Está en la página 1de 20

SIGLO XX

1. El revisionismo político en el reinado de Alfonso XII (Maura y


Canalejas).
El reinado de Alfonso XIII se prolongó entre 1902, cuando asumió el poder al
ser proclamado mayor de edad con 16 años y 1931, cuando abandonó España
rumbo al exilio y se proclamó la Segunda República.
La primera etapa del reinado de Alfonso XIII estuvo marcada por el espíritu
regeneracionista que se había extendido tras la crisis de 1898. A la nueva actuación
seguida desde el poder se la denominó “revisionismo”, ya que se pretendía revisar
el sistema, modificando lo necesario para superar los viejos problemas y adaptarse
a las nuevas demandas sociales y políticas.
Sin embargo, la actitud de Alfonso XIII dificultó los intentos de
modernización. El rey en ningún momento estuvo dispuesto a renunciar al
protagonismo político que le otorgaba la Constitución de 1876 (soberanía
compartida, designación de ministros, potestad para retirar la confianza al
gobierno vigente), además fue evidente su “espíritu castrense”, que le llevaba a
posicionarse a favor del ejército siempre que había un conflicto entre el poder civil
y el poder militar. La constante intervención de Alfonso XIII en asuntos políticos
provocó una gran inestabilidad gubernamental (treinta gobiernos hasta 1923). Por
este motivo la oposición al sistema derivó en gran medida en rechazo hacia su
propia persona y, por consecuencia, hacia la institución de la monarquía.
Tras la muerte de los fundadores de los dos partidos dinásticos –Cánovas
(1897) y Sagasta (1903)- empezó la etapa del revisionismo político, protagonizado
por Antonio Maura (Partido Conservador) y José Canalejas (Partido Liberal).
Los primeros intentos de reforma los impulsaron gobiernos conservadores,
cuya intención era, en palabras de Maura, hacer la “revolución desde arriba para
evitar la revolución desde abajo”. Antonio Maura propuso una ley de
administración local para tratar de acabar con el fraude electoral (“descuaje del
caciquismo”). La Ley de Reforma Electoral de 1907 preveía que un tercio de los
concejales de los ayuntamientos fueran elegidos por instituciones privadas locales,
sin proceso electoral. El propósito era evitar las simulaciones electorales que tan
mala imagen del sistema daban. Los intereses conservadores quedaban así a salvo,
pero los liberales se opusieron a la ley, que no llegó a ser aprobada. Los gobiernos
conservadores también iniciaron una tímida legislación laboral (ley de descanso
dominical, ley de huelgas, ley sobre las condiciones de trabajo de mujeres y niños,
etc.) que tuvo su máxima expresión en la creación del Instituto Nacional de
Previsión (1908), antecedente de la actual Seguridad Social. En 1909 el estallido de
la Semana Trágica de Barcelona y la fuerte represión posterior provocó la caída del
gobierno de Maura.
A partir de 1910, el poder recayó en los liberales de José Canalejas, que
intentó su propia “revolución desde arriba”. Sus principales reformas tuvieron un
claro contenido social como la reducción de la jornada laboral a nueve horas o la
supresión del impuesto de consumo. En 1912 fue aprobada la Ley de
Reclutamiento, que establecía el servicio militar obligatorio y acababa
parcialmente con la exención de los ricos mediante el pago de una cuota o de un
sustituto. También trató de someter a las órdenes religiosas mediante la llamada
“Ley del Candado”, que prohibía el establecimiento de nuevas congregaciones
religiosas durante dos años. El asesinato de Canalejas en la Puerta del Sol de
Madrid (1912) a manos de un anarquista supuso el final de esta inicial etapa de
reformas.

2. Crisis de la monarquía de Alfonso XIII, influencia de la Primera


Guerra Mundial y la revolución rusa (repercusiones externas).
En 1914, ante el inicio de la Primera Guerra Mundial España permaneció
neutral, pero se vio muy afectada por ella. La opinión pública española se dividió
entre aliadófilos (en general progresistas) y germanófilos (conservadores). La
principal repercusión fue económica: España tuvo un crecimiento espectacular de
la demanda exterior de sus productos, lo que provocó un fuerte proceso
inflacionista; los beneficios empresariales aumentaron de forma espectacular, pero
los trabajadores no vieron mejorar sus salarios y perdieron poder adquisitivo ante
la subida de precios. El progresivo emprobrecimiento de los trabajadores aumentó
además la tensión revolucionaria.
En este contexto se produjo la compleja y variada crisis general de 1917:
· Crisis militar: las Juntas Militares de Defensa (asambleas de jefes y oficiales
de Infantería) iniciaron un movimiento de protesta por los bajos sueldos del
ejército y contra el sistema de ascensos que primaba a quienes combatían en
Marruecos. Los enemigos del sistema vieron con simpatía su protesta porque
creyeron que el desafecto de los militares facilitaba un cambio político. El gobierno
liberal de García Prieto arrestó a los miembros de la Junta de Barcelona. Pero
Alfonso XIII desautorizó al gobierno, que tuvo que dimitir. El nuevo gobierno de
Eduardo Dato (conservador) satisfizo algunas demandas de la Junta y frenó la
amenaza militar.
· Crisis política: el dirigente de la Lliga Regionalista Francesc Cambó trató de
forzar la democratización del sistema y lograr la autonomía de Cataluña
convocando a los parlamentarios catalanes a la formación de una Asamblea de
Parlamentarios (19 de julio de 1917). La asamblea fue declarada ilegal y el
gobierno logró disolverla sin violencia.
· Crisis social: los sindicatos UGT y CNT convocaron una huelga general (13
de agosto de 1917) contra el régimen político y el deterioro del nivel de vida de los
trabajadores. Los anarquistas participaron activamente en Barcelona; los otros
tres grandes centros de la huelga fueron Madrid, Vizcaya y Asturias, donde la
impulsaron los socialistas. La huelga duró una semana, se produjeron choques
violentos (cerca de cien muertos), y los principales dirigentes fueron detenidos.
El gobierno conservador de Dato logró, pues, desmantelar los diferentes
movimientos del verano de 1917. El régimen seguía vivo pero no había salido ileso.
Alfonso XIII trató de reavivar el sistema con un nuevo experimento político, la
formación de dos gobiernos de concentración consecutivos que unían a los dos
partidos mayoritarios y a los que se sumó el propio Cambó. Pero la quiebra del
sistema era ya evidente. El triunfo de la revolución bolchevique (octubre de 1917)
insufló un notable entusiasmo a las organizaciones obreras que aumentaron sus
actos de protesta. Así, en el campo andaluz los jornaleros ocuparon tierras y sus
huelgas llegaron a paralizar las cosechas (Trienio bolchevique, 1918-1921); en el
sector industrial se entró en un grave proceso de violencia social especialmente en
Barcelona (pistolerismo).
No obstante, la quiebra definitiva vendría como consecuencia de un fracaso
militar en Marruecos. España trataba de controlar la zona del Rif donde existían
importantes intereses económicos por la explotación de minas de hierro, pero se
encontraba con la fuerte oposición de las cabilas rifeñas (destacada notoriedad de
Abd El-Krim liderando la resistencia contra la administración colonial española),
que pretendían la independencia tanto de España como del sultán marroquí. En
1921, el general Fernández Silvestre planificó erróneamente una operación militar
para alcanzar Alhucemas (norte de Marruecos) y someter a las tribus. La
expedición acabó en el conocido como Desastre de Annual el 22 de julio de 1921,
que provocó la muerte de más de 12.000 soldados españoles.
Este episodio tuvo un efecto sobre la opinión pública semejante al de 1898
(pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas). El gobierno cayó y socialistas y
republicanos apuntaron directamente al rey como culpable de la situación.
Finalmente se formó una comisión para aclarar lo ocurrido y se elaboró un informe
(“Expediente Picasso”) que establecía las importantes deficiencias del ejército
español en África. Antes de que el informe llegara a las Cortes el General Miguel
Primo de Rivera protagonizó un golpe de estado (13-15 de septiembre de 1923)
que iniciaba una nueva etapa política: la Dictadura de Primo de Rivera.

