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Rudolf Arnheim
Título
La forma visual
de la
arquitectura
Colección Arquitectura/Perspectivas
Editor
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Editorial Gustavo Giii, S. A.
Rudolf Arnheim
Barceiona-29 Rosellón, 87-89. Tel. 259 14 00
Madrid-6 Alcántara, 21. Tel. 401 17 02
Vigo Marqués de Valladares, 47, 1.° Tel. 21 21 36
Bilbao-1 Colón de Larreátegui, 14, 2.° izq. Tel. 423 24 11 La forma visual
Sevilla-11 Madre Ráfols, 17. Tel. 45 10 30
1064 Buenos Aires Cochabamba, 154-158. Tel. 33 41 85 de la
México 12 D. F. Yácatas, 218. Tels. 687 18 67 y 687 15 49
Bogotá Diagonal 45 - No. 16 B -11, Tel. 45 67 00
Santiago de Chile Santa Beatriz, 120. Tel. 23 79 27
arquitectura
Sao Paulo Rúa Augusta. 974. Tel. 256 17 11 colección Arquitectura/Perspectivas
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Indice
i original In tro d u c c ió n 7
)ynamics o f A rchitectural Form
I. E le m en tos de e spa cio 13
ido en las conferencias Mary Duke Biddle
ncladas en la Escuela de A rte y Arquitectura
II. V e rtic a l y h o riz o n ta l 30
Cooper Union, Nueva York, 1975]
V. M o v ilid a d 115
N otas 216
A g ra d e c im ie n to s 225
¡n Spain
J4-252-0728-2
:o Legal: B. 22.435-1978
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a Gráfica Ferrer Coi!. S. A.
Solsona, s /n . - Barcelona-14
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Un lib ro sobre la form a visual de la a rq u ite ctu ra requiere ju s tific a c ió n .
¿Existen s u fic ie n te s razones para co n ce n tra r tanta atención en el aspecto de los
e d ific io s ? Y si existe n , ¿puede un a n á lisis p re s c in d ir de la mayoría de las con
notaciones sociales, económ icas e h is tó rica s, así com o de toda la tecnología
envuelta de fo rm a tan inseparable en el arte de la construcción?
La mayoría de n o so tro s, al cam inar por (as calles, nos vemos afectados,
de un modo o de o tro, por el aspecto de los e d ific io s que encontram os a nuestro
paso y por su colocación en el espacio. Adem ás, es d ifíc il escapar a la im presión
de que los e d ific io s vis u a lm e n te afortunados son más escasos hoy que lo fueron
en cu a lq uie r o tro período o c iv iliz a c ió n . ¿En qué tip o de observación están basa
dos estos ju icio s? Preguntam os: ¿Un e d ific io pone de m a n ifie sto la unidad visual
que lo hace c o m p re n sib le al ojo humano? ¿Su aspecto re fle ja las d is tin ta s fu n
ciones, ta n to fís ic a s com o p sicológicas, para las que fue proyectado? ¿M uestra
algo del e sp íritu que anim a o debería anim ar a la comunidad? ¿Transmite algo
de lo m e jo r en la in te lig e n c ia e im aginación humana? Es necesaria la co nfrontación
ocasional con una obra a rq u ite c tó n ic a que se acomode a estas exigencias para
recordarnos que son im p o rta n te s y razonables, y el jú b ilo que nos ofrece tal visió n
sólo queda empañado por la com probación de que m uy a menudo el placer no
se debe a un c o n s tru c to r de n uestro tie m p o , sino a alguien pe rte n e cie n te al pa
sado.
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fenóm enos perceptuales del co n tra ste de co lo re s o de cie rta s ilu sio n e s p e rc e p ti sin pro<
vas, por eje m p lo , son m ecanism os de una in te g rid a d tan a u to s u fic ie n te que las cuya re
d iferencias individuales pueden ignorarse. Lo m ism o cabe d e c ir acerca de ¡a dis lizar le<
tinción entre las experiencias de ascensión y descenso y de apertura y cierre, te xto t-
o de la expresión dinámica de curvas circulares y parabólicas. la in d i
cie la f
Los resultados obtenidos de tal experimentación son, sin lugar a dudas,
meras experiencias privadas de observadores individuales. Revelan el fundam ento
universal de la percepción humana, la base de la estructura mental. Una vez son edificio
determinadas estas experiencias elementales, se puede empezar a entender lo iidadea
que sucede con ellas bajo circunstancias particulares. Estos elem entos perceptua lizar er
les son tan poderosos que muy pocas veces son ocultados to ta lm e n te por con procedí
diciones específicas. Estas únicamente les modulan. Los elementos de percepción En la p¡
persiste n en cualquier circunstancia y cuando se conocen sus aspectos funda en pr;n
m entales podemos empezar a comprender un caso particular o individual. ¿Cómo a ser u
esperar com prender lo que diferencia la experiencia del Partenón en la Atenas por ent
del siglo V a. C. de la de una catedral gótica en el Bourges de 1300 d. C., si no pero el
se tiene una noción clara de las relaciones dinámicas entre vertic al y horizontal? cesidac
Sin saber ante qué reaccionaban griegos o franceses, ¿cómo se puede especu ciales í
lar sobre lo que veían? que el
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A l tratar de aclararm e estas relaciones, me ha servido de gran ayuda un percep
sim ple diagram a [fig . 1), en el cual T indica el o b je tivo observado y A. B, C y D im port
son d is tin to s observadores. Si re s trin g im o s n uestro análisis a las co n d icio n e s
fuerzo
c u ltu ra le s e in d ivid u a le s dom inantes en los observadores, procedem os sin co n o ci
m iento alguno del objeto perceptual que éstos reciben; nos quedam os con la
absurda con clu sió n de que si e llo s ven cosas d ife re n te s , no puede haber ni ex Visual
periencia co m p a rtid a ni com unicación. Si, por el co n tra rio , re s trin g im o s n uestro p rin c if
a nálisis al o b je tiv o T, ignoram os las sustanciales m od ifica cio n e s in tro d u cid a s ejem pl
por el punto de v is ta de cu a lq uie r in d ivid u o u observador co le ctivo . De esta form a fesore
igualm ente parcial podemos llegar al fondo com ún, pero no nos es p o sible d e cir cum plí
lo que sucede en un caso p a rticu la r. Nos cabe esperar, sin em bargo, a is la r in sea pe
v itro algunas de las cualidades de los o b je to s que son más aptas para s o b re v iv ir b ito e>
a los cam biantes gustos de los tie m p o s, por eje m p lo los valores in te m p o rale s este li
de un te m p lo egipcio, una pagoda china o un pabellón rococó de caza, mucho des ambie¡
pués de que las connotaciones p a rticu la re s de su e s tilo dejen de ser parte in te
grante de la experiencia. P ercibim os una co n fig u ra ció n única de cualidades in te re
santes que s irve n para enriq u e ce r nuestra noción de las muchas m aneras por p rin c if
las que el hom bre puede tra d u c ir su visió n de la vida o del mundo en piedra o o la pi
madera. o luga
Una c o n trib u c ió n de este tip o es la que el presente lib ro espera o fre c e r. hitante
Su enfoque es pa rcia l, pero el fondo p e rce p tivo al que aspira puede sin g u la riza rse Por ej
¡s p ercep ti- sin p ro d u cir gran deform ación por o m isió n . Es como si observáram os un
que las cuya redondez, cuyo diseño y cuyos v id rio s de colores podemos apreciar
;a de la dis- lizar le g ítim a m e nte , aun cuando su co m p le to s ig n ific a d o derive tan sólo del
i y cie rre . te x to total del e d ific io . Una com prensión más profunda re q u e riría necesaríai
la in clu sió n de fa c to re s h is tó ric o s , sociales e in d ivid u a le s que en el diagram ;
de la fig u ra 1 he indicado como A, B, C y D.
gar a dudas,
fundam ento A ! se le ccio n a r m is ejem plos, tu ve que d is tin g u ir constantem ente e n tr
na vez son e d ific io s logrados y m alogrados, porque sólo ¡os m ejores e je m p lo s ilu stra n las c
itender lo liclades visuales sin la confusión de lo a ccid e nta l. De nuevo es necesario puntua
>s perceptua- lizar en cuanto al m étodo. Se nos dice que el in ve stig a d o r o h is to ria d o r debe
;e por con- proceder sin hacer ju ic io s va lo ra tiv o s ; sim p le m e n te , ha de d e s c rib ir lo que existe .
: percepción En la prá ctica , s in duda, no prevalece tal abstención. Sin em bargo, ésta se exige
)s funda- en p rin c ip io a causa del m ism o p re ju ic io contra el cual la fig u ra 1 está destinada
ja l. ¿Cómo a ser un aviso, un toque de atención. Se dice que el va lo r de un ob je to depende
n /^ A te n a s por entero de las necesidades que han de s a tisfa ce r. S eguram ente esto es c o rre c to ,
.\ í no pero el argum ento del re la tiv is ta a firm a que, teniendo en cuenta que estas ne
y horizontal? cesidades d ifie re n de una persona a otra y de acuerdo con las circu n sta n cia s so
de especu- ciales e h is tó ric a s del c lie n te , es absurdo in te rp o n e r el propio ju ic io y suponer
que el Palazzo Venezia de Roma es m e jo r obra a rq u ite c tó n ic a que el co n tig u o mo
num ento a V íc to r M a n je l II. El e x p e ito puede fru n c ir ¡a nariz ante el pastel de
bodas de m árm ol, pero el p a trio ta o tu ris ta m edio reaccionará de d ife re n te modo.
Quizá deba e x p lic a r tam bién por qué este lib ro no está tan am pliam ente
ilu stra d o como los lib ro s de a rq u ite ctu ra modernos. La co stu m b re de o fre c e r una
fo to g ra fía detallada con cada re fe re n cia a una obra de a rq u ite c tu ra en el te xto ,
proporciona al le c to r un te so ro de s u s titu to s de la e xp eriencia real, p e rm itié n d o le
com probar los argum entos del autor y a m pliar sus in ve stig acio n e s más allá de
ellos. Pero tam bién hay m enores ganancias con el p e n etrante y autom ático des
pliegue de estas riquezas, y sospecho que tal abundancia puede m enoscabar el ella.
e n tre n a m ie n to de la im aginación visu a l, que es tan necesario. Los dibujos que cotr
debo a la colaboración de R obert Rossero, alum no de la Escuela de A rq u ite c tu ra cap;
de la C ooper Union, creo que m antienen el nivel co rre cto de abstracción entre nocí
los p rin c ip io s conceptuales que pretenden ¡lu stra r y la to ta l in d ivid u a lid a d de los a rtií
e d ific io s de los que están tom ados. en t
tácu
A gradezco tam bién a la Escuela de A rte y A rq u ite c tu ra de la C ooper cc-m
Unión de la ciudad de Nueva York su in vita ció n a dar las con fe re n cia s M ary Duke s er
Biddle en el año 1975. Los e je m p lo s de los p rim eros cuatro capítulos, que fueron mod
leídos en aquella ocasión, condujeron in e vitablem ente a la redacción del resto. asur
Estoy agradecido tam bién a John Gay, de Londres, por p e rm itirm e u tiliz a r algunas reci ¡
de sus excelentes fo to g ra fía s, y a V alerie M eyer y Linda Owen, del D epartam en V se
to de H is to ria del A rte de la U niversidad de M ichigan, por ayudarm e en lo re fe re n te para
a las fu e n te s lite ra ria s y las ilu s tra c io n e s fo to g rá fica s. M i esposa, M ary, m eca obje
nografió el m a n u scrito , y la señora M u rie l Bel!, mi e d ito r, me ayudó a redactar e\¡?
m is frases con claridad, o b je tiv id a d y precisión. Como h is to ria d o r de ¡a a rq u ite c
tura. el p rofesor Paul Turner, del Departam ento de A rte de la U niversidad de Stan-
íord. c o n trib u yó con valiosas co rre ccio n e s y sugerencias, y A rv id E. O sterberg
observó m is re fle x io n e s con la m irada crítica del a rq u ite c to .
R udolf A rn h e im
Ann Arbor, Michigan p"t?C‘
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I. Elementos de espacio
¿Qué es espacio? Hay dos respuestas a punto para esta pregunta. Una de
ellas es espontáneamente plausible. Concibe el espacio como una entidad que se
contiene a sí misma, infinita o finita, como un vehículo vacío preparado y con
capacidad para llenarse de cosas. C onscientem ente o no, la gente deduce esta
noción de espacio de su propia v isió n del mundo, y a menos que sean psicólogos,
a rtistas o arquitectos, es improbable que lleguen a plantearse el reto de ponerla
en tela de juicio. Platón hablaba en Timeo 1 del espacio como «la madre y recep
táculo de todo lo creado y visib le, y de algún modo sensible». Lo consideraba
corno «la naturaleza universal que recibe a todos los cuerpos y que siempre debe
ser llamada igual, porque aunque recibe todas las cosas nunca se aparta en
modo alguno de su propia naturaleza y jamás, en cualquier circunstancia o tiempo,
asume una forma como cualquiera de aquellas cosas que penetra en ella; es el
recipiente natural de todas las impresiones, y es animada y modelada por ellas,
y se muestra diferen te de vez en cuando por causa de ellas». El espacio era
para Platón una nada existente como una entidad en el mundo exterior, como los
objetos que podía contener. En ausencia de tales objetos, el espacio continuaría
existiendo como un recipiente vacío e ilimitado.
Una experiencia más o menos com parable puede darse en nuestro m edio
te rre s tre . Por ejem plo, cuando uno se aproxim a a un e d ific io que dom ina un llano
vacío, la relación perceptiva se produce esencialm ente e n tre el observador y el
o b je tiv o , sobre todo cuando el e d ific io es el lugar de d e stin o de la persona. La su
p e rfic ie horizontal del llano, aunque se percibe, no m o d ifica la relación entre ob
servador y to rre , y por tanto no penetra activam ente en su concepción espacial
de la situ a ció n. Y no sucede esto sólo cuando el medio está vacío. Un extraño que
tra te de llegar a! único e d ific io alto que dom ine la ciudad puede cam inar en
SÉ
m d ire c c ió n a su o b je tiv o visual, elig ie n d o calle tras calle según parezca c o n d u cirle
en la d ire cció n co rre cta , sin más captación consciente de las calles que atraviesa
É
que si e s lu v ie ra abriéndose un cam ino a través de la selva. Aun cuando se halle
p resente una e stru ctu ra fís ic a com pleja, la experiencia está dom inada por el obje
tiv o p rim a rio y por el esfuerzo concentrado en alcanzarlo.
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A d vié rta se que la conexión establecida por el obse:/.ador e ntre él y su
o b je tiv o es experim entada com o una línea recta. En p rin c ip ió , esta relación podría
tom ar cu a lq uie r form a e ntre un núm ero in fin ito de curvas, e sp ira le s y ondas de
la clase más irra cio n a l. La e le cció n económ ica de la re la ció n más corta es una
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Por m edio de una elevada abstracción hemos llegado al p rin cip io funda
m ental de im p o rta n cia práctica para el a rq u ite cto . A pesar de lo que indica la
percepción espontánea, de ningún modo el espacio viene dado por sí m ism o. Es
creado por una co n ste la ció n p a rticu la r de o bjetos naturales y hechos por el hom
bre, a la cual el a rq u ite c to contribuye. En la mente del creador, usuario o propie
ta rio , toda co n ste la ció n a rq u ite ctó n ica establece su propio entram ado espacial,
y este armazón deriva del más sim p le esqueleto e s tru c tu ra l co m p a tib le con la
situ a ció n física y p sico ló g ica . Bajo condiciones elem entales, la e s tru ctu ra e sta b le
cida por el trazado a rq u ite ctó n ico como un todo puede ser la d ire c triz indiscutida.
Por e jem plo, en una población lineal rodeada de campos de c u ltiv o , la calle p rin
cipal puede s e rv ir como espina unidim ensional a la que se conform en todos ios
lugares p a rtic u la re s y orie n ta cio n e s espaciales. Por lo general, la situ a ción es más
com pleja, ya que algunos com ponentes uel todo establecen cu propio entram ado
espacial. Una ig lesia orientada en un eje este - oeste pued: oponerse a la o rie n ta
ción general de lo que la rodea, y la relación entre los dos puede ser com pleja o
incluso inoperante, en cuyo caso el orden espacial queda aparte. Veamos el
sig u ie n te ejem plo, re cie n te y p a rticu la rm e n te d e m o stra tivo . La sim e tría cu a d ri
látera de la C opley Square de Boston, en la que la ig lesia de la Trinidad de H. H.
Richardson y la b ib lio te c a M cK im , Mead y W hite están una fre n te a otra, ha sido
atravesada vísualm ente por un prism a diagonal próxim o, el inm enso rascacielos
rom boide de la Torre John Hancock (fig s. G y 7). En tales casos, la adición puede
ser s im p le m e n te absorbida y subordinada por la ordenación e x is te n te , una posi
bilidad im probable en este caso a causa de la masa y altu ra del in tru so. O bien
1a nueva e s tru c tu ra y la vieja pueden reorganizarse en una nueva co n figuració n de
form a unificada. Lo más probable es que el choque e ntre los dos esquem as in
com p a tib le s dé com o resultado la mutua co n tra d icció n o negación, un tra sto rn o
que s ig n ific a d e stru cció n visual.
Casi todo am biente a rq u ite ctó n ico es una constelación muy com pleja
de ta le s sistem as espaciales, unos subordinados, otros coordinados, o tro s c o lin
dantes, y o tro s cruzando o rodeando a los demás. A su nivel más com prehensivo,
Fig. 2
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el am biente puede se r la form a de toda una ciudad, com puesta de barrios d ife
re n c ia b a s , cada uno de los cuales está form ado por partes a isla b le s y subdivididas
éstas en calles, plazas y e d ific io s . Cada e d ific io es una constelación, y la sub
d iv is ió n conduce a la decoración de una habitación in dividual en la que mesas,
estanterías o camas proponen una e stru ctu ra espacial p a rticu la r.
Se tratará más extensam ente este tem a en una exposición sobre orden
y desorden en el capítulo VI. Perm ítasem e añadir aquí que ¡a com plejidad del es
pacio creado por la a rq u ite ctu ra es, en parte, lo que los psicólogos llaman m ateria
de de sa rro llo . El espacio trid im e n s io n a l es o frecido de form a dire cta a la mente
sólo en su aspecto más tosco; la acción recíproca de las dim ensiones debe ser
concebida gradualm ente por ella, y por tanto las prim eras concepciones espacía
les son sim p le s. Esto no es siem pre evidente en las actuales construcciones, ya
que en la práctica el fa c to r de d e sarrollo puede ser superado por in flu e ncia s té c
nicas, h is tó ric a s o personales. Sin embargo, es útil darse cuenta de que uno de
los com ponentes que operan es una tendencia mental a proceder de las c o n s tru c
ciones espaciales más sim p le s a las com plejas. En un estado re la tiva m e n te puro,
quizá podamos e ncontrar esta tendencia m anifestada en los juegos in fa n tile s de
piezas y bloques g e o m é tricos, en los prim eros experim entos de los e studiantes
de a rq u ite ctu ra , o en las cabañas p rim itiv a s . P sicológicam ente, una prim era fase
puede c o n s is tir en la colocación de un objeto independiente en espacio neutral.
En una fase hasta c ie rto punto más desarrollada, las relaciones e ntre objetos, así
como aquellas entre los com ponentes de un objeto único, pueden ser, esen
cialm ente, bid im e n sio n a le s concebidas en térm inos de su p e rfic ie llana, sea h o ri
zontal o v e rtic a l. En este plano, las relaciones pueden estar lim itadas al p rin c ip io
a las de ángulo recto, pasando a la más com plicada oblicuidad más tarde. De
form a s im ila r, la verdadera trid im e n sio n a lid a d se lim ita en un p rim e r nivel a re
laciones de ángulo recto, por eje m p lo en la form a de un cubo o en la disposición
de varios cubos.
