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ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

Los delitos situados en este capítulo del Código Penal, centralizan los
comportamientos que lesionan o ponen en peligro la actividad estatal. Lo que se
busca es que el comportamiento del servidor o funcionario estatal se rija bajo
principios de honestidad, probidad, imparcialidad, decencia y eficiencia.

¿QUE ES LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA?

Administrar, indica el autor Salinas Siccha en referencia a la Real Academia de


la Lengua, es servir, en este caso, servir al Estado y cumplir la función encargada
para lograr «el bienestar general».

Pero este cumplimiento además debe estar enmarcado en orden de órganos


estatales que implica jerarquía, niveles, entidades, cargos y oficios, esto es, hay
una organización dentro de la cual se debe cumplir esa función pública
indistintamente del cargo asignado al funcionario o servidor público.

EL BIEN JURÍDICO PROTEGIDO EN LOS DELITOS CONTRA LA


ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

En doctrina penal existen diversas posiciones en torno a cuál sería el bien


jurídico general protegido por los delitos contra la administración pública. Antes
de hacer una pequeña reseña de cada postura y explicar cuál es considerada
como la más adecuada, conviene adelantar que en este acápite no serán
analizados los bienes jurídicos que, de manera específica, protege cada tipo
penal, sino que se abordará el bien jurídico protegido, de manera general, en
todos los tipos penales de delitos contra la administración pública cometidos por
funcionarios públicos. Así, es posible identificar las siguientes posturas:

• La probidad, dignidad, integridad, rectitud y lealtad del funcionario público.


Como

puede entenderse, se trata de una concepción subjetiva respecto del bien


jurídico, ya

que se centra en características que el funcionario público debe tener para


trabajar en la

administración pública.
• Las expectativas, basadas en las normas, que se tienen respecto de la
actuación de

los funcionarios estatales y aquellas sobre el rol que estos deben cumplir en
nuestro

sistema social. En otras palabras, las expectativas normativas se defraudan


cuando los

funcionarios públicos incumplen su deber institucional de “sujeción a la ley”;


es decir, no

actúan según las normas estatales prescritas.

• El correcto y regular funcionamiento de la administración pública (el


correcto ejercicio

de la función pública). Esta postura predomina, actualmente, en la doctrina


y en la

jurisprudencia.

El bien jurídico es el desempeño correcto de los deberes y funciones que los


servidores,

funcionarios y empleados públicos asumen o se les delega con la finalidad de


administrar al

Estado.

El bien jurídico “correcto funcionamiento de la administración pública” es


supraindividual, es

decir:

• Su titularidad es compartida por la sociedad en su conjunto.

• Es indisponible por un sujeto privado. Por esta razón, será ineficaz el


consentimiento

respecto de la lesión o puesta en peligro del bien jurídico en cuestión.


Esta posición ha sido recogida por el Acuerdo Plenario de las Salas Penales de
la Corte Suprema de Justicia sobre prescripción de la acción penal.

TITULARIDAD DEL BIEN

En relación con la titularidad del bien jurídico afectado por los delitos de
corrupción, existen dos grandes posturas:

• El titular del bien es el Estado. Esta es la posición dominante- y, en este


sentido, el sujeto pasivo específico sería la entidad estatal afectada en
el caso concreto.

• Los titulares son los ciudadanos. Esto en la medida en que los delitos
contra la administración pública generan un daño, y afectan los derechos
de los administrados y de la colectividad en general. Una postura
contenida en esta tesis es la que considera que la conducta penalmente
relevante de un delito contra la administración pública genera, al menos,
un peligro para la vigencia de un derecho subjetivo.

