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Nunca fue musulmana, ni vivió en un país islámico, sino todo lo contrario.

Es cristiana y su tierra es Italia, país católico por antonomasia,


pero donde los violadores hasta 1981 quedaban impunes si se
casaban con su víctima. Tal y como en noviembre se pretendía
aprobar en Turquía.
Franca Viola fue la primera mujer en Italia que se negó a casarse
con su violador, en contra de las tradiciones de la época y del qué dirán.
Fue en 1965 en Álcamo, en Sicilia. Su decisión fue el primer paso para
cambiar una legislación retrógrada. Ahora, con 69 años, Franca sigue
viviendo en el mismo pueblo. Está casada y tiene dos hijos y una
nieta.
"La religión no tiene nada que ver con todo esto", suelta por fin
Franca, cuando se le muestra un libro sobre la situación de las mujeres en
Afganistán, que recoge imágenes de jóvenes que han sido obligadas a
casarse con su violador. Hasta entonces se ha mantenido callada y no ha
habido manera de sacarle una sola palabra. "¿Acaso que maten a las
mujeres también tiene que ver con la religión? ¡No, por supuesto que
no! ¡Es puro machismo!", exclama mientras enciende un pitillo.
Desde que ocurrió "el suceso", que así es como como Franca llama al
terrible episodio que hizo cambiar su vida, la mujer se ha negado a
hablar con periodistas o con nadie sobre aquel trauma. Sólo ha
concedido dos entrevistas en toda su vida, y ahora vuelve a romper su
silencio para Crónica. "Muchas veces me han propuesto ir a colegios para
sensibilizar a los jóvenes, pero no me veo con cuerpo. Fue algo tan
triste que prefiero olvidar", argumenta. "Bueno, olvidar", añade con
una media sonrisa. "Una cosa así nunca se olvida, aunque después te
pasen cosas bonitas en la vida".
Franca tenía 17 años cuando un mafioso de Cosa Nostra, Filippo
Melodia, se presentó en casa de su padre, Bernardo Viola, para
pedirle la mano. Éste se la negó, y a partir de entonces empezó un
infierno para la familia. Bernardo trabajaba en el campo. Era un simple
jornalero, pero también tenía un pequeño viñedo. Tras no dar la mano de
su hija a Melodia, el bancal apareció una mañana completamente
arrasado. Así las gastaba la mafia si las cosas no se hacían como ella
quería.
El rapto de Franca

El 26 de diciembre de 1965, aprovechando que Bernardo estaba en el


campo trabajando, Filippo Melodia irrumpió en la casa de los
Viola con otros ocho jóvenes, y raptó a Franca. El hermano de la
chica, Mariano, de ocho años, se aferró a la pierna de la joven y también
se lo llevaron en volandas. Los captores después se deshicieron del niño a
las afueras de Álcamo, y retuvieron a la muchacha durante varios
días. Franca estuvo secuestrada hasta el 2 de enero, que la liberó la
policía.
El artículo 544 del Código Penal italiano establecía hasta 1981 que un
hombre podía evitar la cárcel por un delito de violación o
abusos sexuales si se casaba con su víctima, aunque ésta no hubiera
retirado la denuncia. Esta práctica se conocía entonces como "matrimonio
reparatorio".
En la actualidad continúa existiendo en países como Líbano, Nicaragua,
Guatemala, Malasia o Afganistán. En Marruecos se abolió hace tan sólo
dos años, en 2014. Y en Turquía se pretendía introducir en la legislación el
pasado noviembre, pero el Gobierno retiró la propuesta de ley ante
las protestas de asociaciones de mujeres.
"Antes era normal casar a una mujer violada con su agresor, porque se
consideraba una deshonra tener en casa a una hija a quien la
hubieran violado", explica Franca. Porque, claro, si habían abusado de
ella, sería por algo. Ésa era la creencia. "Había padres que, cuando la hija
no se quería casar, incluso la echaban de casa", asegura la siciliana.
Franca Viola tenía 17 años cuando el 26 se septiembre de 1965 fue secuestrada y violada en una
granja ÁLBUM FAMILIAR

Por eso Filippo Melodia recurrió a la fuerza. Ya que no había


obtenido la mano de Franca por las buenas, la conseguiría por las malas.
Pero su plan se torció: una vez desvirgada, Franca dijo que no se
quería casar con él. Y lo más inesperado de todo: su padre le dio la
razón.
En una fotografía de familia de la época, tomada seis meses después del
secuestro, Franca aparece con un vestido blanco y un moño elevado. Es
una joven guapa y esbelta. Su hermano está a su lado, y luce un traje
de chaqueta que parece irle pequeño. Su madre muestra una cara
compungida. Y su padre es gordo y robusto, y tiene un posado humilde.
En el libro Álcamo, de los orígenes a nuestros días, del historiador local
Roberto Calia, que dedica un capítulo al secuestro de Franca, se define a
Bernardo Viola de la siguiente manera: "Era un jornalero analfabeto
y pobre, que creyó en el valor de la ley, y que tuvo el coraje de
enfrentarse a la mafia".
Álcamo era en la década de los sesenta una localidad de unos 40.000
habitantes, dedicada a la agricultura. Sobre todo al cultivo de cebada,
avena, uva y oliva. La familia Viola vivía en una modesta casa en la
calle Arancio, que aún sigue en pie y que en la actualidad es la única de
una sola planta que existe en toda la calle. La entrada de la vivienda se
conserva tal y como era entonces: una puerta de madera y cristales
adornados con visillos blancos.
"¿Bernardo Viola? ¡Bernardo Viola está en el cementerio!", contesta con
vehemencia una raquítica anciana que anda con un caminador, cuando
esta periodista asoma la cabeza dentro de la casa para preguntar si allí es
donde vivió el padre de Franca. La anciana es Vita Ferro, la madre de
Franca, que sigue residiendo en la misma vivienda y que también
parece ser una mujer de armas tomar. Ahora tiene 94 años y, como la hija,
tampoco quiere hablar del pasado.
"Pues ha tenido usted suerte de que mi madre ya está muy mayor, pero
cuando era joven llegó a tirar por la cabeza un ramo de flores con el que se
presentó un periodista en casa. Yo no podía con los periodistas,
pero mi madre era peor", comenta Franca, que admite que se ha
pasado la vida huyendo de la prensa. Y aun así se han escrito ríos de tinta
sobre ella.
Sin ir más lejos, el historiador local Roberto Calia le dedicó un
capítulo de uno de sus libros sin nunca entrevistarla. Él no tiene
ningún problema para hablar. Según dice, tenía 15 años cuando Franca
fue secuestrada, y asegura que recuerda a la perfección todo lo acontecido.
"Franca Viola era una muchacha guapísima, que se hacía mirar", empieza
relatando, poniendo los ojos en blanco. "Y Filippo Melodia era el más
chulo del pueblo, que pensaba que nadie le podía decir que no", añade.
Un amor inventado

