(Sentencia)
70
que puede interpretarse como sigue :
Afirmación. Pone a la vista lo que es favorable al con
sultante, e indica lo que le conviene hacer; representa la
cualidad, la virtud, la orientación a seguir, el afecto con el
que se puede contar;
Negación. Designa lo que es hostil o desfavorable, lo que
conviene evitar; representa el defecto, el vicio, el camino
equivocado, los enemigos y las acechanzas ;
Discusión. Aclara sobre el partido a tomar, sobre el género
de resolución que conviene adoptar, sobre la intervención
que será decisiva ;
Solución. Permite presagiar un resultado, tomando en
cuenta el pro y el contra, pero sobre todo la :
Síntesis. Carta que representa personalmente al consul
tante, y que simboliza también aquello que es capital, de lo
cual todo depende.
Desde ese punto de partida, las relaciones se van
haciendo más complejas y estimulantes, a medida que se
compara por oposición el simbolismo relativo de cada
uno de los arcanos. La parábola de Juicio, que representa
esta mesa, es también una de las más bellas y fecundas me
táforas que puede componer el Tarot.
71
responde cada una a una temàtica diversa, según el siguien
te cuadro:
72
puede extraerse una tercera carta para cada una de las casas
en las que la lectura no haya resultado suficientemente
clara.
Una variante es el empleo de la totalidad del mazo, ex*
puesto circulartnente y sobre la base de la docena. La pri
mera docena, que se expondrá boca arriba, indica el senti
do general de cada una de las casas ; las siguientes —que se
servirán cerradas, y se descubrirán a medida que lo pre
cise la lectura— irán indicando el aspecto físico, sentimen
tal, intelectual y sicológico de éstas. Upa última mano ser
virá para ensamblar y corroborar esta lectura múltiple de
cada uno de los aspectos.
Método extraído de Piotr Demiánovich Ouspensky. En
Un nuevo modelo del Universo, Ouspensky dedica un capí
tulo al Tarot, considerándolo como una suerte de libro
sintético de los conocimientos herméticos. Aún cuando el
autor ruso no plantea el nivel adivinatorio del Tarot, sino
más bien su empleo como ejercicio filosófico, puede extraer
se de sus observaciones por lo menos un modelo de «mesa».
Es la figura compuesta por el punto inserto en un triángulo,
inserto a su vez en un cuadrado, como graficación de los
tres mundos nouménico, psíquico y fenoménico. Esta pro
puesta enlaza con lo mencionado más arriba sobre los cri
terios de lectura (vía solar y vía lunar), y puede producir
numerosas combinaciones experimentales.
73
II
75
sus piezas, y un ejercicio complementario para el análisis
y estudio del Tarot adivinatorio.
76
Los gnósticos, durante la infancia del cristianismo, los
cabalistas después, la alquimia, los románticos alemanes
del xix, la corriente junguiana de la psicología contemporá
nea, retomarán constantemente esta idea cualitativa de la
cantidad a lo largo de los siglos. De estas fuentes y por este
proceso, se ha formado una vasta simbologia del número,
inteligible en sus unidades y en sus correlaciones. «Donde
hay dos elementos — dice Juan-Eduardo Cirlot— , lo ter
cero aparece en forma de unión de esos dos y luego como
tres, dando lugar a lo cuarto como conexión de los tres, y
así sucesivamente.»
Sigo a Cirlot y a sus comentarios a la teoría psicológica
de Paneth ; a M atila C. Ghyka, y a diversas fuentes tradi
cionales, para la confección del siguiente resumen simbóli-
co-adivinatorio de los diez números que pueden encontrar
se en el Tarot.
UNO
77
DOS
TRES
78
do a la teoria esoterica de la composición trinitaria (espí
ritu -» alma o psiquis -> cuerpo).
CUATRO
CINCO
79
/
SEIS
SIETE
80
OCHO
NUEVE
DIEZ
81
terrenal. Simboliza el fin de un ciclo y el comienzo de otro.
También, la totalidad del universo, pues eleva todas las
cosas a la unidad. Nicómaco de Gerasa lo llamó «la me
dida para el todo, como una escuadra y una cuerda en ma
nos del Ordenador», y los pitagóricos en general lo consi
deraron el más perfecto de los números.
Por contener al uno y al cero, es la resolución armóni
ca de los opuestos. En su representación gráfica, es el signo
de la cópula (10 = 1, pene + 0, vagina).
82
manal y en el dodecanario anual, puede verse claramente
su huella (se trata de las dos operaciones elementales que
puede realizar con el temario : 4 + 3, en el primer caso,
y 4 x 3 , en el segundo; por sustracción, retoma a la
unidad).
Esta riqueza ordenadora, no podía ser desaprovechada
por los investigadores del Tarot, que ven en las series desde
las edades del hombre, hasta la organización por clases de
la sociedad. Muchos de estos análisis no concuerdan en uno
o varios puntos, por lo que he preferido sintetizarlos en un
cuadro general, que abarca las especulaciones corrobora
das por la mayoría.
83
COPA (Corazón, Ánfora)
84
Los silfos y los gigantes, entre los espíritus elementales.
El águila (San Juan) entre los animales evangélicos de la
visión de Ezequiel.
Es el Este, que en los ritos solares del Emperador de la
China se identificaba con el dragón azul. Es la infancia, el
amanecer y la luna creciente.
85
Como si esta misma ambigüedad les quitase esplendor,
han sido el sector más abandonado por los investigadores
del Tarot. Su propia descendencia :—mutilada inexplica
blemente— es un misterio que tolera sólo hipótesis con
tradictorias. En efecto, y como parece lógico, las figuras del
Tarot obedecen al mismo orden del cuaternario (cuatro
series de cuatro figuras) que pudo verse en la organización
de los palos, y forman con éstos (14 = 1 + 4) la relación
mandálica del Tetramorfos o resolución del cuatro en
la unidad. Estas relaciones se quiebran inexplicablemente
en sus herederas más notables —la baraja francesa y la es
pañola— que suprimen arbitrariamente una de las figuras
de la serie, del modo que puede verse en el siguiente
cuadro :
86
EL REY
87
cuentra de frente y con las piernas separadas ; el de copas
alude probablemente a Neptuno por el aspecto flotante de
su vestimenta, y por el simbolismo acuático de la serie.
LA DAMA
88
la comba de su vientre, en un gesto que la iconografía rela
ciona con las mujeres embarazadas.
EL CABALLERO
89
o espíritu que prevalece sobre la materia, representado por
el caballero. Esta figura encontrará su explicitación en los
arcanos V I y VII, y en el aspecto iniciático corresponde
al período de los trabajos y los esfuerzos concretos para
la realización. Psicológicamente alude a los estados inter
medios o transmutatorios, presentes también en la fase
transformadora de la Gran Obra alquímica.
Tres de los caballos del Tarot son aproximadamente
idénticos, de color carne y con cascos azules, pero el de
bastos es blanco y su cuerpo está cubierto por una manta.
Uno sólo de los caballeros — el de espadas— luce arma
dura y yelmo; dos de ellos — bastos y oros— están toca
dos con sombrero, y el cuarto se presenta a cabeza descu
bierta. Los cuatro son jóvenes y lampiños, y llevan el atri
buto de su serie ; los de copas y oros en la mano derecha, y
los otros dos en la izquierda. Tres de los caballos marchan
de derecha a izquierda, pero el de oros lo hace en dirección
opuesta.
LA SOTA
90
lleva en la derecha está a medias cubierta por un pliegue de
su manto, lo que le dá un aspecto de cáliz consagrado.
91
del peluquero Alliette. Salvo en el caso del método italiano,
los respectivos oráculos tienen sentido positivo y negativo:
para indicar esta fragmentación de la lectura, se ha usa
do el signo /.
Los cuadros IV, V, VI y VII, relatan también el simbo
lismo adivinatorio de las figuras, tomando como referen
cia distintos autores y métodos populares de lectura. En
este caso se ejemplifican las cuatro figuras del Tarot ori
ginal, por lo que el sistema de relaciones queda incompleto
en caso de usar baraja española o francesa. Para el uso ar
bitrario de las series, se ha preferido remitirlas a sus nom
bres españoles.
El cuadro VIII, es un resumen cabalístico de la simbo
logia de las series y de los números, establecido por Dion
Fortune en un análisis de los Sephiroth (La Càbala Místi
ca, Buenos Aires, 1966).
92
C u a d ro I - E L REY
93
C u adro II - LA DA M A o R E IN A
94
C u a d ro U I - E L V A LET o SOTA
w
H Mensajero de Soldado o ci- Joven extran- Hombre ser-
malas noticias vil joven, ru- jero es intere- viciai. / Nin-
JS / Guerrero bio, será per- sado y adula- guna ayuda.
< peligroso. verso. dor.
5
95
C u adro I V - EL REY
Cuadro V - LA DAMA
96
C u adro V I - E L CABALLERO
Cuadro V II LA SOTA
97
El Tarot, 4
C u adro V i l i - LAS SERIES Y LOS NÚM EROS
98
Ili
99
esta propuesta se completa en el otro extremo de la ecua
ción: nadie acabará de leer este libro que no ha escrito
nadie, porque la mirada que lo lee vuelve a escribirlo, y
si convierte las formas en palabras durante el corto tiempo
que dura una lectura, es sólo para encamar en un fantasma
el río imaginario; para usar de esas formas lo que ellas
tienen de sensibles, y devolverlas al silencio.
100
confrontados también con opiniones de Juan-Eduar-
do Cirlot, Madia C. Ghyka, Piotr Demiànovich
Ouspensky, Iglesias Janeiro, Dion Fortune, los códices
reunidos por M. Maestri y otras fuentes tradicionales.
101
I. EL PRESTIDIGITADOR31
102
tro discos más, distribuidos en dos montones, son rojos
como el cubilete que se encuentra en medio de ellos; un
cuchillo azul, con la hoja desnuda, tiene a su lado una
funda del mismo color.
El prestidigitador está sólo, en medio de una campiña
árida. Un suelo desnudo, alimenta tres matas de hierba:
en el horizonte, un árbol se dibuja contra el cielo incoloro.
n
Desde la antigüedad clásica son conocidos estos perso
najes que se ganaban la vida haciendo admirar por el pú
blico sus habilidades. Su oficio se combinaba muy frecuen
temente con la danza y con la charlatanería, transcurriendo
su tiempo entre el vagabundeo de las ferias. Ya Cicerón
habla, en su defensa de Cluentius, de uno de estos charlata
nes ambulantes: «Pharmacopola circumforaneus». Rute-
beuf, poeta francés del siglo xm, les dedicó una composi
ción satírica. No hay muchas más huellas literarias de su
paso por la cultura europea, pero fue — en compensación—
personaje prestigioso de las artes gráficas desde los primeros
tiempos. Los grabados medievales suelen mostrarlo desem
peñando sus suertes, ante una pareja de espectadores absor
tos. El Tarot suprime a estos testigos, y agrega numerosos
detalles originales (la mesa de tres patas, la posición de
piernas y brazos del protagonista, entre otros), pero su pa
rentesco con los grabados de feria es evidente.
Puede aún agregarse que, en el mundo islámico, el Pres
tidigitador fue también personaje de vasta popularidad.
Merecen mencionarse, en la literatura árabe, las Memorias
de Gaubari, malabarista y charlatán que — en el siglo vil—
vagabundeó por todas las regiones sometidas al Islam, y el
Tratado de Zarkhuri (hacia el 802) sobre el arte y la figura
del prestidigitador.
103
Ili
IV
104
dades de orden mental o nervioso, obsesiones y neurosis.
Esta carta otorga una tendencia favorable, pero no asegura
la curación. Para conocer el diagnóstico habrá que conside
rar la carta vecina. Tendencia a la dispersión en las accio
nes, falta de unidad en los procesos operativos (indicada
por la enorme diversidad de combinaciones realizables con
los objetos colocados sobre la mesa). Duda. Indecisión.
Incertidumbre ante los acontecimientos.
SENTIDO NEGATIVO. — Discusiones, disputas que
pueden devenir violentas, dado el vigor del personaje. Orien
tación defectuosa en la acción, operaciones inoportunas.
