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IA TATI !. HF.

RMlti

O LA MAQUINA DE IMAGINAR
OPINION E INFORME
ALBERTO COUSTÉ nació en Buenos
Aires en 1940. Tras una prim era expe­
riencia periodística en la radio, ejer:
ció la dirección escénica de la que
volvió al periodism o habiendo form a­
do parte del cuerpo de redacción de
«Prim era plana» de 1964 a 1969.-Des­
de ese año reside en Europa. En 1969
apareció un volumen de poesía, Los
buscadores de oro, que reúne con
textos inéditos distintas piezas del
autor publicadas antes en libros y re­
vistas y en 1927 una prim era novela,
Jarana.
La prim era descripción científica del
juego del T arot (1781) atribuye a sus
naipes adivinatorios un origen egip­
cio. Las m odernas investigaciones pa^
recen más bien inclinarse a reconocer
a las figuras medievales que han lle­
gado hasta nosotros un origen hindú
que se hubiera transform ado po r vía
de la civilización arábiga. Pero el, Ta­
rot, tal como lo conocemos y como
lo ha fijado la tradición m ántica de
los dos últim os siglos, nos viene di­
rectam ente determ inado po r el ocul­
tism o medieval. El m oderno Tarot se
compone de veintidós arcanos, cuyas
virtudes adivinatorias pueden refor­
zarse mezclándolos con una b araja de
juego de cualquiera de las formas tra­
dicionales. La presente edición se
acom paña de un mazo de Tarot que
reproduce una antigua incisión fran­
cesa y que pertenece al m useo de
naipes de Heraclio Fournier.
La utilización m ántica del Tarot im­
plica un acercam iento mágico, un
acercam iento esotérico y un acerca­
m iento poético a la lectura de cada
m esa adivinatoria. El Tarot no es más
que un código simbológico que ha fi­
jado a lo largo de los siglos reacciones
de la imaginación hum ana ante el te­
m or de lo desconocido. BARRAL EDI­
TORES.
EL TAROT
O
LA MÁQUINA DE IMAGINAR
ALBERTO COUSTÉ

EL TAROT
O LA MAQUINA
DE IMAGINAR

BARRAL EDITORES
BARCELONA
1974
Cubierta de
Julio leíaos

Primera edición: mayo, 1972


Segunda edición: julio, 1972
Tercera edición: febrero, 1974

© Alberto Cousté, 1971

Derechos exclusivos de edición propiedad de:


BARRAL EDITORES, S. A. - Barcelona, 1971

ISBN 8 4 - 2 1 1 - 7192 - 5
Depósito Legal: B. 501 - 1974 Printed in Spaín

Impreso en Gráficas Diamante


Zamora, 83 - Barcelona
a Maria Antonia y Josep Guinovart
a Nuria y Caries de Roselió
«Existe un libro que, a pesar de ser enor­
memente popular, y de que podemos encon­
trarlo en todas partes, es el más desconocido
y el más oculto de todos, porque contiene la
llave de todos los demás (...) obra monu­
mental y singular, sencilla y fuerte como la
arquitectura de las pirámides; durable, en
consecuencia, como ellas. Libro que resume
todas las ciencias, y cuyas combinaciones in­
finitas pueden resolver todos los problemas ;
libro que hablando hace pensar. Acaso la
obra maestra del espíritu humano y, con se­
guridad, una de las cosas más bellas que la
antigüedad nos ha legado. *

Éliphas Lévi

«Adivinar, es imaginar con justeza.»

Oswald Wirth
INTRODUCCIÓN

Cualquiera ha tenido alguna vez entre sus manos un


mazo de naipes, pero seguramente no sabría a qué jugar
ni cómo, si se encontrase por primera vez con un Tarot,
padre sincrético de toda la variedad de las barajas.
La razón es simple : aparte de la división tradicional (en
cuatro series, o palos, y en una progresión de números y fi­
guras) el Tarot cuenta con 22 cartas adicionales, con nom­
bre y número individual, que carecen de toda relación seria­
da y se denominan arcanos *. Hay dos excepciones en este
orden: por desconocidas razones iconográficas, el arca­
no X III (llamado La Muerte) no lleva su nombre impreso ;
por valederas razones simbólicas El Loco (arcano 0 ó 22)
carece de número. En todo lo demás (cuatro series de
14 cartas cada una, que hacen un total de 56), el Tarot
podría ser tomado por el juego originario del que descien­
den, por simplificación, la baraja francesa (que elimina al
caballero) y la española (que elimina a la dama, y a los
números ocho, nueve y diez)12, entre las principales.

1. Empleando una definición general, «arcano* se aplica a


todo aquello que no se comprende por demasiado misterioso. Pa­
racelso atribuye el término a los alquimistas, que definían de este
modo un aspecto de la eternidad cuyo conocimiento no es accesi­
ble a la mente humana. Aludía tal vez a la materia primordial.
2. Una interpretación de simbologia erótica, quiere ver en

11
/

Pero en estas veintidós láminas excepcionales, reposa


todo el prestigio del Tarot. Libro adivinatorio, colección de
jeroglíficos simbólicos, antología de los imagineros me­
dievales, patriarca de los juegos de mesa, camino iniciático
de conocimiento, el Tarot es sin duda la suma de todas esas
definiciones, puestas en el orden de prioridad del lector de
turno, apenas se traspasa la más elemental relación con
esas mudas y hasta ingenuas láminas, de las que un tempe­
ramento no dogmático puede aprovecharse largamente.
Porque lo fundamental ante el Tarot —conviene ade­
lantarlo— es una actitud de disponibilidad, tan despojada
de superstición como de escepticismo. Diversos son los ca­
minos de aproximación, como diversos son los caracteres,
los intereses y hasta el entusiasmo con el que cada uno se
acercará a este libro mudo. Una sola cosa es cierta : para
hacerlo hablar, deberá comenzarse por respetarlo como a un
sistema sintético de pensamiento, cuya validez puede inte­
resar en más o menos, pero no puede descalificarse.

EL ACERCAMIENTO MÁGICO. — Las disciplinas mán-


ticas, son casi tan antiguas como la existencia de la huma­
nidad o, al menos, como los más remotos vestigios de cultu­
ra. Desde los oráculos y la consulta a las visceras de los ani­
males del sacrificio, las sociedades han demostrado una vo­
cación inquebrantable por la investigación del futuro. Lejos
de agotarse o desaparecer entre los beneficios de la cultu-
rización, esta constante ha permanecido, si bien el pensa­
miento dominante de cada época tendió unas veces a en-

las cuatro figuras de la baraja original (rey, dama, caballero y va-


let) al eterno triángulo sentimental, con el también infaltable al­
cahuete o bufón. La frívola baraja francesa elimina este interme­
diario, desnudando el triángulo; la parca baraja española elimina
en cambio a la dama y, al acentuar los atributos bélicos del caba­
llero, militariza la situación.

12
ironizaría en los límites de la perspicacia y la sabiduría, y
otras — como viene ocurriendo del positivismo para aquí—
a sumergirla como residuo involutivo de la superstición. Su
vitalidad no da trazas de ceder, sin embargo, como lo prue­
ban las secciones astrológicas de periódicos y revistas, los
millones de personas que a diario consultan a las cartas o
se hacen leer las manos, los centenares de hilos sueltos (pre­
moniciones, sospechas telepáticas, buenos y malos augurios)
que siguen uniendo al racionalista de nuestro tiempo con el
llamado pensamiento primitivo. Para Gwen Le Scouézec
(Encyclopédie de la Divinatión, pág. 253 y ss.) la última ma­
nifestación cultural de esta necesidad puede verse en la in­
terpretación de los sueños, del psicoanálisis ortodoxo3.
Se ampliará esta argumentación en las páginas dedi­
cadas a El oficio de adivino (Segunda parte; capítulo I),
pero ahora es importante hacer algunas precisiones sobre las
disciplinas mánticas en general, a las que se puede dividir
entre las que utilizan un «intermediario» y las que no lo
utilizan. Estas últimas son sin duda las más remotas, e in­
cluyen a todo tipo de videntes, médiums, chamanes y otros
investigadores de los estados intermedios de conciencia4.
Entre las man ñas con intermediario cabe distinguir aún a
aquéllas que no escapan al ámbito personal del consultan­
t e 5, de las que podrían llamarse «referenciales», ya que se
3. El aspecto ontològico del psicoanálisis impide, por supuesto,
incluirlo en cualquier tipo de paralelismo mántico. Pero también es
cierto que, a través de las «interpretaciones», reproduce en el mar­
co de la ciencia contemporánea los métodos tradicionales del pen­
samiento esotérico : la analogía y la referencia.
4. Unas veces en forma predestinada, como Mircea Eliade ha
señalado en relación al chamanismo; otras, producida por una
decidida y limitada voluntad intelectual, como en el caso de la fa­
mosa dupla que establecieron Marcel Duchamps y Robert Desnos
para la creación de Rrose Selavy, «la marchand du sel».
5. La quiromancia, o lectura de las líneas de las manos, exten­
dida universalmente; la singular partenomancia, cuyo único objeto
es certificar la virginidad de las mujeres o verificar su pérdida por

13
valei/de un objeto ajeno al adivino y al consultante, y son
la inmensa mayoría de las que se practican en el mundo.
A esta última categoría pertenece la cartomancia, de la
que el Tarot es el grado más complejo y especializado.
Más adelante se ofrecerá un resumen de los métodos de
mayor divulgación, y pretendidamente eficaces: conviene
aclarar que el Tarot no figura entre ellos, ya que la diver­
sidad casi inagotable de su lectura aleja más de lo que se­
duce a los aprendices de adivino. Esta no es la menor de
las razones que le han permitido conservar su pureza sim­
bólica.

EL ACERCAMIENTO ESOTÉRICO. — Es frecuente


que, con un criterio generalizador poco riguroso, se confun­
da el esoterismo con la mística, la magia o hasta la simple
y pura superstición. Para Charles Grandin (Les sources de
la pensée sauvage, pág. 17) «el esoterismo es un riguroso
método de conocimiento; la mística, un proceso en prin­
cipio emotivo y escasamente intelectual, cuyos resultados
son imprevisibles ; la magia, una técnica o un oficio, como
pudieran serlo la medicina o la alfarería. Si se confunde
estos términos a menudo, es sólo porque los tres apuntan a
lo numinoso».
Partiendo como parte de un pensamiento más simboló-
gico que verbal (en la medida en que reconoce el principio
según el cual la verdad es inefable y toda formulación la
distorsiona) era previsible que el conocimiento esotérico
atravesase los siglos, de la escolástica para aquí, como una
supervivencia apenas tolerada de la mentalidad infantil de
la humanidad. A ello colaboró, en primer lugar, el absoluto

el estudio de la nuca; o la abominable antropomancia, que según


Estrabón practicaron los primitivos lusitanos y los albaneses, y que
consistía en sacrificar a un hombre para sospechar el porvenir en
la mirada de su agonía.
predominio que se dio a la especulación verbal como vía de
conocimiento en las culturas de Occidente y, en segundo tér­
mino, el propio ritmo de vida tic estas culturas, cada vez
menos propenso a facilitar los beneficios de la meditación
absorta. El tercer factor descalificador del pensamiento eso­
térico — y, sin duda, la razón más evidente de su largo des­
prestigio— lo constituyó el ejército de charlatanes, improvi­
sadores y exaltados que, desde mediados del siglo xvm, pre­
tendieron estar en posesión de todas las llaves más o menos
secretas de la sabiduría y de la felicidad. A muchos de ellos
hay que agradecerles, no obstante, su papel de puente histó­
rico entre un conocimiento en extinción y la apertura me­
todológica de las investigaciones contemporáneas ; pero no
es menos cierto que su lenguaje ampuloso, su soberbia, y
con frecuencia su incultura, colaboraron notablemente al
desprestigio de aquéllo que pretendían exaltar6.
Puede decirse que la concepción moderna de las discipli­
nas esotéricas parte de la lucidez y el esfuerzo del metafísi­
co francés René Guénon, quien las dotó de «un léxico téc­
nico, de un rigor y de una precisión casi matemáticos»,
como asegura uno de sus más brillantes seguidores, el filó­
sofo y orientalista Lue Benoist (L ’ésotérisme, pág. 8). «El
punto de vista esotérico no puede ser admitido y compren­
dido — dice Benoist— sino por el órgano del espíritu que
es la intuición intelectual o intelecto, correspondiente a la
evidencia interior de las causas que preceden a toda expe­
riencia. Es el medio de aproximación específico de la meta­
física y del conocimiento de los principios de orden uni­
versal. Aquí se inicia un dominio en donde oposiciones,
conflictos, complementariedades y simetrías han quedado
atrás, porque el intelecto se mueve en el orden de una uni-

6. Ya en 1927, Oswald Wirth prevenía contra «estos ocultistas


para quienes no existe nada oculto», haciendo referencia a la fa­
tuidad con la que se declaraban poseedores de la totalidad del co­
nocimiento esotérico.

15
/
/
dad y de una continuidad isomorfas con la totalidad de lo
real (...). El punto de vista metafísico, escapando por defi­
nición de la relatividad de la razón, implica en su orden una
certeza. Pero frente a esto ella no es expresable, ni imagi­
nable, y presenta conceptos sólo accesibles por los sím­
bolos.»
Se insistirá sobre esta materia en la sección dedicada
al tarot esotérico (Primera parte; capítulo II), pero estas
líneas pretenden sugerir uno de los costados más apasionan­
tes de la biblioteca muda que se trata de analizar.

EL ACERCAMIENTO POÉTICO. — «Recomendamos


este juego sobre un juego, como un excelente entrenamien­
to para imaginar justamente», concluye Roger Caillois en su
prefacio a la más reciente edición de Le Tarot des imagiers
du Moyen Age, de Oswald Wirth. «Somos capaces de leer
un alfabeto, pero incapaces de leer una imagen : es el triun­
fo de la letra muerta sobre la imaginación», se queja Wirth
en un capítulo de su obra. Y más adelante: «Lo propio
del simbolismo es permanecer indefinidamente sugerente:
cada uno verá lo que su mirada le permita percibir».
Imaginación, juego, aventura personal. El Tarot cuenta
la historia de alguien que está tratando de escribir la histo­
ria de lo que no se sabe. Planteada como una obra maestra
del pensamiento analógico, la lectura de esta historia es
interminable: no sólo por su carácter perpetuamente refe­
rencial, sino porque cada lector la convierte en otro libro
cada vez que la mira.
Esta es acaso la razón fundamental para aproximarse en
la actualidad a este libro que puede ser todos los libros. La
gimnasia imaginativa que proporciona el Tarot, es personal
e intransferible. Aún si se desprecian sus virtudes mánticas
o su carácter iniciático; aún si se lo toma sólo como una
colección de estampas organizadas según un modelo capri-

16
choso : el poder sugeridor de ese modelo es tan apasionante,
que justifica la existencia de todos los discursos y las tesis
variadas que su misterio ha producido.
Esas páginas pueden consultarse, pero no son más que
el prólogo a la experiencia individual que proporcionará el
trabajo con el Tarot. Como casi todas las obras maestras de
la imaginación humana, el Tarot tiene la ventaja y el defec­
to de comentarse a sí mismo.

* * *

El plan de esta obra está dividido en dos partes : infor­


mativa la primera (Boceto del Tarot), práctica la segunda
(Interpretación del Tarot). En el Boceto se ha intentado una
pesquisa de las huellas históricas del Tarot —tanto las ve-
rificables como las conjeturales— , de sus relaciones con el
esoterismo — particularmente como instrumento iniciático,
y en sus aspectos cabalísticos— , y con el simbolismo en ge­
neral; en la Interpretación, se analizan fundamentalmente
sus usos adivinatorios, desde los ejercicios de combinación
hasta la lectura detallada de cada uno de los arcanos
mayores.
Quiero dejar constancia de que este libro, recopilativo
y colecticio, no hubiese sido posible sin el trabajo previo
de los especialistas que, cada uno desde su orientación dis­
ciplinaria, permitieron consumar esta tarea de divulgación.
Entre ellos debe destacarse a Oswald Wirth, Paul Marteau
y Piotr Demiánovich Ouspensky, en lo que se refiere al
Tarot propiamente dicho ; a Gérard van Rijneberk, por lo
que respecta a su historia ; a René Guénon y Lue Benoist,
para la comprensión de su base esotérica ; a Juan-Eduardo
Cirlot, por la actualizada y erudita versión de su simbolis­
mo ; a Gwen Le Scouézec, por último, de quien he tomado
el modelo metodológico para la presentación de los Ar­
canos.

17
Ellos y sus obras —como otras de menor significación
para el presente trabajo— figuran en la bibliografía com­
pilada para quienes deséen, por vía experimental, desarro­
llar los estímulos que proporcionen estas páginas.

Barcelona/La Garriga,
1971

18
PRIM ERA PARTE

BOCETO DEL TAROT


I

EL TAROT HISTÓRICO

LAS FUENTES CONJETURALES. — Se atribuye a Curt


de Gébelin, en su monumental obra Monde Primitif (1781),
la primera descripción escrita del juego de Tarot ; también
podría atribuírsele la responsabilidad de su leyenda, lanza­
da tan espontánea como gratuitamente. En el tomo VIII de
Monde, Gébelin asegura que el Tarot sería nada menos que
el «único libro sobreviviente de las dispersas biliotecas
egipcias», aunque no aporta la menor prueba en defensa
de su arriesgada teoría. Mérito de Gébelin fue, sin duda, re­
parar por primera vez en la riqueza simbólica de las lámi­
nas, que descubrió por casualidad en la Camargue, donde los
vaqueros las utilizaban para un rústico sistema de adivina­
ción. Pero el destino de estas literaturas es a menudo equí­
voco y contradictorio : a Gébelin se lo recuerda menos por
esta perspicacia que por su desmesurada ficción, ya que
aquélla necesitó de las investigaciones contemporáneas para
resurgir en toda su agudeza, mientras que la teoría egipcia
gozó desde su lanzamiento de un siglo y medio de reite­
rado fervor.
Seguramente contribuyó a esta superchería el clima de
la época, el gusto por los disfraces caprichosos que carac­
terizó al ocultismo de salón. El hecho es que tras las huellas

21
del autor de Monde Primitif puede citarse a una constela­
ción de ágiles embaucadores, a cuyo frente merece figurar
Etteilla, reconstructor de un Tarot galante y arbitrario, que
tuvo sin embargo la fortuna de convertirse en naipe favorito
de los adivinos, y fue usado por los más célebres de ellos,
incluida la deslumbrante mademoiselle Lenormand. Etteilla
— que en realidad se llamaba Alliette, y fue peluquero de
la aristocracia francesa hasta el encuentro de su definitiva
vocación— se convirtió rápidamente en el pope de la car­
tomancia, y desorbitó las presunciones de Gébelin en nume­
rosos escritos, en los que proclamó al Tarot como al libro
más antiguo del mundo, obra personal de Hermes-Thot7 en
la remota infancia de la humanidad. Un paso más allá se
arriesgó Christian (Histoire de la Magie, 1854), imaginando
las ceremonias de iniciación en el templo de Memphis, que
habrían estado presididas por los veintidós arcanos, cada
uno de los cuáles equivalía a una llave de la revelación.
Cuando la ruina faraónica, este compendio de conocimien­
tos supremos habría pasado a los pitagóricos y los gnós-

7. Matita C. Ghyka rastrea la cronología de este fabuloso per­


sonaje greco-egipcio «señor de las palabras divinas», que tan im­
portante papel desempeñará en la mitología ocultista. «Durante la
creación —afirma en El número de oro, voi. I, págs. 197/198—
condensó en palabras la voluntad de la Potencia creadora, incóg­
nita e invisible. Platón (Fedro) relata la tradición egipcia según
la cual Thot fue también el inventor de la lógica, de la aritmética,
de la geometría, del ajedrez y de la escritura. Puede decirse también
que Thot, padre de Isis, es el dios de la razón, del Número y del
Verbo (...) como Hermes, maestro psíquico de ceremonias, aparece
ya en la Odisea en calidad de heraldo de las almas. De la fusión
de estas dos divinidades, comprobada por Heródoto, veremos nacer
una nueva entidad, que a veces será Dios, a veces demonio o su­
perhombre legendario, y mago en todo caso : Hermes Trimegisto,
que desde la época ptolomeica pasó a ser el patrón de los busca­
dores de secretos, brujos, alquimistas, nigromantes, cabalistas; en
una palabra, de todos aquéllos que se ocupan de las ciencias her­
méticas.»

22
ticos, quienes a su vez lo dejaron en herencia a los alqui­
mistas. Esta síntesis imaginativa de la prehistoria del Tarot,
alcanzaría tiempo después su consagración por medio de
Eduard Shuré, quien la repite puntualmente en Los grandes
iniciados, acaso el primer best-seller que produjera el ocul­
tismo.
Pero es a través de la obra de un sacerdote —increíble
codificador de cuánto se conocía hasta entonces sobre cien­
cias ocultas— que el Tarot llegará al punto más alto de su
prestigio mítico. El abate Constant, popularizado para el
mundo bajo el seudónimo de Éliphas Lévi, hace de él la
columna vertebral y el conductor secreto de su libro ca­
pital (Dogme et Rituel de la Haute Magie, 1856)8. Lévi
asegura que el Tarot no es otro que el «libro atribuido a
Enoch, séptimo maestro del mundo después de Adán, por
los hebreos ; a Hermes Trimegisto, por los egipcios ; a Cad-
mus, el misterioso fundador de la Ciudad Santa, por los
griegos», y desarrolla la teoría según la cual los arcanos
consiguieron su envidiable supervivencia. El sabio cabalis­
ta Gaffarei, uno de los magos de la corte del cardenal Ri-
chelieu, habría probado que «los antiguos pontífices de
Israel leían las respuestas de la Providencia en los oráculos
del Tarot, al que llamaban Théraph o théraphims». Cuando
la destrución del Templo, en el año 70, el recuerdo de los
théraphims originales acompañó al pueblo elegido en su
destierro, y su simbolismo —ya que no sus formas— se

8. Además de esta obra Lévi publicó una media docena de títu­


los más (tres de los cuales aparecieron pòstumamente), todos ellos
de considerable extensión. Benoist lo reconoce como «superior a sus
nefastos plagiarios», aun cuando lo incluye dentro de «esa baja
falsificación llamada ocultismo». El filósofo francés condena en
bloque estas divulgaciones espurias del pensamiento esotérico:
«Cualesquiera sean sus nombres —aclara—, teósofos, antropósofos,
neomartinistas, neognósticos, espiritistas o rosacruces, todos ellos
están exclusivamente interesados en los fenómenos, lo que es total­
mente contrario a toda metafísica».

23
transmitió por tradición oral durante siglos. Los cabalistas
españoles habrían reconstruido las tabletas, en un momento
que podría ubicarse alrededor del siglo xm.
Como se verá más adelante, es evidente que el simbo­
lismo de los arcanos se relaciona con grafismos primitivos
y recurrentes, pero nada autoriza en la actualidad a pronun­
ciarse por la continuidad histórica ideal que propone Lévi.
Más coherente es atribuir la paternidad del Tarot al genio
colectivo de los imagineros medievales, como sugiere Wirth,
quienes dotaron de la bella forma que conocemos a un con­
junto simbólico disperso, al que los siglos, el conocimiento
iniciático de las corporaciones, la casualidad y el trabajo
de reconstrucción de los eruditos de los últimos doscien­
tos años, acabó por convertir en el rutilante mazo de 78 nai­
pes que se conoce bajo el nombre de Tarot de Marsella.
Burguesa

LA RECONSTRUCCIÓN DE LA HISTORIA. — La in­


vención del Tarot, es inseparable de la historia de los
juegos de cartas. Bien porque las variantes de naipes en uso
descienden de su versión más completa, bien porque los
arcanos se hayan agregado en algún momento a la inocen­
cia de la baraja para disimular su filiación esotérica. Para
Roger Caillois, nuestra baraja desciende del naipe islámi­
co y del chino (las carticellas educativas italianas, habrían
tomado de éste último «el simbolismo racional y cívico»),
los que a su vez serían herederos del Dasavatara indio,
aunque no hayan adquirido formalmente nada «de la luju­
riosa mitología de la India». El Dasavatara, que suele en­
contrarse aún en la India contemporánea, se compone de
diez series o palos de doce cartas cada uno, correspondien­
tes a las diez encarnaciones o avatáras9 de Vishnu, e ilus-
9. En la teoría de la «realización descendente» —según René
Guénon— se explica la función que desempeña el avatára dentro

24
tradas con sus símbolos. La iconografía de estas 120 car­
tas, suele variar según los centros de fabricación. Cada
serie — siguiendo la descripcón de Caillois— comprende
dos figuras (el rey y el visir) y diez cartas de puntos, nu­
meradas del uno al diez. En las cinco primeras series, el
orden de las cartas numeradas es ascendente, de uno a diez,
siendo el uno la más baja ; en las cinco últimas el orden es
inverso, correspondiendo al uno o as el mayor valor. Las
series son emblemáticas como las de nuestra baraja, aun­
que su mayor número y la variedad iconográfica apuntada
dificultan el paralelo. Entre las más usadas podrían anotar­
se, sin embargo, los peces, tortugas, conchas, discos (equiva­
lentes a los oros), lotos, cálices, vasijas (copas), hachas,
arcos (bastos y espadas). «Algunos juegos,— concluye Cai­
llois— representan escenas donde intervienen de uno a diez
personajes, según el valor de la carta: un fumador solita­
rio, dos hombres en trance de discutir, una dama y su sir­
vienta visitando a un santón (...), una muchacha bailando
delante del rey y tres cortesanos, etc.»
Para el británico Roger Tilley (Caries à jouer et tarots),
hay un curioso paralelo entre la representación del dios
híbrido Ardhanari (cuya mitad izquierda es Shiva, y la de­
recha la Shakti Devi) y las series de la baraja: la mitad
Shiva sostiene una copa, y la mujer una espada. Podría
agregarse que el anillo de Devi alude al oro, y el eje ver­
tical del andrógino al carácter de cetro que se atribuye
al basto. El ejemplo es un tanto excesivo, pero sirve para
destacar la esencia referencial de toda simbologia : integra­
do a sistemas de creciente complejidad, el símbolo no sólo

de la economía universal: se trata del retorno voluntario y sacri­


ficial a una condición ya trascendida que realiza el «liberado» en
beneficio del género humano (Buda o Jesús habrían realizado este
proceso). «Los Puranas enseñan —dice Benoist— que el avatára
primordial del ciclo actual, que es Agni (fuego), debe volver al fin
del ciclo para abrasar el mundo y reducirlo a cenizas.»

25
no pierde su fuerza evocadora, sino que la acrecienta. Pues­
tos a descubrir paralelismos de este tipo, es probable que
el desmonte de un sólo sistema se convirtiese en una tarea
inagotable.
Más estrictamente, se intentará aquí una cronología pro­
bable de los juegos de cartas — en alguno de cuyos puntos
debe encontrarse el ubicuo nacimiento del Tarot— según
los datos más comprobables, o citados con mayor frecuen­
cia por los especialistas.

1120 — Hacia esta fecha ubica Tilley la invención de las


cartas, confeccionadas por encargo de Huei-Song, empera­
dor de la China, para distraer los ocios de sus numerosas
mujeres. El americano Stewart Culin, apoya también esta
tesis. Ambos deben referirse al «texto desgraciadamente
tardío y sin autoridad» que menciona Caillois en su descrip­
ción del juego denominado Mil veces diez mil. A pesar
de su nombre, el juego — debido al ingenio de un oficial de
la corte— no contaba con más de treinta tabletas de m ar­
fil, divididas en tres series de nueve naipes cada una, y tres
triunfos fuera de serie (uno de ellos titulaba el mazo, y los
dos restantes eran llamados La Flor Blanca y La Flor
Roja). Algunas de estas cartas estaban relacionadas con el
Cielo, otras con la Tierra, ciertas con el hombre, y el mayor
número de ellas con nociones abstractas como la suerte o
los deberes del ciudadano. Marcadas con diversas seña­
les combinables entre las series, el total de estas marcas
equivalía al número de las estrellas. «El juego era entonces
un microcosmos —acierta Caillois— , un alfabeto de em­
blemas capaz de cubrir el universo.»

1227 — Viajeros franceses informan que los niños italia­


nos eran «instruidos en el conocimiento de las virtudes,
con unas láminas que ellos denominan carticellasD.

26
1240 — El Sínodo de Worcester prohíbe a los clérigos «el
deshonesto juego del Rey y de la Reina», frase que puede
referirse a las cartas, al ajedrez, o a alguna otra moda frí­
vola acaso menos inocente. Por aquella época Ramón Llull
(1235-1315) habría conocido los veintidós arcanos, según
afirma Oswald Wirth.

1299 — El Trattato del governo della familia di Pipozzo


di Sandro, manuscrito sienés fechado en este año, men­
ciona la existencia de los «naibis». Parece ser la más anti­
gua referencia a las cartas en manuscritos occidentales.

1332 — Alfonso XI de Castilla, El Justiciero, recomienda


a sus caballeros se abstengan de los juegos de cartas.

1310/1377 — Varias referencias a los naipes, en Alema­


nia, propagadas por la soldadesca que acompañara a Enri­
que V II de Luxemburgo —efímero emperador germáni­
co— durante sus campañas italianas. En 1329, el Obispo de
Würzburg firma un interdicto condenando estos entrete­
nimientos. El «juego de las páginas y figuras», es repro­
bado en los estatutos de varios monasterios italianos. El
Abad de Saint Germain no menciona, sin embargo, las car­
tas, en las Instrucciones a los clérigos, de 1363, ni se las
incluye en la prohibición de practicar «toda clase de juegos
de dados o de mesa, como el ajedrez y las damas», en el
decreto firmado en 1369 por Carlos V de Francia.

1377 — El padre Johannes, un sacerdote alemán de cuya


identidad sólo se conserva la firma, estampada a la cabe­
cera de un vasto informe redactado en latín (colección del
British Museum), asegura que «un cierto juego, llamado de
los naipes, ha aparecido entre nosotros este año. Este juego
describe a la perfección el estado actual del mundo. Pero
¿cuándo, por quién y en qué lugar ha sido ingeniado este

27
juego? Esto es algo que ignoro totalmente...» Más adelan­
te cita seis tipos diferentes de baraja, entre los que hay una
compuesta por 78 láminas. Acaso es el Tarot, aunque fal­
tan todavía algunos años para la aparición de la copia más
antigua que ha llegado hasta nosotros.

1379 — Una crónica de Viterbo hace mención a «il gioco


delle carte che in saracino parlare si chiama nayb». Nayb,
de donde derivarán «naibis» y naipes, es el singular del in-
dostano nabab (virreyes, lugartenientes, gobernadores) : esta
etimología es una de las pruebas que corrobora, para la
mayoría de los especialistas, el origen oriental de las car­
tas, introducidas seguramente en Europa por los comercian­
tes italianos. En el mismo año, los duques Jeanne y Wen-
ceslas adquieren un juego de cartas a la firma Ange van der
Noot, de Bruselas, según consta en una factura hallada
en 1870 por Alexandre Pinchart, en los archivos del ducado
de Brabante.

1381 — Una minuta del notario Laurent Aycardi, fecha­


da en Marsella el 30 de agosto de este año, da cuenta de
la existencia de un juego de naipes entre los bienes de la
herencia dejada por uno de sus clientes. La referencia en
el inventario, al lado de muebles, joyas y otros bienes,
puede dar idea del alto valor que tenían por entonces es­
tas colecciones iluminadas, hechas a mano y en tirada sin­
gular.

1392 — «A Jacquemin Gringonneur, pintor, por tres jue­


gos de cartas dorados y en diversos colores y divisas, hechos
para el esparcimiento de nuestro infortunado rey Car­
los VI» consta, de puño y letra del tesorero, en el Registro
de las Cuentas Reales de Carlos VI de Francia. De allí
parte la hipótesis —falsa, pero muy popular en Francia, y
repetida por casi todos los historiadores hasta el siglo pasa-

28
do— de que las cartas se inventaron para distraer la locura
del rey, quien por entonces pasaba una de las más graves
crisis de su enfermedad, no reconocía a sus familiares, y se
encerraba a disputar interminables partidas con su favorita
Odette de Champdivers (Juan Bautista Weiss, Historia Uni­
versal; voi. VII, págs. 581 y ss.). Lo que sí cabe señalar de
estos naipes, es que son los más antiguos tarots que se con­
servan, y el artesano Gringonneur debe a ellos su perdura­
bilidad. Es evidente que no son originales, sino copia o re­
fundido de otros juegos más antiguos, pero ofrecen por
primera vez la totalidad de las 78 láminas, incluyendo los
22 arcanos fuera de serie y color, que debieron desconcer­
tar los entusiasmos lúdicos del desdichado Carlos VI.

1393 — El moralista y educador italiano G. B. Morelli, re­


comienda las láminas de los naibis como «instructivas y
provechosas» para la educación de los niños. Parece lógico
concluir que eran aún piezas singulares, aplicadas más a la
representación de repertorios enciclopédicos que al juego.
La difusión del grabado en madera, la creación de las cor­
poraciones italianas de «pintores de cartas», y la liberalidad
de la corte francesa de Carlos VI, popularizarán esta última
función en las primeras décadas del siglo siguiente.

1398 — Primeras referencias de la llegada de los gitanos al


cuadrilátero de Bohemia ; se extenderían por Suiza e Italia
en veinte años más, para llegar a España circa 1427. Gérard
van Rijneberk ha demostrado que no fueron los introducto­
res de las cartas en Europa, ni los inventores del Tarot,
como se creyó durante mucho tiempo. No es seguro, en
cambio, que no hayan sido los primeros en descubrir sus
posibilidades cartománticas.

1415 ó 1430 — En una de estas dos fechas Filippo María


Visconti, duque de Milán, paga 1.500 piezas de oro por un

29
solo juego de naipes «iluminados a mano». Es el más an­
tiguo Tarot italiano que ha llegado hasta nosotros.

1419 — Muerte de Francesco Fibbia, admitido como in­


ventor de las cartas de juego10. Los reformadores de la
ciudad de Bologna le reconocieron, como creador del taroc­
chino, el derecho a estampar su escudo de armas sobre la
reina de bastos, y el de su mujer, una Bentivoglio, sobre
la reina de oros.

1423 — San Bernardino de Siena lanza, en Bologna, un


furibundo ataque contra los juegos de naipes y de dados.
Por esta fecha, poco más o menos, ha culminado la activi­
dad de «les imagiers du moyen age» quienes, al decir de
Wirth, son los creadores formales del Tarot. Veinte años
después, los pintores italianos se quejan de la difusión ex­
traordinaria de estos toscos grabados, que acabará por
extinguir el floreciente negocio de las barajas iluminadas.

1545 — Un tratado anónimo —citado por Caillois— pro­


pone esta explicación para el simbolismo de las series:
«Las espadas recuerdan la muerte de aquéllos que se deses­
peran con el juego; los bastones indican el castigo que
merecen los que trampean ; los oros muestran el alimento
del juego ; las copas, en fin, el brebaje por el que se apa­
ciguan las disputas de los jugadores.»

1546 — Guillaume Postei (1510-1581; realizó dos extensos


viajes por Oriente que, en opinión de Wirth, «le aporta­
ron una suerte de ciencia universal») publica Clavis ab-
sonditorum, en donde establece la relación entre TARO,

10. Otras fuentes tradicionales atribuyen la paternidad al ca­


talán Vilá (o Vilhán), pero no hay corroboraciones serias de esta
afirmación.

30
RO TA o ATOR con las cuatro letras del Tetragrammaton,
o Nombre de Dios. Es acaso la más antigua referencia al
simbolismo elíptico del Tarot, y sin duda el primer intento
de una explicación esotérica de su nombre.

1590/1600 — Aboul Fazl Aliami describe un juego de


144 cartas, en doce series de doce. Abkar lo reduce a
96 cartas; es decir, a 8 series. El italiano Garzoni escri­
be una minuciosa descripción del Tarot, que responde ente­
ramente a la de nuestro actual Tarot de Marsella. Caillois
interpreta que por entonces se había llegado a la madurez
de «un lenguaje jeroglífico universal», con símbolos paga­
nos y cristianos, eruditos o populares, donde «lo esencial
era obtener una totalidad que contuviera al universo».

1622 — Pierre de l’Acre publica U incredulità et mes-


créance du sortilége plainement convaincue..., en donde hace
esta pueril referencia a la cartomancia: «es una forma de
adivinación de ciertas personas que toman las imágenes y
las ponen en presencia de determinados demonios o espí­
ritus que ellos han convocado, a fin de que estas imáge­
nes les instruyan sobre las cosas que ellos desean saber» u.
Las carticellas educativas se habían metamorfoseado en nai­
pes de juego, y éstos devenían el más flamante y popular
de los métodos adivinatorios.

LOS COMPAÑEROS DE RUTA DEL TAROT DE


MARSELLA. — Fautrier, un ilustrador marsellés de me­
diados del xviii, diseñó lo que se podría considerar como
la última edición del Tarot, modificada sólo en pequeños
11. De l’Ancre (citado por algunos autores como Delancre)
fue un feroz cazador de brujas, que asoló la Gascuña a comienzos
del siglo xvu. Dedicó su vida a instruir a clérigos y magistrados
sobre la necesidad de multiplicar las hogueras. Murió en París,
en 1630.

31
detalles —sospechosos de fantásticos en buena medida—
por Stanislas de Guaita y Oswald Wirth. Pero es induda­
ble que no es Fautrier el creador de esta vasta simbologia,
sino una suerte de codificador de lo que cuatrocientos
años de artesanía colectiva pusieron entre sus manos.
Casi dos siglos antes del trabajo del marsellés, Garzoni
conoció un Tarot poco menos que idéntico (las series eran
denominadas monetae, xyphi, gladii y caducei, y al valet o
sota se lo describía como El Viajero); al tarocchino, de
Francesco Fibbia, sólo le faltan 16 cartas de menor impor­
tancia (del dos al cinco de cada palo) para gozar de pareci­
da similitud, y el llamado «tarot de Besançon» presenta
apenas una diferencia de tipo mitológico : el reemplazo de
los arcanos II y V (La Sacerdotisa y El Pontífice), por las
figuras de Juno y Júpiter.
Existen variantes más significativas, como el Minchiate
florentino, que a mediados del siglo xv ofrecía una colec­
ción de 95 naipes, de los cuales cuarenta eran arcanos ;
o el juego denominado Trappola, al que no puede conside­
rarse propiamente un Tarot ya que, al margen de faltas
menores (no tiene reinas, ni los números del tres al seis),
carece de arcanos 12.
El más famoso de los competidores del Tarot es, sin
duda, el atribuido a Mantegna (según Le Scouézec, sin fun­
damento), llamado también Cartas de Baldini. Son cincuen­
ta arcanos, divididos en cinco series de diez naipes cada
una, y su tendencia enciclopédica lo relaciona más con el
carácter pedagógico del naipe chino (Mil veces diez mil),
que con la evolución de la baraja occidental. Así, la primera
de las decenas marca la jerarquía de las clases sociales
(mendigo, sirviente, artesano, comerciante, gentilhombre,
caballero, duque, rey, emperador y papa); la segunda re-
12. El Trappola es, casi con seguridad, el antepasado directo
d e la baraja española. Esta conservará la misma relación de figu­
ras, suprimiendo también algunos números de la serie decimal.

32
presenta a las nueve musas, complementadas por Apolo ;
la tercera alude a las ciencias, y la cuarta a las virtudes.
La quinta serie, finalmente, incluye los siete planetas, la
octava Esfera, el Primer Móvil, y la Primera Causa. Wirth
— que conoció dos ejemplares de las Baldini, de 1470 y
1485— asevera que su autor, neófito en materias esotéricas,
intentó ampliar y mejorar por su cuenta un modelo de
Tarot que le parecía insuficiente e incomprensible, relle­
nando estas supuestas carencias con concesiones a la filo­
sofía de la época. Parece probable, ya que se conoce al
menos la existencia del modelo diseñado por Gringonneur,
con toda seguridad anterior a las Baldini.
Queda por mencionar el tardío y arbitrario tarot co­
nocido como Gran Etteilla, exhumado (o más probable­
mente, inventado) por el peluquero Alliette. No se le toma
en cuenta en ninguna de las investigaciones serias sobre
el simbolismo del Tarot, pero fue con mucho el más di­
vulgado y popular entre los adivinos de los últimos dos
siglos, y todavía se lo cita como paradigma del misterio
en la baja literatura ocultista.

