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La verdad como vocación en Edith

Stein y Eduardo Nicol.


The truth as a vocation in Edith Stein and Eduardo Nicol.
Navarro Quiriz Fernando Adolfo.
Orcid ID: 0000-0003- 1102- 2443.
Resumen: En el presente escrito pretendemos exponer sucintamente la teoría de
la verdad de Edith Stein y la afinidad con el pensamiento de Eduardo Nicol. En
ambos pensadores encontramos que la vida y obra están estrechamente vinculados
y de esta suerte, el tema acerca de la verdad no es únicamente una teoría
desvinculada de la praxis, sino lo contrario; ya que para ambos pensadores la
búsqueda de la verdad es un asunto inseparable de la auténtica vocación del
filósofo.A través de dicha exposición pretendemos desarrollar una conclusión
acerca de la crisis del hombre moderno.

Palabras clave: Edith Stein, razón de fuerza mayor, verdad, analogía, ente.

Metodología:Comparado constante1 desprendida de acuerdo a la


nomenclatura de la UNESCO. En particular partiremos de la exposición de la teoría
de la verdad de Edith Stein para posteriormente destacar los elementos filosóficos
que vinculan a Stein con Nicol.

Nomenclatura: Epistemología 720102

Antropología filosófica 7202

1 Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura., Nomenclatura


Internacional de la UNESCO para los campos de Ciencia y Tecnología. Extraído en:
http://www.ciencia.gob.es/portal/site/MICINN/menuitem.8ce192e94ba842bea3bc811001432ea0/?v
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Antecedentes

Nos ocuparemos en exponer la teoría de la verdad de Edith Stein, la cual dicha


sucintamente defiende un realismo en el sentido que el ser humano es parte de la
divinidad, éste lugar ontológico que ocupa el hombre permite encontrar que la
vocación del hombre es realizarse y la posibilidad de participar en la divinidad de
suerte que el hombre no es un medio, sino un fin y es en este sentido, que
encontramos una vinculación entre la filósofa alemana y Nicol. Pues es también un
hecho que en Nicol tanto obra como práctica están indisolublemente vinculadas en
el sentido de vincular al hombre a su vocación. “ Formar al hombre será la “actividad
positiva” y fundamental a la que se ve llamada la filosofía en la obra de Nicol, y a la
que responde a la par, la obra de Nicol como vocación libre”. (Aguirre, 2012, p.55).

Edmund Husserl, quien fuera mentor de nuestra autora entre 1917 hasta
1919, es conocido por ser, por decirlo de una manera, el padre de la fenomenología.
Luego del estudio riguroso de La crítica de la razón pura de Kant y de la obra de
empiristas ingleses como David Hume y John Locke, Husserl elabora una crítica a
las teorías del conocimiento de sus predecesores, diagnosticando el fracaso de la
filosofía moderna para resolver sus propios problemas y zanjar sus desacuerdos.
Así en la susodicha crítica pretende revelar cuáles son (si las hay) las posibilidades
del conocer mismo, yendo hasta los últimos fundamentos. Así, el autor de las
Investigaciones Lógicas pretende mostrar un pensar científico que evite los
devaneos metafísicos, pero que no caiga en un positivismo que prescindiera de la
libertad y que deje atado al hombre a la sola razón. De esta suerte, poco después
de escribir las Investigaciones Lógicas, se plantea dos aspectos claves a saber:

1) Cómo la razón finita puede alcanzar a comprender objetos exteriores, si éstos


están en una realidad exterior respecto de aquel que pretende
aprehenderlos. 2) Cómo se constituyen objetos mentales o de la conciencia
sobre la base de captación intuitiva de sus datos primarios. (Mendoza, 2015,
p. 53-54).
Husserl inicia su proyecto filosófico intentando fundamentar a la filosofía como
ciencia estricta. Dicho sucintamente Husserl elabora una crítica al psicologismo en
tanto que para él, dada su formación inicial de matemático, las proposiciones lógicas
y matemáticas tienen una validez absoluta y a priori. En cambio, la psicología como
fruto de la inducción solo puede reclamar explicaciones asertóricas. De ahí que el
psicologismo no es una explicación del conocimiento satisfactoria sino que es
fortuita y contingente. Además las leyes lógicas no pueden subordinarse a leyes a
posteriori del pensamiento. En Edith Stein está presente la idea husserliana descrita
líneas arriba desde su acercamiento a la fenomenología. Para ella es el camino a
considerar para devolver a la filosofía el carácter de rigurosidad que ha
caracterizado al pensamiento filosófico desde la antigüedad.

