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Argumento
QUEMADA POR LA OSCURIDAD
Burned by Darkness
DRAGONES DE LA ETERNIDAD LIBRO - 1
ALEXANDRA IVY

Los dragones del edén eran criaturas de cuentos y leyendas. Ahora han
vuelto al mundo, dispuestos a reclamar lo que es suyo por derecho...
Tayla está desesperada por un lugar al que llamar hogar. Después de años
en la carretera, la joven Duende compra impulsivamente una casa de té y está
decidida a construir una nueva vida. Desafortunadamente, apenas abre las
puertas es rastreada por el dragón que la compró a un troll traficante de
esclavos.
Él exige que pague sus deudas... en su harén. Baine ha dedicado un cuarto
de siglo para localizar a su bella concubina. Y ahora que la tiene en su poder, él
no está dispuesto a dejarla ir. Pero pronto se hizo evidente que él que no era el
único demonio que la cazaba. Él debería descubrir sus secretos o arriesgarse a
perderla.

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Agradecimientos

Agradecemos a nuestras traductoras y correctoras por ayudarnos con este


proyecto, gracias por este excelente trabajo.

Moderadora
Arhiel
Traductoras
Alhana; Arhiel; Esthellar; Fangtasy; Malayperversa;Maxiluna; Nad!; Rihano
Correctoras
Arhiel; Naty
Lectura Final
Maxiluna.
Diseño

Esta traducción fue hecha por fans para fans, sin ningún fin de Lucro.
No te olvides de comprar a nuestros autores favoritos, si esta dentro de tus posibilidades económicas. Y
publicados en tu idioma. Sin ellos no podríamos disfrutar de todas estas maravillosas historias.

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Índice
Argumento ......................................................................................... 2
Agradecimientos................................................................................ 3
Índice ................................................................................................... 4
Capítulo Uno ...................................................................................... 5
Capítulo Dos ..................................................................................... 18
Capítulo Tres .................................................................................... 31
Capítulo Cuatro ............................................................................... 42
Capítulo Cinco ................................................................................. 52
Capítulo Seis ..................................................................................... 63
Capítulo Siete ................................................................................... 80
Capítulo Ocho .................................................................................. 92
Capítulo Nueve ................................................................................ 97
Capítulo Diez.................................................................................. 109
Capítulo Once................................................................................. 121
Capítulo Doce ................................................................................. 130
Capítulo Trece ................................................................................ 141
Capítulo Catorce ............................................................................ 152
Continua con… .............................................................................. 162

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Capítulo Uno

Traducido por Arhiel


Corregido por Arhiel

— ¿Están las cortinas abajo?


Los labios de Tayla se movieron al oír el sonido de la voz con acento
francés que flotaba desde el desván.
—Las estoy bajando ahora—, dijo ella, presionando el botón cerca de la
puerta que deslizaría los delgados paneles sobre las ventanas que bloqueaban la
luz solar directa, todavía permitiéndoles una vista clara. Era una bonificación
extra que había instalado la semana pasada. Ella podría ser un duende que
adoraba que los cálidos rayos de sol penetrasen en todas las habitaciones, pero
su actual invitado se convertía en piedra con el sol. Ella no había estado
buscando a un compañero. Infiernos, no había estado buscando una casa.
Después de todo, había pasado los últimos veinticinco años en la carrera,
constantemente consciente de que estaba siendo perseguida.
Esa abrumadora sensación de ser acechada había sido como una nube
oscura que se cierne sobre su cabeza, forzándola a ir de un escondite a otro.
Pero desde el segundo que ella había capturado una vista de la gran casa
de estilo victoriano, al sur de Chicago no había sido capaz de sacarla fuera de su
cabeza.
La casa de tres pisos tenía los compartimientos y bastidores habituales,
con un porche envolvente, techo de dos aguas y molduras de madera y
ornamentaciones victorianas. Estaba pintada de un bonito rosado con ventanas
blancas, rodeada por un gran jardín y viñedos que le daban la sensación de
pacífico aislamiento.
Era encantadora.
Y serena.
Y todo lo que había querido en un hogar.

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Además de que tenía la ventaja añadida de ser un lugar perfecto para
establecer una elegante casa de té.
Cediendo al raro impulso, Tayla compró la propiedad y contrató a una
bruja para que viniera y colocara varios hechizos de disfraz alrededor de la
propiedad. Como un duende, ella tenía su propia magia Fey –específicamente
podía encantar ciertos artículos para que sus clientes ansiaran sus delicados
pasteles, pero no podía crear hechizos complicados. Tenía que asegurarse que
estaba bien oculta de su acosador -o tal vez eran acosadores-, si tenía la
intención de permanecer en un lugar más de unos pocos días.
Durante los últimos meses ella no se había arrepentido de su decisión de
establecerse, a pesar de que había descubierto que no le gusta estar sola en la
gran casa en la noche.
No tenía miedo. No exactamente.
Ella estaba más bien... inquieta.
Lo que sin duda explicaba por qué había cedido a la persuasión de la
gárgola en miniatura que inesperadamente había llegado a su puerta hace dos
semanas.
Ella sonrió mientras la puerta que conducía hacia el desván se abrió y se
encontró con una pequeña criatura de no más de tres pies de altura
contoneándose en la habitación.
Tenía la piel curtida del gris habitual y las grotescas características de las
gárgolas, completadas con cuernos y una larga cola que él mantenía
meticulosamente pulida.
Sus alas, sin embargo, eran cualquier cosa menos las habituales.
Más grande de lo normal, ellas parecían de gasa como las alas de un hada
de rocío donde se arremolinaron los azules, los carmesí brillantes y el dorado.
También tenía un encantador acento francés y el hábito de hacerla reír cuando
destrozaba el idioma Inglés.
Él había solicitado las habitaciones del desván para su negocio, un
flamante servicio de citas, y ella había aceptado. ¿Por qué no?
Sería atraer clientes adicionales, y ella no estaría sola todas las noches. Era
un arreglo que había funcionado bien.
Ahora él la siguió mientras se movía a través del salón delantero lleno de
sillones y mesas redondas cubiertas por blondas y volantes. Con una enérgica
eficiencia, ella se aseguró que las tazas y platos habían sido devueltos a las
vitrinas y que las alfombras florales habían sido aspiradas.
Entonces, juntos se dirigieron por el corto pasillo y entraron en la cocina
que había remodelado después de mudarse.
La habitación era grande, con un suelo de baldosas blancas y vigas en un
techo abierto donde ollas de cobre colgaban de largos ganchos. Los

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electrodomésticos eran todo de primerísima calidad, de acero inoxidable que le
habían costado una fortuna. Y en el medio de la habitación estaba la larga mesa
de madera en la que había tallado a mano los glifos fey para agregar los
encantos a sus pasteles.
Lo mejor de todo, en la pared del fondo había una hilera de ventanas que
daba al bosque que venía con la propiedad. Se detuvo para admirar la vista de
los árboles en plena gloria del otoño. Su sangre fey ansiaba estar rodeada por la
naturaleza, incluso mientras apreciaba todas las comodidades modernas.
Hubo un suave ding cuando el reloj del horno le advirtió que tenía que
sacar los bollos que había preparado para su té de la tarde.
Desde la llegada de Levet, ella le había animado a compartir al menos una
comida al día con ella. Era un verdadero placer no tener que comer sola.
Agarrando una toalla, llegó a sacar una bandeja, y colocarla sobre la mesa
justo cuando el demonio levantó la mano para revelar la botella que había
tenido escondida detrás de su espalda.
—Ta-da. —Él hizo un gesto hacia la botella.
Tayla dejó a un lado la toalla, estudio a su acompañante con una leve
sonrisa.
— ¿Qué es eso?
—Mi vino favorito.
Tayla arrugó la nariz, mirando a Levet que se movía para tomar asiento en
la mesa cerca de las ventanas.
—No soy gran bebedora—, le dijo ella.
—Esto te va a gustar, lo prometo—, le aseguró. —Además, estamos
celebrando.
Hmm. Eso era nuevo para ella.
— ¿Qué estamos celebrando?
—Tuve mi primer cliente satisfecho.
—Ah. —Con una pequeña sonrisa, Tayla coloco los bollos en un plato y se
reunieron dos vasos de vino. —Eso es, por supuesto, una razón para celebrar.
Hábleme de su cliente satisfecho.
Las alas de Levet se movieron con orgullo. —Me las arreglé para encontrar
una combinación perfecta para una bella y joven spritesi de hielo que había
estado viviendo sola en el Ártico—, le informó. —Le conecté con un sprite del
fuego que ha estado ansioso por empezar una familia. —Él dejó escapar un
profundo suspiro. —Fue amor a primera vista.
¿Fuego y hielo?

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Tayla se encogió de hombros hacia adentro. Tal vez los opuestos
realmente se atraían.
Pasando a la mesa, ella dejó el plato de bollos y permitió que Levet
sirviera para ambos una copa de vino de color ámbar.
Con un afán descarado, la gárgola cogió uno de los delicados pasteles.
—Ma belle, estos están très bien—, suspiró, comiéndose el bollo de un solo
gran bocado.
Engullo dos más antes de levantar la copa. —Un brindis por el éxito.
—Por el éxito—, murmuró, tomando un sorbo cauteloso del vino.
Ella levanto las cejas mientras disfrutaba de la insinuación directa del
néctar que se mezclaba en la cara cosecha.
La botella tenía que haberle costado una pequeña fortuna a la gárgola.
—Yum—, respiró ella, tomando un sorbo más profundo. — ¿De dónde has
sacado esto?
A través de los años ella había comprado pequeños frascos de néctar, pero
como estaba tratando desesperadamente de ahorrar cada centavo que pudiera
tener en sus manos para mantener un techo sobre su cabeza, era un
acontecimiento raro.
Ahora ella saboreó el calor que se extendió a través de ella.
Los ojos grises volvieron a estudiarla con una intensidad inesperada,
comenzando en lo alto de su cabello dorado oscuro que se derramaba sobre los
hombros y la espalda con toques de fuego en las hebras de seda.
A partir de ahí se trasladó al pálido óvalo de su cara, persistente en los
ojos de color verde claro con fisuras de jade antes de caer en la nariz estrecha y
los labios de melocotón afelpados.
Él tomó un minuto para aprobar su cuerpo esbelto, casualmente vestido
con un par de pantalones de marfil con un suéter de cachemira que había
emparejado con un collar de perlas, antes de responder.
—Tengo una conexión directa con el rey de los Fey.
Tayla hizo un sonido ahogado. Había oído rumores de que el raro pueblo
de sangrepura Fey había regresado a esta dimensión, pero no había tenido la
suerte de echar un vistazo a ninguno de ellos.
— ¿Cómo puedes estar al tanto de los Chatri? —Le preguntó.
Levet tomó un sorbo de vino. —No es que me guste hacer sonar de mi
propia córnea, pero…
—Cuerno—, Tayla corrigió con una contracción de sus labios. —Sonar su
propio cuerno.

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—Cuerno o córnea, que es la misma cosa. —Levet alegremente agitó una
mano con garras. —El punto es que he salvado el mundo en más de una ocasión
y tengo varios DMI que están profundamente en deuda conmigo.
Tayla parpadeo confundida. — ¿DMI?
—Demonios Muy Importantes. —Levet dio un aleteo de acicalamiento a
sus alas. —Incluyendo al rey de los vampiros y al rey de lobos.
Tayla frunció el ceño. Ella odiaba dudar de la honestidad del pequeño
demonio, pero eso parecía una exageración para creer que en realidad estaba
familiarizado con tales importantes criaturas.
—Si usted tiene amigos tan poderosos entonces ¿por qué opto por
establecer su servicio de citas en esta zona aislada? —preguntó ella, realmente
curiosa. — ¿No habría tenido más sentido estar en un lugar donde podría
utilizar sus conexiones para atraer a los clientes?
La gárgola arrugó su pequeño hocico. —Podría haber tenido un pequeño
malentendido cuando abrí mi negocio en el club de Viper.
—Viper. —Tayla inclinó la cabeza hacia un lado. Había oído ese nombre
antes. — ¿El jefe del clan vampiro de Chicago?
—Oui. Él es un dolor egoísta en el derrière.
— ¿Qué pasó?
Levet se encogió de hombros. —Yo fui lo suficientemente considerado
como para elegir su club, el Pit Viper, como ubicación de mi servicio de citas.
Incluso hice una fiesta para celebrar mi nuevo negocio. ¿Pero me agradeció él?
No. Afirmó que las botellas de champán que yo había tomado prestadas de su
bodega eran de alguna vendimia que no tenía precio y me lanzó hacia la puerta.
Fah. Incluso me amenazó con tener mi cabeza montada sobre su pared si él
cogía una vista de mí. —Levet tomó un largo trago de su vino. — Pareció lo
mejor evitar Chicago durante algunas semanas. —Se aclaró la garganta. —O
siglos.
Los labios de Tayla se torcieron. Aunque ella encontraba a la pequeña
criatura divertida, sabía que había otros demonios que no eran tan tolerantes
con su excéntrica personalidad. Incluyendo a un hada del bosque cercano que
había amenazado con castrarlo si veía a Levet cerca de su hija.
— ¿Y fue entonces cuando se decidió a venir aquí?
—Es un lugar encantador—, dijo, mirando hacia el exuberante paisaje. —
Por supuesto que no considere plenamente que sería demasiado lejos para
animar a los clientes a caer muertos.
Tayla parpadeó. ¿Caer muertos? ¿Zombis? ¿En realidad existían ellos? Oh
espera. —Descenso de clientes.

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—Oui, eso—. Dejando a un lado su copa, Levet la estudió con una pizca de
curiosidad repentina. —Me pregunto por qué eligió un lugar tan aislado para
abrir su casa de té.
—No estoy tan aislada—, señaló, tomando otra copa. El vino estaba
aflojando la tensión que había sido parte de su vida durante más tiempo del
que podía recordar.
—Tengo cientos de clientes que visitan la tienda.
Levet chasqueó la lengua en señal de desaprobación.
—Los clientes no son los mismos que la familia o los amigos.
Ella se encogió de hombros. Nunca había tenido familia ni en realidad
hecho amigos. Infiernos, ella no había tenido un verdadero hogar hasta que
había comprado esta casa. E incluso ahora sus maletas permanecían embaladas
y situadas junto a la puerta de su dormitorio. Estar preparada para una rápida
salida parecía una buena idea.
—Ellos lo son para mí.
Levet parpadeó con franca honestidad, a continuación, con algo que
estaba peligrosamente cerca de la piedad ondulo sobre su fea carita.
—Y ¿qué pasa con el amor?
Ella se puso rígida. — ¿Disculpe?
Levet inclinó la cabeza hacia un lado, frotando uno de sus nudosos
cuernos.
—Puedo aceptar que ha hecho amistad con varios de sus clientes. Muchos
de ellos son bastantes encantadores—, dijo. —Y yo, mejor que nadie,
comprendo el deseo de evitar a su familia. Ellos pueden ser…
— ¿Difíciles? —Tayla ofreció cuando sus palabras se perdieron de
distancia.
—Homicidas.
Ummm. Bueno. Tayla contempló a su compañero con una curiosidad recién
descubierta.
Ella había pensado que su infancia había sido una mierda. Al menos su
familia en realidad no había intentado matarla.
¿Era eso lo que la había unido al pequeño demonio?
¿Había sentido ella que ellos fueron heridos en su pasado?
—Sí, las familias son una mierda—, murmuró.
Levet se inclinó sobre la mesa para cepillar una garra ligeramente sobre el
dorso de su mano cerrada. —Pero una mujer tan joven y hermosa debe tener un
verdadero compañero que le adore.

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Con una oleada de pánico, Tayla se puso de pie. —No—, ella aspiró el
horror.
Levet parpadeó sorprendido. — ¿No?
El estómago de Tayla encogido de miedo. —Lo último que quiero es un
compañero.
Un largo silencio llenó la habitación antes de que su compañero hiciera la
pregunta obvia.
— ¿Por qué dices eso?
—Porque es la verdad. —Ella se estremeció, recordando un par de ojos
color ámbar que habían ardido con arrogancia cruel incluso cuando su contacto
había prometido el paraíso. — ¿Por qué querría yo que un macho arrogante,
cabezón, mal educado sea mi dueño?
Los ojos grises se abrieron. — ¿Estás hablando de un, macho arrogante,
terco, mal educado en particular?
Tayla se encogió de hombros. Condenado néctar. Era lo suficientemente
potente como para hacerla decir cosas que estaban mejor sin ser dichas.
—No sólo uno. —Ella trató de desviar la repentina sospecha de su
compañero. —Todos los hombres son iguales.
El pequeño demonio saltó de la silla, mirándola con una elevación de las
cejas pesadas.
—No todos, ma belle.
Oh. Ella hizo una mueca. El néctar no sólo le había soltado la lengua,
estaba claro que le había robado sus modales.
—No me refiero a usted, Levet. Usted es totalmente único—, le aseguró
ella.
Y ella no lo agrupaba en la misma categoría que otros machos. La gárgola
de vez en cuando podría volverla un poco loca, pero era lo más parecido que
había tenido a un amigo.
—Es cierto—, él estuvo de acuerdo. —Soy bastante raro. Pero hay machos
que son dignos. Y yo soy el demonio que la ayudara a descubrir uno.
—Eso es muy amable, pero no tengo necesidad que un Cupido bien
intencionado este interfiriendo en mi vida—, ella rápidamente aseguró a su
compañero.
—Fah. —Las alas de Levet temblaba de indignación. —Cupido es un gato.
— ¿Un gato?
Se esforzó por descifrar la jerga Levet. — ¿Quieres decir un fraude?
—Oui. ¿Qué clase de experto en amor dispararía a sus víctimas... ah, me
refiero a sus clientes con flechas...?

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Tayla no podía detener su risa renuente.
Él tenía un punto. —Afirman que el amor es doloroso.
La gárgola resopló.
—Ridículo. Es una hermosa magia que llena el mundo de alegría. Es por
eso que voy a ser tan exitoso. La magia es mi mayor talento.
Tayla en realidad no sabía si la gárgola iba a ser un éxito o no. Hasta ahora
el sprite fuego no había regresado, amenazando con rasgar fuera de sus alas o
quemar su casa. Lo que era una ventaja.
Pero ella había evitado deliberadamente cualquier interés en sus servicios.
Lo último que quería era una conexión de amor. —No es que dude de sus
talentos, pero ¿no debe tener un experto en el amor una compañera propia? —
en lugar de eso exigió.
Dio un movimiento de su cola. —Ay, yo soy una gárgola que está
destinada a volar libre.
Ella rodo los ojos. —Conveniente.
—Pero no estamos hablando de moi. —él continuó. —Estoy preocupado
por ti, ma belle.
—Te aseguro que no es necesario.
Con pasos firmes, Tayla cruzó la cocina, cargando eficientemente el
lavavajillas con los sartenes sucios. —Estoy muy feliz con mi vida.
—No. —La gárgola se contoneaba de pie a su lado. —Estas contenta, pero
no hay felicidad en esos hermosos ojos.
Ella se calmó, luchando contra los recuerdos de la pasión, del calor
sofocante y una necesidad imperiosa, había trabajado tan duro para bloquearlo
y mantenerlo alejado.
—Por favor, Levet—, ella suspiro.
— ¿Te lastimaron en el pasado? —Presionó el demonio. — ¿Un macho
tonto se atrevió a romper tu corazón?
Se estremeció. —Yo nunca sería tan estúpida como para dar mi corazón a
nadie.
Una sonrisa sabionda tocó la boca de Levet. —Ah.
Suficiente. Tayla cerró el lavavajillas antes de girar para salir de la cocina.
Tal vez un largo paseo eliminaría la sensación de que una tormenta oscura se
vislumbraba en el horizonte.
—Guarde su magia para las mujeres que esperan por una verdadera
pareja—, advirtió a la gárgola. —Puedo prometer que a mí no me interesa.
—Ya veremos—, dijo Levet detrás de ella.

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Baine decidió que ser un antiguo dragón tenía sus ventajas. Tenía un
poder despiadado que aterrorizaba a cualquiera lo suficientemente tonto para
cruzarse en su camino. Podía viajar entre mundos y ser tratado como un dios
por millones de demonios.
Tenía una guarida oculta llena con tesoros de incalculable valor. Y un
sinfín de esbirros que habían dedicado sus vidas para asegurar su comodidad.
También era un cambiador de forma. Lo que significaba que se podía
transformar -desde su dragón de diez pies, con alas de cuero estrechas y un
hocico largo que respiraba fuego cuando estaba molesto, a cualquier criatura
que quisiera.
En este momento, él había elegido una forma humana con un rostro
estrecho que tenía rasgos esculpidos y los ojos en forma de almendra que
brillaban a la luz del fuego como el más fino color ámbar. Su pelo era tan negro
como la noche y caía tan suave como la seda para cepillarse sobre sus hombros.
Como era su costumbre, llevaba un par de pantalones sueltos de dojo que
revelaban su piel pálida que estaba cubierta de tatuajes. No los típicos tatuajes.
Estos eran símbolos extraños de un brillo metálico que se arrastraban por
encima de su cuerpo, cambiando de colores con una velocidad vertiginosa.
Pocas personas se daban cuenta de que los símbolos llevan a cabo la
valiosa información que había adquirido durante los años sin fin.
Como una biblioteca portátil.
Era un dragón que entendía que la riqueza no sólo venia del oro y la plata.
El mayor tesoro era de conocimiento. Por supuesto, él no le iba a decir que no al
oro o la plata...
Tendido en el trono dorado que estaba situado en un estrado, él
contempló la larga habitación con paredes de marfil que estaban insertadas con
espejos en forma de arco. Encima, el techo abovedado mostraba un mural de
Aladino y su lámpara que parecía bailar con vida a la luz de una lámpara de
araña veneciana exquisita, mientras que el piso estaba lustrado con un brillo
brillante que hacía hincapié en el ébano con incrustaciones.
Una hermosa habitación que estaba arruinada por los ojos de Troll con sus
rasgos grotescos y grandes colmillos que sobresalían de la mandíbula inferior.
El odiaba tratar con los trolls. ¿Quién no lo hacía? Ya era bastante malo
que fueran dolorosamente estúpidos, pero para colmo de males, cuando salían

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dejaban detrás un hedor que tomaba días llegar a borrar de las alfombras. Ellos,
sin embargo, pagaban sus deudas.
No siempre de la manera deseada por Baine.
Arrugando su fina nariz, Baine observó a la criatura repugnante haciendo
un gesto con la mano hacia las mujeres a medio vestir que se amontonaban
junto a la puerta de oro y marfil arqueada.
—Bonitas damas—, raspó el troll. —Mucho, mucho placer.
—La deuda no era por mujeres. — dijo Baine, levantando su mano
delgada para permitir que las llamas bailaran sobre sus dedos. Los Trolls, como
la mayoría de los demonios, podían morir por el fuego del dragón.
El idiota parecía confundido.
— ¿Hombres bonitos? Yo los puedo traer…"
—Oro, idiota—, interrumpió la ridícula oferta. Como si un dragón
necesitaría la ayuda de un trol para encontrar parejas sexuales.
Incluso ahora, las mujeres lo estaban observando con un anhelo abierto
que no tenía nada que ver con su posición como concubinas, y todo que ver con
la sensualidad salvaje que ardía en sus ojos ámbar.
—El acuerdo del préstamo fue que me lo pagas en oro.
La cara pastosa palideció a una fea sombra ceniza. Nunca era prudente
cabrear a un dragón.
—Muy bien.
—Espera—, mando Baine bruscamente.
Yaki a regañadientes volvió para mirarlo con una expresión cautelosa.
— ¿Qué?
—Suelta a las mujeres.
El trol abrió los ojos carmesí en estado de shock. — ¿Liberarlas?
— ¿Tienes algún problema de audición? —Arrastró las palabras Baine.
—No, mi señor. —El idiota dio una fuerte palmada de su mano y el troll
más pequeño que estaba de pie cerca de la puerta apresuradamente desbloqueo
los puños de hierro que se utilizan para mantener a las mujeres en cautiverio.
Dando una profunda reverencia, Yaki salió de la habitación. —Me voy ahora.
Baine apenas notó a las mujeres que reían y revoloteaban cerca de la
puerta. Incluso liberadas de sus cadenas ellas trataban de llamar su atención. En
cambio, su enfoque permaneció cerrado en el troll que siguió retrocediendo.
Bastardo astuto.
—Volverás con mi pago.
Yaki hizo una profunda reverencia. —Si mi señor.

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—Pronto.
—Sí Sí. Pronto.
Baine esperó hasta que el bastardo pensó que estaba a punto de una huida
limpia.
— ¿Y Yaki? —Murmuró muy suavemente.
El demonio se congeló en el miedo. — ¿Yo?
—Sí, tu idiota. Si me entero de que estás tratando en el comercio de
esclavos de nuevo te voy a tener pelado y tostado para la cena.
Sonrió, el baile de fuego sobre su piel.
— ¿Entendido?
—Entendido—, el trol ahogado, ya no trataba de ocultar su terror cuando
se volvió y pisoteó a dos mujeres, como a su compañero Troll en su camino
fuera de la puerta.
Baine resopló, mirando hacia el alto, varón delgado vestido con camisa
blanca y pantalones negros. Char era un dragón mestizo con el pelo corto
plateado y ojos del color de una tormenta eléctrica.
Se lo habían dado a Baine el día en que Baine había dejado la guarida de
su padre, y los dos habían sido inseparables desde ese momento, hacía casi
quinientos años.
Dando un paso desde las sombras, Char despejo la sala del trono
deshaciéndose eficazmente de las mujeres que estaban secretamente tratando
de acercarse unas pulgadas en la dirección de Baine.
Una vez que las intrusas habían sido escoltadas a través del portal a su
propio mundo, el sirviente volvió a estudiar Baine con una leve sonrisa.
— ¿Cuántas veces tengo que advertirles que no estoy interesado en los
esclavos?
Hubo una pausa momentánea, como si Char estuviera recordando un
momento en que una esclava en particular había embelesado a Baine.
Afortunadamente, el macho más joven podría ser irreverente y burlón, y en
ocasiones desafiante, pero no era nunca, nunca estúpido.
Nadie mencionaba a la mujer que una vez que se había atrevido a
desafiarlo.
Ni siquiera el mejor amigo de Baine.
—Los Trolls nunca se han destacado por su inteligencia—, dijo en cambio
Char, paseando por el suelo pulido para detenerse directamente delante del
trono. —Y están acostumbrados a tratar con tu padre, que todavía se aferra a las
viejas costumbres.
Los labios de Baine se torcieron.

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Su padre era definitivamente de la vieja escuela. El pillaje, la violación,
chamuscando civilizaciones enteras cuando estaba de mal humor.
— ¿Tengo la sensación que desapruebas mi negativa a permanecer en la
Edad Media? —Murmuró.
Char se rió entre dientes. Al igual que Baine, hacía caso omiso de las
cadenas del pasado y abrazó el nuevo mundo.
—Las mujeres podrían haber sido esclavas, pero ninguna de ellas habría
dicho que no, si se les hubiera pedido que se queden.
—No necesito que un Troll sea mi proxeneta—, gruñó Baine. —Puedo
tener a cualquier mujer que quiera.
Char arqueó una ceja. — ¿Es por eso que tu harén está vacío?
Chispas parpadearon sobre la piel de Baine, sus tatuajes arremolinándose
hasta que logró recuperar el control sobre su temperamento.
Su harén vacío era otro tema del que no conversaban.
— ¿Quién es el siguiente? — él corto, su voz afilada con fastidio.
Por lo general, disfrutaba de los días de recolección.
¿Por qué no iba a disfrutarlo? Había dinero. Oro. Gemas preciosas. Y de
vez en cuando un artefacto que era digno de su biblioteca. Pero hoy se sentía...
extraño.
Como si tuviera una picazón muy dentro de él que no podía rascarse.
—Cava, El Rey del clan de la Roca. —Char respondió a su pregunta,
aunque su expresión era especulativa mientras Baine daba un golpecito con los
dedos sobre el masivo brazo del trono.
— ¿Los diamantes, supongo? —Baine murmuró.
El orco todavía debía a Baine por los servicios que él había realizado hace
casi cuatrocientos años.
Char se encogió de hombros. —Se rumorea que descubrió un raro texto
enterrado en las montañas. Sé cómo te gustan los libros mohosos así que le dije
que trajera el manuscrito en lugar de las gemas.
—Bueno. Mándalo a en...
Las palabras de Baine murieron en sus labios cuando de repente se puso
de pie. —Espera.
Char estuvo al instante a su lado. — ¿Mi señor?
Baine cerró los ojos, ampliando sus sentidos a toda prisa hacia el portal
que había quedado abierto. Ahí. Él contuvo la respiración profunda,
saboreando el olor que había estado buscando, durante más de veinticinco años.
A tarta y dulce, como la limonada en un día caluroso de verano.

16
—Es ella—, dijo con voz áspera, negándose a aceptar que podría estar
equivocado. —Por fin.
— ¿Hay un intruso? —Exigió Char. — ¿Debo llamar a los guardias?
—No.
Baine se estremeció, con la sensación de que él estaba en época de muda. Y
en cierto modo lo estaba. Después de años de frustración, él estaba perdiendo la
sensación de triste adormecimiento que lo había plagado y sustituyéndola por
una sensación que era vibrante y sensible al mundo.
Sí. Se estremeció en éxtasis.
Esto era lo que significaba estar vivo.
Si hubiera estado en su forma de dragón hubiera extendido sus alas y
rugido de exaltación.
—No hay ningún intruso.
Char le envió un ceño confundido. — ¿Entonces quépase?
—Un tesoro perdido hace mucho tiempo. —Baine aseguró a su
compañero, salto fuera de la tarima y se dirigió hacia la puerta más cercana.
— ¿A dónde vas?
—Reúne las deudas y limpia la guarida de la chusma—, mandó Baine, sus
largas zancadas nunca vacilaron. Él iba a la caza, y nada iba a interferir. No esta
vez. Una sonrisa repentina de la anticipación curvó sus labios. —Ah, y ten mi
harén abierto.

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Capítulo Dos

Traducido Por Alhana


Corregido por Arhiel

Era cerca de medianoche y Tayla jalaba de su camisón por encima de su


cabeza cuando sintió la primera ola de calor punzante sobre su piel.
¿Qué diablos?
Otoño en el Medio Oeste significaba noches frías con buen viento. No
había ninguna razón por la que debería sentirse como si alguien hubiera abierto
un horno.
Sin molestarse con una bata para cubrir su delgado vestido de punto, se
dirigió descalza por las escaleras y salió por la puerta trasera a su jardín
privado.
La sensación extraña no podría ser lo que temía, se aseguró a sí misma en
silencio. Baine estaba en otra dimensión. E incluso si estaba en este mundo, se
había ocultado a si misma detrás de varias capas de magia.
Él no podía seguir su rastro.
Era imposible.
¿Verdad? ¿Verdad?
Luchando ferozmente contra el impulso de entrar en pánico, echó un
vistazo alrededor de las espesas sombras. Estaba lo suficientemente lejos de
cualquier ciudad para asegurarse de que no había ninguna luz errante, y Tayla
era un duende, no un vampiro, lo que significaba que no tenía la capacidad de
ver en la oscuridad.
— ¿Levet? —Llamó suavemente, los dedos de sus pies se encresparon
mientras con vacilación cruzó la terraza que estaba recubierta de escarcha. —
¿Quién está ahí?
Por un segundo no hubo más que el aullido lejano de un coyote. A
continuación, una suave risa, masculina flotaba en el aire.

18
—Tan encantadora como de costumbre, duende, —se burló una voz
oscura.
Tayla se congeló. Mierda. ¿Por qué no había traído una linterna con ella? O
un lanzallamas.
Tal vez una pequeña bomba nuclear.
Se aclaró el nudo de la garganta, una sensación horrible de premonición
avanzo lentamente por su espalda cuando una sombra oscura se apartó cerca
del gazeboii.
—Estás traspasando propiedad privada, —dijo, orgullosa cuando las
palabras no salieron como un chillido aterrorizado. —Muéstrate.
Alguien, o algo, dieron un fuerte chasquido de su lengua. — ¿Te atreves a
tratar de ordenarme a mí? Seguramente no has olvidado los términos de
nuestra relación, ¿verdad, duende? Soy el amo, y tú eres mi esclava.
Levantó su mano para presionarla contra su corazón, que no podía
encontrar un ritmo apropiado. Demasiado rápido, demasiado lento, entonces se
olvidó de bombear en absoluto. El sudor resbalaba por su frente y ella se
esforzó por respirar mientras otra ola de calor amenazaba con asfixiarla.
—No… esto tiene que ser una pesadilla.
—La mayoría de las hembras me considerarían una fantasía hecha
realidad, no una pesadilla.
—Entonces, ¿por qué no vas a acechar en sus jardines?
—Debido a que tú eres lo que yo quiero.
No. No, no, no.
Se humedeció los labios secos. — ¿Cómo me encontraste?
Hubo otra risa baja. — ¿Realmente creíste que podrías esconderse de mí
para siempre? Me perteneces. Este momento era inevitable.
Oh diablos. Con una oleada de pánico ciego, Tayla giró sobre sus talones,
lanzándose nuevamente dentro de la casa, haciendo una pausa para cerrar y
bloquear la puerta detrás de ella.
Como si eso fuera a mantener de algún modo fuera a un dragón de sangre
pura.
Sí, y a ella le iban a brotar alas y volaría a Marte.
No. Iba. A. Pasar.
En el lado positivo, se las arregló para subir las escaleras a una velocidad
que nunca hubiera creído posible. En dirección a su habitación, se vio obligada
a patinar para detenerse cuando Levet apareció de repente en medio del pasillo.
—Tayla? —Sus ojos se ensancharon cuando notó su cabello desordenado y
su cara demasiado pálida. —Ma Belle, ¿qué ha pasado?

19
Ella presionó una mano en la pared mientras sus rodillas amenazaban con
ceder.
Baine.
Estaba aquí.
En su jardín.
Después de veinticinco años de clandestinidad, había logrado encontrarla.
¿Pero cómo?
— ¿Hiciste algo? —ella exclamó.
La gárgola frunció el ceño en confusión. — ¿Qu'est-ce que?
—Tu magia, —dijo.
Levet negó con la cabeza, dando un movimiento de su mano para llenar el
pasillo con una bola flotante de luz.
—Ma belle, no tienes coherencia.
Se obligó a hacer una pausa, tomando una respiración profunda, tratando
de aclarar sus pensamientos fracturados.
Envolvió sus brazos alrededor de su cintura mientras temblaba con…
¿qué? Miedo, sin duda. Molestia. ¿Y eso era emoción? Oh, ratas.
— ¿Tu magia podría interferir con un hechizo de disfraz? —le preguntó.
—Por supuesto que no… —las palabras sorprendidas de Levet se vieron
truncados cuando sus alas se agitaron y su cola se crispó. —Oh.
Tayla hizo una mueca. No le gustaba el sonido de eso “oh”. — ¿Qué
significa eso?
Levet no contestó. En su lugar, respondió con su propia pregunta. —
¿Dime lo que te tiene tan alterada?
Nunca lo habría dicho si hubiera estado en su sano juicio. Jamás hablaba
sobre su pasado alguna vez. Después de todo, el intercambio podría ser
peligroso. No sólo para ella, sino también para la persona que podría ser tan
tonta como para contarlo.
Podrían muy bien ser torturados por cualquier información sobre su
paradero.
¿Dramático? Tal vez. Pero ella no quería correr ningún riesgo.
Ahora se encontró con que las palabras caían de sus labios antes de que
pudiera censurarlas.
—Hace veinticinco años estaba trabajando en la joyería de mi padre en Las
Vegas cuando un grupo de trolls entró por la puerta trasera y me secuestraron.
— ¿Trolls? ¿En el centro de Las Vegas? —Levet parecía extrañamente
confundido. —Eso fue inusualmente audaz para las criaturas.

20
—En realidad no. —Ella se encogió de hombros, tratando, como siempre,
de bloquear los recuerdos de esa horrible noche. —Deben haber visto que yo
estaba allí sola. Yo no podría haber luchado contra uno, por no hablar de tres.
Levet logró parecer aún más confundido. — ¿Estabas allí sola?
—Sí. Mi padre tenía un envió de joyas por lo que se llevó a los guardias
con él, —explicó. En el momento había estado sorprendida por la insistencia de
su padre de llevarse a todo el personal con él, pero más tarde tuvo que asumir
que él debía de haber sospechado que iba a haber problemas esa noche. —Sólo
había estado fuera unos minutos, cuando los hijos de puta entraron en la tienda
y me arrojaron en una caja hecha de hierro.
Levet siseó con rabia. —Conozco esas cajas. Sólo que la mía era de plata.
—Levet se estremeció. — ¿Eran esclavistas?
Ella asintió con la cabeza, sorprendida por la confesión de la gárgola. Era
evidente que tenían más en común de lo que había dado cuenta.
—Realmente no estaban en el comercio, sino que suministraban la…
—Mercancía, —Levet terminó por ella.
Ella se estremeció. En ese tiempo había pensado que nada podía
aterrorizarla más que ser llevada a un campamento maloliente escondido en
medio del desierto de Mojaveiii. Había sido bañada en aceites finos y vestida
con un poco de satén para poder ser intercambiada con el mejor postor.
Pero lo peor estaba por venir.
—Sí, pero no me pusieron en la subasta, —admitió. —En su lugar me
ofrecieron como premio a un dragón.
—Un dragón. —Levet parpadeó. Y parpadeó. — ¿Quieres decir un dragón
de verdad?
Otro escalofrío corrió a través de ella. Había estado tan sorprendida como
la gárgola cuando había sido arrojada a través de un portal y aterrizó hecho un
ovillo en medio de una caverna sombría. Permaneciendo sobre las rodillas, con
la cabeza inclinada, Tayla temerosa había mirado a través del pelo enredado a
la criatura letal que la había estudiado con hambre descarada.
Inmediatamente había sabido que tenía que ser un dragón a pesar de que
en realidad nunca había visto uno en persona. Pero a pesar de la forma
humanoide con el pelo negro y grueso y una cara brutalmente esculpida, no
podía haber ninguna duda del poder sofocante que había amenazado a moler
sus huesos en polvo. O los zarcillos de humo que se curvaron desde las anchas
fosas nasales.
En ese momento ella no sabía si tenía la intención de comérsela o forzarla
en su cama, pero sin previo aviso, otro hombre había entrado en la habitación.
No era sólo un varón, también otro dragón, ella rápidamente se dio
cuenta.

21
Éste, sin embargo, era…
Las palabras le habían fallado, cuando había captado la cruda belleza,
inimaginable de su rostro delgado que estaba enmarcado por pelo negro
brillante. Sus rasgos estaban finamente cincelados, con una nariz aguileña y
pómulos angulosos. Su frente era amplia, inteligente, y sus labios hermosos,
pero haciendo alusión a una crueldad que la había hecho temblar. Sus ojos
habían estado ligeramente inclinados, ardiendo con un fuego de color ámbar
que se había deslizado sobre ella con un desprecio apenas disimulado.
Fue sólo cuando ella inconscientemente se puso de pie que sus ojos se
habían estrechado, la abrazadora desaprobación alejada cuando él había
permitido que su mirada vagara por su cuerpo tenso.
Para Tayla, se sintió como si hubiera sido alcanzada por un rayo. El aliento
se le fue arrancado de sus pulmones y su cuerpo entero hormigueaba con una
conciencia que no entendía.
Con paso lento, deliberadamente él había atravesado la caverna para estar
de pie directamente delante de ella. Llevaba un par de pantalones de lino
holgados que caían bajo en sus caderas, dejando al descubierto los fascinantes
tatuajes que se habían desplazado en extraños patrones sobre su pálida piel.
Deteniéndose directamente frente a ella, su mano se puso en contacto acunando
su barbilla para que él pudiera estudiarla con una intensidad ardiente.
Y entonces él dijo una palabra.
—Mía.
Ella se sacudió fuera del pasado.
—Un dragón real, —se las arregló para decir ahogadamente, deseando
poder olvidar el sentido absoluto de rectitud que la había llenado ante su
demanda posesiva.
—Baine.
Tayla estudió a la pequeña gárgola en estado de shock. — ¿Lo conoces?
Levet hizo un gesto desdeñoso de una mano con garras. —Tenemos
amigos en común, aunque nunca hemos sido presentados formalmente. ¿Qué te
hizo el monstruo?
—Nada, —dijo.
Eso era cierto. No había hecho nada más que inclinarse hacia abajo y rozar
un ardiente beso sobre sus labios. Pero se sintió como… todo.
Aún estaba conmocionada por su toque cuando el dragón más viejo se
había levantado y empujado a un lado el pesado trono en el que había estado
sentado. Se había producido una corta pero enfadada conversación entre los
dos hombres en un idioma que no entendía, a pesar de que había logrado
averiguar que el dragón más cercano a ella se llamaba Baine, y que el dragón
más viejo era su padre, Synge.