VI
IOS
Una de las especulaciones más interesantes en torno
al personaje del Arcano I, puede establecerse a partir de su
extremada actividad, de su dinamismo sin reposo (producto
de su carácter de intermediario entre lo sensible y la virtua
lidad), lo que lo relaciona estrechamente al simbolismo de
Mercurio. Si esto es verdad, la vara que porta en la mano
izquierda no sería más que la simplificación del caduceo,
así como su extraño sombrero corresponde casi exactamen
te al casco alado de la divinidad. Según Cirlot, su nombre
griego (Hermes) significa «intérprete, mediador», lo que
vendría en apoyo de esta teoría. Ya se ha visto7 el papel
fundamental que como Hermes Trimegisto desempeñó en
la historia del ocultismo, y los alquimistas desarrollaron
buena parte de sus sutiles investigaciones en torno a su sim
bolismo (Mercurio): no resulta descabellado, por lo tanto,
suponer que el Tarot esté puesto pudorosamente bajo su
advocación. Ghyka, por otra parte, demuestra la supervi
vencia del personaje a través del ciclo fáustico (en la figura
de Mefistófeles), por la que el escurridizo dios — y el Pres
tidigitador, que lo evoca— sería uno de los complejos sim
bólicos más vastos y recurrentes de la humanidad.
Relacionado con el Aleph del alfabeto hebreo, se asocia
a toda idea de principio, y también al primer sonido articu-
lable: a. Maestri recoge la tradición según la cual «ex
presa la fuerza, la causa, la actividad, el poder», y sería
el paradigma del hombre en su relación con los demás. No
hay que olvidar que Mercurio, mensajero de los dioses,
es también protector de actividades tan mundanas como el
comercio y los viajes, y patrono gentil de los ladrones.
106
IL LA SACERDOTISA35
107
II
108
Hasta fines del siglo xv — contrariamente a lo que haría
suponer la antigüedad de su leyenda— la imagen de la
papisa no aparece en ninguna ilustración: una de las más
antiguas que se conservan es la que adorna el capítulo de
dicado a ella en un libro sobre mujeres célebres, escrito por
Jacques-Philippe Forest en 1494. El grabado representa a
la papisa de frente, tocada con tiara ; lleva un libro abier
to en una mano, y la triple cruz en la otra (en una edición
distinta del libro de Forest, citada por Spanheim, el graba
do presenta algunas diferencias: el personaje tiene allí un
libro totalmente abierto en la mano izquierda, mientras da
con la derecha la llamada bendición latina). El broche
con el que sujeta su manto representa, en ambos casos, una
cabeza de niño inscrita en una cruz de Malta. Retratos
contemporáneos — como el de la Chronique de la ville de
Cotogne (Coehoff, 1499)— la muestran igualmente tocada,
pero con un niño en los brazos.
En conexión con esta leyenda, hay que señalar un hecho
remarcable: en la célebre Biblia ilustrada alemana del
año 1533, la gran prostituta del Apocalipsis está represen
tada con una tiara sobre la cabeza. La tradición afirma que
fue diseñada de este modo, por expreso deseo y sugeren
cia de Martín Lutero.
m
La casa de Dios y del hombre, el santuario, la ley, la
gnosis, la Càbala, la iglesia oculta, el binario, la mujer,
la madre.
IV
li»
ción, fe, atenta confianza. Paciencia, sentimiento religioso,
resignación. Favorable a las cosas ocultas. Inercia nece
saria.
NEGATIVO. — Intenciones escondidas, disimulo, hipo
cresía. Ayuda mezquina, inacción, pereza. Santurronería.
Rencor, disposición hostil o indiferencia. Misticismo absor
bente.
VI
110
magnitudes ni los nombres, es también la primera etapa
dolorosa e imprescindible de las vías iniciáticas, el comien
zo de la búsqueda de la identidad. La Sacerdotisa represen
ta la sumisión majestuosa a las exigencias de este orden, el
equilibrio que la partición elemental de fuerzas produce
en el conflicto. Lo que el Arcano I era a la encarnación de
las energías espirituales (con todo su simbolismo anexo de
pujanza, vigoroso cambio de estado y trauma natal), el II lo
es en cuanto a la aceptación de esa metamorfosis: el re
conocimiento previo a la lucha entre los principios blanco/
/negro, día/noche, Yang/Yin.
Cirlot ve en la Sacerdotisa la representación de Isis, con
todas sus connotaciones nocturnas y ocultas. También se
la asocia a Casiopea, reina negra de Etiopía y madre de la
Andrómeda constelada, y a Belkis, la bellísima reina de
Saba, para quien Salomón habría compuesto el Cantar de
los Cantares. Esta relación de La Sacerdotisa con diosas
y reinas negras (u oscuras) no parece casual, apenas se des
cubre su contraparte: el simbolismo blanco, luminoso y
diurno del Arcano III (La Emperatriz) con quien la Sacer
dotisa forma la dupla opuesta y contingente de la feminei
dad. Este simbolismo subterráneo, que alude al aspecto eso
térico de la revelación, habría pasado al cristianismo bajo
la forma de las vírgenes negras (como lo ha explicado Ful-
canelli : El misterio de las catedrales, págs. 87 y ss.), cuyo
ritual se enmarca con frecuencia en una cripta (la expre
siva Notre Dame sous Terre, de la catedral de Chartres)
o en un lugar inaccesible (Montserrat). Otro curioso camino
especulativo ofrece el estudio de las relaciones Sacerdotisa-
Belkis, y Prestidigitador-Hermes, que remite ambos arcanos
(y, con ellos, la dupla germinativa del Tarot) al ciclo mítico
salomónico. Sabido es que, hace tres mil años, el arquitec
to Hiram fue remitido a Salomón por el rey de Tiro, en
cargado de dirigir la construción del templo. Gran iniciado,
Hiram habría prefigurado la fusión de Hermes-Thot, y ha
lli
bría escrito o inspirado la sigilosa Tabula Smagardina, en la
que se formula el principio de identidad entre el cielo y
la tierra. La leyenda quiere que haya sido asesinado por
dos obreros infieles, pero escamotea las causas del asesi
nato: éstas resultan obvias si se piensa en la presencia de
Belkis, en el magnetismo del iniciado, y en los celos y el
poder del monarca. En un plano místico, la hierogamia con
sumada por Belkis-Hiram, no es más que un apéndice ex
plicativo, necesario, de la formulación mayor de la Tabla
de Esmeralda.
Madre, esposa celeste, señora del conocimiento esoté
rico, la Sacerdotisa ocupa en la estructura del Tarot el lu
gar de la puerta, del pasaje entre lo exterior y lo interior,
del punto inmóvil y común entre la casa y la calle. Metáfora
ésta que hubiese sin duda satisfecho al arquitecto Hiram.
112
I I I . — L A EM PER A TR IZ
n
Desde el punto de vista histórico e iconográfico, van
Rijneberk asevera que hay poco y nada que decir sobre la
113
imagen del Arcano III. Sin duda, con este aparente des
precio, el autor alude a todo lo contrario: la Emperatriz,
adornada de los símbolos atribuidos a la femineidad triun
fante, puede relacionarse con un interminable repertorio. Es
la Madona cristiana, la esposa del rey o la madre del hé
roe ; la diosa primordial de todos los ritos matriarcales, las
cuatro damas de la baraja.
III
IV
114
mas. Renueva y mejora las situaciones. Continuo e irresis
tible poder en las acciones.
SENTIDO NEGATIVO. — Disentimiento, discusiones
en todos los planos. Las cosas se embarullan y resultan con
fusas.
Retardo en la realización de un acontecimiento, que sin
embargo ocurrirá inevitablemente.
VI
115
triz no es ya la Eva protagonista del pecado y la caída, sino
la que aparece en ciertas tradiciones talmúdicas: la funda
dora, reencontrando a Adán luego de trescientos años de
separación: aniquilando a Lilith — la rival estéril y luju
riosa— para organizar junto al padre primordial la fami
lia de los hombres. Comentaristas no canónicos del Islam,
quieren ver en esta Eva triunfante del adulterio la represen
tación del pasaje anárquico de las sociedades al principio
de orden de los tiempos históricos. Su tumba mítica se ubi
ca en Djeda o Djidda, a orillas del mar Rojo, y no lejos
de la sagrada montaña de Arafat, donde se habría produci
do el reencuentro.
Cabe agregar, finalmente, que para Maestri la Empera
triz es símbolo de la palabra, y representa el envolvimiento
material del cuerpo, sus órganos y sus funciones. Ouspens-
ky la imagina reposando sobre un trono de luz, bella y fe
cunda, en medio de la interminable primavera.
116
IIIL — E L E M P E R A D O R 36
117
Al contrario del emblema de la Emperatriz, el águila del
Arcano IIII, mira hacia la izquierda. El diseño de las águi
las, por otra parte, difiere notablemente de uno a otro caso.
II
118
tiva ; encierra al protagonista en su esfera personal y, desde
el punto de vista de la gestualidad, afirma claramente el
deseo de individuación.
Otros detalles merecen todavía señalarse a propósito del
Emperador. De l’Hoste Ranking ha insistido sobre el he
cho de que el sombrero del personaje, así como el diseño
del águila de su escudo, recuerdan notablemente el atavío
de los grandes duques rusos del medioevo. Esto lleva a pen
sar en la larga residencia rusa de los gitanos, antes de su
migración europea, en la que se convertirían en activos di
fusores del Tarot. La teoría que ubica en China el naci
miento de los naipes, conjetura que éstos llegaron a Euro
pa por mediación de los tártaros. Hay que recordar, pues,
el paso intermedio: la invasión de los tártaros a Rusia,
en 1238, donde permanecerían hasta 1480. Esta especula
ción puede, desde luego, llevarse mucho más allá, y expli
caría en forma bastante verosímil la supervivencia de for
mas y símbolos orientales en la baraja latina de los imagi
neros de la Edad Media.
III
IV
119
NEGATIVO. — Oposición tenaz, hostilidad preconce
bida. Testarudez, adversario obstinado, asunto contrario a
los intereses. Autodestrucción, grandes riesgos de quedar
atrapado. Autoritarismo, tiranía, absolutismo.
VI
120
análogo a todo lo demás, la parte más pequeña deberá ser
análoga al Todo, la partícula de polvo análoga al Univer
so, y la totalidad análoga a Dios».
Desde el punto de vista cabalístico, la relación Tetra-
gramma-Emperador, parece muy fecunda, ya que enfrenta
do con las tres letras anteriores (vale decir, los tres arca
nos) consideradas respectivamente como el principio ac
tivo (I), el principio pasivo (II), y el equilibrio o la for
ma (III), la cuarta se considera el resultado y, también, el
principio de la energía latente.
Esto armoniza perfectamente con la versión que da
Wirth del Arcano lili, según la cual no sólo es el Príncipe
de este mundo («reina sobre lo concreto, sobre lo que está
corporizado»), sino el paradigma del hombre estrictamen
te normal, en posesión de todas sus potencialidades, pero
aún no realizado por la iniciación. Si representa el cuater
nario, está claro que lo hace en lo que este tiene de orden
terreno, de organización de la vida sensible. Por esto se lo
relaciona también con el demiurgo de los platónicos, con
las divinidades inferiores en general (los héroes, antes que
los dioses), y con todo intento de creación de vida en su ni
vel arcilloso y perecedero38.
Cirlot ve en él una transparente alusión al mito de Hér
cules, «portador de maza, y llevando las manzanas de oro
del jardín de las Hespérides» ; héroe solar que resume
como ninguno otro las fases del proceso iniciático en el sen
tido de la liberación individual que, esotéricamente, sólo
puede lograrse a través del trabajo y del esfuerzo. Como
Hércules, también, el Emperador no trasciende la condición
121
humana, aunque indica el principio que puede llevarla a su
más alta manifestación.
Se lo considera asimismo como representante del aspec
to violento y agresivo de lo masculino, como dispensador
de la energía vital y — bajo este aspecto— como la Natu
raleza abundante, divisible, nutricia.
122
V. — EL PO NTÍFICE39
123
capuchón rojo, sobre el que se encuentra un sombrero azul.
Tiende la mano derecha hacia el suelo, con los dedos sepa
rados; se ve el puño blanco de su manga. El hombre de
la derecha lleva una capa roja, con una suerte de estola
amarilla. Su mano izquierda, la única visible, está levan
tada y con los dedos juntos, en un gesto exactamente inver
so al de su compañero.
n
El Arcano V es una de las láminas que han permitido
precisar con mayor exactitud la antigüedad del Tarot, ya
que sus detalles icnográficos la remontan a un modelo
(perdido) en el que forzosamente debió inspirarse el diseño
de Fautrier (Tarot de Marsella). Las diferencias y similitu
des con mazos más antiguos (Baldini, Gringonneur) parecen
corroborar las especulaciones de van Rijneberk en este sen
tido.
