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Los psiquiatras de niños y adolescentes saben que estos niños corren mayor riesgo de tener
problemas emocionales que los niños cuyos padres no son alcohólicos. El alcoholismo es
común en las familias y los hijos de alcohólicos tienen una probabilidad cuatro veces mayor
que otros niños de convertirse en alcohólicos. La mayoría de los hijos de alcohólicos han
experimentado cierta forma de abandono o abuso.
No importa si sus padres están en tratamiento para el alcoholismo o no, estos niños y
adolescentes pueden beneficiarse de programas educativos y de grupos de ayuda mutua
organizados para los hijos de alcohólicos por "Al-Anon" y "Alateen". La ayuda profesional
temprana es también importante para prevenir problemas más serios para el niño, inclusive el
alcoholismo. Los psiquiatras de niños y adolescentes ayudan a estos niños con sus problemas
personales y también los ayudan a entender que no son responsables de los problemas de sus
padres.
El programa de tratamiento puede incluir la terapia de grupo con jóvenes en la misma situación,
lo cual reduce el aislamiento que sienten los hijos de alcohólicos. El psiquiatra de niños y
adolescentes trabaja a menudo con toda la familia, particularmente cuando el padre alcohólico
ha dejado de tomar, para así desarrollar formas saludables de relacionarse entre los miembros
de la familia.
A la persona coadicta le cuesta trabajo reconocer que la recuperación está en el adicto, y no en ella
misma, ya que al no existir límites internos claros, permite que la conducta de otra persona le
afecte.
El coadicto sobrereacciona a los problemas cotidianos de la vida, así como a los sentimientos y
conductas de otras personas, principalmente hacia el del adicto. Aprende desde el seno familiar a
tener actitudes adictivas de control que lo afecta y se refleja en el abandono de sí mismo al estar
tan centrado en el otro, volviéndose y envolviéndose en la vida del alcohólico-adicto, provocando
que su vida sea caótica.
Las esposas de alcohólicos formaron grupos de autoayuda para trabajar sus propios problemas
ocasionados por la forma de beber de sus esposos, los llamados grupos de Al-Anon. No sabían que
ellas padecían también de esta enfermedad conocida actualmente como coadicción.
Es importante ayudar a sus hijos a reconocer, aceptar y expresar sus sentimientos negativos.
Cuando la persona acepta sus sentimientos y busca una vía de desahogo que no haga mal a nadie, se
siente mucho más capacitada para manejar sus problemas. La paciencia procede de una actitud de
aceptación y no de la represión del enojo. Si usted deja de negar su coraje y lo enfrenta, quizás
pueda hacer algo al respecto.
Es valido enojarse, siempre y cuando expresemos nuestros sentimientos sin dañar a nadie.
En algunas ocasiones sus hijos pueden estar confundidos en sus emociones debido a las escenas
presenciadas entre la pareja; incluso pueden darse sentimientos negativos en usted. Anímelos a que
hablen libremente de esos sentimientos, sin temor a que usted u otra persona los critique. Todos
tenemos sentimientos negativos: nos enojamos, nos ofendemos y hasta nos odiamos. Pero tener
estos sentimientos negativos no significa que seamos malas personas. Los sentimientos son
reacciones involuntarias, si nos negamos a reconocerlos y a aceptarlos pueden hacernos daño. En
muchos casos, la ira puede ser una forma de autoprotegernos, de que los demás se den cuenta de
que se ha llegado al grado máximo de que se le está ofendiendo y de no aceptar lo inaceptable.
Ayudar a los hijos a hallar un desahogo saludable, a veces, simplemente, dejarlos hablar y
escucharlos es suficiente; pero existen otras formas no destructivas de lograr expresarse. No acepte
de los hijos actitudes sumisas que en el fondo van en contra de su amor propio.
No es difícil creer que los hijos de los alcohólicos son los que más sufren en la familia, porque el
alcohol es una droga peligrosa. Sin embargo, se puede hacer mucho como madre por ayudar a reducir
los efectos nocivos del alcoholismo sobre ellos, y crear un clima en su hogar que conduzca a la salud
emocional y a la felicidad.
Para ayudar a reparar el mal ocasionado a los hijos por vivir en este ambiente, puede aplicar una
disciplina firme, pero llena de amor y comprensión. Esto les proporciona un sentimiento de
seguridad.
Escúcheles sin tratar de corregirles, permítales que hablen de esos sentimientos negativos hágales
saber que acepta y comprende esos sentimientos, ayúdeles a encontrar una forma saludable para
descargar esa ira. No puede usted cambiar lo que el alcohólico dice y hace. Pero sí puede cambiar
su actitud y comportamiento hacia él; así sus hijos recibirán un menor daño.
Los hijos se resienten del cambio de rol familiar; es decir, los hijos se ven afectados porque usted
como pareja del adicto ha asumido la responsabilidad que a él o a ella le corresponde y los hijos
adultos han tomado también ésta responsabilidad.
Sin darse cuenta, la pareja del alcohólico en su afán de controlar a su alcohólico-adicto, compromete
a sus hijos en esta lucha, insistiendo en que sean modelos de buena conducta cuando el alcohólico
está presente, o bien que no digan nada referente a su alcoholismo negándolo, o que no le hagan
ruido porque está durmiendo la siesta o que no se enojen o hagan algo que le afecte y pueda ser
motivo de su borrachera. Esto hace que aumente su sentido de culpabilidad y se responsabilicen de
su adicción.
En ocasiones la pareja coadicta utiliza a los hijos como desahogo de sus sentimientos de enojo o
impotencia, sintiendo alianza de las confidencias de la madre creando secretos familiares que los
une en sentimientos de lealtad y comprensión, agobiándolo de preocupaciones haciéndole sentir que
ocupa el lugar de su pareja llenándolo de responsabilidad y peso en las decisiones que no le
corresponden, dejando a un lado su infancia.
En el mejor de los casos si el coadicto no cree poder manejar el problema de su pareja alcohólica-
adicta, lo mejor y más sano es la separación. Muchos coadictos no piensan en separarse ni en tomar
esa decisión ya que se sienten culpables por dejar a su pareja alcohólica-adicta en ese estado, hasta
que intentan diversas formas sin lograrlo y pasan demasiados años, y es cuando piensan que el
alcohólico no se hace cargo de su enfermedad, pero que sí puede hacerse cargo de su recuperación.
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