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CAPITULO 4 La pobreza como privacién de capacidades Enel capftulo anterior hemos sefialado que, cuando se analiza la jus ticia social, existen poderosas razones para juzgar la ventaja indivi dual en funcién de las capacidades que tiene una persona, es decir, de las libertades fundamentales de que disfruta para levar el tipo de vida que tiene razones para valorar. Desde esta perspectiva, Ia po- breza debe concebirse como la privacién de capacidades bisicas y no _meramente como la falta de ingresos, que es el crterio habitual con 1. que se identifica la pobreza.' La perspectiva de la pobreza basada en las capacidades no entra el rechazo de la razonable idea de que la falta de renta es una de las principales causas de la pobreza, ya que Ja falta de renta puede ser una importante razén por la que une per sona esta privada de capacidades. De hecho, ls falta de renta predispone claramente a llevar una vida pobre. Si se acepts esta premisa, ca qué viene todo este jaleo de ‘observar la pobreza desde la perspectiva de las capacidades (en lugar de observarla desde la perspectiva habitual de la renta)? Creemos aque los puntos a favor del enfoque de la pobreza basado en las capa idades son los siguientes: 1) La pobreza puede identificarse de forma razonable con la pri- vacién de capacidades; el enfoque centra la atencién en las privacio- nes que son fntrinsecamente importantes (a diferencia de la renta baja, que sélo es insirumentalmente importante). 2) Hay otros factores que influyen en la privacion de capacida- des —y, por lo tanto, en la pobreza real— ademas de la falta de ren ta (la renta no es el tinico instrumento que genera capacidades). 3) Larelacin instrumental entre a falta de renta yl falta de ca pacidades varia de unas comunidades a otras ¢ incluso de unas fami na lias a otras y de unos individuos a otros (la influencia de la renta en. las capacidades es contingente y condicional).? La tercera cuestién es muy importante cuando se examinan y cevalan las medidas publicas que aspiran « reducir la desigualdad o ls pobreza, En la literatura (y en el capitulo 3 de este libro) se han analizado varias causas de las variaciones condicionales, y es til ha- cer hincapié en algunas de elas especificamente en el contexto de la eaboracién dela politica prictca En primer lugar, la relacin entre la renta y la capacidad depen: de de manera extraordinaria de la edad de la persona (por ejemplo, de las necesidades especifcas de las personas de edad avanzada y de las que son muy jévenes), del sexo y de los papeles sociales (por cjemplo, de las responsabilidades especiales de la maternidad y de las obligaciones familiares determinadas por la costumbre), del lugar (por ejemplo, de la propensidn de una regién a las inundaciones 0 a las sequias, de la inseguridad y la violencia de algunas ciudades), de la situacin epidemiol6gica (por ejemplo, de las enfermedades endé micas de una region) y de otros factores que una persona puede con- trolar poco 0 nada.’ Cuando se contrastan grupos de poblacién cla siticados segiin la edad, ef sexo, el lugar, etc., son especialmente importantes ls diferencias entre estos parimetros. En segundo lugar, 1) la falta de renta y 2) las dificultades para convertr la renta en funciones pueden ir emparcjadas.* Las desven- tajas, como la edad, la incapacidad o la enfermedad, reducen la ca pacidad de una persona para percibir una renta.’ Pero también ha: cen que sea mas dificil convertir la renta en capacidad, ya que una persona de edad avanzada, mis incapacitada o mas enferma puede necesitar mis renta (para ayuda, para prétesis, para tratamiento) pata lograr las mismas funciones (incluso aunque sea posible lograr- las)* Eso significa que la «pobreza real» (entendida como la priva: «én de capacidades) puede ser, en un importante sentido, mayor de To que parece en el espacio de las rentas. Esta cuestidn puede ser fun: damental cuando se evalian las medidas pablicas para ayudar a las petsonas de edad avanzada y a otros grupos que tienen dificultades de «conversiGn», ademas de una baja renta En tercer lugar, la distribucién en el seno de la familia plantea us ain mis complicaciones al enfoque de la pobreza basado en la renta, Sila renta familiar se emplea de forma desproporcionada en benefi cio de algunos de los miembros de la familia y no de otros (por ejem plo, si existe por sistema una «preferencia por los hijos varones» en la distibucion de los recursos dentro de la familia), el grado de pri vacién de los miembros abandonados (las hija en el ejemplo exami- nado) puede no reflejarsesuficientemente en el enfoque