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Los colombianos viven en una profunda crisis pero parecen no

reconocerla o simplemente prefieren permanecer aislados de ella. Y


no es solo por las deplorables y monstruosas condiciones de pobreza
y desigualdad del país sino también la visible pasividad de la sociedad
colombiana ante su situación, la cual contrasta con el manejo de su
situación de sociedades desarrolladas como la francesa o la
norteamericana, e en las cuales el propio Estado y las clases más
pudientes le han aportado a sus respectivas naciones para que allí tanto
el imperio de la ley como la garantía para el pleno ejercicio de los
derechos humanos sea una constante para todos los ciudadanos. En
Colombia hoy se pretende señalar al país vecino como fracasado por la
coyuntura que vive, pero dejando a un lado los distintos hechos que
paralelamente se asocian a un estado de crisis, crisis social, económica
e institucional que mancha la imagen de Colombia desde su interior
hasta los distintos polos que la perciben como mafiosa. Colombia
cuenta con las cifras más preocupantes de la historia, en lo social, en lo
económico y en lo institucional, se abandonó la política de seguridad
sumergiendo el país en una guerra que hoy deja millones de ciudadanos
asesinados, deja miles de desaparecidos y cientos de personas
privadas de su libertad, y hoy, en el nuevo despertar de las ciencias y
la tecnología, en Colombia prefieren darle cabida a la prolongación de
conflictos que a el desarrollo y la creatividad. El hurto a personas cada
día aumenta, los delitos sexuales son cada vez más escandalosos, y
sobre todo a los niños que apenas comienzan a vivir y que ya son
violentados inescrupulosamente de las manera más viles. El
narcotráfico continúa financiando grupos terroristas que desangran el
país en los cuatro puntos cardinales. La economía en desaceleración,
precisamente porque no se le asigna a quienes son más idóneos sino
que dedocraticamente se adoptan modelos atrasados e inproductivos y
se prioriza la polarización y la guerra. El desempleo y la informalidad
abundan y la salud clama asistencia, una situación crítica con
muchísimos déficits que deja de lado la dignidad y valor de la vida de la
persona para funcionar entorno a las mafias y al dinero. La alimentación
está en riesgo a los más necesitados que no encuentran satisfacción a
sus necesidades básicas pero más aún, son excluidos y olvidados por
el resto de la sociedad.
Con este panorama tenebroso pero verídico sale a la luz el rostro de la
Colombia real que se esconde tras un papel que llaman constitución
pero que no es coherente a la realidad.
Otro de los factores que de una manera u otra explican el devenir
nacional es la tendencia arraigada a un conservadurismo a ultranza, la
resistencia al cambio y a cualquier forma de oposición, resistencia a
cualquier intento de rebelión social. Pero la violencia en Colombia se
convierte a la vez en causa y en consecuencia de los males nacionales,
conformando así un círculo vicioso que se repiten intermitentemente y
a veces en forma sistematica, según los intereses de las clases
adineradas, que comandan la patria. Este cuadro de tragedias,
oportunidades fallidas o cerradas, democracia restringida, dictaduras
militares y proscripción de la oposición política fue el caldo de cultivo
que propiciara o profundizara el surgimiento de fenómenos irregulares
o anormales como la guerrilla, el paramilitarismo o el narcotráfico.
Colombia adolesce pues aun de una identidad cultural común, por fuera
de las clases sociales, 200 años después incluso de una Revolucion de
Independencia y de multiples guerras civiles que le han costado a la
patria miles de sus mejores hombres, mujeres y niños. Un asunto hasta
jocoso relacionado con la falta de dignidad de nuestra patria es esa
tendencia extranjerizante de nuestra cultura en el marco de la cual “los
ricos quieren ser ingleses, los intelectuales quieren ser franceses, la
clase media quiere ser norteamericana y los pobres quieren ser
mexicanos”, lo cual demuestra nuestra falta de identidad cultural y de
un pensamiento propio. Hace parte de la mentalidad dependiente del
colombiano, pro-capitalista y hasta trágica, la tendencia a confundir las
causas con las consecuencias o a ignorar las responsabilidades de los
males, tan común este país. Es tal la falta de responsabilidad y la
desfachatez de las clases dirigentes de la patria a la hora de encontrarle
salidas a esta deplorable situación, que se reparten las culpas y se
recarga todo a las voces que buscan el progreso para que
individualmente lleven al éxito a toda la población que mediocremente
prefiere tan solo observar desde lejos el devenir de la patria.
Las amplias brechas entre ricos y pobres que hay en el país no permiten
que el concepto de Justicia irradie para toda la sociedad, porque los
menos favorecidos, terminan siendo igualados a animales sin los
servicios fundamentales para su subsistencia, sin unas condiciones de
vida adecuadas, sin ropa que vestir y con una alimentación mínima y
casi que obtenida a modo de supervivencia, porque habitan en lugares
inhóspitos que ni siquiera las bestias pueden habitar. Pero es tan grande
la capacidad de resilencia de este pueblo que tolera y continua adelante
luchando día a día por mantener un equilibrio en sus vidas y encontrar
la felicidad en medio de las dificultades.
En Colombia un político sincero fracasa, y aunque dolorosamente se
reconoce la honestidad no paga, porque la corrupción está inmersa en
la mentalidad de los colombianos, ese hecho histórico, social,
económico y moral que ha existido a lo largo de la historia de la
humanidad y que desde que la sociedad se divide en clase ha existido
hoy es un fenómeno que predomina en esta, y está muy vinculado a la
falsedad que acompaña a Colombia desde sus orígenes, porque los que
deben aplicar la ley también son corruptos, y por las condiciones
precarias de existencia del pueblo lo obliga a vivir en el rebusque,
entonces muchos colombianos inician su jornada sin tener claridad en
como la desarrollaran y la necesidad agudiza el ingenio, por lo que
desde un vendedor de limones hasta el presidente están robando
porque viven del “rebusque”.