3. La Dictadura de Primo de Rivera: del Directorio Militar al Civil.


El 13 de septiembre de 1923 el general Miguel Primo de Rivera dio un golpe
de estado con el que puso punto y final al decrépito sistema de la Restauración,
iniciándose un periodo de dictadura militar que se extendió hasta 1931.
El sistema político de la Restauración, en el que los partidos dinásticos se
iban turnando en el poder de manera pacífica y pactada, se mantuvo operativo
hasta el establecimiento de la dictadura. Sin embargo, en los últimos años de
funcionamiento el sistema mostraba claros signos de desgaste, y a medida que se
acentuaba la crisis institucional aumentaba el ruido de sables.
Primo de Rivera fijó su dictadura en dos periodos o etapas claramente
diferenciadas: un Directorio Militar (1923-1925) y un Directorio Civil (1925-
2930).
Tras el golpe, el dictador Primo de Rivera se constituyó en ministro único,
pasando a ser asesorado por un Directorio Militar. Tras el nuevo estaba el mismo
bloque de poder que había dominado el país durante la Restauración, la oligarquía
de terratenientes e industriales.
El Directorio Militar tomó rápidamente medidas: prohibición de la bandera y
el himno catalán y restricción de la lengua catalana al terreno privado, política de
“mano dura” en todo lo referente al orden público y formación de la Unión
Patriótica, partido único bajo la dirección de un militar. Se trataba de seguir el
modelo fascista impuesto por Mussolini en Italia.
El gran éxito del Directorio tuvo lugar en África. El Desembarco de
Alhucemas en 1925 puso fin a la resistencia de las cabilas del Rif. Su líder, Abd-el-
Krim, se entregó a las autoridades del Marruecos francés. El fin de la guerra en
Marruecos le dio gran popularidad al dictador y a su régimen.
A finales de 1925 un gobierno civil, también presidido por Primo de Rivera,
sustituyó al Directorio Militar en un claro intento de institucionalizar la dictadura.
En 1927 se constituyó una Asamblea Nacional Consultiva formada en su
mayoría por miembros de Unión Patriótica elegidos por sufragio restringido.
Primo de Rivera de nuevo seguía el modelo italiano, en este caso el Consejo
Fascista. Esta Asamblea fracasó rápidamente en su intento de redactar una ley
fundamental que hiciera el papel de Constitución de la dictadura.
También se imitó el modelo social del fascismo italiano, estableciéndose la
Organización Corporativa del Trabajo en 1926, suerte de sindicato que trataba de
arbitrar entre patrones y obreros. De nuevo el intento de institucionalización del
régimen de Primo de Rivera fracasó.
La oposición a la Dictadura abarcaba un amplio espectro político: algunos
liberales y conservadores; republicanos, socialistas, anarquistas, intelectuales,
movimiento estudiantil… Un elemento clave fue el creciente descontento en las
filas del ejército ante las arbitrariedades de Primo de Rivera.
Tras el crack de la bolsa de Nueva York en 1929 los problemas económicos se
extendieron con gran rapidez por el mundo. El descontento social, con la vuelta de
los movimientos huelguísticos, vino a acrecentar la oposición a la dictadura, a lo
que hay que añadir la devaluación de la peseta a partir de 1928 (uno de los puntos
claves de la propaganda pro dictadura fue el restablecimiento del valor de la
peseta desde que Primo de Rivera llegó al poder)
Anciano, enfermo (diabetes) y sin apoyos sociales, el 27 de enero de 1930
Primo de Rivera presentó su dimisión al monarca, quien se apresuró a aceptarla.
Dos meses después el dictador fallecía exiliado en París.
4. Características de la Constitución de 1931.
El triunfo de las candidaturas republicanas en las grandes ciudades precipitó
el 14 de abril de 1931 la proclamación de la II República. La amplitud del
movimiento popular llevó a que el rey Alfonso XIII, aislado y sin apoyos, huyera a
Marsella (Francia) para no regresar de su exilio a España nunca más.
Inmediatamente se formó un Gobierno Provisional presidido por Niceto
Alcalá Zamora y formado por republicanos de izquierdas y de derechas, por
socialistas y por nacionalistas. El gobierno debía dirigir el país hasta que unas
nuevas Cortes Constituyentes dieran forma al nuevo régimen.
Hubo dos gobiernos provisionales: el primero, mencionado anteriormente y
que se extendió desde el 14 de abril hasta el 14 de octubre de 1931 y el segundo,
presidido por Manuel Azaña y que se extendió desde el 14 de octubre hasta el 16
de diciembre de 1931. El 9 de diciembre de 1931 las Cortes Constituyentes
aprobaron un nuevo texto constitucional y el 10 de diciembre se nombró a Niceto
Alcalá-Zamora primer presidente constitucional de la II República. La nueva
Constitución, organizada en 10 títulos y compuesta por un total de 125 artículos,
reflejaba las ideas de la mayoría republicana-socialista que hicieron posible su
aprobación en Cortes. Estos son sus principales rasgos:
· Soberanía popular. Se declaraba al nuevo estado español como una
“República democrática de trabajadores de todas clases”.
· Sufragio universal masculino y femenino. Tras un largo y complejo debate
en las Cortes (aprobado el voto femenino por 161 votos a favor y 121 en contra)
las mujeres españolas obtuvieron finalmente el derecho al voto. Importantísimo
papel desempeñado por la diputada Clara Campoamor en la consecución de este
logro.
· Reconocimiento de los derechos laborales de los trabajadores.
· Extensa declaración de derechos y libertades. Derecho civiles: al divorcio, a
contraer matrimonio civil, equiparación entre hijos legítimos e ilegítimos.
· Poderes del Estado:
- Poder legislativo: quedó en manos de unas Cortes unicamerales.
- Poder ejecutivo: en manos de un Presidente de la República con escasos
poderes reales. El poder de facto quedó en manos del Jefe de Gobierno,
nombrado por el Presidente pero que debía contar con la aprobación de
las Cortes.
- Poder judicial: tribunales de justicia.
Por primera vez en la historia de España se estableció el derecho de las
regiones a dotarse de estatutos de autonomía. Galicia, País Vasco y, sobre todo,
Cataluña, fueron reconocidas especialmente. En 1932 se aprobó el estatuto de
autonómico catalán (Estatuto de Nuria) y se reconoció su gobierno autonómico
(Generalitat de Catalunya).
En lo relativo a la polémica “cuestión religiosa” se declaró la laicidad de
España (“España ha dejado de ser católica”, en palabras de Manuel Azaña) así
como la separación definitiva entre Iglesia y Estado. Desapareció el presupuesto de
culto y clero, se prohibió a la Iglesia ejercer la educación (enseñanza), la industria
o el comercio, se procedió a la secularización de cementerios, se le exigió sumisión
a las todas leyes tributarias del país y se estrechó el cerco contra las órdenes
religiosas (provocando la desaparición de los jesuitas y la confiscación de todos sus
bienes).
En cuanto a la educación, la Constitución de 1931 dedicó tres amplios
artículos relacionados directamente con este asunto.
Se planteaba un nuevo sistema educativo donde la educación quedaba en
manos del estado y el acceso a una educación gratuita, la libertad de cátedra y la
laicidad de la misma quedaban establecidos como pilares fundamentales. También
se amparó el derecho de las regiones autónomas a organizar la enseñanza en sus
respectivas lenguas (manteniendo la obligatoriedad del estudio del castellano en
todas).
En resumen, la Constitución española de 1931 fue aprobada el 9 de diciembre
de 1931 por las Cortes Constituyentes tras las elecciones generales de 1931 (que
se extendieron desde finales de junio hasta noviembre de 1931) que siguieron a la
proclamación de la Segunda República el 14 de abril y estuvo vigente hasta el final
de la Guerra Civil en 1939.

