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ANNA BANKS DARK GUARDIANS

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ANNA BANKS DARK GUARDIANS

THE STRANGER
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EL LEGADO SYRENA #0.4

ANNA BANKS
ANNA BANKS DARK GUARDIANS

SINOPSIS

L os Syrena no confían en muchos humanos. Rachel es una de ellos. La historia de


cómo Galen la conoció—y formaron un vínculo—es tanto excitante como
conmovedora.

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ANNA BANKS DARK GUARDIANS

G
alen agita el collar enfrente de su hermana, moviendo pedacitos de alga
marina en el agua que los rodea. —Es mío —le dice, y lo sacude más cerca
de su cara—. Si vuelves a tomarlo, le diré a padre sobre todos tus tesoros
humanos.

Rayna se cruza de brazos, y retuerce la cola plateada con irritación, para


después girarse hacia Toraf, el mejor amigo de ambos. —¿Qué clase de aprendiz de
rastreador eres? —demanda—. ¿No percibiste que estaba en mi cueva? ¿Robándose mis
cosas?

Galen es cuidadoso al ocultar su sonrisa. Toraf sabía que estaba en la preciosa


cueva de reliquias humanas de Rayna, no porque Toraf esté entrenando para ser
rastreador; y uno prometedor. No, Toraf no tuvo que percibir a Galen merodeando la
mina de tesoros de Rayna, porque Toraf estuvo con él todo el tiempo.

—Deja a Toraf fuera de esto —Galen arrastra las palabras—, aún está 4
aprendiendo sus habilidades de rastreador —Nota que a Toraf no le gusta que
minimice sus habilidades, pero no es lo suficientemente orgulloso para admitir su
participación en el asunto, así que mantiene la boca cerrada. Como un buen
piscardo—. Además —continúa Galen—, Toraf es mi mejor amigo, ¿por qué te
contaría algo?

Rayna sujeta el antebrazo de Toraf y lo jala hacia ella. Toraf hace una mueca,
dividido entre el placer de que la princesa Tritón lo jale en su dirección y el dolor de
que lo vuelvan a poner en medio.

—¡No es verdad! —insiste Rayna—. Dile, Toraf, dile que eres mi mejor amigo.

La mueca que Toraf le dirige a Galen rebosa de indecisión. Galen no se


compadece de él, la elección está clara. Toraf puede acunar sus sentimientos
románticos por Rayna cuando el momento sea más apropiado; que no será hasta
dentro de cinco temporadas, cuando todos cumplan dieciocho. —Ese no es el punto —
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Galen dice con voz cansina—, el punto es que me robaste este collar y yo lo robé de
vuelta.

La expresión de Toraf se relaja cuando la atención de Rayna cambia de él a su


gemelo. Galen conoce muy bien la expresión de Rayna, está cambiando de táctica. La
ira retrocede, reemplazada con una oleada de tristeza, o al menos una buena imitación
de tristeza. —Debiste habérmelo dado —dice—, sabías que lo quería desde que lo
encontramos. ¿Qué tan egoísta puedes ser?

—Yo lo encontré —dice Galen complacido—. Fue lo único que encontré en ese
viejo naufragio. No puedo evitar que fuera lo mejor, tú te fuiste nadando con casi más
de lo que podías cargar, creo que eres tú la que está siendo egoísta.

El labio inferior de Rayna sobresale y amenaza con temblar. —Yo fui la que lo
limpió e hizo que brillara de nuevo. No lucía ni la mitad de bonito cuando tú lo tenías.

Galen levanta el collar, permitiendo que el trabajo duro de Rayna resplandezca


al girarlo ante los rayos de la tarde que bajan de la superficie. Antes pensó que el 5
medallón era simple, un mero disco dorado al extremo de una bella trenza de oro.
Hermoso, pero simple, ahora ve el contorno de un símbolo humano; uno que ha visto
antes en la Cueva de las Memorias: dos líneas que se intersecan en medio y otros
símbolos las rodean, con finas tallas que delinean diminutas rocas coloreadas alrededor
del borde. Algunas son posiblemente las marcas de palabras humanas, aunque Galen
no puede encontrar ni una sola letra de las que Romul le enseñó. Eso podría ser porque
Rayna restauró la cosa un centímetro de más. Tanto cuidado se tomó en pulir para quitar
toda la cosa verde incrustada tras muchas temporadas en la panza de la gran nave, que
con las capas de verde también había borrado las marcas externas.

Galen no tiene idea de lo que significan las líneas; aún tiene que salir el tema
con su mentor, Romul, durante sus lecciones en la Cueva de las Memorias; pero la
Cueva es vasta y la memoria colectiva de los Archivos como Romul lo es aún más.
Romul no necesitaría ver el collar para saber qué significan los símbolos. Lo que es
excelente, ya que padre me pondría un grillete en la cola si supiera que exploré un naufragio
humano... y especialmente si descubre que dejé a Rayna que me acompañara.
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Galen sonríe a su hermana. —Gracias, luce genial. —Se pone el collar. El


medallón abarca una gran parte de su pecho y el peso descansa contra el latido de su
corazón.

Rayna aprieta los dientes. Galen sabe que su hermana es adorable, pero cuando
aprieta los dientes luce como un pez globo agitado. —Te lo intercambio, por cualquier
cosa que quieras de mi cueva.

—Ni lo pienses.

Rayna sujeta la mano de Toraf, lo que lo pone instantáneamente al límite. —


Toraf, dile, dile que necesito ese collar. Dile lo odioso que es que se lo quede.

Toraf gira hacia Galen, revolviéndose bajo el escrutinio de Rayna. —Vamos,


renacuajo. Es su tesoro favorito, y a decir verdad, luce ridículo en ti. Muy femenino.

—Tu cola es femenina —Galen se encoge de hombros—. Me lo voy a quedar,


es mi última palabra. —Al menos por ahora, ¿quién sabe lo que Rayna estará dispuesta 6
a hacer por tenerlo? Sería un idiota si renunciara tan pronto a tan valiosa herramienta
para hacer trueques en lo que sabe será un juego interesante. Podría hacerla cavar en
busca de algunas deliciosas ostras, o conseguir su atún favorito; que sólo puede
encontrarse en territorio Poseidón, o mejor aún, podría intercambiarlo por paz y
quietud. Un día libre de su hermana suena muy tentador ahora mismo. Muy tentador
siempre.

Pero eso no significa que tiene que andar por ahí trayéndolo puesto como una
especie de humano remilgoso. Toraf tiene razón, sí luce ridículo. Galen se gira para
alejarse nadando, y resiste la urgencia de quitárselo. —Es un collar —dice, casi para sí
mismo—. Se hizo para que lo usen.

A pesar de los gruñidos de protesta de Rayna, Galen continúa nadando. Percibe


que Toraf lo sigue. Normalmente se detendría y lo esperaría para que lo alcance, pero
ahora mismo Toraf está infatuado por su hermana; sólo intentaría recuperar lo que
ayudó a Galen a encontrar unos cuantos días antes. Su amigo es leal, pero a veces su
corazón lo traiciona.
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Galen se detiene y Toraf también. Rayna no los siguió; obviamente confía que
Toraf cumpla sus deseos. Lo que irrita a Galen aún más.