Según el historiador, "el rapto se consideró que era en realidad


una fuitina", afirma, utilizando la palabra que se usaba en Sicilia cuando
una jovencita se fugaba por amor con un chico. "Se decía que Franca
había mostrado interés por Filippo Melodia en un primer momento, pero
que el padre era quien no quería que se casara con él. Y aún se
sigue rumoreando lo mismo", apostilla. O sea, que la muchacha se fue con
Melodia por propia voluntad y no en contra.
"La violencia de la mafia también consiste en eso: en corromper la
verdad, contaminar lo ocurrido, y destruir el recuerdo y la
memoria", lamenta Baldo Carollo, autor del libro Il Sogno
Mediterraneo (el sueño mediterráneo), donde analiza la figura del letrado
y político democristiano Ludovico Corrao, que actuó como abogado de
Franca Viola en el proceso abierto en el tribunal de Trapani contra Filippo
Melodia y los otros implicados en el rapto de la chica.
Ludovico Corrao fue alcalde de Álcamo entre 1960 y 1963 y su implicación
en el caso resultó clave. "El político consideró que la rebelión de Franca
y de su padre era una rebelión contra una sociedad arcaica y
machista, pero también contra Cosa Nostra, en una época en que el
eslogan generalizado de los políticos italianos era "la mafia no existe". Se
negaba la realidad", expone el autor. Por eso, destaca, supuso un punto de
inflexión.
Melodia fue condenado a 11 años de cárcel, y se acabó suicidando
en prisión. "Pero su familia continúa teniendo poder en Álcamo", advierte
Carollo. Franca se esposó con su prometido de toda la vida, Giuseppe
Ruisi. "No tuvo inconveniente en casarse conmigo a pesar de
todo lo que había ocurrido", destaca la mujer.
Durante los dos años siguientes, la familia Viola dispuso de escolta
permanente por orden judicial. "Siempre había cuatro carabinieri delante
de casa, que nos acompañaban a todas partes. Incluso iban con mi padre
al campo", detalla Franca. "¡Quedamos hartos de estar siempre
vigilados!", suspira. Fue el precio que tuvieron que pagar para no
ser asesinados por la mafia.
El documental del escándalo

A partir de entonces, también se inició en Italia un movimiento para la


modificación del Código Penal y el derecho de familia, que llegó a su cénit
en 1979 con el documental Processo per stupro (proceso por violación),
dirigido por Loredana Dordi, según explica la abogada penalista Elena
Biaggioni.
Dicho documental, que está disponible en internet, muestra un juicio por
violación múltiple, en el que la víctima, una muchacha joven, es
tratada ante el tribunal como si fuera la responsable de lo
sucedido, en vez de la damnificada.
Por ejemplo, el fiscal le cuestiona que saliera a la calle en plena noche, y el
abogado defensor de los supuestos cuatro violadores destaca que la joven
practicó una felación a cada uno de ellos. "En la felación, el hombre es un
sujeto pasivo y la mujer es el activo. Si lo hizo, es porque ella quiso",
argumenta el letrado ante sus señorías.
"La RAI [radio televisión italiana] emitió el documental y provocó tal
escándalo que, en poco tiempo se recogieron 800.000 firmas para que se
cambiara la ley. Así en 1981 se eliminó el matrimonio
reparatorio", explica Biaggioni.
Es decir, la posibilidad de que el violador quedara impune si se casaba con
su víctima. Sin embargo, precisa la abogada, la violación continuó siendo
en Italia un delito contra el honor, y no contra la inviolabilidad y la
libertad sexual de la persona. Para ello, hubo que esperar hasta 1996,
que se volvió a modificar la legislación.
El 8 de marzo de 2014 el entonces presidente italiano Giorgio Napolitano
concedió a Franca Viola el título de Gran Oficial de la Orden del
Mérito de la República Italiana por su "valiente gesto de rechazar el
matrimonio reparatorio". Franca admite que fue "un honor" recibir ese
reconocimiento, pero dice que ahora sólo quiere cerrar ese capítulo
de su vida y que la dejen en paz de una vez.
En Álcamo siguen viviendo algunos de los que fueron sus raptores. Según
Franca, para toparse con el machismo no hace falta irse a la otra punta del
mundo: "Por desgracia, te lo encuentras en la puerta casa".

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