22
Mientras ellos discutían un sirviente con túnica había llegado para
conducirla a otra caverna que había sido cubierta por cortinas de raso y
alfombras finamente tejidas. —Me llevaron a su harén y decidí que no me
preocuparía particularmente por el papel de concubina. —Ella se encogió de
hombros. —Así que me fui.
Levet hizo un sonido de incredulidad. — ¿Te fuiste? ¿Y el dragón
simplemente te dejo?
Frunció la nariz. Había estado en un aturdimiento sin sentido cuando
había sido empujada a través de las cortinas, a la gran habitación que estaba
llena de hermosas fuentes y de las mujeres más hermosas. Pero al segundo en
que se había dado cuenta exactamente donde estaba, y lo que se esperaba de
ella, entró en pánico.
—No pedí su permiso.
—Sacrebleu, —Levet resopló. —Eso es imposible. Nadie puede escapar del
cubil de dragón.
—Tuve suerte. Resulta que tengo talento para crear portales. —Se lamió
los labios secos. ¿Había oído algo abajo? ¿Baine estaba ya en la casa? —Me
mantuve en movimiento durante años, y luego, cuando decidí abrir esta casa de
té, la tuve envuelta en hechizos de disfraz que deberían haberme mantenido
oculta.
Una extraña expresión parecía ondularse sobre la carita desigual de Levet.
—Oui. —Se aclaró la garganta. —En cuanto a eso.
Ella frunció el ceño. — ¿En cuanto a qué?
— ¿Recuerdas que discutimos el uso de mis servicios mágicos para
descubrir a la pareja perfecta?
—Me recuerdo diciendo que no tengo ningún deseo de una pareja
perfecta, —dijo con aguda impaciencia. — ¿Qué tiene eso que ver con los
hechizos disfraz?
—Es posible que vagamente yo…
—Duende. —El potente sonido de la voz de Baine se hizo eco a través del
aire. —Basta de juegos. Preséntate ante mí.
Esa mezcla tóxica de miedo y excitación tronó a través de Tayla, drenando
el color de su cara.
—Oh… diablos, —murmuró.
—Lo siento, ma belle, —Levet le dijo, sus alas revoloteando mientras se
movía a su alrededor para dirigirse por el pasillo. —Hare que se vaya.
Alcanzó a agarrarlo del hombro. — ¿Estás loco? —Dijo entre dientes. —No
puedes enfrentarte a un dragón de sangre pura.
—Esto es mi culpa. Tengo que arreglarlo.

23
¿Su culpa? Tayla no tenía idea de lo que quería decir. Levet no sabía que
estaba siendo perseguida por un cabreado dragón.
Sin embargo, antes de que pudiera exigir una explicación, Levet se escapó
de sus manos, dirigiéndose hacia las escaleras a una velocidad sorprendente.
—Levet, —murmuró, apretando sus manos en señal de frustración.
Maldita sea. La gárgola necia iba a hacerse matar.
Estaba dividida entre lanzarse tras el demonio para tratar de poner fin a
su estallido idiota de heroísmo, o saltar por la ventana para que poder llevar al
dragón lejos, pero la decisión le fue arrebatada de sus manos.
—Hola, duende. —La voz oscura, seductoramente acentuada se envolvió
alrededor de ella como una caricia.
O tal vez una soga.
Rígidamente, aspiró el embriagador aroma de las especias exóticas y el
absoluto poder masculino.
No lo había detectado entrando en la casa, pero Baine tenía el tipo de
magia que le permitía disimular su presencia. Lo que significaba que él había
permitido deliberadamente que sintiera su calor en los jardines. Maldita sea.
Ahora cada terminación nerviosa en ella gritó en respuesta ante su
repentina aparición. Aceptando que era demasiado tarde para huir, lentamente
se obligó a girarse y afrontar al hombre que estaba de pie en el centro del
pasillo.
El aliento fue arrancado de su cuerpo mientras reaccionaba a su belleza
esculpida que realmente debería haber sido ilegal.
Era la criatura más poderosa que alguna vez caminara por la tierra. ¿Por
qué diablos también tenía que tener una cara que parecía que había sido tallada
por las manos de un ángel? ¿O liso pelo negro que tenía un brillo satinado,
mientras rozaba sus anchos hombros? ¿U ojos que ardían con un fuego de color
ámbar?
Y ese cuerpo…
Dios todopoderoso. Incluso ahora se encontró hipnotizada por los exquisitos
tatuajes que estaban subiendo por encima de su delgado torso, esculpido.
¿Es por eso que nunca se ponía más que un par de pantalones holgados?
¿Porque sabía lo que eso le hacía a las pobres, mujeres desventuradas que
se preguntan lo que se sentiría al recorrer con sus manos sobre esas marcas
extrañas? ¿Y besar un camino sobre el pecho liso hacia abajo por las superficies
planas de su estómago? ¿Y tirarlo al suelo para que pudiera subirse encima de
él y…

24
Cerrando las puertas mentales a sus vívidas fantasías, Tayla se recordó
ferozmente que estaba en problemas. Del tipo de problemas que tenía el
profundo potencial de muerte.
— ¿Cómo llegaste aquí? —le preguntó.
Él se encogió de hombros, tomando un estudio lento y deliberado de ella.
Tayla se estremeció. Había una intensidad ardiente en su mirada que parecía
chamuscar su piel. Ella no sabía lo que estaba pasando detrás de esos rasgos
dolorosamente hermosos, pero sentía que era algo salvaje, necesitado y
posesivo como el infierno.
Cristo. Eso era cierto.
Los dragones realmente se volvían codiciosos sobre su tesoro.
—Los Fey no son los únicos que pueden crear portales—, advirtió, sus ojos
por fin se levantaron para encontrarse con su mirada cautelosa. —Dame tu
nombre.
—No es de tu… —el poder de Baine tronó a través del aire, cortando
cualquier impulso de ser una sabelotodo. —Tayla, —ahogadamente dejo salir.
—Mi nombre es Tayla.
—Tayla. —Dijo con calma. Como si lo estuviera probando en su lengua.
Luego dio una lenta inclinación de cabeza. —Sí.
—Quizá… —Ella se vio obligada a detenerse y aclararse la garganta. —¿Te
envió tu padre?
Él pareció sorprendido por su pregunta. —¿Por qué piensa que Synge me
enviaría?
—Los trolls…
—Mi padre no tiene derecho sobre ti—, la interrumpió en un tono feroz.
—Pagué por ti. Ahora me perteneces.
— ¿Qué significa, que pagaste por mí?
—Lo de siempre. —Se encogió de hombros. —Él exigió una pequeña
fortuna, y yo se la di. Espero que lo valgas.
—No—, ella respiró, su corazón tronando ante la sola idea de pertenecerle
a esta criatura sumamente hermosa.
Hubo un largo silencio enervante mientras él hacia otro estudio lento e
implacable de su cuerpo tenso, como si constatara que su premio no había sido
dañado o manchado en los últimos años. Entonces, sin previo aviso, se estiró
para agarrar su muñeca con un apretón que envío ondas de choque de placer
caliente a través de ella.
— Es hora de ir a casa.
Apenas logró jadear antes de que el mundo se fundiera a negro.

25
Baine eligió deliberadamente regresar a su casa a través del portal que se
abría justo fuera de su guarida. Todavía no sabía cómo ella se había escapado
del harén de su padre, pero sólo podía suponer que una persona había sido lo
suficientemente tonta como para dejar una puerta de enlace abierta.
Este portal era vigilado constantemente, lo que significaba que no podía
usarlo para escaparse.
Sin soltar su brazo, dio un paso a través de la abertura, agitando a un lado
los guardias uniformados que asumieron la posición de firmes.
—Bienvenido a casa, mi señor—, uno de los soldados murmuró, su mirada
ejecutaba un inventario apreciativo sobre la preciosa duende al lado de Baine.
Baine entrecerró los ojos, muy consciente de que Tayla estaba usando nada
más que un pequeño trozo de ropa que no hacía nada para ocultar su belleza.
Su poder bruscamente vibró a través del aire. Era un dragón. Lo que significaba
que a nadie se le permitía codiciar sus tesoros.
Especialmente no este.
—Abre la puerta—, escupió.
Hubo una ráfaga de movimiento cuando su sirviente se apresuró a
obedecer sus órdenes y en cuestión de segundos Baine estaba llevando a Tayla a
su guarida. Incluso entonces, continuó a través del largo pasillo, sin detenerse
hasta que habían entrado en la sala del trono vacío.
Al fin solos.
Su mirada barrió sobre su cuerpo con una fascinación compulsiva que al
parecer no podía detener. Eso lo estaba molestando. Él ya había asegurado a sí
mismo que estaba en buen estado. Y que no llevaba ningún arma. No es que no
hubiera nada que ella pudiera poseer que le hiciera daño. Pero podría tratar de
dañar a sus guardias, o incluso a sí misma.
No había ninguna necesidad de seguir inspeccionándola como si hubiera
estado hambriento de la vista de ella. O porque su mano temblaba con la
necesidad de extender la mano y asegurarse por sí mismo que ella era real. O
aspirar en respiraciones profundas sólo para poder disfrutar de su aroma a tarta
de limón.
Había sido de la misma forma la primera vez que la vio.
Había sido convocado a la guarida de su padre para explicar una vez más
por qué no estaba fuera robando y saqueando para llenar las arcas de la familia

26
como sus hermanos. La última cosa que esperaba era ser golpeado
sorpresivamente por la visión de una duende de pie medio desnuda en el
centro de la húmeda caverna.
Pero eso era exactamente lo que había sucedido.
En ese momento, el mundo se había desvanecido hasta que no quedó nada
más que la hermosa criatura con una nube de cabello rubio oscuro y amplios
ojos verdes que parecían contener una inocencia encantadora.
Debería haberse alejado. Había millones de mujeres hermosas. Todos ellas
capaces de agitar su pene sin que se sintiera como si de repente descubriera la
razón por la que su corazón se suponía debía de latir.
En su lugar había caminado hacia adelante y descaradamente la reclamó.
Por supuesto, su padre, Synge, no había estado feliz. La duende había sido el
pago de la protección de los trolls. Synge no compartía. No con cualquiera. Para
el momento en que había logrado el trueque por la hembra, ella había sido
llevada por un sirviente y logrado desaparecer. Todavía tuvo que pagar a su
padre tres cofres de oro y una esmeralda de valor incalculable.
Razón por la cual había estado determinado de manera implacable a
encontrar a la evasiva duende. La había comprado en buena lid. Ella le
pertenecía. Al menos, eso es lo que él mismo se había dicho.
Ahora intuía que era mucho más complicado. O tal vez era exquisitamente
sencillo. Quería a esta duende más de lo que alguna vez había querido a otra
hembra en toda su larga, larga vida.
Y ella lo deseaba.
Pudo captar el delicioso aroma de su excitación en el instante en que había
tocado su mejilla, pero por alguna extraña razón ella se negaba a aceptar que le
pertenecía.
Incluso ahora podía sentir su lucha interior para ignorar el calor que ardía
entre ellos.
—Veo que estás siendo un matón—, murmuró.
— ¿Matón?
—Tirano. Atormentador. Intimidador—, le aclaró.
Él arqueó una ceja, levantando su mano para acariciar la línea desnuda de
su hombro, sus dedos hormiguearon ante la sensación de su suave y satinada
piel.
—Si yo fuera un matón ya estarías golpeada y amoratada—, indicó, sus
dedos fueron a la deriva rastreando el escote de su camisón. Su fuego interior
ardía con un hambre que tenía la intención de saciar muy, muy pronto. —En
lugar de ello, esta pálida y perfecta piel no tiene una marca sobre ella.

27
Se estremeció cuando él acarició suavemente las curvas superiores de sus
pechos, el jade en sus ojos brillando a la luz de las antorchas.
—Invadiste mi casa y me secuestraste—, dijo ella, con voz entrecortada. —
Sólo un matón le haría eso a una mujer inocente.
Baine apenas escuchó sus tontas acusaciones. No deseaba hablar. Él… la
deseaba. Cada centímetro dorado y satinado de ella. En su cama. Contra la
pared. En su cuarto del tesoro, rodeada de piedras preciosas.
—Pero tú no es una mujer inocente, ¿verdad, Tayla? —murmuró sin
entonación. Él estaba mucho más interesado en las protuberancias endurecidas
de sus pezones que podía ver debajo de la tela de punto de su vestido.
La sintió tensarse. — ¿Que se supone que significa eso?
—Te he comprado a mi padre. Eso significa que eres de mi propiedad—,
sin rodeos le recordó.
Ella sacudió la cabeza, su corazón tronando lo suficientemente fuerte que
podía oír los latidos frenéticos.
—La gente no puede ser una propiedad.
— ¿Niegas que tu padre te intercambio para pagar sus deudas?
Ella se sacudió como si realmente la hubiera golpeado. — ¿Qué dijiste?
Se quedó inmóvil, sintiendo que ella no estaba fingiendo su conmoción. —
Tu padre hizo un contrato con los trolls.
Su rostro palideció, dejando un extraño matiz ceniciento.
— ¿Mi padre…? —Dijo con voz ronca, apartando su mano. — ¿De qué
estás hablando?
Baine frunció el ceño. Él quería tocarla. El tacto suave de su cuerpo bajo
sus dedos satisfacía un dolor que lo había atormentado durante veinticinco
años.
Baine, no se había perdido la ráfaga de miedo confuso que había
oscurecido sus ojos. Esta hembra no estaba al tanto de lo que su padre había
estado dispuesto a hacer para salvar su propia piel.
El conocimiento era… bienvenido decidió abruptamente.
En primer lugar, esto ayudó a suavizar una parte de la ira que albergaba
hacia ella. No le gustaba la idea de que carecía de integridad que escaparía de
su obligación.
Esto también resolvió uno de sus problemas acuciantes.
Baine podría ser enormemente poderoso, pero también era astuto, e
ingenioso, y muy capaz de utilizar su inteligencia en lugar de la fuerza bruta
para conseguir sus objetivos.
— ¿No lo sabías? —preguntó en tono suave.

28
—No hay nada que saber. —Ella envolvió sus brazos alrededor de su
cintura en un movimiento inconscientemente defensivo. —Yo estaba trabajando
a altas horas de la noche en la tienda de mi padre y los trolls irrumpieron por la
puerta de atrás y me secuestraron.
—Los trolls no entran al azar en edificios públicos para secuestrar mujeres,
—señaló. —Ellos estaban allí para recoger la única cosa de valor que tu padre
aún poseía.
—Eso es una mentira, —dijo entre dientes. —Mi padre era un hombre de
negocios con éxito que…
—Tu padre era un jugador compulsivo. —Él anuló su fiera negación.
Ella hizo una mueca. —En el pasado, pero se detuvo cuando abrió la
tienda. Lo prometió.
—Las promesas de un jugador valen tanto como el oro de un goblin—,
replicó Bane.
Ella hizo una mueca. Todos sabían que los goblins podían hacer que la
escoria pareciese oro. Sólo un tonto podría aceptar una moneda de los
demonios engañosos.
— ¿Cómo lo sabes?
Baine no estaba dispuesto a admitir que se había pasado años
descubriendo todo lo posible sobre ella. Desde el hecho de que su madre había
muerto cuando era apenas una niña, al hecho de que le encantaba hornear. Él
sabía que una vez había soñado con tener su propio negocio y que ella comenzó
a trabajar cuando era poco más que una niña para apoyar a su despreciable
padre.
En cambio, se dirigió hacia una mesa que se encontraba al lado del estrado
del trono. Extendiendo la mano tocó la parte superior de una caja de palisandro
con incrustaciones de oro. Un segundo más tarde se abrió la tapa.
La caja se conectaba mágicamente a su vasta biblioteca y era capaz de
transportar cualquier libro, manuscrito, o artículo que pudiera desear.
Sacando la mano en la caja agarró el rollo y regreso junto a Tayla. Luego
caminando hacia atrás, se detuvo justo en frente de ella y desenrolló el frágil
pergamino.
— ¿Es la firma de tu padre? —Señaló hacia el nombre garabateado en la
parte inferior de la página.
Incluso a luz de la antorcha era obvio que estaba escrito con sangre. Lo
que significaba que no podía ser falsificada.
Tayla se inclinó hacia delante, sus cejas reunidas con ceño desconcertado.
— ¿Qué es esto?

29
—El acuerdo entre tu padre y Skragg, el Rey de los Trolls de las Montañas
de Mojave.
Ella aspiró una respiración aguda, su enfadada negación lentamente
siendo reemplazada con algo que podría haber sido el miedo mientras
examinaba las filas ordenadas de números hasta que llegó al total en la parte
inferior del pergamino.
—Esto no puede ser correcto—, ella murmuró al fin, ridículamente
decidida a negar lo que saltaba a la vista. —Aunque mi padre era un jugador,
no hay manera de que pudiera estar endeudado por más de cien mil dólares.
Baine se encogió de hombros. —Los trolls tienen la reputación de obtener
tasas de interés exorbitantes de sus víctimas. Razón por la cual sólo los muy
estúpidos, o muy desesperados, optarían por pedirles dinero prestado.
—Está bien. —Ella se lamió los labios, con los hombros encorvados. —Si
mi padre le debía este dinero a Skragg podría haber utilizado las gemas de la
tienda para pagarle.
—Lo hizo—, le informó Baine, una sensación extraña retorció de repente
su intestino.
No le gustaba la forma en que sus ojos se oscurecían por el dolor. O cómo
su cuerpo temblaba. Pero ella necesitaba saber la verdad, ¿cierto?
Si comprendida que no tenía derecho a huir de él, entonces no tendría que
mantenerla como su prisionera. Su dedo se movió hacia el número en el centro
de la página.
—Esta es la cantidad adeudada después de que él había prometido el
contenido de su tienda. Cuando las joyas se fueron, no le quedaba nada de
valor que ofrecer. —Él capturó y sostuvo su mirada cautelosa. —Nada, excepto
tú.

30
Capítulo Tres

Traducido Por Rihano


Corregido por Arhiel

Tayla sentía como si hubiera sido golpeada de cabeza contra una pared de
ladrillo.
Había sido horrible pensar que ella había sido una víctima al azar de los
trolls. Y que un despiadado dragón la estaba cazando.
Pero esto…
Esto era mucho peor.
Concedido, los duendes tendían a ser criaturas volátiles y egoístas por
naturaleza, y si ella era honesta consigo misma, su padre, Odel, llevaba el
egoísmo a todo un nuevo nivel. Lo cual, no había duda, explicaba porque sus
hermanos mayores se habían lavado las manos respecto a Odel, cuando fueron
lo suficientemente mayores para dejar el nido.
Pero ofrecerla a los esclavistas solo para pagar sus deudas de juego era
inconcebible.
— No puedo creer esto—, dijo ella en voz baja.
—Créeme, mi linda duendecilla. Está todo escrito en blanco y negro. —
Deliberadamente él se detuvo. — Y en sangre.
Ella hundió su cabeza, incapaz de encontrar la ardiente mirada ámbar. No
quería aceptar que verdaderamente era propiedad de este arrogante dragón. Y
más especialmente no quería que él atestiguara su elevado sentido de
humillación.
—Él lo prometió—, murmuró ella estúpidamente.
Baine se inclinó hacia delante, susurrando directamente en su oído. — ¿Tú
admites que el contrato es verdadero?

31
Ella tembló, ante esa peligrosa y abrazadora sensación que nunca había
sentido con nadie sino con este macho fluyendo a través de su cuerpo.
— ¿Tengo una opción? —Murmuró.
Sus labios rozaron un punto erótico justo debajo de su mandíbula. O tal
vez el calor de sus labios hacía cada lugar en su cuerpo un punto erótico.
Peligroso, peligroso, peligroso…
— ¿Y que los trolls en buena fe te dieron a mi padre, y que estaba en mi
derecho comprarte?
— Nunca accedí a volverme tu concubina—, discutió ella en un tono
ronco.
—Bien. —Su boca marcó un camino hacia abajo por la curva de su cuello.
—Entonces la deuda debe ser devuelta.
Se balanceó, exquisitos dardos de placer disparándose a través de ella
cuando él liberó un pequeño estallido de poder, que marcó su piel donde sus
labios permanecían.
Eso debería haber dolido, no dudaba de que su fuego de dragón hubiera
quemado su cuello. Pero, en su lugar, se puso húmeda entre sus piernas.
Oh, querida diosa.
¿Qué estaba mal con ella?
— No puedo pagarla toda—, dijo ella en voz baja, con desesperación. —al
menos no justo ahora. Pero tengo dinero…
—No tú. —Él levantó su cabeza, sus elegantes rasgos de repente duros. —
La deuda es de tu padre y solo él puede pagarla.
—No sé cómo contactarlo—, murmuró.
Era verdad. Deliberadamente lo había evitado después de su escape,
preocupada de que ellos lo usarían para tratar de atraparla.
Que chiste. Todo este tiempo ella había estado tratando de protegerlo
cuando él felizmente la había usado como daño colateral.
Baine la estudió con arrogante satisfacción. —Entonces tú me perteneces.
Levantando su mano, él liberó un estallido de fuego que casi la cegó.
Entonces, permitiendo que se esfumara, reveló una delicada cadena dorada.
Una marca de dragón.
Pánico corrió a través de ella mientras él calmadamente deslizaba el collar
sobre su cabeza, el metal precioso cálido mientras lo colocaba contra su piel
desnuda.
La cadena dorada podría ser exquisitamente elaborada, pero no era solo
una linda baratija. Era un reclamo visible de que pertenecía a Baine. Y nadie, ni
siquiera ella, podría quitarlo.

32
—No.
Su cabeza bajó una vez más, sus labios solo intensificando su pánico
mientras él trazaba la línea de su mandíbula. Su toque era ligero, pero prendió
diminutos estallidos de emoción. ¿Cómo podía estar aterrorizada, furiosa y
excitada, todo al mismo tiempo?
—Si—, murmuró él.
—Baine.
Su boca quemó la curva de su garganta, el roce de su fuego de dragón
haciéndola estremecer.
— Me gusta el sonido de mi nombre en tus labios.
La urgencia de susurrar su nombre una y otra vez era casi irresistible.
Mierda, mierda, mierda.
—Si tú solo me dieras tiempo para que pueda pagarte…
Sus palabras fueron cortadas cuando él cubrió su boca en un beso que
demandaba completa y rendición total.
—He esperado veinticinco años—, susurró al final contra sus palpitantes
labios. —La deuda será pagada ahora.
Sin advertencia Tayla se sintió siendo levantada y llevada hacia una de las
puertas dobles localizada detrás del trono.
— ¿A dónde me estás llevando? —Demandó ella, sin sorpresa cuando las
palabras salieron como un chillido.
—Al harén—, le informó, pasando a través de la puerta y hacia un largo
corredor cubierto con costosos tapices. — ¿A dónde más?
A donde más, en verdad.
Temblando mientras la presionaba apretada contra su pecho, ella estudió
su austera y hermosa cara mientras la llevaba fácilmente por un largo tramo de
escaleras.
Una voz en la parte de atrás de su mente continuaba chillando una
advertencia. Necesitaba huir. Este dragón era peligroso. Y no solo porque él
podía convertirla en una temblorosa criatura.
La primera vez que ella había encontrado a Baine se había dicho que su
feroz respuesta a su belleza era resultado de su estado debilitado.
Había sido secuestrada, aterrorizada y lanzada a través de un portal hacia
la guarida de un dragón.
Cualquier hembra estaría un poco sensible.
Pero, ahora, no podía pretender que su reacción no era nada más que el
resultado de una hembra gritona, atraída hacia un hermoso y sensual macho.

33
Tenía que alejarse antes de que sus traidores deseos la hicieran hacer algo de lo
que se iba a arrepentir.
Pero incluso cuando la urgencia de huir pulsaba a través de su cuerpo,
había otra parte de su mente que susurraba que no estaba siendo justa.
¿Cómo podría irse?
Tanto como ella podía odiarlo, su padre la había entregado como pago. La
deuda podría ser de Odel, pero la había pagado vendiendo a su propia hija.
¿No estaba siendo tan deshonrosa como su padre al tratar de escapar?
Atrapada en sus pensamientos oscuros, apenas notó sus alrededores hasta
que Baine se detuvo y lentamente la bajó al piso. Alejándose un paso del
chisporroteante calor de su cuerpo, miró alrededor del enorme patio con una
gran fuente en el centro de las suaves piedras del pavimento.
Por encima estaba un domo en forma de panal que permitía entrar trozos
dorados de luz de sol. ¿Ilusión? Probablemente, pero se sentía real. Los pisos
tenían azulejos en un hermoso mosaico de azul, amarillo y rojo brillante, y las
ventanas cubiertas por delicados paneles cruzados. Había urnas de bronce que
eran más altas que ella y candelabros incrustados con impresionantes gemas.
En el otro extremo del patio había puertas de arco, que llevaban a las
habitaciones privadas, donde ella pudo atrapar vistazos de sofás bajos y
profundamente acolchados y cojines de terciopelo de gran tamaño. Sin duda las
habitaciones estaban llenas con mujeres hermosas que dedicaban sus vidas a
complacer a su maestro.
En cuanto a prisiones se refería, no estaba mal.
Ella arrugó su nariz, su mirada permaneciendo sobre la fuente que rociaba
una chispeante cascada de agua en el aire. Está bien. Era mejor que “no tan
mal”. Estaba tan cerca al paraíso como ella había estado.
Pero eso no la hacía, en nada, menos que una prisión.
Ella dejó salir un suspiro nostálgico, no preparada para que Baine agarrara
su barbilla y levantara su cara para encontrar su mirada cobijadora.
—No—, ordenó él en un tono abrupto.
Tayla frunció el ceño. — ¿No qué?
—Pareces tan herida—, gruñó, sus ojos ámbar ardiendo con frustración. —
Eso… me molesta.
— ¿Eso te molesta? —Demandó ella. ¿Él hablaba en serio? ¿Esperaba que
ella estuviera bailando de alegría? — ¿Qué hay de mí? Acabo de saber que mi
propio padre me intercambió como un pedazo de propiedad.
Él la estudió, sus dedos acariciando ligeramente su garganta para
quedarse en la pequeña y sensible quemada que había creado con su beso de
dragón.

34
— ¿Tienes miedo de tu tiempo conmigo? —Preguntó, algo en su voz
oscura sugiriendo que no estaba complacido, ante el pensamiento de que ella
pudiera tener miedo de él. —No tengo la intención de lastimarte.
Extrañamente, le creía. Su toque era posesivo, pero oh-tan-tierno. Como si
deliberadamente él estuviera reteniendo su poder para asegurarse de no
lastimar su piel.
Se estremeció. Mala Tayla. No se suponía que estuviera pensando en sus
suaves caricias. O imaginando esos esbeltos dedos acariciando su cuerpo
desnudo mientras suavemente separaba sus piernas y…
—Ese no es el punto—, murmuró ella abruptamente. Sii. Este dragón
obviamente estaba jodiendo su mente.
Él jugueteaba con la diminuta cinta que estaba trenzada en el escote de su
bata de dormir, la parte posterior de sus dedos rozaba la curva superior de sus
pechos.
Chispas chasqueando sobre su piel.
— ¿Entonces qué es? —Exigió.
Ella luchó por recordar. Tenía un punto. Por supuesto que lo tenía. Solo
que era difícil pensar cuando sus pezones estaban duros.
—Tengo una vida. Un negocio—, al final se las arregló para agarrarse a
una razón errada. — Yo no quiero ser parte de tu harén.

Baine hizo un sonido de molestia. ¿Por qué ella estaba haciendo esto tan
difícil?
Debería apreciar el hecho de que la había traído a su harén, el que había
sido diseñado específicamente para su comodidad. Y que la había tratado con
tan delicado cuidado.
No era como si ella no compartiera su deseo. Su excitación aromatizaba el
aire como el más fino perfume.
Desgarrado entre la necesidad de llevarla a la cama más cercana y probar
que su desgana no era nada más que una pretensión, y su orgullo que
demandaba que ella admitiera la verdad sin su coerción, Baine se puso rígido
cuando Char susurró en la parte de atrás de su mente.
Maldición.
¿Qué ahora?

35
— Escoge tu dormitorio y cámbiate a uno de los vestidos—, ordenó,
barriendo una mano de forma arrogante hacia la entrada arqueada. — Voy a
regresar para compartir nuestra cena.
Sin advertencia, la duendecilla estiró una mano para agarrar su brazo.
—Baine—, dijo ella en suave protesta.
Su mirada fue atrapada por los dedos que yacían contra su piel desnuda.
Eran esbeltos, pálidos y exquisitamente femeninos en contraste con los vívidos
tatuajes que giraban sobre su cuerpo.
Era la primera vez que ella lo había tocado voluntariamente. La sensación
fue… cataclísmica.
—Tú has aceptado que me perteneces—, dijo él, las palabras cortantes. No
estaba preparado para que ella atestiguara su intensa reacción.
—Sí.
—Entonces haz como ordeno.
Apartando su mano, él se volvió para dirigirse fuera del patio. Había
alcanzado la puerta cuando su voz lo llevó a una parada súbita.
— ¿Cuánto tiempo? —Exigió ella.
Él miró sobre su hombro, sintiendo una punzada de diversión en el centro
de su pecho a la vista de ella parada sola en el medio de la habitación. Con sus
hombros enderezados y su barbilla inclinada en un orgulloso ángulo, debería
haberse visto tonta. Podría destruirla con un soplo de fuego.
Pero nunca había visto nada más hermoso.
Su cabello cayendo por su espalda, brillando con pizcas ocultas de fuego
dorado a la luz del sol que entraba a raudales por el domo. Sus ojos eran del
color del más puro esmeralda con fragmentos de jade. Y su cuerpo esbelto era
visible debajo de la delgada tela de su bata de dormir.
— ¿Qué?
— ¿Cuánto tiempo voy a permanecer como tu prisionera?
Él frunció el ceño. Duende irritante.
Por siglos había disfrutado de las hembras que entusiastamente competían
por entrar en su cama. Unas pocas habían asesinado por el privilegio. Así que,
¿por qué esta duende pretendía que era un castigo ser su amante?
—Eres mi cortesana, no mi prisionera—, le informó. —Y te quedarás
conmigo hasta que diga que te puedes ir.
Sus labios se apretaron. —En otras palabras, soy tu prisionera.
—Eres muy testaruda.

36
—No testaruda, solo cansada de tener mi vida jodida por hombres que
creen que me poseen.
Baine hizo un sonido de impaciencia, continuando con su salida del patio.
—Prepárate para mi regreso—, ordenó en un tono que no dejaba espacio
para discutir.
Se estaba dirigiendo a las escaleras cuando escuchó el sonido del vidrio
rompiéndose. Tayla acababa de destruir una de sus invalorables urnas. Sin
advertencia sus labios se levantaron. Entonces inclinó su cabeza hacia atrás para
reír con abundante placer.
Esperaba que fuera la naranja con ópalos llamativos que había recibido
como regalo de una tía anciana.
Odiaba esa cosa.
Rehusándose a darle vueltas a sus extrañas, e impredecibles, respuestas
hacia la hembra, en su lugar se enfocó en el esbelto macho parado en el escalón
superior.
—Char—, murmuró, llegando a detenerse directamente enfrente de su
sirviente. —Tal vez no dejé claro que no tenía deseos de ser interrumpido.
El macho hizo una mueca, sus ojos oscurecidos hasta ahumarse. —Lo
dejaste claro, pero tenemos un problema.
Baine estuvo alerta en un instante. —Dime.
—Tu padre.
— ¿Qué hay con él?
—Acaba de llegar.
¿Qué demonios? Baine se congeló momentáneamente. No podría haber
estado más sorprendido si Char le hubiera dicho que el hada de los dientes
había aparecido mágicamente.
Entonces, con una sacudida de su cabeza, se estaba dirigiendo hacia su
sala del trono, sus largos pasos comiéndose la distancia.
— ¿Te dio una razón para su visita?
Char se apresuró para mantener el paso, su expresión sombría. — No,
pero trajo regalos.
—Maldición. —La sorpresa inicial de Baine fue rápidamente reemplazada
por sospecha cuando envió a su compañero una mirada de advertencia. —Pon a
los guardias en alerta.
Char instintivamente estiró la mano para tocar su daga con la hoja de
diamante que había amarrado debajo de su camisa.
— ¿Esperas problemas?

37
Baine apretó los dientes. —Cuando mi padre llega trayendo regalos,
pretende tratar de sobornarme para hacer algo que no quiero hacer. O…
— ¿O? —Apuntó Char.
—Es una declaración de guerra.
Empujando la puerta para abrirla, Baine entró en la sala del trono. El calor
inmediatamente sopló alrededor de él. Incluso preparado para el poder de su
padre, este lo hacía estremecerse.
Synge era un predador, grande, cruel y letalmente inteligente.
Actualmente había escogido una forma humana, con cabello oscuro que
mantenía bien corto y ojos del color de la plata pulida. Paseando arriba y abajo
por el largo de la habitación, estaba vestido en pantalones de cuero negro y una
camiseta negra que parecía como si hubiera sido pintada sobre su ancho pecho.
Tenía tatuajes similares a los de Baine, sin embargo, ni de cerca tantos y no
giraban. En su lugar, se desvanecían dentro y fuera, algunas veces desaparecían
por días.
Synge prefería la fuerza bruta a la inteligencia. Nunca había sido un
coleccionista de conocimiento.
Permaneciendo cerca de la puerta, Baine esperó a que su padre detuviera
su caminar y volteara a enfrentarlo antes de hacer una pequeña reverencia.
—Sire.
El hombre más viejo se movió hacia él, su cara ancha y toscamente
esculpida imposible de leer.
—Baine.
— ¿A qué debo el honor?
Deteniéndose a unos pocos metros, Synge levantó una ceja oscura. — ¿No
puede un padre visitar a su hijo?
Baine soltó una risa aguda. Su padre lo había echado de la guarida
familiar al segundo en que fue lo suficientemente mayor para ser considerado
una amenaza. Synge no compartía. Ni su harén, ni su poder, y ciertamente no
su riqueza.
Y aunque el macho más viejo, ocasionalmente, le había ordenado a Baine
que regresara a casa así él podía informarle a Baine de su seria desilusión por su
hijo mayor, Synge nunca había puesto ni una vez un pie en la guarida de Baine.
—Podría, pero en quinientos años nunca te has molestado en visitarme
antes, así que entenderás mi sorpresa—, Baine arrastró las palabras.
Synge cruzó sus brazos sobre su pecho, una sonrisa desagradable
curvando sus labios.
—Y tú reclamas que yo no tengo modales.

38
Baine se encogió de hombros. No sabía por qué su padre estaba ahí, y
francamente no le importaba una mierda. Su único interés era regresar a la
mujer por la que había esperado veinticinco años para acostarse.
—Estoy demasiado ocupado para juegos—, dijo él en tono frío.
—Así he escuchado—, dijo su padre.
Baine se puso rígido. Una desagradable premonición se arrastró a través
de él, retorciendo sus tripas en un nudo apretado.
— ¿Qué escuchaste? —Demandó.
—Que tienes a mi linda y pequeña duende.
Mierda. ¿Por qué no se había dado cuenta que la súbita aparición de su
padre estaba conectada a Tayla? No había tales cosas como las coincidencias.
Pero estaba verdaderamente atrapado fuera de guardia.
Sujetando despiadadamente la agresión que detonó a través de él, ante el
simple pensamiento de que otro macho estuviera interesado en su mujer, apretó
sus manos en puños tensos.
— ¿Quién te dijo?
—No importa. —La camiseta casi se dividió en dos cuando Synge
deliberadamente flexionó sus músculos. —La quiero.
—No.
Peligró vibró a través del aire. Nadie le decía “no” a Synge.
—Los trolls me la dieron a mí.
—Y yo la compré.
Synge movió una mano hacia el pesado cofre que estaba colocado en el
trono de Baine.
—Estoy devolviendo tu pago.
Baine se forzó a tomar una respiración profunda. Cristo. Todos sus
instintos le urgían a atacar.
No importaba que este dragón fuera su padre. O que Synge estaba
ofreciendo una fortuna por el regreso de la duende. Su naturaleza primitiva
solo sabía que otro macho estaba tratando de llevarse a su mujer.
Una vez que había sofocado sus impulsos más violentos, su cerebro volvió
a ponerse en línea, permitiéndole considerar el inesperado arribo de su padre
con una lógica muy necesitada.
La primera pregunta era como demonios Synge había descubierto que se
las había arreglado para localizar a Tayla. Tenía que tener un espía en su
fortaleza, por supuesto. Nada más explicaría como el dragón más viejo se había
enterado de su presencia tan rápidamente.

39
El fuego de dragón lamió su piel. Trataría con el traidor más tarde.
— ¿Por qué? —Exigió.
Synge abruptamente se volteó para dirigirse hacia la pared lejana,
pretendiendo un interés en una estatua de mármol que estaba colocada en un
hueco poco profundo.
—Quiero ala duende—, dijo.
Las cejas de Baine saltaron juntas. Su padre no era sutil, o retorcido o
capaz de elaborados esquemas. Era un abusador quien era obtuso hasta el
punto de la rudeza.
Así que, ¿que estaba escondiendo?
— ¿Para qué propósito? —Presionó.
—Para el mismo propósito para el que quiero a cualquier mujer. —Synge
se volvió para enfrentarlo, un color rojizo manchando su cara. —Para calentar
mi cama.
Él estaba mintiendo.
La pregunta era… ¿Por qué?
—Si eso fuera verdad, entonces, tú escogerías a una concubina de tu
harén—, señaló Baine. —No tienes necesidad de pagar por una calienta-cama.
Synge echó un vistazo hacia el cofre del tesoro sobre el trono. —Estabas
dispuesto a pagar.
Baine sacudió su cabeza. —Dime porque la quieres.
Un bajo gruñido retumbó en el pecho de su padre. —Ella es una criatura
hermosa y permaneció en mis pensamientos después que…—Hubo la más
ligera pausa. —Desapareció.
Baine dio un paso adelante, el aire picando con su poder. —No te creo.
—He regresado tu pago. —Gruñó Synge, su tono beligerante intentaba
intimidar. —Ahora dame la duende.
—No.
La tensión pulsaba en el aire, con el potencial para una confrontación
sangrienta una fuerza palpable.
Entonces, con un obvio esfuerzo, Synge controló su hostilidad.
—Así que eres mi hijo después de todo—, se mofó. —Bien. ¿Quieres más
tesoros? Estoy preparado para intercambiar.
Eso era tan fuera de carácter para su padre, que incluso sugerir que él
negociaría más que simplemente tomar lo que quería, que Baine debería haber
gritado de alegría.

40
¿Cuán a menudo había deseado poder ver a su padre arrastrarse a sus
pies?
En su lugar, todo pensamiento fue destrozado cuando la bestia dentro de
Baine rugió, su piel de repente sintiéndose demasiado apretada para la furia
que golpeaba dentro de él.
¿Intercambiar por Tayla?
De ninguna maldita manera.
—Ella no está para la venta. —Dijo con voz ronca.
Los ojos plateados quemaron con una extraña desesperación. —Por
supuesto que lo está. —Synge dio un paso adelante, las palabras que Baine
nunca pensó oír cayendo de sus labios. —Di tu precio.
Baine no podía concentrarse en el extraño comportamiento de su padre.
No hasta que se hubiera asegurado que el bastardo comprendía que no había
forma de que él estuviera poniendo sus manos sobre Tayla.
—No hay nada que tú pudieras ofrecer que me tentaría. —La sala del
trono tembló de la fuerza de su furia. —Ella es mía.
Synge dio un paso adelante, sus manos apretadas en tensos puños.
—He tratado de hacer esto de la manera fácil, Baine, pero tendré a esa
duende de una manera u otra.
Baine giró sobre sus talones y se dirigió hacia la salida. Necesitaba estar
con Tayla. Asegurarse de que su tesoro no había sido robado mientras estaba
siendo distraído.
—En lo que a mí concierne esta conversación ha terminado—, le informó a
su padre.
—No seas tonto, Baine—, advirtió Synge. —Te paras en mi camino y te
destruiré.
Baine nunca dudó. Abriendo de un tirón la puerta, le hizo señas a su
sirviente que estaba esperando.
—Char, mi padre se está yendo. —Se dirigió directamente a las escaleras.
—Asegúrate de que no regrese.

41
Capítulo Cuatro

Traducido por Estela


Corregido por Arhiel

Tayla estaba dando vueltas en el patio cuando escucho el sonido de pasos


que se aproximaban.
Baine.
Un estremecimiento de anticipación corrió sobre su piel.
Había pasado menos de media hora desde que lo había visto, pero su
cuerpo reaccionaba como si hubiese estado esperando toda una vida por sentir
una vez más el roce del fuego de su dragón.
La comprensión de ello la enfado.
Ella no quería estar excitada por la imposiblemente bella criatura. No
cuando él era responsable de destruir su vida.
Bueno. Eso no era del todo justo. Su padre era en última instancia el
responsable de toda la destrucción hecha a su vida, pero aun así... ¿Baine era el
único que la mantenía cautiva, cierto?
Aplastando el estremecimiento del hormigueo que se agitaba en el fondo
de su estómago, ella lo observó caminar con pasos largos hacia ella con una
gracia inhumana.
Si ella no hubiese estado distraída por su inoportuna reacción, Tayla
podría haber notado su sombría expresión y el torbellino frenético de sus
tatuajes mientras él se detenía directamente frente a ella.
En cambio, ella ferozmente alimentó las llamas de su temperamento, lista
para la batalla.
—Debemos de... —Sus amenazadoras palabras se apagaron mientras su
mirada bajaba por su camisón. — ¿Por qué no te has cambiado?

