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La separación de los amantes

Fue lo máximo sentirme tu familia,

delicioso y delicado llegar a tu casa

con un poco de queso, una botella de vino

o simplemente alegría en el rostro,

y desplazarme en tu espacio, en tu cuerpo y en tu mente

con la soltura de un rey en su patria,

mientras los demás, gentiles y antiguos,

con sus camisas de cuadros

y sus modales ceremoniosos,

se acomodaban en la mesa

para dejarme, como correspondía,

el sitio más vecino a tu corazón.

Fue un cielo claro de primavera.

Ningún nubarrón.

Y, súbito, el rayo oscuro de la muerte.

Tú no sabes nada.

Yo no sé nada.

Nadie sabe nada.

¿Quiénes son estos amantes?


¿Quiénes fueron?

No los conozco,

porque si en el mundo sólo existe dolor,

como bien sentimos, es imposible

que en la vigilia haya habido

cosas tan intensas, hermosas y verdaderas.

Marco Martos

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