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establece los principios sobre los cuales la nueva República post revolucionaria estará sentada.
En primer lugar, Robespierre dice que los objetivos del nuevo gobierno serán la libertad y la
igualdad. Para lograrlo, será necesario deshacerse de aquellas pasiones que vayan en contra de
los principios morales de la virtud y la soberanía popular. Sin embargo, dice el autor, consolidar
estos principios requiere deshacerse de todos los males que se vienen acarreando desde el
Todos los vicios, las debilidades y los prejuicios llevan al camino de la monarquía. Dado que el
pueblo naturalmente ama su libertad e igualdad, en una República se debe de tener un especial
cuidado para que los dirigentes confíen en el interés del pueblo y a la vez sean exigentes con
ellos mismos.
Entre los males que acechan a la República francesa se encuentran también los opositores
al régimen, tanto externos como internos. Robespierre dice que la única manera de guiar a estos
individuos es con terror, el cual lo define como la justicia expedita, severa e inflexible, la cual
también emana de la virtud. Para justificar esto, el autor argumenta que la fuerza debe usarse
como medio para proteger la vida y si la vida de la República es lo que se quiere conservar, no se
debe tener consideración con los opositores. A estos enemigos del régimen los denomina
Moderados y Ultrarrevolucionarios, a los cuales acusa de crear facciones para debilitar al nuevo
gobierno. Mediante las ideas en este discurso, se dio en Francia un periodo de persecución