EL FUNCIONARIO PÚBLICO

Concepto: Funcionario Público será la persona que es incorporada a la actividad


pública mediante selección, designación, elección, siendo que ésta ejerce
función pública

Se consideran funcionarios o servidores públicos:

1. Los que están comprendidos en la carrera administrativa

2. Los que desempeñan cargos políticos o de confianza, incluso si emanan


de elección popular

3. Todo aquel que independientemente del régimen laboral en que se


encuentre, mantiene vínculo laboral o contractual de cualquier naturaleza
con entidades u organismos del Estado y que en virtud de ello ejerce
funciones en dichas entidades u organismos

4. Los administradores y depositarios de caudales embargados o


depositados por autoridad competente, aunque pertenezcan a particulares

5. Los miembros de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional


6. Los demás indicados por la Constitución Política y la ley

Tipos de responsabilidades de los funcionarios públicos.

La responsabilidad en general, es la deuda, la obligación de reparar y satisfacer,


por sí o por otro, a consecuencia de delito, de una culpa o de otra causa legal.
En sentido amplio, la responsabilidad puede enunciarse como el efecto
desfavorable que recae sobre un sujeto, como consecuencia de su conducta,
cuando la misma, constituida por una acción u omisión, ha violado una norma
jurídica o un pacto contractual establecido, produciendo un daño.

El funcionario público, como sujeto de derecho y deberes y por su particular


posición frente al Estado y la sociedad, debe responder por su conducta de
acción u omisión una vez que le sea requerida por la autoridad correspondiente,
lo cual se materializa en la determinación de su responsabilidad por tal acción u
omisión. Esta responsabilidad no se limita a la esfera pública sino que puede
trascender a su esfera privada y personal, de allí que surjan los diferentes tipos
de responsabilidades que constitucional y legalmente se acumulan como
consecuencia de su actividad o ejercicio de la función pública, la cual se puede
clasificar en:

• Responsabilidad civil.

• Responsabilidad Administrativa.

• Responsabilidad disciplinaria.

• Responsabilidad política.

• Responsabilidad moral.

• Responsabilidad penal.

PROBLEMA MUNDIAL

 Los delitos de corrupción, constituye un problema de carácter y dimensión


mundial que atenta contra la estabilidad y los valores de la democracia,
así como contra la ética y la justicia al comprometer el desarrollo
sostenible y el imperio de la Ley.
 Desestabiliza y desintegra la sociedad
JURISPRUDENCIA

ES 3 de agosto de 1998: “el artículo 40º de la Constitución Política del Estado,


rige únicamente para fines laborales derivados de la carrera administrativa, pero
no restringe o excluye la responsabilidad penal de quienes manejan fondos
públicos, pues sostener lo contrario sería propiciar la impunidad de los
innumerables ilícitos penales que a diario se comenten en el manejo de fondos
públicos, a través de las diferentes empresas creadas por el Estado en el
ejercicio de su gestión económica…” Exp. Nº 251-98-Loreto

Luis Pérez de Acha

Delitos de funcionarios corruptos

La corrupción, como tal, no está prevista como delito en las leyes de nuestro
país. Esto no significa, sin embargo, que la misma carezca de implicaciones
penales. Las posibilidades de actuar en contra de los funcionarios deshonestos
son reales. Los delitos y las penas existen.

Cuando se aborda el problema de la corrupción de funcionarios públicos, lo usual


es hacerlo desde la perspectiva de las responsabilidades administrativas que
proceden en su contra: amonestaciones públicas y privadas, multas, reparación
de daños ocasionados al erario federal, inhabilitación para ejercer cargos
públicos, etcétera. Sin embargo, poco se dice de los delitos que ellos cometen.

Un primer aspecto a considerar es que la corrupción, como tal, no está prevista


como delito en las leyes de nuestro país. Esto no significa, sin embargo, que la
misma carezca de implicaciones penales. Lo que sucede es que este fenómeno
se integra por diversos delitos, cada uno con sanciones específicas, severas en
la mayoría de los casos. Algunos de esos delitos son los siguientes:

a) Cohecho (conocido comúnmente como soborno, mordida o propina)

Se entiende como la promesa o el ofrecimiento a un funcionario público de un


beneficio indebido, generalmente en dinero, que redunde en su propio provecho
o en el de otra persona, con el fin de que dicho funcionario actúe o se abstenga
de actuar en el cumplimiento de sus funciones oficiales.