5. Bienio reformista de la II República.


Tras aprobarse la Constitución de 1931 se inició un nuevo periodo político
con un gobierno presidido por Manuel Azaña y formado por republicanos de
izquierda y socialistas. En diciembre, Niceto Alcalá Zamora (quien presidió el
Primer Gobierno Provisional) fue elegido Presidente de la II República, cargo en el
que se mantuvo hasta abril de 1936.
El bienio reformista de la II República (también conocido como Bienio Social-
azañista o Bienio reformista) se extendió desde diciembre de 1931 hasta
noviembre de 1933.
Durante este periodo, el gobierno republicano-socialista acometió un amplio
programa de reformas políticas, sociales, económicas, culturales y de todo tipo. A
continuación veremos algunas de sus principales medidas:
· Reformas laborales. Iniciadas desde el Ministerio de Trabajo (y Previsión)
por el ministro socialista Francisco Largo Caballero. Favorecían la posición y
condiciones de los trabajadores y los sindicatos. Medidas como la Ley de Contratos,
la Ley de Jurados Mixtos o la semana laboral de 40 horas. Encontraron una fuerte
oposición por parte de los empresarios.
· Reforma educativa. Se diseñó un amplio programa de construcción de
escuelas y contratación de maestros (6750 escuelas y 7000 docentes con mejores
salarios). La Ley de Instrucción Pública afectó a una gran variedad de campos
relacionados con la educación. Se buscó desarrollar y aplicar proyectos educativos
innovadores con respecto a lo anterior (marcada influencia de la Institución Libre
de Enseñanza y enseñanza mixta) para tratar de superar el anquilosamiento
cultural de la mayoría de la población española (en el mundo rural destacaron las
Misiones Pedagógicas). El nuevo proyecto educativo se basó en tres pilares
fundamentales: la laicidad, la gratuidad y la obligatoriedad de la educación básica.
· Reforma militar. Esta reforma la había iniciado el propio Azaña desde su
posición de Ministro de la Guerra durante el Primer Gobierno Provisional. Se buscó
principalmente garantizar la fidelidad al nuevo régimen republicano (para lo que
se impuso como obligatorio un juramento de fidelidad a la República mediante la
Ley de Retiro de 1932) y modernizar el ejército tanto en su equipamiento
(armamento y equipamiento obsoletos) como en su operatividad (reducción del
excesivo número de jefes y oficiales, lo que generó bastante animadversión hacia el
nuevo régimen). Se creó un nuevo cuerpo militar, la Guardia de Asalto, para
mantener el orden público y de probada fidelidad a la República. Se abolió la Ley
de Jurisdicciones, vigente desde 1906, y se cerró la Academia General Militar
(Academia Militar de Artillería) de Zaragoza, dirigida por el General Francisco
Franco y de la que Azaña recelaba.
· Reforma agraria. Fue el proyecto de mayor envergadura y trascendencia
que acometió el gobierno de Azaña. En 1932 se aprobó la Ley de Reforma Agraria
de España, que conllevó la creación del Instituto de Reforma Agraria (IRA). Para su
asentamiento y consolidación el régimen republicano consideró fundamental
cambiar el sistema de propiedad de la tierra y mejorar las condiciones del
campesinado español, históricamente perjudicado y que se encontraba en unas
condiciones prácticamente de miseria: casi la mitad eran jornaleros (sobre todo en
Andalucía, Castilla y Extremadura) con unas condiciones de vida lastimosas que
trabajaban las tierras de unos pocos grandes propietarios. Por ello, se intentó
redistribuir el reparto de la tierra garantizando el asentamiento de campesinos en
tierras insuficientemente o nada explotadas (latifundios en manos de grandes
propietarios). La reforma consiguió escasos resultados y acabó fracasando en
términos generales, pero logró granjearse tanto la animadversión de los
propietarios de la tierra (de tendencias conservadoras) por el ataque a sus
intereses como la animadversión de gran parte del campesinado, que vio como sus
anhelos de mejora acabaron frustrados, lo que provocó gran decepción.
La derecha quedó desorganizada tras la proclamación de la II República en
los primeros meses del nuevo régimen. La oposición conservadora quedó
restringida a las Asociaciones Patronal como Unión Económica Nacional y el
Partido Radical de Alejandro Lerroux. Este grupo de centro-derecha dirigió la
oposición al gobierno en las Cortes.
Por otro lado, la izquierda revolucionaria y más radical tampoco dio tregua al
nuevo gobierno. La Confederación Nacional del Trabajo (CNT), con más de un
millón de afiliados, siguió la línea extremista marcada por los militantes de la
Federación Anarquista Ibérica (FAI). El minoritario Partido Comunista de España
(PCE) se hallaba también instalado en una línea radical; la defendida en aquel
momento por la “Komitern” (III Internacional Comunista) y la Unión Soviética de
Stalin.
En agosto de 1932 se produjo el primer levantamiento militar contra la II
República, el intento de golpe de estado liderado por el general José Sanjurjo
(acontecimiento conocido como la “Sanjurjada”). La operación, mal preparada y
que no contó con el apoyo de todo el ejército ni de todos los sectores políticos
conservadores, fracasó rotundamente y el intento de golpe fue desarticulado. Pese
a esto, el gobierno republicano-socialista mostraba claros síntomas de desgaste y
deterioro, situación que se vio acrecentada debido a los sucesos de Casas Viejas
(enfrentamiento armado entre campesinos anarquistas que asaltaron el cuartel de
la Guardia Civil de esta localidad gaditana y tropas de la Guardia de Asalto
republicanas) en enero de 1933. Finalmente, el gobierno convocó elecciones
generales para noviembre de ese mismo año. El resultado sería la contundente
victoria de los partidos de derechas, que se presentaron coaligados en la CEDA
(Confederación Española de Derechas Autónomas).