En primer lugar merece destacarse que el Pontífice del
Tarot de Marsella es barbado, en tanto que sus precurso
res renacentistas y medievales son lampiños. Van Rijneberk
establece una curiosa cronología de la moda papal, en este
aspecto, que puede verificarse en cualquier colección icono
gráfica vaticana:
1362-1523: entre la ascensión de Urbano V y la muerte de
Adriano VI, una veintena de papas mantienen la costum
bre de rasurarse; dentro de este período cae la confección
del Tarot de Carlos VI (1415, según van Rijneberk), y se
guramente las Baldini (atribuidas a Mantegna, quien vivió
entre 1431 y 1506). En ambos casos, el protagonista del
Arcano V aparece rasurado;
1523-1700: veinticuatro pontífices, desde Clemente V II a
Inocencio XII, portan barba sin excepción durante este lap
so. A partir de la ascensión de Clemente XI, y hasta la ac-
124
tualidad, los papas volverán a rasurarse. Es evidente que el
diseño de Fautrier, contemporáneo de un papa rasurado,
copia un modelo más antiguo que no ha llegado hasta no
sotros, pero que asegura la continuidad evolutiva del Tarot,
desde les imagiers du moyen age hasta la actualidad.
Otro detalle interesante es el reflejo de las evoluciones
de la tiara papal en la iconografía tarótica que la alude.
Contrariamente a lo que se supone, la tiara no es un ele
mento litúrgico (con todo su simbolismo implícito sobre la
existencia de los tres reinos o mundos) que haya permane
cido invariable a lo largo de la historia. Sus modificacio
nes permiten establecer aproximadamente cinco períodos:
l.°) primeros siglos de la cristiandad; los papas llevan mi
tra o simple gorro frigio; 2.°) siglos vm al xi; a la mi
tra se agrega una diadema de oro simple, o guarnecida
de piedras preciosas ; 3.°) del siglo xiii a comienzos del xiv;
la diadema se convierte en una verdadera corona real, por
el agregado de un borde dentado y de florones ; 4.°) Boni
facio V III, alrededor del 1300, duplica la corona (bireg-
num); la mitra original pierde así su botón y su cumbrera ;
5.°) Otro papa — que puede ser Clemente V, circa 1314—
agrega una tercera corona a la tiara, rematándola con una
cruz. El prototipo papal del Tarot de Marsella — que porta
biregnum— es por lo tanto posterior a Bonifacio V ili, pero
hay muchas posibilidades de que sea anterior a Clemente V,
o sea un diseño de los primeros años del siglo xiv. La com
posición de Gringonneur, por su parte, trescientos años an
terior al Marsella, parece remitirse también a un modelo
más antiguo, ya que su pontífice —como ocurrirá en el de
las renacentistas Baldini— lleva una simple mitra arzobis
pal con diadema común. Parece lógico concluir que estas
composiciones están inspiradas en grabados anteriores, po
siblemente de fines del primer milenio.
El guante papal ornado con la cruz de Malta, denuncia
también el remoto origen de la imagen, ya que en tiempos
125
de Inocencio III (1198-1216), la cruz había sido ya susti
tuida por una plaqueta circular.
III
IV
126
FÍSICO. — Equilibrio, seguridad en la situación y la
salud. Secreto revelado. Vocación religiosa o científica.
SENTIDO NEGATIVO. — Esta carta es muy mala
cuando aparece de esta forma, porque indica al ser librado
a su juicio y a sus instintos, en la oscuridad, carente de todo
apoyo espiritual.
Proyecto retardado, vocación tardía.
VI
127
nización. considerado desde el punto de vista del Pontífice,
el cuaternario que forman los arcanos anteriores represen
taría :
128
VI. — EL ENAMORADO
129
E l Tarot, 5
sobre el cabo de una flecha blanca, mientras con la otra
mano tensa un arco del mismo color cuya cuerda no se ve.
Del disco solar que el Cupido oculta en parte, surgen
23 rayos puntiagudos: ocho azules, ocho amarillos y siete
rojos (cabe suponer que el ala izquierda del ángel cubre un
octavo rayo rojo, dada la simetría con la que se alternan
los colores).
II
130
tra un curioso pasaje en el que un sabio egipcio dice a Apo-
lonio: «Tú conoces, en los libros de imágenes, la repre
sentación de Hércules en la que él es joven, y no ha elegido
aún el camino a seguir. El Vicio y la Virtud le flanquean,
tiran de sus vestidos tratando de atraerlo, cada uno le
quiere para sí...»
Hay que remontarse una vez más a los pitagóricos, para
encontrar el simbolismo gráfico del tema, representado en
tre ellos por la letra Y, emblema de la elección vital que
todo hombre realiza a la salida de la infancia. El trazo
de la mitad inferior de la letra representaría precisamente
a la niñez, exenta de vicios y virtudes ; los brazos que par
ten de la bifurcación de la letra, aludirían a cada una de
estas tendencias, mientras que el punto donde la bifurca
ción se produce es el momento exacto en que la pubertad
se manifiesta. Van Rijneberk asevera que es frecuente en
contrar en los manuscritos medievales esta escueta referen
cia a la Y : «bifurcación, o letra de Pitágoras». No resulta
casual, por lo tanto, que algunos diseños modernos del Ta-
rot mencionen a esta lámina como La Duda, o La Prueba.
Los redactores del Antiguo Testamento conocían ya el
significado simbólico de las dos vías, que aparecen mencio
nadas en el Deuteronomio y en el primero de los Salmos,
y más explícitamente aún en Jeremías. La idea no reaparece
en el Nuevo Testamento, aunque sí en las Enseñanzas de
los doce apóstoles, texto no canónico presumiblemente
compuesto hacia el siglo n : «Dos son las vías — dice al
comienzo de este tratado— . Una lleva a la Vida, y la otra
a la Muerte».
Una interpretación totalmente distinta, quiere ver en
esta lámina el acto de la conjunctio manuum de los novios
delante del obispo. Algunos de entre los más célebres pin
tores renacentistas —Rafael, Perugino— han dejado testi
monio de esta ceremonia en la vida de la Virgen.
Otra variante, puramente especulativa, conjetura con el
131
simbolismo sexual del sexenario, partiendo del sentido lite
ral del nombre de la lámina. «Entre los pitagóricos — anotó
Clemente de Alejandría— , el seis es un número sexual, y se
llama por esta razón El Matrimonio.»
m
Encadenamiento, enganche, lingam n, enredo, unión,
abrazo, lucha, antagonismo, combinación, equilibrio.
IV
132
patria o por los ideales, así como todos los sentimientos
manifestados fuertemente en el plano físico. Carta de la
unión y del matrimonio. Representa sin embargo para los
consultantes de ambos sexos, la infidelidad ; en ciertos ca
sos, la inmediatez de una elección a realizar.
SENTIDO NEGATIVO. — Ruptura, escisión, desor
den. Divorcio.
VI
133
I l i — Idea pura, concepto en su esencia original, no alte
rado por la expresión ;
l i l i — Realizador. Principio volitivo;
V — Radiación volitiva. Acción de querer ;
V I — (El Enamorado) Deseo, aspiración. Volición formu
lada.
Pasando por alto la teoría iconográfica de van Rijne-
berk sobre el rito matrimonial, que no admite mayores co
mentarios, queda sin embargo por ver el fondo sexual de su
simbolismo: en las tablas de correspondencias geométri
cas, El Enamorado se identifica con el sello de Salomón, o
sea con el claro carácter alusivo a la cópula de los trián
gulos entrelazados. Maestri dice que «es el término de con
versión que permite el tránsito de una naturaleza a otra»,
con lo que refuerza esta última aproximación simbólica.
Lévi, al relacionarlo con el Lingam — que es también el
rectángulo oblongo de jade que los chinos denominan Kuei,
y sintetiza la fertilidad— le da así mismo un carácter ge
neratriz.
Volviendo a su relación con el mito de Hércules, puede
agregarse todavía un curioso detalle : en la imagen del Cu
pido se ha querido ver la presencia vigilante de Chirón so
bre su alumno, ya que los caldeos imaginaron justamente
al centauro como señor del arco y de la flecha, para sinte
tizar el mito zodiacal del Sagitario.
134
VII. EL CARRO
135
ca, con rostros de distinta expresión. Los cabellos del per
sonaje son amarillos, y su mirada se dirige ligeramente ha
cia la izquierda, en el mismo sentido que la de sus caballos.
Cinco plantas verdes brotan del suelo amarillo. No se
advierte que haya riendas, ni ningún otro medio de guiar
el presumible carro.
II
136
bargo, sobreponerse a los dioses : a mitad de camino reci
bió Alejandro a un emisario de éstos, un enfurecido Hom
bre Pájaro que le conminó a desistir de su proyecto. Muy
a su pesar, se afirma que Alejandro aceptó esta censura:
arrojó la lanza en dirección a tierra, hacia donde descendie
ron los Grifos, pacientes y voraces.
Esta leyenda, nacida ciertamente en Oriente (¿en Babi
lonia?, ¿en Persia?), fue introducida en Europa a través
de las relaciones helenísticas del seudo-Calistene, hacia fi
nes del siglo n. Se extendió en seguida por todo el Occi
dente cristiano, y era vastamente conocida desde la baja
Edad Media. Numerosas ilustraciones y varias esculturas
que la representan, han llegado hasta nosotros. La Cróni
ca Mundial, de Rudolph von Ems (siglo xm), la reproduce
en una detallada miniatura ; en San Marcos de Venecia,
está el relieve acaso más significativo para rastrear las fuen
tes inspiradoras del Arcano V II: la cesta de Alejandro es
ya allí una caja similar a la de El Carro; a sus costados,
aparecen también las ruedas en escorzo.
Durante la Edad Media, el arte de los imagineros pa
rece haberse servido de esta leyenda, como una alegoría del
orgullo.
III
IV
VI
138
movilidad e inquietud que tiene que ver con todo desplaza
miento o acción zigzagueante, ubicua, veloz. Por sinonimia
pasa a representar a la palabra —prototipo de los sistemas
de intercambio— , en lo que ésta tiene de móvil, transferi-
ble, interpretable. De ahí que en su aspecto oracular se lo
asocie a menudo con cambios provocados por (o derivados
de) la palabra: elogios, calumnias, difusión de la obra,
buenas o malas noticias ; y por extensión con los sistemas
de intercambio en general (la economía: movimiento de
fondos), dada la afinidad de los modelos. Queda como pro
puesta especulativa — que nos llevaría muy lejos desarro
llar aquí— la búsqueda de las relaciones entre esta movili
dad y el dinamismo mercurial de El Prestidigitador, situa
dos como están ambos arcanos en el origen y en la consu
mación del primer septenario del Tarot.
Cirlot, y antes que él Wirth, relacionan las ruedas del
carro con los torbellinos de fuego de la visión de Ezequiel.
Acaso esta analogía puede llevarse más lejos, y no parece
imposible que la lámina toda sea una ilustración adultera
da de este pasaje bíblico. En Ezequiel (I, 4-28), en efecto,
aparecen no sólo las ruedas, el carro y los animales trans
portadores, sino «sobre la semejanza del trono, en lo alto,
una figura semejante a un hombre que se erguía sobre él.
Y de lo que de él aparecía, de cintura arriba, era como el
fulgor de un metal resplandeciente», lo que es una descrip
ción bastante aproximada del personaje acorazado del Ar
cano VIL En este mismo pasaje pueden encontrarse ana
logías válidas para el simbolismo general del Arcano XXI
(El Mundo).