Un buen siste m a para d e m ostrar que los inte re sp a cio s no están vacíos
es hacer re fe re n cia a io que puede llam arse su densidad. Si co n stru im o s pequeños
m odelos de nuestros dos e d ific io s y se les mueve hacia atrás y hacia adelante,
acercándolos y separándolos entre sí, se observa que el espacio e ntre ellos
parece más holgado y lig e ro a m edida que la d ista n cia e n tre los e d ific io s aum enta.
Por el co n tra rio , el espacio se vuelve más denso a m edida que la distancia d is m i
nuye. El observador e xperim enta com presión o d escom presión perceptiva en el
in te rva lo . En mi opinión, este fenóm eno nunca ha sido investigado y sus c o n d icio
nes son probablem ente com plejas. A unque la densidad observada puede ser
una s im p le función de la distancia entre los o bjetos, su grado absoluto de in te n
sidad puede depender de o tro s fa cto re s de percepción, com o el tam año de los
e d ific io s . Adem ás, si e xisten e d ific io s anexos en los alrededores, las espacios
e ntre ellos in flu irá n en el espacio que estam os considerando (fig . 8). El espacio
in te rm e d io n perm anecerá más pequeño y denso cuando se com pare con o, y
más grande y holgado al com pararlo con m.
Las dista n cias visuales son juzgadas por el com portam iento de las fuerzas
pe rceptiva s generadas por ellas. Nos se n tim o s im pulsados a jugar con las d is
tancias e n tre los o b je to s hasta que parecen co rre cta s, porque las experim entam os
com o fuerzas in flu e n cia n te s de atra cció n y repulsión. El e q u ilib rio siem pre es
a p licable a las fuerzas. Si los in te rv a lo s se experim entaran sólo como espacios
m uerto s y vacíos, no e x is tiría o tro c rite rio que las consideraciones prácticas para
p re fe rir una d ista n cia a otra. Tendré ocasión de tra ta r un tem a parecido con
respecto al co n tro l de proporciones en a rq u ite ctu ra .
Vacío y abandono
Esta com paración con la m úsica m uestra que el grado hasta el cual es
llenado un in te rv a lo no depende sim p le m e n te de su extensión o b je tiva . V isual
m ente tam bién, cuando los dos o bjetos que lim ita n el in te rva lo se necesitan para
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com pletarse e ntre sí, el in te rv a lo está más lleno, activa y densam ente (fig . 9 a), Pue
que si las dos form as fueran independientes y autónom as (fig . 9 b). S e 'd e d u ce de zan‘
ello que el vacío p e rce p tivo puede d e s c rib irs e como una cualidad de ,un área
cuyas ca ra cte rística s espaciales no están controladas por los o bjetos que la ro
dean. El vacío to ta l es expe rim e n ta d o donde no hay obje to s. En la oscuridad, en el
océano o en el espacio e x te rio r, la fa lta de todo punto de re fe re n cia y de o rie n
tación, la ausencia de atracción y repulsión, las distancias no definidas, pueden
causar un te rro r p rim a rio . Su e q u ivalente social es la e xp eriencia de una persona
que se s ie n te to ta lm e n te abandonada: el medio está com pleto sin ella, nada
hace re fe re n cia a ella, nada la necesita, la llama o responde a ella. Esta fa lta de
d e fin ic ió n e xterna d e stru ye el sentido interno de identidad, porque una persona
de fin e la naturaleza del propio se r sobre todo por el lugar que ocupa en un s is
tem a de relaciones personales.
Para se n tirs e seguro, una personalidad fu e rte puede e n fre n ta rse con la
soledad e stableciéndose, él o ella, como el centro e irradiando hacia lo que
rodea a tal ce n tro con una e xplosión de fuerzas que animan el vacío. Bajo estas
condiciones, la ausencia de o bstáculos que co n tra rre ste n y se opongan puede
cre a r in clu so un e stim u la n te se n tid o de libertad. Es la e xp eriencia de «abarcar» el
mundo desde la cim a de una montaña. De form a s im ila r, un m onum ento e rig id o
en un llano vacío puede evocar en el espacio que le circunda un campo de fuerzas
perceptivas cuya energía d ism in u ye con el aum ento de la distancia desde el
centro.
Fig.
noc
sala
obje
que,
y si
del
fonc
mid
que
por
Bar<
org;
sustancia visual. A la inversa, la fenestrada pared de un edificio elevado o un área
grande y homogénea en una pintura, pueden experimentarse como vacías aun
cuando e! arquitecto o pintor haya colocado algo allí para que lo observemos
El efecto de vacío surge cuando las formas que lo rodean, es decir, los contornos,
no imponen una organización estructural sobre la superficie en cuestión. La mi
rada del observador se encuentra en el mismo lugar, sea cual sea el sitio al que
pretenda llégar, ya que un lugar es igual que otro; nota la falta de coordenadas
espaciales, de un sistema que determina dista n cias, y en consecuencia el observa
dor experimenta un sentido de abandono.
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Fig. 10
n o cib le con lo que le rodea. Una pieza de e scu ltu ra colocada sin sentido en una
sala de estar, un museo o un paisaje, puede parecer perdida. Cabe que derive sin
o bjeto, o que despliegue una tendencia a desplazarse hacia otro lugar donde le >•
quepa e n co n tra r d e fin ic ió n espacial y por ta n to descanso. La colocación centra!
y s im é tric a de la estatua e cu e stre de M arco A u re lio , en la plaza de M ig u e l Angel
del C a p ito lio rom ano, es el e je m p lo más evidente de una escu ltu ra to ta lm e n te
fondeada en un espacio m uy d e fin id o (fig . 10). Un moderno eje m p lo que ha asu
m ido cualidades m ítica s e n tre los estudiantes de a rq u ite ctu ra — sobre todo desde
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que el e d ific io ha sido d e m o lid o — es la estatua obra de Georg Kolbe colocada
por M ie s van der Rohe en el pabellón alemán de la Exposición Internacional de
Barcelona, en 1929. El desnudo de tam año natural, conspicuo como única form a
orgánica en un e d ific io form ado por losas rectangulares, perm aneció en un rincón
;
que de otra form a hubiera escapado a la atención del v is ita n te (fig. 11 a]. La
estatua se alzaba en una terraza de un pequeño estanque que era v is ib le a través
de la d ivisió n de c ris ta l de un am plio espacio in te rn o , y estaba protegida por pa
redes bajas (fig . 11 b). El estanque de la e scu ltu ra era accesible a través de un
estrecho pasillo (fig . 11 c) que hubiera conducido in ú tilm e n te a un rincón vacío sin
la estatua com o í o g o visu a l. C oncediendo especial in te ré s al alejado rincón del
e d ific io , el a rq u ite c to reforzó la rectangularidad só lidam ente de fin ida dé todo el
trazado y subrayó la correspondencia diagonal e ntre el gran estanque paralelo al
costado más largo del e d ific io y próxim o a la entrada, y el pequeño y escondido
estanque, resaltando al fondo el lado más corto del e d ific io .
Como dem uestra este ejem plo, no sólo el em plazam iento determ ina el
lugar del o b je to , sino que a la inversa es el ob je to lo que m o d ifica la e stru ctu ra
del em plazam iento. Situada en la esquina de una terraza, la estatua de Kolbe
co n fie re a la fo rm a re cta n g u la r de su entorno inm ediato un fo ro e xcé n trico que
contrasta con la s im e tría de la terraza rectangular. La a sim e tría re sultante crea
una atención que debe ser ju s tific a d a y con tra rre sta d a por la configuración de
fuerzas de todo el e d ific io .
25
S¡ se da a la fo rm a de un horizonte un g iro de 90° (fig . 12), e llo nos
recuerda que una parecida d ifu s ió n gradual en e! espacio circundante es mucho
m enos apropiada para los lím ite s v e rtica le s de los e d ific io s , lo que se debe a
una d ife re n c ia básica e n tre las dim ensiones v e rtic a le s y h orizontales que serán
tratadas en el capítulo s ig u ie n te . Pero esta d ife re n c ia es tam bién sin to m á tica de
lo que sucede cuando los cam pos de fuerzas no pueden extenderse lib re m e n te .
En ta le s casos, m uy com unes en las relaciones h o rizontales e ntre e d ific io s , la
e s tru c tu ra a rq u ite c tó n ic a co n tro la el alcance de cada uno, tai com o los países esta
b ilizan sus lím ite s en el mapa p o lític o por m edio del poder e je rc id o por ambas
partes.
Com o eje m p lo , cabe observar ei tam año de espacios a b ie rto s que rodean
e d ific io s . El a trio ante N o tre -D a m e , en París, era en su origen m ucho más pe-
q ueño'que ahora. Con tod o , a m í me parece que el e d ific io está bien realizado por
el espacio actual, bastante grande, fre n te a la fachada. El espacio es io s u fic ie n te
m ente im p o rta n te com o para p e rm itir que la e s tru c tu ra ejerza su im pacto, y lo
s u fic ie n te m e n te lim ita d o para e v ita r que se diluya su in tensidad. Un e d ific io con
un plano más abierto, por ejemplo con alas proyectadas desde el centro, pide o
exige un «ruedo» más extenso.
redes
el cer
que r
cione;
y con
que a
descr
adm it
fuerza
de en
Fig. 13. — Carpenter Center for the Visual Arts (Foto: Flarvard News Office)
28
Haciendo hincapié en el campo generado, además del objeto arquitectónico, se
suscita de nuevo el problema del espacio, pero en términos distintos y dando al con
cepto un valor diferente. En la crítica tradicional, e, t -pació es una estructura homogénea,
una especie de contraforma respecto a la envoltura mural, indiferente a las condiciones
de iluminación y a su posición en relación con los edificios, mientras que la noción de
campo refuerza la continua variabilidad de lo que rodea a las estructuras arquitectónicas.
Espacio asimétrico
El hom bre e xperim enta el espacio en el que vive com o a s im é trico . Entre
las in fin ita s d ire ccio n e s del espacio trid im e n s io n a l en las que puede m overse
en teoría, una d ire cció n se d is tin g u e por ia fuerza de gravedad: ia v e rtic a l. La
v e rtic a l actúa como eje y siste m a de referencia para todas las demás d ire ccio n e s.
La a sim e tría del espacio pe rcib id o se debe a las lim ita c io n e s senso
ria le s. Si d ife re n ciá ra m o s más, a d vertiríam os que las v e rtic a le s en d ife re n te s lu
gares no corren paralelas, sin o que convergen en un ce n tro com ún, el ce n tro de la
tie rra . Una visió n más com prehensiva, como la que d is fru ta ría el pequeño p rín
cip e de S aint - Exupéry en su planeta m iniatura, nos haría ve r cu a lq uie r v e rtic a l
concreta com o un radio de rueda, como único y no d ife re n cia d o com ponente de un
sistem a c é n trica m e nte s im é tric o .
En geom etría no existe d ife re n cia e ntre su b ir y bajar, pero fís ic a y per
ce p tiva m e n te la d ife re n c ia es fundam ental. C ualquiera que trepe a un árbol o por
una cuerda, o que suba por una escalera, nota que está esforzándose por superar
una fuerza co n tra ria , que él sitúa en su propio cuerpo como peso. A sí pues, la sa
tis fa c c ió n de tre p a r co n siste en la conquista del propio peso in e rte para obtener
un o b je tiv o alto , una experiencia dotada de connotaciones sim bólicas. Escalar es
un acto h eroico y lib e ra d o r, y la a ltitu d sim boliza espontáneam ente cosas de ele
vado valo r, ya se tra te del va lo r del mundo o del de la e sp iritu a lid a d . Elevarse
en un ascensor, globo o avión, es e xpe rim e n ta r liberación del peso, sublim ación,
in ve stid u ra de capacidades sobrehum anas. Adem ás, elevarse desde la tie rra es
aproxim arse al reino de la luz y la supervisión. Por tanto, la superación negativa
del peso es al m ism o tie m p o el logro p o sitivo de ilu m in a ció n y de perspectiva
no obstaculizadas. Excavar bajo la s u p e rficie , por el co n tra rio , sig n ifica verse en
vu e lto en la m ateria más que abandonarla; s ig n ific a tam bién ir desde la e xistencia
de la su p e rfic ie d ia ria a nivel «cero», donde la m ateria abunda pero deja espacios
a b ie rto s in te rm e d io s, a lo com pacto de la tie rra , a través de la cual hay que
p e rfo ra r. Excavar es e xp lo ra r el fundam ento en el que descansa toda vida y del
cual brota. Excavar crea una entrada al reino de la oscuridad y por tanto sim boliza
profundizar, es decir, e xp lo ra r más allá de la s u p e rficie . En tanto que elevarse
es el m edio para ilu m in a rse , excavar hace que la luz b rille en la oscuridad
G e o m étricam ente, las tre s coordenadas del sistem a cartesiano del espa
cio son iguales en ca rá cte r e im portancia. N uestro espacio te rre s tre , sin embargo,
está invadido por la a tra cció n de la gravedad que d istingue la v e rtic a l como la
d irección estándar. C u a lq u ie r otra o rie n ta ció n espacial se percibe de acuerdo con
su relación respecto a la v e rtic a l. Inclinándose física m e n te , el campanario en
Pisa se desvía en lo visual de la norm a establecida por los e d ific io s circundantes,
una norma visual confirm ada por el sentido c in e s té tic o del observador con res
pecto al e q u ilib rio en su propio cuerpo.2 El estándar de ve rtica lid a d como parte dd
la e stru c tu ra no se supera con fa cilid a d . Es necesario un m edio co n siste n te de
Inclin ació n visual para co n fu n d ir en la creencia de que la atracción de su cuerpo
31
se d irig e en una d ire cció n oblicua. En los aledaños de algunas ca rreteras nortea
m ericanas, solía haber casas del « m isterio», en las cuales, según el anuncio,
el núcleo m ineral de una colina cercana atraía de form a magnética, a los v is ita n te s ,
cuando en realidad el pequeño e d ific io se levantaba en un d e clive , hecho que
se ocultaba a los ojos del curioso por m edio de un paisaje intencionado (fig . 15].
En el in te rio r, las paredes, el techo y el suelo se percibían com o v e rtic a le s y
horizontales perfectas, pero el agua corría en un ángulo o b licu o respecto al caño,
Fig. 16
y el m ism o v is ita n te se sentía, irre s is tib le m e n te , atraído hacia los lados e inca
paz de perm anecer p e rp e n d icu la r al suelo, a menos que ce rra ra los ojos y descu
briera que sí lo estaba. La U niversidad de York, en Toronto, tie n e un e d ific io de
sim é íri
arte c o n stru id o en form a de losa inclinada. A lgunas d~ sus paredes internas están
ciones
tam bién en d e clive y, aunque los suelos son por fo rtu n a horizo n ta le s, los estrib o s
ahora 1
ob je tivam e n te v e rtic a le s que soportan el e d ific io por d e n tro parecen diagonales
eje v e r
y producen d esorientación en el observador.
El ciíini
nes es
requier
su asín
La visió n asume la v e rtica lid a d
En nuestro siste m a espacial, la d ire cció n v e rtic a l define el plano horizon por dos
ta l com o el único para el cual la v e rtic a l s irv e com o eje de sim e tría . Es el plano mación
en el que podemos m overnos lib re m e n te en cu a lq uie r d ire cció n sin la sensación serie d
de ascender o descender; de ahí que no sea especialm ente d is tin g u id a ninguna muerta:
d ire cció n en el plano de la tie rra . C h ristia n Norberg - Schulz 3 ha e s c rito que «las interpre
d ire ccio n e s h orizontales representan el mundo concreto de acción del hombre. eilos. c
En c ie rto sentido, todas las dire ccio n e s horizontales son iguales y form an un Las hile
plano de extensión in fin ita . El m odelo más sim ple de espacio e xiste n cia l del hom ho rizo n
bre, es, por tanto, un plano h orizontal atravesado por un eje ve rtic a l» (fig . 16). objetos
Y Frank Lloyd W r ig h t4 ha señalado que el tra n sp o rte m otorizado ha a b ie rto a los una hile
am ericanos la libertad ¡lim itada del plano horizontal. ciudad -
De la asim e tría del espacio se sigue qué ser es experim entado e sencial
m ente como ve rtic a lid a d . Empezar a e x is tir s ig n ific a d esprenderse o separarse guidos
de la tie rra , ya sea por el crecim ento orgánico de las plantas, o por el em puje te ve rti
hacia arriba de las montañas o pol su e quivalente humano, c o n s tru ir un e d ific io . dentro
En la experiencia visual diaria, un o b je to o cria tu ra se m uestra elevándose sobre detalle
el suelo, y un eje v e rtic a l es un aspecto m uy ca ra c te rís tic o de su form a. A lre d e detalles
dor del tro n co central de tal eje la masa del o b je to tie n d e a ordenarse de manera pueden
32
Fig. 16
s im é tric a , de acuerdo con el hecho de que en el plano horizontal todas las d ire c
ciones son e quivalentes. Más adelante volveré a hablar de la sim e tría , pero por
ahora hemos de señalar que la m ateria se agrupa sim é trica m e n te alrededor del
eje v e rtic a l a menos que intervengan fuerzas que m odifiquen el sim ple e q u ilib rio .
El c ilin d ro de un tro n co de árbol que aumenta por c re c im ie n to en todas d ire c c io
nes es el p ro to tip o de la fo rm a en ei espacio g ra v ita to rio . Cabe d e cir que lo que
requiere exp lica ció n sobre cu a lq u ie r form a p a rtic u la r no es su sim e tría , sino
su asim etría.
33
Fig. 17. — Según una pintura de Giorgio Morandi
d e n tro de la norm a v e rtic a l de cada objeto (fig . 18). De hecho, esta inte rco n e xión
e n tre elem entos de e s tru c tu ra discorde puede aparecer com o una sorpresa m oles
ta en la relación visual e n tre e d ific io s adyacentes.
Penetrar la tierra
35 ________________________
obtie
Físic
por r
sólo
tantc
con |.
debe
Fig. 22
esta
porqi
V olviendo al b a p tis te rio de Pisa, observam os que en la planta baja unos para
dé biles elem entos indican la línea d iv is o ria e ntre el e d ific io y el suelo. Las aber lado,
tu ra s de las cuatro puertas, re la tiva m e n te pequeñas, causan ta l e fe cto , lo m ism o las c
que las pequeñas bases de las m edias colum nas que soportan los arcos. En con evid<
ju n to , la planta baja parece un eje que no indica intención alguna de detenerse sobn
a n ive l del suelo. A dem ás, el e d ific io c ilin d ric o m uestra un ce n tro d e fin id o , lo que gravi
quizá se deba sobre todo a la ornam entación gótica que se añadió en el sig lo XIV.