6. Etapa del Frente Popular de la II República.


En las elecciones de 1936 el Frente Popular (coalición de los principales
partidos de izquierda) triunfó por un escaso margen de votos anta los partidos de
derecha, que no lograron cohesionarse y presentar un programa común como en
1933 (las candidaturas de centro se hundieron). Se produjo una auténtica
polarización política y social de España. Azaña formó un Gobierno compuesto sólo
por republicanos de izquierdas, quedando los partidos de base obrera del Frente
Popular limitados a un apoyo parlamentario.
Este gobierno del Frente Popular retomó la política y actitud reformista del
pasado, pero a un ritmo más acelerado. Las bases populares forzaron una política
de hechos consumados posteriormente legalizada: la amnistía de presos políticos
(unos treinta mil, incluyendo los involucrados en la insurrección de 1934) o la
ocupación de fincas en Andalucía y Extremadura (en marzo de 1936 se produjo el
famoso caso de los “Yunteros”). El Frente Popular restableció la autonomía de
Cataluña así como al gobierno de la Generalitat, que fue encabezado por Lluís
Companys. Se produjeron fuertes rebrotes de anticlericalismo.
En abril de 1936, mediante votación en las Cortes, se aprobó la destitución de
Niceto Alcalá Zamora como Presidente de la República. Fue sustituido de manera
interina por Diego Martínez Barrio hasta que el cargo fue ocupado por Manuel
Azaña en mayo del mismo año. Al asumir este cargo, Azaña nombró como jefe de
gobierno a Santiago Casares Quiroga, incapaz de poner freno a una situación de
antagonismo, crispación y tensión social y política más que alarmante. Con la
intención de solucionar esto, se tomó la ineficaz medida de alejar de los centros de
poder a destacados militares políticamente sospechosos como Franco (destinado a
Canarias), Goded (a Baleares) y Mola (a Navarra). Esto resultó sumamente
contraproducente al permitir a estos altos mandos coordinar la insurrección (la
conspiración estaba en marcha desde el mes de marzo) desde diferentes puntos de
España.
En cada sector político las posiciones extremistas ganaban protagonismo:
· En la izquierda, las juventudes del PSOE se unieron con las del PCE
formando las Juventudes Socialistas Unificadas. Por otro lado, los anarquistas
siguieron luchando (cada vez con más violencia) por implantar su utopía libertaria
mediante el ejercicio de la “acción directa”.
· En la derecha, el fracaso de la CEDA favoreció a las opciones partidarias de
derribar la II República por la vía militar. Falange Española se implicó en una
espiral de atentados y fue ilegalizada por el gobierno; su líder, José Antonio Primo
de Rivera, fue encarcelado en Madrid (y posteriormente trasladado a la cárcel de
Alicante, donde sería fusilado) en marzo de 1936.
El clima de violencia culminó el 12 de julio con el asesinato del teniente de la
Guardia de Asalto José del Castillo por parte de unos pistoleros de derechas, lo que
fue respondido con el asesinato por parte de izquierdistas, al día siguiente, del
diputado José Calvo Sotelo, líder de la oposición conservadora en Cortes.
Finalmente, el 17 de julio estalló la sublevación militar en Melilla.
El Comité Nacional del Frente Popular estuvo integrado por los republicanos
de izquierda y los socialistas, siendo su programa oficial relativamente moderado.
Buscaba una serie de cambios políticos y de planteamientos en el Gobierno español
para alcanzar la plena “republicanización” (lo que quería decir en aquellos
momentos un régimen exclusivamente de izquierdas) para avanzar en las reformas
del primer bienio republicano.
El Frente Popular acabó viéndose fuertemente presionado y debilitado por el
radicalismo proletario y la degradación del orden público (ardieron de nuevo
conventos e iglesias mientras se agravaba la ola de pistolerismo callejero, se
produjeron huelgas y otras conflictos sociales, etc.), el acusado enfrentamiento
interno entre las distintas facciones de la izquierda política española (el gobierno
fue incapaz de frenar la violencia y la crisis social) y, por último, el golpe de estado
de los militares.

7. Situación política y económica de los dos bandos de la Guerra


Civil.