Se ha visto también en los animales truncados a un
afisbena de dos cabezas, o poderes antagónicos que es ne
cesario sojuzgar para seguir avanzando «como en el cadu
ceo se equilibran las dos serpientes contrarias», y en el
vehículo la graficación del simbolismo del Antimonio (o
Alma Intelectual de los alquimistas), mencionado como
139
Currus triumphalis en un tratado de Basilio Valentín (Ams
terdam, 1671). La totalidad del arcano sugiere, para Wirth,
la idea de un cuerpo sutil del alma, gracias al cual el Espí
ritu puede manifestarse en el campo de lo material. Esta
idea de un halo o doble transubstancial que no puede ho
mologarse a ninguno de los tres aspectos del hombre (cuer
po -*■alma espíritu) pero que tiende a relacionarlos entre
sí, ha gozado de un vasto prestigio esotérico : es el cuerpo
sideral de Paracelso (o astral, en la divulgación teosòfica),
como también el «cuerpo aromático» de Fourier, o el Kama
rupa del budismo soteriológico. A semejanza de esta ente-
lequia que guarda sólo un contacto indirecto con lo mate
rial, el carro no toca el suelo sino a través de un elemento
intermediario : sus ruedas.
Van Rijneberk la asocia también a las ilustraciones que
solían acompañar a ias coleciones de triunfos (del amor, de
la muerte) de los poetas italianos del tiempo de Petrarca.
Bajo este aspecto no es improbable que comparta, con El
Prestidigitador y El Loco, la paternidad del joker o como
dín de la baraja contemporánea, naipe como se sabe «de
triunfo».
Curiosamente, no he encontrado explicación para las
enigmáticas letras S. M. (es tentador, pero infundado, supo
ner que aluden a Su Majestad) que ornan el escudo del ca
rro ; sustituidas por V. T. en cierto Tarot contemporáneo
(como si se tratara de una marca de impresión), o por un
jeroglífico sin duda arbitrario en la, versión de Wirth. No
es éste el único punto oscuro del arcano que Éliphas Lévi
llamó «el más bello y el más completo de cuantos compo
nen la clave del Tarot» : el carácter aserrado de las bestias,
los rostros de las lunas que engalonan al personaje, el insó
lito remate del cetro, son otras de sus perdurables insatisfac
ciones.
140
VIH — LA JUSTICIA
II
141
/
III
IV
142
dòn, papeleos. Policía. Problemas legales, procesos, tram
pas. Explotación y perjuicios por parte de los representantes
de la ley.
VI
143
f
144
VIIIL — EL ERMITAÑO
II
145
alegóricos del Tarot. La imagen de un peregrino en hábito
monjil transportando el cayado, puede encontrarse por de
cenas en los manuscritos iluminados de los siglos xv y xvi.
El único detalle que lo aparta de esta monotonía, es la lám
para que eleva en su mano derecha: por ella se imagina
que puede ser una ilustración de la conocida historia de
Diógenes a la busca de un hombre. Esta anécdota fue muy
popular en la alta Edad Media y en el Renacimiento y, de
hecho, varios modelos renacentistas del Tarot llaman Dió
genes al Arcano VIIII.
III
IV
146
t
VI
147
Wirth explica su funcionamiento como término final
del tercer temario del Tarot, relacionándolo con los arca
nos VII y VIII, que le preceden en este tem ario: en esa
relación El Carro aparece como el hombre joven e impa
ciente por realizar la obra del progreso, que La Justicia
se encarga de retardar, amiga como es del orden y poco
amante de las improvisaciones; El Ermitaño sería el con
ciliador de este antagonismo, evitando la precipitación tan
to como la inmovilidad.
Su significado suele interpretarse también como opuesto
y complementario al del Arcano Y (El Pontífice): no es el
codificador de la liturgia, el responsable ejecutivo de una
iglesia, el pastor de un rebaño ; su pontificado es silencio
so y sutil, sus discípulos son escogidos. En la relación ini-
ciática, es evidente que representa al «guru», y por eso se
lo ha definido como «el artesano secreto del porvenir».
Émile Bumouf, en un estudio de simbologia comparada de
las religiones (Le Vose Sacré et ce qu’il contieni), rela
ciona el Twashtri vedanta «personificación de la fuerza plás
tica expandida en el universo, y manifestada sobre todo en
los seres vivos», con el San José cristiano, por lo que am
bos tienen de humildes artesanos que, con su abnegado
apoyo, facilitan el cumplimiento de un gran proceso del
que no serán protagonistas: Wirth infiere que no es otro
el papel que alegoriza el Ermitaño.
En sentido negativo, el Arcano V IIII es no sólo el naipe
de los taciturnos, sino que por su minuciosidad y ritualis
mo alude a los temperamentos obsesivos.
148
X. — LA RUEDA DE LA FORTUNA
149
II
150
ì
III
IV
151
V
VI
152
1
153
XI. — LA FUERZA
154
II
155
página de la Somme du Roi, manuscrito del año 1295
orienta al pintor que debía iluminar los textos. Bajo el nú
mero 12, puede leerse: «Aquí va una dama de pie que
sujeta a un león. El nombre de la dama es Fuerza». Pero
la miniatura no fue ejecutada jamás.
III
IV
156
FÍSICO. — Voluntad para vencer los acontecimientos,
magisterio de la situación; hará valer sus legítimos dere
chos. Capacidad para dirigir en todos los asuntos mate
riales.
SENTIDO NEGATIVO. — El hombre no es amo de
su fuerza; es brutal, desatento, o bien se deja llevar por
ella en lugar de utilizarla. Los hechos o la gente lo abati
rán; su fuerza será aniquilada, y será víctima de fuerzas
superiores.
VI
157
quilar lo que es bestial, sino en utilizarlo. No es otro el
corolario natural que se desprende de la Gran Obra alquí-
mica, la brillante metáfora de sus transmutaciones.
Nada se ha escrito sobre la vaguedad con que la imagen
flota sobre un fondo incoloro, aunque acaso intente seña
lar con esto el carácter incierto y transitorio de su reali
zación.
158
XII. — EL AHORCADO
159
Naturalmente, la pierna por la que está suspendido — la
izquierda— permanece estirada, pero la otra se repliega y
la cruza por detrás, a la altura de la rodilla.
El fondo no está coloreado. El Ahorcado y el patíbulo,
se ven totalmente de frente.
II
160
nete de Amsterdam. Como en el Tarot de Carlos VI, la
pierna no sujeta del personaje parece descoyuntarse en el
aire, a diferencia de la imagen del de Marsella, en la que
el cruce en 4 de las piernas alude —aparte de sus inter
pretaciones simbólicas— a una tortura suplementaria: la
que consistía en el plegamiento forzoso y continuado de la
articulación, por medio de un aro de hierro.
Desde otro punto de vista, puede señalarse que la anti
güedad ha dejado numerosos testimonios de figuras inver
tidas, que en ningún caso pueden relacionarse al suplicio.
Ésta es la postura que adoptan con frecuencia las deida
des desnudas asiriobabilónicas, en los cilindros de arcilla
que reproducen escenas de conjunto. Es dable imaginar que
las diosas significaban en esa posición otra variante que el
espanto ; que proponían una lectura ritual ahora absurda
o ilegible.
III
IV
161
E l Tarot, 6
V
VI
162
el colaborador en la gran obra que transmutará en bien la
carga negativa del universo; como la víctima sacrificial
para la redención.
Se le atribuyen también virtudes adivinatorias y telepá
ticas ; y es relacionado con frecuencia con el arte y la uto
pía. Maestri lo ve también como arcano posesivo, pero hay
que entenderlo en un sentido puramente idealista, como
una manifestación de amor que carece de objeto .individual
(amor al prójimo).
Una interesante especulación podría partir de su núme
ro de orden en el Tarot, que lo relaciona con el simbolis
mo zodiacal y el dodecadenario.
163
XIII. — LA M U ER TE44
n
Es probable que la alegoría de la muerte representada
como un esqueleto segador, sea original del Tarot; si es
44. Éste es el nombre que convencionalmente se le asigna ya
que, en verdad, no lleva ninguno en el Tarot de Marsella ni en sus
variantes más significativas.
164
así, se trata de uno de los aportes más fundamentales que
los naipes hayan hecho a la iconografía contemporánea, ya
que la popularidad de esta metáfora macabra apenas admite
competencia.
Van Rijneberk desglosa el estudio de este arcano, en
sus tres partes constitutivas : el número trece, el esqueleto,
la guadaña. Como emisario de una premonición sombría,
el trece tiene su antecedente cristiano en los comensales de
la Ultima Cena, de la que la tradición extrajo una conseja
muy popular en la Edad Media: cuando trece personas se
sientan a la mesa, alguna de ellas morirá muy pronto. Esta
superstición sería sin embargo heredera de otras versiones
más antiguas: Diódoro de Sicilia, contemporáneo del em
perador Augusto, explica por ella la muerte de Filipo de
Macedonia, quien habría mandado agregar su estatua a la
de los doce dioses principales, días antes de ser asesinado.
No debe olvidarse tampoco que simbólicamente es la uni
dad superadora del dodecadenario, o sea la necesaria muer
te de un ciclo completado (que implica también, aunque
este aspecto se haya desbaratado en la transmisión popular,
la idea consecuente de una forma de renacimiento).
Por lo que respecta al esqueleto —y aún recubierto de
una funda de piel, como el del Tarot— , el ejemplo más an
tiguo data del siglo i, y ha sido descrito por Altmann entre
los hallazgos arqueológicos de Cnosos, en la isla de Creta :
se halla al costado de una pequeña mesa cargada de sucu
lentos manjares, frutos y postres. Todo el conjunto está
labrado en la cimera de un sarcófago. En el arte cristiano
primitivo, en cambio,, no se encuentran trazos de este simbo
lismo durante los primeros siglos, lo que no parece extraño
si se considera algunas de las ideas centrales de los catecú
menos: la muerte entendida como pórtico de una vida
mejor, la confianza en la proximidad del Juicio Final (y la
consiguiente resurrección de la carne); la absoluta falta
de terror, por lo tanto, ante un estado que se ofrecía como
165
transitorio y desprovisto de duelo. Un ejemplo — que toda
vía puede considerarse aislado— se remonta a 1360, y fue
descubierto en un cementerio pisano: se trata de una ale
goría de la muerte vista como una mujer esquelética. Pero
el esqueleto propiamente dicho aparece en todo su esplen
dor, recién en las célebres Danzas de la muerte, disemina
das por los cementerios y los claustros europeos, casi simul
táneamente, y con seguridad no antes del siglo xv. El tema
de estas composiciones, es idéntico en todas partes : el es
queleto se apodera (y el matiz está sólo en el grado de
violencia o de gentileza con que lo haga) de criaturas hu
manas de ambos sexos, y de toda edad y condición. Otro
elemento que tienen en común las Danzas de la muerte, es
que todas ellas son posteriores al Tarot, de cuya popula
ridad pudieron extraer por entonces el sutil encanto de sus
imágenes.
En estas danzas, sin embargo, no se encuentran esque
letos portadores de guadañas sino de útiles diversos (una
espada, una reja de arado, un par de tijeras, un arco con
flechas) que aluden por lo general al oficio de la persona
a la que está por llevarse la muerte. En Joel (IV.9,13), M a
teo (XIII. 38,41), y fundamentalmente en el Apocalip
sis (XIV. 14,20), pueden encontrarse metáforas bíblicas en
las que se alude a la hoz o la guadaña, instrumento de jus
ticia que empuña Yavé, el Hijo del Hombre y, posterior
mente, los ángeles: como una derivación de este principio
moral interpreta van Rijneberk la imagen de la muerte
segadora; el pasaje de la hoz, de mango corto, a la gua
daña (que permite realizar la siega con mayor comodidad),
sería un simple reflejo iconográfico de una transición agrí
cola.
Al homologar ambos útiles de labranza, el conjunto
alegórico puede ser remitido a Saturno: el viejo Cronos
helénico devorador de sus hijos, tronchando todo lo que
alcance con su afilada hoz.
166
Ili
IV
167
ble. Según su entorno puede significar muerte, en sus múl
tiples matices, pero también malos acontecimientos, malas
noticias.
VI
168
rábola del proceso iniciático en oposición a la vida corrien
te, es acaso el arcano más explícito: «El profano debe
morir — conjetura Wirth— para renacer a la vida supe
rior que concede la Iniciación».
La muerte guarda relaciones simbólicas con la tierra,
entre los cuatro elementos, y con la gama de colores que va
del negro al verde pasando por los matices terrosos. Tam
bién se la asocia al estiércol, pero menos por lo que éste
tiene de desagradable que por el proceso de transmuta
ción material que representa.
Algunos ocultistas la imaginan diversa como el número
de los hombres, y es en ese sentido que aluden a ella como
«la pluralidad».