Esta masa central establece c ie rta s im e tría e n tre la planta baja y la cúpula que re
q u ie re que la prim era e q u ilib re la cúpula con un contrapeso s u fic ie n te , una
necesidad que sólo puede c u m p lirse por m edio de una masa m ayor, por ejem plo H o r i
increm entando la a ltu ra en la planta baja. Esta altu ra adicional está d isponible
p o te n cia lm e n te bajo tie rra , y por esta ú ltim a razón el e d ific io parece co ntinuar
bajo el suelo. Basta con echar un vistazo ai T em pietto de Bram ante, en San Pietro la pl.-
in M o n to rio , para a d v e rtir la d ife re n cia : allí, el círcu lo de la galería hace re sa lta r en le
el centro, y la cúpula es am pliam ente contrapesada por las altas colum nas del baja
p e ris tilo en la planta baja, que descansa sobre una base de escalera (fig . 23). so b r
Si mi a n á lisis del b a p tis te rio de Pisa es c o rre cto , dem uestra tam bién lo pect'
que la penetración en la tie rra afecta al diseño a rq u ite c tó n ic o de un e d ific io . sión
Todas las p roporciones y d is trib u c ió n de peso están influenciadas por el hecho en á
de si el e d ific io sobre el suelo es v is to com o co m p le to o in co m p le to . C ualquier se ai
am bigüedad a este respecto crea un problem a a rq u ite ctó n ico . de r;
las f
Este es un problem a que se presenta cuando el a rq u ite c to in s is te , como soca
lo hace W rig h t, en que los e d ific io s «pertenecen al terreno». Tal posesión se pese
cam|
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Fig. 23 tana
Fig. 20.— Baptisterio. Pisa [Foto: Al i na ri J
H o rizontalida d -
La d ific u lta d ilu stra d a por el b a p tis te rio de Pisa puede e vitarse cuando
la planta baja de un e d ific io es tratada e xp lícita m e n te como una base. Por ejem plo,
en las fachadas de algunas ig le sia s góticas, e m inentem ente ve rtic a le s , la planta
baja se separa del cuerpo s u p e rio r del e d ific io por m edio de portadas grandes y
so b re sa lie n te s. Esto da s u fic ie n te horizontalidad para expresar independencia res
pecto a la tie rra . El problem a opuesto surge para e d ific io s cuya p rin cip a l e xte n
sión es h orizo n ta l. Aquí, «pertenecer a la tierra» no se realiza por penetración
en ángulos re cto s, sino por paralelism o, lo cual crea una fá c il arm onía. El e d ific io
se agarra al su e lo y se adapta con fa cilid a d al paisaje. A l m ism o tiem po, carece
de raíces, com o un barco, y tie n d e a flo ta r sobre la su p e rfic ie de la tie rra ya que
las paralelas no se unen. El contacto es muy tenue, pues la form a de tal e d ific io
socava la d im e n sió n v e rtic a l de ia fuerza de g ra vita ció n . El e d ific io tie n e poco
peso; no presiona hacia abajo.
Peso y a ltu ra -
2. El peso de la masa visual puede e sta r tam bién in flu e ncia d o por la
d is trib u c ió n de cargas d e ntro de un e d ific io . Físicam ente, la planta baja es el hom
bre bajo el poste del tó te m , que carga el m ayor peso. Con el aum ento de la altura
la carga decrece. El e fe c to visual de esta a sim etría fís ic a co n siste en que los
pisos a lto s de los e d ific io s parezcan más lig e ro s que ios bajos; un fa c to r de co m
p o sició n que el a rq u ite c to puede aceptar, puede n e u tra liz a r añadiendo peso visual
a los n ive le s más a lto s, o puede tam bién re sa lta r y reforzar. A l p ro ye cta r el
N o rth w ic k Park H o s p ita l,11 en Inglaterra, los a rq u ite c to s Llew elyn Davis y John
W eeks d ete rm in aro n el núm ero de soportes e s tru c tu ra le s en cada piso de acuerdo
con la carga fís ic a que había de ser sostenida (fig . 24). Quizá pretendieron que
este m ecanism o fuera un re fle jo visual de ia d is trib u c ió n fís ic a del peso. Sin em
bargo, tam poco aquí puede haber seguridad de que la fo rm a fís ic a corresponda
a u tom á ticam e n te al e fe c to visu a l, es d e cir, que la carga se observe ta l como «es».
Fig. 24
, los tre s fa cto re s actúan sim ultáneam ente, y el resultado
ue co m plejas configuraciones de condiciones en cada caso. Un
rosetón, p o r e je m p lo , parece re la tiva m e n te lig e ro debido a que su independencia
respecto al suelo y la fu e rte autonom ía de su form a c irc u la r aflojan su v in c u la
ción con la base de g ra vita ció n . A sim ism o , parece so p o rta r una carga más peque
ña que si e stu v ie ra situado más abajo. (No e stoy considerando aquí que, por
razones de p ro ye cció n óptica, la ventana pueda parecer más pequeña al se r v is ta
desde m ayor d ista n cia, o tro fa c to r que dism inuye el peso visu a l.) Por otro lado,
a causa de su alta p o sició n , la ventana puede e sta r cargada visu a lm e n te con más
e n e rg ía p otencial y p o r ta n to p a re c e r m á s p e s a d a . El efe cto a cum ulativo d e los
d is tin to s fa c to re s es calibrado in tu itiv a m e n te por el se n tid o de la vista . El arq u i
te c to debe d e c id ir cuánto peso desea que soporte su e d ific io y dónde debe c o lo
carlo. Es una c u e stió n de e s tilo .
Dinámica de la columna -
fe rio r y que se estrecha a m edida que se eleva (fig . 29). A sí, N ervi logra un con
tra p u n to e ntre el crescendo de las form as in d ivid u a le s y la d ism in u ció n de cada
par de p ilares que se eleva desde el suelo. Sólo describ ie n d o estos esquemas se
gún su dinám ica, se puede hacer ju s tic ia a su riqueza expresiva.
El plano y la sección
La a sim etría del espacio te rre s tre afecta tam bién a los d is tin to s m edios
que los delineantes adoptan para re p resentar un e d ific io en dib u jo s bidim ensio-
nales. Com param os aquí el plano, que es un mapa de nivel horizontal, con una
sección que corta v e rtic a lm e n te el e d ific io . De inm ediato caemos en una curiosa
paradoja. Como imagen visu a l, un e d ific io se nos presenta en la dim ensión v e r
tic a l. Pensamos en N otre - Dame de París y la vem os elevarse desde tie rra , con
sus dos to rre s cúbicas situadas com o orejas en su cabeza, y el cuarpo exten-
te n d ié n d o se bajo ella en la posición recostada de una e sfinge. La imagen del edi
fic io nos viene dada por lo que se alza sobre la tie rra , y nos agrada pensar que
la conocem os bien. Y sin em bargo, es tam bién una e xp eriencia bastante común
la que después de observar buenas fo to g ra fía s de e d ific io s , o incluso cam inar
a lre d e d o r de ellos, exclam arem os cuando se nos m uestre su plano: «¡Ah, ya lo
veo! ¡A sí es en realidad!» De un vistazo hemos com prendido su esencia, la form a
de s e rv ir a su función. Esto es menos fre cu e n te en e d ific io s sem ejantes a N otre -
Dame, proyectados sobre todo com o m onum ento visual y eje m p lo relevante
Sus elem entos esenciales están contenidos en su aspecto, y el plano de poco nos
s irv e para prepararnos con vis ta s a lo que observarem os cuando nos acerquem os
a la ig le sia o nos internem os en ella. Lo opuesto es aplicable a e d ific io s cuya
fo rm a y co n ju nto son menos id e n tific a r e s y están menos determ inados por el
fo rm a lism o .
46
plano. El p rin cip a l te rre n o de v is ió n , s in embargo, es la vertical. Sólo un pequeño
grupo o h ile ra de cosas puede s e r observado desde la a ltu ra cuando d irig im o s
nuestra m irada hacia abajo, y no es desde luego un e d ific io lo que d istin g u im o s.
Si deseam os v e r una extensión m ás am plia sin escorzo o re s tric c ió n excesiva,
ha de e n fre n tá rse n o s en la v e rtic a l, donde encuentra n uestra línea de v is ió n per
pend icu la rm e n te . De aquí que un e d ific io , entendido com o m onum ento visu a l,
com o puede ser una catedral, m a n ifie s te su carácter en la d im ensión v e rtic a l y
declare se r su én fa sis en la v e rtic a lid a d que no está hecho para morada o habita
ción humana, sino como imagen sobrehum ana para enanos dotados del se n tid o
de la vis ta .
dios
o-
una
¡osa
con
edi-
e
nún
r
o
)rma
re - La m ism a pauta puede e x is tir tam bién en form a v e rtic a l. Hay e d ific io s ,
o com binaciones de e d ific io s adyacentes, en los que só lo se puede soslayar un
nos obstáculo, quizás un a u d ito riu m , subiendo un piso y cruzándolo per encim a, o
io s bajando un piso y pasando por debajo. También aquí es ú til que el v is ita n te co
nozca la a lte rn a tiv a e x iste n te , pero el esquema no es experim entado como s im é tri
co porque, según m encioné con a n te rio rid a d , la sim e tría a lo largo de un eje ho-
rizonal co n tra d ice n uestro siste m a in tu itiv o de relaciones espaciales. De hecho,
ta i sim e tría ni s iq u ie ra es percibida com o una parte genuina del e d ific io . A l hacer
ser uso de ella, el v is ita n te nota que está sacando una astuta ventaja de una p o sib i
el lidad que la co n fig u ra ció n a rq u ite c tó n ic a p e rm ite pero no pretende realm ente.
el
En su plano, un e d ific io se revela como un in s tru m e n to para la actividad
> ín- humana. Según e sto, el plano despliega la prin cip a l dim ensión de aquellos e d ifi
i cio s cuyo em puje p rin cip a l sim boliza el com portam iento humano. Por ejem plo,
s. el tem a del C a rp e n te r C e n te r fo r the V isual A rts de Le C o rb u sie r, en la U niversidad
ano de Harvard, sólo puede entenderse observando el plano (fig . 31 ).15 El plano revela
3S, la com binación de dos e s tu d io s s im ila re s en form a de riñón, cuya curvatura em
puja a gresivam ente en dos d ire ccio n e s del entorno. Desde el e x te rio r, pueden
io s. verse rasgos parciales de este esquema. Eduard S ekler ha señalado que el par de
arranque de las dos fo rm a s co rre sp o n d ie n te s «cor cinúa siendo un fenóm eno
únicam ente p e rcib id o en el plano, u observando el e d ific io desde un punto de
altura ventajoso. No afecta a la e xp e rie n cia del espacio de in te rio r del e d ific io , ya
que los dos estu d io s de form a lib re están a d ife re n te nivel».
47
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s ó lo
Para
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que
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Fig. 32 na ve
y ub i
pued
n o c ir
un vehículo de habitación o morada humana. S irve a p ro p ó sito s visuales, no fís ic o s ,
y por tanto está lib re de la obligación de sa tis fa c e r las necesidades g ra v ita to n a s
de los cuerpos humanos, y cíe asegurar a la vista que estas necesidades sean
satisfechas. En el film El gabinete del d o cto r C a lig a ri (Das K a b in e ti des Dr. C a li-
cuert
gari, 1919] de R obort W íene,17 la a rq u ite ctu ra y accesorios «expresionistas» creaban
zesa
una discrepancia alegre y b u llicio sa , entre la perversidad del m edio y la form a
orgánica de los actores.
Aun cuando el a rq u ite c to evita las desviaciones excé n trica s del esquema
básico trid im e n s io n a l, la tarea de visualizar una estru ctu ra trid im e n s io n a l sigue
siendo fo rm id a b le . La m ente humana recibe toda su in fo rm a ció n visual sobre el
espacio fís ic o a p a rtir de dos proyecciones bidím ensionales en la retina, y las
im ágenes sin re lie ve del plano y sección v e rtic a l en los diseños a rq u ite c tó n ic o s se
conform an de manera agradable a esta lim ita c ió n de nuestro se n tid o de la vista.
En el capítulo IV analizaré con m ayor detalle el tem a entre la form a o b je tiva de
ios e d ific io s y su aspecto p e rce p tivo . Por el m om ento es s u fic ie n te señalar que
la conce p ció n trid im e n s io n a l genuina es esencial, y que p sico ló g ica m e n te es fa c ti
ble d e ntro de c ie rto s lim ite s , no sólo en la percepción d ire cta sin o tam bién en
im ágenes m entales.
Sería im p o sib le lo grar aunque fuese el más elem ental esquema del Car-
p e n te r C e n te r of tb e Visual A rts , de Le C orbusier, si sólo se visualizara el m o
tiv o horizontal de los dos estu d io s de form a arriñonada (fig . 31). Una sección v e r
tic a l a través del ce n tro es todavía menos reveladora (fig . 33). Una buena fotogra-
50
r . ■' *
1
fía del aspecto exté rn o del e d ific io nos p roporciona mucho que observar, pero ■f ' í p l
sólo p e rm ite la m era co n je tu ra del esqueleto e s tru c tu ra l básico del e d ific io (fig . 13). <’ 1 ' %
Para obte n e r este siste m a básico, hay que darse cuenta de que un cuerpo central
cúbico re fle ja d o exte rn a m e n te por la ta m bién cúbica to rre de escalera, c o n stitu ye
la espina del e d ific io y suste n ta las alas h o rizo n ta le s com o el tro n co de un árbol
sustenta sus ram as. Se puede considerar esto com o una variación de la form a más
sim ple de un tro m p o (fig . 34). Esta imagen de la ¡n te rre la ció n de elem entos ver
tic a le s y h orizon ta le s es indispensable para el más básico e n tendim iento de aquello
a lo que se e nfre n ta el v is ita n te cuando se aproxim a a la creación de Le Cor-
busier.
Las ventajas y lim ita c io n e s de esta manera de ver las cosas pueden ser
¡lustradas por m edio de la su p e rp o sició n de varias secciones transversales del
cuerpo humano erguido (fig . 35). Esta co m p o sició n de planos puede m o stra r fo r
zosam ente de qué modo los pies están colocados en relación con la cabeza, y
Fig. 34
51
cóm o la p elvis se iguala con los hom bros. Al m ism o tie m p o la com pleta exclusión
de la dim ensión v e rtic a l fa ls ific a las relaciones e ntre n iveles, ya que éstas de
penden considerablem ente de las distancias entre ellos. el Pa
sólo
Adem ás, este colapso de la v e rtic a l se hace bastante in s a tis fa c to rio tan misrr
pronto com o los cam bios en la d ire cció n v e rtic a l crean form as c a ra cte rística s. Es altur;
evidente que una serie de contornos hipsográficos que indiquen la form a de una de lo
cúpula.o p irám ide a varios niveles de altura, n o s'p ro p o rcio n a los datos s u fic ie n te s abare
para c o n s tru irla , pero muy pocos para una visión sin ó p tica . El problem a se ha la su
hecho urgente en la a rq u ite ctu ra moderna. El poeta alemán Paul S cheerbart e s c rib ió siona
p ro fá tic a m e n te en 1914, en su pequeño y caprichoso tra ta d o sobre A rq u ite c tu ra tante
de c ris ta l: 18 fr e n t
pierd
apro>
La construcción en acero perm ite otorgar la form a deseada a las paredes...
Cabe trasladar las cúpulas desde lo alto a los lados, lo cual nos perm ite observar su efecto
mirando a los lados y hacia arriba, mientras estamos sentados a la mesa. Las superficies
de uí
curvas son tam bién efectivas a los niveles más bajos de las paredes, sobre todo en ha
bitaciones más pequeñas, que de ninguna forma permanecen lim itadas a la vertical. La im en pt
portancia del plano en arquitectura queda con ello muy mermada, y el p e rfil de los edi llama
ficio s gana nueva importancia. la fot
conoí
Y desde luego, las conchas v ib rá tile s y las paredes en desnivel que los
m odernos co n s tru c to re s pueden em plear ahora lib re m e n te , ve rtie n d o horm igón sobre
más bien que apilando la d rillo s y piedra, no pueden d educirse de las secciones nueve
tra n sve rsa le s horizontales. Los p e rfile s se m uestran en secciones v e rtic a le s . Una espac
cúpula revela su naturaleza a! ojo humano cuando se observa de lado, pero debe in te g i
mos añadir de inm ediato que esto sucede así porque to d o co rte v e rtic a l desde carez
lo alto de una cúpula es id éntico a cu a lq uie r o tro. De form a s im ila r, una elevación pació
fro n ta l de una iglesia gótica nos dice mucho, en este caso porque el e d ific io tie n e penet
una fachada que no sólo destaca e ntre los aspectos v e rtic a le s del e d ific io , sino ocupa
que tam bién es re p re se nta tiva de las secciones de la nave (fig . 36). Para s im p li su en
fic a r, cabría d e cir que para un e d ific io de estas c a ra c te rís tic a s el volum en es relaci
una e xte n sió n de la form a en el plano fro n ta l, o, a la inversa, que la re la tiva m e n te senta
con sta n te sección tranversal de los e d ific io s se m a n ifie sta en la fachada. auser
Esta dependencia no suele ser posible, sin em bargo, en una elevación;
el Partenón, por eje m p lo , cuya form a básica es la de un cubo, no puede entenderse
sólo por la re la ció n entre fre n te y costados. La cara fro n ta l del Partenón, en sí
m ism a, da la im p re sió n errónea de un p ó rtic o plano independiente. La relación entre
a ltura y a m p litu d en el rectángulo fro n ta l ha de ser percibida en relación con la
de los lados. La colum nata no te rm in a ni a la izquierda ni a la derecha, sino que
abarca las esquinas y continúa sin in te rru p ció n a lre d e d o r; el fro n tó n es únicam ente
la s u p e rfic ie te rm in a l de un largo techado inclinado. A l m antener esta trid im e n -
sionalidad, el e d ific io se coloca en su em plazam iento de tal manera que el v is i
tante que entra en la A c ró p o lis desde los p ro p ile o s no se encara con ella de
fre n te , sino en ángulo. Gracias a esto la potente in te g rid a d de la fachada s im é tric a
pierde algo de su capacidad de co n fu n d ir. La vis ta presentada al v is ita n te que se
aproxim a no le in v ita a e n tra r en el e d ific io , sino a cam inar a su alrededor.
Lim ita ré la discusión de este in trin ca d o problem a a una a firm a ció n más
sobre la d ife re n c ia e ntre secciones h o rizontales y secciones v e rtica le s, que de
nuevo cen tra rá nuestra atención en el tem a base de este capítulo, la asim e tría del
espacio e xp e rim e n ta l. Una planta, cualquiera que sea su lim ita c ió n , tie n e una
in tegridad de la que ninguna sección v e rtic a l puede alardear. Aunque una planta
carezca de in fo rm a ció n sobre la s u p e re stru ctu ra , cubre la extensión to ta l del es
pacio en el que el hom bre se mueve. D escribe toda la h is to ria de cómo el e d ific io
penetra en el m undo circundante y cóm o se puede e n tra r en él, atravesarlo y
ocuparlo. Enumera los accesos y las barreras. Ya que el plano sitúa el e d ific io en
su em plazam iento, m uestra su cercanía o lejanía con respecto a sus vecinos, sus
relaciones con ellos, su lugar p a rtic u la r dentro de su am biente. El espacio repre
sentado en un plano está c o m p le to en el se n tid o de que la te rce ra dim ensión
-M i
La estructura vertical del edificio sobre la tierra, así como los pisos subterráneos, Mirada d<
son adicionales al plano, no complementos de una presentación incompleta. i
po se en<
asomand<
Una elevación nunca puede te n e r esta m ism a integridad. M ie n tra s que tinada.»
un plano, com o un mapa, puede ser observado desde cu a lq uie r d ire cció n , la
elevación tie n e una d is tin c ió n innata e n tre lo bajo y lo lateral, y de sus dos dim en
siones sólo la v e rtic a l ofre ce calidad de com pleta. La horizontal da in form ación sim ple e:
to ta l en los casos in fre c u e n te s en los que Ja form a representada es s im é tric a en en una je
m entó ta
cuanto al ce n tro . Todas las secciones de una to rre c irc u la r son equivalentes, y otros
conjunto
e d ific io s centralizados tie n e n por lo menos dos secciones inte rca m b ia b le s. Pero
contraste
in c lu s o en e sto s e je m p lo s la sección es la imagen p e rce p tib le m e n te bidim ensional
zada con
de una e s tru c tu ra en esencia trid im e n s io n a l. Aunque, como ya d ije , la basílica tra
un barco
d icio n a l es ese n cialm e n te un tem a bid im e n sio n a l e xtendido en lo lo n g itud in a l, una
sección v e rtic a l que la co rte no logra predecir, por ejem plo, la presencia de un
crucero.
planta re
entre edi
En ú ltim o análisis, esta d e ficie n cia de cu a lq uie r sección v e rtic a l se ma
sentido r
n ifie s ta porque el plano que representa es sólo uno entre el número in fin ito de
ofrecido,
secciones básicam ente eq u ivale n te s que pueden conseguir en los 360° del espacio
di Giorgi
h o rizo n ta l. Y aunque en cu a lq u ie r m om ento el observador sólo ve una de estas
la figura
secciones, lo hace con el co n o cim ie n to del lugar de dicha sección y de su función
fie re al f
e n tre todas las demas posibles. Sólo teniendo co n o cim ie n to de este contexto
condiciór
espacial puede e ntender con certeza la naturaleza del cam ino que está siguiendo.
piración,
Por lo tanto, un e d ific io tie n e sentido para él si puede visu a liza r cualquiera de sus
deán Joc
d im ensiones en relación con las demás.
dolencia
ción de I;
La inteligencia totaliza el significado -
introduce
trabajan
Las propiedades p sicológicas de ve rtic a lid a d y horizontalidad d ifíc ilm e n te
de la igl
m erecían nuestra atención si su dinám ica no c o n trib u ye ra en gran manera a con
piernas. '
v e rtir los e d ific io s en im ágenes sim b ó lica s, en las que el hombre ve condiciones
por la vis
fundam entales de su propia existe n cia. Aunque e lc o m e n ta rio sobre este propósito
para corr
fin a l de la a rq u ite ctu ra pertenece a un fu tu ro examen, perm ítasem e in s e rta r aquí
un rizo c
la v is ió n de un n o ve lista que captura el sim b o lism o de lo v e rtic a l por medio de un
elevado !
poderoso eje m p lo re lig io s o . La novela de W illia m G olding, The S pire,19 narra la
h is to ria de un e c le s iá s tic o que añade una to rre a su catedral como arriesgado mo
num ento a su devoción y am bición. El iib ro evoca el estado e sp iritu a l que dio
sexuales
s e n tid o a las grandes ig le sia s, pero le añade las im ágenes y m o tivo s más perso
tónico qi
nales de los que sólo en n uestra época se ha tom ado conciencia, aunque tam bién
lo que di
se puedan a trib u ir al hom bre del pasado. Por esta fu sió n de la experiencia del
p íritu cu
pasado y el d is c e rn im ie n to del presente, la de scrip ció n de Golding se acerca
m ultitud
mucho al bosquejo del a m p lio s ig n ific a d o que surge de las dim ensiones espaciales
fundam entales.