—Significa más para ella que para ti —dice Toraf tranquilamente—. ¿Por qué
no se lo das?

—Eventualmente se lo daré, pero no ahora mismo.

—Trabajó duro en hacer que brillara.

Galen levanta una ceja. Ha visto hacerlo a su hermano mayor, Grom, y siempre
lo hace lucir más intimidante. —Debiste haber pensado en eso antes de ayudarme a
tomarlo.

Toraf hace una mueca. —Bueno, lo voy a regresar. —Se dirige a Galen.

—Obviamente te has acostumbrado demasiado al lujo de tener dientes,


renacuajo —dice Galen—, si piensas que vas a venir hasta aquí y quitármelo del
cuello. 7
Toraf lo considera.

—Además, si lo intentas siquiera, le diré a Rayna que me ayudaste y le diré a


padre dónde está su cueva.

—No lo harías.

No, definitivamente no. Su hermana podía ser infinitamente molesta, pero esas
cosas humanas habían sido una de las pocas fuentes de felicidad para ella desde que su
madre murió. Galen nunca le quitaría eso.

Aun así, no lastima darle a Toraf algo en lo que pensar, además, está el asunto
de realmente atrapar a Galen. Es verdad que la cola de Toraf es más grande que la
suya, pero el joven rastreador sabe que Galen es más rápido. Tan rápido que Toraf
sabe que emplearía mejor su tiempo confortando a Rayna que persiguiendo una cola
que pronto estará fuera de vista.
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Galen puede ver, por la expresión de su amigo, que el desacuerdo queda


pospuesto para otra ocasión. Aprovecha la oportunidad para irse, el collar se pone
pesado a cada movimiento de su cola; pero de alguna forma sospecha que el peso recae
más en su consciencia que en su cuello.

***

Galen hace el viaje familiar que rodea la Isla Larga y entra en las aguas cálidas
de lo que su único amigo humano—el doctor Milligan—llama el Golfo de México.
Está ansioso por mostrarle su descubrimiento; decidió que sería mejor mostrarle el
collar al doctor Milligan que contarle a Romul sobre él. Después de todo, el doctor
Milligan es un humano, debería saber lo que significan las marcas del collar. ¿Por qué
arriesgarse a despertar la curiosidad de Romul—o peor, sus sospechas—con preguntas
incriminatorias?

Justo cuando Galen se está asegurando a si mismo que es terriblemente astuto,


escucha que un bote se aproxima sobre la superficie. Desde abajo puede ver las 8
hondonadas y crestas de las olas de arriba. El bote se mueve peligrosamente rápido,
especialmente para su tamaño y especialmente tan lejos de la costa, donde las olas
pueden ser castigadoras. A veces el vientre del bote desaparece por completo y luego se
azota duro sobre la superficie. Esos humanos tienen prisa.

Cuando cree que el bote pasará de largo, se ralentiza y detiene por completo.
Galen se presiona contra la arena turbia, espantando de paso a unos cuantos cangrejos
y a un lenguado. Galen no tiene que esperar mucho antes que los humanos revelen sus
intenciones.

Y hacen lo impensable.

La salpicadura de agua es inmensa, no causada por un ancla, una red, una jaula
de cangrejos o el cebo que arrojan por la borda para atraer peces. Es la salpicadura de
un humano, no un buceador, ni un nadador, ni un surfista. Un humano que está atado
a un gran peñasco de roca cuadrada. Un humano que tiene un parche plateado de algo
sobre la boca, para amortiguar sus gritos.
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Un humano del que se están deshaciendo.

El zumbido del bote empieza de nuevo y acelera para alejarse. Desaparece tan
rápido como llegó.

Galen observa con horror cómo el humano hembra se revuelve como un pez
atrapado, mientras se hunde más, más y más. Sus brazos están atados detrás de la
espalda, las piernas juntas y atadas, no puede patalear, no puede agitar los brazos; todo
lo que puede hacer es gritar, retorcerse y gritar un poco más.

Que es exactamente lo que no debería estar haciendo. El doctor Milligan dijo


que los humanos no pueden contener la respiración mucho tiempo. Recuerda la
primera vez que conoció al doctor Milligan, la gran cosa metálica que tenía en la
espalda le daba aire para que pudiera respirar bajo el agua.

Esta humana no tiene una gran cosa metálica a la espalda.

Esta humana se va a ahogar. 9


Y Galen no puede permitir que eso suceda, no lo hará. Conoce la ley: prohíbe el
contacto con los humanos. Pero ya ha roto esa ley incontables veces, estaba a punto de
romperla hace un momento, al mostrarle el collar al doctor Milligan.

Así que coletea hacia ella y deja la arena danzando a su paso. Le da atención
inmediata al parche de la boca; si habla el mismo lenguaje humano que el doctor
Milligan, tal vez pueda ayudarlo a descubrir cómo salvarla.

Se lo arranca y ella grita. Luce como si fuera a decir algo, pero se detiene, luego
abre muchísimo los ojos. Galen se pregunta si ha cometido un error al ayudarla, al
mostrarse ante esta humana que no conoce. Pero la última vez que ayudó a un
humano—el doctor Milligan—resultó ser para bien.

Pero para bien o para mal, no puede observar cómo muere esta humana, no si
puede evitarlo. Jala los nudos que la atan, que son fuertes y apretados. Su piel aún no
es tan gruesa como el de un Syrena adulto, así que la piel de sus dedos empieza a
desprender sangre por jalar con demasiada fuerza.
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Por su parte, la humana se queda quieta. Parece entender que intenta ayudar, y
va a dejarle hacer. De hecho, parece que se ha calmado. Ahí es cuando Galen se da
cuenta que no es que se haya calmado.

Está perdiendo la consciencia y, cuando lo haga, se olvidará de como respirar y


se ahogará.

Galen la envuelve en sus brazos y se dirige a la superficie. La potencia de su


cola, que normalmente utiliza para velocidad, ahora está llevada a sus límites sólo por
moverse, debido a las rocas que ella tiene atadas a los pies. El progreso es lento, pero
finalmente llegan a la superficie.

Los ojos de la humana están cerrados.

No. Sin pensarlo, Galen le suelta una vigorosa bofetada. Eso la revive y le tose
agua salada a la cara—lo que probablemente es la cosa más desagradable que ha
experimentado nunca. Se imagina que ahora están a mano, ya que, después de todo, la
abofeteó. 10
—¿Estás ahogada? —pregunta.

Responde con más tosidos. Es difícil mantenerle la cabeza sobre las olas con el
peso extra bajo ellos. —Tengo que desatar esos nudos. —le dice.

Finalmente ella habla, su voz es ronca y débil. —Tengo un cuchillo en mi bota.

Galen parpadea. —¿Un cuchillo? —No está seguro de lo que es un cuchillo, o


dado el caso, lo que es una bota.

Ella parece entender su falta de comprensión. De hecho, parece bastante


calmada respecto a lo que le está sucediendo. Como si ser salvada por un Syrena fuera
un hecho normal. —Está en mi pie, y puede cortar la soga.