169
X IIII. — LA TEM PLA N ZA
n
La mujer trasvasadora, es una alegoría muy usual du
rante la Edad Media para representar la virtud de la tem-
planza: se suponía que echaba agua al vino para dismi
nuir sus efectos. Curiosamente, la misma imagen sirvió
durante los primeros siglos del cristianismo para ilustrar
todo lo contrario : el milagro de las bodas de Caná, donde
la trasvasadora — por orden de Jesús— vierte el agua que
ha de convertirse en vino. Ascendida misteriosamente de
categoría, puede vérsela muy honrada en los coléctanos
medievales. En uno de ellos, del siglo xii, figura rodeada
por las virtudes cardinales, con una leyenda que aclara que
es de la templanza que «las otras virtudes penden, como
una puerta de sus goznes». En la tumba de Clemente II
(1237), en la catedral de Bamberg, aparece esculpida con
todo detalle.
Con otro significado, se la encuentra en la portada de
La sepmaine de Guillaume de Sallustre, seigneur du Bar-
tas, impreso por Jacques Couet, de Ginebra, en 1601. Allí
aparece coronada por palabras de Horacio: «El cántaro
retendrá largo tiempo el perfume que lo llenó por vez pri
mera».
III
IV
171
NEGATIVO. — Indiferencia. Falta de personalidad,
plasticidad pasiva. Inconstancia, humor cambiante. Tenden
cia a dejarse llevar por la corriente, sometimiento a la
moda y a los prejuicios. Resultados no conformes a las as
piraciones. Derrame, salida, flujo involuntario. Las cosas
siguen su curso.
VI
172
sido considerada desde antiguo como premonición feliz.
Esto hace de La Templanza una carta amable, desde el
punto de vista adivinatorio, cuya presencia aligera siempre
la densidad del oráculo. Arcano de reunión, y por lo tanto
de equilibrio —la coniunctio oppositorum, en su fase ante
rior a la bisexuaíidad— , se ha querido ver en el trasvase
una metáfora de las transformaciones: el pasaje de lo es
piritual a lo físico, del sentimiento a la razón.
Astrológicamente, no deja dudas sobre su filiación acua-
riana, que guarda correspondencia con el simbolismo de
Indra, deidad hindú de la purificación.
En la androginia de La Templanza ve Wirth el elemento
relacionador del quinto ternario del Tarot, que proviene de
la muerte asexuada (XIII), para culminar en El Diablo
bisexual (XV). Hay que señalar también su ubicación como
último término del segundo septenario, que corresponde al
Alma o psiquis, plano de la personalidad fluyente, flexible
e inestable por naturaleza, relacionado con las aguas en
casi todas las teofanías (así como al Espíritu se lo asocia
con la luz [fuego, aire], y al Cuerpo con la tierra).
El tema del trasvase y las urnas opuestas y gemelas,
domina por otra parte las especulaciones sobre la tauma
turgia terapéutica. En este aspecto el Arcano XIIII es cla
ramente el curador, el agente reparador y reconstituyente,
el que vuelca la armonía universal sobre el desequilibrio
individual. Como El Ermitaño, alude a los médicos, curan
deros y chamanes; pero, más específicamente que éste, a
los consejeros, confesores y psicoanalistas.
Queda por establecer una lectura de La Templanza en
el contexto del interminable simbolismo acuático, por el
que alude a la materia unívoca (el océano primordial), al
torrente circulatorio sostenedor de la vida (lluvia, savia, le
che, sangre, semen), a la relación con la madre (las aguas
como elemento prenatal), a las inmersiones como rito de
muerte y resurrección (bautismo).
173
■ " / ■
174
XV. — E L DIABLO
175
7
II
176
achaca a los miniaturistas anglosajones este privilegio ico
nográfico, que por otra parte respondía a la simplicidad
analógica de la época : si el diablo contenía la suma de los
pecados y el escándalo, si su nombre era homólogo a la
imaginación de todo mal, parecía lógico que se lo figurase
como el apogeo de la fealdad y el espanto. El hombre con
garras de las más tibias representaciones, fue soportando
luego el agregado de los cuernos, los dientes desmesurados,
el pelaje invasor, las patas de macho cabrío, los senos arru
gados, la cola retráctil que remataba un aguijón. Así apare
ce ya en los manuscritos alemanes de los siglos X y XI, y
en el Missel Oxonien del obispo Léofric (960-1050). El dia
blo del Tarot —repelente murciélago hermafrodita— no es
más que el heredero de esta figuración.
Van Rijneberk recalca el sentido metafísico que tuvo
en cambio Satán para los Padres de la Iglesia, lejos aún de
estas hechicerías. Entre los siglos m y iv, memora, A ta
nasio relató las fatigas que solían acompañar a los tenta
dos: el aspecto del Maligno producía angustia antes que
repulsión ; su voz era terrible, su movimiento sigiloso como
el de un asesino.
III
IV
177
inaccesible a los maleficios. Protección contra las fuerzas
oscuras y los encantamientos.
NEGATIVO. — Desarreglo. Sobreexcitación, concupis
cencia, lubricidad. Necedad, intrigas. Empleo de medios ilí
citos. Embrujamiento, fascinación repentina, esclavitud y
dependencia de los sentidos. Debilidad, egoísmo.
178
VI
179
aspecto: de la belleza resplandeciente con que lo imagina
ron Milton —canto II, Paraíso perdido— y William Blake,
al espanto de su corte bajo los pinceles de Goya), para re
tornar al memorable punto de partida desde donde se con
cibe sin dificultades la perduración del demonismo : Satán,
como «un desafío del orden que los hombres han atribuido
a Dios».
La figura del Tentador, por otra parte, es inseparable
de las legiones que le sirven (vale decir, de la idea del In
fierno), y el Tarot repite puntualmente esta asociación al
representarlo junto a la pareja encadenada, quienes pueden
ser tanto sus prisioneros como sus colaboradores. Michel
Carrouges (Imágenes del Infierno en la literatura) ha seña
lado la persistencia de la temática infernal, desde la epo
peya de Gilgamesh hasta los Cantos de Maldoror, pasando
por la teogonia descrita por Hesíodo, el Libro de los Muer
tos, o el arquetípico viaje que tuvo por guía a Virgilio.
A la repetición insaciable del esquema dantesco, atribuye
precisamente Carrouges la parálisis imaginativa de los siglos
posteriores en relación al tema; la fijación y el empobre
cimiento del ciclo mítico en la literatura europea. Sweden-
borg — ese insólito codificador de lo alucinatorio— será el
encargado de remozar el tema, que admitirá otra vuelta
de tuerca con los poetas del Romanticismo, Lautréamont
y, ya en nuestro siglo, el movimiento surrealista.
Esta visión demonológica contemporánea, que hace del
diablo una conflictiva metáfora de la dignidad humana, no
parece menos importante de considerar que la tradicional.
Se impone, al menos, como una necesidad operativa en un
ais actualizado del Tarot.
180
X V I.— LA T O R R E
II
181
que se conocen para representar el orgullo. Cuesta poco tra
bajo intuir que esta metáfora —y la aniquilación celeste
que la acompaña— desciende rectamente del divulgado des
tino de la torre de Babel. Van Rijneberk piensa que su in
clusión en el Tarot, pudo deberse a una impresionante co
rroboración histórica : el proceso contra los tem plarios45
y su vertiginosa caída, contemporánea de los imagineros
que compaginaron el Tarot.
Más ambigua parece en cambio la lluvia de esferas mul
ticolores, cuya lectura no admite otra interpretación que la
de la influencia de «lo alto» (con variaciones, esta lluvia
se repite en XVIII y XIX, arcanos de evidente simbolis
mo sideral). En una miniatura perteneciente a un manus
crito de la Biblia Pauperum (1350 a 1370), se ve que el
fuego del altar se enciende por medio de una lluvia seme
jante a la de estos tres arcanos. Celita fiamma venit / E t
plebis pectora lenii («Viene la llama celeste / y calma el
pecho del pueblo»), dice la leyenda que la orna, clara pará
frasis del milagro que se concede a Elias ante la multitud
escéptica (I Reyes XVIII. 38, 39). No hay ejemplos rena
centistas de esta poderosa abstracción, ya que el fuego m i
lagroso será representado por entonces con el diseño de
las llamas, más inteligibles pero acaso menos sugerentes que
las esferas del Tarot. '
III
182
IV
183
VI
184
bolismo ascensional, y en la Edad Media representó fre
cuentemente la escala intermediaria entre la tierra y el cie
lo ; por su aspecto murado, celosamente defendido, alude
a la virginidad.
185
XVII. — LAS ESTRELLAS
186
II
187
(XVI. 3, 12): allí se nos dice que los siete ángeles derra
maron sus copas sobre el sol y el aire, pero — en su mayo
ría— sobre los cursos de agua.
m
El cielo del alma. Efusión del pensamiento, influencia
moral de la idea sobre las formas, inmortalidad.
IV
188
En cuestiones referentes al arte, esta carta aporta el don de
encantamiento; o sea el resplandor que atrae al prójimo.
SENTIDO NEGATIVO. — Armonía desviada de su
destino; annonía física poco duradera.
VI
189
ron después —concluye el curioso códice—■ se explica en
forma resumida en los Evangelios.»
En cuanto a la parte inferior del Arcano X V II, Wirth
quiere que el arbusto allí representado sea una acacia, «mi
mosa del desierto, cuyo verdor persistente simboliza una
vida que rehúsa extinguirse». El prestigio mítico de la aca
cia es tan vasto como intrincado, ya que no sólo es la plan
ta emblemática de la esperanza en la inmortalidad, sino que
se la ha hecho protagonista de notables historias : entre sus
raíces habría sido enterrado Hiram, detentador de la tradi
ción perdida, luego de ser asesinado, y de su madera se ha
bría construido la cruz de Jesucristo.
Debe agregarse que la muchacha vertedora, recuerda
el polifacético principio femenino de ciertos ritos primor
diales, «la madre siempre joven, la consoladora, la clemen
te, la naturaleza amable y bella, la tierna amante de los
hombres», y es bajo este aspecto que los oráculos tienden a
relacionarla con la juventud y el buen humor, con el sueño
y sus revelaciones, con la realidad de la poesía.
Fulcanelli agrega aún el doble sentido simbólico de la
estrella, como concepción y nacimiento, y narra la bella des
cripción de un vitral de la sacristía de Saint-Jean de Rouen,
debida a G. J. Witkowski: allí están representados Benito
y Felicitas, padres de San Román ; los esposos yacen en la
cama, totalmente desnudos: sobre el vientre de la mujer,
que acaso acaba de concebir al santo, puede verse una es
trella.
190
X V III. — L A LUNA
II
191
dantes elementos del Marsella —perros, cangrejo, estan
que, torres— no aparecen en ellos ; la luna misma no ofrece
más que un plano, a diferencia del diseño concéntrico (perfil
humano, creciente, disco) del caso que nos ocupa.
Sobre las torres, Curt de Gébelin ha imaginado que alu
den a las columnas de Hércules, aunque también puede
considerárselas como dos puertas monumentales. Hay que
recordar entonces que la Luna (Diana-Hécate) es a la vez
Janua Coeli y Janua Inferni : la puerta del cielo y el infier
no ; estrechamente relacionada con los dos perros (o lobos)
aulladores, a los que Gébelin veía como símbolos de los
trópicos. Ya el jesuíta Athanase Kircher ubicaba a Anubis
y Hermanubis (deidades curiosamente representadas con
cabeza de chacal) ante las dos puertas del Cielo: Anubis
en el solsticio de invierno, frente a la puerta de la ascen
sión, indicada por el Capricornio; Hermanubis en el sols
ticio de verano, ante la puerta de descenso o del hombre,
que señalaba Cáncer. Clemente de Alejandría, por otra
parte, relató las procesiones egipcias, que incluían el paseo
de los dos perros-dioses, «que ellos pretenden son guardia
nes de las puertas del Sol, en el norte y el sur». Aunque no
hay ejemplos de zoolatría entre los griegos, sí es verdad que
consagraron diversos animales a ser compañía de los dioses.
En el caso de Artemisa —Plutarco lo afirma en su Isis y
Osiris— este cortejo estaba formado por dos perros: re
sulta significativo recordar que la cazadora celeste era, para
su pueblo, una deidad lunar.