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''&V*
.V f :
¡ É 3 l¡ Ít É
III. Sólidos y huecos
Edificios en su contexto
Gomo es natural, c 'e rto rudim ento de orden está siem pre presente, y
hasta c ie rto punto todo ob je to está gobernado por su m edio inm ediato. Incluso las
p in tu ra s y estatuas han adquirido su actual m ovilidad, es decir, su in se n sib ilid a d
al lugar, sólo en los siglos p o s te rio re s al R enacim iento. Una p in tu ra solía se r eje
cutada para una determ inada pared o e d ific io , y el sentido y fu n ció n de una esta
tua tam bién estaban co ntrolados p o r el con te xto . Un e d ific io se yergue en un
m edio am biental y, para bien o para mal, ambos dependen uno de otro.
C laram ente, no hay lím ite s fijo s , ni en tie m p o ni en espacio, para cual
q u ie r o b je to . Pero la re la tivid a d no debe im pedirnos in te n ta r d e s c rib ir los objetos
a rq u ite c tó n ic o s con c ie rta p re cisió n . Por el c o n tra rio , dada una e stru ctu ra d e fin i
da, la in te ra cció n e ntre el ob je to y su co n te xto tie n e e fe cto s e stablecidos de form a
o b je tiva. Esta e s tru c tu ra no sólo debe in c lu ir las condiciones ofrecidas a la m ente
Derceptora, sino aquellas que prevalecen en el m ism o observador: su preparación
in te le c tu a l, sus in te n cion e s y fin e s, su manera de considerar o evaluar las cosas,
e tcé te ra . Para un a nálisis válido hay que hacer e xp lícita s tan to la e s tru c tu ra que
se considera com o aquellas in flu e ncia s p o te n cia le s que se unifican.
Suelo ilimitado
Desde luego, los propios p sicólogos no han hecho cuanto podían para
agudizar el sig n ific a d o de estos conceptos y p ro te g e rlo s de la generalización por
m edio de la analogía y la m etáfora. En e stu d io s p e rceptivos, sobre todo, los psi
cólogos han lim ita d o en gran manera su atención ai más s im p le caso de la relación
fig u ra - suelo, en el que el suelo se m uestra sin fin a l y sin form a.2 Cuando una
form a in d iv id u a l, por ejem plo un cuadrado.negro, se sitúa sobre un te rre n o no de
fin id o y en potencia no lim ita d o , sólo una relación entre las dos su p e rfic ie s es
considerada im p o rta n te : un ob je to visual se extie n d e enfre n te («figura») y el o tro
detrás («suelo»). La fig u ra tie n e una fo rm a articu la d a de la que derivan las
propiedades activas de la representación m ental de lo percibido. Su form a es el
único dete rm in an te de la relación e ntre las dos partes de la situación. El suelo
es inducido por la fig u ra a quedarse atrás, y carece de lím ite s incluso en relación
con la fig u ra , ya que continúa debajo de la fig u ra sin in te rru p ció n . Al carecer de
lím ite s , el suelo no tie n e form a: únicam ente, algunas propiedades espaciales
o de te xtu ra de índole general com o baja densidad.
El modo más sim ple de o b servar fig u ra y suelo se adapta a lo que des
c rib í con a n te rio rid a d com o el modo e lem ental y espontáneo de concebir y p e rc ib ir
el espacio. Según esta visió n , el espacio e x is te com o un re cip ie n te , com o un
vasto te rra riu m dentro del cual cabe poner tie rra , rocas, plantas, y cria tu ra s. El es
pacio está vacío y no genera acción ni ejerce por sí m ism o ninguna in flu e ncia .
Puede ser considerado como poseedor de lím ite s , pero éstos sólo co n stitu ye n un
ob je to adicional, la caja de c ris ta l de un te rra riu m ; no alteran la naturaleza del
espacio com o m edio vacío.
el papel de fig u ra s, aunque es posible que no todas tengan c u a lifica cio n e s ¡gua
les para este papel. En una s u p e rfic ie bidim ensional, cuando las áreas contiguas
están igualm ente cu a lifica d a s para actuar como fig u ra , se produce una rivalidad.
Am bas no pueden ser fig u ra s al m ism o tiem po. Esta rivalidad es espectacular
m ente evidente en los audaces dibujos de M. C. E s c h e r3 y las obras de los su rrea
lis ta s com o Dalí, M a g ritte y T chelitcnev. Las pautas re ve rsib le s de esta clase
exhiben un e q u ilib rio inestable y oscilan e rráticam ente entre las versiones com
p e titiv a s .
Más com unes y cie rta m e n te más ú tile s para los p ro p ó sito s del a rtis ta
son las situ a cio n e s en las que todas las áreas tienen propiedades que les per
m ite n ser p e rcib id a s como fig u ra , aunque algunas son tan claram ente dom inantes
a este respecto que se evita lá am bigüedad. En tales condiciones, las áreas su b o r
dinadas son v is ta s como suelo en el co n te xto to ta l, pero no son in fin ita s ni ca
recen de poderes de form ación por sí m ism as. Más bien actúan como espacios
«negativos». Tienen form a propia que c o n trib u ye al m odelo to ta l. Pero estas form as
negativas pueden p e rcib irse de form a consciente si por m edio de un esfuerzo
su b je tiv o , se obliga a la e s tru c tu ra a in v e rtirs e . Cuando esto sucede, el suelo
puede c o n v e rtirs e por un m om ento en fig u ra . Los a rtista s lo hacen para a p re cia r y
c o n tro la r la in flu e n c ia de estos espacios negativos que co n tra rre sta n a los posi
tiv o s com o una especie de a n tim a te ria perceptiva (fig . 37).4 O bservarem os que
sin la fuerza c o n tra ria de estos espacios negativos, los p o s itiv o s se verían p ri
vados de un m edio esencial de unirse.
58
MiS
cuando los espacios negativos tie n e n algún poder de figura, también in flu ye n en
los contornos, aunque cuando el m odelo es v is to como un todo, no los com partan
o posean. D inám icam ente, los v e cto re s que nacen de las fig u ra s dom inantes
presionan sobre los contornos e in tentan lograr que se extiendan d e n tro del espa
cio circund a n te . Si este poder expansivo es incontrolado, a la fig u ra le fa lta de
fin ic ió n y flo ta . Sus contornos adquieren e stabilidad perceptiva cuando la presión
in tern a es e q u ilib ra d a por una presión co n tra ria procedente del e x te rio r, esto es,
por ve cto re s que nacen de los espacios in te rm e d io s negativos. La aparente quie
tud de los co ntornos se revela a la m irada más sensible como el resultado de
presión y con tra p re sió n .
En las p inturas logradas, los espacios realm ente vacíos, privados de estas
fuerzas com pensatorias, son bastante raros. Las form as p ercibidas com o fig u ra
se m antienen en su lugar y la extensión de su in flu e ncia es d e finida por las fuerzas
que brotan del suelo, y la acción recíproca de todas estas fuerzas co n s titu y e el
e q u ilib rio p ic tó ric o sin el cual una a firm a ció n visual es ile g ib le . Es tam bién verdad
que las fuerzas de la fig u ra adquieren su verdadero v ig o r a través de la re s is te n
cia de sus antagonistas ambientales.- Un puñetazo en el espacio vacío se evapora.
N uestra vis ió n , curiosam ente, hace eco a las afirm a cio n e s atrib u id a s
al filó s o fo p ita g ó ric o A rq u ita s .5 Según Max Jamm er, A rq u ita s sostenía que
el espacio tiene la propiedad de establecer fronteras o lim ites para los cuerpos dentro de
él y la de evitar que estos cuerpos se hagan indefinidam ente grandes o pequeños. De
bido tam bién a este poder coactivo del espacio, el universo como un todo ocupa un espa
cio fin ito . Para Arquitas, el espacio no es por tanto una extensión pura, carente de toda
cualidad o fuerza, sino que es más bien una atm ósfera prim ordial dotada de presión y ten
sión y lim itada por el vacío infinito.
Theodor Lipps ha puntualizado tam bién c la ra m e n te :6 «Para toda actividad En esto si
e fe c tiv a , en cu a lq uie r form a, e x is te una tendencia co n tra ria co rre sp o nd ie n te , o, debe c u lti
si se p re fie re , una co n traactividad. La form a e xiste y sólo puede e x is tir en v irtu d
del e q u ilib rio e ntre las dos.» , E
lím ite s er
Los lím ite s resultan no ser la in e rte d e lim ita c ió n que aparenta ser carios de
cuando se les m ira como propiedades de o bjetos fís ic o s . Físicam ente, una línea se produc
en un papel es, desde luego, una cosa m uerta, y lo m ism o es el margen, p e rfil anexionar
o s u p e rfic ie que separa a un e d ific io del espacio que lo rodea. Las im ágenes per a ambas ;
ce p tiva s de estas líneas, m árgenes o s u p e rfic ie s , son productos, sin embargo, term inan
del siste m a nervioso, y como ta le s son el resultado m uy dinám ico de las fuerzas gura, el v
antagónicas que estoy tratando de d e s c rib ir. El e fe cto psico ló g ico es elem ental y suelo sin
u n ive rsa l, pero sólo el a rtis ta agudiza su in tu ic ió n hasta el punto de usar este esta parte
e fe cto en su obra, y puede que ni s iq u ie ra él esté e xp lícita m e n te co nsciente de lo valece cié
que e xperim enta. El hombre de la calle está menos predispuesto in clu so a te n e r
consciencia del dinam ism o de los o b je to s p e rceptivos, aunque éste tenga siem pre
c ie rta in flu e n c ia sobre su mundo visu a l.
éstas sor
En e sto se aproxim a bastante a! mundo del p in to r y tam bién al del a rq u ite cto , que
debe c u ltiv a r su se n tid o de cuándo el espacio está vacío y cuándo no lo está.
Todas las demás form as lim ítro fe s crean condiciones desiguales en las
s u p e rficie s contiguas o volúm enes, y por tanto tam bién una d istin ta dinám ica. La
razón por la que los lím ite s no pueden ser co m p a rtid os con fa cilid a d es que cum
plen d ife re n te s fu ncio n e s en las dos áreas adyacentes y por consiguiente no
pueden se r vista s com o una m ism a cosa. Cuando A ris tó te le s decía que las unida
des adyacentes tienen un lím ite común, acertaba en lo fís ic o , pero no en lo p s i
cológico. En lo que se re fie re a la percepción, se crea una contradicción que
produce tra s to rn o cuando una s u p e rfic ie in te rm e d ia pertenece a dos lím ite s d ife
rentes, pero a pesar de todo es sólo una cosa. En tal caso, la su p e rfic ie in te rm e
dia se relaciona dinám icam ente con dos ce n tro s v e c to ria le s d ife re n te s , y es por
tanto rota en dos dire ccio n e s opuestas. En tanto que estos im pulsos y atracciones
antagónicas co n trib u ye n a las condiciones e q u ilib ra d a s del contorno cuando la
s u p e rficie in te rm e d ia es un línea recta, crean sim e tría s en todos los demás casos,
por eje m plo cuando las curvas generan convexidad en un lado y concavidad en :¡
otro. La d ife re n cia re su lta n te es tan fu e rte que la identidad de la form a no es
reconocida perce ptiva m e n te .
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propósi
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F ig . 4 1 . — C a s a s de a p a rta m e n to s en Is lin g to n . A r q u ite c to s , M c M o rra n y W h it b y direccic
(F o to : J o h n G ay) una cal:
necesit;
rreteras
e ntre áreas visuales contiguas. Para nuestro p a rtic u la r p ro p ó sito , la situ a ció n se camino,
com plica por el hecho de que la a rq u ite ctu ra no se enfrenta en p rin c ip io con duc.to a!
s u p e rfic ie s planas que lindan unas con otras en un plano, sino con volúm enes en ni siqui
el espacio trid im e n s io n a l. núan a ■
es un ri
Las reglas investigadas por ios psicólogos para las condiciones en la horizon'
s u p e rfic ie plana nos harían esperar ve r los e d ific io s como fig u ra s y el espacio la visto
circundante com o suelo. Una de estas reglas predice que las form as circundadas lo hace
son vis ta s com o fig u ra menos que intervengan otros fa cto re s. En el espacio t r i
dim ensional, un o b je to puede e sta r rodeado incluso de modo más co m p le to que
una fig u ra o un cuerpo en la s u p e rfic ie plana. Un e d ific io aislado revela la solidez como ci
de su vo lu m e n cuando cam inam os a su alrededor, y vem os sus caras laterales,
su fre n te y su parte p o s te rio r (fig . 41). Está cerrado por todas partes, y no sólo
a lo largo del contorno de un p e rfil. Con esta h erm ética cerrazón, el e d ific io se
afirm a por fuerza com o la fig u ra , com o el poseedor de los lím ite s , esto es de su
propia s u p e rfic ie e x te rio r. Cuando el v is ita n te cam ina hacia é l, la fle ch a de su
in te n ció n se singulariza con claridad tanto mayor.
Esto, sin embargo, no es todo. En las ciudades sobre todo, los e d ific io s
rara vez están solos. Son partes de h ile ra s, y com o tales a duras penas pueden
m a n ife sta r su trid im e n sio n a lid a d . Encajan inseparablem ente entre dos paredes bi-
d im e nsion a le s, y las paredes aparecen com o flancos de cañones urbanos. Adem ás,
el hom bre de la calle es o rie n ta d o hacia la m ism a calle y no hacia alguno de los
e d ific io s , m ie n tra s no ha alcanzado su lugar de destino. Sus ojos d irig e n su curso
a travé s del a b ie rto canal. C laram ente, este canal es el rasgo dom inante de la .
experiencia espacial del via je ro humano y tie n e carácter de fig u ra (rig. 42). Pero,
¿ sig n ifica e sto que la situ a ció n de fig u ra - suelo sim plem ente se in v ie rte y que
cuando el espacio vacío se co n v ie rte en fig u ra ios e d ific io s sólidos se tra n sfo rm a n
en suelo?
El hueco del cañón de la calle cum ple tam bién algo que p ronto d e s c rib iré
com o cualidad p rin cip a l de in te rio re s , es d e cir, algo que actúa como una extensión
calles (
amplias
ciudad
Las est
de entr
Con el
vuelto
traíadc
rectilín
perspe
suelo <
e d ific k
escond
superfi
hueco.
puede
en su i
su fam
ieriore-
entre 1c
adyacer
del c-ai
tante y
cios pe
campo
ción ¡n
De ahí
elevadi
calle d
Fig. 42.— Rué de Furstenberg. París {Foto: John Gay)
Un can
flancos
El író s
e stim u la n te del hom bre d e ntro del espacio que le circunda. A unque el hom bre
que jn
sólo es una c ria tu ra pequeña en com paración con todo lo que se abre y extiende
El p..er
ante él, genera fuerzas p e rce p tiva s que afectan al m edio. Esto le perm ite e xp e ri
lar.’ c d
m entar el canal de la calle com o si e stuviera ocupado por una imagen propia y am
transió
pliada que invade el espacio en todas dire ccio n e s y a n ticipa tam bién el m o vim ie n
sucede
to hacía adelante.
enfoca
de mar
El cañón de la calle es el reino de la presencia am pliada del hom bre y
es con
es por tan to p e rcib id o com o fig u ra . Esto es mucho más evid e nte cuando uno con
para di
duce un ve h ícu lo que cuando cam ina. El aum ento de la velocidad destaca la pe
m oner
netración del espacio v a c :i y centra la atención con más claridad en lo que está
alinead
sucediendo d e ntro de ese' espacio. Incluso física m e n te , el c re c im ie n to del trá fic o
urbano ha reforzado co nsiderablem ente el d o m inio de la calle. Heide B erndt
señala que el mapa de las ciudades p re in d u s tria le s a te stig u a el dom inio del
reconc
peatón: 12
La estrecha y confusa red de calles era apropiada en cuanto a su función para
calles que sólo servían como accesos a edificios. Pocas calles eran lo suficientemente
amplias como para perm itir el paso de vehículos. El elemento básico del plano de una
ciudad no era la calle o la carretera, sino las unidades de vivienda y las plazas públicas.
Las estrechas callejuelas estaban determinadas por la disposición espacial de las puertas
de entrada.
Esta va ria ció n en el énfasis, sin embargo, no hace que los e d ific io s y el
suelo de la calle asuman el papel de «tierra» vacía e in c la s ific a b le . Sin duda, los
e d ific io s proporcionan un re cin to que da su form a al canal. El fre n te de la calle
esconde el volum en cúbico de los e d ific io s que exigirían la fachada com o su
su p e rfic ie e x te rio r. Su llaneza p e rm ite a las fachadas s e rv ir de lím ite s al canal
hueco. La in te g ra ció n del fre n te de un e d ific io en el m uro continuo de la calle
puede o c u lta r la identidad de un e d ific io in d ivid u a l. Pablo Portoghesi recuerda que
en su infancia no podía «re co n cilia r» el e d ific io que albergaba el apartam ento de
su fa m ilia , que para él estaba com pendiado por la vida animada de los patios in
te rio re s, con el anonim ato del fre n te de la calle: 13
Dejé esa casa a la edad de nueve años sin poder entender la relación física
entre lo que veía todos los días desde nuestras ventanas y lo que veía fuera, en las calles
adyacentes. Las calles eran rectas como pasillos y, en lugar de la complejidad y vivacidad
del gran patio, las austeras fachadas renacentistas seguían su curso con su ritmo cons
tante y su inerte opacidad.