42
Ella le dirigió una mirada feroz. Ella había hecho una rápida inspección de
su nuevo hogar durante su ausencia, asombrada por la sutil elegancia en las
distintas habitaciones. ¿Dónde estaba el vulgar ambiente del club desnudista
que ella había esperado de un harén?
Había estado aún más sorprendida al darse cuenta de que ella estaba
completamente sola. No había habido ninguna señal de que hubiese otra
hembra viviendo en el enorme complejo.
No hasta que ella había abierto los armarios para descubrir docenas de
vestidos de gasa destinados para atraer a un macho.
La mera idea de usar la ropa que perteneció a las amantes de Baine la hizo
estremecerse de repulsión.
—Yo no usaré la ropa desechada por otras mujeres.
Él frunció el ceño. — ¿Qué te hace pensar que pertenecen a alguna otra
mujer?
Ella arrugó la nariz. —Huelen como...
— ¿Qué?
—A perfume—, ella admitió.
—Ah. —Repentinamente, los rasgos de Baine se suavizaron, casi como si
él estuviese contento por sus palabras. — ¿Y la idea de mis otras concubinas te
preocupa?
Sí. No iría por allí.
Ella se habría arrancado la lengua antes de que admitiera que sus otras
hembras la molestaban.
—Quiero mi propia ropa.
Su mano se extendió para trazar la cinta que corre a lo largo del escote de
su vestido.
—Los vestidos fueron traídos aquí para ti—, murmuró él. —Ninguna otra
hembra los ha tocado.
—Ah. —Ella vaciló. Los vestidos le pertenecían. Eso parecía...
peligrosamente amable. Ella se mordió el labio inferior, su corazón acelerado
mientras sus dedos rozaban la curva superior de su pecho. Mierda. Ella iba a
estar derritiéndose en un charco de baba si no tenía cuidado. —Yo todavía
prefiero mi propia ropa—, ella se obligó a dominarse.
Los ojos de color ámbar ardían con una malvada invitación. — ¿Por qué?
¿Por qué? Ella tenía una razón. Varias razones perfectamente lógicas.
Si tan sólo ella pudiera pensar en alguna de ellas.
Ella despejó el nudo de su garganta, obligándose ferozmente así misma a
concentrarse en el hecho de que no era más que una posesión para este macho.

43
Una parte del tesoro del dragón, para ser usado y luego arrojado a un lado
cuando un nuevo, más brillante tesoro apareciera.
—Tú me has obligado a dejar mi casa, mi negocio y mis amigos—, ella se
las arregló para señalar. —Quiero algo que sea mío.
Él estudió su expresión obstinada, sin duda preguntándose por qué él
había estado tan impaciente por traerla a su harén.
— ¿Siempre eres tan difícil? —él al fin demandó.
—Si tú deseas una esclava obediente entonces tú deberías elegir a alguna
otra mujer para tu harén.
Los ojos ámbar resplandecieron con una maraña de emociones.
Posesión. Necesidad. Un confuso toque de cautela.
—Yo te he elegido—, le la informó.
—Estoy de suerte—, murmuró ella, diciéndose a sí misma que sus
palabras no la hacían temblar de placer.
No es que ella se las arreglará muy bien para engañarse a sí misma.
O al dragón que sonreía con presumida satisfacción masculina cuando él
sintió su pequeño temblor.
—Es cierto—, él estuvo de acuerdo, envolviendo un brazo alrededor de su
cintura para tirar de ella contra el calor abrasador de su cuerpo. A continuación,
enredo sus dedos en su cabello, dirigiendo su cabeza hacia atrás para
encontrarse con su mirada hambrienta. —Tú eres muy afortunada de que yo
estoy dispuesto a ignorar tu ridícula pretensión de que no quieres ser mi
concubina.
Su boca se secó, su cuerpo estaba ablandándose mientras se moldeado
contra sus duros músculos. Su orgullo, sin embargo, al instante se rebeló a su
suposición egoísta de que él era irresistible.
Lo era, por supuesto. Pero ella no iba a admitirlo.
— ¿Estás delirando? —ella se quejó.
Baine aplanó la mano en la parte baja de su espalda, presionándola contra
la sólida esencia de su excitación.
—Soy honesto, que es más de lo que tú puedes reclamar, mi dulce Tayla.
Su estómago se apretó, un vacío palpitante pulso bajo en su cuerpo.
Ella quería envolver sus piernas alrededor de su cintura y sentir ese gran
pene hundirse lentamente en su interior. Quería que sus labios se presionaran
en su garganta, quemándola con sus besos de dragón.
Las vividas imágenes la golpearon con una fuerza impactante.

44
Siiii. Claramente había pasado demasiado tiempo desde que ella había
tenido un amante. Ahora estaba jadeando con su brutal necesidad.
—No lo hagas—, murmuró ella, sus manos elevándose para aterrizar
contra su pecho.
Él presionó su rostro en la curva de su cuello, aspirando una bocanada
profunda.
—Puedo oler tu deseo. —Sus dedos se apretaron en su cabello. —Es una
fragancia que me ha atormentado desde hace veinticinco años.
El pánico se sacudió a través de ella. ¿Que estaba mal con ella? ¿Se
suponía que debía estar soportando su contacto con despreciativa resignación,
no ser ella?
Después de todo, él podría demandar el uso de su cuerpo, pero su orgullo
necesitaba el pretexto de que ello era completamente en contra de su voluntad.
En cambio, se estaba derritiendo como una sumisa esclava sexual.
—Debido a que tú estás usando alguna extraña magia de dragón sobre
mí—, ella lo acusó en su desesperación.
Él levantó su cabeza, mirándola con un ceño confundido. — ¿Magia de
Dragón?
—No finjas que tú no puedes hacer las hembras te deseen.
Él parpadeó, luego con una suave risa bajó la cabeza y reanudó su camino
destructivo de besos a lo largo de su garganta.
—Puedo—, él admitió sin una pizca de modestia. —Pero eso no tiene nada
que ver con la magia.
Su lengua tocó el pulso que palpitaba en la base de su cuello y Tayla cerró
fuertemente sus ojos. Ah… maldita sea. Ella no quería escuchar a su orgullo.
Ella quería derretirse bajo el excelente placer que fluía a través de ella como
miel caliente.
—Baine—, ella dijo en voz baja.
Él plantó besos enérgicos sobre la curva superior de sus pechos. —Dilo
otra vez—, él ordenó.
—Baine—, murmuró ella, no porque él le hubiese ordenado decir su
nombre. Demonios, no. Esta acababa de pasar a ser la única palabra que ella era
capaz de formar cuando sus labios trazaron la V profunda de su escote.
Sus uñas se clavaron en su pecho, sus caderas instintivamente se
presionaban hacia adelante. Con nada más que dos capas finas de tejido entre
ellos, que podía sentir el contorno perfecto de su pene mientras él se frotaba
contra su bajo vientre.
Un tirón en esos pantalones sueltos estilo dojo y ella podría tener sus
dedos envueltos alrededor de su erección y….

45
La fantasía apenas había comenzado a formarse cuando fue groseramente
interrumpida cuando Baine murmuró una maldición en voz baja y de mala
gana levantó la cabeza para estudiarla con una mirada melancólica.
—No podemos terminar esto aquí—, gruñó él. —Tenemos que irnos.
Ella parpadeó. ¿Irse? ¿Su cuerpo estaba temblando de necesidad y él
quería marcharse?
— ¿A dónde? —Ella dijo con voz ronca.
—Esta guarida ya no es segura.
Ah. Ella sacudió lentamente su cabeza, tratando de concentrarse en su
advertencia. ¿Que en la tierra podría hacer que la guarida de un dragón fuese
insegura?
¿Una horda de demonios? ¿Un brote de Ébola? ¿Una invasión de
extraterrestre?
Ninguna de ellas parecía probable.
— ¿Qué significa eso?
Sus dedos rozaron su mejilla antes de que él se distanciara. —Esa es una
pregunta que sólo tú puedes responder.
— ¿Yo?
Antes de que ella pudiera exigir una explicación por su críptica acusación,
Baine estaba agarrándola de la muñeca. Susurrando una palabra de poder, él
abrió un portal y tiró de ella a través de él.

Baine salió del portal, sus labios todavía llevaban el sabor de tarta de
limón y caliente, mujer dispuesta.
Era…
Él se esforzó por pensar en la palabra adecuada.
Irritante, el por fin se decidió.
Él entendía la lujuria. Y la necesidad de salvaguardar sus tesoros. Él era un
dragón. Era tan natural como respirar. Pero esta abrumadora necesidad de tocar
y mantener y proteger a esta hembra se estaba convirtiendo en una obsesión
que consumía cada uno de sus pensamientos.
Si él fuese inteligente, él cortaría por lo sano y se alejaría.

46
Había un millón de hembras para llenar sus harenes. Todas ellas capaz de
saciar su lujuria sin interrumpir su vida bien organizada.
Pero incluso cuando una voz en el fondo de su mente le susurraba para
que liberase a Tayla y regresarse a su guarida, él le estaba agarrando su codo
aún más fuerte cuando ellos salieron del portal.
Esta mujer le pertenecía. No importaba lo que él tuviese que hacer, o a
quién tuviese que matar—, él iba a conservarla.
Casi como si sintiese la intensidad de sus emociones, Tayla se estremeció,
sus ojos se ensancharon cuando ella diviso a la gran casa envuelta en la
oscuridad.
— ¿Me trajiste a casa? —dijo ella en voz baja, sus labios curvándose.
Él se encogió de hombros, su pecho apretándose al ver aquella sonrisa. —
Dijiste que quería tus pertenencias.
Sin previo aviso, ella se liberó de su agarre y corrió hacia el amplio porche.
—Yo…
Ella hizo un sonido estrangulado cuando él la cogió del brazo y tiró de ella
para detenerla. Maldita sea. Él había estado tan preocupado por esta hembra,
que él completamente había omitido el peligro que los esperaba a ellos.
Idiota.
—Espera, Tayla—, espetó él.
Él sintió el segundo cuando ella vio que la puerta principal había sido
arrancada de las bisagras y que las ventanas que estaba rotas.
— ¿Qué has hecho? —Ella exigió en tono trágico.
Baine se erizó, al instante ofendido. Él la había tratado con el máximo
cuidado. ¿Cómo se atrevía ella a suponer que él había destrozado su casa como
un matón común?
— ¿Por qué asumes que este es mi trabajo?
—Tú eres mi único enemigo.
—No soy tu enemigo. —Él interrumpió el ridículo argumento cuando el
aroma de granito llena el aire.
Al volver la cabeza él vio como una gárgola miniatura rodeaba un lado de
la casa y corría directamente hacia Tayla.
—Ah, ma belle—, la extraña criatura grito, sus grandes alas agitándose
con entusiasmo. — ¿Has sufrido algún daño?
Tayla parecía fastidiosamente feliz de ver a la gárgola. —Estoy bien.
—Gracias a los dioses. Yo estaba muy… —La gárgola dio un chillido de
sorpresa cuando Baine lo agarró por un cuerno mal formado y lo levantó de sus
pies. — ¡Ah!

47
Baine frunció el ceño. Él reconoció aquel olor. El demonio mal formado
había estado recientemente en compañía de los vampiros que habían buscado
su ayuda.
¿Así que por qué estaba en la casa de Tayla? Y lo más importante, ¿por
qué él suponía que podría tratarla con tanta familiaridad?
Ningún hombre, no importa que tan pequeño, se le permitía tocar a su
hembra.
— ¿Quién es usted? —Gruñó él.
La gárgola dio un chasquido de sus alas. —Soy el poderoso Levet. Sin
duda alguna, habrá oído hablar de mí.
—No. —Él permitió a su fuego bailar sobre su piel. Una advertencia
tangible de las llamas letales que él podría evocar con una respiración. —Vas a
pagar por lo que has hecho.
Tayla se estiró para colocar una mano sobre su brazo. Inmediatamente él
apago su fuego. Las llamas no le harían daño, pero su piel era tan delicada que
él no se arriesgaría incluso la marca más pequeña.
A no ser que fuese su marca de dragón, él silenciosamente se recordó. Él
estaba ferozmente satisfecho de que ella llevara la cadena de oro que advertía a
cada macho que ella había sido reclamada.
—Baine, no lo hagas—, suplicó ella.
Él le frunció el ceño a la gárgola que se hacía llamar Levet. —Esta criatura
se ha atrevido a dañar tu propiedad.
— ¿Moi? —La gárgola arrugó su pequeño hocico. — ¿Por qué querría
desechar mi propia casa?
Baine frunció el ceño. ¿Qué infiernos?
—Destrozar —Tayla lo corrigió.
—Ese estropicio es su casa.
Ella volvió su atención a Baine. —Suéltalo.
Baine experimentó una punzada extraña en el centro de su pecho. — ¿Tu
compartes tu hogar con esta... cosa?
— ¡Eh! —graznó Levet.
—Él es un demonio con sentimientos, no una cosa—, protestó Tayla. —Y
él es mi amigo.
Su férrea defensa de la gárgola no hizo nada por aliviar la irritación de
Baine.
Él continuó fulminando a la criatura. — ¿Por qué eres tan pequeño?

48
La cola de Levet estaba enredada alrededor de sus pies con garras que
colgaban lejos de la tierra.
—No soy pequeño. Soy atractivamente compacto.
Baine estrechó su mirada. —mmm.
Tayla hizo un sonido de impaciencia, dando un paso para que ella pudiese
estudiar la deslucida cara de la gárgola.
— ¿Qué pasó?
—Yo estaba tratando de encontrar una manera de rescatarte cuando una
manada de trolls irrumpió en la casa—, Levet le dijo.
Baine bruscamente dejó caer a la gárgola, su atención centrada en la casa.
Primero su padre estaba exigiendo el regreso de Tayla. ¿Y ahora trolls?
Esto no podía ser una coincidencia.
Tayla se llevó una mano al pecho, como si la vista de los daños fuese
físicamente dolorosa.
— ¿Por qué ellos iban a destrozar mi casa? —dijo ella.
Levet se movió para estar al lado de Tayla. —Creo que ellos estaban
buscando algo.
— ¿Buscando qué?
—A ti.
—Ah. —Ella se mordió el labio inferior, sus ojos oscureciéndose de jade
con la desteñida luz de la luna. —Siempre temí que ellos quisiesen castigarme
por escapar—, susurró ella, mirando hacia él con una vulnerabilidad que hizo
un nudo en sus entrañas. — ¿Crees tú que es por eso qué ellos estaban aquí?
Él no tenía ni puta idea, pero destrozaría el mundo para localizarlos y
destruirlos.
—Tenemos que recoger tus pertenencias y salir de este lugar.
— ¿Piensas que ellos volverán?
Él dio un lento asentimiento de su cabeza. —Ahora que ellos tienen tu
aroma creo que es una clara posibilidad.
— ¿Cómo consiguieron mi esencia en primer lugar? —Sus cejas se
apretaron bruscamente. —Por cierto, ¿cómo lo hiciste tú? Tengo la casa
estratificada con hechizos que deberían haberme protegido.
Baine se encogió de hombros, incluso cuando Levet se aclaró la garganta.
—En cuanto a eso…
—Más tarde—, Baine interrumpió. Él no tenía tiempo para preocuparse de
los motivos por los que sus hechizos habían fracasado. La única cosa que

49
importaba era llevarla a algún lugar donde pudiera asegurarse de que estaba a
salvo. —No podemos quedarnos aquí.
—Mandón—, Tayla murmuró, encabezando la marcha para subir la
escalera y atravesar la puerta abierta.
Baine se mantuvo a su lado. Él ya había usado sus agudos sentidos para
asegurarse de que no había nadie más en la casa, pero tenía la intención de
asegurarse de que no hubiese ninguna trampa dejada por los trolls.
No confiaba en los bastardos engañosos.
En silencio ellos se movieron a través de la casa que parecía estar
atiborrada con un exceso de muebles floridos y tapetes de encajes. Baine sintió
un estallido de furia ante la vista de varios adornos que habían sido rotos, y el
hedor repugnante de troll que estropeaba el cálido aroma de pan recién
horneado.
Esta había sido la guarida de Tayla.
Una casa acogedora donde ella había sentido paz.
Él deseaba eliminar a cada maldito duende que se hubiese atrevido a
invadir su espacio.
Tayla subió las escaleras hasta el segundo piso y se dirigió a la última
puerta al final del pasillo.
Anticipando la oportunidad de echar un vistazo al mayor santuario
privado de la hembra, Baine casi la atropelló cuando ella se detuvo
repentinamente y llegó hasta la puerta para agarrar una maleta que estaba
claramente acomodada en el borde de la entrada.
Él frunció el ceño en confusión, extendiéndose para tomar la maleta. —
¿Estabas pensando en marcharte?
Ella se encogió de hombros, su expresión repentinamente ilegible. —He
estado huyendo durante años. Siempre estoy preparada para marcharme.
Baine estrechó su mirada, percibiendo una herida que había estado por
años.
Él no tenía que preguntar quién le había causado la herida.
Su despreciable padre.
Extendiendo la mano, le ahueco la barbilla en la palma de su mano e
inclino su cabeza hacia atrás.
—No me vas a abandonar—, dijo él, las palabras con una dura
advertencia. —Nunca más.
Sus ojos brillaron con enojo que desterró su dolor. Baine ocultó una
sonrisa. Esta era la forma como él quería verla. Vibrante, fuerte y preparada
para luchar contra él a pesar del hecho de que siempre sería una batalla
perdida.

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Sus labios se separaron, pero antes de que ella pudiera hablar, la idiota
gárgola se contoneaba por el pasillo, su refinada cola arrastrándose detrás de él.
— ¿A dónde nos dirigimos? —la extraña criatura demando.
—Tú no vas a ninguna parte—, espetó Baine. —Al menos no con nosotros.
La gárgola dio un aleteo de sus alas. —Pero…
—Márchate—, ordenó Baine.
Tayla se volvió hacia él. —Quiero hablar con Levet en privado.
La bestia dentro de él gruñó con furia. No importaba que Levet fuese una
criatura atrofiada que claramente no podría competir con un dragón adulto en
plena madurez. O que Tayla afirmara que ellos fuesen amigos.
Él no quería a ningún macho cerca de su hembra.
—Es demasiado peligroso—, reprochó él. —Nosotros necesitamos
marcharnos de aquí.
—Sólo será un minuto. —Ella le sostuvo la mirada, obligándose a decir la
palabra mágica. —Por favor.
Baine se tragó una maldición.
Él fácilmente podría obligarla a ir con él. Con una ráfaga de energía podría
abrir un portal y tirar de ella a través de él antes de que pudiera protestar.
¿Entonces, por qué no lo hizo?
Esa pregunta no tenía una respuesta sencilla.
—Tienes cinco minutos—, espetó él, señalando con un dedo en
advertencia a la gárgola. —Si la tocas te arrancaré tus alas.
Con su advertencia entregada se dirigió escaleras abajo, llevando la maleta
de Tayla.
Al igual que si fuera un maldito botones, él se dio cuenta con descontenta
incredulidad.

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Capítulo Cinco

Traducido por Maxiluna


Corregido por Arhiel

Tayla vio como Baine bajaba las escaleras a regañadientes.


Ella en realidad no había esperado que le diera el tiempo que había
pedido. Baine era un dragón que daba órdenes; no las aceptaba. Ahora ella
contuvo un profundo aliento.
Diosa bendita. El estar cerca de Baine era como estar en el centro de una
tormenta eléctrica. Se sintió chamuscada de pies a cabeza.
Y no de una mala manera.
—Un poco posesivo, ¿es él no? —Murmuró Levet.
Tayla se encogió de hombros, sintiendo un rubor tocar sus mejillas ante
la mirada especulativa de Levet.
—Es un dragón y cree que soy una parte de su tesoro—, dijo.
— ¿Y eso es todo?
Lo era, por supuesto. Incluso si una pequeña parte de ella deseaba...
No. Ella no iría por allí.
Jamás.
— ¿No es eso suficiente? —Preguntó ella.
—Quizás.
Ella sacudió su cabeza. No quería discutir el hecho de que no era más
que el botín del dragón.
—Mira, lo siento, pero estaré fuera durante un tiempo—, confesó. —Si no
le temes a los trolls, entonces eres bienvenido a continuar tu servicio de citas
aquí.
Levet dio un resoplido ofendido. —Yo no le temo a los trolls.

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—Bien. —Ella permitió que una sonrisa irónica tocara sus labios.
Realmente extrañaría a este pequeño demonio. —Me gusta pensar que estas
aquí para cuidar de la casa.
—Non—, protestó, sus alas aletearon. —Encontraré una manera de
rescatarte de ese desagradable y grosero dragón.
Ella estaba sacudiendo la cabeza antes de que terminara de hablar. —Es
imposible.
—Bah. —Él hizo un gesto de una mano con garras. —Imposible no es una
palabra que yo comprenda, ma belle. ¿No te he dicho que yo soy un CDBA
certificado?
Tayla frunció el ceño. Se había vuelto bastante competente en el lenguaje
de Levet, pero esta era una nueva.
— ¿CDBA?
—Caballero de brillante armadura.
Ah. Por supuesto. Se tragó una pequeña risa.
—No cabe duda de tus habilidades..., pero esto es una cuestión de honor.
Tengo que permanecer con Baine hasta que decida liberarme.
—No entiendo.
—Mi padre, Odel, debía dinero a los trolls—, ella admitió de mala gana.
—Un montón de dinero.
—Entonces... Mon Dieu. —La cola de Levet estaba chasqueando alrededor
de sus pies al darse cuenta de lo que ella estaba diciendo. —Eres la paga de la
deuda de tu padre—, protestó.
Ella sintió una punzada familiar de resignación. Odel era un experto en
joder su vida y esperaba que otra persona sufriera las consecuencias.
—Él pagó conmigo.
—Estás diciendo que Odor…
—Odel—, corrigió ella.
—Odel—, murmuró Levet con disgusto. —¿Él te utilizo para saldar sus
deudas de juego?
Ella asintió de forma renuente. —Sí.
Las alas de Levet cayeron. —Por favor, no hagas esto, ma belle.
¿Como si tuviera una elección?
Tayla bruscamente hizo una mueca. Maldita sea. Había pocas cosas que
odiaba más que los que se revolcaban en la autocompasión.
Había tomado la decisión de honrar la deuda.
Ella no iba a gemir y gruñir al respecto ahora.

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—Tengo que irme. Volveré tan pronto como pueda.
Ella se estiró para tocar suavemente uno de los retorcidos cuernos antes
de que se dirigiera hacia las escaleras. Siguiendo las pequeñas ondas de choque
de poder que latían en el aire, se encontró a Baine esperando por ella en el
porche, su maleta en una mano.
En el punto de unirse a él, sus pies llegaron a un abrupto alto cuando ella
vio la pequeña estatuilla que había sido arrastrada cuando los trolls habían
entrado por la fuerza en su casa.
Con un sonido de angustia, se inclinó para recoger suavemente las
piezas rotas del piso.
No era una obra maestra. De hecho, era una baratija de alguna
celebración de las hadas. Pero era una de las pocas posesiones de su madre que
su padre no había vendido en los últimos años.
Lo que hacía que no tuviera precio para ella.
Hubo una caricia de aire caliente a su alrededor antes de que Baine
estuviera de pie a su lado, su voz inesperadamente suave.
—Puede ser reparada.
—Supongo—, murmuró ella, colocando las piezas en una mesa cercana.
Ella se ocuparía de la destrucción después.
Enderezándose, Tayla fue tomada por sorpresa cuando Baine pasó sus
dedos por su mejilla, capturando una lágrima perdida que ni siquiera sabía que
se estaba deslizando por su rostro.
—Pareces... triste—, acusó, con la voz ronca, como si estuviera enojado
por su emocional reacción.
Tayla sorbió por la nariz, su mirada moviéndose hacia la puerta que
estaba colgada en un ángulo inclinado.
—Debería haberlo sabido mejor en vez de probar y tratar de crear un
hogar—, murmuró, hablando más para sí que para el dragón que la estudiaba
con una mirada melancólica. —Cada vez que lo hago sólo conduce a la
decepción.
Los dedos de él se movieron sin rumbo para delinear sus labios. — ¿Tu
padre no te proveyó con un nido?
Ella encogió un hombro. —Lo intentó en ocasiones, pero se pasó la
mayor parte de nuestro tiempo huyendo de sus corredores de apuestas.
Su toque caliente contra su piel, como si estuviera luchando para
contener el fuego de su dragón.
—Criatura sin valor.

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—No importa. —Ella enderezó los hombros. ¿No se había prometido a sí
misma simplemente que no cedería a la autocompasión? —Ya no.
—Estás bajo mi protección ahora—, gruñó, agarrándole la barbilla para
inclinarle la cabeza hacia atrás. Su mirada ámbar ardió sobre su cara con
flagrante posesión. —A diferencia de tu padre, siempre me aseguraré de que
estés a salvo.
Se estremeció. Pero no era de miedo.
No. Los deliciosos temblores fueron una respuesta directa a los fuertes
brazos que bruscamente se estaban envolviendo a su alrededor para tirar de ella
contra su cuerpo duro, medio desnudo.
— ¿Incluso de ti mismo? —Susurró ella.
Sus brazos se apretaron cuando bajó la cabeza. —Aprecio mis tesoros—,
le aseguró, sus labios deslizándose sobre su frente, y luego a lo largo de su
nariz.
Un gemido fue arrancado de su garganta mientras las manos de él
ahuecaban su trasero y tiraba de ella con fuerza contra su engrosado pene. Sus
labios rozaron sus mejillas, luego sobre su boca antes de rozar la longitud de su
mandíbula.
Cada pequeña caricia provocó una serie de chispas que corrieron a través
de ella con placer vertiginoso.
Mmm.
Sus dedos se posaron en la piel desnuda del pecho de él y el deseo
traicionero se cerró a través de la boca de su estómago. Era el calor y el poder
masculino en bruto.
Ella no sabía si en realidad la apreciaba, pero ciertamente sabía cómo
hacerla arder de deseo.
Magia de Dragón...
Su inteligente boca exploró a lo largo de la línea de su garganta,
incendiando la piel sobre su rápido pulso antes de dirigirse a la curva de sus
pechos.
—Baine—, se atragantó cuando sus pezones se apretaron en
protuberancias dolorosas y la humedad rezumó entre sus piernas.
Ella quería utilizar la punta de su lengua para trazar cada fascinante
tatuaje que bailaba sobre la piel de él. Quería pasar sus manos sobre los
músculos cincelados que le hacían parecer como si hubieran sido esculpidos por
un artista. Quería que la levantara sobre la mesa más cercana. Abrir sus piernas
para que él pudiera pararse entre ellas y aliviar el insoportable dolor.
Pero aun cuando las fantasías clasificadas XXX ardieron a través de su
mente, se estaba forzando a sí misma a recordar que Levet estaba escaleras
arriba y que estaban de pie en medio de una puerta abierta.

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Con un gruñido de satisfacción, Baine levantó la cabeza, mirándola
fijamente con una mirada melancólica.
—Tienes razón—, murmuró, un color sorprendente floreció a lo largo de
la línea de sus prominentes pómulos. —Este no es el lugar.
Ella estudió su hermoso rostro mientras él envolvía sus dedos alrededor
de su muñeca e hizo un movimiento fulminante con la mano libre.
¿Estaba avergonzado?
Eso parecía… poco probable
Baine era una de las criaturas más letalmente preciosas que han
caminado sobre la tierra. Las mujeres, sin duda, se arrojaban a sus pies. Por no
mencionar el hecho de que tenía harenes llenos de innumerables cortesanas.
¿Por qué iba a molestarse por unos besos?
Ella, por otro lado, tenía todas las razones para estar avergonzada por su
respuesta. El hombre era su captor. Él la estaba forzando a convertirse en su
concubina.
No parecía correcto estar considerando la rapidez con que podía
conseguir que la desnudara para que pudiera terminar lo que había empezado.
Una densa oscuridad los rodeó cuando Baine tiró de ella hacia su portal
que los estaba esperando, entonces, sin previo aviso estaban entrando hacía una
brillante luz de sol.
Ella parpadeó, levantando su mano para protegerse los ojos mientras
captaba su nuevo entorno. Su respiración se trabó en sus pulmones.
Era magnífico.
Realmente magnífico.
En un deslumbramiento, dejó que su mirada disfrutara de las praderas
onduladas llenas de flores silvestres que bailaban ante la ligera brisa. En la
distancia podía ver la silueta de las montañas cubiertas de nieve, y el brillo de la
luz del sol se reflejaba en un lago cercano. Pero fue la pequeña casa de campo
con techo de paja que estaba directamente en frente de ella lo que capturó y
retuvo su atención.
Era perfecta.
Pintada de un blanco inmaculado con persianas verdes, estaba
enmarcada con margaritas y tulipanes muy rosados. Un camino de lajas
conducía desde el porche adosado hacia el estrecho camino donde Tayla estaba
de pie. Diablos, incluso tenía una cerca.
Gritaba “Hogar” con una H mayúscula
— ¿Qué es este lugar? —Susurró ella.

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Baine se puso a su lado. Acercándose lo suficiente para envolverla en su
agradable sensación de calidez, pero sin tocarla.
Era una pena.
No, Tayla mala, se reprendió en silencio. Nada de lujuria, sobre el
delicioso dragón.
—Tu fantasía—, respondió él, sus oscuras cejas arqueadas mientras un
rubor teñía sus mejillas.
Maldita sea. No podía leer sus fantasías, ¿verdad?
— ¿Mía? —Chilló.
—Mi magia ajustará nuestro entorno a los deseos de mis invitados.
Ella parpadeó, regresando su atención a la cabaña. Él estaba en lo
correcto. Era como algo salido de sus sueños. El tipo de lugar pintoresco donde
un duende podría vivir en paz.
— ¿Es una ilusión? —Ella no pudo ocultar su leve punzada de
decepción.
—No. Es real. —Avanzó para abrir la puerta que estaba bordeada por
rosas. —Sólo es cuestión de percepción.
Bueno. Eso tenía sentido. Más o menos.
—Pero, ¿dónde estamos? —Presionó.
—Estamos escondidos entre dimensiones. —Él miró a su alrededor,
como si, como si quisiera asegurarse de que estaban solos. —Nadie debe ser
capaz de conseguir seguirnos aquí.
Su seguridad le recordó su abrupta salida.
— ¿Por qué tuvimos que irnos de tu guarida?
—Una historia para más adelante. —Con una gracia hipnotizante, se giró
y sin previo aviso la levantó en vilo y la acunó contra su pecho. Su muy
desnudo, y muy lamible pecho. —Estás cansada—, anunció.
Se estremeció. Ella nunca se acostumbraría a los cosquilleos eléctricos
que corrían a través de ella cuando este macho estaba cerca.
— ¿Me estás preguntando o me lo estás diciendo? —Le preguntó ella en
un tono irónico.
La llevó hasta el camino de lajas y sobre el porche. —Puedo sentir tu
cansancio.
En el momento justo dejó caer su cabeza contra el pecho de él, sus
músculos doloridos.
Ella no tenía idea de qué hora era, pero se sentía como una eternidad
desde que se había puesto el camisón y se preparó para la cama.

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—Ha sido una larga noche—, ella admitió en un tono cansado.
—Sí.
Hubo un extraño cosquilleo en el aire, luego abruptamente el sol
desapareció y estaban de pie bajo un cielo de terciopelo negro salpicado de
estrellas lejanas.
Santa mierda.
—Eso sí que es un truco—, murmuró, impresionada a pesar de sí misma.
—Es sólo uno de muchos—, afirmó él con aire de suficiencia, bajando la
cabeza para detener su respuesta con sus besos de dragón.
Una cosa buena.
Ella tenía toda la intención de decirle que era un arrogante de mierda.
En cambio, cayó bajo el derretidor placer de su beso cuando el
agotamiento con el que había estado luchando durante las últimas horas
lentamente le ganó la guerra.

A diferencia de muchos mestizos, Craven podría pasar por humano.


Tenía claramente la cara cuadrada con características talladas, y su
cabello rubio estaba rapado cerca de su cráneo.
Cierto, él medía más de dos metros de altura, y tenía gruesos bloques de
músculos que significaban que tenía que conseguir sus camisetas y pantalones
vaqueros hechos a la medida. Y sus ojos brillaban color carmesí cuando estaba
enojado. Lo cual era la mayor parte del tiempo.
Pero la mayoría de la gente suponía que era uno de esos locos adictos al
gimnasio y esteroides por el cual llevaba sus gafas de sol las 24/7 porque
pensaba que le daba un aspecto genial.
Idiotas.
Durante años había vivido entre ellos, siendo entrenado por su madre en
el arte de la magia negra. Ella había dedicado su vida a formarlo para matar a
los monstruos que la habían capturado cuando ella era apenas más que una
niña, y la violaron. El hecho de que Craven fuera un producto de ese encuentro
violento sólo hacía la idea de la venganza aún más dulce para su madre.
Craven había estado de acuerdo.

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Además de la poderosa magia, se dedicó a perfeccionar sus habilidades
en combate. Al momento en que tuvo unos veinte años era experto en matar
con todas las armas conocidas, por no hablar de sus propias manos.
Era un asesino letal que acechaba a los demonios y los destruía sin
piedad.
No fue hasta la muerte de su madre que había dudado de su búsqueda
implacable.
Por mucho que le gustaba cazar demonios, exactamente no pagaba las
facturas. ¿Qué agencia humana estaba dispuesta a pagar por la muy fina cabeza
de un troll que él había coleccionado y montado en la pared? Demonios, los
seres humanos ni siquiera se daban cuenta de que eran mero ganado siendo
acosados por depredadores que acechaban en las sombras.
Fue entonces cuando tomó la decisión de organizar un pequeño grupo
de compañeros mestizos que tenían habilidades similares a las suyas, y
comenzó a contratar sus servicios al mejor postor.
Asesinos, que matarían a cualquier persona o cosa por el precio correcto.
Era un concierto bien pagado, pero Craven aún no estaba satisfecho.
Él quería el gran golpe. El que le permitiera retirarse y vivir en el lujo al
que pretendía acostumbrarse.
Era un sueño que había sido destinado a permanecer sin cumplirse hasta
hace veinte años, cuando su principal lugarteniente, Reece, escuchó a un troll
borracho presumiendo de que él sabía cómo colarse en el tesoro de un dragón.
Craven no era estúpido. Él sabía que había una buena posibilidad de que
el troll estuviera soplando humo por el culo. Era de conocimiento común que
los trolls les gustaba presumir. Pero si había incluso una remota posibilidad de
que el demonio estuviera diciendo la verdad, valía la pena la molestia de
secuestrar a la criatura.
Por desgracia, Skragg había demostrado ser un socio-en-el-crimen menos
que exitoso. El troll afirmaba que conocía de un duende que podía ayudarlos,
pero hasta ahora no hubo manera de localizar al elusivo fey. Lo único de lo que
había sido capaz de ofrecer era un mechón de pelo de la duende que Craven
había usado para lanzar su hechizo de adivinación.
Con los años, Craven había casi olvidado la maldita cosa. Hasta que el
hechizo se había activado bruscamente el día anterior.
Ahora se encontraba en la parte superior de la escalera de piedra de un
castillo abandonado en la frontera entre Noruega y Suecia, mirando hacia el
troll que acababa de entrar en la gran sala, junto con el teniente de Craven,
Reece.
La gran bestia avanzó pesadamente hacia adelante, su cuerpo desnudo
cubierto por una piel gruesa de color marrón y sus características aún más

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grotescas que la de la mayoría de sus hermanos. Tenía grandes colmillos que
sobresalían de su mandíbula inferior y los ojos de color carmesí brillaban ante
las antorchas que se alineaban en las paredes revestidas de madera.
Reece, por el contrario, era un hombre delgado que era mitad-hada.
Tenía el pelo largo y negro que mantenía fuera de su cara en una larga trenza.
Sus rasgos eran delicados, cosa que hubiera podido haber causado problemas
entre la ruda pandilla fuera de la ley de Craven, si no fuera por el frío brillo en
sus ojos verdes.
Reece podía matar con la misma facilidad con la que respiraba. Y con
frecuencia.
También proporcionaba los portales que los asesinos utilizaban para
viajar por todo el mundo.
Manteniendo su mirada fija en el troll que se detuvo incómodo en la
parte inferior de la escalera, Craven plantó las manos en las caderas.
—Skragg—, dijo, sus ojos se estrecharon. —¿Dónde está la mujer?
El troll sacudió su enorme cabeza. —Ella no estaba allí.
—Imposible—, Craven lo interrumpió. —El hechizo fue disparado.
—Ella no estaba allí—, repitió Skragg.
Trolls. Fluidos en cero idiomas.
Se volvió para estudiar a su teniente que estaba temblando ante el aire
fresco de la mañana a pesar de su larga chaqueta de cuero. Su sangre fey
prefería el clima cálido.
—¿Reece? —Exigió.
—Nuestro incoherente amigo está en lo correcto—, dijo el hada, su
expresión dura por la frustración. —La duende había desaparecido al momento
en que llegamos a su casa.
Craven murmuró una sarta de maldiciones. Había esperado veinte años
para poner sus manos en la duende, ¿y estos dos idiotas se habían alejado sólo
porque ella no estaba en el primer lugar en que la buscaron?
— ¿Por qué diablos no siguieron su rastro? —Espetó.
—Ella se fue a través de un portal—, dijo Reece. —Fue imposible seguir
su rastro.
Bueno, Maldita sea.
— ¿Creen que volverá?
El macho más joven se encogió de hombros. —Sospecho que la casa es su
guarida actual.
—Entonces te mantendrás vigilando en el lugar hasta que regrese—, al
instante ordenó.

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Era un considerable desperdicio de talento que Reece estuviera atrapado
en una operación de vigilancia sin sentido, sobre todo porque ellos no tienen ni
idea de donde la hembra se había ido, ni cuándo volvería.
Pero no había manera en el infierno que fuera a arriesgarse a perder la
oportunidad de tener en sus manos un tesoro de dragón.
Sorprendentemente, Reece hizo una mueca. —Eso podría ser difícil.
— ¿Por qué?
—Ella no vive sola.
— ¿Otro duende?
—No, una gárgola.
Craven parpadeó. Había oído de las gárgolas, por supuesto. Pero como
cualquier demonio con un cerebro funcional, hacía todo lo posible para
evitarlos.
—¿Qué interés tiene el gremio en la mujer?
Reece levantó sus manos. —Imposible saberlo. También había el olor de
un dragón en la casa.
—Maldita sea. —La molestia se transformó en temor. Sin duda, ¿el
destino no sería tan cruel como para colgar el tesoro delante de sus ojos y luego
arrebatárselo en el último segundo? — ¿Tiene a la hembra?
—No Synge—, gruñó el troll. —Baine.
— ¿Baine? —Craven sacudió la cabeza por la frustración. —¿De qué
diablos está hablando?
—Skragg afirma que Synge es el dragón que primero fue dueño de la
duende y que Baine es su hijo—, explicó Reece.
Craven frunció el ceño. ¿Cómo se suponía que eso fuera mejor?
— ¿Están trabajando juntos?
Skragg hizo un movimiento fulminante con la mano. —No gusta.
Craven negó con la cabeza. Podría tener sangre de troll, pero había
pasado la mayor parte de su vida tratando de matar a los hijos de puta, no
comunicándose con ellos.
Fue Reece quien una vez más tradujo.
—Skragg está convencido de que el padre y el hijo no son exactamente
amigables—, dijo el hada.
— ¿Así que él tiene la intención de utilizar a la duende para traicionar a
su padre?
Reece se encogió de hombros. —O intercambiarla por una parte de su
tesoro.

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Craven golpeó bruscamente el puño contra la pesada barandilla de
madera, indiferente al polvo que flotó hacia abajo desde el techo con vigas
abiertas.
—Tenemos que encontrarla—, gruñó.
Reece soltó una risa aguda. —Si pudiera abrir un portal en la guarida de
un dragón no necesitaríamos a la duende.
—Entonces tenemos que encontrar una manera de atraer al dragón fuera
de su guarida—, anunció Craven, su tono de advertencia indicó que no toleraría
el fracaso. —Quiero a la duende y nada me va a detener.