basado en la renta familiar. Esta cuesti6n es fundamental en muchos contextos; parece quela diseriminacién sexual es un importante factor en la dis- tribucién de los recursos en el seno dela familia en muchos paises de ‘Asia y del norte de Africa. Las privaciones de las nifias se comprue ban mejor observando la privacién de capacidades (mayor mortal dad, morbilidad, desmutrici6n, desatencién médica, etc.) que en el anilisis basado en la renta’” Esta cuesti6n no es, desde luego, tan importante en el caso de la . Esta pre ponderancia de las mujeres también tiene otras causas. Las muertes de varones en guerras pasadas atin siguen dejéndose sentir. Los hom bbres han fumado, en general, més que las mujeres y han sido més propensos a morir de forma violenta, Peto parece claro que incluso cuando se excluyen estos otros efectos, el niimero de mujeres tiende aser mayor que el de hombres, @igualdad de atenciones. Los bajos cocientes entre las mujeres y los hombres de algunos paises de Asia y del norte de Africa indican la influencia de factores sociales. Es facil ver que si estos paises tuvieran el cociente entre las Be ‘mujeres y los hombres que tienen Europa y Estados Unidos, habria muchos més millones de mujeres en estos paises (dado el niimero de hombres). Sélo en China el niimero de «mujeres deseparecidas», calculado a partir del cociente europeo o americeno, sobrepasaria los 50 millones y, segin esa cifra, podemos considerar que en estos ‘paises en su conjunto hay mucho més de 100 millones de mujeres xdesaparecidas» ‘Sin embargo, tal vez no sea correcto utilizar el cociente europeo © cl americano, debido no sélo a caracteristicas especiales como las _muertes causadas por las guerras. Dado que las tasas de mortalidad femeninas de Europa y América son mas bajas, el cociente entre las mujeres ylos hombres aumenta gradualmente con la edad. En Asia o ‘en el norte de Africa, seria de esperar que el cociente fuera mas bajo debido en parte a que la esperanza general de vida es menor y la tasa de fecundidad es mayor. Una manera de abordar esta cuestin es to- ‘mar como base de comparacién no el cociente de Europa o de Amé rica entre las mujeres y los hombres, sino el del Africa subsshariana, donde es pequefi la desventaja de las mujeres desde el punto de vis- ta de las tasas de mortalidad relativas, pero donde la esperanza de vida no estan grande y las tasas de fecundidad no son més bajas (sino todo lo contrario). Tomando como referencia el coctente del Africa subsahariana entre las mujeres y los hombres, que es igual a 1,022 (utilizado en mis studios anteriores y en los que he realizado en co laboracién con Jean Dréze), se obtiene una estimacién de 44 millo- nes de mujeres desaparecidas en China, 37 millones en la India y un total en estos paises incluso muy superior a 100 millones. (Otra manera de abordar este problema es ealcular el niémero es perado de mujeres que habria si éstas no tuvieran ninguna desventa- ja en cuanto a supervivencia, dada la esperanza real de vida y las ta- sas reales de fecundidad de estos paises. No ¢s facil calcularlo directamente, pero Ansley Coale ha realizado esclarecedoras estima: ciones utilizando tablas-modelo de poblacién basadas en la expe- riencia histrica de los paises «occidentales», Este procedimiento da tuna cifra de 29 millones de «mujeres desaparecidas» en China, 23 millones en la India y un total de unos 60 millones en estos paises.” ‘Aunque estas cifras son mas bajas, también son enormes. Algunas es timaciones mas recientes, basadas en datos histsricos analizados més BS detalladamente, han tendido a dar cifras bastante mis alts (alrede- dor de 90 millones, segiin las estimaciones de Stephan Klasen).* ¢Por qué son las tasas totales de mortalidad de las mujeres ma: yores que las de los hombres en estos paises? Consideremos el caso de la India, donde la tasa de mortalidad por edades de las mujeres es sisteméticamente superior a la de los hombres hasta finales de los aos treinta. Aunque el exceso de mortalided en la edad de proctea- ‘ign puede deberse en parte a Ja mortalidad por maternidad (en el parto 0 poco después), no es posible atribuir esa causa la desventa- ja femenina en lo que se refiere a la supervivencia en el periodo de la lactancia y en la nifiez A pesar de los inquietantes casos deinfantici- dio femenino de los que se habla de vez en cuando en la India, ese fenémeno, aunque presente, no puede explicar la magnitud de la ‘mortalidad adicional ni su distribucién por edades. Parece que el principal culpable cs la relativa despreocupacién porla salud ya nu- tricién de las mujeres, en especial —pero no exclusivamente— du rante