LOS HISTORIADORES. — Para Lue Benoist, hay un


movimiento intermedio — durante el xvm francés— que
liga al romanticismo alemán con los platónicos del Rena­
cimiento (Marsilio Ficino, Pico de la Mirándola, Giorda­
no Bruno, Campanella) asegurando la continuidad del pen­
samiento esotérico en la Europa ocidental. Movimiento
de transición, y con frecuencia «más místico que iniciático»,
naufragará posteriormente en la gran confusión masónica y
rosacruz. Uno de sus representantes, Claude de Saint-Mar-
tin 13, será, sin embargo, el único que por aquella época
13. (1743-1803), llamado también «El Filósofo Desconocido»,
su obra principal es la Tabla natural de las relaciones que existen
entre Dios, el Hombre y el Universo. Discípulo del franco-hispano

33
E l Tarot, 2
coincida con el inspirado Curt de Gébelin, intuyendo en el
Tarot algo más que un inocente pasatiempo. Si bien Saint-
M artin está lejos de divulgar las fantasías egipcias de sus
predecesores, parece cierta su influencia en la formación de
los ocultistas del xix, principalmente en Christian y Éliphas
Lévi. A partir de este último habrá que distinguir dos lí­
neas entre los historiadores del Tarot: una conducirá al
charlatanismo desembozado de Gérard Encausse, quien
bajo el seudónimo de doctor Papus dedicará al tema dos
libros de vasta difusión (Tarot des Bohémiens y Le Tarot
divinatoire), divulgados profusamente en los años previos
a la Primera Guerra Mundial; la otra, pasando por el
magisterio de Joséphin Péladan (quien creó el primer mé­
todo simbólico de lectura) y Stanislas de Guaita, llega­
rá a Oswald Wirth. El Wirth de la madurez, sobre todo u,
no parece merecer la crítica con que Aimé Patri («Un
monde intelligible d’images», Critique, n.° 84, mayo de
1954) lo descalifica: «El Tarot de Oswald Wirth — dice
Patri— , con sus figuras tan graciosas, o el de Papus, con
sus imágenes particularmente horribles, constituyen inno­
vaciones debidas a la fantasía personal de sus autores,
puestos en la necesidad de justificar sus interpretaciones.»
Si la obra de Wirth se resiente frecuentemente de ex­
cesos imaginativos, no es menos cierto que se trata del
libro más serio y documentado que haya sido escrito por
un ocultista, y que sigue siendo el indispensable punto de

Martínez de Pasqually, se lo considera uno de los puentes por los


que el pensamiento de Eckhart y Jacob Boehme (sobre todo el
concepto de Totalidad, según el cual el Universo sólo puede tener
un significado) llega a los románticos.
14. El primer esbozo de su trabajo, llamado Tarot kabbalisti
que, aparece en 1889, con el sello de G. Poirel Editeur, en una
reducida edición de 350 ejemplares en heliograbado. Al fin del
camino estará su vasto Le Tarot des Imagiers du Moyert Age, pu­
blicado en 1927, casi cuarenta años después y luego de numerosas
redacciones.

34
partida para toda investigación o comentario sobre el Tarot.
Más completas o más rigurosas, deben mucho a Wirth obras
como las de Paul Marteau o Gérard van Rijneberk, en la
década de los cuarenta, y la aguda recapitulación de mate­
riales sobre el tema, realizada por Gwen Le Scouézec
en 1965.

35
II

EL TAROT ESOTÉRICO

TAROT E INICIACIÓN. — El Zohar afirma que «el


mundo no subsiste sino por el secreto», y en esta asevera­
ción puede encontrarse una de las claves de la metodología
esotérica, un territorio de laberintos simétricos cuya entrada
no se rinde más que a las alusiones. Esta concepción del
conocimiento que desconfía de las exactitudes, ha engen­
drado no sólo la gramática plural del simbolismo sino una
sintáxis basada en períodos concéntricos, imposibles de
ser salteados, e intransferibles como no sea por la expe­
riencia personal. Esta sintáxis esotérica, es el proceso ini-
ciático.
Los esotéricos llaman concretamente trabajo á este pro­
ceso, que supone un entrenamiento metódico e interminable,
ya que cumplida la iniciación propiamente dicha 15 se abren

15. Para la que se requiere la presencia de un maestro, guru


o iniciador, ya que la experiencia fundamentalmente no verbal de
su desarrollo hace insustituible la comunicación personal. No debe
confundirse sin embargo la ceremonia iniciática -—cuyo ritual osci­
la de la simplicidad del zen a la complicada liturgia de las órdenes
de caballería— con el laborioso proceso que la incluye, y abarca
desde las primeras intuiciones trascendentes del candidato a la ini­
ciación, hasta el alcance de su objetivo mediato, que no suele ser
otro que la derrota de las limitaciones temporales (satori, nirvana.

37
ante el iniciado numerosas disciplinas o sistemas reflexi­
vos, cuya sutileza ayudará a la madurez y ampliación cons­
tante de su pensamiento analógico — conocimiento opuesto
por naturaleza a la operación análisis/síntesis que caracte­
riza al pensamiento científico— , cuando no a la realiza­
ción personal, y hasta al trabajo que esa realización esté
llamada a cumplir dentro de la economía universal ’6. Este
habría sido el sentido disciplinario de las operaciones caba­
lísticas y astrológicas, y parece encontrárselo resumido — se­
gún Lévi y, posteriormente, Wirth— en el alfabeto simbó­
lico de los veintidós Arcanos Mayores del Tarot.
«La psicología actual —dice Juan-Eduardo Cirlot (Dic­
cionario de Símbolos, págs. 436/437)— reconoce que las
cartas del Tarot son, como lo han probado Éliphas Lévi,
Mare Haven y Oswald Wirth, una imagen del camino de la
iniciación y similares a los sueños. De otro lado, Jung
coincide con las seculares intuiciones del Tarot al reconocer
dos batallas diversas, pero complementarias, en la vida del
hombre: a) contra los demás (vía solar), por la situación
y la profesión ; b) contra sí mismo (vía lunar), en el proce­
so de individuación. Estas dos vías corresponden a la refle­
xión y a la intuición, a la razón práctica y a la razón pura.
El temperamento lunar crea primero, luego estudia y com­
prueba lo que ya sabía; el solar, estudia primero y luego
produce. Coresponden estas vías también, hasta cierto pun­
to, a los conceptos de introversión (lunar) y extraversión
(solar); a contemplación y acción.»

iluminación). A este plano no litúrgico es al que se alude en el


presente capítulo.
16. El ejemplo más acabado de esta ecuación individuo —» so­
ciedad —» universo, puede encontrarse en el esquema de la Gran
Obra alquímica, verdadera máquina psicológica destinada a la in­
vestigación de las relaciones entre el hombre y el cosmos, y al
desarrollo de las potencialidades del primero por analogía armó­
nica con el segundo.

38
En general, puede decirse que la iniciación reconoce
dos vía& de acceso al conocimiento, que se definen habitual­
mente como Seca y Húmeda, y cuyas correspondencias
principales serían:

Vía seca Solar. Masculina. Racional. Conocimiento


deductivo. Extraversión. Orden dórico.
Vía húmeda Lunar. Femenina. Intuitiva. Conocimiento
inductivo. Introversión. Orden jónico.

Se cae, sin embargo, en un error de interpretación, ape­


nas se pretende jerarquizar una de estas vías en detrimento
de la otra. Si el razonamiento tiende a hacerlo, es sólo por
lo complejo que resulta superar el dualismo de orden moral
que rige las convenciones aceptadas (lo contrario de lo bue­
no debe ser forzosamente lo malo, de lo blanco lo negro;
juicio que se extiende a toda dupla de opuestos). Para el
pensamiento esotérico no existe bien ni mal desde el
punto de vista de estos presupuestos éticos, sino una diná­
mica permanente de oposiciones dialécticas, segün la cual
el día es una necesidad de la noche, así como la caída es
una necesidad del ascenso, etc. De modo que si bien se
puede intentar una definición de las dos vías expuestas, a
través de la fórmula

seca = activa
húmeda = pasiva

ninguno de estos dos últimos términos puede interpretarse


peyorativamente, sino como complementarios de una totali­
dad que desborda las capacidades individuales17.
Wirth sugiere una primera disposición de los Arcanos,

17. No otro es el sentido transparente del mito del andrógino,


y su secuela natural: las diferencias/afinidades de la pareja hu­
mana.

39
para la representación gráfica de las vías, en la forma que
sigue

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11

0 21 20 19 18 17 16 15 14 13 12

dando a El Loco el valor convencional de Arcano 0 I8.


De aquí se desprenden algunas evidentes oposiciones
simbólicas (sobre todo en las relaciones 1-0; 7-16; 10-13
y 11-12), pero el juego de analogías se descubre mejor ape­
nas se convierte a los Arcanos 6 y 17 (naipe central de cada
una de las líneas) en una suerte de eje del Tarot. Tomando
en cuenta, además, la subdivisión que admite todo proceso
iniciático (una fase de preparación y estudio, precede o con­
tinúa — según la vía— a una de aplicación y acción), se
obtiene el siguiente diagrama de lectura reversible

ACTIVIDAD

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11

PREPARACIÓN o APLICACIÓN
TEORÍA PRÁCTICA
ESTUDIO PUESTA EN MARCHA

0 21 20 19 18 17 16 15 14 13 12

PASIVIDAD
18. Para éste, como para los siguientes ejercicios que se desa
rrollarán en el libro, se recomienda hacer uso del juego de naipes
que acompaña a este ejemplar.

40
en el que se observa que en la iniciación seca o activa, la
teoría precede a la práctica; en tanto que se produce lo
inverso en la iniciación húmeda o pasiva, en la que el suje­
to realiza sus acciones antes de llegar a comprenderlas.
«Para alcanzar una actividad consciente (dórica) —dice
Wirth— el sujeto necesita comenzar por adquirir los co­
nocimientos que se encuentran en los arcanos 1, 2, 3, 4 y 5.
Cuando la instrucción ha terminado, una prueba moral (re­
presentada por el arcano 6) permite, si se la cumple con
éxito, pasar a la realización práctica manifestada en los
arcanos 7, 8, 9, 10 y 11. En el dominio de la pasividad,
el abandono místico se traduce en obras figuradas por los
arcanos 12 al 16; porque, a favor de las influencias exte­
riores a las que alude el arcano 17, se determina una ilumi­
nación progresiva, cuyas fases se reflejan en los arcanos
18 al 0.»
Con independencia del crédito esotérico que quiera otor­
gárseles, la reflexión sobre estos esquemas es primordial
para los fines prácticos de este libro. Deliberadamente se
elude aquí un mayor análisis simbólico, para permitir una
primera familiaridad espontánea con las imágenes hasta
ahora mudas del T a ro t19.

TAROT Y CABALA. — Como el Tarot, el conjunto de


textos y sistemas derivados de ellos que se conoce bajo el
nombre de Càbala (del hebreo Qabáláh; literalmente, tradi­
ción), admite dos posturas investigadoras: la racionalista,
que no considera más que su trayectoria históricamente
19. Los ejercicios combinatorios pueden encontrarse en el ca­
pítulo I de la Segunda Parte («El oficio de adivino»), y la simbo­
logia detallada en el apartado correspondiente a cada arcano (Se­
gunda Parte, cap. III). Pero conviene seguir el orden indicado, ya
que aquí se trata de un primer desafío a la capacidad de libre aso­
ciación de cada uno, como entrenamiento hacia el desarrollo de
una visión analógica.

41
comprobable; la mítica, que le atribuye una antigüedad
y una extensión inverosímiles. Entre ambas — también a se­
mejanza de lo que ocurre con el Tarot— es seguro que se
encuentra la posición más cercana a la verdad y, sin duda,
la de mayor riqueza especulativa. Hay que admitir que
Tarot y Càbala adquieren la estructura formal con la que
han llegado hasta nosotros durante la Edad Media, pero es
cierto también que sus contenidos no se producen espon­
táneamente en esos años, y sus símiles y fuentes — como
modelos mentales, como propuestas imaginativas— pueden
rastrearse cómodamente en la antigüedad, desde la astrolo­
gia caldea, hasta esa feria suntuosa que fue el apogeo cultu­
ral de Alejandría.
Como brote coherente, y desde entonces ininterrumpido,
el movimiento cabalístico parece haber surgido entre los
siglos xii y xiii, en las comunidades hebreas de la Proven­
za (Bahir) y de Gerona, alcanzando su culminación en la
obra del rabí español Moisés de León (muerto en 1305),
quien circa 1280 publica el célebre Zohar (Libro del Es­
plendor), atribuyendo la mayor parte de su redacción al eso­
térico Simón Bar Iojai, un improbable rabí palestino del
siglo ii. Un investigador tan serio como Jacob Bernard Agus
(La evolución del pensamiento judío, págs. 253 y ss.) niega
esta última aseveración, así como las pretensiones trascen­
dentes de todo el cabalismo, explicándolo más bien como
un brote irracionalista que reacciona ante el pensamiento
de Maimónides y su consecuente asimilación del genio helé­
nico al judaismo tradicional.
Para Lue Benoist, en cambio, la Càbala no puede ser
entendida como un fenómeno simplemente histórico, sino
como el cuerpo de la continuidad esotérica del judaismo.
En este caso, habría que remontarla a la figura de Moisés,
y no sería otra cosa que la revelación que el profeta «reci­
bió al par que la ley escrita, y que explica el sentido pro­
fundo de la Torà». Por una interpertación parecida — en

42
cuanto a la antigüedad no sólo de la Càbala sino de sus
libros canónicos— se pronuncia también Matila C. G hyka20.
E n uno u otro caso, es evidente que los cabalistas han
manejado un material lo bastante estimulante como para
producir «una vasta literatura, que cuenta con más de tres
mil volúmenes» (Agus). Los ocultistas decimonónicos no po­
dían desaprovechar la oportunidad de hacerse con un siste­
ma tan intrincado e interminable, y han colaborado nota­
blemente a la confusión con una biblioteca exegética casi
tan voluminosa como la original. Habitualmente parten de
la Kabbala Denudata, de Knorr de Rosenroth (Sulzbach,
1645), y entre sus obras más extensas y sistemáticas se des­
tacan The Kabbalah Unveiled, de MacGregor Mathers, y
The Holy Kabbalah, de White, «la obra más valiosa que se
ha escrito sobre el tema», en opinión de Dion Fortune. Más
cauto, Juan-Eduardo Cirlot adopta un criterio objetivo al
recomendar «las obras más importantes de investigación
histórica», entre las que destaca las de Gershon G. Sholem,
profesor de la Universidad de Jerusalén, y las síntesis
de Grad.
La especulación práctica de los cabalistas toma como
elementos las relaciones entre las 22 letras del alfabeto
hebreo (22 son también los Arcanos Mayores del Tarot,
20. Cuando se refiere a la persistencia de las «palabras de en­
cantamiento» en las antiguas culturas —cuya empresa más audaz
será tal vez la búsqueda del homunculus, que culminará con la
leyenda y el misterio del Golem de Praga— Ghyka dice: «La Cà­
bala nace en el Egipto alejandrino al mismo tiempo que la Gnosis,
el Hermetismo y la Alquimia, y representa la versión hebraica de
la mística pitagórica de los números. La estadía en Babilonia de
una parte de los intelectuales judíos transplantados de Palestina por
los Sasánidas tiñe fuertemente de magia vulgar y de astrologia cal­
dea la evolución de la Càbala entre los siglos iv y vm. La conquista
árabe y la fecunda influencia intelectual de los primeros imperios
islámicos injerta la especulación neoplatónica sobre ese neopitago­
rismo hebraico que penetra en Europa por Italia, España y el Me­
diodía de Francia».

43
semejanza que — se pretende— no es casual), y los números
(sephiroth) del uno al diez. Con la combinación de estos pa­
ralelismos se obtiene Otz Chaim (el Árbol de la Vida, que la
artesanía popular reproduce tan frecuentemente en la evo­
cación de la leyenda de Adán y Eva) que, según Fortune,
es un verdadero «jeroglífico, un símbolo compuesto que
tiene por objeto representar al Cosmos en su integridad y,
a la vez, el alma del ser humano en relación con aquél».
Los partidarios del origen hebreo del Tarot, han encon­
trado sus más fértiles argumentaciones en las evidentes si­
militudes que lo ligan a la Càbala, aunque es más fácil
suponer que tanto una como otro heredan del pitagorismo
su simbologia matemática21. Partiendo de este paralelo des­
cubre Oswald Wirth la disposición de los arcanos en siete
ternarios y tres septenarios, que puede considerarse como
un segundo paso en el entrenamiento para descubrir las
relaciones internas entre las láminas. Para esto es preciso
suprimir de la baraja a El Loco, naipe por otra parte sin
numeración.
«Todo se desarrolla por tres que no son más que uno
— dice Wirth— . En todo acto, uno en sí mismo, se distin­
guen en efecto: 1) El principio activo, causa o sujeto de la
acción: 2) la acción de ese sujeto, su verbo; 3) el objeto
de esa acción, su efecto o resultado. Estos tres términos son
inseparables y se necesitan recíprocamente. Se trata de la
tri-unidad que encontramos en todas las cosas (...). La idea
de creación implica : primero, creador ; segundo, acción de
crear ; tercero, criatura. En cuanto uno de estos términos es
suprimido, los otros dos se desvanecen. De una manera

21. En el sentido de la división, establecida por los pitagóri­


cos, entre los números puros o ideales, de los que trataba la Arit-
mologfa, y la representación de estos números para el cálculo y
el uso comercial, terreno de la Aritmética. El empleo universal de
la numeración arábiga borró la sutileza de esta distinción, que era
sin embargo elemental en tiempos de Nicómaco de Gerasa.

44
general, en los términos del temario el primero es activo
por excelencia, el segundo es intermediario, el tercero es
estrictamente pasivo. Corresponden respectivamente al espí­
ritu, el alma y el cuerpo. La misma correspondencia se en­
cuentra en el Tarot, donde los Arcanos pueden agruparse
como sigue:

LOS SIETE TERNARIOS

ACTIVO ESPÍRITU

INTERMEDIARIO ALMA

PASIVO CUERPO

ACTIVO i 2 3 4 5 6 7 ESPÍRITU

i ,
INTERMEDIARIO 8 i 9 10 11 12 13 14 ALMA
1

PASIVO 15 16 17 18 19 20 21 CUERPO

La comparación de estos dos esquemas nos demuestra


que los arcanos 1, 4 y 7 son particularmente activos o es­
pirituales, mientras que los 8, 11 y 14 son intermediarios o
anímicos, y los 15, 18 y 21 pasivos o corporales, ya que
este carácter se afirma a la vez en la disposición por ter­
narios y en la disposición por septenarios.»22

22. René Guénon (Aperçus sur l'ésotérisme chrétien, 1954)


alude a esta misma división tripartita del hombre, previa a la fu­
sión entre espíritu y alma que concluyó «en el famoso dualismo

45
o t r o / p a r a l e l i s m o s . — Lo normativo de toda sim­
bologia (aún descendida a su grado menos vital, que es el
alegórico) es su carácter sugerente, imposible de ser al­
canzado o contenido por el discurso verbal. El Tarot no
escapa a esta regla, y buena parte de las críticas que han
recibido sus comentaristas se basan (hay que reconocer que
con justicia) en su incapacidad para sustraerse a la fasci­
nación de este juego interminable. Así, Wirth se esfuerza
en relacionar la simbólica zodiacal con el Tarot, aún cuando
el número de planetas, el de los doce signos o su suma,
no casan sino difícilmente con las veintidós láminas de
Marsella. Esto le lleva a componer cuadros más o menos
malabares, en los que tan pronto es un planeta, un signo
o hasta una constelación, los que darían una concordancia
aproximada con el Arcano de turno. Otro tanto puede
decirse de las correlaciones alquímicas, en las que es ne­
cesario un alto grado de buena voluntad para seguir sus
razonamientos.
Es indudable, sin embargo, que pueden extraerse de
esas reflexiones (como ocurre también con textos de Lévi,
Marteau y Ouspen¿ky) numerosos paralelismos y coinci­
dencias. Ellas no permiten coronar el gran sueño esotérico
del sistema único cuya diversidad consiste en el número de
sus manifestaciones, pero dejan afirmar que hay allí una
considerable intuición de la armonía, un sentimiento del
orden que no niega la movilidad del caos, dotado de una
suntuosidad analógica vastamente fértil para los aventure­
ros de lo imaginario.
cartesiano de alma y cuerpo, al mismo tiempo que en la confu­
sión de lo psíquico y lo espiritual, entre los que nuestro tiempo no
admite ninguna diferencia». Benoist agrega que «la tradición cris­
tiana heredó esta tripartición inscrita por Juan al comienzo de su
Evangelio (...) la tríada Verbum, Lux y Vita que él enumera, debe
ser relacionada, palabra por palabra, con los tres mundos espiri­
tual, psíquico y corporal, caracterizando la luz al estado psíquico
o sutil, que es el de todas las teofanías».

46
Si se han traído aquí sólo dos ejemplos de esos posi­
bles encadenamientos, es porque ellos —las vías iniciáti-
cas, la Càbala— ejemplifican las más evidentes relaciones ;
también porque, en la imposibilidad de agotar esta teoría
de los espejos, el número 2 puede ser todos los números
— el primer esfuerzo por superar la unidad definidora y, en
sí mismo, una metáfora de la eternidad.

47
SEGUNDA PARTE

INTERPRETACIÓN DEL TAROT


1
I

EL OFICIO DE ADIVINO

E L OFICIO DE ADIVINO. — Es dable suponer que el


universo todo simula una interminable propuesta adivina­
toria: las aguas y los valles, el rayo y las estrellas, los
monumentos y los objetos cotidianos están a la espera de
ser leídos por el hombre, aguardan la mirada que los inte­
gre a una sintaxis, que vuelva armónica y relacionada la
soledad sustantiva, el fenómeno primordial. En esta pre­
sunción antropocéntrica descansan las tentativas límites del
hombre como nombrador: la poesía, la magia, la adivi­
nación.
Si por la primera identifica los nombres, suprime el
caos y organiza el mundo, por la segunda establece los pri­
meros pactos con las cosas descubiertas, investiga la afi­
nidad y los rechazos, sorprende la simpatía entre las for­
mas recién nacidas de su reino. El tercer paso es conse­
cuencia lógica de los dos anteriores: una tensión sobre el
comportamiento de la realidad; el intento de establecer
seguridades ante el futuro de la conquista, susceptible de ser
aniquilada por lo que no ha ocurrido pero aguarda — en
algún punto del tiempo o del espacio— dispuesto a suceder.
Esta vocación prospectiva ha sido puesta con frecuen­
cia en duda, y el mayor o menor crédito que se le otorga
suele estar en relación directa con la dosis de suficiencia

51
y orgullo de cada período cultural 2\ En todo caso, parece
cierto que su relación con necesidades profundas del hom­
bre es una constante que — al menos hasta el presente— no
ha perdido jamás actualidad, aún cuando sus formas varia­
ran para acomodarse al lugar que le estaba reservado en el
pensamiento de cada época y lugar.
«Por su universalidad, su perennidad y la variedad de
sus instrumentos y de sus técnicas — dice Gilbert Du-
rand, profesor de la facultad de Ciencias Humanas de Gre-
nóble— , se puede afirmar que la adivinación constituye un
capítulo clave de la antropología cultural. Más práctica que
la especulación religiosa y más teórica que la magia, la
adivinación cubre un vasto término medio entre ambas dis­
ciplinas, en casi todas las culturas.» Y más adelante, para
celebrar lo que considera el actual renacimiento del inte­
rés por estas investigaciones : «En la psicología del siglo XX
es la percepción que, reemplazando a la memoria, ha
abierto la vía rehabilitatoria para la imaginación (...). El
intuicionismo ha relegado al asociacionismo. El animal ra-
tionabile se ha trocado en animal symbolicum, el homo sa­
piens se ha descubierto homo poeticus.»
Esto último es lo que parece importante destacar antes
de abocarse a la clasificación de las disciplinas mánticas,
y a los métodos con los que opera concretamente la car­
tomancia: la apariencia formal del ? ivino contemporá­
neo no puede aludir ya a la majestui ^idad religiosa de los
augures y las pitonisas, ni a su caricatura (los nigromantes
del xvii, que todavía aparecen cada tanto en los periódicos,23
23. Si entendemos bajo esta denominación arbitraria la cultu­
ra supuestamente representativa de una época, que es siempre
aquélla en la cual se encuentra inscrito el observador. Nunca fue
más clara que en la actualidad, la falacia del evolucionismo ortodo­
xo : basta pensar en la riqueza interminable que el desmonte de
un solo mito puede proporcionar a un observador profundo y ca­
rente de prejuicios (Claude Levi-Strauss enfrentando la realidad
cultural bororo y gé, en el nordeste brasileño).

52
entre culebras embalsamadas y bolas de cristal). Pero tam­
poco debe olvidarse que en su propio nombre el adivino
lleva una alusión a la divinidad, o lo que es lo mismo:
al plano de la conciencia donde el conocimiento reconoce su
finitud, la precariedad de sus certezas.
¿Cuál es entonces el oficio de adivino?
El de un atleta de la imaginación. Un equilibrista de los
límites entre lo conocido y lo conjetural. Un ejecutante que
verbaliza intuiciones, y llega a la comunicación sólo por
desgarros o fragmentos, porque su música no pertenece a
las formas sino a la virtualidad.
De ahí que los oráculos, las tablas, y hasta los instru­
mentos adivinatorios (horóscopos, naipes, varillas) no sean
más que los intermediarios de un juego más vasto y más
apasionante: el que pone en contacto la sensibilidad y la
experiencia de un hombre con la inacabable cosecha de lo
imaginario.
Es desde este punto de vista, desde este rechazo del me­
canicismo mántico, como deben leerse las páginas que
siguen.

UN INTENTO DE CLASIFICACIÓN. — Es Cicerón, en


el siglo i a. C., quien realiza el primer intento clasificato-
rio de las artes mánticas, en De divinatione, un tratado en
que las divide fundamentalmente en «naturales» y «artísti­
cas», cayendo entre las primeras todas aquéllas de carác­
ter profético o alucmacorio, y en las segundas las que se va­
len de un instrumento intermediario entre el adivino y el
consultante. Pierre de l’Ancre intentará más tarde una defi­
nición muy propia de su época (1622) y de su carácter al
afirmar: «La adivinación no es otra cosa que una mani­
festación artificial de las cosas por venir, ocultas y escon­
didas a los hombres, producida por un pacto hecho con el
demonio.» El erudito Georges Contenau (La divination

53
d iez les Assyriens et les Babyloniens) consigue un impor­
tante avance clasificatorio, al incorporar las categorías in­
ductiva y deductiva a los diversos tipos de maneias.
Pero casi todos los investigadores del tema — de Cice­
rón a Contenau— están acordes en definitiva en asignar
como fin último de la adivinación, el conocimiento de cosas
ocultas. Gwen Le Scouézec —a quien sigo en la clasifica­
ción que se reproduce más abajo— aporta un fundamental
progreso a la teoría del «oficio de adivino», al definir la
operación mántica como una hipótesis de trabajo. Desde
este punto de vista, la actividad adivinatoria deja de ser
un fin en sí misma, pero lejos de empobrecerse se enriquece
con una perspectiva insólita: la incorporación de los ele­
mentos dispersos de la realidad sensible a un fenómeno lo­
calizado (la interpretación del oráculo), a la manera meto­
dológica de lo que los estructuralistas han popularizado
como bricolage.
Más clara y completa que otras que pueden consultarse,
la clasificación de Le Scouézec abarca el espectro que va de
la profecía — en el plano más puro y elemental de lo adi­
vinatorio— , hasta la superstición mecanicista, y es aproxi­
madamente la siguiente :

1. ° El profetismo. Adivinación por intuición pura en es­


tado de vigilia. Es la adivinación más natural, intuiti­
va e interna. Se la considera generalmente como resul­
tado de la posesión por (o de la inspiración de) un dios,
o de Dios en las religiones monoteístas.

2. ° L a videncia alucinatoria. Forma de adivinación intui­


tiva que se produce en un estado especial, alucinatorio
o hipnótico, que puede ser obtenido de diversas ma­
neras:

I — Adivinación en estado de trance: a) por inges­

54
tión, inspiración o inyección de un producto alucinó-
geno (farmacomancia) ; b) por entrada en estados
catalépticos, hipnóticos o agónicos (antropomancia) ;
c) por cataptromancia (adivinación por la mirada) o
procedimientos análogos (hidromancia, cristaloman-
cia).
I I . — Adivinación en estado de sueño: oniromancia
espontánea.

3. ° La adivinación matemática. Es la que se realiza a


partir de abstracciones muy elaboradas, y permite ejer­
cer la intuición mántica en toda libertad:
a) astrologia y derivados ; b) geomancia, y sus nu­
merosas variantes africanas; c) aritmomancia (en
su forma más elevada: la Càbala); d) aquileoman-
cia (adivinación por varillas originada en el Che-
Pou chino; en su forma más perfeccionada: el
I-Ching).

4. ° La mántica de observación:
a) estados, comportamientos o actos instintivos de
seres animados, ya sean hombres (paleontomancia),
animales (zoomancia) o plantas (botanomancia) ; b)
estados y comportamientos de seres o materias ina­
nimados, comprende la aruspiciencia, la radiestesia,
y otras.

5. ° Los sistemas abacománticos. Son todos aquéllos que


se manejan exclusivamente con tablas u oráculos, pro­
ducidos por la degeneración de las grandes disciplinas
mánticas: las «claves de los sueños», libros de horós­
copos, interpretaciones mecánicas de los naipes, etc.,
sistemas todos en los que la intuición y lo imaginario
no desempeñan ya ningún papel.

55
Puede observarse que la cartomancia — y en su versión
más especializada, el Tarot— no figura en este cuadro cla-
sificatorio, y la omisión no parece casual. Aunque de una
manera general podría incluírsela en el parágrafo tercero,
lo cierto es que su complejidad goza de un parentesco con
casi todas las principales disciplinas. Probablemente se ha
beneficiado de su relativa juventud — si se la compara con
la aruspiciencia, la adivinación por los números, o los mé­
todos orientales derivados del Che Pou— para convertirse
en un arte colecticio y sugeridor, que ,toma tan pronto las
especulaciones de la década pitagórica y los sephiroth he­
breos (números), el simbolismo de los colores y del cuater­
nario (series), la iconografía medieval y la paleontomancia
(figuras), como esa suma simbólico-mágica de varia lectu­
ra que son los Arcanos Mayores. Aún más, puede decirse
que el Tarot ofrece, como ninguna otra mancia 24 la «si­
tuación adivinatoria» en su mayor grado de complejidad y
madurez, ya que se compone de : a) el adivino en total li­
bertad imaginativa para seleccionar uno entre los múltiples
estímulos que le brinda Ja lectura ; b) el consultante, en dis­
ponibilidad para orientar sus preguntas según el desarrollo
de esta lectura ; c) el intermediario (el mazo) con una capa­
cidad de sugerencia prácticamente inagotable ; d) la sesión
de lectura, singular e irrepetible como una partida de aje­
drez, por el tejido espontáneo de las variables anteriores. Fi­
nalmente, la falta- de un código de referencia estable (tablas
astrológicas, versículos, escalas confeccionadas previamen­
te a la lectura), convierte al Tarot en un ejercicio intelectual
de primer orden : no sólo porque requiere la mayor concen­
tración del adivino ante la pluralidad de niveles que se ofre­
cen a la lectura, sino porque obliga a un diálogo inteligente
24. Ni siquiera la Astrologia, sin duda la otra disciplina más
perfeccionada. Pero la relación astrólogo-consultante se establece a
través de un intermediario inmutable (el plano astral) que debe
dar forzosamente respuestas correctas a formulaciones correctas.

56
tenso, sutil, entre adivino y consultante, para cercar sin eu­
femismos la verdad que duerme en el fondo de las generala
dades.

GIMNASIA IMAGINATIVA. — «Los arcanos se aclaran


por comparación — afirma Oswald Wirth— : enfrentados
dos a dos y cuatro por cuatro, por temarios y por septena­
rios, acaban por revelar una increíble elocuencia. Pero po!
sí mismos permanecen mudos.» Y más adelante: «el adi­
vino debe trabajar, a la manera de un músico que multipli­
ca los ejercicios fastidiosos, con una gimnasia imaginati­
va...»
Los primeros ejercicios para la práctica de esta gimna­
sia, se han desarrollado en las páginas 33, 34 y 38, y es con­
veniente revisarlos antes de comenzar el estudio de las once
parejas, en donde se establece ya una interpretación parcial
de los arcanos, basada en sus oposiciones elementales.
Estas once parejas pueden esquematizarse como sigue:

Activo, positivo.
Iniciativa, posesión de sí
Í
I
i
^ J
) mismo.
I 1 Prestidigitador i Sabiduría, razón.
Sujeto, punto
de partida Pasivo, negativo.
Sumisión a las influencias
i\ E°1
Loco
iiexteriores.
/ Impulsividad, sinrazón.

Intuición, adivinación.
2 El espíritu penetrando el
II La misterio.
Percepción Sacerdotisa Conocimiento instintivo de las
de lo cosas ocultas.
desconocido
21 Éxtasis, videncia.
El El misterio se hace consciente.
Mundo Conocimiento de lo absoluto.

57
¡ Observación, lucidez.
i 3 Concepción, estudio.
1 La Sabiduría, la razón preside el
III
1 Emperatriz nacimiento de las ideas.
Asimilación
de lo que está
¡ Inspiración, exaltación. Entu­
fuera de sí j 2Q siasmo, don profético.
1
1 E1
Juicio
\
Ideas que se imponen sin de­
jarse controlar.
{ Luz interior, verbo encarnado.
4 Concentración de pensamiento
El y de voluntad.
Emperador
IV
Iluminación Energía, cálculo, deducción.
espiritual Positivismo.
19
El Luz universal, verbo eterno.
Sol (
Expansión, luminosidad del
genio. Serenidad, bellas artes,
poesía. Idealismo.
Abstracto. Realidad especula­
í 5 tiva. Metafísica. Religión. Es­

V'
1 E1
j Pontífice
piritualidad. Saber trascenden­
te. Deber, ley moral.
Elaboración
de una Concreto. Apariencias sensi­
síntesis 1 18 bles. Ilusión de los sentidos.
I La Superstición. Materialismo.
f Luna Errores, prejuicios. Caprichos,
fantasías.

Libertad, elección, prueba. Du­


6 da. Lucha e inquietud ante las
VI El dificultades de la vida. Senti­
Determinación Enamorado mientos, afectos.
de las
acciones Predestinación, esperanza. Con­
17 fianza en la inmortalidad.
Las Idealismo. Estética. Amor por
Estrellas la belleza.

58
Dominación, triunfo. Talento,
7 capacidad. El maestro que se
VII 1 El hace obedecer. Progreso, ar­
La inteligencia J Carro monía.
al encuentro con \
la materia j Presunción, caída. Infatuación,
16 incapacidad. La víctima de
La fuerzas en conflicto. Explo­
(\ Torre sión, catástrofe.

8 j Ley, orden, equilibrio. Estabi-


VIII La \ lidad, lógica. Placidez, calma,
Organización Justicia ( regularidad. Discernimiento.
y gobierno
de las fuerzas 15 i Arbitrariedad, desorden. Dese-
El \ quilibrio. Instinto. Rabia, fu-
Diablo (_ ror, turbación. Pasiones ciegas.

Abstención, insularidad. Pru­


1 9 dencia, discreción. Sabiduría
IX 1 El metódica y minuciosa. Medi­
Relaciones del 1 Ermitaño cina. Avaricia.
individuo con
el ambiente Participación, comunión. Des­
I 14 preocupación, franqueza. Pro­
f La digalidad. Taumaturgo, médico
1 Templanza de almas.

Azar, ambición. Inventos, des­


í 10 cubrimientos. Germen vital.
i La Rueda
1 de la Cuidado de la existencia indi­
X 1 Fortuna vidual.
Intervención
del destino Fatalidad, desilusión. Renun­
1 13 ciamiento. Putrefacción, olvi­
/ La do. Fin. Renovación, transfor­
\ Muerte mación.

59
Potencia, idea realizable. Ta­
í 11 lento práctico, inteligencia que
l La
1 Fuerza doma la materia. Energía, co­
XI
raje. Triunfos.
Objetivo, ,
resultado final Impotencia, utopía. Soñador,
i 12 espíritu lírico. Apóstol. Vícti­
! E1 ma de la incomprensión de la
1 Ahorcado gente.
\

El paso siguiente para la reflexión sobre el simbolismo


adivinatorio de los arcanos, conjugados en oposiciones cada
vez más complejas, es el que Wirth denominó acertadamen­
te como las Tétradas comparativas, que pueden represen­
tarse con el gráfico que reproduce estas hipotéticas mesas :

2 10 3 9

21 13 20 14

5 7 2 5

18 16 18 21

7 ~ 10 8 9

16 13 15 14

60
Partiendo de la división del Tarot en dos series homólo­
gas de once arcanos cada una, se obtuvo el análisis del sim­
bolismo por oposición de las parejas así formadas. Por un
procedimiento parecido se llega a la composición de las
tétradas aquí esquematizadas, las cuales mantienen la si­
guiente constante estructural entre sus arcanos componentes:
el primero es al segundo, como el tercero es al cuarto ;
el primero es al tercero, como el segundo es al cuarto, y
el primero es al cuarto, como el segundo es al tercero.
«Para realizar un estudio profundo del Tarot —dice
Wirth— , es importante resolver la serie de problemas y de
ecuaciones que presenta la existencia de las tétradas. Éste
es un ejercicio intelectual en el que deberán insistir sobre
todo aquéllos que deseen aplicar el Tarot a la adivinación.
Este ejercicio entrena la imaginación, y la prepara a com­
prender las relaciones entre las imágenes que van apare­
ciendo.»
En los cuadros siguientes, se desarrolla un análisis de
cada una de las tétradas esquematizadas, las que llevan
como título la idea sintética que relaciona los cuatro arca­
nos entre sí, y en el cuadro correspondiente a cada uno los
diversos aspectos de esta idea-síntesis, tal como se manifies­
ta en la particularidad de la imagen.
Es necesario insistir en que éste, como los restantes
ejercicios del libro, no agotan la posibilidad combinatoria ni
interpretativa del Tarot, y se ofrecen sólo como un modelo
que parte de una concepción singular pero no excluyente d*
su simbologia.
Principio de inteligencia individual
1 — EL PRESTIDIGITA­ 11— LA FUERZA
DOR En acción.
En potencia. Plenamente instruido, y apli­
Aptitud para instruirse en cándose a las obras prácti­
todas las cosas. cas.

61
0 — EL LOCO 12 — EL AHORCADO
Inactivo, inerte, incapacidad Estorbo, rendimiento impro­
intelectual. Estupidez. Falta ductivo. Talento no recono­
de comprensión. cido. Pensamiento demasia­
do sublime como para ha­
cerse inteligible.

El espíritu en presencia del misterio

2 — LA SACERDOTISA 10 — LA RUEDA DE LA
Esfuerzo de penetración. FORTUNA
Adivinación, intuición, gno- Discernimiento, descubri­
sis, fe. miento. Interrupción de ha­
lagüeñas conjeturas.

2 1 — EL MUNDO 13 — LA M UERTE
La percepción repentina. El reposo, la negación.
Visión extática. Escepticismo absoluto.
Ciencia integral. Desilusión.

El principio espiritual, fuente del pensamiento y de la vida

3 — LA EM PERATRIZ 9 — EL ERMITAÑO
La inteligencia ha fructifica­
Atracción de la inteligencia, do, y se asienta en la esfera
que domina la generación de mental.
las ideas. Exaltación de la memoria.
Comprensión. Concepción.

20 — EL JUICIO 14 — LA TEM PLANZA


Subyuga la inteligencia que Circunda y anima la multi­
fecunda. plicidad de los seres.
Inspiración, entusiasmo. Vida universal.

62
La luz creadora

4 — EL EM PERADOR 8 — LA JUSTICIA
Está fijada en el centro de la Tonalidades armónicamente
personalidad. Principio de repartidas para asegurar el
energía voluntaria, de ex­ funcionamiento normal del
pansión individual y de cre­ organismo, y su conserva­
cimiento. ción.

19 — EL SOL 15 — EL DIABLO
Radiación de su fuente uni­ Excesiva condensación. Con­
versal. gestión, rabia, ardor ciego,
Apertura y desarrollo del instinto brutal.
ser. Egoísmo.
Altruismo.

La cuádruple fuente de las convicciones humanas

5 — EL PONTÍFICE 7 — EL CARRO
La tradición filosófica o reli­ La búsqueda independiente
giosa. de la verdad.
Creencias esclarecidas. Librepensadores.

18 — LA LUNA 16 — LA TORRE
Se aceptan las opiniones aje­ El rechazo de las ideologías
nas, los prejuicios dominan de los otros.
Superstición, esclavitud a la Sectarismo, falsa libertad de
letra muerta. opinión.

Diversos aspectos de la verdad

2 — LA SACERDOTISA 5 — EL PONTÍFICE
Misterio que reclama a la Dogma del cual importa des-

63
intuición, y demanda ser pe­ cubrir el esoterismo, el pen­
netrado. samiento íntimo o el espíri­
tu vivificante.

2 1 — EL MUNDO 18 — LA LUNA
Absoluto que no se revela Signos materiales, formas,
más que a través de la expe­ envolturas, cortezas del pen­
riencia del éxtasis. samiento, letra muerta.

La idea en relación al entendimiento

3 — LA EM PERATRIZ 4 — EL EM PERADOR
Es atraída, y penetra, y echa Desarrolla todas sus conse­
raíces. cuencias lógicas.

20 — EL JUICIO 19 — EL SOL
Conquista espontáneamente, Se afina, se sutiliza, y ad­
provocando el delirio del en­ quiere un carácter poético o
tusiasmo. sublime.

Resultados de la actividad humana

7 — EL CARRO 10 — LA RUEDA DE LA
Triunfo, éxito conquistado FORTUNA
por propios méritos. Logro obtenido por favor, o
por casualidad.

16 — LA TORRE 13— LA M UERTE


Encerrona provocada por Catástrofe inevitable y fatal,
falsas ilusiones, o por faltas de la que la víctima no es
cometidas. responsable.

64
Aplicaciones de la energía

8 — LA JUSTICIA 9 — EL ERMITAÑO
Equilibrio de ingresos y gas­ Reducción del desgaste, re­
tos, funcionamiento normal. tención, continencia.