Galen asiente. —Tenemos que volver a bajar, no puedo mantenerte a flote y


sacar tu cuchillo al mismo tiempo.
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Asiente. Un mechón de su cabello oscuro está pegado a su mejilla y a la


comisura de su boca, lo que hace parecer que estuviera enganchada a un anzuelo. —
Primero déjame respirar profundo —Procede a respirar profundo varias veces—. Estoy
lista —dice finalmente, pero antes que se hundan, apunta—: Gracias, sólo en caso de
que esto no funcione y eso. Gracias por intentarlo.

Funcionará, quiere decirle Galen, pero no sabe si así será.

***

Galen nunca ha estado tan feliz de ver tierra en su vida. La Tierra Larga
hubiera sido un viaje corto si estuviera solo, si no tuviera un par de brazos humanos
envueltos precariamente alrededor del cuello, un cuerpo humano desplomado contra la
espalda y el sonido rasposo de la respiración inestable de un humano en la oreja.
Varias veces el sonido rasposo se detuvo y tuvo que asegurarse que siguiera con vida.
Incluso ahora, duda que lo logre; incluso con su piel gruesa puede sentir lo frio que se
ha puesto el cuerpo de ella. 11
Y no puede dejar de temblar.

Los rayos del atardecer iluminan su camino a aguas superficiales. Galen se gira
y jala con cuidado a la humana. —Creo que el agua es lo suficientemente baja para
que te pares. —El poderoso músculo de su cola se separa y sus piernas humanas se
estiran y toman forma bajo él. Instintivamente sus pies se anclan en la arena, e hincan
los talones. Las suaves olas le llegan a la cintura, y si ha juzgado correctamente la
altura de ella, su cabeza debe llegarle al hombro cuando se pare.

Ella asiente, pero Galen se da cuenta que su habilidad para pararse no tiene
nada que ver con la profundidad del agua. En vez de soltarla, la jala todo el camino
hasta la orilla. Se queda tendida de espaldas, su pegajoso cabello negro matizado por la
arena de la playa. Sus respiraciones salen en cortos silbidos.

Entierra los pies en la arena. —Gr-gr-gracias, —dice, sus dientes castañean


tanto que podrían salírsele de la cabeza.
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Galen la mira durante un largo rato. Debería irse, debería volver a sumergirse
en las olas y nadar hasta las Cavernas Reales y decirle a su padre lo que ha hecho. —
Voy a encender un fuego, —le indica.

No alcanza a discernir si ella asiente en acuerdo o si el temblequeo es así de


incontrolable. Examina el área en busca de maleza y palos aceptables, infinitamente
agradecido de que su hermano Grom ya le haya enseñado cómo encender un fuego.
La tradición Syrena no permite esa lección hasta que un macho es lo suficientemente
mayor para escoger una pareja. Unida, la pareja escoge una isla y después de su
ceremonia de emparejamiento, el macho hace una fogata para su nueva compañera;
un símbolo de su devoción por ella. Luego ellos... bueno, se aparean.

Galen hace muecas, preguntándose si los humanos tienen la misma costumbre.


¿Esta humana piensa que quiero emparejar con ella? Primero la salvo, luego la traigo a tierra y le
hago una fogata. ¿Qué debe estar pensando ahora?

Por si acaso, encuentra algunos árboles con hojas planas estrelladas y se 12


confecciona una cobertura. El doctor Milligan le advirtió siempre usar lo que los
humanos llaman "pantaloncillos" antes de venir a la costa; incluso le dio unos pares
para que los ocultara en la arena que rodea el Gulfarium para cuando fuera de visita.
Estos no eran pantaloncillos, pero tendrían que servir. Ahora con seguridad ella no
malinterpretaría sus intenciones. Un macho no se ocultaría de su pareja.

Al menos no creía que él lo hiciera...

***

El fuego lame el cielo de madrugada, un cielo aún lo suficientemente oscuro


para emitir una exótica danza de luz y sombras sobre el rostro de la desconocida,
mientras duerme a ratos. Ha dejado de temblar y sus ropas están medio secas, pero no
es consciente de que su condición mejora. Durante toda la noche gritó, se revolvió y
pataleo. Se dijo a sí mismo una y otra vez que las pesadillas remitirían, que no debería
involucrarse más con esta humana, que su único propósito al quedarse fue asegurarse
que sobrevivía la noche, nada más.
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Cuando se despertara, se separarían.

Pero cuando empezó a gritar: —¡Ayúdenme! —no tuvo más opción que
intervenir; la conmoción podría atraer a otros humanos. No estaba en forma para
defenderse por sí sola si otros de su especie decidían terminar el trabajo que habían
comenzado en el océano. Y Galen no estaba de humor para permitir que todo su duro
trabajo fuera deshecho tan fácilmente. Se había deslizado tras ella en la arena, envuelto
los brazos a su alrededor y la había acunado adelante y atrás, igual que su madre solía
hacer con él cuando sus pesadillas parecían brotar de su imaginación y entrar en la
cueva donde dormía.

Dudaba que sus pesadillas pudieran compararse con los sueños que
atormentaban a esta desconocida. Se imaginó que sería egoísta no confortarla cuando
difícilmente le requería algún esfuerzo. La parte más impresionante de ella era su
abrumador desastre de cabello oscuro: enredado en algunos lugares, rizado en otros,
cayendo sin particular orden, por todos lados. Aparte de eso, esta humana era
pequeña; sería muy fácil cargarla y mecerla hasta que dejara de gimotear, susurrarle 13
palabras de consuelo al oído hasta que dejara de revolverse, sostenerla hasta que sus
terrores se ahogaran en la profundidad de su sueño.

Así que eso hizo.

Al mirarla ahora, al otro lado del fuego, Galen no lamenta haberse involucrado.
Claro, sus ojos están pesados y su estómago vacío y sus piernas anhelan sentir el agua
salada, estirarse y retorcerse en su cola poderosa, pero Galen recuerda los ojos de ella,
lo asustados y aniñados que habían lucido sus ojos oscuros la primera vez que lo había
visto. Tenía que volver a ver esos ojos. Lo había decidido durante la noche, durante
una de sus pesadillas más violentas. Tenía que saber cómo lucían sus ojos cuando no
destilaban terror.

Así de irracional como suena, Galen quiere asegurarse de que ella estará bien.
No sólo que despierte, o respire, o coma y beba. Por supuesto, todos esos son buenos
signos, pero no es suficiente. Incluso las criaturas más simples del océano pueden
hacer esas cosas sin pensarlo, sin esfuerzo—las hacen sin alegría o emoción, las hacen
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para existir—pero Galen quiere más que eso de esta minúscula mujer. Por alguna
razón, quiere saber que no sólo existirá, sino que vivirá realmente, que volverá a ser
feliz.

Galen remueve el fuego con el largo palo que encontró. ¿Qué tal si en primer lugar
nunca fue feliz, idiota? E incluso una pregunta mejor sería, ¿por qué te importa?

Pero no es suficiente para hacerlo levantarse. En su lugar, remueve un poco más


hasta que algunos de los troncos y hierbajos más gruesos colapsan, lo que causa que
sisee algo de la maleza verde que puso encima.

