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JORGE )GONZALEZ ANGULO AGUIRRE ARTESANADO Y CIUDAD A FINALES DEL SIGLO XVIII MEXICO, 1983 228929 Primera edicién, 1988 Produccién: Direccién General icac Secretaria de Educacion Pablica ines y Bibliotecas, Publicado por el Fondo de Cultura Econémica Coordinacién: V. Mattos y A, Torres D.R.© CONAFE Av. Thiers 251 D.R.© 1983, FONDO DE Cur, pace TURA Ec ‘Av-de la Universidad, 975; 08100 Mécco Sree léxico, D. F, ISBN 968-16-1350.3 INTRODUCCIGN La ustoria del trabajo en México durante la Colo- nia, pese a los estudios que existen, est todavia por hacerse. En archivos y bibliotecas hay numerosas fuen- tes histéricas que esperan al investigador interesado en aumentar el acervo de conocimientos histéricos. Este trabajo, basado en lo fundamental en fuentes directas, es un acercamiento a este propdsito; preten- de lograr un mejor conocimiento de la situacién de los productores de la ciudad de México en los albores de la Independencia. Los sujetos del estudio son los productores urbanos y sus organizaciones gremiales; su naturaleza y su dindmica social. El trabajo artesanal y Jos artesanos son aspectos de nuestra historia que salvo excepciones valiosas como Jas de Manuel Carrera Stampa y Luis Chavez Orozco, no han recibido por parte de los historiadores toda la atencién que merecen. En la historia del trabajo se ha preferido a los trabajadores mineros y a los de los obrajes textiles. El interés por una historia que Ie- vara al estudio de los antepasados de 1a clase obrera, ha obrado para que en nuestro pasado se rastreara con abundancia y predileccién a aquellos productores coloniales que al menos formalmente pudieran acer= carse mas a la imagen histérica del proletariado, des- defiando, en mayor o menor medida, otros sectores del trabajo novohispano. Este interés genealégico, explicable y legitimo, ha sido empero un obstéculo para el estudio del artesanado. La visién histérica del z materialismo vulgar lo ha contemplado como un mero lastre, contaminante y negativo para el desarrollo del proletariado y las modernas relaciones sociales capita- Ustas. El historicismo conservador, por su parte, lo ha tratado como el pasado arménico del productorcrea- dor, que sucumbié frente a los embates de las oposi- Giones sociales y que, sin embargo, puede invocarse con nostalgia frente a una realidad obrera en pug- na con los empresarios y sus intereses. De estas dos visiones histéricas, simples y extrémas del pasado colonial y los productores urbanos, es ne. cesario desprenderse. Ninguna de las dos es cierta, aunque en ellas de manera parcial se encuentran ele. mentos verdaderos de Ia realidad hhistérica del trabajo novohispano. _La vida del artesano colonial no fue nunca armé- nica, estuvo sin duda mas vinculado a su obra como acto de creacién personal de lo que lo pueda estar el obrero actual; sin embargo, afronté también un con- junto de problemas, tanto de organizacién gremial, el mercado y la sociedad, como de sus propias dife. Tencias internas, El artesanado colonial no fue nunca un sector homogéneo, y a finales del siglo xvi me- nos que en el pasado; diversas y conflictivas circuns. tancias lo segmentaban y contraponian. No fue tam. Poco un grupo social estancado, capaz de pasar incdlume y sin merma por los cambios econdmicos sociales de finales de la Colonia; al contrario, nume. tosos y significativos fueron los factores y las nuevas fuerzas que desde dentro lo Ilevaron a adoptar con. tomos distintos, particularmente los que rompieron Tas bases en que se sustentaba su organizacion en gremios, Para Ia historia de la clase obrera, el artesanado no 8 puede considerarse como un pasado muerto, cuya de- finitiva agonfa representé en algiin momento del si- glo xix el nacimiento de la moderna clase obrera, En realidad el artesanado es un pasado vivo y lo es en un doble sentido; tanto en el de su cardcter de contem. poraneos histéricos de la clase obrera industrial —par- ticularmente en los finales del siglo xxx y las primeras décadas del actual—, como en la herencia de modos de organizarse, de pensar y hacer, de enfrentarse al capital productivo y al comercial; modos que la clase obrera recogié, modificé y transformé en su propia constitucién como clase. En Ja historia del artesanado puede leerse también la historia de la clase obrera, ya que inclusive en un periodo histérico como es el del siglo xrx son précticamente una sola historia, no sdlo de diferencias y oposiciones sino sobre todo de alian- zas y mutuo aprendizaje. Fl texto lo componen ocho capitulos, divididos en tres apartados. Los tres primeros capitulos presentan una visién general de la produccién, de su cardcter y composicién, y de su reglamentacién gremial; los tres siguientes se refieren 2 los productores artesanales a partir de tres elementos significativos: su distribue cién en el espacio urbano y su papel en la produccién social de ese espacio, la familia y la‘ unidad domésti- ca, y la segregacién étnica en la segregacién social de Ios oficios; los dos capitulos finales se refieren a sus diferencias y oposiciones, y a su dinamica social. Este trabajo se Ievé a cabo en el Seminario de His toria Urbana de la Direccién de Estudios Histéricos del 1ax, como parte del proyecto general que sobre Ia historia de la ciudad de México desarrolla ese Semi- nario. Como reconocimiento necesario, debo aclarar que desde su origen hasta su redaccién final, las su- 9 gerencias y discusiones de todos los miembros del Se- minario contaron enormemente; en buena medida, lo que de positive y novedoso tenga el trabajo debe abonarse a este valioso apoyo intelectual, particular- mente el de la doctora Alejandra Moreno Toscano, bajo cuya direccién académica se originé y trazé la investigacién que aqui se presenta. Jorcz GonzAtez ANGULO AcuIRRE México, D. F., a 31 de marzo de 1982 10 I. IMPORTANCIA ECONOMICA Y SOCIAL DE LA PRODUCCION EN LA CIUDAD Para catiprar Ia importancia de la produccién ine dustrial en la ciudad de México a finales del si- glo xvu, baste mencionar algunas cifras: en 1794 existian 1520 establecimientos dedicados a las manu. facturas y 5211 trabajadores fijos en esos estableci- mientos; contando al duefio del taller, eran 6781 los artesanos* Habia cuatro talleres reales con 7 500 tra: bajadores* y un minimo de 5 000 artesanos cuyo tra- bajo lo realizaban en su propia casa. En resumen, cerca de 20000 personas estaban ocupadas en la pro. duccién industrial. Para valorar esta cifra debe decir- se que en la ciudad habia 120 000 habitantes,* de los cuales unos 40000 tenfan una ocupacién. Esto signi- fica que Ia mitad de la gente ocupada se dedicaba a las tareas industriales. La ciudad entonces no era tini« camente una entidad administrativa y comercial, sino 1 Utilizamos la palabra industria, en su sentido mis genérico, como actividad manual o no de transformacién de productos. 2 cn, Ramo de Bienes Nacionales, “Estado general que com- prende las oficinas y casas de trato”, 1794, legajo 101 (citado en adelante como Censo de 1794). 3 Fabidin Fonseca y Carlos Urrutia, Historia general de la Real Hacienda, impresa por Vicente ‘Torres, México, 1845. Maria Amparo Ros Torres, “La Real Fabrica de puros y cigarros: organizacién del trabajo y estructura urbana”, Alejandra Moreno Toscano (coord.), Ciudad de México, Ensayo de construccién de una historia, wa, México, col. cientifica, nim. 61, 1978. * Acx, Ramo Padrones, censo 1811-1818, vols. 53 2.77. ll también, al término de la etapa colonial, uno de los centros productores de manufacturas mds importantes de la Nueva Espafia. LA CoMPosIcION DE LA PRODUCCION INDUSTRIAL La produccién artesanal en los talleres piblicos Una primera aproximacién a Ja estructura de la pro- duccién industrial de la ciudad de México muestra una gran variedad en su composicién. El censo de 1794% enumera 105 tipos particulares de estableci- mientos industriales, representativos de todas las ra- mas de transformacién (véase cuadro 1). La produc- cién de alimentos, textiles y articulos de cuero son los renglones mds importantes; juntos representan 60% de los establecimientos y 67 % de los trabajadores fi- jos empleados en los talleres pitblicos de ia ciudad. Estos porcentajes indican que el grueso de la oferta de articulos manufacturados en la ciudad se dirigia a satisfacer las necesidades bisicas de la poblacién, es decir, vestido y sustento. Los establecimientos de productos de madera, me- tales no preciosos, cera, impresion, cerémica y jarcia eran el 31% y reunfan al 25% de los trabajadores fijos. Finalmente los establecimientos de metales pre- ciosos y objetos artisticos representaban el 7.8% y empleaban al 7.6 % de los trabajadores. EI cuadro 1 indica una produccién amplia en cuan- to a la variedad de su oferta, que por el cardcter de la “demanda en la ciudad estaba centrada sobre todo en los articulos de consumo basico, con un significative 5 Censo de 1794. 12 Cuapro 1 Nim, Nom . % talleres MAbaja- —ialleres abajo dores eee Textiles 380162825 311 Alimentos ee ele 22.7 Guero 287° 67915.6 13.0 Metales 188 4879. 934 Madera nr 84 Metales preciosos 93 $22, Gil 62 Cera 187 1279.0 24 Pélvora y salitre 838-1068 20 Arte 26 78 17 14 Imprenta y papel 15 6 © 0.99 12 Loza y cristal 18 61 118 12 Jarcia 20 32. 04 Varios 20 9 13 02 Total 1520° 5211 100 100 eae sector de articulos suntuarios. Estas cifras, sin embar- 80, no representan al conjunto de la produccién en la ciudad; sdlo se refieren a los establecimientos pi blicos cuya propiedad es de particulares y a los traba- jadores fijos contratados en esos talleres. El censo de 1794 no recoje a los talleres pertenecientes a la Coron na, todos ellos de gran tamafio y con un elevado mi- mero de trabajadores, ni tampoco incluye a los arte- sanos cuyo trabajo se desarrollaba en sus propios do- micilios, y cuyo nimero en Ja ciudad a fines del si- glo xvi era considerable. 13 Los talleres reales En la ciudad de México habfa a finales del siglo xvut, cuatro grandes talleres reales: la Real Fabrica de Pu- tos y Cigarros, la Casa de la Moneda, La Casa del Apartado y la Fabrica de Pélvora. En el cuadro 2 se recogen las cifras de los trabajadores que empleaban estos talleres de la Corona. Con estos trabajadores, el mimero de ocupados en actividades industriales, que trabajan por un sueldo en los establecimientos dedi- cados exprofeso a estas actividades llega a 12697. El andlisis de la composicién de la produccién de Guapro 2 Administra Trabojadores ores téeni= manuales cos 9 Foley aed Real Fabrica de Puros y Cigarros * 6994 57 7051 Gasa de la Moneda** 375 80 455 Casa del Apartado ** 35 18 3 Fabrica de pélvora °* 80 7 160 is 8 oficiales, 20 rondas y 87 guardas garita * FuENTE: ACN, xamo del tabaco, vol. 241 (1791), facilitado Por Marfa Amparo Ros. ‘** Fusnre: Fabidn de Fonseca y Carlos de Urrutia, Historia “General de Real de Hacienda. Impresa por Vicente Torres, ‘México, 1845, El mimero de trabajadores manuales en Ia Casa ‘Moneda es del afio de 1787, el del Apartado es de 1790, el de los trabajadores administrativos de Casa Moneda y el Apartado es de 1790 y el de la fabrica de pélvora es de 1791. 4 Ia ciudad de México muestra dos cambios sobresalien« tes (véase cuadro 8), En primer lugar aparece un nue- vo tubro, el del tabaco, que comprende a la gran mayorfa de los trabajadores industriales (55.1 %), muy adelante de los otros rubros, ya que el siguiente en importancia, el de textiles, s6lo abarca al 12.8%. En segundo lugar la produccién de metales preciosos al- canza el 5.9% de los trabajadores, superando a los ramos del cuero, metales no preciosos y madera. Resulta lamativo que descontando a los trabajado- res de la fAbrica de puros y cigarrillos, que por su niimero y significado merece tratarse como un fend- Cuapro 8 SE Ni. bese a %. taller: ‘abeie jsallereei ae ee Tabaco 1 6994 0G 58.1 Textil 380-1683 9 128 Alimentos 289 «1184 189 98 Metales preciosos 95 752, «G2 59 Cuero 27 6798S 53 Metales 136). ads Tecaieeg 38 Madera We * Varner 34 Péivora y salitre 84 186.22 15 Cera 157 eeqe ag 1 Ante 26 BOT 6 Imprenta y papel 15 6 1 5 Losa y vidrio 18 a2 5 Jarcia 20 pie ais eS Varios 20 9 13 a Total 1524 12697 100 100 ee ee 1b meno aparte, la produccién de articulos metélicos, par- ticularmente en metales preciosos, sea tan elevada, at grado de rivalizar con la produccién textil en una ciu- dad sin minas ni mineros. Esto no puede explicarse més que refiriéndose a la consabida importancia de la produccién argentifera de la Nueva Espafia y al riguroso control que desde la ciudad de México y a través del ensayaje y acufiacién ejercta la Corona es pafiola sobre “el bien mds precioso de la Nueva Espa- fia”. Lo que importa anotar es el impacto de la pro- duccién minera en una ciudad alejada muchas leguas de los principales centros de extraccién de la plata, afectando significativamente la estructura ocupacional en diversos sentidos, incluyendo por ejemplo, el de Ia organizacién social de los productores; que de los gremios de artesanos de la ciudad de México el de los plateros fuera el més opulenito y en el que la se- gregacién étnica fuera mds rigida, es también una manifestacin de esa influencia. Este panorama de Ja produccién industrial en la ciudad a finales del siglo xvii, sdlo es cierto para los productores de los talleres puiblicos. Si se quiere cone siderar al total de los productores, debe incluirse tam- bién a los que trabajaban en su domicilio. La produccién domiciliaria La proporcién y cantidad de trabajadores domicilia- rios variaba en cada oficio. Algunas actividades in- dustriales eran realizadas en forma exclusiva por este tipo de productores. En Ja rama textil no existfan establecimientos piiblicos dedicados al hilado y la cos- tura de prendas femeninas; estas labores las hacfan en sus domicilios una gran cantidad de trabajadores, 16 casi siempre del sexo femenino. El censo de 1794 sdlo menciona dos hiladurias de seda y ningun taller de costura, cuando por el censo de poblacién de 181° se sabe que en esta fecha existian en la ciudad no menos de 637 hilanderas y 1 018 costureras," cantidad importante si se tiene en cuenta que juntas suman 1645, representando un mimero mayor que el del total de los trabajadores fijos en la rama textil, de acuerdo al censo de 1794. En la rama del cuero la pre- paracién primaria de a piel (lavado y salado) la realizaban generalmente en sus propios domicilios un grupo de mujeres Hamadas cuereras, que vendian pos teriormente las pieles saladas a los ducfios de los talle- res de curtido. Un documento de 1794* menciona a 14 viudas indigenas cuereras, mientras que el censo de 1794 slo menciona a 4 cuererias con 5 trabajadores para toda la ciudad. En otros oficios menores: imagi- neros, rosarieros, peineros, xicareros, etc., la situacin era similar, la elaboracion se hacia generalmente en Jos domicilios de los productores, el producto se ven: dia a los comerciantes, a los duefios de talleres publi- cos, a clientes que encargaban determinado articulo 0 incluso en la calle. Ninguno de estos oficios tenia una organizacién gremial. En los demds oficios industriales, casi todos organi- zados en gremios, se combinaba la produ Uleres puiblicos con la produccién domi proporcién entre estos dos grupos era distinta en cada oficio y dependia de la importancia y costo de las herramientas indispensables, de la demanda de esos productos por los comerciantes del interior, y también 8 Censo de 1811. * Ibid. 5 AAA, Artesanos-Gremios, vol. 382, exp. 16, p. 61. 1 de la politica del ayuntamiento y los gremios frente al trabajo domiciliario, ya que este trabajo era consi- derado como ilegal en los oficios que contaban con una legislacién gremial. El trabajo a domicilio era mayor entre los trabajadores textiles que entre los de metales, donde Ia necesidad de una fragua era inex- cusable, ademas de que el costo de los materiales (hie- 0, plata, oro) era demasiado alto para la produccién Gomiciliaria, 1o que explica, por ejemplo, que el mi- mero de trabajadores fijos en los talleres puiblicos que aparecen en el censo de 1794 sea mayor que el de los herreros que menciona el censo de poblacién de 1811: 403 y $43 respectivamente® Esto no ocurre en otros oficios, como el de carpintero o tejedores, en los que l censo de 1811 enumera una cantidad muy superior de artesanos a los que aparecen en el censo de 1794. Por ejemplo, 1249 tejedores en el de 1811 y 658 en el de 1794, y 729 carpinteros en el de 1811 y 210 en el de 1794, Entre los oficios de la rama textil y en varios otras el crecimiento de Ia demanda durante la segun- da mitad del siglo xvm, combinada con el relativo bajo costo del utilaje productive, impulsd la produc. ci6n artesanal domiciliaria en la ciudad, a pesar de la oposicién de los propietarios de los talleres de gremio. Es dificil precisar el volumen de este tipo de pro- duccién; sin embargo, puede considerarse que en los oficios agremiados alcanza en promedio 40% de Jos trabajadores industriales.** Para lo que aqui intere- ® Genso de 1811, 28 Este cilculo se basa en la comparacién del miimero de ar- tesanos registrados en el censo de 1794, que son los que traba Jan en Jos talleres putblicos, con el mimero de individuos que a Fabrica de fideos Molino de aceit Botonero 35 los de velas de cera; o los entalladores y escultores separados de los carpinteros. Otras, la mayor parte, permanecieron como especialidad dentro del mismo oficio agremiado, distinguiendo generalmente la obra fina de la baladi o corriente. Para la administracién del gremio sus componentes tenfan la obligacién de nombrar diversas autoridades. De acuerdo a la importancia del oficio, el nimero de agremiados y las artes que lo companian, debfan ele- gir veedores, alcaldes, alcalde mayor, veedor general, mayordomos, diputados y acompafiantes. La mayoria de los gremios nombraban dos veedores. Estas eran las autoridades indispensables, encargadas de realizar los examenes de maestria, asistir periédicamente a las casas publicas de los maestros para cerciorarse del cumplimiento de los reglamentos del gremio; debfan Mevar un libro donde asentaran el nombre de los aprendices y el tiempo que servian en las casas de los maestros y realizar a nombre de los agremiados to- dos los tramites “judiciales y extrajudiciales” del cver- po. Los veedores duraban en el cargo generalmente un afio y eran elegidos por los maestros del gremio. El Gabildo, o la autoridad publica que tuviera la juris- diccién legal sobre el gremio, supervisaba la eleccién, multaba a los maestros que no asistieran y expedia el nombramiento a los veedores. En los gremios compuestos por varias artes o espe- cialidades era comtin nombrar uno o varios veedores para cada una de ellas, ademas de un alcalde que tu- viera autoridad sobre el conjunto de los veedores. A diferencia de la eleccién de los veedores, las de al- calde, alcalde mayor o veedor general eran hechas por los veedores, escogiendo a uno de ellos. En algunos 44 Barrio Lorenzot, op. cit; Genaro Vazquez, op. cit. 36 gremios se nombraba también a uno fiantes 0 diputados, con cargo de aux res y facilitar sus tareas.%? Para recoger las limosnas y contribuciones para las fiestas religiosas del patrono de cada gremio y la fies: ta del Santo Angel, en cuya procesién participaban to- dos los gremios, se nombraban mayordomos, quienes ademés tenfan la obligacién de guardar en caja los ingresos provenientes de las multas de los infractores de las ordenanzas.* El gremio estaba compuesto por tres categorfas: los maestros, los oficiales y los aprendices. Los maestros eran los tinicos miembros del gremio que tenfan de- recho a abrir por su cuenta un taller publico, contra- tar oficiales y aprendices, y participar en las eleccio- nes de las autoridades del gremio como electores y candidatos. El maestro debfa poseer una “carta de examen”, vturgada por el Gabildo v la autoridad péblica com- petente, en la que constaba que habia demostrado ante los veedores de su gremio el completo conoci- miento y dominio de su oficio. Para Iegar a esta condicién, el artesano debfa re- correr un camino que se iniciaba en la categoria de aprendiz, trabajando para un maestro examinado y sduefio de taller piblico. El maestro y el padre o tutor del aprendiz celebraban un contrato en el que ambas partes fijaban sus derechos y obligaciones. El apren- diz se obligaba a servir y obedecer al maestro, tan- to en los trabajos propios del taller como en los domésticos. Ei maestro, por su parte, se compro- metia a alojarlo en su taller y casa, suministrindole varios acompa- a los veedo- 22 Genaro Vazquez, op. cit, p. 136. 38 Ibid. p. 137. 37 ademds de vivienda, alimentacién y vestido, y se obligaba a ensefiarle todos los secretos del oficio en el plazo que estipulaban las ordenanzas, extendiéndole al término de este lapso una carta de aprendizaje.2* El maestro artesano mantenfa ante el aprendiz una relacién de tutorfa que iba mas alld de una simple re- lacién de trabajo. El aprendiz cominmente pasaba a formar parte de la familia del maestro, y éste toma- ba a su cargo la educacién moral y religiosa de su pupilo. Por definicién, el aprendiz era un dependien- te del maestro y estaba sujeto a su autoridad, tanto en sus actividades de trabajo como en sus actividades so- ciales. \Al completar su periodo de aprendizaje, el artesano se transformaba en oficial; en esta fase el an- _tiguo aprendiz ya no estaba obligado a prestar servi- cios personales y domésticos al maestro y a su familia, y sobre todo su trabajo dentro del taller ya no era parte de su aprendizaje, sino abajo que debia ser pagado por el maestro. Aunque al terminar su periodo de aprendizaje el no era un conocedor de su oficio, estaba impo- sibilitado para ejercerlo libremente. La propiedad del taller artesanal estaba atin fuera de su alcance, ya que éste era un derecho exclusivo de los maestros artesa- nos. El oficial sdlo podia desarrollar su oficio subordi- nado a un maestro artesano, a cambio de un jornal.® Debia cumplir como oficial un periodo de uno a dos afios,i* antes de presentar el examen que le diera el grado de maestro y el derecho a trabajar por su cuenta. EI completo dominio de las condiciones de trabajo 34 M. Carrera Stampa, op. cit. 35 Ibid, p. 27. 36 Barrio Lorenzot, op. cit. pp. 38, 45, 55, 74, 76, 185, 166; Genaro Vazquez, op. cit., pp. 76-96. 38 y los beneficios derivados de derechos del gremio, de. pendian entonces de una serie de requisitos de apren- dizaje que cada artesano debia cumplir en un plazo variable, de acuerdo a las ordenanzas particulares de su gremio. La subordinacién del artesano al maestro, bajo la forma de aprendiz u oficial, era transitoria; sélo podia alargarse el tiempo que duraba este trén- sito, es decir, ampliando los plazos del aprendizaje o el oficialato. También podia dificultarse median? te el incremento de los costos del examen o exigiendo una fianza antes de abrir un taller publico; empero en cada aprendiz y oficial se reconocia a un miembro del cuerpo gremial y a un futuro maestro artesano. El cardcter manual del trabajo y la naturaleza de la pequefia produccién artesanal, eran los pilares que sustentaban Ia igualdad juridica dentro del gremio, donde jcada uno de los miembros, en sus diferentes categorias, tenfa el derecho, actual o futuro, a la com- pleta propiedad de sus condiciones de trabajo y al monopolio productivo del gremio. Esta circunstancia era la que unfa a las jerarquias del gremio, solidifi- cando su estructura y dejando en segundo plano las diferencias entre las categorfas. UNION DEL TRABAJO Y EL CAPITAL La forma productiva artesanal tiene como caracterls tica esencial la unidad del trabajo con el capital. El artesano es propietario absoluto de las condiciones de su trabajo, tanto del proceso de trabajo como del pro- ducto del trabajo. La cantidad de “capital” necesario para echar a andar la produccién artesanal es muy teducida si se compara con la cantidad de trabajo im- 39 plicado; ademés, en esta forma productiva es el tra- bajo quien organiza y dirige el proceso de produccién. Es decir, todavia el capital no se ha constituido en un elemento auténomo que dirige el proceso produc. tivo y a quien se subordina el trabajo. La escasa divi- sién interna del trabajo es otra caracteristica impor- tante de esta forma de produccién, pues el conjunto principal de los procedimientos y manipulaciones que sufre la materia prima es ejecutado por un solo ope- rador, con elementos mecdnicos reducidos. Esta tenue divisién interna del trabajo permite al productor un mayor control en el proceso de trabajo, lo que a su vez permite un mayor control de la calidad requerida.y Es por estas razones que el trabajo es dominante fren. te al capital; este ultimo no sélo no aparece diferen- ciado del trabajo, sino que incluso es un elemento subsidiario y dependiente del propio trabajo, En la figura del maestro artesano se unen la figura del tra- bajador y cl propictario, y cl predominio del trabajo sobre el capital se expresa socialmente en el hecho de que el artesano es conocido y se reconoce como traba- jador, como duefio de su oficio. La habilidad, la pe- ricia y el conocimiento técnico son las caracteristicas sobresalientes del artesano, y es mediante este domi- nio de su trabajo —Io que no es mds que la conse- cuencia del predominio del trabajo dentro del proceso productivo artesanal— como el productor adquiere la propiedad del producto. Guando en el proceso productive domina el trabajo y es éste el factor que norma el proceso y el ritmo de trabajo, vinculando al producto una determinada ca- lidad que es justamente la de la calificacién propia del trabajador, el productor directo mantiene ligado al trabajo la propiedad del producto. Por esto mis- 40 mo el acceso al proceso productivo no puede ser mediado mas que por el conocimiento y aprendizaje del oficio. La organizacién gremial sustenta y reproduce las caracteristicas econémicas de la produccién artesanal. De acuerdo al privilegiado papel que tiene en ella el conocimiento del oficio, introduce una jerarquia en- tre los productores basada en el proceso de aprendizaje y norma este proceso para regular el acceso de los artesanos a la produccién: estipula que el artesano debe cumplir varios afios de aprendizaje y oficialato,* que el oficial debe demostrar su pericia en un exa- men,'* ademds de que establece y fija la calidad que debe tener cada producto,” para que sélo los que saben hacerlo de acuerdo a ella tengan acceso al tra- bajo, calificando de falsos 0 judios los articulos que no cumplen estos requisitos de excelencia.*®) La orga- nizacién gremial establece asimismo que las viudas de los artesanos tienen derecho a mantener el taller de su en el caso de que contraten a un maes- irlo,® privindolas de este derecho si ani- mosas atin, y vueltas a casar, lo hacen con quien no sea maestro de este oficio.?? La corporacién gremial reproduce la unidad del tra- bajo y el capital, bajo el dominio del primero, cuando x Barrio Lorenzot, op. cit pp. 38, 45, 55, 74, 76, 79, 97, 100, 183, 135, 166: Genaro Vazquer, op. cit, pp. 76, 96, 149. » ibid., pricticamente todas las ordenanzas incluyen 2 Barrio Lorenzot, op. cit, pp. 34, 80, 82, 96, 186, 140, 153, 160. Genaro Vazquez, op. cit., p. 98. 22 Barrio Lorentot, op. cit., pp. 80, 96, 136, 140, 158, 164. Ge- naro Vazquez, op. cit., p. 95. 41 estipula en sus ordenanzas que slo quien es maestro acreditado como conocedor del oficio pueda trabajar- lo y tener taller puiblico,* que sdlo él pueda contratar oficiales y aprendices y también que sélo él pueda ensefiar el oficio.* La organizacién gremial probibe Ia usurpacién del oficio a quien no lo conoce, inclu. yendo a los artesanos de oficios similares ® y en varios casos exige que los maestros no tengan compafifa con mercader u otra persona para que ésta no use encu- biertamente el oficio.** Para evitar que el capital crezca sobre el trabajo el gremio trata de mantener en igualdad de condicio- nes y oportunidades a los maestros; para esto manda en sus ordenanzas que los artesanos se repartan equi- tativamente las materias primas, sin que alguno o al- gunos de ellos las acaparen, privando de materiales a los otros, o se las revendan a mayor precio.** También prohibe a los comerciantes introductores la regatone- ria con estos materiales,?* exige que los maestros no tengan més de un taller,% prohibe que se sonsaque a los oficiales y aprendices,* marca un limite en el ni- 28 Op. cit., requisito generalizado en todas las ordenanzas. 2% Barrio Lorenzot, op. city, pp. 17, 22, 85, 45, 155, 188. 28 Ibid. 26 Barrio Lorenzot, op. cit. pp. 12, 20, 26, 31, 35, 56, 72, 77, 85. Genaro Vazquez, op. cit., pp. 181-132. 27 Barrio Lorenzot, op. cit., pp. 140, 148, 155. Genaro Vazquez, op. cit., pp. 76, 82, 158. 28 Barrio Lorenzot, op. cit. pp. 1, 7, 13, 18, 29, 55, etc, Gena- ro Vazquer, op. cit., pp. 29, 82, 155. 2 Barrio Lorenzot, op. cil., pp. 4, 7, 10, 18, 20, 29, 58, ete. Ge- naro Vazquer, of. cit., pp. 26, 29, 82, 86, 115, 155. 80 Barrio Lorenzot, op. cit., pp. 34, 136, 147, 153, 160, 165. Ge- naro Vazquez, op. cit., p. 82. 31 Barrio Lorenzot, op. cit. pp. 2, 11, 47, 82, 97, 99, etc. Gena- ro Vazquez, op. cit., p. 24. 42 mero de telares por maestro,** también determina el mimero de oficiales y aprendices* pide que cuando algin maestro consiga en remate algtin trabajo lo no- tifique a los demds maestros para que éstos puedan competir con sus propias posturas,* e igualmente im- pide que se sonsaque a los clientes lam:ndolos cuan- artesano.*5 Todas las medidas anteriores, establecidas en las ordenanzas de Jos gremios, tratan de mantener la con- dicién de pequefios propietarios independientes de los productores, defienden al trabajo sobre el capital y mantienen la produccién industrial en el marco de 1a pequefia produccién artesanal. Es por esto que dichas organizaciones son conservadoras y contrarias al cre- cimiento y desarrollo de la produccién, ya que tal crecimiento y desarrollo no significa otra cosa que Ia destruccién del predominio del trabajo sobre el capi- tal y del acceso a las condiciones de produccién me- diante el simple conocimiento del oficio. Para el con- junto de los artesanos de los gremios siempre estuva daro —si no en sus uiltimas consecuencias, si en lo que concreta e inmediatamente los afectaba— lo que significaba para el productor directo la concentracién industrial y el crecimiento de la produccién. 