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SEXUALIDAD Y CORPORALIDAD SEGÚN LA IGLESIA

¿Qué dice la Iglesia en la actualidad sobre la homosexualidad?

“La Iglesia hace suyo el comportamiento de Jesucristo que en un amor ilimitado se ofrece a todas las
personas sin excepción. Con los Padres sinodales, he tomado en consideración la situación de las familias
que viven la experiencia de tener en su seno a personas con tendencias homosexuales, una experiencia
nada fácil ni para los padres ni para sus hijos. Por eso, deseamos ante todo reiterar que toda persona,
independientemente de su tendencia sexual, ha de ser respetada en su dignidad y acogida con respeto,
procurando evitar «todo signo de discriminación injusta», y particularmente cualquier forma de agresión y
violencia. Por lo que se refiere a las familias, se trata por su parte de asegurar un respetuoso
acompañamiento, con el fin de que aquellos que manifiestan una tendencia homosexual puedan contar con
la ayuda necesaria para comprender y realizar plenamente la voluntad de Dios en su vida” (AL, no 250, Papa
Francisco)

El valor de mi cuerpo

Como persona el cuerpo humano es fin en sí, pero no sólo para sí, ni sólo por sí mismo. No es sólo
por sí mismo, ya que no se crea a sí mismo, sino que es concebido, y porque necesita siempre de los demás.
En consecuencia, no es sólo para sí mismo. Él es co-cuerpo. Encuentra su sentido en ser con y para los
demás. Únicamente siendo para los demás, logra ser para sí mismo. Encerrándose en sí mismo, en un
individualismo, se destruye, se desincorpora, se desvanece. Nuestra primordial relación con nuestro cuerpo
y los cuerpos de los demás es la de responsabilidad. Responsabilidad para mantenerlo y mejorarlo en lo
posible. No es la de una pretendida posesión absoluta que nos permitiría hacer cualquier cosa con él, hasta
maltratarlo o matarlo. Nuestro cuerpo merece un máximo respeto, el que nosotros nos merecemos. Ni
nosotros mismos somos quienes para negárnoslo. Acaso física o legalmente podremos hacerlo, pero nunca
de modo moral, humanista y racional.

La sexualidad ¿es algo corporal o espiritual?

“La Iglesia prefiere, más que de sexo, hablar de sexualidad, porque la sexualidad afecta a toda nuestra
vida y no solo a una parte de ella, a un órgano o a un deseo particular. La sexualidad, por otra parte, tiene
distintas dimensiones: genética (hombre y mujer tienen distinto ADN), gonádica (diferentes órganos
sexuales), fisiológica (distinta forma del cuerpo), psicológica (tenemos distinto modo de ser, de reaccionar
afectivamente) y, por último, espiritual (la sexualidad toca a nuestro mismo centro como personas, a la
manera en que amamos y somos amados). No son dimensiones separadas, sino que todas se unen
en nuestro cuerpo, que es la fuente de donde brotan nuestras vivencias. Ser hombre o ser mujer no
es un simple dato que ponemos en nuestro pasaporte, sino una dimensión de nuestra identidad, un modo
de responder a la pregunta fundamental: “¿quién soy yo?” Pensemos, por ejemplo, en lo importante que
es haber recibido la vida de otros, haber sido engendrado del amor de nuestros padres. Y también en la
capacidad que tenemos para dar vida a otras personas. Esto no es accesorio, sino central para nuestra
vida, y está unido a la sexualidad. Por eso la sexualidad no es solo una atracción hacia la otra persona,
sino también un elemento que nos ayuda a comprendernos a nosotros mismos, a partir del cual nos
formamos a nosotros mismos y nuestras relaciones.”
¿Qué es la castidad?

Castidad, no es otra cosa sino el dominio de la sexualidad por la razón, para aprender a respetarse a sí
mismo y a los demás.
La puerta del amor se abre hacia afuera, siempre hacia los demás, y se llama felicidad. En cambio, la del
placer se cierra con el candado del egoísmo. El amor dura. El placer se acaba. Recuérdalo siempre:
cuando se persigue el placer por el placer, desaparece porque le falta su fundamento: el amor

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