Es el siseo lo que la despierta. Sus ojos se abren y encuentran los suyos de


inmediato. Galen se siente como un carámbano, congelado en el sitio, de alguna forma
esperando su permiso para moverse, para descongelarse, para hacer algo más que
devolverle la mirada fija. Aunque no lo tortura por mucho tiempo.

Se sienta y estira, y le dirige una sonrisa triste que no alcanza la profundidad de


sus ojos oscuros. Aun así, hay algo más que mera existencia anegada en esos orbes 14
oscuros, esa sonrisa contenida. Sí, hay una tristeza abrumadora, pero Galen se imagina
que tiene muchas razones para estar triste. ¿Quién estaría extático por haber sido
desechada por su propia especie? Galen puede manejar la tristeza.

Porque hay algo más en esos ojos: fuerza. Y no sólo eso, también planificación.
Nota que sus pensamientos están vislumbrando el futuro, evaluando la situación,
haciendo planes.

Oh sí. Incluso ahora lo estudia, su rostro inclinado a un lado mientras intenta


hacer más manejable su cabello. Se pregunta por qué no simplemente se corta ese
desastre, pero se imagina que no está calificado para hablar con ella al respecto.

—Buenos días, —dice ella.

Él asiente.

—¿Tú encendiste este fuego?


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De nuevo asiente. La mujercita parece impacientarse. Galen se pregunta si las


hembras de todas las especies comparten esa característica en particular.

—Sé que puedes hablar, —reclama.

Él se levanta. —Voy a ir a traernos algo para comer. ¿Te gusta el pescado? —


Galen se está muriendo de hambre, pero bueno, un Syrena en crecimiento siempre se
está muriendo de hambre.

Ella parpadea en su dirección y descansa la mirada en el collar dorado, aún


posado en el cuello de Galen. Éste se pregunta qué está pensando, se resiste a la
urgencia de cubrir el medallón con la mano. ¿Será lo suficientemente tonta para intentar
quitármelo? ¿Sabe lo que es? No conoce muy bien la naturaleza de los humanos, pero está
muy al tanto de la codicia; la ve en el rostro de Rayna todo el tiempo. Esta humana no
tiene codicia en los ojos.

Ella se aclara la garganta y le lanza una débil sonrisa. —Resulta que amo el
pescado. 15
Galen no puede decidir si sus palabras tienen un doble significado. Esta
humana podría ser más de lo que creyó. —Regresaré enseguida.

Camina por la playa, se aleja lo suficiente para que no pueda verlo quitarse su
cobertura en la oscuridad. Cuando se sumerge en el agua y su cola se retuerce para
tomar forma, suspira con alivio. Se siente bien estirarse, sacarse de encima la pegajosa
arena, sentirse más ligero. En tierra a veces se siente como una roca con piernas, muy
pesado y lento. Aquí abajo, se siente como parte de la corriente, moviéndose sin
esfuerzo, girando con facilidad.

A la deriva con la marea de la mañana, hace intentos desganados de ser tan


rápido como su presa. A la distancia escucha una manada de delfines que asustan su
propio desayuno, y considera unirse a ellos; pero los delfines son demasiado rápidos
para que los siga después de una noche tan larga. Decide que el cangrejo puede que sea
la mejor opción, ya que no tiene red, carnada ni energía. Capturar cangrejos requiere
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paciencia y quedarse quieto; dos cosas que Galen está más que dispuesto a dar ahora
mismo.

Cuando su mano se cierra alrededor de la tenaza de un cangrejo que se aleja,


percibe el pulso de Toraf. Y peor que eso, percibe el de Rayna. Y se están dirigiendo
justo hacia él. Simplemente perfecto.

Salir del agua sería inútil ahora que Toraf se ha enfocado en su pulso. Además,
con las habilidades de rastreador de Toraf, ha percibido a Galen mucho antes que
Galen lo percibiera a él. No le importa que su amigo lo encuentre; de hecho, le vendría
bien su asistencia en esta situación especialmente rara; pero ¿por qué Toraf tuvo que
traer a Rayna?

¿Por qué, por qué, por qué?

Después de volver a hacer su cobertura de hojas de palmera, Galen se sienta en


la orilla y espera, pelando el resto de la carne cruda de cangrejo en sus manos. Tendrá
que encontrar más para cocinárselos a la humana desconocida. No es probable que le 16
guste comer algo vivo.

Cuando Toraf y Rayna emergen, Galen los saluda con la mano.

Toraf se para junto a él, lo suficientemente cerca para gotearle agua salada en
las piernas. —¿Aún traes puesto ese collar, piscardo? Y ¿por qué estás todo cubierto de
plantas?

Galen se pasa una mano por el cabello. —No tuve tiempo de quitarme el collar.
Lo que quiero decir es que no tuve tiempo de ponerlo en otro lado. —Se le ocurre a
Galen que los dos lo estaban siguiendo precisamente por esa razón; con la esperanza
que intentara ocultar el collar para que pudieran robarlo. Ese juego podría durar una
temporada entera si lo permitiera.

Rayna se cruza de brazos. —Claro que tuviste, si tuviste tiempo de hacerte una
red de hojas de palmera.
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—No es una red, sólo la hice porque... —Galen se para—. Vengan a ver de qué
estoy hablando.

El amanecer aparece rápidamente sobre las olas, pero aún hay suficiente
oscuridad para ver con claridad la luminosidad de enfrente. Cuanto más se acercan al
fuego, más ansioso se pone Toraf. Cuando ve a la desconocida acurrucada en la arena,
más allá de las llamas, sus ojos casi se le salen de las cuencas. —¿Vas a emparejar con
una humana?

Rayna jadea. —¿Emparejar? ¡Sólo tiene trece temporadas de edad, Galen!

—¿Qué tan estúpidos pueden ser, piscardos?

—¿El fuego lo hiciste tú, o ella? —pregunta Rayna.

Los ojos de Toraf se abren aun más. —¿Ustedes ya... ya sabes...?

Galen rueda los ojos. —Por el tridente de Tritón, ¿Cerrarán sus bocazas? No-
vamos-a-emparejar. La salvé de ahogarse, aliento de calamar. Me quedé con ella la 17
noche anterior para asegurarme que vivía. —Bueno, mayormente.

—Oh, generalmente mueren inmediatamente cuando se han ahogado —explica


Toraf—. Definitivamente vivirá.

Galen resopla. —¿En serio? Tal vez podrías decirme qué comen, ya que has
decidido que vivirá.

Toraf asiente, poniéndose todo serio. —Los humanos comen arena, es por eso
que pasan tanto tiempo en tierra.

Antes que Galen pueda responder, un haz de luz se refleja en los ojos de Toraf.
—¿Quién está allí? —llama una voz desde atrás. La humana desconocida ha
encendido un palo con el fuego y está acortando la distancia entre ellos. Galen está
sorprendido que finalmente tenga la fuerza para pararse. Tal vez sí vivirá después de
todo. —¿Eres tú...? Uh, supongo que en realidad no conozco tu nombre, —pregunta—
. ¿Niñito?

¿Niñito? Toraf articula hacia Galen.


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Galen se encoge de hombros y se abre camino entre su amigo y su hermana. —


Soy yo —contesta—. Y... algunos de mis amigos han venido también.