32 Barrio Lorenzot, op. cit, it, p. 153. 48 Barrio Lorenzot, op. cit, p. 45. Genaro Vazquez, op. cit, p. 154. 34 Barrio Lorenzot, op. cit pp. 31, 148. 38 Ibid., pp. 148-154. pp. 45,°177. Genaro Vazquez, op. 43 do van por la calle o estén ya en la tienda de otro UNION DE LA PRODUCCION Y LA VENTA del campo y a venderles cara cambio, frente a Jos compradores de la ciudad, representados por el Ca- bildo, deben negociar el precio de sus productos de acuerdo a la fuerza del gremio y a la del sector espe- dfico al que van destinados sus articulos. Ademés, debian adaptarse a los intereses coloniales que de- finlan como actividad estratégica la extraccién de productos mineros y el comercio ultramarino, activi- dades a las cuales debia subordinarse la produccién manufacturera local. Para que los artesanos pudieran mantener el con- trol del mercado, en las ordenanzas se exigia que en la ciudad sélo se pudieran vender los articulos fabri- cados por los artesanos en “las casas” de los maes- {tros,** con lo que ademés se normaba que los talleres fueran unidades de produccién y de venta, También se prohibia la venta de articulos mandados a hacer por particulares a los oficiales El control del mer cado implicaba impedir que los comerciantes reven- dieran los articulos artesanales; por esto se prohibia que los mercaderes vendieran en sus tiendas mercan- cias fabricadas por los artesanos.© También estaba prohibido que los artesanos trabajaran en casas de mercaderes 0 en casas de particulares,** 0 que estable- cieran alguna alianza comercial con mercaderes; 38 Barrio Lorenzot, op. cit., pp. 1, 7, 17, 19,°28, 30, 84, 54, 68, 76, 81, 90, 94, 96, 98, 99, etc. Genaro Vazquez, of. cit., Pp. 29, 30, 42, 64, 79, 81, 98, 120. % Barrio Lorenzot, op. cit., pp. 70, 77, 108, 107, 126. Genaro Vizguer, op. cit., pp. 112, 115. “© Barrio Lorenzot, op. cit., pp. 23, 24, 29, 30, 87, 108, 125, 126, 182, 136, Genaro Vazquez, op. cit., pp. 25-96. 4 Barrio Loremzot, of. cit. pp. 48, 90, 92, 153, 155. Genaro Vazquez, op. cit., pp. 82, 153, 154. #2 Barrio Lorenzot, of. cit., pp. 56, 140, 148, 146, 155, 158, 165. Genaro Vazquez, op. cit., pp. 76, 82, 113, 115. ‘La otra caracterfstica importante del gremio, y proba: blemente la que mayor atractivo y sentido tenfa para los artesanos, era la de mantener bajo su control el mercado que satisfacian con sus productos, y porque de ello dependia conservar su condicién de artesanos: sindependientes y su acceso directo al mercado. Esto era as{ porque la pequefia produccién artesanal basa. ba su margen de ganancia en una relacién mercantil en la que la oferta es siempre inferior a la demanda, lo cual permitia a los artesanos fijar un mercado mo- nopélico repartido equitativamente entre los produc. tores,° de lo contrario podrfan verse obligados a reducir el precio de sus articulos cuando el mercado se saturara y perder el control sobre la venta. El ta- Her artesanal es una unidad de produccién y de venta que produce para el mercado, pero para un mercado conocido y ofrecido; su produccién va detras de la demanda, no persigue ampliar el mercado, sino adap- tarse a él obteniendo el maximo beneficio unitario y la completa realizacién de toda su produccién.’” La organizacién gremial de los artesanos es lo qui permite a éstos mantener la produccién por debaj de la demanda y mantener unidas la produccién y I venta de sus art{culos; bajo estas condiciones el con- junto de los productores puede enfrentar uno por uno. a los consumidores desde una posicién favorable. La produccién artesanal urbana, cuando domina el mer- cado de la ciudad, define desde su esfera de actividad una relacién-ciudad-campordominada por la primera, ya que tiende a comprar barato a los abastecedores 36 Witold Kula, op. cit., pp. 89-98, at bi 44 45 incluso en algunos oficios se prohibié que residiera juntos artesanos y comerciantes.* También se prohi bia Ia reventa en la ciudad de los materiales qu empleaban los artesanos “ y finalmente se estipulaba que los veedores examinaran los productos traidos de otras ciudades o villas de la Nueva Espajfia, de tal forma que si éstos no cumplian con las normas de calidad impuestas por el gremio, se confiscaran 0 se impidiera su venta en la ciudad. Lograr el control del mercado, rechazando Ia com. petencia entre los productores, era la funcién primor. dial de los gremios; tan era asi que algunos sélo te, nfan como tarea esta funcién, pues en ellos no exis tfan las jerarquias de aprendiz, oficial y maestro como grados que regulaban el acceso a la propiedad de condiciones de trabajo, sino como funciones especia: lizadas del trabajo. Su organizacién productiva n feral del taller artesanal, sino la de una pequeia ma nufactura en la que el trabajo directo era realiza por asalariados, convictos condenados a pagar st faltas con trabajo forzado, o incluso esclavos. El prow pietario del taller no era un trabajador directo, s condicién de propietario se derivaba de su capacida para disponer del capital necesario para abrir el tablecimiento y de la obtencién de una licencia parte de la administracién colonial; su papel dentré del taller se reducia a la direccién y supervisin del trabajo, ayudado de un administrador y un mayor. 48 Barrio Lorenzot, op. cit., pp. 143, 146. Genaro Vazquer, op. cit. p. 82. 44 Barrio Lorenzot, of. cit., pp. 1, 5, 10, 11, 29, 55, 80, 81, 93, 103, 111, 128, 125, 128, 180, 147, 148, 149, 151, 156, 157, 160, 17 203. Genaro Vazquez, op. cit. pp. 29, 82, 96, 115, 155. 48 Barrio Lorenzot, op. cit. pp. 11, 18, 14, 18, 68, 85, 88, 101 123. Genaro Vizquez, op. cit., pp. 26, 42, 64, 67, 117. 46 domo. Estas caracterfsticas eran las de los talleres de panaderia, tocineria y también Ia de los obrajes Iane- 10s. Estos gremios sélo inclufan a los propietarios, y su funcién era la de repartir equitativamente a cada panaderia el abastecimiento de un nimero equitati- vo de trabajadores y expendios de pan,‘ establecer un niimero determinado de panaderias o tocinerfas en la ciudad," y regular la calidad y precio de sus produc tos.## En los obrajes, los productores directos podian examinarse y tener derecho a trabajar por su cuenta, pero el costo de un obraje estaba muy por encima de sus posibilidades reales; éstas se reducfan a abrir un taller con uno 0 dos telares, aunque esta posibilidad era mis cercana cuando corrian juntos en el mismo gremio los tejedores de lo ancho (obrajeros) y los de Jo angosto (sayaleros), y los trabajadores de los obra- jes podian examinarse como sayaleros. Las normas del gremio retinen dos aspectos esen” ciales: el que expresa la unidad del trabajo y el capi- tal de la produccién artesanal, y el que expresa la unidad de Ja produccién y la venta o independencia, de la produccién del capital comercial. El gremio era” en consecuencia una organizacién social acorde con Ja produccién mercantil simple, es decir, un producto de la organizacién econémica de la produccién arte. sanal. En las circunstancias de la colonia novohispa- na y la relacién colonial sus caracteristicas adquirie- ron un significado particular y un desarrollo marcado profundamente por las cambiantes condiciones de la Colonia a finales del siglo xvi. 4 Genaro Vazquez, op. cit., p. 158. 4 Ibid. 48 Barrio Lorenzot, op. cit., pp. 60, 61, 208, 204, 206, 266, 4 Genaro Vazquez, op. cit., p. 112, 47 "de 11 400 telares sueltos, es decir, artesanales, cuando por otras fuentes sabemos que el ntimero de telares en los obrajes no pasaba de 500, es decir, representa- ban el 4.88% del total. En 1794 en la ciudad de México, de 628 que existfan en esa fecha s6lo 28 eran de obraje, el 5.45°% del total. Esto significa que el volumen produotivo y el mimero de trabajadores tex- tiles ocupados por los talleres artesanales era bastante mayor que el de los obrajes. Sin embargo, pese a su importancia, el artesanado colonial es uno de los sec- tores sociales menos conocidos. Por otra parte, la distincién metodolégica y tedrica entre el obraje y el taller artesanal ha provocado una visién del artesanado novohispano que lo reduce a un conglomerado homogéneo y precapitalista, ajeno © incluso contrario a los cambios socioeconémicos ocurridos durante el siglo xvi. La posicién histérica que contrapone al obraje como forma econémica avanzada, con el taller artesanal como forma econé- mica regresiva, esté muy extendida en la historiogra- fia colonial? y ha oscurecido significativamente el estudio de la diversidad interna de la produccién artesanal y los importantes cambios y adaptaciones Ill. LA PRODUCCION ARTESANAL EN LA CIUDAD DE MEXICO Los xstupios histéricos sobre la produccién manufac. turera colonial son escasos y la mayoria contempla esta produccién a partir de la distincidn entre el obra- je y el taller artesanal, La primera de estas formas productivas cuenta con un mayor mimero de estudios entre los que destacan los de Luis Chavez Orozco, Miguel Othén de Mendizabal, Silvio Zavala, Richard Greenleaf, John Supper y otros. En cambio la pro- duccién artesanal, salvo el trabajo precursor y erudito de Manuel Carrera Stampa, se encuentra prictica- mente inédita; s6lo hay pequefios estudios como los de Santiago Cruz, Jestis Muro, Dorothy Tank y otros, todos ellos centrados en la organizacién gremial de los artesanos. La carencia de estudios histéricos sobre este sec- tor del trabajo colonial es lamentable, dado que la duccién artesanal era la mas numerosa y de la que provenia la abrumadora mayorfa de los bienes in- dustriales de la colonia, La produccién de los obrajes s6lo es significativa en el siglo xvi para el ramo tex- til y aun en este caso si comparamos el porcentaje de telares que ocupaban los obrajes con el de los ta- Heres textiles artesanales, deberemos relativicar su peso econémico y social. En 1810 el censo de alcabalas enlista para todo el territorio novohispano* un total en el informe “Del director general de Aduanas al sefior fiscal de ‘Real Hacienda” de 1796 y en los datos que aparecen en Enri- ‘que Florescano ¢ Isabel Gil (comps.). Descripciones econémicas generales de Nueva Espafia 1784-1817, sep-Inatt, México, 1973. Gitado en Roberto Sandoval y Jorge Gonzilez Angulo, “Los tra- bajadores industriales en la Nueva Espafia 1750-1810, De la Cor lonia al Imperio, Enrique Florescano ¢t al., Siglo XXI, México, 1980, pp. 184-192. 2 Como ejemplo de esta interpretacién pueden verse los tex- tos de Luis Chavez Orozco, Historia de México (1808-1936), Pa- tris, México, 1947, Historia econémica y social de México, ensayo de interpretacién, Botas, México, 1938, Richard Greenleaf. 49 1 Este cileulo se basa en los datos de alcabalas que apai 48 que este sector experimenté durante la segunda mi. tad del siglo xvi. LA CONCENTRAGION DEL TRABAJO Y LA ESTRUCTURA DE LOS OFIGIOs Si calculamos el mimero de trabajadores por taller que ocupan en promedio los establecimientos indus. triales de la ciudad, veremos que éste es bastante bajo, Sin contar al propietario, que en la mayorfa de los talleres es también un trabajador directo, el prome- dio es de 3.2 oficiales por taller. Si lo calculamos por rama el nimero también resulta bajo, aunque difiere en cada una de estas ramas. El més elevado es el de la rama de impresin y papel: 5.8 trabajadores, y el més bajo es el de jarcieria y cordelerfa: 0.8, xepar- tiéndose entre estos extremos el resto de las ramas. El promedio de trabajadores por taller, calculado en total y por rama tiene una utilidad relativa, es un indicador de la baja capacidad y concentracién pro- ductiva del conjunto de los talleres de la ciudad, pero no sirve para mostrar la diversidad interna de la pro- duccién industrial de Ia ciudad, ya que cada rama esta compuesta por diversas actividades que guardan. El niimero de trabajadores por taller, en una pro- duccién manual y poco desarrollada, como la que estamos estudiando, es importante y diferenciadora, ya que la capacidad productiva en estas condiciones depende directamente y en gran medida del mimero de trabajadores ocupados por cada unidad produc tiva. 50 » Si se detalla oficio por oficio se encuentra que en [a rama de alimentos las panaderias retinen 11.7 tra- bajadores fijos como promedio, mientras que las pas- telerfas, bizcocherias y confiterias tienen menos de un tabajador por taller. En la rama del cuero los talle- res de curtidurfa, talabarteria y silleria tienen seis trabajadores en promedio, las zapaterias tres y los otros establecimientos sélo Megan a un trabajador. los articulos de madera las carrocerias tienen 11.6 trabajadores, mientras que los restantes no Ile- , dejando de lado a los .jacores, las sastrerias tienen 7, las tejedurias 2.1 y las somnbrererias y tinto- rerias no IMegan a dos. Las salitrer‘as tienen 19 traba- jadores en promedio, mientras que las coheterias s6lo 16. Las diferencias en el ntimero de trabajadores por taller es significativa cuando se comparan las distintas actividades que componen una rama. La mayoria de los talleres tienen, ademés del maestro o propietario, dos, uno o ningun trabajador; en cambio, otros ta- leres alcanzan un mimero mayor: una tejeduria tiene 14 trabajadores, una salitrerfa 22, una panaderfa 25, una carrocerfa $1, una imprenta 21, una casa de matanza 27, dos curtidurfas tienen 12, una sastreria 18. Las diferencias en el grado de concentracién del trabajo entre los distintos oficios tiene que ver con las caracteristicas técnicas y productivas de cada acti- vidad y también con la relacién que guardan entre ‘ellas y cada una con el mercado. Para entender el incionamiento y caracterfsticas de la produccién ar- nal, debemos desechar la idea que concibe 2 estos talleres como unidades aisladas, que no guardan nin- na relacién entre ellas y que se relacionan inde- ndiente y directamente con el consumidor. Esta 51 entre si diferentes grados de concentracién del tra bajo. La fase del hilado estaba en manos de artesanos que en su mayor parte eran mujeres. Salvo un par de hilanderfas de seda* no habia talleres piiblicos de- dicados a esta actividad. El hilado de las fibras se hacia en los domicilios de los artesanos y lo efectua- ban casi exclusivamente con las manos, excepto por un torno de hilar bastante rudimentario. Previamen- te al hilado, el artesano debia despepitar el algodén, o limpiar y cardar la lana. EI hilo de algodén, lana o seda no era un produc to que tuviera un mercado amplio y variado en la ciudad; al contrario, los consumidores formaban un upo reducido, todos ellos artesanos que utilizaban €l hilo como materia prima en sus propios articulos. Ia poblacién urbana no consumia directamente el hilo, ya que no tejfan sus propias prendas de vestir. ‘Los indigenas de la ciudad, hilaban ellos mismos las fibras con que tejfan sus ya desde entonces tipicas jndumentarias. La mayor parte del hilo la compra- ban los tejedores, pues el consumo que hactan los eros y veleros para fabricar pabilo, o los sastres y costureras, era muy reducido. No conocemos descripciones de la vida de las hi- landeras de la ciudad de México en la época que ‘etudiamos; sin embargo, no debe haber sido muy iferente a la que narra José Marfa Naredo® para las ilanderas de la ciudad de Orizaba en las primeras cadas del México independiente. Estas trabajado- s iniciaban su rutina al caer Ja tarde con la com- a del algodén en bruto a los comerciantes. Duran- caracterizacién del artesanado es cierta en much oficios como los mieleros y bizcocheros, jarcieros cordeleros, candileros y alfareros, pero no es cier en muchos otros; sobre todo en los oficios de las mas mas desarrolladas y que mas trabajadores ocupai como la de textiles, la del cuero o la de la mader: En estas ramas hay una divisién social del trabaj més avanzada, en la que la produccién de unos tal res constituye el insumo de otros, de tal manera qi forman una cadena productiva que termina en elaboracién completa del producto, que s6lo hast entonces Iega al mercado de consumo, En estas mas los distintos oficios que las componen form; una estructura que las relaciona y al hacerlo con ciona, de acuerdo a las caracteristicas técnicas y ductivas particulares, el volumen de su produccién, precio de sus mercancias y también el grado de centracién y crecimiento de los talleres. Textiles La produccién textil en la ciudad ejemplifica mucha claridad esta situacién. La rama textil la ponian cerca de 20 oficios distintos, que pod separar por Ia materia prima: seda, lana, algodén, por la parte del proceso que les correspondia. camente se pueden distinguir cuatro etapas prod tivas: la del hilado de la fibra, la del tejido hilo, la del tintado y estampado de los tejidos de y algodén® y por ultimo la de Ja confeccién de prendas de vestir. Aparte de estas fases habia ot manipulaciones especializadas, como el fundid abatanado o el bordado. 8 Véase el cuadro 4 del capitulo I, 52 4 Genso de 1794. 5 José Maria Naredo, Estudio geogrdfico, histérico y estadis- del cantén de ta ciudad de Orixaba, Imaprenta del Hospicio, ba, 1898, vol. 2, p. 16. 53 | de las hilanderas no mantiene vinculos de residencia ‘con estos artesanos.* Lo mas seguro es que resultara ‘mAs caro contratar en las tejedurias jornaleros que se dedicaran a hilar, que comprar el hilo a las hilande- ras, Ast lo sugiere también un fenémeno muy acen- tuado durante la segunda mitad del siglo xvnt en los obrajes de Querétaro, consistente en una tendencia a especializarse en el tejido, abandonando la tarea del hilado a los pequefios trapiches de la ciudad? La actividad de los tejedores constituia la parte central de la industria textil y era ademés la que mayores nexos tenfa con los otros oficios textiles. Estos artesanos estaban divididos por la clase de fi- " bra que empleaban: unos trabajaban con lana, otros con algodén y otros con seda. La separacién entre Jos sederos y otros tejedores fue muy temprana,? en cambio la divisién entre algodoneros y sayaleros apa- recid en las ordenanzas gremiales hasta la segunda mitad del siglo xvitt." Los tejedores de la ciudad uti- lizaban el telar espafiol, cuadrado y de pedales, las ordenanzas de la ciudad prohibfan el telar de cintu- ra, en el que por otra parte no podian tejerse telas grandes. Ademds de la especializacién por fibra esta- ban separados por tipos de tejidos listoneros, reboci- Meros, pafieros y boyeteros, galoneros, tejedores de blondas, etcétera. La produccién de tejidos era una etapa parcial- te la noche, en sus domicilios, despepitaban el a dén; al otro dia, desde el amanecer, vareaban sol una piel de carnero o chivo el algodén alistand para el hilado, tarea que les levaba todo el dia hi ta media tarde, momento en que salian de sus do cilios a vender la hilaza en los sitios donde las es ban los tejedores con sus romanas, Concluida la ve volvian a comprar algodén en bruto e iniciaban m vamente su ciclo diario. / Los sectores mas desvalidos de la poblacién urba del centro del pafs se dedicaban a esta actividad. facilidad con que se podfa acceder a esta activid: impulsaba a una multitud a dedicarse al hilado, q requerfa en esa época de cuatro a cinco hilander por cada telar en uso. Para mantener su rutina conseguir diariamente la fibra en bruto, las hilan ras tenfan que vender prontamente su hilo, de nera que esto limitaba en capacidad para negociar mejorar frente a los tejedores y sus romanas el pr al que vendian el producto de su esfuerzo. Estas dos caracteristicas: la sencillez de las he mientas y los elementales conocimientos técnicos queridos por el proceso del hilado, y un mer monopsénico en el que la oferta supera a la dem: da, determinaron que los artesanos de esta fase ductiva estuvieran subordinados durante la venta hilo a los trabajadores, es decir, a los artesanos ul cados en una fase productiva posterior y en /terminal. El bajo precio a que podian obtener el hilo ha que los tejedores no incluyeran dentro de sus res esta tarea. Aunque en el censo de 1811 es r tivamente frecuente encontrar residiendo en el mi domicilio a tejedores e hilanderas, la gran may uM © Véanse mapas 26 y $0 del capitulo IV. : 1 John Clay Super, “Queretaro obrajes: Industry and Society in Provincial Mexico”, Hispanic American Historical Review, 1976, vol. 56, mim. 2 Roberto Sandoval, Tesis de Licenciatura, mimeo. 's Barrio Lorenzot, op. cit., p. 27 (ordenanza sobre sederos del 55 terminal, tenia venta directa al consumidor, acaqae antes debfa pasar por algunas manipulacio- nes para su acabado, fuera del taller del tejedor; debia fundirse y levarse al batanado, o incorporarle Ja tintura y el estampado. La relacién que existla entre el tejido y el acabado era diferente a la del hilado y el tejido. En el primer caso, el artesano que efectuaba el acabado no compraba la pieza textil al tejedor para venderla por su cuenta después de agre- garle su trabajo; el artesano tintorero o fundidor le cobraba al tejedor por la tintura 0 el estampado de la seda, o por el fundido de sus pafios, pero la pieza tejida permanecta como propiedad del tejedor, quien la vendia al consumidor 0 a los comerciantes que la Hevaban al interior del pais; y también a los sastres, costureras, bordadores y demas artesanos dedicados a la confeccién de vestidos. La Proporta en ane lg jidos eran consumidos por otros artesanos con lea, prima para su 5 trabajo y la proporc ‘ion que era consumida directamente por la poblacién es dificil de calcular; sin embargo, la parte consumida directamente debe haber sido la mayor. Sabemos que buena parte de los tejidos no requerfan ninguna re. laboracién para su uso, salfan del telar como re 20s, jorongos o sarapes; ademds, es factible pensar que la mayoria de la poblacién confeccionaba con las mantas y paflos su propia vestiments, y que los sas tres y costureras que producian para los grupos mi ricos de la poblacién utilizaban en gran proporcién telas importadas. A El cardcter semiterminal de la etapa del tejido permitfa a los tejedores mantener una relacién direc: ta con el mercado de consumo, y no verse obligad a vender exclusivamente a los sastres y costureras, | 56 que habria afectado el precio a que vendfan sus pro- ductos. De todas formas es significativo que las teje- durias tuvieran un promedio de oficiales menor al de las sastrerias. La proporcién de trabajadores en cada taller de las diversas etapas de la industria textil muestra la preponderancia que tenfan las etapas ter- minales sobre las primarias, lo que expresa la impor- tancia que tenfa la relacién con el mercado de cada una de las etapas. La mayor concentracién de traba- jadores por taller en las sastrerias, comparadas con Ja de las hiladurfas y tejedurias, se explica por el cardcter terminal de Ja confeccién, Pero también por los materiales que utilizaba y el tipo de mercado al que se dirigfan sus articulos. Si las herramientas em- pleadas por los sastres eran més sencillas y de menor Gosto que las de los tejedores, el material que usaban era mas caro. E] tejedor desembolsaba inicialmente €l costo del hilo de algodén, lana o seda; en cambio el sastre debfa comprar la pieza tejida, y ademés inver- ta en telas importadas, que eran mucho més caras que las locales. El mercado al que atendian los sas. tres era también diferente al de los tejedores; los pri- meros tenfan como consumidores a los sectores mas ticos de la poblacién, los que se vestian con las casacas, camisas, jubones, capas, etc., que producian los sastres. Los ‘segundos, en cambio, trabajaban para los grupos menos favorecidos, para aquellos a los que los testimonios de la época describen como. semidesnudos, envueltos en algunos trapos insuficien-*” tes y rotos. La division del trabajo entre los oficios textiles implicaba, por su cardcter vertical, una relacién es. tructural, en la que al ocurrir cambios significativos alguna de las etapas del proceso productivo, oca« 57 i odificaciones en la condicién de uno 0 oe “olicios. La apariciOn a finales del siglo de grandes talleres de estampado de tejidos de algo- dén ilustra esta situacién. Durante los dos primeros siglos de la Colonia el estampado era un oficio arte sanal y al parecer exclusivo de los tejidos de seda, pero para la segunda mitad del siglo xvim estaba racticamente extinguido por el continuo decaimien. to de la industria sedera. El estampado de algodén en cambio se hallaba en sus inicios; lo introduje- ron en la Nueva Espafia fabricantes espafioles; a par. tir del ejemplo de la industria inglesa del algodén, donde se desarrollé inicialmente para competir con los artesanos de India, productores de los primeros estampados de algodén que conocié Europa. La aparicién de los grandes talleres de estampar indianillas —mds grandes incluso por el nimero de trabajadores que los obrajes laneros del siglo xvi— afectd a los artesanos tejedores de algodén que produ. cian las indianillas; amplié por una parte el volumen de su mercado, pero por otra los transformé en ma: quiladores de los talleres de estampado, privandolos recto al mercado de consumo. Los com pace de a produccién de los indianilleros eran los propietarios de las fabricas 0 los comerciantes que fungfan como intermediarios y que en ocasiones eran socios de los fabricantes.%* Al monopolizar el mercado de las indianillas podian abatir los precios y con esto estimular la produccién textil domiciliaria, lo que 16 Barrio Lorenzot, op. cit., p. 78. m1 Paul Mantoux, La revolucién industrial en el siglo xvii ilar, Madrid, 1962. a ‘AAA, Comercios ¢ industrias 1801 a 1916, t. 1, mim. exp. 1. 58 Por sus menores costos de produccién, empleo de la mano de obra familiar y ausencia de organizacién gremial de defensa, podia soportar la reduccién de sus utilidades al minimo, cosa que dificilmente po- dfan hacer los talleres de tejeduria gremiales. Es tos, por emplear oficiales asalariados y pagar una renta por su taller, ademds de las pensiones del gre- mio, tenfan costos mucho mayores. De ahi que la introduccién de las fAbricas de estampar indianillas significara una subordinacién de Ia fase del tejido de indianillas al proceso terminal, que més concentrado * y con un capital importante podia reducir el precio de Jos insumos que requeria. Cuero En la industria del cuero, la divisién del trabajo por Oficios era vertical y horizontal, de manera similar a la de textiles. Los oficios se separaban en tres etas Pas verticales superpuestas: salado de las pieles, cur- tido y por ultimo la confeccién; las dos ultimas se dividfan ademds horizontalmente, por la técnica del curtido y el tipo de producto. En varios oficios como los de gamuceros, guanteros y calzoneros no estaba separada la confeccién y el curtido, ya que estos arte- sanos efectuaban los dos procesos; en cambio, los ofi- cios més importantes estaban claramente especializa- dos: los curtidores y zurradores en el curtido, y los zapateros, talabarteros, silleros y guarnicioneros, en la confeccién. La situacién de los artesanos que lavaban y salaban Jas pieles era similar a la de las hilanderas; su mer- cado estaba controlado por los artesanos curtidores, quienes compraban a bajo precio las pieles saladas, A 59 diferencia de las hilanderas, las cuereras sumaban bastante menos que los artesanos de la etapa superior, no s6lo porque cada cuerera trataba diariamente més pieles de las que en el mismo lapso podia cubrir un curtidor, sino también porque se abastecian de picles en el rastro, de acuerdo a la matanza diaria, y ésta no era suficiente para satisfacer la demanda de los talle- res de curtido, razén por la cual se'introducian en la capital gruesas cantidades de pieles saladas del inte. rior, particularmente del Bajio. Los artesanos del curtido compraban las pieles sala- das a los cuereros y a los introductores; después de tratarlas las vendian a los zapateros, talabarteros, silleros, fusteros y guarnicioneros, quienes finalmente confeccionaban los articulos tal y como los consum{a la poblacién. En general, las fases terminales tenian una concentracién de trabajadores mayor que las in- termedias. Las tareas de lavado y salado’se hacian en su mayor parte en los domicilios de los trabajadores. Los talleres de los oficios que reunfan curtido y con- feccién eran menos numerosos que los especializados y tenfan un bajo promedio de trabajadores. El censo de 1794 recoge cuatro guanterfas, un taller de cal z6n de cuero y dos gamucerias; en total siete talleres con 2.7 trabajadores en promedio. Estos oficios aten- dfan a un mercado restringido, lo que explica el corto mimero de estos talleres. Ademds, en este periodo te- nfan que competir con los talleres especializados en el curtido, en los que pese a las prohibiciones gremia- les, se elaboraban varios de los articulos que fabrica- ban los guanteros y gamuceros. En los talleres de curtido y zurraduria se trataban la mayor parte de las pieles. Habia 89 tiendas ptblicas y las curtidurfas tenfan un promedio de 6.1 trabajadores y las zurradu- 60 rias de 4.4. Estos talleres eran los que abastecian a los zapateros y talabarteros. Madera En la industria de la madera la especializacién entre Jos oficios era bdsicamente horizontal, exceptuando a las “fabricas de cola” y a las carrocerfas. Las prime- ras eran cinco pequefios talleres con 2 trabajadores cada uno y de los que provenia la segunda materia prima en importancia para la industria de la madera, Las carrocerias en las que se fabricaban coches carzozas, aunque en principio eran talleres especiali- zados por producto y aparentemente sin relacién con los demés trabajadores de la madera, involucraban en su proceso productivo el trabajo de artesanos de of cios diferentes. Las carrocerias junto con las carpin- terfas son los establecimientos mis importantes, ambas redinen al 60 % de los talleres y al 80 % de los traba- jadores. Los restantes talleres estaban especializados por producto: sillerfas, tabureterias, guitarrerias, tor- herias, cabestrerias, escobillerfas, etc. Ademds de ser pocos, estos talleres tenfan un corto ntimero de traba- jadores por establecimiento; el promedio era de 1.7. Las carpinterias se distinguian de estos oficios sdlo por una mayor variedad en sus productos y por un nimero de trabajadores por taller ligeramente supe- rior: 2.8, Las carrocerfas eran radicalmente distintas tenfan un mimero de trabajadotes por taller signifi. cativamente elevado (11.6) y estaban arganizados como Pequefias manufacturas, basando su organizacién del trabajo en la divisién interna del proceso productivo, en que podian intervenir “hasta 16 oficios distintos” = 13 aaa, Artesanos-Gremic seen ae Ai tennoe Grete vel. 98, exp. 21 pe a ama 61 La relacién que guardaban los carroceros con Ios artesanos de otros oficios era diferente a la que pri- vaba en las otras ramas; aquélla no se establecia a través de la compra o venta de los productos de cada oficio, sino en el mismo proceso de trabajo. Las carro- cerfas contrataban a artesanos de oficios diversos, tan. to a los que trabajaban madera como metal 0 cuero, para que trabajaran a jornal en el taller del carrocero. De esta manera llegaban a reunir en los talleres hasta 30 trabajadores, ademds de aquellos que eventualmen. te contrataban de acuerdo a los encargos que tenia en un momento dado cada carrocerfa. Metales Los oficios que trabajaban metales se especializaban por producto y por materia prima; la divisién mds im. portante era entre los que trabajaban metales precio- sos y no preciosos. Los talleres de productos de oro y plata eran casi tan numerosos como los de hierro y ocupaban un mimero similar de trabajadores, 810 y 358 respectivamente, La mayor parte de los talleres de metales preciosos eran platerias, cada uno ocupaba un promedio de 5 trabajadores. Este grupo de artesa- nos plateros era el mds rico de todos y al que mas estrechamente vigilaba la administracién colonial. De los talleres de metales no preciosos los mas importan- tes eran las herrerias y los bancos de herrar, con 4 trabajadores en cada uno de los 73 talleres, Ademis de estos habfa fundiciones y armerfas. Las latonerfas y hojalaterias que trabajaban el Iatén eran talleres bastante pequefios, con dos trabajadores. Las calde- reterfas que trabajaban con cobre eran muy pocas, aunque tenfan cinco trabajadores cada una. El cobre 62 se obtenia de las minas del pais; en cambio el latén y sobre todo el hierro y el acero se importaban de Es- paiia. La especializacién era sobre todo horizontal y Ja relacién entre estos oficios era minima, como la que existia entre las armerias y las herrerias, o entre un pequetio taller de afinacién de cobre y los caldereteros. Gada oficio vendia directamente al consumidor 0 a comerciantes, quienes a su vez vendian los articulos en el interior del pafs. Para el abasto de la materia prima los herreros y latoneros dependfan de los co- merciantes que traian de Espafia el hierro, en barras “0 labrado, los herrajes, la clavazén y las hojas de la. tén.