A menos que fo rm a s auxiliares, como p a rte rre s o árboles que articu lan
la fra n ja central de la calle, com pensen esta carencia, el v is ita n te experim entará
abandono. No re c ib irá una clara o rientación de la d ire cció n que debe to m a r ni
podrá ca lcu la r debidam ente la distancia respecto a los e d ific io s . Tendrá que re u n ir
todo su co n tro l espacial, tal como uno se abre cam ino a lo largo de un pasillo
oscuro. Se s e n tirá m e jo r caminando por un campo a b ie rto o v o la n d o en el cielo,
donde la s itu a ció n perceptiva le proporcionará clara advertencia de que cuenta
con sus propios m edios. Lo que es desconcertante respecto a una c a lle muy amplia
es que los lím ite s e xiste n de manera v is ib le , pero el v is ita n te no puede captar el
amparo que los e d ific io s ofrecen fuera de su alcance. Esto, aparte de solo, le hace
s e n tirse abandonado.
Cruces y plazas
66
con la
iste
realidad
Dartes
peque-
u tra-
rem ates
ue mu-
englo-
linguna
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o de
jra, y la
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anchura
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Fig. 43. — The U n fo ld in g of A r t ic A c tiv ity , de H. Schaefer - Simmern
ticu la n
entará curso de su labor con personas m e ntalm ente retrasadas. Un grupo de m ujeres
r ni había dibujado un paisaje en el que se cruzaban ríos en ángulos rectos, y ellas
e re u n ir se preguntaban cómo «tratar» el cruce. Las líneas de peces que nadaban a lo largo
>asi lio de los riachuelos produjeron un e m b o te lla m ie n to de trá fic o cuando se encontraron
I c ie lo , en el centro. A l fin a l, una de las p a rticip a n te s llegó a una solución: el cruce se
lenta hizo en una isla (fig. 43).15
/ am plia
p ta r el En la práctica estas situ a cio ne s pro b le m á tica s pueden re e stru ctu ra rse
le hace con é x i+o cuando dos trá n sito s independientes se u n ifican en un esquema cruci
form e que de fin e el área sobrepuesta como una pieza central sim é tric a (fig . 44).
Este cam bio e s tru c tu ra l reorganiza el ca rá cte r visual de los e d ific io s de las
íecor- cuatro esquinas del cruce, cada uno de ios cuales se d iv id ió en dos fachadas bi-
is entre
no
cuando
:alles.
o b je to
que
alidad.
en
10 dere-
icte -
ie que
ahora
11 tra n s
d im ensionales en esencia independientes, ya que fu eron concebidas en relación ser
con las calles lineales. El encuentro de los dos fre n te s planos es reem plazado mué
ahora por una concepción trid im e n s io n a l, en la cual los e d ific io s de las esquinas circ
parecen cuerpos cúbicos, s im é tric o s en relación con sus bordes so b re sa lie n te s hori
y respecto a ambas calles. Esta re e stru ctu ra ció n espacial aum enta co n sid era b le
m ente el poder fig u ra tiv o de los e d ific io s de las esquinas. Un a rq u ite c to que en
tienda las p o sib ilid a d e s de esta concepción integrada, proyectará un e d ific io
de esquina como una proa que señale hacia el centro de la plaza.
■ ¿Cuál es el ca rá cte r dinám ico del espacio creado por un cruce? Desde
luego, no está s im p le m e n te vacío. Cada uno de los e d ific io s de las esquinas ge
nera un campo de fuerzas que avanza por el eje de sim e tría del e d ific io hacia el
ce n tro del cruce. Si e stos cuatro cam pos fueran los únicos fa c to re s dinám icos
de la situ a ció n, los e d ific io s darían la im presión de avanzar hacia el centro hasta
que fueran contenidos por el im pacto de los otro s. El cruce sería una configuración
de cuatro ve cto re s ce n tríp e to s, form ados por los e d ific io s com o fig u ra y el espa
cio ce n tra l com o suelo. Tal com o le corresponde a un suelo, el área central no
tendría lím ite s y por tanto carecería de form a propia.
Por o tro lado,- la form a cerrada de la Place des Vosges refuerza su ca
rá cte r de plaza en vez de un cruce, que no tie n e estos lím ite s tan com pletos. Esta
es la razón de que, cuanto más e x p líc ito es el contorno, más destacada es la
plaza. C om párese el cruce de dos calles con el de cuatro (fig . 45). Dada la igual
dad de o tro s fa cto re s, la plaza tie n e m ayor oportunidad de e sta b le ce r su identidad W : + :T W \ § .
en el ú ltim o caso. -iry, ; sv %.
En el m e jo r de los casos, sin em bargo, los lím ite s en línea recta no y s -ry .
cierra n una plaza de form a precisa. Se detienen en las esquinas, pero su misma
re c titu d les Im pulsa a co n tin u a r más que a te rm in a r. Esta am bigüedad de las es
quinas recta n g u la re s fu e bien re'cibida por P iet M on d ria n ,16 que en sus ú ltim o s años
se dedicó a e lim in a r en sus p inturas abstractas la d ife re n c ia «realista» e ntre ob
je to s visua le s só lid o s y espacio vacío. En una carta e scrita en 1943 a James -f
Johnson Sweeney, explicaba:
Sabes que la intención del cubismo — en todo caso al principio— era expresar
volúmenes... Esto se oponía a mi concepto de abstracción, según el cual este espacio debe
ser destruido. En consecuencia, empecé a destruir el volumen utilizando la superficie
plana, y entonces el problema fue destruir también la superficie plana, lo que hice por
medio de líneas que cortan los planos. Pero el plano se mantenía demasiado intacto, así
que me limité a las líneas e introduje el color en ellas.
Fig. 46
69
Aunque una plaza re ctilín e a tiene d ific u lta d para a firm a r su identidad, es
ideal para hacer que el espacio a b ie rto se adapte p e rfe cta m e n te a la red de las
calles, ventaja que dism inuye cuando la plaza se hace más re strin g id a . Un herm e
tis m o más evidente puede obtenerse con un cam bio de form a. La palabra inglesa
square im p lica form a rectangular; piazza, place o Platz no encom iendan la abertura
a ningún contorno p a rtic u la r. Si por ejem plo las esquinas so b re sa lie n te s de los
cu a tro e d ific io s de un cruce de dos calles están truncadas, como lo están en el
Q uadrivio delle Q uattro Fontane, en Roma, se o b tiene, según las palabras de Paul
Zucker, «una plaza octogonal en m iniatura» {fig . 47).18 Cada esquina está despun
tada por una fachada estrecha, que ha sido decorada con una fu e n te incrustada.
Estos cu a tro paneles d e co ra tivo s m iran ortog o n a lm e n te hacia el centro, creando
una sim e tría c é n trica . Las dos calles. Vía del Q u irin a le y Vía delle Q uattro Fon
tane, ya no form an un cruce, sino que co n stitu ye n los cuatro rayos de una es
tre lla .
70
cios. En el caso de una plaza circ u la r, estos contornos expresan su concavidad
po r m edio de dom inante pasividad y subordinación.. Los. e d ific io s parecen co m p ri
m idos, presionados hacia atrás por una fuerza externa in v is ib le . A sí, una fig u ra
linda con otra pero no se produce rivalid a d de contorno, ya que sólo una de las
partes con te n d ie n te s es v is ib le com o ob je to o grupo de objetos.
«A lies R áum liche dehnt slch a u s », dice Lipps en una de sus decisivas
a firm a c io n e s .19 Todo lo espacial se expansiona. El espacio hueco de la plaza lo
hace con la fuerza de sus poderes ve cto ria le s , pero los e d ific io s circundantes
poseen un poder expansivo propio, m antienen la plaza en jaque. D inám icam ente,
pues, el alcance de la plaza está d e term inado no sim p le m e n te por su área geo
m é trica , sino por la in te ra cció n entre expansión ce n trífu g a y co n stre ñ im ie n to
espacial. El e q u ilib rio re su lta n te re fle ja la pro p o rció n precisa entre la energía de
las partes contendientes.
Una re lación visual puede p e rc ib irs e d ire cta m e nte cuando las dos partes
de ella están p resentes en la m ism a Imagen. Esta puede ser proporcionada por
una c o n fig u ra c ió n observada en el espacie fís ic o , o por una pintura o dibujo es
q uem ático, o bien puede se r visualizada por la im aginación. La relación puede
ser espacial o te m p o ra l, pero, a m enos que la coherencia de la imagen esté sal
vaguardada, la in te ra cció n p e rce p tiva de los com ponentes no puede ser conocida.
Como m áxim o, pueden entenderse de manera in dividual y relacionarse de form a
in te le c tu a l.
N ingún problem a espacial es más ca ra c te rís tic o del trabajo del a rq u ite cto
que la necesidad de v e r relacionados el in te rio r y el e xte rio r, esto es, de form a
sinó ptica, com o ele m e n to s de la m ism a concepción. ¿Hasta qué punto y cómo
es posible esto? El re to es fa m ilia r para el biólogo, el psicólogo o el ingeniero,
pero no ex is te para el p in to r, ni para el cineasta ni para el e scu lto r. El p in to r puede
m o stra r un in te rio r o un e x te rio r, pero no le es posible in te g ra r ambos aspectos
de lo m ism o en la m ism a im agen. El cineasta puede dejar que el in te rio r y el e x te
rio r se e q u ilib re n y c o n stitu ya n un contrapunto, pero sólo uno de ellos puede ser
presentado como una imagen un ita ria , en un m om ento dado, en la pantalla. Tra
dicio n a lm e n te , la e scu ltu ra se ha lim ita d o a fa b ric a r objetos de su p e rficie cohe
rente y cerrada, sin in te rio r. En 1950, H enry M oore experim entó con re cip ie n te s
huecos tallados en madera, en los que colocó una segunda fig u ra sem ejante a la
humana. Estas e scu ltu ra s, que recuerdan una crisá lid a en su capullo, atacaron
el problem a in te rio r - e x te rio r, pero es esencial para nuestro propósito darnos
cuenta de que o bservar a través de una abertura un in te rio r es, en p rin cip io , d ife
rente de e sta r d e ntro y rodeado por lím ite s . Cuando uno m ira desde el e x te rio r a
través de una ventana, ve las o ficin a s o salas de e sta r Interiores como huecos
o b o lsillo s en la cara externa del e d ific io . Forman concavidades en el re lie ve del
e d ific io . Un In te rio r es otra cosa.
Desde el e x te rio r, la a rq u ite ctu ra nunca está sola. Rodeada por otros
e d ific io s , paisaje y espacio desocupado, una obra a rq u ite ctó n ica depende en todo
de sus dim ensiones visu a le s — tamaño, form a, te xtu ra , co lo r, o rientación espa
cia l, etc.— , sobre su m edio. Lo que le circunda decide si un e d ific io aparece como
un pináculo o com o un a u x ilia r inconspicuo, si es grande o pequeño, arm onioso
o fuera de lugar. Sin em bargo, al m ism o tie m p o un e d ific io o co m p le jo de e d ific io s
v is to s desde el e x te rio r, tie n e n el m ism o ca rá cte r de p le n itud general que los
só lid o s. D inám icam ente, desplaza espacio, com c un ob je to desplazaba el agua
en la bañera de A rquím edes. Se expande radialm ente desde su centro. Un in te rio r,
en cam bio, es un mundo cerrado propio. Incluso cuando un ojo en el tejado
revela un tro zo de cie lo , no reconocem os o tro espacio, sino que lo percibim os
com o una porción hueca de los lím ite s de la habitación. De fo rm a sim ila r, un pai
saje v is to a tra vé s de una ventana es en esencia un te ló n de fondo, paralelo a la
pared, a menos que nos acerquem os a la ventana y abandonemos así, visualm ente,
la habitación para e n tra r en el espacio e x te rio r. Un in te rio r sólo p e rm ite compa
ración con o tro s lugares a tra vé s de la m em oria o la a n ticip ació n del v is ita n te .
Este puede p e rc ib ir su tam año o form a en re la ció n con lo que ha v is to antes o
espera ve r más tarde, pero en su im pacto inm ediato el in te rio r carece de relación
esencial con cu a lq u ie r o tra cosa. Por esta razón, el tam año tie n d e a ser curiosa
m ente vago e in e sta b le . No se puede d e c ir con p re cisió n si un in te rio r es grande
o pequeño. Lo que parece enorm e al p rin c ip io puede re d u cirse a un tam año común
después de c ie rto tie m p o . AI ser hasta c ie rto punto espacialm ente im penetrable,
un in te rio r com o el del Panteón refuerza su c a rá c te r m is te rio s o y ajeno a este
m undo.
Concavidad y convexidad
Con a n te rio rid a d y en re la ció n con las plazas circ u la re s , observé que,
aunque el espacio hueco actúa com o la fig u ra dom inante, no se anexiona las fa-
IV. Cómo es y cómo se ve
N ingún objeto trid im e n s io n a l puede ser com pletam ente captado como
im agen ó p tica por el ojo en ningún m om ento y desde un punto fijo . Ello se debe
a que la im agen ó p tica es una p ro ye cció n b id im ensional que no puede re tra ta r
más de un punto de un objeto en un lugar único. Cuando una línea recta se en
cuentra con un só lid o trid im e n s io n a l, lo hace en dos lugares, por lo menos, de su
s u p e rfic ie e x te rio r: en el fre n te y en la parte p o s te rio r. De esta lim ita c ió n de
nuestro se n tid o de la vista, se sigue que si la m ente humana ha de captar un ob
je to trid im e n s io n a l en su to ta lid a d , debe tra sce n d e r la in form ación recibida desde
cu a lq uie r ángulo.
P ercib ir un sólido
Una obra a rq u ite c tó n ic a es, pues, un objeto que nunca ha sido ni será
v is to en su in te g rid a d por nadie. Es una imagen m ental sintetizada con mayor
o m enor é x ito a través de visio n e s parciales. Lo fá c il o d ifíc il que re su lte obtener
esta im agen depende de los m odelos usados por el a rq u ite cto . Paul Frankl ha
hecho re fe re n cia a esta d ife re n cia al d is tin g u ir el e s tilo a rq u ite c tó n ic o del período
de 1420 a 1550, del de los e d ific io s p o s te rio re s .1 - En el período a n te rio r, dice, «es
s u fic ie n te que veamos un e d ific io desde unos puntos de vista so rp re n de n te
m ente escasos para conseguir una imagen a rq u ite ctó n ica com pleta». Esta imagen
es la m ism a, cualquiera que sea el ángulo desde el cual se observa el e d ific io , y
corresponde a la «form a real».
Deformaciones de perspectiva
En estas condiciones, el ojo que vaga por el e d ific io e xperim enta una
secuencia más bien que una imagen unificada. Esto e vita rá que el observador vea
el diseño a rq u ite c tó n ic o enteram ente com o un tod o , una condición que sería
fatal para la percepción de la m ayoría de las p in tu ra s, pero que no lo es para la
m ayoría de e d ific io s . La e s tru c tu ra visual de cu a lq u ie r parte de un e d ific io tiende
a ser más sim p le que la de la p in tu ra a rtís tic a en general. Está contenida en unas
pocas form as básicas, y las unidades fo rm a le s , com o ventanas y colum nas, están
a menudo alineadas en h ile ra s, lo que no sólo hace más aceptable ia visió n en
secuencia, sino que casi in v ita a ella. Un e d ific io , además, por ser un só lid o tr id i
m ensional no está hecho para c o n te m p la rlo desde un punto fijo , sino para desdo
blarse cuando se cam ina a su alrededor, en una e xp e rie n cia en se rie que parece
acom odarse a un examen, igualm ente en serie, de cualquiera de sus aspectos,
d ife re n cia d o de la quieta sim u lta n e id a d de un cuadro.
104
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bita-
cuando lo exam ina o analiza de abajo a arriba, verá sie m p re una cosa incom pleta
y por ta n to carente de sig n ifica d o , a menos que el p ro ye ctista tom e las precau
ciones necesarias. De hecho, una buena práctica a rq u ite ctó n ica a través de las
.|U|-
épocas ha co n s is tid o en com poner la imagen to ta l de un e d ific io que puede adaptar
io un
se d e ntro del campo visual sólo desde una distancia considerable, fuera de sub-
la,
con ju nto s pequeños cuya integridad cabe abarcar in clu so desde cortas distancias.
:ció n.
IVO /
La co m p o sició n de un co njunto a p a rtir de porciones re la tiva m e n te au
tico .
tónom as no es p riv ile g io exclu sivo de la a rq u ite ctu ra . La mayoría de las p inturas
icado
105
están com puestas de subconjuntos, un m étodo con varias ventajas. En lo que
se re fie re a la percepción, p e rm ite al observador e n tender unidades muy fá
c ile s de abarcar por el ojo, y alcanzar una imagen del co n ju nto al e ncontrar las
relaciones e n tre los com ponentes. Este enfoque «desde abajo» com plem enta de
manera muy ú til la aproxim ación «desde arriba», es d e cir, la d iv is ió n de un todo
en sus partes. También p e rm ite al p in to r p resentar su a firm a ció n como una acción
recíproca e n tre entidades re la tiva m e n te com pletas. Esto hace que la obra sea
en correspondencia más rica, lo m ism o que un diálogo puede ser más rico que
un monólogo.
Las partes de un todo pueden e sta r coordinadas com o las ventanas que
form an una h ile ra , o subordinadas a una jerarquía, com o en la relación e n tre una
ventana y toda la h ile ra , y a su vez la relación entre las h ile ra s y la fachada como
un todo. La subordinación je rá rq u ica ayuda a! observador a ca lib ra r el tamaño
de un objeto grande. Es c ie rto que en la mayoría de los casos las dim ensiones fí
sicas de este o b je to se entienden por com paración con el tam año de los o bjetos
circundantes. Pero, com o sabemos por más de un rascacielos com ercial, un e d i
fic io puede c u b rir mucho espacio y con todo no dar la im presión de grande. A la
inversa, una pequeña e s tru c tu ra como el T em pietto de Bram ante puede e sta r o r
ganizada de tal manera que parezca m onum ental. La percepción del tam año se
c o n vie rte en un proceso muy dinám ico. Un e d ific io alcanza su tamaño presentando
una jerarquía de su b d ivisio n e s, que conducen al e d ific io desde pequeñas unidades
a otra s p rogresivam ente más grandes. Cabría d e cir que vem os el e d ific io no sólo
com o poseedor de su tam año, sino adquiriéndolo, m ie n tra s nuestros ojos ascien
den desde las pequeñas unidades a otras cada vez más grandes, hasta que el
tam año del conjunto puede m edirse de form a perceptiva por medio de la escala
de tam años que ha sido re co rrid a . Hasta un grado considerable, el tamaño es un
asunto de relaciones internas.
Si los seres humanos tie n e n que actuar conjuntam ente con un e d ific io ,
deben esta r unidos a él por co n tin u id a d visual. Por enorm e que sea un e d ific io ,
puede e n tra r en contacto con el v is ita n te proporcionándole una lim ita c ió n de
tam años, algunos lo bastante pequeños como para se r dire cta m e nte relacionables
con el cuerpo humano. Estos elem entos a rq u ite ctó n ico s de tam año humano sirve n
de lazos de conexión e ntre el habitante orgánico y la habitación inorgánica. El
uso más e x p líc ito de este p rin c ip io se ofrece en el M o d u lo r de Le C o rb u sie r,14
una escala de tam años que aumenta según la regla de las series de Fibonacci. En
esta serie, cada in te rva lo es igual a la suma de los dos precedentes; por ejem plo,
en una de las series elegidas por Le C orbusier, 33, 53, 86, 140, 226, 336 cm, ex
tendida en ambas d ire ccio n e s. En lo que al cuerpo humano se re fie re , se supone
que estos valores derivan de las proporciones de las extrem idades, el to rso , etc.,
y por ta n to el siste m a c o n trib u y e a co n ce b ir el e d ific io como una extensión o,
m e jo r dicho, como una prolongación del hombre. En otro lugar lo he de scrito
como sigue:
Para Le Corbusier, el hombre y el mundo que éste construye son una unidad in
divisible. Lo m ismo que el hombre es un resultado de la naturaleza, también el edificio,
los muebles, la máquina, la pintura o la escultura son consecuencia del hombre. El cons
tru c to r y su obra dependen entre sí como el caracol de su concha. El hombre aumenta
su ámbito de acción y de influencia por medio y a través de sus obras, y las obras reciben
su significado a pa rtir del uso que el hombre hace de ellas. De esta visión romántica se
deduce que el hombre y su creación deben ser concebidos como un organismo integrado.