La fenomenología no es una filosofía predeterminada, sino que parte de las


cosas mismas, y va, sin embargo, más allá de las cosas y su contingencia en
procura del ser de los fenómenos como modos manifiestos del ser. Conocer es, de
nuevo, recibir el sujeto la ley de las cosas, en lugar de imponérsela él mismo.
Husserl ha tornado de nuevo honroso el antiguo y despreciado nombre de ontología,
en una época en que la llamada filosofía cristiana se desperezaba lentamente de
su sueño de bella durmiente. (Stein, citado por Gómez, 1988, p.12).

De esta suerte encontramos en Stein un ímpetu por buscar un filosofar


riguroso y que desde sus inicios en la vida intelectual, se interesó por la
fenomenología y llegó a trabajar con Husserl desde 1917 hasta 1919. “Fue en 1921
cuando leyó la vida de Santa Teresa de Avila y través de dicha obra se inspiró para
cambiarse al catolicismo que efectuaría el primero de enero de 1922”. (Graef, 1956,
p.23). Y es hasta 1936 cuando Stein termina de escribir Ser finito y ser eterno ya
con un consolidado conocimiento tanto de la fenomenología como de la doctrina de
Santo Tomás y el saber eclesiástico.

Stein tiene la ambición de aspirar a la totalidad y es no el análisis teórico de


la vida, sino la vida misma a través de la fe la que encamina a Edith hacia cumplir
su vocación que es hallar la verdad, la cual no es otra cosa que Dios. El Dios que
está presente en la cotidianidad de cualquier persona. “La novedad para Stein es
que ve que Dios puede estar realmente presente en la vida de una persona y puede
ésta entablar con Él una relación de intimidad y cotidianeidad”. (González, 2019, p.
201). A continuación presentaremos una breve exposición de la teoría de la verdad
de Edith Stein.

La teoría de la verdad en Ser finito y ser eterno

La carmelita comienza su obra más reconocida (filosóficamente hablando)


retomando la división del ser de Tomás de Aquino. De ser en potencia y ser en acto.
En este contexto la noción de potencia se debe tomar de la potencia en acto, puesto
que hay una supremacía ontológica en el acto sobre la potencia. El ser en acto
absoluto o puro es el nombre que más le queda a Dios tanto en la filosofía como en
la teología. “En Dios no puede haber rastro de potencia pasiva debido a que su
potencia activa por el contrario es literalmente infinita”. (De Aquino, 2006, Cuestión
25 art. 2, p. 290). Es decir, para el aquinante como para Stein el ser es un acto puro
que no podría estar en modo pasivo, de suerte que la supremacía ontológica del ser
es el acto y es en este sentido que nuestra autora vincula el acto de Dios.

La acción de Dios no tiene principio ni fin; subsiste desde la eternidad hasta


la eternidad; reposa en la inmutabilidad misma de su ser. No existe nada en él que
no sea acto: es actus purus. Por eso el acto de Dios no presupone ninguna potencia
previa; no tiene necesidad de ninguna facultad pasiva que exija ser puesta en
movimiento, activada desde fuera. (Stein, 2013, p. 20).

Ante lo expuesto líneas más arriba nos encontramos frente a una pregunta
¿Cómo el ser humano que es finito por naturaleza puede aspirar a ser parte del acto
puro que es Dios? Stein encuentra en la noción de analogía una posible respuesta.
“Una de las descripciones de la analogía que parece plantearse en primer lugar: es
que la analogía es un infinito golfo entre un ser que es algo, pero no todo (una cosa
creada) y el ser que es el todo (Dios)”. (Redmond, 2016, p. 39)2. Ante esta pregunta
recurrimos a la noción de la analogía que Tomás describe en su De Veritate y que
éste a la vez retoma de la exposición de Aristóteles en su Metafísica “El fin, ciertas

2
One of Stein´s descriptions of analogy seems puzzling at first: that analogy is the infinite gulf between a be-
ing that is “something but not everything” (a created thing) and “the be-ing that is everything” (God).
cosas son uno numéricamente, otras específicamente, otras genéricamente y otras
por analogía”. (Aristóteles, 2008, V cap. 6 p.222). Así como hablamos de cosas o
números podemos hablar del ser humano, que si bien no es Dios es parte de él, y
a la vez Dios no es un ser humano (por su propia naturaleza) pero analógicamente,
a pesar de su generalidad se puede entender cómo es que el hombre puede ser
parte de él.

Las cosas que son uno numéricamente lo son también específicamente, pero
no todas las que lo son específicamente lo son también numéricamente; a su vez,
todas las que lo son específicamente lo son también genéricamente, pero no todas
las que lo son genéricamente lo son además específicamente, aunque sí que lo son
por analogía; por su parte, no todas las que lo son por analogía lo son también
genéricamente. (Aristóteles, p. 222).

Stein retoma dicha concepción de la analogía para exponer la relación entre


Dios y sus creaturas. De esta suerte podemos considerar que si bien entre Dios y
el hombre no hay univocidad porque Dios es pleno y el hombre solo limitadamente,
también es cierto que el hombre participa de alguna manera del ser que es a través
de la predicación analógica ya sea la de atribución o la de proporcionalidad.