* Otros oficios La mayor parte de los oficios de las ramas de cerémi- ca, impresion, alimentos, jarcia, etc., estaban especia- lizados horizontalmente; la conexién entre ellos era exigua y poco relevante, como la de los fabricantes de tinta 0 pergaminos con los talleres de impresién y en- cuadernacién. Entre los fabricantes de salitre y cohe- tes se encontraba Ia fabrica de pélvora, la que com- praba el salitre para producir la pélvora que vendia alos coheteros. Las salitrerias empleaban un elevado numero de trabajadores, 19 en promedio. Esta concen- wacién obedecia a que el estanco de a pélvora vendia Ja concesién para explotar el salitre a algunos particu. lares, lo que evitaba que en esta actividad se traba- jara en pequefias unidades. Los fabricantes de velas se dividian en los que trabajaban con cera y los que trabajaban con sebo. En el rubro de alimentacién destacaban las panaderias y las tocinerias; las prime- 44 Inés Herrera Canales, El comercio exterior de México, 1821-1875, El Colegio de México, México, 1977. 63 ras tenfan 11 trabajadores en promedio y los segu dos 5; estas wltimas, ademas de manteca y tocino, fa bricaban jabén. Fuera de estos establecimientos y las 25 casas de matanza con 6 trabajadores cada una, los restantes talleres de la rama de alimentacién eran pequefios establecimientos, con uno o ningéin em: pleado, dedicados a la fabricacién de bizcochos, con- fites, cajetas, obleas, pasteles, soletas y demas dulces_ que consum{a la poblacién de la ciudad. Habia ade mds dos fAbricas de fideos con 2 trabajadores cada una, y 14 molinos de aceite con menos de 2 tra: | bajadores. Las locerfas de la ciudad elaboraban so. bre todo loza corriente, ya que la fina se tafa de Puebla y Manila; también fabricaban la cafierfa que se empleaba en las casas de la ciudad. Ademés habla dos pequefios hornos de vidrio y tres molinos de albas yalde y azarc6n. 7 : La divisién del trabajo entre los oficios industriales de Ia ciudad era sobre todo horizontal, por la mat prima y por el tipo de producto, que se combinab con una divisién del trabajo vertical que en algun: ramas como la del cuero y textiles era la determinan te. Esta divisién del trabajo industrial en la ciudad definia para el conjunto de la produccién una estruc tura que relacionaba estrechamente a los oficios, c dicionando fuertemente las caracteristicas econémi y sociales de cada uno de ellos. Debemos entender que la produccién en la ciudad era un sistema estrue turado y no un conjunto de pequefias unidades pro ductivas semejantes a s{ mismas y completamente de vinculadas. De lo contrario sera dificil entender cémo y el por qué de la diversidad en el nimero d trabajadores por taller en cada oficio, de las posibili dades de ganancia a partir del tipo de producto 64 mercado que atendia cada oficio y también de las po- sibilidades de crecimiento y desarrollo de los talleres ‘industriales de la ciudad. Para explicar’ la diversidad en la concentracién y tamafio de los talleres de los distintos oficios, no es suficiente el criterio de las caracteristicas técnicas de cada uno de ellos; es claro que los instrumentos y ma- teriales que precisa una herrerfa son mas complejos yrequieren un mayor gasto de inversién que los de un dulcero o un peinero; y también es cierto que el oficio de herrero requiere de un grado de conocimien- to técnico que lo coloca lejos del alcance inmediato de cualquier persona, cosa que no ocurre con los ofi- cios de los fabricantes de confites o peines. Sin embar- go, sobre este criterio bisico de las caracteristicas del proceso técnico de la produccién en cada oficio, la “posicidn que estos tenfan en la estructura productiva influenciaba fuertemente las caracte: fsticas econémicas sociales de cada uno de ellos. ‘Los oficios terminales tenian una mayor capacidad concentracién por el hecho de tener un acceso di- ecto al mercado final de consumo y un mayor valor los materiales que empleaban en su labor: sastres, gjedores y talabarteros, carroceros, etc. En la misma ituacion ventajosa se hallaban los oficios que traba- jaban metales preciosos y articulos de lujo, como pla- teros batiojeros, herreros y fundidores./ La amplitud mercado 0 la concesién monopélica de éste incre- entaba el tamafio de establecimientos como pana- erfas, casas de matanza, salitrerfa y tocinerias. En mbio, la especializacién excesiva, que reducfa el rcado que atendfan algunos oficios, aparejaba una ulencia hacia la reduccién en el tamafio de los tax Heres: fusterias, guanterias, boterias, chapinerias, ta- 65 | supervisién y vigilancia, que tendia inicialmente a aumentar los costos y reducir las utilidades, En su contra tenian ademés las dificultades del transporte: ampliar el mercado més alld de su regién significaba sumar a los costos de produccién los del transporte y los gravamenes fiscales por alcabala. No habfa ma- nera de desplazar a los artesanos situados a 100 0 200 kilémetros de distancia —por dar una cilra— si la productividad, los costos y el abastecimiento de mate- ria prima eran semejantes. La circulacién de las mer. canclas artesanales en la Nueva Fspaiia dependia di. rectamente de una demanda regional insatisfecha por Ia produccién local, 0 por diferencias importantes de Jos costos de produccién entre las regiones o los gru- pos productores. Para analizar el margen real de desarrollo y cambio de la produccién industrial de la ciudad al terminar la ctapa colonial, hay que partir de las circunstancias concretas en que se desenvuelve la produccién artesa. nal, comprendidas su diversidad que abarca desde tas Heres con alta divisién interna del trabajo y que fun. cionan como pequefias manulacturas muy cercanas en su organizacién del trabajo a los obrajes textiles, has- fa pequefios talleres donde cada artesano fabrica la totalidad del articulo, desde los que emplean un ele- vado mimero de trabajadores, hasta los que solo em. plean el trabajo del propietario y su familia, desde los talleres piiblicos hasta los domiciliarios, desde los que venden al consumidor y controlan su mercado, hasta los que venden a otro artesano o al comerciante en un mercado que les es desfavorable, incluyendo relacién que guardan los oficios entre ellos y con el conjunto de factores econémicos y sociales de la sonia, bureterfas, tornerias, pergaminerias, cabesterias Los oficios que tenfan una posicién Pom ivisié i a, tenian Vv divisin vertical de cada rama, ance i de consumo, lo que re so directo al mercado de ¢ en Ia reduccién del precio de sus productos a a oficios terminales; esta circunstancia reducia al ia mo el tamafio de las unidades productivas, ins i domiciliarias: hilanderias, de las cuales eran incluso | ras: cuererfas, botonerfas, lentejuelerias, tintura de papel tcétera. ‘ : sya economia industrial basada en la produccién articulos baratos, con poea ganancia unitarity j con un amplio mercado y una amplia pr: x brinda una ganancia total elevada, es ea econémica propia de la revolucién inctanra + pa como la mejor opcién prodictiva aise ai i6 init 1 desarrollo \cién del maquinismo y el rrollo fi ; antes de que {a revolucion industrial eine ji ica i ial, la mejor e ta politica industrial, la eects jbricantes consistia en coloc ara los artesanos y fabrican ‘en coloca th los oficios en que era mayor la ganancia unitaia es decir, en Ios oficios Eeoninalel y ies ace ios, basi jedicados nntuarios, basicamente en los d : de los reducidos grupos privilegiados de la oe jando en un segundo lugar de importancia la tud del mercado, ya que los limites comming la produccién no iban més alld de la aie ie taller con una decena de oficiales. Las posibilidas de incrementar el taller y los trabajadores basind en la técnica artesanal, preponderantemente man no eran muy grandes, implicaban una serie de gas en el local, las herramientas y también en personal 45 Eric Hozsbawm, En torno a los origenes de la revol industrial, Siglo XXI, Argentina, 1975. 66 67 La TIENDA Y EL TALLER Uno de los principios basicos que sostenian a los gre- mios, la unidad de produccién y venta, implicaba que _ Jos espacios donde se producfan y vendian las mercan- cias de los artesanos fueran uno solo, y que los peque- fios talleres-tienda de los artesanos se localizaron cer- a de los consumidores, es decir, en los espacios de residencia de los pobladores de la ciudad. Al mismo tiempo, el derecho exclusivo de venta para los talle- res de los artesanos convertfa a las calles en espacios prohibidos para el intercambio y la venta de estas mercancias. El suelo urbaho, al-ajustarse a estos prin- cipios, adquirfa una forma heterogénea, mezclando todo tipo de actividades y usos, el comercial con el productive y éstos con el habitacional. No existia un requerimiento social para la especia- lizacién del espacio, en consecuencia el espacio pro- ductivo cra practicamente el de toda la ciudad. El mapa I en el que se localizan los talleres puiblicos de la ciudad en 1794, muestra, pese al deterioro social "de la mayoria de los gremios para esta fecha, la persise tencia de esta particular dispersién de a produccién en todo el suelo urbano caracteristica del artesano gtemial, destacindose una mayor concentracién de los talleres en la parte central de la ciudad donde residfan los consumidores de mayores recursos y poder de compra. La instalacién del taller no estaba sin embargo st jeta al arbitrio del artesano: el obrador debia ser una “tienda Mana”, es decir, debfa tener acceso directo desde la calle, tanto para que los veedores en sus obli- gadas visitas pudieran sin obstculos inspeccionar los productos, como para que el artesano trabajara a la 69 IV. EL ESPACIO Y LA PRODUCCION LA PRopucciON artesanal mantenia con el espacio de la ciudad una estrecha y necesaria relacién, no séla porque las caracteristicas téenicas y econémicas de su fuerzas productivas implicaban formas de utilizaciom del espacio acorde con ellas, sino sobre todo porg! su organizacién gremial sostenia y potenciaba est formas de utilizacién del espacio hasta el limite, esta bleciendo una relacién entre produccién y espaci como parte medular de los procedimientos y medi dirigidos a garantizar la sobrevivencia y desarollo la produccién artesanal. El espacio de la producci artesanogremial no era de ninguna manera un ¢ ‘cio libre; estaba, por lo contrario, sujeto a normas procedimientos para su empleo productivo, de tal f ma que s6lo los maestros examinados podian al taller, el aprendizaje del oficio se hacia exclusiva te en el taller del maestro y bajo su control, los tall res de los maestros eran los tinicos sitios de vent ‘rmitidos, los comerciantes no podian revender en. tiudad los articulos manufacturados por los artesa locales, etc, En consecuencia, uno de los efectos iales de la produccién artesanogremial era una p ticular y caracteristica apropiacién del espacio ductivo, que por el peso especifico de 1a produ influ{a fuertemente sobre el contenido social del junto del espacio urbano en Ia ciudad de México, yista del publico, sin esconderse. De esta manera no podia, o por lo menos se le dificultarfa, hacer chapu- yas en sus productos. Los edificios de la ciudad de México se construian de acuerdo a estos requerimien- tos del taller gremial y del comercio menudo. La par- te superior e interior de los edificios tenfa un uso exclusivamente residencial, mientras que los locales de la parte baja que daban a la calle, Ilamados acce- sorias, se dedicaban parajel uso de talleres y tiendas. Estas accesorias eran amplios cuartos con acceso directo desde Ia calle y sin comunicacién con el resto de la construccién; y eran ocupados en casi todas las calles de la ciudad y en casi todos los edificios, por toda suerte de artesanos y comerciantes.? S=s5 he Ses EL TALLER ¥ EL HOGAR Las accesorias no eran exclusivamente sitios de pro duccién y de venta; también servian usualmente como habitaciones de los artesanos, pues para evitar que los maestros hicieran obra falsa a escondidas, se establecta en las ordenanzas que su casa y taller estuvieran lo- alizadas en el mismo espacio, para que ambos fueran inspeccionados por los veedores. También se buscaba 1 Barrio Lorenzot, op. cit. “Que los sederos hagan todas las obras buenas... lo que no hagan sin encerrar...” p. 28, "...Y Jos oficiales hagan Ilanas sus casas...” (cerrajeros) p. 126, Ge- naro Vazquez, op. cit. “"...mandamos Jes hagan sus casas en tiendas Manas... (cereros), p. 30. 2 acn, Ramo Padrones, censo 1811-1818, vols. 88 2 77. 3 Barrio Lorenzot, op. cit. “Que ningin maestro pueda tener telar fuera de su casa...” (tejedora de telas, de oro) p. 75: “Que ninguno de dicho Arte (hiladores y sederos) pueda tener torno alguno fuera de la casa en que viviera, y asistiera. Mara 1. Total talleres 1794 (por cuartel menor). 70 n evitar que los instrumentos del maestro, en su a sencia o con su complacencia, fueran empleados huéspedes o familiares varones ajenos al gremio. Pi esto se prohibia en algunos gremios que el artesano viviera en compafifa de comerciantes o de artesanog de otros oficios, particularmente si eran de oficios afi. nes, Para garantizar la especializacién gremial de los oficios se prohibfa vivir juntos a gorreros con sombre. Feros, 0 a zapateros con curtidores.t En el caso de log orfebres se leg inclusive a exigirles que vivieran so: Jos, sin tener compafiia en sus domicilios.* 7 La mayor parte de Jos artesanos con taller vivia en Jas accesorias. Los mds afortunados rentaban ademas algunas de Jas habitaciones interiores de Ia casa, 0 el total de ésta. Los oficiales, por el contrario, residfan fuera del hogar-taller-tienda del maestro, generalmen. te en los cuartos interiores de los edificios, o también en accesorias; en este tiltimo caso, con vistas a la fu tura conyersién dc la acccsoria en taller. Esta unids entre el espacio de habitacién y el del trabajo otra de las caracteristicas de la ocupacién del suelo pi parte de la produccién artesanal, que inscrita y def dida en la legislacién gremial, servia a los productor para cuidar las normas de especializacién fijadas mantener el monopolio productivo de los maestr y conservar su autonomfa respecto del comercio, El es. pacio asi normado y apropiado por la produccién artesano-gremial, se convertia en una condicién de la produccién y en un elemento significativo para la constitucién y sostenimiento de la organizacién gre- mial. En este sentido se puede decir que la produc. cién artesanal y su organizacién corporativa no s6lo producian mercancias, también producian el espacio y lo hacian dandole un contenido y estructura acor- des con el contenido y estructura de su actividad, transformandolo en una parte constitutiva y funcional de su estructura econdmica y social. El gremio y la produccién no eran el unico grupo y actividad que definian la forma urbana y su conte- nido; la funcién de la ciudad como centro del que partfan las redes del comercio hacia el interior del pais y hacia ultramar, asi como su caracter de capital del virreinato, le imprimfan también caracteres y con- tenidos especificos. El capital mercantil del consulado de comerciantes, por ejemplo, tenfa {uertes repercusio- nes sobre la forma y estructura de Ja ciudad y el es- pacio. Habrfa que analizar los intereses de los distin- grupos sociales y econémicos y su repercusién so- bre el espacio para sopesar el peso e influencia de ada uno de ellos en Ia estructura completa de apro- piacién y produccién social del espacio; sin embar- , lo que aqui interesa es sdlo subrayar un aspecto parcial: Ja relacién entre la produccién y el espacio, rticularmente importante si recordamos que esta ac- ividad involucra a més vecinos que cualquiera otra y jue a finales del siglo xvnt habia en la ciudad por lo jenos 1 500 talleres industriales. La igualdad de los pequeiios productores, defendida el gremio, se controlaba exigiendo que en cada 73 p. 43. Genero Vazquez, op. cit “Que ningtin maestro pueda am- parar telares y ninguna persona ni personas, de cualquier cal dad 0 condicién que sean ni tener telares fuera de su casa... falgodoneros), p. 153. ae ‘no tenga compafifa con ningin sombrerero...” p. 35 y también pp. 47, 111, 122, ; “...Que viva solo teniendo su casa y tiendas, de por si en calle de San Francisco...” p. 143. 8 Ibid. p. 155, 2 >» taller hubiera un maestro y limitando el crecimient de los talleres, y también con el requerimiento inscrito en varias ordenanzas de no instalar un taller en la vecindad de otro del mismo oficio. Estas restricciones ala produccién, pensadas para lograr un reparto equi: pp tativo del mercado, obraban sobre la forma urbana 2 dispersando a los talleres por toda a ciudad: cada taller se repartia algunas calles o manzanas de Ja ciu- dad, haciendo de ellas y sus pobladores su mercado particular. Esta forma de reparticién del mercado funcionaba sobre todo en los oficios, cuyos productos tenfan un mercado més extenso y masivo. Los oficios, que por su excesiva especializacién 0 por producir para grupos sociales mds restringidos no podian repar. tirse zonalmente el mercado, se establecfan uno junto al otro, en una o dos calles, donde los consumidores podian localizarlos cmodamente. En el primer caso estaban por ejemplo los talleres de panaderia (mapa 2), herrerfa (mapa 3), carpinteria (mapa 4), zapate (mapa 5), tocinerfas (mapa 6), sombrererias (mapa 7), hojalaterias (mapa 8) y muchos otros; en el segun caso estaban los orfebres (mapa 9), las imprentas talleres de encuadernacién (mapa 10). Los artesanos congregados en una calle heredabi a éta su nombre; los plateros avecindados por ot nanza en las calles de San Francisco, le dieron el not bre de su oficio a dos de esas calles, y lo mismo ocurri con el barrio de San Pablo, conocido como el barr de los curtidores. La localizacién concentrada de I orfebres era un resultado del celo extremado de corona por evitar el contrabando y la pérdida en quil tos ¢ impuestos sobre los metales preciosos; pero ade més era un resultado del restringido y selecto gruy de compradores que tenia acceso a los bienes de 74 ‘Mapa 2, Panaderias 1794 (por cuartel menor). vi} Sp IB os, od aa Mara 3. Herrerias Mara 4. Carpinterias 1794 (por cuartel menor). 1794 (por cuartel menor). 76 7 Mara 6. Tocinerfas Mara 5. Zapaterias 1794 (por cuartel menor). 1794 (por cuartel menor). 79 78 a Mara 8. Hojalatertas, latonerias y caldereterias 1794 (por cuartel menor). Mara 7. Sombrererias 1794 (por cuartel menor). 80 81 Mara 9, Platerias y otras orfebrerias Mara 10. Imprentas y talleres de encuadernacién 1794 (por cuartel menor). 1794 (por cuartel menor). 82 83 gremio de productores: el de los poderosos y ricos | sonajes de la colonia, razén que no era distinta a I; que provocaba el establecimiento céntrico y concer } trado de Ios libreros, 0 de los comercios de articulos importados. La escrupulosa reglamentacién que pesaba sobre el | espacio la ejemplifica el procedimiento que segufan Jos talleres de herreria antes de establecerse. Para es: tablecer uno de estos talleres se requerfa una serie de investigaciones previas para asegurar que el sitio prow puesto por el artesano fuera adecuado y conforme a Tas ordenanzas, tanto las del gremio que mandaban “que los bancos (de herradores y albeitares) han tener de distancia dos cuadras...”,° como las de I ciudad que prohibian el establecimiento de estos rui dosos y concurridos talleres en sitios donde interru pieran el trinsito o perturbaran con su vecindad iglesias, conventos y escuelas. En 1802 un maest examinado de herrador y albeitar, solicits al Cabil “\..como mejor proceda... que para mi ejercicio halla un lugar en Ia plazuela de las Vizcainas con I: condiciones que se requieren segiin las ordenanzas Jo que acudo a usted para que su bondad se sirva cor cederme la licencia oportuna...”7 En respuesta, Cabildo mand6é hacer una inspeccién del sitio, contrando el enviado que no s6lo me parece a propésito para el asun sino que atin contemplo puede ser itil el que en él ubique, pues a beneficio de ello conseguir se manteny aseado y expedito el consabido lugar, lo cual no suce en el dia por ser en el que se agolpan las mulas y bi © Ibid. p. 155. 7 Aaa, Artesanos-Gremios, vol. 388, exp. 17, p. 10. 84 rros de los vendedores que a aquella plaza concurren sin... que se pueda seguir perjuicio a el vecindario pues siendo junto a la herreria que en aquel paraje también se halla situada, es claro que si el ruido que aquella causa no los ha incomodado menos Jo podria hacer el gue el banco produzca.? De acuerdo con el informe, el Cabildo condicioné la licencia para el establecimiento del taller a que el maestro de la herrerfa ya establecido no se opusiera. Como no hybo inconveniente por parte de este wlti- mo, el solicitante logré el permiso que perseguia. Sin embargo, no todos los maestros veian sin recelo la vecindad de sus competidores; hubo fuertes oposicio- nes y polémicas a este respecto entre varios maestros. LA VECINDAD Y LA LIBRE CONCURRENCIA En 1781 el maestro confitero Jos¢ Romero levanté una queja contra el propietario de un taller de confiteria abierto en la misma calle “...a las cuatro puertas de la mfa...”° Después de un fuerte litigio en el que Romero demostré que su competidor no era maestro examinado, éste fue obligado por el Cabildo a tras- pasar Ja confiterfa a un maestro del gremio, con lo que Romero sélo obtuvo una victoria parcial. En 1791 un duefio de panaderia llamado Gregorio Justiniano, que deseaba transformar su establecimiento en tocine- rfa, se enfrenté a la oposicién del apoderado del gre- mio de tocineros, para quien “esta pretencién aunque ® Ibid, ® Aaa, Real Audiencia-Fiel Ejecutoria-Veedores-Gremios, vol. 3834, exp. 95, pp. 1 y 2 85 res recursos que deseaban establecerse libremente, Jos comerciantes que querian ocuparlo a su albedrio, sino también los terratenientes y los duefios de las construcciones, quienes no podian alquilarlo libre- mente ni convertirlo en una mercancfa libremente di- rigida a obtener su interés econémico. El suelo estaba cargado de trabas y mediaciones para su empleo co- mercial, productivo o residencial. En 1772, por ejem- plo, un curtidor se vio envuelto en un alegato sobre Jo que podfa rentar como almacén y lo que no; los yeedores alegaban que la cercania al zaguén que tenfa el almacén hacfa que este local fuera usado como accesoria para la venta directa al piiblico, cosa que s6lo podria hacerse en el estanco de cordobanes o en el obrador de cada maestro. Pese a los argumentos contrarios del maestro, los veedores lograron que abandonara ese local separado de su obrador. Es claro que al alquilador le molestaba que por estas causas perdiera al arrendatario y que el Cabildo le notificara que “...no la arriende a ninguno para este efec- to...” Es decir, el Cabildo obligaba al propietario del inmueble a rentar, para un uso “comercial”, una parte menor del conjunto y sdlo a aquella clase de comercio que no contraviniera alguna de las multiples ordenanzas gremiales, dedicando en cambio la mayor parte de la construccién para un uso residencial, 0 sea el que menores posibilidades de beneficio ofrecta. La _posicién de los propietarios de inmuebles de la ciudad de México respecto de las restricciones corporativas sobre el suelo y la actitud adoptada por ellos para modificarlas no han sido suficientemente estudiadas en este periodo. Se sabe que los propietarios del suelo =-=— indios = ssf 8 828 RS Grérica 1. Porcentajes de habitacién en varios oficios (1811). 38 aaa, Real Audiencia-Fiel Ejecutoria-Veedores-Gremios, vol. 3834, exp. 93, pp. 30 y 31. 91 os aparecen desligados en el tiempo y desvinculados en su mecdnica, de hecho son parte de un mismo des- ‘qrrollo histérico y obedecen a una misma mecénica “econémica. no eran un grupo social homogéneo, que la propied: estaba muy concentrada y que la mitad de ella per necia al clero, la corporacién mds poderosa de época, que sin duda veia con incomodidad y molesti todo ataque a las corporaciones y a las instituciones y leyes que las sostenian. Lo que puede afirmarse es que la rotura de estas ataduras corporativas que pess ban sobre el uso del suelo se inicié en los tiltim afios de la Colonia, con la destruccién de Ios mios y de las ordenanzas municipales que regulaban establecimiento de los locales productivos y comerci les. También puede presumirse que este proceso que desembocé en la especializacién del suelo en Ia ciud: fue una etapa previa en el posterior proceso de amortizacién de la propiedad inmueble del pais. hecho, la especializacién del suelo urbano, impulsa por el desarrollo mercantil de la economia urbana estimulada por Ia separacidn entre la produccién y venta y la subordinacién de la primera al capital mercial, requeria para consolidarse de la desamorti cidn, es decir, de la privatizacién del espacio. Aung Ja desamortizacién se concretd operativamente hi 1860, desde los primeros afios de Ia vida inde diente se expidieron decretos expropiatorios,"° ciales y muchas veces frustrados por el complejo j go de intereses que en conjunto definié politicament a los grupos sociales més importantes del pais dura te casi todo el siglo x1x. Asi, aunque ambos fend EL ESPACIO PRoDUCTIVO En 1794 la mitad de los talleres piblicos se localiza- ban en los ocho cuarteles menores del centro de la ciudad, abarcando el espacio que corresponde aproxi: madamente a lo que fue la traza original. En esta fecha habla cerca de 1520 talleres*" y de éstos 800 estaban establecidos en esos: ocho cuarteles centrales y 720 en los 26 cuarteles restantes (cuadro 5 y mapa 1). De estés tiltimos, la mayor parte estaba ubicada en el sur de la ciudad, en particular en la zona sur-oriente. La distribucién predominante en el centro de la ciudad no era el patrdn regular de todos los oficios. Los que ejemplifican este patrén de asentamiento eran los de sastrerfa (mapa 11), cererfa (mapa 12), confite- ria (mapa 18), de armeros y relojeros (mapa 14), ta- laberterfa (mapa 15), de carroceros (mapa 16), pin- tura y escultura (mapa 17) y otros. Todos estos oficios tenfan en comtin ser terminales dentro de su rama y tener como consumidores exclusives o principales a los grupos mds ricos de la poblacién. La distribucion del mercado de consumo en la ciudad explica el por qué de esta distribucién. El mapa 18 que localiza a los sirvientes domésticos de la ciudad en 1811 indica nitidamente que los ocho cuarteles centrales compo- nen el espacio de consumo mds importante de la ciudad, ya que en ellos habitan los vecinos de mayo- s recursos y capacidad de compra. 21 Censo de 1794, 19 Maria Dolores Morales, “Estructura urbana y distribu de la propiedad a 1803", Historia Mexicana, México, nim. vol. XXV, enero-marzo, 1976, 20 Jan Bazant, “‘Los bienes de la familia de Hemin Cor! y sw venta por Lucas Alaman”, Historia Mexicana, Mé nim, 2, vol. XIX, octubre-diciembre, 1969. 92 93 — Mara II. Sastrerfas 1794 (por cuartel menor). “ToL feo] "FGI "ore ‘2p we & seupyo se, epuaidmos onb [exus9 opeisy,, ‘s2youo!zu souaiq ap owDy ‘NV FaLNIng seg sox9Te TOL, 604 eEayzed prop onus euoz one ams euoz [uO], 88g SOU eUOZ TeOT, 98 = TOL O1r #1 908 rOL OL THOL, [aol 36 OL, 1g $1 3 0% 83 ry 8 L ve vel IL wm 61 oL Ig ue a 83 99 6 6g 81 8 0g 9% #1 33. 8¢ ‘ Ian aL 68 63 9 08 13. 813 q Lg ar 8% 8 or g % 209 g 83 OL iL 9 a1 ¥% 3 09 1 SOUL [NWN] — SPADTIOL, PUN. SOIL DLN sOUDIPDL JeAWND —sPANIML J}LOND 2qua}10-4ns >quaquod-ing 27U210-40N 24u2}U0E-10N ponjus2 vuoz oo8xpW ap Popny> m1 ap soonand so4ay.rL ¢ oxavng 95 a Mara 12. Cererias y velerias 1794 (por cuartel menor). 8 i E Mara 18. Confiterfas, bizcocherias, melerfas, etc. 1794 (por cuartel menor). 97 jj 'ital ns : Pg | Mara 14. Armerias y relojerias 1794 (por cuartel menor). Mara 15, Talabarterias, guarnicionerfas y fusterias 1794 (por cuartel menor). 