La sección áurea es considerada por los a rq u ite cto s del R enacim iento
como una form a s im b ó lica de p e rfe cció n cósm ica, y es empleada por Le C orbu
s ie r de una form a estre ch a m e n te relacionada con las series de Fibonacci, c o n tro
lando pro gresiones en el d e sa rro llo de la planta y ia form a. De esta manera, el
hom bre aparece como nacido de la naturaleza de acuerdo con sus reglas inheren
tes, y aplicando estas reglas a sus propias e xtensiones de la naturaleza en sus
obras. En el lenguaje de los antiguos filó s o fo s , el hom bre es presentado como
natura naturata y com o natura naturans.
El e d ific io v is ib le
107
al pú b lico de las p rim e ra s películas de Louis Lum iére con su aproxim ación fro n
tal. Existe una verdadera co n frontación.
La fro n ta lid a d expone, pues, un aspecto p rin cip a l del e d ific io de manera
tota), y p e rm ite que este aspecto m onopolice la escena. Cuando uno se enfrenta
a un cubo, no se ve nada más que el plano fro n ta l. Sin em bargo, se puede com binar
lo m e jo r de ambos mundos em pleando la perspectiva iso m é trica (fig . 73). Aquí,
la cara fro n ta l aparece en to d a .su extensión sin d isto rsió n , pero al m ism o tie m po
dos de las caras o rtogonales, por ejem plo la de arriba y una lateral, son v is ib le s .
Esta imagen es aceptada en el plano bidim ensional com o representación de un
cubo regular. Pero un s ó lid o trid im e n s io n a l sólo produciría esta proyección si es
tu v ie ra ladeado, o b licu o y d ivergente, lo que no es un candidato apropiado para
la a rq u ite ctu ra .
Sin em bargo, hay m aneras por medio de las cuales el a rq u ite c to puede
e x h ib ir la trid im e n s io n a lid a d de la form a y preservar al m ism o tiem po la fro n ta
lidad; un ejem plo es el m ira d o r cuyas caras laterales divergen y por ello son v is i
bles a pesar del escorzo (fig . 74). Los e d ific io s hexagonales y octagonales, como
los b a p tis te rio s , exponen tam bién su volum en al observador, y lo m ism o se puede
d e c ir de e d ific io s en la in te rse cció n de dos calles. La fig u ra 75 m uestra una de
las to rre ta s octagonales de San A ntonio, en Padua. Los a rtis ta s tam bién aprove
chan este recurso cuando no están ligados por las reglas de la perspectiva
ce n tra l.
Fig. 76
110
Fig. 77
O blicuid a d y profundidad
111
«áÉÉl
está en un ángulo horizontal oblicuo respecto a una estructura arquitectónica,
sólo una persona muy egocéntrica consideraría el efecto visual resultante como
una propiedad de la situación objetiva. Como regla, una persona situada oblicua
mente se ve a sí misma como desplazada respecto al encuadre espacia! del lugar,
y no al lugar como encarado oblicuamente a eíla.
Sin em bargo, sería un e rro r pasar por alto los e fe cto s de la posición
re la tiva . M ucho depende de que el em plazam iento a rq u ite c tó n ic o exhiba su propio
s iste m a espacial, al que pide que el v is ita n te se adapte. No se nos im pone un
siste m a así, p o r ejem plo, en la A c ró p o lis d e Atenas. C u a n d o s e e n t r a p o r l o s pro
p ile o s, el eje de ese e d ific io p roporciona la única d eterm inante de la orientación
espacial. Este eje parece a lejarse de los te m p lo s o in clu so ser ignorado por ellos,
que están — por lo menos en la condición actual del em plazam iento— en un
suelo carente de e s tru ctu ra s. N inguna condición visual d ire cta hace que el e d ificio
m ire hacia el v is ita n te que se aproxim a, sea como sie rvo o com o su dueño. El
e s tric to esqueleto del Partenón no dete rm in a la form a visual de su m edio. Hay
que aproxim arse ál tem plo desde ningún lugar y sin in v ita c ió n e xp lícita . El vis ita n te
debe adaptarse a los re q u e rim ie n to s sin com prom iso del e d ific io .
Ú nicam ente desde este punto de gran ventaja cabe ver un patio rodeado de
paredes o un c a s tillo sum ergido en sus ja rd in e s. Una evidente y llam ativa obra
a rq u ite c tó n ic a se percibe d e ntro del paisaje ciudadano en relación con los otro s
h ito s, el río, los puentes, el cam po. La v is ió n de pájaro se aproxim a a la ortogona-
lidad de los mapas g e o g rá fico s sin que padezca su ca rá cte r plano. Los mapas del
s ig lo XVII que cu m p le n ,la hazaña de p re se n ta r una ciudad desde la perspectiva
aérea que ningún ojo humano había d isfru ta d o , son lo que más se aproxim a a
p rop o rcio n a rn o s la imagen de un em plazam iento a rq u ite ctó n ico , no com o un m edio
deshabitado sino v is to com o una creación de la mente humana.
en las si
V uelvo o tra vez al nivel del suelo y al e fe cto de la persp e ctiva . La pers y las relí
p e ctiva a rq u ite c tó n ic a , com o su g e rí antes, form a un sistem a tan s im p le y apre com o un;
m iante de bordes convergentes que se separa con fa cilid a d del e d ific io y por e llo p e rfic ie i
\ p e rm ite al observador ve rlo en su form a o b je tiva. Esto es c ie rto , pero tam bién está paredes
ii n c la ro que las deform aciones ocasionadas por la perspectiva nunca están ausentes de aire. I
¡/'/ p o r e n tero del aspecto del e d ific io , y que su efecto se nota aunque no estén co e ntre las
ua f m únm ente reconocidas com o propiedades o bjetivas del m ism o e d ific io . entre rec
s irve n df
cuerpo d
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su m ovili
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v 1jíllfe esta b ilid ;
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El huevo
ta n to es
Hg. vida en e
meza en
nado, cor
La p e rsp e ctiva priva al e d ific io del estable reposo del plano fro n ta l y lo
traslada a la d im ensión de profundidad. Por ser ¡a profundidad el reino del ir y
v e n ir, cuando las form as de u; e d ific io se adaptan a la p erspectiva el e d ific io par a rq u ite ct
tic ip a en el m o vim ie n to (fig . 8¿). Este m o vim ie n to visual puede in te rp re ta rs e en dos sino que
d ire ccio n e s, com o separación y partida hacia el horizonte o com o llegada desde él. afectará ;
En m uchos casos hay dos e in clu so tre s puntos que se desvanecen, cada uno un hogar
de ellos el foco de un siste m a de radios que atraviesa te m e rariam ente el e d ific io Está sep;
y subyuga sus bordes. A l p e rm itir ser deform ado así, como d eferencia a un orden protegida
:í por su re
espacial cerrado, el e d ific io se define com o parte de un a co n te cim ie n to más am p lio . ■ - 'Yvv
VI. Orden y desorden
El s ig n ific a d o del té rm in o orden ha sido deform ado por una co n tro ve rsia
que id e n tific a orden en general con un tip o muy p a rtic u la r de orden propugnado
por una generación de d ibujantes, a rtis ta s y a rq u ite cto s, y rechazado com o re s tric
tiv o por otra generación. El orden ha venido a s ig n ific a r una reducción a la sim ple
form a geo m é trica y la estandarización de todo para todo el mundo, el fa vo re ce r
a la función física básica sobre la expresión y a la racionalidad a expensas de la
invención espontánea.1
pe- i Las c o n tro ve rsia s sobre p re fe re n cia s e s tilís tic a s van y vienen. Consti-
gran tuyen la d ia lé c tic a del arte en la h is to ria y proporcionan un ím petu necesario para
ne el cam bio. Pero no debe p e rm itírs e le s privarnos de conceptos que son ¡ndispen-
sabies para una com prensión de hechos fundam entales. Nada puede re s u lta r sino
un la confusió n cuando el orden es considerado como una cualidad que puede ser
ante abandonada o aceptada por igual, carne para un hombre y el veneno para otro, algo
s que puede ser abandonado y rem plazado por otra cosa. El orden debe entenderse
3r la com o indispensable para el fu n cio n a m ie n to de cu a lq uie r sistem a organizado, ya
sea su fun ció n fís ic a o bien m ental. Lo m ism o que una máquina, una orquesta o un
equipo d e p o rtiv o no pueden actuar sin la cooperación integrada de todas sus
partes, tam poco una obra de arte o de a rq u ite ctu ra no puede c u m p lir su función
y tra n s m itir su m ensaje a menos que presente un patrón ordenado. Ei orden es
po sible a cu a lq uie r nivel de co m p le jid a d : en estatuas tan sim ples como las de
la isla de Pascua o tan com plejas como las de B ernini, en una granja o en una ig le
sia de B orro m in i. Pero si no hay orden no hay manera de d e cir lo que la obra
está tratand o de expresar.
Tampoco es p o sib le que una cosa posea dos propiedades que mutuam ente
se excluyen, en el m ism o lugar y a! m ism o tiem po Es fa c tib le que un efe cto sea
en parte rojo y en parte azul, o que parezca azul por la mañana y rojo por la tarde,
o que le parezca azul a una persona y rojo a otra. Pero las m ism as partes no pue
den se r a la vez rojas y azules bajo las. m ism as condiciones, aunque el objeto
pueda se r una m ezcla de los dos. También puede re su lta r ambiguo, en el sentido de
una alte ra ció n e ntre dos ve rsio n e s. Todos estos son tip o s de orden posibles y
aceptables, pero se dice de una cosa que es esto y tam bién eso, y los dos son
m utuam ente e xclu sivo s, y de manera s im ila r si una cosa nos in fo rm a de que es esto
y al m ism o tie m p o ta m bién eso y los dos se excluyen m utuam ente, entonces lo
que se dice no tie n e sentido, se está creando confusión y el orden se co n vie rte en
desorden. Un estado tan tu rb u le n to de cosas puede ser de su agrado o del mío,
pero e vita que la cosa ejerza su función, por lo menos hasta el extrem o en que
estas funciones descansan en una presentación ordenada.
131
2. Cada cosa tie n e c ie rta in d e p e n d e n c iá e in tegridad propias, pero al
m ism o tie m p o es parte de contextos más am plios. Es po sib le que reconozca muy
poco re sp e cto a esta dependencia, pero nunca puede se r a u to s u fic ie n te por
e ntero. Existe gran h e rm e tis m o en la sim e tría de una manzana, y con todo su fo rm a
reconoce la dependencia del ta llo del que creció. Un e d ific io puede se r diseñado,
sin te n e r en cuenta a sus vecinos, pero casi sie m p re m u e stra su su m isió n por lo
menos a la fuerza de gravedad, y por lo camún proporciona entradas y salidas -
y adapta su form a a la absorción o a sim ila ció n de aire y luz. Esta m o d ifica ció n del
orden in trín s e c o de! o b je to por m edio de la acción recíproca con su am biénte,
no solo es in d isp e n sa b le para su fu n cio n a m ie n to , sino deseable para s u 'fo rm a y
aspecto. Un o b je to que se com porta com o si fu e se independiente m ie n tra s d e -
hecho es dependiente, establece una discrepancia que puede experimentarse^
com o a u to c o n tra d ic c ió n , y por tanto com o una p e rtu rb a ció n . La falsedad in te rfie re
en el fu n cio n a m ie n to .
Fig. 90
más bien la supera o scu reciéndola en un nuevo ve c to r, que ha sido incorporado
en una re e s tru c tu ra c ió n del conjunto. El orden del ob je to ha sido trasladado a un
nivel más alto de com plejidad.
El a rq u ie te cto se enfre n ta con este tip o de problem as, por ejem plo,
cuando ha de adaptar su diseño a un desnivel o a otra clase de irre g u la rid a d e s
del lugar. Si la selección es o no adecuada, d ifíc ilm e n te cabe d e c id irlo por un
cálcu lo o b je tiv o . Lo que podem os y debem os hacer es fo rm u la r los p rin c ip io s más
im p o rta n te s para lá evaluación del caso en p a rtic u la r. C item os o tro e jem plo bas
ta n te extrem o. ¿Qué d ire m o s del H otel de M atignon,3 co n stru id o en París a fin a le s
del sig lo X VIII, un e d ific io citado con aprobación por V enturi y Pevsner (fig . 90)?
El problem a de que «el fre n te hacia la cour d'honneur y la parte p o s te rio r hacia
el jardín deberían se r s im é tric a s en sí m ism as, aun cuando no estuvieran en el
m ism o eje» es re su e lto haciendo g ira r el eje del e d ific io , com o si e stu vie ra en
m edio de una co rrie n te . Dos e stru ctu ra s sim é tric a s están entrelazadas de tal
manera que el ala de una se co n v ie rte en el eje central de la otra. La solución es
in d is c u tib le m e n te ingeniosa, pero no se puede de ja r pasar ese ejem plo sin pre
guntar si el diseño re s u lta n te es una afortunada u n ifica ció n de las e s tru c tu ra s o
un m onstruo, en el preciso s ig n ific a d o b io ló g ico del térm ino.
1?— r o - i
T - ; --------- , « _ -------- * « --------------- „ |---------- 7 ,, 6 5
Fig. 91
desde un marco de referencia a otro es un cambio de escena para la obra en con
junto, como si en una pieza teatral la historia se trasladara de un barco a una
isla. En cambio, una experiencia arquitectónica que sea puramente secuencial
nunca puede hacer plena justicia a un edificio, ya que éste es una entidad espacial
que persiste como un todo.
Es bueno recordar, sin em bargo, que este a fe cto rom ántico por las cuali
dades de «ruido» del c o m p o rta m ie n to natural es una p re fe re n cia e s tilís tic a
p a rticu la r, no un p rin c ip io u niversal. La a rq u ite ctu ra en p a rtic u la r casi siem pre
ha aspirado a la p e rfe cció n geom étrica y a la s im e tría . El c o n s tru c to r se esfuerza
por hacer que los elem entos paralelos sean exactam ente ¡guales, y las ligeras
desviaciones, com o los «refinam ientos» 'e ¡os te m p lo s griegos, son introducidos
con un p ro p ó s ito dete rm in ad o . Cuando apreciam os las erosiones en las cuales el
m ármol de las antiguas colum nas revela su afinidad con sus montañas de origen,
nos dejam os d o m in a r por un se n tim e n ta lism o no compartido por los hombres
que lo labraron o e scu lp ie ro n . De manera s im ila r, las im p e rfe ccio n e s de la arqui
tectura «anónima» no se deben principalmente a la preferencia por lo rústico.
Lo que más in te re sa para mi presente argum entación es que todos estos
casos, los a tra c tiv o s y los re p u lsivo s, se han m anifestado lógicam ente a través
de com plejas c o n ste la cio n e s de m o tiva cio n e s e im pulsos. Existe una auténtica
causalidad detrás de cada uno de sus m uchos e le m e n to s. Si un d ibujante, atraído
por ésta com plejidad desordenada, fu e ra a usarla com o in sp ira ció n , podría in te r
p re ta rla por m edio de un d ib u jo de su propia invención y co n tro l, pero no podría
copiarla o adaptarla. Las fuerzas de la sociedad y la h is to ria y aquellas de la na
turaleza pueden m a n ife sta rse de manera perturbadora, pero son poderes de ate
rradora grandeza e in e víta b illd a d , d ife re n te s en p rin c ip io de las perversas irre s
ponsabilidades de los in d ivid u o s inm aduros.
Sin em bargo, los com ponentes de una disp o sició n desordenada deben
e sta r ordenados d e ntro de e llo s m ism os, o la fa lta de relaciones controladas no
tra sto rn a ría nada ni fru s tra ría a nadie. No se puede sabotear una melodía a menos
que exista , y una m elodía no puede ser in co m p a tib le con otra a menos que cada
una posea una e stru ctu ra propia. D efino por ta n to el desorden como «un choque
de órdenes no coordinados».
137
Un deso
Un ejemplo digno de mayor atención puede hallarse en la fachada de la ha dejac
Certosa, en Pavía (fig. 93).5 El e x te rio r de este m onasterio m uestra la tra n sició n
choque
del G ótico al R enacim iento. Fletcher, en su /A H is to ry o f A rc h ite c tu re on the
d irig id a
C om parative M e th o d señala que la fachada oeste de la iglesia fue construida en
las fuer;
m árm ol e ntre 1473 y 1540. En esta obra, el e s c u lto r y a rquitecto Giovanni Amadeo
reorgani
asequibl
o co nju r
contribuyó como escultor y también en el diseño, habiéndosele encargado ia obra en 1491,
puede h;
en cuya fecha algunos de los mármoles preparados estaban dispuestos ya para ser mon
tados. O tros escultores tom aron parte. La mitad superior es más sim ple debido a una estas co
pausa en el avance de la obra. El trazado de la fachada, con sus contrafuertes endoselaaos incohere
y en form a de pináculo, todavía es en parte gótica, pero con características del Renaci ción, y i
m iento, tales como ventanas muy ornamentadas, galerías con arcos y estatuas en hor caracter
nacinas, lo que, junto con una decoración labrada y medallones, la convierte €¡n una de las
com binaciones más elaboradas de la arquitectura y escultura en la historia occidental.
un nivel
de la for
Añádase a esto que la fachada no está com pleta. En la parte superior, operar. I
el coronam ento, com o la Guida d 'lta lia lo llama, fa lta . descuide
ción; y c
Las obras de a rq u ite ctu ra están con frecuencia construidas en co n d icio de la ne
nes d esfavorables, y en este caso en p a rtic u la r el desorden visual re sultante es inherent
aparente. A l aproxim arse al e d ific io desde el oeste, vemos una su p e rfic ie estru c a rq u ite c-
turada de manera com pleja, no sub d ivid id a claram ente por ningún rasgo p ro m i como m;
nente, excepto por la puerta arqueada en el ce n tro y el rosetón con su tímpano. ferencia
Las a berturas situadas en el entrepaño ce n tra l marcan el eje de sim e tría de la fa tro munc
chada, y este ce n tro es flanqueado por un par de in te rco lu m n io s de la misma tru ctu ra
anchura y a ltu ra en cada lado. El conjunto está encuadrado por dos to rre ta s más embargo
estrechas, cada una coronada por un pináculo. Sin embargo, este tem a básico sólo de tanta:
puede extra e rse del diseño de toda la fachada con cie rto esfuerzo y en contra maneras
de una evidencia antagónica. El entrepaño central no domina realm ente la e stru c básicas,
tu ra visu a l, ya que los laterales, a rticulados con fuerza, no se prestan al papel de des. Igu£
alas subordinadas. S ugieren cinco unidades ve rtic a le s coordinadas de Igual fuerza com unid
más o m enos, y con ello contradicen la jerarquía del diseño s im é tric o . No se unos a c
puede d e cir lo que se pretende porque las dos versiones e stru ctu ra le s se enfren asuntos,
tan una a otra. Lo hom ogeneizante de la fachada está apoyado por la baja galería de esta ;
de arcos que corta como un cerco a los cinco entrepaños, y por la fa lta de d ife
renciación en la línea del tejado entre los tre s entrepaños centrales. Además la
galería sugiere una d iv is ió n entre las partes superiores e in fe rio re s de la fachada, por el m
que no es m anifestada por una a u to su ficie n cia apropiada de las extensiones h o ri las anali:
zontales ni al nivel más a lto ni al más bajo. tru ctu ra
responde
En todas partes, el observador es desorientado por la pugna entre rela nos con
ciones c o n tra d ic to ria s . Las cuatro ventanas de ia planta baja son demasiado pare tan to la <
cidas para ju s tific a r la d ife re n c ia entre ias abiertas y las cerradas y demasiado y que no
d is tin ta s para su ste n ta r la s im ilitu d . Sobre la arcada vemos una ordenación de es
tru c tu ra s colocadas a lo largo, una ju n to a otra, sem ejantes a ¡os rem ates de
e d ific io s no relacionados, en núm ero de cinco o s ie ie , según se cuenten los tres respuest
entrepaños c e n tra le s com o tre s unidades separadas o como una, una decisión no espontán
fa c ilita d a por nada que el diseño por s í m ism o nos diga. Los extrem os apuntados abrum ad'
de las cu a tro unidades la te ra le s no están re fle ja d o s en la línea del tejado de los de nuest
tre s entrepaños ce n tra le s, que por tanto parecen co rto s, privados de sus rem ates, rezca agí
com o de hecho lo están. El desorden re su lta n te e ntre las relaciones no d e te r vie ja ciu
m inadas im pide que el observador com prenda lo que el e d ific io está tratando de discurso
d e c irle . cia de ui
detalle e
El desorden de los resultados emana de ia acción de fuerzas no coordi en el ho
nadas. En una m ente, un equipo o una sociedad desordenados, ias fuerzas que
Nos hall;
em pujan en d ife re n te s d ire ccio n e s son incapaces de llegar a un acuerdo de trabajo.