15 — EL DIABLO 14 — LA TEMPLANZA
Acumulación extrema, se­ Relajamiento, languidez, in­
guida de gasto repentino; diferencia, apatía, frigidez.
vehemencia, explosión.

LOS MÉTODOS DE LECTURA. — La enunciación del


oráculo es, sin duda, el punto culminante de todo proceso
mántico, ya que en ella se realiza la «situación adivinato­
ria», con la actuación simultánea de sus tres integrantes
(adivino - intermediario - consultante). Los especialistas re­
comiendan a los actores la mayor espontaneidad dentro de
la precisión, para que el lance obtenga su máxima eficacia.
Así, las «obligaciones» del pacto adivinatorio, podrían
resumirse para cada una de las partes, más o menos como
sigue :
Para el adivino: 1) Antes de hablar, debe obtener una
visión de conjunto de la mesa, en el sentido de haber obser­
vado las principales fuerzas en tensión : un punto de partida
correcto, facilita el despliegue de la imaginación ; 2) la lec­
tura no es previa a su verbalización, sino simultánea con
ésta. Aferrarse a uno sólo de los planos de significados que
le ofrece la mesa, puede resultar fatal para el adivino, que
perdería así su principal arma prospectiva : el asombro y la
sorpresa ante lo que va leyendo; 3) nunca hay que forzar
una lectura ; es preferible una interpretación pobre a una
intepretación deshonesta; 4) la función del oráculo es su-

65
E l T arot, 3
gerir, no determinar. El adivino que transmite literalmente
lo que cree percibir, lo ignora todo sobre la adivinación,
ya que el manejo de un intermediario simbólico produce
inevitablemente un lenguaje desverbalizado, en el que la ri­
queza de los contenidos sólo puede ser transmitida por alu­
siones (esta es la razón de la ambigüedad verbal de las pala­
bras de encantamiento, los vaticinios y las profecías).
Para el consultante: 1) la precisión y amplitud con que
se formulen las preguntas, son factores básicos para el éxi­
to de la consulta. Preguntas como «¿Qué me sucederá?», o
«¿Tendré fortuna?», no son válidas porque aluden a un
segmento operativo tan vasto como la propia vida del
consultante; 2) debe tener en cuenta que la «situación adi­
vinatoria» es un diálogo, cuya versatilidad se enriquece
con la participación activa del consultante. Cuanto más rico
y detallado sea el planteo de éste, mayor será el número de
variables a manejar por el adivino, y más exhaustiva la
respuesta ; 3) como todo diálogo tentativo, la «situación adi­
vinatoria» es también una entrevista psicológica. El consul­
tante debe evitar los planteos frívolos y las contradicciones
deliberadas, que sólo conducirán a respuestas carentes de
interés.
Básicamente, adivino y consultante deben partir de pa­
recidos niveles de intencionalidad, para que la entrevista
sea homogénea. Se trata en definitiva de un ejercicio de
imaginación y de una prospección psicológica, interpretados
por un dúo que ignora la mayor parte de la partitura a eje­
cutar. Es fácil comprender la importancia que en una pro­
puesta de este tipo tienen los instrumentos afinados.

Piotr Demiánovich Ouspensky, partiendo de un análisis


esotérico, y Juan-Eduardo Cirlot, comentando la relación
del Tarot con la psicología profunda, llegan a parecidas
conclusiones en cuanto a lo que podría llamarse el criterio

66
de lectura. Una misma mesa podría leerse así en dos
niveles totalmente distintos, aunque complementarios :

1. Relación del consultante consigo mismo, investiga­


ción del desarrollo personal, análisis de la búsque­
da y posterior hallazgo de la identidad (vía lunar,
abstracta, experiencia intransferible).

2. Relación del consultante con su medio ambiente;


lucha o desarrollo con los demás, competencia, pro­
fesión, amores, situación en el mundo (vía solar,
concreta, experiencia que no se realiza más que com­
partiéndola).

Queda por ver el proceso operativo de la lectura, para


el cual pueden adoptarse diversos métodos. No se describi­
rán aquí los más populares de entre ellos (italiano, francés,
gitano) por su escaso o nulo valor simbólico y psicológico.
Todos ellos parten de una carencia fundamental; la asig­
nación de un valor fijo e inmutable a cada carta, reducido
casi siempre a una tabla oracular que puede aprenderse
de memoria. Es notable que estos precarios métodos sigan
gozando de un reiterado fervor mayoritario, pero la expli­
cación de ese éxito es tan simple como ellos mismos': a la
manera de los horóscopos que aparecen en periódicos y re­
vistas, están estructurados según un cálculo de probabili­
dades que cubre bastante bien el relativamente modesto
campo de las expectativas humanas (Granville Baker de­
mostró alguna vez que en las obras de Shakespeare se daban
la totalidad de situaciones dramáticas posibles: el número
era asombrosamente bajo, y explica el hecho de que Shakes­
peare siga estrenando con regularidad). Se sabe, por otra
parte, que la percepción es selectiva, y todo hombre escu­
cha aproximadamente lo que quiere escuchar : un buen pro­
nóstico y dos o tres cercanos, alcanzan a producir la im­

67
presión de una buena lectura, entre diez o veinte dispara­
tes que no pueden relacionarse con nada.
Los tres métodos que se citan a continuación parecen
ser los menos dogmáticos, los más abiertos a la libertad
imaginativa. Pero tampoco deben tomarse como sistemas
acabados, sino como propuestas sobre las que la imagina­
ción del adivino debe disponerse a trabajar.
Método de Péladan, Guaita y Wirth. Joséphin Péladan
creó el método de lectura de más claro valor sintético — se
realiza sólo con los arcanos mayores— y, probablemente, el
que constituye un desafíp más abierto a la capacidad analó­
gica del adivino. Lo transmitió oralmente a su discípulo
Stanislas de Guaita, demasiado preocupado por la reflexión
metafísica en tomo al Tarot como para escribir sobre sus
virtudes adivinatorias. Oswald Wirth recibió de Guaita
— como casi todo el material sobre Tarot — el esquema del
método, y lo explica en Le Tarot des imagiers du Moyen
Age. En síntesis se trata de :

1. El adivino bate las cartas, y pide al consultante que


diga un número cualquiera comprendido entre 1 y
22. Por el mismo sistema obtiene tres cartas más (la
relación será: para la segunda el consultante dirá
un número entre 1 y 21, etc.). El número de ubi­
cación en el mazo se cuenta de arriba a abajo, con­
siderando como arriba el lomo del naipe, y abajo
su valor oculto a la vista. No vuelven a mezclarse
las cartas entre cada una de las extracciones.
2. La primera carta se coloca a la izquierda del adi­
vino, la segunda a la derecha, la tercera arriba y la
cuarta abajo. Hay quienes hacen voltear las cartas
al consultante25 pero esto no es imprescindible. Una
25. Se supone que si el arcano sale «cabeza abajo» en rela­
ción a su lector, su simbolismo se debilita notablemente (ya sea
en bien o en mal). Esto no tiene ningún rigor, pero es válido como

68
vez vueltas las cartas, se obtiene la ubicación de un
quinto naipe en el mazo, que se coloca en el medio
de los otros cuatro, mediante la suma de los va*
lores de los arcanos expuestos
3. Cada uno de los arcanos desempeña un papel con
todos y cada uno de los otros cuatro, y estas correla­
ciones son las que crean numerosos canales de lec­
tura. En el punto de partida, la situación obedece
al esquema de la siguiente página:*26

argucia psicológica para aumentar el grado de participación del


consultante. Otros estímulos igualmente eficaces para «responsa­
bilizar» al consultante en el destino de la lectura son: utilizar la
fecha de su nacimiento o la cantidad de letras de su nombre y ape­
llido para obtener las cuatro cartas, permitirle que mezcle o ex­
traiga los naipes correspondientes, etc.
26. Se emplea aquí con frecuencia lo que los ocultistas deno­
minan «reducción o adición mística», sistema por el cual todo nú­
mero puede ser reducido a la década primordial. En efecto, si los
cuatro arcanos extraídos son, por ejemplo, el 9, el 15, el 18 y el 6,
se tendrá que: 9+15 + 18 + 6 = 48, número superior a los 18 arca­
nos que en ese momento quedan en el mazo; pero 48 es igual
a 4+8 = 12 y, en el caso de que sea necesario, también igual
a 1 + 2 = 3.

69
3
DISCUSIÓN
(Juicio)

1 5 2
AFIRMACIÓN SÍNTESIS NEGACIÓN
(Pro) (Contra)

4
SOLUCIÓN
(Sentencia)

70
que puede interpretarse como sigue :
Afirmación. Pone a la vista lo que es favorable al con­
sultante, e indica lo que le conviene hacer; representa la
cualidad, la virtud, la orientación a seguir, el afecto con el
que se puede contar;
Negación. Designa lo que es hostil o desfavorable, lo que
conviene evitar; representa el defecto, el vicio, el camino
equivocado, los enemigos y las acechanzas ;
Discusión. Aclara sobre el partido a tomar, sobre el género
de resolución que conviene adoptar, sobre la intervención
que será decisiva ;
Solución. Permite presagiar un resultado, tomando en
cuenta el pro y el contra, pero sobre todo la :
Síntesis. Carta que representa personalmente al consul­
tante, y que simboliza también aquello que es capital, de lo
cual todo depende.
Desde ese punto de partida, las relaciones se van
haciendo más complejas y estimulantes, a medida que se
compara por oposición el simbolismo relativo de cada
uno de los arcanos. La parábola de Juicio, que representa
esta mesa, es también una de las más bellas y fecundas me­
táforas que puede componer el Tarot.

Método geomántico de Marteau. Parte de la adapta­


ción de las «figuras» y las «casas» de la geomancia, acaso
la más abstracta de las artes adivinatorias27. El resultado
final, en todo caso, es la extracción de doce láminas, que
27. Los sistemas geománticos figuran entre ios más antiguos
y difundidos métodos de adivinación. Parecen haber alcanzado
su perfeccionamiento entre los árabes, y deberían su vasta difusión
a las conquistas del Islam. El geomántico no precisa otras herra­
mientas adivinatorias que un lápiz y un papel, ya que básicamen­
te su oráculo se obtiene por la construcción y ordenación de figu­
ras a partir de espontáneos trazos verticales. Por su estructura de
figuración geométrica podría ubicarse como arte intermedio entre
el Tarot y la Astrologia.

71
responde cada una a una temàtica diversa, según el siguien­
te cuadro:

1) El carácter, y el empleo que el consultante ha dado


a su vida hasta ese momento.
2) Los bienes y la fortuna material.
3) Hermanos y hermanas, familia en general. Medio am­
biente.
4) Los padres (ascendiente, antepasados).
5) Los hijos (descendencia, continuidad).
6) Enfermedades, servidumbres, sometimientos. Relación
con jefes y subordinados.
7) La conjunción, el adversario. Relación matrimonial,
la pareja.
8) Muerte (decadencia, cambios definitivos de actitud,
pérdida parcial de alguna característica de la vida).
9) Misticismo. Sabiduría, ciencia. Talento.
10) Triunfos, dignidades, trabajos, ocupaciones.
11) Los amigos.
12) Adversidad, obstáculos.

Estas doce primeras cartas deben ser forzosamente ar­


canos mayores, luego de lo cual se mezclan los arcanos
restantes con el resto del m azo28 y se procede a una segun­
da vuelta de doce cartas. Este segundo naipe marca la ten­
dencia hacia el porvenir del primero, y apoya o desmiente
la impresión por él causada. A petición del consultante,

28. Aquí, como en las restantes oportunidades en las que s


aluda al mazo completo para añadir al Tarot, se recomienda el uso
de baraja francesa o de pòker, ya que tiene dos ventajas decisivas
sobre la española : los números del 8 al 10 de cada serie (aunque
hay mazos españoles que incluyen el 8 y el 9), y el mayor valor
simbólico de sus figuras. Aunque iconográficamente el naipe espa­
ñol es heredero más directo del Tarot que el francés, las supre­
siones que ha sufrido en el correr del tiempo lo vuelven inadecuado.

72
puede extraerse una tercera carta para cada una de las casas
en las que la lectura no haya resultado suficientemente
clara.
Una variante es el empleo de la totalidad del mazo, ex*
puesto circulartnente y sobre la base de la docena. La pri­
mera docena, que se expondrá boca arriba, indica el senti­
do general de cada una de las casas ; las siguientes —que se
servirán cerradas, y se descubrirán a medida que lo pre­
cise la lectura— irán indicando el aspecto físico, sentimen­
tal, intelectual y sicológico de éstas. Upa última mano ser­
virá para ensamblar y corroborar esta lectura múltiple de
cada uno de los aspectos.
Método extraído de Piotr Demiánovich Ouspensky. En
Un nuevo modelo del Universo, Ouspensky dedica un capí­
tulo al Tarot, considerándolo como una suerte de libro
sintético de los conocimientos herméticos. Aún cuando el
autor ruso no plantea el nivel adivinatorio del Tarot, sino
más bien su empleo como ejercicio filosófico, puede extraer­
se de sus observaciones por lo menos un modelo de «mesa».
Es la figura compuesta por el punto inserto en un triángulo,
inserto a su vez en un cuadrado, como graficación de los
tres mundos nouménico, psíquico y fenoménico. Esta pro­
puesta enlaza con lo mencionado más arriba sobre los cri­
terios de lectura (vía solar y vía lunar), y puede producir
numerosas combinaciones experimentales.

73
II

LOS ARCANOS MENORES

Un laberinto de significaciones duerme en los veintidós


grabados que constituyen el Tarot propiamente dicho, sin
aparente hilo conductor que justifique la variedad de sus
motivos. Plenas de valor simbólico, estas láminas no descu­
bren, sin embargo, la menor utilidad funcional a quien pre­
tenda ensamblarlas en la totalidad de la baraja. A la mane­
ra de las ilustraciones de un libro de horas, debieron apar­
tarse de la circulación hace tres o cuatro siglos, como una
rèmora pedagógica, cuando la agilidad del naipe descubrió
su destino : ya no tenían nada que hacer en esa fiesta ludi­
ca, entre el estruendo y la sabiduría de los tramposos de
feria, necesitados para sus operaciones de una analogía
elemental, sintética, veloz.
Sin embargo, desde un punto de vista simbólico, este
divorcio no fue definitivo: la organización de sus núme­
ros según la década primordial, la de sus series obedeciendo
al cuaternario, la trinidad de sus figuras, siguen denuncian­
do el origen común. Detrás de las matemáticas elementa­
les de los juegos de mesa, la vieja máquina de filosofar
ha permanecido inalterable.
Las páginas que siguen son un intento de desmontar

75
sus piezas, y un ejercicio complementario para el análisis
y estudio del Tarot adivinatorio.

LOS NÚMEROS. — «Todo está dispuesto conforme al


Número», aseveró Pitágoras en el leros Logos, escrito hace
veinticinco siglos, y llegado hasta nosotros a través del neo-
platónico Jámblico. El mismo Platón no hizo más que
divulgar la definición del maestro, en fragmentos que co­
nocerían la celebridad: «El número es el conocimiento
mismo», dice en el Epinomis, y «todos los elementos re­
cibieron de Dios sus figuras por la acción de las Ideas
y de los Números», en un pasaje largamente comentado
del Timeo. Para Matila C. Ghyka, el pensamiento pi­
tagórico prefiguró no sólo las matemáticas de los dos mi­
lenios posteriores al fulgor de la escuela de Crotona (sólo
supuestamente aniquilada en la matanza de Metaponto),
sino hasta la teoría de conjuntos de Cantor, Russell y Whi-
tehead y, en el terreno de la lógica, la axiomática de Hil­
bert. Si esto es cierto, habrá que aceptar que la división
del conocimiento matemático que divulga en el siglo i
Nicómaco de Gerasa (Theologumena Arithmeticae), ha go­
zado de una supervivencia parecida. Esta división afirma
que la teoría de los números estaba escindida en dos dis­
ciplinas, «la primera, Aritmología (Mística del Número)
de tendencias metafísicas, que se ocupa del Número Puro ;
la segunda, Aritmética propiamente dicha, que trata del nú­
mero científico abstracto, según un método silogístico rigu­
roso de tipo euclidiano». Pero esta última admitía aún una
subdivisión, ya que originaba «una tercera ciencia, o me­
jor, una técnica (lo que hoy llamamos aritmética) relegada
a un grado inferior, (y que) era el Cálculo propiamente dicho
con números concretos», según informa Ghyka. Un escolio
sobre el Carmides de Platón especifica: «La logística (el
cálculo) es la teoría que se ocupa de los objetos enumera­
bles y en ningún caso de los (verdaderos) números».

76
Los gnósticos, durante la infancia del cristianismo, los
cabalistas después, la alquimia, los románticos alemanes
del xix, la corriente junguiana de la psicología contemporá­
nea, retomarán constantemente esta idea cualitativa de la
cantidad a lo largo de los siglos. De estas fuentes y por este
proceso, se ha formado una vasta simbologia del número,
inteligible en sus unidades y en sus correlaciones. «Donde
hay dos elementos — dice Juan-Eduardo Cirlot— , lo ter­
cero aparece en forma de unión de esos dos y luego como
tres, dando lugar a lo cuarto como conexión de los tres, y
así sucesivamente.»
Sigo a Cirlot y a sus comentarios a la teoría psicológica
de Paneth ; a M atila C. Ghyka, y a diversas fuentes tradi­
cionales, para la confección del siguiente resumen simbóli-
co-adivinatorio de los diez números que pueden encontrar­
se en el Tarot.

UNO

Unidad. Principio de la fecundación. Luz. Calor. El que


es. El ser antes de circunscribirse a una apariencia.
Principio activo que se fragmenta para originar la mul­
tiplicidad y se identifica con el centro, con el punto irra­
diante y la potencia suprema.
Alude al estado paradisíaco anterior al bien y el mal
(y, en consecuencia, al estado previo a todo dualismo).
Guénon distingue entre uno y unidad — siguiendo las
especulaciones islámicas— , siendo ésta última un reino ab­
soluto y cerrado en sí mismo, que no admite el paso a la
dualidad. Esta imagen podría relacionarse tal vez con el
Apsú caldeo (el abismo sin fondo anterior a la creación, rei­
terada presencia cosmogónica) o dios más antiguo que Dios,
condenado al vacío eterno por negarse a las fatigas y los
riesgos de la creación (paso de la unidad generadora a la
dualidad que establece ya la presencia de lo otro).

77
DOS

Binario. Androginia. Conflicto originai. Choque de los


opuestos. Pareja carnal todavía sin descendencia. En su as­
pecto negativo es símbolo de la caída y de la noche.
Eco, reflejo, conflicto, contraposición. Inmovilidad mo­
mentánea que se produce cuando las fuerzas opuestas son
iguales (equilibrio en la acción). Ligazón de lo inmortal
a lo mortal, de lo invariante a lo variante. Número de la
sexuación de lo sensible. Esotéricamente se lo considera
nefasto, porque inaugura el dualismo (o sea, la separación
de la unidad) aunque sólo sea transitoriamente, y repre­
senta la etapa más precaria del camino iniciático.
Equilibrio en tensión, experiencia de lo escindido : pro­
blema, necesidad de análisis, partimiento, descomposición
interior o lucha contra alguien.
Parece deberse a Moderato de Cádiz — matemático es­
pañol contemporáneo de Nerón— esta velada certeza:
«UNO es la idea de identidad, de unidad, de concordia y de
simpatía en el Mundo ; DOS la idea de “lo otro”, la discri­
minación y desigualdad.»

TRES

Trinidad. Orden del ternario. Resolución armónica del


conflicto de la caída. Incorporación del espíritu al binario.
E n la pareja: hijo.
Síntesis espiritual. Fórmula de cada uno de los mun­
dos creados. Concierne al número de principios y expresa lo
suficiente, el desenvolvimiento de la unidad en su propio
interior. Número de la idea del Cielo.
Síntesis biológica (el individuo con su padre y su madre ;
con su mujer y su hijo ; con su padre y su hijo).
Representa la totalidad armónica del hombre, de acuer-

78
do a la teoria esoterica de la composición trinitaria (espí­
ritu -» alma o psiquis -> cuerpo).

CUATRO

Cuaternario. La dualidad binaria llevada al mundo y al


acontecer, pero con signo invertido (ahora positivo) por el
pasaje por el tres. Organización racional. Realizaciones tan­
gibles. Orden terrestre (las estaciones, los puntos cardina­
les, etc.).
La doble partición (dos y dos) ya no significa separar,
como en el número 2, sino ordenar lo separado.
Alude al Nombre de Dios (Tetragrammaton), y con ello
a toda organización diferenciada y susceptible de nombre
(identidad).

CINCO

Número de la virilidad y del amor. Armonía del cuer­


po (cabeza y extremidades; sexo y extremidades; los de­
dos de la mano con el pulgar opuesto). Erotismo, salud.
Número de la primavera.
La quintaesencia actuando sobre la materia. Los cuatro
puntos cardinales y su centro. Unión del cielo (tres) y de la
tierra (dos). Principio de la simetría pentagonal, frecuente
en la naturaleza orgánica. Sección áurea, divina proporción.
Los cinco sentidos y, por lo tanto, las formas sensibles
de la materia. Caracteriza la plenitud orgánica de la vida,
en oposición a la rigidez de la muerte.
Péntada, o mitad exacta de la Década pitagórica. Emble­
ma del Microcosmos. Amor, como principio de fecundidad
y generación.

79
/
SEIS

Símbolo dialéctico de la conducta humana (acción im­


pulsiva + tendencia al equilibrio). Número de la prueba y
del esfuerzo (sexto día de la Creación). Pórtico, pasaje.
Por su carácter de reunión, número del hermafrodita.
Ambigüedad. Para Clemente de Alejandría, sin embar­
go, era el número sexual por excelencia en ciertas comuni­
dades pitagóricas (probablemente a causa de ser producto
de la doble multiplicación que puede hacerse entre el pri­
mer número femenino [dos] y el primero masculino [tres] :
2 X 3, y 3 X 2 = 6).

SIETE

Suma del orden espiritual o mental, y del terrestre (o de


la comunicación con el exterior). Símbolo del ciclo (las no­
tas de la escala, los colores, los planetas). Número de la
virginidad. Se lo relaciona también con el dolor.
Reúne los órdenes del temario y el cuaternario, por
lo que propone una casi interminable lectura simbólica. Es
acaso el más variadamente representado (días de la semana,
fases de la luna, pecados capitales, períodos de calamida­
des), y no parece casual que ocupe un lugar de excepción
en la baraja (siete de oros, setentas).
Por ser el más elevado de los números primos de la dé­
cada, se lo considera como símbolo de conflicto irreducti­
ble, de complejo insoluble. Este mismo carácter de indivi­
sible lo asocia a la virginidad: «Mientras es fácil dividir un
círculo en tres o cinco partes iguales — dice Ghyka— , sien­
do 3 y 5 los otros dos números primos de la década, es
imposible dividirlo en siete por una construcción euclidiana
rigurosa. Esto fue demostrado por Gauss sólo a comienzos
del sigilo pasado».

80
OCHO

Regeneración. Expectativa. Último tramo. Número de la


reflexión y del silencio.
Octógono, o forma intermediaria entre el cuadrado (or­
den terrestre) y el círculo (orden de la eternidad). Por este
simbolismo religatorio, fue en la Edad Media número em­
blemático de las aguas bautismales.
Horizontalizado, es el signo matemático del Infinito.

NUEVE

Triángulo del ternario. Imagen dinámica de los tres


mundos (corporal, intelectual o psíquico, espiritual). Princi­
pio de armonía. Número de la verdad.
Límite de la serie antes de su retomo a la unidad.
Multiplicado, se reproduce siempre a sí mismo (ver nota
número 26), por lo que los cabalistas aluden con él a la
evidencia de la verdad que no puede soslayarse. Preside
también los ritos medicinales.
Como cuadrado del 3 representa la comunión del pensa­
dor con su pensamiento y con la cosa pensada.
Wirth otorga gran importancia al orden de la enéada
para la investigación de ejercicios combinatorios con el
Tarot.

DIEZ

Reunión del Ser y el no-Ser, la nada y la unidad en el


momento de la madurez. Fuerza y equilibrio. La pareja en
su plenitud creadora. Superación de la androginia en la
fusión.
La década se relaciona con la tétrada (1 + 2 + 3 + 4 = 1 0 ),
y en ese sentido es la realización y cumplimiento del orden

81
terrenal. Simboliza el fin de un ciclo y el comienzo de otro.
También, la totalidad del universo, pues eleva todas las
cosas a la unidad. Nicómaco de Gerasa lo llamó «la me­
dida para el todo, como una escuadra y una cuerda en ma­
nos del Ordenador», y los pitagóricos en general lo consi­
deraron el más perfecto de los números.
Por contener al uno y al cero, es la resolución armóni­
ca de los opuestos. En su representación gráfica, es el signo
de la cópula (10 = 1, pene + 0, vagina).

LAS SERIES. — Tanto en la baraja española como en la


francesa, así como en variedades menores (la bellota ale­
mana, las cartas provenzales), el naipe occidental mantiene
constante el número de sus series o palos; siempre son
cuatro. El mazo francés — sin duda el más estilizado— ha
producido inclusive una síntesis de los colores (rojo y negro)
en oposición al tradicional abigarramiento heredado de la
baraja iluminada, pero su número de series ha perma­
necido invariable.
Esta invariante permite una especulación simbólica de
fascinante fertilidad, apenas se la relaciona con el poblado
mundo analógico del cuaternario.
Se ha visto, en el resumen sintético de los números,
el carácter de orden terrestre y de organización racional
que se atribuye al cuatro. Sobre su importancia acota Cirlot
que «tiene además un fundamento estadístico: el cuadrado
es la forma más utilizada por el hombre». En sus dos nive­
les verificables (como cuaternario organizador, como Te-
tramorfos místico) la idea del cuatro aparece casi sin excep­
ciones en la fronda mitológica, religiosa y artística de las
diversas culturas. Desde el tiempo (las cuatro estaciones)
y el espacio (los puntos cardinales) hasta las alegorías (los
cuatro ríos del paraíso) la organización del mundo es ma-
yoritariamente cuaternaria. Inclusive en la periodicidad se-

82
manal y en el dodecanario anual, puede verse claramente
su huella (se trata de las dos operaciones elementales que
puede realizar con el temario : 4 + 3, en el primer caso,
y 4 x 3 , en el segundo; por sustracción, retoma a la
unidad).
Esta riqueza ordenadora, no podía ser desaprovechada
por los investigadores del Tarot, que ven en las series desde
las edades del hombre, hasta la organización por clases de
la sociedad. Muchos de estos análisis no concuerdan en uno
o varios puntos, por lo que he preferido sintetizarlos en un
cuadro general, que abarca las especulaciones corrobora­
das por la mayoría.

BASTO (Trébol, Vara)

Bastón augurai o vara mágica, insignia de comandancia,


cetro de dominación viril, emblema del poder generador
masculino. El Padre.
En el plano de la identidad individual representa la
fuerza.
Socialmente corresponde a los políticos, obreros, em­
pleados y campesinos. Se lo relaciona con el gobierno civil.
Es la tierra, entre los elementos naturales.
El otoño, entre las estaciones.
El rey, entre las figuras de la baraja.
Los gnomos, entre los espíritus elementales.
El toro o buey (San Lucas) entre los animales evangé­
licos de la visión de Ezequiel.
Es el Oeste, que en los ritos solares del Emperador de
la China se identificaba con el tigre blanco. Es la madurez,
el atardecer y la luna menguante.

83
COPA (Corazón, Ánfora)

Ánfora adivinatoria, receptividad femenina, tanto inte­


lectual como física. La Madre.
En el plano de la identidad individual representa la sen­
sibilidad, el amor, los ideales, la creación artística.
Socialmente corresponde a los intelectuales, los artistas,
los sacerdotes y los científicos. Se lo relaciona con el poder
adquirido por la cultura.
Es el agua, entre los elementos naturales.
El invierno, entre las estaciones.
La dama, entre las figuras de la baraja.
Las ondinas y las sirenas, entre los espíritus elementales.
El león (San Marcos) entre los animales evangélicos de
la visión de Ezequiel.
Es el Norte, que en los ritos solares del Emperador de la
China se identificaba con la tortuga negra. Es la vejez, la
noche y la luna nueva.

ESPADA (Pica, Hacha)

Arma que dibuja una cruz y recuerda también la unión


fecunda de los principios masculino y femenino; fusión,
cooperación de los contrarios. La espada simboliza también
una acción penetrante como la del Verbo, o la del Hijo.
En el plano de la identidad individual representa la ma­
durez y el equilibrio.
Socialmente corresponde a los militares y los guerrille­
ros ; a toda actividad que tom las armas para mantener un
orden o modificarlo. Se lo relaciona con el poder apoyado
por la fuerza.
Es el aire, entre los elementos naturales.
La primavera, entre las estaciones.
El caballero, entre las figuras de la baraja.

84
Los silfos y los gigantes, entre los espíritus elementales.
El águila (San Juan) entre los animales evangélicos de la
visión de Ezequiel.
Es el Este, que en los ritos solares del Emperador de la
China se identificaba con el dragón azul. Es la infancia, el
amanecer y la luna creciente.

ORO (Diamante, Rueda, Estrella, Pentáculo)

Signo de apoyo de la voluntad, materia condensadora


de la acción espiritual; síntesis que reúne al temario con
la unidad. Trinidad, o Tri-unidad.
En el plano de la identidad individual representa la
inteligencia, el esfuerzo, el estudio.
Socialmente corresponde a la burguesía, las finanzas, el
comercio y los bienes patrimoniales. Se lo relaciona con
el poder económico.
Es el fuego, entre los elementos naturales.
El verano, entre las estaciones.
La sota o valet, entre las figuras de la baraja.
Las salamandras, entre los espíritus elementales.
El hombre alado (San Mateo) entre los animales evan­
gélicos de la visión de Ezequiel.
Es el Sur, que en los ritos solares del Emperador de la
China se identificaba con el pájaro rojo. Es la juventud, el
mediodía y la luna llena.

LAS FIGURAS. — Personajes intermediarios entre la abs­


tracción de los números y los concretos arcanos Mayo­
res, las figuras ocupan un puesto dual en la baraja: en­
cadenadas a la servidumbre ordenadora de las series, son
también como borradores del despliegue simbólico de las
cartas no seriadas; prefiguran algunos de sus modelos,
parte de su temática.

85
Como si esta misma ambigüedad les quitase esplendor,
han sido el sector más abandonado por los investigadores
del Tarot. Su propia descendencia :—mutilada inexplica­
blemente— es un misterio que tolera sólo hipótesis con­
tradictorias. En efecto, y como parece lógico, las figuras del
Tarot obedecen al mismo orden del cuaternario (cuatro
series de cuatro figuras) que pudo verse en la organización
de los palos, y forman con éstos (14 = 1 + 4) la relación
mandálica del Tetramorfos o resolución del cuatro en
la unidad. Estas relaciones se quiebran inexplicablemente
en sus herederas más notables —la baraja francesa y la es­
pañola— que suprimen arbitrariamente una de las figuras
de la serie, del modo que puede verse en el siguiente
cuadro :

TAROT REY DAMA CABALLERO SOTA


ESPAÑOLA REY — CABALLERO SOTA
FRANCESA REY DAMA — SOTA

Por lo que respecta a la española, es probable que esta


supresión se haya establecido para beneficiarse de las po­
sibilidades combinatorias de la década (ya que en las cartas
de número, el naipe español va del as al siete), pero en la
francesa no se explica sino por una desconocida conven­
ción lúcida29.
En cuanto al simbolismo general de las figuras, puede
intentarse un análisis de su sentido — siquiera sea alegóri­
co— señalando de paso algunas de sus características ico­
nográficas individuales.

29. La simplicidad de algunos comentaristas pretende adjudi­


car todo lo inexplicable a la casualidad. Es el caso de las letras
que caracterizan a las figuras de la baraja de pòker : J para el valet,

86
EL REY

Desde las tradiciones más antiguas, el rey puede ser


considerado como modelo del protohéroe (el nacimiento de
los héroes propiamente dichos, no sería más que una socia­
lización de este concepto). Como imagen arquetípica es
la representación del hombre universal; el Adam Kad-
mon de los cabalistas, o Adán terrestre, llevando a su po­
tenciación extrema el desarrollo espiritual en la carnali­
dad. Como Adán, es también metáfora transparente de
padre, de fundador de pueblos, de poder generador. En un
plano iniciático es el que ha concluido su camino, el guru
o instructor, y puede relacionárselo con el Ermitaño (VIIII)
del Tarot. Por analogía simbólica se le atribuye familiari­
dad con el Sol entre los planetas, con Júpiter entre los dio­
ses, con el oro entre los metales, y su dignidad se otorga
siempre al grado más alto de evolución o grandeza de una
especie (como es el caso del león, rey de la selva). La co­
rona, su elemento característico, es símbolo universal de
realización, de obra concluida, de dignidad intransferible, y
supone la culminación de la trayectoria individual en busca
de la identidad.
En el Tarot, dos de los reyes (copas y oros) son barba­
dos y ancianos, en tanto que los otros dos son jóvenes y
lampiños ; el de oros es el único que no tiene corona, sino
un sombrero aludo, y cuyo trono se encuentra al aire libre,
sobre un suelo de tierra ; el de espadas recuerda al prota­
gonista de El Carro (VII) por los crecientes lunares que
adornan sus hombros; el de bastos es el único que se en-

Q para la dama, y K para el rey. Es evidente que la Q intermedia


rompe la continuidad abecedaria, y que tampoco corresponden a
iniciales francesas de los nombres de los protagonistas. Pero sí
cobran sentido en inglés (Joker, Queen, King), idioma que debió
imponerlas en un momento difícil de precisar.

87
cuentra de frente y con las piernas separadas ; el de copas
alude probablemente a Neptuno por el aspecto flotante de
su vestimenta, y por el simbolismo acuático de la serie.

LA DAMA

Su simbolismo se relaciona con la serie de las copas,


y con todo lo que alude a ánfora, cueva, recipiente que
contiene, capacidad femenina de concepción y desarrollo
interno de lo concebido. En un primer nivel, la dama es cla­
ramente La Madre, pero la importancia de este papel varía
según se la considere en correspondencia con cada una de
las otras tres figuras, masculinas en su totalidad. Para reali­
zar este ternario en sí misma, es evidente que debe ser hija
del rey, esposa del caballero y madre de la sota, pero las
variables interpretativas son múltiples y no excluyen situa­
ciones menos respetables. Como quiera que sea, es evidente
que le corresponde todo el simbolismo de lo femenino y
que reúne — en un plano más modesto— la significación
de los arcanos II, III, V ili, XI y XVIII. En un plano ini-
ciático representa las diversas etapas de la vía húmeda, y
por analogía se la asocia a la Luna, a Venus y a la plata.
Es la Eva paradisíaca, pero también la Lilith de las tradi­
ciones talmúdicas, y la Isis de los misterios. Considerada en
su relación con el rey, es la imagen más perfecta de la hiero-
gamia, o matrimonio del cielo y de la tierra.
Tres de las reinas del Tarot son rubias, y sólo ima (la
de oros) es morena, siendo también la única que aparece de
perfil. Las reinas de copas y de oros llevan cetro en su
mano izquierda, aparte del distintivo de la serie que empu­
ñan en la derecha ; la de espadas tiene trono con espaldar,
la de oros con medio espaldar, y las otras dos ocultan el
suyo con sus vestiduras. Los pies de las cuatro figuras están
ocultos. La reina de espadas apoya la mano izquierda sobre

88
la comba de su vientre, en un gesto que la iconografía rela­
ciona con las mujeres embarazadas.

EL CABALLERO

La figura del caballero es tal vez la más rica en cuanto


a sus posibilidades de especulación histórica, ya que res­
ponde a un simbolismo menos universal y arquetípico y,
concretamente, relacionado con el ritual de las órdenes de
caballería. En este sentido es interesante anotar la coinci­
dencia entre el período de formación del Tarot, y la exis­
tencia histórica y legendaria de la Orden de los Templarios,
fundada bajo los muros de Jerusalén en 1118, y aniquilada
por la alianza de Clemente V y Felipe el Hermoso, entre
1307 y 1314. El carácter esotérico a la Orden, su ritualismo,
sus probados contactos con los sobrevivientes orientales de
la gnosis alejandrina, su fin espectacular, por último, debie­
ron influir muy probablemente en la visión totalizadora que
les imagiers du Moyen Age proyectaron sobre el Tarot. La
convocatoria terrible de Jacques de Molay en la pira del
tormento, fue largamente comentada entre los iniciados
medievales y no es imposible que la sombra de los blan­
cos caballeros haya dado origen al personaje que rompe
el simbolismo trinitario y familiar de las figuras del Tarot.
En un sentido más general, puede decirse que el sim­
bolismo de la cabalgadura está siempre relacionado con el
intermediario entre el mundo inferior o terrestre, y el logos30

30. Jacques de Molay, Gran Maestre del Temple, fue quema­


do vivo en la plaza de la Delfina, en París, la mañana del 18 de
marzo de 1314. Ya en el patíbulo, negó públicamente todo el ca­
pítulo de cargos contra la Orden, y convocó a sus victimarios a
comparecer ese mismo año para dirimir el pleito ante el tribunal
de Dios. Clemente murió el 20 de abril, apenas transcurrido un
mes, y Felipe poco más tarde, el 29 de noviembre de 1314.

89
o espíritu que prevalece sobre la materia, representado por
el caballero. Esta figura encontrará su explicitación en los
arcanos V I y VII, y en el aspecto iniciático corresponde
al período de los trabajos y los esfuerzos concretos para
la realización. Psicológicamente alude a los estados inter­
medios o transmutatorios, presentes también en la fase
transformadora de la Gran Obra alquímica.
Tres de los caballos del Tarot son aproximadamente
idénticos, de color carne y con cascos azules, pero el de
bastos es blanco y su cuerpo está cubierto por una manta.
Uno sólo de los caballeros — el de espadas— luce arma­
dura y yelmo; dos de ellos — bastos y oros— están toca­
dos con sombrero, y el cuarto se presenta a cabeza descu­
bierta. Los cuatro son jóvenes y lampiños, y llevan el atri­
buto de su serie ; los de copas y oros en la mano derecha, y
los otros dos en la izquierda. Tres de los caballos marchan
de derecha a izquierda, pero el de oros lo hace en dirección
opuesta.

LA SOTA

Su simbolismo básico es el de hijo, en un sentido está­


tico, y el de mensajero o peregrino, en un sentido dinámico.
Es el resolvedor de los conflictos emanados de las otras tres
figuras y, por contraposición, el grado primario de la vía
iniciática. En este sentido —y también por su riqueza po­
tencial— se relaciona con los Arcanos I, X II y XXII.
Dos de las sotas del Tarot (copas y bastos) están en ac­
titud de marcha ; la primera hacia la izquierda, y la segunda
hacia la derecha. Las otras dos permanecen de pie, de fren­
te, y con las piernas separadas. Portan los atributos de
sus series, y van tocados con sombrero (espadas y oros) y
gorra (bastos). La sota de copas tiene la cabeza descubierta,
y un birrete amarillo en su mano izquierda: la copa que

90
lleva en la derecha está a medias cubierta por un pliegue de
su manto, lo que le dá un aspecto de cáliz consagrado.

RESÚMENES ADIVINATORIOS. — A manera de com­


plemento de los análisis hechos hasta aquí sobre los arcanos
menores, se agregan los cuadros que pueden verse en las pá­
ginas siguientes. Tienen el valor de resúmenes prospectivos,
y son una buena base para el entrenamiento analógico por
sus valores intercambiables. Pero no constituyen tablas me­
cánicas de lectura, como no podrían serlo tampoco las sínte­
sis adivinatorias proporcionadas más adelante para cada
uno de los Arcanos Mayores.
No debe olvidarse que el Tarot es, fundamentalmente,
un arte combinatorio; vale decir, un lenguaje. Reducirlo
a sus reglas — aún cuando sé deba partir de ellas— es des­
preciar la mayor parte de su riqueza, ya que cada carta se
lee por oposición, fundido, contraste o analogía con todas
y cada una de las restantes que forman una tirada, y la to­
talidad del mazo no es en verdad más que una caja de
propuestas imaginarias.
Despojada de sus planos de significación, una frase no
será más que un conjunto de funciones gramaticales. Pero
es el contenido, y no la sintaxis, lo que un lector aspira a
percibir de toda literatura.
Los cuadros I, II y III, corresponden al simbolismo adi­
vinatorio de las figuras (baraja de pòker), y están extraídos
de las definiciones estudiadas por Gwen le Scouézec (Ency-
clopédie de la Divination, París, 1965; págs. 257/271).
Representan a los cuatro métodos de lectura más antiguos
y populares usados en Europa. En la primera columna se
da la definición del llamado «Antiguo Método Simbólico» ;
en la segunda la que corresponde al sintético método ita­
liano; en la tercera el método francés, y en la cuarta un
extracto del tan famoso como arbitrario «Grand Etteilla»,

91
del peluquero Alliette. Salvo en el caso del método italiano,
los respectivos oráculos tienen sentido positivo y negativo:
para indicar esta fragmentación de la lectura, se ha usa­
do el signo /.
Los cuadros IV, V, VI y VII, relatan también el simbo­
lismo adivinatorio de las figuras, tomando como referen­
cia distintos autores y métodos populares de lectura. En
este caso se ejemplifican las cuatro figuras del Tarot ori­
ginal, por lo que el sistema de relaciones queda incompleto
en caso de usar baraja española o francesa. Para el uso ar­
bitrario de las series, se ha preferido remitirlas a sus nom­
bres españoles.
El cuadro VIII, es un resumen cabalístico de la simbo­
logia de las series y de los números, establecido por Dion
Fortune en un análisis de los Sephiroth (La Càbala Místi­
ca, Buenos Aires, 1966).