62
Capítulo Seis

Traducido por Maxiluna


Corregido por Arhiel

Baine llevó a una durmiente Tayla hacia una habitación en el lado de la


casa de campo y la colocó en el centro de la cama. Luego, tirando la manta sobre
su delgado cuerpo, él simplemente se quedó allí y estudió sus delicados rasgos.
No había ninguna razón para quedarse.
Ella estaba en un lugar donde podía estar protegida. Y pasarían varias
horas antes de que despertara para que pudiera ofrecerle el placer por el que
había esperado tanto tiempo para disfrutar.
Estaba claro que era un derroche irracional de tiempo ver como su pelo
sedoso de oro se expandía sobre las almohadas. Y sus exuberantes labios se
separaban cuando ella soltó un pequeño suspiro.
Pero incluso cuando instó a sus pies para que lo sacaran de la casa de
campo, se encontró incapaz de resistir el deseo de simplemente disfrutar de la
vista de ella acostada en su cama.
¿Cuántas noches había fantaseado acerca de este momento?
Más de lo que quería admitir.
Una cruda sacudida de satisfacción corrió a través de él.
Ella estaba donde pertenecía.
Al fin.
Se quedó de pie junto a la cama durante varios minutos más antes de que
por fin se obligara a salir de la casa para poder abrir un portal hacia su guarida.
De pie en la entrada, llamó a Char a que se uniera a él.
En menos de cinco minutos el macho más joven salió del portal y echó
un vistazo alrededor de su entorno con una elevación de sus cejas.

63
—Esto es... — Sus labios se torcieron mientras miraba hacia la pequeña
casa de campo y cerca de madera. —Pintoresco.
Baine ignoró el humor de su compañero. Si la casa satisfacía a Tayla
entonces eso era todo lo que importaba.
—Quiero que montes guardia.
Char volvió su atención a Baine. — ¿Crees que la duende tratará de
escapar?
¿Lo creía?
Baine vaciló antes de dar un brusco movimiento de cabeza. A diferencia
de su guarida privada, esta burbuja temporal entre dimensiones no estaba
mágicamente protegida para evitar portales. Pero mientras que Tayla tenía la
magia para irse si quería, confió en que no fuera a tratar de escapar.
A diferencia de su débil padre, Tayla tenía un sentido del honor.
No iba a huir hasta que la liberara de su deuda.
Algo que no tenía intención de hacer durante los próximos siglos.
Tal vez nunca...
—No, ella no tratará de escapar—, dijo. —Pero no permitiré que esté sin
protección.
Char miró instintivamente los alrededores de los prados vacíos. — ¿Ella
está en peligro?
—Ella está siendo perseguida y quiero saber por qué.
Los ojos grises se estrecharon. Char poseía una inteligencia astuta que
era una de las muchas razones por la que era el más cercano compañero de
Baine.
— ¿Tiene esto algo que ver con la visita de tu padre?
—Él me exigió que le diera a Tayla—, admitió Baine, una fea ira se
retorció en su intestino. Simplemente decir las palabras le daba ganas de liberar
sus llamas y destruir todo lo que pudiera ser una amenaza para su hembra. De
pronto comprendió el hábito de provocar una destrucción masiva en sus
antiguos antepasados. —De hecho, me advirtió que no se detendría ante nada
para conseguir poner sus manos sobre ella.
Char frunció el ceño. — ¿Ha dicho por qué?
—No. —Baine plantó los puños en sus caderas, diminutos zarcillos de
humo se arremolinaron a su alrededor mientras se esforzaban por amarrar el
ardor de su ira. —Pero sospecho que es por la misma razón por la que los trolls
la quieren.
— ¿Trolls? —Char soltó una tos ahogada. — ¿Es una broma?
Baine arqueó una ceja. — ¿Alguna vez bromeo?

64
—Ah... —Char se aclaró la garganta. —No.
—Mantenla a salvo.
Con su advertencia entregada, Baine se giró hacia el portal sólo para
llegar a detenerse cuando Char le puso una mano en su hombro.
—Espera, Baine—, ordenó. —No te vas a enfrentar a tu padre, ¿verdad?
—Todavía no. —El fuego bailaba sobre su piel, lo suficientemente
caliente como para hacer que Char diera un precipitado paso hacia atrás. —En
primer lugar tengo que descubrir a un traidor.
Siguiendo a través del portal, Baine entró en su guarida y se dirigió
directamente hacia la sala del trono. En el camino envió una orden mental a sus
servidores para que se unieran a él.
No era un amo cruel. A diferencia de la mayoría de los dragones, era
firme pero justo con su personal. Encontró que ofrecer respeto a su pueblo le
valió mucha mayor devoción y lealtad que tratar de intimidarlos con el miedo.
Ahora le molestaba darse cuenta de que había sido traicionado.
Sentándose en el trono, Baine observó en silencio mientras los distintos
servidores se apiñaban a lo largo de la sala. Había dragones mestizos, junto con
Weres que formaban su guardia personal. Luego estaban las caprichosas hadas
que eran sus criados, y la docena de vampiros quienes le seguían el rastro a los
demonios que le debían el pago por servicios prestados.
Los chupadores de sangre eran los últimos cobradores de deudas.
Esperó hasta que todos estuvieran de rodillas, con las cabezas inclinadas,
cuando por fin habló.
—Uno de ustedes me ha traicionado.
EL shock reverberó a través de la habitación como un mini terremoto.
Baine llenó el aire con el peso de su poder, no se detuvo hasta que oyó
los angustiados quejidos de los fey.
—Confiesa y haré que tu muerte sea rápida. —Baine hizo una pausa
deliberada, observando cuidadosamente a los diversos demonios a medida que
se arrodillaban ante él. —Me haces perder el tiempo en descubrir la verdad y te
destruiré muy lentamente hasta hacerte rogar por la muerte.
Hubo un largo silencio, bañado por el miedo antes de que uno de sus
soldados se pusiera de pie muy serio.
Baine sintió una punzada de shock cuando se dio cuenta de que era Fist,
uno de sus guardias favoritos. Maldita sea. Ya era bastante malo ser traicionado
sin que fuera alguien que realmente le gusta.
—M-milord…

65
—Detente—, gruñó Baine, deteniendo sus vacilantes palabras mientras
agitaba una mano hacia el resto de sus servidores. —Fuera.
Esperó hasta que la multitud se había apresurado fuera de la habitación,
Baine utilizó su magia para bloquear la puerta antes de volver su atención de
nuevo hacia Fist.
—Ahora, habla.
El dragón mestizo bajó la cabeza que se había recientemente afeitado, su
gran cuerpo temblando.
—Abogo por un final rápido—, dijo con voz ronca.
—Mírame. —Baine no trató de sofocar el fuego que siguió parpadeando
sobre su piel o en las volutas de humo que se envolvieron alrededor de sus pies.
Fist se balanceó, con el rostro palideciendo a un blanco pastoso cuando
se obligó a levantar la cabeza y encontrarse con la mirada furiosa de Baine.
—Mi señor.
—Dime por qué—, gruñó Baine.
—Su padre tiene a mi compañera en cautiverio.
Las simples palabras impactaron en Baine con una fuerza inesperada.
Hacía apenas unos días que hubiera podido descartar la explicación
como una excusa sin sentido. ¿Cómo era posible que una compañera pudiera
ser más importante que la promesa de un macho a su amo?
Ahora, él tenía la repentina idea de lo que haría si alguien estuviera
manteniendo a Tayla de rehén.
La respuesta vino sin vacilar.
Él destruiría el mundo.
Varios mundos.
No es que ella fuera su compañera... Por supuesto que no.
Sacudió su cabeza, obligándose a apartar los estúpidos pensamientos. En
este momento lo único que importaba era descubrir por qué demonios su padre
habría plantado un espía entre sus servidores.
— ¿Hace cuánto tiempo?
—Veinticinco años.
Baine se puso de pie. Él lo sabía.
Todo esto regresaba de nuevo a Tayla.
—Dime exactamente lo que mi padre quería de ti.
—Dijo que estaba buscando un duende hembra—, admitió Fist,
estremeciéndose cuando la furia de Baine atacó a través del aire, rompiendo las

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lámparas de araña. —Me fue ordenado dejarle saber cuándo usted la
encontrara.
Baine se bajó de la tarima, poniéndose directamente delante de Fist.
— ¿Por qué?
Fist levantó una mano inconsciente para secarse el sudor que goteaba de
su frente.
—Él afirmó que ella tenía información que él quería.
Baine se detuvo, sorteando a través de sus recuerdos la noche en la que
Tayla había sido ofrecida a su padre.
Él había sentido el deseo de su padre por la hermosa duende. ¿Qué
macho no querría acostarse con ella? Pero el viejo dragón no había puesto de
manifiesto ningún interés en nada más que añadirla a su gran harén. Infiernos,
él había accedido a entregársela a Baine, una vez que la hubiera intercambiado
por un precio desorbitado.
¿Si ella tenía información que él necesitaba, por qué no esconderla en sus
mazmorras donde podía obligarla a hablar?
— ¿Te dijo qué información? —Le preguntó a Fist, no se sorprendió
cuando el soldado sacudió la cabeza.
—No.
Por supuesto que no. Synge podría ser un bruto, pero no era tonto.
Aun así, Baine tuvo la sensación de que Fist sabía algo. —No, ¿pero…?
Fist hizo una mueca. —Tuve la sensación de que estaba preocupado.
— ¿Acerca de la duende?
—Acerca de la información que ella posee.
Baine volvió ciegamente la mirada hacia las estatuas que se alineaban en
las paredes. Un Synge codicioso era peligroso.
Un Synge aterrado era letal.
—Maldita sea—, murmuró. ¿Qué demonios estaba pasando?
Con aire ausente se paseó de un extremo de la habitación al otro.
¿Qué información podría poseer Tayla que era una amenaza para Synge?
¿Tenía algo que ver con su padre? ¿O había oído algo o visto algo
mientras ella estuvo en su guarida?
Perdido en sus pensamientos oscuros, le tomó un momento escuchar la
suave llamada de Fist.
—Mi señor.
Se giró para estudiar a su compañero con un gesto impaciente. —¿Qué?

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—Sé que no merezco su compasión, pero temo lo que su padre pudiera
hacer con mi compañera si descubre que le confesé que soy el traidor—, admitió
Fist, su voz cruda con un miedo que provenía de su propia alma. — ¿Podría
hacer que mi muerte parezca ser un accidente?
—No vas a morir—, espetó Baine. El macho tendría que pagar por su
traición, pero Baine no era un salvaje sin sentido. Entendía que la destrucción
no era siempre la mejor solución. Fist podría muy bien ser de utilidad en el
futuro. —Al menos no hoy.
Fist era lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de que
había una razón por la que no estaba ya ardiendo en un pequeño montón de
cenizas.
— ¿Qué quiere de mí? —Exigió.
—Quiero que te pongas en contacto con mi padre.
—¿Por qué?
Baine lo consideró durante un largo momento. Synge no había
sobrevivido durante miles de años por ser perezoso. No había manera de que
fuera a dar simplemente explicaciones sobre si realmente deseaba a Tayla.
Incluso ahora, no dudaba de que el astuto viejo bruto estuviera
maquinando una forma de robársela a Baine.
Claramente, Baine tendría que encontrar alguna manera de mantener al
viejo macho distraído hasta que pudiera averiguar qué información poseía
Tayla supuestamente.
—Dile que me oíste organizar una subasta por la mujer, con los trolls—,
por fin le ordenó.
Fist abrió mucho los ojos. — ¿Trolls?
—Sí. —Baine asintió, bruscamente se dirigió hacia la puerta. De repente
estaba ansioso por volver a estar con Tayla. Sólo la idea de que algún macho
quisiera alejarla de él... Joder. —Dile a mi padre que tengo la intención de iniciar
negociaciones después de que me haya cansado de sus dulces encantos.
Eso debería mantener a su padre distraído. Por lo menos el tiempo
suficiente para que Baine encontrara a los trolls y descubriera el por qué todo el
mundo estaba tan interesado en su hembra.
— ¿Eso es todo?
Baine ignoró la confusión de su compañero. —Por ahora.
—Muy bien.
Baine vaciló en la puerta, girándose para mirarlo por encima del hombro.
—Fist.
El macho más joven se tensó. — ¿Sí?

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—Después de ponerte en contacto con mi padre vas a permanecer
encerrado en los calabozos hasta que decida tu destino.
El soldado dio una profunda reverencia. —Si mi señor.
No dispuesto a perder más tiempo con el traidor, Baine salió de la sala
del trono. El enviaría a uno de sus guardias para escoltar al macho a las
mazmorras.
Tenía una tarea más importante que necesitaba de su atención personal.
Cuanto antes la hiciera, antes podría volver a Tayla.

Levet sabía que la mayoría de la gente pensaba que era tan voluble e
impredecible como un hada del rocío. No le molestaba. ¿Quién quería ser un
demonio viejo y aburrido que estaba obsesionado con la responsabilidad?
La vida estaba destinada a ser divertida.
Pero había ocasiones en las que podría ser tan tenaz como un Were
purasangre en la caza.
Razón por la cual se había dedicado las últimas cuatro noches a buscar por
todas las casas seguras de mala muerte que atendían demonios que preferían
permanecer fuera del radar.
Esta noche estaba en una oscura, húmeda y miserablemente calle en
Londres. Este establecimiento en particular tendía a atender a vampiros, pero él
se estaba quedando sin lugares para buscar. Y lo peor, el hada del bosque que
había contratado para crear portales para sus viajes estaba cada vez más
borracho con el néctar que Levet le había ofrecido como pago por sus servicios.
Si el idiota se desmayaba, Levet necesitaría estar en un lugar donde pudiera
pasar el día en un lugar seguro.
Afortunadamente, él era un buen amigo del actual jefe de clan de los
vampiros de Londres. Estaba seguro de que Víctor estaría feliz de tenerlo como
invitado.
Bueno, tal vez no tan feliz, a regañadientes admitió. Pero la hermosa
compañera de Víctor, Juliet, insistiría en que le permitiera estar en su guarida.
Dejando al hada borracho sentado debajo de una farola, Levet se dirigió al
camino que llevaba al sótano de la taberna en silencio. Luego, se encamino
hacia la gran habitación con pisos de tablones de madera y un techo bajo, con
vigas abierta, miró hacia las sombrías cabinas que se alineaban en las paredes.

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Apenas se dio cuenta de los patéticos humanos que estaban ocultos en las
sombras, sus ojos vidriosos por las drogas y sus cuerpos delgados estaban
desnudos para mostrar toda la piel sin mancillar que aún poseían. Si querían ser
un bocadillo de medianoche para un vampiro, aquel era su negocio.
Se contoneó hacia el fondo de la sala, donde un duende macho estaba
limpiando la larga barra. Luego, con una sacudida de sus alas, se levantó a sí
mismo del suelo para posarse en uno de los taburetes vacíos.
Al mirar en la dirección de Levet, el duende retorció su hermoso rostro en
una mueca predecible. Con su largo cabello dorado tirado de su estrecho rostro
y su delgado cuerpo envuelto en ajustado cuero, era tan hermoso como la
mayoría de los fey, pero había un brillo desagradable en sus ojos verdes.
— ¿Qué carajo quieres?
Levet se inclinó hacia delante, manteniendo la voz baja. —Estoy buscando
a un duende.
—No hay duendes, pero tengo un hada que sacudirá tu mundo. —El
macho asintió con la cabeza hacia una estrecha puerta escavada en el
revestimiento de madera. —Doscientos dólares más propina.
Levet tembló de indignación. — ¿Parezco que necesito comprar mis
hembras?
—Demonios sí. —Los ojos verdes parpadearon sobre él con evidente
disgusto, una avaricia repentina brillando en las profundidades de color
esmeralda. —De hecho, tendré que cobrarte el doble.
El duende claramente estaba demente, Levet decidió. Esa era la única
explicación de su incapacidad para ver que era un imán de gallinas. ¿O era
imán de pollitas?
Lo que sea.
—Mon Dieu—, murmuró Levet, obligado a señalar lo obvio. —Soy el
mundialmente famoso Levet. Las mujeres me adoran.
—Sí, claro—, el duende se burló. —Sunny te adorará por cuatrocientos
dólares más propina.
Levet hizo un sonido de disgusto. La discusión con el idiota era
claramente una pérdida de tiempo.
—El duende que busco es un macho.
—Ah, ¿por qué no lo dijiste antes? —El camarero se encogió de hombros.
—Tengo de ese sabor también.
—Bah. —Ya era suficiente. Con una sacudida de sus alas, Levet estaba
saltando del taburete y encaminándose hacia la puerta de arco que conducía a
las habitaciones privadas.

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—Hey. —El duende lo estuvo persiguiendo inmediatamente. — ¿Qué
demonios crees que estás haciendo?
—Tengo que buscar en tu fino establecimiento—, Levet le informó.
—No puedes hacer eso. —Poniéndose de pie directamente en la
trayectoria de Levet, el duende soltó un grito agudo cuando Levet hizo un gesto
con la mano e hizo que el pelo del bufón se incendiara. —Santa mierda—, se
lamentó, corriendo hacia el lavabo detrás de la barra para apagar sus
humeantes rizos.
— ¿Deseas tener otra probada de mi poderosa magia? —Levet exigió
cuando el duende al fin se enderezó para mirar hacia él.
Él palideció, estremeciéndose cuando Levet levantó la mano, chispas
bailando fuera de sus garras.
—No.
—Una buena elección.
Dando una vuelta fuera de la habitación, Levet esperó hasta que estuvo en
un estrecho pasillo antes de que apresuradamente se escurriera y avanzara. El
duende no se dejaría intimidar por mucho tiempo. De hecho, era probable de
que ya se estuviera llamando por respaldos.
Pasó por las arenas de combate que estaban actualmente vacía, así como
los cubículos abiertos para esos demonios que no necesitan privacidad para
tener sexo, él comenzó a abrir las puertas con la esperanza de toparse con el
padre de Tayla.
Hey, podría suceder.
Él estaba en el extremo del pasillo cuando entró en el último cuarto. Al
instante se encontró con una bonita hada con un halo de rizos dorados y
grandes ojos de porcelana azul, que lo miraba con un cuidadoso temor.
Rápidamente trató de disimular su terror detrás de una sonrisa forzada.
—Hola.
—Oh. Pardon. —Levet realizó una pequeña reverencia, permitiendo que la
cola se enrollara alrededor de sus pies. No quería que ella se perdiera como
brillaba con la tenue luz de una vela. —No tenía la intención de molestar tu
privacidad.
—Está bien. —Sus manos delgadas revolotearon alisando su vestido de
gasa que revelaba su desnudo cuerpo por debajo. — ¿Eres mi próximo cliente?
—Non. —Levet cerró la puerta y dio un paso adelante. No había olvidado
su objetivo de localizar a Odel, pero su instinto de jugar el papel de Caballero
De Brillante Armadura era demasiado peso para resistir. —Eres una…
— ¿Puta? —Le dijo ella sin rodeos ante las palabras que Levet había
estado tratando de evitar. —Sí.

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Levet dio otro paso hacia delante, mirando alrededor de la estéril
habitación que no contenía nada más allá de una cama y una cómoda estrecha.
No había cuadros, ni flores, ni rastro de las habituales chucherías femeninas que
convertían un espacio en un hogar. —Perdóname, ma belle, ¿pero estás siendo
retenida contra tu voluntad?
—Yo... —Su mirada azul se lanzó hacia la esquina de la habitación, donde
una pequeña luz roja parpadeaba. Una cámara oculta colocada en el
revestimiento de madera. Cómo... un cliché. —No, por supuesto que no—,
continuó la hada.
Levet resistió el impulso de rodar los ojos. En su lugar se volvió para
poder extender sus alas lo suficiente como para bloquear la vista.
— ¿Hay más de una cámara?
Ella dio un pequeño movimiento de cabeza. —No.
— ¿Pueden escuchar lo que estamos diciendo?
—No lo creo.
—Bon. —Manteniendo sus alas separadas, Levet se estiró para agarrar
suavemente la mano de la hembra. — ¿Cuál es tu nombre?
—Sunny.
—Sunny. —Le dio a sus dedos un apretón. — ¿Dónde está tu familia?
Se mordió el labio inferior. —Ellos llegaron a este lugar en un esfuerzo por
esconderse de un vampiro que estaba cazando a mi hermano menor por
intentar seducir a su compañera.
Levet hizo una mueca. No era una historia poco común. Los machos hadas
trataban de llevarse a la cama a cada mujer que se cruzaba en su camino.
Independientemente de si estuviera o no reclamada por un posesivo
compañero.
— ¿Te has intercambiado a ti misma para pagar la factura?
—Sí.
— ¿Quieres escapar?
Ella contuvo el aliento conmocionada. —Es imposible.
—Nada es imposible para mí—, le aseguró a la delicada hembra. Era obvio
que la pobre criatura estaba traumatizada. Pero, ¿por qué no iba a estarlo? No
había duda de que su familia la había dejado atrás cuando había pasado el
peligro por el vampiro, aceptando que sería su deber vender su cuerpo en este
bar de mala muerte. —Soy un caballero de brillante armadura certificado.
—Yo... —La hada parpadeó y volvió a parpadear. —Ya veo.
—Aún no. Pero lo harás, —Levet le aseguró, presionando un ligero beso
en sus dedos helados. —Primero necesito tu ayuda.

72
Sin previo aviso, la hada dejó escapar un suspiro de resignación. —Por
supuesto. ¿Qué deseas?
—No es lo que se estás imaginando—, suavemente la reprendió.
Liberando sus dedos, hizo un movimiento de su mano, recreando la imagen de
Odel que había encontrado en el álbum de foto de Tayla. — ¿Has visto a este
duende?
—Oh. —Un rubor tocó las mejillas de la hembra mientras se inclinaba
hacia abajo para estudiar la cara borrosa que flotaba en el aire. Sin previo aviso,
hizo un pequeño sonido de sorpresa. —Lo he hecho.
La cola de Levet se movió alrededor de sus pies. Por fin.
— ¿Él ha estado aquí?
—Sí. —La hada hizo un gesto firme. —Lo vi en la sala del bar anoche.
— ¿Dónde están las bóvedas? —Preguntó, refiriéndose a las habitaciones
alquiladas por demonios cuando querían evitar la atención.
—Si descubren que te ayude…
—Nadie va a descubrir que me ayudaste—, la interrumpió él. Tomaría
muy poco para que la hada se dejara llevar por el pánico.
No es que le importar por lo general. Una hada en plena histeria estaba
deseosa de ser consolada. Y tenía una serie de técnicas muy finas para calmar a
una hermosa hada. Pero en este momento era más importante localizar a Odel.
Era la única manera de salvar a Tayla del dragón.
—No puedes estar seguro, —susurró ella.
—Lo prometo.
— ¿Cómo?
Él levantó una de sus manos. —Juro que pase lo que pase volveré para
rescatarte.
La esperanza brilló brevemente en los ojos increíblemente azules antes de
que la hermosa mirada de Sunny volviera a la cámara.
—Eso es imposible—, susurró.
— ¿Qué he dicho acerca de esa palabra, ma belle? —La regañó en un ligero
tono. Luego, haciendo un movimiento de su mano para disipar la imagen de
Odel, cuadró los hombros. Se le acababa el tiempo. —Dime cómo encontrar las
bóvedas.
Hubo una leve vacilación antes de que Sunny se inclinara para susurrarle
directamente en su oído.
—Toma la escalera de servicio hacia el sótano—, dijo. —En la última celda
hay una puerta oculta detrás de una ilusión de una pared de ladrillos.

73
—Ah. —Levet le dio a su mejilla una pequeña palmadita. —Las ilusiones
son mi especialidad. —Se volvió y se dirigió hacia la puerta, haciendo una
pausa para enviarle una sonrisa tranquilizadora. —Regresaré por ti.
Ella puso los ojos en blanco. —Ajá.
—No hago promesas que no cumplo—, juró, saliendo de la habitación
antes de esos grandes ojos azules pudieran atraerlo y olvidara la razón por la
que estaba en el desagradable bar.
Primero tenía que conseguir a Odel.
Entonces, él volvería por Sunny.
Y entonces... bueno, tal vez jugaría a Cupido para sí mismo y dejaría que
Sunny disfrutara de las atenciones de un verdadero príncipe azul, también
conocido como Levet.

Tayla no estaba segura de cuánto tiempo durmió.


Se sentía como varias horas, pero el tiempo entre las dimensiones siempre
fluía a su propio ritmo. Podría haber pasado unos pocos minutos o varias
semanas desde que había entrado en la casa de campo. Y puesto que la noche y
el día eran claramente controlados por Baine, ni siquiera podía utilizar la
sugerencia del indicio del amanecer que llegaba desde la cima en el horizonte
para suponer que era de mañana.
Aún así, se sentía deliciosamente descansada por primera vez en muchos
años, decidió. Y aquello era todo lo que importaba.
Saliendo de la cama, se apartó el pelo enredado de la cara y siguió el
estruendoso poder masculino que vibraba en el aire.
— ¿Hola? —Dijo en voz alta, moviéndose a través de la acogedora sala de
estar llena de muebles tapizados y pequeñas mesas cubiertas de adornos.
Ella vaciló brevemente, fácilmente imaginándose sentada en frente de la
chimenea, bebiendo té y... Ella bruscamente sacudió su cabeza. ¿Estaba loca?
¿Bebiendo té en la guarida de un dragón?
Ella sufría claramente de algún extraño síndrome de Estocolmo.
Obligando a sus pies a que la llevaran hacia la puerta principal, echó un
vistazo alrededor del patio aparentemente vacío con una pequeña mueca.
— ¿Baine?

74
Hubo un sonido de susurro de hojas, luego, sin previo aviso, una forma
esbelta estaba saltando desde el árbol cercano parándose directamente delante
de ella.
—No está aquí.
Ella contuvo el aliento por la sorpresa, su amplia mirada captando el corto
cabello de plata del desconocido y ojos de tormenta gris. El macho era precioso,
pero ella no se dejó engañar por su sonrisa de niño o por los casuales
pantalones de color caqui y camiseta de cachemira gris.
No tenía el mismo poder que Baine, pero era un depredador letal que
podría aplastarla antes de que pudiera esperar escapar.
— ¿Quién eres tú? —Preguntó ella, dando un discreto paso hacia atrás.
Él cruzó los brazos sobre su pecho, estudiándola con una curiosidad
descarada.
—Char. —Hizo una pequeña reverencia. —El sirviente más antiguo de
Baine.
Un delicioso calor se envolvió a su alrededor, punzando sobre su piel
como una caricia íntima. Wow. Si no fuera porque Baine ya la había hechizado
con su magia se habría derretido en un charco de lujuria pegajosa.
—¿Eres un dragón? —Preguntó.
—Un mestizo.
Ah. Eso explicaría por qué su poder había parecido silenciado.
No lo hacía, sin embargo, explicaba por qué estaba en la guarida privada
que Baine había creado.
— ¿Por qué estás aquí?
—Fui enviado para protegerte.
— Protegerme. —Tayla frunció el ceño. Eso no sonaba bien. —
¿Protegerme de qué?
Char se encogió de hombros. —Baine fue un poco vago en los detalles.
Algo sobre trolls.
¿Podrían los trolls seguirla aquí? No parecía probable. ¿Así que había
alguna otra razón por la que estaba preocupado por su seguridad?
¿O asumía que iba a tratar de escapar?
Por supuesto. Tenía que ser eso.
La idea era de alguna manera decepcionante.
—¿Dónde ha ido Baine? —Preguntó ella, poniéndose rígido, Char
lentamente la rodeó, su calor continuaba bailando sobre su piel.
¿Estaba chequeándole el culo? ¿O decidía si la quería para la cena?

75
Ninguna posibilidad era tranquilizadora.
Al completar su último círculo, el macho se detuvo frente a ella, mirándola
a los cautelosos ojos con una sonrisa misteriosa.
—Tuvo que lidiar con un asunto personal.
¿Asunto personal? ¿Qué se supone que significa eso?
Tayla entrecerró los ojos mientras su cerebro ardió con una inoportuna
visión de Baine de pie en su harén con un grupo de hermosas mujeres
arrodilladas a sus pies.
No es que ella hubiera visto ningún indicio de otras hembras cuando
había estado en su harén. O incluso sabía lo que implicaba un “grupo”. Pero
aun así…
Todo el mundo sabía que los dragones tenían un insaciable apetito sexual.
— ¿Personal?
Las cejas de él se arquearon cuando pudo leer fácilmente los celos que no
tenía derecho a sentir.
—No es ese tipo de asunto personal—, le aseguró. —Descubrió que tiene
un traidor entre sus servidores.
—Oh. —Ella se mordió el labio inferior. ¿Baine estaba capturando a un
traidor? ¿Por sí mismo? —Él no está en peligro, ¿verdad?
Char estudió su expresión de preocupación. — ¿El pensamiento de eso te
preocupa?
—Yo... —Ella envolvió sus brazos alrededor de su cintura, tardíamente
tratando de disimular su destello de miedo.
Ya era bastante malo admitirse a sí misma que estaba fascinada por la
arrogancia de Baine. Ella no quería advertírselo al resto del mundo.
—Sólo si él me deja atrapada aquí—, murmuró.
Char inclinó hacia atrás la cabeza para reírse con una rica diversión. —
Pensé que él había perdido la cabeza. Ahora empiezo a entender su fascinación.
Los grises ojos oscuros como el humo de Char dejaron que su mirada se
deslizara por su cuerpo, haciendo un control exhaustivo de su demasiada corta
camisa de dormir.
Tayla dejó escapar un suspiro de resignación. ¿Era una especie de regla de
los dragones ligar con todas las mujeres que se cruzaban en su camino?
—No, estabas en lo correcto la primera vez—, ella dijo con sequedad. —
Ha perdido su cabeza.
Su sonrisa solamente se hizo más amplia, su nariz ensanchándose como si
estuviera saboreando su olor.

76
—Hay algo diferente en ti.
Tayla dio un paso atrás. —No, yo sólo soy una duende común. —Ella se
encogió de hombros. —A menos que te refieras a mis habilidades para hornear.
Tengo que admitir que mis bollos son extraordinarios. Debes pasar por mi
tienda de té y probarlos.
—Hmm. —Su mirada se detuvo en sus labios. —Me pregunto a qué sabrás
tú.
¿Cuál es mi sabor? Eso no podía ser bueno. Se tragó un nudo que
amenazaba con ahogarla.
—No es agradable comerse a sus invitados.
Dio un paso hacia ella. — ¿Ni siquiera un mordisco?
—No.
—Te prometo que te gustará.
Probablemente lo habría hecho. Si ella lo hubiera conocido antes que a
Baine.
Pero ahora…
Casi como si el pensamiento de él de alguna manera lo hubiera conjurado
a que se presentara, hubo una ráfaga de poder que hizo temblar el suelo.
—Un paso más cerca, Char, te despellejaré y te convertiré en un sofá—,
prometió una profunda voz masculina.
Los dos se volvieron para descubrir a Baine de pie en la puerta de la casa
de campo.
Sorprendentemente indiferente, teniendo en cuenta que los ojos de Baine
ardían con un fuego de color ámbar y sus tatuajes se arremolinaban sobre su
piel a una velocidad vertiginosa, Char echó un vistazo hacia Tayla.
—No hay necesidad de ser egoísta—, protestó el mestizo. —Ella es un
bocado delicado, pero hay suficiente para todos.
Baine se encaminó directamente hacia el macho, el chisporrotear del aire
ardía con un calor que lo hubiera frito si hubiera sido humano.
— ¿Cuándo has desarrollado un deseo de morir?
Char se mantuvo firme. —Casi al mismo tiempo que desarrollaste una
obsesión por las duendes.
Con una velocidad cegadora el brazo de Baine salió disparado para
envolver los dedos alrededor de la garganta de Char. Luego, mostrando una
fuerza aterradora, levantó al mestizo del suelo.
—Es mía—, dijo en un suave tono.

77
La cara de Char enrojeció cuando los dedos en su cuello apretaron, pero el
mestizo lucía extrañamente satisfecho por la respuesta violenta de Baine.
¿Estaba demente?
—Lo tengo.
—Dilo—, insistió Baine.
—Es tuya, mi señor.
—Pura mierda—, dijo Tayla bruscamente entre dientes.
Los dos hombres se miraron sorprendidos, como si se sorprendieran que
todavía estuviera allí. A continuación, un indicio inequívoco de diversión tiró
de los labios de Baine.
— ¿Pura mierda? —Preguntó, bajando a su compañero de nuevo al suelo.
—Puedo estar obligada temporalmente a pagar las deudas de mi padre,
pero yo no pertenezco a nadie—, le informó.
—Ella va a necesitar algo de entrenamiento—, señaló Char, tocándose
ligeramente las quemaduras en el cuello que se curaban rápidamente.
—Es cierto—, estuvo de acuerdo Baine. —Creo que estoy por la tarea.
Tayla entrecerró los ojos, señalando con un dedo hacia el irritante dragón.
—Tu amigo no es el único que tiene el deseo de morir—, advirtió.
Char se rio entre dientes. — ¿Siempre está de mal humor cuando se
levanta de la cama?
El calor se envolvió alrededor de Tayla cuando Baine se acercó a ella, un
hambre apenas contenida apretando sus hermosas facciones.
—Supongo que es algo que pronto descubriré.
La excitación ardió a través de ella, haciéndole latir el corazón y secando
su boca. Era tan exótico. Y precioso. Y gloriosamente masculino. ¿Quién podría
culpar a su corazón por saltar de emoción ante la sola idea de despertar en sus
brazos?
—Baine—, ella susurró, un rubor tiñendo sus mejillas.
Char hizo un sonido ahogado mientras estudiaba su rubor. —
Asombroso—, susurró.
Baine asintió en algún tipo de acuerdo misterioso. —Sí.
Tayla frunció el ceño. ¿De qué diablos estaban hablando? Tenía que ser
algo de dragones.
— ¿Descubriste al traidor? —Char por suerte llevó la conversación a
asuntos más importantes.
La cara de Baine se apretó con una sombría ira. —Fist.

78
—Maldición. —Char lució sorprendido, luego sus ojos se arremolinaron
con nubes de tormenta. — ¿Está muerto?
—Aún no.
La sonrisa de Char hizo que la sangre de Tayla se congelara. —Bueno. Será
un placer cuidar del traidor.
Baine levantó una delgada mano. —Está en el calabozo. Quiero que viva
por ahora.
Char apretó los labios en señal de frustración. —Aquello creará un mal
precedente.
Baine se encogió de hombros. —Puede que lo necesite.
Aceptando que su amo no le daría luz verde para destruir al traidor, Char
asintió a regañadientes.
—Bien. ¿Qué quieres de mí?
—Quiero que localices a los trolls que irrumpieron en la casa de Tayla—,
dijo Baine.
Tayla abrió mucho los ojos con sorpresa. ¿Por qué estaba interesado en los
trolls?
—Eso debería ser lo suficientemente sencillo—, dijo Char con un
encogimiento de hombros. —¿Qué quieres que haga con ellos?
—Sólo mantén un ojo sobre ellos por ahora.
Char echó un vistazo hacia Tayla antes de volver su atención a Baine.
—¿Y tú?
—Vete, Char—, Baine dijo entre dientes mientras se giraba hacia Tayla, un
brillo extraño en sus ojos ámbar.
Tayla fue vagamente consciente de la risita de Char mientras le hacía un
gesto con la mano y desaparecía en un portal, pero era imposible concentrarse
en nada más allá del gran dragón que merodeó hacia ella. Especialmente
cuando él la arrastró sobre sus pies para acunarla contra su pecho.
Haciendo caso omiso de su pequeño jadeo, la llevó hacia la casa de campo,
un exquisito calor cubriéndola.
Bajando la cabeza, le habló directamente al oído. —Al fin solos, mi dulce
Tayla.

79
Capítulo Siete

Traducido por Maxiluna


Corregido por Arhiel

Baine había tenido su parte de amantes. Puede que no fuera como muchos
dragones que sentían la necesidad de satisfacer sus impulsos primitivos con
interminables orgías, pero era un animal sexual que disfrutaba de los placeres
del cuerpo femenino.
Pero no podía recordar el llevar a una mujer antes de Tayla. ¿Por qué lo
haría? Si una hembra estaba indispuesta llamaba a un curandero.
Ahora descubrió que había algo completamente satisfactorio en tener a
esta hembra en particular en sus brazos al entrar en la pequeña casa de campo
que era un reflejo de su deseo más profundo.
Aspirando una profunda bocanada de su olor a pastel, sintió su pequeño
escalofrío.
Ella abruptamente rompió el silencio. —Char dijo que había un traidor.
Baine frunció el ceño, estudiando su cara enrojecida. Arrogantemente
había asumido que su escalofrío habría sido por uno de placer.
¿Se había equivocado?
Poco a poco la bajó para ponerla de pie en el centro de la pequeña sala de
estar, llegó a acariciar un rizo dorado que había caído sobre su mejilla.
— ¿Tienes miedo de mí? —Preguntó.
—Tengo... —Sus palabras se tambalearon, sus ojos brillando con reflejos
de jade. —No sé lo que tengo.
Sus dedos trazaron la línea de su mandíbula y a lo largo de su garganta.
— ¿Me deseas?
Se humedeció los labios en una invitación inconsciente, su interior
luchando para confesar la verdad.

80
—Sí, pero no quiero quererte—, murmuró ella al fin.
Baine frunció el ceño. Había vivido durante siglos. Las hembras siempre
estaban dispuestas a atraer su atención. No le gustaba la idea de que ella se
arrepintiera de su hambre mutua.
— ¿Porque soy un dragón?
Ella parpadeó, como si estuviera desconcertada por su pregunta. — ¿Qué
quieres decir?
—¿Tienes prejuicios contra mi especie?
Ella parecía realmente sorprendida. —Por supuesto que no.
Algo se alivió muy dentro de él.
—Entonces, ¿por qué no quieres quererme?
—Debido a que fui intercambiada como un pedazo de propiedad por mi
propio padre. —Ella arrugó su pequeña nariz. —Se supone que debo ser una
mártir, no una víctima voluntaria.
¿Una mártir? Baine apenas suprimió su estremecimiento.
—Esto no tiene nada que ver con tu padre.
—Por supuesto que sí. —Ella le envió una mirada que le informó que
estaba siendo increíblemente densa. —Si no me hubiera utilizado para pagar su
deuda con los trolls, nunca me hubieras conocido, incluso que existiera.
Baine soltó una risa aguda. ¿Ella no sabía nada sobre el destino?
El destino lo hubiera cruzado en su camino, finalmente, con esta gloriosa
hembra.
Ella era su propósito en la vida.
—La debilidad de tu padre dio la oportunidad a nuestro primer
encuentro, pero aquello no fue la razón por la que estuve cazándote durante
veinticinco años—, dijo.
Un indicio de vulnerabilidad suavizó sus facciones antes de que ella
hiciera un brusco movimiento de cabeza.
—Los dragones son conocidos por proteger su tesoro—, murmuró. —No
podías soportar la idea de que hubiera escapado.
Sus dedos se movieron para tocar la delgada cadena que brillaba ante la
creciente luz del sol de la mañana.
—Es cierto. —Por fin se pudieron poner de acuerdo. Él siempre la
protegería. —Eres mía.
Sus ojos se abrieron, su pulso aleteó en la base de su garganta. —Deja de
decir eso.

81
Baine podía sentir su tensión vibrando a través de su esbelto cuerpo. No
entendía por qué ella luchaba contra su sensual naturaleza. O el despiadado
poder que estaba tirando de ellos acercándolos más.
Pero no él no iba a apresurarla.
No porque a él le importara su buena opinión, se apresuró asegurarse a sí
mismo. Era, después de todo, un dragón. Y los dragones estaban muy por
encima de las insignificantes emociones.
Pero su observación acerca de ser una mártir había tocado una fibra
sensible. No quería a una hembra en su cama que estaba decidida a tratar la
pasión entre ellos como una especie de maldición.
Quería a Tayla cálida y acogedora e insaciable por su toque.
Lo que significaba que tenía que convencerla de que su lugar en su harén
no tenía nada que ver con las deudas de su padre. Y como cualquier buen
depredador, ya había buscado y descubierto sus puntos más débiles.
En contraste con sus anteriores amantes, Tayla no tenía ningún interés en
el oro o las joyas. O incluso poder.
No. Ella había pasado su vida negada del amor y el afecto que era la base
de la mayoría de las familias fey. Estaba ansiosa de tener a alguien cuidando de
ella.
Por supuesto, él no tenía mucha experiencia en el cuidado de una hembra.
En realidad, tenía cero experiencias.
¿Pero cuán difícil podía ser?
—Tengo algo para ti—, dijo, agarrando su mano para conducirla a la
cocina.
— ¿Para mí?
Con cautela permitió ser remolcada por la habitación bañada por el sol a la
mesa de madera que se encontraba cerca de la ventana.
Baine la instó hacia una de las sillas de madera mientras abría la cesta
tejida que había exigido a sus sirvientes que prepararan antes de regresar a la
casa de campo.
Con cuidado colocó las bandejas de pan casero con mantequilla y miel
todavía en su panal. Había otra fuente de fruta fresca y frutos secos. Y por
último, pero no menos importante, estaba una botella llena de una sustancia
dorada que le habían asegurado era el mejor néctar que el dinero podía
comprar.
Abriendo la botella, vertió el líquido espeso en un vaso y se acomodó en la
silla al otro lado de la mesa para ver con anticipación como Tayla tomaba con
cautela un sorbo.
Sus ojos se abrieron en estado de shock. —¿De dónde has sacado esto?