· Zona republicana
El fracaso del golpe militar desencadenó en la zona republicana una
verdadera revolución social.
Los comités de partidos y sindicatos obreros pasaron a controlar los
elementos esenciales de la economía (transportes, suministros militares, centros
de producción, etc.) mientras el gobierno se limitaba a ratificar legalmente las
actividades y acciones llevadas a cabo por dichos comités.
En el medio rural tuvo lugar una ocupación masiva de fincas; tanto las
grandes propiedades como, en algunos casos, las medianas y pequeñas. En las
zonas donde predominaban los socialistas se llevó a cabo la socialización
(reestructuración de la economía sobre bases socialistas) de la tierra y su
producción. En las zonas controladas por los anarquistas se dio una colectivización
(confiscación total de los bienes privados para convertirlos en colectivos) total de
la propiedad. En algunos casos se llegó incluso a abolir el dinero.
En septiembre de 1936 el presidente de la república, Manuel Azaña,
encomendó la formación de un gobierno de unidad al líder socialista de UGT
Francisco Largo Caballero; éste formó un gabinete compuesto por ministros del
PSOE, del PCE, republicanos, de ERC y del PNV. Posteriormente, en noviembre, se
sumarían cuatro ministros de la CNT, uno de ellos mujer (la primera mujer
ministro en España): Federica Montseny. Este nuevo gobierno concluyó que el
interés principal era afrontar la insurrección militar y dar prioridad a la guerra.
El gran desafío del nuevo gobierno era recuperar el control de la situación
(para empezar en la zona republicana, donde las diferentes facciones de izquierdas
y sus enfrentamientos entre sí crearon una situación de inestabilidad muy
considerable) y crear una estructura de poder centralizada (un solo centro de
mando unificado y toma de decisiones) que pudiera afrontar y dirigir de forma
eficiente y operativa el desafío al que se enfrentaban: la guerra.
La tarea era apabullantemente difícil: el poder estaba repartido en manos de
multitud de comités obreros y milicias independientes y de diferente signo
político. Por otro lado, los gobiernos autonómicos de algunas regiones
representaban otro factor clave de disgregación. No sin muchas dudas el
nacionalismo vasco optó por apoyar a la república. El 1 de octubre de 1936
consiguió la aprobación del Estatuto de Autonomía del País Vasco, y el 7 de octubre
se formó el primer gobierno de Euskadi, presidido por José Antonio Aguirre
(primer lehendakari).
Resumiendo, en la zona republicana se enfrentaron básicamente dos
modelos: por un lado, el de la CNT-FAI y POUM (Partido Obrero de Unificación
Marxista), que emprendieron la inmediata colectivización de tierras y centros de
producción bajo el lema “revolución y guerra al mismo tiempo”. Su zona de mayor
influencia y hegemonía política fue Cataluña, Aragón y Valencia. Por otro lado, el
modelo del PSOE y del PCE, que tenían su principal objetivo en la restauración del
orden legal y en centralizar la toma de decisiones en la figura del gobierno de la
república (respetando la pequeña y mediana propiedad en el ámbito económico).
Su lema era “primero la guerra y después la revolución”.
Las disensiones internas en el bando republicano fueron continuas y llegaron
a su cénit entre los días 3 y 8 de mayo de 1937 en Barcelona (conocidos como
“Sucesos/Hechos/Jornadas de Mayo”). El gobierno de la Generalitat, siguiendo
instrucciones del gobierno central, trató de tomar el control de la Telefónica de
Barcelona (empresa colectivizada por la CNT-FAI desde comienzos de la guerra y
que, en consecuencia, le proporcionaba el control de las comunicaciones en
Cataluña), lo que provocó un enfrentamiento armado abierto y una insurrección.
Los combates callejeros se extendieron por Barcelona.
La crisis de mayo de 1937 provocó la dimisión del gobierno de Largo
Caballero. Azaña encargó la formación de un nuevo gobierno a Juan Negrín, del
PSOE, que tuvo como objetivo primordial acabar con el carácter revolucionario de
los primeros meses de la guerra y formar un gabinete para afrontar la excepcional
coyuntura del momento compuesto por miembros de los dos principales partidos
de aquel momento en la España republicana, el PSOE y el PCE (también contó con
un ministro del PNV y otro de ERC). Aunque había más ministros socialistas, los
comunistas habían pasado a ser una fuerza muy influyente en el gobierno debido a
la ayuda que llegaba de la Unión Soviética.
· Zona sublevada
La muerte del general Sanjurjo el 20 de julio de 1936 cuando volaba desde
Portugal a España (Estoril-Burgos) para tomar el control del golpe militar dejó a la
insurrección sin un líder claro. Ante esto y con Franco aislado en África, Emilio
Mola asumió la dirección política del golpe.
El 24 de julio se creo en Burgos la Junta de Defensa Nacional, organismo que
asumió de manera provisional el gobierno (y todos los poderes) de la zona
sublevada. Estuvo presidida por el general de mayor graduación, Miguel
Cabanellas. El día 25 se nombró a Francisco Franco jefe de las fuerzas sublevadas
en el frente sur, pero no fue hasta el mes de agosto cuando entró como miembro de
la Junta.
Las medidas adoptadas (por la Junta) fueron drásticas: se estableció el estado
de guerra en todo el territorio, se suprimieron todas las libertades y se disolvieron
todos los partidos políticos, excepto la Falange y el Requeté carlista.
En el plano económico se persiguió un doble objetivo: la cancelación de todas
las reformas republicanas y la intervención del Estado en la economía siguiendo
los principios de la ideología fascista. En 1937 se creó el Servicio Nacional del
Trigo (no desapareció hasta 1968), que pasó a controlar el abastecimiento de pan
de la población.
La necesidad de contar con una dirección única y firme se hizo evidente y
más que necesaria para unos militares educados en la disciplina y la jerarquía
castrense. El 1 de octubre de 1936 Franco fue proclamado Jefe del Gobierno del
Estado español y Generalísimo de los Ejércitos en Burgos con un desfile militar. Sus
éxitos militares en África y sus buenas conexiones internacionales –especialmente
con la Alemania nazi- explican su elección como líder del bando sublevado. En
adelante, el “Caudillo”, como le empezó a denominar la maquinaria
propagandística del bando nacional, estableció una dictadura personalista basada
en un régimen militar. En octubre (de 1936) Franco creó la Junta Técnica del
Estado, organismo político-administrativo creado por Franco tras su
nombramiento como órgano consultivo.
En abril de 1937 Franco promulgó el Decreto de Unificación, norma jurídica
por la que se fusionaban bajo su mando político Falange España de las JONS (Juntas
Ofensivas Nacional Sindicalista) y Comunión Tradicionalista (los carlistas),
creándose un nuevo partido político conocido como Falange Española
Tradicionalista (FET) de las JONS. Más adelante se conocería este partido como el
“Movimiento Nacional”. El modelo de partido único del fascismo italiano y del
nacional-socialismo alemán se imponía en la España franquista.
La Ley de la Administración Central del Estado (1938) concentró en la figura
de Franco los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, así como dispuso que la
propia administración quedaría organizada en departamentos ministeriales (al
frente de los cuales habría un ministro) y que el Gobierno de la Nación quedaría
constituido por estos y la Presidencia del Gobierno, vinculada a la Jefatura de
Estado y ambas asumidas por Franco.
La Ley de Prensa (1938) estableció la censura en todo tipo de publicaciones y
el Fuero del Trabajo (1938) puso fin a la libertad sindical y estableció el control del
estado sobre las organizaciones patronales y obreras (todas quedarían agrupadas
en el único sindicato legal: el Sindicato Vertical).
El nuevo régimen estableció un estado confesional, siendo esta la religión
cristiana católica, apostólica y romana (se recuperó la subvención estatal para la
Iglesia), se abolieron el divorcio y el matrimonio civil y gran parte de la educación
volvió a estar en manos del clero. Se conformaba así lo que se denominó Nacional-
catolicismo.
Por último, se creó una legislación que institucionalizó la represión contra los
vencidos. En febrero de 1939 se aprobó la Ley de Responsabilidades Políticas, por
la que se designaba “rebeldes” a todos los que hubieran colaborado con la II
República durante la guerra.