—Oh genial —sisea Rayna—. Ahora todos estamos quebrantando la ley.

—¿Desde cuándo te importa la ley? —dice Galen por sobre el hombro.


Encuentra a la desconocida a mitad de camino.

—Oh, allí estás —dice—. ¿Encontraste algo comestible? Daría mi dedo gordo
por una pizza y mi pie entero por una botella de agua.

Galen no está seguro de lo que sea una pizza, pero el hecho de que esté
preguntando por comida lo hace sentir culpable. Aun así, la parte del agua lo tiene
preocupado. —Aún no, —responde y siente como su rostro se contorsiona por la
mentira—. Pero si necesitas agua, está justo allí. —Cabecea hacia las olas en lo que
espera no sea una forma condescendiente.

La desconocida le sonríe. —Oh, bomboncito —Se ríe—. No puedo beber agua 18


salada, y después de mi viacrucis de hoy, no creo que el Golfo y yo nos llevemos bien,
¿verdad?

Galen parpadea. Le parece que ella y los otros humanos no se llevan bien.

Ella le guiña el ojo. Su comportamiento se está haciendo más extraño con cada
bocanada de aire que toma. —¿Quién sabía que los ángeles guardianes tenían colas en
lugar de alas?

Se ha vuelto loca, excepto por la parte de las colas. Había estado esperando poder
convencerla de que había alucinado esa parte, pero ella sabe lo que vio. Antes que
pueda protestar, ella levanta la mano. —No, no, no te preocupes por eso. No sé quién
eres, o qué eres, y no me importa, ni un poco. No le diré ni a un alma sobre ti. Lo juro.

Galen retrocede un paso. El doctor Milligan le advirtió que algunos humanos


podrían decir eso, para ganarse su confianza. Echa un vistazo a las olas tras de él, sería
muy fácil para él, Toraf y Rayna desaparecer en las olas, dejar a esta humana y al
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peligro que representa, la amenaza que plantea, ahí parada diciendo que sabe su
secreto, que recuerda todo.

—Mi nombre es Rachel —suelta repentinamente, como para distraerlo—. ¿Cuál


es el tuyo?

—Su nombre es Galen —canta su hermana—, y este es Toraf y yo soy Rayna.


¿Por qué tus uñas son rojas?

Galen está indeciso. ¿Debería correr hacia la marea, o ahogar primero a su


hermana? No tiene tiempo para tomar la decisión. La humana pone su brazo libre
alrededor de Rayna; al tiempo que la mandíbula de Toraf cae hasta sus pies; y la
conduce de vuelta al fuego. —Es todo un placer conocerte, Rayna —dice Rachel la
humana, complacida—. Esto se llama barniz de uñas. En tierra, nos pintamos las uñas
para hacerlas lucir bonitas. ¿Te gustaría que te las pinte alguna vez? Por supuesto, no
tengo ahora, pero podemos conseguir un poco en la tienda. Hay toda clase de colores
de entre los que puedes elegir. 19
Eso parece deleitar a su hermana. Nada bueno.

Toraf lo golpea en el hombro. —¡Idiota! Has dejado que esa sucia humana
secuestre a Rayna. Haz algo.

—Vamos —Galen dice entre dientes apretados—. Ve a sentarte con ellas. Voy a
encontrarle a la huma... eh, a Rachel algo para comer. No dejes que se alejen del
fuego.

—No me digas.

Pero Galen ya se está dirigiendo en la dirección contraria.

***

—Nunca antes había probado cangrejo cocido —dice Rayna y arroja el último
caparazón de cangrejo en la sustancial pila de restos que han creado en el transcurso de
su comida. Las gaviotas graznan su interés en un volumen muy alto.
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—¿Y por qué lo habrías probado? —pregunta Galen—. El cangrejo vivo sabe
mejor. —Sus nervios están a punto de rebelarse. Rayna no ha parado de hablar, Toraf
no ha parado de fulminarlo con la mirada y Rachel no ha parado de evaluarlo con ojos
entrenados. Es la comida más larga que ha tenido en su vida, y está listo para que
termine.

Rayna le dirige a Rachel una mirada de disculpa. —Galen puede ser denso a
veces, no aprecia lo sofisticados que son los humanos.

Usualmente es deber de Galen tener que ofrecer excusas por el comportamiento


de Rayna. La culpa lo aguijonea como minúsculos piscardos. Mira avergonzado a
Rachel. —Es sólo que no pasamos mucho tiempo en tierra, no se supone que lo
hagamos.

Rachel atrae sus rodillas hasta la barbilla y estruja los dedos de los pies en la
arena. —Ya veo —mira fijamente el fuego decreciente, al sol de media mañana su
cuerpo emite una pequeña sombra a su lado. Incluso la sombra tiene cabello 20
ingobernable—. Esperaba que pudiéramos llegar a conocernos mejor, todos nosotros.
Las amistades empiezan basadas en mucho menos que...

—No podemos —espeta Galen rápidamente y se para—. No debía hacer lo que


hice.

—¿Lamentas haberme salvado? —dice sin expresión. Galen se pregunta si eso


es una reacción aprendida. Ha visto a su hermano, Grom, hacerlo incontables veces,
portar la indiferencia como una segunda piel.

—No —se pasa una mano por el cabello—. No, pero quedarme en tierra así,
encender un fuego... no es lo que hacemos.

—¿Exactamente qué hacen? —Le echa un vistazo a su collar para dar énfasis.

Galen lo aprieta. Luce mal, lo sabe. Traer puesto un collar humano y proclamar
que no pasa tiempo en tierra, pero es la verdad. Frunce el ceño. —No lo robe, si eso es
lo que quieres decir.
ANNA BANKS DARK GUARDIANS

—¿Por qué querría decir eso?

Galen decide que Rachel es especialmente buena en hacerlo sentir equivocado,


no sabe a dónde podría estarse dirigiendo esta conversación y eso lo pone incómodo.
Le echa un vistazo a las olas que le hacen señas, por lo que se siente como la centésima
vez. —Tenemos que irnos ahora.

Rachel se para inmediatamente. Tan rápido que Toraf pone un brazo protector
alrededor de Rayna, lo que le gana un codazo en las costillas. —Siento andarme con
rodeos —dice Rachel—. Sólo estoy... intentando entenderte, eso es todo —Se pasa el
embrollo de cabello a un lado—. Y no tenía la intención de meterme en tus asuntos,
cien por cien que no; pero si tengo que adivinar, siendo quien... o lo que... eres, diría
que encontraste ese collar en algún lugar del océano. ¿Tal vez un naufragio? —Cuando
la boca de Galen se abre de golpe, sonríe—. Y si ese es el caso, entonces podría valer
muchísimo dinero.

—¿Dinero? —dice Rayna, probando la palabra. Aún no se ha parado, lo que 21


significa que no tiene la intención de irse con Galen. Genial—. ¿Es eso bueno?

—Para los humanos es muy bueno —dice Rachel—. El dinero es el poder aquí
en la tierra.

Galen cruza los brazos. —No necesitamos poder humano, como dije, no
pasamos mucho tiempo en tierra.