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La vio lamer una gota dorada de su labio inferior, su pene se endureció
con una necesidad dolorosa.
—Directo de los Chatri—, dijo, en un tono distraído.
Ella abrió la boca, abruptamente bajando el vaso.
— ¿Tienes conexiones con la realeza Fey?
Hizo una mueca. Odiaba hacer frente a los arrogantes Chatri. Tenían una
creencia demente de que eran iguales a los dragones. Inaceptable. Pero ellos
eran útiles en algunas ocasiones. Al igual que cuando necesitaba la mejor
comida para alimentar a su duende.
—He hecho un hábito asegurarme de que tener a una variedad de
demonios en deuda conmigo en todo momento—, murmuró. —Llamé por un
favor que me debe el príncipe Magnus.
—Oh. —Ella abruptamente dejó el vaso, estudiando la generosa cantidad
de comida repartida en la mesa con una expresión impotente.
— ¿No te agrada?
—Por supuesto.
Baine frunció el ceño. Se suponía que debía estar llena de gratitud. Se
había obligado a perder más de una hora en viajar al territorio de las hadas.
Entonces había tenido que sacar provecho de un favor muy útil.
¿Por qué no estaba cautivada?
—Eres... — Vaciló, escogiendo las palabras con cuidado. —Muy difícil de
complacer.
Ella llegó a alcanzar una suculenta fresa, estudiándola como si nunca
hubiera visto una pieza de fruta antes.
—Simplemente no lo entiendo.
— ¿Entender qué?
Levantando la mirada, ella lo estudió con una cautelosa confusión. — ¿Por
qué intercambiaste un favor por mí?
Se encogió de hombros. —Es mi deber asegurarme de que estás
adecuadamente alimentada mientras estás bajo mis cuidados.
—Oh. Deber. —Algo que podría haber sido decepción onduló sobre sus
bonitas características. —Ya veo.
Baine hizo una mueca. Se sentía extrañamente avergonzado de admitir
que había estado determinado en complacerla. Sin importa cuál fuera el costo.
Pero, de nuevo, no quería que pensara que haría lo mismo para cualquier otra
mujer.
Todo era muy desconcertante.

83
—Y pensé que te haría sonreír—, confesó a regañadientes. —Algo que se
ha convertido en un asunto importante para mí.
Un rubor encantador calentó sus mejillas. —Baine.
—Come—, ordenó en un tono brusco.
—Mandón—, murmuró ella, pero, obediente, devoró la comida con un
gusto que lo llenó de una presumida satisfacción. Ella fue más cautelosa con el
néctar, tomando pequeños sorbos como si quisiera saborear cada sorbo. Por fin
levantó la vista para descubrir que él la miraba con una fascinación
inquebrantable. Su rubor se profundizó. — ¿No tienes hambre?
¿Hambriento? Estaba famélico.
—No de comida—, dijo en voz baja y ronca.
Ella se atragantó con una fresa, el olor de su excitación condimentando el
aire incluso cuando ella trató de fingir indiferencia.
— ¿Qué comen los dragones? —Preguntó.
Se resistió a la tentación de inclinarse sobre la mesa y lamer el jugo de
fresa de sus labios.
Paciencia…
—Soy un depredador—, dijo. —Yo como lo que mato.
Ella arrugó la nariz. — ¿Supongo que cazas en tu otra forma?
—Lo hago. —Se detuvo. Luego, con una nítida urgencia estaba de pie y
con la mano extendida. — ¿Te gustaría ver?
Ella parpadeó. — ¿Verte cazar?
—Ver mi otra forma—, la corrigió, no del todo seguro de por qué estaba
tan decidido repentinamente a presenciar su reacción ante su bestia.
Sólo sabía que necesitaba asegurarse de que no se asustaría por su forma
nativa.
—Yo... — ella vaciló, y por un segundo temió que en realidad pudiera
negarse. Luego, con un movimiento vacilante, se puso de pie y puso la mano en
la suya. —Sí. Me gustaría eso, mucho.
Un extraño alivio surgió a través de él cuando la instó por la puerta
trasera.
—Ven conmigo.
Él tiró de ella a través del pequeño jardín y hacia el amplio prado que
estaba lleno de flores silvestres. Él la dejó de pie al lado de un pequeño arroyo y
se movió lo suficientemente lejos para que no se fuera a asustar con su
transformación.
Luego, manteniendo su mirada fija en la hembra que lo miraba con los
ojos muy abiertos, él liberó la magia que tronó muy dentro de él.

84
Con una ráfaga de ardiente poder él estaba cubierto de llamas que
rodaban sobre su cuerpo, transformando su piel en escamas plateadas que se
expandían mientras su cuerpo se alargaba. Tayla pudo escuchar sus huesos
estallando, sus músculos y tendones rasgándose mientras la bestia dentro
surgía, revelando la forma de un lagarto con una larga cola con púas y patas
cortas que terminaban en afiladas garras.
Su cabeza era pesada, con un hocico estrecho alineado con dientes de diez
pulgadas y ojos que brillaban con un fuego de color ámbar. Y desde el centro de
su espalda sus alas de cuero se expandieron hacía fuera en una forma más
elegante.
Con su transformación terminada, Baine se estremeció, puro éxtasis
parecía correr a través de él cuando él se empujó fuera de la tierra y se dirigió
hacia el cielo.
Él era…
Tayla luchó por las palabras que captaran la imponente belleza de la
criatura que se eleva por encima de ella.
En el sol coronando sus escamas brillaban como la plata pulida, el brillo
tan brillante que le hacía daño en los ojos. Por el contrario, sus alas eran tan
oscuras como la muerte, cortando el aire con una facilidad letal.
Ella siempre había asumido que los dragones en su forma nativa serían
grandes y voluminosos, como un cocodrilo volador. Pero Baine era todo lo
contrario. Era un depredador elegante y sexy que la hizo temblar de asombro.
Observándolo circular en el cielo con una fascinación sin aliento, ella ni
siquiera consideró correr hacia atrás cuando flotó hacia abajo y aterrizó a pocos
pies de distancia. Infierno, en realidad ella dio un paso hacia adelante,
indiferente a las garras que excavaron enormes trozos de tierra y de la corriente
de aire que aplanaba su camisón contra ella mientras él daba un último aleteo
de sus enormes alas.
En cambio, se quedó hipnotizada por la mirada ámbar que la estaba
estudiando con una intensidad feroz, atrayéndola cada vez más cerca.
Un paso adelante. Y luego otro. Y otro. Hasta que pudo sentir el calor que
irradiaba explosivo del cuerpo de plata, y un zarcillo de humo envuelto
alrededor de su tensa forma.
Estar tan cerca de Baine era como estar de pie cerca de un volcán que
podría explotar en cualquier segundo. Un volcán muy sexy, susurró una voz en

85
el fondo de su mente, escalofríos de excitación la atravesaron, cuando hubo una
ráfaga de magia y el dragón fue una vez más un hombre increíblemente
apuesto vestido con un par de pantalones sueltos de dojo.
— ¿Y bien? —Preguntó, con voz ronca y sus ojos color ámbar ardiendo
con su fuego interior.
Aún pérdida en un sentido de asombro, le tomó a Tayla un segundo darse
cuenta de que estaba esperando a que ella respondiera. Ella parpadeó,
sorprendida por su expresión cuidadosamente compuesta. ¿Estaba buscando
cumplidos? Eso era... peculiarmente entrañable.
—Debes saber que eres magnífico—, dijo con un encogimiento de
hombros. No había manera de que fuera a admitir que había estado
completamente encantada por la visión de él.
—Sí—, estuvo de acuerdo.
Tayla puso los ojos en blando. —Dios.
Dio un paso hacia ella, sus tatuajes arremolinándose sobre su piel como si
estuviera ocultando algo de la intensa emoción detrás de su expresión de
indiferencia.
—Lo que yo quiero saber es si mi forma animal... — Vaciló, eligiendo
claramente sus palabras con cuidado.
— ¿Qué? —Lo interrumpió.
—Te molesta.
Ella frunció el ceño, genuinamente desconcertada por su extraña pregunta.
— ¿Por qué me molestaría?
Su mirada permaneció trabada en su cara vuelta hacia arriba. —Los fey
tienden a ser impredecibles ante los depredadores más grandes.
Ella resopló. —Probablemente porque no estamos demasiado ansiosos por
convertirnos en la cena.
—Pero no estabas asustada—, la presionó.
—No. —Había estado demasiado cautivada por el ardor de su belleza
para pensar en todas las razones por las que debía estar aterrada. —
Obviamente tampoco estoy bien de la cabeza o he alcanzado mi cuota de
miedo.
Él se estiró para enhebrar los dedos por su pelo, su mirada melancólica
estudiando su boca con una concentración desconcertante.
—Hay una explicación más lógica—, le dijo.
— ¿Y cuál sería?
—Me deseas.

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Ella se estremeció ante su afirmación contundente, sintiendo la necesidad
de ronronear bajo el toque de sus dedos, como un gato.
—Baine—, ella susurró.
Él bajó la cabeza, sus narices casi tocándose. —Admítelo—, ordenó.
Ella puso las manos sobre su pecho. Ella iba a empujarlo. Por lo menos,
ese había sido el plan. Pero tan pronto como sus palmas entraron en contacto
con el calor de su piel de satén se distrajo peligrosamente.
— ¿Por qué es importante? —Murmuró ella, explorando los esculpidos
músculos que se contraían bajo su ligero toque.
Wao. Nunca se había dado cuenta de que el cuerpo masculino pudiera ser
tan hermoso.
Ella podía acariciarlo todo el día.
Hubo un ruido sordo de profundo placer desde su pecho, sus dedos se
apretaron en su pelo para inclinarle la cabeza hacia atrás, dejando al
descubierto su garganta.
—Cuando te lleve a mi cama, quiero que sea porque estás ansiosa por mi
toque. No porque sea tu deber.
Oh. Tayla se esforzó por ocultar su sonrisa. Era evidente que su afirmación
anterior de que ella no quería quererlo le había tocado una fibra sensible.
Ahora estaba decidido a demostrar que podía hacerla olvidar su orgullo.
—Eres tan arrogante—, lo acusó ella, olvidando cómo respirar cuando sus
ardientes labios hicieron un camino de besos por un lado de su cuello.
—Di las palabras, Tayla—, insistió él, sus labios se arrastraron sobre la
marca de dragón que se apoyaba en la curva superior de sus pechos.
Sus manos se movieron para agarrarse a sus hombros mientras sus
rodillas se debilitaron. Oh Señor. Sus labios eran mágicos. Magia pura. No era
de extrañar que tuviera que construir un harén para mantener a las hembras
que estaban ansiosas de ser sus concubinas.
¿Quién podría culparla si ella cedía y...?
No. Duende mala.
Le clavó las uñas en la piel, tratando desesperadamente de aferrarse a la
cordura.
—No puedes hacerme esto—, se negó obstinadamente.
Besos con la boca abierta cantaron sobre la delicada piel de sus senos
mientras envolvía sus brazos alrededor de su cintura y él la apretaba contra su
cuerpo duro. Tayla gimió, sus pezones muy sensibles al calor que se filtraba a
través de la fina tela de su vestido.

87
— ¿Es un desafío? —Preguntó, levantando la cabeza para mirarla con una
sonrisa de suficiencia. —Aceptado.
Tayla se tragó una maldición. Uff. ¿Había desafiado en realidad a un
dragón? No era bueno. No era bueno en absoluto.
—No... Yo... —Sus balbuceantes palabras fueron llevadas a un extremo
afilado cuando él abalanzó su cabeza para besarla con una marcada hambre.
Ella se puso rígida, a continuación, con un gemido ahogado, abrió los
labios.
El deseo la recorrió como la pólvora, sus brazos instintivamente se
envolvieron alrededor de su cuello mientras su lengua se sumergió en su boca.
Mmm. Probó su crudo poder y especias exóticas.
Era adictivo.
Tayla perdió la noción del tiempo mientras él la abrazaba con fuerza
contra su excitada erección, saqueando su boca una y otra vez mientras ella
gemía suavemente.
Era apasionado, exigente, y estaba cada vez más excitado, pero Tayla era
muy consciente del poder tronando que él estaba manteniendo con correa.
Crujía a su alrededor como una tormenta eléctrica, llenando el aire de la
electricidad.
Las sensaciones de hormigueo deberían haber desencadenado todo tipo de
alarmas. Ella podría ser más fuerte que un ser humano, pero no podía
comenzar a coincidir con este dragón en el poder o magia.
En su lugar, sólo intensificaron su excitación.
Capturó su labio inferior entre sus dientes, le dio una pequeña mordida
antes de levantar la cabeza lo suficiente como para estudiar su expresión
aturdida.
—Di las palabras.
¿Palabras? ¿Qué palabras? Tayla se esforzó por pensar. Oh sí.
Esas palabras.
Ella entrecerró los ojos. — ¿Y si no lo hago?
Él soltó una respiración profunda, una sonrisa maliciosa curvando los
labios ante el pesado olor de su excitación que llenaba el aire.
—Entonces no lo estoy intentando lo suficiente duro para convencerte—,
la advirtió, de pronto agarrándola por la cintura para que pudiera deslizarla
sobre su hombro.
—Baine—, chilló ella en protesta. Ella no tuvo que preguntarle lo que
estaba haciendo. No cuando sus largas zancadas los llevaban de vuelta a la casa
y por el corto pasillo a una velocidad vertiginosa. Una anticipación peligrosa

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apretó sus músculos. — ¿No tienes algunos negocios de dragón que cuidar? —
Murmuró.
—Nada es más importante que esto—, le aseguró él, inclinándose hacia
adelante para volcarla en el centro de la cama.
Aterrizó con un pequeño rebote, el aire de sus pulmones saliendo de
golpe.
Está bien, no fue en realidad el aterrizaje en el blando colchón lo que la
dejó sin aliento. Fue la visión de Baine mientras se inclinaba sobre ella.
Con la luz del sol por la mañana enhebrado a través de la oscuridad
azabache de su pelo y haciendo hincapié en la perfección de sus rasgos, ella fue
golpeada por su alteridad. Los fey eran una especie hermosa, y los vampiros
podrían ser guapísimos... literalmente. Pero la belleza de Baine fue como un
puñetazo en su estómago.
Tan poderoso que era difícil de creer que era real.
La sensación de irrealidad se rompió bruscamente cuando él se acercó y,
agarrando el escote de su camisón, lo rasgó en dos.
—Hey—, dijo ella con voz ronca.
Con facilidad agraciada, él estaba de rodillas sobre el colchón al lado de su
cuerpo rígido, con los ojos ardiendo con un fuego de color ámbar.
—No te preocupes—, dijo, su mano deslizándose sobre su hombro y su
brazo. —Te voy a comprar una docena de vestidos nuevos—, prometió, con voz
baja e hipnótica. —Miles.
Tayla se estremeció, muy consciente de sus pezones endureciéndose bajo
el ardiente sondeo de Baine. Su ego podría exigir que pretendiera que compartir
la cama con este macho era un enorme sacrificio, pero su cuerpo se negaba a
cooperar.
—Puedo comprar mi propia ropa—, ridículamente murmuró.
Con suavidad, trazó la delicada línea de su clavícula. —Quiero verte
envuelta en las sedas más finas.
—Eso es tan... — Las palabras se enredaron en su garganta mientras sus
dedos iban a la deriva hacia abajo para burlarse de la punta sensible de su
pecho. —Oh.
Plantando sus manos a cada lado de sus hombros, se inclinó, sustituyendo
sus burlones dedos con sus labios. Oh sí. El calor húmedo era exactamente lo
que quería.
Con creciente insistencia él succionaba su pezón, con su brillante cabello
acariciaba su cara y su mano dejaba un rastro de rayos sobre los músculos
tensos de su vientre. Dondequiera que tocaba, chispas de placer agudo se
disparaban a través de ella, uniéndose a un dolor palpitante entre sus piernas.

89
Tayla siseo, su cuerpo arqueándose cuando una brillante e incandescente
dicha la atravesaron.
Sus dedos trazaron la curva de su cadera, la cabeza de él elevándose para
revelar su expresión que era rígida con apenas una contenida hambre.
—Pero, de nuevo, una piel tan increíble nunca debe ser cubierta—, dijo él
con voz ronca. —Tal vez te mantenga en mi harén sin nada para ocultar tanta
belleza.
Temblaba, no tan indignada como ella debía de estar por su fantasía de
verla moviéndose por ahí con su trasero desnudo. De hecho, estaba empezando
a apreciar las ventajas de permitirle el acceso libre a sus labios y dedos
inteligentes.
Fue sólo la mención de su maldito harén lo que la molestó.
—Ni siquiera en tus sueños—, se obligó a murmurar.
Su risa baja acariciándola como una cálida caricia. Delicioso. Casi tan
delicioso cuando él deslizó su mano por debajo de su muslo para tirar de sus
piernas.
Tayla se tragó un gemido, su coño apretándose con anticipación. Sólo la
idea de él colocándose encima de ella y llenándola con la gruesa longitud de su
pene era casi suficiente para llevarla a su clímax.
¿Qué pasaría cuando en realidad lo hiciera?
¿Iba a arder?
—Sobre los deberes de un dragón—, balbuceó ella, de repente nerviosa
por la pura furia de su deseo.
Amenazaba con consumirla.
—Estoy cuidando el único deber de dragón que importa—, le dijo, sus ojos
ámbar sosteniendo su mirada mientras él se inclinaba para tirar de sus
pantalones sueltos.
Sus uñas se clavaron en sus palmas. No mires, no mires, no mires...
Ella miró.
Y ella se perdió.
Era tan hermoso como esperaba. No. Más precioso.
Ninguna cantidad de imaginación se podía comparar con la visión de su
cuerpo perfectamente esculpido que ondulaba con músculos magros y brillaba
con sus tatuajes hipnotizantes. Parecía como si hubiera sido creado por la mano
de un maestro.
Y luego estaba su pene...
Largo y duro y lo suficientemente grueso como para hacer que se
preguntara si encajaría o no.

90
—Baine—, graznó, muy perdida en las sensaciones como para protestar
cuando se él se movió para colocar sus caderas entre sus piernas abiertas.
Con la cabeza baja, su boca dejando caer besos inquietos sobre su
ruborizada cara antes de que lamiera un camino por el lado de la garganta.
—Mmm.
Su rugido de placer vibraba contra ella, sus manos en movimiento para
empujar sus dedos en el espesor de su suave cabello. Se había preguntado lo
que se sentiría desde la primera vez que lo vio. Ahora sabía. Satín. Satín puro.
—Me encanta tu sabor—, murmuró él, pellizcando la carne tierna en la
base de su cuello. —Limones.
¿Limones? Tayla se puso rígida. Eso no sonaba muy atractivo.
— ¿Estás diciendo que soy amarga? —Preguntó.
—Pastel—, se corrigió, los labios se pasearon sobre sus pechos para dar a
cada apretada, tensa punta una persistente lamida. —Seductora. Adictiva.
Está bien. Eso sonaba mejor. Ella dio un suave gemido mientras sus labios
siguieron bajando, el calor de su cuerpo explotando a través del aire. Casi como
si se hubiera abierto la puerta de un horno para permitir que su fuego interior
ardiera por el aire.
Al sentirla temblar de asombro, levantó la cabeza para estudiarla con
preocupación.
— ¿Estoy demasiado caliente?
Una risa temblorosa fue arrancada de sus labios. —Si cualquier otro
macho me hiciera esa pregunta supongo que él…
Sus burlonas palabras fueron cortadas cuando Baine la miró con una furia
inesperada.
—No. —Dijo él con voz áspera.
El corazón de Tayla se estrelló contra sus costillas. Ella tuvo una repentina
mirada del depredador letal que se ocultaba debajo de la superficie.
—No hablarás de otros machos—, ordenó, erizándose con una pura
posesión masculina. —Ni siquiera pensar en ellos.
Agarrada con la guardia baja por el ardor de su reacción, ella hizo un
movimiento de cabeza.
— ¿Qué quieres decir?
Se inclinó hasta que estuvieron nariz con nariz. —Soy el único macho que
tendrás en tu mente. —Él reclamó sus labios en un beso que irradió calor hasta
las puntas de los dedos de sus pies. —Y en tu cama.

91
Capítulo Ocho

Traducido por Mala y perversa


Corregido por Arhiel

En alguna parte, el cerebro podrido de Baine sabía que estaba exagerando.


¿Desde cuándo había considerado él si una mujer estaba o no pensando en
otro hombre? Nunca. Ese era el cuándo. Mientras estaba en sus brazos él sólo
había asumido que estaba allí porque estaba deseosa de ser su amante.
¿Por qué no iba a pensar eso? No era como si no hubiera una fila de
mujeres esperando a ser invitadas a su harem.
Ahora, sin embargo, estaba luchando contra la abrumadora necesidad
de…
¿De qué?
Ya la había reclamado con la marca del dragón que colgaba de su cuello.
Sin embargo, había una inquietante necesidad profundamente dentro de él que
exigía más.
Sintiendo quizás el avaricioso deseo de mantenerla completamente para sí
mismo, Tayla le miró con sospechoso cuidado.
—Baine…
—Sshhh, no hables más. — Enmarcando su rostro con las manos, Baine
giró su cabeza para arriba para poder besarla con total reclamación.
Mía, susurró una voz en el fondo de su mente.
Separando su boca con la lengua, Baine probó profundamente su áspera
dulzura, una salvaje necesidad zumbando a través de su cuerpo. Por un
segundo permaneció rígida debajo de él, como si desconfiara de su feroz
posesividad. Luego, con un suspiro, se arqueó acercándose más a su cuerpo, sus
dedos deslizándose a través de su pelo.
—Mandón—, murmuró contra sus labios.

92
La bestia dentro de él gruñó con satisfacción sintiendo su capitulación.
Rozó su boca sobre sus ojos, la fina línea de su nariz antes de regresar a
sus suaves labios que parecían suplicar por un beso. Al mismo tiempo se fue
acomodando más profundamente entre sus piernas.
Ambos se quejaron al unísono cuando la cabeza de su poya se deslizó a
través de su húmeda hendidura. Baine apretó los dientes. Sería tan fácil
golpear hasta llegar a casa y poner fin al brutal dolor por poseer a esta hembra.
Pero no iba a haber manera de que él se corriera cuando era su primera vez
juntos.
No cuando él quería que ella estuviera tan perdida en su necesidad que
olvidara que había sido alguna vez canjeada a él por su padre.
Acariciando un punto sensible en la base de su garganta, sonrió cuando
ella inclinó la cabeza hacia atrás para permitirle un mayor acceso.
Explorando hacia abajo, lanzó una fina ráfaga de fuego que bailó sobre su
delicada piel. No lo suficientemente caliente para quemar, pero sí un
chisporroteo de calor erótico que hizo que se sacudiera con sorpresa de placer.
—Eso es…— Sus palabras se perdieron mientras él siguió bajando,
tomando un fruncido pezón entre sus labios. —Tan bueno.
—Perfecto—, murmuró, saboreando su gusto ácido mientras exploraba la
curva de su pecho y luego más abajo.
Y siguió viajando hacia abajo. A lo largo de su estrecha caja torácica, sobre
el inicio de sus caderas.
Ella era muy pequeña, pero perfectamente curvada y tan exquisitamente
frágil. Al igual que un raro libro que necesita ser manejado con cuidado, se
recordó a sí mismo severamente.
Atando la bestia dentro de él, avanzó lentamente hacia la parte baja del
colchón, deslizando los brazos por debajo de sus muslos. Entonces, abriendo
sus piernas más ampliamente, aspiró con una profunda inhalación su tentadora
excitación.
Con un gemido bajo, tiró de sus piernas sobre sus hombros, poniéndola en
el ángulo perfecto para barrer con su lengua a través de su vagina. Su pene saltó
cuando el sabor de ella llenó su boca.
Maldición. Era más rico que la mayoría de los duendes. Una mezcla
compleja, como si tuviera profundidades escondidas.
En cualquier otro momento podría haber hecho una pausa para investigar
a través del misterio. Los dragones adoraban los rompecabezas, después de
todo. Pero no estaba de humor para detenerse lo suficiente para interrogarla
sobre el sabor multifacético que burlaba sus sentidos. No cuando su lengua se
estaba hundiendo en el apretado canal antes de acariciar de nuevo su tierno
clítoris.

93
Ella se estremeció, su agudo jadeo llenando el aire. Ah. Así que a su
pequeño duende le gustaba eso. Repitiendo la caricia una y otra vez, sujetó con
más fuerza sus piernas mientras se retorcía de placer.
—Basta—, suspiró, alcanzando a enhebrar sus dedos por su cabello.
Oh, diablos, no. No había sido suficiente, decidió Baine.
Si todavía podía formar palabras coherentes era que no estaba tan perdida
en sus pasiones como debería de estar.
—Córrete para mí—, ordenó, su lengua moviéndose sobre su preciso
punto de placer.
Ella dio un gemido ahogado, sus dedos tirando de su pelo con fuerza
suficiente como para causar dolor. No es que Baine lo percibiera. Estaba
perdido en el deleite de ver su pálido rostro enrojecido y sus ojos
oscureciéndose hasta parecer brillantes esmeraldas en la luz del sol.
Su respiración se convirtió en pequeños jadeos, sus dientes hundiéndose
en su labio inferior cuando finalmente se dejó ir en su clímax con un grito
agudo de dicha. Todo su cuerpo se estremeció con la fuerza de su orgasmo.
Aún así, siguió acariciando su vagina, jugando con ella a través de su
liberación e inmediatamente reavivando su deseo.
—Baine—, su suave queja, atrayéndole de vuelta sobre su cuerpo, sus
labios deteniéndose cada centímetro para plantar un beso burlón sobre su piel
húmeda.
Sus dedos se curvaron sobre su pechos, los pulgares rodeando los picos
apretados de sus pezones mientras su boca trazaba besos sobre la curva de su
cuello.
—Tócame—, exigió, ásperamente.
Con un pequeño gemido de alivio, ella lo cumplió al instante casi como si
hubiera estado ansiosa por explorar sus rígidos músculos. Baine murmuró una
maldición, agarrando las caderas de ella para apretarlas firmemente contra su
dolorida pene.
Había tenido la intención de disfrutar con ella durante horas. Quizás días.
Sin embargo la pequeña sexy duende no se contentó con pasar suavemente sus
manos sobre su pecho. No. Acarició la línea de sus hombros y sus abultados
brazos antes de seguir lentamente la línea de su columna vertebral.
Su aliento silbó entre sus dientes cuando ella agarró brevemente su culo y
luego deslizó sus dedos alrededor de sus caderas para así poder envolverlos a
lo largo de su erección.
Al mismo tiempo, alzó su cabeza del colchón, utilizando la punta de la
lengua para trazar los tatuajes que se movían sobre su piel.

94
Maldición. Rayos de felicidad crepitaron a través de él, su pene latiendo
con una demanda urgente de liberación. No había maldita manera de que él
fuera a durar unos pocos minutos más, ni hablar de todo el día.
Evidentemente iba a tener que llegar al límite de su hambre antes de
considerar un plan tan ambicioso.
Bajando la mano, cerró sus dedos sobre los de ella, ayudándola a guiar su
erección hacia la entrada de su cuerpo. Entonces, cuando la ancha cabeza
descansó contra su apertura, mantuvo el contacto con sus dedos, moviéndolos
para rozarlos contra su clítoris. Tayla dio un gemido suave, su cabeza cayendo
hacia atrás al colchón mientras removía las brasas de su excitación.
No fue hasta que ella instintivamente envolvió sus piernas alrededor de
sus caderas, abriéndose a sí misma para su penetración, que él no se lanzó hacia
delante, estirándola y llenándola hasta que estuvo totalmente encajado en su
apretado canal.
Mirando a la mujer debajo de él, una sensación extraña se extendió a
través de su pecho ante la vista de la vulnerabilidad que brillaba en sus grandes
ojos. ¿Podría haber parecido más inocente? Como un ángel que había robado de
los cielos. El instinto de protección que se agitó envió un escalofrío de alarma
por su columna vertebral.
No. Violentamente cerró la puerta a cualquier cosa que pudiera distraerle
de ese momento.
Bajando la cabeza la besó con fiera demanda, tirando de sus caderas hacia
atrás antes de adelantarse de nuevo en su acogedor calor. Ella gimió
suavemente, estimulándolo, levantando las caderas para encontrar sus
poderosos golpes.
Baine deslizó su lengua entre sus labios, su dragón ronroneando de placer
como si liberara una explosión de fuego de dragón. Sin darse cuenta de que
estaban envueltos en sus llamas, Tayla le devolvió el beso con una creciente
desesperación que no podía ser fingida.
En ese momento no estaba pensando en su padre o en el deber o en el
pago de una deuda.
Sus pensamientos se hicieron añicos con el crudo placer que apretó sus
bolas.
Estaba cerca. Tan felizmente cerca.
Al presionar los dedos de Tayla apretando contra su clítoris, la oyó soltar
un gemido estrangulado, su cuerpo apretando alrededor de su pene. Incapaz de
contenerse más, empujó sus caderas hacia adelante una vez más, silbando
mientras su poderoso clímax explotaba a través de él.
Llamas incandescentes bailaban sobre la cama, entrelazándose entre sus
cuerpos estrechamente encerrados, como si los uniera juntos.

95
Maldición. ¿Qué le había hecho esta mujer?

96
Capítulo Nueve

Traducido por Mala y perversa


Corregido por Arhiel

Levet no estaba seguro de cuanto estaba pagando el duende por su


alojamiento en el pub, pero fuera lo que fuera, era demasiado.
Arrugando el hocico ante el hedor a cerveza rancia y orina que llenaba las
celdas inferiores, mantuvo su cola levantada del suelo pegajoso y abrió la
puerta que estaba oculta tras una red de ilusión.
Si fuera posible, el reducido espacio era peor que las celdas exteriores.
No solo estaban los olores desagradables, sino que también había
montones de ropa sucia tirada por el suelo junto con botellas vacías y platos
sucios que hicieron que Levet se estremeciera de horror.
Claramente Odel había entrado en una espiral descendente hacia el
infierno.
El lugar perfecto para el tonto invertebrado, reconoció Levet. Por
desgracia, necesitaba al duende para rescatar a Tayla del dragón. Una vez que
Tayla estuviera a salvo, el imbécil podía ahogarse en su propia basura por lo
que a Levet concernía.
Forzándose a sí mismo a atravesar el umbral, miró alrededor de la
habitación aparentemente vacía, aliviado de que las gárgolas fueran inmunes a
la mayoría de las enfermedades. ¿Quién sabía que gérmenes desagradables se
estarían propagando por el pantano de inmundicia?
Pero aún, no había ningún duende acostado en la raída cama o agachado
en el oscuro rincón.
—Sacrebleu—, murmuró Levet, presionando sus alas más cerca de su
cuerpo. —Esta debe ser su habitación, pero dónde está… Sus palabras se
interrumpieron cuando captó el aroma de higos empapados en brandy. Un
minuto más tarde un macho con el pelo largo dorado y una cara larga se
balanceó dentro de la habitación, vestido con una arrugada camisa blanca y

97
unos pantalones negros. — ¿Odel? —murmuró, mirando mientras los ojos
verde amarillento del macho se estrechaban.
—Sí, soy Odel—, dijo el duende, casi cayéndose contra su cara cuando
realizó una exagerada reverencia. —A su servicio.
Levet chasqueó la lengua. El macho estaba borracho como una mofeta. Un
dicho muy particular teniendo en cuenta que Levet nunca había visto a una
mofeta tan borracha.
—No espera—, murmuró. —No soy Odel. De hecho, no conozco a ningún
Odel. Soy…—Sus cejas se fruncieron ridículamente mientras intentaba recordar
sus mentiras. —Infiernos ¿Cuál es mi nombre?
— ¿Odel? —Sugirió Levet.
—Sí, ese es. —Odel sonrió, entonces, demasiado tarde, se dio cuenta de su
error. —No. —El ceño fruncido regreso. —Deja de confundirme.
—Yo no tengo la culpa de tu estupidez.
El duende lo estudió con ojos vidriosos. — ¿Quién eres tú? ¿Algún tipo de
diablo?
Levet sacudió lentamente la cabeza. —La genética es una cosa realmente
desconcertante.
— ¿La gen... qué?
Levet dio un paso hacia adelante, anhelando lanzar una bola de fuego al
fey borracho. No matarlo… solo chamuscarle sus cejas. Por desgracia el lugar
estaba tan empapado en alcohol que explotaría.
— ¿Cómo es posible que estés relacionado con Tayla? —Murmuró en
lugar de eso.
— ¿Tayla? — El macho se puso rígido agarrándose a la jamba de la puerta
para mantenerse estable. — ¿Conoces a mi hija?
—Sí, la conozco.
Hubo una corta, dolorosa pausa mientras la sangre abandonó el rostro del
varón.
— ¿Cómo está? —Preguntó por fin con voz ronca.
Levet resopló. —Como si te importara.
—Por supuesto que me importa. —Algo que podría haber sido pesar
retorció las finas facciones del macho. —Soy su padre.
Levet señaló con uno de los dedos de su garra en su dirección. —No tienes
derecho a reclamar ese título.
Odel se encogió de hombros, como si Levet le hubiera golpeado. —Tú no
sabes nada de mí.

98
—Sé que eres un cobarde egoísta que se jugó el alma y cuando llegó el
momento de pagar de tus deudas vendiste a tu hija para salvar tu cerdo—,
espetó Levet.
— ¿Mi cerdo? —El macho le miró brevemente confundido. — ¿Quieres
decir pellejo?
—Oui, para salvar su propio pellejo—, dijo Levet con tono impaciente. —
Eso es asqueroso.
—No sabía que más hacer—, Odel trataba rugir. —Me habrían matado.
—Y ¿qué pasa con Tayla? —Exigió Levet.
El macho se encogió de hombros, su expresión la de un niño malcriado. —
Prometieron que se convertiría en la consorte favorita de un poderoso dragón.
Levet negó con la cabeza. ¿Cómo podía este tipo estar relacionado con la
generosa, dulce, indefectiblemente amable Tayla?
—Por lo menos mi madre solo trató de matarme—, le dijo al macho. —
Nunca me prostituyó.
Odel lo miró durante un largo minuto, entonces, con un grito ahogado,
cayó de rodillas hundiendo su cara entre las manos.
—Es cierto—, balbuceó. —Soy una miserable excusa de padre.
—Lo eres—, estuvo de acuerdo Levet. —Los padres tienen como propósito
proteger a los hijos.
Odel levantó la mirada, las lágrimas corriendo por su rostro. —Ya es
demasiado tarde.
Levet frunció los labios. Podría ser un poco más simpático si pensaba que
el bastardo estaba llorando por Tayla y no por sí mismo.
—No. Todavía se puede hacer lo correcto—, insistió Levet.
— ¿Qué puedo hacer?
—Pagar la deuda y liberarla.
El duende sacudió la cabeza, la culpa onduló por su rostro antes de que
volviera la expresión petulante.
—No puedo—, murmuró. —El dinero se fue.
Por supuesto que se había ido. Levet puso los ojos en blanco.
— ¿Qué hay de tu tienda? —Exigió.
—Los trolls la destruyeron.
—Entonces no tienes otra opción— Levet se adelantó empujando al macho
en el centro del pecho. —Tendrás que entregarte a ti mismo.
Odel contuvo el aliento horrorizado. Era obvio que nunca se le había
pasado por la cabeza sacrificarse para salvar a Tayla.

99
Vómito. No espera… Gilipollas. Estúpido gilipollas.
— ¿Qué bien haría eso? —Balbuceó. —Ellos no me quieren.
—No te precipites, duende. Por una vez podría ser que tuvieras algún
valor—, una voz arrastró las palabras mientras un macho salió de un portal que
se abrió directamente detrás del arrodillado Odel.
El desconocido tenía un delgado rostro con las características finamente
cinceladas que tenían los fey y un pelo largo y negro, aunque Levet no pudo
detectar el poder habitual que zumbaba alrededor de un demonio.
—Mierda—, exhaló Odel, tratando de escabullirse cuando el portal se
ensanchó para dar paso a un trol completamente desarrollado que entro en el
estrecho pasillo, su gruesa cabeza reventando las vigas de madera por encima
de ellos. Volviéndose hacia Levet, el duende borracho frunció el ceño con
abierto disgusto. —Me has tendido una trampa.
— ¿Por qué iba a tenderte una trampa, criatura absurda? —Protestó Levet,
contoneándose hacia el otro macho. Tenía que ser un fey. O al menos poseer
algún tipo de sangre mágica. Esa era la única manera de que pudiera crear
portales. Levet se detuvo delante del macho, olisqueando sus pantalones de
cuero. Hmmm… olía como a apio. Puaj. — ¿Eres un hada? —Le preguntó.
La criatura dio un paso hacia atrás sobresaltado mirando a Levet. —
Aléjate de mí.
Levet ignoró la rudeza del individuo. En realidad, los demonios deberían
tomar clases de buenas maneras.
— ¿Por qué estás aquí? —Exigió.
—El duende viene conmigo—, dijo el demonio, su mirada fija en Odel,
que estaba caminando hacia atrás como los cangrejos atravesando el sucio
suelo.
¿El idiota estaba intentando escapar?
—Non. —Levet puso las manos en las caderas, hinchando su estrecho
pecho. —Yo le localicé primero. Quien lo encuentra se lo queda. Él viene
conmigo.
El macho de pelo oscuro pareció estar preguntándose si Levet estaba
completamente en su sano juicio, entonces agitó una delgada mano hacia el troll
que esperaba.
—Coge a los dos.
Levet soltó un chillido cuando el trol gigante se estiró para agarrarlo por
las alas.
Oh... Porras.

100
Tayla se esforzó por recuperar el aliento mientras Baine rodó lentamente
hacia un lado manteniendo los brazos envueltos apretadamente alrededor de
ella. En el fondo de su mente había una voz persistente de peligro que
amenazaba con destruir ese momento. Pero incluso mientras ella se sentaba,
Baine capturó sus labios en un beso que ardió a través de ella, abrasando lejos
su breve intento de cordura.
Oh, sí y haciendo que sus dedos se doblaran con asombro.
Acurrucada contra él, trató de pensar lo que iba a decir. No sabía nada de
conversaciones de almohada. Y ‘gracias por el mejor sexo de mi vida’ parecía
un poco raro dadas las circunstancias.
Así que en su lugar le hizo la pregunta que le había estado fastidiando
desde que Baine la había llevado a la casa de campo.
—No me has dicho por qué tuvimos que salir de tu guarida—, murmuró.
Sintió como se tensaba, sus labios rozando distraídamente su frente
húmeda.
—Mi padre—, su voz afilándose con una súbita ira.
Tayla hizo una mueca. El breve tiempo que había estado en compañía del
viejo dragón le había dejado la impresión de que era un bruto agresivo que
gobernaba con mano de hierro.
Gracias a los cielos que Baine la había comprado a la bestia aterrador.
— ¿Qué pasa con él?
—Él es…—Vaciló, debatiéndose como si buscara la palabra adecuada. —
Impredecible.
Tayla soltó una risa afilada. Ella tenía a Odel. Fue duro tenerle como el
mayor padre impredecible del mundo.
—Conozco la sensación.
Los labios de Baine volaron por su nariz hacia abajo antes de presionar
ligeramente sobre su boca.
—Sí, supongo que la conoces.
Ella se echó hacia atrás para estudiar su hermoso rostro. — ¿Vosotros dos
no os lleváis bien?

101
Se encogió de hombros. —Los dragones raras veces estrechan los lazos
familiares. Somos criaturas solitarias por naturaleza, aunque Synge está
siempre dispuesto a reclamarme como su hijo cuando quiere algo de mí.
Hizo caso omiso antes la extraña punzada que se aferró a su corazón ante
su afirmación contundente de que él era un solitario.
— ¿Quiere algo ahora?
Un calor peligroso llenó el aire. —A ti.
— ¿A mí? —Frunció el ceño ¿Era broma? No, Baine podía provocar pero
nunca bromear. — ¿Por qué?
—No lo sé, pero tengo la intención de averiguarlo. —No había ninguna
duda sobre su total determinación a pesar del hecho de que estaba deslizando
una línea de besos a lo largo de su mandíbula. —Hasta entonces nos
quedaremos aquí.
— ¿Nosotros? —La sorpresa y algo más peligroso sacudió a Tayla ante la
idea de ellos dos pasando unos días, tal vez semanas, solos en la pequeña casa
de campo. De alguna manera había asumido que iba a volver a su guarida. —
¿Vas a quedarte aquí?
Castigó el lóbulo de su oreja con un pellizco. — ¿Dónde más podría estar?
—Pensé…
—No pienses—, interrumpió, capturando su boca en un beso que fue un
deliberado intento de inflamar sus sentidos.
Funcionó a las mil maravillas.
—Baine—, suspiró, su corazón golpeando contra sus costillas.
—Sabía que iba a ser así—, exhaló.
Ella se estremeció. — ¿Así cómo? —Preguntó, incluso cuando ya sabía la
respuesta.
Poderoso, explosivo, abrumador.
—La perfección—, dijo, con los ojos brillantes. —Estamos claramente
destinados a estar juntos.
Se bloqueó ante sus palabras.
Él estaba en lo correcto. No había ninguna necesidad de pensar. Todavía
no.
En este momento lo único que quería hacer era sentir. Y sentir Y sentir.
Tayla acarició los músculos lisos de su pecho, fascinada por el calor de su
piel satinada. Al mismo tiempo deslizó el pie por su pantorrilla, el movimiento
presionándola más cerca del creciente grosor de su pene.

