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A) CLASE I
1. ¿Qué establece la Ley 22.278? ¿Por qué un menor es inimputable?
Haciendo un poco de investigación encontré que La ley 22.278 fue sancionada en el año 1980, durante
el gobierno inconstitucional de facto.
Esta ley clasifica a los menores en menores inimputables y menores relativamente imputables. En
ambos casos, el juez siempre tiene amplias facultades discrecionales al respecto, luego de estudiar
detenidamente la situación del menor en cuestión; así como el abandono, la falta de asistencia, el
peligro material o moral o los problemas de conducta podrá disponer definitivamente de él.
Se fija el límite de edad, será inimputable el menor de 16 años, a partir de esta edad el menor será
punible, excepto cuando se trate de delitos de acción privada o aquellos sancionados con pena privativa
de la libertad que no exceda los dos años de prisión con multa o inhabilitación. Es necesario aclarar que
a partir de los 18 años de edad, se los considerará penalmente responsables, situación fundamentada
subjetivamente por la falta de madurez y desarrollo del menor.
En referencia al juez - respecto al menor- esta ley:
1º Ordenar las medidas que crea pertinentes a fin de asegurar su adecuada custodia y formación.
2º Tiene la potestad de restringir la patria potestad o tutela.
3º Posee el discernimiento a la hora de elegir la mejor guarda para el menor.
El juez podrá dar por finalizada la disposición mediante resolución fundada o cuando el menor alcance
la mayoría de edad.
También encontramos menciónes de los requisitos para imponerles una pena (menor punible de 16 a 18
años de edad):
- Que ya haya sido declarado penal y civilmente responsable
- Que haya alcanzado la mayoría de edad
Luego de observar los requisitos, al juez le quedará la tarea de analizar las modalidades del hecho, los
antecedentes del menor y el resultado del tratamiento tutelar; o comunicarse directamente con él.
Luego podrá optar por el grado de tentativa, o simplemente absolverlo.
En el quinto artículo se hace referencia a la figura de la reincidencia, la cual no podrá utilizarse cuando
se juzga a un menor de 18 años. De igual manera, debemos señalar que, en el caso de que se cometa un
delito desde los 18 años de edad en adelante, sí se podrán tener como consideración los antecedentes
del sujeto.
Se establece que el menor que sea sancionado con una pena privativa de la libertad deberá cumplirla en
instituciones especializadas y que, en el caso de cumplir la mayoría de edad durante esta situación, será
trasladado a institutos para adultos.
Si el joven hubiera cometido el ilícito en su minoría de edad, y el juicio se iniciara o reanudara en fecha
posterior a alcanzar los 18 años, éste se complementará con un estudio sobre la conducta del menor.
Si el menor de 16 o 17 años cometía un hecho delictivo, la medida tutelar se podía prorrogar entre
cuatro y cinco años (hasta que cumpliese los 21)
La inimputabilidad no es más que una reconstrucción dogmática de las disposiciones del inciso 1° del artículo
34° del Código Penal. Se basa en la consideración de que el sujeto es incapaz de comprender la norma y por lo
tanto no puede dirigir sus acciones, o motivarse en ella y por esta razón no se le puede aplicar una pena. Para
decirlo más claramente “si se juzga un adolescente que adolece de insuficiencia profunda del psiquismo se lo
debe declarar inimputable, -incapaz psíquico de culpabilidad-, sin necesidad de analizar lo relativo a la
penalidad”. En este sentido, podemos afirmar que la ley 22.278 al expresar que no son punibles los
adolescentes por debajo de los dieciséis (16) años de edad, en modo alguno ha establecido un supuesto de
inimputabilidad.
2. ¿Qué pasa con la patria potestad de un menor que cometió un delito?
La privación de la patria potestad está reconocida como pena grave.
La pena de inhabilitación especial para el ejercicio de la patria potestad está sujeta a una duración
determinada, es decir, tiene naturaleza temporal.
La diferencia entre inhabilitación para el ejercicio y privación del derecho la encontramos en el propio
texto del CP, en el art. 46, en cuya virtud la inhabilitación especial para el ejercicio de la patria
potestad, tutela, curatela, guarda o acogimiento, priva al penado de los derechos inherentes a la
primera, y supone la extinción de las demás -pero de la patria potestad-, así como la incapacidad para
obtener nombramiento para dichos cargos durante el tiempo de la condena. Determina ello que la
inhabilitación, al contrario que la privación, sí comporta la pérdida del ejercicio, pero no su extinción
definitiva.
La pena de privación de la patria potestad implica la «pérdida de la titularidad de la misma»,
subsistiendo los derechos de los que sea titular el hijo respecto del penado.
El tema de educación y diversidad sexual en la cárcel suele ser una problemática, aún más
cuando abordado desde la política pública para la educación en contextos de privación de
libertad y en la formación docente.
En 2006, se sancionó en la Argentina la Ley de Educación Sexual Integral (ESI) que
establece que: “Todos los educandos tienen derecho a recibir educación sexual integral en
los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada… A los efectos de esta
ley, entiéndase como educación sexual integral la que articula aspectos biológicos,
psicológicos, sociales, afectivos y éticos”.
No obstante, afuera de la cárcel aun no se logra su plena implementación y, como sabemos,
todo lo que pasa “adentro” se potencia, se hace extremadamente crudo en términos de
presencia o ausencia. En las U.C. se suele detener más en el tema “reproductivo” y el “rol de
la mujer” y algo de “violencia de género”.
El tema de educación y diversidad sexual no está presente en la currícula escolar o no
considera el colectivo LGBT, a la hora de pensar una acción institucional-pedagógica.
La población LGTB+ es un colectivo social proporcionalmente pequeño en la cárcel pero a la
vez requiere una atención educativa especialísima. Junto a las mujeres, a los/as niños/as
que están con sus madres y las personas con discapacidad en la cárcel son los grupos en
situación de franca vulnerabilidad.
Recordemos que la cárcel esta pensada y gestionada históricamente para/por “varones”,
esto marca una impronta de olvido, y en un punto, de rechazo a este colectivo ya que se
organiza para hombres y mujeres y el resto se “acomoda” a la falta de consideración de sus
necesidades, demandas y realidades.
Atención que se percibe en los sistemas penitenciarios cuando sus funcionarios/as se
autoperciben con una sexualidad diferente al mandato heteronormativo generando grandes
contradicciones en estos sistemas rígidos pensados en una lógica “binaria” de sexualidad.
Sin embargo, entendiendo que lo cultural es una construcción con imaginarios sociales
instituidos, tenemos el desafío de transmitir la posibilidad de construir nuevos sentidos, más
inclusivos y con mayor respeto de los Derechos Humanos.
En cuanto a la formación docente va en línea con lo comentado hasta aquí. No hay un núcleo
curricular en la formación docente que asuma este tema plenamente.
En definitiva, el contexto fundacional, hostil y de omisión que presenta la cárcel, el correlato
de la invisibilidad que suele darse en las escuelas de U.C. y en la formación docente, son
condiciones para nada favorables que suman al tema de educación y diversidad sexual, más
allá de intentos malogrados por parte de organismos públicos.
Pensar que el derecho humano a la educación sexual (sea en la cárcel o fuera de ella)
conlleva a contar con acciones concretas que atiendan las demandas de los colectivos en
situación de franca vulnerabilidad.
Que haya maestros/as y escuelas públicas en la cárcel es condición necesaria pero no
suficiente en términos de realización y desarrollo con calidad del derecho humano a la
educación.