98 En la periferia, en cambio, se establecian otra clase de talleres, aquellos que no eran oficios terminales su produccién debfa pasar por otras manipulaciones antes de legar al consumidor final, como los varios oficios dedicados al curtido de las pieles en bruto (mapa 19); los oficios que fabricaban articulos que se Fequerfan como materias primas secundarias para la produccién de otros, como: las salitrerias, las fAbricas de cola, desbaste de alambre y afinacién de cobre {mapa 20), molinos de aceite y alimidonerias (mapa 21), 0 para la construccién de edificios, como las fabricas de albayalde y azarcén, las locerias y hornos de vidrio {mapa 22). También en Ja periferia se localizaban los talleres los artesanos que, como los tejedores (mapa 28), 0 tintoreros y pasamaneros (mapa 24), estaban subor. dos al capital comercial y no tenfan posibilidades establecer cllos misinos contactos con los consumi- es y para los cuales, por lo mismo, no tenia sentido car su taller en la zona mds cara y disputada de la lad. Y finalmente los que como consumidores te- a los habitantes de menores recursos de la cit. l, como eran los pambaceros (mapa 25), RINCONEROS ¥ TRABAJADORES DOMICILIARIOS talleres domiciliarios de los artesanos segufan el 10 patron periférico de los talleres puiblicos que tenfan conexién con el destinatario tltimo de sus luctos. Auingue el censo de 1794 no registra a es. lalleres ubicados en los domicilios de los produc. s podemos tener una idea cercana de su loca. ién precisando las zonas de residencia de estos 103 Mara 18. Sirvientes domésticos 1811 (vivienda). eran ionss ee pee oes if, ey Mara 19, Curtidurfa, zurradurfa, gamuceria, Mara 20. Salitrerias, fAbricas de cola, desbaste guanteria y cuereria de alambre y afinadurfa de cobre 1794 (por cuartel menor). 1794 (por cuartel menor). 104 105 re a | fara 22. Locerias, hornos de vidrio, albayalderias y azarconerias 794 (por cuartel menor). Mara 21. Molinos de aceite y almid almidonerias 1794 (por cuartel menor). 107 Mara 28. Tejedurtas, obrajes Mara 24. Tintorerias y pasamanerfas 1794 (por cuartel menor). 1794 (por cuartel menor). 108 109 pi a aaa teal a tesanos. Las hilanderas, de acuerdo al censo de ‘1811, residian en su gran mayoria en la zona norte de la ciudad (mapa 26), fuera del centro y en una zona de Ja ciudad opuesta a la de los talleres de los te- jedores, cuyos propietarios, como sabemos, eran los que compraban su producto y con los que regateaban el precio. Las costureras, que también trabajaban en sus domicilios, residfan, como las hilanderas, en la periferia (mapa 27), aunque algunas de ellas vivian en los domicilios de las principales familias de la capi- tal, como parte de la servidumbre. La costura, como oficio, proviene de la economfa doméstica, de la cual ariamente formaba parte como actividad de las mujeres de cada familia, Pero a pesar de este origen de que numerosas familias elaboraban por las ma- nos de sus mujeres o de la servidumbre la ropa y el estido- de 1a casa, el alto mimero de costureras vi- jiendo en sus propios domicilios, comparado con el de las que habitan en las ricas residencias del'cen- ffo, apunta a considerar esta ocupacién en estas fe- chas como un oficio consolidado y auténomo dentro la divisién social del trabajo en la ciudad, no omo una extensién complementaria del trabajo y la conomia doméstica. En los oficios de hilanderia y costura todos los rabajadores eran domiciliarios, ya que ‘no existfan lleres puiblicos dedicados exprofeso a estas activida- por lo tanto puede afirmarse que las zonas de dencia eran todas zonas ‘de trabajo. Pero en otros licios en los que coexiste el trabajo domiciliario con [ desarrollado en los talleres pblicos, su ubicacién do se guia por la localizacién de sus domicilios, tan sélo aproximada. Los mapas de las zonas de abitacién de zapateros (mapa 28), sastres (mapa 29), lll Mapa 25. Pambacerias 1794 (por cuartel menor). 110 i f ‘Mara 27. Costureras 1811 (vivienda). Mara 26. Hilanderas 1811 (vivienda). 113 Mara 29. Sastres Mara 28. Zapateros 1811 (vivienda). 1811 (vivienda) is 115 1i4 tejedores (mapa $0), carpinteros (mapa 31), herr (mapa $2), muestran sin embargo que la gran may de los artesanos vivian en la periferia, fuera del ce tro de la ciudad, y en consecuencia alejados tambii del centro se encontraban Ios talleres domiciliari de la generalidad de los artesanos. Més dificil resul precisar la cuantia de este tipo de trabajo, conside do ilegal por Ja legislacién urbana de los oficios para el cual no existe un registro cuantitativo. sabe que en los talleres puiblicos Iaboraban gran pi te de los artesanos, pero no todos ellos. La capaci de empleo del total de talleres pitblicos registrad por el censo de 1794 era bastante menor al mime de artesanos que registra el censo de poblacién 1811, sin que exista indicacién alguna de cambi importantes entre estas fechas en cuanto al nim de artesanos. En el censo de 1811 se registra a 1357 zapater mientras que el de 1794 registra a 645.22 El nim de carpinteros en 1811 era de 729 y en 1794 de 2I en los talleres publicos. Para los mismos aifos hal 393 y 402 herreros respectivamente, 1249 y 508 tej dores y 1 $15 sastres en 1811 contra 817 en 1794. ceptuando a los herreros, en los otros oficios la proporcién es notoria, sobre todo porque el ce de 1811 esté incompleto en 5 cuarteles, mientras q al de 1794 s6lo le falta informacién de uno de dich Cuarteles menores; es decir, que si se contara con total del censo de 1811 y el de 1794 la proporci Mara 80. Tejedores 22 El cileulo de Jos artesanos en 1811, basado en el censo BSL (azepoa) mismo afio, es incompleto en un 20% pues no se localizaron vohimenes del censo correspondientes a los cuarteles 5, 6, 7, 12, 24, 45. El censo de 1794 también es incompleto, ya que no encontxé el folio del cuartel niimero 3. 116 117 Mapa 82. Herreros Mara 31. Carpinteros 1811 (vivienda). 1811 (vivienda). 11g npleados de los talleres publicos, recibfan de estos ‘talleres encargos y tareas para trabajar en sts domi- cilios. En este sentido es de notarse que entre los he- rreros registrados en los talleres de 1794 y los censa- dos en 1811 no haya diferencias significativas, ya que estos artesanos para poder trabajar por su cuenta o por encargo requerian forzosamente de una fragua, Ta que por su costo estaba fuera del alcance de los oficiales. Es por esta causa que entre los herreros no habia trabajo domiciliario y por la cual los ntimeros de herreros que apatecen en los censos «le 1794 y 1811 son coincidentes, No se dispone del total del censo de 1811, sdlo de una muestra de 13 656 individuos, de los cuales el 8.55°% son artesanos, descontando de este porcentaje a los oficios de carroceros, impresores y productores de alimentos. Si consideramos que la ciudad tenia aproximadamente 120000 habitantes en 1811, de acuerdo al porcentaje de la muestra, los artesanos serian 10260. Por otro lado debe considerarse que el censo de casas de trato de 1794, descontando a los carroceros, impresores y artesanos del rubro de ali- mentos, registra a cerca de 5 000, incluyendo a los pro- pictarios de los establecimientos; es decir, esto indica que aproximadamente la mitad de los artesanos no estaban empleados en los talleres que enlista el censo de 1794; la gran mayoria de ellos sobrevivia del tra- bajo domiciliario, de artesanos sin empleo en los talleres ptiblicos au mentaria entre un 10 y 20%, ya que ese porcentaj es el que existe de diferencia entre ambos censos.® EI registro de una importante cantidad de artesae nos sin posibilidades de empleo en los talleres public cos no puede considerarse como un indicador de des. ocupacién entre los artesanos. El hecho cierto de que en oficios como el de los zapateros sélo el 50% de ellos esté empleado en estos talleres no significa ne cesariamente que el restante no trabaje o se emplee en otra clase de actividades. Esta clase de razona- mientos slo puede emplearse en el anilisis de una economia productiva basada en talleres fabriles, en la que el productor directo, por razén de la escala minima que requiere una unidad productiva, no pue- de por su cuenta y en su domicilio trabajar en su oficio. Sélo bajo estas condiciones de desarrollo in- dustrial puede afirmarse que los trabajadores directos sin empleo en los establecimientos fabriles son des ocupados y constituyen una reserva para Ia produc. cién capitalista. En cambio, en una economia pro- ductiva cuyo desarrollo técnico es el del artesanado | y el de las pequefias manufacturas, Jos productores que no eran empleados por los talleres piblicos po- dian uabajar por su cuenta en sus domicilios, siem- pre y cuando no existiera una organizacién gremial de la produccién, o existiendo ésta, fuera incapaz de impedirlo. La documentacién de la época sefiala que esto tlk timo era lo que realmente ocurria con Ia multitud de oficiales rinconeros y contraventores denunciados por los maestros de los gremios y también con los oficiales que sin formar parte de la planta fija de LA ESPECIALIZAGION DEL SUELO URBANO Si se toma en cuenta al trabajo domiciliario en el cuadro de la distribucién especial de la produccién, 121 29 Véase nota anterior. 120 debe dejarse de considerar al centro de la ciud; como el espacio productivo més importante, ya q la periferia de la ciudad era la que albergaba a mayor parte de los espacios dedicados a la produe. cién, como ya lo hacia con la abrumadora mayoria de los domicilios de los artesanos. La expulsién del centro de la ciudad de los locales productivos, a no ser definitiva ni mucho menos completa, estaba en esta época claramente definida, sobre todo en los oficios y entre los productores ligados con mayor fir meza al capital comercial, o entre los que habian sido privados del acceso al consumidor final por el desarrollo de la divisién vertical del trabajo en cad rama. Este proceso de cambio en la estructura d suelo urbano provenia de mds atrds, de media del siglo xvii. En esta fecha, en una zona céntrica de ciudad, conocida como la Alcaicerfa,2* la composici del uso del suelo era predominantemente artesanal, ya que en el censo de 1758 el 64% de los estable mientos eran artesanales. En 1811 los talleres art sanales representaban tan sdlo el 28°%, mientras qi los comerciales habian pasado de 8.8 a 33'%. EI proceso de cambio en el uso de suelo de las tro manzanas que componjan Ia Alcaicerfa es tal v un caso extremo, ya que coincide con una remod cidn fisica de la zona que facilité la transformaci del uso del suelo. Sin embargo, ejemplifica clarament este proceso de disociacién funcional del espacio, qi no es otra cosa que una de las facetas del desarr “mercantil de la economia y de la divisién social del trabajo de finales del siglo xv en la ciudad capital. Como se deduce de lo anteriormente visto, el des- arrollo mercantil de la produccién, a través de la division del trabajo y sobre todo de la subordinacién de la produccién al comercio es lo que separa funcio- _nalmente al espacio de produccién del de venta y expulsa del centro las habitaciones de los artesanos, pata apoyar su especializacién como zona de inter- cambios mercantiles y también lo que lo despoja de Jos preceptos y leyes que lo atan a una economia de pequefios productores independientes organizados gn corporaciones de oficios para transformarlo en un recepticulo libre en el que la capacidad econémica es el medio privilegiado para su obtencién. Este proceso, ya claro a mediados del siglo xvi, lo apresuré la ciudad de México a principios del si- glo xix hasta desembocar en’ una conformacién social de su espacio abierto y receptivo al capital. Este no es el wnico camino histérico posible para la especia -lizacién del espacio urbano y su conformacién capita- lista, pero sf el seguido por nuestra ciudad capital. El desarrollo fabril de una economfa urbana también acttia en este sentido y lo hace con mayor profun- didad, ya que concentra a la produccién en zonas aledafias y periféricas de la ciudad, extinguiendo el trabajo artesanal domiciliario en las ramas en que se desarrolla Ja industria fabril, completando de esta forma el divorcio entre espacio productivo ‘y el de habitacién, merced al desarrollo domiciliario de Ia produccién. 24 Alejandra Moreno Toscano y Jorge Gonzilez, “Cambios = 8 ; En los estudios histéricos tradicionales sobre la con- Ja estructura interna de Ia ciudad de México (1753-1882)", A: tamientos urbanos y organizacién socioproductiva en la his de América Latina, compilada por J. E. Hardoy y R. P. del, star, Argentina, 1977. 122 2 Adriana Lépez Monjardin, Hacia la ciudad del capital: México en la primera mitad del siglo xix, 1980 (en prensa). 128 i f t formacién del espacio urbano se afirma que transformacién funcional y residencial de éste es bida a los estimulos de la densificacién demograti y el desarrollo tecnolégico. En estos estudios el tra miento ecologista y formal de un problema esencii mente social y econémico, se da la mano con u concepcién desarrollista de las economfas urbai que cree descubrir en el simple crecimiento numéri de la poblacién Ia diversificacién de funciones y no Ia conformacién econémica y social de ese congl merado. Este tipo de planteamientos confunde tai bién la forma desarrollada de Ia economia urban, capitalista con su contenido. Para estas teorfas fu cionalistas, en su mayorfa de procedencia estadu dense, la estructura interna de las ciudades moderi (especializadas en su uso de suelo y habitadas estratos sociales segregados zonalmente en cfrcul concéntricos a partir de un centro comercial y fi ciero) se explica por la expansién de la tecnol de la industria moderna, y no por el cardcter capii lista de la economia urbana, que a través de la se racién del capital productivo del comercial y financiero, del desarrollo del trabajo asalariado, Ia concentracién del capital, del crecimiento del cado interno y de otros procesos paralelos, impul y promueve la transformacién de la estructura int na de las ciudades. Transformacién que ademés es ni debe ser considerada como un simple reflej de este proceso general, sino como otro de los proce: sociales que referido a la relacién espacio y soci forma parte integral del proceso histérico de desari Ho de la economfa capitalista, y las ciudades dernas. y. LA FAMILIA Y LA ECONOMIA FAMILIAR EN EL ARTESANADO MATRIMONIO, UNIDAD DOMESTICA Y ESTRUCTURA GREMIAL EN 1811 LA Mayor parte de los artesanos de la ciu- dad de México eran individuos casados y jefes de familia que mantenfan unidades domésticas indepen dientes. La grafica 2 indica el estado civil de los arte- sanos por quinquenios de edad para 1811; pese a que Ja informacién censal no indica con seguridad las edades en las que se casaban y formaban familia Jos artesanos, permite acercainos a una estimacién aproximada. Comparando el porcentaje de casados y ‘solteros por quinquenios de edad, puede observarse que entre las edades de 5 a 19 afios el predominio de Jos solteros es abrumador y que entre 20 y 24 affos el ntimero de casados se incrementa répidamente has- ta invertir las proporciones entre las edades de 25 y 29 afios, en las que la mayorfa de los artesanos (72.7°%) se encuentran casados. La gréfica 3, que indica la relacién familiar dentro de las unidades domésticas de los artesanos, se com- ta similarmente a la del estado civil. También en las edades de 5 a 19 afios predominan los artesanos que no son jefes de familia, y que dentro de la uni- dad doméstica mantienen una posicién dependiente como hijos, parientes o agregados. Esta situacién se 124 125 = GrArica 2. Estado civil de los artesanos por edad 126 GrArica 3. Condicién’ social de los artésanos por edades (1811). 127 invierte a partir de las edades de 20 a 24 afio se completa el transito entre los individuos de a 29 afios, donde la mayorfa de los artesanos son fes de familia y cabezas de unidad doméstica. Las des de matrimonio de los artesanos coinciden as de formacién de unidades domésticas. Con el samiento la mayorfa de los artesanos abandonaba hogar del padre, del pariente o del compafiero, par formar su propio micleo familiar y cambiar ug posicién subordinada en la vieja unidad domésti por la de cabeza de familia en una nueva uni independiente. La estructura artesano-gremial matenia estredk vinculacién con la estructura familiar, enlazando og miiltiples procedimientos el hogar del artesano con taller y su posicién en el gremio con su posicién det tro de la familia. La legislacién que normaba funcionamiento del sistema gremial al mismo tiem que reglamentaba y condicionaba el acceso a la p piedad de las condiciones de produccién artesa “reglamentaba” y condicionaba el acceso a 1a form cién de la familia y de las unidades domésticas; esto no puede considerarse como un efecto colate 0 secundario del orden productivo gremial, sino qi operaba como un requisito mas para el sostenimien del sistema de produccién artesano-gremial, La org nizacién familiar se entrelazaba profundamente ct la organizacién del trabajo, sujetdndose al cardct del sistema productivo y sirviéndole ademis de hiculo y soporte para su permanencia y reproduc En su forma y estructura el gremio reproducia I jerarquias propias de la familia. Montado sob las formas de la estructura familiar, mezclaba ¢ ide ficaba la figura del maestro ‘con Ia del padre y 128 dulto; la del aprendiz con la del hijo y el nifio; y del oficial con la del joven. )De esta manera, al mismo tiempo que el gremio, apoyéndose en la es “ructura jerdrquica de la familia reforzaba y cuajaba propia estructura y relaciones jerdrquicas, brin. daba a aquélla un punto més de apoyo y reconoci- miento. El aprendiz permanecfa como un miembro mas de unidad doméstica del maestro, sujeto a su autori- dad y arbitrio mientras duraba el plazo estipulado del aprendizaje. El oficial, aunque separado de la unidad doméstica del maestro, no podia trabajar por gu cuenta sin antes pasar el examen de niaestria, por lo que debia permanecer subordinado al maestro den- o del taller en tanto Iegaba ese momento. De su Ido como oficial debia sacar el gasto monetario migido para su examen, tanto el que se pagaba Jos veedores examinadores como el de la media gnnata destinado a las arcas de la Corona. Este gasto, fines del siglo xvi, significaba una suma impor- nie Aparte de este gasto, debia cubrir el costo de instalacién de su propio taller, que abarcaba tan- p la renta del local apropiado como la compra de herramientas necesarias. El oficial no era un arte o independiente ni un miembro entero del gremio sia que no obtenfa el examen de maestria, ni tenfa pacidad para votar o ser electo en uno de los car- @s gremiales. Y, sobre todo, sin este requisito no nia derecho a disponer de su oficio y trabajar en su opio taller; en consecuencia, no era tampoco un pmbre “hecho y derecho” ante la sociedad. En su conjunto, las ordenanzas gremiales tendian retardar el matrimonio de los artesanos y la forma: + Manuel Carrera Stampa, op. cit., pp. 203-207. 129 cién de unidades domésticas hasta que los artes alcanzaban Ja maestria en su oficio, identificando posicién jerdrquica en la organizacién productiva Jas jerarquias en la familia y la sociedad. La gréfica 4 muestra las edades, por quinqueni en las que los artesanos de la ciudad de México examinaron de maestros durante 1766 y 1776. P a no corresponder al periodo estudiado, la diferenci de tiempos no es exageradamente grande como pi que no se pueda establecer una comparacién per nente. Del total de artesanos residentes en la cit de México que se examinaron durante ese lapso. 11 afios, el 62.8°% lo hizo a una edad que rebai Jos 80 afios, lo cual contrasta con nuestros datos matrimonio y relacin doméstica, ya que la gran ma ria de Jos artesanos estaban casados y formaban dades familiares propias antes de cumplir esa Sélo una minorfa del total de artesanos, el 213 se examinaron antes de los 24 afios. / Comparando ambas curvas (grdfica 5) resalta claridad cémo la proporcién de matrimonio aum« mucho més ripidamente y ocurre més temprano la de examen y adquisicin de la maestrfa, requi juridico para la apertura del taller y el ejercicio fil € independiente del oficio. Lo que indica la grafica 5 es que la mayorfa de artesanos contrafan matrimonio durante el ofici to, contrariando con esto la tendencia a. retardar matrimonio hasta la maestria de acuerdo al régi . 2A qué obedecta esta prematura form: de familia por parte de los artesanos? Si consi mos que el oficial vivia de su salario y que de debfa sacar un fondo para la adquisicién del gr de maestro, y que el matrimonio y la fundacion 130 $8 8 Rk 8 8B 2 BR Grarica 4. Edades de examen de maestria (1766-177). 131 matrimonios de los artesanos —— % de edades de los ‘exdmenes de maestria =---- 9% de edades de los a a ae 8 882 88 F Ra ES GrArica 5. Comparacién de la edad de matrim y la de examen. 132 a familia implicaba un gasto adicional, podemos snsar entonces que el salario de los oficiales a finales jel siglo xvi era bastante o suficiente para cubrir tos gastos, sin afectar el fondo de ahorro destinado a la maestria y a la fundacién del taller. Sin embar- , todos los indicadores referentes al salario e ingre- de los oficiales artesanos sefialan lo exiguo de éste la miserable y paupérrima condicién de vida de los iciales. Resultaria entonces que, /contra la légica | orden gremial, los artesanos preferian casarse y reducir su fondo de ahorro para st examen, aceptan- do petmanecer como oficiales indefinidamente. La Ita de un espiritu austero y ahorrativo pesaria como na losa sobre las espaldas de los artesanos, provo- indo su miseria/ Ast vista, la conducta de la mayo- de los artesanos parecerfa irracional, precapitalise ae incluso una variante histérica de la moraleja le la cigarra y la hormiga. Sin embargo, habria an- que demostrar que/ el matrimonio representaba fuerte gasto para el oficial artesano y que el régi- en gremial en estas fechas tenia la fortaleza y solidez jue a los maestros examinados. No siempre el matrimonio y la fundacién de un ho- ha representado un gasto improductivo, un satis- ctor deseable sélo cuando el individuo esté en ca- cidad econémica de sostenerlo. El matrimonio y la milia son realidades histéricas cuya determinacién puede generalizarse en el tiempo y en las distintas iedades, Desde el punto de vista histérico es un juivoco metodolégico y conceptual condicionar Ia lad de casamiento y el casamiento mismo a “cierto” ivel de ingreso, considerando falazmente que el ma- imonio y la familia representan invariablemente un 183 j ficiente para no permitir la apertura de talleres mas 9 utilizar parte de su tiempo productivo en ese tipo de tareas. ‘La econom{a familiar 0 doméstica no sdlo_permi- fa al artesano reducir el volumen de su participacién en el mercado de consumo (que el escaso desarrollo de Jas fuerzas productivas de Ia época hacia muy caro), sino que hacia posible que el artesano se dedicara exclusivamente al trabajo productivo, Ademis, repre- sentaba una fuerza de trabajo doméstica que podia ‘emplearse productivamente en el taller sin que esto acrecentara el costo de los productos.| E] taller que se basaba en el trabajo familiar, comparado con los grandes talleres artesanales, donde el trabajo familiar habfa desaparecido o habfa sido reducido a su mini- ma expresién por el trabajo asalariado de oficiales u obreros, tenfa un costo de produccién significativa- mente inferior. Bajo esta perspectiva, el matrimonio y la creacién de una familia por parte de los artesanos no consis- tfa un gasto extra que pesara sobre la economia del roductor, ni tampoco era un suceso contrapuesto a Ia fundacién del taller. Mas bien el matrimonio y la constitucién de una familia estaba fuertemente im- bricado en el proceso de fundacién y funcionamiento de un taller; era un requisito previo o por lo menos simultaneo a la apertura del taller propio, de ese espacio particular en el que confluian el local de vivienda con el de trabajo, en el que se identifica al taller como extensién del hogar y donde se mez aban Jas tareas para el hogar con las tareas para cl taller. gasto no productivo. Caer en este error significa igu Tar, en el anilisis, las sociedades donde 1a separacié entre la organizacién de la familia y la organizaci del trabajo no existe o esta escasamente desarrollady con sociedades donde la economia de mercado h incluido en su esfera de accién valores de uso cre, dos hasta hace poco en la economia familiar, tran forméndolos en mercancias, y reduciendo 1a funcig de la familia a la reproduccién bioldgica de la fucy za de trabajo y en voraz consumidora de mercanct Aceptar esta interpretacién equivale a olvidar o neg lo que representaba la familia hasta hace dos 0 siglos como creadora de valores de uso y apoyo némico del producto directo. | En la ciudad de México, a finales del siglo xvu Ta formacién de un niicleo familiar representab para el maestro artesano bastante mas que una sat faccién sentimental o el cumplimiento de una obli gacién civil y religiosa. La familia y el trabajo domé tico que ésta implica, representaba la diferencia ent um mayor o menor volumen de participacién en mercado de consumo, era lo que separaba la pa del gasto destinada a las necesidades de consumo y productivas del taller. A través de Ja economia familiar se podia gen rar un conjunto de satisfactores cuyo costo no pesa ba sobre el bolsillo del artesano; la organizacién divisién del trabajo familiar ahorraba gastos y g raba bienes y servicios que en otras circunstanci el artesano hubiera tenido que pagar en moneda p su obtencién. Si carecia de una economia famil el artesano, debia pagar por la comida elaborad: por la ropa confeccionada, por la reparacién y vado de la ropa, por el aseo de su morada, etcéter: 134 135 los hijos y esposa del maestro artesano, e incluso con la de algtin pariente agregado al niicleo familiar. Dentro de la I6gica econémica del taller artesanal, donde el costo de la mano de obra constituye un fac or esencial del costo global del producto, disponer una mano de obra familiar no pagada reduce el gosto de produccién de ios talleres que emplean este tipo de mano de obra y consiguientemente aumenta ganancia por unidad, ya que el precio de cada ar- ilo esta fijado por el gremio de acuerdo al costo produccién mds elevado. En 1780, si un maestro furtidor trabajaba una docena de corambres emplean- p oficiales zurradores, tenfa como costos de produc- : 80 reales por materia prima, 9 reales por la no de obra y como ganancia 15 reales la docena, decir, 1.25 reales por pieza. En cambio, si el arte. no trabajaba por su cuenta o utilizando la mano obra familiar, su costo se reducta 2 los 80 reales or Ia materia prima, lo que le brindaba 24 reales de nancia, es decir, 2 reales por pieza? Hay pues una diferencia clara en los costos de pro- uccién y la ganancia entre dos artesanos, ya sea que tilicen 0 no mano de obra asalariada. En un caso salario constituye un elemento que eleva el costo produccién de una mercancfa cuyo trabajo incor- rado es el del asalariado; y en el otro caso el trabajo corporado es el del propio propietario de la mer- incia o el de su familia, que no representa parte costo de produccién ya que en tanto no es trabajo wlariado no es tampoco una mercancfa, sino que s¢ spliega como valor de uso del propio productor cto. Esta caracteristica del taller artesanal, que combina ‘TALLER FAMILIAR Y TALLER DE ASALARIADOS En estricto sentido podemos decir que habia dos tipos de talleres artesanales si atendemos a los costos de produccién: uno es el taller artesanal en el que Ja mano de obra familiar constituye, junto con la del artesano, la fuerza de trabajo esencial y fundamental _ dentro del taller, y el otro es aquel donde Ia mano de obra familiar es mula 0 marginal dentro del taller, que ocupa preferentemente asalariados y oficiales, Aunque aparentemente la diferencia es cuantitativa, es decir, talleres grandes y talleres pequefios, existe una diferencia importante que los separa diametra mente, Se han sefialado repetidamente los efectos radicales que introduce en una organizacién productiva la ex cala en que ésta se desarrolla. Marx, al referirse a I; manufactura, sefiala cémo el simple aumento en mafio de una organizacion artesanal conlleva un organizacién del trabajo manufacturera, que profu diza y amplia la divisién del trabajo. A finales del siglo xvm, en Ia ciudad de México, no se ha Hegado a este nivel en la mayorfa de los talleres artesa les, donde el volumen y la cantidad de trabajado concentrado promovieran cambios sustantivos en la divisién interna del trabajo y en el proceso de pro duccidn. Sin embargo, debemos distinguir, en térmi- nos de Ja racionalidad econémica del taller gremial, el taller familiar del taller con mano de obra asalariad gremial. El taller familiar era el mds numeroso; en estos ta Heres donde no existian oficiales, la fuerza de trabajo disponible no se reducia a la del maestro artesano sino que ésta era activamente complementada con 136 # Aaa, Artesanos-Gremios, vol. 882, exp, 10, p, 69. 137 la mano de obra asalariada del oficial con la m de obra no asalariada del maestro propietario d obrador, la familia y los aprendices de éste, sep radicalmente a esta forma productiva de la man factura o la industria, También introduce distincion y separa a los talleres artesanales de acuerdo al pi dominio dentro de la organizacién del trabajo sanal de la mano de obra asalariada 0 la no asal da, es decir, de la proporcién en que cada ta participaba dentro de un mercado de trabajo a lariado determinado por Ja estructura de la prod cin artesanal. El crecimiento de los talleres grande 7 fortalecia y ampliaba Ia fuerza de trabajo asalariad y por el contrario, los talleres actuaban contra ¢ tendencia reduciendo la amplitud y el crecimi de un mercado de trabajo asalariado en el sector las manufacturas urbanas. ia de Lorenzo Evia, quien declaré en 1777, motivo de una disputa c n 1 Ps pi mn los veedores de su que mi oficio es sayalero heredado de mi u ) es sayalero he le mis padres y el mismo que han ejercido mis hermanes que’ sot cinco, pa Iai Padre fue don Antonio Evia... duefio de tela ee le ancho y angosto y de tanta ani : le an : igtiedad como que I ejercité atin antes de las reales ordenanzas, y entre lov taestros que ha habido en este gremio lo han sido dos le los dichos mis hermanos notoriamente conocidos.