102
La excitación burbujeó a través de ella ante su pronta respuesta. El
conocimiento de que podía agitar sus más primitivos deseos era tan
embriagador como el néctar.
—Mi encantadora duende—, gruñó Baine, aplastando sus labios con
lentos, embriagadores besos que hacían que se arqueara de placer.
Sabía a fuego de dragón. Y a sexo. Y a poder.
Una combinación embriagadora.
Sus manos rozaron su cuerpo con una íntima exploración que la hizo
temblar. Acarició la curvatura de sus hombros y bajó por la parte posterior de
sus brazos. Moldeó sus pechos, sus pulgares acariciando los picos dolorosos
que eran sus pezones. Al mismo tiempo continuó cegándola con profundos
besos que aturdían su mente.
El deseo estalló a través de ella, así como una peligrosa sensación que
rápidamente enterró en el fondo de su mente.
Detectando sin esfuerzo su impaciencia, la hizo rodar sobre su espalda y la
cubrió con su pesado cuerpo, su boca buscando la punta de su pecho sensible.
Murmuró su aprobación cuando ella clavo sus uñas en su espalda y la
agarró por las caderas.
Con exquisita habilidad atormentó su pezón, su pene frotándose contra su
clítoris hasta que ella se arqueó debajo de él en una súplica silenciosa. Volvió su
atención hacia el otro pecho, deslizando su mano bajo la curva de su trasero.
—No puedo esperar—, gruño. — ¿Estás preparada?
¿Preparada? Buen dios, ella estaba a punto de explotar.
—Sí—, exhaló.
—Dime que me necesitas—, ordenó. —Quiero oír las palabras.
—Te necesito.
Como si sus palabras hubieran roto la correa de su control, Baine dio un
gruñido y con un fuerte empujón se enterró profundamente en ella.
Tayla se quedó sin aliento. Era lo suficientemente grande como para
llenarla hasta el límite, pero fue una quemadura exquisita. Con un gemido
gutural, envolvió sus piernas alrededor de sus caderas y le clavó los talones en
la parte baja de la espalda.
—Más—, murmuró, enterrando la cara en el cuello de ella.
Tembló al sentir el roce áspero de su lengua sobre su pulso, un cálido baile
erótico sobre su piel mientras el cuerpo de él se envolvía en el fuego del dragón.
Sí. Sí, sí, sí.
Le clavó las uñas en las caderas, agarrándole bien cuando su ritmo se
aceleró. Era tan bueno. Demasiado bueno.

103
La sensación combinada de su calor y las embestidas implacables estaban
arrojándola rápidamente sobre un vórtice de dicha. Sabiendo que era una
pérdida de esfuerzo tratar de prolongar el placer, Tayla levantó las caderas del
colchón encontrando cada empuje de él.
Gimió mientras una ráfaga de fuego de dragón les rodeó, uniéndoles y
catapultándolos juntos a un orgasmo compartido que les baño a ambos de
placer.
Perdida en una saciada neblina, flotaba con un sentido de irrealidad,
mientas Baine acariciaba con besos el camino hasta debajo de su oreja, al mismo
tiempo, sus manos bordearon su cintura hasta rodear sus pechos hinchados.
Baine gimió de satisfacción cuando sus pezones se arrugaron fácilmente
con anticipación.
—Mía.
El aliento se robó de sus pulmones mientras la conciencia de Baine fluía a
través de ella con una intimidad impactante. Fue como…
Ella contuvo el inestable aliento.
Oh, mierda.

A pesar de las evidentes señales de peligro, fue muchas horas más tarde
antes de que Tayla verdaderamente aceptara que estaba en problemas.
No sólo era el tipo de problema ‘mierda mi soufflé se desinfla’. O el
problema ‘se me olvidó pagar el recibo de la luz’.
Esto era el problema ‘oh Dios mío, toda mi vida ha cambiado.’
Debería haberlo sabido en el mismo segundo que Baine empujó
profundamente dentro de su cuerpo. Había sido placentero. Tan placentero que
había estado casi a punto de perder el conocimiento. Sin embargo, se había
dicho a sí misma que era la satisfacción de estar en las manos de un amante con
talento.
Incluso cuando había sentido la sensación inequívoca de la fusión de sus
almas había tratado de hacer como que no se estaba dando cuenta.
Pero ahora ya no podía negar la flagrante verdad.
Había una parte de ella que estaba convencida de que este macho era… su
compañero.
Como una pareja por siempre, y por siempre y por siempre.

104
Afortunadamente, su estómago había gruñido en protesta por las largas
horas que había pasado sin alimento y Baine se había arrastrado de la cama
para recoger lo último que quedaba de pan y miel, así como el cuenco de néctar,
lo que le permitió a ella considerar las consecuencias nefastas.
Y eran nefastas.
Los fey no eran como muchos demonios. La mayoría de ellos podían optar
por estar con una pareja o una docena. Pero cuando un duende estaba con una
especie que se emparejaba, como los vampiros o los hombres lobo, podría
activar el instinto latente para ser reclamados.
El pánico se agitó en el fondo de su estómago.
¿Qué estaba mal con ella?
No solo había participado plenamente en su propia seducción, sino que
ahora se estaba enredando emocionalmente con el macho que había hecho un
intercambio por ella como si fuera un pedazo de propiedad.
Tragando el néctar a una velocidad imprudente, Tayla trató de ignorar al
dragón que yacía junto a ella, con una sonrisa indolente en su dolorosamente
hermosos rostro.
Sí, como si ella pudiera ignorar el atronador calor que pulsaba a través del
aire. O el hecho de que ambos estaban completamente desnudos.
Aún así, tenía que tratar de poner algún tipo de barrera entre ellos. De lo
contrario, podría adivinar que había agitado sentimientos que nunca deberían
haber sido agitados.
¿Cómo de patético sería?
Sobre todo cuando había puntualizado que los dragones no querían
familias o felices-por-siempre-jamás.
Al darse cuenta de que se estaba poniendo sensiblera, se concentró en la
copa vacía en la mesita de noche.
Observándola con una extraña expresión de satisfacción, como si le diera
placer que ella se las hubiera arreglado para limpiar el plato, Baine alejó la
bandeja mientras sujetaba la botella de néctar.
— ¿Un trago más? —Preguntó.
—No. —Sacudió la cabeza. Un poco más y estaría cantando cancioncillas
de marinero y llevando la pantalla de la lámpara en la cabeza. —Es muy
potente.
Se rió entre dientes. —Debe serlo. Ha vuelto tu nariz roja.
Levantó una mano para tocar su nariz que se había entumecido. —No lo
está.
Baine se inclinó para besar la punta. —Todavía es bastante adorable—, le
aseguró, sus palabras un ronroneo gutural. —Junto con tus labios. —Rozó su

105
boca contra sus hormigueantes labios antes de trasladarse para trazar la concha
de su oreja. —Y las orejas, y…
Pulsos eróticos de placer ardieron a través de ella con cada caricia
destructiva. Instintivamente, inclinó la cabeza hacia un lado, invitándole
silenciosamente a arrastrar su boca hacia abajo por la curva de su cuello.
Fue sólo cuando sintió que su sangre se caldeaba a la espera de su
contacto que se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Siiii. Se suponía que debía
estar construyendo barreras, no fundiéndose bajo labios exploradores.
Se obligó a alejarse de su maestría intoxicante, tiró de la sábana hasta el
cuello.
— ¿Qué hora es? —Preguntó.
Baine arqueó una ceja, leyendo fácilmente su incomodidad. —El tiempo
no tiene sentido en este lugar.
Eso era bastante cierto. Podrían haber transcurrido unas pocas horas
desde que habían entrado en la casa de campo, o un mes.
—Tal vez no, pero no podemos quedarnos aquí para siempre.
Los ojos ámbar la estudiaron con una intensidad desconcertante. — ¿Por
qué no?
—Porque…
— ¿Sí?
Se esforzó en buscar una excusa que le pudiera dar una hora más o menos
de espacio para respirar.
—Tengo que comprobar mí casa—, finalmente consiguió murmurar.
—No va a ir a ninguna parte.
—Tal vez no, pero hay reparaciones que necesito hacer y necesito limpiar
todo el lugar—, balbuceó.
Parecía menos que nada impresionado por su excusa apresurada. —La
gárgola puede hacerse cargo de ello.
—No es responsabilidad de Levet—, insistió. —Es mía.
Hubo un largo e incómodo silencio antes de que se acercara para poner
suavemente un rizo suelto detrás de su oreja.
— ¿Qué pasa?
Se estremeció. ¿Qué podría hacer si se lo decía?
Oye Baine, sé que solo soy una concubina temporal que está aquí para pagar los
miles de dólares que debe mi padre, pero creo que has encendido mi instinto de
apareamiento.
Podría echarse a reír o utilizar su debilidad en su favor.

106
Tampoco era aceptable.
Con seriedad mantuvo su excusa. —Mi casa fue destruida por los trolls.
—Esto no tiene nada que ver con tu casa.
— ¿Eres un lector de mentes?
—Tayla. —Enmarcó su cara con las manos, estudiándola con una creciente
impaciencia. —Háblame.
Se encogió de hombros, deseando que su exótico aroma no estuviera
impregnando el aire. Ya era bastante malo que estuviera estupendo y desnudo,
con hipnotizantes tatuajes.
¿También tenía que oler deliciosamente?
—No hay nada que decir.
Sus ojos se estrecharon. —Hace tan solo unos minutos estabas…
Apresuradamente tapó su boca con la mano. Sabía lo que estaba haciendo
hacía unos minutos.
E implicaba a sus labios envolviéndose alrededor de su pene muy dura…
—No—, jadeó.
—Y, ahora, estás ansiosa por alejarte de mí—, continuó, el aire picando
con un calor más enojado que sexy. — ¿Por qué?
Se humedeció los labios, mirando sobre su hombro hacia la ventana.
Cualquier cosa para evitar la abrasadora mirada de ámbar.
—Puedo estar obligada a ser tu concubina, pero eso no quiere decir que
pueda pretender que mi vida real no existe—, insistió.
No consideró las palabras que salían a borbotones de su boca. No hasta
que sintió tensarse a Baine.
— ¿Forzada? —Dijo, su voz un gruñido bajo.
Tayla hizo una mueca. Ratas. Había querido poner algo de distancia entre
ellos, pero no había tenido la intención de dar a entender que había sido algún
tipo de víctima involuntaria.
Con un esfuerzo encontró su feroz mirada. —Sabes a qué me refiero.
—De hecho, no lo hago. Sonaba como si estuvieras diciendo que te forcé a
venir a mis brazos. —Su cara estaba peligrosamente carente de emoción. —
¿Estoy equivocado?
—Solo quería decir…—Se lamió los labios, su mirada una vez más
dirigiéndose hacia la ventana. —Tengo una vida que no puedo dejar a la espera
para siempre.
Sus manos apretaron su cara. —Tayla, mírame.

107
Era una orden, no una petición y Tayla se encontró obedeciendo antes de
poder detenerse.
— ¿Qué?
Inclinó su cabeza hasta que estuvieron solo a un centímetro de distancia,
un pequeño zarcillo de humo saliendo de su nariz.
— ¿Estás en esta cama porque me querías o porque te sentiste obligada a
estar aquí?
—Baine…
—Responde la pregunta—, gruñó. — ¿Por qué estás en mi cama?
Ambos sabían por qué. No pudo resistirse a él.
Diablos, no quiso resistirse a él. Al menos su cuerpo no lo hizo.
Pero las palabras se negaron a salir de sus labios. En su lugar sacudió la
cabeza.
— ¿Tienes que tomar todo?
Le frunció el ceño en dura acusación. — ¿Qué demonios significa eso?
— ¿No es suficiente que haya estado de acuerdo en pagar la deuda de mi
padre?
—No, no lo es. —Los ojos de color ámbar se oscurecieron. No con ira. Sino
con algo que hizo que su corazón se encogiera con pesar.
Sus labios se abrieron para desdecir las terribles palabras, pero antes de
que pudiera hablar, él estaba fuera de la cama y tirando de sus sueltos
pantalones.
—Bien. —El amante complaciente se había ido. Sustituido por un
depredador de mirada fría que chasqueó los dedos con impaciencia. —Vístete.
Muy consciente de que acababa de destruir algo muy frágil y, quizás,
incluso precioso, Tayla se apresuró fuera de la cama, manteniendo la sábana
envuelta alrededor de su tembloroso cuerpo.
— ¿A dónde vamos? —Preguntó.
Los perfectos rasgos masculinos estaban duros, los tatuajes
arremolinándose sobre su cuerpo a un ritmo frenético.
—Si quieres ser tratada como otra bonita chuchería en mi tesoro, entonces,
tu deseo es mi orden.

108
Capítulo Diez

Traducido por: Nad!


Corregido por: Arhiel

Baine no podía recordar cuando había estado tan furioso.


No cuando su padre lo había arrojado fuera de la guarida de la familia
antes de que él apenas hubiera pasado la pubertad. No cuando un duende trató
de venderle un cofre lleno de oro de los tontos. Ni siquiera cuando una turba de
seres humanos excesivamente celosos se coló en su cueva y trató de apuñalarlo
con una horca.
Y eso era furia que fluía por sus venas como el ácido, él sombríamente se
aseguro. No tenía nada que ver con la decepción, o el deseo frustrado, o un
corazón dolorido.
Eso sería... una locura.
Sosteniendo el brazo de Tayla, él abrió un portal directamente a la parte
profunda, más secreta de su guarida. Entonces, tiró de ella hacia adelante, él
cerró la abertura detrás de ellos.
Una vez que él percibió que ella estaba firme sobre sus pies, la soltó y dio
un paso brusco hacia atrás, cruzando los brazos sobre su pecho.
Él se dijo que iba a ser aún más intimidante. Como si un gran, dragón
malo, necesitara un esfuerzo extra para intimidar a un pequeño trozo de un
duende. Pero eso era mejor que admitir que era la única manera de mantenerse
a sí mismo de llegar hacia ella para cepillar hacia atrás los rizos dorados que
enmarcaban su pálido rostro. O para tocar el suéter de cachemira de ciruela
para ver si era tan suave como parecía.
Dentro de él su bestia azotó su cola y respiraba fuego. No entendía por
qué él no estaba de vuelta en la cama con esta mujer en sus brazos.
A la bestia no le importaba que ella se negara obstinadamente a admitir
que ella se derritió bajo su toque porque ella lo desea. Desesperadamente. El

109
dragón sólo sabía que nada se había sentido tan bien como la sensación de tener
su pene sumergido profundamente en la sedosa calidez de su cuerpo.
Baine, sin embargo, se sintió profundamente ofendido por haber sido
acusado de forzar a una mujer.
¿No había pagado él una maldita fortuna para ella?¿Y él no había pasado
veinticinco años tratando de seguir su rastro?¿Y no se la había llevado él a su
propio pedazo de paraíso por lo que ella estaría feliz de pasar su tiempo con él?
Infierno, él había negociado incesantemente un favor de un Fey real para que él
pudiera tener el néctar más fino.
¿Y para qué?
Si el orgullo de ella exigía que la tratara como una prisionera, entonces
bien.
Él iba a tratarla como prisionera.
Él fingió no notar su expresión vulnerable al mirar alrededor del enorme
espacio que estaba lleno hasta el techo con montones de oro y joyas y piezas
inusuales de arte que habían capturado su atención en los últimos años. Sus
preciosos libros estaban en una biblioteca con temperatura controlada que
estaba oculta detrás de capas de ilusión en el otro extremo de la habitación.
Por fin ella le envió un ceño cuidadoso. — ¿Dónde estamos?
—En mi bóveda del tesoro—, él dijo arrastrando las palabras, su voz fría.
—Ponte cómoda.
Ella se encogió, envolviendo sus brazos alrededor de su cintura. —Tú no
va a dejarme aquí, ¿verdad?
— ¿Por qué no? —él gruñó. —Traté de ofrecerte un hogar agradable, pero
tú prefieres ser tratada como mi propiedad. —Él asintió hacia una pila de
lingotes de oro. —Aquí es donde guardo mis botines de guerra.
—Baine…
—Voy a volver cuando tenga necesidad de ti—, él groseramente la
interrumpió, en dirección a la entrada.
—No—Tayla corrió detrás de él. —Por favor espera.
Haciendo caso omiso de su petición, salió y cerró la puerta tras de sí.
Maldita sea, él no iba a sentirse culpable.
O solo.
O…
—Mi señor.
Con un parpadeo, Baine se dio cuenta del guardia que estaba de servicio
permanente frente a la puerta de su cuarto del tesoro que lo miraba con
evidente preocupación.

110
Él deliberadamente estudió el joven macho que era un mestizo como Char,
a pesar de que tenía el pelo negro corto y ojos que eran de un azul brillante.
—Torque.
— ¿Si mi señor?
—Asegúrate de que nadie tiene permitido estar cerca de la puerta—, él
ordenó. —No me importa quien sea. Sólo se me permite a mí en el interior.
El macho más joven parpadeó confundido. Fue la misma orden que cada
guardia recibió cuando se les dio la tarea de proteger su tesoro. No había
ninguna necesidad real de que Baine se repitiera.
—Por supuesto—, él murmuró.
—Y me alertaras inmediatamente si mi padre hace una aparición
inesperada—, él continuó.
El guardia asintió. —Aye señor.
Baine aún dudaba, sintiéndose extrañamente incómodo por tener que
dejar a Tayla.
No era miedo exactamente. Después de todo, no había nadie que
posiblemente pudiera entrar en su sala del tesoro. No sólo era constantemente
vigilada, pero estaba envuelta en hechizos que aseguraban que sólo él podía
formar portales en su interior.
No. Era más una sensación de malestar...
Como si él que le diera la espalda a la hermosa duende, ella podría
escapar.
Con un movimiento de cabeza a sus fantasías ridículas, Baine se obligó a
caminar a sus habitaciones privadas. No había manera en el infierno que Tayla
se escapara.
—Char—, él llamó, utilizando sus vínculos mentales con su leal servidor
para abrir un portal.
Segundos después el medio dragón entró en la habitación que estaba llena
de estanterías y sillas intensamente acolchadas. Con su pelo corto plata
cepillado de su rostro delgado, llevaba un jersey de cuello alto negro y
pantalones negros, parecía un turista excesivamente mimado que recorría el
mundo en busca de emociones. Mientras uno no se acercara demasiado al calor
que él bombea desde su elegante cuerpo musculoso o viera las nubes de
tormenta que se arremolinaban a través de sus ojos.
—Esto es una sorpresa—, arrastrando las palabras del hombre más joven,
estudiando a Baine con una ceja levantada.
Baine fue a servirse un vaso grande de su mejor brandy.
— ¿Qué es?

111
—No esperaba verlo fuera de la cama durante un mes—, explicó Char
felizmente. — ¿Por qué no está usted con su preciosa duende?
Una buena pregunta.
—Ella es…
— ¿Bella? —Sugirió Char. — ¿Sexy?¿Irresistible?
Lostres, en silencio él reconoció.
En voz alta, él dijo, —Irritante.
Char se encogió de hombros. —Ella es una mujer. Se supone que son
irritantes.
Baine tragó el coñac de un trago, levantando su mano para frotar la parte
posterior de su cuello. Maldita sea. Incluso cuando la encerró se sentía como si
ella lo estuviera mirando desde las sombras.
—Ella está haciendo un trabajo excelente—, él murmuró, estrechando su
mirada mientras Char le daba una risa aguda. — ¿Qué es tan divertido?
—Nunca lo he visto tan retorcido sobre una mujer.
El humo ondulaba de su nariz encendida. — ¿Retorcido?
Char dio un levantamiento de sus manos. — ¿Como lo llamarías?
—Un dolor en el culo—, él gruñó, todavía frotándose el cuello. ¿Qué
demonios? La mujer duende había sacudido claramente su mente. —
¿Encontraste a los trolls?
Char vaciló, como si estuviera considerando continuar el juego muy
peligroso de molestar a su amo. Entonces, fácilmente detectando que Baine
estaba en el borde de su paciencia, permitió que su sonrisa se desvanezca.
—Lo hice—, él dijo en tono enérgico. —He seguido el rastro de la guarida
de su mujer a un lugar a sólo una milla de distancia.
Diminutas llamas parpadeaban sobre la piel de Baine. Sólo la idea de trolls
estando al acecho cerca de la casa de Tayla fue suficiente para que la bestia
dentro de él rugiera de deseos de quemarlos hasta las cenizas.
—Ellos están vigilando la casa—, él dijo, con una expresión sombría. —Eso
era de esperar.
Char hizo un gesto lento. —Sí.
Baine dejo a un lado su vaso vacío. — ¿Hay más?
—He encontrado un portal cerca del borde de su campo.
¿Un portal? Baine siseo en shock. — ¿Duende?
—Fey.

112
Bueno, eso era... inesperado. ¿Qué demonios iba a estar haciendo un fey
con un troll? Las dos especies se odiaban mutuamente. Sólo una pregunta más
desconcertante en una lista muy larga.
— ¿Tú pudiste seguirlo? — él exigió.
—Yo lo hice.
Baine hizo un sonido áspero de impaciencia. ¿Desde cuándo obtener
información de Char era peor que tirar los putos dientes?¿Y por qué el cuello
continuaba picándole como si estuviera siendo observado?
Su mal humor se convirtió en francamente cabreado.
— ¿Y? — él espetó.
—Esto condujo a un castillo abandonado en la frontera de Noruega—,
reveló el macho más joven.
Baine le tendió la mano, esperando a que el mapa enrollado aparezca.
Entonces, él se movió a la mesa de trabajo, que se extendió a través de la
superficie plana.
—Muéstrame—, él ordenó.
Char fue rápidamente a su lado, apuntando hacia un lugar aislado.
—Aquí.
Baine estudió el terreno áspero. No es el tipo de lugar que atraería más a
un Fey.
— ¿Una fortaleza troll?
—No —Char dio una sacudida enfática con su cabeza. —No pude hacer
un barrido a fondo de la zona, pero sospecho que son asesinos.
Baine dio un golpecito con un dedo delgado sobre el escritorio. Por lo que
sabía de los despiadados mercenarios, cobraban una fortuna. A menos que
estuvieran desesperados, unos demonios estaban dispuestos a pagar el precio.
— ¿Desde cuándo los trolls comenzaron a contratar asesinos?
—No tengo ni idea. —Se encogió Char. —Pero tiene que tener algo que ver
con tú duende.
Baine sintió que su corazón dejó de latir. Y no en el buen sentido.
Ya era bastante malo que los trolls y su padre estuvieran extrañamente
interesados en Tayla. La última cosa que necesitaba era un grupo de asesinos
uniéndose a la locura.
— ¿Por qué dices eso?
—Hace menos de una hora, un fey mestizo junto con Skragg hizo una
aparición en el castillo.

113
Baine estrechó su mirada. Skragg era el troll que había ofrecido
originalmente a Tayla a su padre.
— ¿Pudiste oír lo que decían?
—No, pero yo pude observar a sus prisioneros.
— ¿Prisioneros?¿Quiénes eran?
—Un duende de sexo masculino que se conoce con el nombre de Odel, y
una gárgola en miniatura.
Baine lanzó un silbido frustrado. Debería haber sabido que Odel estaría
hasta el cuello de problemas. El idiota nació para ser un ancla alrededor del
cuello de Baine.
—Por qué debería—, Baine mordió sus palabras ya que él había sentido
una pérdida desgarradora que casi lo mandó a sus rodillas. —Mierda, —él
respiró, presionando una mano en el centro del pecho.
Se tomó un segundo para darse cuenta de lo que significaba el doloroso
vacío. No era sorpresa. Nunca en su muy larga vida había estado tan conectado
a una mujer que en realidad pudiera sentir muy dentro de él.
Sólo Tayla había logrado esa hazaña alarmante.
Las llamas bailaban sobre su piel mientras Baine salió de sus habitaciones
privadas y por el pasillo. Rápidamente, Char estaba junto a él, sus ojos iban de
un lado a otro como si buscara un enemigo para matar.
— ¿Qué demonios está pasando? —exigió el macho más joven.
—Ella se ha ido—, gruñó Baine, su ritmo no ralentizó mientras ellos se
dirigían directamente a su sala del tesoro.
Char frunció el ceño en confusión. — ¿Tayla?
Algo que podría haber sido dolor atravesó el pecho de Baine.
—Sí.
—Eso es imposible.
—A menos que alguien la ayudara a salir—, él señaló, deteniéndose
delante de la guardia. —Torque—, él ladró.
El macho se encogió, comiéndose con los ojos las llamas de Baine que se
habían intensificado a un calor blanco puro. Lo suficientemente caliente para
chamuscar un mestizo.
— ¿Si mi señor?
Baine dio un paso adelante. —¿No hice mis órdenes claras?
El macho hizo un gesto brusco. —Claras como el cristal.
—Entonces, ¿por qué abriste la puerta?
Torque palideció. —No lo hice.

114
Baine frunció el ceño. El joven soldado no era un idiota. Tendría que saber
que mentir a su amo era una sentencia de muerte.
—Alguien tiene que haber entrado en la sala del tesoro—, él espetó,
asumiendo que debía de haber otro traidor.
—No, mi señor. Nadie ha venido adentro o hacia afuera—, el joven
insistió. —Lo juro.
Murmurando una maldición, Baine dio un paso más allá del guardia
sudoroso y abrió la puerta.
Junto con Char entraron en la habitación e hizo una búsqueda rápida entre
los montones de tesoros. No es que fuera necesario. El vacío que siguió
palpitando en el centro de su ser era suficiente para decirle que Tayla había
desaparecido.
— ¿La dejaste aquí? —preguntó Char, como si Baine hubiera olvidado de
alguna manera que había escondido el hermoso duende.
—Sí.
— ¿A dónde fue ella?
—Esa es la pregunta, ¿verdad? —Baine se rompió, la bestia dentro de él
desesperada por salir y cazar a la mujer que él consideraba propia. Midiendo
sus pasos por un arcón lleno de rubíes preciosos, él llegó abruptamente al fin.
—Aquí, —él murmuró, inclinándose para tocar el suelo. Podía sentir la magia
que quedó de un poderoso hechizo. —Un portal.
Char hizo un sonido ahogado de incredulidad. —Ningún demonio puede
crear un portal en la sala del tesoro de un dragón.
—Está claro que uno lo hizo—, murmuró Baine, mientras que él en
silencio estuvo de acuerdo con su compañero.
No había forma de que cualquier criatura debería haber sido capaz de
crear una abertura en su guarida. Y mucho menos en esta zona densamente
escaldada. Era simplemente inconcebible.
Moviéndose a través de los hilos de la magia, lanzó una bocanada de
sorpresa. El portal había sido hecho por un duende.
—Tayla. —Con un movimiento brusco Baine estaba irguiéndose, sus cejas
rompiéndose juntas. Nada de esto tenía sentido. No, a menos... —Mierda. —
Baine sacudió la cabeza, preguntándose cómo demonios podría haber sido tan
ciego. —Eso es.
Char se movió para estar a su lado.- ¿qué es eso?
—He sido un idiota. —Baine recortó su mano en el aire, desgarrando un
portal que le permitiría seguir a su irritante hembra. —Vámonos.

115
Tayla se preguntó qué pasó con ella.
Durante años y años, ella había sido dueña seria, trabajadora de negocios
que mantiene un perfil bajo y evitaba cualquier riesgo.
Ahora ella era claramente suicida.
¿Qué otra cosa podría explicar su negativa a esperar en la sala del tesoro
de Baine como había sido mandada?
Ella se había, después de todo, comprometido a pagar la deuda de su
padre.De hecho, ella había frotado en su aceptación de su deber hasta el punto
que había hecho un logró herir el orgullo de Baine. Un conocimiento que
curiosamente la llenó de un repentino dolor.
Pero mientras que ella podría haber pedido su airada reacción, ella se
negó a permanecer entre su tesoro, simplemente esperando a que él fuera a
verla cuando decidiera que la quería de vuelta en su cama. Ellos tenían que
hablar.Ella tenía que explicar que...
Bueno, ella no estaba segura de lo que iba a decir, pero ella no iba a
esperar para decirlo.
Entonces, ella había abierto un portal para seguirlo, sólo para escuchar su
conversación con Char.
Ella se había olvidado brevemente de sus emociones enredadas, su
molestia con Baine, e incluso su miedo a ser descubierta por los trolls.Levet y su
padre estaban en peligro.
Ella tenía que hacer algo para salvarlos.
Memorizando el punto que Char había señalado en el mapa, donde había
formado un portal al castillo montañoso.No es de sorprender que hubiera sido
un monstruo feo gris que servía como una fortaleza impenetrable.Su suerte no
fue lo suficientemente buena para que su destino fuera un elegante spa en el
que pudiera tener un buen masaje facial y después se las habría arreglado para
rescatar a Odel.
Arrastrándose más cerca de los muros de piedra de dieciséis pies como se
atrevió, ella había creado otro portal que se abría en el nivel más bajo de la torre
interior.
Entonces, aterrada de ser capturada en cualquier momento, ella se había
deslizado a través de las oscuras mazmorras hasta que al fin captó el olor
inconfundible del granito.

116
Levet.
Mirando a su alrededor para asegurarse de que no había guardias cerca, se
encontró un trozo de alambre que había dejado caer en el suelo y rápidamente
recogió la pesada cerradura. Su padre no le había enseñado mucho con los años,
pero él había insistido en que ella supiera cómo detectar dinero falso, cómo
llorar en el momento justo, y cómo abrir una cerradura.
Nada de esto había sido de alguna utilidad.
Hasta este momento.
Lo más silenciosamente posible, empujó la pesada puerta abriéndola, su
miedo a asfixiarse se alivio cuando el pequeño demonio saltó de la estrecha
cama y se balanceo hacia ella.
—Mon Dieu—, Levet respiraba, sus alas temblando en shock. — ¿Cómo
llegaste aquí?
Tayla frunció el ceño. ¿El pobre había sufrido una caída sobre su
cabeza?¿Cómo creía que un duende había logrado entrar en una fortaleza
duende fuertemente custodiada?
—Hice un portal. —Ella habló lentamente. Por si acaso se había podrido
su cerebro.
Levet parpadeó. — ¿Aquí?
Síp. Tenía que ser un golpe en la cabeza.
— ¿Por qué no?
—Hay una capa de amortiguación de magia envuelta alrededor del
castillo—, la gárgola señaló, mirándola como si estuviera tratando de averiguar
un rompecabezas. —Yo no he sido capaz de producir tanto como una bola de
fuego.
Tayla se encogió de hombros. —Como ya he dicho, tengo un talento para
la creación de portales. Mi padre dijo que heredé el regalo de mi madre.
De pronto, distraído, el pequeño demonio frunció el hocico. —Ah oui, su
padre.
Tayla tragó un suspiro. Estaba acostumbrada a ese tono de aversión cada
vez que alguien hablaba de Odel.
— ¿Cómo lo conociste?
Levet levantó sus manos. —Fui en busca de él.
—¿Por qué?
—Era la única manera que podía pensar para salvarte del dragón.
—Oh. —La garganta de Tayla se tensó mientras las lágrimas llenaron sus
ojos. Durante el tiempo que podía recordar, ella había estado esperando ser un
adulto. Ella protegió a su padre de los colectores sin fin que se presentaron en

117
su puerta, y aseguraba de meterlo en su cama cuando él se entregó a demasiado
al néctar. Nadie había pensado nunca que ella pudiera ser rescatada. —Eso es
tan dulce.
—Sacrebleu. —Levet se frotó su atrofiado cuerno, su cola retorciéndose
alrededor de sus pies. —No vas a llorar, ¿verdad?
Ella olfateó, luchando contra las lágrimas. —Es sólo que... nadie ha
querido salvarme antes.
Extendiendo la mano, Levet palmeó suavemente su mano. —No hice un
muy explosivoiv trabajo, ¿verdad?
Los labios de Tayla se torcieron. Sólo Levet podría hacerla reír en medio
de una mazmorra oscura y húmeda que olía a duende.
—¿Muy buen?, —ella lo corrigió.
—Oui. —Levet dejó escapar un pequeño suspiro. —Tenía la intención de
llevar a Odel al dragón, a cambio de ti, pero apenas tuve tiempo de localizarlo
en un pub de Londres, cuando un extraño fey apareció junto con un troll.
Tayla palmeo a su amigo en la cabeza en agradecimiento antes de girar
sus pensamientos al último desastre de su padre.
Era raro que un Fey trabajara con un troll. Las dos especies se odiaban
mutuamente.
— ¿Han dicho por qué querían a mi padre? —ella le preguntó.
Levet murmuró algo que sonaba como una mala palabra francesa.
—Non, pero no es difícil de adivinar.
Tayla arrugó la nariz. Sólo había una razón para que alguien realmente
pudiera salir a buscar a su padre.
—Les debe dinero, ¿verdad? —Ella exigió con un suspiro.
Las alas de Levet se agitaron, sus manos presionando contra sus piernas.
Casi como si estuviera tratando con una manada hacia la puerta de la celda
abierta.
—No hay duda de que lo hace, pero eso no es la razón por la que lo
trajeron a este castillo aislado.
Ella se permitió ser empujado fuera de la celda. —¿Entonces por qué?
—Es una trampa, mabelle. Esa es la única explicación razonable. —La carita
fea estaba tensa con una preocupación creciente. —Tienes que salir de aquí.
Él estaba en lo correcto.
Era una coincidencia demasiado grande tener a los trolls cazándola y
luego que su padre fueras arrebatado por uno. Tenía que estar conectados.
Aún así, ella había llegado al castillo con un propósito.

118
—No sin ti—, murmuró ella, agachándose para agarrar el brazo de
Levet. — O mi padre.
—Tayla. —Levet se escurrió para mantenerse al día, su cola pegada
directamente detrás de él. —Espera.
Ella sacudió la cabeza, bajando un estrecho túnel mientras olfateaba el aire
por el olor de su padre.
—Tenemos que darnos prisa, —ella murmuró.
Levet tiró de su mano. —Detente.
Ella a regañadientes se detuvo para estudiar a su compañero con
impaciencia flagrante.
El túnel estaba sucio, oscuro, y las paredes eran resbaladizas con moho.
Por no mencionar el hecho de que su presencia iba a ser descubierta en
cualquier momento.
Ahora no parecía un buen momento para pararse y charlar.
— ¿Por qué?
Las alas de Levet cayeron. —Tu padre.
Tayla contuvo el aliento agudo. —Él no está herido, ¿verdad?
—Non. —Las alas se dejaron caer aún más abajo. —Él es el tipo que
siempre se las arregla para alejarse de un desastre indemne.
—Supongo que lo hace—, estuvo de acuerdo Tayla. Odel se aseguró de
sobrevivir. No importa cuál sea el costo. —¿Así que qué hay de malo?
Levet dudó antes de un suspiro ruidoso. —No creo que tu padre valga la
pena arriesgar tu vida.
—Oh. —Tayla se mordió el labio. Ella sabía que Levet estaba
verdaderamente preocupado por ella. Lo que era realmente maravilloso. Pero
ella se había pasado toda su vida cuidando de Odel. No podía simplemente
alejarse cuando ella sabía que estaba en problemas. —Él es mi padre.
—Es una pena—, murmuró Levet.
Tayla hizo una mueca, una vez más, tirando a Levet por el túnel. No había
manera de que le explicase por qué se sentía la necesidad de proteger a su
padre.
Probablemente porque no había excusa para la familia.
Ellos sólo… estaban.
Desesperada por encontrar a su padre y salir como el infierno de las
mazmorras desagradables, Tayla dobló una esquina, sólo para descubrir que el
camino estaba bloqueado por un macho de siete pies con una cara cuadrada y
cabello rubio zumbando cerca de su cráneo.

119
Él usaba de una camiseta y pantalones vaqueros, él podría haber sido un
ser humano, pero Tayla podía oler la sangre duende que corría por sus venas.
Como si el toque de color carmesí en sus ojos no ofrecería su herencia mixta.
—Ah. Por fin. —El macho sonrió, dejando al descubierto sus dientes
afilados. —He estado esperando mucho tiempo, mi querida.

120
Capítulo Once

Traducido Por Fangtasy


Corregido por Arhiel

Baine se agachó detrás de la gran roca en la cima de la montaña y miró al


castillo directamente debajo de donde estaba él.
Cuando siguió el portal de Tayla, había esperado terminar en su casa. Ésta
había estado molestamente ansiosa por regresar al estrecho edificio para
contemplar las reparaciones necesarias. ¿No era eso por lo que dijo que tenía
que abandonar sus brazos?
En su lugar, se habían posaban en... Baine inclinó hacia atrás la cabeza y
olfateó el aire.
¿Noruega?
Mierda.
— ¿Esta es la guarida de los asesinos? — gruñó.
Char se agachó a su lado, mirando hacia abajo a las ruinas recientemente
restauradas.
—Sí.
Baine frunció el ceño. Sólo había una razón por la que ella pudiera haber
venido a este lugar. Para rescatar a esa ridícula gárgola. O a su aún más ridículo
padre.
Pero, ¿cómo podría ella saber...
De pronto Baine recordó el extraño cosquilleo en su cuello. Los había
ignorado demasiado fácilmente.
Ahora se daba cuenta de que la truculenta duende debía haber creado un
portal para espiarlo. Luego, cuando ella había escuchado a Char revelando que
su padre y la gárgola habían sido capturados, había venido aquí para...

121
Bueno, no estaba seguro. Pero apostaría todo su tesoro a que eso incluía
arriesgar el hermoso cuello de ella.
—Maldita sea—,murmuró mientras el humo formaba zarcillos saliendo de
sus fosas nasales, las llamas bailando alrededor de sus pies.
De repente, el aire gélido era caliente y estaba cargado de vapor.
Char se volvió para así poder estudiar a Baine con una mirada firme. —
¿Vas a decirme qué demonios está pasando?
Sus manos agarraron la gran roca, sus pensamientos cada vez más
distraídos mientras su bestia primitiva trataba desesperadamente de captar la
esencia de su hembra.
¿Dónde estaba ella? ¿Había entrado ya en el castillo?
—Hace veinticinco años, hice un intercambio con mi padre por Tayla.
Char arqueó una ceja. —Sí, me acuerdo. Has estado en un irritante estado
de ánimo desde entonces.
Baine ignoró el insulto.
—Volví a mi guarida para recoger el pago, así como para preparar el
harén—,explicó en un tono distraído.
— ¿Preparar el harén? —Char previsiblemente tanteó. — ¿Qué significa
eso?
Baine frunció el ceño, su atención sin abandonar el castillo. —No es de tu
maldita incumbencia—, espetó, no dispuesto a revelar que había hecho que
todo el harén desapareciera para asegurarse de que no había trazas de otras
mujeres.
Char hizo un sonido que podría haber sido una risa ahogada. —Vale.
Baine ignoró la diversión del hombre más joven, demasiado ocupado
contando a los distintos guardias que podía detectar caminando por las
murallas.
—Cuando regresé, mi padre no se molestó en decirme que la mujer había
desaparecido—,continuó, volviendo su atención a las capas de magia que
fulguraban como una cúpula sobre el decrépito patio interior. —No hasta que
yo ya le había entregado el pago.
—Típico de Synge—,gruñó Char.
—Exactamente. — En aquel momento había estado furioso. Y no porque
su padre le hubiera jodido una fortuna. No podía creer que la fascinante mujer
se hubiera escabullido de sus manos. Y fue esa rabia lo que lo había cegado
hasta conducirlo a lo obvio. —Supuse que ella logró escaparse a través del
portal que los trolls utilizaban para regresar a este mundo. Pero ahora…
Permitió que sus palabras se desvanecieran, todo su cuerpo temblando al
captar el distante olor de limones quemados.