Por lo que respecta al cangrejo, su relación con la Luna
es antigua y reiterada, ya que aparece mezclado a ritos y
leyendas protagonizados por el astro nocturno en numero
sas culturas. Esto puede deberse a la particular marcha re
trógrada del animal, homologada al paso de la Luna por
la observación popular (la trayectoria de poniente a levan
te). También desde el punto de vista astronómico, el can
grejo se relaciona con el simbolismo general de la lámina y
192
de las torres en particular: Cáncer es, como se sabe, signo
del trópico y del solsticio de verano.
Las manchas de color en forma de lágrimas que llueven
de la Luna, están diseñadas con la punta hacia abajo: en
el arcano siguiente (El Sol) se las ve en cambio con la
punta hacia arriba. Como curiosidad sobre estas lluvias co
munes a tres arcanos del Tarot, puede señalarse un antece
dente del que es difícil extraer conclusiones: Pipart obser
vó, entre los indios Piel Roja de Norteamérica, numero
sos pictogramas que aludían de esta forma a los fuegos ce
lestes.
III
IV
193
E l Tarot, 7
caso de trabajo personal : error. Ojeada superficial en todos
los niveles.
ANÍMICO. — Sentimientos turbados, pasionales, sin
otra salida que el desorden. Celos. Hipocondría. Ideas qui
méricas.
FÍSICO. — Oscurecimiento total. Estado de conciencia
turbado y agitado. Escándalo, difamación, delación ; secre
to que se hace público. Si la pregunta se refiere a la salud :
hay desórdenes en el sistema nervioso ; se necesita un cam
bio de ambiente por problemas higiénicos con el actual;
buscar los lugares secos y el calor.
SENTIDO NEGATIVO. — El instinto — causa de es
pejismos— acentúa sus efectos por la situación ascendente
del pantano. Estado de conciencia confuso, que permanece
latente y sin manifestarse.
VI
194
precipicio que termina en un curso de agua puriñcadora.
Esta ruta parece corresponder a la descrita por los chama
nes en sus viajes extáticos.»
Lo que parece evidente, es que el Arcano XVIII está
emparentado, como ningún otro, con el plano iniciático
de la vía húmeda (lunar). Es por esto que Wirth la relacio
na con la intuición y lo imaginativo, y que entre sus más
recurrentes interpretaciones adivinatorias figure la sensua
lidad.
Sería interminable acoplar al Arcano XVIII el vasto
simbolismo lunar, desde su relación con el ciclo fisiológico
femenino hasta el panteón de las deidades nocturnas, pa
sando por sus implicancias cósmicas, mágicas y astroló
gicas. Parece más prudente considerar que La Luna no
alude a todo lo que nombra, sino a la particular situación
que compone con los otros elementos de la lámina.
195
xvim. EL SOL
196
1
II
III
IV
197
Esta carta no se aplica más que a los grandes sentimientos.
FISICO. — La salud, la belleza física. Elemento de
triunfo, salida para cualquier situación adversa que se esté
atravesando.
SENTIDO NEGATIVO. — Gran adversidad, suerte
contraria, tanteos en la oscuridad.
VI
198
aspecto Hijo de las divinidades trinitarias, aparece frecuen
temente como atributo de los héroes (ya sea porque éstos
son exaltados al rango solar, o porque el Sol se manifiesta
de manera excepcional en alguna circunstancia de sus vi
das: ocultándose prodigiosamente como protesta por la
muerte del elegido, lo encontramos en las leyendas de Hera
cíes y Sigfrido; en el Antiguo Testamento puede rastrear
se la filiación solar de Sansón (Jueces, 13.16), desde su
nombre hasta el lugar donde acontecen sus hazañas (Bet-
semer : casa del sol), pasando por las relaciones entre fuerza
y cabello, análogas a las peripecias del sol en su tránsito
por las estaciones). Una variante de este tema puede encon
trarse en el drama del Gòlgota, tal como nos lo han trans
mitido los sinópticos (Mateo, XXVII. 45 ; Marcos, XV. 33 ;
Lucas, XXIII. 44, 45).
Como en el caso del Arcano XVIII (La Luna) es, sin
embargo, necesario prevenir contra una excesiva asimilación
del vasto simbolismo solar al Arcano XVIIII, lo que le otor
garía una desmesurada importancia en el conjunto de las
veintidós láminas.
199
XX. — EL JUICIO
200
II
201
La presencia de los resucitados, y el ángel trompetero
que parece convocarlos, remiten claramente el Arcano XX
del Tarot a estas imaginerías; hasta la banderola de la
trompeta, que reproduce una cruz de Malta, es habitual en
los modelos en los que debió inspirarse El Juicio.
m
Lo vegetativo, la virtud generatriz de la tierra, la vida
eterna.
IV
202
bre todo ; pruebas y trabajos por delante que resultarán de
un juicio erróneo.
VI
203
XXL — EL MUNDO
204
sus alas son rojas como la aureola con la que está tocado.
En los ángulos inferiores se ve, a la derecha, un león
amarillo con aureola rosada, representado de frente; a la
izquierda, una suerte de caballo, sin aureola y de color
rojo pálido. Este último animal, visto de tres cuartos, mira
hacia adelante y a la izquierda. Tanto el león como el ca
ballo parecen dotados de alas de composición semejante a
las hojas de la guirnalda, pero del mismo color del cuerpo
del animal al que están agregadas.
El fondo, como de costumbre, es incoloro.
II
205
miento, a su vez, a la difundida aureola o mandorla, almen
drada en un comienzo y adoptando la forma redonda de
las estampas modernas sólo en época tardía. Miles de san
tos fueron figurados en la Edad Media dotados de man
dorla, aunque no es arriesgado suponer que esto fue una
derivación estética proveniente de las más antiguas imáge
nes de la Virgen María que poseían este atributo. Van Rij-
neberk asegura que tras el simbolismo de sacralización
(mandorla = aura de santidad) puede leerse el significado
que la asocia con la virginidad, ya que desde tiempo re
moto ésta era representada por la almendra, cuyo fruto se
suponía nacido por generación espontánea.
Un tipo totalmente diferente de imágenes se relacionan
así mismo con el Arcano X X I: son las que alegorizan el
principio del «eterno femenino» a través de una temática
sexual, y pueden encontrarse con frecuencia en los ceramis
tas italianos del xv y el xvi. Del primero de estos siglos
es una imagen que reproduce casi con exactitud a El
Mundo, sólo que los animales evangélicos han sido susti
tuidos por una multitud de hombres de toda edad y con
dición, que observan lujuriosamente a la joven desnuda.
Para hacer más evidente su intención, el anónimo artista
trazó líneas doradas que parten de los ojos de los persona
jes: todas convergen sobre el sexo de la muchacha. Van
Rijneberk agrega que, en este caso, la figurilla vertical y el
óvalo que la enmarca «parecen representar, de manera
más o menos velada, una vulva simbólica» (esquema que
en diversas culturas primitivas podrían asociarse a los ritos
cíclicos, en un estadio posiblemente pre-fálico: Molloy
halló la mandorla en las inscripciones líricas de la Isla de
Pascua). Bajo este aspecto, el Arcano XX I representaría el
amor: no es inverosímil — aunque ningún dato iconográ
fico permita afirmarlo— establecer una analogía entre la
protagonista de El Mundo y el nacimiento de Afrodita,
deidad con la que tiene numerosos puntos en común.
206
Ili
IV
207
FÍSICO. — Pierde en este plano, para el cual no está
bien adaptada, la mayor parte de su signo afortunado. Rica
experiencia. Actividades sólidas y brillantes. Éxito en ni
veles no trascendentes (mundanales, transitorios). Buena
salud.
SENTIDO NEGATIVO. — Fracaso. Proceso que afec
ta a los sentimientos. Sacrificio por amor.
VI
208
EL LOCO
209
II
III
IV
210
NEGATIVO. — Nulidad. Incapacidad para razonar y
autodirigirse, abandono a los impulsos ciegos. Automatis
mo. Desarreglos inconscientes. Extravagancia. Castigo ine
ludible causado por la insensatez de las acciones. Remordi
mientos vanos.
VI
211
pistas españoles) llaman Le mat a esta lámina. Paul Mar-
teau ha querido ver en este nombre una alusión a la juga
da clave del ajedrez, ya que el protagonista está en verdad
jaqueado (por los otros, por el mundo), en una situación de
encerrona similar a la del mate. Gwen Le Scouézec propone,
en cambio, dos variantes etimológicas: provendría literal
mente del árabe (mat: muerto), o sería un apócope del
italiano matto (loco), nombre por otra parte con el que figu
ra en el tarocchino de Bologna. Queda aún otra posibili
dad, común al bajo francés y a sus variantes argóticas:
mat es en este caso sinónimo de fatigado, acabado, en las
últimas. Pero ninguna de estas versiones consigue eliminar
del todo las sospechas de las otras.
Como su nombre, como su cifra — errática e indeter
minada— , El Loco admite una sutil parafernalia simbólica.
Wirth lo define como «el que no cuenta, el inexistente,
tanto en el plano moral como intelectual», ya que no se
pertenece a sí mismo sino que es poseído por las circuns
tancias y el entorno. Esclavo de su marcha insensata, no
sabe de dónde viene ni adónde va. Pero le reconoce tam
bién una extrema importancia cosmogónica, ya que repre
sentaría el concepto que los caldeos formalizaban en Apsou,
el-dios-antes-de-Dios, el creador sin creación, condenado a
la esencia indeterminada por haberse negado a salir del
caos, por haber tenido miedo al dolor de crear. En este sen
tido lo asocia con lo incognoscible, lo absurdo, lo irracional,
al mismo tiempo que con el Nirvana y con la nada. Ous-
pensky le asigna el valor .de carta totalizadora, que contiene
en sí la suma simbólica de los 56 arcanos menores: las
series, los números, las figuras. Esta es sin duda una bri
llante metáfora del caos, donde la realidad está ya prefigu
rada, pero el verbo que le dará sentido permanece ausente.
Para Cirlot, la carencia de cifra indica que El Loco se
halla al margen de todo orden o sistema, «como el centro
en la rueda de las transformaciones se halla fuera de la mo-
212
vilidad, del devenir y del cambio», y destaca que ninguna
lectura simbólica permite afirmar que el personaje esté irre
mediablemente condenado, antes bien aparece animado por
un dinamismo que tiende a equilibrar su aparente sinrazón.
Según Schneider, el Loco y el bufón están relacionados es
trechamente como personajes míticos y legendarios, y para
Frazer ambos tienen el carácter de «víctima de sustitución»
en los sacrificios humanos rituales. Extendiendo este con
cepto se descubre así mismo su papel de «chivo expiatorio»
grupal, función que el psicoanálisis ha difundido claramente
en el estudio de microsociedades. Puede agregarse que su
asimilación «bufónica» no estaría completa si no se piensa
que el bufón es, en definitiva, la contrafigura del rey, su ne
gativo, su versión nocturna y, fundamentalmente, su mala
conciencia.
Reconocido como el precursor del joker o «comodín»
por su disponibilidad, este ubicuo personaje atormentado
por las dudas, errático y vacilante, desconocedor de su
esencia y a merced del destino, goza de una rara unanimi
dad entre los especialistas del Tarot: todos ellos lo identi
fican con el consultante.
213
APÉNDICE
215
POEMA DEL TAROT
216
14 Este es el ángel bueno que calma y que atempera
15 El malo es este espíritu de cólera y orgullo
16 Pero Él comanda al rayo y hace brotar el fuego
17 La estrella matutina y el agua le obedecen
217
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219
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W ir t h , Oswald, L e Tarot des Imagiers du M oyen Age, Tchou
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221
>
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
223
II) Los arcanos menores . Los núm eros (76).
Las series (82). Las figuras (85). Resúme
nes adivinatorios ( 8 2 ) ............................. 75
m ) Los arcanos mayores. El Prestidigitador
(102). La Sacerdotisa (107). La Empera
triz (113). El Emperador (117). El Pontí
fice (123). El Enamorado (129). El Carro
(135). La Justicia (141). El Ermitaño (145).
