El concepto es la construcción o imagen mental, por
medio de la cual comprendemos las experiencias que emergen de la interacción con nuestro entorno. Esta construcción surge por medio de la integración en clases o categorías, que agrupan nuestros nuevos conocimientos y nuestras nuevas experiencias con los conocimientos y experiencias almacenados en la memoria.
La formación del concepto está estrechamente ligada
a un contexto de experiencia de la propia realidad; de experiencia individual, cultural, social, etc. siendo de especial importancia la referencia al lenguaje sobre todo referido a la propia lengua, pues mediante ella, el conocimiento tiene la posibilidad de adquirir una expresión oral como habla o escrita y, por tanto, comunicable; lo que le da al conocimiento una dimensión pública, sociológica y cultural.
Por ser la experiencia algo concreto con respecto a un
individuo y, por tanto, subjetiva, única e irrepetible, todos los elementos incorporados a la memoria, tanto de experiencias personales como de cultura, sociedad, y sobre todo de la lengua propia, son elementos interpretadores de la experiencia concreta e influyen de manera decisiva en el proceso de conceptualización.
Las cosas únicas e irrepetibles no se pueden
conceptualizar desde premisas, usando la capacidad de la mente de inferirlos. En este caso, el cerebro ha de recurrir a los sentimientos, emociones y sensaciones y asignar una etiqueta3 para poder aludir de forma inequívoca a la combinación exacta de sensaciones y emociones que nos despertaron la curiosidad de conceptualizar algo en concreto. La imaginación es la facultad psíquica o del alma que hace presentes las imágenes de las cosas reales o ideales. También se dice que es la aprehensión o juicio que no existe en la realidad.