8. Consecuencias económicas y sociales de la Guerra Civil.


Podemos englobar las consecuencias de este conflicto en demográficas,
económicas, sociales y morales.
Con respecto a las consecuencias demográficas se han dado cifras muy
dispares al cuantificar las pérdidas demográficas que causó el conflicto: los
muertos en el frente y por la represión en la guerra y en la posguerra, el hambre,
las epidemias; la reducción de la natalidad consiguiente…
Los cálculos más aceptados estiman en quinientos mil muertos el coste
demográfico de la guerra y la posguerra. A ello habría que añadir la cifra de no
nacidos y la pérdida de población joven.
Otro elemento clave de las consecuencias demográficas fue el exilio
republicano. Ya durante el conflicto, los “niños de la guerra” (entre 25.000 y
30.000, aproximadamente) fueron evacuados a países extranjeros (sobre todo
Francia), pero el gran éxodo tuvo lugar entre enero y febrero de 1939,
consecuencia de la conquista de Cataluña por el bando sublevado.
En total se estima que hubo unos cuatrocientos cincuenta mil exiliados a
causa de la guerra. Aunque algunos fueron retornando a España durante la
dictadura, muchos otros nunca más volvieron a España o lo hicieron después de la
muerte de Franco (1975). Este exilio supuso una importante pérdida demográfica
del país: una población joven y activa, que incluía a gran parte de los sectores más
preparados del país: élites científicas, literarias y artísticas de la Edad de Plata.
En cuanto a las consecuencias económicas, la guerra fue un verdadero
desastre económico para nuestro país. Un dato revela su magnitud: la renta
nacional y per cápita no recuperará el nivel de 1936 hasta la década de 1950.
En resumidas cuentas, hablamos de destrucción del tejido industrial del país,
lo que llevó a la vuelta en los años cuarenta a una economía básicamente agraria;
destrucción de viviendas (se calculan en unas doscientas cincuenta mil)
comunicaciones, infraestructuras…, aumento de la deuda externa y pérdida de las
reservas de oro del Banco de España, usado por el gobierno de la República para
pagar la ayuda soviética (oro de Moscú).
Como consecuencia social fundamental podemos hablar de que el resultado
de la guerra trajo consigo la recuperación de la hegemonía económica y social por
parte de la oligarquía terrateniente, industrial y financiera. Paralelamente, se dio la
pérdida de todos los derechos adquiridos por los trabajadores.
Con respecto a las consecuencias morales, la guerra supuso una verdadera
fractura (y división) moral del país. Fueron varias las generaciones marcadas por
el sufrimiento (y odio) de la guerra y la represión (y rencor) de la posguerra.
El régimen de Franco siempre recordó y rememoró su origen bélico y el
hecho de su victoria en la contienda. Las heridas de la Guerra Civil perduraron
decenios y la persecución y represión de los vencidos fue un rasgo típico del
franquismo.

9. Fases y desarrollo de la Guerra Civil.


El 17 de julio de 1936 comenzó en Melilla la sublevación militar contra la II
República que prepararon varios mandos militares junto con elementos civiles
(estaba prevista para el día 18, pero determinados acontecimientos hicieron
inevitable que se adelantara). Después de triunfar en Melilla, la sublevación se
extendió por varios puntos de la Península. El general Franco, que estaba
destinado en Canarias, se dirigió en avión hasta Marruecos para ponerse al frente
del Ejército de África.
Entre el 18 y el 20 de julio la sublevación corrió diferente suerte a lo largo de
España: mientras que en unas zonas triunfó, en otras no lo hizo y la II República
pudo mantener el orden vigente. Este hecho, que el golpe de estado fallara y la
sublevación triunfara en algunas zonas propició que se desencadenara una guerra
civil.
En un principio, el balance territorial fue desfavorable a los sublevados: el
gobierno republicano conservó la mayor parte del territorio español, incluyendo
las zonas más pobladas e industrializadas (Madrid, Cataluña, la cornisa cantábrica)
y, además, conservando la Armada. Los sublevados sólo tenían a su favor la lealtad
de una gran cantidad de oficiales y mandos militares intermedios, pero pronto la
ayuda rápida y eficaz de las dos potencias fascistas del momento (Italia y
Alemania) suplió otras carencias.
1ª fase.
Podemos hablar de una primera fase que comprendería desde julio hasta
noviembre de 1936. En esta etapa, el primer objetivo de los sublevados fue
controlar Madrid, pero las tropas enviadas por el general Mola desde Navarra y la
submeseta norte para tomar la capital fueron detenidas por los republicanos en
Somosierra (Batalla de Guadarrama, julio-agosto de 1936). La sublevación hubiera
fracasado de no haber sido por la intervención de Alemania e Italia, que facilitaron
el traslado por aire del grueso del ejército de África a la Península, evitando así el
bloqueo del Estrecho por la armada española (fiel a la República).
Una vez en territorio peninsular, las tropas de Franco consiguieron avanzar
sin demasiadas dificultades mientras Gonzalo Queipo de Llano conseguía adherir
Sevilla al bando sublevada (pese a ser ésta ciudad uno de los baluartes
frentepopulistas y estar en clara desventaja numérica) haciendo uso de la guerra
psicológica a través de la radio. Fue nombrado Jefe del Ejército sur y asumió el
gobierno civil y militar de Andalucía.
El siguiente objetivo de Franco fue enlazar con la zona norte de España que
se había unido al levantamiento, objetivo que consiguió después de la campaña de
Extremadura (agosto de 1936) liderada por el general Juan Yagüe.
Cáceres se adhirió pronto al golpe militar (fue bombardeada por la aviación
republicana el 23 de julio en represalia) y Mérida cayó en manos sublevadas
después de la batalla del 10 de agosto, quedando Badajoz como último bastión fiel