La Rueda de la Fortuna (149). La Fuer
za (154). El Ahorcado (159). La Muer
te (164). La Templanza (170). El Dia
blo (175). La Torre (181). Las Estrellas
(186). La Luna (191). El Sol (196). El Jui
cio (200)! El Mundo (204). El Loco (209) 99
224
EDICIONES DE BOLSILLO
El Tarot, 8
31. LOS PIRATAS, Gilles Lapouge 51. LA INCOMUNICACION,
(E ditorial E stela) Carlos Castilla del Pino
32. BESOS DE MADRE, (E diciones P enínsula)
Bruce Jay Friedman 52. EL SIGLO DE LAS LUCES,
(E ditorial L umen ) Alejo Carpentier
33. UN CONFLICTO DE (B arral E ditores)
INTERESES, 53. INICIACION AL ARTE
Brad Williams, J. W. Ehrlich ESPAÑOL DE LA
(Barral E ditores) POSTGUERRA,
34. LOS QUE NUNCA OPINAN, Vicente Aguilera Cerni
Francisco Candel (E diciones P enínsula)
(E ditorial E stela) 54. INICIACION AL ESCANDALO
35. AL SERVICIO DE QUIEN Gabriel Veraldi
ME QUIERA, (B arral E ditores)
Giorgio Scerbanenco 55. LUBIMOV, Andrei Siniavski
(B arral E ditores) (E ditorial L umen)
36. DIALECTICA DE LA 56. EL SUEÑO ETERNO,
PERSONA. DIALECTICA DE LA Raymond Chandler
SITUACION, (B arral E ditores)
Carlos Castilla del Pino 57. LAS MEMORIAS DE
(E diciones P enínsula) SHERLOCK HOLMES,
37. ME GUSTA ESTAR AQUI, A. Conan Doyle
Kingsley Amis (B arral E ditores)
(E ditorial L umen) 58. LA CASA DE MATRIONA,
39. PSICOANALISIS Y POLITICA, seguido de TODO SEA POR U
Herbert Marcuse CAUSA, A. I. Solzhenitsyn
(E diciones Península)
(E diciones P enínsula) 59. LECTURA DE MARX POR
40. LA CENTENA, Octavio Paz ALTHUSSER, Albert Roies
(B arral E ditores) (E ditorial E stela)
41. LA CELOSIA 60. EL PADRE BLANCO,
Alain Robbe-Grillet Julián Mitchell
(B arral E ditores) (E ditorial L umen)
42. ENTRE EL AUTORITARISMO Y 61. LA CASA DE CITAS,
LA EXPLOTACION, seguido de Alain Robbe-Grillet
UNA CANDELA BATO EL (B arral E ditores)
VIENTO, A. I. Solzhenitsyn 62. CRITICA DEL MARXISMO
(E diciones P enínsula) LIBERAL, Cesare Cases
43. LA NUEVA LEY SINDICAL, (E diciones P enínsula)
J. N. García-Nieto, A. Busquéis, 63. LA ESTETICA MUSICAL DEI
S. Marimón SIGLO XVIII A NUESTROS
(E ditorial Estela) DIAS, Enrico Fubini
44. LA CONTRARREVOLUCION EN (B arral E ditores)
AFRICA, Jean Ziègler 64. LAS CLASES SOCIALES EN LA
(E ditorial L umen) SOCIEDAD CAPITALISTA
45. LOS CHUETAS AVANZADA,
MALLORQUINES — SIETE N. Birnbaum, M. Fotia, M. Ko-
SIGLOS DE RACISMO, linsky, H. Wolpe, R. Stavenhagen
Baltasar Porcel (E diciones P enínsula)
(B arral E ditores) 65. SEIS ESTUDIOS DE
46. HISTORIA DE LA COMUNA I, PSICOLOGIA, Jean Piaget
H. P. O. Lissagaray (B arral E ditores)
(E ditorial E stela) 66. CHINA: REVOLUCION EN LA
47. HISTORIA DE LA COMUNA II, LITERATURA,
H. P. O. .Lissagaray Joachim Schickel
(E ditorial E stela) (B arral E ditores)
48. COMO SE VENDE UN 67. EL CASTILLO DE OTRANTO
PRESIDENTE, Joe McGuinnis Horace Walpole
(E diciones P enínsula) (T usquets E ditor )
49. EL SEÑOR DE BEMBIBRE, 68. LOS JEFES,
Enrique Gil y Carrasco Mario Vargas Llosa
(B arral E ditores) (B arral E ditores)
50. VIDA Y OBRA DE SIGMUND 69. ESTUDIO EN ESCARLATA,
FREUD III, Ernest Jones A. Conan Doyle
(E ditorial A nagrama) (B arral E ditores )
70. IDEOLOGOS E IDEOLOGIAS 89. Y MAÑANA, PARRICIDAS,
DE LA NUEVA IZQUIERDA, André Coutin
Bernard Oelgart (E ditorial E stela)
(E ditorial A nagrama) 90. WALTER BENJAMIN;
71. EL CASO LEROUGE, BERTOLT BRECHT;
Emile Gaboriau HERMANN BROCH;
(E diciones P enínsula) ROSA LUXEMBURGO,
72. LAS CONFESIONES NO Hannah Arendt
CATOLICAS EN ESPAÑA, (E ditorial Anagrama)
Robert Saladrigas 91. EL MONASTERIO
(E diciones P enínsula) ENCANTADO, Robert van Gulik
73. SOBRE LA TEORIA DE LAS (B arral E ditores)
CIENCIAS SOCIALES, 92. CONSEJOS OBREROS,
Max Weber Adolf Sturmthal
(E diciones P enínsula) (E ditorial F ontanella)
74. EL SURREALISMO: PUNTOS 93. LOS TELEADICTOS,
DE VISTA Y José M. Rodríguez Méndez
MANIFESTACIONES, (E ditorial E stela)
André Bretón 94. EL CRISTIANISMO NO ES UN
(B arral E ditores ) HUMANISMO,
75. EL MODO DE PRODUCCION José M. González Ruiz
ASIATICO, Gianni Sofri (E diciones P enínsula)
(E diciones P enínsula) 95. LITERATURA Y ARTE NUEVO
76. POESIA Y REVOLUCION, EN CUBA,
Vladimir Maiakovsky Barnet, Benedetti, Carpentier,
(E diciones P enínsula) Cortázar y otros
77. ENSEÑANZAS DE LA EDAD: (E ditorial E stela)
POESIA 1945-1970, 96. UN ESTUDIO SOBRE LA
José María Vaiverde DEPRESION,
(B arral E ditores) Carlos Castilla del Pino
78. EL ANTISEMITISMO ALEMAN, (E diciones P enínsula)
Pierre Sorlin 97. EL ARTE IMPUGNADO,
(E diciones Península) Vicente Aguilera Cerni
79. OPINIONES DE UN PAYASO, (C uadernos para el D iálogo)
Heinrich Boíl 98. CARTAS DE CONDENADOS A
(B arral E ditores) MUERTE,
80. EL MARXISMO DESPUES DE Editor: Thomas Mann
MARX, Pierre Souyri (E ditorial Laia)
(E diciones Península) 99. EICHMANN EN JERUSALEN,
81. HISTORIA DEL CINE I, Hannah Arendt
Román Gubern (E ditorial Lumen)
(E ditorial L umen) 100. FUNDAMENTOS DE
82. HISTORIA DEL CINE II, PEDAGOGIA SOCIALISTA
Román Gubern Bogdan Suchodolski
(E ditorial L umen ) (E ditorial E stela)
83. CUATRO CUARTETOS, 101. TREINTA AÑOS DE TEATRO
T. S. Eliot DE LA DERECHA,
(B arral E ditores ) José Monleón
84. LA ORGANIZACION (T usquets E ditor)
CIENTIFICA DEL TRABAJO, 102. CONTRA NATURA,
¿CIENCIA O IDEOLOGIA? Rodolfo Hinostroza
José María Vegara (B arral E ditores)
(E ditorial F ontanella) 103. ENSAYO SOBRE EL
85. CIEN POEMAS DE AMOR, MACHISMO ESPAÑOL,
Amatu José M. Rodríguez Méndez
! (B arral E ditores ) (E diciones P enínsula)
86. LA MUÑECA SANGRIENTA, 104. LA MAQUINA DE ASESINAR,
¡ Gastón Leroux Gastón Leroux
I (T usquets E ditor ) (T usquets E ditor)
i87. LOS PASOS PERDIDOS, 105. LOS COMUNEROS,
j Alejo Carpentier Luiz López Alvarez
! (B arral E ditores ) (C uadernos para el D iálogo)
¡88. JUEGO SUCIO, 106. FUNCIONES DE LA PINTURA,
i Manuel de Pedrolo Fernand Léger
| (E diciones P enínsula) (C uadernos para el D iálogo)
107. ENCUESTA, Milton K. Ozaki 126. EL CONDICIONAMIENTO,
(E diciones P enínsula) Jean-François Le Ny
108. LA HUELGA: HISTORIA Y (E diciones P enínsula)
PRESENTE, Georges Lefranc 127. EL CASO DE CHARLES
(E ditorial Laia) DEXTER WARD,
109. LA HERMANA PEQUEÑA, H. P. Lovecraft
Raymond Chandler (B arral E ditores)
(B arral E ditores) 128. SOCIOLOGIA, Salvador Giner
110. EL ESTUDIO, (E diciones P enínsula)
John Gregory Dunne 129. LOS REINOS ORIGINARIOS,
(E ditorial Anagrama) Carlos Fuentes
111. LA C. G. T. UN ANALISIS . (B arral E ditores)
CRITICO DEL SINDICALISMO 130. CONVERSACIONES CON
FRANCES, André Barjonet JOSEPH LOSEY, Tom Milne
(E ditorial F ontanella) (E ditorial A nagrama)
112. LOS ESPAÑOLES, 131. EL ESTRUCTURALISMO COMO
Luis Carandell METODO,
(E ditorial E stela) L. Miller y M. Varin d’Ainville
113. BANQUETE PARA (C uadernos para el D iálogo )
VENTISIETE CADAVERES, 132. LA IZQUIERDA ALEMANA,
Gilbert Prou'aau Gerard Sandoz
(B arral E ditores) (E diciones P enínsula)
114. LAS PRINCESAS DE 133. CRITICA DE LA CRITICA,
ACAPULCO, Giorgio Scerbanenco Peter Hamm
(B arral E ditores) (B arral E ditores)
115. ¡CONTAMOS CONTIGO!, 134. TEORIA DE LAS CLASES
Víctor Canicio SOCIALES, Georges Gurvitch
(E ditorial L aia) (C uadernos para el D iálogo )
116. NACIONAL II, 135. TEORIA MARXISTA DE LAS
Jaume Perich SOCIEDADES
(E ditorial L aia) PRECAPITALISTAS,
117. UN ASUNTO TENEBROSO, Maurice Godelier
Honoré de Balzac (E ditorial E stela)
(E diciones P enínsula) 136. EL MUNDO MITICO DE
118. LA CONTRARREVOLUCION GABRIEL GARCIA MARQUEZ,
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Richard J. Barnet (E diciones P enínsula)
(E ditorial E stela) 137. PIRATAS DE AMERICA,
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CAGLIOSTRO, Maurice Leblanc (B arral E ditores)
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Gilles Lapouge y Jeañ Bécarud 139. IZAS, RABIZAS Y
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Vincent van Gogh 142. MAX Y LOS CHATARREROS,
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147r CABALLERIA ROJA, PROSAS, William Blake
Isaak Babel (Barral E ditores)
(B arral E ditores) 168. RETRATOS LITERARIOS
148. SOCIOLOGIA Y LENGUA EN FEMENINOS, Sainte-Beuve
LA LITERATURA CATALANA, (E diciones P enínsula)
Francese Vallverdú 169. POESIAS PARA LOS QUE NO
(C uadernos para el D iálogo) LEEN POESIAS,
149. I CHIbIG, Ed. Mirko Lauer H. M. Enzensberger
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150. CONVERSACIONES CON PIER 170. HOLLYWOOD, LA CASA
PAOLO PASOLINI, ENCANTADA,
Jean Duflot Paul Mayersberg
