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Memoria y violencia son dos tópicos que no se pueden separar dentro de la historia
peruana, sobre todo en el periodo de terror bajo el cual estuvo expuesto el país en
los años ´80, y estos son el punto de inflexión, de partida para el relato de Óscar
Colchado, quien no solo narra, sino que toma en cuenta los testimonios sociales de
aquel entonces, formando un discurso flexible el cual no solo pretende informar, de
alguna forma, sino también sensibilizar al lector en base a la nueva postura que
ofrece sobre los terroristas y el contexto que envolvió su transformación o paso a
las filas de Sendero Luminoso.
PROBLEMA:
HIPÓTESIS:
METODOLOGÍA:
OBJETIVO PRINCIPAL:
OBJETIVOS ESPECÍFICOS:
TEMARIO:
DESARROLLO
El cerco de Lima es una novela compuesta por cuatro partes: un texto liminar, dos
capítulos y un epílogo. El énfasis en los espacios ficcionales es efectuado desde el
título, pues en este se marca doblemente el topos urbano. Por un lado, con el
nombre de la ciudad peruana, no cualquiera, sino la capital, aquella donde se
asienta el poder político y económico, escenario de las interacciones de los
personajes. No se trata de un caso aislado, pues la importancia de la ciudad es
resaltada en el interior de la ficción cuando, entre otras ocasiones, uno de los
narradores comenta su exitoso traslado a Lima “para un curso de inteligencia
contrasubversiva” (Colchado Lucio 2013: p. 23) o cuando más adelante se trata de
hacer ingresar armas provenientes de Huallaga a la capital. En función de estos dos
ejemplos, podemos decir que en Lima se anudan los destinos de los personajes de
la novela, llegados en su mayoría de regiones como Ayacucho o Chimbote.
Colchado Lucio utiliza una narración polifónica en la que se suceden distinto tipo de
narradores. En El cerco de Lima, el lector encuentra hasta cuatro narradores: un
policía, un predicador, un senderista y un narrador heterodiegético focalizado sobre
el mismo personaje senderista. Asimismo, la materia textual es diversa en la medida
en que a la narración en primera o en tercera persona se añaden fragmentos de
diarios personales o transcripciones de emisiones radiales. De esta manera, el
lector se encuentra en un vertiginoso intercambio de voces que no plantean tanto
una confusión discursiva como fricciones, tensiones, conflictos entre los diversos
grupos sociales a los que podemos adscribir cada una de las elocuciones. Los
personajes que evolucionan en el espacio urbano, provenientes de diversos medios
socioeconómicos, suceden sus voces a lo largo del relato. Son voces, sin embargo,
que pese a coexistir en la misma materia verbal, parecen no coincidir dentro del
espacio urbano representado por las elocuciones.
Por otro lado, está el policía de servicio de inteligencia que narra el primer atentado
terrorista con que se inicia la novela. La aparición de este personaje es de vital
importancia. Si gracias a Alcides nos interiorizamos en los cogollos del accionar
senderista, es por medio de este agente encubierto que conocemos el modus
operandi de las fuerzas del orden: su trabajo de espías, su aparente entrega y
desenfado por la causa revolucionaria, sus métodos brutales de tortura y represión,
así como la espada de Damocles que amenazaba con caer sobre sus cabezas si
eran descubiertos. Es notable el capítulo donde se cuenta el origen y desarrollo del
grupo Colina, nombre de un miembro del servicio de inteligencia que llegó hasta las
más altas cúpulas senderista y que murió en manos de sus propios colegas
paramilitares.
Por otro lado, también tiene un rol importante un tercer personaje: el Predicador,
quien viste túnicas y se parece a Jesucristo (barba y cabello largo), siendo portador
de una fe religiosa basada no en un dios supremo ni en el amor a la humanidad,
sino en la vida extra-planetaria, factor allende al orden estatal y a la revolución. Está
convencido de que la raza humana fue creada por seres superiores tanto en
organización política como en constitución biológica. Es más, cuenta haber volado
en un ovni a aquel planeta y ser testigo de la superior vida de tales creadores.
Incluso presenta evidencias que respaldan sus increíbles afirmaciones. Este
personaje aglutina gente en las plazas, arrastra oyentes en los conos de la ciudad
y es respetado por los senderistas, quienes lo ven como un posible foco de difusión
de sus posturas.
Así, exploramos los anhelos y frustraciones de Manuel Rojas Padilla, camarada
Alcides, uno de los protagonistas de la historia, militante que hará un trabajo
importante de bases y adoctrinamiento de los nuevos cuadros. La pregunta a “¿por
qué brotó el terrorismo y tuvo tantos adeptos?”, se responde a través de este
personaje. Es así que trabaja como vendedor de frutas en un mercado, ganando un
mísero sueldo que solo le permite sobrevivir. En la universidad, adonde ingresa
gracias a que unos senderistas preparaban gratuitamente a los postulantes, sufre
un terrible desengaño: advierte quiénes controlan los medios de producción,
quiénes tienen acceso a los altos puestos, a quiénes protege realmente el Estado y
sus fuerzas del orden. Ante ello, con una Izquierda Unida en el parlamento que
discrepaba de sus posturas radicales y a quienes acusan de defensores del sistema,
no le queda más camino que tomar las armas y luchar por el nuevo Estado.
En el acting out, los tiempos hacen implosión, como si uno estuviera de nuevo en el
pasado viviendo otra vez la escena traumática. Cualquier dualidad (o doble
inscripción) del tiempo (pasado y presente, o futuro) se derrumba en la experiencia
o sólo produce aporías y dobles vinculas. En este sentido, la aporía y el doble vinculo
pueden contemplarse como indicio de un trauma que no ha sido elaborado.
La elaboración es un quehacer articulatorio: en la medida en que elaboramos el
trauma (así como las relaciones transferenciales en general), nos es posible
distinguir entre pasado y presente, y recordar que algo nos ocurrió (o le ocurrió a
nuestra gente) en aquel entonces, dándonos cuenta empero de que vivimos aquí y
ahora, y hay puertas hacia el futuro (LaCapra 2005: 42).
BIBLIOGRAFÍA