la nifiez, Existen, de hecho, abundantes pruebas directas de ue las nifiasestin desatendidas en lo que se refiere a asistencia sani taria, hospitalizacin e incluso alimentacién.” ‘Aunque el caso indio se haya estudiado més que otros (hay investigadores trabajando sobre esta cuestion en la India que en cua: 4quier otro pais), también se pueden encontrar en los demés paises prucbas similares de la falta de atencién relativa que suften las nifas en Jo que a salud y nutricin se refiere. En China, existen incluso al ‘gunas pruebas de que el grado de desatencién ha aumentado de ma neta vertiginosa en los ltimos afios, sobre todo desde que se limité obligatoriamente el niimero de hijos (como con la politica de un solo hijo que existe en algunas partes del mundo) y se introdujeron otras reformas alrededor de 1979. También existen algunos indicios nue- vos y de mal augurio en China, como el radical aurnento del cociente declarado entre el nimero de nacimientos masculinos y el de naci- Imientos femeninos, muy alejado del resto del mundo. Es muy posible ue indiquen que «estan oculténdose» nis recén nacidas (para evi tar los rigores de la politica de limitacién obligatoria del nimero de hijos), pero tampoco es improbable que se deban a que la mortalidad infantil femenina es mayor, ya sea 0 no provocada (en una situaci6n en la que los nuevos nacimientos y las nuevas muertes no se decla 136 run) Sin embargo, parece que recientemente el principal factor de la discriminacién contra las mujeres en la compesicién de la familia son los abortos realizados segin el sexo, prictica que se ha extendido mucho en China con el progreso de le tecnologia. ‘OnseRVACIONES FRNALES Los economistas a veces son erticados por centrar la atencién en ex- ‘eso en la eficiencia y demasiado poco en la equidad. Fs posible que cexistan algunos motivos para quejarse en este sentido, pero también debe sefialarse que la desigualdad ha sido objeto de atencién por parte de los economistas durante toda la historia de esta disciplina ‘A Adam Smith, que suele considerarse «el padre de la economfa mo- dema», lo preocupaba profundamente el abismo que existia entre los ricos y los pobres (para més informacién sobre esta cucstidn, véanse los capitulos 5 y 11). Algunos de los cientifics sociales y flbso- fos responsables de hacer de la desigualdad un tema fundamental de debate piiblico (como Karl Marx, John Stuart Mil, B.S. Rowntree y Hugh Dalton, por mencionar a antores que pertenecen a tradiciones gencrales muy distintas) eran, en cuanto a su principal dedicacién, fervientes economistas, independientemente de lo que también pu- dicran ser. En los tltimos afos, ha florecido la economia de la desi gualdad como disciplina, gracias sobre todo a autores como A. B. At- kinson.” Eso no quiere decir que no sea muy evidente en algunos trabajos de economia la concentracién de la atencién en a eliciencia ylaexclusion de otras consideraciones, pero no se puede acusar alos ‘economistas como grupo de abandonar le desigualdad como tema, Si existe alguna razén para quejarse, ésta se halla mas en la im portancia que se concede, en una gran parte de la economia Ie de- sigualdad entendida en un sentido muy estricto, a saber, la desigual- dad de la renta. Eso conteibuye a que se dejen de lado otras formas de ver la desigualdad y la equidad, lo que tiene trascendentales con- secucncias para la elaboracién dela politica econdmica. Los debates sobre la politica econémica y social se han distorsionade, de hecho, a causa del excesivo énfasis en la pobreza de renta y en la desigual dad dela renta y de la consiguiente despreocupacién por privaciones Br «que estin relacionadas con otras variables, como el paro, la falta de salud, la falta de educacién y la exclusién social. Por desgracia, la identificacin de la desigualdad econémica con la desigualdad de la renta es bastante frecuente en economia, y las dos suelen considera se, de hecho, sinénimas, Si le decimos @ una persona que estamos trabajando sobre la desigualdad econémica, normalmente supone {que estamos estudiando la distribucién de la renta, Esta identificacin implicia también puede encontrarse en cier ta medida en la literatura flos6fica, Por ejemplo, en su interesante ¢ importante articulo «Equality as a Moral Ideal», Harry Frankfurt, destacado filésofo, critica de una manera razonada y convincente lo ue denomina «igualitarismo econdmico» y que es, segtin este autor, «dla doctrina segiin la cual no debe haber ninguna desigualdad en la distribucién del dinero».” ‘Sin embargo, la distincién entre la desigualdad de la renta y la

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