—¿Por qué no?

Galen parpadea. —¿Por qué no qué?

—¿Por qué no pasan mucho tiempo en tierra? ¿No les importa lo que los
humanos estén haciendo? Porque créeme, a ellos les importará mucho si averiguan
sobre ustedes —Agita la mano restándole importancia cuando él da un paso atrás—.
Oh bomboncito, eso es algo que tendrás que aprender de mí, soy una experta en
guardar secretos.
ANNA BANKS DARK GUARDIANS

Galen siente que el corazón le late en la garganta. Necesita que Rayna y Toraf
entren al agua ahora. Rachel parece percibir su inquietud. —Galen —dice con
suavidad—, tú salvaste mi vida, ¿por qué te pondría en peligro? —Vuelve a sentarse
como para parecer menos imponente. ¿Cómo, en principio, una humana tan pequeña
podría parecer tan imponente? es algo que rebasa a Galen. —Creo que podría
ayudarte, sabes. Rayna me contó sobre sus leyes, que el contacto con humanos está
estrictamente prohibido.

Rayna se muerde el labio, pero Galen sabe que sólo finge vergüenza. No hay
vergüenza auténtica en las venas de Rayna, nunca la ha habido. —Lo comprendo
totalmente —continúa Rachel—. La ley los protege, y creo que es buena idea para la
mayoría de tu especie respaldarse con ella.

—¿La mayoría? —dice Rayna, esperanzada. Galen resiste la urgencia de


apretarse el puente de la nariz. Le están mostrando a esta humana demasiado de sí
mismos.
22
Rachel asiente. —Nosotros los humanos tenemos un dicho: "Mantén a tus
amigos cerca y a tus enemigos más cerca". ¿Entiendes lo que significa?

Galen se acerca un poco y asiente. —Continúa.

Rachel coge un palo y remueve el casi inexistente fuego. Él se pregunta si de


nuevo está intentando parecer menos imponente. —Los humanos encuentran nuevas
formas de explorar los océanos a diario. Si yo estuviera en tu posición, querría que
alguien le tuviera un ojo echado a eso.

—Ya tengo al doctor Milligan que... —Galen succiona aire, ha dicho


demasiado.

—¿El doctor Milligan? —dice Rachel. Galen observa que se está aprendiendo el
nombre. No le gusta—. Bueno, no sé nada sobre el doctor Milligan, por supuesto.
Asumo que es otro humano que sabe sobre ustedes, ¿Cuántos de nosotros hay?

—Sólo él, y ahora tú.


ANNA BANKS DARK GUARDIANS

Ella asiente. —Bien, mira, estoy segura que el doctor Milligan tiene buenas
intenciones y todo, y estoy segura que sí los ayuda a vigilar el mundo humano, pero
vigilar es sólo la mitad de la batalla, bomboncito.

Galen no está seguro de qué es un bomboncito, pero suena como un apelativo


cariñoso. Espera que Rachel la humana no tenga la idea errónea, con eso de la fogata y
los cangrejos y el que se haya quedado durante la noche, pero Rachel no parece estar
en modo romántico. Especialmente considerando que está hablando sobre guerra. —
¿Batalla? ¿Qué batalla?

—Lo que quiero decir es, digamos que el doctor Milligan se topa con algunos
humanos que averiguaron sobre ustedes, ¿qué haría él al respecto?

—Me diría —De hecho, algunos humanos sí saben sobre ellos, así es como
conoció al doctor Milligan en primer lugar, buceaba con algunos amigos humanos, que
luego habían visto y capturado a Galen. El doctor Milligan lo salvó, lo protegió de los
humanos, pero esa no es una historia que Rachel necesite saber. 23
—¿Y tú qué harías al respecto?

Galen se cruza de brazos. —Le diría a mi hermano, va a ser rey algún día. Él
sabría qué hacer.

—¿Qué sabe tu hermano sobre los humanos?

Casi nada. Galen se encoge de hombros. —Sabe suficiente.

—Realmente lo dudo, bomboncito. Estoy segura que algún día será un gran rey,
pero si no sabe mucho sobre los humanos, no será capaz de proteger a su especie
contra ellos.

—No veo de qué serviría el dinero.

—El dinero no, pero sí el poder que compra el dinero. Yo podría hacer contacto
con esos humanos que hayan averiguado sobre ustedes, podría descubrir cosas sobre
ANNA BANKS DARK GUARDIANS

ellos, investigar dónde viven, quiénes son sus familias. Podría sobornarlos para que
mantengan la boca cerrada. ¿Sabes lo que es un soborno?

Galen asiente. Se lo hace a Rayna todo el tiempo.

Esta conversación le está dando un dolor de cabeza. O tal vez es la falta de


sueño, o tal vez es que Rayna y Toraf están jugando algo en la arena en lugar de
escuchar la conversación y ofrecer su aporte respecto al soborno, no que sus
aportaciones serían particularmente valiosas a este punto, en que Rayna está
enamorada de Rachel y Toraf enamorado de Rayna.

Repentinamente Galen se siente acosado por esta pequeña desconocida. Suspira


y vuelve a sentarse. Rachel es directa, ¿por qué no debería serlo yo? —Dime esto, ¿por qué
una humana como tú estaría interesada en ayudar a nuestra especie? Al menos Grom
tiene interés en nosotros, será su reino algún día. Pero estoy intentando imaginar por
qué te importaría a ti. —Tenía la intención de ser directo, no grosero.

Sus palabras parecen lancear a Rachel. La tristeza abrumadora regresa a sus 24


profundos ojos castaños. —Esa gente que ayer me arrojó por la borda, resulta que es la
gente por la que más me preocupaba, en quien más confiaba, e intentaron matarme —
Se encoge de hombros—. Podría decirse que ustedes son los únicos amigos que tengo
en el mundo entero. Tú, Rayna y Toraf, aparecieron cuando más los necesitaba y
quiero hacer lo mismo por ustedes. —Su voz casi se quiebra al final.

Galen se queda sin palabras.

Rayna no, levanta la vista de su juego; ha estado prestando atención todo el


rato. —Por supuesto que queremos tu ayuda, ¿ves cómo Galen lucha contra el sentido
común? Es desgastante, déjame decirte —Su hermana se sacude la arena de las
manos—. Dinos sobre el dinero, dinos cómo podemos conseguir un poco.

Rachel mira a Galen, el triunfo prácticamente exuda de su piel. —El collar de


tu hermano tiene que valer muchísimo dinero, si me lo permite, lo tomaré y lo
venderé. O sea que intercambiaré el collar por dinero humano.
ANNA BANKS DARK GUARDIANS

—¿Los humanos no preguntarán dónde lo conseguiste? —dice Galen—. ¿No te


interrogarán para averiguar dónde lo encontraste?

Rachel sonríe. —Seguro que sí, pero soy una buena mentirosa y sólo hago
tratos con gente que no hace muchas preguntas.

—Si eres una buena mentirosa, ¿por qué deberíamos confiar en ti? —pregunta
Toraf. Galen no está seguro si desea aplaudir a su amigo o golpearlo en la boca.
Habría agradecido su ayuda al principio de la conversación, pero ahora que el asunto
está prácticamente acordado, no logra imaginar por qué Toraf querría incitar
problemas al hacer más acusaciones.