Las penas máximas por este delito son de dos a 14 años de prisión.
b) Peculado o malversación de recursos públicos

Se trata del desfalco o la apropiación indebida, en beneficio propio o de terceros,


de bienes o dinero público que se han confiado al funcionario en virtud de su
cargo. Esta actividad puede consistir en robo simple o en actos complejos
tendientes al desvío de esos recursos.

Las penas máximas por este delito son de dos a 14 años de prisión.

c) Tráfico de influencias

Es la promesa o el ofrecimiento efectuado a un funcionario público para que


abuse de su influencia, con el propósito de obtener de otra autoridad un beneficio
indebido que aproveche o favorezca al solicitante.

Las penas máximas por este delito son de dos a seis años de prisión.

d) Abuso de autoridad

Es la realización de funciones distintas a las que corresponden al funcionario


público, o bien, usar las propias pero en exceso, con el fin de obtener ganancias
ilegales.

Las penas máximas por este delito son de dos a nueve años de prisión.

e) Enriquecimiento ilícito

Es el incremento injustificado del patrimonio de un funcionario público. En esta


modalidad no se sanciona el tamaño del patrimonio ni su incremento per se, sino
que el mismo no se pueda justificar, o bien, que provenga de una fuente ilegal,
incierta u oculta.

Las penas máximas por este delito son de dos a 14 años de prisión.

f) Fraude fiscal

Es el uso de engaños o el aprovechamiento de errores con el propósito de omitir


el pago de impuestos. Por su naturaleza, este delito es doloso e implica la
intención consciente de los contribuyentes de incumplir con las obligaciones
fiscales a su cargo. En el caso de funcionarios públicos, la defraudación se
configura de manera natural, pues quien comete cohecho o peculado, por
ejemplo, difícilmente pagará los impuestos que correspondan a las ganancias
ilegales obtenidas. En años recientes, las facturas falsas son un mecanismo
utilizado para estos propósitos.

Las penas máximas por este delito son de tres a nueve años de prisión.

g) Lavado de dinero

Es el proceso para encubrir el origen de las ganancias generadas en virtud de


algún delito de corrupción (cohecho, peculado y fraude fiscal, por ejemplo), y
abarca cualquier conducta tendiente a administrar, custodiar, poseer, depositar,
invertir, transportar u ocultar el dinero. El objetivo central del también llamado
blanqueo de capitales es que los recursos aparezcan como fruto de actividades
económicas o financieras legales.

Las penas por este delito van de cinco a 15 años de prisión.

h) Delincuencia organizada

Se actualiza cuando tres o más personas se organizan para lavar dinero, lo que
en casos de corrupción no es extraño que esto suceda. Ejemplo de esto es la
desaparición de 645 millones de pesos en el gobierno de Veracruz.

Las penas máximas por este delito van de 12 a 24 años de prisión.

Como se ve, las posibilidades de actuar en contra de los funcionarios


deshonestos son reales. Los delitos y las penas existen. Si bien es cierto que el
Sistema Nacional Anticorrupción, incluyendo la Ley #3de3, tiene sus bondades,
antes que insistir en reformar las leyes -que hay que hacerlo, por supuesto-,
conviene concentrarnos en exigir su aplicación.

Es una decisión de Estado que la corrupción se combata con efectividad. De


poco servirá ampliar la gama e incrementar la severidad de las responsabilidades
penales y administrativas de los funcionarios, si las leyes -actuales o por
expedirse- se asumen como letra muerta, como hasta la fecha ha sucedido. De
continuarse con esta tendencia, el Sistema Nacional Anticorrupción será un
pretexto discursivo más de la clase gobernante que es la mayormente favorecida
con la impunidad que a sus anchas campea en nuestro país.

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