Un desordenado fragmento literario u obra de arte es aquél en el cual su creador
ha dejado varias ideas o temas en un estado de cruda aglomeración. A causa del
choque no resuelto, los sistemas en desorden exhiben una elevada tensión,
dirigida hacia una solución, por medio de la cual la tensión será reducida. Cuando
las fuerzas en una situación de campo pueden actuar entre ellas libremente se
reorganizan en la dirección del orden que'm ejor pueden obtener. Tal libertad no es
asequible, desde luego, cuando la constelación está congelada. Cuando un edificio,
o conjunto de edificios ha sido construido, el constreñimiento es decisivo, y no
puede haber más remedio que la cirugía radica! o la total destrucción. Al observar
estas constelaciones congeladas del desorden, sin embargo, observamos en los
incoherentes elementos una tendencia a separarse o adoptar una mejor disposi
ción, y este esfuerzo bloqueado en las mal dispuestas formas crea un malestar
característico de un encuentro con la fealdad.
C erram os los ojos para protegernos de la luz fu e rte y p e rju d icia l. Una
respuesta s im ila r, b iológicam ente e le m e n ta l, nos hace d irig ir nuestro esfuerzo
espontáneo a organizar el mundo que nos rodea cuando" nos enfrentam os con un
abrum ador desorden. En lugar de ello nos concentram os en los o b je tiv o s aislados
de n uestros p ro p ó sito s inm ediatos. Por la m ism a razón, es posible que nos pa:
rezca agotador responder a un am biente o m arco urbano im p erturbable de una
vie ja ciudad italiana o alemana. Todos los e d ific io s se d irig e n a nosotros con un
d iscu rso tan forzosam ente co m p re n sib le que no podemos ignorarlo, y la coheren
cia de una calle o plaza nos im pide lim ita r la atención co n fo rta b le m e n te a un
d etalle en p a rtic u la r. La ceguera p ro te c to ra provocada por un am biente caótico
en el hogar no puede actuar cuando un orden p e rc e p tib le demanda com prensión.
Nos hallam os elevados al doloroso nivel de la v ig ila n c ia in te lig e n te .
En una de las plazas focales de Berlín Occidental, las ruinas'de una igle
sia neorrom ánica c o n stru id a en 1893 y d e stru id a durante la Segunda Guerra M un
dial, ha sid o preservada como h is tó ric o recuerdp de los años negros. Sin em bargo,
al m ism o tie m p o la ruina se ha com plem entado con una ig le sia moderna diseñada
con e s tilo d ife re n te , y que co n s is te en ün s im p le octógono y un cam panario igual
m ente g e o m é trico (fig . 94).6 No hay manera de. in te g ra r los dos e d ific io s en una
im agen, y por ta n to , a pesar de su ca rá c te r contiguo, la m ente no puede abarcar
a ambas al m ism o tie m p o . Cuando se acepta la realidad de la ennegrecida y des
trozada ruina rom ánica, el m oderno e d ific io se evapora en una aparición fantasm al;
por el c o n tra rio , la ru in a desaparece cuando Ja só lid a in te g rid a d de la nueva
igle sia se nos im pone. Esto sucede porque una form a de~ e n fre n ta rse con dos ele
m entos in co m p a tib le s es e lim in a r a uno de e llo s y d ejar el o tro sin debatir.
Esta dem ostración, sin em bargo, d ifíc ilm e n te puede ser la función del
diseño a rq u ite c tó n ic o . Un e d ific io puede te n e r por o b je to albergar los c o n flic to s
entre p o lític o s , jueces y abogados, o boxeadores, pero no puede to m a r parte en
sus d isputas. Puede p ro p o rcio n a r una arena para las fuerzas conte n d ie n te s y en
consecuencia puede e le g ir re p re se nta rla s, ta i com o el fro n tó n occidental del Par-
tenón m ostraba a A tenea y Poseldón blandiendo sus arm as en su lucha por la
posesión del A tic a ; pero sólo puede p re se n ta rlo s com o elem entos de un todo
integrado. Un e d ific io no puede se r desordenado. Un o b je to en desorden puede
actuar com o síntom a de desorden, pero no com o un sím bolo o in te rp re ta ció n de
éste. Si un e d ific io es desordenado en sí m ism o, no afirm a el desorden existente,
sino que únicam ente tra n s ig e con él.
Niveles de complejidad
141
Interacción de formas
pcio-
lila r
ba-
ten-
Fig. 101. — Casa Van den Doel, llpendam (Foto: Cornelis Nettinga)
149
I I mo. Si
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Fig. 102
tante, los elem entos rectangulares continúan y se con tra rre sta n uno a o tro en un
todo m uy integrado. A d vié rta se tam bién que la dinám ica visual de un m odelo de
este tip o es mucho más com pleja de lo que sugieren las form as que saltan a la
vis ta de! observador. Por eje m p lo , cuando las unidades cúbicas se suman a un tip o
de p irám ide en la cúspide de la chim enea, cada una de ellas incorpora una tracción
diagonal’ de acuerdo con el p e rfil de todo el e d ific io . Dos ejem plos más especí
fic o s pueden ¡lu s tra r este fenóm eno de in te ra cció n perceptiva.
150
Cada uno de los dos rectángulos de la fig u ra 102 es s im é tric o en sí m is
mo. Sin em bargo, la d ife re n cia en sus proporciones, así com o la re la ció n o b licua
e ntre ellos, crea una dinám ica com pleja. Fuera del centro, la form a negra com
prim e el espacio a la izquierda y e stira am pliam ente el espacio a la derecha, como
si fuera una hoja de caucho. La disp o sició n oblicua intro d u ce un é nfasis en las
diagonales, y en consecuencia varias líneas oblicuas pero no paralelas tra ta n de
adelantarse a o tra s: las diagonales de los rectángulos y las conexiones e ntre las
esquinas s u p e rio re s . A s í pues, una s im p le com binación de form as tam bién sim p le s
crea una te n sió n considerable.
Fig. 104
su función en la frase, su dependencia de otro nom bre, su s e rv ic io com o o b je tivo
o herram ienta, etc. Esta d eclinación tie n e lugar en el latín, a d ife re n c ia de los
nom bres ingleses que perm anecen in a lte ra b le s y expresan re la cio n e s por la adi
ción de preposiciones.
Elementos de equilibrio
153
in flu e n c ia en la dinám ica p erceptiva, que anima la s im p le geom etría de las form as
y genera una com pleja in te ra cció n e ntre ellas. Los d is tin to s ele m e n to s parecen
atados por su in flu e ncia recíproca, y el resultado es una cohesión más intim a del
diseño to ta l.
l:
152
hacia el pico vertical de la chimenea. Al mismo tiempo, la casa da una impresión
como si su diseño no se iniciara con la concepción de una forma maestra, como
es el caso de los templos griegos, las iglesias medievales o los palacios florenti
nos. Más bien parece como si cierto número de cubos y losas fundamentales se
hubieran juntado, adaptadas unos a otros en sus'tamaños y proporciones, y movi
dos hacia atrás y hacia adelante hasta que las relaciones parecieran correctas y
creasen un conjunto satisfactorio, no susceptibles de cambio posterior.
icio
les es
;rgue
a se le
ular
ial. La
icional, Fig. 106
>n de ^
;nen
■ indi ví-
sig lo XV (fig . 106). Observadas desde la plataform a de madera del tem plo, los
lemen-
cinco pequeños m ontones de dos, tre s o cinco piedras, parecen e sta r d is trib u id o s
ninante
en la s u p e rfic ie re cta n g u la r del ja rd ín en un orden p e rfectam ente e q u ilib ra d o . La
co n fig u ra ció n o b je tiva puede ve rse cuando el plano es observado. En la práctica,
el orden no se revela desde ningún punto de vista, y es por ta n to im p o sib le fo to
¡o, la
g ra fia rlo ; em erge de la integridad del in fin ito número de d isp o sicio n e s p e rs p e c ti
cie rta s
vas que se deslizan una d e ntro de otra, a medida que se avanza y retrocede por
ina-
la plataform a. Lo que choca al v is ita n te de este antiguo orden es su perfección
a base
y su fugacidad. La constelación de las cinco unidades no es d e fin ib le ; no form an
El peso
ni un c írcu lo , ni un pentágono ni un quincunce. Sus situaciones im piden cu a lq uie r
spira-
patrón je rá rq u ico , péro están determ inadas únicam ente por una delicada medida
ibtiene
de su recíproca relación. Es com o si cinco imanes de poder desigual, atrayéndose
una
y repeliéndose, flo ta ra n lib re s en el agua para encontrar la p osición en la cual
sus campos de fuerzas están en p e rfe cto e q u ilib rio . Parece una buena manera para
ente de que cinco in d ivid u o s se relacionen, practicando el mutuo respeto sin necesidad
trac- de la coerción de ningún gobierno.
smpre-
3 los Las fuerzas que actúan en estas d istrib u cio n e s equilibradas pueden com
iedad pararse tam bién con los procesos b io ló g ico s y físico s involucrados en las ra m ifi
asar e caciones de los vasos capilares, las nervaduras de las hojas o las descargas
ante e le c tro s tá tic a s . Sin duda, con todos estos ejem plos la d ifusión sis te m á tic a desde
¡r para un centro proporciona una pauta general, pero esta organización superordenada
•as, em- no cuenta para la delicada d is trib u c ió n del espacio entre ramas, una adm irable
quitec- ilu s tra c ió n del logro de orden por m edio de relaciones im p re v is ib le s . El biólogo
stitu ye n Paul W eiss e scrib e : 12
ando
m ente
ia pieza En lo descriptivo, la regularidad se refleja en la casi constancia de distancias
tve ld , entre ias ram ificaciones; en lo dinámico, refleja un patrón de crecim iento elaborado por la
aciones acción recíproca de las ram ificaciones que la integran, ambas entre una y otra y con
la m atriz celular que ocupan. En térm inos más sim ples, las interacciones involucradas
im pro-
son algo sem ejante a una com petición. Esta, pues, es interacción ya no en contigüedad,
;ede sino a distancia. Cada rama puede verse como rodeada por un caparazón de influencias
¡a, res- de energía graduada, dominios que se m antienen entre sí a una distancia fija respetuosa.
usicai
). F u n
En e stos ejem plos de la naturaleza, las fuerzas que con tro la n la d is trib u
ción espacial son típ ica s. Lo m ism o puede suceder cuando la m ente humana e qui
este libra de manera in tu itiv a los com ponentes de un diseño p e rce p tivo . La m ente es
nes de gobernada por la sensación de im pulsos y atracciones que se perciben como
i del situados en los detalles percibidos y que sugieren cambios por medio de los cuales
cabe ob te n e r un e q u ilib rio . Estos im p u lso s y a tracciones p e rce p tivo s son los efe c comp!<
tos s e n tid o s de procesos p sico ló g ico s que — forzoso es aceptarlo— ocurren en fábricé
los corre sp o nd ie n te s campos del cerebro, procesos que intentan e n fre n ta rse con quina,
la energía perceptiva de tos órganos sensoriales y re sta b le ce r el e q u ilib rio tra s p o rcio
tornado por el in tru so . La ordenación in tu itiv a puede considerarse como un re lím ites
fle jo del proceso del campo fís ic o que tie n e lugar en el siste m a nervioso y que prepar
está relacionado con los sistem as de ra m ifica ció n natural por m edio de una unión y com:
más dire cta que la sim ple analogía. contiei
de la t
La organización «desde abajo» co n trib u ye a lazos o uniones laxas entre deben
las partes que son re la tiva m e n te com pletas en sí m ism as. En cie rta a rq u ite ctu ra ha de •
m oderna, esto ha conducido a la d is o lu c ió n de la masa com pacta, con un desarrollo
paralelo en la e scultura. La tra d ic io n a l pieza e scu ltó rica es de un cuerpo único,
m o dificado por extrem idades y ropajes en la p e rife ria . En el siglo XX tie n e n lugar, gicos «
por e jem plo, reducción y m u ltip lic a c ió n de las unidades en la obra de Lehmbrusk iniciad
o G la co m e tti, una perforación de volúm enes y planos en M oore o David S m ith, la persisi
conexión de partes por m edio de a rticu la cio n e s m óviles en C alder, y fin a lm e n te contro
la creación de constelaciones a p a rtir de grupos form ados por otro s grupos de ya que
elem entos realizados con independencia y soldados vagam ente, en la reciente cum plí
obra de A nthony Caro. En a rq u ite ctu ra , evoluciones parecidas han sido re s trin renova
gidas por la in e lu d ib le necesidad de se r un re cip ie n te m uy cerrado. Aun así, un y las €
armazón de acero cu b ie rto por c ris ta l m uestra un adelgazam iento evidente de las
extrem idades y es un armazón com puesto de unidades separadas e independien
te s, más que una masa. Con seguridad, los cubos de un e d ific io elevado están sujeta;
concebidos desde arriba com o volúm enes u n ita rio s, pero al m ism o tie m p o los proble!
a rq u ite c to s han empezado a fa vo re ce r mamparas y paneles corredizos, c o b e rti do los
zos volados, galerías abiertas y m ú ltip le s in te rru p cio n e s en las paredes, en un i nic i ati
gradual desm antelam iento del volum en dom inante. En casos extrem os, en cie rta s cuandc
casas de C a lifo rn ia influenciadas por el diseño japonés, el e d ific io parece un en e d ific ii
sam blaje de va rilla s y tablas reunidas para c o in c id ir en form a conjunta, con mucho ción p
aire circulando entre ellas y grandes ventanas que proporcionan aberturas a d icio c o n trit
nales. Este orden descansa en un delicado e q u ilib rio de pesos y d istancias y en tenga
la a lternación rítm ica de espacios abiertos y cerrados. satisfe
de alie
Quizás una de las propiedades que fascinan a c ie rto s a rq u ite cto s en los
paisajes alrededor de nuestras poblaciones y ciudades, es la extrem ada n e gli
gencia de cobertura, la fa lta de volum en cerrado y s o lid e -, re su lta n te s de la poca nifiest.
co n siste n cia de la instalación, y del e stím ulo m om entáneo y efím eros contactos no pue
que estos e sta b le cim ie n to s están destinados a fom entar. Son cie rta m e n te sim el tipo
b ó lico s de la m ovilidad de la vida m oderna y por tanto pueden espolear la im a g i d iccior
nación del a rq u ite cto que está buscando una form a que congenie con nuestro agenci
tiem po. Pero una cosa es recoger sugestiones de ca ra cte rística s expresivas don sado p
dequiera que se las pueda e ncontrar y tra d u c ir a nuevas versiones de orden, y otra bricadt
tragarse la vulgaridad y desorden de un co m e rcia lism o e s té ril y p retender que el estrucl
ruido s ig n ific a vita lid a d y el caos com plejidad, y que los crudos m ateriales de t i del auí
tila c ió n pueden tra n s fe rir su poder a entornos concebidos por la mente humana gante ;
para su propio bienestar. m iliar,
ei cocí
Por o tro lado, sería de un dogm atism o ingenuo in s is tir en que todas las
fu n cio n e s deberían d ife re n c ia rs e de manera autom ática en su aspecto. A l d is c u tir
la re lación e ntre in te rio r y e x te rio r, captam os una vaga noción de ia com plejidad
rea! del problem a. Las d is tin ta s funciones de un e d ific io , com o las partes de cual
qu ie r todo, están relacionadas entre sí por m edio de un siste m a más o menos
complicado de conexiones y separaciones, al cual el arquitecto puede hacer justicia
proporcionando diferentes índices de unidad y diversidad a distintos niveles del
diseño.
Fig. 107. — Daniel Speckle, plano para una ciudad ideal, 1598
159
ciudades - fortaleza m edievales. Tales e sta b le cim ie n to s están dispuestos según
e n tre «
un s im p le esquema g e o m é trico . Lo m ism o se puede d e c ir de las ciudades fundadas,
en el p
las utopías soñadas, y las fantasías ilim ita d a s de la p la n ific a c ió n de ciudades
vida er
(fig . 107). En cada caso, un siste m a para el cual es p e rfe c to com pañero un orden
vedadc
am plio, p re scrib e un fu n cio n a m ie n to u n ifo rm e para to d o s y todo. Este orden puede
clases
ser de coordinación a d itiva , como el sistem a de p a rrilla , que no tie n e centro y es
pectos
s u s c e p tib le de una expansión sin lím ite s ; o puede se r s im é tric o en cuanto al
de ella
ce n tro , com o en las utóp ica s ciudades de un F lla re te o un Escamozzi. Las de este
ú ltim o indican un fo co m o triz y están trazadas en una je ra rq u ía concéntrica, en
la que la im p o rta n cia de cada capa c irc u la r está d e fin id a por su distancia desde el Inmedi,
centro. Estos planos de gran orden, que no se parecen por accidente a las form as relació
regulares de las mandalas, broches, c ris ta le s y ra d lo la rio s , son la expresión visual m entac
de campos de fuerza to ta lm e n te unificados y concebidos com o ideales de arm onía, debido
paz y dedicación a un tem a común. nentes.
la calle
Pero ya he señalado que la perfección intacta es m ortal cuando se ofrece zada pt
como un re fle jo de la vida, y. co e rc itiv a cuando pretende dar form a a toda la a c ti cada ui
vidad humana. Bajo co n d icio n e s más naturales, de scu b rim o s que todo orden tie n e de Gla<
una extensión lim ita d a . Un país está hecho de asentam ientos que crecen de ma las atr¡
nera independiente, cada uno como un orden propio, hasta que una necesidad atom izí
increm entada de más co n ta cto crea una red de ca rre te ra s, fe rro c a rrile s y rutas fam ilia:
aéreas. Estas conexiones im ponen un orden am plio, no m ás s im p le en su form a de social.
lo que se re q u ie re fu n cio n a lm e n te , y sin más in flu e n cia que la necesaria en el
carácter de cada ce n tro . También advertim os que los órdenes Independientes que
lindan unos con otro s sin conexión, no crean necesariam ente desorden porque
el desorden presupone un choque y no resulta ningún choque de la mera consis
te n cia . Los ve cin d ario s é tn ico s de carácter to ta lm e n te d is tin to pueden lindar entre
sí, por ejem plo, com o lo hacen los d is tin to s países, sin más pretensión de c o n ti
nuidad ordenada de la que se requiere para una com unicación esencial entre ellos.
aducido
¡os maneras
nza los
jn ju ic io , su
stic ia . El
:e. Pero
lunque no
is los asis-
:ional. jÍ
is, así como
; ninguna
¡n el trabajo
e un orden
al m ism o
le pueda en
to r n o s y
onal m édico,
;n te s. y el
o e n to rn o s :
:stos espa-
ubordínados
el am biente
de dos órde
le relación
manejo de conceptos rarificados, en especial al comprar y vender. Las fuentes más
poderosas del simbolismo espontáneo se han agotado tristem ente. Las obras de
arte, tales como los edificios, deben servir ahora de forma hasta cierto punto
artificial para revivir nuestra debilitada experiencia.