¢ No s6lo los hijos varones trabajaban en el tall mniliar, también las hijas de los artesanos aprendie. on el oficio trabajando con sus padres, y tambien s trataron de mantener activo el obrador a la muerte del padre, enfrentando siempre In palette de los veedores que insistian en que sdlo los m cx eminadas: podian tener a su car ey io, Ilustrativo es el caso de Tega Véles nif FF LA MUJER Y LOS HIJOS DEL ARTESANO n maestro zurrador que en 1778 declaré Testimonios de artesanos de la época demuestran participacién que los hijos del maestro artesano nfan en la vida productiva del taller. Era frecu te que los hijos mantuvieran 1a produccién del ler a la muerte del padre, dedicandose ellos t a la manufactura. La legislacién gremial ap esta tendencia, favoreciendo a los hijos de los sanos mediante la reduccién del periodo de apt dizaje y concediéndoles varios afios de plazo p recibirse como maestros mientras prosegufan obrador del padre fallecido.t Esto ocurrié con pee a pales el citado mi padre que haré tiem. ce afios, me he mantenido también doncella que esté en mi hia Sie ci am . compafifa en dicho ejer- cicio, trabajando en el mis Be ao Gide, trabajando en el mismo obrador algunos cueros de La artesana se quejab: i sjaba ante el or del gremio de rurradores tS We & ---me ha molestado bastante, estrechindome a que si no ‘me caso it con algiin maestro examinado, o examino de mi 3 Barrio Lorenzot, op. cit, pp. 39, 45, 48, 76, 90, 102, 166, Genaro Vazquez, op. cit, pp. 4, 95. 138 4 AAA, Artesanos-Grer Pee -mios, vol. 382, exp. 10, p. 35. 139 jdades productivas, al grado de que los promotores de la industria fabril mexicana al enumerar las ven- tajes de sus talleres sefialaban como originalidad y novedad que éstos permitian a las mujeres incorpo- rarse al trabajo productivo, la verdad es que la mujer munca estuvo apartada de esta actividad, Su partici- pacién fue importante y significativa, s6lo que poco visible porque estaba subordinada en calidad de auxi- liar, bajo la autoridad- del maestro artesano, como hija 0 esposa de éste, como parte coherente de Ia ssubordinacién més amplia y general de la mujer en fa sociedad y la familia novohispana. cuenta a alguno que corra con el obrador, me lo ha cerrar y embargar lo que estuviere en el...¢ Los gremios de artesanos estaban compuestos por hombres y en ellos la mujer estaba subordinada aj varén; por esto la mayor parte de las mujeres que se dedicaban por su cuenta a las actividades produg tivas en Ia ciudad, lo hacian en los oficios que clan de organizacién gremial, como los de costura, hilado de lana y algodén, salado de cueros, o en elaboracién de cigarros y puros en la fabrica de taba co. Unicamente en estos oficios podian dedicarse I bremente a las actividades manufactureras, En oficios agremiados, cuando Hegaban a poseer un’ Her, era porque lo habian heredado del marido padre difunto, y su conservacién dependia de dos con diciones: una consistia en colocar a un maestro de gremio al frente del obrador y la otra en no casars con nadie que no fuera del gremio, ya que entonce perdfa todo derecho.t La organizacién gremial separaba por sexos a trabajadores; las mujeres eran consideradas como una fuerza de trabajo auxiliar del artesano varén, per nunca como posibles titulares del oficio, de acuerda con la organizacién y estructura de Ja familia patti monial de la época. Pese a que la apariencia de I produccién artesanal era la de estar constituida ca exclusivamente por varones y que no fue sino hi la aparicién de las fabricas textiles en el siglo cuando el trabajo femenino se difundié en las act La ECONOMIA FAMILIAR os testimonios de los artesanos de la época sefiala- ban claramente que Ja econom{a familiar era parte importante de la organizacién productiva artesanal destacan que los talleres pequefios dependian de a economia familiar, que era pricticamente indis- inguible de la propia economia productiva del taller. ‘Una expresién de este fendmeno es la de la categoria sanal de “aprendiz”, que no es otra cosa que una ‘extensién” del hijo en la familia del maestro arte- sano; es decir, representa a un trabajador que no recibe salario por su trabajo, que forma parte de la unidad doméstica del artesano y esti obligado a pres tar servicios tanto productivos dentro del taller, como domésticos dentro del hogar, siendo educado por el maestro artesano, hasta alcanzar la categoria de “ofi- cial”. Mientras no ocurre ese ascenso y cambio de ategoria, el aprendiz realiza su labor, dentro de la economia del taller, como mano de obra familiar; 141 6 Ibid. 7 Ibid., vol. 382, exp. 10, p. 49 y vol. 388, exp. 21, p. 5 \Véase también Barrio Lorenzot, op. cit., pp. 80, 96, 136, If 158, 160. 140 desempefia un trabajo que no cuenta como productivo, La familia jugaba un papel destacado dentro de onganizacién del taller artesanal. Gracias a ella el tesano que inauguraba su taller podia competir enfrentar a los maestros de los talleres grandes e i portantes. La diferencia de costos por unidad q resulta de utilizar mano de obra no asalariada, mitia a los pequefios talleres sobrevivir frente los mas grandes. Slo més tarde, cuando el maestro artesano aumentaba su participacién en el mercadg y necesitaba aumentar el volumen de su produccién, contrataba aprendices y oficiales, introduciendo d tro del taller una fuerza de trabajo distinta a la suy y ala de su familia, que si por un lado incremental los costos por unidad, por otro le permitia elev: sensiblemente la produccién global y aumentar s ganancias totales. ¥ El tamafio de la unidad doméstica que enca ban los artesanos tenia en promedio 5 miembros, mimero relativamente alto si recordamos que més 50% de los artesanos tenfa menos de 30 aiios. cilra puede también compararse favorablemente con las 4 personas que en promedio componian las uni dades domésticas de los cigarreros, que como sabe sélo en minima parte y s6lo las mujeres, podian tr: bajar en sus domicilios y emplear en su oficio el t bajo doméstico® En realidad el predominio de | oficiales en el conjunto de los artesanos, el ¢ pleo comin del trabajo domiciliario y por enca los propietarios acaudalados y comerciantes, ten- ja a multiplicar las pequefias unidades familia. s, compuestas por matrimonios jévenes que hacian ide sus hogares pequefios talleres familiares. Entre jos distintos oficios las diferencias no eran demasiado andes; en cambio s{ habfa diferencias considera- les en el tamafio de la unidad doméstica cuando rariaba la calidad étnica del artesano jefe de familia. En cuatro oficios artesanales (tejedores, zapateros, pin- tores y plateros), las unidades domésticas promedio de espafioles eran de 4.6, de 4.7 en las castas y de 5.6 en los indios»° Esta disparidad probablemente se pueda explicar recordando que los artesanos indige- has tenfan en promedio edades mayores a las de los artesanos espafioles o mezclados, y también debid intervenir la particular y vital funcién que jugaba la milia en la cultura indigena. La grafica 5 muestra cdmo a finales del siglo xvun y principios del 21x los artesanos se casaban durante el oficialato, sin esperar a adquirir el grado de maes- tria; este fenémeno es un claro indicador de la debi- lidad del régimen gremial para mantener su estruc- tura jerirquica y sujetar a sus reglas el acceso del productor a las condiciones de su trabajo. Adems, muestra cémo la edad de matrimonio y la formacién de unidades domésticas artesanales seguian de cerca el compartimiento y evolucién del régimen artesano- gremial durante este periodo. EI régimen gremial sucumb/a ante el embate de diferentes intereses centrifugos; incapaz de mantener la rigidez de su estructura, soportaba mal la presién del capital comercial, cada vez més decidido y capaz de fomentar el trabajo privado de los ofi ® Genso de 1811 (muestra). ® Marla Amparo Ros Torres, El trabajo industrial en el glo XVIII: la Real {dbrica de puros y cigarros de México ( prensa). 142 30 Censo de 1811 (muestra). fios de los establecimientos mantenfan en un nivel corroer el monopolio productive de los maestros. r r : si ajisimo los salarios de sus oficiales, practicando ade- monopolio también era combatido, tenaz y desartic i ladamente por los oficiales, que sin hacer caso a mas el endeudamiento, El uso comin de pagar al legislacién gremial trabajaban por su cuenta y evita: J oficial por obra o tarea, tenia como efecto que el ofi- cial se hallara aleatoriamente sujeto a los vaivenes legales de los maestros. El monopolio gremial enfren: taba también la subversién de los maestros acau lados, que sobre el interés del gremio ponfan en pi mer lugar el crecimiento de su taller y la acumulay cién de beneficios personales. En conjunto estas fuerzas actuaban no s6lo sobi Ia economia urbana, modificando el caracter de Ia produccién de articulos manufacturados, sino tame bién sobre la familia y la composicién demografic de los artesanos. La reduccién de la edad de matri monio entre los artesanos y la multiplicacién de los talleres basados en la economia familiar, eran ra sobresalientes de estos cambios. EI matrimonio de los oficiales artesanos y la fun dacién de unidades domésticas apunta directament hacia el acceso del oficial a la produccién artesai independiente. Es decir, a finales del siglo xvi, olicial, contrariando la legislacién gremial, tenia ceso por varios canales a la produccién por su pro cuenta, sin tener que subordinarse al maestro y pro propietario del taller, Este acceso inmediato a I condiciones de trabajo explica el que los oficial no retardaran su matrimonio hasta haber logrado maestria. EI exiguo salario que se pagaba a los oficia impedia a éstos acumular y adquirir el capital cesario para pagar su examen, los impuestos y | instalacién de su taller. Para disponer de suficientes trabajadores y sujetarlos en sus talleers, los propiet 144 de la produccién del maestro: cuando habia trabajo, ¢! oficial recibia su pago; pero cuando el trabajo es. tascaba o se reducia, el oficial regresaba a su domi- dilio con las manos vactas. Al mismo tiempo el capital necesario para establecer un taller y competir con los otros talleres se habfa elevado considerablemente en muchos oficios. El crecimiento y la acumulacién de gunos maestros y duefios de taller que contrataban dl abastecimiento de las materias primas para las max nufacturas, y que mantenfan obradores con un fuerte mimero de trabajadores'y monopolizaban la produc. tién en el oficio respectivo, hacia que el oficial que pretendiera abrir un taller -y competir en términos igualdad requiriera un volumen de capital suma- mente elevado. Todos estos factores se hallaban pre- fentes en esta época y actuaban como un cerco que obstaculizaba grandemente el libre transito de oficial maestro. EI deterioro, la franca erosién que suirfa el mo- nopolio productivo que debian compartir proporcio- nalmente los artesanos que adquirian la categoria de maestros, coadyuvaba también a refrenar el interés los oficiales por alcanzar esta jerarquia. Tanto la intromisién del capital comercial como el desmesue mado crecimiento de algunos propietarios de taller, muchos de los cuales ni siquiera pertenecian al gre. mio 0 conocian el oficio, eran dos elementos que uando cada uno por su lado, convergian para de- adar y restar valor al grado de maestro. Ambos 145 | v i ban hasta donde podian encerrarse en los tallere i . favorecian el hecho de que el titulo de maestria n garantizara mds la participacién proporcional en ¢ mercado que el gremio definfa como monopolio d Jos maestros, sino que la participacién y el tama de ésta en el mercado dependia crecientemente de volumen de capital que se aplicaba al funcionamien to del taller respectivo. Como contrapartida, el titul de maestro se entregaba cargado con una sucesiva permanente cauda de impuestos y cuotas, ineludibles y gravosas. ‘Ante este conjunto de circunstancias, los oficiale tendian a colocarse al margen del gremio, que ellos era cada vez més innecesario e injusto, in Tucrandose directamente en la produccién indeper diente, saltando pensiones, contribuciones e impués tos, y canalizando su reducida produccién a tra de los comerciantes de productos de la tierra, o de I venta directa en la via publica, mediante el proced miento de esconder bajo la frazada sus articulos, mayor parte de las veces elaborados sin atenerse las prescripciones de calidad y materiales fijados p el gremio. Esta situacién explica por qué el artess se casaba y fundaba su unidad doméstica sin esper tener el grado de maestro artesano, y apoyado en I economia familiar ejercia ilegalmente su oficio, Ie vado de la mano por la degradacién del régimen gr mial y la situacién econémica de la época. VI. LA SEGREGACION ETNICA ENTRE EL ARTESANADO 1A sociEpaD colonial la determinacién étnica cum- ia sin duda una importante funcién en el ordena- jiferencias en el color de Ja piel parectan ser la razén damental que establecia las diferencias sociales; a s ojos el color de la piel era el factor que daba o quitaba derechos y privilegios. A su vez, para los istoriadores y analistas de la sociedad colonial, distinciones étnicas han ocupado un sitio impor. nte en sus estudios y en muchos casos incluso han do considerados com el elemento clave y detinidor la organizacién social colonial. Segiin uno de estos ae el régimen colonial designé... los resultados de la mez- dla de razas con el nombre de castas y la legislacién in- diana precisé claramente los derechos y deberes de cada una de ellas. La legislacién asignaba a las personas dis- tinta posicién segin la composicién étnica. Y ain mds severamente que la legislacién y que las autoridades, la sociedad, o ciertos sectores de la sociedad que se erigie- ton en guardianes celosos de la distincién racial. El régi- men colonial llegé a ser un régimen de castas.t En los estudios histéricos que emplean el concepto 1 Angel Rosenblat, La poblacién indigena y el mestizaj América, Nova, Buenos Aires, vol. I, 1954, p14, mee 146 147 responden fielmente a la descripcién precedente on los menos, bdsicamente algunos de la indus- de la seda, muy alicaida a finales del siglo xvm, Jos de los metales preciosos. En estos oficios los gremiados debian demostrar a plenitud la blancura su piel y su ascendencia espafiola, o de lo contra. fio conformarse con trabajar como “obreros” en el ialler de un maestro espafiol, sin tener derecho a frabajar por su cuenta. En los otros oficios se les acepté como parte del querpo gremial, con todos o casi todos los derechos, fo se les permitié trabajar independientemente, sin ner que agremiarse; en otros, la diferencia étnica haca de acuerdo a los diferentes articulos de cada oficio, de tal forma que a los indios les fue permitido uabajar libremente la obra “corriente”. esulta dificil emplear la institucién gremial y fs actividades artesanales novohispanas para ejeme lificar un orden social basado en las diferencias micas, ya que no se puede hablar del conjunto de la institucién gremial como restrictiva, ni tampoco como parte limite de la frontera espafiola que sepa- ba a las etnias e impedia a los indios y mezclas la tividad econdmica del gremio; ademés en Espafia institucién gremial funcionaba con este tipo de estricciones étnicas, pues prohibfa la agremiacién a judios, a los moros, a los esclavos y a los indivi- ios de sangre negra.® ‘Las restricciones étnicas levantadas por los artesa- 0s espafioles en la Nueva Espafia, aunque se alimen- de una situacién colonial, tienen su origen en la fensa del mercado por los espafioles y su deseo de tar la competencia en éste por parte de los indios, de sociedad de castas para analizar la sociedad co nial, las manufacturas artesanales han sido frec temente utilizadas para ejemplificar el régimen d castas: La industria artesanal quedé monopolizada en manos d los recién Iegados, fundando grupos privilegiados reservaron para si el derecho 2 desempefiar una profesig determinada... Las ordenanzas gremiales excluyeron: los indios de toda participacién en Ja institucién da, e hicieron més: extendieron la prohibicién de i sar como miembros del personal de los gremios a poblacién de mezcla —mestizos y mulatos originados Ia convivencia de europeos, indigenas y negros. Solam te por excepcién y, sin duda, bajo la compulsién de absoluta carencia de mano de obra espafiola, se permi el empleo ocasional de aprendices y oficiales no esp les, pero en todos los casos, la jerarquia maxima maestro habfa de ser ocupada por individuos que der traran, a satisfaccién de las autoridades de la villa, cristianos viejos, libres de mala raza y espafioles por cuatro costados.? Las restricciones para el ingreso al gremio y obtencién de la maestria, basadas en criterios étnict existieron en varios de los oficios de la ciudad México; sin embargo, estas restricciones no operat en todos ellos, ni siquiera en la mayorfa, Las rest ciones étnicas nunca fueron tan drasticas como p cerrar completamente las posibilidades de prodi artesanal independiente a los indios y a las raciales. Los oficios gremiales que podemos Ila exclusivos de los individuos de la etnia espafiol 2 Gonzalo Aguirre Beltran, El proceso de aculturacis ‘México, Universidad Iberoamericana, 1979, p. 65. 148 + Manuel Carrera Stampa, op. cit., p. 11. 149 y las mezclas raciales. La segregacién obedece mag las caracteristicas del sistema gremial: monop reductor de la oferta, maximizador del precio, y menos al orden econdmico y social de la colon orden con el que en muchas ocasiones Ilegé a chocg y que limits y combatid los deseos de los artesang espatioles por reducir al maximo las posibilidades d ingreso al gremio y guardar para ellos el merc de las manufacturas. Los artesanos espafioles establecidos en la ciudad de México resentian la competencia de los indios ep las actividades manufactureras. Gerénimo de Mendig época disfrutaban. Mientras los indios no aprendi ron los oficios de herreria, tejido de lana, talabart carpinteria, etc., a la usanza y métodos espaiioles, artesanos espafioles dispusieron de un mercado d gran demanda que les permitia fijar precios sum mente elevados.* Pero la actividad artesanal de indios, bien porque ésta les fue ensefiada por los fr: les 0 porque por su cuenta espiaban a los productores espafioles y la aprendian, pronto fue motivo de siedad y célera para los hispanos que vetan conster nados como sus oficios andaban por la calle en n nos de los indios.* 4 Gerdénimo de Mendieta y Nuifiez, “Historia eclesidstica indiana”, México, 1870, citado en Francisco Santiago CG Las artes y los gremios en la Nueva Espaiia, yus, Méxic 1960, pp. 22, 28, 24, © Ibid. © Ibid. 150 la ciudad de México, los espafioles trataron de a los indios y merclas el acceso a ellos; sin mbargo, las mas de las veces las autoridades muni- pales y coloniales negaron o redujeron estas preten- sjones. Para ellas el surtimiento de los articulos ma- nufacturados que requerfa la poblacién debia ser abundante y a precios convenientes y negar a los in- dios este tipo de actividad hubiera tenido el efecto contrario; ademds, las autoridades tenfan interés en que los indios tuvieran de qué sostenerse y con qué pagar sus tributos, de manera que no estaban intere- sadas en excluir a los indios del mercado y s{ en que participaran en la economia espafiola como produc- ‘tores dedicados a satisfacer las. necesidades de los hispanos asentados en Ia ciudad de México, tanto de alimentos y materias bésicas (miel, gallinas, gra- ‘nos, maderas, algodén,’ etc.) como de articulos ma- nufacturados. En varias ordenanzas se lee que estos intereses es- taban por encima del deseo restrictivo de los artesa- nos espafioles: Que porque hay pocos zrradores, se permite se exami- nen espafioles, negros ¢ indios... ° Que porque muchos curtidores tienen tableros, y negros que zurran cueros, que los veedores visten la casa, y usando bien el oficio los den por examinados* ...Cuya prohibicién no debe correr en manera alguna con las personas de las calidades referidas (mestizos, chinos, negros y mulatos) y menos con los indios, pues es opuesta totalmente a la facultad natural y a la virtud de emplearse la prevee (sic) y los miserables pobres en el ejercicio de las artes y oficios 1 Genaro Vazquez, op. cit, pp. 45, 46, 47, 52. 8 Barrio Lorenzot, op. cit., p. 120. Ibid, 151 convenientes a la repiiblica, que ejercidos por semejan personas se venden los géneros por menos precio... Quedan libres y exceptuados de estas ordenanzas k indios, para no embarazarles el que libremente pueden hacer sus tejidos... por la comodidad de los precios a que Jes venden, y no impedirles su modo de buscar su mante: nimiento y paga de reales tributos.34 EL OOLOR DE LA PIEL ENTRE LOS ARTESANOS: Una muestra aleatoria del censo de la ciudad de Mé- xico de 1811, hecha por el Seminario de Historia Ur- bana del pi, muestra que de 848 artesanos de la ciu- dad, el 49.3% era de la etnia espafiola, el 26.9% mezclados y el 28.7°% indigenas.** Es decir, de cada cuatro artesanos dos eran espafioles, uno ind{gena y el otro producto de alguna variedad de mezcla. Estas proporciones son semejantes a las que existen para el conjunto de la poblacién de México. De acuerdo al censo de 1790, mandado levantar por el_virrey Revillagigedo, la poblacién de la ciudad estaba com- puesta por 52706 espafioles (50.3%), 26442 indivi- duos de las mezclas (25.2'%) y 25 608 indios (24.4%), Jo que a primera vista parece indicar que las actividades artesanales eran compartidas por las difee rentes etnias en proporcién a su niimero en la ciudad. Sin embargo, si analizamos la composicién étnica en cada uno de Jos oficios, Ia relacién entre las etnias cambia radicalmente, aparténdose del promedio. En algunos casos, comio en el de los plateros, los espafio- les formaban la grain mayorfa (99 de cada 100 arte- sanos) y en otros las mezclas y los indios eran las que predominaban, superando, por ejemplo, ocho contra dos a los espafioles gamuceros. En la grafica 6 se Muestran estas proporciones en varias ocupaciones, ordenadas de izquierda a derecha, de acuerdo al ma- yor porcentaje de artesanos de la etnia espafiola. Los oficios compuestos por una mayoria de arte- sanos espafioles eran los de plateros, hojalateros, he- treros, bordadores, pintores y sastres; olicios que se La segregacién étnica, por tanto, nunca fue com. pleta; al contrario, fue parcial y flexible, se otorgaba,_ se quitaba y se tornaba a dar, o simplemente se ree ducia de acuerdo a los intereses de la administracién colonial. Nunca adopts la forma rigida que los artes |. sanos espafioles buscaron imponer. Tal vez los tinicos_ gremios artesanales que durante todo el periodo co lonial practicaron con rigor la segregacién étnica fue. ron los que trabajaban con metales preciosos, y esto sdlo fue posible debido al gran interés de la metrépo- Ti en estos metales. La Corona espafiola queria redu: cir al minimo las posibilidades de que el metal esca- para a su quintaje y amonedacién, y como esto era lo que ocurria con la orfebreria, coincidié con los arte- sanos espafioles en Ia restriccién de este oficio, expule sando a los indios y a las mezclas de una actividad no necesaria e incluso molesta para la légica colonial de la metrépoli y que por otra parte requerfa de un maximo de vigilancia y supervisién. 20 Genaro Vazquez, op. cit, p. 117. 21 Barrio Lorenzot, op. cit., p. 71. 3 Como ejemplo puede verse la ordenanza de los tej de 1557 que prohibié Ia agremiacién a los artesanos negros ‘que cn 1582 fue revocada por la Real Audiencia en la confit macién de la ordenanza expedida en ese afio, y que més tai en 1619 fue de nuevo incluida en una ordenanza del virrey mar qués de Serralbo. 152 38 Censo de 1811. La muestra mencionada se puede consultar fen los archivos del Seminario de Historia Urbana del pmz-Nan. 153 caracterizaban por tener acceso directo al mercado de consumo, Los de bordado y sastreria eran active dades terminales dentro de la divisién vertical de los oficios en la rama textil. Para la mayorfa, la materia prima resultaba bastante cara, bien por ser oro y pla- ta para los plateros y bordadores, 0 bien por ser de importacién ultramarina, como lo era el hierro y el latén para herteros y hojalateros, 0 los brocados, mu- selinas y otros tejidos para los sastres, Salvo los oficios de hojalateros y herreros, los demés, incluido el de los pintores, se concentraban en la elaboracién de ar- ticulos de Iujo, cuyos destinatarios eran claramente las clases ricas y de mayor nivel de consumo de la Nueva Espafia. El de pintores, ademds, era un oficio de importancia artistica y religiosa muy destacada. En un nivel abajo del anterior estaban los oficios en los cuales el porcentaje de espafioles, indios y mez- clas era més cercano al promedio, y éstos eran los de carpinterfa y tejido. Estos oficios empleaban ma- teriales del “pais”, cuyo costo es menor que el de los materiales del grupo antecedente. El de tejedores es semiterminal dentro de los oficios de la rama textil, y su acceso al mercado de consumo no es completa- mente directo, ya que parte de su produccién iba a los sastres para que éstos confeccionaran ropa, y parte a los comerciantes que 1a distribufan en el interior del territorio colonial. Ambos oficios productan ar- ticulos necesarios para amplias capas de la poblacién; no eran articulos de Iujo ni sus destinatarios princi- pales eran los reducidos grupos que concentraban la Tiqueza en Ia capital de la Nueva Espafia. En el ultimo grupo de oficios, formado por zapate- Grarica 6, Porcentaje de artesanos espafioles, in tos, hilanderos y gamuceros, quienes predominaban y castas en algunos oficios (1811). eran los artesanos indios y los individuos producto 154 155 de las mezclas raciales. Los dos ultimos oficios, ul cados al inicio de la divisién vertical del trabajo sus ramas, eran también productores de articulos destinados al consumo de los sectores populares; ade. més, sus requerimientos de utilaje, herramientas y materia prima eran sencillos y de corta cantidad. La diferente proporcién de las etnias en los oficios artesanales correspondfa a las diferencias econémicag entre los oficios. Ya habfamos dicho que no debe vers se a los oficios como semejantes en condiciones y caracteristicas; tampoco lo eran en frutos y oportur nidades, Algunos de ellos podian ser una fuente de ingresos atractiva y generosa, pero otros, lejos de ser lo, no brindaban otra cosa que el minimo para la sobrevivencia, Esta situacién diversa y heterogénea de Ja produccién de articulos artesanales esté en la raiz de las desigualdades étnicas en los distintos ofi- . cios productives y en el hecho histérico de que mu- chas de las actividades artesanales fueran cedidas os espafioles a los indios y a las castas. artesanales de la colonia tendia a ser homogénea den- tro de cada oficio; es decir, la ganancia de un maes- tro zapatero no era demasiado dispareja de la de otro maestro zapatero. No lo era por lo menos mientras mantuvieran un niimero-similar de oficiales y apren- dices en su taller. Sélo una gran disparidad en cuan- to al mimero de trabajadores por taller podfa pro- vocar una disparidad en el ingreso entre maestros del mismo oficio; sin embargo, esta posibilidad ten. dia a ser frenada por la organizacién gremial que regulaba el nimero de oficiales, telares y talleres a que tenfa derecho cada maestro, y también era regu- Tada por la propia estructura del trabajo artesanal. En el taller artesanal cada zapato, silla 0 montura tenfa el mismo costo unitario, sin importar que estos articulos se produjeran en un taller con 2 oficiales en un taller con 12 oficiales. Esto era asi por el escaso desarrollo de Ja divisién del trabajo dentro de la produccién artesanal, ya que al intervenir un solo operario en la mayor parte de la produccién de un articulo, la productividad es practicamente Ia misma en todos los casos. Sdlo la mayor o menor habilidad del operario podfa hacer variar en pequefio grado el costo unitario. Resumiendo: la mayor o menor produccién, en los talleres que emplean ofi- ciales, no tiene incidencia en el costo de la produc- cién por unidad. En un régimen productivo en el que la producti- vidad es escasa por la reducida divisién interna del trabajo, y en el que el monto de la produccién glo- _ bal depende del ntimero de trabajadores que emplea cada taller, las diferencias de ganancia entre los tax Heres de un mismo oficio no podfan ser importantes mientras las normas gremiales que regulaban Ia pro- 157 LA ECONOMIA ARTESANAL ¥ LA SEGREGACION Para entender el cardcter y la forma que adopté Ia segregacién étnica en la produccién artesanal de la ciudad de México deben conocerse los procesos que normaban la ganancia y la fijacién del precio en los distintos oficios y talleres. Para empezar hay que te- ner en cuenta que la economia artesanal no conocia los mecanismos que en una economia capitalista a cionan la tasa de ganancia que gira en torno a la productividad, la tasa de plusvalia y 1a composicién organica del capital. La ganancia de los productores 156 | { | ductividad y el tamafio de Ios talleres se respetaron, Sin embargo, las diferencias de ganancia entre arte. sanos de distintos oficios si eran significativas, ya que cuando la productividad y el monto de la produccién es reducida y homogénea, lo que cuenta es la clase de articulos que se producen y las ganancias que deja cada uno de los diferentes articulos que componen el conjunto de la produccién artesanal. Las ganan- cias de los artesanos dependian asi de la diferencia entre el costo a que lograban producir sus articulos, y el precio al que podian venderlos. La organizacién gremial de los oficios no sdlo no combatfa las diferencias de ganancia entre oficios dis- tintos sino que tendia a ahondarlas y sostenerlas. Cada gremio, cuando vendia sus productos y com. praba materias primas, trataba a toda costa de elevar al maximo el precio de sus ventas y reducir al mini. mo el de sus compras, enfrentando por igual a los consumidores, a los abastecedores y también a los ar- tesanos de otros oficios. Como hemos sefialado previamente, dentro de las ramas de la manufactura urbana la divisién del tra- bajo por oficios fructificé en una serie de etapas del proceso productivo, que varié de acuerdo a la impor- tancia y desarrollo de la produccién en cada una de las ramas, y segiin la composicién y extensién del mercado que atendfa cada rama. Asi, por ejemplo, en la rama textil en la ciudad de México, habia oficios de hilanderfa, de tejido de algodén, de lana, de seda, de telas de oro, bordadores, sastres, guante- ros, aprensadores, tintoreros, sombrereros, pasamane- ros, etc. En la rama del cuero habia los oficios de zurrador, gamucero, curtidor, talabartero, zapatero, chapinero, sillero, etc, En la rama de metales los de 158 herrero, herrador, cerrajero, cobrero, latonero u hoja- fatero, alcabucero, espadero, etcétera. El mayor o menor desarrollo de Ja divisién por ofi- cios dentro de cada rama implicaba que, para algu- nos oficios, su produccién fuera el insumo de otros. La relacién entre esos oficios se establecia entonces fuera del proceso productivo, como una relacién de compra venta, lo que implicaba una confrontacién en términos de comprador y vendedor de mercan- cfas, que por tener lugar dentro de un mercado no re- gulado por la libre concurrencia, sino por el mono- polio productivo y comercial estructurado por los cuerpos gremiales, ponia en juego la capacidad del gremio vendedor para imponer un precio al gremio comprador y la capacidad del gremio comprador para negociar el precio de las mercanctas compradas. La forma gremial de organizacién de los produc tores tenia como una de sus principales funciones enfrentar organizadamente a los productores urbanos, ante los desorganizados compradores rurales y urba- nos. El cuerpo entero de los productores enfrenta a cada uno de los compradores ¢ impone asi un precio a sus productos que sostiene en una relacién oferta-de- manda favorable a Ja primera. Sin embargo, cuando la relacién vendedor-comprador se plantea entre dos gru- pos organizados en Ja defensa de su precio de venta y su precio de compra respectivamente, la tendencia €s a favorecer un precio negociado de acuerdo a la fortaleza social y econémica de cada gremio, que en general se resolvia a favor de los gremios que en la ca- dena productiva se encontraban en las etapas finales, y en la subordinacién de las etapas primarias a los oficios de las etapas finales, mediante una relacién co- mercial y Ia imposicién del precio de los articulos. 