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PUBLICADO: 16/06/2014

El peligro de la gerencia prehistórica en


nuestros tiempos

El entorno empresarial se ha transformado, pero los gerentes


tienden a apoyarse en las mismas prácticas de gobierno que
aprendieron hace años en las aulas universitarias y que han venido
aplicando durante años en sus organizaciones. Opinión Fabio
Novoa.*

Esta presunción es cada vez más evidente si hablamos de la evolución reciente de la


gerencia en el mundo y específicamente en Colombia.

La metamorfosis en el ambiente de los negocios ha sido asombrosa como consecuencia


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de la evolución de diversas variables, cuyos efectos convergen en dos receptáculos


cardinales: el mercado y la competencia.

La dimensión de los mercados muestra cambios drásticos; van desde la relativa


estabilidad de las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado, a la actual situación
caracterizada por la inestablilidad e la impredecibilidad. Por otro lado, la competencia,
ha evolucionado desde los regímenes de protección y posiciones casi monopólicas que
se disfrutaron hace 40 años, hasta la intensa y hostil que afrontamos en la actualidad.
Los dirigentes de hoy se formaron para gestionar en entornos estables y con baja
conpetencia. Este contexto dio origen a un estilo de gerencia que le llamábamos
administración, en donde dirigir era relativamente fácil. A los gerentes se les exigía
resultados que, al no existir competencia, los conseguían aumentando precios o
aplicando prácticas tradicionales de reducción de costos al interior de la organización.
Sin duda, conducir en entornos estables era sencillo y como es simple intuir, muchos
dirigentes vivían en zonas de confort.

Pero el mundo revolucionó. Ahora la competencia es despiadada y ataca por todos los
costados. Los mercados son confusos. Ya no son estables o predecibles, sino cíclicos e
indecisos. Los pronósticos son cada vez más difíciles de acertar y estamos
inmisericordemente a merced de hechos sorpresivos. Para triunfar en estos contextos,
los directivos no tienen más opción que ejercer un liderazgo estratégico.

Sin duda, los actuales entornos que se caracterizan por el cambio, generan desequilibrio
empresarial y los perfiles gerenciales exigen una transformación de inmediato: lo que
fue bueno hace algunos años, será la causa del desastre en el mañana próximo. A eso
que en el pasado fue provechoso pero que ahora resulta problemático lo denominamos
“dirección prehistórica”; a la actual y que debería existir hoy en día la llamamos
“dirección postmoderna” o del liderazgo estratégico.
En la época de la dirección prehistórica, los administradores se destacaban por la
cantidad de horas que dedicaban al trabajo, por sus conocimientos y destrezas
habitualmente adquiridas con la práctica, tenían dominio de casi todos los temas de la
empresa y lo más seguro era que no exitiera mucha rotación y en consecuencia tenían
mucha antigüedad. Y su trabajo fundamental se concentraba en administrar tareas y
operaciones, tomar la mayoría de las decisiones. Presionar a su gente por el
cumplimiento de las metas, ejercer estricto control y al final fiscalizar los resultados.
Pero resulta que el siglo XX fue el imperio del capital y la máquina y el siglo XXI es de
las personas y del entusiasmo. Hoy el poder no reside en el dinero, sino en la gente y en
consecuencia, los perfiles y habilidades requeridas para ser un directivo exitoso deben
reformarse a velocidades colosales.

El gerente contemporáneo debe saber inspirar y entusiasmar a su gente, coordinar


equipos de alto desempeño. Debe, además, tener la destreza de captar el entorno,
manejar simultáneamente la información, la tecnología, la formación de sus
colaboradores y dominar la estructuración de sistemas de recompensas eficientes. En
otras palabras: saber generar, capturar y repartir valor.
Existen características medulares del perfil que necesita el director de estos tiempos
que nos atropellan. A riesgo de ser simplista, describiré las tres que parecen ser las
principales:
• Pensamiento estratégico: La toma de decisiones siempre mira el corto y el largo

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plazo; el análisis toma en cuenta todos los ángulos y puntos de vista de las personas
que serán afectadas con la decisión. Recuerde: toda empresa tiene una misión que no
es más que una promesa al cliente, por lo tanto, el consumidor debe estar en el centro
de sus preocupaciones. No hacer lo que los colaboradores puedan ejecutar, pues ellos lo
harán mejor. Delegar no es abdicar, es conceder responsabilidades, ejerciendo
seguimiento. La capacidad de comunicar es fundamental y comunicar es saber escuchar
a los demás.

• Liderazgo inspirador: Los líderes no controlan, inspiran. Y hoy se trabaja con personas
que poseen más talento y formación que hace tres décadas. Los retos planteados a los
subordinados tienen que ser más amplios y profundos. Muchas personas están
“enjauladas” en puestos que no están diseñados para desplegar su potencial
profesional. Qué lástima... Una organización que no ponga todo el potencial humano a
disposición de su competitividad, no perdurará mucho tiempo.
• Generar pasión y confianza en sus colaboradores: En pocos años pasamos de la
economía muscular, a la economía cerebral y ahora a la economía de la pasión. El
empleado debe saber que sólo sintiendo pasión por lo que hace, estará aportando algo
positivo en la vida de los clientes. Pero la pasión del empleado depende de la que
sientan sus jefes. Los gerentes del nuevo milenio son repartidores de entusiasmo. En mi
sentir, la pasión no es delegable, no es enseñable, no es copiable… es contagiosa

El desenvolvimiento del tiempo en el mundo corporativo es exponencial. Mientras la


historia universal tardó miles de años para pasar de la era antediluviana a la
contemporánea. la prehistoria empresarial solo tuvo lugar hace tres o cuatro décadas.
Esto significa que el desafío de la dirección es transformarse con tal rapidez que pueda
adelantarse a los irrevocables cambios. Quienes no lo logren serán los que llamaremos
los gerentes prehistóricos.

* Director del área de Dirección de Producción, Operaciones y Tecnología de INALDE


Business School, Universidad de La Sabana.

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