Ernesto Laclau es un renombrado teórico de la política cuya ubicación
en el panorama intelectual actual se identifica con el postmarxismo y
la elaboración de un modelo formalista del populismo. Su análisis ha sido calificado, con razón, de original e innovador. Sin desmedro de ello explicaré que durante una trayectoria que ya tiene más de medio siglo su agenda nocional ha persistido anudada a la crítica populista del socialismo marxista. Primero en una concepción politicista y frentista de la política revolucionaria, y luego en un postmarxismo discursivo y populista. Su característica ha sido, entonces, la continuidad de los problemas de un pensamiento. La adhesión a las ideas de Jorge Abelardo Ramos o las lecturas de Gramsci, Wittgenstein y Lacan fueron accesorias a un mismo trance político: el intríngulis de la Izquierda Nacional en su propósito de construir una política transformadora que esté, no obstante, subordinada a un proyecto hegemónico nacional-capitalista encarnado por el peronismo. Por eso la persistencia no se verifica solo en el plano conceptual sino también en el político, donde la supeditación a alguna modulación del peronismo ha constituido la brújula tanto de su crítica de la práctica revolucionaria como de la pretendida lucidez en la construcción hegemónica.