(E ditorial Anagrama) (E ditorial Anagrama)
151. LIDA. MANTOVANI Y OTRAS 171. LOS ANTEOJOS DE ORO,
HISTORIAS DE FERRARA, Giorgio Bassani
Giorgio Bassani (B arral E ditores)
(B arral E ditores) 172. CINE Y LENGUAJE,
152. LOS ORIGENES DEL Viktor Sklovski
FASCISMO, Robert Paris (E ditorial Anagrama)
(E diciones P enínsula) 173. LA DIALECTICA DEL OBJETO
153. PUNTO Y LINEA SOBRE EL ECONOMICO,
PLANO, Kandinsky Femand Dumont
(B arral E ditores) (E diciones P enínsula)
154. GALILEO GALILEI, 174. EL RETRATO DE DORIAN
Ludovico Geymonat GRAY, Oscar Wilde
(E diciones P enínsula) (Barral E ditores)
155. LOCAS POR HARRY, 175. TENDENCIAS DE LA NOVELA
Henry Miller ESPAÑOLA ACTUAL,
(B arral E ditores ) Santos Sanz Villanueva
156. INTRODUCCION A LA (C uadernos para el D iálogo )
ESTETICA, G. W. F. Hegel 176. LA TRAGEDIA DEL REY
(E diciones P enínsula) CHRISTOPHE, Aimé Cesaire
157. RETRATO DEL COLONIZADO, (Barral E ditores)
Albert Memmi 177. LA SEXUALIDAD DE LA
(C uadernos para el D iálogo) MUJER, Marie Bonaparte
158. ALGUNOS TRATADOS EN LA (E diciones P enínsula)
HABANA, José Lezama Lima 178. EL HOMBRE Y EL NIÑO,
(E ditorial Anagrama) Arthur Adamov
159. MANIFIESTO ROMANTICO, (Cuadernos para el D iálogo)
Victor Hugo 179. MARXISMO Y ALIENACION,
(E diciones P enínsula) H. Apthecker, S. Finkelstein,
160. LOS CATOLICOS Y LA H. D. Langford, G. C. Le Roy,
CONTESTACION, Aldo d’Alfonso H. L. Parsons
(E ditorial F ontanella) (E diciones P enínsula)
161. FREUD Y LA PSICOLOGIA 180. LAS PALABRAS Y LOS
DEL ARTE, E. H. Gombrich HOMBRES, J. Ferrater Mora
(B arral E ditores) (E diciones P enínsula)
162. LA POLITICA Y EL ESTADO 181. DESTRUIR, DICE — ABAHN
MODERNO, Antonio Gramsci SABANA DAVID,
(E diciones Península) Marguerite Duras
163. LA ESTRUCTURA DEL MEDIO (B arral E ditores)
AMBIENTE, 182. EL LENGUAJE INFANTIL,
Christopher Alexander Giuseppe Francescato
(T usquets E ditor ) (E diciones P enínsula)
164. TICS DEL PAIS, Cese 183. LOS SEMIDIOSES: CUATRO
(E diciones P enínsula) HOMBRES Y SUS PUEBLOS
165. PANORAMA DEL Jean Lacouture
SINDICALISMO EUROPEO I, (C uadernos para el D iálogo)
Jesús Salvador y Fernando 184. LOS OTROS CATALANES,
Almendros Francisco Candel
(E ditorial F ontanella) (E diciones P enínsula)
185. PANORAMA DEL 205. REPORTAJE SOBRE CHINA,
SINDICALISMO EUROPEO II, Olof Legercrantz
Jesús Salvador y Fernando (E ditorial Anagrama)
Almendros 206. CANCIONERO GENERAL
(E ditorial F ontanella) (1939-1971),
186. TOREO DE SALON, M. Vázquez Montalbán
Camilo José Cela (E ditorial L umen )
(E ditorial Lumen) 207. AUTOGESTION, Daniel Chauvey
187. EL LENGUAJE DE LA MUSICA (E ditorial F ontanella)
MODERNA, Donald Mitchell 208. GORKI SEGUN GORKI,
(E ditorial L umen ) Nina Gourfinkel
188. GROUCHO Y YO, (E ditorial L aia)
Groucho Marx 209. EL TROTSKISMO,
(T usquets E ditor ) Jean Jacques Marie
189. LOS TARAHUMARA, (E diciones P enínsula)
Antonin Artaud 210. EL GATO Y EL RATON,
(B arral E ditores) Günter Grass
190. ENSAYOS DE CRITICA (B arral E ditores)
LITERARIA, Benito Pérez Galdós 211. HISTORIA DEL L S D ,
(E diciones P enínsula) Sidney Cohen
191. MAIAKOVSKI, Viktor Sklovski (C uadernos para el D iálogo )
(E ditorial A nagrama) 212. LUMPENBURGUESIA:
192. EL TAROT O LA MAQUINA LUMPENDESARROLLO,
DE IMAGINAR, André Gunder-Frank
Alberto Cousté (E ditorial L aia)
(B arral E ditores) 213. CATALOGO DE NECEDADES
194. DOSTOIEVSKI, QUE LOS EUROPEOS SE
Augusto Vidal APLICAN MUTUAMENTE,
(B arral E ditores)
Jean Plumyène y Raymond Lasierra
(B arral E ditores)
195. EL LENGUAJE DE LOS 214. REFLEJOS CONDICIONADOS
COMICS, Román Gubern E INHIBICIONES, Pavlov
(E diciones P e nínsuu ) (E diciones P enínsula)
196. YO... ELLOS, Arthur Adamov 215. IMAGINACION Y VIOLENCIA
(C uadernos para el D iálogo) EN AMERICA, Ariel Dorfman
197. ADOLESCENCIA, SEXO (E ditorial Anagrama)
Y CULTURA EN SAMOA, 216. LA REFORMA INTELECTUAL
Margaret Mead Y MORAL, Ernest Renan
(E ditorial Laia) (E diciones P enínsula)
198. SEXO Y TEMPERAMENTO EN 217. CHEJOV SEGUN CHEJOV,
LAS SOCIEDADES Sophie Laffitte
PRIMITIVAS, (E ditorial Laia)
Margaret Mead 218. LAS PASIONES DEL ALMA,
(E ditorial Laia ) René Descartes
199. COMENTARIOS (E diciones P enínsula)
IMPERTINENTES SOBRE EL 219. ENSAYO SOBRE LA
TEATRO ESPAÑOL, INTELIGENCIA ESPAÑOLA,
José M. Rodríguez Méndez J. M. Rodríguez Méndez
(E diciones P enínsula) (E diciones P enínsula)
200. UN EMPEÑO CABALLERESCO, 220. TAO TE KING, Lao Tse
Tennessee Williams (B arral E ditores)
(E ditorial Lumen) 221. LEOPOLDO ALAS: TEORIA
201. LA INTELIGENCIA: MITOS Y Y CRITICA DE LA NOVELA
REALIDADES, Henri Salvat ESPAÑOLA, Sergio Beser
(E diciones P enínsula) (E ditorial L aia)
202. VIDAS IMAGINARIAS, 222. LA TAPIA DEL MANICOMIO,
Marcel Schwob Roger Gentis
(B arral E ditores) (E ditorial L aia)
203. POBRECITOS PERO NO 223. SECUESTRO DE
HONRADOS, EMBAJADORES, Ramón Comas
José M. Rodríguez Méndez (E ditorial L aia)
(E ditorial L aia) 224. LA INVESTIGACION
204. EL MUNDO DE LA MUSICA SOCIOLOGICA,
POP, Rolf-Ulrích Kaiser Theodore Caplow
(B arral E ditores) (E ditorial L aia)
225. SIMBOLO, COMUNICACION 245. APUNTES PARA UNA
Y CONSUMO, Gillo Dorfles SOCIOLOGIA DEL BARRIO,
(E ditorial L umen) Francisco Candel
226. SOCIOLOGIA DE (E diciones P enínsula)
SAINT SIMON, Pierre Ansart 246. EL ASTRAGALO,
(E diciones P enínsula) Albertine Sarrazin
227. LA VOZ DE LOS NIÑOS, (E ditorial Lumen )
Gabriel Celaya 247. VIDA DE PEDRO SAPUTO,
(E ditorial L aia) Braulio Foz
228. HEGEL SEGUN HEGEL, (E ditorial Laia)
François Châtelet
(E ditorial L aia) 248. NUEVA POESIA CUBANA,
229. ANALISIS INSTITUCIONAL Y José Agustín Goytisolo
PEDAGOGIA, Ginette Michaud (E diciones P enínsula)
(E ditorial L aia) 249. NUESTRO CAPITALISMO
230. INTRODUCCION AL BUDISMO DE CADA DIA,
ZEN: ENSEÑANZAS Y Gabriel Alvarez
TEXTOS, (E ditorial Laia)
Mariano Antolín y Alfredo Embid 250. EL ESPACIO VACIO: ARTE
(B arral E ditores ) Y TECNICA DEL TEATRO,
231. TEOLOGIA FRENTE A Peter Brook
SOCIEDAD HISTORICA, (E diciones P enínsula)
J. M. Diez Alegría 251. 24 X 24 (ENTREVISTAS),
(E ditorial L aia) Ana María Moix
232. CANCIONERO GENERAL II, (E diciones P enínsula)
M. Vázquez Montalbán 252. CRONICA DE ATOLONDRADOS
(E ditorial L umen) NAVEGANTES, Baltasar Porcel
233. DIDEROT SEGUN DIDEROT, (E diciones P enínsula)
Diderot 253. DISCURSO SOBRE LOS
(E ditorial L aia)
234. LA MONJA ALFEREZ, ORIGENES Y FUNDAMENTOS
Thomas De Quincey DE LA DESIGUALDAD
(B arral E ditores) ENTRE LOS HOMBRES,
235. LA ESPAÑA NEGRA, J. J. Rousseau
José Gutiérrez Solana (E diciones P enínsula)
(B arral E ditores) 254. MI INFANCIA, Máximo Gorki
236. CONTAMOS CON LOS DEDOS, (E ditorial L aia)
Enrique Olivan «Oli» 255. LA NECESIDAD DEL ARTE,
(E diciones P enínsula) Ernst Fischer
237. EL SISTEMA ASTROLOGICO, (E diciones P enínsula)
Rodolfo Hinostroza 256. ELEMENTOS DE SOCIOLOGIA,
(B arral E ditores) Henri Mendras
238. SEMANA SANTA, (E ditorial Laia)
Salvador Espriu 257. EL MARXISMO DE
(E diciones P enínsula) NUESTRO TIEMPO,
239. HUMOR LIBRE, Gilles Martinet
Ja (Jorge Amorós) (E diciones P enínsula)
(E ditorial L aia) 258. ESTRUCTURA Y
240. IN, OUT, OFF... UF!, ORGANIZACION. ECONOMIA
Pablo de la Higuera INTERNACIONAL.
(E diciones P enínsula) I INICIACION A LA
241. EL NATURALISMO, Emile Zola ECONOMIA MARXISTA,
(E diciones P enínsula) José María Vidal
242. INTRODUCCION A EZRA (E ditorial L aia)
POUND. ANTOLOGIA
GENERAL DE TEXTOS 259. MITOS DE LA REVOLUCION
(B arral E ditores ) FRANCESA,
243. INTRODUCCION A LA Alice Gérard
FILOSOFIA DE LA PRAXIS, (E diciones P enínsula)
Antonio Gramsci 260. ALQUIMIA Y OCULTISMO,
(E diciones P enínsula) selección de textos: Víctor
244. ENSAYOS SOBRE EL Zalbidea, Victoria Paniagua,
SIGLO XX ESPAÑOL, Elena Fernández de Cerro
Juan Antonio Lacomba y Casto del Amo
(C uadernos para el D iálogo) (Barral E ditores)
261. ESTUDIOS SOBRE 267. LA PERLA DEL EMPERADOR,
ESTRATIFICACION SOCIAL, Robert van Gulifc
José Cazorla Pérez (B arral E ditores)
(C uadernos para el D i Alogo) 270. BOUVARD Y PECUCHET,
262. SOBRE LA SEXUALIDAD, Gustave Flaubert
(B arral E ditores)
J. Kahn Nathan - G. Tordjman 271. REALIDAD NATURAL Y
(E ditorial Laia) REALIDAD ABSTRACTA,
263. 1789, Georges Lefèvre Piet Mondrian
(E ditorial Laia) (B arral E ditores)
264. LA TORRE VIGIA, 275. PERSECUCION,
Ana Maria Matute Richard Unekis
(E ditorial Lumen ) (E diciones P enínsula)
263. LOS TRES PIES DEL GATO, 276. LA MANSION MISTERIOSA,
Jaume Perich Maurice Leblanc
(E diciones P enínsula) (T usquets E ditor )