a la II República en Extremadura. La ciudad fue reforzada con tropas enviadas
desde Madrid por el Gobierno (Guardia Civil y Guardia de Asalto) para hacer frente
a las columnas de regulares y legionarios de Yagüe. Después de una cruenta batalla
que se libró palmo a palmo de la ciudad, las tropas franquistas consiguieron tomar
la ciudad el 15 de agosto.
A partir de la toma de Badajoz se produjo un avance imparable de Franco por
el valle del Tajo hacia Madrid. Las tropas sublevadas, por orden expresa de Franco
–y al contrario del parecer de Yagüe- se desviaron hacia Toledo para liberar el
Alcázar, lo que constituyó un gran éxito personal y propagandístico para el bando
sublevado pero permitió a la República organizar la defensa de Madrid. El
espectacular avance de Franco se explica por la actuación disciplinada de las
columnas profesionales y experimentadas formadas por legionarios y tropas
marroquíes. A ellas se oponían unas unidades de milicianos voluntarios que
carecían de disciplina y formación.
2ª fase.
La Batalla de Madrid (noviembre de 1936 – marzo de 1937) supone el
comienzo de una segunda fase en la Guerra Civil.
Ante la inminente caída de la capital el gobierno republicano se trasladó a
Valencia en noviembre de 1936. Sin embargo, con la llegada del auxilio
internacional (ayuda soviética y, sobre todo, las Brigadas Internacionales), Madrid
resistió a los ataques y bombardeos de las tropas franquistas. El frente quedó
estabilizado en los barrios del oeste de la capital.
Franco decidió entonces emprender maniobras envolventes y redoblar sus
esfuerzos bélicos sobre la capital. En febrero de 1937 se libró la batalla del Jarama,
mediante la cual las tropas sublevadas querían cortar las vías de comunicación y
suministros entre Madrid y Valencia. Los republicanos consiguieron resistir, pero
en el sur las tropas franquistas lograron controlar Málaga. En marzo, durante la
batalla de Guadalajara, las tropas italianas intentaron asaltar Madrid pero fueron
rechazados. Ante la imposibilidad de tomar Madrid, Franco decidió emprender
otras ofensivas y asumió que la guerra se alargaría de forma considerable.
3ª fase.
En la campaña del norte (marzo-octubre de 1937) Franco se concentró en
acabar con la resistencia republicana en el Cantábrico, aislado del resto y con
amplios recursos industriales. La ofensiva comenzó a finales de marzo de 1937 en
Vizcaya y Guipúzcoa. Las aviaciones alemanas e italianas contribuyeron en esta
campaña protagonizando varios bombardeos, entre los que se encuentran los de
Guernica (por la Legión Cóndor) y Durango (por la Aviación Legionaria Italiana).
En junio cayó Bilbao y con ella la resistencia vasca.
Sin embargo, los republicanos lograron reconstruir el Ejército Popular que
integraba a las milicias -hasta ahora dispersas e indisciplinadas- bajo un mando
unificado. Esto les permitió lanzar sus primeras ofensivas para intentar frenar la
caída del Frente Norte. La primera ofensiva republicana fue la de Brunete (julio de
1937), cerca de Madrid, a la que siguió la ofensiva sobre Belchite (agosto-
septiembre de 1937), en el frente de Aragón (cerca de Zaragoza). Ambas se
saldaron con una gran cantidad de bajas pero ninguna supuso resultados
significativos y sólo ralentizaron el avance franquista por el norte. En octubre,
Gijón, última ciudad republicana en el Cantábrico, cayó en manos de los
sublevados.
4ª fase.
Otra etapa engloba a la Batalla de Teruel (diciembre de 1937-febrero de
1938) y a la decisiva Batalla del Ebro (julio-noviembre de 1938), la más larga y una
de las más sangrientas de toda la guerra.
En enero de 1938 los republicanos, después de acumular tropas y lanzar una
gran ofensiva, consiguieron tomar Teruel (única capital de provincia conquistada
por los republicanos a lo largo de todo el conflicto), que sería reconquistada por las
tropas franquistas en febrero. El bando sublevado prosiguió su ofensiva por el
frente aragonés y tomó Lérida y, en marzo, Castellón, llegando así al Mediterráneo.
Esto supuso un hecho trascendental ya que la II República quedó nuevamente
cortada en dos zonas: Cataluña y la zona central-levantina, aisladas entre sí.
En junio de 1938 los republicanos concentraron sus fuerzas para lanzar una
nueva y durísima ofensiva que permitiera aliviar la presión sobre Cataluña y
recuperar la conexión con Levante. A finales de julio las tropas republicanas
lograron cruzar el río Ebro e internarse en zona franquista. El contraataque de las
tropas franquistas dio lugar a la más dura y larga batalla de toda la guerra. En
octubre de 1938 consiguieron expulsar a los republicanos y hacerlos retroceder de
nuevo al otro lado del Ebro. Cataluña quedaba así a merced de Franco. En
diciembre daría comienzo la ofensiva sobre ella mientras miles de personas huían
hacia Francia entre bombardeos. Entre el 24 y el 25 de enero Barcelona se rindió a
las tropas sublevadas sin presentar resistencia y en febrero Cataluña cayó y los
sublevados llegaron a la frontera francesa.
La resistencia republicana se mantenía exclusivamente en la zona centro y en
Levante, pero afloraron las disensiones entre los propios republicanos. En marzo
de 1939 se produjo un nuevo golpe de estado contra el gobierno republicano de
Negrín protagonizado por el coronel Segismundo Casado -y apoyado por todas las
fuerzas republicanas de la zona centro, que constituyeron el Consejo Nacional de
Defensa- con el objetivo de poner fin a la Guerra Civil e iniciar las conversaciones
de paz y rendición con el bando franquista. Franco sólo aceptaría la rendición del
Ejército Popular Republicano, que acabaría rindiéndose a finales de marzo de
1939. El 28 de marzo las tropas franquistas entraron en Madrid y, poco después,
en Valencia y Alicante. El 1 de abril de 1939 Franco firmó el último parte de guerra.