122
Tayla.
Y no estaba feliz.
—Crees que ella creó un portal por sí misma—,Char susurró atónito.
Baine se encogió de hombros. Bajo circunstancias normales, él estaría tan
atónito como Char por la extravagante habilidad de Tayla. Pero estas no eran
circunstancias normales.
No cuando estaba consumido por su frenética necesidad de sacarla del
castillo y llevarla de vuelta a su guarida.
—Debe haberlo hecho—,dijo con un encogimiento de hombros.
—Asombroso—, Char susurró.
—No es asombroso. —Él, por fin volvió la cabeza para mirar a su
compañero. —Es peligroso.
Char le ofreció una elevación de cejas. — ¿Por qué es peligroso?
—Es evidente que mi padre se dio cuenta de que Tayla poseía la
capacidad de entrar y salir de su guarida desapercibida. —Baine se estremeció.
Simplemente pronunciar esas palabras era suficiente para provocar un nudo de
temor en sus entrañas.
Char hizo una mueca. —Oh.
—Exactamente. —Baine asintió con la cabeza hacia el castillo por debajo
de ellos. —Y puesto que Skragg ha estado dándole caza, supongo que debe
haber sospechado que posee ese talento también.
—Eso explicaría su abrumador interés en una insignificante duende—
,murmuró Char.
—Sí. Los trolls quieren utilizarla para acceder a hurtadillas al tesoro de un
dragón. —La roca bruscamente se hizo añicos bajo la fuerza del intenso agarre
de Baine. —Y mi padre la quiere muerta.
—Maldición. —Char parecía realmente indignado. No era una sorpresa
que ya hubiera caído bajo el dulce encanto de Tayla. — ¿Cuál es el plan?
Baine sacudió la cabeza, tratando de pensar con claridad.
—Voy a entrar a por ella—,dijo, su voz espesándose con el poder de su
dragón.
— ¿Eso es todo? — Char alzó su mano para agarrar su brazo. — ¿Ese es el
plan?
Baine trató de soltarse del agarre restrictivo del macho. — ¿Quieres más?
¿Qué tal si mato a cualquiera que se interponga en mi camino?
Char lo agarró con fuerza. —Baine, ese es un plan terrible—,murmuró.

123
Un gruñido bajo de advertencia retumbó en el pecho de Baine, la piedra
fundiéndose debajo de sus pies.
—Ella es mía.
—Sí, lo entiendo—,Char dijo apresuradamente. —Es tuya. Pero si entras
ahí a la carga podrían matarla antes de que podamos traerla de vuelta.
Baine exhaló con los dientes apretados, casi entrando en combustión ante
la mera mención de Tayla resultando dañada.
Él arrasaría la tierra si le hacían daño.
Con esfuerzo, se obligó a concentrarse en su compañero.
— ¿Tienes alguna idea mejor?
—Sí. —Char señaló hacia el cielo que estaba pintado con los colores
brillantes del crepúsculo. —Tú los distraes y yo me cuelo dentro y la rescato.
La tierra tembló bajo sus pies. Era su mujer la que necesitaba ser rescatada.
Él quería ser el héroe.
— ¿Por qué no la rescato yo? —le espetó.
Char miró hacia la gran grieta que se había abierto justo detrás de ellos,
sonriendo con irónica diversión.
—Porque eres una distracción más grande.
Vale. No podía discutir con la lógica de Char. Había pocas cosas que
distraigan más que un dragón en plena madurez preparándose para provocar la
destrucción total.
Alzó el brazo para poner una mano sobre el hombro de su amigo. —
Dependo de ti, Char.
—Lo conseguiré—, dijo el joven en tono sombrío. —Lo juro.
Sin tener más remedio que depender de su sirviente, Baine se puso en pie
y saltó desde una escarpada arista de la montaña. Cortando el viento mientras
extendía sus brazos, con una explosión de magia liberó a la bestia que habitaba
dentro de él.

Tayla se tragó un grito cuando dio un paso precipitado hacia atrás. Había
un vacío enervante en los ojos color carmesí del macho que envió un escalofrío
recorriéndola.
Este no era un buen hombre.

124
Y cualquiera que fuese la razón por la que la había atraído a este castillo
no podría ser nada bueno.
De hecho, estaba segura de que era algo muy, muy malo.
— ¿Quién eres tú? —dijo rechinando los dientes, empujando
instintivamente a Levet detrás de ella.
Él dio un paso adelante, alzándose sobre ella en el túnel estrecho.
—Craven.
Ella alzó la barbilla, fingiendo que no tenía miedo. Un esfuerzo inútil, por
supuesto. El macho tenía suficiente sangre de demonio para oler el terror que se
bombeaba a través de ella.
Aún así, ella tenía su orgullo.
— ¿Debería reconocer el nombre?
—Buen Dios, espero que no—,dijo arrastrando las palabras, sonando muy
educado teniendo en cuenta su herencia.
Apostaría su receta favorita de bizcochitos que no había sido educado por
sus parientes troll. Los desagradables demonios tendían a comunicarse con
gruñidos, gañidos y cabezazos.
—Dedico un considerable esfuerzo para permanecer en las sombras—
,continuó, su mirada barriendo el cuerpo tenso de ella. —Nosotros, sin
embargo, tenemos un amigo en común.
— ¿Quién es? —le preguntó.
—Skragg.
Tayla exhaló entre dientes con disgusto. Ella nunca, nunca se olvidaría de
la repugnante criatura. Éste no sólo la había secuestrado y vendido al padre de
Baine, sino que había disfrutado claramente de su angustia.
—Ese vil troll no es mi amigo.
—Eso es un poco duro, querida—,se burló Craven. —Tú le has causado
una gran impresión.
—No me puedo imaginar por qué. —Sintió a Levet pellizcarle la parte
posterior de su pierna. ¿Le estaba ofreciendo una advertencia dolorosa para que
no dijese nada estúpido? ¿O le estaba tratando de pasar algún mensaje oculto?
—Sólo soy uno de los miles de esclavos que ha vendido.
Craven negó con la cabeza, su sonrisa ensanchándose. Uff.
—No, tú no eres exactamente uno más en la multitud, querida,— le
aseguró. —Tú tienes talentos muy especiales.
— ¿Quieres que te hornee un bizcocho con pasas? — Ella hizo una mueca
cuando Levet le dio otro pellizco.

125
Maldita sea. Iba a estar llena de moratones.
—Tal vez más tarde. —El macho la estudió con una intensidad enervante.
—Primero vas a abrir un portal para mí.
Oh. Tayla frunció el ceño. Eso no parecía tan malo.
Sin duda mejor que ser asada sobre un fuego caliente.
O violada.
— ¿Eso es todo? —preguntó, seguro que tenía que haber una trampa.
—Es un portal muy especial. —La risa de Craven hizo a Tayla
estremecerse Sonaba... mal. —O debería decir, que conduce a un lugar muy
especial.
— ¿A dónde? — Se obligó a preguntar.
—Al tesoro de un dragón—,respondió en tonos suaves.
Sí. Ahí estaba la trampa.
No necesitaba que los pellizcos de Levet le advirtieran de que tenía que
tener cuidado. Mucho, mucho cuidadoso.
—Eso es imposible—,dijo.
—Así lo asumí. —Los ojos carmesí se entornaron. —Hasta que Skragg
estuvo hablando en una taberna llena de demonios ebrios sobre una duende
bastante joven que había logrado escapar de la poderosa guarida del poderoso
Synge.
Maldito sea Skragg. Algún día ella esperaba que él estuviera... bueno, no
estaba segura de qué sería un castigo apropiado, pero tenía que ser doloroso.
Y lento.
—Fue un accidente—,ella trató de echarse un farol. —Cuando los trolls
estaban saliendo…
—No—,Craven bruscamente la interrumpió. —Skragg estaba en la
guarida cuando se descubrió que habías escapado. Synge, fruto de su ultraje,
fue muy bocazas porque te las habías arreglado para crear un portal.
Se humedeció los labios resecos. —Fue un error.
Sin previo aviso, la mano del varón se disparó hacia delante, envolviendo
sus dedos alrededor de su garganta.
—No me mientas, duende—,dijo entre dientes, sus ojos carmesí brillando
en la oscuridad.
—Déjala en paz, abusón. —Levet salió disparado alrededor de Tayla, sus
garras curvadas como si, inútilmente, tratara de lanzar un hechizo. Al mismo
tiempo, Craven levantó el pie para lanzar a la pobre criatura por el túnel de una
patada. —Eek,—la gárgola gritó, golpeando la pared con un ruido sordo.

126
O tal vez era alguna otra cosa lo que estaba haciendo el ruido sordo,
lejanamente se dio cuenta de que el túnel se sacudía y algo de tierra caía del
techo.
Era difícil pensar cuando su garganta estaba siendo aplastada.
—No más juegos—,Craven gruñó, levantándola en volandas. —Abrirás un
portal o mataré a tu padre.
—Por favor—,dijo ella con voz ronca, sabiendo que le quedaban escasos
segundos de perder el conocimiento.
¿Cómo se suponía que iba a abrir un portal si estaba inconsciente?
¿Y qué diablos era ese ruido sordo? Se hacía cada vez más fuerte. Como si
el castillo encima de ellos estuviera siendo destruido metódicamente.
—¿Y ahora qué? —Oyó murmurar a Craven antes de que surgiera una
desagradable pestilencia de troll saturando el aire y Tayla fuese liberada
bruscamente. Desplomada en el suelo, ella inhaló dolorosas bocanadas de aire
mientras el macho se volvía hacia el demonio con un andar torpe que era
demasiado grande para el túnel. — ¿Skragg? ¿Qué demonios está pasando ahí
arriba?
El troll hizo una reverencia, sus colmillos cubiertos de saliva mientras
trataba de hablar.
—Dragón—,al fin logró pronunciar la palabra.
Craven se convulsionó, con una expresión de puro terror. —Joder.
El troll parecía igualmente alarmado. —F-fuego—,balbuceó.
Empujándose a sí misma para adoptar una posición de rodillas, Tayla
sintió que su corazón daba un salto de esperanza.
Era Baine.
Ahora que no estaba siendo estrangulada hasta la muerte, en realidad
podía sentirlo. No como un demonio sintiendo a otro. Sino como una mujer
reconociendo a su compañero.
Con una mueca, Craven se abrió paso más allá del troll al acecho.
—Mantén la guardia. No quiero que los dejen solos ni un segundo, —
ordenó. — ¿Entendido?
El troll hizo un sonido distorsionado, su gran cuerpo bloqueando el túnel
mientras Craven desaparecía en la oscuridad.
Tayla se mantuvo en el suelo, tratando de aclarar su cerebro anublado.
Tenían que escapar. No sólo porque no iba a ser utilizada como una
especie de ladrón de dragón para Craven y los trolls. Sino también porque no
sabía cuánto más tiempo iba a resistir el túnel.

127
Terrones más grandes de polvo y piedra caían desde el techo a medida
que el golpeteo continuaba.
¿Qué estaba haciendo ahí arriba Baine?
Una vez que su cerebro se aclarara, podría crear un portal, pero ella
todavía no sabía dónde estaba siendo retenido su padre. Entonces, ¿cómo
localizaría a Odel cuando había un troll muy grande bloqueando su camino?
Se produjo un débil sonido de garras arañando contra el suelo de piedra
cuando Levet cojeó hasta quedarse de pie junto a ella.
—Creo que hicieron que tu dragón se enojara, ma belle—, murmuró en voz
baja.
—Él no es mi dragón—,instintivamente protestó, incluso mientras un
cálido resplandor se extendió a través de su corazón.
—Trata de decirle eso a él—,dijo una voz masculina arrastrando las
palabras.
Pillada por sorpresa, Tayla alzó la cabeza, mirando en estado de shock
como la cabeza de Skragg caía de su cuerpo y rebotaba por el túnel.
Vale. Había esperado que el troll sufriera, pero dios...
Colocando sus brazos alrededor de Levet, ella se apartó rápidamente lejos
de la repugnante cara que estaba congelada en estado de shock, apenas notando
cuando el cuerpo de Skragg fue arrojado a un lado.
En cambio su atención se centró en el medio dragón con el pelo plateado y
ojos grises ahumados.
—Char—,dijo en un susurro, con sorpresa.
Levet emitió un chasquido con la lengua. — ¿Cuántos dragones posees, ma
belle?
Char se movió para mirar hacia abajo a la gárgola que se presionaba
contra el costado de ella.
— ¿Quieres que mate al imbécil? — le preguntó.
Tayla negó bruscamente con la cabeza. Podría haber supuesto que él
estaba bromeando si no acabara de presenciar como cercenaba la cabeza de un
troll.
—No.
Levet dio un paso hacia delante, sus alas agitándose por su indignación.
— ¿Imbécil? — Él le golpeó el pecho con un pequeño puño. —Soy Levet,
el más grande…
—Ahora no, Levet,—Tayla lo interrumpió suavemente.

128
Adoraba a la gárgola, pero podría continuar durante horas hablando sobre
sus gestas.
Char negó con la cabeza, como si no pudiera creer que ella no quisiera a su
compañero muerto, luego le tendió una mano delgada.
—Tenemos que salir de aquí. ¿Puedes crear un portal?
Ella se enderezó lentamente, tratando de mantener el equilibrio mientras
el temblor continuaba.
— ¿Qué hay de Baine?,— preguntó ella.
Char se encogió de hombros, mostrando una sorprendente falta de
preocupación por su amo.
—Él va a continuar para distraer a los bastardos hasta que estemos fuera
de aquí,— dijo, aferrando firmemente su mano. —Tenemos que irnos.
—No podemos dejarlo atrás,— protestó. — ¿Qué pasa si le hieren?
Char resopló. —Él es un chico grande. Confía en mí, puede cuidar de sí
mismo.
Ella asintió a regañadientes. Había pocas cosas que en realidad pudieran
suponer un peligro para un dragón.
Sin embargo, no podía marcharse. Aún no.
— ¿Qué hay de mi padre?
Char la estudió con creciente frustración. —A menos que quieras el placer
de matarlo con tus propias manos, estoy seguro de que los asesinos van a
encargarse de él una vez que se den cuenta de que no es de ninguna utilidad.
—No,— protestó. —No lo quiero muerto.
Char la estudió con una expresión desconcertada. — ¿Por qué no?
—Precisamente esa es mi pregunta—,murmuró Levet.
—Cállate—,gruñó Char, sin apartar la mirada de Tayla.
—Hey—,Levet protestó.
Tayla dejó escapar un pequeño suspiro. Ella nunca lograría que nadie la
entendiera.
—No puedo dejarlo aquí.
Durante un momento de tensión, Tayla pensó que el dragón podría
obligarla a salir del túnel. No era como si ella fuese lo suficientemente fuerte
como para luchar contra él si éste decidía lanzarla sobre su hombro y salir del
castillo.
Entonces, obviamente percibiendo que ella lo culparía si algo le sucedía a
Odel, él se volvió para tirar de ella a través de la oscuridad.
—Baine me va a matar...

129
Capítulo Doce

Traducido Por Fangtasy


Corregido por Arhiel

Con pasos largos, Craven se desplazó a través de su castillo que estaba


siendo metódicamente destruido por el dragón que volaba sobre éste. En algún
lugar de su dura cabeza sabía que debería estar aterrorizado. Nadie se
enfrentaba a un dragón y vivía para contarlo. Pero era pura furia lo que tronaba
a través de él mientras subía a la muralla para descubrir a Reece oteando al
cielo con horror.
Los ojos de Craven destellaron de color carmesí mientras seguía la mirada
de su compañero hacia la enorme criatura que estaba vomitando fuego. Exhaló
furioso. Con cada explosión el bastardo estaba convirtiendo la fortificación
exterior del castillo en humeantes pilas de escombros.
—Mierda—,gruñó, mirando como su inversión de cinco millones de
dólares se convertía en humo. — ¿Tiene que destruir todo el maldito lugar?
Gasté una fortuna en esta guarida. —Sus manos se apretaron en puños. —Por
no hablar de los hechizos que se supone que lo protegen. Voy a matar a esa
bruja.
El macho más pequeño echó hacia atrás su largo cabello con unos dedos
visiblemente temblorosos. —No hay ninguna bruja en el mundo que tenga una
magia lo suficientemente fuerte como para repeler el fuego de un dragón,—
murmuró Reece. —Tal vez no deberías haber provocado al lagarto volador.
— ¿Yo? ¿No quieres decir “nosotros”? —Gruñó Craven, sus pesadas botas
raspando contra las piedras bajo sus pies mientras se tambaleó hacia un lado.
Maldito sea el dragón y sus explosiones de fuego. Todo el lugar estaba
temblando como si hubiera un terremoto. —Estamos en esto juntos.
Reece se encogió de hombros, levantando una mano delgada. —Lo siento,
pero estoy seguro de que has oído el viejo dicho que reza "no hay honor entre
ladrones" y toda esa mierda. Especialmente cuando hay un dragón involucrado.

130
—Hizo un gesto con la mano. Entonces, la agitó de nuevo, y otra vez. Sus ojos
se abrieron ampliamente con miedo. —Oh diablos.
Craven sonrió burlonamente. — ¿Problemas?
—No puedo crear un portal—,el fey mestizo exhaló en estado de shock.
Craven arqueó una ceja. Específicamente él había hecho que la bruja
lanzase su hechizo para que éste reconociera la magia del fey.
—No me mires—,dijo. —No tengo capacidad para alterar el hechizo.
Reece miró hacia el cielo. —El dragón debe habernos envuelto con su
magia.
—Una pena. — Volviendo sobre sus talones, Craven se dirigió de regreso
hacia la puerta.
Vagamente había esperado llegar hasta aquí para descubrir que los
hechizos que había pagado a la imbécil para envolver su propiedad estarían
protegiéndolos del ataque de un dragón. Ahora era obvio que la única opción
era huir.
No fue una sorpresa que Reece estuviera pisándole los talones mientras se
dirigía por el estrecho tramo de escaleras.
— ¿A dónde vas? —Reece graznó, obviamente olvidando su proclamación
de que cada ladrón miraba por sí mismo.
—A diferencia de ti, yo en realidad hice planes para un caso de
emergencia—,Craven le informó.
El fey lanzó un suspiro tembloroso, el olor de su miedo saturando el aire.
— ¿Hay una salida?
Craven hizo una mueca mientras seguía descendiendo por la escalera de
caracol. Quería agarrar a Reece por el cuello y arrojarlo por una de las estrechas
ventanas. Ver al traicionero fey siendo achicharrado podría aliviar una parte de
su hirviente frustración. Por desgracia, no podía negar que el hombre tenía su
utilidad.
Una vez que dejaran el castillo y estuvieran lejos de la ardiente magia del
dragón, necesitarían una huida rápida de las montañas. ¿Qué mejor manera que
un conveniente y práctico portal?
Podría utilizar a la duende, por supuesto. Sin embargo, no podía estar
seguro de que no lo traicionara.
No. Por ahora, no tenía más remedio que permitir que Reece continuara
con él.
Se tragó un bajo gruñido de fastidio, asegurándose a sí mismo que
siempre podría matar al fey idiota después de que estuviera a salvo lejos del
dragón.

131
—Sí, tengo una salida—,admitió, haciendo una mueca cuando una lluvia
de piedras cayó desde el techo para rebotar en su cabeza. —Pero primero tengo
que ir a las mazmorras.
Reece se echó a un lado, la sangre corriendo por su frente a causa de una
roca descarriada.
— ¿Por qué?
—Ahí es donde dejé a la duende.
Reece se limpió la sangre de la cara. —Una desafortunada víctima de la
guerra.
—Mierda—,gruñó Craven. —He esperado veinte años para poner mis
manos sobre esa perra. No hay manera en el infierno de que me vaya sin ella.
—En caso de que no hayas recibido el memorándum, estamos siendo
atacados por un dragón enojado—,espetó Reece.
Craven puso los ojos en blanco. Sí, ¿como si pudiera ignorar el hecho de
que el castillo estaba desmoronándose a su alrededor? ¿O el hedor del metal
fundiéndose? ¿O los estridentes gritos de muerte de los trolls que trataban de
huir de la destrucción?
—Entonces, lárgate—, le dijo a su compañero.
— ¿Dónde está tu salida de emergencias?
Craven se detuvo para abrir de un tirón la pesada puerta de hierro que
bloqueaba el final de la escalera. Luego, con una sonrisa, se hizo a un lado e
hizo un gesto hacia Reece para que fuera por delante de él.
—Sígueme y te mostraré.
—Mierda. —Reece escudriñó el oscuro túnel que conducía a las
mazmorras antes de mirar por encima del hombro hacia las escaleras que se
estaban resquebrajando bajo el impacto de los ataques de dragón. —No me uní
a este proyecto para esto—,se quejó.
Craven resopló. — ¿Pensabas que sería fácil robar un tesoro de valor
incalculable?
La expresión de Reece se endureció con reproche. —Me prometiste que
entraríamos y saldríamos antes de que nadie se diese cuenta de que estábamos
allí.
Craven se encogió de hombros. Debería haber sido así de sencillo. Todavía
no sabía cómo lo había encontrado el dragón. O por qué estaba actualmente
destruyendo el castillo.
¿A menos que él supiera que la duende estaba allí y estuviera tratando de
matarla?
—Ese era el plan—,murmuró.

132
— ¿Cuál es el plan ahora?
Craven hizo un sonido de impaciencia. —Agarrar a la duende y esperar a
que el calor se apague. Literalmente.
Reece soltó una risa aguda sin humor. — ¿Crees que los dragones alguna
vez van a dejar de darte caza si saben que tienes una manera de colarte en sus
guaridas?
¿Lo creía? Craven masculló una maldición. Por supuesto que no lo hacía.
Si sospechaban que estaba conspirando para robar sus tesoros, los dragones no
se detendrían hasta que estuviera muerto.
Miró a su compañero. — ¿Qué sugieres?
—Olvídate de la duende y salgamos de aquí,—sugirió Reece con
prontitud.
— ¿Y el tesoro?
—Estarías vivo. —Reece tocó deliberadamente la herida que estaba
sanando rápidamente en su frente. —A veces ese es el mayor tesoro de todos.
De acuerdo, el fey tenía razón. Craven podría ser codicioso, pero no estaba
dispuesto a morir para poner sus manos sobre un tesoro. Aún así, la idea de
dejar atrás a la mujer en la que había invertido tanto tiempo y dinero para
rastrearla estaba crispándole los nervios.
—Yo... — Craven permitió que sus palabras fueran a la deriva, un miedo
repentino encogiéndole las entrañas ante el denso silencio que llenaba el aire. —
Escucha—,dijo entre dientes.
— ¿Qué? —Las cejas de Reece se apretaron. —No escucho nada.
—Esa es la cuestión, idiota. —Craven cogió la pistola que había enfundado
en la parte baja de su espalda. No es que le fuera a servir de mucho. La
tecnología humana no servía para nada contra los demonios más poderosos. —
¿Dónde está el dragón?
Se produjo un chisporroteo eléctrico cuando un portal se abrió y un
hombre delgado, de cabello oscuro, apareció en las escaleras. Por un demencial
segundo, Craven trató de convencerse a sí mismo de que se trataba de un fey
que se las había arreglado para traspasar las barreras. Entonces, vio al fuego
que ardía en los ojos de color ámbar y supo que estaba muerto.
— ¿Estabas buscándome? —Dijo el dragón arrastrando las palabras,
permitiendo que su poder rugiera a través del aire.
—Oh... mierda—,susurró Craven, retrocediendo, casi tropezando con
Reece en su empeño por escapar.
Pero era demasiado tarde.
Demasiado tarde.

133
Lentamente el dragón levantó la mano, susurrando una palabra de poder.
Craven gritó cuando una bola de fuego se estrelló contra él, el calor abrasándolo
hasta los huesos.

Tayla corrió a través de los oscuros túneles, muy consciente de los dos
machos que merodeaban justo detrás de ella.
El dragón mestizo y la gárgola en miniatura no podían ser más diferentes,
pero ambos se las arreglaron para expresar sus respectivas posturas de
indignada desaprobación. ¿Era algo que los machos practicaban?
Eran muy buenos en eso.
Negándose a ser distraída, Tayla descartó otro túnel que alineaba gruesas
puertas en su longitud. Algunas estaban hechas de hierro, otras de plata, y una
estaba hecha de pura piedra. Obviamente a su captor le gustaba estar
preparado para cualquier especie de demonio que pudiese sentirse de humor
para encerrarlo.
Siguiendo el olor de los higos, se detuvo junto a la última puerta que
estaba hecha de hierro.
Al instante pudo oír el sonido de la voz desesperada de su padre.
—Hola. ¿Puedes escucharme? Estoy atrapado. —Hubo un golpeteo al lado
opuesto de la puerta. —Sé que hay alguien ahí afuera. Ayúdame y puedo
pagarte—, Odel bajó la voz, sin duda, con la esperanza de engatusar y llegar a
un acuerdo con los guardias. —Tengo dinero. Joyas. Todo lo que quieras.
Char hizo un sonido de disgusto. —Es muy ruidoso—,se quejó. —Podría
arrancarle la lengua.
—No—,replicó Tayla, bastante segura de que el dragón no estaba
bromeando.
Levet caminó como un pato hasta colocarse al lado de ella. — ¿Estás
segura, ma belle? El dragón tiene razón.
Ella frunció el ceño hacia su compañero. —No.
Levet hizo un aleteó con sus alas, mirando hacia Char. —Lo intenté.
No hubo más golpes en la puerta. —¿Quién está ahí? — preguntó su
padre. —¿Tayla? Mi dulce Tay-Tay, ¿eres tú?
Tayla se puso tensa. Hubo un tiempo en el apodo en que el apelativo de su
padre para ella le habría calentado el corazón. No importaba que él estuviera

134
constantemente huyendo, o que nunca tuvieran dinero, o que a menudo se
olvidara de ella durante días y días. Ella se había dicho que mientras estuvieran
juntos, eran una familia.
Ahora bien, había un claro vacío en el centro de su corazón.
Dando un paso adelante, habló directamente a través de la pequeña
ranura tallada en la puerta. Ella asumió que estaba ahí para que el guardia
pudiera mantener una vigilancia constante sobre el prisionero si fuera
necesario.
—Estoy aquí, padre—,le aseguró al duende más viejo.
—Oh, gracias a los dioses. — Odel emitió un bronco sollozo. A pesar de su
hábito de saltarse la ley, y jugarse dinero que no tenía, su padre sentía terror
por los lugares confinados. Tal vez porque era a menudo amenazado con ser
encerrado en una habitación y que tirasen la llave. —Sabía que vendrías por mí.
Tayla hizo una mueca, mirando hacia el dragón de pie en el centro del
túnel, con sus ojos tormentosos en busca de cualquier indicio de problemas.
— ¿Puedes abrir la puerta? —le preguntó.
Char se dio la vuelta para estudiarla con el ceño fruncido, con aspecto de
querer rechazar su petición. Entonces, al ver la sombría determinación que
estaba grabada en la cara de ella, éste levantó las manos con resignación.
—Sí, puedo abrir la condenada puerta—,gruñó. Con un cuidado gentil la
apartó hacia un lado, antes de gritar a su padre. —Échate atrás, idiota. —
Levantando su pierna, le dio una patada inmensa que arrancó la puerta de sus
bisagras y la envió volando por el aire para golpear la pared del fondo. Miró
hacia una Tayla con los ojos ampliamente abiertos. —Ya. Está abierta.
—Gracias—, chilló ella, lanzándose al interior de la celda y
estremeciéndose ante la vista de la puerta que era ahora una pila retorcida de
hierro.
Uau. Ella se lo pensaría dos veces antes de pedirle ayuda de nuevo a Char.
Odel se precipitó hacia adelante, agarrando sus dedos en un puño
apretado. A pesar de que salió ileso de la carnicería, parecía decididamente
peor debido al desgaste. Su pelo estaba enredado como si no hubiera sido
cepillado en días, y sus ojos inyectados en sangre tras semanas consumiendo el
alcohol humano. Lo que es aún peor, olía como si no se hubiera tomado la
molestia de bañarse últimamente.
—Oh, mi querida niña, no puedes creer lo feliz que estoy de verte—, dijo
efusivamente, su asimiento tan fuerte que le hacía daño en los dedos.
Sus labios se curvaron en una sonrisa triste. — ¿Eres tú?
Él frunció el ceño, sintiendo su cautelosa incredulidad. —Por supuesto.

135
Ella tiró de sus manos para liberarlas, tratando de no fijarse en lo patético
que él se veía con su ropa arrugada y las marcas alargadas de polvo en su
mejilla.
Odel era un maestro jugando con la simpatía de ella, pero esta vez ésta no
estaba de humor para sus juegos. La había herido demasiado profundamente.
—Porque puedo ser de utilidad, ¿no es así? —preguntó. —Esas son las
únicas ocasiones en las que te molestas en darte cuenta de que estoy viva.
Él se puso una mano en el pecho, como si él fuese el que estaba dolido. —
¿Cómo puedes decir eso, Tayla?
— ¿Cómo? —Ella envolvió sus brazos alrededor de su cintura, mirando
airadamente al hombre que debería haber dedicado su vida a protegerla. —Tú
me vendiste.
Él al menos tuvo la decencia de avergonzarse ante su afilada acusación.
—No—,susurró. —No fue así en absoluto.
Su mandíbula se tensó al recordar la noche en que había sido atacada por
los trolls. Su padre la había dejado deliberadamente sola en la tienda,
ofreciéndola a los trolls como un cordero para sacrificio.
— ¿Entonces no me utilizaste para pagar tus deudas?
—Yo... —Con un gemido bajo, Odel cayó de rodillas, con la cabeza
inclinada mientras se cubría el rostro con las manos. —Lo siento—,murmuró,
las palabras amortiguadas. —Tenía que hacer algo. Iban a matarme.
Centrándose en su padre, Tayla casi saltó de su piel cuando Char pasó una
mano suavemente sobre su hombro.
—No tenemos tiempo para esto.
El dragón estaba en lo cierto. Estaban en las mazmorras de un... bueno,
ella no estaba del todo segura de lo que era Craven, pero ella sí sabía que era
malvado. Baine se estaba arriesgando a sí mismo para darles tiempo de escapar.
Cuanto más tiempo se quedara ella allí, a más peligro lo exponía a él.
Pero incluso mientras se decía a sí misma que se diera la vuelta y saliese
de la celda, estaba enviando a Char una mirada suplicante.
—Necesito saber por qué—,dijo en voz ronca.
El dragón le ofreció una tensa inclinación de cabeza. —Cinco minutos.
Tayla regresó su atención al duende que había levantado la cabeza para
mirarla con una mirada cautelosa.
—Sabía que eras un inútil y totalmente centrado en ti mismo, pero pensé
que me amabas—, lo acusó.
—Yo. —Parecía afligido por que ella se cuestionara incluso su devoción.
—Te amo con todo mi corazón, Tayla.

136
—Pero te gustan más los juegos de azar.
Empezó a negar con la cabeza, sólo para emitir un suspiro de resignación.
Ambos sabían que ella había sido poco más que un pensamiento tardío cuando
él estaba siendo consumido por su locura.
—No siempre fui este débil y miserable macho, Tayla,—dijo en un
susurro.
Char puso los ojos en blanco, cruzando los brazos sobre el pecho. —Aquí
viene la triste historia.
—Cierto—,dijo Levet, levantando su mano como si esperará que el dragón
le chocara las cinco. Cuando Char simplemente lo miró, Levet le lanzó una
pedorreta. —Es grosero dejar a una gárgola colgada.
—No es una historia—,insistió Odel, haciendo caso omiso de los dos
hombres que lo miraban con evidente disgusto. —Una vez fui joven y guapo, y
con tanto talento que era la envidia de mi tribu. —Sus hombros se enderezaron,
inclinando la cabeza hacia atrás al recordar los días de su gloria. —No había un
hombre que pudiera preparar un néctar más potente. O encandilar a más
hembras para a llevarlas a su cama.
Tayla levantó una mano. —No es lo que quiero oír.
—Sólo estoy diciendo que yo estaba destinado a tener éxito, no importa lo
que optara por hacer con mi vida. Razón por la cual nadie se sorprendió cuando
tu madre me eligió como su pareja.
— ¿Por qué habría de sorprenderse nadie? —preguntó Tayla. Aunque los
Fey a menudo acordaban los emparejamientos, no era inusual para un varón y
una hembra que se eligieran el uno al otro basándose en el amor.
—Porque ella era una Chatri—,dijo. —Ella podría haber tenido a cualquier
macho que desease.
La boca de Tayla se abrió. Odel rara vez hablaba de su madre. Y ya que
era obviamente doloroso para el duende más anciano hablar de la mujer que
había amado y perdido, Tayla no había querido presionarlo para obtener
información.
Ahora se sentía como si hubiera estado ciega.
— ¿Chatri? — Repitió, tratando asimilar la idea en su cabeza. —¿Mi madre
era de la realeza?
—Sí. —Al parecer, no consciente de que acababa de dejar caer una bomba,
Odel le ofreció un breve asentimiento con la cabeza. —Unos pocos se quedaron
atrás cuando el rey volvió con los pura sangre a la tierra natal de las hadas.
Arrita prefirió la libertad de este mundo a estar encerrada en el paraíso—,dijo.
—Eso lo explica—,murmuró Levet.
Tayla miró a la gárgola con confusión. — ¿Qué explica?

137
—Tu capacidad para crear portales en la guarida de un dragón—,dijo
Levet. —Algunos de los más poderosos Chatri pueden abrir portales en
cualquier lugar. Incluso abrir más de un portal a la vez.
Sin previo aviso, Odel se puso de pie. — ¿Tienes el talento de tu madre? —
Dijo con repentino entusiasmo. Nunca había prestado suficiente atención para
saber lo que podía o no podía hacer. — ¿Puedes realmente entrar en un...
arrgg…— Sus palabras se ahogaron cuando Char extendió la mano y lo agarró
por el cuello, levantándolo unos veinte centímetros del suelo. Los ojos de Odel
sobresalían de sus cuencas, su rostro volviéndose de un extraño tono morado.
—Mierda, Tayla,— dijo su padre rechinando los dientes. —Calma a tu chico.
Ella se encontró con la mirada tormentosa de Char antes de negar
lentamente con la cabeza.
—No—,se negó firmemente.
Odel hizo un sonido estrangulado. — ¿Qué quieres decir con no?
— ¿Crees que soy estúpida?,— le preguntó. —Ya estás maquinando cómo
usar mi talento para tu propio beneficio. —Observó como la culpa oscurecía sus
ojos. —Te lo advierto ahora, no voy a hacerlo. Por ningún motivo.
Char resopló, un zarcillo de humo escapándose de sus fosas nasales.
—No te preocupes, nena—,dijo arrastrando las palabras, inclinándose
hacia adelante hasta que pudo mirar directamente a los ojos de su padre. —
Baine lo matará antes de permitir a esta criatura que te ponga en peligro.
Había algo en la voz plana del macho que advirtió a todos ellos que no
estaba exagerando. Por Tayla, Baine destruiría a Odel sin dudar.
El color morado de su rostro palideció hasta alcanzar un tono ceniciento.
—No lo haré—,dijo ahogadamente. —Lo juro.
Tayla se estiró para tocar ligeramente el antebrazo de Char. —Bájalo.
El macho frunció el ceño. —Eres una especie de aguafiestas—,murmuró,
obviamente decepcionado porque no iba a lograr hacerle algo desagradable a su
padre. —Bien.
Tayla esperó hasta que el macho había dejado caer a Odel de nuevo sobre
sus pies antes de dar un paso para quedar entre ellos dos. Había descubierto lo
suficiente sobre los dragones para saber que tenían un temperamento fuerte y
estaban dispuestos a abrasar a sus enemigos.
Ella no sabía si Char tenía fuego de dragón, pero parecía prudente evitar
cualquier lamentable "accidente".
—Me estabas hablando de mi madre—,le recordó a su padre.
El duende más viejo se tambaleó mientras trataba de mantener el
equilibrio. Con la mandíbula apretada por la ira, mantuvo su atención fija en
Tayla. Era lo suficientemente inteligente como para no decir nada que

138
provocara al dragón mestizo. Char estaba esperando una excusa para arrancarle
la lengua.
—Ella era hermosa, al igual que tú. Y tan gentil. Como una delicada flor.
—Una sonrisa dolorosamente triste se dibujó en sus labios. —Todo lo que
quería era mantenerla cerca y protegerla.
El dolor le apretaba el corazón. No importaba que no pudiera recordar a la
mujer que la había dado a luz. Tayla aún lloraba su pérdida.
—En cambio los vampiros la mataron—,murmuró.
—Sí. —Sus miradas se encontraron, compartiendo en silencio su mutuo
dolor. —El saber que le fallé es como un cáncer que se está comiendo mi alma,
—Odel continuó en tono áspero. —Constantemente busco alguna manera de
aliviar el dolor.
Tayla parpadeo confundida. Nunca se le había ocurrido que su padre se
sintiera culpable por la muerte de su madre.
—No fue tu culpa—,dijo. Arrita no fue la única duende muerta durante la
sanguinaria juerga de las sanguijuelas a través de Nueva Inglaterra. —Nadie
sabía que los vampiros estaban en la zona, a la caza de Feys.
Odel se encogió de hombros. —No importa—,murmuró. —Sin tu madre
soy un hombre roto.
Una mezcla de simpatía y malestar hacia el hábito de su padre de
revolcarse en la autocompasión surgió a través de Tayla, pero incluso cuando
sus labios se entreabrieron para decirle que se comportara como un hombre,
sintió temblar el suelo bajo sus pies.
Ella frunció el ceño, de repente dándose cuenta de que era el primer mini
terremoto que había sentido en varios minutos. ¿Qué había estado haciendo
Baine? ¿Había sido herido?
Casi como si él compartiera su preocupación, Char cerró los ojos, su
expresión distraída. Tayla contuvo la respiración. Había oído rumores acerca de
que los dragones podían comunicarse telepáticamente. Pasaron varios
segundos, luego, sin previo aviso, el macho se acercó para agarrarla del brazo.
—Tenemos que irnos—,dijo, su tono advirtiéndole de que no iba a
discutir.
Su corazón se le encogió de miedo. — ¿El está bien?
—Sí. —El hombre hizo una mueca. —Pero va a ponerse como loco
esperando a saber que estás a salvo. Si no conseguimos salir de aquí, vendrá él
mismo para rescatarte.
Un ridículo resplandor de calor llenó su alma. El magnífico y hermoso
dragón estaba preocupado por ella.

139
—Estoy lista. —Alzó la mano para crear el portal, sólo para vacilar. — ¿A
dónde debemos ir?
Char le lanzó una mirada perpleja. —A casa, por supuesto.
— ¿Quieres decir a la guarida de Baine?
Extendiendo su brazo, Char rozó su mejilla con los dedos. —Eso es lo que
dije... a casa.
Cortando el aire con su mano, Tayla condujo a su extraña colección de
compañeros a la sala del trono de Baine. Se dijo a sí misma que la sensación de
paz no era nada más que alivio debido a que todos ellos habían logrado
sobrevivir.
Pero incluso mientras miraba alrededor de la elegante cámara, la palabra
de Char susurraba en el fondo de su mente.
A casa…

140
Capítulo Trece

Traducido Por Fangtasy


Corregido por Arhiel

Baine no mató a su amigo. Char era, después de todo, un valioso


compañero.
Pero estuvo cerca.
En realidad había estado de buen humor cuando regresó a su guarida
privada. Char había enviado un mensaje informando de que Tayla estaba a
salvo y Baine había sido capaz de liberar su ardiente frustración sobre los
desafortunados asesinos y la banda de trolls.
Había hecho temblar la tierra, había vomitado fuego, y había creado
estragos entre los nativos.
Tres de sus cosas favoritas.
Para cuando se marchó, el castillo había sido una ruina humeante y los
hijos de puta que había estado dando caza a Tayla estaban muertos. O al menos
él asumió que estaban muertos.
Si alguno de ellos había escapado ahora entenderían que Baine destruiría a
cualquiera que intentara hacer daño a su compañera.
Pero apenas había tenido tiempo de cambiar a su forma humana cuando
su sirviente de confianza entró en la biblioteca de sus habitaciones privadas
para informar a Baine de que no había tenido más remedio que rescatar al
padre de Tayla.
Pasándose los dedos por su cabello oscuro, Baine miró a un Char
sonriente. El macho más joven encontraba claramente gracioso la idea de que
Baine estuviera atrapado con el mezquino duende.
Eso hizo que Baine quisiera matar algo.
— ¿Qué diablos se supone que voy a hacer con él? —Gruñó Baine.

141
—No sé. —Char gesticuló levantando sus manos, su expresión
excesivamente inocente provocando el mal genio de Baine. —Él es tu suegro, no
el mío.
—Si lo hubieras dejado con los trolls…
—No fue mi decisión—,Char lo interrumpido. —Tu mujer insistió en que
no se iría sin él.
—Mierda—,Baine susurró.
No podía culpar a su sirviente. Para ser una pequeña demonio, Tayla tenía
un talento para hacer que un macho corriera para obedecer sus órdenes. No
obstante, eso no alivió su frustración.
Ya era bastante malo tener ese bulto de cemento que ella llamaba gárgola
en su guarida. Ahora tenía a un duende borracho que, sin duda, se jugaría todo
el tesoro de Baine si no lo estuviera vigilado constantemente.
—Siempre podrías organizar un accidente—,sugirió Char, con los labios
curvándose a medida que el olor a limones saturaba el aire, justo segundos
antes de que Tayla entrara en la habitación.
Llevando un suave suéter de cachemira y pantalones grises, debería
parecer mojigata y remilgada. El tipo de mujer que se horrorizaría con los
impulsos eróticos de un dragón.
En cambio, el suéter color melocotón enfatizaba la suculenta ondulación
de sus pechos, y los pantalones se aferraban a la curva redondeada de su culo.
— ¿Qué clase de accidente? —Ella exigió, mientras caminaba hacia
delante, sus ojos verde pálido cautelosos.
Baine despidió con una mano a Char, sin apartar la mirada de Tayla
mientras interiormente se debatía acerca de cuán rápido podría sacarla de esa
ropa mojigata y tenderla desnuda sobre su cama.
Primitivo, pero bueno, era un dragón.
—Déjanos—,gruñó.
—Como ordenes, mi señor. —Char realizó una pronunciada reverencia
burlona antes de darse la vuelta y cruzar la habitación. Se detuvo junto a Tayla
para susurrar en voz alta en su oído. —Repréndelo, querida.
Baine sacudió la cabeza mientras su sirviente salía al fin con grandes
zancadas de la habitación, cerrando la puerta a su espalda.
—Necesita una compañera—,murmuró.
Tayla estaba cerca de una de las estanterías de libros, tratando de parecer
como si no hubiera sido sorprendida por sus palabras. — ¿Creía que los
dragones raras veces se emparejaban?
Baine avanzó. Basta de juegos. Tenía la intención de reclamarla, de una
vez por todas.