—No deberían confiar en mí, —contesta Rachel inexpresivamente—. De


hecho, no deberían confiar en ningún humano. Aunque creo que eso no es nada nuevo
para ustedes, pero ¿qué tienen que perder esta vez? ¿Ese collar? Apuesto que tienen
mucho más que ese collar —antes que Galen pueda responder, dice—. Y no hará mal
a nadie tener dos contactos humanos vigilando el mundo por ustedes. Si vendo ese 25
collar, también tendrán a alguien que pueda empuñar el poder a su favor. Siempre es
bueno tener un plan de respaldo.

Galen no puede encontrar ni un solo argumento contra su lógica, de todas


formas nunca tuvo la intención de quedarse con el collar; eventualmente lo hubiera
intercambiado con Rayna, pero la idea de intercambiarlo por poder humano es
irresistiblemente persuasiva. Por supuesto, aun no confía completamente en esta
desconocida diminuta e intimidante; pero tiene razón. Todo lo que tiene que perder es
un collar, nunca tiene que volver a hablar con Rachel si no lo quiere. Los tres pueden
desaparecer en las olas y nunca regresar. O él podría aprovechar la oportunidad, tomar
el riesgo para sí mismo y tal vez conseguir la posibilidad de ofrecer a los Syrena al
menos una cantidad extra de protección.

En verdad, la pregunta es ¿cómo podría no hacerlo?

Rayna se levanta y jala a Toraf. Bosteza. —Entonces está acordado. Galen,


dale a Rachel el collar. Rachel, ¿Cuánto tiempo te tomará venderlo?
ANNA BANKS DARK GUARDIANS

—Una vez que me deshaga de lo que queda de mi antigua vida y todo, puedo
estar operativa en dos semanas, sin problema.

Galen no está seguro de lo que significa "operativa", pero sí reconoce la palabra


"semanas". —Significa catorce vueltas del sol, —le dice a su hermana, cuyos ojos están
cuajados de confusión.

Galen levanta el collar de su pecho y se lo entrega a Rachel, que lo acepta con


tal cuidado que por un momento piensa que hasta puede que esté aguantando la
respiración. Le tiende la mano. —Nos encontraremos en este mismo lugar en dos
semanas, —le dice Galen y la ayuda a levantarse.

Ella asiente. —No te decepcionaré, monada. Tienes mi palabra.

—Adiós, Rachel, —contesta y se da la vuelta para dirigirse a la sensual marea.

—No adiós, Galen. Hasta que nos volvamos a encontrar.

Pero él ya está sumergiéndose en el agua, con Toraf y Rayna siguiéndole de 26


cerca.

***

Galen baja la red de algas marinas lo suficiente para ponerse el bañador que
escondió debajo de una roca tras la nueva casa de Rachel; ella le compró varios, pero
le gusta la forma en que estos le ajustan mejor que el resto. Y si es honesto, también le
gusta el brillante color rojo. Vuelve a agarrar la red llena de tesoros humanos y avanza
sobre la costa. Un cálido brillo de luz que proviene de las ventanas ilumina su camino
por la playa. El sabroso olor de pescado asado danza en su nariz y hace que su
estómago proteste de hambre.

Galen sonríe para sí mismo. Ha pasado una temporada entera desde que los
humanos arrojaron a Rachel por la borda. Ella dice que los humanos tienen un dicho:
"La basura de un hombre es el tesoro de otro". Cuando ella le dijo eso, se refería a
algunas latas que tenía la intención de reciclar—lo que sea que signifique eso—pero
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Galen siempre ha aplicado ese dicho a la misma Rachel. Lo que los humanos tiraron
resultó ser un tesoro invaluable para él.

Estará complacida con mi botín, piensa conforme sube los escalones del pórtico
trasero, mientras las reliquias humanas tintinean una contra otra en la red que cuelga
sobre su hombro. Especialmente cuando vea el cofre lleno de monedas de oro que tuve que dejar
en aguas superficiales. Hará un segundo viaje a la playa una vez que haya dejado su red
llena de valores.

Encuentra a Rachel en la cocina, como siempre, desplazándose en sus tacones


altos. Las cabezas y espinas de dos grandes mojarras rojas descansan en la encimera
junto al refrigerador. La carne cocida está en una sartén en la estufa, y Rachel la
salpica de pequeñas cosillas verdes como hojas—dice que para decoración—luego le
exprime el jugo de la mitad de un limón.

—¿Estás esperando a Toraf? —pregunta Galen, y pone la red en el piso. La


mojarra roja es la favorita de Toraf, y se ha hecho aficionado a la forma en que Rachel 27
la prepara.

Se lava en el fregadero las manos llenas de limón. —Sí, los trajo esta mañana.
Ooh, ¿qué me trajiste?

Galen sonríe. —Un montón de cosas.

—¿Incluyendo esto? —Toraf dice desde la puerta trasera. Gruñe cuando intenta
maniobrar el cofre de monedas sin chocar con ningún mueble. Algunas monedas; y
agua marina; caen al suelo de la cocina. Los ojos de Rachel se abren como platos, lo
que normalmente es una buena señal.

—¡Tienen que estar bromeando! —grazna—. ¿Dónde encontraron eso? Cielos,


¡se siente como mi cumpleaños!

Los humanos tienen el raro hábito de registrar el día de su cumpleaños, y cada


temporada, realmente celebran hacerse viejos. Es la cosa más ridícula que Galen haya
oído nunca, pero no quiere echar a perder el entusiasmo de Rachel. —Creo que es la
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flota española de la que me hablaste, rastreé toda la ruta que discutimos y me topé con
un naufragio que podría ser ese. También hay un montón de otras cosas allí, pero
primero quería saber si esto reportaría ganancias.

Rachel se pone la mano sobre el corazón. —Esto podría ser algo grande,
inmenso. Te lo digo, es algo grande, sea o no la flota española. De verdad vas a ser el
no-humano más rico del planeta.

Galen se sienta en una silla de la cocina y Toraf se le une. —¿No dijiste que
tenías una sorpresa para Galen? —dice Toraf.

Galen no se ha olvidado de su sorpresa, pero no quiere parecer ansioso. Ha


estado anticipando lo que podría ser, pero ha intentado no mantener altas sus
expectativas, ni las de Rachel. Aún no ha dominado el arte de componer sus
expresiones fáciles, de arreglarlas para parecer feliz, y no puede soportar el
pensamiento de decepcionarla con su reacción. Es sólo que... a veces Rachel tiene la
idea errónea de lo que es un buen regalo. Una vez le compró lo que llamó "colonia de 28
primera" y se lo roció encima antes que pudiera apartarse. Ni siquiera el agua salada
pudo quitarlo por completo, olió a él durante días y días, ni siquiera Rayna se le
acercaba. Galen no puede imaginar por qué los machos humanos querrían hacerse eso
a sí mismos.

—Primero alimentémoslos —dice Rachel y pone la sartén en medio de la


mesa—. Luego les mostraré la sorpresa, pero en realidad no es un regalo. Te lo
ganaste.