92
C u a d ro I - E L REY

Personaje útil Hombre casa­ L le g a d a de


a las deman­ do o viudo. un pariente /
das y proyec­ Amigo more­ Amigo fie l. Amigo seve­
TREBOL

tos del consul­ no. Para una mu­ ro.


tante / Puede chacha, casa­
h a b e r retra­ miento con
sos. q u ie n ama.
Para un hom­
bre, rival.

Z Hombre p o - Amigo rubio. Hombre casa- Hombre bien-


O deroso / Obs- do o viudo. aventurado /
N
< táculos para Amigo entra- H o s tilid a d
o p r o te g e r al fiable. Se pue- por parte de
o consultante. de confiar. un hombre.

F u n cio n a rio Hombre mo- Falso amigo. Hombre toga-


hostil al con- reno m a lin - Mal p a d re . 'o, académi-
sultante/Pro- tencionado. Marido bru- co o profesor
ceso perdido. tal y avaro. / Dificultades.
ü Para un hom­
bre: rival. Pa­
ra una mujer:
amante.

Enemigo, trai- Hombre ru - Hombre casa- Hombre bien-


e dor / Adver- bio con las do o viudo, venido / Vi-
z sano muy pe- peores inten- extranjero e CÍOSO.
< ligroso por su ciones para el insolente. Di-
hipocresía. consultante. fícil en los
<
negocios, vo­
s luble en el
amor.

93
C u adro II - LA DA M A o R E IN A

Buena mujer Mujer casada L le g a d a de


que am a al o viuda. Ami­ una mujer de
DIAMANTE

consultante y Amiga more­ ga fiel. Aman­ la familia con


està contenta na. te. Para una la que no se
con él / Des­ mujer: rival; vive / Una
confiar de una para un hom­ mujer se opo­
amiga more­ bre: casamien­ ne.
na. to.

Mujer virtuo- Amiga afee- Mujer queri-


? sa de la que tuosa. Presa- ble / Amistad
o pueden espe- gio alegre en con una mu-
N Mujer rubia
< rarse servicios servicial. general. Rival jer.
OS / Retraso en de las mujeres
o
u las esperan- y amante de
zas. los hombres.

Viuda triste y Viuda more- Mala mujer. Viudez, divor-


c atormentada / na, triste y oelosa y ren- ció, separa-
y D e se a una envidiosa. corosa. Des- ción / Mala
Su
nueva pareja. favorable en mujer.
todo.

Mujer influ- Mujer extran- Mujer apasio-


yente, pérfida ra. I n s u l s a , nada / Reía-
o y calumniado- Rubia malva- celosa. Tiene c i o n e s con
« ra / Perjuicio da. v a l o r varia- una mujer
fià notable a cau- ble, con ten- poco virtuo-
H sa de enemi- dencia negati- sa.
ga rubia. va.

94
C u a d ro U I - E L V A LET o SOTA

J Casamiento / Hijo fiel. Tentativa de


o Oposición de Amante. Amigo favo­ unir / Inten­
n los padres a rable. to de desunir.
«
la unión espe­
$ rada.

Hombre joven Joven de bue- Honores que


o uniformado Hombre joven nos sentimien- no serán a-
o .trata de ser y rubio es fa- tos. Para una provechados.
N útil / Incon- v o r a b l e al muchacha: su / Traición.
< venientes pa­ consultante. pretendiente.

O ra q u e esa
<J ayuda se con­
crete.

Hombre joven Hombre joven Muchacho a- Dificultades


< y moreno, es y moreno es- varo, cruel y con un hom-
y negativo / tá triste. orgulloso. bre uniforma-
ÇU Traición de Traidor. do. / Neceda­
su parte. des.

w
H Mensajero de Soldado o ci- Joven extran- Hombre ser-
malas noticias vil joven, ru- jero es intere- viciai. / Nin-
JS / Guerrero bio, será per- sado y adula- guna ayuda.
< peligroso. verso. dor.
5

95
C u adro I V - EL REY

Arquetipo de padre. Autoridad civil y religiosa, Nociones de


obediencia y jerarquía. Ley. Superyo.
Corresponde a los bastos y los tréboles.

BASTO | COPA | ESPADA ORO

El amigo. El jefe. El rival. El padre.

Magistrado ve­ Amigo fiel. / P e r s o n a peli­ Hombre leal y


nal. / Proceso Avaro. grosa. / Pelea potente. / Con
perdido. con un amigo. buena voluntad
pero inoperan­
te.

Cuadro V - LA DAMA

Elemento femenino y maternal. Doble aspecto de fecundidad y


virginidad. Atracción sexual y protección. Simbolismo lunar.
Agua, mar. Corresponde a las copas y los corazones.

BASTO COPA ESPADA ORO

La amiga. La hermana. La mujer. La madre.

V i u d a , divor­ Amorosa y apa­ Calumniadora. H onrada y


ciada, abando­ cible. / Reacia / Causa daño. amorosa. / So­
nada. / Busca al matrimonio. breprotectora y
nueva pareja. frívola.

96
C u adro V I - E L CABALLERO

Dinamismo unificador. Pasaje del ternario al cuaternario. Aman­


te. Hijo mayor. Corresponde a las espadas y las picas.

BASTO COPA ESPADA ORO

El protector. El hijo. El enemigo. El marido.

Peligra la li­ Alegre y vivi­ N o tic ia tergi­ Enamorado. /


bertad. / Peli­ dor. / Celoso y versada. / Ma­ Embustero.
gro de traicio­ rechazado. las noticias.
nes.

Cuadro V II LA SOTA

Producto, fruto, acabamiento de las cosas. Hijo (¿menor?). El


amor y la lucha entre padre y madre, se realizan y continúan
en él. Corresponde a los oros y los diamantes.

BASTO COPA ESPADA ORO

El pariente. El deudor. El acreedor. El hermano.

F r a c a s o , pri­ Gozo, sorpresa. Viaje. / Viaje Fortuna. / Fan­


sión, desgracia. / Ligera inquie­ fallido. farronería.
/ Lo mismo, tud.
pero atenuado.

97

El Tarot, 4
C u adro V i l i - LAS SERIES Y LOS NÚM EROS

BASTOS COPAS ESPADAS OROS

UNO La raíz de los La raíz de los La raíz de los La raíz de los


p o d e re s del p o d e re s del p o d e re s del poderes de la
Fuego. Agua. Aire. Tierra.

DOS Dominio. Amor. Paz restable­ C a m b i o ar­


cida. monioso.

TRES A f i r m a c i ó n Abundancia. | A m a r g u r a . Trabajos ma­


de la fuerza. ! Dolor. Pesa- teriales.
! dumbre. In­
fortunio.
i
CUATRO Obra o traba­ Placer. Descanso des­ Poder terre­
jo perfeccio­ pués de la lu­ no.
nado. cha.

CINCO La lucha. Placer turbio. Derrota. Conflicto ma­


terial.

SEIS Victoria. Alegría. Éxito mereci­ É x i t o mate­


do. rial.

s ie t e valor. Éx i to iluso­ Esfuerzo inú­ Fracaso.


rio. til.

OCHO Rapidez. Éxito abando­ Fuerza amor­ Prudencia.


nado. tiguada.

NUEVE Gran fuerza. Dicha mate­ Crueldad, de­ Ganancia ma­


rial. sesperación. terial.

DIEZ Opresión. Éxito perfec­ Ruina. Opulencia.


to.

98
Ili

LOS ARCANOS MAYORES

Para la exposición del significado de cada uno de los


veintidós Arcanos Mayores, he preferido un método que
alude a su propio carácter referencial, a sus posibilidades
combinatorias. Sabemos que la lectura de un sólo naipe es
ambigua, escasa, contradictoria, por muy profundo que sea
el análisis que de él se haga, ya que el oráculo depende de
las relaciones antes que de las imágenes estrictas. Para
soslayar esta impotencia, he desarmado las fuentes en un
abanico de seis posibilidades en relación a cada arcano:
cada una de ellas es una lectura parcial ; su conjunto, una
suerte de prisma de varia lección ; su destinatario, la mira­
da individual del adivino.
El oráculo es mudable, como los hombres que lo in­
terrogan. Si acudo a algunos de ellos, es sólo porque se han
preocupado particularmente en desentrañarlo, y su expe­
riencia merece ser tomada en cuenta como punto de par­
tida. Así, las referencias a Wirth, Ouspensky o Marteau no
son en modo alguno canónicas, sino producto de la nece­
sidad de establecer un modelo operativo. Se nos dice que el
Tarot carece de autor ; que es fruto de una suma de hom­
bres, de la paciencia de los siglos. Podemos imaginar que

99
esta propuesta se completa en el otro extremo de la ecua­
ción: nadie acabará de leer este libro que no ha escrito
nadie, porque la mirada que lo lee vuelve a escribirlo, y
si convierte las formas en palabras durante el corto tiempo
que dura una lectura, es sólo para encamar en un fantasma
el río imaginario; para usar de esas formas lo que ellas
tienen de sensibles, y devolverlas al silencio.

La descripción de cada Arcano, estará pues dividida en


seis breves capítulos, desglosables como sigue :

I. Descripción objetiva de la lámina según su aspecto fí­


sico, de acuerdo al modelo propuesto por Gwen Le
Scouézec (Encyclopédie de la Divination; páginas
280/331).
II. Interpretación histórica e iconográfica, siguiendo las
investigaciones de Gérard van Rijneberk en Le Tarot.
Histoire, Iconographie, Esotérisme.
III. Interpretación adivinatoria de Éliphas Lévi (extraída
de Dogme et Rituel de la Haute Magie), a la que
puede considerarse como precursora de los más deta­
llados intentos posteriores.
IV. Interpretación adivinatoria de Oswald Wirth, quien
plantea ya la división entre lectura positiva y lec­
tura negativa, a partir de un análisis general previo
(Les imagiers du Moyen Age; págs. 287/294).
V. Interpretación adivinatoria de Paul Marteau (Le Tarot
de Marseille), quien divide los planos de significación
en mental (debe entenderse también como intelectual,
y relativo al espíritu), anímico (psicológico) y físico,
agregando un comentario sobre el sentido negativo
en general.
VI. Ampliación y análisis de los capítulos precedentes,

100
confrontados también con opiniones de Juan-Eduar-
do Cirlot, Madia C. Ghyka, Piotr Demiànovich
Ouspensky, Iglesias Janeiro, Dion Fortune, los códices
reunidos por M. Maestri y otras fuentes tradicionales.

101
I. EL PRESTIDIGITADOR31

Un prestidigitador, de pie ante la mesa donde dispone


sus instrumentos, sostiene una esfera (o un disco) amarilla
entre el pulgar y el índice de la mano derecha, mientras
con su mano izquierda dirige oblicuamente hacia el suelo
una corta varilla.
El personaje está representado de frente, con el rostro
vuelto hacia la izquierda32, tocado con un sombrero rojo,
amarillo y verde, cuya forma recuerda el signo algebraico
del infinito <*>. Unos cabellos blancos, terminados en bucles
rubios, escapan de este curioso sombrero. Viste una túnica
azul y roja, con mangas ornadas de amarillo, ceñida por un
cinto de este último color.
Sobre la mesa, de la que no se ven más que tres patas,
hay diversos objetos ; un vaso, tres pequeños discos amon­
tonados, dos dados y un bolso, son de color amarillo ; cua-

31. El término bateleur, admite también ser traducido como


titiritero, malabarista, bufón, acróbata o cómico de la legua. He
elegido sin embargo prestidigitador, por considerarlo el más acor­
de con el dinámico y ubicuo simbolismo del personaje.
32. En las referencias externas al protagonista de la lámina,
se considerará siempre izquierda y derecha del espectador.

102
tro discos más, distribuidos en dos montones, son rojos
como el cubilete que se encuentra en medio de ellos; un
cuchillo azul, con la hoja desnuda, tiene a su lado una
funda del mismo color.
El prestidigitador está sólo, en medio de una campiña
árida. Un suelo desnudo, alimenta tres matas de hierba:
en el horizonte, un árbol se dibuja contra el cielo incoloro.

n
Desde la antigüedad clásica son conocidos estos perso­
najes que se ganaban la vida haciendo admirar por el pú­
blico sus habilidades. Su oficio se combinaba muy frecuen­
temente con la danza y con la charlatanería, transcurriendo
su tiempo entre el vagabundeo de las ferias. Ya Cicerón
habla, en su defensa de Cluentius, de uno de estos charlata­
nes ambulantes: «Pharmacopola circumforaneus». Rute-
beuf, poeta francés del siglo xm, les dedicó una composi­
ción satírica. No hay muchas más huellas literarias de su
paso por la cultura europea, pero fue — en compensación—
personaje prestigioso de las artes gráficas desde los primeros
tiempos. Los grabados medievales suelen mostrarlo desem­
peñando sus suertes, ante una pareja de espectadores absor­
tos. El Tarot suprime a estos testigos, y agrega numerosos
detalles originales (la mesa de tres patas, la posición de
piernas y brazos del protagonista, entre otros), pero su pa­
rentesco con los grabados de feria es evidente.
Puede aún agregarse que, en el mundo islámico, el Pres­
tidigitador fue también personaje de vasta popularidad.
Merecen mencionarse, en la literatura árabe, las Memorias
de Gaubari, malabarista y charlatán que — en el siglo vil—
vagabundeó por todas las regiones sometidas al Islam, y el
Tratado de Zarkhuri (hacia el 802) sobre el arte y la figura
del prestidigitador.

103
Ili

El ser, el espíritu, el hombre o Dios; el espíritu que


puede comprenderse33; la unidad madre de los números, la
sustancia primordial34.

IV

Punto de partida. Causa primera. Influencia mercuriana.


POSITIVO. — Destreza, habilidad, finura diplomática,
elocuencia, capacidad para convencer, espíritu alerta, inte­
ligencia pronta, hombre inquieto en sus actividades y ne­
gocios.
NEGATIVO. — Charlatán persuasivo, sugestionador,
ilusionista, intrigante, arribista, politiquero, impostor, men­
tiroso, explotador de inocentes. Agitación vana, ausencia
de escrúpulos.

MENTAL. — Facilidad combinatoria, apropiación in­


teligente de los elementos y de los temas que se presentan
al espíritu.
ANÍMICO. — Psicología materialista; es decir, ten­
diente a la búsqueda de las sensaciones, representada por
el vigor del personaje y por su cualidad de creador. Gene­
rosidad unida a la cortesía. Fecundidad en todos los sen­
tidos.
FÍSICO. — Fuerte vitalidad y poder sobre las enferme-

33. La parte de él que es accesible al raciocinio e intelecto


humanos.
34. Alude a lo que los alquimistas consideraban como primer
estado de la materialidad, o forma sensible del principio espiritual.

104
dades de orden mental o nervioso, obsesiones y neurosis.
Esta carta otorga una tendencia favorable, pero no asegura
la curación. Para conocer el diagnóstico habrá que conside­
rar la carta vecina. Tendencia a la dispersión en las accio­
nes, falta de unidad en los procesos operativos (indicada
por la enorme diversidad de combinaciones realizables con
los objetos colocados sobre la mesa). Duda. Indecisión.
Incertidumbre ante los acontecimientos.
SENTIDO NEGATIVO. — Discusiones, disputas que
pueden devenir violentas, dado el vigor del personaje. Orien­
tación defectuosa en la acción, operaciones inoportunas.

VI

En su sentido más general, el Prestidigitador es símbolo


de la actividad originaria, y del poder creador existente
en el hombre. Como punto de partida del Tarot, es también
el primer paso iniciático, la volición primaria en el camino
hacia la sabiduría, la materia primordial de lps alquimis­
tas, y el barro paradisíaco del que se obtendrá el Adam
Kadmón. Alude al mito del andrógino, pero esta vez en lo
que éste tiene de potente, de energía fusionada, antes que
como anuncio de conflicto y escisión dolorosa. «Si el mun­
do visible no es otra cosa que ilusión — se pregunta
Wirth— , ¿su creador no será el ilusionista por excelen­
cia?». En este plano, el Prestidigitador se identifica con la
materialidad de lo creado, hasta ser él mismo demiurgo y
criatura : sin duda hay que ver aquí un sentido psicológico,
en cuanto el acceso a la identidad es producto de la expe­
riencia personal (el hombre es el resultado de sus propias
acciones). De esta manera cabe interpretar la supresión de
la cuarta pata de la mesa, que convierte al objeto externo al
portagonista en representativo del temario humano en el
mundo (espíritu -*■ psiquis -> cuerpo).

IOS
Una de las especulaciones más interesantes en torno
al personaje del Arcano I, puede establecerse a partir de su
extremada actividad, de su dinamismo sin reposo (producto
de su carácter de intermediario entre lo sensible y la virtua­
lidad), lo que lo relaciona estrechamente al simbolismo de
Mercurio. Si esto es verdad, la vara que porta en la mano
izquierda no sería más que la simplificación del caduceo,
así como su extraño sombrero corresponde casi exactamen­
te al casco alado de la divinidad. Según Cirlot, su nombre
griego (Hermes) significa «intérprete, mediador», lo que
vendría en apoyo de esta teoría. Ya se ha visto7 el papel
fundamental que como Hermes Trimegisto desempeñó en
la historia del ocultismo, y los alquimistas desarrollaron
buena parte de sus sutiles investigaciones en torno a su sim­
bolismo (Mercurio): no resulta descabellado, por lo tanto,
suponer que el Tarot esté puesto pudorosamente bajo su
advocación. Ghyka, por otra parte, demuestra la supervi­
vencia del personaje a través del ciclo fáustico (en la figura
de Mefistófeles), por la que el escurridizo dios — y el Pres­
tidigitador, que lo evoca— sería uno de los complejos sim­
bólicos más vastos y recurrentes de la humanidad.
Relacionado con el Aleph del alfabeto hebreo, se asocia
a toda idea de principio, y también al primer sonido articu-
lable: a. Maestri recoge la tradición según la cual «ex­
presa la fuerza, la causa, la actividad, el poder», y sería
el paradigma del hombre en su relación con los demás. No
hay que olvidar que Mercurio, mensajero de los dioses,
es también protector de actividades tan mundanas como el
comercio y los viajes, y patrono gentil de los ladrones.

106
IL LA SACERDOTISA35

Una mujer sentada, con un libro abierto sobre la falda,


y tocada con una triple corona.
Está representada de tres cuartos, mirando hacia la iz­
quierda, y viste una túnica roja sobre la que se despliega
un manto azul. Dos de las secciones de su tiara están orna­
das de florones, pero la sección superior es una simple se-
miesfera. Un velo blanco, que cae sobre la espalda, cubre
totalmente sus cabellos ; a la misma altura, por detrás, apa­
rece una cortina cuyos puntos de fijación no son visibles.
Tampoco se ven los pies de la mujer, ni la base del trono.
Por el contrario — hecho curioso, que se reencuentra sola­
mente en el arcano XXI— la figura desborda el margen su­
perior del naipe ; el extremo de la tiara supera la línea
negra, un poco a la derecha de la cifra II.

35. La traducción exacta del nombre que otorga a este arcano


el Tarot de Marsella (La Papesse), y las conjeturas históricas de van
Rijneberk, parecerían indicar que su nombre en castellano debió ser
La Papisa y no La Sacerdotisa. He preferido este último, no obs­
tante, por su mayor universalidad en lo que se refiere a la protago-
nización de ritos religiosos por parte de mujeres, y porque la sa-
cralización de su simbolismo va mucho más allá de lo que podría
contener una anécdota, aún cuando ésta fuese verificable.

107
II

En esta imagen se reconoce la alusión a un hecho histó­


rico, o más bien seudohistórico, que ocupa un notable lugar
en la literatura de la Edad Media : la pretendida existencia
de un Papa de sexo femenino. La tradición popular dice
que una mujer ocupó la silla de San Pedro, durante algunos
años, bajo el nombre de Juan VIII. Varias versiones se
disputan la precisión de sus orígenes, pero el más antiguo
testimonio que ha llegado hasta nosotros es en todo caso
bastante posterior a la fecha de su supuesto reinado. Maria-
nus Scotus Minorità — muerto en 1086— anota en su Cró­
nica, refiriéndose al año 854: «a él (es decir, a León IV)
sucedió Jehanrie, una mujer, durante dos años, cinco me­
ses y cuatro días». Más cautamente, Sigebert de Gemblours,
muerto en 1112, narra el episodio aseverando que fama est
hunc Johannem faeminam esse («se dice que Juan era una
mujer»).
De todos modos, para el estudio tradicional e iconográ­
fico del Tarot, no importa establecer ninguna fidelidad
histórica. La leyenda existió, en todo caso, y es ella la que
pudo originar la enigmática composición del Arcano II.
Embellecida con el correr del tiempo, ima de sus versiones
casa admirablemente con el simbolismo maternal que se
atribuye a la lámina : según ésta, la papisa habría quedado
encinta de uno de sus familiares e, ignorando la época del
parto, el acontecimiento habría sobrevenido en plena calle,
durante una procesión entre la iglesia de San Clemente y el
palacio de Letrán. Descubierta de modo tan dramático la
superchería, el enfurecido séquito habría asesinado a Juana
y a su hijo. Antiguas tradiciones romanas aseguran que en
el lugar del magnicidio permaneció durante siglos un tú­
mulo ornado por seis letras P, susceptibles de ser leídas de
tres maneras diferentes (todas ellas jugaban con la inicial
común a Papa, Pedro, padre y parto).

108
Hasta fines del siglo xv — contrariamente a lo que haría
suponer la antigüedad de su leyenda— la imagen de la
papisa no aparece en ninguna ilustración: una de las más
antiguas que se conservan es la que adorna el capítulo de­
dicado a ella en un libro sobre mujeres célebres, escrito por
Jacques-Philippe Forest en 1494. El grabado representa a
la papisa de frente, tocada con tiara ; lleva un libro abier­
to en una mano, y la triple cruz en la otra (en una edición
distinta del libro de Forest, citada por Spanheim, el graba­
do presenta algunas diferencias: el personaje tiene allí un
libro totalmente abierto en la mano izquierda, mientras da
con la derecha la llamada bendición latina). El broche
con el que sujeta su manto representa, en ambos casos, una
cabeza de niño inscrita en una cruz de Malta. Retratos
contemporáneos — como el de la Chronique de la ville de
Cotogne (Coehoff, 1499)— la muestran igualmente tocada,
pero con un niño en los brazos.
En conexión con esta leyenda, hay que señalar un hecho
remarcable: en la célebre Biblia ilustrada alemana del
año 1533, la gran prostituta del Apocalipsis está represen­
tada con una tiara sobre la cabeza. La tradición afirma que
fue diseñada de este modo, por expreso deseo y sugeren­
cia de Martín Lutero.

m
La casa de Dios y del hombre, el santuario, la ley, la
gnosis, la Càbala, la iglesia oculta, el binario, la mujer,
la madre.

IV

Misterio. Intuición. Piedad. Influencia saturniana pasiva.


POSITIVO. — Reserva, discreción, silencio, medita­

li»
ción, fe, atenta confianza. Paciencia, sentimiento religioso,
resignación. Favorable a las cosas ocultas. Inercia nece­
saria.
NEGATIVO. — Intenciones escondidas, disimulo, hipo­
cresía. Ayuda mezquina, inacción, pereza. Santurronería.
Rencor, disposición hostil o indiferencia. Misticismo absor­
bente.

MENTAL. — Esta carta aporta una gran riqueza de


ideas. Responde a problemas concretos mejor que a plan­
teos sugeridos.
ANIMICO. — Es fresca, amistosa, buena recepcionista.
Pero no es afectuosa.
FÍSICO. — Situación asegurada, poder sobre los acon­
tecimientos, revelación de cosas ocultas, seguridad de triun­
fo sobre el mal. Buena salud, pero con un ritmo físico pe­
sado y lento.
SENTIDO NEGATIVO. — Se hace pesada, se vuelve
cada vez más pasiva ; no le queda ni un poco de poder, es
una carga. Las intuiciones que aporta invierten su sentido
y se convierten en falsas. Retardo, atraso, lentitud en las
realizaciones.

VI

Así como el Prestidigitador no podía permanecer en


reposo (en la unidad andrógina donde todo es pulsión y es­
tímulo), la Sacerdotisa es el reposo mismo : sentada, hierá-
tica, inmutable, su reino es el binario o etapa de la distin­
ción de la polaridad del universo. Si el orden del binario
equivale a conflicto, en el sentido de separación de la uni­
dad, de abandono del caos esencial donde no existen las

110
magnitudes ni los nombres, es también la primera etapa
dolorosa e imprescindible de las vías iniciáticas, el comien­
zo de la búsqueda de la identidad. La Sacerdotisa represen­
ta la sumisión majestuosa a las exigencias de este orden, el
equilibrio que la partición elemental de fuerzas produce
en el conflicto. Lo que el Arcano I era a la encarnación de
las energías espirituales (con todo su simbolismo anexo de
pujanza, vigoroso cambio de estado y trauma natal), el II lo
es en cuanto a la aceptación de esa metamorfosis: el re­
conocimiento previo a la lucha entre los principios blanco/
/negro, día/noche, Yang/Yin.
Cirlot ve en la Sacerdotisa la representación de Isis, con
todas sus connotaciones nocturnas y ocultas. También se
la asocia a Casiopea, reina negra de Etiopía y madre de la
Andrómeda constelada, y a Belkis, la bellísima reina de
Saba, para quien Salomón habría compuesto el Cantar de
los Cantares. Esta relación de La Sacerdotisa con diosas
y reinas negras (u oscuras) no parece casual, apenas se des­
cubre su contraparte: el simbolismo blanco, luminoso y
diurno del Arcano III (La Emperatriz) con quien la Sacer­
dotisa forma la dupla opuesta y contingente de la feminei­
dad. Este simbolismo subterráneo, que alude al aspecto eso­
térico de la revelación, habría pasado al cristianismo bajo
la forma de las vírgenes negras (como lo ha explicado Ful-
canelli : El misterio de las catedrales, págs. 87 y ss.), cuyo
ritual se enmarca con frecuencia en una cripta (la expre­
siva Notre Dame sous Terre, de la catedral de Chartres)
o en un lugar inaccesible (Montserrat). Otro curioso camino
especulativo ofrece el estudio de las relaciones Sacerdotisa-
Belkis, y Prestidigitador-Hermes, que remite ambos arcanos
(y, con ellos, la dupla germinativa del Tarot) al ciclo mítico
salomónico. Sabido es que, hace tres mil años, el arquitec­
to Hiram fue remitido a Salomón por el rey de Tiro, en­
cargado de dirigir la construción del templo. Gran iniciado,
Hiram habría prefigurado la fusión de Hermes-Thot, y ha­

lli
bría escrito o inspirado la sigilosa Tabula Smagardina, en la
que se formula el principio de identidad entre el cielo y
la tierra. La leyenda quiere que haya sido asesinado por
dos obreros infieles, pero escamotea las causas del asesi­
nato: éstas resultan obvias si se piensa en la presencia de
Belkis, en el magnetismo del iniciado, y en los celos y el
poder del monarca. En un plano místico, la hierogamia con­
sumada por Belkis-Hiram, no es más que un apéndice ex­
plicativo, necesario, de la formulación mayor de la Tabla
de Esmeralda.
Madre, esposa celeste, señora del conocimiento esoté­
rico, la Sacerdotisa ocupa en la estructura del Tarot el lu­
gar de la puerta, del pasaje entre lo exterior y lo interior,
del punto inmóvil y común entre la casa y la calle. Metáfora
ésta que hubiese sin duda satisfecho al arquitecto Hiram.

112
I I I . — L A EM PER A TR IZ

Una mujer coronada, sentada en un trono, mantiene


contra ella, con la mano derecha, un escudo ornado con
un águila amarilla, mientras sostiene con la izquierda un
cetro rematado por el globo y la cruz.
Está representada de frente, con las rodillas separadas
y los pies ocultos por los pliegues de su túnica (roja en su
parte inferior, y azul las rodillas hacia arriba). El talle
de la Emperatriz está ceñido por un cinto amarillo, que se
une a un cuello del mismo color. La corona lleva florones
— amarillos sobre fondo rojo— y permite que los blancos
cabellos de la figura se derramen sobre la espalda.
El trono es bien visible en este caso, y su espaldar so­
bresale a la altura de la cabeza de la Emperatriz. En el
ángulo inferior izquierdo de la lámina, crece una planta
amarilla. El águila dibujada en el escudo, mira hacia la
derecha.

n
Desde el punto de vista histórico e iconográfico, van
Rijneberk asevera que hay poco y nada que decir sobre la

113
imagen del Arcano III. Sin duda, con este aparente des­
precio, el autor alude a todo lo contrario: la Emperatriz,
adornada de los símbolos atribuidos a la femineidad triun­
fante, puede relacionarse con un interminable repertorio. Es
la Madona cristiana, la esposa del rey o la madre del hé­
roe ; la diosa primordial de todos los ritos matriarcales, las
cuatro damas de la baraja.

III

El verbo, el ternario, la plenitud, la fecundidad, la natu­


raleza, la generación en los tres mundos.

IV

Sabiduría. Discernimiento. Idealismo. Influencia solar


intelectual.
POSITIVO. — Comprensión, inteligencia, instrucción,
encanto, afabilidad. Elegancia, distinción, cortesía. Domi­
nio por el espíritu, abundancia, riqueza. Civilización.
NEGATIVO. — Afectación, pose, coquetería. Vanidad,
presunción, desdén. Frivolidad, lujo, prodigalidad. Sensible
a las adulaciones, falta de refinamiento, maneras de nuevo
rico.

MENTAL. — Penetración en la materia por el conoci­


miento de las cosas prácticas.
ANIMICO. — Capacidad para penetrar en el alma de
los seres. Pensamiento fecundo y creador.
FÍSICO. — Esperanza, equilibrio. Soluciona los proble-

114
mas. Renueva y mejora las situaciones. Continuo e irresis­
tible poder en las acciones.
SENTIDO NEGATIVO. — Disentimiento, discusiones
en todos los planos. Las cosas se embarullan y resultan con­
fusas.
Retardo en la realización de un acontecimiento, que sin
embargo ocurrirá inevitablemente.

VI

Un comentario sobre la figura de la Emperatriz, debe


atender más a su ubicación en el Tarot (tercera imagen) y
a su relación con otras láminas que a su simbolismo indi­
vidual, ya que la vastedad de éste —su carácter difuso y
analógico— lo vuelve inagotable. Así, será interesante
recapitular todo lo escrito sobre el simbolismo del tres y el
orden del ternario, tanto como las variadas significaciones
atribuidas a las damas (en la sección correspondiente a los
Arcanos menores).
Con todo, puede destacarse que en la versión de Wirth,
la Emperatriz aparece aureolada por doce estrellas, de las
que son visibles sólo nueve: es evidente el doble fondo
alegórico de esta representación, que alude simultánea­
mente a los signos del Zodíaco y al período de la gesta­
ción. Como la Enéada (orden del 9) es también gráfico de
la inteligencia en el momento de su madurez, es posible que
asocie en este caso los atributos centrales del Arcano III:
femineidad-sabiduría.
Relacionada en todas las cosmogonías al simbolismo
limar y a la fase oculta del conocimiento (Sacerdotisa), la
mujer admite también un período solar (Emperatriz), que
está por verse si no es el que le correspondió en las per­
didas y más remotas organizaciones culturales de la hu­
manidad. Desde este punto de vista matriarcal, la Empera-

115
triz no es ya la Eva protagonista del pecado y la caída, sino
la que aparece en ciertas tradiciones talmúdicas: la funda­
dora, reencontrando a Adán luego de trescientos años de
separación: aniquilando a Lilith — la rival estéril y luju­
riosa— para organizar junto al padre primordial la fami­
lia de los hombres. Comentaristas no canónicos del Islam,
quieren ver en esta Eva triunfante del adulterio la represen­
tación del pasaje anárquico de las sociedades al principio
de orden de los tiempos históricos. Su tumba mítica se ubi­
ca en Djeda o Djidda, a orillas del mar Rojo, y no lejos
de la sagrada montaña de Arafat, donde se habría produci­
do el reencuentro.
Cabe agregar, finalmente, que para Maestri la Empera­
triz es símbolo de la palabra, y representa el envolvimiento
material del cuerpo, sus órganos y sus funciones. Ouspens-
ky la imagina reposando sobre un trono de luz, bella y fe­
cunda, en medio de la interminable primavera.

116
IIIL — E L E M P E R A D O R 36

Sentado en un trono, con las piernas cruzadas, hay un


hombre coronado, al que vemos por su perfil izquierdo. En
su mano derecha empuña un cetro rematado por el globo
y la cruz, afirmando la otra mano en su cintura. En primer
plano, a la derecha, un escudo con la imagen de un águila,
parece apoyarse en el suelo.
El Emperador luce barba, bigote y cabellos blancos;
viste túnica y calzas azules, cubiertas en parte por una capa
roja. El diseño de sus pies, en cambio, es incompleto ; di­
bujados en silueta, el interior permanece en blanco. Un co­
llar amarillo sostiene sobre su pecho una piedra (o un me­
dallón) de color verde. Su corona se prolonga extraordina­
riamente por detrás de la nuca.
El trono, una silla cuyo brazo izquierdo permite acodar­
se al Emperador, reposa — como la mesa del Arcano I —
sobre un terreno árido, del cual brota una solitaria planta
amarillenta.36

36. Se advertirá que la notación lili, como ocurrirá en los


arcanos VIIII, XIIII, y XVIIII, no es la habitual en la numeración
romana (sustituye a IV, IX, XIV y XIX). La mantengo aquí para
respetar una tradición gráfica del Tarot, ya que es la que aparece
en la versión de Marsella, y en la mayoría de las colecciones de
láminas antiguas.

117
Al contrario del emblema de la Emperatriz, el águila del
Arcano IIII, mira hacia la izquierda. El diseño de las águi­
las, por otra parte, difiere notablemente de uno a otro caso.

II

El inglés William Bell, ha llamado la atención sobre


un aspecto significativo de esta lámina : el Emperador tiene
las piernas cruzadas. Bell asegura que este detalle corrobo­
raría la inspiración germana del arcano37, ya que — en el
antiguo derecho alemán — esta posición era prescrita ri­
tualmente para los altos magistrados. En el Sachsenspiegel
o Chronicon Saxonicum picíuraíum, manuscrito cuya copia
se conserva en Dresde, compuesto por Eifie von Repkow
entre 1220 y 1230, las figuras de los jueces — e, incluso, la
del emperador— adoptan efectivamente esta postura.
Van Rijneberk, por su parte, ha encontrado imágenes
por lo menos tan antiguas como la precedente, en la icono­
grafía francesa e inglesa que representa a altos dignatarios.
Parece que bajo Luis XV era todavía un privilegio de los
grandes señores cruzar las piernas en público, opinión que
corrobora una edición anónima fechada en 1749, y que se
titula L a civilité puérile et honnête. El carácter ceremonial
y prestigioso del cruce de piernas, puede tener incluso un
origen más remoto, y presumiblemente oriental: los dos
personajes que acompañan al dios Mitra, son representados
siempre de pie y con las piernas cruzadas. Esto no es ha­
bitual, en cambio, en el panteón greco-romano. El antiguo
simbolismo — convertido en liturgia por la codificación ale­
mana— admite también un profundo sentido psicológico:
el cruce de piernas y brazos alude a la concentración voli-
37. Etteilla, en su Tarot, no lo incluye entre los Arcanos Ma­
yores, pero presenta al rey de espadas como El Emperador de
Alemania.

118
tiva ; encierra al protagonista en su esfera personal y, desde
el punto de vista de la gestualidad, afirma claramente el
deseo de individuación.
Otros detalles merecen todavía señalarse a propósito del
Emperador. De l’Hoste Ranking ha insistido sobre el he­
cho de que el sombrero del personaje, así como el diseño
del águila de su escudo, recuerdan notablemente el atavío
de los grandes duques rusos del medioevo. Esto lleva a pen­
sar en la larga residencia rusa de los gitanos, antes de su
migración europea, en la que se convertirían en activos di­
fusores del Tarot. La teoría que ubica en China el naci­
miento de los naipes, conjetura que éstos llegaron a Euro­
pa por mediación de los tártaros. Hay que recordar, pues,
el paso intermedio: la invasión de los tártaros a Rusia,
en 1238, donde permanecerían hasta 1480. Esta especula­
ción puede, desde luego, llevarse mucho más allá, y expli­
caría en forma bastante verosímil la supervivencia de for­
mas y símbolos orientales en la baraja latina de los imagi­
neros de la Edad Media.

III

La puerta o el gobierno (entre los orientales), la inicia­


ción, el poder, el Tetragramma, el cuaternario, la piedra pú­
blica o su base.

IV

Firmeza. Positivismo. Poder ejecutivo. Influencia satur­


no-marciana.
POSITIVO. — Derecho, rigor, certeza, firmeza, reali­
zación. Energía perseverante, voluntad inquebrantable, eje­
cución de quien está resuelto. Protector poderoso.

119
NEGATIVO. — Oposición tenaz, hostilidad preconce­
bida. Testarudez, adversario obstinado, asunto contrario a
los intereses. Autodestrucción, grandes riesgos de quedar
atrapado. Autoritarismo, tiranía, absolutismo.

MENTAL. — Inteligencia equilibrada, que no despre­


cia el plano de lo utilitario.
ANIMICO. — Acuerdo, paz, arreglo, conciliación de
los sentimientos.
FÍSICO. — Los bienes pasajeros, el poder pasajero.
Firma de contrato, fusión de sociedades, situación de acuer­
do. Salud equilibrada, pero con tendencia pletòrica, hiper-
vitalista.
SENTIDO NEGATIVO. — Resultados contrarios a los
que preceden, ruptura del equilibrio. Caída. Pérdida de los
bienes, de la salud o del dominio sobre cosas y seres.

VI

Lévi es el primero en relacionar la figura del Empera­


dor con el oscuro y extenso simbolismo del Tetragramma-
ton. Sabido es que el tetragramma alude al nombre de Dios
omitiéndolo, por el procedimiento de descomponerlo en el
nombre de las letras que lo forman : Yod — Hé — Vau —
Heth (por el proceso inverso se obtiene Jehová, que no es
por lo tanto el nombre de Dios sino su alusión). Los caba­
listas trabajaron fundamentalmente en las especulaciones
que tendían a encontrar por esta vía un razonamiento analó­
gico universal: «La idea es perfectamente clara — dice Ous-
pensky, glosando esta tentativa— : si el Nombre de Dios
se encuentra realmente en todo, entonces todo deberá ser

120
análogo a todo lo demás, la parte más pequeña deberá ser
análoga al Todo, la partícula de polvo análoga al Univer­
so, y la totalidad análoga a Dios».
Desde el punto de vista cabalístico, la relación Tetra-
gramma-Emperador, parece muy fecunda, ya que enfrenta­
do con las tres letras anteriores (vale decir, los tres arca­
nos) consideradas respectivamente como el principio ac­
tivo (I), el principio pasivo (II), y el equilibrio o la for­
ma (III), la cuarta se considera el resultado y, también, el
principio de la energía latente.
Esto armoniza perfectamente con la versión que da
Wirth del Arcano lili, según la cual no sólo es el Príncipe
de este mundo («reina sobre lo concreto, sobre lo que está
corporizado»), sino el paradigma del hombre estrictamen­
te normal, en posesión de todas sus potencialidades, pero
aún no realizado por la iniciación. Si representa el cuater­
nario, está claro que lo hace en lo que este tiene de orden
terreno, de organización de la vida sensible. Por esto se lo
relaciona también con el demiurgo de los platónicos, con
las divinidades inferiores en general (los héroes, antes que
los dioses), y con todo intento de creación de vida en su ni­
vel arcilloso y perecedero38.
Cirlot ve en él una transparente alusión al mito de Hér­
cules, «portador de maza, y llevando las manzanas de oro
del jardín de las Hespérides» ; héroe solar que resume
como ninguno otro las fases del proceso iniciático en el sen­
tido de la liberación individual que, esotéricamente, sólo
puede lograrse a través del trabajo y del esfuerzo. Como
Hércules, también, el Emperador no trasciende la condición

38. La mayor metáfora histórica de este simbolismo, podría


encontrarse tal vez en la peripecia del célebre Rabí Loew, cons­
tructor de la abominable criatura conocida bajo el nombre de
Golem de Praga (quien, a su vez, engendraría a Frankenstein, la
perdurable ficción de Mary Shelley).

121
humana, aunque indica el principio que puede llevarla a su
más alta manifestación.
Se lo considera asimismo como representante del aspec­
to violento y agresivo de lo masculino, como dispensador
de la energía vital y — bajo este aspecto— como la Natu­
raleza abundante, divisible, nutricia.

122
V. — EL PO NTÍFICE39

Un grupo de tres personajes de los cuales uno, visto de


frente, está sentado, con la mano derecha levantada en sig­
no de bendición o de enseñanza, mientras sostiene con la
izquierda el eje de una cruz de seis brazos ; su cabeza, está
coronada por una tiara. Los otros dos personajes están en
primer plano, de espaldas a quien contempla la imagen, con
el rostro vuelto hacia el primer personaje. Éste, protagonis­
ta de la lámina, lleva vestido azul, capa roja ornada de
amarillo, y mangas blancas. Su mano izquierda está ce­
rrada, y cubierta por un guante amarillo que lleva impresa
una cruz negra ; la mano derecha está desnuda, con los de­
dos índice y medio tendidos y los otros replegados. La bar­
ba, el bigote y los cabellos del Pontífice, son blancos. No
se percibe más que vagamente la silla cúbica sobre la que
está sentado.
Los dos personajes que se ven de espaldas, lucen ton­
sura. El de la izquierda, viste una capa amarilla provista de

39. Como en el caso del Arcano II (La Papesse), he preferido


traducir Le Pape como El Pontífice, en atención a que su simbo­
lismo obedece más a este término genérico de intermediario (puen­
te) que a la figura concreta del jefe de la Iglesia Católica. Aunque
su iconografía —tributaria de la época— sugiera lo contrario.