Por atribución desde el punto de vista de una realidad significada que se


halla en un individuo por su mayor o menor medida respecto a otro que está en un
estado principal y supremo. Por proporcionalidad cuando la razón significada por el
término está real y verdaderamente en los términos comparados, mas no de la
misma suerte, y así la criatura tiene el ser real e intrínsecamente, mas no en el grado
absoluto, propio de Dios. (Goméz, 1988, p. 40).

En el apartado El ente en cuanto tal (los trascendentales) capítulo 4 de Ser


finito y ser eterno nuestra autora comenta: “determinar el ente en cuanto tal e
independientemente de su división según las diferentes formas y maneras de ser,
representa la tarea de aquello que la escolástica llama los trascendentales.
Expresan ello lo que pertenece a cada ente”. (Stein, 2013, p.300). Siguiendo a
Tomás, la carmelita enuncia que el ente es el ser en acto, ya sea en el acto de ser
o en el de existir. Y en este sentido, encontramos una semejanza con Heidegger, al
menos provisionalmente, al entender al ente como un estar abierto a un horizonte
“El Dasein tiene, más bien, en virtud de un modo de ser que le es propio, la
tendencia a comprender su ser desde aquel ente con el que esencial, constante e
inmediatamente se relaciona en su comportamiento, vale decir, desde el
<<mundo>>. Es decir, desde lo que está ahí” (Heidegger, 2018, p. 36-37). En
cambio, para Stein si bien acepta que el ente está en un horizonte, éste lleva consigo
la revelación. “el ente en cuanto horizonte puede ser un Offenbarsein que lleva
consigo su revelación Offenbarung para irradiarla al único ente capaz de percibirla:
el espíritu” (Gómez, p. 43.)

Posterior a dicha revelación dimanan los cinco trascendentales del ente. Es


decir, las características más generales del ente, como fue entendido por varios
pensadores del medievo como Santo Tomás y que Stein enumera en Ser finito y
ser eterno:

Trascendentales
del ente de
acuerdo con Stein.

res unum aliquid verum bonum

Para nuestro contexto, nos enfocaremos en el verum y bonum puesto que


no se encuentran en el ente en cuanto tal, pero sí en relación con el entendimiento,
o sea, en el alma en tanto espíritu, en este aspecto Stein retoma la idea de
Aristóteles en su obra Acerca del Alma, según la cual por su intelecto, el alma es en
cierto modo todas las cosas. “Así pues, existe un intelecto que es capaz de llegar a
ser todas las cosas y otro capaz de hacerlas todas; este último es a manera de una
disposición habitual como, por ejemplo, la luz: también la luz hace en cierto modo
de los colores en potencia colores en acto”. (Aristóteles, 2008, p. 34.) En este
sentido, hablando acerca del concepto de alma en Aristóteles, Ferrater Mora apunta

Puesto que pensar es reconocer racionalmente lo que hay y lo que hace que haya
y sobre todo los principios supremos de lo que hay, se puede suponer que todas las
operaciones racionales son iguales en todas las almas dotadas de la facultad de
pensar por lo que no hay alma pensante individuante, sino una sola alma pensante
(Ferrater, 2009, p.113).

A manera de síntesis, Dios es la verdad en la teoría steiniana y


encontramos que el ser humano puede participar o comprenderla a través de la
analogía y ante todo gracias al intelecto que se revela en la adecuación entre la
cosa y el entendimiento por la refracción de lo bueno y verdadero del ente. En
este sentido, el ser humano tiene la vocación de realizarse y encontrar a Dios, lo
cual es la vida contemplativa, desvinculada de la dicotomía técnica- praxis que
tanto aqueja al hombre de hoy. En este sentido es una vocación natural del ser
humano el entregarse a Dios.

En esta búsqueda de la verdad, Stein, llegó a conclusiones, en la que


supo apreciar, que ser totalmente de Dios, darse por completo a Él y a su servicio
por la gracia del amor, es la vocación, no solo de algunos elegidos, sino de todo el
género humano, y más aún de todo cristiano, estando o no consagrado, sea
hombre o mujer. Pues quien ama la verdad sin medida, crece sin cesar como
hombre. (Sánchez, 2014, p. 14).