159 mios mis fuertes 0 por comerciantes que cumpli funciones de intermediacién. La riqueza de cada mio era la mejor medida de su fuerza negociad frente al Cabildo, quien era el que finalmente debiq celar el cumplimiento de las ordenanzas, de tal mane. ra que la posibilidad de usurpar o violar las orde. nanzas ajenas dependia de la fortaleza econémica de cada gremio; y s6lo cuando los intereses de la admi. nistracién colonial, o los de los grandes sefiores de la ciudad y principales consumidores de las mercan cfas artesanales se vefan particularmente afectados, frenaban Ia ambicién de los gremios poderosos. La segregacién “racial” o étnica en la produccién artesanal respondia y tomaba forma de acuerdo a las caracteristicas diversas de los oficios artesanales jglo xvi, nos brinda una buena ilustracién.** En ciudad de México se productan dos tipos de pan, ntre los que existian diferencias de peso, calidad de harina y también de precio; sin embargo, la dife- rencia en el precio no era de ninguna manera propor- cional a las diferencias de peso y calidad. El pleito fue en el afio 1798, los contendientes fueron los pa- naderos y los tendejoneros, y el motivo: que los pana deros surtfan exclusivamente con pan comin a las tiendas y tendejones, negandoles el pan floreado, cuya venta al piblico retenfan para si las panaderias. A ninguna de las partes les interesaba mayormente el pan comin; en cambio s{ disputaban por el pan floreado, ya que, como explicaban los panaderos, “si él floreado se fabrica o labra es para aquellas gentes | ¥ Ia divisién Be articulos que la caracterizaba, Lag | que por tener desahogo consultan mds a su gusto que ficios se separaban claramente en términos del bene. | a sus imtereses..."" 6 ficio que cada uno brindaba. Los oficios privilegia El pleito era entonces por los diferentes beneficios | econémica y socialmente eran los que tenfan como | que dejaban cl “gusto” y el “interés”. A las panade- | caracteristicas, en forma parcial o completa, un cos | “elevado” de produccién, ya fuera por el precio de materia prima y/o los instrumentos necesarios la produccidn (herreros, latoneros, orfebres, etc.), por que eran terminales dentro de su rama, y dispont | de un acceso directo al mercado de consumo y, en fin, porque sus articulos estaban destinados al consu | de las clases ricas. Todas estas caracteristicas per | tian una posibilidad de ganancia relativamente cle. | vada, comparada con Ia de los oficios que no reuni estas condiciones. Para entender la importancia que tenia el tipo mercado, en Ia fijacién del precio y la consecuent tasa de beneficio por oficio y por articulo, el rela de un pleito acerca del pan, ocurrido a finales 1 164 rias no acudfa generalmente el comin de la gente, ya que en ellas se vendia el pan entero, no se fiaba y solo se aceptaban como medio de pago los pesos y los reales. En cambio en los tendejones se vendfa el pan en trozos, se fiaba si se dejaban objetos en prenda y se recibian en el mostrador los tlacos de cobre.1" Quie- nes decidieron el conflicto fueron las autoridades del Cabildo, arbitrando a favor de los panaderos y de la separacién de los mercados. Dictaminaron primero que el pan comin se vendiera en los tendejones para 39 Afda Calleja, “Asignacién del espacio urbano: El gremio de los panaderos, 1770-1793”, Ciudad de México: Ensayo de cons- truccién de una historia, inan, Coleccién Cientifica, México, ‘iim, 61, 1976, pp. 87-46. 18 Ibid. at Ibid. 165 “ocurrir a (la) necesidad...””** y que su precio f de medio real para la pieza de 26.5 onzas, y segund que “el que fuere de paladar exquisito acuda a lay panaderias, pues el gusto manifiesta no tener mu necesidad”.*® El precio de la pieza de pan floread de 24 onzas se fij6 en cuatro reales. La moraleja del pleito entre el gremio de panade ros y el de tendejoneros es bastante clara por lo que respecta a las utilidades: éstas eran mayores cuand los articulos estabai destinados al mercado de las ses ricas de la colonia, EI dato del gusto y el in reza también para los orfebres, los sastres, los pin res, los doradores, los carroceros, talabarteros, rreros y otros artesanos que trabajaban para satisfac Ta demanda de las clases més ricas de la colonia) au que en algunos de ellos, de manera similar a los p naderos, producfan articulos para satisfacer tanto gusto exquisito como el “mds grosero del comin d pueblo”. En los oficios privilegiados los artesanos espaiio lucharon por expulsar a los indigenas y las castas, algunas ocasiones con éxito completo y en much otras con éxito parcial, incorporando a sus ordenal zas este tipo de prohibicién o practicandolo info malmente. En cambio, en los oficios mas sencillos, de etapas primarias, sin acceso directo al merca productores de articulos destinados al consumo d las capas més bajas y mayoritarias de la poblacié al consumo productivo, la “‘indecente (...) cone rrencia” #° de negros, mulatos, chinos, mestizos e it dios con espafioles no era un asunto que incomoda demasiado a la poblacién espafiola, por lo menos al nento més importante de ella: los funcionarios, comerciantes, religiosos, hacendados, mineros y arte- sanos de los oficios privilegiados. Al contrario, para llos era “...de comodidad universal de toda rept blica..." el que’ esos oficios los desarrollaran sin cortapisas los indios y las mezclas, ya que “...por ser personas que en su sustento y traje son muy modera- das...”*? se contentan con “...menos jornal y ga- nancias...” 28 En la prdctica, el sistema comercial de la ciudad, monopélico y con precios y espacios de venta con- trolados por el Ayuntamiento y los gremios pode- sos, era el que somet{a econdmicamcnte a estos oficios, convirtiéndolos en oficios de segunda, en ofi- cios para castas, indios y espafioles pobres. No ES 10 MISMO SER INDIO QUE NEGRO parteaguas étnico de la legislacién gremial no era universal, ni daba el mismo trato a todos los espaiio- les; al contrario, era miltiple y reconocia distingos entre la gente de color. Mayor proteccién ¥y facilida- des tenfan los indigenas que las mezclas, y de éstas las que mayores obstdculos enfrentaban eran las de ara africana, ya que en la mente colonial la negri- tud y Ia condicién de esclavo se identificaban con ilidad. Habfa oficios como los de tejedores de algodén, ndidores, alfareros, tejedores de seda y otros, en los 18 Ibid. 2 Ibid., p. 117. 18 Ibid. 2 Ibid, 20 Genaro Vazquez, op. cit,, p. 112, 23 Ibid. 166 167 | | | que la legislacién gremial permitfa a los indios y as mezclas de indio y espafiol la agremiacin y grado de maestro; y en cambio se los negaba a | negros y a sus mezclas. En otros oficios, como los de zapatero, pintor, tejedor de algodén, sayalero y m chos otros, los indigenas ademés de tener derecho al a examen de maestria, podian trabajar libremente en 23 a la obra “corriente” del oficio, en los géneros que $8 2 s segiin sus propias normas de calidad acostumbraban, sin tener que examinarse ni que aprender el oficig en Ia casa de alguno de los maestros del gremio, cosa que no estaba permitida a ninguna de las castas nj a los negros. : Las castas debian forzosamente pasar uno por uno todos los escalones del ascenso gremial, doblemente altos para ellos, merced al interés de los artesanos —-=- cuartos espafioles por mantenerlos permanentemente como. trabajadores a sueldo en sus talleres. En varios ofie ea cios, durante la formulacién de ordenanzas, se inte t6 impedir a las castas la agremiacién, pero no fs ingreso a los talleres como “obreros”, Bajo esta * dicién de trabajadores sin derechos y asalariados ra se interesaban los artesanos espafioles en las castas! * Aunque en varios oficios las autoridades colonial rechazaron esta peticidn ** y autorizaron a las casta a ingresar al cuerpo gremial y Iegar a maestros, n por esta razén los artesanos espafioles les abrieron de par en par las puertas del gremio; més bien | hicieron a regafiadientes, volviendo en varias ocasit nes sobre la misma idea.?* E] resultado fue el que se muestra en la grifica 7; 24 Barrio Lorenzot, op. cit., pp. 59, 142, 146, 174, 28 Barrio Lorenzot, op. cit., pp. 31, 50, 96, 120, 158, 162, 28 Véase la nota 14 de este mismo capitulo, 168 Gririca 7. Proporciones entre indios y castas en algunos oficios (1811). 169 | | de no espafioles en los oficios artesanos. La pro} cién de indios y castas no es pareja y sigue tendencias contrarias. En los oficios privilegiados, donde pre. dominan los artesanos espafioles, las castas estan re. presentadas en una proporcién que es dos y hasta tres veces mayor que la de los indigenas; en cambio, en los oficios donde los espafioles no eran la mayo. rfa, la representacién de indios y castas es mas pa: recida. Las curvas de los indigenas y los espafioles son por completo inversas; la tendencia en ambos grupos es la no coincidencia en los mismos oficios. Casi no existen artesanos indigenas en los oficios privilegia dos y dominados por los espafioles. La razén era que en estos oficios los artesanos indigenas encontraban sumamente dificil alcanzar el grado de maestro y tener un taller propio, tanto por la segregacién ins crita en las ordenanzas como por Ia segregacién infor. mal donde ésta no estaba legalmente permitida, y también porque el “capital” necesario en herramien- tas y maierias primas era relativamente elevado; tra bajar en estos oficios significaba las mas de las veces permanecer como oficial 0 como “obrero” de un maestro espafiol. En estas condiciones, era mas ven- tajoso para ellos aprovechar la opcidn de los oficios en que se les permitfa trabajar libremente y en los que era més sencillo sostenerse como productores independientes, en términos de costos y de inversién, aunque esto significara mantenerse en los oficios me- nos redituables 0 en la obra corriente de menos valor y precio. j 4 En la grafica 7 la desproporcionada importancia de los indigenas en el oficio de pintores, comparada con Ia de los adyacentes de bordadores y sastres, ejem= 170 plifica el Ultimo aserto. En los tres oficios los indige- nas podfan trabajar libremente sujeténdose a la obra corriente; sin embargo, en los de bordados y sastre- ria, el costo del material (seda ¢ hilo de oro y plata en el primer caso, y telas importadas en el segundo) les obstaculizaba el acceso, aunque fuera en la obra sencilla. En cambio, como en la pintura, mientras reservaran los artesanos examinados las imagenes de santos, podian pintar libremente pajaritos, romanos, flores, frutas y paisajes, sin que para esto precisaran de un importante desembolso en materiales y herra- mientas, por lo que ésta fue una actividad mds soco- rrida por los indigenas que las de bordador o sastre. Para muchos de los indigenas, ademas, la actividad artesanal no era necesariamente de tiempo completo 0 exclusivo. En torno a la ciudad los indigenas tenfan pequefias parcelas de tierra: huertos y chinampas cuyo cultivo complementaba su actividad artesanal, o viceversa, Ademés, para las autoridades coloniales, los indios no eran el sector més indicado para reclutar “obreros” para los talleres artesanales, ya que en las ordenanzas donde se autoriza la contratacién de obre- ros, siempre se hace referencia a los negros y castas, condicién consecuente con Ia politica colonial de mantener a los indios separados de los espafioles bajo la administracién directa de la Corona y sin la me- diacién de los colonos espafioles. Las caracteristicas econémicas y sociales de los ine digenas de Ja ciudad, agrupados en barrios, por lo menos hasta la primera mitad del siglo xvi, organi- zados administrativamente en republicas de indios, y vinculados a pequefios lotes agricolas, de propiedad comunal eran un complejo marco de posibilidades ¢ imposibilidades, de desventajas y recursos, de explo- Mm tacidn y proteccidn, que les Ievaba a eludir el tral jo de “obreros” u oficiales en los talleres de los pafioles y que en cambio los conducfa hacia aquellas actividades que reforzaran 0 por lo menos no destruc yeran sus lazos comunales y culturales y su defensiva reserva frente a Ia economia y sociedad espafiola mers cantil y disolvente. Para las castas, por lo contrario, los oficios libres eran muy pocos, tinicamente los que carecfan de ore ganizacién gremial y estaban abiertos sin condicién para cualquiera; en los otros oficios debian estar agremiados y cumplir con el aprendizaje y el examen de maestria, Ademés las castas carecian en general de acceso a los huertos y chinampas de los barrios; estas razones, era més sencillo reclutar entre ellos a los obreros 0 a los oficiales de los oficios privilegia- dos. La edad promedio de los artesanos indigenas, 34 afios, y la de las castas, 30 afios, confirma la ic de que en estos uiltimos existia una mayor propor cién de obreros y oficiales que entre los indigenas, ya que la mayor juventud de las castas es la resule tante de una mayor proporcién de artesanos en I: edades tempranas, las que corresponden a las eda de las dos primeras fases de las jerarquias gremial A diferencia de los indigenas, las castas estaban mi: involucradas en las relaciones mercantiles y eran m cho més afectadas por ellas, ya que carecian de me nismos de resistencia o reserva. No eran un gru culturalmente homogéneo y distinto; sus actividades, comportamiento y cultura no se diferenciaban de de los espafioles pobres de la ciudad, y junto con ell eran Hamados “plebe”, “miserables pobres” y c ‘otros calificativos que hacen mds referencia a su col dicién social que al color de su piel. En realidad I 172 castas no eran propiamente una unidad étnica;” y ‘menos que en otra parte en la ciudad de México a finales del siglo xvin. 27 Gonzalo Aguirre Beltrén, La poblacién negra de México, Fee, México, 1972. 178 época. Se sabe que en 1801 en el gremio de zapateros habia 57 maestros y que éstos empleban en sus talle- res a 282 oficiales y aprendices, lo que representa una proporcién de 5 oficiales y aprendices por cada maes- to Sin embargo, en la ciudad, de acuerdo con el censo de 1811, habfa cerca de 1200 zapateros; si dese contamos a los 57 maestros, tendremos 1 148 oficiales y aptendices, lo que representa una proporcién de 20 oficiales y aprendices por cada maestro, Ambos promedios, tanto el de 5 como el de 20, son extre- mos; el primero es menor del real, ya que no toma en cuenta a los oficiales domiciliarios; y el segundo es mayor del real, pues muchos de los artesanos eran indios que no tenfan obligacién de examinarse si trabajaban en la obra corriente del gremio. De cual- quier forma, el porcentaje real se encuentra entre estos extremos y es mucho mayor que el de los tra- bajadores fijos por taller de zapateria, que, segrin el censo de 1794, es de 2.7. Como las mismas circuns- fancias operaban en casi todos los gremios, debemos considerar una relacién de oficiales y aprendices por VII. LA CONDICION SOCIAL DE LOS OFICIALES ‘TALLERES, OFICIALES, MAESTROS, EDADES Y EXAMENES La MayoriA de los artesanos de los talleres publicos de Ia ciudad estaba compuesta, a fines del siglo xv, por oficiales y aprendices. Ei censo de 1794 registra 3.9 trabajadores por taller; aunque este promedio es distinto en cada oficio, el porcentaje de un propie. tario de taller por cada cuatro oficiales parece pri- mitivo y “artesanal”; sin embargo, si lo que queremos saber es la proporcién de maestros y oficiales, enton- ces debemos considerar un porcentaje mas elevado, ya que en esta época habla muchos més oficiales de los que registra el censo de 1794. Este porcentaje, no incluido en el censo, era el de los que trabajaban en sus domicilios por encargo de comerciantes y propie- tarios de talleres puiblicos, o que vendian sus produc tos al menudeo en Jas calles. Si a esto agregamos que varios maestros eran propictarios de dos, tres y hasta cuatro talleres, y que muchos de los propietarios de taller eran contraventores y no tenfan el grado de maestros artesanos, el porcentaje de oficiales por cada maestro artesano no puede ser el mismo que obtuvimos relacionando el total de talleres en 1794 con los trabajadores de esos talleres. No dispongo de datos sobre el mimero total maestros, oficiales y aprendices en la ciudad en es 174 EI gremio puede ser representado por una pirdmi- » en la que Ia amplitud de la base con respecto a Punta muestra la proporcién entre las jerarquias. acuerdo a la proporcién de 4 a 1, se tiene una irmide cuya base abarca las 4/5 partes, es decir, 80%. Al trasladar esta proporcién a la piramide 1 AAA, Artesanos-Gremios, vol. 808, exp. 21, p. 49. 175 de edades de los artesanos, es a la edad de 45 afio cuando supuestamente se examinaban los ofici (grafica 8). Esta edad es muy alta como edad de examen gre mial y expresa un poderoso bloqueo social si la c sideramos como indicador de movilidad dentro gremio. Sin embargo, no era ésta la edad verdad Ge examen; los artesanos se examinaban en edad diversas y en promedio menores a la de 45 afios, lo que significa que no todos los oficiales se exami ban y que muchos de ellos no lograban hacerlo nun: ca, lo que de todas maneras indica que en esta época la movilidad dentro del cuerpo gremial era mu reducida. : Si la condicién de aprendiz y de oficial eran requi sitos previos e ineludibles para alcanzar el grado maestro y poder abrir un taller publico, y si lapso de tiempo que debfa durar como mini el aprendizaje y el oficialato se establecian en. ordenanzas, entonces la jerarquia del artesano tien relacién con su edad. Se ingresaba al oficio sien un nifio o un adolescente, entrando a un taller co aprendiz. Se alcanzaba el oficialato en la juvent y se llegaba finalmente, en la edad madura, a 1a cal de maestro artesano. Esto al menos serfa la te dencia natural o légica de la estructura gremial. No es sencillo determinar con relativa certeza movilidad dentro de los cuerpos gremiales. Los o sos de finales del siglo xvi y principios del xx mencionan la condicién gremial del artesano y posible a partir de ellos determinar si el artes es oficial 0 maestro. Los grados gremiales apare irregularmente y sdlo con relativa frecuencia en caso de los aprendices. En la muestra del censo “176 40 20 30 40 180 120 110 100 90. 80 70 G0 80 40 30 20 10 GrArica 8. Pirdmide de edades de los artesanos (1811). 177 1811, 49 artesanos fueron registrados como aprer ces. La edad de estos aprendices cubre un rango ¢ tre los 8 y los 19 afios, aunque la gran mayoria concentra entre los 10 y 18 afios, de acuerdo a Ia g fica 9. 19 ANOS plazo de tres afios para el aprendizaje; muy =. Jo ampliaban a cuatro o cinco afios, Suponiendo, si iid conceder, que la mayorfa (como se aprecia en la nN Zé fica 9) entraban al taller a los 12 afios, a los 16 9 S 17 afios serfan oficiales. Posteriormente tenfan que e dejar pasar por lo menos dos afios como oficiales, 7 acuerdo a las ordenanzas, antes de poder examina f ) g como maestros. En el lapso que duraban como ofie Ce ciales tenfan que ahorrar para adquirir sus he i 5 mientas, pagar el examen y Io necesario para abri = ae su propio taller. Esto no era sencillo; la mayor a dejaba transcurrir un tiempo més largo del que 2 gs pulaba como minimo el gremio antes de llegar a or} minarse. La edad en la que los artesanos de la ciu x ~ 8 de México se examinaron de 1766 a 1776 (grifica 4) z° muestra que sélo el 20% de ellos lo hicieron ant - 8 de los 25 afios, el 30°% entre los 25 y 35 aiios y él 7 Aa restante 50°% se examiné cuando rebasaba esa ed = ‘ incluso hubo varios que superaban en ese moment a = Jos 60 afios. 2 Pocos artesanos eran los que luego de concluir st a ¢ aprendizaje lograban examinarse; la mayoria esper: © ba 10, 20 y mis afios para conseguirlo. Estos tiemp de espera, sin embargo, son s6lo los de aquellos q obtuvieron el grado; muchos otros no Megaron siqui Ta a presentar su examen de maestria. Entre 1766 1776 se examinaron 298 artesanos, o sea 26 por Gon esta reducida frecuencia de ascensos gremiales, Ig 178, d 179 cerca de 5000 oficiales y aprendices registrado el censo de 1794 trabajando en los talleres de la ¢ dad hubieran requerido 192 afios para cambiar jerarquia. Es por esto que en la pirdmide de edad de la grafica 8, la edad en que separamos las p porciones de maestros y‘oficiales es mayor en 10 de Ia edad en Ia cual el 50% de los maestros sanos se examiné entre 1766 y 1794. Una represent cin més cercana a la realidad de los grados gremi a finales del siglo xvmr serfa la de la gréfica 10, ¢ a que los oficiales y maestros se mezclan en la m ciales predominan en las edades de 10 a 30 afios, ‘Al terminar el siglo xvi los oficiales de las mam facturas artesanales de la ciudad de México entre taban un estrechamiento considerable en sus opo nidades para adquirir en un futuro cercano y p ble el grado de maestro. Las razones que explic esto son las mismas que actuaron contra la est gremial de la produccién urbana, transforman condicién asalariada de los oficiales, de tal man que de ser ésta una condicién transitoria se convil en permanente, al mismo tiempo que la indepe cia del artesano gremial se transformé en una dinacién al capital comercial. 100 120 LAS RAZONES DE LOS OFICIALES La concentracién productiva y los contravento En esta época es frecuente encontrar diferencias portantes en la capacidad productiva de los tall Gririca 10. Pirdmide de edades y cat gremiales. En 1801, de los 57 maestros con taller ¢ ¥ categorias gremiales (1811). 180 181 mientras 35 de ellas tenfan 33 oficiales, otras 6 te- nfan 7 y la mayor reunfa a 14. Las diferencias de tamafio y ntimero de oficiales entre los talleres de un mismo oficio eran més nota- bles en aquellos que requerian una inversién en materiales y herramientas mayor a la del promedio; en cambio, en los oficios mds sencillos y baratos para componian el gremio de zapateros, 8 de ellos o ban a 94 oficiales, mientras que 35 maestros ocupab a 97. El primero y reducido grupo de maestros reun en su taller entre 9 y 14 oficiales; en cambio, en el ge gundo grupo, compuesto por el 61 % de los maestro reunta entre 1 y 4 oficiales (cuadro 6). : Cuapro 6 * el productor, los talleres eran més homogéncos, como ¢s el caso de las bizcocherias. Ochenta y ocho de ellas Gia inde Mie Ge %de }po tenfan més empleado que el propietario y slo 7 portaller detalleres deoficiales _talleres _ oficiales J yenian uno o dos oficiales, Entre las velerias, 52 no te- nian oficiales, 4 tenfan un oficial y 3 tenian $ oficia- les. En oficios como los de toneleria, oblero, boterén, guantero, etc., las diferencias entre los talleres eran también minimas. La desproporcién entre los talleres del mismo ofi- jo era bastante mayor de lo que muestran las cifras de oficiales, tanto por cl sistema de wabajo en los talleres como por la necesidad de ocultar al gremio y Cabildo la concentracién de la actividad produc- tiva en las manos de unos cuantos artesanos. En nuchos talleres el patrén repartia el trabajo por ta- rea a los oficiales y les pagaba, una vez eniregada ésta, de acuerdo al valor acordado por cada tipo de rea. El reparto de las tareas se hacla también con oficiales que no estaban contratados en el taller y que se Hevaban el material a sus domicilios para ahi trabajarlo; este sistema de encomendar trabajo a ofi- iales ajenos al taller era empleido en los talleres mas grandes, que as{ solucionaban répidamente los tibajos de la produccién y evitaban concentrar en Cuatro imprentas tenfan 2 oficiales, mientras’ q tocal un ntimero mucho mayor de trabajadores. otras 8 tenfan 14. Diez sastrerfas ocupaban en promé|Entre los curtidores, por ejemplo, estaba muy exten- dio 84 oficiales y 8 ocupaban 10.8. En las tejedurfas }dido este sistema de trabajo, que combinaba el tra- ee 188 L4 35 97 614 344 5.8 14 91 24.5, 82.2 14 8 94 14.1 384 * Furnte: AAs, Artesanos-Gremios, vol. 883, exp. 21, p. 49 En los otros oficios de la ciudad las diferencias tamafio entre los talleres también eran notables y te dian a acentuarse a despecho de la reglamentacié gremial. La informacién del censo de 1794 no Cifica para todos los talleres el niimero de oficia ya que, salvo para 5 de ellos, esta informacién vie agregada por cuarteles menores. Sin embargo, €s § ciente para indicar la evidente desproporcién entre Jos talleres del mismo oficio. De 7 carrocerfas que disponemos de informacién, 4 tenfan en prom dio 4.5 oficiales, contrastando con las otras 3, reunian 17.3 oficiales cada una, De 9 curtidi rrerias, 8 tenian 1.1 oficiales y las tres restantes Esta situacién perjudicaba a los oficiales para los cuales se ensombrecia y dificultaba su futuro ascenso. El crecimiento desmesurado de algunos talleres, el extendido empleo de trabajo domiciliario y la funda- cién de varios talleres por parte de algunos maestros artesanos impedia que los oficiales aprovecharan en su beneficio el crecimiento de la demanda. Bsta, en efecto, era acaparada por los patrones de los talleres ya establecidos mediante la incorporacién de mas ofi- ciales, mas fraguas, o mas telares en sus talleres, 0 cuando encomendaban el trabajo a oficiales en sus domicilios, y cuando establecian nuevas tiendas apar- te de la que inicialmente tenfan. Detrés de esta pau- Jatina concentracién de la demanda y como parte del mismo fenémeno estaba el crecimiento y concentra- cién del capital productivo, que sin ser espectacular, era lo suficientemente grande como para que un im- portante sector de los trabajadores directos no alcan- zaran a transformarse en propietarios de taller. En la produccién artesano-gremial se experimentaba un do- minio del trabajo sobre el capital que se expresaba en Ia capacidad del trabajador directo para conver- tirse en patron y duefio de un taller, puesto que el “capital” necesario era relativamente reducido com- parado con la cantidad de trabajo involucrada en el proceso productivo, y porque el crecimiento del mer- cado abria nuevos espacios para ser llenados por los oficiales. Sin embargo, conforme aumentaban el tama- fio y capacidad productiva de los talleres, el “capital” necesario se incrementaba, y conforme los maestros acaparaban con su crecimiento el mercado, en esa misma medida reducian el espacio mercantil que de- bfan aprovechar los oficiales en el futuro. No sdlo el crecimiento monopélico de los maestros 185 bajo hecho en el taller con el trabajo realizado a micilio. La informacién del censo de 1794 no especifica propietario de cada establecimiento, y por eso en los_ calculos anteriores hemos supuesto que cada uno ellos tenfa un propietario distinto. Esto no era asf varios maestros y propietarios tenian mds de un taller, En una lista del gremio de cereros para la contribu. | cién de la fiesta del Santo Angel, hecha en 1792,? ung de los cereros aparece registrado como duefio de cinco tiendas y otros dos tenfan dos tiendas cada uno, Para burlar las ordenanzas que no permitian a los maestros tener mas de un taller a su cargo, algue nos maestros legaban a un arreglo con alguno de los maestros que carecian de taller, consistente en que el primero ponia el dinero para la instalacién de un nuevo taller que quedaba bajo el cargo del segundo, repartiéndose entre ellos las ganancias, En 1805 maestro herrero que logré encargarse de un tall por medio de este procedimiento, se quejé de que maestro que puso el dinero lo expulsé del taller y apropié de su marca? En muchos casos el arte que estaba a cargo del taller no era otra cosa que administrador del propietario. La ordenanza gremii que permitia a las viudas e hijos de los maestros mane tener la propiedad del taller del extinto marido 0 padre, empleando como administrador a un maestro, era una excepcién, que a la postre en casi todos los oficios se utilizd para amparar a los maestros que fundaban mds de un taller y que colocando a ot maestro como administrador 0 “mediero”, ampliab: su participacién en el mercado artesanal. 2 AAA, Artesanos-Gremios, vol. $82, exp. 18, p. 8 [bid., vol. 383, exp. 28, p. Il. 184 limitaba la incorporacién de los oficiales a la prod cién independiente, también intervenfan en esto contrayentores, es decir, personas ajenas al gremio que sin conocimiento practico del oficio establecfan un taller. Los contraventores eran a finales del sie glo xv un grupo muy numeroso, superior en muchos casos al de los maestros examinados. En 1768, de 11 pastelerfas, 8 eran de contraventores y sélo 3 de maestros del gremio.t En 1774 los veedores del gremio de confiteros denunciaron a 7 contraventoress En 1792 los contraventores del gremio de confiteros aumentaron a 10, uno de los cuales tenfa dos tiendass En 1800 los veedores del gremio de sombrereros se quejaban de “...que unos extranjeros han puesto un obrador frente al portal de los agustinos, donde labran sombreros con lana de vicufia y otras, privan- do al gremio de Ja libertad que tiene en el trabajo de los oficiales, pues ofreciéndales un alga mas, han con. seguido Ievarlos. ..""7 En 1801 los veedores zapateros denunciaron a “...Manuel Martinez, cochero del Real Palacio, quien sin ser maestro ni oficial, tiene obra en el Real Palacio donde ocupa muchos oficiae Ies’® En 1800 el ntimero de carrocerias establecidas Por contraventores era de 16, contra 6 carrocerfas del_ gremio.” Los maestros de los gremios repetidamente trataron que el Cabildo evitara la proliferacién de estos contraventores, pues reducfan la efectividad de su monopolio y se convertian en fuertes competi- 4 Ibid., vol, 382, exp. 8, pp. 12-18. © aaa, Real Audiencia-Fiel Ejecutoria-Veedores-Gremios, vol. 3034, exp. 96, p. 1. © Aaa, Artesanos-Gremios, vol. 382, exp. 16, p. 28. 