142
—No es tan común como entre algunas especies, pero no es exactamente
raro. —Se detuvo justo en frente de ella. —Tayla…
— ¿Supongo que estás enojado por haberme marchado? —Se apresuró a
interrumpirlo, con las mejillas encendidas.
Baine entornó su mirada. —Estoy enojado porque te pusiste en peligro,—
la corrigió.
Se mordió el labio inferior. —No podía abandonar a Levet y a mi padre en
problemas.
Baine se estremeció ante la idea de lo que podría haber ocurrido si él no la
hubiera percibido saliendo de la guarida. Los asesinos la habrían ofrecido como
alimento para los trolls...
Con esfuerzo, cerró de golpe la puerta a sus miedos más oscuros. Ni
siquiera podía permitirse pensar en perder a esta hembra.
—Nos ocuparemos de esos dos idiotas más tarde—,murmuró.
—Pero…
Sus palabras terminaron con un chillido cuando él se inclinó para alzarla
del suelo.
—Más tarde,—insistió, acunándola contra su pecho mientras se movía
caminando a través del umbral de una puerta que estaba cuidadosamente
escondida detrás de un tejido de ilusión.
Al instante estaban adentrándose en una habitación cavernosa que era
digna de un sultán.
Una gran cama redonda estaba el centro de un suelo de mosaico de
azulejos, cubierta por ropa de cama color negro y oro. Había una bañera
profunda en una esquina que era más grande que la mayoría de las piscinas, y
en otra esquina había una pila de almohadas donde él podía relajarse y leer sin
preocuparse de que pudiera ser interrumpido.
— ¿Dónde me llevas? —dijo Tayla en un suspiro.
—Donde debería haberte llevado el mismo instante en que te vi en la
guarida de mi padre—,dijo, lentamente posándola sobre sus pies.
Ella miró a su alrededor, su mirada demorándose en la cama cercana antes
de moverse hacia los tapices de valor incalculable que colgaban de las paredes.
—Cielos.
Él acarició sus rizos de oro con la mano, necesitando tocarla. Había
liberado una parte de su furia durante la destrucción del castillo de los asesinos,
pero todavía estaba combatiendo su terror por la posibilidad de perderla.
Eso iba a tomar algún tiempo.
—Eres la primera persona en entrar en mi alcoba privada—,le dijo.

143
Ella parpadeó, como si estuviera sobresaltada por su confesión. — ¿Por
qué yo?
Sus dedos se deslizaron por debajo de su cabello para así poder descubrir
la delicada piel de su nuca.
—Sabes por qué.
Él podía escuchar su corazón comenzando a acelerarse, un rubor tiñendo
sus mejillas.
—Tú dijiste que yo formaba parte de tu alijo—,murmuró.
Baine hizo una mueca de pesar. Ser un dragón todopoderoso no le
impedía actuar como un idiota en algunas ocasiones.
—Porque me cabreaste—, admitió.
Ella se estremeció cuando sus dedos ligeramente remontaron el escote de
su jersey.
—No fue mi intención.
Él se inclinó, capturando su comedida mirada. —Si lo fue. Estabas
asustada por la intensidad de tu respuesta a mí. Así que entraste en pánico y
trataste de poner barreras entre nosotros.
Ella bajó las pestañas, como si pudiera fingir que no había adivinado
exactamente por qué había estado tan ansiosa por alejarlo.
—Arrogante—,murmuró.
—Lo soy—,él estuvo de acuerdo. —Razón por la cual permití que me
manipularas para poner espacio entre nosotros. —Se acercó lo suficiente como
para sentir el roce suave del cachemir contra su tórax desnudo. —Algo que
nunca volverá a suceder de nuevo. —Su pulgar se presionó contra el pulso que
martilleaba en la base de su garganta. —Especialmente ahora que conozco tu
pequeño truco.
Ella se humedeció los labios, sus ojos oscureciéndose. Pero no era miedo.
No. Él podía oler el embriagador aroma de su excitación comenzando a flotar
en el aire.
—Te prometo que nunca saldré corriendo de nuevo—,dijo ella, su voz
ronca. —No hasta que esté liberada de tu deuda.
Sus cejas se apretaron, sus dedos ahondando por debajo de la línea del
cuello de su suéter para tirar de la delicada cadena de oro que él había colocado
allí hacía, lo que parecía, una eternidad.
—No hay ninguna deuda. —Con una pequeña cantidad de energía
destruyó la marca del dragón.
Ella bajó la mirada en estado de shock, su mano alzándose como si en
realidad echara en falta la estrecha cadena.

144
— ¿Qué estás diciendo?
—Yo te libero de cualquier obligación—,le dijo. No habría más excusas
tras las cuales esconderse cuando él la tuviera entre sus brazos. —Eres libre.
Poco a poco inclinó la cabeza hacia atrás para encontrarse con su mirada
melancólica. — ¿Puedo irme?
Él apretó los dientes. Todos sus instintos rebelándose contra la idea de
darle esa opción. Él era un dragón, maldita sea. Acumulaba sus tesoros con
feroz y posesivo celo.
Pero Tayla era algo más que una chuchería preciosa.
Ella era su compañera.
Y tenía que elegir su lugar a su lado.
—Si eso es lo que deseas. — Forzó las palabras a salir de sus rígidos labios,
sus manos inconscientemente acariciando arriba y abajo por su espalda
mientras permitía que su calor se envolviera entorno a ella. —Pero espero,
mucho, que desees quedarte.
Instintivamente se arqueó hacia él, un indicio de vulnerabilidad
fulgurando en sus bellos ojos.
— ¿Por cuánto tiempo?
Su respuesta vino sin vacilar. —Para siempre.

— ¿Para siempre? — Susurró cuando alzó sus manos para posarlas sobre
su amplio pecho. —Eso es mucho tiempo.
Bajo sus dedos podía sentir el calor de su bestia. Su sonrisa se amplió. ¿Era
posible que realmente hubiera capturado el corazón de esta magnífica criatura?
—Ni de cerca tiempo suficiente, cuando he esperado cinco siglos para
descubrirte por fin,—murmuró. —Sólo para, inmediatamente, tenerte
desaparecida durante otros veinticinco años.
Sus labios se curvaron ante su tono disgustado. Él realmente estaba
disgustado por el hecho de que ella se las había arreglado para esconderse de él
durante tanto tiempo.
— ¿Y qué pasa con tu harén? —preguntó, acariciando sus músculos
rígidos con sus dedos.
Ella aprobaba su preferencia por ir sin camisa.

145
No había barreras para interponerse entre ellos. Nada que le impidiera
explorar la piel cálida y sedosa y los fascinantes tatuajes que envolvían su
cuerpo.
La aprobación retumbó profunda en su pecho cuando ella alcanzó el
borde de su suéter, suavemente tirando de éste sobre su cabeza.
— ¿Qué pasa con él? —preguntó con voz ausente, su mandíbula
tensándose y sus fosas nasales dilatándose mientras su mirada hizo un barrido
sobre sus pechos desnudos.
—Lo quiero cerrado.
Su cabeza bajó hasta que pudo sentir su aliento contra su sien.
— ¿Estás segura?
Diminutas chispas fluyeron a través de su sangre mientras utilizaba sus
uñas para arañar suavemente su espalda.
—¿Tienes intención de tener otras hembras? —le preguntó.
Él se rió, un estremecimiento sacudiendo su cuerpo cuando su dedo trazó
la línea de la cintura de sus pantalones sueltos.
—Por supuesto que no, pero podría ser divertido jugar al amo y a la
esclava—, sugirió en voz ronca.
— ¿He de suponer que tú serías el amo? —bromeó.
—Bueno, fue mi sugerencia—,dijo, un gemido fue arrancado de su
garganta mientras ella tiraba del cordón, permitiendo que los pantalones se
deslizaran por sus piernas.
Al instante sus dedos estaban envolviéndose alrededor de la dura
longitud de su pene.
A pesar de que ya había tenido más de algún que otro encuentro
extremadamente personal con Baine, todavía sentía un estremecimiento de
sorpresa cuando recordaba el tamaño de su pene.
Y lo caliente que resultaba al tacto.
Fascinada, pasó los dedos sobre la punta roma y luego descendiendo por
la verga hasta el suave saco de abajo.
—Hmm—, murmuró ella. —Yo prefiero la idea de tenerte arrodillado a
mis pies.
—Santo cielo—,Baine gimió, cerrando los dedos sobre los de ella
animándola a que lo acariciara de arriba abajo. —Con este tipo de incentivo
prometo que me arrodillaré a tus pies con la frecuencia que desees.
—Promesas, promesas…
Sus palabras burlonas arrancaron un suave gemido mientras él bajaba la
cabeza y capturaba sus labios en un feroz y demandante beso.

146
Una necesidad candente abrasándola mientras levantaba los brazos y los
envolvía alrededor de su cuello. Inmediatamente el aroma de especias exóticas
masculinas saturaba el aire.
Delicioso.
Ella se estremeció cuando las manos de él seguían la curva de su columna
vertebral y luego ahuecaban su culo en un apretón posesivo. Su poder llenó su
mente hasta que no quedó nada más que él. El sabor de su beso, el calor
incandescente de su tacto.
Suavemente, la lengua de Baine separó sus labios para deslizarse en su
interior. Tayla se abrió ansiosamente a su caricia. Al mismo tiempo, Baine
gruñó profundamente en su garganta, permitiendo que sus manos subieran
para al fin ahuecar la adolorida plenitud de sus pechos.
Tayla tembló. Oh… sí. Ella cerró los ojos, saboreando la sensación de sus
dedos tentando sus pezones hasta volverlos tiernos picos. El placer atravesando
su cuerpo a semejanza de relámpagos.
Ella se apretó contra su cuerpo duro, codiciando más.
—Baine.
Sus labios rozaron su mejilla mientras sus pulgares continuaban
acariciando sus pezones adoloridos.
—He estado solo tanto tiempo, Tayla—,susurró. —Nunca me atreví a
esperar que alguna vez tendría una compañera.
Las austeras palabras enviaron un estremecimiento de anhelo por su
espina dorsal.
Ella mejor que nadie entendía la soledad.
Y un anhelo nostálgico por una familia que guardaba escondido en una
parte secreta de su corazón.
—Tu compañera—,susurró.
—La mía. —Se retiró para estudiarla con una mirada ardiente. —Sí... la
mía al fin.
El aliento fue expulsado de sus pulmones cuando él se agachó para
cogerla en volandas, y se movió entre las sombras de la gran habitación. Tayla
nunca se había sentido tan protegida como se sentía entre sus fuertes brazos, y
volvió la cabeza para hocicarse en la piel desnuda de su pecho.
Esto era lo que significaba compartir tu vida con otro, lo reconoció
vagamente.
Aferrándose a sus hombros sintió como Baine lentamente la bajó sobre las
almohadas de la ancha cama. Ella levantó sus espesas pestañas para ver como él
se agachaba a toda prisa para sacarle los zapatos y luego luchó para despojarla
del resto de su ropa. No había nada de su gracia habitual, pero de alguna

147
manera su obvia impaciencia sólo aumentó la excitación que tronaba a través de
su cuerpo.
Era tan hermoso....
Una magnífica combinación de músculos duros, tendones, y puro poder
que harían que cualquier mujer temblara de anticipación.
Esperando que Baine se uniera a ella sobre el colchón, Tayla fue tomada
por sorpresa cuando se agachó a un lado de la cama con una sonrisa maliciosa
tirando de sus labios.
—Dijiste que me querías de rodillas.
El corazón le dio un vuelco. Oh sí. Tener a este magnífico hombre como su
esclavo sexual era una fantasía que iba a saborear durante varios siglos.
Tal vez unos pocos milenios.
—¿Tienes intención de ser siempre tan complacientes? —bromeó.
Él se inclinó hacia delante para cernirse justo sobre la boca de ella que lo
aguardaba.
—Probablemente no. Normalmente soy un culo obstinado.
Ella puso los ojos en blanco. —No voy a discutir eso.
—No pensé que lo harías. —Rozando su boca sobre sus labios
entreabiertos, Baine se echó hacia atrás para ver como sus dedos iban a la
deriva por la pendiente de su hombro y por debajo de la curva de su pecho. Sus
ojos ardían con fuego color ámbar mientras ella temblaba en reacción a él. —
Eres tan hermosa—,susurró. —Perfecta.
Su aliento silbó entre sus dientes mientras él ligeramente dibujó un círculo
sobre sus turgentes pezones en un movimiento excitante.
—Baine.
Con un gruñido ronco, Baine bajó la cabeza para capturar la punta de su
pecho con la boca. Tayla gritó de placer mientras se arqueaba hacia arriba. Una
y otra vez su lengua atormentó la protuberancia endurecida a medida que
usaba su habilidad erótica para conducirla al borde de la locura.
Tayla apretó los dientes, su cerebro se desconectó cuando un calor
candente fluyó a través de sus venas.
Aunque no importaba.
¿Quién quería pensar cuando uno podía sentir?
Tentando su pezón con creciente insistencia, Baine arrastró los dedos
descendiendo por los músculos temblorosos de su estómago. Con exquisito
cuidado exploró cada pulgada de su satinada piel, rodeando su ombligo y
yendo a la deriva sobre sus muslos.

148
Tayla se mordió el labio inferior. Él estaba atormentándola
deliberadamente. Claramente disfrutando de la imagen de ella retorciéndose
bajo su toque. Pero ninguna palabra de protesta permanecía atorada en su
garganta. Todo su cuerpo podría estar fuertemente tenso con un ardiente deseo
de llegar al orgasmo, pero estaba tan ansiosa como Baine por prolongar este
momento.
Este era su compañero. El macho que estaba ligado con su misma alma.
Como si fuera capaz de leer su mente, Baine acarició sus labios sobre la
curva de su pecho antes de trazar la línea de su clavícula. Entonces, susurrando
una palabra suave de poder, lanzó una ráfaga de magia.
Tayla sintió un calor dorado precipitarse sobre su piel. Al abrir los ojos,
bajó la mirada para descubrir que la marca de dragón estaba una vez más
alrededor de su cuello. Sólo que esta vez no era una cadena de oro, sino que en
su lugar había una brillante hebra de color ámbar que brillaba con el mismo
fuego que había en los ojos de Baine.
—¿Qué es esto? —Susurró ella con asombro.
—Un sacramento de emparejamiento. —Sus labios rozaron suavemente
las piedras preciosas. —Mi promesa de que tú eres un regalo que siempre
cuidaré con celo.
La alegría irradiaba a través de su cuerpo.
Compañero.
Su compañero.
Enredando sus dedos entre la suavidad de su pelo, Tayla instó a Baine a
ponerse erguido para poder besarlo con todo el amor que inundaba su corazón.
Él muy predispuesto le devolvió el beso, sus dedos acariciando tan
suavemente como un ala de una mariposa a lo largo de la línea de su
hendidura.
Tayla se estremeció con el placer.
—Te necesito ahora, Baine—, dijo ella con voz ronca.
Él levantó la cabeza y sus miradas colisionaron. En las sombras, sus rasgos
eran increíblemente hermosos, su expresión tensa por el puro deseo.
Poco a poco él se trasladó a la cama, su peso sólido presionándola contra
el colchón. Luego, deslizando sus manos por debajo de los muslos de Tayla, tiró
de sus piernas separándolas para poder acomodarse entre ellas. La sensación de
su piel caliente presionándose contra ella envió una oleada de excitación a
través de ésta.
Se sentía tan apropiado mientras él acunaba sus caderas aún más
profundas, su pecho frotándose contra sus pezones doloridos. Como si de
alguna manera él la completara.

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Pasando sus manos por la espalda de Baine, Tayla saboreó los duros
músculos que se ondulaban bajo su toque. Era un depredador letal que podría
gobernar el mundo.
Y sin embargo, la trataba como si fuera su tesoro más preciado.
Ella sonrió mientras se estremecía debajo de él. Eso fue la razón por la que
su toque encendió el fuego dentro de ella. El porqué se dolía por sus besos.
No era sólo su cruda y masculina perfección. O sus cualificadas caricias.
Era el conocimiento más profundo en su corazón acerca de que su lealtad era
absoluta.
Él nunca la abandonaría, nunca la traicionaría, y nunca, nunca dejaría de
preocuparse por ella.
Algo embriagador para una mujer que nunca había sido amada de verdad.
Las manos de Tayla llegaron a la suave curva de su culo y lo sintió
estremecerse cuando ella lo agarró con un agitado deseo.
Su mirada de párpados caídos hizo un barrido sobre su cara antes
descender para acariciar sus labios sobre su frente.
—Dime que esta unión es lo que deseas, Tayla—,exigió. —Dime qué
quieres ser mía para siempre.
Ella alzó los brazos para enmarcar su rostro entre sus manos. —Para
siempre, mi amor.
—Mi amor—,se hizo eco, la dolorosa ternura en su voz casi trajo lágrimas
a los ojos de Tayla.
Un escalofrío sacudió su cuerpo mientras sus labios rozaban sus
enrojecidas facciones.
—Mi corazón late por ti—,murmuró, sus palabras una suave promesa. —
No hay vuelta atrás para ninguno de nosotros.
Su aliento quemaba sobre su piel mientras él contoneó sus caderas para
presionar la punta de su pene contra su entrada.
Ella gimió de placer cuando su erección presionó sin descanso más
profundo en su calor húmedo, estirándola hasta el punto de rayar el dolor.
Delicioso.
Murmurando entre dientes, Baine se retiró antes de estar empujándose
hacia delante, empalándola con un suave embate.
—Sí—,gimoteó ella, envolviendo sus piernas alrededor de sus caderas.
Enterrado profundamente en el interior de ella, Baine arrastró su boca
sobre su piel para al fin besarla con un hambre devoradora.

150
Al mismo tiempo, comenzó a mecerse suavemente contra ella. Con cada
embestida su lengua acariciaba el interior de su boca, el ritmo sincronizado
intensificando el furioso placer que se extendía por todo el cuerpo de ella.
Sus dedos se flexionaron mientras un gemido se alojó en su garganta. La
pura intimidad de él enterrado profundamente dentro de ella, hasta las pelotas,
intensificado por las llamas blancas que bailaban sobre sus cuerpos. El fuego
del dragón los entrelazaba, una demostración física de su acoplamiento.
Su aliento sonando ásperamente en el sombrío silencio mientras aceleraba
el ritmo.
—Nunca me dejes de nuevo—,murmuró contra sus labios. —Necesito
saber que estarás aquí conmigo.
Querido dios, era demasiado. Se sentía como si fuera a explotar en un
billón de pequeñas piezas.
Ella arrastró sus uñas por su espalda, el placer casi insoportable.
—Siempre... —gimió ella.
—Mi bella duende—,susurró, bajando la cabeza para tomar su pecho en la
boca.
Usando sus dientes y la lengua atormentó su apretado pezón, la llamarada
de sensaciones formando una espiral hacia un punto crítico.
Su respiración se hizo añicos cuando él acometió un último y violento
embate y la arrojó por la borda en un torbellino de pulsante éxtasis.
Su grito suave mezclado con el bajo gemido de culminación de él mientras
éste se dejaba caer encima de ella, ambos perdidos en la niebla de la dicha
trascendental.
El tiempo pasó, un segundo o una eternidad, antes de que Baine se rodara
a su lado y la tomara en sus brazos. Con un suspiro, Tayla apoyó la cabeza en
su pecho, flotando en una sensación de maravilla.
—Mi compañera—,susurró mientras acariciaba su oreja con su boca.
Tayla sonrió, haciendo caso omiso de las llamas que continuaban bailando
sobre su piel mientras rozaba sus labios sobre su tórax.
—Me gusta cuando juegas al esclavo sexual, mi señor—,bromeó. —Creo
que vamos a mantener el harén.
Sus brazos se apretaron mientras abrasaba un camino de besos de dragón
por la curva de su cuello.
—Tus deseos, dulce Tayla, son órdenes para mí.

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Capítulo Catorce

Traducido por Arhiel


Corregido por Arhiel

No era fácil aturdir a un dragón de quinientos años de edad. Pero hacer el


amor con Tayla había sacudido a Baine de su propia alma.
¿Quién hubiera dicho que la sensación de su cuerpo esbelto presionado
contra él liberaría el fuego de su dragón hasta que se quemaron las sabanas y la
piel de marfil de Tayla tenía un color rosa por el intenso calor? O que iba a
sentir la necesidad más inesperada de llorar ante la sola idea de que esta mujer
ahora estaría vinculada a él para siempre?
Así que no era una sorpresa que lo último que quería Baine era levantarse
de la cama, donde tenía a una Tayla desnuda envuelta en sus brazos.
Por desgracia, él ya había pospuesto tratar con su despiadado padre el
tiempo suficiente.
Synge podría ser diestro en la caza y entendía la necesidad de paciencia,
pero él no iba a esperar para siempre. Tarde o temprano iba a hacer su
movimiento para poner sus manos en Tayla.
Probablemente más pronto.
Razón por la cual él mismo había instado a Tayla para que se vistiera
mientras él se ponía los pantalones y le pedía Char que llevara a Fist a la sala
del trono.
Ahora estaba sentado en su masiva silla con Tayla de pie junto a él, una
vez más formal y correcta en su suéter y perlas. En silencio, estudió el macho
que estaba arrodillado a sus pies.
Fist tenía la cabeza inclinada mientras mentalmente enviaba el mensaje de
que Baine le había ordenado.
Finalmente, el macho más joven levantó la vista para enfrentar el
resplandor feroz de Baine.

152
— ¿Se las arregló para ponerse en contacto con Synge? —Exigió.
Fist asintió.
Los días en el calabozo no habían sido particularmente amables con el
soldado esta vez. Parecía más delgado, con círculos oscuros bajo los ojos.
Pero él todavía estaba vivo, que era más de lo que merecía.
—Sí, mi señor—, le aseguró Fist. —Él cree que está a punto de comenzar la
subasta por la duende.
—Bien.
Baine ignoro el pequeño jadeo de Tayla mientras asentía hacia Char que
estaba de pie directamente detrás de Fist.
—Llévalo de vuelta a las mazmorras y luego espera mi señal. Una vez que
tenga el consentimiento de Synge Voy a necesitar que tú resuelvas los detalles.
Char dio una inclinación de cabeza, agarrando a Fist por la nuca lo acarreo más
o menos en pie.
Baine esperó hasta que los dos hombres estuvieron fuera de la habitación
antes de levantar la mano haciendo un movimiento rápido. Al instante formó
un portal.
Poniéndose de pie, le tendió la mano.
Hubo un momento de duda antes de que Tayla se moviera para colocar
sus dedos contra la palma de su mano.
Rápidamente Baine estaba tirando de ella hacia el portal, sabiendo que ya
estaba teniendo segundos pensamientos.
Comprensible, teniendo en cuenta que él le había dado poca información
más allá del hecho de que estaban cumpliendo con su padre.
Oh si, y la pequeña para su información que Synge la quería muerta.
Había decidido mantener su apresurado plan para sí mismo. Ella ya
estaba lo bastante aterrada, jodidamente muchas gracias por eso.
Dando un paso por el portal, ellos llegaron al jardín trasero de la bonita
casa Victoriana de Tayla que estaba bañada por la luz plata de la luna.
Dentro Baine oía los trabajadores que había enviado anteriormente para
limpiar y reparar los daños causados por los trolls. No es que tuviera la
intención de que Tayla volviera a este lugar. Ella pertenecía a la seguridad de su
guarida. Pero sabía que iba a tener problemas si ella pensaba que el hogar que
había creado estaba en mal estado.
Alejándose cuando él le soltó la mano, Tayla se mordió el labio inferior
mientras miraba hacia los rosales bien recortados.
No hay duda de que estaba pensando en la gran agitación en su vida. Esa
fue una de las razones por las que la había traído aquí. La necesitaba para decir

153
adiós a su antigua vida. Sólo entonces ella estaría dispuesta a aceptar su futuro
juntos.
— ¿Estás seguro de que esto va a funcionar? —Murmuró.
—Confía en mí—, le aseguró, resistiendo el impulso de envolverla en sus
brazos.
Quería estar en una posición para rechazar cualquier ataque.
Él mejor que nadie sabía que el peligro acechaba en las sombras.
—Confió en ti—, dijo en voz baja. —Pero tu padre...
Ella envolvió sus brazos alrededor de su cintura, temblando de miedo que
no podía disimular. —Tú mismo has dicho que quiere matarme.
Las llamas parpadearon sobre el pecho desnudo de Baine antes que él
controlara su explosión de ira.
Nadie le haría daño a Tayla.
No importaba a quién tuviera que destruir.
—No después de yo hable con él—, juró.
Sus ojos se abrieron como una ráfaga cuando el calor se extendió por el
jardín.
—Creo que está aquí—, ella respiró.
Baine se movió para estar frente a ella mientras su padre salía de un
portal.
—Permanece cerca—, murmuró.
—No te preocupes. —Tayla llevó una mano a su baja espalda, como si
necesitara la tranquilidad de tocarlo.
—Tayla, permíteme presentarte formalmente a mi padre, Synge.
—Hola—, Tayla murmuró en voz tentativa, desconociendo la importancia
de las palabras de Baine.
El viejo dragón, sin embargo, era muy consciente de lo que Baine estaba
diciendo.
Con el ceño fruncido cruzó los brazos sobre su enorme pecho, negándose
a reconocer la reclamación de Baine.
— ¿Dónde están los demás? —Demandó en cambio.
Baine arqueó una ceja. — ¿Los demás?
Synge hizo un sonido de impaciencia. —He oído que iba a ser subastada
entre los trolls esta noche.

154
—Ah sí, los trolls—, Baine arrastro las palabras. Era infantil, pero no podía
negar que disfrutaba atormentando a su padre. —Me temo que no podrán
hacerlo.
—¿Por qué no?
Baine se encogió de hombros. —Debido a que los maté.
—Bien. —La mirada de plata se movió hacia Tayla. —Eso hará la subasta
mucho menos complicada.
Baine deliberadamente se movió para bloquear a Tayla de la vista de su
padre. Fue una advertencia silenciosa que tendría que pasar a través de Baine
para llegar a la hembra.
—¿No quieres saber por qué están muertos? —Exigió.
—No particularmente. —La tierra se sacudió cuando Synge dio un paso
hacia delante. —Dime el precio de la hembra.
Tayla se presionaba contra su espalda, su aliento rozaba su piel desnuda
como el olor agrio de limón llenó el aire.
—Pero yo te lo quiero decir—, insistió Baine.
—Está bien. —El hombre mayor dejó escapar un exagerado suspiro. —
¿Por qué están muertos?
—Debido a que estaban cazando a mi compañera.
Synge apretó sus manos a su lado, chispas azuladas bailaban sobre su
cuerpo.
— ¿Tu compañera? — Synge fingió que no sabía exactamente lo que
estaba diciendo Baine. — ¿La encontraste?
—Lo hice. —Alcanzándola detrás de él, Baine tiró de Tayla a su lado,
envolviendo un brazo posesivo alrededor de sus hombros.
El juego había sido divertido, pero ahora era el momento de terminarlo.
Las llamas bailaban más alto, calentando el aire. — ¿Esta Duende?
Baine gruñó bajo en su garganta. —Su nombre es Tayla.
Synge rechazó con un gesto la reprimenda flagrante. — ¿Estás seguro?
Baine dio una risa suave, mirando hacia la mujer que había capturado su
corazón. —Es como ser golpeado por un rayo—, murmuró. — Esa no es una
sensación sobre la cual un macho se equivoca.
Synge apretó los dientes. El anciano dragón nunca eligió una consorte,
pero al igual que cualquier otro dragón había oído las historias del lazo
irrompible que se creaba durante un apareamiento.
—No, supongo que no—, por fin se concedió.
— ¿Acepta mi presentación formal? —demandó Baine.

155
Synge estrechó su mirada.
La tradición dictaba que aceptara la compañera de su hijo. Pero su temor
por su tesoro le hizo continuar la batalla contra lo inevitable.
—Primero necesitas saber algo de ella.
Baine se inclinó para rozar sus labios sobre la cabeza de Tayla. — ¿Que
ella puede crear portales desde la guarida de un dragón?
— ¿Tú lo sabes? — Synge demandó con asombro.
—Lo hago.
—Entonces te das cuenta de que ella es un riesgo de seguridad. —Synge
gruñó.
Baine pasó una mano reconfortante por la espalda de Tayla cuando ella se
estremeció con un pequeño escalofrío. Su mirada, sin embargo, nunca se apartó
de su padre.
Era un desafío directo.
—Ya no es así—, dijo Baine. —Los trolls y sus socios están muertos.
Synge negó con la cabeza. —Incluso si mataste a los trolls, eso no quiere
decir que no lo contaran a algún otro demonio.
Baine permitió que su poder fluyera desde su cuerpo hasta que el aire se
estremeció con una amenaza tácita..
— ¿De verdad crees que alguien intentara usar a mi compañera para
cualquier propósito?
Synge dio un paso hacia atrás inconsciente. —Al menos dime que has
descubierto cómo ella es capaz de hacerlo.
Baine se encogió de hombros. —Su madre era una Chatri que fue
asesinada por los vampiros hace años.
Synge todavía no estaba satisfecho. — ¿Tiene hermanos?
—Ninguno que heredara la sangre de la madre—, le aseguró Baine.
A su lado, Tayla apoyó la cabeza en su brazo. —Incluso si lo hubieran
hecho, ellos no se parecen en nada a mi padre. Son todos Fey trabajadores con
empresas de éxito y familia.
—No puedo esperar para conocerlos, princesa—,murmuró Baine.
Sintió que ella se ponía rígida. — ¿Princesa?
Él dio una risa baja, disfrutando del asombro en su rostro hermoso.
—Tienes sangre real—, le recordó, besando la punta de la nariz antes de
volver su atención al más viejo varón.
— ¿Bueno, padre? —Exigió.

156
Hubo una larga pausa antes de Synge ofreciera una leve inclinación de la
cabeza.
—Acepto que ella es su compañera.
Baine sonrió. —Hecho.
— ¿Qué significa eso? — Preguntó Tayla.
—Los Dragones regularmente batallan con otros demonios e incluso entre
sí, pero las compañeras y los jóvenes están estrictamente protegidos. —Baine
explicó, una sensación de alivio inundo a través de su cuerpo. Hasta que su
padre no había en realidad dicho las palabras, él no pudo estar seguro de que
Tayla estaría a salvo. Ahora sabía sin lugar a dudas que estaría vigilado incluso
si algo le pasó a él. —Es nuestro derecho más sagrado. Estás fuera de los límites,
no importa lo que pase. Se detuvo, estudiando la expresión sombría de su
padre. —¿No es así, señor?
—Tú ganas, Baine—, concedió su padre con un saludo de burla. —Por esta
vez.
Nunca fue un buen perdedor, Synge volvió a caminar de nuevo hacia el
portal que lo esperaba.
—Padre. —Baine lo detuvo.
Synge miró por encima del hombro. — ¿Qué?
—Usted tiene a la compañera de Fist como rehén.
—La tengo.
—La quiero.
La especulación brillaba en los ojos de plata. —Te va a costar.
—Nunca asumí lo contrario—, replicó Baine. —Le he dado permiso a Char
para que complete las negociaciones.
Mirándolo considerablemente más feliz ahora que tenía la promesa de
reducir el tesoro de Baine por varios cofres del tesoro, Synge entró en el portal
y desapareció.
La paz de la noche volvió al jardín, y Tayla se apartó lo suficientemente
lejos como para estudiar su rostro con una expresión de esperanza.
— ¿Se acabó?
—Sí. —Él le enmarcó la cara con las manos.
—Nadie se atreverá a tratar de apartarte de mí."
Una sonrisa temblorosa curvó sus labios, la luz de la luna brillaba sobre su
pelo de oro. Una alegría repentina le atravesó el corazón. Esta hermosa criatura
era su compañera. Ahora y siempre.

157
—Fue amable de tu parte ayudar a Fist—, murmuró. —Pensé que tenias la
intención de mantenerlo en los calabozos por haberte traicionado.
Él resopló, rozando sus dedos por la curva de su cuello, saboreando la
sensación de su piel satinada.
—Eso es demasiado fácil.
— ¿Usted cree estar encerrado en las mazmorras es fácil? — Se preguntó
con una elevación de las cejas.
El se encogió de hombros. —Tengo una forma mucho mejor para
castigarlo.
Lo miró repentinamente cautelosa. — ¿Qué vas a hacer?
—Él va a ser responsable de mantener Odel fuera de problemas.
Tayla parpadeó. Y luego volvió a parpadear. — ¿Lo estás haciendo niñera
de mi padre?
—Sí—, Baine admitido sin disculpa.
Fist tenía que aprender una lección, y Baine no podía pensar en peor
penitencia que pasar el próximo siglo tratando de mantener al borracho
Duende, adicto al juego en el camino recto y estrecho.
—Eso es... —Tayla libero bruscamente una risa baja. —Diabólico.
—Eso resuelve dos problemas—, dijo Baine con un encogimiento de
hombros, arrugando la nariz ante el hedor a granito que llenó el aire. Al volver
la cabeza, observó cómo la gárgola atrofiada se contoneaba fuera de la casa por
el camino hacia el jardín. —Ahora sólo queda uno—, murmuró.

Tayla se puso de puntillas para dar un beso en la tensa mandíbula de


Baine.
—Tienes que ser agradable—, reprendió ella, sintiéndose mareada de
felicidad.
Ella no sólo había ganado a un dragón magnífico y atractivo como pareja,
si no que ya no estaba siendo perseguida. Por primera vez en veinticinco años
podía respirar tranquila.
—Lo soy—, gruñó Baine, todavía mirando a la gárgola que se aproximaba.
—Él está todavía vivo, ¿verdad?
Tayla rodo los ojos antes de dar una vuelta a su alrededor para ver como
Levet se detenía a su lado.

158
—Ma belle, la casa estará encantadora cuando esté terminada—, dijo, sus
alas aleteando con entusiasmo.
Tayla no lo culpaba. Los duendes del bosque no sólo estaban reparando
los daños, sino que habían construido un encantador jardín de invierno que
estaba lleno de hierbas frescas y flores que podrían ser cultivadas durante todo
el año.
—No puedo esperar para probar una vez más sus deliciosos bollos.
Sin previo aviso, el brazo de Baine se envolvió alrededor de su cintura
para tirarla con fuerza contra su cuerpo.
—Nadie va a estar comiendo los bollos de Tayla a partir de ahora más que
yo—, gruñó.
—Baine—, respiró ella en señal de protesta, sintiendo una punzada de
emoción con su contacto.
Levet inclinó la cabeza hacia un lado, estudiándola con curiosidad abierta.
— ¿Es eso cierto?
—Yo no lo pondría en esas palabras exactas—, dijo Tayla, sin hacer
ningún esfuerzo para alejarse de agarre posesivo de Baine. ¿Por qué lo haría?
ahí era precisamente donde deseaba estar.
—Pero yo planeo permanecer con Baine. Tenía la esperanza de que usted
permanezca aquí y mantenga la casa vigilada.
Los ojos grises de Levet se abrieron con satisfecha sorpresa. — ¿Moi?
—Por supuesto.
Ella le ofreció una sonrisa suave. Este pequeño demonio había sido un
amigo leal, y con independencia de la menos-que-cortes opinión de Baine. Tayla
nunca olvidaría su bondad.
—Usted tiene un negocio en ciernes para funcionar—, señaló.
—Lo tengo—, se pavoneó, hinchando el estrecho pecho. —Pero primero
tengo un pequeño deber que cumplir.
Tayla tenía casi miedo de preguntar. A veces el deber de Levet podía
meterlo en graves problemas.
—¿Cuál deber?
—Existe una joven hada en Londres que está esperando para ser
rescatada. Mis días como CDBAv aún no han terminado.
Acercándose, Levet agarró la mano de Tayla y le dio un breve beso en su
mano. —Au revoir, ma belle.
Antes de que Tayla pudiera exigir más detalles, Levet estaba dando un
aleteo de sus alas de hada y dirigiéndose hacia el cielo salpicado de estrellas.

159
— ¿CDBA? —Pregunto Baine cuando la gárgola desapareció rápidamente
de la vista.
— Caballero de brillante armadura—, explicó con una pequeña sonrisa.
Baine resopló. — Vámonos a casa.
—Sí—, respiró ella, con el corazón hinchado de felicidad.
Agarrando su mano, levantó sus dedos a los labios, dándole un beso
abrasador sobre sus nudillos antes de que la impulsara a la entrada se su portal.
Donde fueron rodeados brevemente por una espesa oscuridad antes de
salir por la abertura en la habitación privada de Blaine.
Al instante su tensión disminuyó.
El estar en la guarida de Baine siempre la hacía sentir segura.
Querida…
Y deliciosamente excitada.
Detectando esperanzadamente su deseo, Baine tiró de ella a través del
suelo de mosaico y azulejos.
—Tengo una sorpresa para ti —, murmuró.
Tayla sonrió mientras sentía un hormigueo de anticipación a través de su
cuerpo.
—Supongo que no incluye la cama y...
Sus palabras se apagaron cuando vio la bolsa que estaba colocada en el
borde del colchón. —¿Mi maleta?
Rozando sus labios sobre la frente, la instó a seguir. —Ábrela.
Despacio se movió hacia adelante, se detuvo en el borde de la cama y
levantó la tapa de la maleta. Asomándose, sintió una punzada de confusión.
—Está vacía—, dijo.
—Exactamente.
Dando un paso adelante, Baine llegó para cerrar la maleta y empujarla
fuera de la cama.
Entonces, con las manos suaves, él la volvió para encontrar su ardiente
mirada. —No más bolsos llenos. No más planes de escape. Estás aquí para
quedarte.
Su corazón se derritió. Él recordó.
¿No era de extrañar que lo amara tan desesperadamente? Sosteniendo su
mirada, envolvió sus brazos alrededor de su cuello.
— ¿Para siempre?
Él la agarró de las caderas, tirándola contra su agitada erección.

160
—Para siempre.
Tayla suspiro de placer cuando Baine bajó la cabeza para reclamar sus
labios en un demandante beso abrasador.
Después de tratar de evitar su destino durante los últimos veinticinco
años, ella por fin había dejado de correr. Desde este momento, permanecía
exactamente donde pertenecía.
En los brazos de su dragón...

Fin

161
Continua con…
ABRASADO POR LA OSCURIDAD
Scorched by Darkness
DRAGONES DE LA ETERNIDAD LIBRO - 2
ALEXANDRA IVY

ARGUMENTO
Como un dragón mestizo, Torque nunca tuvo el lujo de elegir su futuro.
No sólo su padre le permuta al mejor postor, sino que una rara Fey Shinto
afirmó verle en una visión que lo involucraba en la recuperación de un tesoro
perdido para el poderoso dragón Synge. Un destino que podría haber sido
soportable si la visión no hubiera incluido también un apareamiento con Rya, la
hija mestiza de Synge.
¿Quién podría culparlo por haber renunciado encantado a su destino?
Rya ha tenido suficiente de ser tratada como una carga no deseada por su
prometido. Así que cuando se entera de que su madre está desaparecida, ella no
duda en dejar el harén para tratar de encontrarla. La última cosa que espera es
que Torque la rastree a la vez. O la química explosiva que se enciende entre
ellos. Ahora tienen que trabajar juntos para descubrir la oscura amenaza que no
sólo tiene atrapada a su madre, si no que tiene el potencial de propagar mal en
todo el mundo.

162
i Duendecillo
ii Un gazebo es un pabellón de planta simétrica, generalmente hexagonal o circular, que
comúnmente se encuentra en los parques, jardines, y en áreas públicas
iii El desierto de Mojave es la forma local de referirse al desierto Alto que ocupa una gran

porción de California sur y otras más pequeñas de California Norte, suroeste de Utah, sur de
Nevada y noroeste de Arizona, en los Estados Unidos
iv Levet como se seba se expresa mal bang-bang en ves de bang-up que significa Muy

buen
v KISA: Knight In Shining Armor (Caballero de Brillante armadura)

163

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