Ahora la imaginación de Galen se vuelve loca, no tiene idea de lo que puede


ser, especialmente si es algo que se ha ganado. Excepto que suena como que lo compró
con su dinero humano.

Después de la cena, Rachel parece estarlo volviendo loco a propósito, porque se


toma su tiempo en limpiar la mesa. La ayuda a lavar los trastes, y a guardar las ollas y
sartenes. Entonces se pone a limpiar con un trapo la encimera y la mesa de la cocina;
cuando termina, abre el refrigerador y cambia de lugar algunos contenedores.
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—Me estás haciendo esperar a propósito, —dice Galen y cruza los brazos.

Rachel se ríe y cierra la puerta. —Me estaba preguntando cuanto tiempo te


tomaría decirlo, bomboncito.

—Tengo que admitir —dice Toraf— que se siente como tortura y ni siquiera es
mi sorpresa.

—Prometo que no es colonia —Rachel los conduce a la cochera y enciende la


luz. La habitación normalmente está vacía excepto por los "cachivaches", como
Rachel los llama: herramientas, la lavadora y secadora para ropa humana, un gran
tanque que calienta el agua para la ducha y unos lavabos; pero ahora hay una inmensa
cosa verde de metal que llena el espacio. Galen sabe qué es, Rachel tiene uno. El suyo
es rojo y lo utiliza para que la lleve a donde necesita ir. Resulta que a los humanos no
les gusta mucho caminar, así que utilizan una especie de bote sobre tierra para
transportarse. Ella los llama coches.

—¿Un coche? —dice Galen, tragando duro—. ¿Esa es mi sorpresa? 29


Ella le tiende un anillo de abalorios metálicos. —Estas son las llaves, las
necesitas para encenderlo.

Él se las regresa. —No quiero un coche. —Sabe que suena como un alevín
lanzando un golpe. Rachel se lo toma con calma, como se lo toma todo.

—Sé que es un gran paso, bomboncito, pero creo que necesitas aprender a
conducir. Creo que necesitas pasar algo de tiempo en el mundo humano.

—¿Por qué? Te tengo a ti, y al doctor Milligan.

Ella asiente, atenta. —Es cierto, nos tienes. Y si fuera por mí, no cambiaría
nada, pero nosotros somos diferentes a ti, bomboncito. Los humanos morimos, y por
como hablan ustedes, nosotros morimos mucho antes que los Syrena.

—Pero tú no eres vieja.


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—Por supuesto que no —dice ella desdeñosa—. Una dama nunca es vieja, pero
un día seré... veterana, un día moriré y todo nuestro trabajo duro por proteger a tu
especie se lo llevará el viento.

A veces Galen no puede seguir su elección de palabras, pero consigue la idea


general de lo que está diciendo. —Grom no lo aprobará, está de acuerdo en que tenga
contactos humanos, pero esto... esto es demasiado humano. Estoy participando
demasiado.

—Grom no tiene que saberlo —Eleva la mano—. Oh ya sé, no te gusta cuando


digo eso, pero Galen, la cosa es que Grom no sabe de lo que los humanos son capaces.
¿Recuerdas todas esas cosas que te mostré en la computadora? ¿Todas las guerras?

Grom sabe más de lo que ella le da crédito, piensa; mucho más. La prometida de
Grom, Nalia, murió hace mucho tiempo en una mina humana acuática. Galen no
necesitaba investigar en ninguna computadora para saber de qué eran capaces los
humanos. Puede verlo a diario en el rostro de su hermano, pero no es una historia que 30
esté listo para contarle a Rachel. Aún no.

No entiende cómo aprender a conducir un coche le ayudará a proteger a sus


compañeros Syrena, pero ha descubierto que Rachel nunca hace nada sin un
propósito. Nunca.

Extiende la mano para aceptar las llaves. Ella se las pone en la palma, con
gentileza. —No tiene que ser ahora mismo, dale algo de tiempo. Piensa en ello, eso es
todo lo que pido.

Asiente, mientras gira una y otra vez las llaves en su mano.

—Tengo algo más para ti. —Ella rebusca en el bolsillo trasero de sus vaqueros y
saca una tarjetita. Se parece a la que ella guarda en su bolso.

Excepto que esta tarjeta tiene una foto de su rostro, y su nombre. —¿Qué es
esto?

—Es una licencia de conducir, no puedes conducir un auto sin una licencia.
ANNA BANKS DARK GUARDIANS

—¿Todo lo que necesitas es una de estas?

—Mm, no, los humanos tienen que quemarse las pestañas para conseguir una
licencia de conducir.

La idea suena absurda e irrazonable, quemarse las pestañas y eso, pero Galen
ya ha decidido que los humanos son demasiado complicados de entender. —¿Qué es
esa palabra junto a mi nombre? F-O-R-Z-A. —Rachel le enseñó a utilizar el alfabeto
humano para formar algunas palabras humanas, pero esta no es una que reconozca.

—Bueno, los humanos tienen dos nombres. Los del doctor Milligan son Jerry y
Milligan, ¿recuerdas? Los míos son Rachel y Cullotta. Bueno, al menos es el nombre
que uso; cuando has estado casada un par de veces como yo, heredas toda clase de
nombres. Aquí dice que tu apellido es Forza, Forza significa "fuerza" en italiano.

Eso sorprende a Galen. —¿Fuerza? —Nunca ha pensado en sí mismo como


fuerte.
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Toraf se ríe. —¿Estás segura que esa no es mi licencia?

Rachel le guiña el ojo. —También puedo hacerte una a ti. —Pero Toraf se pone
considerablemente pálido ante la sugerencia.

—Oh —dice Toraf—. No... quiero decir, no...

Galen decide salvarlo. —Parece que ambos necesitamos algo de tiempo para
ajustarnos a la idea de tener una identidad humana. —No le gusta como suena, como
si de alguna forma se hubiera vuelto parte humano. En cierta forma le hace sentir
como que está traicionando su herencia.

Tener una identidad humana, conducir un coche humano... No está seguro que
esté listo para eso. Por supuesto, Rachel probablemente tiene razón—siempre la
tiene— pero no significa que tiene que decidirlo ahora mismo. No significa que por
Grom no pueda llevar a cabo la idea, sin importar lo que Rachel piense. Después de
todo, hay una fina línea entre vigilar a los humanos y fingir ser uno. Tal vez algún día
ANNA BANKS DARK GUARDIANS

habrá una razón lo suficientemente urgente para fingir ser humano, pero hoy no es el
día.

Le tiende a Rachel tanto las llaves como la licencia. —Guárdalos aquí, hasta
que esté listo.

Rachel suspira. —Ok, bomboncito. ¿Alguna idea de cuánto tiempo será eso?

Galen se encoge de hombros. —Creo que sabremos cuando sea tiempo.

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ANNA BANKS DARK GUARDIANS

Agradecimientos

o Foro Dark Guardians

Traductora
o Azhreik

Diseño
o Pamee

Si quieres saber más sobre los Syrena, visita el foro de Dark Guardians
para seguir su historia.

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0.4 – The Stranger

0.5 – Legacy Lost

1 – Of Poseidon

Próximamente 2 – Of Triton

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