Esto significa que la veracidad de cada cosa ha desaparecido, gran


porcentaje de lo que se presenta en los diferentes planos de la sociedad
es producto de una transformación que busca acomodarse a las
necesidades que exige un sistema capitalista y consumista o también
que obedece a los intereses de entes privados. Cada quien busca
construir su propia verdad, y defenderla, muchas veces a costa de lo
que sea. Para que un país progrese es necesario que todas las ideas
pueden complementarse y contribuir al avance del país.
No se puede negar la tradición de nuestra sociedad y su arraigo al
pensamiento y dependencia de todo lo europeo y norteamericano. Sin
ignorar que somos hijos deEuropa, es preciso que los colombianos se
lancen a la tarea de reconocer nuestra identidad, dehacernos
conscientes de la riqueza de nuestro territorio, con la variedad
natural,étnica y cultural, para construir un orden social justo y
equilibrado y diseñar elproyecto nacional en lo económico, político y
cultural.

El cambio de Colombia debe ser educativo, cultural y ecológico. La


preparación para este camino es dispendiosa no solo en tiempo, sino
en dinero. Los colombianos están dispuestos a cambiar las condiciones
denigrantes en las que viven; pero a nivel de cultura es difícil que
cambien acciones nocivas contra el medio ambiente si ven afectados
sus ingresos al no poder saquear de igual forma los recursos naturales.
La revolución debe partir de estas generaciones, pero el resultado será
aplicable solo para las generaciones venideras, fruto de la nueva
educación producto de la revolución intelectual que debe sufrir el país.
Lo fundamental en cualquier proceso educativo, artístico o político es
construir espacios que permitan la participación de toda la comunidad,
campesinos, indígenas, población Afrodesendiente y de más, en la
interpretación de los discursos y máxime los artísticos y políticos que
son elementos fundamentales en la consecución de la tarea de la
democracia.

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