1 Ibid., vol. 382, exp. 16, p. 116. 5 Ibid,, vol. 388, exp. 21, p. I11. © Ibid., vol. 383, exp. 21, 186 dores del gremio, ya que las ms de las veces dispo- nfan de un capital mayor y establecian talleres més grandes que los de la generalidad de los agremiados. Estos contraventores Ilegaron a la produccién siguien- do un camino completamente contrario al estipulado por el gremio y destructivo para la organizacién gre- mial y sus jerarquias inferiores. En tanto que los poseedores de capital alcanzaron la condicién de propietarios de taller y empleadores de oficiales y aprendices, el camino tradicional del gremio habia partido de la condicién de trabajador para terminar en propietario y poseedor de capital. Con esto se trans- formaba radicalmente la relacién productiva artesanal que sujetaba el capital bajo el dominio del trabajo y vinculaba al trabajo la propiedad de las condiciones de produccién. El Cabildo, que permitia a los maestros 1a posesion de més de un taller cuando éstos ponfan un maestro como administrador, trataba de la misma forma a los contraventores, pese 2 que con esto se violaba el es- piritu de la legislacién gremial, que queria que nine gin comerciante o persona ajena al gremio usara el Oficio por “interpésita persona”. La condicién del Cabildo no era excesivamente dificil de cumplir, ya que los trabajadores de los talleres de los contra ventores eran oficiales de los gremios y el propieta- rio podfa financiar el examen de maestria a alguno de ellos. Sin embargo, las visitas organizadas por los vee- dores a las casas de los contraventores muestran que éstos en su mayor parte tenfan oficiales a cargo del taller.1° En estas visitas las autoridades del Cabildo exigian a los contraventores para que examinaran a alguno de sus oficiales dandoles un plazo de varios 20 Ibid., vol. 382, exp. 11, p. 61 y vol. 382, exp. 18, pp. 2-5. 187 meses." Algunos cumplian ¢on este requisito, otros no, pese a lo cual mantenian abierto su taller, pidien do nuevos plazos cuando al repetirse las quejas de los veedores el Cabildo volvia a pedirles que pusie- ran un oficial examinado al frente de sus obradores. La actitud del Cabildo frente a los contraventores dependia mucho de la capacidad del gremio para satisfacer el mercado de la ciudad. La intromisién de personas ajenas al gremio en la produccion artesanal de la ciudad no era mal vista por la administracién publica cuando con esto se lograba que la demanda de productos fuera cubierta satisfactoriamente. En 1800 se Ilegé por esta causa a incluir a los contraven- tores dentro del gremio de carroceros, pese a no ser examinados ni mucho menos haber aprendido el ofi- cio laborando como aprendices u oficiales. Previa. mente a este acuerdo del Cabildo los maestros del gremio se habfan quejado de +-la multitud de contraventores que se han aparecido y que ignorando absolutamente las reglas del arte han abierto tiendas publicas trabajando en ellas con el ma- yor desenfado... para cuyo remedio han sido incesantes las quejas y damores, tanto de los actuales veedores, como de los pasados, en que después de haber gastado no pocas cantidades de pesos, al cabo no han conseguido el justo exterminio y destruccién de las casas que man- tienen los contraventores. . 17 Para el juez de gremios no era posible acceder a la peticién de los maestros carroceros, pues a su jui- cio, por 11 Ibid., vol, 382, exp. 1, p. 61. 32 Ibid., vol. 888, exp. 21, p. 6. 188 haber variado enteramente las circunstancias y funda- mentos de algunas de dichas ordenanzas...1° (era) +..cada dia mas intrincado el negocio y dificil de una resolucién final.t¢ (Las circunstancias eran por una par- sla cortedad de maestros carroceros, 2 que en se reduce este gremio, que apenas llega a seis, (y) el ningiin fondo que tienen...* y por otra parte .. .la po- sesidn que (...) tienen los contraventores de més de ca- torce afios a la presente, de cuyos talleres salen las obras de mejor gusto, y de més satisfaccién por los crecidos principales que tienen para soportarlas, y refinar su cons- truccién a beneficio del publico, (y) el crecido nuimero que hay en el dia de estos obradores que excede en més de dos tantos al de aquellos. . ..6 La necesidad de “.. .surtir a esta capital del mucho carroaje que consume...” Ilevé a las autoridades del Cabildo a incorporar a los contraventores al gre- mio, ya que éstos, disponiendo de un importante capital, podfan lograr lo que la poca “. . -habilitacién y fomento...”" 8 de los maestros les impedia, Garan- tizar a la poblacién de la ciudad la produccién de los articulos que se consumian internamente, era para la administracién publica una razén suficiente para no respetar la legislacién gremial, puesto que hacerlo significaba lo contrario. El interés de la pob! que consumia las lujosas carrozas se sobrepe: interés del gremio y atacaba neceswiamente la esteuc wra misma de la corporacién gremizl. Los x 38 [bid., vol. 888, exp. 21, p. 8 34 Ibid. 35 [bi 36 Ibid. 41 Ibid., vol. 383, exp. 21, p. 70. 38 Ibi 189 convencidos de que no lograrfan cerrar los talley de los contraventores, aceptaron 1a incorporacién de éstos al gremio para impedir en adelante nuevas usur. paciones del oficio. Pero al proceder asf sacrificaron el interés de los oficiales del gremio, ya que acepta ron en los hechos la concesién de Ia maestria para quienes sin cubrir las normas gremiales del aprendi. zaje, pasaron a ocupar el lugar que de acuerdo a las ordenanzas del gremio correspondfa en el futuro a los oficiales. Abrieron entonces una brecha enorme entre los duefios de taller y los oficiales y aprendices y privaron al gremio de sus mecanismos internos de ascenso. En el gremio de carroceros de la ciudad de Méxi- co la transitoriedad de la condicién de oficial estaba de hecho negada, ya que el acceso al monopolio pro- ductivo y a la propiedad del taller requeria de un desembolso que incluso algunos maestros no estaban en posibilidad de hacer. En la practica, el capital, imponiendo su realidad sobre “los fundamentos de algunas de dichas ordenanzas...,% era quien daba acceso al oficio y no Jo contrario. El gremio de carro- ceros era ineficaz e imitil para los oficiales; sélo ser- via a los duefios de carrocerfas para tratar de evitar competidores y monopolizar el mercado. Es por esto Ultimo que en 1801, tan sdlo un afio después de este arreglo y ya incorporados al gremio los contraven- tores, los dos nuevos diputados y apoderados del gremio, que hasta 1800 eran parte de los contraven- tores, repiten las quejas contra los productores ajenos al gremio, asegurando que “...en ningiin tiempo mas que en éste se han sorprendido casas de contra- ventores, como Ia de don Pedro Frocernas, sargento 39 Ibid., nota 13. 190 jel regimiento del comercio, la de don Manuel Or- diera, la de don Francisco Alvarez, la de don Rafael Morales.” ® No deja de ser Iamativa la enérgica de- fensa del gremio hecha por estos carroceros cuando durante mucho tiempo estuvieron en la posicién con- traria. LA ESPECIALIZACION DE LOS OFIGIOS Y LA INTEGRACION PRODUGTIVA, EI crecimiento del capital productivo en las manu- facturas artesanales y la ampliacién de su mercado encontraba un rigido corsé en la separacién y espe- cializacién por producto de cada gremio. El capital productivo sdlo podia emplearse de acuerdo a la le gislacién gremial, en el oficio del cual el artesano era maestro, sin entrometerse en la produccién de otros oficios. También su capacidad para contratar oficiales se restringia a la de aquellos que lo eran de su mismo oficio. Estas fronteras contra la libre inversién del capital provocaron que a finales del siglo xvim, cuando el crecimiento del mercado im- pulsé la produccién artesanal, ocurrieran frecuentes pugnas entre los maestros de oficios adyacentes den- tro de la misma rama. En varios casos algunos oficios lograron romper esta rigida especializacién, amplian- do en diversos articulos su produccién y contratando oficiales de gremios distintos. En la rama del cuero, Ja segunda en importancia después de la textil, este Proceso fue caracteristico y desembocé en la hegemo- nia de uno de los gremios sobre los otros a finales del siglo xvm. 2 Ibid. p. 81. 191 contraventores, se hallaron en casa de un oficial del mismo oficio “'.. .cuatro badanas de tafiletes en blan- coy una de ellas empezada a teflir de amarillo. ..”, jue formaban parte de nueve docenas de badanas que el oficial estaba tifiendo por encargo de un duefio de curtiduria, En 1788, en otra visita, los veedores del gremio de guanteros descubrieron que en ocho curtidurias habia articulos del oficio?? En 1778, 1779 y 1792 los veedores del gremio de zurradores presen- taron repetidas denuncias contra oficiales de su gre- mio, que trabajaban en sus casas por encargo de los curtidores, sin ser maestros examinados.* Ademds de utilizar a los oficiales de otros gremios Jos curtidores elaboraban dentro de sus propios talle- res los productos de otros gremios. Si bien estaba petmitido a los curtidores mantener en sus obradores a oficiales y aprendices de su propio gremio, no podian contratarlos si éstos eran de otros gremios. Esta prohibi- cién era violada por los curtidores, quienes “.. .con un oficial o dos, a quienes ellos nominaban por maestro ejecutan el oficio...”,%* transgrediendo las ordenan. zas de los gremios y tomando para si la ganancia que correspondia a los maestros zurradores y guanteros. in 1778 los veedores guanteros se querellan contra un curtidor que en 1774 hizo examinar a uno de sus oficiales como maestro guantero, “...para que man- teniéndose con dicho (oficial) pudiera a su sombra trabajar sin embarazo, (y) percibir las utilidades que Los gremios de peleteria La manufactura artesanal de peleteria estaba diviv dida en cuatro gremios a finales del siglo xvm: el de curtidores, gamuceros, zurradores y guanteros, Cada uno de éstos curtia distintos tipos de piel, con procedimientos particulares determinados por los vax rios usos a que se destinaban las pieles: suela ps zapatos, badanas, gamuzas, talileles, piel para guan, tes, pellejos para almacenar vinos 0 azogue, etcetera, ‘Aunque cada uno de estos gremios era auténomo, cuando alguno de los artesanos necesitaba la produc. cién de algin artesano de otro oficio como mat prima para su propio trabajo, establecia entre ellos una relacién de compra-venta propia de productores privados. Este tipo de relacién mercantil entre quefios productores directos, propia del régimen mial de produccién, a finales del siglo xvitt estab siendo paulatinamente destruida por la actividad d los duefios de curtiduria, quienes controlando el mei cado de pieles en crudo, fabricaban en sus talleres fuera de ellos, bajo el sistema de encargo a ot artesanos, los distintos tipos de peleterfa pertenecien tes a los otros oficios. Las pugnas de los gremios Al cerrar el siglo xvu1 menudeaban en el Ayunta miento las quejas de los curtidores, quienes tenfai trabajando para si a los oficiales de los gremios d zurradores y guanteros, entrometiéndose de esta ms nera en la produccién que correspondia a los otf@ oficios. En 1777, durante una visita promovida p los veedores del gremio de guanteros a las casas 192 21 Aaa, Real Audienci 834, exp. 100, p. 3. 2 Ibid., exp. 107. % AAA, Artesanos-Gremios, vol. 882, exp. 12, p. 141; exp. 16, p. 18; y exp. 16, p. 44. 2 Ibid, exp. 12, p. 143. ‘iel Ejecutoria-Veedores-Gremios, vol. 198 por justicia correspondian como maestro a este su- pte. = M'Aunque os maestros zurradores y guanteros pe recian defender el derecho de los oficiales a exami- narse, y como maestros, trabajar por su cuenta rete niendo para sf la “justas utilidades” de su trabajo, la demanda de estos maestros zurradores y guanteros escondia la disputa que habfa entre los maestros de estos gremios por el derecho exclusive a emplear el trabajo de los oficiales, e impedir la intromisién de otros artesanos en aquella parte del mercado de pie. es que correspondfa a cada oficio. En esta disputa los duefios de curtidurias se hallaban en una situa cin ventajosa. Disponian de una capacidad econé- mica mayor que la de los maestros de los otros gre- mios; tenfan el monopolio de la venta de pieles a los zapateros y controlaban el mercado de las pieles en bruto, obligando a los maestros de otros gremios a comprarselas a ellos “...al precio que su ambicioso antojo le(s) dicta...” La diferencia entre el precio al que obtenian las pieles en bruto los curtidores y el precio al que éstos_ las vendian a los otros peleteros, beneficiaba a los primeros. Estos, ademds de disponer de materia pri- ma en todo momento, disfrutaban de costos de pro duccién menores a los de los artesanos de los otros mios. Sobre esta base los curtidores desplazaban de la produccién de pieles a los maestros de los otros gremios y les arrancaban el trabajo de sus oficiales. La persecucién de los oficiales del cuero La paulatina expulsién del mercado que sufrfan los maestros zurradores y guanteros hhacla que éstos en- durecieran su trato con los oficiales, viudas y huér- fanos de sus propios gremios, presionindolos para impedirles trabajar para los maestros curtidores. A los hijos o viudas de maestro se les exigla que con- trataran un maestro que se hiciera cargo de su obra- dor; ** a los oficiales se les pedia examinarse en pla- wos de 8 u 8 dias,** y también se les exigia que paga- sen las pensiones del gremio en Ia forma como lo hactan los maestros, incluso el veedor de zurrado- res presionaba al Ayuntamiento, amenazando con re- nunciar a su cargo si no se cumplia con las orde- nanzas.* Los maestros no podfan dejar de perseguir a los oficiales y obligarlos a trabajar para ellos, pues era indispensable mantener en sus obradores la totalidad de las tareas de curtido que encargaban los curtido- Tes y aumentar el volumen de curtido correspondien- te a cada maestro, que la competencia de los oficiales bia disminuido extraordinariamente. Ademés te- nfan que esforzarse en mejorar o por lo menos man- ner él precio por tarea de curtido, ya que el contra- ntor “'...para adquirir que trabajar, hace quiebra los regulares pagamentos que observan los duefios corambres... y esto mismo nos dafia, pues hemos ‘perimentado dejar de trabajar a don Juan Pulido que a dicho duefio le trabajé la nominada Vene- Ss Artesanos-Gremios, vol. 384, exp. 10, p. 48; exp. 16, 44. 4 Ibid., exp. 12, pp. 188 y 148. % Ibid., p. 141, 2 Ibid., p. 148, 25 aaa, Real Audiencia-Fiel Ejecutoria-Veedores-Gremios, 3834, exp. 106, pp. 1 y 2. 30 Ibid. Ee 195 corambres y badanas. Tanto los oficiales como los maestros zurradores curtfan no sus propias_pieles sino las que les encargaban periédicamente los due- fics de curtidurfas, Esta circunstancia ponfa sobre un mismo plano a maestros y oficiales, haciendo tabla rasa de las jerarqufas gremiales. La compartida condicién de “maquiladores” homogeneizaba social y econémicamente a ‘los zurradores, y convertia la maesirfa en un requisito formal e irrelevante. Frente a los reclamos de los veedores, los oficiales desplegaron multitud de tActicas evasivas. Solicitaron al Cabildo plazos y alargamientos de plazos para cumplir con el examen; * alegaron que no causaban perjuicio a los maestros del gremio, ya “...que cur- ten en sus casas las pieles que les entregan los curti« dores, no las suyas propias...”;* se ampararon en su condicién de indigenas “...porque los naturales en estos oficios tienen la facultad de trabajar en ellos sin Ia pensién de examen...”;% e incluso en su condicién de miembros del regimiento de pardos.%® Por su parte las esposas ¢ hijas de maestros fallecidos hicieron valer su condicién de viudas de “pobre: doncella huérfana de padre y madre... La disputa era irresoluble. Para los oficiales no significaba ningin beneficio examinarse, puesto que bajo una u otra jerarquia gremial seguirian traba- jando en las tareas de curtido que les entregaban los curtidores, con el volumen y precio que éstos fijaban, y sin que el fuerte desembolso monetario que impli- La repetida insistencia de los veedores, guanteros y zurradores para evitar estas practicas durante los iltimos afios del siglo xvi, prueba la inutilidad de sus esfuerzos. Los mismos maestros del gremio, al tra: bajar las pieles de los curtidores y perder consiguien temente su condicién de propietarios de su propia produccién, abrieron las puertas de la parcela pro ductiva de su gremio a los curtidores, permitiendo asi, por la via de la depreciacién del grado de macs tro, la negativa rotunda de los oficiales a dejar de trabajar para los cutridores, e incluso examinarse, El perjuicio que esto acarreaba al régimen gremial no escapaba a los veedores del gremio de guanteros, quienes razonaban que “...al considerar los guante ros, que aun examinados, no pueden llegar a alcam zar mayor utilidad yuedaran gustosos en el esta de oficiales y extinguido el gremio...” La debilidad de la organizacién gremial Esta situacién era la que privaba en el gremio d zurradores, en el que en 1778, frente a 6 maestros ex minados, habia no menos de 18 oficiales contraven: tores (ademas de las viudas de los maestros que d bian poner un maestro al frente de su obrador) que rehusaban examinarse a pesar de los apremios de lo veedores. La razén era sencilla: el sometimiento d Jos zurradores a los curtidores, quienes habfan tran formado a los primeros en “maquiladores” de st 88 AAA, Artesanos-Gremios, vol. 38, exp. 12, p. 138, % Ibid., exp. 16, p. 18. % Ibid., vol. 381, exp. 12, p. 30. 5 Ibid., vol. 382, exp. 10, p. 75. 5" Ibid. p. 48. 31 Ibid., exp. 16-48. , tt AAA, Real Audiencia-Piel Ejecutorta-Veedores-Gremios, 106, pp. 1 y 196 197 i caban los costos de examen se tradujera en benef cio econémico alguno, y si en cambio quedarfan jetos al permanente desfalco del conjunto de onerosas contribuciones y gastos que la condicién de maestro de _ gremio aparejaba. : 4 Como resultado de la competencia que hacian log) curtidores a los zurradores y guanteros, el méimerg de maestros con tiendas en estos tiltimos gremios redujo fuertemente al finalizar el siglo xvii, a pesar del crecimiento de la demanda en esa época. Lo maestros zurradores y guanteros que sobrevivieron fueron los menos y los més ricos. En 1768, en una lista de contribuciones para la fiesta del Santo Angel, ve enlista a 11 maestros zurradores.® Quince afios_ después, en 1778, los veedores afirman que 6 maestros componen el grémio.” También en ¢ misma fecha un oficial de guantero declara que “el gremio se halla tan solamente con tres mae tros, y éstos quieren sélo disfrutar de él, no admi tiendo a examen...” # ma En cambio, aument6 el ntimero de oficiales qu fen sus casas 0 en pequefias tiendas trabajaban p encargo de los curtidores 0 de los pocos maest con “capital” de su gremio. En 1778, 18 oficiales con tienda publica de zurradores a los que los veedores les pusieron un plazo de ocho dias para examin: o cerrar sus tiendas, lograron que el Cabildo pliara el plazo a un mes; * un afio después los veedo: dores afirman que esos oficiales permanecian examinarse.“* En 1792, 14 affos mds tarde, en dos lis- tas de oficiales y mujeres contraventoras, 20 de ellos aparecen en posesién de obrador, sin que hubieran sido examinados o tuvieran maestro encargado del obrador.** Cuatro de ellos ya habfan aparecido en la lista de 1778, pidiendo un plazo de un mes para cumplir con el examen. Es pues claro que de las 2% zurradurtas que registra el censo de 1794, la parte mayor era de estos oficiales y mujeres, y s6lo la mi- nima parte correspondia a los maestros del oficio. Muy diferente era la situacién en el gremio de curtidores, En 1797 un acta levantada durante la eleccién de veedores de este gremio enlista 16 maes- tros y casas de curtidurfa, ntimero parecido al que registra el censo de 1794, en el que aparecen 14 talle- res. Esto significa que los oficiales curtidores no te nian tiendas publicas que compitieran con las de sus maestros del gremio, ya que el monopolio de las pie- Ies en bruto que tenfan estos uiltimos impedia a los oficiales competir por sus propios medios con los ta- leres establecidos, Este control de los curtidores sobre mercado y el crecimiento significativo de sus uni- dades productivas no fue un hecho fortuito, ni tame poco se puede deducir simplemente del desarrollo mercantil de la segunda mitad del siglo xvitt, puesto que en otras ramas y oficios esto no ocurrié, El ca- mino seguido por los curtidores estuvo condicionado por las caracteristicas de la produccién en la rama del cuero y por los mecanismos que regulaban el mer- ado de estos articulos en la ciudad, entre los que sin duda destaca el estanco de cordobanes por el papel que jugé. © Ibid., p. 143, “ Ibid., exp. 16, pp. 13-14, 88 Carrera Stampa, op. cit, pp. 208-207, 219. ek etanes Gremio, vo, BE, exp. 2 P- exp. 12, p. 141. 41 Ibid., exp. 12, p. 88. 42 Ibid., exp. 12, p. 138. 198 199 aes desarrollo ulterior del gremio de curtidores se fundé. en la importancia que tenfa en la organizacién gre- mial artesanal el acceso directo al consumidor, ya que el control efectivo del momento de venta garan- tizaba al artesano agremiado la sobrevivencia del monopolio productivo, permitiendo al productor di- recto retener en sus bolsillos toda la ganancia que Ja produccién artesanal y el precio de monopolio gremial permitfa, sin compartirla con el capital co- mercial, como ocurrfa en la industria textil y muchas otras. A principios del siglo xvi los curtidores de Ia ciudad de México surtian de pieles a los comercian- tes y parecian estar en vias de perder su condicién de productores libres, para transformarse en produc- tores por encargo, habilitados y endeudados por los comerciantes. Esto no Ilegé a ocurrir, porque la bon- dad del estanco de cordobanes, en el marco del creci- miento mercantil y poblacional de la segunda mitad del siglo xvmt, cambié totalmente esta perspectiva. Los duefios de curtidurias tenfan grandes talleres, con un mimero importante de oficiales y aprendices de varios gremios trabajando para ellos, ya fuera directamente en sus talleres 0 bajo la forma de en- cargo domiciliario, No .eran trabajadores directos e incluso desconoctan la técnica y procedimientos del oficio. Su funcién se reducfa tnicamente a la de direccién y organizacién del proceso productivo, es decir, operaban exclusivamente la funcién del capital. La unidad del trabajo y la propiedad, caracteristica fundamental del taller artesanal gremial, experimen- taba un marcado proceso de diferenciacién en estos talleres. En 1767 un oficial de curtidor, al solicitar se le examinara para adquirir el grado de maestro del oficio, decia que El estanco de cordobanes Este estanco o monopolio de pieles de curtiduria | fundé la Corona en 1608* con el objeto de evit el alza en el precio de las pieles a que habia leva. do Ja actividad de un grupo de comerciantes, quie. nes concentraban en sus manos la compra-venta de estas mercancias. Estos comerciantes compraban las pieles directamente a los curtidores, pagandoselas_ “...muy bien y con dineros adelantados...",!* aca parando as{ el grueso de las pieles curtidas, que vend{an posteriormente a los zapateros al doble del precio ordinario.* Esta intermediacién que ejercian los comerciantes perjudicaba al gremio de zapateros, cuyos miembros se velan impedidos de comprar las pieles directamente a los curtidores, por lo cual au mentaba enormemente el costo de los zapatos. Con la creacién del estanco de cordobanes se pro. hibié la venta de pieles en bruto a quien no curtidor y sélo se permitié 1a compra de los cor anes labrados a los zapateros. Esta medida despl: a los comerciantes e impidié el alza en el precio las pieles, favoreciendo a los artesanos y a los c midores. Aunque la fundacién del estanco fue pi movida por los zapateros, a la larga los princi beneficiados fueron los artesanos del gremio de cui dores. Estos, a través del estanco, conservaron a I largo de dos siglos el control de la compra-venta corambres, manteniendo como compradores cauti a los artesanos zapateros. EI papel que jugé el estanco de cordobanes en el 48 Fabiin Fonseca y Carlos Urrutia, op. cit. 48 Genaro Vazquer, op. cit., p. 96. «1 Ibid. 200 201 el capital comercial que antafio cumpliera las funcio- nes de intermediacién entre el productor y el con- sumidor. El mismo estanco permitia a los curtidores mantener para sus productos un precio de venta monopélico, es decir, un precio inalterable a las va- riaciones del mercado de pieles que pudiera afectarlo, como podrfa ocurrir en caso de abundancia de pieles sin curtir o en caso de una disminucién en la de- manda de pieles curtidas. En cambio podfan elevar el precio cuando les convenfa. Esto significaba absor- ber como ganancia extra las variaciones del mercado que reducian sus costos de produccién y descargar en os zapateros y demAs compradores, con aumentos de precio, las variaciones que elevaban sus costos. EI control efectivo del momento y sitio de venta de los cordobanes fue una condicién de las altas ganancias de los curtidores. Por eso defendieron el estanco de cordobanes y combatieron las accesorias de los contraventores, que fuera del estanco les dispu- taban el mercado de las pieles y haclan que se tam- baleara su control del precio. Los veedores del gremio de curtidores razonaban as{ en sus escritos: “...en esas accesorias se da mds cantidad de suela por real que en las curtidurfas, pongo por caso dos dedos més, y los zapateros, se inclinan a lo barato, sin atender la calidad o bondad del género. ..” 5 Efectivamente, en los pequefios locales de los contraventores, se ven- dia mas barato que en las tiendas de tenerfa y almacenes de los curtidores, y éstos, como ellos mismos afirman “...para comer del trato” tendrfan que dar “,..10 mismo o més que los de las accesorias. ..” mue en esta capital hai tal gremio de curtidores és sand graminadss, ni se ha dado exemplar de que examinen ni presenten los maestros para que se despa. chen como sucede en los demés gremios, y artes pues aunque cada afio se eligen veedores éstos son los... tratantes, y no los mismos curtidores, pues éstos son los que trabajan en dichas casas de los tratantes, pues tam. poco Io dichos veedores son maestros despachados... « El oficial que hace esta denuncia fue el tinico que se examiné entre 1766 y 1772,4° aunque en ese mismo Tapso hubo 11 nuevos duefios de curtidurias® que ingresaron al gremio y abrieron taller sin cubrir el requisito bisico del conocimiento del oficio que im plicaba el examen de maestria, En 1779 se repite la denuncia contra los duefios de curtidurias acusin- dolos de tratantes y de no saber trabajar las pieles La condicién de dominio del oficio, que ligaba al trabajo con la propiedad se habia roto dentro de talleres de curtiduria, donde la propiedad del taller y el producto pertenecia a los “tratantes"; en bio, quienes dominaban el oficio y ejercian el tral jo habfan perdido su condicién de maestros poten iales, convirtiéndose en asalariados dentro de 1 talleres de los curtidores 0 en trabajadores a dor lio fuera de ellos. 7 El estanco de cordobanes, que concentraba en ma- nos de los curtidores la exclusividad de la venta corambres, permitfa a éstos guardar para si la tol lidad de la ganancia productiva, sin compartirla o 48 Aaa, Artesanos-Gremios, vol. 382, exp. 8, P- 8 49 AAA, Real Audiencia-Fiel Ejecutoria-Veedores-Gremios, 3834, exp. 85, p. 172. 80 Ibid. 51 AAA, Artesanos-Gremios, vol. $82, exp. 10. 202 82 Aaa, Real Audivncia-Fiel Ejecutoria-Veedores-Gremios, vol. 3834, exp. 85, p. 1. 203 ‘Aunque no precisamente “para comer del trato si para sostener su monopolio, los curtidores agremi dos evitaron que estas accesorias poliferaran al grad. que su volumen de ventas pudiera influir depresiva. mente en el precio de venta de sus propias pieles, Los curtidores justificaron la persecucién de las ac cesorias argumentando que para bajar el precio de Jos corambres, era indispensable no darles el “legt timo beneficio...”,** acusando de esta manera a los duefios de accesorias de vender pieles cuyo curtido no era conforme a ordenanza, Esta acusacién, salien- do de la boca de quienes no eran maestros hébi les en el oficio, ni lo ejecutaban por sf mismos es, decir lo menos, una muestra de cinismo, ya que a més se dirigia en contra de los duefios de ace rias, a quienes surtfan de pieles los mismos artesani que elaboraban las pieles para los duefios de curti durfas. Los duefios de curtidurias no tenfan la compete cia de sus oficiales. Y como los oficiales no p abrir talleres propios, el interés de los duefios reducia a impedir que trabajasen en sus domicil para comerciantes, o que les robasen pieles que lue serjan vendidas a los zapateros. En los uiltimos afi del siglo xvm, para mantener la exclusividad trabajo de los oficiales, los duefios de curtidurfas taron de forzarlos a trabajar en sus talleres, reduci do el trabajo a domicilio. A pesar de las quejas qi los oficiales elevaron ante e Cabildo,** los duefios curtidurfas insistieron en esta practica, alegando qi de esta manera se evitarfan los fraudes y que los rradores que trabajaban en sus casas no estaban € cerrados y tenfan libertad para salir cuando lo re- querian.