La vinculación de Edith Stein con Nicol

Sería una exageración y una aseveración muy contraria vincular la teoría de


la verdad de Stein con Nicol considerando que el último mantiene una visión
historicista de la verdad, concretamente hablando diríamos que marxista. Sin
embargo ¿No es la filosofía marxista una reacción frente a las mecánicas del
capitalismo que cosifican al ser humano? Si bien, en lineamientos generales, un
marxista ortodoxo no habla de espiritualidad del hombre, sí habla acerca del
aniquilamiento del espíritu por la enajenación del hombre a causa de ser sometido
a la vida pragmática que lo despoja de una auténtica vida. Incluso, en la propia
filosofía institucionalizada, la vocación pasa a segundo plano de acuerdo con lo que
Nicol llama la razón de fuerza mayor que se comprende como una razón cientificista
o tecnificada de la vida. Sin embargo, la vocación sigue ahí, después de toda la
vocación no es algo que termine de existir por el paso del tiempo. “La historicidad
del quehacer filosófico no altera el fundamento vocacional. De suerte que la
conciencia histórica no es la primera toma de conciencia de la filosofía”. (Nicol,
1974, p. 154).

El auténtico filósofo, de acuerdo con Nicol, el que sigue su vocación sin


pretensiones de gloria es encaminado por el amor, un amor que inspira hasta al más
recio de los marxistas (Nicol, p. 156) en este sentido, la vocación se ha de cumplir
por una base común que es el amor, lo cual es una vinculación interesante entre
nuestros autores porque para Stein es Dios, quien está presente para que el hombre
se realice y cumpla su vocación en su existencia, la vocación está ahí, inspirada por
el amor y con la promesa de hacer una vida mejor del ser humano en tanto el
filosofar es un camino de libertad, vinculado a la vida, pues tanto en Nicol como en
Stein, es innegable que ambos piensan que vida y obra deben estar ligados . En la
carmelita tal convicción la llevo a entregar su vida con valentía en nombre de su
pueblo aun cuando tuvo oportunidades para huir, y si no huyo fue por estar con su
hermana Rosa y por su fe en Cristo. Tan es así, que antes de ser aprendida por la
Gestapo dijo a su hermana: “Ven, vamos a sacrificarnos por nuestro pueblo” (Graef,
112). En el filósofo de origen español la situación no es del todo diferente, pues él
también sufrió la guerra fratricida española de 1936 y en lo filosófico tiene una idea
parecida a Stein: formar al hombre como un ser con vocación libre. “Para nuestro
pensador la vocación filosófica es un hacer libre, desinteresado de afanes de poder,
de honor o gloria, que es liberadora del hombre: lo libera de su centralidad del yo,
de su enajenación en lo otro o de la negación del otro”. (Aguirre, 2012, p.55). Así,
podemos observar que la semejanza entre las ideas de nuestros autores es muy
cercana no solo en el asunto filosófico sino también en su misma vida, pues después
de todo ambos son pensadores del siglo XX que sufrieron las consecuencias del
impulso técnico y la cosificación del ser humano al grado de vivir en carne propia el
fracaso de la razón y el pragmatismo. Sin embargo, a pesar de ello, en ambos
pensadores encontramos una filosofía revitalizada que busca hacer libre al hombre
al seguir su vocación.
Conclusión

La filosofía elaborada en los últimos tiempos, por lo menos de la llamada


posmodernidad ha pretendido renunciar a la fe y a Dios con el afán de dotar de
autonomía a la razón. En este sentido se ha pretendido elaborar una explicación de
la realidad con base en el solo uso de las facultades experimentales, por ejemplo,
el enfoque positivista que lejos de proporcionar respuestas y horizontes en los
nuevos tiempos, nos presenta un saber más fragmentado, particular, especializado
que lejos de incluir a los pensadores, los excluye, nos particulariza generando un
ambiente sin sentido, donde se relativiza el pensamiento. Cierto es que el hombre
depende día a día de máquinas, electricidad, medicamentos y técnica para proveer
de comodidad la vida. Sin embargo, el ser humano no se puede reducir solo a una
dimensión material, no solo de pan vive el hombre, es menester en el desarrollo de
cualquier ser humano la reflexión ante la vida, saber dirigirnos y comportarnos, la
filosofía considerada únicamente desde un sentido materialista ha manifestado una
reciente relativización de la moral, de la verdad, de la persona y de las
humanidades, es decir, la razón por sí sola, sin considerar la parte espiritual del
hombre ha conducido a tiempos de relativización, de perdida de fe, de pérdida de
rigurosidad académica, etc. Ante la presente observación, encontramos en la
filosofía de Edith Stein una filosofía rigurosa que inspirada en la fenomenología nos
acerca a la verdad considerando la parte espiritual del ser humano. Es decir, nos
parece novedoso encontrar en la filosofía posmoderna, una filósofa con un enfoque
no solo racional, sino espiritual para explicar lo qué es la verdad.

De acuerdo con lo expuesto líneas más arriba encontramos en Stein y Nicol


una filosofía que busca la apertura del ser humano a realizar su vocación y a ser
feliz no desde lo que se hace, sino de lo que se es. En este aspecto, cuando menos
la postura de Stein y Nicol merecen ser discutidas, pero sin duda, hay aspectos de
su vida y filosofar que los vinculan.
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