123
capuchón rojo, sobre el que se encuentra un sombrero azul.
Tiende la mano derecha hacia el suelo, con los dedos sepa­
rados; se ve el puño blanco de su manga. El hombre de
la derecha lleva una capa roja, con una suerte de estola
amarilla. Su mano izquierda, la única visible, está levan­
tada y con los dedos juntos, en un gesto exactamente inver­
so al de su compañero.

n
El Arcano V es una de las láminas que han permitido
precisar con mayor exactitud la antigüedad del Tarot, ya
que sus detalles icnográficos la remontan a un modelo
(perdido) en el que forzosamente debió inspirarse el diseño
de Fautrier (Tarot de Marsella). Las diferencias y similitu­
des con mazos más antiguos (Baldini, Gringonneur) parecen
corroborar las especulaciones de van Rijneberk en este sen­
tido.
En primer lugar merece destacarse que el Pontífice del
Tarot de Marsella es barbado, en tanto que sus precurso­
res renacentistas y medievales son lampiños. Van Rijneberk
establece una curiosa cronología de la moda papal, en este
aspecto, que puede verificarse en cualquier colección icono­
gráfica vaticana:
1362-1523: entre la ascensión de Urbano V y la muerte de
Adriano VI, una veintena de papas mantienen la costum­
bre de rasurarse; dentro de este período cae la confección
del Tarot de Carlos VI (1415, según van Rijneberk), y se­
guramente las Baldini (atribuidas a Mantegna, quien vivió
entre 1431 y 1506). En ambos casos, el protagonista del
Arcano V aparece rasurado;
1523-1700: veinticuatro pontífices, desde Clemente V II a
Inocencio XII, portan barba sin excepción durante este lap­
so. A partir de la ascensión de Clemente XI, y hasta la ac-

124
tualidad, los papas volverán a rasurarse. Es evidente que el
diseño de Fautrier, contemporáneo de un papa rasurado,
copia un modelo más antiguo que no ha llegado hasta no­
sotros, pero que asegura la continuidad evolutiva del Tarot,
desde les imagiers du moyen age hasta la actualidad.
Otro detalle interesante es el reflejo de las evoluciones
de la tiara papal en la iconografía tarótica que la alude.
Contrariamente a lo que se supone, la tiara no es un ele­
mento litúrgico (con todo su simbolismo implícito sobre la
existencia de los tres reinos o mundos) que haya permane­
cido invariable a lo largo de la historia. Sus modificacio­
nes permiten establecer aproximadamente cinco períodos:
l.°) primeros siglos de la cristiandad; los papas llevan mi­
tra o simple gorro frigio; 2.°) siglos vm al xi; a la mi­
tra se agrega una diadema de oro simple, o guarnecida
de piedras preciosas ; 3.°) del siglo xiii a comienzos del xiv;
la diadema se convierte en una verdadera corona real, por
el agregado de un borde dentado y de florones ; 4.°) Boni­
facio V III, alrededor del 1300, duplica la corona (bireg-
num); la mitra original pierde así su botón y su cumbrera ;
5.°) Otro papa — que puede ser Clemente V, circa 1314—
agrega una tercera corona a la tiara, rematándola con una
cruz. El prototipo papal del Tarot de Marsella — que porta
biregnum— es por lo tanto posterior a Bonifacio V ili, pero
hay muchas posibilidades de que sea anterior a Clemente V,
o sea un diseño de los primeros años del siglo xiv. La com­
posición de Gringonneur, por su parte, trescientos años an­
terior al Marsella, parece remitirse también a un modelo
más antiguo, ya que su pontífice —como ocurrirá en el de
las renacentistas Baldini— lleva una simple mitra arzobis­
pal con diadema común. Parece lógico concluir que estas
composiciones están inspiradas en grabados anteriores, po­
siblemente de fines del primer milenio.
El guante papal ornado con la cruz de Malta, denuncia
también el remoto origen de la imagen, ya que en tiempos

125
de Inocencio III (1198-1216), la cruz había sido ya susti­
tuida por una plaqueta circular.

III

Indicación, demostración, enseñanza. Ley. Simbolismo,


filosofía, religión.

IV

Deber. Moral. Conciencia. Influencia jupiteriana.


POSITIVO. — Autoridad moral, sacerdocio social40.
Observancia de las convenciones, respetabilidad. Enseñan­
za, consejos equitativos. Benevolencia, generosidad indul­
gente, perdón. Mansedumbre.
NEGATIVO. — Jefe sentencioso, moralista estrecho de
miras, metafísico dogmático, profesor autoritario, teórico
limitado, predicador enfático. Consejero desprovisto de sen­
tido práctico.

MENTAL. — El Pontífice representa una forma activa


de la inteligencia humana, que aporta especialmente las so­
luciones lógicas.
ANÍMICO. — Sentimientos poderosos, afectos sólidos
solicitud que no deja paso al sentimentalismo. El Pontífice
indica los sentimientos normales, tal como deben manifes­
tarse de acuerdo a las circunstancias.
40. Por esta extraña fórmula, Wirth se refiere sin duda al
sentido metafórico que se da al término «sacerdocio», aplicado a
actividades como la medicina, el magisterio, etc.

126
FÍSICO. — Equilibrio, seguridad en la situación y la
salud. Secreto revelado. Vocación religiosa o científica.
SENTIDO NEGATIVO. — Esta carta es muy mala
cuando aparece de esta forma, porque indica al ser librado
a su juicio y a sus instintos, en la oscuridad, carente de todo
apoyo espiritual.
Proyecto retardado, vocación tardía.

VI

Arcano de la capacidad adivinatoria, de la intuición fi­


losófica, del conocimiento espontáneo, el Pontífice alude
también (por su número) al hombre como intermediario en­
tre la divinidad y el orden de las cosas creadas. La suma de
estos simbolismos permite asociarlo al mediador por exce­
lencia, el pacifista, el constructor de puentes, el que encuen­
tra la salida a situaciones en apariencia insolubles, median­
te un luminoso golpe de intuición.
Cirlot ve en él al representante de la ley moral, no es­
crita, que domina la conciencia y, en el septenario que or­
ganizan las puntas de su cruz, las virtudes necesarias para
vencer a los siete pecados capitales (relacionados con el
simbolismo planetario) : orgullo (Sol), pereza (Luna), envi­
dia (Mercurio), cólera (Marte), lujuria (Venus), gula (Júpi­
ter), y avaricia (Saturno).
Wirth lo imagina como un anciano lleno de indulgencia
para con las debilidades humanas, pontificando ante dos
categorías de fieles : los que comprenden (representados por
el personaje de la mano en alto); los que forman el reba­
ño ciego e inconsciente, que obedece por temor al castigo
antes que por autodeterminación (representados por el otro
personaje, que señala hacia el suelo con su mano). Estas
combinaciones (alto y bajo, derecha e izquierda) vuelven a
plantear el orden del cuaternario como modelo de orga-

127
nización. considerado desde el punto de vista del Pontífice,
el cuaternario que forman los arcanos anteriores represen­
taría :

I — El punto matemático sin dimensión ;


II — La línea, de una dimensión;
III — La superficie, de dos dimensiones ;
l i l i — El sólido, de tres dimensiones. Correspondiendo al
Pontífice el contenido de la forma, la quitaesencia concebi­
ble (bien que imperceptible), dominio de la cuarta dimen­
sión. Ouspensky, el autor esotérico que más ha estudiado
este último concepto, refuta las afirmaciones según las cua­
les la geometría esférica (no euclideana) de Lobatchevsky,
habría solucionado el enigma de la cuarta dimensión, ya
que el problema trasciende el plano de las abstracciones ma­
temáticas, y requeriría al menos una física y una psicología
paralelas para comenzar a volverse cognoscible. Es segura­
mente desde este punto de vista, como debe entenderse el
simbolismo del Emperador entre las magnitudes.

128
VI. — EL ENAMORADO

Un hombre, entre dos mujeres, está amenazado por una


flecha que parece presto a dispararle un ángel, o Cupido,
que vuela dentro de un esquema de disco solar. El hombre,
en el centro del grupo, mira a la mujer de la izquierda.
Tiene cabellos rubios, y lleva desnudos las piernas y los
pies. Su vestimenta es una túnica con bandas verticales azu­
les, rojas y amarillas, con mangas de este último color, y
un cinto también amarillo pero con bordes rojos. Se ve una
sola de sus manos, la derecha, a la altura del cinto.
La mujer de la derecha, de cabellos rubios sueltos sobre
la espalda, tiene un rostro joven, fino y seductor. Lleva
vestido azul, y un manto del mismo tono con bordes rojos.
Unas mangas blancas completan su vestimenta. Su mano
izquierda está posada sobre el pecho del hombre, en tanto
que la derecha apunta hacia abajo, de modo tal que sus
brazos están cruzados. La otra mujer, a la izquierda, está
representada de espaldas, pero su rostro aparece de perfil.
Tiene cabellos azules, que escapan libremente de un curio­
so sombrero amarillo. Vestida con una túnica roja de am­
plias mangas azules, dirige su mano derecha hacia la tie­
rra, y posa la izquierda sobre el hombro del joven.
El ángel, de cabellos rubios y alas azules, cierra un puño

129
E l Tarot, 5
sobre el cabo de una flecha blanca, mientras con la otra
mano tensa un arco del mismo color cuya cuerda no se ve.
Del disco solar que el Cupido oculta en parte, surgen
23 rayos puntiagudos: ocho azules, ocho amarillos y siete
rojos (cabe suponer que el ala izquierda del ángel cubre un
octavo rayo rojo, dada la simetría con la que se alternan
los colores).

II

En vasos y frescos de la época romana, se encuentra con


frecuencia la imagen de una pareja de enamorados ante una
tercera persona o elemento (por lo general, un Cupido). El
Arcano VI, sin embargo, parece referirse en forma alegórica
a una idea distinta: la famosa parábola de Hércules en la
encrucijada entre la Virtud y el Vicio, tal como la cuenta
Jenofonte en sus recuerdos de Sócrates. Es harto probable
que esta parábola —y sus variantes, como la de Luciano
el Joven reclamado por el Arte y la Ciencia, entre las más
conocidas— haya sido popular en la Edad Media, ya que
es citada por numerosos autores frecuentados en esa época
(Cicerón, en el Tratado de los Deberes; San Basilio, en su
Discurso a los jóvenes). La idea fundamental de este tema
— o sea, la necesidad de elección entre dos vías— se en­
cuentra por otra parte en muchas imágenes cristianas. Se
puede citar como ejemplo una miniatura bizantina del si­
glo x, donde David está representado entre dos mujeres que
simbolizan la Sabiduría y la Profecía: la paloma que se
posa sobre la cabeza del rey, recuerda en mucho al Cu­
pido del Arcano VI.
Es indiscutible la antigüedad de esta parábola, aun cuan­
do sus más remotas representaciones gráficas no hayan lle­
gado hasta nosotros. En la vida de Apolonio de Tiana
—narrada por Filóstrates, a fines del siglo n — se encuen-

130
tra un curioso pasaje en el que un sabio egipcio dice a Apo-
lonio: «Tú conoces, en los libros de imágenes, la repre­
sentación de Hércules en la que él es joven, y no ha elegido
aún el camino a seguir. El Vicio y la Virtud le flanquean,
tiran de sus vestidos tratando de atraerlo, cada uno le
quiere para sí...»
Hay que remontarse una vez más a los pitagóricos, para
encontrar el simbolismo gráfico del tema, representado en­
tre ellos por la letra Y, emblema de la elección vital que
todo hombre realiza a la salida de la infancia. El trazo
de la mitad inferior de la letra representaría precisamente
a la niñez, exenta de vicios y virtudes ; los brazos que par­
ten de la bifurcación de la letra, aludirían a cada una de
estas tendencias, mientras que el punto donde la bifurca­
ción se produce es el momento exacto en que la pubertad
se manifiesta. Van Rijneberk asevera que es frecuente en­
contrar en los manuscritos medievales esta escueta referen­
cia a la Y : «bifurcación, o letra de Pitágoras». No resulta
casual, por lo tanto, que algunos diseños modernos del Ta-
rot mencionen a esta lámina como La Duda, o La Prueba.
Los redactores del Antiguo Testamento conocían ya el
significado simbólico de las dos vías, que aparecen mencio­
nadas en el Deuteronomio y en el primero de los Salmos,
y más explícitamente aún en Jeremías. La idea no reaparece
en el Nuevo Testamento, aunque sí en las Enseñanzas de
los doce apóstoles, texto no canónico presumiblemente
compuesto hacia el siglo n : «Dos son las vías — dice al
comienzo de este tratado— . Una lleva a la Vida, y la otra
a la Muerte».
Una interpretación totalmente distinta, quiere ver en
esta lámina el acto de la conjunctio manuum de los novios
delante del obispo. Algunos de entre los más célebres pin­
tores renacentistas —Rafael, Perugino— han dejado testi­
monio de esta ceremonia en la vida de la Virgen.
Otra variante, puramente especulativa, conjetura con el

131
simbolismo sexual del sexenario, partiendo del sentido lite­
ral del nombre de la lámina. «Entre los pitagóricos — anotó
Clemente de Alejandría— , el seis es un número sexual, y se
llama por esta razón El Matrimonio.»

m
Encadenamiento, enganche, lingam n, enredo, unión,
abrazo, lucha, antagonismo, combinación, equilibrio.

IV

Sentimiento. Libre albedrío. Prueba. Doble influencia de


Venus, o más exactamente de su aspecto Ishtar, estrella
matutina que deviene amorosa en el poniente.
POSITIVO. — Decisión voluntaria, elección. Votos,
aspiraciones, deseos. Examen, deliberaciones, responsabili­
dad. Afectos.
NEGATIVO. — Prueba a sufrir. Duda, falta de resolu­
ción. Tentación peligrosa, riesgo de ser seducido. Inconduc­
ta, libertinaje. Debilidad, falta de heroísmo.

MENTAL. — Amor por las bellas formas y por las ar­


tes plásticas.
ANÍMICO. — Desvelos y sacrificios.
FÍSICO. — Los deseos, el amor, el sacrificio por la 41

41. En un sentido general, falo. Pero simbólicamente la lec­


tura del término debe entenderse con mayor amplitud: alude a la
integración de ambos sexos, a la conjunción copulativa, al poder
generador del universo.

132
patria o por los ideales, así como todos los sentimientos
manifestados fuertemente en el plano físico. Carta de la
unión y del matrimonio. Representa sin embargo para los
consultantes de ambos sexos, la infidelidad ; en ciertos ca­
sos, la inmediatez de una elección a realizar.
SENTIDO NEGATIVO. — Ruptura, escisión, desor­
den. Divorcio.

VI

La mayoría de los autores acuerda atribuir a El Enamo­


rado, el simbolismo iniciático del mito de Hércules. Sabido
es que el héroe concluye su período formativo junto al cen­
tauro Chirón a fines de la adolescencia, y desde Jenofonte
se nos habla de su encuentro crucial con el Vicio y la Vir­
tud. En este estadio temporal del mito, correspondería apli­
carle la definición de «Hombre de Deseo», con la que Clau­
de de Saint-Martin sintetiza el ciclo evolutivo de la puber­
tad. En un sentido iniciático más amplio, Hércules se aso­
cia siempre al proceso contrario del «vivir por vivir», o sea
a la concepción de la vida como obra y como trabajo. Des­
de el punto de vista psicológico, es sin duda la metáfora
más transparente del camino hacia la identidad, que no
se realiza en forma insularizada sino en conflicto e inter­
cambio con el mundo y con los otros. Wirth ve en El
Enamorado la primera fase individual de la trayectoria ini-
ciática, ya que es el que ha terminado su formación pero
no comenzó aún su trabajo. Desde esta concepción estable­
ce las siguientes relaciones con los arcanos anteriores :

I — Principio pensante, pensamiento considerado en su


centro de emisión; en potencia, que todavía no ha
sido formulado;
II — Pensamiento-acto. Verbo ;

133
I l i — Idea pura, concepto en su esencia original, no alte­
rado por la expresión ;
l i l i — Realizador. Principio volitivo;
V — Radiación volitiva. Acción de querer ;
V I — (El Enamorado) Deseo, aspiración. Volición formu­
lada.
Pasando por alto la teoría iconográfica de van Rijne-
berk sobre el rito matrimonial, que no admite mayores co­
mentarios, queda sin embargo por ver el fondo sexual de su
simbolismo: en las tablas de correspondencias geométri­
cas, El Enamorado se identifica con el sello de Salomón, o
sea con el claro carácter alusivo a la cópula de los trián­
gulos entrelazados. Maestri dice que «es el término de con­
versión que permite el tránsito de una naturaleza a otra»,
con lo que refuerza esta última aproximación simbólica.
Lévi, al relacionarlo con el Lingam — que es también el
rectángulo oblongo de jade que los chinos denominan Kuei,
y sintetiza la fertilidad— le da así mismo un carácter ge­
neratriz.
Volviendo a su relación con el mito de Hércules, puede
agregarse todavía un curioso detalle : en la imagen del Cu­
pido se ha querido ver la presencia vigilante de Chirón so­
bre su alumno, ya que los caldeos imaginaron justamente
al centauro como señor del arco y de la flecha, para sinte­
tizar el mito zodiacal del Sagitario.

134
VII. EL CARRO

Dos caballos arrastran una suerte de caja, montada so­


bre dos ruedas y cubierta por un baldaquino, en la que
se encuentra un hombre coronado y portando un cetro en
su mano derecha. Las ruedas y la caja son de color carne
con excepción del reborde superior de esta última, que es
amarillo ; un escudo con las letras S. M. está inscrito en su
cara frontal (única visible). Más que de caballos, podría
hablarse de dos medios cuerpos delanteros, uno rojo y el
otro azul. Ambos animales miran hacia la izquierda, pero
su disposición es tal que parecen marchar cada uno por su
lado. El caballo azul levanta la pata izquierda, y el rojo
la derecha. El dosel, del mismo color que la caja, reposa
sobre cuatro columnas (rojas las delanteras y azules las
traseras).
El hombre, con la frente ceñida por una corona del tipo
de las de marqués, tiene la mano izquierda replegada sobre
la cadera, y en la derecha un cetro rematado por un cu­
rioso ornamento esférico y cónico. El torso del personaje
está recubierto por ima coraza azul ; la manga de su brazo
derecho es roja, y la del izquierdo, amarilla. Debajo del
cinto, igualmente amarillo, lleva una falda roja. Cada uno
de sus hombros está engalonado por una medialuna trun-

135
ca, con rostros de distinta expresión. Los cabellos del per­
sonaje son amarillos, y su mirada se dirige ligeramente ha­
cia la izquierda, en el mismo sentido que la de sus caballos.
Cinco plantas verdes brotan del suelo amarillo. No se
advierte que haya riendas, ni ningún otro medio de guiar
el presumible carro.

II

La costumbre del desfile de los héroes triunfantes, de


pie sobre sus carros de guerra, es por lo menos tan anti­
gua como los carros de guerra. Court de Gébelin —y con
él los devotos del origen egipcio del Tarot— imagina que
el Arcano VII no es otra cosa que la representación del
Osiris triunfal, y los caballos una herencia bastarda y ado­
cenada de la Esfinge. Más coherente resulta asimilarlo a las
apoteosis legendarias que pudieron conmover a la Edad
Media, época para la cual debió establecerse su iconogra­
fía.
En esta dirección descubre van Rijneberk una anécdo­
ta del ciclo mítico de Alejandro Magno, vastamente repro­
ducida desde la antigüedad hasta el Renacimiento. Llevado
hasta Oriente por la sucesión de sus triunfos, Alejandro ha­
bría llegado al fin del mundo. Se nos dice que quiso enton­
ces conocer si era verdad que tierra y cielo se tocaban en un
punto común. Sedujo para ello con ardides a dos pájaros
gigantes —hay que recordar que la astucia es también pre­
rrogativa de los héroes— de los que abundaban en la re­
gión; los unció a un yugo, y acomodó entre ellos una
cesta. Con una lanza en la mano, a cuyo extremo había
atravesado un cuarto de caballo, el conquistador subió a su
improvisado carro. Alentados por la promesa de la comida
que oscilaban ante sus ojos, los Grifos emprendieron la mar­
cha y remontaron vuelo. Los héroes no pueden, sin em-

136
bargo, sobreponerse a los dioses : a mitad de camino reci­
bió Alejandro a un emisario de éstos, un enfurecido Hom­
bre Pájaro que le conminó a desistir de su proyecto. Muy
a su pesar, se afirma que Alejandro aceptó esta censura:
arrojó la lanza en dirección a tierra, hacia donde descendie­
ron los Grifos, pacientes y voraces.
Esta leyenda, nacida ciertamente en Oriente (¿en Babi­
lonia?, ¿en Persia?), fue introducida en Europa a través
de las relaciones helenísticas del seudo-Calistene, hacia fi­
nes del siglo n. Se extendió en seguida por todo el Occi­
dente cristiano, y era vastamente conocida desde la baja
Edad Media. Numerosas ilustraciones y varias esculturas
que la representan, han llegado hasta nosotros. La Cróni­
ca Mundial, de Rudolph von Ems (siglo xm), la reproduce
en una detallada miniatura ; en San Marcos de Venecia,
está el relieve acaso más significativo para rastrear las fuen­
tes inspiradoras del Arcano V II: la cesta de Alejandro es
ya allí una caja similar a la de El Carro; a sus costados,
aparecen también las ruedas en escorzo.
Durante la Edad Media, el arte de los imagineros pa­
rece haberse servido de esta leyenda, como una alegoría del
orgullo.

III

Arma, espada, espada flamígera de los querubines, sep­


tenario sagrado, triunfo, realeza, sacerdocio.

IV

Triunfo. Magisterio. Superioridad. Influencia marciana


solar.
POSITIVO. — Éxito legítimo, avance merecido. Talen-
to, capacidad, aptitudes puestas en marcha. Tacto para go­
bernar, diplomacia aplicada, dirección competente. Conci­
liación de los antagonismos. Progreso, movilidad, viajes por
tierra.
NEGATIVO. — Ambiciones injustificadas, falta de ta­
lento. Gobierno ilegítimo, situación usurpada, dictadura.
Oportunismo peligroso. Desvelos en el plano directivo, pre­
ocupaciones. Fatiga, actividad afiebrada y sin reposo.

MENTAL. — Las cosas se realizan, pero han sido mal


gestadas y sin inspiración; falta ensamblar las piezas del
conjunto.
ANÍMICO. — Afecto manifestado ; protector, benéfico,
servicial.
FÍSICO. — Gran actividad, rapidez en las acciones.
Buena salud, fuerza, actividad intensa. Desde el punto de
vista del dinero: gasto o ganancia, movimiento de fondos.
Significa también noticia inesperada, conquista. Puede ser
interpretado igualmente como difusión de la obra o activi­
dades del consultante a través de las palabras y, según su
ubicación en la mesa, significa elogios o calumnias.

VI

Por su abigarramiento simbólico, por la belleza de su


composición, El Carro figura entre los arcanos más presti­
giosos del Tarot. Es, también, uno de los que ofrece más
lagunas, e interpretaciones parciales y no siempre convin­
centes.
Relacionado en principio con Zain (séptima letra del
alfabeto hebreo, correspondiente a nuestra Z), denuncia una

138
movilidad e inquietud que tiene que ver con todo desplaza­
miento o acción zigzagueante, ubicua, veloz. Por sinonimia
pasa a representar a la palabra —prototipo de los sistemas
de intercambio— , en lo que ésta tiene de móvil, transferi-
ble, interpretable. De ahí que en su aspecto oracular se lo
asocie a menudo con cambios provocados por (o derivados
de) la palabra: elogios, calumnias, difusión de la obra,
buenas o malas noticias ; y por extensión con los sistemas
de intercambio en general (la economía: movimiento de
fondos), dada la afinidad de los modelos. Queda como pro­
puesta especulativa — que nos llevaría muy lejos desarro­
llar aquí— la búsqueda de las relaciones entre esta movili­
dad y el dinamismo mercurial de El Prestidigitador, situa­
dos como están ambos arcanos en el origen y en la consu­
mación del primer septenario del Tarot.
Cirlot, y antes que él Wirth, relacionan las ruedas del
carro con los torbellinos de fuego de la visión de Ezequiel.
Acaso esta analogía puede llevarse más lejos, y no parece
imposible que la lámina toda sea una ilustración adultera­
da de este pasaje bíblico. En Ezequiel (I, 4-28), en efecto,
aparecen no sólo las ruedas, el carro y los animales trans­
portadores, sino «sobre la semejanza del trono, en lo alto,
una figura semejante a un hombre que se erguía sobre él.
Y de lo que de él aparecía, de cintura arriba, era como el
fulgor de un metal resplandeciente», lo que es una descrip­
ción bastante aproximada del personaje acorazado del Ar­
cano VIL En este mismo pasaje pueden encontrarse ana­
logías válidas para el simbolismo general del Arcano XXI
(El Mundo).
Se ha visto también en los animales truncados a un
afisbena de dos cabezas, o poderes antagónicos que es ne­
cesario sojuzgar para seguir avanzando «como en el cadu­
ceo se equilibran las dos serpientes contrarias», y en el
vehículo la graficación del simbolismo del Antimonio (o
Alma Intelectual de los alquimistas), mencionado como

139
Currus triumphalis en un tratado de Basilio Valentín (Ams­
terdam, 1671). La totalidad del arcano sugiere, para Wirth,
la idea de un cuerpo sutil del alma, gracias al cual el Espí­
ritu puede manifestarse en el campo de lo material. Esta
idea de un halo o doble transubstancial que no puede ho­
mologarse a ninguno de los tres aspectos del hombre (cuer­
po -*■alma espíritu) pero que tiende a relacionarlos entre
sí, ha gozado de un vasto prestigio esotérico : es el cuerpo
sideral de Paracelso (o astral, en la divulgación teosòfica),
como también el «cuerpo aromático» de Fourier, o el Kama
rupa del budismo soteriológico. A semejanza de esta ente-
lequia que guarda sólo un contacto indirecto con lo mate­
rial, el carro no toca el suelo sino a través de un elemento
intermediario : sus ruedas.
Van Rijneberk la asocia también a las ilustraciones que
solían acompañar a ias coleciones de triunfos (del amor, de
la muerte) de los poetas italianos del tiempo de Petrarca.
Bajo este aspecto no es improbable que comparta, con El
Prestidigitador y El Loco, la paternidad del joker o como­
dín de la baraja contemporánea, naipe como se sabe «de
triunfo».
Curiosamente, no he encontrado explicación para las
enigmáticas letras S. M. (es tentador, pero infundado, supo­
ner que aluden a Su Majestad) que ornan el escudo del ca­
rro ; sustituidas por V. T. en cierto Tarot contemporáneo
(como si se tratara de una marca de impresión), o por un
jeroglífico sin duda arbitrario en la, versión de Wirth. No
es éste el único punto oscuro del arcano que Éliphas Lévi
llamó «el más bello y el más completo de cuantos compo­
nen la clave del Tarot» : el carácter aserrado de las bestias,
los rostros de las lunas que engalonan al personaje, el insó­
lito remate del cetro, son otras de sus perdurables insatisfac­
ciones.

140
VIH — LA JUSTICIA

Una mujer, sentada en un trono, tiene en la mano de­


recha una espada desenvainada con la punta hacia arriba,
y en la izquierda una balanza con los platillos en equili­
brio. Este personaje, al que se ve de frente, está vestido
con una túnica roja y con un manto azul. A excepción de
las partes visibles de su cuerpo, que son de color carne, y
del fondo (que no está coloreado), todo el resto de la ima­
gen es amarillo, color que domina netamente sobre los de­
más. Corona, collar, espada, balanza, trono, suelo, y hasta
la planta que brota de él, están representados en amarillo.
No se ven los pies de la mujer, ni la silla propiamente
dicha. Se ve en cambio con toda claridad el espaldar del
trono: las esferas que rematan sus montantes, están talla­
das de distinta manera.

II

La representación de la Justicia como una mujer con


balanza y espada (o libro) data probablemente de un pe­
ríodo remoto del arte romano. Durante la primera parte de
la Edad Media, espada y balanza pasaron a ser atributos

141
/

del Arcángel San Miguel, quien parece haber heredado


las funciones del Osiris subterráneo, el pesador de almas.
Más tarde estos elementos vuelven a manos de la impasi­
ble dama, de la que hay figuraciones relativamente anti­
guas en el arte medieval: un altorrelieve de la catedral de
Bamberg, circa 1237, la representa de este modo. Por lo
que parece que la iconografía del Arcano V III ha seguido
con bastante fidelidad la tradición artística:
Se puede agregar que la espada y la balanza son, para
Aristóteles, los elementos representativos de la justicia: la
primera porque alude a su capacidad distributiva ; la segun­
da, a su misión equilibradora.
Van Rijneberk no lo menciona, pero conviene recordar
que — a diferencia de las alegorías inspiradas en la Temis
griega— La Justicia del Tarot no lleva venda sobre los
ojos.

III

Balanza, atracción y repulsión, vida, pavor, promesa y


amenaza.

IV

Orden. Regularidad. Método. Equilibrio. Placentera in­


fluencia lunar.
POSITIVO. — Estabilidad, tendencia conservadora, or­
ganización, funcionamiento normal. Ley, disciplina, lógica,
coordinación. Flexibilidad para adaptarse a las necesidades.
Opiniones moderadas. Sentido práctico, razón. Administra­
ción, economía. Obediencia.
NEGATIVO. — Aburguesamiento. Sumisión a las mo­
das, falta de iniciativa, sometimiento a la letra. Burocratiza-

142
dòn, papeleos. Policía. Problemas legales, procesos, tram­
pas. Explotación y perjuicios por parte de los representantes
de la ley.

MENTAL. — Claridad de juicio. Consejos que permi­


ten evaluar con justeza. Autoridad para apreciar cada cosa
en su momento oportuno.
ANÍMICO. — Aridez, sequedad, estimación estricta de
lo que se dice, posibilidad de cortar los vínculos afectivos,
divorcio, separación. Este arcano representa un principio de
rigor.
FÍSICO. — Proceso, rehabilitación, rendición de cuen­
tas. Equilibrio de salud, pero con tendencia a los perjuicios
derivados de los excesos pictóricos (obesidad, apoplejías), a
causa de la inmovilidad de la carta.
SENTIDO NEGATIVO. — Pérdida. Condena injusta,
proceso con castigo. Gran desorden, peligro de ser víctima
de estafadores.

VI

«Este arcano —informa Cirlot— se relaciona con el


signo zodiacal de Libra y representa, como éste, menos que
la justicia exterior o la legalidad social, la función interior
justiciera que pone en movimiento todo un mecanismo psí­
quico (o psicosomàtico) para determinar el castigo del cul­
pable, partiendo ya de la idea de Weininger de que la culpa
no es, en sí, diferente del castigo». El mismo autor asigna
por lo tanto a la balanza la función distributiva entre bien y
mal, y el principado de equilibrio ; a la espada, la decisión
psíquica, la palabra de Dios.

143
f

En la división del Tarot en tres septenarios, el orden


que establece Wirth es inverso al ascencional, correspon­
diendo a los arcanos I-VII la esfera del Espíritu. El segundo
septenario —que inaugura La Justicia— será por lo tanto
el correspondiente al Alma o aspecto psicológico de la
individualidad. «El primer término de un septenario —aco­
ta Wirth— desempeña necesariamente un papel generador.
Lo mismo que el espíritu emana de la Causa Primera (El
Prestidigitador), el alma procede del Arcano VIII, y el
cuerpo del XV (El Diablo).» En este sentido, corroborado
por su ubicación en el orden de los ternarios (segundo tér­
mino del tercer temario: es precedida por El Carro, que
cumple allí la función generatriz, pasando La Justicia al
plano organizador), se aclara el carácter esotérico del Ar­
cano V III: nada puede vivir sino cubriendo la distancia
entre el origen y el equilibrio, ya que los seres no existen
sino en virtud de la ley a la cual están sometidos.
Resulta interesante también analizar la corresponden­
cia simbólica entre La Justicia y El Emperador (IIII), ar­
canos homólogos en la relación que toma al VI (El Enamo­
rado) como uno de los dos ejes del Tarot (ver cuadro de
página 34), ya que hay una evidente alianza entre los prin­
cipios de Poder y Ley en la búsqueda de la armonía del
gobierno (de un estado, de una situación, de la individua­
lidad).
Puede agregarse aún que Júpiter engendra en Temis
(la fraternal divinidad justiciera del Olimpo griego) a Las
Cuatro Estaciones, lo que relaciona a este arcano con el
orden del cuaternario, detalle que parece proclamar desde
el número con que se lo distingue (VIII).

144
VIIIL — EL ERMITAÑO

Un hombre, de pie, lleva en la mano izquierda un bas­


tón que le sirve de apoyo, mientras con la derecha eleva
una lámpara hasta la altura de su cara. Está representado
de tres cuartos, y con el rostro girado hacia la izquierda.
El bastón, así como todas las partes no cubiertas del cuer­
po del ermitaño, son de color carne. Viste una larga túnica
roja, y un manto azul con reverso amarillo. Su capucha,
caída sobre la espalda, parece continuar la túnica; está
rematada por una borla amarilla.
La lámpara es probablemente hexagonal, pero no son
visibles más que tres de sus caras, roja la central y amari­
llas las restantes. Un vástago blanco, permite empuñarla al
personaje.
El brazo izquierdo tiene una manga azul, como si estu­
viera cubierto por el manto ; la derecha es en cambio blan­
ca, y semeja la de un alba. El fondo de la lámina es inco­
loro, y el suelo de un amarillo estriado de rayas negras, en
todo semejante al reverso del manto.

II

El Ermitaño es, sin duda, uno de los arcanos menos

145
alegóricos del Tarot. La imagen de un peregrino en hábito
monjil transportando el cayado, puede encontrarse por de­
cenas en los manuscritos iluminados de los siglos xv y xvi.
El único detalle que lo aparta de esta monotonía, es la lám­
para que eleva en su mano derecha: por ella se imagina
que puede ser una ilustración de la conocida historia de
Diógenes a la busca de un hombre. Esta anécdota fue muy
popular en la alta Edad Media y en el Renacimiento y, de
hecho, varios modelos renacentistas del Tarot llaman Dió­
genes al Arcano VIIII.

III

El bien, el horror al mal, la moral, la sabiduría.

IV

Prudencia. Reserva. Restricción. Influencia saturniana.


POSITIVO. — Insularidad. Concentración, silencio.
Profundidad, meditación, estudio. Austeridad, continencia,
sobriedad, discreción. Médico experimental 42, sabio que
calla sus secretos.
NEGATIVO. — Timidez, misantropía, misoginia. Mu­
tismo, circunspección exagerada, falta de sociabilidad, ca­
rácter cerrado. Avaricia, pobreza, delibato, castidad. Cons­
pirador tenebroso.

MENTAL. — Aporte luminoso a la resolución de cual-

42. Wirth se refiere, sin duda, a lo que en la actualidad podría-

146
t

quier problema. Esclarecimiento que llegará espontánea­


mente.
ANÍMICO. — Llega una solución. Coordinación, en­
cuentro de las afinidades. Significa también prudencia, pero
no por temor sino para mejor construir.
FÍSICO. — Secreto descubierto, luz que se hará sobre
proyectos hasta ahora ocultos. En la salud; conocimiento
del estado real de la salud, consultas que pueden remediar
lo que no funciona.
SENTIDO NEGATIVO. — Oscuridad, concepción fal­
sa de la situación. Dificultades para remontar la corriente.

VI

Relacionado con Diógenes, buena parte del simbolismo


de El Ermitaño alude a los principios fundamentales del
filósofo cínico: desprecio por las convenciones y las vani­
dades, aislamiento, renuncia a la transmisión pública del
conocimiento. Pero este mudable personaje admitió tam­
bién otras representaciones: en el tarocchino de Bologna,
aparece con muletas y alado ; en el de Carlos VI lleva un
reloj de arena en lugar de una lámpara (lo que lo asocia
vagamente a Cronos o Saturno, medidores del tiempo). Otra
interpretación surge aún del aparente error ortográfico que
puede verse en el Tarot de Marsella, donde figura como
L ’Hermite en lugar de L ’Ermite. Etimológicamente, el nom­
bre no derivaría entonces del griego eremites-eremos-desier­
to, sino más probablemente de Hermes, con cuyo poliva­
lente simbolismo habría que relacionar al personaje43.

mos identificar con los biólogos e investigadores de laboratorio y,


en otro plano, con los psicoanalistas.
43. No se puede olvidar que es precisamente a Thot, equiva­
lente egipcio de Hermes, a quien Gébelin y sus seguidores atribu­
yen la invención del Tarot.

147
Wirth explica su funcionamiento como término final
del tercer temario del Tarot, relacionándolo con los arca­
nos VII y VIII, que le preceden en este tem ario: en esa
relación El Carro aparece como el hombre joven e impa­
ciente por realizar la obra del progreso, que La Justicia
se encarga de retardar, amiga como es del orden y poco
amante de las improvisaciones; El Ermitaño sería el con­
ciliador de este antagonismo, evitando la precipitación tan­
to como la inmovilidad.
Su significado suele interpretarse también como opuesto
y complementario al del Arcano Y (El Pontífice): no es el
codificador de la liturgia, el responsable ejecutivo de una
iglesia, el pastor de un rebaño ; su pontificado es silencio­
so y sutil, sus discípulos son escogidos. En la relación ini-
ciática, es evidente que representa al «guru», y por eso se
lo ha definido como «el artesano secreto del porvenir».
Émile Bumouf, en un estudio de simbologia comparada de
las religiones (Le Vose Sacré et ce qu’il contieni), rela­
ciona el Twashtri vedanta «personificación de la fuerza plás­
tica expandida en el universo, y manifestada sobre todo en
los seres vivos», con el San José cristiano, por lo que am­
bos tienen de humildes artesanos que, con su abnegado
apoyo, facilitan el cumplimiento de un gran proceso del
que no serán protagonistas: Wirth infiere que no es otro
el papel que alegoriza el Ermitaño.
En sentido negativo, el Arcano V IIII es no sólo el naipe
de los taciturnos, sino que por su minuciosidad y ritualis­
mo alude a los temperamentos obsesivos.

148
X. — LA RUEDA DE LA FORTUNA

Sobre la llanta de una rueda de seis rayos, mantenida


en el aire por un aparejo de madera, están trepados tres
animales extravagantes.
El fondo es blanco; el suelo, de color carne, aparece
estriado por trazos negros. El artefacto descansa en el suelo
sobre dos leños paralelos de color amarillo; el de la iz­
quierda no llega al eje de la rueda, por lo que en realidad
ésta se sostiene sólo por una manivela que atraviesa el
leño de la derecha. Esta extraña estructura, hace abstrac­
ción por lo tanto de las leyes físicas.
Del centro de la rueda parten seis rayos —azules hasta
menos de su mitad y luego blancos— , que van a fijarse a
la cara interna de la llanta: dos de ellos, forman ángulo
recto con el suelo ; los otros cuatro figuran una equis (o el
diez romano que da número a la lámina, o una cruz de
San Andrés).
A la derecha, un animal intermedio entre perro y lie­
bre — con indefinibles patas traseras— parece ascender por
la rueda ; a la izquierda, una suerte de mono desciende ca­
beza abajo. En la parte superior, una plataforma amarilla
soporta un monstruo que podría tomarse por una esfinge
coronada; tres de sus patas reposan sobre la base, la res­
tante — anterior izquierda— empuña una espada desnuda.

149
II

Siendo como es una de las alegorías más antiguas y


populares, la imagen que reproduce el Arcano X causa
una impresión extraña al observador contemporáneo. Esto
se debe a que en los últimos siglos la iconografía del tema
ha devenido puramente verbal : cualquiera entiende el con­
cepto que subyace tras la metáfora «rueda de la fortuna»,
pero difícilmente se haga de él una composición visual. Des­
de la antigüedad clásica, sin embargo, y hasta el Renaci­
miento, ocurrió todo lo contrario. En varios textos romanos
se describe a la fortuna como una mujer ciega, loca e insen­
sible, que atraviesa la multitud caminando sobre una pie­
dra redonda (para simbolizar su inestabilidad); la rueda
aparece con frecuencia en los sarcófagos, como una eviden­
te alusión al carácter cíclico de la vida.
Hacia el fin del primer milenio ya no se encuentran
ejemplos valiosos sobre el tema, pero luego de unos siglos
de oscuridad éste resurge con mayor esplendor que nunca.
Es ya en su plenitud iconográfica como se lo reencuentra
desde mediados del siglo xn, en los rosetones de varias
catedrales góticas (Amiens, Trento, Lausana) y de numero­
sas iglesias : pequeñas figuras, representando los momentos
y estados de la vida, ascienden y descienden allí por los
rayos de una rueda. Un ejemplo muy antiguo, y evoluciona­
do hasta en sus detalles, puede verse en el Hortus delicia-
rum, de Herrade de Landsberg, abadesa del claustro de
Santa Odilia (Estrasburgo), muerta en 1195. En esta com­
pleta imagen, como en muchas posteriores, cuatro persona­
jes que aparecen representados como reyes, son movidos
por la rueda que maneja la Fortuna en persona. Las leyen­
das que acompañan a los personajes, no dejan duda sobre
el significado de la alegoría: Spes, regnabo (Esperanza,
reinaré), informa el ascendente rey de la izquierda; Gau-
dium, regno! (Alegría, reino ! ), exclama el que se encuentra

150
ì

sobre la plataforma superior; Timor, regnavi... (Temor, rei­


naba...), murmura el de la derecha, que desciende cabeza
abajo ; mientras el cuarto, que ha sido echado de la rueda
y yace en tierra, acepta la evidencia de su condición (Dolor,
sum sine regno). Es evidente que, en una lectura alegórica,
los cuatro personajes no son sino uno, sometido a las va­
riables de la fortuna. El simbolismo de este personaje cua-
tro-en-uno, alude también a las fases de la Luna, a las eda­
des del hombre (infancia, juventud, madurez, vejez).
La sustitución de los reyes por animales o monstruos es
un poco más tardía (siglo xiv, o fines del xm), pero la idea
que este arcano simboliza es seguramente más antigua que
la civilización occidental.