Expresión inherente -
166
mas Es c ie rto , desde luego, que connotaciones d is tin ta s de la expresión espontánea
pueden d e te rm in a r con fuerza el s ig n ifica d o de un e d ific io . Unas to rre s c ilin d ric a s
de form a m uy parecida pueden im presionarnos de manera muy d is tin ta según
observem os el cam panario de San A p o ilin a re in C lasse o el silo de una granja
del M edio O este, Pero éstos son efectos in d ire cto s, basados en la in form ación
in te le c tu a l, y por tan to son a rq u ite ctó n ica m e n te menos coactivos que los m en
sajes d ire c to s de la form a percibida.
En este punto debo re fe rirm e , aunque sea con brevedad, a la base, p sico
lógica de la expresión perceptiva, un tem a que he tratado con más extensión en
otras obras. De las varias teorías que se proponen e xp lica r la expresión, m encio
naré aquí la de más in flu e ncia , es decir, la d o ctrin a de la empatia. Este té rm in o ,
traducció n de la palabra alemana E infühlung, se asocia con Theodor Lipps,8 que
orzar se ocupó del concepto de manera sis te m á tic a . Para nuestro propósito actual, sería
apropiado c ita r la versión de esta teoría expuesta en la d isertación doctoral de
H e inrich W o lfflin ,9 en 1886, para la U niversidad de M unich: «Prolegóm enos a una
psicología de la a rquitectura». Aunque el razonam iento de W o lfflin sobre la em
patia se parece m ucho al de Lipps, éste no aparece e ntre las fuentes que cita
W o lfflin , y no puedo in v e s tig a r aquí hasta qué punto los dos hombres conocieron
m utuam ente su obra o si se basaron en fu e n te s comunes.
La cualidad dinám ica de las exp e rie n cia s perceptivas in flu ye tam bién
en la d ife re n c ia e n tre in fo rm a ció n in te le ctu a l re cib id a de manera in d ire cta a través
de los ojos y la reverberación d ire cta en nuestro in te rio r de las fuerzas que ex
perim entam os en los o bjetos que vem os. Un ingeniero que recoge in form ación
sobre la cantidad y tip o de m ateriales de un e d ific io puede d e d u cir las fuerzas
fís ic a s que operan en él. Pero v e r una obra de a rq u ite c tu ra p e rm ite al observador
s e n tir d e ntro de sí m ism o las fuerzas p e rce p tiva s de carga y resiste n cia , de tra c
ción y em puje, etc. Esta resonancia inm ediata de las fuerzas observadas en los
o bjetos visu a le s acompaña a toda percepción, pero es en p a rticu la r decisiva en la
experiencia e s té tic a , que se basa en la expresión.
Siempre que existe una relación entre dos entidades, hay la posibilidad de
tensión, ya sea biológica, psicológica, espacial, etc. Por ejemplo, cuando se junta ia punta
de un dedo de la mano izquierda con otro de la derecha, y se les separa con gran
lentitud, cada vez más. hasta que con los brazos extendidos señalan hacia fuera, se ob
tiene quizás una noción vaga del grado hasta el cual se pueden controlar las relaciones,
subjetiva y objetivam ente.
El artefacto en la Naturaleza
Este era el punto de vista del a rq u ite c to A d o lf Loos, que decía de las
granjas e ig le sia s rurales que no parecían haber sido construidas p o r la mano
del hom bre, sino por Dios. También adm itía en esta compañía in co rru p ta las crea
ciones de los ingenieros, como barcos y fe rro c a rrile s , pero lam entaba que la
a rq u ite c tu ra , en el se n tid o e s tric to de ¡a palabra, profanase el paisaje, aun cuando
los e d ific io s estuvieran diseñados por un «buen» a rq u ite cto . Es e vidente que
Loos pensaba que la a rq u ite ctu ra debía s e rv ir com o m era extensión de la natu
raleza, es d e c ir, com o objetos cuyos rasgos visuales pareciesen d e riv a r por ente
ro de las fu n cio n e s física s que realizaban, lo m ism o que ia form a de un árbol o
del cuerpo de un anim al. M ostraba su objeción cada vez que la a rq u ite c tu ra tra s
pasaba claram ente ese lím ite y proclam aba el p riv ile g io específicam ente humano
de hacer manifestaciones simbólicas.
pieza de e scu ltu ra que dom ina una con fig u ra ció n de otro s objetos e s cu ltó rico s,
cubos, escaleras, un c ilin d ro (fig . 109). Al m ism o tie m p o , esta form a e scu ltó rica
no sobrepasa su fu n ció n de canalizar el aire que se agota. Toda la form a de la
to rre deriva de esta fu n ció n y está dedicada a ella. Pero adviértase cómo cambia
la form a del ob je to según se considere como pieza de e scultura o como chim enea.
Como escu ltu ra está com pleta en sí misma, unida por la cobertura en la punta y
¡a abertura que s irv e de cornisa. Existe un ce n tro de gravedad hacia la m itad de
la to rre . Como chim enea, la form a se co n vie rte en hueco. Ahora, el crescendo
de su trazado continúa más allá del borde en el cie lo com o una descarga de aire
siem pre en aum ento, de la cual el conducto de horm igón deriva su significa do
p erceptivo. Un d ib u jo de R obert Sowers (fig . 110) ilu s tra de manera h um orística
lo que sucede cuando la e scu ltu ra es pensada como e d ific io y cuando la a rq u ite c
tura pretende ser e scultura.
Los e d ific io s com o objetos u tilita rio s sirve n a sus habitantes. Pero lo
co n tra rio puede se r c ie rto tam bién, pues las m u ltitu d e s enriquecen en ocasiones
la e s tru c tu ra a rq u ite c tó n ic a , lo m ism o que el agua s irv e a la fu e n te , adaptándose
a ella y co n virtié n d o se así en parte de ella. La m u ltitu d que llena la plaza o que
fiu ye en procesión ordenada hacia la entrada o la salida de un e d ific io público,
parece una parte subordinada pero indispensable de la a rq u ite ctu ra . Esta reversión
dei énfasis se produce porque un edificio es mucho más grande que la gente a ¡a
que sirve, de ahí que haga una exposición tan llam ativa. Goethe quedó im p re sio
nado por el dom inante poder de la a rq u ite ctu ra cuando observó cóm o el pueblo
italiano llenaba el a n fite a tro de Verona para p re se n cia r una ópera (véase pág. 210).
Proporciones dinámicas
172
cualquier percepción, io que hace más sorprendente que haya atraído tan poca
atención explícita. Desde ia pionera investigación de Lipps, los psicólogos y filó
sofos han ignorado el tema. No hace falta decir, sin embargo, que los críticos e
historiadores del arte han descrito de manera constante las manifestaciones par
ticulares del fenómeno. Selecciono un párrafo de la descripción que James Acker-
man hace acerca de la Biblioteca Laurentina.de Miguel Angel: 16
W-A0íTAC*omA
Fig. 111
174
un gran o b e lisco se elevaba desde un e d ific io c irc u la r de poca altu ra cuyo e x te rio r
presentaba una colum nata dórica (fig . 112): 17
175
t-ic¡
F;g. 113
(L A tio r
mai
ext
pesadas colum nas de la nave y los esbeltos nervios que nacen de ellas hacia las
bóvedas (fig. 113 a). De nuevo, en té rm in o s cu a n tita tivo s no e x is te nada in co rre cto
en que una delgada c o lu m n illa se apoye en un pesado soporte. Lo que hiere es la sop
inapropiada relación e ntre causa p e rce p tiva y efecto perceptivo. Sabemos, a través aisi
de las investigaciones del p sicólogo A lb e rt M ich o tte , que la causalidad es un se |
fenóm eno inherente de form a d ire c ta en las relaciones e ntre las form as. Él dem os m it
tró que cuando una form a g e om étrica, por ejem plo un cuadrado negro que atra las
viesa una pantalla, choca con otra form a que al punto em pieza a m overse, el ob la i
servador experim enta una fuerza perceptiva que salta del agente p rim a rio hasta (S/í
el o b je to secundario, y con ello anima a éste. N uestros ejem plos a rq u ite ctó n ico s pap
indican que una s im ila r re la ció n causal da vida a in m ó vile s form as yuxtapuestas.
En Sens, por ejem plo, las colum nas que hacen de soportes debido a su pesadez
visual sirven de base de una dinám ica que se mueve u n ila te ra im e n te h a c ia arriba.
El e sb e lto fu ste brota de esa base pero es incapaz de c o n tra rre s ta r presionando
hacia abajo como una carga, y la d esproporción entre los dos produce el e fe cto de
una m ontaña que diera a la luz un ratón.
con
O tto von S im so n ,18 re firié n d o s e a este co ntraste, m enciona que «para el min
m aestro de C hartres esta fa lta de hom ogenidad c o n stitu ía una im p e rfe cció n est;
176
estética», que él superó com poniendo sus manchones con «cuatro delgadas co-
lumnillas que rodeaban un poderoso núcleo central» (fig. 113 b). Esta invención
elimina el contraste e n tre ia pesada form a m o n o lítica de la colum na y el haz de
fustes que se rem onta sobre ella». Una evolución s im ila r tuvo lugar en nuestro
siglo, cuando la tra n s ic ió n de un e s tilo a o tro produjo soportes dem asiado esbel
to s para s o ste n e r una carga visu a lm e n te pesada. El p rim itiv o uso de colum nas
en forma de p ila r, por eje m p lo en las casas W e isse n h of en S tu ttg a rt, obra realizada
en 1927 por Le C orbusier, creó una desproporción, no porque los observadores
no conocieran la re s is te n c ia del horm igón reforzado y por ta n to subestim aran el
poder fís ic o de la e s tá tica de los pilares, sino porque el peso visual del cubo
to ta lm e n te h e rm é tico del e d ific io a p la sta b a lo s d e lg a d o s s o p o rte s (fig . 114). Cuan
do los a rq u ite c to s p o s te rio re s , como M ies van der Rohe, expusieron lo sólido del
e d ific io com o un arm azón de acero, su peso visual se redujo lo s u fic ie n te para
e lim in a r la discrepancia e ntre carga y apoyo.
Fig. 114
En una típ ica casa de Frank Lloyd W rig h t, en c o n tra ste , vem os una d is
p o sició n aérea con planchas h orizontales y ve rtic a le s que dejan m ucho espacio
178
a b ie rto e n tre ellas. Es espacio esencialm ente negativo, tan neutral e in c la s ific a b le
com o el e x te rio r circundante. De hecho, las aberturas del e d ific io son continua
ciones de aquel espacio e x te rio r que penetra en el e d ific io por debajo de los te
jados colgantes y las terrazas, y entre las piezas ve rtic a le s .
Este papel negativo, sin embargo, es co n tra rre sta d o por la cualidad po
s itiv a co n fe rid a a ios canales de acceso. Lo m ism o que observam os con a n te rio
ridad que las calles son percibidas com o vías p o sitiva s de acción, tam bién las en
tradas y o tro s espacios funcionales de la casa de W rig h t están dotados de un
m o vim ie n to hacia adentro y hacia fuera. En este caso, la riva lid a d e ntre espacios
cerrados y a b ie rto s es de una naturaleza bastante d ife re n te de la que Boullée con
tem plaba para sus re cip ie n te s. Las planchas y cubos m a te ria le s deben abstenerse
de re d u c ir espacios a b ie rto s a m eros in te rs tic io s , incapaces de a firm a r visualm ente
su función p o s itiv a . Debe p e rm itirs e que una puerta parezca una puerta., esto es.
que sea una ab e rtu ra po sitiva m e n te d e finida y term inada. Una ventana debe
parecer una ventana. Por tanto, si el derecho del hom bre a s a lir y a entrar, a m ira r
dentro y fuera, ha de se r confirm ado por la form a visu a l, sigue teniendo sentido
hablar de puertas y ventanas. Por otro lado, los espacios a biertos deben e v ita r
re d u cir las planchas y cubos m a te ria le s a m ero andam iaje, privando al e d ific io
de su v irtu d de recepción.
a
Fig. 115
179
S im ila rm e n te , dos h ile ra s de, colum nas que separen la nave de los ábsides
de una ig lesia rom ánica crean p a rticio n e s transparentes pero presentes con
firm eza. O tom em os el caso de las alemanas. Estas d e lim ita n la parte su p e rio r de
ung pared a dos n iv e le s : con más fuerza en el nivel in fe rio r (fig . 115 b ], pero con
bastante claridad tam bién en el nivel a. A ambos n ive le s, las horizontales sólo
son indicadas de manera in te rm ite n te , pero el ojo está obligado a co m p le ta r los
bordes por el poder del esquema im p líc ito .
180
pantalla frontal suficiente, los intersticios de la parte central, al nivel del piano
n obile, están rellenados con una pared y ventanas, lo bastante sólidas para per
m itir que el plano frontal sirva de fachada.
Lo que tra to de d e m o stra r aquí es que los e d ific io s rara vez están sepa
rados del espacio circundante por lím ite s com pletos. La mera perforación de
paredes por m edio de ventanas y puertas modera la solidez de lo cerrado, y esto
conduce a las d is tin ta s maneras de c u b rir el e d ific io con una capa de transparencia
de densidad m edia, creada por la a lternación de sólidos y aberturas. La manera
más irre g u la r de co m p le ta r esta capa externa es la o frecida por los e d ific io s ba
rrocos, que a este respecto se parecen a los relieves escu ltó rico s. En general, los
re lie v e s e s c u ltó ric o s están encerrados entre un plano p o s te rio r form ado por el
suelo entre las fig u ra s, y un plano fro n ta l creado por las protuberancias extrem as.
En el espacio e ntre estos lím ite s, las fig u ra s están desplegadas en todas sus
variadas form as. De manera bastante s im ila r, en las fachadas barrocas la m u ltitu d
de colum nas, p ila stra s, cornisas y planos de pared se adaptan en genera! con un
orden u n ifica n te , lim ita n d o todo el tu m u lto e sc u ltó rico al área entre dos planos
s u fic ie n te m e n te d e fin ido s. Es com o si una lámina o plancha de cris ta l situada
contra el re lie v e tocara el borde externo de las m ayores convexidades.
182
Permítaseme mencionar finalmente que la abertura supera la dicotomía
entre e x te rio r e in te rio r, y no sólo en el se n tid o de que nos permite ob servar los
espacios in te rio re s desde fuera y el e x te rio r desde dentro. Más rad ica lm e n te , la
abertura de lím ite s revela el volum en a rq u ite ctó n ico como trid im e n s io n a l al guiar
los ojos, y desde luego al m ism o observador, al espacio in te rio r. Con certeza, un
e d ific io se presenta com o trid im e n s io n a l aun cuando m a n ifie ste sólo su form a
cúbica e x te rio r, o cuando una com posición de cubos pone de re lie ve que, con la
altu ra y la anchura, la profundidad es una de sus propiedades espaciales. Pero esta
dem o stra ción continúa lim ita d a a la piel externa del e d ific io , una s u p e rfic ie plana
por m ucho que se combe y se doble en todas direccione’s. La verdadera consum a
ción del volum en, es decir, su con tin u a ció n más allá de la piel en el in te rio r, es
negada por el observador desde el e x te rio r. Tiene que aceptarla por fe, a menos
que los rasgos a rq u ite ctó n ico s encuentren los lím ite s perpendicularm ente y los
atraviese.
Tal expansión requiere una base de operación de la que nacen las fuerzas
en d ire cció n e x te rio r. Las fuerzas perceptivas no pueden em erger de ninguna
parte. La base más común de a rq u ite ctu ra es, desde luego, el nivel del te rre n o en
el que se asienta el e d ific io . Ya hemos observado que los e d ific io s se elevan desde
el suelo com o si brotaran de form a sem ejante a árboles. Pero esta analogía bio
lógica tenía claras lim ita c io n e s . En p rim e r lugar, la carencia de lím ite s del nivel
del suelo nos im pide p e rc ib ir la tie rra como masa trid im e n s io n a l. La tie rra aparece
com o un plano bidim ensional de s u p e rfic ie llana. Es una base, pero no tie n e vo
lumen v is ib le y por tanto no es un apto generador de fuerzas perceptivas. Ni si
quiera un árbol es v is to realm ente com o si brotase de la tie rra , sino que, desde
sus propias raíces, el co n o cim ie n to de su e xiste n cia penetra en la imagen del
árbol. Entonces la tie rra es vis ta como contenedora y encubridora de las raíces,
pero contrib u ye n d o poco o nada a la base perceptiva de cre cim ie n to .
Sabemos que toda dinám ica indica ambas dire ccio n e s. La elevación de
la p irám ide está contrarrestada por la presión descendente que, naciendo en la
184
a b ie rto o cerrado, au ste ro o juguetón, com pacto o desparram ado, todo e d ific io
cum ple tareas s im ila re s m anifestando la variedad de a c titu d e s que el hombre
aporta a los desafíos de su existe n cia.
Que la persona esté lim ita d a a un e strecho tra ye cto v ita l o se le conceda
una am plia la titu d , dete rm in a el papel asignado a ella y a su modo de realizarlo.
Se recordará que M u sso lin i recibía a sus v is ita s en un gran salón del Palazzo
Venecia. El v is ita n te tenía que cruzar un largo y e strecho pasillo vacío sin ayuda
de ningún apoyo que lo guiara y observado fija m e n te por el dictador, que se sen
taba detrás de su m onum ental e s c rito rio en el o tro extrem o de la habitación.
A sim ism o , la puerta de entrada a una tra d icio n a l casa japonesa de té es„m uy baja,
para que cada p a rtic ip a n te tenga que postrarse antes de que se le adm ita o gane
el derecho de p a rtic ip a r en ia cerem onia.
210
había proporcionado por medio de su arte un cráter, tan simple como fuera posible, de
modo que la misma gente pudiera servir como su ornamento. Cuando se veían reunidos
de este modo, se maravillaban, ya que estaban acostumbrados, en otras partes a verse
corriendo de aquí para allá en desordenada e indisciplinada confusión. Pero en el teatro,
el animal tambaleante y rugiente de muchas cabezas y muchos sentidos se contempla
a sí mismo unificado dentro de un noble cuerpo, conformado al unísono, fusionado en una
masa y estabilizado como una forma, y animado por un espíritu. La simplicidad de lo ova
lado es notada por todos los ojos de manera agradable, y cada cabeza sirve como medida
para la inmensidad del conjunto. Al ver el edificio vacío, no se tiene pauta por medio de
le cual decir si es grande o pequeño.
El tem a germ inal es cru cia l para toda invención humana, ya sea una obra
de arte o una pieza de m aquinaria, una teoría c ie n tífic a o una organización,de ne
gocio s; todas nacen de una idea central y crecen alrededor de ella, Sin embargo,
en el caso de la a rq u ite c tu ra el tem a central tam bién s irv e como un puente entre
ei program a para un e d ific io y su diseño. La relación e n tre estos dos elem entos
fundam entales ha sido en c ie rto modo sem ejante a un rompecabezas en la teoría
211
Capítuio i
Capitulo II
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo V!
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