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UNA MENTE QUE SIGUE INSTRUCCIONES

No debemos leer Efesios como un libro que contiene simplemente una serie de consejos. Más
que sugerencias o recomendaciones, el apóstol Pablo enuncia directrices poderosas que tienen
vida, son simples y traen gloria. Analicemos el caso de Josué y sus hombres en la toma de
Jericó. Dios no le dijo: “Acérquense a Jericó que Yo haré un milagro y los muros caerán”, sino
que le fue dando instrucciones, los pasos a seguir: “Caminen una vuelta. Tomen el shofar.
Ahora envíen a los sacerdotes, luego griten”. El porqué de tantas “complicaciones” es simple:
debían aprender a seguir instrucciones.

Cuando aprendemos a seguir instrucciones adquirimos sabiduría, nos volvemos sabios. El


salmo 119:98-100 afirma: “Tus mandamientos me hacen más sabio que mis enemigos porque
me pertenecen para siempre. Tengo más discernimiento que todos mis maestros porque
medito en tus estatutos. Tengo más entendimiento que los ancianos porque obedezco tus
preceptos”.

David meditaba todo el día. El término “meditar” significa “reestudiar, repasar, volver a
pensar”. Tenemos que aprender a amar a Dios también con nuestra mente, y para eso
necesitamos meditar Su Palabra. En el caso de David, los mandamientos e instrucciones del
Piso Uno —el piso donde él se movía— le trajeron tres beneficios: (1) fue más sabio que los
maestros; (2) fue más sabio que sus enemigos; y (3) fue más sabio que los mayores.

No conocer el Diseño divino nos hace vivir en un diseño equivocado, y esta es la razón por la
cual muchas cosas no nos funcionan. Cuando la fe nos falla o las cosas nos salen mal, no
debemos abandonar, sino revisar si estamos en el diseño correcto, examinar cuál es la directriz
exacta. Muchas veces oramos como si estuviéramos en los Pisos Uno o Dos, y decimos: “Señor,
desciende, abre los cielos”, o “dame mi identidad”, “dame una bendición”, olvidándonos que
estamos en el Piso Tres, y por lo tanto, todo ya está hecho en Cristo.

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