III

Principio, manifestación, alabanza, honor viril, falo, fe­


cundidad viril, cetro paterno.

IV

Alternativas de la suerte. Inestabilidad. Influencias lu-


nomercuriales.
POSITIVO. — Sagacidad, presencia de espíritu que no
deja escapar las buenas oportunidades. Iniciativa feliz, adi­
vinación de orden práctico, suerte. Éxito fortuito, el que
gana en la lotería. Espontaneidad, disposición inventiva.
Animación, brío, buen humor.
NEGATIVO. — Descuido. Especulación, juego, aban­
dono al azar. Inseguridad. Imprevisión, carácter bohemio,
poca seriedad. Situación inestable: ganancias y pérdidas.
Aventuras, riesgos. Disminución de fortuna.

151
V

MENTAL. — Lógica, regularidad. Juicio sano y equili­


brado.
ANÍMICO. — Aporta animación, y refuerza los senti­
mientos.
FÍSICO. — Los acontecimientos que se presenten no
serán estables, porque necesitan un cambio, una evolución.
Seguramente este cambio será para bien y en el sentido del
desarrollo, porque ésta no es una carta retrógrada. Segu­
ridad en la duda. Desde el punto de vista de la salud: no
habrá problemas circulatorios. Aporta buenos augurios
para un futuro casamiento.
SENTIDO NEGATIVO. — La transformación se hará
con dificultad, pero llegará cuando haga falta. Este cambio
no será maléfico, y si se retrasa es a causa de estar mal
encarado. Habrá que modificar desde el principio, partir
de otros orígenes.

VI

En el libro de Ezequiel, pretende Wirth, se encontra­


ría la explicación transparente del Arcano X. Es probable
que el forzamiento de esta pista — que no es desacertada en
sí misma— le haya llevado a adulterar como ningún otro
este naipe, si se relaciona su versión con la comúnmente
aceptada de Marsella. Así, el perro-liebre pasa a ser Her-
manubis, el mono un monstruo tifónico portador de tri­
dente ; la rueda tiene doble llanta, siete rayos en lugar de
seis, un solo leño en vez de dos, una base formada por
dos medialunas de las que surgen dos serpientes (repro­
duciendo el caduceo), se la ve de frente en vez de escor­
zada y, por último, no reposa en el suelo sino sobre un
mar que alude al caos primigenio.

152
1

Parece preferible en este caso la versión historicista de


van Rijneberk y, en el plano simbólico, los datos que pue­
den extraerse del simbolismo general de la rueda. «A lo
que en última instancia se alude —dice Cirlot refiriéndose
a éste— es a la descomposición del orden del mundo en dos
estructuras esenciales y distintas: el movimiento rotatorio
y la inmovilidad ; la circunferencia de la rueda y su centro,
imagen del «motor ipmóvil» aristotélico. Este tema es ob­
sesionante para la mentalidad mítica...» El aspecto solar
y zodiacal del simbolismo de la rueda, la relaciona sin duda
con el concepto de lo cíclico (el día, las estaciones, la vida
del hombre), o sea de aquéllo que nace para morir, pero
también que muere para la resurrección. Guénon afirma que
la rueda es símbolo de origen céltico, y señala su evidente
parentesco con las flores emblemáticas (rosa en Occidente,
loto en Oriente), con los rosetones de las catedrales góticas
y, en general, con las figuras mandálicas. En el taoismo,
aparece como metáfora del proceso ascendente-descendente
(evolución e involución, progreso espiritual y regresión).
Ninguna de estas interpretaciones, consigue sin embar­
go desentrañar el punto de vista de Éliphas Lévi, quien se
aparta en este arcano de la opinión general. Ni la icono­
grafía de la lámina ni su claro dinamismo simbólico parece
que puedan relacionarse con el honor, la fecundidad, y la
concreta alusión fálica del abate Constant.

153
XI. — LA FUERZA

Una mujer abre con las dos manos las fauces de un


león. Está vista de tres cuartos, y mira hacia la derecha ;
el león, en cambio, está de perfil. La mano derecha de la
mujer se apoya en el hocico del león, mientras la izquierda
le empuja el maxilar inferior. El personaje viste una falda
azul, y un chaleco del mismo color con adornos amarillos,
bajo el cual lleva una blusa igualmente amarilla con puños
color carne. Es difícil definir la prenda de tono rojizo que
cubre su vestimenta: parece un manto, o más bien dos
piezas laterales de distinto largo, ya que la de su derecha
llega al suelo, en tanto que la de la izquierda no pasa de
la cintura. Todas las partes visibles de su cuerpo están
representadas en color carne ; va tocada con un sombrero
azul, amarillo y blanco, cuya forma recuerda al del Prestidi­
gitador.
Del león, representado en amarillo, no se ve más que
la cabeza, la melena y una de las patas delanteras. El fon­
do y el suelo son del todo incoloros, de modo que la san­
dalia de la mujer —que asoma bajo el ruedo de su falda—
parece apoyarse en el aire.

154
II

La Fuerza, simbolizada por el hombre triunfante sobre


las bestias o la naturaleza, fue glorificada vastamente en la
literatura antigua y en el arte medieval. En el Antiguo Tes­
tamento aparece la historia de Sansón, como en la mitolo­
gía grecolatina la perdurable saga de los trabajos de Hér­
cules. La batalla del héroe con el león de Nemea, ha sido
usada probablemente como alegoría de la fuerza desde la
más remota antigüedad: en las excavaciones realizadas en
los alrededores de Troya, se encontró un casco del siglo vil
a. C., sobre el que está representado un hombre que abre
con sus dos manos las fauces de un león ; el mismo tema,
aparece también vagamente en manifestaciones de la cul­
tura sumeria. Como símbolo de la fuerza moral y espiri­
tual, la Edad Media recoge a menudo esta imagen, usando
como protagonista a Sansón o* más frecuentemente, al
rey David.
En el Tarot, sin embargo, es una mujer la que represen­
ta a La Fuerza, en la más difundida alegoría del león (ver­
sión de Marsella), e inclusive en la de las columnas (Tarot
de Carlos VI). El antecedente más ilustre de esta transposi­
ción alegórica es la leyenda de Cirene, la ninfa cazadora
que avergonzó y sedujo al inestable Apolo. Pindaro cuenta
de una excursión del dios hasta el monte Pelion, en la
Tesalia, hacia la que éste habría partido formidablemente
armado, para prevenir los riesgos que podrían acontecerle
en tan larga travesía; allí encontrará a Cirene, quien «sola
y sin siquiera ima lanza, combatía a un espantable león»...
Para van Rijneberk, el Arcano XI es una perfecta ilus­
tración de esta leyenda, pero confiesa no haber encontrado
un solo ejemplo que la reproduzca en los manuscritos ilu­
minados. Iconográficamente, La Fuerza sería por lo tanto
uno de los aportes más originales del Tarot.
Una curiosa instrucción, escrita en el margen de una

155
página de la Somme du Roi, manuscrito del año 1295
orienta al pintor que debía iluminar los textos. Bajo el nú­
mero 12, puede leerse: «Aquí va una dama de pie que
sujeta a un león. El nombre de la dama es Fuerza». Pero
la miniatura no fue ejecutada jamás.

III

La mano en la acción de tomar y retener.

IV

Virtud. Coraje. Potencia anímica. Influencia de Júpiter


y de Marte.
POSITIVO. — Energía moral, calma, intrepidez. Es­
píritu que domina la materia. La inteligencia domando a
la brutalidad. Sojuzgamiento de las pasiones. Logro indus­
trial.
NEGATIVO. — Impaciencia. Cólera, ardor inmodera­
do. Insensibilidad, crueldad. Lucha, guerra, conquista vio­
lenta. Operación quirúrgica. Vehemencia, discordia. In­
cendio.

MENTAL. — Esta carta aporta una gran agudeza para


distinguir entre lo verdadero y lo falso, lo útil y lo inútil,
y una claridad precisa en el juicio.
ANÍMICO. — Dominio sobre las pasiones, poder de
conquista. Para una mujer que está por casarse : consegui­
rá que su personalidad no sea anulada por el afecto que
sienta hacia su marido. Protección afectuosa.

156
FÍSICO. — Voluntad para vencer los acontecimientos,
magisterio de la situación; hará valer sus legítimos dere­
chos. Capacidad para dirigir en todos los asuntos mate­
riales.
SENTIDO NEGATIVO. — El hombre no es amo de
su fuerza; es brutal, desatento, o bien se deja llevar por
ella en lugar de utilizarla. Los hechos o la gente lo abati­
rán; su fuerza será aniquilada, y será víctima de fuerzas
superiores.

VI

La dama serena y triunfante del Arcano XI, cierra la


primera mitad del Tarot ; representa, por lo tanto —dentro
de las «mesas» propuestas como resúmenes iniciáticos— ,
la culminación de la vía seca y racional inaugurada por
El Prestidigitador. Iconográficamente, se liga a él por la
expresión corporal —de pie, en actitud de reposada ac­
ción— y, fundamentalmente, por el sombrero que sigue en
su diseño al signo del infinito. Un curioso ejercicio de
«adición y reducción mística» 26, permite relacionar a las
cuatro figuras femeninas de la primera parte del Tarot. En
efecto: 3 (Emperatriz) 4- 8 (Justicia) = 1 1 (Fuerza), que
se reduce a : 11 = 1 + 1 = 2 (Sacerdotisa). Partiendo de
la vía seca (masculina) de los arcanos, este esquema fe­
menino (húmedo e intuitivo) se presta a múltiples especu­
laciones combinatorias.
Se ha querido ver en La Fuerza, una clara alusión zo­
diacal: Leo vencido por Virgo o, lo que es lo mismo, la
quemazón ardiente que corresponde a la plenitud del vera­
no, domada por el anticipo sereno del otoño. En este sen­
tido hay que interpretar la parábola esotérica del Arca­
no X I : el personaje no mata al león sino que lo doma ; la
sabiduría consiste en no despreciar lo inferior, en no ani­

157
quilar lo que es bestial, sino en utilizarlo. No es otro el
corolario natural que se desprende de la Gran Obra alquí-
mica, la brillante metáfora de sus transmutaciones.
Nada se ha escrito sobre la vaguedad con que la imagen
flota sobre un fondo incoloro, aunque acaso intente seña­
lar con esto el carácter incierto y transitorio de su reali­
zación.

158
XII. — EL AHORCADO

Un hombre está suspendido por un pie de un trozo de


madera al que soportan dos árboles podados. Ambos
montantes del patíbulo están coloreados en amarillo y
cada uno conserva seis muñones de la poda sufrida, cuya
sección está pintada en rojo ; terminan en una horquilla,
sobre la que reposa el travesaño superior, de color verde.
De este mismo tono son los dos montículos, a cada costa­
do, de los que se elevan los árboles del suplicio, y en los
que brotan sendas plantas de cuatro hojas.
La cuerda, corta, desciende del centro de la barra trans­
versal. Curiosamente, la atadura con la que debería estar
unida al pie del personaje, no está representada.
El hombre viste una chaqueta azul, con medias man­
gas rojas y un faldón amarillo, marcado este último por
dos mediaslunas a derecha e izquierda, que pueden ser bol­
sillos. El cinto y el cuello de su chaqueta son blancos, así
como los nueve botones — seis arriba y tres debajo de la
cintura— y la franja de tela en la que están cosidos. Sus
calzas rojas continúan en unos zoquetes azules, color este
último del que son también los cabellos del personaje. La
cara, el cuello y los brazos, son rosados.
La cabeza del Ahorcado se encuentra a nivel de la base
de los árboles. Sus manos están ocultas detrás del talle.

159
Naturalmente, la pierna por la que está suspendido — la
izquierda— permanece estirada, pero la otra se repliega y
la cruza por detrás, a la altura de la rodilla.
El fondo no está coloreado. El Ahorcado y el patíbulo,
se ven totalmente de frente.

II

En 1591 —y tomando como testimonio la Historia


Eclesiástica de Eusebio— Gallonio describió las torturas
sufridas por los mártires de los primeros siglos de la cris­
tiandad. «Las mujeres cristianas — escribe— eran frecuen­
temente suspendidas por un pie durante todo un día, y lo
hacían de tal modo que sus partes más íntimas quedasen
al descubierto, de manera de mostrar con esto el mayor
desprecio posible hacia la santa religión de Cristo.» Van
Rijneberk confirma que la suspensión por un pie fue vasta­
mente ejecutada por los supliciadores romanos, y hay tes­
timonios también de víctimas medievales. Una canción de
gesta del siglo xiii informa de este castigo aplicado a un
trovador por uno de los duques de Brabante, luego de que
éste le sorprendiera en diálogo más que musical con la
duquesa.
En lo que respecta a las artes gráficas, las miniaturas de
los siglos xiii y xiv abundan en reproducciones de santos
y mártires clavados por los pies a un travesaño elevado
(aluden tal vez a las crucifixiones cabeza abajo, que parece
solicitaron varias víctimas, por no considerarse dignas de
reproducir el suplicio de Cristo: circa 64 ó 67, año de la
muerte de San Pedro). Pero habrá que llegar a fines del si­
glo XV, para descubrir una imagen análoga a la del Ahor­
cado del Tarot. Es la reproducción de un campesino sus­
pendido de la rama de un árbol, que puede verse en el
Mittelalterliches Hausbuch, atribuido al maestro del gabi-

160
nete de Amsterdam. Como en el Tarot de Carlos VI, la
pierna no sujeta del personaje parece descoyuntarse en el
aire, a diferencia de la imagen del de Marsella, en la que
el cruce en 4 de las piernas alude —aparte de sus inter­
pretaciones simbólicas— a una tortura suplementaria: la
que consistía en el plegamiento forzoso y continuado de la
articulación, por medio de un aro de hierro.
Desde otro punto de vista, puede señalarse que la anti­
güedad ha dejado numerosos testimonios de figuras inver­
tidas, que en ningún caso pueden relacionarse al suplicio.
Ésta es la postura que adoptan con frecuencia las deida­
des desnudas asiriobabilónicas, en los cilindros de arcilla
que reproducen escenas de conjunto. Es dable imaginar que
las diosas significaban en esa posición otra variante que el
espanto ; que proponían una lectura ritual ahora absurda
o ilegible.

III

Ejemplo, enseñanza, lección pública.

IV

Abnegación. Aceptación del sacrificio. Influencia Luna-


Venus.
POSITIVO. — Desinterés, olvido de sí mismo, desvelo.
Sometimiento al deber, sueños generosos. Patriotismo, apos­
tolado. Filantropía, entrega a una causa. Sacrificio personal.
Ideas volcadas hacia el porvenir. Simiente.
NEGATIVO. — Resoluciones acertadas, pero que no
se ejecutan ; proyectos abortados ; plan bien concebido que
queda en teoría. Promesas no cumplidas, amor no corres­
pondido. Los buenos sentimientos serán utilizados para ma­
las empresas. Impotencia realizadora. Pérdidas.

161

E l Tarot, 6
V

MENTAL. — Posibilidades muy diversificadas. Ante


las decisiones a tomar, se considerará el pasado, el presente
y el porvenir, de lo que resultará una fluctuación. Esta carta
indica cosas poco maduradas ; no define ni concluye nada.
ANÍMICO. — Falta de claridad, indecisión, particular­
mente en las cosas afectivas.
FÍSICO. — Abandono de algunas cosas, renunciamien­
to, proyectos dudosos. Impotencia momentánea para la ac­
ción. Si se comienza un asunto se lo dejará estar, y no po­
drá resolverse como no sea a través de una ayuda. Desde
el punto de vista de la salud: trastornos circulatorios.
SENTIDO NEGATIVO. — Éxito posible pero defec­
tuoso, sin satisfacción ni placer, sobre todo en proyectos de
orden sentimental. Reticencia, planes ocultos.

VI

J. G. Frazer (La rama dorada) afirma que el hombre


primitivo tiende a ubicar a sus divinidades entre el cielo
y la tierra, en una zona aislada que las preserva de influen­
cias y contaminaciones. Cirlot, que recoge esta interpreta­
ción, agrega que «toda suspensión en el espacio participa
de este aislamiento místico, sin duda relacionado con la
idea de levitación y la de vuelo onírico». Reiteradas leyen­
das de muy diverso origen, atribuyen a los ahorcados carac­
terísticas mágicas, y los dotan de videncia y mediumnidad.
Para Wirth, preocupado por el simbolismo iniciático, el
protagonista del Arcano X II es homólogo y opuesto al Pres­
tidigitador (I), ya que como él inicia una de las vías, pero
partiendo del extremo opuesto del camino. En este sentido
lo ve como el principio de intuición por el que el ser hu­
mano puede alcanzar un resplandor de la divinidad ; como

162
el colaborador en la gran obra que transmutará en bien la
carga negativa del universo; como la víctima sacrificial
para la redención.
Se le atribuyen también virtudes adivinatorias y telepá­
ticas ; y es relacionado con frecuencia con el arte y la uto­
pía. Maestri lo ve también como arcano posesivo, pero hay
que entenderlo en un sentido puramente idealista, como
una manifestación de amor que carece de objeto .individual
(amor al prójimo).
Una interesante especulación podría partir de su núme­
ro de orden en el Tarot, que lo relaciona con el simbolis­
mo zodiacal y el dodecadenario.

163
XIII. — LA M U ER TE44

Un esqueleto, revestido por una suerte de sonrosada


piel, tiene una guadaña entre las manos. Del suelo, negro,
brotan plantas azules y amarillas, y diversos restos huma­
nos. El fondo no ha sido coloreado.
En primer plano, a la izquierda, una cabeza de mujer ;
a la derecha, una cabeza de hombre luciendo una corona.
Un pie y una mano aparecen tendidos en tierra ; otras dos
manos — una mostrando la palma, y la otra el dorso— bro­
tan en cambio en último término, superando la línea de
horizonte.
El esqueleto está representado de perfil, y como diri­
giéndose hacia la derecha. Parece estar manejando la gua­
daña, sobre la que apoya las dos manos. Su pie derecho
no se ve, pero puede imaginárselo sepultado en el suelo.

n
Es probable que la alegoría de la muerte representada
como un esqueleto segador, sea original del Tarot; si es
44. Éste es el nombre que convencionalmente se le asigna ya
que, en verdad, no lleva ninguno en el Tarot de Marsella ni en sus
variantes más significativas.

164
así, se trata de uno de los aportes más fundamentales que
los naipes hayan hecho a la iconografía contemporánea, ya
que la popularidad de esta metáfora macabra apenas admite
competencia.
Van Rijneberk desglosa el estudio de este arcano, en
sus tres partes constitutivas : el número trece, el esqueleto,
la guadaña. Como emisario de una premonición sombría,
el trece tiene su antecedente cristiano en los comensales de
la Ultima Cena, de la que la tradición extrajo una conseja
muy popular en la Edad Media: cuando trece personas se
sientan a la mesa, alguna de ellas morirá muy pronto. Esta
superstición sería sin embargo heredera de otras versiones
más antiguas: Diódoro de Sicilia, contemporáneo del em­
perador Augusto, explica por ella la muerte de Filipo de
Macedonia, quien habría mandado agregar su estatua a la
de los doce dioses principales, días antes de ser asesinado.
No debe olvidarse tampoco que simbólicamente es la uni­
dad superadora del dodecadenario, o sea la necesaria muer­
te de un ciclo completado (que implica también, aunque
este aspecto se haya desbaratado en la transmisión popular,
la idea consecuente de una forma de renacimiento).
Por lo que respecta al esqueleto —y aún recubierto de
una funda de piel, como el del Tarot— , el ejemplo más an­
tiguo data del siglo i, y ha sido descrito por Altmann entre
los hallazgos arqueológicos de Cnosos, en la isla de Creta :
se halla al costado de una pequeña mesa cargada de sucu­
lentos manjares, frutos y postres. Todo el conjunto está
labrado en la cimera de un sarcófago. En el arte cristiano
primitivo, en cambio,, no se encuentran trazos de este simbo­
lismo durante los primeros siglos, lo que no parece extraño
si se considera algunas de las ideas centrales de los catecú­
menos: la muerte entendida como pórtico de una vida
mejor, la confianza en la proximidad del Juicio Final (y la
consiguiente resurrección de la carne); la absoluta falta
de terror, por lo tanto, ante un estado que se ofrecía como

165
transitorio y desprovisto de duelo. Un ejemplo — que toda­
vía puede considerarse aislado— se remonta a 1360, y fue
descubierto en un cementerio pisano: se trata de una ale­
goría de la muerte vista como una mujer esquelética. Pero
el esqueleto propiamente dicho aparece en todo su esplen­
dor, recién en las célebres Danzas de la muerte, disemina­
das por los cementerios y los claustros europeos, casi simul­
táneamente, y con seguridad no antes del siglo xv. El tema
de estas composiciones, es idéntico en todas partes : el es­
queleto se apodera (y el matiz está sólo en el grado de
violencia o de gentileza con que lo haga) de criaturas hu­
manas de ambos sexos, y de toda edad y condición. Otro
elemento que tienen en común las Danzas de la muerte, es
que todas ellas son posteriores al Tarot, de cuya popula­
ridad pudieron extraer por entonces el sutil encanto de sus
imágenes.
En estas danzas, sin embargo, no se encuentran esque­
letos portadores de guadañas sino de útiles diversos (una
espada, una reja de arado, un par de tijeras, un arco con
flechas) que aluden por lo general al oficio de la persona
a la que está por llevarse la muerte. En Joel (IV.9,13), M a­
teo (XIII. 38,41), y fundamentalmente en el Apocalip­
sis (XIV. 14,20), pueden encontrarse metáforas bíblicas en
las que se alude a la hoz o la guadaña, instrumento de jus­
ticia que empuña Yavé, el Hijo del Hombre y, posterior­
mente, los ángeles: como una derivación de este principio
moral interpreta van Rijneberk la imagen de la muerte
segadora; el pasaje de la hoz, de mango corto, a la gua­
daña (que permite realizar la siega con mayor comodidad),
sería un simple reflejo iconográfico de una transición agrí­
cola.
Al homologar ambos útiles de labranza, el conjunto
alegórico puede ser remitido a Saturno: el viejo Cronos
helénico devorador de sus hijos, tronchando todo lo que
alcance con su afilada hoz.

166
Ili

El cielo de Júpiter y de Marte, dominación y fuerza,


renacimiento, creación y destrucción.

IV

Fatalidad ineluctable. Fin necesario. Desencantamiento.


Influencia saturniana activa.
POSITIVO. — Profundidad, penetración intelectual,
pensamiento metafísico. Discernimiento severo, sabiduría
desengañada. Resignación, estoicismo. Desilusión, desape­
go, indiferencia.
NEGATIVO. — Plazo fatal. Jaque mate inevitable,
pero no provocado por la víctima. Ánimo decaído, pesimis­
mo, pérdida del coraje. Conversión absoluta. Cese, con vis­
tas a recomenzar de modo diametralmente opuesto.

MENTAL. — Renovación de las ideas, total o parcial­


mente, porque algo va a intervenir y a transformarlo todo ;
como un fenómeno catalizador, o un cuerpo nuevo que mo­
difica totalmente la acción del cuerpo actual.
ANÍMICO. — Alejamiento, dispersión de los afectos.
Será arrasado un sentimiento, una esperanza.
FÍSICO. — La muerte, la pérdida de alguna cosa, la
inmovilidad. En negocios o actividades, transformación
completa.
SENTIDO NEGATIVO. — Desde el punto de vista de
la salud, estancamiento de enfermedad o proceso. La muer­
te podrá ser evitada, pero a cambio de una lesión incura-

167
ble. Según su entorno puede significar muerte, en sus múl­
tiples matices, pero también malos acontecimientos, malas
noticias.

VI

Este arcano, el único innominado del Tarot, es también


acaso el que menos necesita de un nombre : la muerte sur­
ge de él en todo su esplendor alegórico ; brillante como las
sagas populares y sin asomo de promiscuidad. Aún ampu­
tados, los restos humanos no parecen deshechos sino frag­
mentos de un laberinto, dispuestos a proponer al menor
estímulo un nuevo diagrama combinatorio. aTodo en el ar­
cano tiende a la ambivalencia —acierta sagazmente Cir-
lot— , para remarcar que si la vida, en sí, como supieron
Heráclito, los medievales y confirma la ciencia moderna,
está íntimamente ligada a la muerte, también la muerte es
el manantial de la vida, no sólo de la espiritual, sino de la
resurrección de la materia.» A la manera de un Shiva trans-
mutatorio, esta muerte tarótica confunde las formas de los
seres pero sin aniquilar su fundamento. Hija de la noche
y hermana del sueño, para los griegos, Horacio la describió
con alas negras y una red cazadora: es bajo este aspecto
de modificadora sutil como aparece en los naipes, más
allá del horror o la belleza, reiterado umbral de la meta­
morfosis.
Los esotéricos afirman la inexistencia de la muerte como
claudicación: las formas se disuelven, varían de aparien­
cia — insisten— cuando devienen incapaces de servir a su
destino. Así, entre el Emperador y la muerte (primeros tér­
minos del segundo y quinto temario, respectivamente) no
hay más que una diferencia de matices: al esplendor má­
ximo del poder y la materia sucede la extinción, que es su
consecuencia lógica pero también su necesidad. Como pa-

168
rábola del proceso iniciático en oposición a la vida corrien­
te, es acaso el arcano más explícito: «El profano debe
morir — conjetura Wirth— para renacer a la vida supe­
rior que concede la Iniciación».
La muerte guarda relaciones simbólicas con la tierra,
entre los cuatro elementos, y con la gama de colores que va
del negro al verde pasando por los matices terrosos. Tam­
bién se la asocia al estiércol, pero menos por lo que éste
tiene de desagradable que por el proceso de transmuta­
ción material que representa.
Algunos ocultistas la imaginan diversa como el número
de los hombres, y es en ese sentido que aluden a ella como
«la pluralidad».

169
X IIII. — LA TEM PLA N ZA

Un ángel con rostro femenino vuelca el contenido de


un vaso azul en un vaso rojo. El fondo es incoloro y el
suelo amarillo, con sendas plantas verdes a los lados del
personaje. A éste le vemos de frente, con el rostro ligera­
mente inclinado hacia la izquierda y hacia abajo, y el torso
girado en la misma posición. Su vestimenta tiene cuatro
colores distintos: amarillo, alrededor del cuello y de la
cintura ; azul, a cada lado de la pechera y en la mitad iz­
quierda de la falda ; rojo, en las mangas y en la otra parte
de la falda; el rectángulo central de la pechera, así como
las partes visibles de su cuerpo, están representados en
color carne. Sus alas comparten este último tono, y sus ca­
bellos son azules ; los pies permanecen ocultos por los plie­
gues del ruedo.
Tres líneas onduladas unen los vasos que sostienen el
ángel, figurando el líquido trasvasado.

n
La mujer trasvasadora, es una alegoría muy usual du­
rante la Edad Media para representar la virtud de la tem-
planza: se suponía que echaba agua al vino para dismi­
nuir sus efectos. Curiosamente, la misma imagen sirvió
durante los primeros siglos del cristianismo para ilustrar
todo lo contrario : el milagro de las bodas de Caná, donde
la trasvasadora — por orden de Jesús— vierte el agua que
ha de convertirse en vino. Ascendida misteriosamente de
categoría, puede vérsela muy honrada en los coléctanos
medievales. En uno de ellos, del siglo xii, figura rodeada
por las virtudes cardinales, con una leyenda que aclara que
es de la templanza que «las otras virtudes penden, como
una puerta de sus goznes». En la tumba de Clemente II
(1237), en la catedral de Bamberg, aparece esculpida con
todo detalle.
Con otro significado, se la encuentra en la portada de
La sepmaine de Guillaume de Sallustre, seigneur du Bar-
tas, impreso por Jacques Couet, de Ginebra, en 1601. Allí
aparece coronada por palabras de Horacio: «El cántaro
retendrá largo tiempo el perfume que lo llenó por vez pri­
mera».

III

El cielo solar, temperaturas, estaciones, movimientos,


cambios de la vida siempre renovada y siempre idéntica.

IV

Serenidad. Frialdad. Adaptación. Influencia Mercurio-


Luna.
POSITIVO. — Carácter tolerante, filosofía práctica, fe­
licidad. Temperamento descuidado. Aceptación de los acon­
tecimientos, flexibilidad para adaptarse a las circunstan­
cias. Educación, sociabilidad. Carácter elástico para enfren­
tar las transformaciones.

171
NEGATIVO. — Indiferencia. Falta de personalidad,
plasticidad pasiva. Inconstancia, humor cambiante. Tenden­
cia a dejarse llevar por la corriente, sometimiento a la
moda y a los prejuicios. Resultados no conformes a las as­
piraciones. Derrame, salida, flujo involuntario. Las cosas
siguen su curso.

MENTAL. — Esta carta aporta el espíritu de concilia­


ción, la ausencia de pasiones en el juicio ; otorga el senti­
do profundo de las cosas, como representante que es de un
principio eterno de moderación. Elude la fijeza, el empe­
cinamiento, ya que corresponde a lo flexible y lo plástico.
ANÍMICO. — Los seres se reconocen y se encuentran
por sus afinidades. Bajo la influencia de esta carta son fe­
lices, pero no evolucionan y no conseguirán librarse uno del
otro.
FÍSICO. — En negocios o actividades, conciliación. Se
pesa el pro y el contra, se encuentra la manera de llegar a
un arreglo, pero se ignora si el éxito coronará la empresa.
Reflexión, decisión que no puede tomarse de inmediato.
Desde el punto de vista de la salud : enfermedad difícil de
curar, porque se alimenta de sí misma.
SENTIDO NEGATIVO. — Desórdenes, desacuerdos.
Pero las tergiversaciones y las dudas serán anuladas.

VI

Mezcla de ángel y mujer, La Templanza ha evocado


siempre, para los investigadores del Tarot, al mito del
hermafrodita. Tema recurrente y vastísimo, por uno de sus
aspectos — que es el que aquí interesa— la androginia ha

172
sido considerada desde antiguo como premonición feliz.
Esto hace de La Templanza una carta amable, desde el
punto de vista adivinatorio, cuya presencia aligera siempre
la densidad del oráculo. Arcano de reunión, y por lo tanto
de equilibrio —la coniunctio oppositorum, en su fase ante­
rior a la bisexuaíidad— , se ha querido ver en el trasvase
una metáfora de las transformaciones: el pasaje de lo es­
piritual a lo físico, del sentimiento a la razón.
Astrológicamente, no deja dudas sobre su filiación acua-
riana, que guarda correspondencia con el simbolismo de
Indra, deidad hindú de la purificación.
En la androginia de La Templanza ve Wirth el elemento
relacionador del quinto ternario del Tarot, que proviene de
la muerte asexuada (XIII), para culminar en El Diablo
bisexual (XV). Hay que señalar también su ubicación como
último término del segundo septenario, que corresponde al
Alma o psiquis, plano de la personalidad fluyente, flexible
e inestable por naturaleza, relacionado con las aguas en
casi todas las teofanías (así como al Espíritu se lo asocia
con la luz [fuego, aire], y al Cuerpo con la tierra).
El tema del trasvase y las urnas opuestas y gemelas,
domina por otra parte las especulaciones sobre la tauma­
turgia terapéutica. En este aspecto el Arcano XIIII es cla­
ramente el curador, el agente reparador y reconstituyente,
el que vuelca la armonía universal sobre el desequilibrio
individual. Como El Ermitaño, alude a los médicos, curan­
deros y chamanes; pero, más específicamente que éste, a
los consejeros, confesores y psicoanalistas.
Queda por establecer una lectura de La Templanza en
el contexto del interminable simbolismo acuático, por el
que alude a la materia unívoca (el océano primordial), al
torrente circulatorio sostenedor de la vida (lluvia, savia, le­
che, sangre, semen), a la relación con la madre (las aguas
como elemento prenatal), a las inmersiones como rito de
muerte y resurrección (bautismo).

173
■ " / ■

En un plano menor es interesante la función que cum­


ple el líquido como aroma (en los versos de Horacio, cita­
dos por van Rijneberk), y el aspecto de «temperatura», que
Lévi señala al pasar y sin detenerse a desarrollarlo.

174
XV. — E L DIABLO

Tres personajes están representados de pie. En el me­


dio, sobre un pedestal rojo en forma de copa, un herma-
frodita alado y cornudo ; a sus costados, debajo de él y de
muy pequeña talla, un hombre y una mujer dotados de atri­
butos animales, encadenados a un anillo que se encuentra
en el centro del pedestal.
El personaje central viste sólo unas calzas azules, flo­
jamente sostenidas por un cinto rojo; lleva sobre la ca­
beza un curioso tocado amarillo, del que surgen dos astas
de ciervo del mismo color; dos alas azules, de un diseño
semejante a las de los murciélagos, brotan de sus espaldas.
Todo indica que el personaje es de sexo masculino, pero
sus senos están desarrollados como los de una mujer. Sus
manos y sus pies tienen características simiescas ; la mano
derecha, elevada, muestra el dorso; la izquierda empuña
la hoja de una espada, sin pomo ni guarnición.
La pareja encadenada está vista de tres cuartos, enfren­
tándose ligeramente sus dos integrantes. Van completamen­
te desnudos, pero se adornan con un tocado rojo del que
escapan unos cuernos negros. Tienen cola, patas y orejas
de animal, y ocultan las manos detrás de la espalda. En el
nivel en que se encuentran el suelo es negro, pero a la al­
tura del pedestal deviene amarillo con estrías negras. El

175
7

fondo es incoloro, y la piel de los tres personajes del color


de la carne.

II

Durante la baja Edad Media, el diablo fue representado


a menudo como un dragón o una serpiente, imagen sin
duda derivada de su papel en el Génesis. Por un proceso
simbiótico —característico de la iconografía— , Eva y el
diablo se fusionaron a menudo en la figura de la serpiente
con cabeza de mujer : así puede vérsele casi siempre en las
ilustraciones de los misterios franceses que aluden a la
caída.
El desarrollo antropomórfico que llevó al diablo a con­
vertirse en la figura que conocemos, tiene probablemente su
origen en las tradiciones talmúdicas y en leyendas precris­
tianas, según las cuales la serpiente edénica habría tenido
manos y pies de hombre, miembros que perdió en castigo
a su desdichada intervención en el drama del Paraíso, que­
dando condenada a reptar hasta el fin de los tiempos. Así
aparece en el Apocalipsis de Abraham, donde se describe
al Tentador como un hombre-serpiente, descripción que
retoma Josefo y, en general, buena parte de los autores
judíos de su época. Ya en el Antiguo Testamento (Job, 1.6,
12 y II. 1) se advierte esta humanización de Satán, y en
Mateo (IV.3,11) aparece con toda claridad el antropomor­
fismo del personaje. En plena posesión de estos atributos
lo vemos protagonizar un manuscrito de Gregorio de Nice-
na, donde toma la forma de un hombre joven, alado, y des­
nudo hasta la cintura.
Pero habrá que acercarse a los fines del primer milenio,
para que el diablo sufra la más cruel de sus metamorfosis :
la que acabó por convertir en sinónimo de la abominación
y el horror al más hermoso de los ángeles. Van Rijneberk

176
achaca a los miniaturistas anglosajones este privilegio ico­
nográfico, que por otra parte respondía a la simplicidad
analógica de la época : si el diablo contenía la suma de los
pecados y el escándalo, si su nombre era homólogo a la
imaginación de todo mal, parecía lógico que se lo figurase
como el apogeo de la fealdad y el espanto. El hombre con
garras de las más tibias representaciones, fue soportando
luego el agregado de los cuernos, los dientes desmesurados,
el pelaje invasor, las patas de macho cabrío, los senos arru­
gados, la cola retráctil que remataba un aguijón. Así apare­
ce ya en los manuscritos alemanes de los siglos X y XI, y
en el Missel Oxonien del obispo Léofric (960-1050). El dia­
blo del Tarot —repelente murciélago hermafrodita— no es
más que el heredero de esta figuración.
Van Rijneberk recalca el sentido metafísico que tuvo
en cambio Satán para los Padres de la Iglesia, lejos aún de
estas hechicerías. Entre los siglos m y iv, memora, A ta­
nasio relató las fatigas que solían acompañar a los tenta­
dos: el aspecto del Maligno producía angustia antes que
repulsión ; su voz era terrible, su movimiento sigiloso como
el de un asesino.

III

El cielo mercurial. Ciencia oculta, magia, intercambio,


elocuencia, misterio, fuerza moral.

IV

Desorden. Pasión. Lujuria. Conjunción Marte y Venus.


POSITIVO. — Atracción sexual, deseos pasionales. Ac­
ción mágica, magnetismo. Capacidad taumatúrgica. Poder
oculto, ejercicio de influencias misteriosas. Actividad que es

177
inaccesible a los maleficios. Protección contra las fuerzas
oscuras y los encantamientos.
NEGATIVO. — Desarreglo. Sobreexcitación, concupis­
cencia, lubricidad. Necedad, intrigas. Empleo de medios ilí­
citos. Embrujamiento, fascinación repentina, esclavitud y
dependencia de los sentidos. Debilidad, egoísmo.

MENTAL. — Gran actividad, pero totalmente egoísta


y sin preocupación por la justicia. Esta carta no tiene nin­
guna significación práctica en el plano espiritual.
ANIMICO. — Pluralidad, diversidad, inconstancia.
Búsqueda en todas direcciones para atraérselo todo. Preo­
cupación nula por el prójimo. Libertinaje.
FÍSICO. — Gran irradiación en este plano, sobre todo
en el dominio material y en las realizaciones concretas.
Poderosa influencia sobre los demás. Es sin embargo una
carta deficiente, ya que todos los triunfos a los que alude
serán obtenidos por medios censurables. De esta manera
se adquirirá fortuna, y los delitos permanecerán en la im­
punidad. En el dominio afectivo, significa la conquista de
un cuerpo por procedimientos reprobables, que incluyen la
violencia y hasta la destrucción del otro ser, pero el éxito
coronará la empresa. Esta carta incluye también la puni­
ción: según sea su relación con otras puede significar que
los triunfos serán efímeros y que los seguirá el castigo. Des­
de el punto de vista de la salud : gran inestabilidad nervio­
sa, trastornos psíquicos; aparición de enfermedades here-;
ditarias.
SENTIDO NEGATIVO. — La acción parte de mala
base, y sus efectos pueden ser calamitosos. Desorden, in­
versión de planes, cosas obstruidas. Desde el punto de vista
de la salud: acrecentamiento del mal, complicaciones.

178
VI

Tanto Cirlot como Wirth —con pleno derecho, desde


sus respectivos planos de observación: el simbólico y el
esotérico— eluden internarse en el vasto complejo de la
demonologia al comentar el Arcano XV. Así, el primero de
estos autores se limita a emparentarlo con el «Baphomet de
los templarios, macho cabrío en la cabeza y las patas, mu­
jer en los senos y brazos», y a mencionar que el perso­
naje tiene como finalidad «la regresión o el estancamiento
en lo fragmentado, inferior, diverso y discontinuo». Wirth,
por su parte, acota que el diablo es el enemigo de El E m ­
perador (IV) en la lucha política por el poder del mundo
material, y conjetura que es él «quien opone los mundos
al Mundo, y los seres entre sí». Para Ouspensky, su figura
«completa el triángulo cuyos otros dos lados son la muerte
y el tiempo», en el sentido de la formalidad de lo ilusorio.
Sin embargo, vale la pena detenerse un poco en este
riquísimo arcano, que origina el tercer y último septenario
del Tarot, plano del mundo físico o cuerpo perecedero del
hombre. Desde el punto de vista de la finitud temporal, él
no es menos importante de lo que resulta el ubicuo Prestidi­
gitador para el reino del espíritu, o el triunfal protagonista
de El Carro (VII) para el análisis psicológico.
«En la medida en que siempre hubo áreas penumbrosas
y aún desconocidas para el conocimiento y presumiblemen­
te siempre subsistirán enigmas — acierta Jaime Rest en su
artículo Satanás, sus obras y sus pompas— , lo demoníaco
fue y seguirá siendo una constante de nuestra realidad, ya
que esta experiencia parece nutrirse primariamente de aque­
llo que se repliega más allá del dominio humano, y cuya
índole tremenda y estremecedora suscita en nosotros ese
sacudimiento íntimo que los teólogos denominan temor nu-
minoso.» Rest pasa revista a las metamorfosis sufridas por
el diablo (de las que no es la menor la variabilidad de su

179
aspecto: de la belleza resplandeciente con que lo imagina­
ron Milton —canto II, Paraíso perdido— y William Blake,
al espanto de su corte bajo los pinceles de Goya), para re­
tornar al memorable punto de partida desde donde se con­
cibe sin dificultades la perduración del demonismo : Satán,
como «un desafío del orden que los hombres han atribuido
a Dios».
La figura del Tentador, por otra parte, es inseparable
de las legiones que le sirven (vale decir, de la idea del In­
fierno), y el Tarot repite puntualmente esta asociación al
representarlo junto a la pareja encadenada, quienes pueden
ser tanto sus prisioneros como sus colaboradores. Michel
Carrouges (Imágenes del Infierno en la literatura) ha seña­
lado la persistencia de la temática infernal, desde la epo­
peya de Gilgamesh hasta los Cantos de Maldoror, pasando
por la teogonia descrita por Hesíodo, el Libro de los Muer­
tos, o el arquetípico viaje que tuvo por guía a Virgilio.
A la repetición insaciable del esquema dantesco, atribuye
precisamente Carrouges la parálisis imaginativa de los siglos
posteriores en relación al tema; la fijación y el empobre­
cimiento del ciclo mítico en la literatura europea. Sweden-
borg — ese insólito codificador de lo alucinatorio— será el
encargado de remozar el tema, que admitirá otra vuelta
de tuerca con los poetas del Romanticismo, Lautréamont
y, ya en nuestro siglo, el movimiento surrealista.
Esta visión demonológica contemporánea, que hace del
diablo una conflictiva metáfora de la dignidad humana, no
parece menos importante de considerar que la tradicional.
Se impone, al menos, como una necesidad operativa en un
ais actualizado del Tarot.

