La ética personal y profesional no pueden estar divididas porque, quienes desarrollan sus
actividades en las empresas son quienes tienen su ética personal y profesional definida, y sus
saberes de lo que debe hacer a lo largo de su vida.
La ética se refleja en el carácter y/o el modo de ser de todas las personas en su comportamiento
o en sus decisiones; estas actuaciones pueden gustar o no a los individuos que las notan así
críticos de lo correcto e incorrecto. Bien se puede entender que todo ser humano se
compromete con sus actos y es casi que obligatorio responder por sus decisiones.
Una persona con buena ética no daña a los que están a su alrededor, ya que su propósito de
ética es favorecer a la vida, mejorarla, teniendo presente que todas las personas viven en el
medio ambiente y en sociedad, por lo que la prioridad fundamental son los buenos valores; el
respeto por los demás, tanto así que esto debe ser reforzado en procesos de aprendizaje y en
entornos como la familia, el colegio y la sociedad.
En la ética personal se ve como es el individuo consigo mismo, sus acciones, cómo se valora
y a la vez refleja el desarrollo de sus valores y la moral.
Desde la perspectiva de los empresarios; la ética profesional, además de tener una
responsabilidad con la sociedad, es un compromiso con el respeto permanente con todos sus
asociados: su personal, sus clientes, sus inversionistas, sus proveedores, sus acreedores y el
Estado como representante de la sociedad. Así, la ética debe contribuir con la credibilidad y
la confiabilidad de toda la sociedad en la empresa, logrando satisfacer los deseos y atendiendo
los derechos de todas sus partes interesadas. Si una de esas partes o grupos recibe menos que
los otros, la empresa actúa antiéticamente, así como cuando se rehúsa a responder por la
calidad de lo que ofrece a sus clientes.
Es necesario que los principios de justicia, respeto y responsabilidad hagan parte sustancial
de su cultura y estén involucrados en el espíritu y en las acciones de todos sus estamentos.
Además de los valores ya anotados, la empresa tiene que tener en cuenta la transparencia como
un valor necesario y fundamental, tanto en sus operaciones como en sus cuentas y en todas
sus actividades financieras y económicas. Promover, observar y actuar con ética es más fácil
cuando se ponen todas las cartas sobre la mesa.
Una organización transparente contribuye al comportamiento ético de todo su personal y lo
defiende de los riesgos de caer en actos o comportamientos ilícitos.
Una ética exigente en los negocios de las empresas, tanto privadas como públicas, demuestra
más razones para que surja la confianza en ellas: por la motivación y eficacia de todo el equipo
de sus colaboradores y porque es así como aparece la confianza que todos los grupos de interés
y demás núcleos sociales depositan en la empresa.
En conclusión, la ética personal y profesional no pueden estar desligadas porque quienes
cumplan con sus actividades en empresas son personas concretas con su ética privada y sus
valores personales que los acompañan desde la influencia que están puestas en práctica gracias
a la familia, la educación y la sociedad. Por eso, toda empresa debe implementar actividades
éticas que sean acatadas por los empleados, dando como resultado el buen funcionamiento de
todos y sin afectaciones o actuaciones incorrectas que dañen a las personas o sus trabajos.