10. Evolución política e institucional del régimen franquista.


A) El primer franquismo, 1939-1959: construcción y consolidación del
régimen.
Entre 1939 y 1945 se estableció un régimen político de tipo totalitario. El
franquismo se institucionalizó bajo la influencia de los totalitarismos fascistas de
Alemania e Italia. Fueron años de gran protagonismo de los falangistas y los
militares, cuyo prestigio y posición eran enormes a causa de la victoria en la
guerra.
Ramón Serrano Suñer fue una de las figuras más relevantes del régimen en su
primera etapa tanto en lo político como en lo jurídico. Fue el principal autor de la
construcción del “nuevo estado” que se instauró en torno a la figura de Franco,
quien fue el caudillo –líder- indiscutido: todos los cargos de la administración del
Estado debían jurarle fidelidad. Concentraba en su persona todos los poderes del
Estado.
Las Cortes tuvieron escasas atribuciones, entre las que se encontraban
aprobar leyes. Estaban compuestas por “procuradores” (en lugar de los anteriores
diputados), fieles al régimen.
El único partido político fue FET y de las JONS.
Se constituyó una única organización sindical legal, el Sindicato Vertical, que
agrupaba a obreros y patronal, y una única organización juvenil, el Frente de
Juventudes.
Fueron años de fuerte represión contra todos los que habían luchado contra
las tropas nacionales, contra todos los que hubieran apoyado al gobierno de la II
República y contra toda persona cuya trayectoria personal o profesional estuviese
alejada de la ideología franquista. Republicanos, comunistas, socialistas,
anarquistas y nacionalistas (vascos y catalanes) fueron intensamente perseguidos.
Se aprobaron leyes específicamente represivas, como la Ley de
Responsabilidades Políticas (febrero de 1939, con retroactividad para el delito
político desde la revolución de Asturias de 1934), la Ley para la Represión de la
Masonería y el Comunismo o la Ley de Seguridad del Estado.
Miles de personas son depuradas; muchas encarceladas, condenadas a
muerte o pierden sus trabajos y ocupaciones. El exilio, única vía para escapar de
esta represión, se convierte en una durísima realidad para miles de españoles,
muchos de los cuales nunca volvieron a su país de origen.
· España ante la II Guerra Mundial.
Pese a las simpatías hacia los países del Eje Roma-Berlín y la estrecha
colaboración que estos mantuvieron con el bando sublevado durante la Guerra
Civil, España se mantuvo primero como neutral y después como “no beligerante”
(no entra en guerra pero simpatiza con Alemania e Italia), regresando nuevamente
a la posición de neutralidad cuando se hizo evidente que Alemania comenzaba a
retroceder ante el avance aliado. España facilitó servicios de espionaje,
avituallamiento (víveres, recursos minerales, etc.), mano de obra y soldados (la
División Azul) a Alemania durante el conflicto.
· Sectores del franquismo.
Dentro del franquismo existían diferentes grupos o familias, unidas por la
adhesión a la dictadura y su rechazo a la democracia parlamentaria, pero
diferenciadas por otros muchos factores.
- Los falangistas. Perdieron poder político a partir de los años 60, ya que
pasó de hablarse de Falange a hablarse del Movimiento Nacional,
expresión que aglutinaba todas las corrientes que apoyaban el
franquismo. Manuel Fraga provenía de éste grupo.
- Los tecnócratas. Profesionales altamente preparados, en su mayoría
procedentes del Opus Dei y de talante conservador. Ocuparon los cargos
de mayor responsabilidad económica en la España de los años 60 y
adelante. Defendían la preeminencia de lo económico sobre lo político.
Aspiraban a eliminar del régimen los restos del falangismo y favorecer la
restauración monárquica. Su máximo representante fue Laureano López
Rodó, impulsor de los Planes de Desarrollo.
En la década de 1960 se produjo una dura lucha de poder entre falangistas y
tecnócratas. Franco mantuvo el equilibrio entre ambas familias políticas
nombrando ministros de ambas. En 1969 estalló el “caso Matesa” (fraude
empresarial), lo que produjo la definitiva salida de los falangistas del gobierno y
que éste fuera ocupado en su totalidad por tecnócratas, a quienes apoyaba el
vicepresidente Carrero Blanco.
B) Los últimos años del franquismo, 1969-1975.
En junio de 1973 Franco nombró presidente del gobierno al almirante
Carrero Blanco. Su función sería la de preservar la continuidad del franquismo
cuando volviera la monarquía después de la muerte de Franco, pero ETA asesinó a
Carrero Blanco en un atentado terrorista en diciembre del mismo año. Esto hizo
que el lento pero progresivo aperturismo político del régimen en los últimos años
se detuviera y que el sector duro del franquismo (“el búnker”) considerase que los
aperturistas estaban haciendo demasiadas concesiones y pidiera recuperar el
“espíritu del 18 de julio”. El nuevo presidente del gobierno, Carlos Arias Navarro,
representaba la línea dura del franquismo y, pese a sus promesas de apertura,
mantuvo una política represora que decepcionó tanto en el interior como en el
exterior de España. Oficiales del ejército fueron detenidos por pertenecer a la UMD
(Unión Militar Democrática).
La crisis del petróleo de 1973 agravó los conflictos laborales y la situación
económica del país, mientras que el terrorismo nacionalista vasco y del FRAP
(Frente Revolucionario Antifascista y Patriota) hostigaban a las fuerzas del orden.
En el verano de 1974 la salud de Franco sufrió un empeoramiento notable.
Las cinco condenas a muerte (septiembre de 1975) contra miembros de ETA
y del FRAP provocaron fuertes protestas internacionales. En África, la Marcha
Verde convocada por el rey Hassan II de Marruecos sobre el Sáhara obligó a
España a entregar el territorio a Marruecos para evitar una guerra. Finalmente,
tras una larga agonía, Franco murió el 20 de noviembre de 1975, dando así
comienzo oficial a la desaparición del régimen.
11. Evolución económica y social del régimen franquista.
A) Las transformaciones económicas.
Tras la Guerra Civil el franquismo adoptó una política económica autárquica:
muy dirigista e intervencionista y de aislamiento y autosuficiencia con respecto al
mercado exterior.
Los década de 1940 constituyó un periodo de profunda recesión económica.
Como gran objetivo se fijó conseguir la autosuficiencia económica, para lo que se
redujeron las importaciones y se aprovisionó el país con recursos exclusivamente
españoles. En 1941 se creó el INI (Instituto Nacional de Industria), aunque la
producción industrial continuó siendo insuficiente.
El ocaso de esta política autárquica comenzó a vislumbrarse a partir de 1951
gracias al fin del bloqueo diplomático al que estaba sometido a nivel internacional
el régimen y a la entrada de los tecnócratas del Opus Dei en el gobierno. Estos,
encabezados por López Rodó, diseñaron el conocido Plan de Estabilización (1959),
que marcó el paso definitivo hacia una política liberadora, más moderna, de
mercado, limitadora de la inflación y defensora del crecimiento sostenido. La
reforma agraria y, sobre todo, el impulso industrial (SEAT y ENDESA se crearon a
iniciativa del INI) fueron claves para la recuperación económica acaecida desde
1960 en adelante y en función de la que se recuperaron niveles económicos
similares e incluso superiores a los previos a la Guerra Civil. Además, comenzó a
cimentarse el despegue del sector terciario. En definitiva, se pusieron las bases de
un desarrollismo que se concretó mediante una serie de Planes de Desarrollo entre
1962 y 1976 (Primer Plan de Desarrollo entre 1964 y 1967; Segundo Plan de
Desarrollo entre 1968 y 1971 y Tercer Plan de Desarrollo entre 1972 y 1975).
No obstante, este crecimiento económico no estuvo exento de deficiencias
importantes como la creciente dependencia de la coyuntura económica exterior,
los grandes desequilibrios regionales (que hoy en día siguen presentes en la
realidad española con más intensidad) ocasionados por la concentración industrial
en determinados polos, la inexistencia de una reforma fiscal que permitiera hacer
frente a los gastos sociales, el progresivo control de la economía por parte de la
banca privada y la creciente concentración del poder económico en unas pocas
manos. Buena prueba de las deficiencias citadas es que en torno a los dos millones
de españoles tuvieron que emigrar por motivos laborales a destinos como la
República Federal Alemana, Francia, Suiza y otros países europeos y
sudamericanos especialmente entre las décadas de 1960 y 1970.
B) Los cambios sociales y culturales.
· Demografía.
Aunque el franquismo conoce uno de los crecimientos vegetativos más altos
de la historia de España y la población pasó de 25 a 35 millones, el incremento de
habitantes habría sido mucho mayor de no ser por la Guerra Civil, la inmediata
posguerra, el exilio y la posterior emigración por motivos laborales. En este
crecimiento fue decisivo el descenso de la mortalidad, que pasó de un 17% en
1939 a un 8% en 1975. En lo que respecta a la natalidad, esta descendió
lentamente e incluso se incrementó en los años más prósperos, 1956-1967, etapa
conocida como “baby-boom”. Resulta significativa también la duplicación del nivel
de urbanización y las progresivas migraciones internas a partir de 1950 con
destinos periféricos o hacia la capital, que pasó de un millón de habitantes en 1936
a casi tres y medio en 1975.
· Modernización social, valores y cultura.
En la franja cronológica que nos ocupa la distribución profesional de la
población española inició su recorrido hacia la mayor modernización social. De
hecho, el impacto de la expansión económica, el aumento del contacto con el
exterior a través del turismo y la generalización del estado del bienestar
empezaron a ser incompatibles con los valores tradicionales-conservadores y la
moral católico-franquista. Empero, también Franco supo aprovechar el
surgimiento de una nueva clase media conformista, satisfecha y agradecida a la
dictadura por el periodo de paz y el progresivo avance económico.
En materia educativa vio la luz la Ley General de Educación en 1970,
promovida por el ministro de Educación, José Luis Villar Palasí. Esta ley decretaba
la escolarización obligatoria de los niños hasta los catorce años, la creación de la
EGB y el BUP y la UNED y el estudio de las lenguas y literaturas regionales.
Finalmente, en el apartado cultural, a pesar de los muchos intelectuales
exiliados y de la censura imperante, localizamos en la segunda mitad de la década
de 1950 y principios de 1960 la eclosión del llamado realismo social en la creación
española, lo que nos dejó ilustres autores como Blas de Otero, Gabriel Celaya,
Rafael Sánchez Ferlosio, Antoni Tàpies, Luis Buñuel, Fernando Fernán Gómez, Juan
Marsé, Carlos Saura o Eduardo Mendoza, entre otros.

También podría gustarte