180
X V I.— LA T O R R E

Mientras el cielo se llena de esferas azules, rojas y blan­


cas, dos hombres caen de una torre fulminada por el rayo.
La torre — emplazada sobre un amarillo terreno monta­
ñoso, del que brotan seis plantas verdes— está representada
en color carne, y tiene tres ventanas azules ; la mayor de
ellas parece estar en un piso más alto que las otras. Un
rayo rojo y amarillo, de líneas extravagantes, decapita el
edificio rematado por cuatro almenas. Sobre el fondo in­
coloro del cielo, pueden contarse once esferas azules, trece
rojas y trece blancas.
Uno de los hombres está cayendo delante de la torre;
del otro, detrás, no se ve más que la parte superior del
cuerpo, a la derecha de la lámina. Los dos están dibujados
de perfil, y tienen cabellos azules.
Las pequeñas manchas blancas que se observan en el
suelo, delante de la torre, son de difícil descripción. Podría
tratarse de charcos de agua, pero no es posible afirmarlo.

II

La imagen de un hombre precipitándose al vacío desde


lo alto de una torre, es una de las más remotas alegorías

181
que se conocen para representar el orgullo. Cuesta poco tra­
bajo intuir que esta metáfora —y la aniquilación celeste
que la acompaña— desciende rectamente del divulgado des­
tino de la torre de Babel. Van Rijneberk piensa que su in­
clusión en el Tarot, pudo deberse a una impresionante co­
rroboración histórica : el proceso contra los tem plarios45
y su vertiginosa caída, contemporánea de los imagineros
que compaginaron el Tarot.
Más ambigua parece en cambio la lluvia de esferas mul­
ticolores, cuya lectura no admite otra interpretación que la
de la influencia de «lo alto» (con variaciones, esta lluvia
se repite en XVIII y XIX, arcanos de evidente simbolis­
mo sideral). En una miniatura perteneciente a un manus­
crito de la Biblia Pauperum (1350 a 1370), se ve que el
fuego del altar se enciende por medio de una lluvia seme­
jante a la de estos tres arcanos. Celita fiamma venit / E t
plebis pectora lenii («Viene la llama celeste / y calma el
pecho del pueblo»), dice la leyenda que la orna, clara pará­
frasis del milagro que se concede a Elias ante la multitud
escéptica (I Reyes XVIII. 38, 39). No hay ejemplos rena­
centistas de esta poderosa abstracción, ya que el fuego m i­
lagroso será representado por entonces con el diseño de
las llamas, más inteligibles pero acaso menos sugerentes que
las esferas del Tarot. '

III

El cielo lunar. Alteraciones, subversiones, cambios, de.


bilidades.

45. Véase nota 30 pág. 89. (N . del £.)

182
IV

Explosión. Derrumbe. Caída. Influencia Luna-Marte.


POSITIVO. — Parto, crisis saludable. Desconfianza en
sí mismo, inquietud derivada de empresas temerarias. Bene­
ficio recibido a causa de los errores de un tercero. Buen sen­
tido, austeridad, tendencia a la timidez. Temperamento pia­
doso, religiosidad práctica que no desprecia lo material.
NEGATIVO. — Enfermedad. Falta castigada, catástro­
fe producida por imprudencia. Maternidad clandestina. Es­
cándalo, hipocresía desenmascarada. Exceso, abuso, acapa­
ramiento. Presunción, orgullo. Empresas quiméricas.

MENTAL. — Indica el peligro que puede haber en per­


severar en una cierta dirección, en mantener una idea fija.
Advertencia para evitar tropiezos y anonadamiento.
ANÍMICO. — Dominio sobre los seres, pero sin cari­
dad ni amor ya que se ejerce con despotismo. Tarde o tem­
prano, sufrirá un rechazo afectivo.
FÍSICO. — Proyecto abortado brutalmente. Señal o
anuncio no tomado en cuenta ; hay que ponerse en guardia
en las actividades y negocios. La llama que decapita la
torre, puede interpretarse, sin embargo, como una libera­
ción. Desde el punto de vista de la salud: no pasar los
límites de las fuerzas vitales, ya que una grave enfermedad
acecha. Si ya hay enfermedad: restablecimiento luego de
un período penoso.
SENTIDO NEGATIVO. — Gran cataclismo, confusión
completa.

183
VI

Además del esquemático nombre con el que figura en


estas páginas, el Arcano XVI es también conocido por el
más explícito La torre herida por el rayo, y por el enigmá­
tico La Maison-Dieu, que es el que aparece en el Tarot
de Carlos VI, en la versión de Marsella, y el que así mismo
recoge Oswald Wirth en su actualizado diseño. El propio
Wirth, sin embargo, no da una explicación satisfactoria
para este último nombre, ya que se limita a corroborar el
evidente simbolismo arquitectónico de la lámina (que alu­
de al hombre por su verticalidad; a la casa y las obras
que éste construye sobre la tierra : de donde podría inferir­
se también una sutil parábola sobre el orgullo, por la des­
mesura que supone la tentativa de imitar al Gran Arqui­
tecto). En ciertas versiones del Tarot sólo parcialmente con­
servadas, el Arcano XVI representa un diablo que bate
el parche de un tambor. Pero su figura es secundaria ya
que en primer plano aparecen las fauces de un monstruo,
entre cuyos dientes se debate un ser humano. Lo que pare­
ce indicar que el fondo simbólico de la carta, vale decir las
analogías que pueden establecerse en la serie:
torre-casa-fauces-vagina-gruta-caverna primordial (continen­
te)
son anteriores a su representación.
Wirth no señala esta variante, pero le otorga numerosos
paralelismos cuya constante es la simplicidad y lo elemental
(a nivel de la sabiduría : los refranes populares ; de la al­
quimia: la búsqueda del oro como metal; del gobierno:
la fuerza).
Debe hacerse notar que es éste el primer edificio que
figura en el Tarot y, de lejos, el más destacado, por lo que
resulta propicio para una fértil especulación. En este senti­
do hay que agregar a la serie analógica propuesta, las si­
guientes indicaciones: toda torre es emblemática del sim-

184
bolismo ascensional, y en la Edad Media representó fre­
cuentemente la escala intermediaria entre la tierra y el cie­
lo ; por su aspecto murado, celosamente defendido, alude
a la virginidad.

185
XVII. — LAS ESTRELLAS

Una mujer, con una rodilla en tierra, tiene una jarra en


cada mano ; vierte su contenido en una superficie de agua
(mar, río o estanque). En el cielo, se cuentan ocho estrellas.
La mujer es joven y está completamente desnuda; sus
cabellos, azules, caen libremente sobre la espalda y los hom­
bros. La rodilla que apoya en tierra es la izquierda; la
punta de su pie derecho está en contacto con el agua.
Representada ligeramente de tres cuartos, su mirada parece
ignorar el trabajo que realiza. Del suelo amarillo brota
una planta verde con tres hojas y, un poco más allá, dos
arbustos diferentes se destacan contra un cielo incoloro.
Ambos son verdes, pero sobre el de la izquierda un pájaro
negro de alas desplegadas, parece posarse o estar a punto
de emprender el vuelo. Los cántaros que lleva la mujer son
rojos.
En el cielo pueden verse dos estrellas amarillas de siete
puntas, dos azules de ocho puntas, y dos rojas también de
ocho puntas. Están dispuestas simétricamente en tomo a
una estrella mucho mayor — dieciséis brazos: ocho ama­
rillos y ocho rojos— y a otra más pequeña —amarilla y de
ocho brazos— situada debajo de la precedente.

186
II

El número de estrellas representado en este arcano


varía — según el modelo de Tarot— de seis a ocho lumi­
narias. Astronómicamente, parece aludir a la constelación
de las Pléyades (una estrella grande, rodeada de siete más
pequeñas), o al septenario sideral con el Sol en el centro.
«Se habla de siete Pléyades —contó el sutil Ovidio— , pero
en verdad no vemos más que seis.»
Por la reproducción casi textual de la alegoría de Acua­
rio, se ha querido ver también en el Arcano XVII una
herencia zodiacal. Pero van Rijneberk acota, con razón, que
tanto este signo como las transcripciones alegóricas de las
corrientes de agua, han sido tradicionalmente representados
con figuras masculinas, ya fuesen jóvenes o viejos, aunque
— eso tienen en común— tan desnudos como la donce­
lla del Tarot. Otra diferencia sensible entre los naipes y su
pretendido modelo, es el número de ánforas ; tanto Acuario
como sus diversos parientes alegóricos (que no excluyen las
graficaciones antropomórficas del Diluvio) transportan un
sólo recipiente, por lo que es dable atribuir a Las Estrellas
una relativa originalidad (que van Rijneberk lleva hasta
esta conjetura : el frecuente cambio de sexo de Acuario en
las imágenes posteriores al siglo xvi, se habría inspirado
en el Tarot). En el apartado que dedica a este signo zodia­
cal en su Diccionario de símbolos, Juan-Eduardo Cirlot
desliza un dato que vale la pena traer aquí : «En el zodíaco
egipcio de Denderáh — informa— , el hombre de Acuario
lleva dos ánforas, cambio que simplemente afecta al sim­
bolismo numérico, pero que explica mejor la transmisión
doble de las fuerzas, en sus aspectos activo y pasivo, evolu­
tivo e involutivo, duplicidad que aparece sustantiva en el
gran símbolo de Géminis.»
Una fuente menos probable pero no imposible de la ico­
nografía de esta lámina puede rastrearse en el Apocalipsis

187
(XVI. 3, 12): allí se nos dice que los siete ángeles derra­
maron sus copas sobre el sol y el aire, pero — en su mayo­
ría— sobre los cursos de agua.

m
El cielo del alma. Efusión del pensamiento, influencia
moral de la idea sobre las formas, inmortalidad.

IV

Idealismo práctico. Esperanza. Belleza. Influencia Sol-


Venus.
POSITIVO. — Candor, abandono a las sanas influen­
cias. Naturismo. Confianza en el destino. Plenitud, esteti­
cismo, sensibilidad poética, intuición. Bondad, espíritu com­
pasivo.
NEGATIVO. — Desvergüenza, impudor, ligereza de
conducta. Falta de espontaneidad. Coacciones, molestias.
Naturaleza artificial y antihigiénica. Tendencia a la evasión,
romanticismo, temperamento inepto para la vida práctica.

MENTAL. — Alguien aporta una fuerza a utilizar, pero


no directamente ya que no se sabría servirse de ella. Es la
inspiración de lo que debe hacerse.
ANIMICO. — Esta carta otorga una corriente de equi­
librio y de esplendor.
FISICO. — La satisfacción, el amor humano en toda su
belleza; el destino de los sentimientos que animan al ser.
Realización de las cosas a través del orden y la armonía.

188
En cuestiones referentes al arte, esta carta aporta el don de
encantamiento; o sea el resplandor que atrae al prójimo.
SENTIDO NEGATIVO. — Armonía desviada de su
destino; annonía física poco duradera.

VI

La estrella — individual y guiadora; señal de la divi­


nidad sobre el cielo del héroe— es un emblema común a di­
versas mitologías. De ellas pasa a la tradición y el arte cris­
tianos, y en la actualidad puede encontrársela en numerosas
manifestaciones folklóricas, en su más transparente sentido
alegórico : el que alude a la pureza, el destino señalado, la
elevación. Fulcanelli ha dedicado un capítulo de El miste­
rio de las catedrales, a recoger las huellas estelares en la li­
teratura. Allí se nos dice que Varrón, en sus Antiquitates
rerum humanarum, narra las peregrinaciones de Eneas
hacia los campos Laurentinos, punto en donde dejó de ver
el lucero, que le había acompañado desde su salida d/
Troya, «lo cual le dio a entender que aquéllas eran las
tierras señaladas por el destino». San Juan Crisóstomo (Pa­
trística griega, tomo LVI), parece haber recogido la si­
guiente leyenda: un indeterminado pueblo oriental —del
cual sabemos sólo que vivía cerca del Océano, y que poseía
entre sus tradiciones un libro atribuido a Set— eligió en
tiempo remoto a doce hombres de entre los más sabios,
cuya misión era única y sorprendente : vigilar el nacimien­
to de una estrella, que el libro prefiguraba; si alguno de
ellos moría, su hijo o un pariente muy próximo era elegido
para sustituirlo. Mantuvieron este rito durante generaciones,
hasta que la estrella de dicha apareció en el horizonte : tres
de ellos fueron entonces comisionados a seguirla, y mar­
charon tras su luz durante dos años, en el curso de los
cuáles no les faltó jamás bebida ni alimento. «Lo que hicie-

189
ron después —concluye el curioso códice—■ se explica en
forma resumida en los Evangelios.»
En cuanto a la parte inferior del Arcano X V II, Wirth
quiere que el arbusto allí representado sea una acacia, «mi­
mosa del desierto, cuyo verdor persistente simboliza una
vida que rehúsa extinguirse». El prestigio mítico de la aca­
cia es tan vasto como intrincado, ya que no sólo es la plan­
ta emblemática de la esperanza en la inmortalidad, sino que
se la ha hecho protagonista de notables historias : entre sus
raíces habría sido enterrado Hiram, detentador de la tradi­
ción perdida, luego de ser asesinado, y de su madera se ha­
bría construido la cruz de Jesucristo.
Debe agregarse que la muchacha vertedora, recuerda
el polifacético principio femenino de ciertos ritos primor­
diales, «la madre siempre joven, la consoladora, la clemen­
te, la naturaleza amable y bella, la tierna amante de los
hombres», y es bajo este aspecto que los oráculos tienden a
relacionarla con la juventud y el buen humor, con el sueño
y sus revelaciones, con la realidad de la poesía.
Fulcanelli agrega aún el doble sentido simbólico de la
estrella, como concepción y nacimiento, y narra la bella des­
cripción de un vitral de la sacristía de Saint-Jean de Rouen,
debida a G. J. Witkowski: allí están representados Benito
y Felicitas, padres de San Román ; los esposos yacen en la
cama, totalmente desnudos: sobre el vientre de la mujer,
que acaso acaba de concebir al santo, puede verse una es­
trella.

190
X V III. — L A LUNA

La luna parece arrojar de sí diecinueve manchas de


color en forma de lágrimas; bajo ella hay dos perros y,
más atrás, dos torres; en primer plano, un cangrejo nada
en un estanque.
El cangrejo y el agua del estanque, son azules; los
perros, que parecen aullar, están representados en color
carne ; del suelo, amarillo como las torres del fondo, brotan
tres plantas del mismo color.
La luna está vista a la vez llena y en creciente, e inser­
tado en esta última figuración se ve el perfil de un hom­
bre: siete rayos azules, siete blancos, y quince pequeños
rayos rojos surgen de su disco. Las diecinueve lágrimas es­
tán dispuestas en forma de collar, en una doble hilera y con
la punta hacia abajo: cinco de ellas son amarillas, seis
rojas, ocho azules.

II

En varios diseños del Tarot —anteriores y posteriores


al de Marsella— el Arcano XV III representa a dos astrólo­
gos, haciendo cálculos bajo una luna menguante. Los abun-

191
dantes elementos del Marsella —perros, cangrejo, estan­
que, torres— no aparecen en ellos ; la luna misma no ofrece
más que un plano, a diferencia del diseño concéntrico (perfil
humano, creciente, disco) del caso que nos ocupa.
Sobre las torres, Curt de Gébelin ha imaginado que alu­
den a las columnas de Hércules, aunque también puede
considerárselas como dos puertas monumentales. Hay que
recordar entonces que la Luna (Diana-Hécate) es a la vez
Janua Coeli y Janua Inferni : la puerta del cielo y el infier­
no ; estrechamente relacionada con los dos perros (o lobos)
aulladores, a los que Gébelin veía como símbolos de los
trópicos. Ya el jesuíta Athanase Kircher ubicaba a Anubis
y Hermanubis (deidades curiosamente representadas con
cabeza de chacal) ante las dos puertas del Cielo: Anubis
en el solsticio de invierno, frente a la puerta de la ascen­
sión, indicada por el Capricornio; Hermanubis en el sols­
ticio de verano, ante la puerta de descenso o del hombre,
que señalaba Cáncer. Clemente de Alejandría, por otra
parte, relató las procesiones egipcias, que incluían el paseo
de los dos perros-dioses, «que ellos pretenden son guardia­
nes de las puertas del Sol, en el norte y el sur». Aunque no
hay ejemplos de zoolatría entre los griegos, sí es verdad que
consagraron diversos animales a ser compañía de los dioses.
En el caso de Artemisa —Plutarco lo afirma en su Isis y
Osiris— este cortejo estaba formado por dos perros: re­
sulta significativo recordar que la cazadora celeste era, para
su pueblo, una deidad lunar.
Por lo que respecta al cangrejo, su relación con la Luna
es antigua y reiterada, ya que aparece mezclado a ritos y
leyendas protagonizados por el astro nocturno en numero­
sas culturas. Esto puede deberse a la particular marcha re­
trógrada del animal, homologada al paso de la Luna por
la observación popular (la trayectoria de poniente a levan­
te). También desde el punto de vista astronómico, el can­
grejo se relaciona con el simbolismo general de la lámina y

192
de las torres en particular: Cáncer es, como se sabe, signo
del trópico y del solsticio de verano.
Las manchas de color en forma de lágrimas que llueven
de la Luna, están diseñadas con la punta hacia abajo: en
el arcano siguiente (El Sol) se las ve en cambio con la
punta hacia arriba. Como curiosidad sobre estas lluvias co­
munes a tres arcanos del Tarot, puede señalarse un antece­
dente del que es difícil extraer conclusiones: Pipart obser­
vó, entre los indios Piel Roja de Norteamérica, numero­
sos pictogramas que aludían de esta forma a los fuegos ce­
lestes.

III

Los elementos, el mundo visible, la luz reflejada, las


formas materiales, el simbolismo.

IV

Imaginación. Apariencias. Ilusiones. Influencia lunar


activa.
POSITIVO. — La objetividad, el mundo sensible. Ex­
perimentación, trabajo, penosa conquista de la verdad.
Instrucción por el dolor, labor fastidiosa pero necesaria.
Videncia pasiva, lucidez. Navegación.
NEGATIVO. — Errores de los sentidos, falsas suposi­
ciones. Embustes, trampas, decepción. Teorías engañosas,
falso saber, videncia histérica. Amenaza, chantaje. Viaje
inoportuno, caprichos. Carácter neurótico.

M E N T A L . — En caso de negociaciones: mentira; en

193
E l Tarot, 7
caso de trabajo personal : error. Ojeada superficial en todos
los niveles.
ANÍMICO. — Sentimientos turbados, pasionales, sin
otra salida que el desorden. Celos. Hipocondría. Ideas qui­
méricas.
FÍSICO. — Oscurecimiento total. Estado de conciencia
turbado y agitado. Escándalo, difamación, delación ; secre­
to que se hace público. Si la pregunta se refiere a la salud :
hay desórdenes en el sistema nervioso ; se necesita un cam­
bio de ambiente por problemas higiénicos con el actual;
buscar los lugares secos y el calor.
SENTIDO NEGATIVO. — El instinto — causa de es­
pejismos— acentúa sus efectos por la situación ascendente
del pantano. Estado de conciencia confuso, que permanece
latente y sin manifestarse.

VI

Ouspensky ha visto en las imágenes del Arcano XV III


una alegoría del viaje heroico, un claro resumen del simbo­
lismo relacionado con el tránsito y el pasaje : el estanque de
agua (materia primordial), el cangrejo que emerge de ella
(devorador de lo transitorio, como el escarabajo entre los
egipcios), los perros que interceptan el paso (guardianes, ca­
lificadores de la aptitud del viajero para enfrentar el mis­
terio), las torres en el horizonte (plenas de acechanzas por
sus virtuales habitantes, pero también puertas — meta, fron­
tera— ). Cirlot ve más bien que los perros impiden el paso
de la Luna al dominio del logos (conocimiento solar), y co­
menta agudamente la descripción de Wirth sobre lo que
no se ve en la lámina: oTras esas torres — dice— hay
una estepa y detrás un bosque (la selva de las leyendas y
cuentos folklóricos), lleno de fantasmas. Después hay una
montaña (¿la montaña doble, aludida por Schneider?) y un

194
precipicio que termina en un curso de agua puriñcadora.
Esta ruta parece corresponder a la descrita por los chama­
nes en sus viajes extáticos.»
Lo que parece evidente, es que el Arcano XVIII está
emparentado, como ningún otro, con el plano iniciático
de la vía húmeda (lunar). Es por esto que Wirth la relacio­
na con la intuición y lo imaginativo, y que entre sus más
recurrentes interpretaciones adivinatorias figure la sensua­
lidad.
Sería interminable acoplar al Arcano XVIII el vasto
simbolismo lunar, desde su relación con el ciclo fisiológico
femenino hasta el panteón de las deidades nocturnas, pa­
sando por sus implicancias cósmicas, mágicas y astroló­
gicas. Parece más prudente considerar que La Luna no
alude a todo lo que nombra, sino a la particular situación
que compone con los otros elementos de la lámina.

195
xvim. EL SOL

Dos niños están de pie delante de un muro, y bajo un


sol con rostro humano, del cual llueven trece lágrimas de
colores.
Los dos niños, que parecen varones, visten sólo una faja
o taparrabos azul, y una suerte de cuello, poco visible por
estar representado del mismo tono que la piel. El niño de
la derecha parece apoyar una mano, que no se ve, en la
nuca de su camarada, mientras extiende el brazo izquierdo
un poco hacia atrás. El otro tiene puesta su mano izquier­
da a la altura del plexo solar de su compañero, y el otro
brazo plegado en forma más o menos paralela.
El suelo, dos guijarros que se encuentran en él, y el
muro que se extiende a espaldas de los niños, están colo­
reados en amarillo; pero el borde superior del muro es
rojo vivo.
Del disco solar, humanizado por el diseño de una cara
vista de frente, surgen 75 rayos ; 16 de ellos están dibujados
en forma triangular — la mitad con bordes rígidos y la otra
mitad ondulados— , y los 59 restantes son simples rayas
negras. Trece lágrimas ocupan el espacio entre el sol y los
niños: dos son rojas, tres blancas, tres amarillas, cinco
azules.

196
1

II

Para van Rijneberk, el Arcano XVIIII no presenta la


menor originalidad iconográfica, ya que su figura central
— el Sol— es la misma que puede encontrarse en cualquier
figuración del astro, y sus restantes elementos son también
especialmente pobres. Tal vez los dos niños, concede, po­
drían recordar una alusión astrológica a Géminis.

III

Lo mixto, la cabeza, la cumbre, el principio del cielo.

IV

Luz. Razón. Concordia. Influencia solar.


POSITIVO. — Discernimiento límpido, claridad de jui­
cio y de expresión. Talento literario o artístico. Pacifica­
ción, armonía, buen acuerdo. Felicidad conyugal. Fratera-
nidad, reino de la inteligencia y de los buenos sentimien­
tos. Reputación, gloria, celebridad.
NEGATIVO. — Deslumbramiento. Vanidad, pose, fan­
farronería. Amor propio, susceptibilidad. Miseria disimula­
da bajo una fachada brillante. Apariencia simuladora, de­
corado prestigioso. Artista fracasado, incomprendido.

MENTAL. — Altura de miras. Sabiduría en los escri­


tos, armoniosa difusión popular; el pensamiento rayará a
gran altura.
ANÍMICO. — Afecto caballeresco, desvelo altruista.

197
Esta carta no se aplica más que a los grandes sentimientos.
FISICO. — La salud, la belleza física. Elemento de
triunfo, salida para cualquier situación adversa que se esté
atravesando.
SENTIDO NEGATIVO. — Gran adversidad, suerte
contraria, tanteos en la oscuridad.

VI

En el diseño que Oswald Wirth concibió para este arca­


no, los integrantes de la pareja protagónica son de distinto
sexo y — aunque parecen adolescentes— ya no son niños.
El autor quiere ver en ellos a los hijos de la luz, pero tam­
bién una alegoría de las bodas entre el sentimiento y la
razón. A escala individual, simbolizan la tarea de la rege­
neración que el universo comenzó a realizar a partir de
la caída. Es por esto que Wirth los llama «los que recon­
quistarán el Paraíso». En el Tarot de Carlos VI, la pareja
ha sido sustituida por una hilandera con su huso entre las
manos (alude probablemente a Penèlope y el ardid mediante
el cual consiguió reservarse hasta el regreso del héroe); en
variantes contemporáneas del diseño de Gringonneur puede
verse también la reproducción de los cuatro jinetes del Apo­
calipsis. No es imposible que, como sugiere van Rijneberk,
la pareja aluda al rico y complejo simbolismo del Géminis
(no debe olvidarse que su pasaje por el zodíaco indica el
punto de nacimiento del verano, estación asociada al reino
del Sol).
En la alternancia de rayos curvos y ondulados de la
efigie solar, se ha querido ver una alusión al doble efecto
del astro (calórico y luminoso) ; así como en su simbolismo
adivinatorio suele oponérselo a la Luna por analogía de
contrarios (luz caliente/luz fría; luz potente/luz débil;
día/noche; masculino/femenino, etc.). Relacionado con el

198
aspecto Hijo de las divinidades trinitarias, aparece frecuen­
temente como atributo de los héroes (ya sea porque éstos
son exaltados al rango solar, o porque el Sol se manifiesta
de manera excepcional en alguna circunstancia de sus vi­
das: ocultándose prodigiosamente como protesta por la
muerte del elegido, lo encontramos en las leyendas de Hera
cíes y Sigfrido; en el Antiguo Testamento puede rastrear­
se la filiación solar de Sansón (Jueces, 13.16), desde su
nombre hasta el lugar donde acontecen sus hazañas (Bet-
semer : casa del sol), pasando por las relaciones entre fuerza
y cabello, análogas a las peripecias del sol en su tránsito
por las estaciones). Una variante de este tema puede encon­
trarse en el drama del Gòlgota, tal como nos lo han trans­
mitido los sinópticos (Mateo, XXVII. 45 ; Marcos, XV. 33 ;
Lucas, XXIII. 44, 45).
Como en el caso del Arcano XVIII (La Luna) es, sin
embargo, necesario prevenir contra una excesiva asimilación
del vasto simbolismo solar al Arcano XVIIII, lo que le otor­
garía una desmesurada importancia en el conjunto de las
veintidós láminas.

199
XX. — EL JUICIO

En la parte superior de la lámina, rodeado de nubes, un


ángel empuña una trompeta. En la parte inferior, tres per­
sonajes desnudos — de los cuales uno, el central, está de es­
paldas— parecen en actitud de orar. Una tierra árida y
amarilla se extiende tras ellos.
El personaje que está de espaldas surge de una suerte
de sarcófago; sus cabellos son azules y están tonsurados.
Flanqueándole, visibles solamente hasta la cintura y repre­
sentados de tres cuartos, los dos restantes personajes — una
mujer a la izquierda y un hombre con barba, a la derecha—
parecen mirar al tonsurado. Tienen las manos juntas, en un
esbozo de plegaria.
Sobre un cielo incoloro, el ángel está enmarcado por
un círculo de nubes azules, de las que surgen veinte rayos :
diez de ellos son amarillos ; diez, rojos. De sus vestidos no
se ve más que una pechera blanca y unas mangas rojas.
Sostiene su trompeta por la embocadura, con la mano de­
recha ; con la izquierda apenas si la toca, pero sostiene en
cambio un rectángulo blanco con una cruz amarilla. El
ángel es rubio, y su cabeza está aureolada con un círculo
negro.

200
II

A dos resurrecciones diversas alude incesantemente la


imaginería cristiana. La primera puede encontrarse en los
sinópticos, y se refiere a los fenómenos producidos en el
momento de la muerte de Jesús : «y muchos cuerpos de san­
tos que dormían, resucitaron, y saliendo de los sepulcros,
después de la resurrección de Él, vinieron a la ciudad santa
y se aparecieron a muchos» (Mateo, XXVII. 52, 53). Un
ejemplo de esta versión puede verse en una miniatura del
siglo xii (manuscrito de Niedermunster de Ratisbonne):
«La tierra ha recibido orden de devolver a sus muertos»,
indica la leyenda que la acompaña.
La segunda, más vastamente difundida, es la del Juicio
Final. Sobre ella ha escrito Mateo (XXV. 31, 46), y aún
con mayor detalle Juan (Apocalipsis, XX. 12). Los artistas
que se inspiraron en esta última versión se vieron obligados
a seleccionar, cada uno a su manera, entre el ejército de
símbolos y alegorías verbales convocado por Juan para
narrar esta escena. Las primeras representaciones del Juicio
se remontan al año mil, aproximadamente, pero alcanzarán
su perfección en los siglos xii y xm, en los tímpanos de las
catedrales. Un sólo ejemplo se conoce anterior a estas fe­
chas, y se trata de un bajorrelieve labrado en marfil (Tours,
circa 800). En todas estas imágenes, los muertos surgen
completamente desnudos de sus tumbas, lo que segura­
mente ha sido tomado de fuentes tradicionales (el libro de
Job ; la carta de San Columban a Hunaldus — año 615— ;
el opúsculo Desprecio del mundo, de Inocencio III — apro­
ximadamente 1200—), ya que parece muy improbable que
fuese costumbre medieval amortajar de este modo a los ca­
dáveres. Una tradición popular —surgida también en esta
época— insiste en que los muertos surgirán de su tumba
como esqueletos, pero se revestirán de la perdida carne y de
la piel ni bien tomen contacto con la luz.

201
La presencia de los resucitados, y el ángel trompetero
que parece convocarlos, remiten claramente el Arcano XX
del Tarot a estas imaginerías; hasta la banderola de la
trompeta, que reproduce una cruz de Malta, es habitual en
los modelos en los que debió inspirarse El Juicio.

m
Lo vegetativo, la virtud generatriz de la tierra, la vida
eterna.

IV

Inspiración. Soplo redentor. Influencia Luna-Mercurio.


POSITIVO. — Entusiasmo, exaltación anímica, espiri­
tualidad. Profetismo, don de adivinación. Taumaturgia, me­
dicina milagrosa. Santidad. Renovación, nacimiento, actua­
lización del pasado. Propaganda, proselitismo, apostolado.
NEGATIVO. — Vacilación espiritual, ofuscamiento de
la inteligencia. Energúmeno que pretende convencer a los
sordos, evocador de fantasmas. Ruido, alboroto, agitación
de la que no resulta más que viento.

MENTAL. — El hombre convocado a un estado supe­


rior ; sus tendencias y sus deseos de elevación.
ANÍMICO. — No hay ningún resplandor.
FÍSICO. — Buena carta. Trabajo de biblioteca, de com­
pilación, de clasificación. Estabilidad en los asuntos que
estén emprendidos. Salud y equilibrio.
SENTIDO NEGATIVO. — Error sobre sí mismo y so­

202
bre todo ; pruebas y trabajos por delante que resultarán de
un juicio erróneo.

VI

En un sentido general, el simbolismo del Arcano XX


alude a la muerte del alma, al olvido de su finalidad tras­
cendente en que puede caer el hombre : el sarcófago o tum­
ba representaría las flaquezas y las apetencias carnales, y el
ángel trompetero la llamada del espíritu: la oportunidad
por la que despierta el latente anhelo de resurrección que
se supone dormido en todo ser humano.
Para Wirth, el trío de resucitados representa la familia
esencial (Padre-Madre-Hijo) en el momento de su regene­
ración, y el último de sus términos (el Hijo) una nueva
metamorfosis del protagonista del camino iniciático. Si se
admite que el Tarot es, también, una alegoría de la Inicia­
ción, no costará trabajo reconocer al Prestidigitador-Ena­
morado-Carro-Ahorcado, en este desnudo habitante de la
tumba, «a punto ya para recibir el Magisterio».
Poco o nada puede agregarse sobre este arcano transpa­
rente y alegórico.

203
XXL — EL MUNDO

Dentro de una guirnalda ovalada danza un personaje des­


nudo, cubierto sólo, parcialmente por un velo que descien­
de desde su hombro izquierdo; en la mano del mismo
lado, sostiene una vara. En las esquinas de la lámina, cua­
tro figuras evocan la representación simbólica tradicional
de los evangelistas: ángel, águila, león y toro; aunque
éste último semeja más bien un caballo.
La guirnalda está compuesta de hojas simples y oblon­
gas : en su tercio superior son amarillas, en el medio rojas,
y en la parte inferior azules ; está amarrada, arriba y abajo,
por lazos rojos en forma de cruz o equis. Dentro del espacio
ovalado que la guirnalda limita — con el pie derecho posa­
do sobre una mancha amarilla, y la pierna izquierda reple­
gada detrás de la rodilla derecha— está el personaje que
parece danzar. Su cara podría ser masculina, pero tiene
senos de mujer; el breve velo que lo cubre, tapa justa­
mente su sexo. En una mano lleva la vara, y en la otra un
objeto indeterminado.
En el ángulo superior derecho de la lámina hay un
águila amarilla con alas azules, la cabeza aureolada por un
círculo rojo, y mirando a la izquierda ; en el ángulo opues­
to, un ángel vestido de blanco y azul mira bacia abajo,

204
sus alas son rojas como la aureola con la que está tocado.
En los ángulos inferiores se ve, a la derecha, un león
amarillo con aureola rosada, representado de frente; a la
izquierda, una suerte de caballo, sin aureola y de color
rojo pálido. Este último animal, visto de tres cuartos, mira
hacia adelante y a la izquierda. Tanto el león como el ca­
ballo parecen dotados de alas de composición semejante a
las hojas de la guirnalda, pero del mismo color del cuerpo
del animal al que están agregadas.
El fondo, como de costumbre, es incoloro.

II

San Jerónimo, en el siglo iv, parece haber sido el prime­


ro en asociar los cuatro evangelistas a los animales de la
visión de Ezequiel. Mil años después es habitual encon­
trarlos en relieves y mosaicos (baptisterio de San Juan de
Nápoles), y las miniaturas de los manuscritos posteriores a
esta fecha los reproducen abundantemente. En otras tradi­
ciones son equivalentes a diversas alegorías derivadas del
cuaternario, entre las que sobresale la que representa a la
Rosa de los Vientos.
En cuanto a la guirnalda, su proceso iconográfico puede
seguirse con claridad. En el arte de la India — de donde
pasó a las culturas mediterráneas— numerosas divinida­
des han sido tradicionalmente enmarcadas por este nimbo
oval, que alude al huevo del mundo. Mitra, el Sol radiante,
fue representado durante la época helenística como un
hombre joven y desnudo, dentro de una guirnalda en la que
figuraban los signos del zodíaco ; en un bajorrelieve hallado
en Modena, se ve un Cronos mitriático de parecida com­
posición: más cerca ya del Arcano XXI, esta última obra
incluye también las figuras esquinadas, por supuesto aún en
la versión eólica. Este grafismo parece haber dado naci­

205
miento, a su vez, a la difundida aureola o mandorla, almen­
drada en un comienzo y adoptando la forma redonda de
las estampas modernas sólo en época tardía. Miles de san­
tos fueron figurados en la Edad Media dotados de man­
dorla, aunque no es arriesgado suponer que esto fue una
derivación estética proveniente de las más antiguas imáge­
nes de la Virgen María que poseían este atributo. Van Rij-
neberk asegura que tras el simbolismo de sacralización
(mandorla = aura de santidad) puede leerse el significado
que la asocia con la virginidad, ya que desde tiempo re­
moto ésta era representada por la almendra, cuyo fruto se
suponía nacido por generación espontánea.
Un tipo totalmente diferente de imágenes se relacionan
así mismo con el Arcano X X I: son las que alegorizan el
principio del «eterno femenino» a través de una temática
sexual, y pueden encontrarse con frecuencia en los ceramis­
tas italianos del xv y el xvi. Del primero de estos siglos
es una imagen que reproduce casi con exactitud a El
Mundo, sólo que los animales evangélicos han sido susti­
tuidos por una multitud de hombres de toda edad y con­
dición, que observan lujuriosamente a la joven desnuda.
Para hacer más evidente su intención, el anónimo artista
trazó líneas doradas que parten de los ojos de los persona­
jes: todas convergen sobre el sexo de la muchacha. Van
Rijneberk agrega que, en este caso, la figurilla vertical y el
óvalo que la enmarca «parecen representar, de manera
más o menos velada, una vulva simbólica» (esquema que
en diversas culturas primitivas podrían asociarse a los ritos
cíclicos, en un estadio posiblemente pre-fálico: Molloy
halló la mandorla en las inscripciones líricas de la Isla de
Pascua). Bajo este aspecto, el Arcano XX I representaría el
amor: no es inverosímil — aunque ningún dato iconográ­
fico permita afirmarlo— establecer una analogía entre la
protagonista de El Mundo y el nacimiento de Afrodita,
deidad con la que tiene numerosos puntos en común.

206
Ili

Lo sensitivo, la carne, la vida transitoria.

IV

Finalización. Recompensa. Apoteosis. Influencia Júpi-


ter-Sol.
POSITIVO. — Fortuna mayor, éxito completo. Corona­
miento de la obra, finalización de un proceso. Intervención
decisiva. Circunstancias muy favorables, medio propicio.
Integridad absoluta. Contemplación absorta. Éxtasis.
NEGATIVO. — Obstáculo formidable. Ambiente hos­
til, todos están en contra. Mundanidad. Dispersión, distrac­
ción. Incapacidad para concentrarse. Gran revés de fortu­
na, ruina. Desconsideración social.

Dentro de una lectura, esta carta representa el elemen­


to femenino, y no puede interpretarse ni adaptarse al mas­
culino. Es una carta muy individual. Si el consultante es
una mujer, ella representara su personalidad total; pero
si es un hombre, no podrá representar más que una parte
de sus pensamientos o, a lo sumo, de sus intenciones.
MENTAL. — Gran poder en este plano. Tendencia
hacia la perfección. Magisterio mental y psíquico.
ANÍMICO. — Conserva su potencia en este nivel y
significa elevación del espíritu, sentimientos amorosos en
sentido altruista, es decir sin egoísmo ni sensualidad. Amor
a la humanidad, tareas sociales a cumplir. Sentimientos
guiados por el deseo de perfeccionar todo lo que se hace.
Para los artistas : abundante inspiración.

207
FÍSICO. — Pierde en este plano, para el cual no está
bien adaptada, la mayor parte de su signo afortunado. Rica
experiencia. Actividades sólidas y brillantes. Éxito en ni­
veles no trascendentes (mundanales, transitorios). Buena
salud.
SENTIDO NEGATIVO. — Fracaso. Proceso que afec­
ta a los sentimientos. Sacrificio por amor.

VI

Si las series del Tarot y sus sistemas de relaciones se


organizan, como se ha visto, por la doble variable de terna­
rios y septenarios, es evidente el importante simbolismo de
reunión de El mundo (21 = 7 ternarios = 3 septenarios =
7 x 3 = 3 X 7). De allí que los especialistas estén acor­
des en definir como «la totalidad o el conjunto de lo mani­
festado» a su principal sentido adivinatorio, refrendado por
la alegoría cuaternaria, orden siempre asociado a los mo­
delos de organización. En ese sentido el Arcano X X I sería
también la Fortuna Mayor (que universaliza el tema de la
Fortuna menor o cotidiana, representada por el Arcano X),
el escrupuloso mecanismo que rige la puntualidad de las
estaciones, de las crecientes y los deshielos, del día y de
la noche, de la rotación de la tierra. Maestri le otorga prin­
cipalmente-el control sobre las acciones sociales de los se­
res vivos, todo aquello que tienda a organizados (en bien
como en mal: para levantar un edificio o para hacer la
guerra); Ouspensky entiende que esta lámina presenta el
resumen de lo cotidiano, lo que continuamente se ofrece a
los sentidos pero sin ser inteligible en su totalidad sino frag­
mentariamente, ya que «todo lo que se ve, las cosas y fenó­
menos, no son sino jeroglíficos de ideas superiores».

208
EL LOCO

Al contrario de lo que ocurre en los restantes arcanos,


el margen superior de El Loco no tiene ninguna cifra, por
lo que se acostumbra a darle el valor de Arcano 0 ó 22, se­
gún la necesidad.
Un hombre marcha con un bastón en la mano. Está de
espaldas pero su rostro, bien visible, aparece de tres cuar­
tos. Sobre el hombro derecho lleva una caña, en cuyo extre­
mo hay una bolsa. Está vestido al estilo de los antiguos bu­
fones de corte ; sus calzas, desgarradas, dejan ver parte de
su muslo derecho. Un animal que podría ser un gato, pa­
rece arañar esa parte denuda o haber provocado el des­
garrón.
Un suelo árido, amarillo, accidentado, deja brotar cinco
plantas : dos son verdes, dos blancas, otra blanca y amari­
lla. El viajero tiene la cabeza cubierta por un gorro que
desciende hasta su nuca y por sobre sus orejas ; el extraño
tocado convierte a su rostro barbudo en una suerte de ca­
reta. Lleva una chaqueta roja, ceñida con un cinto amari­
llo; sus desgarradas calzas son azules, y sus pies van cu­
biertos por calcetines rojos.

209
II

Reyes y señores, desde muy antiguo, mantuvieron en


sus palacios esas caricaturas de la corte que fueron los bu­
fones; las historias sobre ellos, las representaciones gráfi­
cas que podrían señalarse, se cuentan por docenas. Pero la
imagen de este arcano —un loco solitario que atraviesa los
campos, y es agredido por un animal— no ha sido repre­
sentada jamás : es propia del Tarot y, sin duda, uno de sus
aportes más originales desde el punto de vista iconográfico.
Van Rijneberk arriesga la teoría según la cual el espí­
ritu burlón e irrespetuoso de la Edad Media, habría querido
parodiar en este personaje a la clase de los Clerici vagante,
«aquellos estudiantes migratorios e inquietos, siempre en
busca de nuevos maestros de quienes aprender ciencias e
ideas, y de nuevas tabernas donde pudiera beberse a cré­
dito un poco de buen vino». Más de un autor descubre en
estos viajeros insaciables y poco escrupulosos, a los prime­
ros agentes — tal vez desconocedores de su misión, pero
de gran eficacia real— de la Reforma religiosa.

III

El miscrocosmos, el resumen de todo en todo.

IV

Impulsividad. Inconciencia. Alienación. Influencia lunar


pasiva.
POSITIVO. — Pasividad, abandono absoluto, reposo,
renuncia a toda resistencia. Irresponsabilidad. Inocencia.
Dominio del plano de los instintos, capacidad mediúmnica.
Abstención. El no hacer.

210
NEGATIVO. — Nulidad. Incapacidad para razonar y
autodirigirse, abandono a los impulsos ciegos. Automatis­
mo. Desarreglos inconscientes. Extravagancia. Castigo ine­
ludible causado por la insensatez de las acciones. Remordi­
mientos vanos.

M ENTAL. — Indeterminación debida a la multiplici­


dad de preocupaciones que se presentarán, y de las que no
se tendrá más que una vaga conciencia. Ideas en curso de
transformación. Consejos inciertos.
ANÍMICO. — Viscisitudes sentimentales, incertidumbre
ante los compromisos, sentimientos vulgares y sin duración.
FÍSICO. — Inconsciencia, falta de orden, infidelidad a
la palabra dada, inseguridad, displacer. Abandono volunta­
rio de los bienes materiales. Asunto o negocio languidecien­
te. Desde el punto de vista de la salud ; trastornos nervio­
sos ; inflamaciones, abscesos.
SENTIDO NEGATIVO. — El Loco, en tanto persona­
je andante, significa caída o marcha que se detiene. Aban­
dono forzado de los bienes materiales ; decadencia sin posi­
bilidad de recuperación. Complicaciones, atolladero, inco­
herencia.

VI

En el rediseñamiento hecho por Oswald Wirth del Tarot


de Marsella, aparece impreso por primera vez el término
Le fou (El Loco) para designar al arcano sin número, aun­
que tradicionalmente se lo conozca bajo ese nombre desde
mucho antes. Tanto el Marsella original, como sus nume­
rosos contemporáneos franceses (y los ejemplos de los co­

211
pistas españoles) llaman Le mat a esta lámina. Paul Mar-
teau ha querido ver en este nombre una alusión a la juga­
da clave del ajedrez, ya que el protagonista está en verdad
jaqueado (por los otros, por el mundo), en una situación de
encerrona similar a la del mate. Gwen Le Scouézec propone,
en cambio, dos variantes etimológicas: provendría literal­
mente del árabe (mat: muerto), o sería un apócope del
italiano matto (loco), nombre por otra parte con el que figu­
ra en el tarocchino de Bologna. Queda aún otra posibili­
dad, común al bajo francés y a sus variantes argóticas:
mat es en este caso sinónimo de fatigado, acabado, en las
últimas. Pero ninguna de estas versiones consigue eliminar
del todo las sospechas de las otras.
Como su nombre, como su cifra — errática e indeter­
minada— , El Loco admite una sutil parafernalia simbólica.
Wirth lo define como «el que no cuenta, el inexistente,
tanto en el plano moral como intelectual», ya que no se
pertenece a sí mismo sino que es poseído por las circuns­
tancias y el entorno. Esclavo de su marcha insensata, no
sabe de dónde viene ni adónde va. Pero le reconoce tam­
bién una extrema importancia cosmogónica, ya que repre­
sentaría el concepto que los caldeos formalizaban en Apsou,
el-dios-antes-de-Dios, el creador sin creación, condenado a
la esencia indeterminada por haberse negado a salir del
caos, por haber tenido miedo al dolor de crear. En este sen­
tido lo asocia con lo incognoscible, lo absurdo, lo irracional,
al mismo tiempo que con el Nirvana y con la nada. Ous-
pensky le asigna el valor .de carta totalizadora, que contiene
en sí la suma simbólica de los 56 arcanos menores: las
series, los números, las figuras. Esta es sin duda una bri­
llante metáfora del caos, donde la realidad está ya prefigu­
rada, pero el verbo que le dará sentido permanece ausente.
Para Cirlot, la carencia de cifra indica que El Loco se
halla al margen de todo orden o sistema, «como el centro
en la rueda de las transformaciones se halla fuera de la mo-

212
vilidad, del devenir y del cambio», y destaca que ninguna
lectura simbólica permite afirmar que el personaje esté irre­
mediablemente condenado, antes bien aparece animado por
un dinamismo que tiende a equilibrar su aparente sinrazón.
Según Schneider, el Loco y el bufón están relacionados es­
trechamente como personajes míticos y legendarios, y para
Frazer ambos tienen el carácter de «víctima de sustitución»
en los sacrificios humanos rituales. Extendiendo este con­
cepto se descubre así mismo su papel de «chivo expiatorio»
grupal, función que el psicoanálisis ha difundido claramente
en el estudio de microsociedades. Puede agregarse que su
asimilación «bufónica» no estaría completa si no se piensa
que el bufón es, en definitiva, la contrafigura del rey, su ne­
gativo, su versión nocturna y, fundamentalmente, su mala
conciencia.
Reconocido como el precursor del joker o «comodín»
por su disponibilidad, este ubicuo personaje atormentado
por las dudas, errático y vacilante, desconocedor de su
esencia y a merced del destino, goza de una rara unanimi­
dad entre los especialistas del Tarot: todos ellos lo identi­
fican con el consultante.

213
APÉNDICE

En el primer tomo de Dogme et Rituel de la Haute


Magie, Éliphas Lévi alude repetidamente al Tarot. Pero
precisa media docena de estas menciones elípticas y exacta­
mente 243 páginas para decidirse a nombrarlo. Cuando lo
hace, no sólo describe la organización de la baraja, sino
que «a la manera de los antiguos legisladores» ofrece un
poema cabalístico compuesto sobre las claves que gobier­
nan los arcanos. Podrá acusarse al abate Constant de des­
mesura, de escasa formación científica, de improvisación;
pero nadie se atreverá a negar su devota confianza en la ar­
monía del universo, su convicción de que un modelo capaz
de hacerle bien a un hombre era bueno para todos los hom­
bres : el ocultismo, que lo deformó, y las ciencias humanas,
que lo ignoraron largamente, deben mucho, sin embargo,
a esa credulidad y esa paciencia.
No conozco mejor síntesis de este inconcebible compi­
lador que los versos que siguen. Tal vez Lévi no fue, en de­
finitiva, otra cosa que un poeta, aunque creyera — secreta­
mente— ser el depositario universal de la revelación. En
todo caso, si las páginas anteriores han sido un intento de
divulgar algunas reflexiones sobre el inacabable tema de
la baraja, el poema de Lévi puede valer como su síntesis.
De modo que este libro termine por donde empezaba: en
la desconfianza por las definiciones; en el homenaje a la
reiterada propuesta de lo imaginario.

215
POEMA DEL TAROT

1 Todo anuncia una causa de inteligencia activa


2 Lo corrobora el número que es la unidad vi­
viente
3 Porque nada limita lo que todo contiene

4 Antes aún del principio Solitario


está presente en todas partes
5 Es el maestro único y el único adorable
6 Que revela a los limpios de corazón el dogma
puro simple y verídico
7 y nombra el jefe solo que hará cumplir su obra

8 Pues no tenemos otro altar


ni hay otra ley que ésta para todos los hombres
9 no cambiará el Eterno jamás su pedestal

10 Él regula sus días y el cambio de los tiempos


y los tiempos y el día que a nosotros nos tocan
11 Rico en misericordia potente en el castigo
12 Un rey al pueblo suyo dará en el porvenir

13 La tumba es el pasaje hacia la tierra nueva


sólo la muerte muere la vida es inmortal

216
14 Este es el ángel bueno que calma y que atempera
15 El malo es este espíritu de cólera y orgullo
16 Pero Él comanda al rayo y hace brotar el fuego
17 La estrella matutina y el agua le obedecen

18 Como un mudo vigía anda en nuestros caminos


la luna que Él coloca

19 y su sol es la fuente donde todo renace


20 El soplo de su boca germina entre las tumbas
0 ó 21 donde habita el rebaño callado de los muertos

21 ó 22 Ha coronado el cielo de lo propiciatorio


Más alto que los ángeles se ve planear su gloria

217
BIBLIOGRAFIA CITADA

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térisme, Paul Derain Ed.; Lyon, 1947.
W ir t h , Oswald, L e Tarot des Imagiers du M oyen Age, Tchou
Ed.; Paris, 1966.

221
>
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

El acercamiento mágico (12). El acercamiento eso­


térico (14). El acercamiento poético (16) . . . 11

PRIM ERA PARTE. BOCETO DEL TAROT

I) E l T a r o t h i s t ó r i c o . Las fuentes conje­


turales (21). La reconstrucción de la histo­
ria (24). Los compañeros de ruta del Tarot
de Marsella (31). Los historiadores (33) . 21
II) E l T a r o t e s o t é r i c o . Tarot e Iniciación
(37). Tarot y Càbala (41). Otros paralelis­
mos ( 4 6 ) ........................................................ 37

SEGUNDA PARTE. INTERPRETACIÓN DEL TAROT

I) E l o ficio de adivino . El oficio de adivi­


no (51). Un intento de clasificación (53).
Gimnasia imaginativa (57). Los métodos
de lectura ( 6 5 ) .......................................... 51

223
II) Los arcanos menores . Los núm eros (76).
Las series (82). Las figuras (85). Resúme­
nes adivinatorios ( 8 2 ) ............................. 75
m ) Los arcanos mayores. El Prestidigitador
(102). La Sacerdotisa (107). La Empera­
triz (113). El Emperador (117). El Pontí­
fice (123). El Enamorado (129). El Carro
(135). La Justicia (141). El Ermitaño (145).
La Rueda de la Fortuna (149). La Fuer­
za (154). El Ahorcado (159). La Muer­
te (164). La Templanza (170). El Dia­
blo (175). La Torre (181). Las Estrellas
(186). La Luna (191). El Sol (196). El Jui­
cio (200)! El Mundo (204). El Loco (209) 99

APÉNDICE. Poema del T a r o t ............................ 215

BIBLIOGRAFÍA C IT A D A ............................ ....... 219

224
EDICIONES DE BOLSILLO

Ocho de los editores más atentos a los aspectos vivos de


la cultura ofrecen, en esta colección común, una selección
de los títulos que mejor representan las inquietudes con­
temporáneas.

1. ESPERANDO A GODOT. 15. EL GOLEM, Gustav Meyrink


FIN DE PARTIDA, (T usquets E ditor)
Samuel Beckett 16. LA FRANCIA BURGUESA,
(B arral E ditores ) Charles Morazé
2. TEORIA DE LAS IDEOLOGIAS, (E ditorial Lumen )
Eugenio Trías 17. LA CANCION DE RACHEL,
(E diciones P enínsula) Miguel Bamet
3. LOS CACHORROS, (E ditorial E stela)
Mario Vargas Llosa 18. UN ASESINO SIN SUERTE,
(E ditorial L umen) René Réouven
4. ARTE Y SOCIEDAD, (B arral E ditores)
Herbert Read 19. DICCIONARIO PARA OCIOSOS,
(E diciones P enínsula) Joan Fuster
5. LOS ASESINATOS DE LA (E diciones P enínsula)
RUE MORGUE, EL MISTERIO 20. VERSION CELESTE,
DE MARIE ROGÊT, Juan Larrea
Edgar Alian Poe (B arral E ditores)
(E diciones P enínsula) 21. MUNDO QUINO, Quino
6. EXILADOS, James Joyce (E ditorial Lumen )
(B arral E ditores) 22. LOS ORIGENES DE LA
7. HISTORIA SOCIAL DEL EUROPA MODERNA: EL
MOVIMIENTO OBRERO MERCANTILISMO,
EUROPEO, Pierre Deyon
Wolfgang Abendroth (E diciones P enínsula)
(E ditorial Estela) 23. POETAS INGLESES
8. REALISMO Y UTOPIA EN LA METAFÍSICOS DEL S. XVII,
REVOLUCION FRANCESA, Maurice y Blanca Molho
Babeuf (B arral E ditores)
(E diciones P enínsula) 24. CONTRA LA MEDICINA
9. GUERRA DEL TIEMPO, LIBERAL
Alejo Carpentier Comités d’Action et Santé
(B arral E ditores) (E ditorial E stela)
10. VIDA Y OBRA DE SIGMUND 25. SOBRE LITERATURA RUSA,
FREUD I, Ernest Jones Angelo Maria Ripeilino
(E ditorial A nagrama) (B arrai. E ditores)
11. PARABOLAS PARA UNA 26. LOS VAGABUNDOS EFICACES,
PEDAGOGIA POPULAR, Fernand Deligny
Célestin Freinet (E ditorial Estela)
(E ditorial E stela) 27. FERDINAND, Louis Zukofsky
12. LAS AVENTURAS DE (B arral E ditores)
SHERLOCK HOLMES, 28. HISTORIA DEL PRIMERO DE
A. Conan Doyle MAYO, Maurice Dommanget
(B arral E ditores) (E ditorial E stela)
13. DE LOS ESPARTAQUISTAS AL 29. MARXISMO Y PSICOANALISIS,
NAZISMO: REPUBLICA DE Reuben Osborn
WEIMAR, Claude Klein (E diciones Península)
(E diciones P enínsula) 30. VIDA Y OBRA DE SIGMUND
14 AUTOPISTA, Jaume Perlch FREUD II, Emest Jones
(E ditorial E stela) (E ditorial Anagrama)

El Tarot, 8
31. LOS PIRATAS, Gilles Lapouge 51. LA INCOMUNICACION,
(E ditorial E stela) Carlos Castilla del Pino
32. BESOS DE MADRE, (E diciones P enínsula)
Bruce Jay Friedman 52. EL SIGLO DE LAS LUCES,
(E ditorial L umen ) Alejo Carpentier
33. UN CONFLICTO DE (B arral E ditores)
INTERESES, 53. INICIACION AL ARTE
Brad Williams, J. W. Ehrlich ESPAÑOL DE LA
(Barral E ditores) POSTGUERRA,
34. LOS QUE NUNCA OPINAN, Vicente Aguilera Cerni
Francisco Candel (E diciones P enínsula)
(E ditorial E stela) 54. INICIACION AL ESCANDALO
35. AL SERVICIO DE QUIEN Gabriel Veraldi
ME QUIERA, (B arral E ditores)
Giorgio Scerbanenco 55. LUBIMOV, Andrei Siniavski
(B arral E ditores) (E ditorial L umen)
36. DIALECTICA DE LA 56. EL SUEÑO ETERNO,
PERSONA. DIALECTICA DE LA Raymond Chandler
SITUACION, (B arral E ditores)
Carlos Castilla del Pino 57. LAS MEMORIAS DE
(E diciones P enínsula) SHERLOCK HOLMES,
37. ME GUSTA ESTAR AQUI, A. Conan Doyle
Kingsley Amis (B arral E ditores)
(E ditorial L umen) 58. LA CASA DE MATRIONA,
39. PSICOANALISIS Y POLITICA, seguido de TODO SEA POR U
Herbert Marcuse CAUSA, A. I. Solzhenitsyn
(E diciones Península)
(E diciones P enínsula) 59. LECTURA DE MARX POR
40. LA CENTENA, Octavio Paz ALTHUSSER, Albert Roies
(B arral E ditores) (E ditorial E stela)
41. LA CELOSIA 60. EL PADRE BLANCO,
Alain Robbe-Grillet Julián Mitchell
(B arral E ditores) (E ditorial L umen)
42. ENTRE EL AUTORITARISMO Y 61. LA CASA DE CITAS,
LA EXPLOTACION, seguido de Alain Robbe-Grillet
UNA CANDELA BATO EL (B arral E ditores)
VIENTO, A. I. Solzhenitsyn 62. CRITICA DEL MARXISMO
(E diciones P enínsula) LIBERAL, Cesare Cases
43. LA NUEVA LEY SINDICAL, (E diciones P enínsula)
J. N. García-Nieto, A. Busquéis, 63. LA ESTETICA MUSICAL DEI
S. Marimón SIGLO XVIII A NUESTROS
(E ditorial Estela) DIAS, Enrico Fubini
44. LA CONTRARREVOLUCION EN (B arral E ditores)
AFRICA, Jean Ziègler 64. LAS CLASES SOCIALES EN LA
(E ditorial L umen) SOCIEDAD CAPITALISTA
45. LOS CHUETAS AVANZADA,
MALLORQUINES — SIETE N. Birnbaum, M. Fotia, M. Ko-
SIGLOS DE RACISMO, linsky, H. Wolpe, R. Stavenhagen
Baltasar Porcel (E diciones P enínsula)
(B arral E ditores) 65. SEIS ESTUDIOS DE
46. HISTORIA DE LA COMUNA I, PSICOLOGIA, Jean Piaget
H. P. O. Lissagaray (B arral E ditores)
(E ditorial E stela) 66. CHINA: REVOLUCION EN LA
47. HISTORIA DE LA COMUNA II, LITERATURA,
H. P. O. .Lissagaray Joachim Schickel
(E ditorial E stela) (B arral E ditores)
48. COMO SE VENDE UN 67. EL CASTILLO DE OTRANTO
PRESIDENTE, Joe McGuinnis Horace Walpole
(E diciones P enínsula) (T usquets E ditor )
49. EL SEÑOR DE BEMBIBRE, 68. LOS JEFES,
Enrique Gil y Carrasco Mario Vargas Llosa
(B arral E ditores) (B arral E ditores)
50. VIDA Y OBRA DE SIGMUND 69. ESTUDIO EN ESCARLATA,
FREUD III, Ernest Jones A. Conan Doyle
(E ditorial A nagrama) (B arral E ditores )
70. IDEOLOGOS E IDEOLOGIAS 89. Y MAÑANA, PARRICIDAS,
DE LA NUEVA IZQUIERDA, André Coutin
Bernard Oelgart (E ditorial E stela)
(E ditorial A nagrama) 90. WALTER BENJAMIN;
71. EL CASO LEROUGE, BERTOLT BRECHT;
Emile Gaboriau HERMANN BROCH;
(E diciones P enínsula) ROSA LUXEMBURGO,
72. LAS CONFESIONES NO Hannah Arendt
CATOLICAS EN ESPAÑA, (E ditorial Anagrama)
Robert Saladrigas 91. EL MONASTERIO
(E diciones P enínsula) ENCANTADO, Robert van Gulik
73. SOBRE LA TEORIA DE LAS (B arral E ditores)
CIENCIAS SOCIALES, 92. CONSEJOS OBREROS,
Max Weber Adolf Sturmthal
(E diciones P enínsula) (E ditorial F ontanella)
74. EL SURREALISMO: PUNTOS 93. LOS TELEADICTOS,
DE VISTA Y José M. Rodríguez Méndez
MANIFESTACIONES, (E ditorial E stela)
André Bretón 94. EL CRISTIANISMO NO ES UN
(B arral E ditores ) HUMANISMO,
75. EL MODO DE PRODUCCION José M. González Ruiz
ASIATICO, Gianni Sofri (E diciones P enínsula)
(E diciones P enínsula) 95. LITERATURA Y ARTE NUEVO
76. POESIA Y REVOLUCION, EN CUBA,
Vladimir Maiakovsky Barnet, Benedetti, Carpentier,
(E diciones P enínsula) Cortázar y otros
77. ENSEÑANZAS DE LA EDAD: (E ditorial E stela)
POESIA 1945-1970, 96. UN ESTUDIO SOBRE LA
José María Vaiverde DEPRESION,
(B arral E ditores) Carlos Castilla del Pino
78. EL ANTISEMITISMO ALEMAN, (E diciones P enínsula)
Pierre Sorlin 97. EL ARTE IMPUGNADO,
(E diciones Península) Vicente Aguilera Cerni
79. OPINIONES DE UN PAYASO, (C uadernos para el D iálogo)
Heinrich Boíl 98. CARTAS DE CONDENADOS A
(B arral E ditores) MUERTE,
80. EL MARXISMO DESPUES DE Editor: Thomas Mann
MARX, Pierre Souyri (E ditorial Laia)
(E diciones Península) 99. EICHMANN EN JERUSALEN,
81. HISTORIA DEL CINE I, Hannah Arendt
Román Gubern (E ditorial Lumen)
(E ditorial L umen) 100. FUNDAMENTOS DE
82. HISTORIA DEL CINE II, PEDAGOGIA SOCIALISTA
Román Gubern Bogdan Suchodolski
(E ditorial L umen ) (E ditorial E stela)
83. CUATRO CUARTETOS, 101. TREINTA AÑOS DE TEATRO
T. S. Eliot DE LA DERECHA,
(B arral E ditores ) José Monleón
84. LA ORGANIZACION (T usquets E ditor)
CIENTIFICA DEL TRABAJO, 102. CONTRA NATURA,
¿CIENCIA O IDEOLOGIA? Rodolfo Hinostroza
José María Vegara (B arral E ditores)
(E ditorial F ontanella) 103. ENSAYO SOBRE EL
85. CIEN POEMAS DE AMOR, MACHISMO ESPAÑOL,
Amatu José M. Rodríguez Méndez
! (B arral E ditores ) (E diciones P enínsula)
86. LA MUÑECA SANGRIENTA, 104. LA MAQUINA DE ASESINAR,
¡ Gastón Leroux Gastón Leroux
I (T usquets E ditor ) (T usquets E ditor)
i87. LOS PASOS PERDIDOS, 105. LOS COMUNEROS,
j Alejo Carpentier Luiz López Alvarez
! (B arral E ditores ) (C uadernos para el D iálogo)
¡88. JUEGO SUCIO, 106. FUNCIONES DE LA PINTURA,
i Manuel de Pedrolo Fernand Léger
| (E diciones P enínsula) (C uadernos para el D iálogo)
107. ENCUESTA, Milton K. Ozaki 126. EL CONDICIONAMIENTO,
(E diciones P enínsula) Jean-François Le Ny
108. LA HUELGA: HISTORIA Y (E diciones P enínsula)
PRESENTE, Georges Lefranc 127. EL CASO DE CHARLES
(E ditorial Laia) DEXTER WARD,
109. LA HERMANA PEQUEÑA, H. P. Lovecraft
Raymond Chandler (B arral E ditores)
(B arral E ditores) 128. SOCIOLOGIA, Salvador Giner
110. EL ESTUDIO, (E diciones P enínsula)
John Gregory Dunne 129. LOS REINOS ORIGINARIOS,
(E ditorial Anagrama) Carlos Fuentes
111. LA C. G. T. UN ANALISIS . (B arral E ditores)
CRITICO DEL SINDICALISMO 130. CONVERSACIONES CON
FRANCES, André Barjonet JOSEPH LOSEY, Tom Milne
(E ditorial F ontanella) (E ditorial A nagrama)
112. LOS ESPAÑOLES, 131. EL ESTRUCTURALISMO COMO
Luis Carandell METODO,
(E ditorial E stela) L. Miller y M. Varin d’Ainville
113. BANQUETE PARA (C uadernos para el D iálogo )
VENTISIETE CADAVERES, 132. LA IZQUIERDA ALEMANA,
Gilbert Prou'aau Gerard Sandoz
(B arral E ditores) (E diciones P enínsula)
114. LAS PRINCESAS DE 133. CRITICA DE LA CRITICA,
ACAPULCO, Giorgio Scerbanenco Peter Hamm
(B arral E ditores) (B arral E ditores)
115. ¡CONTAMOS CONTIGO!, 134. TEORIA DE LAS CLASES
Víctor Canicio SOCIALES, Georges Gurvitch
(E ditorial L aia) (C uadernos para el D iálogo )
116. NACIONAL II, 135. TEORIA MARXISTA DE LAS
Jaume Perich SOCIEDADES
(E ditorial L aia) PRECAPITALISTAS,
117. UN ASUNTO TENEBROSO, Maurice Godelier
Honoré de Balzac (E ditorial E stela)
(E diciones P enínsula) 136. EL MUNDO MITICO DE
118. LA CONTRARREVOLUCION GABRIEL GARCIA MARQUEZ,
MUNDIAL DE LOS U.S.A., Carmen Arnau
Richard J. Barnet (E diciones P enínsula)
(E ditorial E stela) 137. PIRATAS DE AMERICA,
119. LA CONDESA DE Alexandre O. Exquemelin
CAGLIOSTRO, Maurice Leblanc (B arral E ditores)
(T usquets E ditor ) 138. TEORIA DE LA EVOLUCION,
120. LOS ANARQUISTAS Caries Darwin
ESPAÑOLES, (E diciones P enínsula)
Gilles Lapouge y Jeañ Bécarud 139. IZAS, RABIZAS Y
(E. Anagrama - E. L aia) COLIPOTERRAS,
121. ¡ECHATE UN PULSO, Camilo José Cela
HEMINGWAY!, (E ditorial Lumen)
Francisco Candel 140. PERICH MATCH, Jaume Perich
(E ditorial L aia) (E diciones P enínsula)
122. POR UNA ESCUELA DEL 141. JOEL BRAND: RECUERDOS
PUEBLO, Célestin Freinet DE DEMIDOWO,
(E ditorial F ontanella) Heinar Kipphardt
123. CARTAS A THEO, (C uadernos para el D iálogo )
Vincent van Gogh 142. MAX Y LOS CHATARREROS,
(B arral E ditores) Claude Néron
124. INFORME SOBRE LA (B arral E ditores)
INFORMACION, 143: POESIA SUPERREALISTA,
Manuel Vázquez Montalbán Vicente Aleixandre
(E ditorial F ontanella) (B arral E ditores )
125. DIGNO DE TODA SOSPECHA: 144. OCIO Y SOCIEDAD DE
UN DIAGNOSTICO DEL CLASES, Varios
ERROR JUDICIAL, (E ditorial F ontanella)
F. Pottecher, P. Boyer, D. Same, 145. VALS Y SU INVENCION,
B. Clavel Vladimir Nabokov
(E. F ontanella - E. L aia) (B arral E ditores )
146. LAS REVOLUCIONES DEL 166. RIMBAUD Y LA COMUNA,
TERCER MUNDO, Pierre Gasear
Roberto Mesa (Cuadernos para el D iálogo)
(C uadernos para el D iálogo) 167. POEMAS PROFÉTICOS Y
147r CABALLERIA ROJA, PROSAS, William Blake
Isaak Babel (Barral E ditores)
(B arral E ditores) 168. RETRATOS LITERARIOS
148. SOCIOLOGIA Y LENGUA EN FEMENINOS, Sainte-Beuve
LA LITERATURA CATALANA, (E diciones P enínsula)
Francese Vallverdú 169. POESIAS PARA LOS QUE NO
(C uadernos para el D iálogo) LEEN POESIAS,
149. I CHIbIG, Ed. Mirko Lauer H. M. Enzensberger
(B arral E ditores) (B arral E ditores)
150. CONVERSACIONES CON PIER 170. HOLLYWOOD, LA CASA
PAOLO PASOLINI, ENCANTADA,
Jean Duflot Paul Mayersberg
(E ditorial Anagrama) (E ditorial Anagrama)
151. LIDA. MANTOVANI Y OTRAS 171. LOS ANTEOJOS DE ORO,
HISTORIAS DE FERRARA, Giorgio Bassani
Giorgio Bassani (B arral E ditores)
(B arral E ditores) 172. CINE Y LENGUAJE,
152. LOS ORIGENES DEL Viktor Sklovski
FASCISMO, Robert Paris (E ditorial Anagrama)
(E diciones P enínsula) 173. LA DIALECTICA DEL OBJETO
153. PUNTO Y LINEA SOBRE EL ECONOMICO,
PLANO, Kandinsky Femand Dumont
(B arral E ditores) (E diciones P enínsula)
154. GALILEO GALILEI, 174. EL RETRATO DE DORIAN
Ludovico Geymonat GRAY, Oscar Wilde
(E diciones P enínsula) (Barral E ditores)
155. LOCAS POR HARRY, 175. TENDENCIAS DE LA NOVELA
Henry Miller ESPAÑOLA ACTUAL,
(B arral E ditores ) Santos Sanz Villanueva
156. INTRODUCCION A LA (C uadernos para el D iálogo )
ESTETICA, G. W. F. Hegel 176. LA TRAGEDIA DEL REY
(E diciones P enínsula) CHRISTOPHE, Aimé Cesaire
157. RETRATO DEL COLONIZADO, (Barral E ditores)
Albert Memmi 177. LA SEXUALIDAD DE LA
(C uadernos para el D iálogo) MUJER, Marie Bonaparte
158. ALGUNOS TRATADOS EN LA (E diciones P enínsula)
HABANA, José Lezama Lima 178. EL HOMBRE Y EL NIÑO,
(E ditorial Anagrama) Arthur Adamov
159. MANIFIESTO ROMANTICO, (Cuadernos para el D iálogo)
Victor Hugo 179. MARXISMO Y ALIENACION,
(E diciones P enínsula) H. Apthecker, S. Finkelstein,
160. LOS CATOLICOS Y LA H. D. Langford, G. C. Le Roy,
CONTESTACION, Aldo d’Alfonso H. L. Parsons
(E ditorial F ontanella) (E diciones P enínsula)
161. FREUD Y LA PSICOLOGIA 180. LAS PALABRAS Y LOS
DEL ARTE, E. H. Gombrich HOMBRES, J. Ferrater Mora
(B arral E ditores) (E diciones P enínsula)
162. LA POLITICA Y EL ESTADO 181. DESTRUIR, DICE — ABAHN
MODERNO, Antonio Gramsci SABANA DAVID,
(E diciones Península) Marguerite Duras
163. LA ESTRUCTURA DEL MEDIO (B arral E ditores)
AMBIENTE, 182. EL LENGUAJE INFANTIL,
Christopher Alexander Giuseppe Francescato
(T usquets E ditor ) (E diciones P enínsula)
164. TICS DEL PAIS, Cese 183. LOS SEMIDIOSES: CUATRO
(E diciones P enínsula) HOMBRES Y SUS PUEBLOS
165. PANORAMA DEL Jean Lacouture
SINDICALISMO EUROPEO I, (C uadernos para el D iálogo)
Jesús Salvador y Fernando 184. LOS OTROS CATALANES,
Almendros Francisco Candel
(E ditorial F ontanella) (E diciones P enínsula)
185. PANORAMA DEL 205. REPORTAJE SOBRE CHINA,
SINDICALISMO EUROPEO II, Olof Legercrantz
Jesús Salvador y Fernando (E ditorial Anagrama)
Almendros 206. CANCIONERO GENERAL
(E ditorial F ontanella) (1939-1971),
186. TOREO DE SALON, M. Vázquez Montalbán
Camilo José Cela (E ditorial L umen )
(E ditorial Lumen) 207. AUTOGESTION, Daniel Chauvey
187. EL LENGUAJE DE LA MUSICA (E ditorial F ontanella)
MODERNA, Donald Mitchell 208. GORKI SEGUN GORKI,
(E ditorial L umen ) Nina Gourfinkel
188. GROUCHO Y YO, (E ditorial L aia)
Groucho Marx 209. EL TROTSKISMO,
(T usquets E ditor ) Jean Jacques Marie
189. LOS TARAHUMARA, (E diciones P enínsula)
Antonin Artaud 210. EL GATO Y EL RATON,
(B arral E ditores) Günter Grass
190. ENSAYOS DE CRITICA (B arral E ditores)
LITERARIA, Benito Pérez Galdós 211. HISTORIA DEL L S D ,
(E diciones P enínsula) Sidney Cohen
191. MAIAKOVSKI, Viktor Sklovski (C uadernos para el D iálogo )
(E ditorial A nagrama) 212. LUMPENBURGUESIA:
192. EL TAROT O LA MAQUINA LUMPENDESARROLLO,
DE IMAGINAR, André Gunder-Frank
Alberto Cousté (E ditorial L aia)
(B arral E ditores) 213. CATALOGO DE NECEDADES
194. DOSTOIEVSKI, QUE LOS EUROPEOS SE
Augusto Vidal APLICAN MUTUAMENTE,
(B arral E ditores)
Jean Plumyène y Raymond Lasierra
(B arral E ditores)
195. EL LENGUAJE DE LOS 214. REFLEJOS CONDICIONADOS
COMICS, Román Gubern E INHIBICIONES, Pavlov
(E diciones P e nínsuu ) (E diciones P enínsula)
196. YO... ELLOS, Arthur Adamov 215. IMAGINACION Y VIOLENCIA
(C uadernos para el D iálogo) EN AMERICA, Ariel Dorfman
197. ADOLESCENCIA, SEXO (E ditorial Anagrama)
Y CULTURA EN SAMOA, 216. LA REFORMA INTELECTUAL
Margaret Mead Y MORAL, Ernest Renan
(E ditorial Laia) (E diciones P enínsula)
198. SEXO Y TEMPERAMENTO EN 217. CHEJOV SEGUN CHEJOV,
LAS SOCIEDADES Sophie Laffitte
PRIMITIVAS, (E ditorial Laia)
Margaret Mead 218. LAS PASIONES DEL ALMA,
(E ditorial Laia ) René Descartes
199. COMENTARIOS (E diciones P enínsula)
IMPERTINENTES SOBRE EL 219. ENSAYO SOBRE LA
TEATRO ESPAÑOL, INTELIGENCIA ESPAÑOLA,
José M. Rodríguez Méndez J. M. Rodríguez Méndez
(E diciones P enínsula) (E diciones P enínsula)
200. UN EMPEÑO CABALLERESCO, 220. TAO TE KING, Lao Tse
Tennessee Williams (B arral E ditores)
(E ditorial Lumen) 221. LEOPOLDO ALAS: TEORIA
201. LA INTELIGENCIA: MITOS Y Y CRITICA DE LA NOVELA
REALIDADES, Henri Salvat ESPAÑOLA, Sergio Beser
(E diciones P enínsula) (E ditorial L aia)
202. VIDAS IMAGINARIAS, 222. LA TAPIA DEL MANICOMIO,
Marcel Schwob Roger Gentis
(B arral E ditores) (E ditorial L aia)
203. POBRECITOS PERO NO 223. SECUESTRO DE
HONRADOS, EMBAJADORES, Ramón Comas
José M. Rodríguez Méndez (E ditorial L aia)
(E ditorial L aia) 224. LA INVESTIGACION
204. EL MUNDO DE LA MUSICA SOCIOLOGICA,
POP, Rolf-Ulrích Kaiser Theodore Caplow
(B arral E ditores) (E ditorial L aia)
225. SIMBOLO, COMUNICACION 245. APUNTES PARA UNA
Y CONSUMO, Gillo Dorfles SOCIOLOGIA DEL BARRIO,
(E ditorial L umen) Francisco Candel
226. SOCIOLOGIA DE (E diciones P enínsula)
SAINT SIMON, Pierre Ansart 246. EL ASTRAGALO,
(E diciones P enínsula) Albertine Sarrazin
227. LA VOZ DE LOS NIÑOS, (E ditorial Lumen )
Gabriel Celaya 247. VIDA DE PEDRO SAPUTO,
(E ditorial L aia) Braulio Foz
228. HEGEL SEGUN HEGEL, (E ditorial Laia)
François Châtelet
(E ditorial L aia) 248. NUEVA POESIA CUBANA,
229. ANALISIS INSTITUCIONAL Y José Agustín Goytisolo
PEDAGOGIA, Ginette Michaud (E diciones P enínsula)
(E ditorial L aia) 249. NUESTRO CAPITALISMO
230. INTRODUCCION AL BUDISMO DE CADA DIA,
ZEN: ENSEÑANZAS Y Gabriel Alvarez
TEXTOS, (E ditorial Laia)
Mariano Antolín y Alfredo Embid 250. EL ESPACIO VACIO: ARTE
(B arral E ditores ) Y TECNICA DEL TEATRO,
231. TEOLOGIA FRENTE A Peter Brook
SOCIEDAD HISTORICA, (E diciones P enínsula)
J. M. Diez Alegría 251. 24 X 24 (ENTREVISTAS),
(E ditorial L aia) Ana María Moix
232. CANCIONERO GENERAL II, (E diciones P enínsula)
M. Vázquez Montalbán 252. CRONICA DE ATOLONDRADOS
(E ditorial L umen) NAVEGANTES, Baltasar Porcel
233. DIDEROT SEGUN DIDEROT, (E diciones P enínsula)
Diderot 253. DISCURSO SOBRE LOS
(E ditorial L aia)
234. LA MONJA ALFEREZ, ORIGENES Y FUNDAMENTOS
Thomas De Quincey DE LA DESIGUALDAD
(B arral E ditores) ENTRE LOS HOMBRES,
235. LA ESPAÑA NEGRA, J. J. Rousseau
José Gutiérrez Solana (E diciones P enínsula)
(B arral E ditores) 254. MI INFANCIA, Máximo Gorki
236. CONTAMOS CON LOS DEDOS, (E ditorial L aia)
Enrique Olivan «Oli» 255. LA NECESIDAD DEL ARTE,
(E diciones P enínsula) Ernst Fischer
237. EL SISTEMA ASTROLOGICO, (E diciones P enínsula)
Rodolfo Hinostroza 256. ELEMENTOS DE SOCIOLOGIA,
(B arral E ditores) Henri Mendras
238. SEMANA SANTA, (E ditorial Laia)
Salvador Espriu 257. EL MARXISMO DE
(E diciones P enínsula) NUESTRO TIEMPO,
239. HUMOR LIBRE, Gilles Martinet
Ja (Jorge Amorós) (E diciones P enínsula)
(E ditorial L aia) 258. ESTRUCTURA Y
240. IN, OUT, OFF... UF!, ORGANIZACION. ECONOMIA
Pablo de la Higuera INTERNACIONAL.
(E diciones P enínsula) I INICIACION A LA
241. EL NATURALISMO, Emile Zola ECONOMIA MARXISTA,
(E diciones P enínsula) José María Vidal
242. INTRODUCCION A EZRA (E ditorial L aia)
POUND. ANTOLOGIA
GENERAL DE TEXTOS 259. MITOS DE LA REVOLUCION
(B arral E ditores ) FRANCESA,
243. INTRODUCCION A LA Alice Gérard
FILOSOFIA DE LA PRAXIS, (E diciones P enínsula)
Antonio Gramsci 260. ALQUIMIA Y OCULTISMO,
(E diciones P enínsula) selección de textos: Víctor
244. ENSAYOS SOBRE EL Zalbidea, Victoria Paniagua,
SIGLO XX ESPAÑOL, Elena Fernández de Cerro
Juan Antonio Lacomba y Casto del Amo
(C uadernos para el D iálogo) (Barral E ditores)
261. ESTUDIOS SOBRE 267. LA PERLA DEL EMPERADOR,
ESTRATIFICACION SOCIAL, Robert van Gulifc
José Cazorla Pérez (B arral E ditores)
(C uadernos para el D i Alogo) 270. BOUVARD Y PECUCHET,
262. SOBRE LA SEXUALIDAD, Gustave Flaubert
(B arral E ditores)
J. Kahn Nathan - G. Tordjman 271. REALIDAD NATURAL Y
(E ditorial Laia) REALIDAD ABSTRACTA,
263. 1789, Georges Lefèvre Piet Mondrian
(E ditorial Laia) (B arral E ditores)
264. LA TORRE VIGIA, 275. PERSECUCION,
Ana Maria Matute Richard Unekis
(E ditorial Lumen ) (E diciones P enínsula)
263. LOS TRES PIES DEL GATO, 276. LA MANSION MISTERIOSA,
Jaume Perich Maurice Leblanc
(E diciones P enínsula) (T usquets E ditor )

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