* La organizacién productiva artesano-gremial tiene como fundamento la subordinacién del capital al trabajo, ya que este ultimo es el que determina el ac- ceso a la propiedad de las condiciones de la produc- cién, y porque estando el capital atado a la cualidad del trabajo, sélo puede desplegarse en un uso pro- ductivo espectfico: s6lo puede producir los articulos Fen que se especializa el gremio y contratar exclusiva- mente entre los oficiales de ese gremio. Por esta razén es que el capital se haya ligado a la calidad del tra- bajo. No es un capital libre, que pueda traspasar las fronteras del trabajo, cambiar su forma y ubicarse en el espacio productivo que prefiera. Para el capital, romper estas fronteras y afirmar su libertad de uso, adquiriendo como forma caracteris- tica la cuantitativa 0 numeraria, es parte indispensa- ble de su constitucién como relacién social madura y dominante sobre el trabajo. Este camino es el que recorre el capital de los curtidores, transformando en este recorrido los fundamentos en que se apoyaba la organizacién productiva de la ciudad de México desde los primeros afios del régimen colonial. Resu- miendo: el proceso observado en esta rama durante la segunda mitad del siglo xvi puede caracterizarse por un crecimiento del volumen de capital que mue- ven las curtidurfas, acompafiado por una expansién de su radio de accién en la produccién de mercan- cfas artesanales y en la contratacién de trabajadores directos, procesos que fueron seguidos por una separa- én radical entre la propiedad y el trabajo, que trajo consigo Ja destruccién de los 1azos que unfan al maes se Ibid. 34 Ibid. 85 AAA, Artesanos-Gremios, vol. 382, exp. 10, 8 y 69. 204 205 jue las dirigen son hombres ineptos...”*" ya que slo saben trabajar lo que requiere la construccién de carroajes, sin dominar el repertorio del oficio. La polémica entre los carroceros y los maestros del gremio de herreros que exigen “..demoler y destruir Ta forja”®* de los carroceros contraventores, nunca pasd a los hechos, limitandose a un ineficaz requeri- miento del juez de gremios, para que los carroceros cumplieran con el acuerdo de examinar a sus oficia- les. Es sintomdtico que en varios de los oficios, en Jos que los talleres eran de mayores dimensiones y tenfan un importante nimero de oficiales, el creci- miento del capital productivo redujera, hasta elimi- narla, la independencia del artesano y transformarse a los oficiales o incluso maestros que trabajaban di- rectamente en estos talleres en simples asalariados, ya que éstos, por el mismo crecimiento del capital pro- luctivo y el desarrollo de la organizacién productiva dentro del taller, fueron incapaces de transformarse en productores independientes y competir con los grandes talleres. La intromisién de unos gremios en el trabajo de 70s era bastante comtin en esta época, aunque no todos los casos era resultado de la concentracién jel capital productivo, sino de nuevas condiciones del mercado que contradecian la rigida especializacién ial. Los algodoneros, por ejemplo, acostumbra- mezclar seda en sus tejidos de algodén, con- ariando con esto a los sederos, quienes al parecer poco guardaban ya la antigua pureza de sus te- jidos.'® Los tintoreros padecian también la competen- tro artesano con sus oficiales y que cohesionaban cuerpo gremial, transformando a este wltimo en una ficcién, Herreros, carroceros y otros Otro claro proceso de subordinacién de los maestros de un oficio a otro es el de los herreros en los talle: res de carrocerfa. En estos talleres trabajaban arte. sanos de diversos oficios y cada uno tenia a su cargo una parte del conjunto de procedimientos que come binados resultaban en Ia produccién de coches y carrozas. Era ésta una forma de manufactura combi« nada, es decir, que la divisién interna del trabajo era la que resultaba del niimero de oficios que se unfan en el taller de carrocerfa: carpinteros, torneros, guarnicioneros, hherreros, etc. Por su origen era enton. ces el producto de la unién de artesanos de diferentes gremios bajo la direccién de un carrocero. Para que él carrocero pudiera tener una fragua en su taller, tenfa que contratar a un maestro del gremio de herreros, de tal forma que éste quedara a cargo de la fragua, generalmente bajo el arreglo de repartir a mitades las ganancias de la fragua. Este condicionae miento para la instalacién del herrero en un taller de carrocerfa, permitia a éste mantener una relativa autonomia respecto del carrocero. Sin embargo, en la practica de finales del siglo xvi, el herrero a cargo de la fragua no siempre era un maestro y esta: ba completamente supeditado al carrocero. Las quejas y visitas de los herreros a las fraguas de los carroceros demuestran “‘...que al menos Ia mitad de las casas de aquellos que mantienen fragu: no s6lo no estan sin maestros sino que los: ofici 206 & Ibid, exp. 11, p. 61. %8 Ibid. aon, Ramo de Industria y Comercio, vol. 7, exp. 1, fa. 1-7, 207 cia de tejedores de agodén y lana que tenian cosa que sélo correspondia a los primeros. En mayor parte estos artesanos sufren la reorganizacién de la produccién que impulsa el capital comercial conforme penetra y tiende lazos cada vez més profun. dos en el comercio de los articulos textiles. Estos comerciantes encargaban el trabajo de tejido y tefii a aquellos artesanos que les trabajaban més barato y que lo hacfan de acuerdo a las normas de “calidad” que ellos y el mercado requerfan, y que en la mayo.’ ria de los casos no coinciden con la “calidad” que sefialaban y defendian los gremios. Como resultado, los maestros de gremios disminuian en ntimero. Los componentes del gremio de tintoreros, qi en 1756 eran 28 maestros, se redujeron a 4 en 17 ¥ esto no se debié a una reduccién proporcional la industria sedera, sino a que “....los algodoneros: rebocilleros tifien sedas, algodén y lana (...) las vith das de los tintoreros mantienen oficiales sin narlos...”® y al hecho de que también los ofici tintoreros tefifan a escondidas. Es claro que, co los duefios de las sedas eran comerciantes y encargaban el trabajo a los contraventores, la cond cién de maestro tintorero y el gremio mismo era inrelevante. Incluso entre los maestros tintoreros encuentra el caso curioso de un maestro que se con porta como “‘rinconero”, y as{ es considerado por Ios veedores, ya que mantiene “...su tinte oculto en callejn para excusarse de cargos y cargas preci y consejiles del oficio pretextando frivolidades de no ser tintorero ni trabajar”.®* Los comerciantes y los oficiales A pesar de que la proporcién de los oficiales res- pecto a los maestros era bastante alta, estos viltimos tenian grandes dificultades para conseguir oficiales que trabajaran en sus talleres. Los oficiales preferian incursionar en el trabajo clandestino a permanecer como asalariados de los maestros y duefios de taller. Aunque los oficiales encontraban muchos obstdculos para Iegar a propietarios de taller debido a los re- quisitos que ponia el gremio y al control del merca- do que ejercian los talleres mas grandes, tenfan sin embargo la opcién de instalar en sus domicilios obra- dores informales y trabajar en pequefia escala, ya fuera por encargo de comerciantes y talleres 0 para vender en las calles. Las caracteristicas técnicas de la produccién manufacturera en la ciudad de México descansaban mucho més en la habilidad y el cono- cimiento del trabajador que en un desarrollo de la divisién interna del trabajo, o en el empleo de ma- quinaria, Esta situacién de la industria urbana per- mitfa a los oficiales trabajar en pequefia escala, si no en todos Ids oficios, si en muchos de ellos, par- ticularmente en aquellos en los que los requerimien- tos minimos de herramientas y local no eran dema- siado grandes, En su contra tenfan la calificacién de ilegalidad, que de acuerdo a la legislacién gremial y del Ayuntamiento, pesaba sobre su trabajo. Ade- més encontraban que los canales para Megar al con- sumidor no podian ser otros que el de un comercian- 68 Ibid., p. 57. Boletin del Archivo General de la Nacién, nim. 2, pp. 181 julio-septiembre de 1977. ies aan, Artesanos-Gremios, vol. 882, exp. 10, pp. 12 y 87. 81 Ibid., vol. 881, exp. 10, p. 84. 62 Tbid., vol. 382, exp. 10, p. 127. 208 209 0 4 i fla “‘...totalmente decaido y arruinado...” “.,.Jos muchos pasteles que por las calles publ mente se venden...” ® En 1774, el gremio de confit teros se queja de que ese trato “...apenas deja para pagar la casa y comer un pedazo de pan muy escai y la causa de esto proviene... (de que)... no hay plaza, portal 0 accesoria, en que no se fabrique dul. ce...” En 1784, para frenar el contrabando de este gremio, se matriculé a los vendedores ambulantes de confites y dulces, para que sdlo éstos vendieran en las calles y wnicamente los dulces més sencillos; resule taron $2 jicareros autorizados para vender cadillos de azticar, turrén de Oaxaca en oblea, camo. _ titos, alfajores y pepitorias finas...” todos éstos con azicar blanca. También se autorizs a 20 pasteleros en “...la pasta que viene labrada en figuras y de animalitos...” Estos dulceros ambulantes con dos por “bandejeros”, a cambio del permiso par: vender en la calle, debian pagar al gremio de cont teros una pensién en metdlico. Sin embargo, esto no lucioné el problema, ya que los reclamos de los tros se repetian, En 1792 aseguraban que “...no casilla, tendején, calle, fiesta ni funcién particul donde no se encuentren contraventores..." Ya hemos mencionado a los oficiales tintoreros, qj junto con los artesanos algodoneros contravenfan ordenanzas del gremio de tintoreros; pero falté aj gar que los algodoneros, contraventores en este c n 1779 se lamentaban de una cantidad “...casi innumerable de advenedizos oficiales intrusos...”” 7 que con su intromisién en el oficio lo habian sumido en un “...total libertinaje...”® En 1777 los maes- tros sayaleros se querellaron repetidamente contra Jos oficiales contraventores y exigieron el examen a un oficial que en esa fecha tenfa 17 afios trabajando por su cuenta."? También en 1777 los veedores acu- saron a un pardo libre, que sin ser maestro tejfa por su cuenta, asegurando ademds que los maestros exa- minados “...no tienen lugar de vender por que lo hacen los que no lo estén por infimos precios. En 1778 los veedores requisan varias telas a un oficial que lo es desde hace 80 afios; de los cuales los ulti- mos seis los ‘ha ocupado en trabajar por su cuenta. Durante este litigio las partes reconocen que son mu- chos los oficiales que fabrican, sellan sus tejidos y los expenden, cosa sélo permitida a los maestros. En 1798 la queja y peticién de cierre contra los contra- jentores se repite.’ En 1796 los veedores gamuceros plican que “los oficiales que pudieran trabajar en muestras casas se retiran de ellas trabajando en las yas. gamuzas mal condicionadas, las que entregan jor menos precio a sujetos que no son del exerci- io..." En los gremios de curtido y adobo de pie- s, el trabajo domiciliario de los oficiales estaba uy extendido y en buena parte era provocado por 10 Aaa, Artesanos-Gremios, vol. 882, exp. 10, p. 36. Ti #3 1bid., exp. 8, p. 111. © Ibid. 61 Aas, Real Audiencia-Fiel Ejecutoria-Veedores-Gremios, 3884, exp. 96, p. 6. 68 Ibid., exp. 110. °9 [bid., exp. 11. 13 Ibid. p. 32. 74 aaa, Real Audiencia-Fiel Ejecutoria-Veedores-Gremios, vol. 84, exp. 101, p. 2. 18 aaa, Artesanos-Gremios, vol. $82, exp. 17, p. 6. 49 Ibid., exp. 16, p. 69. 218 a los oficiales, a menos que éstos aceptaran trabajar en sus talleres. Los oficiales, reacios a tal medida, compraban algunas pieles, las labraban y las vendian por su cuenta, obteniendo en este comercio mds de Jo que recibfan como asalariados en las curtidurias, ya que incluso acostumbraban vender como cordo- ban lo que era simple badana. Los patrones de cur- tidurfa, aunque tenfan la sartén por el mango al con- trolar el grueso de las pieles en bruto, no lograron erradicar por completo el contrabando de pieles cur- tidas, ni reducir a todos los oficiales dentro de sus talleres, ya que habfa comerciantes y también algunos maestros curtidores inescrupulosos que abastecian a Jos oficiales de picles en bruto. El mimero de tacone- rfas, es decir, de accesorias comerciales donde se ven- dian materiales para la elaboracién de zapatos, y que eran las que estaban detrés de los oficiales contra- ventores, era bastante alto al cerrar el siglo xvm. El censo de 1794 registra 27 de cllas. Entre quienes compraban las pieles de los curtido- res contraventores estaban los oficiales del gremio de zapateros, quienes en la misma forma que aqué Hos, trabajaban ocultamente la obra del oficio para venderla Iuego a los comerciantes. De esta manera se elaboraba toda una cadena de clandestinaje y la- bor paralela a la permitida por los gremios. En una visita hecha en 1798 a los puestos que vendian zapatos en el Baratillo del Paridn, se encontré en uno que era propiedad de unas mujeres comerciantes de ape- llido Galvan, zapatos con sello falso, es decir, que no estaban hechos ni sellados por maestro. Los veedores ademds acusaron a estas comerciantes de comprar a Ios oficiales zapatos sin sello, que éstos les traen 215 Jos duefios de curtiduria que encargaban este trabajo a los oficiales contraventores. Sin embargo, estos due. fios de curtiduria persegufan a los oficiales cuando éstos no trabajan para ellos y vendian su trabajo clandestino en las calles o a los comerciantes. En 1780, a instancias de los veedores del gremio de curtidores, varios oficiales fueron detenidos en la. calle mientras intentaban vender badanas “contrahechas” al modo de cordobanes. Uno de los detenidos, de oficio curti- dor, declaré que las pieles “...las ha vendido (...) en el baratillo, Ievado de su necesidad por mantener a su familia, respecto a que los curtidores no les dan qué trabajar (...) y por no ir a robar se ha metido en semejante trato...”77 Otro de los detenidos de- clara ser “de oficio zurrador, y que es cierto se le aprehendieron tres badanas tapeteadas las que com: pré en blanco en la calle, de por ser de noche sin saber a quién... que el que declara las ha vendido a los zapateros oficiales, por su mucha necesidad y por que los curtidores de una tarea de cordobanes no les pagan mds que 9 reales arreglandose a darles dos reales diarios y acabada y entregada dicha tarea se le paga lo demds (...) que por esta razén se ha exercitado en semejante trato, y porque ha visto que otros lo executan...” " La pretensién de los duefios de curtiduria de ine corporar a los oficiales en sus talleres para as{ con: trolar efectivamente su trabajo y evitar que éstos trabajaran para comerciantes o vendieran en la calle” directamente a los zapateros, provocé un recrudeci« miento de la pugna entre oficiales y patrones de curtiduria. Estos tltimos se negaban a dar trabajo 17 Ibid., exp. 10, p. 69. 78 Ibid. 2i4 .-bajo Ia manta o frazada...” 7” La actividad estas vendedoras de zapatos se extendia hasta el tido, ya que posefan ademds de la zapateria, dos cu rerias y tenfan parientes en el rastro, cosa que expo nen las indias cuereras en 1794, cuando acusan a las galvanas de querer estancar la venta de cueros sala. dos. Es pues claro que estos comerciantes suminis. tran pieles a los oficiales curtidores y les compran los _ zapatos a los oficiales zapateros. Los maestros zapate. ros adoptaron una actitud similar a la de los duefios de curtidurfa, Para evitar el trabajo a escondidas de los oficiales y la intromisién de los comerciantes, tratae ron de encerrar en sus talleres a los oficiales. En 1794 un oficial de zapatero se queja ante el Cabildo, ex poniendo cémo “ha Iegado el caso, de que el dia de ayer me han sacado de mi casa, para que me vaya a trabajar de oficial, en la del maestro Pina (embar._ gando éste mi herramienta) lo que me es suma mente gravoso asi por que el sueldo que me da dicho maestro no me alcanza para mantener mis obli ciones, como porque se me dificulta més el poder juntar el dinero para efectuar el examen”."' El caso ocurrido a este oficial no fue tinico, le ocurrié a mue chos otros, pues los maestros zapateros decididos y obstinados contrataron un celador con el encargo de sacar a los les de sus domicilios y Hevarlos a sus talleres, tarea bastante dificil y riesgosa, ya qq el propio celador expone para justificar un aumento de sueldo: “...me he visto muchas ocasiones en evie dente peligro de perder Ia vida respecto a ser esta gente tan osada que ha no haberme vilido de evar mi compafifa un ministro que me ampare, ya hu- jiera sucedidome un accidente, lo que pongo y dejo Ia consideracién de V. S. cémo estan los oficiales a quienes se quita de sus casas en donde trabajan a su luntad y albedrio”.® Sin duda el celador estaba en Jo cierto y la resistencia de los oficiales acusindolos de que “...se han mudado de unos obradores a otros y los mds se han dedicado a trabajar por sf en lugares ocultos la obra que expenden en fraude de los maestros, en dafio del puiblico y en manifiesta contra- vencién de las ordenanzas del gremio".* La pugna entre maestros y oficiales era bastante fuerte, Algunos oficiales en vias de examinarse pe- dian al Cabildo que no fueran los veedores quienes Jos examinaran, puesto que desconfiaban que como consecuencia de viejas disputas éstos los reprobaran. Algunos veedores se introducfan violentamente en Jas casas de los oficiales contraventores entablando fuertes discusiones y Iegando en algunos casos a des- truir la obra del oficial, en lugar de requisarla con Ja autoridad de algin funcionario del Ayuntamien- to® Los oficiales respondian en la misma forma. No fs raro encontrar que los veedores, en sus presentacio- es y escritos, se lamenten de que los oficiales “...no s6lo se mofan de nosotros sino que con altaneria nos insultan...”* y también “...maltratarnos con labras injuriosas...” *. En la disputa entre los oficiales y los maestros siem- pre estaba presente un tercero en discordia, Este per- 82 Thid., p. 58. 80 Ibid., exp. 21, p. 88. & Tbid., exp. 12, p. 126. 85 aaa, Artesanos-Gremios, vol. 382, exp. 12, p. 124. #6 Ibid., vol. 888, exp. 21, p. 81. 81 Tbid., vol. 382, exp. 10, p. 82. exp. 18, p. 105, exp. 16, p. 61. p. 57. 217 sonaje era el comerciante, aunque sdlo aparecta o la sombra reflejada por el cuerpo de los contravent res. En pocas ocasiones los maestros dirigieron sus golpes contra este otro contendiente, y en muy pocog casos los comerciantes se vieron requeridos por él Cae bildo. Por eso la respuesta de un grupo de comercian. tes en sombreros rebatiendo las acusaciones de los maestros y justificando su comercio es particularmen. te interesante, tanto por la descripcién de la mecénica que favorece la relacién de los comerciantes con los oficiales, como por la critica que hacen a los maestros del gremio. Cinco comerciantes afirman en su decla- racién que como no siendo de oficio sombrereros, para fa. bricarlos los hacen Jos propios oficiales, que siendo estos muchos todos pobres, infelices y cargados de familia (...) si los pobres oficiales indios y otros no nos tuvie. ran y supieran que una vez que concluyen su obra, esto. €s uno o dos o mds sombreros, nos buscan para ent garnoslos y Henar su dinero, (...) no sdlo abandon: rian el oficio, sino que no vivirian quietos fen sus casas y obradores (...) ya de no tener quien prontamente Jes comprase el sombrero que acabasen ya de ir a perder una mafiana o tarde para conseguir €l venderlo (...) que no sélo en México se fabrican sombreros, sino en Puebla, Texcoco (...) que son los mejores y no hay razén para que los que los traen se dilaten, hagan costos con sus cabalgaduras en mesones_ y posadas y se les sigan otros perjuicios cuando vien‘ obtenidos a salir prontamente de este efecto para sur tirse de otros y regresarse a sus casas (...). Si los ac tuales veedores 0 los demas que son maestros examin: fueran hombres de facultades, que a mas de mant copia de oficiales en sus tiendas, pudieran o habilitar los demas o comprarles prontamente sus obras, p: 218 doselas en tabla y mano propia, por sus justos precios estaria el oficio en su corriente y el piblico abastecido, pero no siendo Ios tales maestros sino unos miserables, que algunos para habilitarse y trabajar nos han menes- ter a nosotros (...) y si ya nosotros no les compréramos Jo harian otros mercaderes o de facultades que por no contentarse con cualesquiera leve ganancia los encate- clan demasiado.s® Los comerciantes defienden su intervencién en la compra y venta de articulos del gremio de sombrere- ros, sefialan la debilidad del gremio y su incapacidad para cubrir con su produccién la demanda, e insisten en que sin st avio, los oficiales y también algunos maes- tros no podrfan subsistir ni allegarse medios para des- arrollar su trabajo. Gracias a ellos, afirman, los ofi- ciales “.. .se hallan habilitados y tenidos por nosotros en tal conformidad de que se alimenten y a sus muje- res e hijos, y cubran sus carnes (...) que adquieran para sus casas, curaciones de sus enfermedades y reme- dio para otras urgencias, y los que son indios que ten- gan para la contribucién de aquellas obvenciones a que estan sujetos y satisfaccién de reales tributos. . "8° Lo que queda claro es la intima relacién establecida entre los oficiales y los comerciantes y también la fal- ta de sentido y facultad del gremio para responder a un mercado distinto al que marcé sus origenes. El viejo mercado circunscrito a la poblacién de la ciudad y sus alrededores y de trato directo entre el produc- tor y su clientela habfa sido sustituido durante el correr del coloniaje por un mercado mucho més ex- tenso y sin rostro. p. 99, 219 ductos. La venta estd subordinada a Ja produccién y es esta tiltima la que ajusta la cantidad y calidad de los articulos que ofrece al mercado, de tal forma que el productor se embolse toda la ganancia. Con la in- tervencién del capital comercial esta relacién se des- truye y se invierte: se separa la produccién de la venta y esta wltima se independiza y sigue su propia dina. mica. Priva al productor de Ja relacién directa con el consumidor y con esto de la posibilidad de contro- lar en su beneficio el precio de sus productos. El pre- cio lo fija ahora el capital comercial, de acuerdo al control que tiene sobre los mercados, que en esta épo- ca estaban controlados por una red de comerciantes que partfa de las localidades y las regiones hasta anu- darse en la ciudad de México, lo que les permitia fijar Jos precios y los flujos de mercanctas de acuerdo a los miiltiples intereses que unian a estos comerciantes con los centros mineros, las haciendas, las ciudades y el trdfico ultramarino. La separacién de las ventas y la produccidn en el sector interno de las manufac- turas significé un avance en el desarrollo mercantil de este sector de la economia. Las mercancias artesana- les pasaron a formar parte del capital comercial y el control de la produccién por parte de los comerciantes se tradujo en la creacién y acumulacién de capital en este ultimo sector. Si la organizacién gremial de la produccién artesanal mantenfa la relacién entre pro- luccién y venta a favor de la primera, también es cierto que impedia la acumulacién y el crecimiento del capital, tanto en la produccién como en el comer- io. La continua fractura de los gremios durante la segunda mitad del siglo xvi abrié las puertas a una iente subordinacién de la produccién y el trabajo I capital, La particularidad de esta subordinacién, 221 ‘A fines del siglo xvmr buena parte de los onda Ja ciudad de México estaban muy vinewlados al ca tal comercial, a través sobre todo de los oficiales con- traventores, En muchos casos la mayor parte de la roduccién iba a parar a manos de estos comerciant Fites de Iegar al consumidor final. Esta interven: cién del capital mercantil en la produccién atentaba directamente contra la organizacién gremial de los productores, convirtiéndola en obsoleta y perjudicial para el desarrollo del comercio y la distribucién de Bienes manufacturados. Aplicar en 1800 en su sentido Titeral las normas gremiales hubiera significado el co Japso de la produccién industrial, la escaser y el ence recimiento de sus productos, afectando gravemente a los sectores de Ia economia colonial, puesto que Jas haciendas como en las minas el salario de Tos trabas jadores se cubria principalmente con bienes de com no en moneda.®* Bera tos principales centros productores de manu turas las exigencias del mercado y la economist 69 nial de fines del siglo xvi acicateaban la producci de manufacturas, pero no a través de la organizaci gremial, nia través de la concentracion productiva él crecimiento del capital productivo en Jos talleres sino al contrario, impulsando el trabajo domiciliay y los pequeios talleres, expoliando al méximo al pro: Guctor y transfiriendo al capital comercial y a 1a pre duccién minera el valor generado en la produ: facturera. i cele produccién artesano-gremial la produce Ia venta se encuentran unidas y el gremio controla mercado encareciendo al maximo el precio de sus pro- 0 David Brading, Mineros y comerciantes en el México bénico, México, FcE, 1978. 220 fue que en lo fundamental caminé bajo el predominio del capital comercial y no del capital productivo, ‘Aunque existieron ambas tendencias del desarrollo mercantil de la produccién industrial, sin duda la que tuvo mayor fuerza y amplitud fue la del capital co- mercial, sobre todo porque basé su hegemonfa en la industria textil. EI predominio del comercio sobre Ja produccién es una forma histérica de predominio del capital sobre el trabajo, seguramente la menos favorable para el desarrollo ulterior y fabril de la pro- duccién, pero suficiente para hacer de los gremios ins tituciones que no concordaban con las relaciones so. ciales reales que se establecian entre los productores, entre ellos y los comerciantes, y entre la produccién de manufacturas y el conjunto de la economia colo nial de la época. A la postre no hubo grupo o sector social importante que defendiera a los gremios cuanm do en 1812 los disolvicron las cortes de CAdiz en todo el imperio. Tanto los insurgentes como los realistas tomaron como suya la bandera de la libertad de tra bajo. Tampoco en 1820, con la reconstitucién de los ayuntamientos bajo la restauracién conservadora de Fernando VII, se manifest6 un interés en el Cabildo de la ciudad de México por reinstalarlos.* 1 1 Dorothy Tanck de Estrada, “La abolicién de los gremios", ponencia presentada en la V Reunién de Historiadores Me canos y Norteamericanos, 12-15 de octubre de 1977, Pai Michoacén, 222 VIII. LAS LUCHAS SOCIALES EN LA PRODUCCION INDUSTRIAL URBANA Los PRODUCTORES Y SU DINAMICA SOCIAL pATos hist6ricos muestran que durante la segunda pitad del siglo xvi y principios del 21x, la produc- jén industrial pasd por un periodo en el cual se in- ementé el mimero de productores y el volumen de articulos fabricados para ¢l mercado, También iste informacién histérica que muestra que en estos fios hubo esfuerzos significativos de varios propieta- ios de obrajes y talleres, por incrementar la concen- ién productiva y mejorar los procesos técnicus y lems Varios casos de comerciantes que llegaron a avertir en la fundacién de establecimientos textiles. in embargo, este crecimiento de la produccién y e+ esfuerzos empresariales, no se concretaron en un erdadero y sostenido proceso de concenttracién indus ial. Este reconocimiento es ya un aspecto relativa- inte aceptado en Ia mayorla de los estudios histéri- recientes que tratan este tema. Las explicaciones sobre este fenémeno, adelantan serie de razones y condicionantes, entre los que tacan sobre todo los que se refieren al cardcter sado o precapitalista de la economfa novohispana su cardcter colonial (mercados regionales, escasez y arecimiento de materias primas, problemas de cré- ito y financiamiento, ausencia de un mercado libre trabajo, la orientacién de la economia por el sec- 228 En el mundo industrial novohispano de finales del siglo xvi, resulta complicado realizar un andlisis de dlases sociales empleando como tinico punto de refe- rencia este marco estructural socioeconémico, De las varias razones por las cuales esto es asi, dos son funda- mentales: una es que las clases sociales en esta ¢poca apenas estan definiéndose como tales; si bien esto en términos generales es caracteristico de toda época y formacién social, ya que las clases sociales son histéri- cas y permanentemente viven una situacién de cam- bio, en esta época la singularidad radica en que es una etapa bdsicamente germinal y formativa de las clases sociales. No es una formacién socioeconémica claramente orientada en sus relaciones sociales; en esa época las relaciones sociales pasaban por una fase con- flictiva de transicién y reacomodamiento. La otra razén esiriba en que los marcos estructura- les tradicionalmente empleados en la historiografia de la época, estén cargados de una formulacién rigida- mente etapista del desarrollo social, y por tanto resul- tan sumamente estiticos y poco flexibles para enten- der la dinamica de las clases sociales. Hablar en esta época de burguesia, proletariado, pequefia burguesfa © incluso “artesanado”, resulta poco explicativo, por lo general y abstracto del manejo de dichas categorfas en el anilisis histérico, al grado de que en muchas ocasiones resulta paraddjico el comportamiento hist6- rico de aquellos agregados sociales a que nos referimos con semejantes conceptos. El recurso de emplear ca- tegorias como protoburguesfa, semiproletarios, terra~ tenientes semifeudales y otras semejantes no resuelven de ninguna manera el problema, sdlo tienen el valor de sefialar el cardcter ambiguo, complejo y finalmen- te transitivo de las clases sociales al fin de la etapa 225 tor externo, etc) y también los de la politica coloni hacia las manufacturas (licencias para el establecimien- to de obrajes, las alcabalas, la reglamentacién y super- visidn de las condiciones de trabajo por parte de la administracién virreinal, el cierre de los mercados— externos, la defensa de las mercaderfas importadas de la metrépoli, etcétera). j Todo este conjunto de elementos que ciertamente son caracteristicas de esta época y explicativos de la problematica estructural de las “manufacturas” corres. ponde a una perspectiva de andlisis fundamentalmen- te estructural: de estructura econémica y politica eco. némica, en la que la dindmica social de los trabajado- es y los propietarios se encuentra ausente. O simple. mente desarrollada como reflejo mecdnico de las es tructuras productivas. En el anilisis histérico tradicional, la coyuntura so cio-cconémica de finales del siglo xvur en el sect industrial, se ha planteado en términos de una lucha entre el obraje y el taller artesanal, como una contra: diccién entre formas productivas capitalistas 0 semi capitalistas y las precapitalistas. En esta explicacién el problema consiste en que a fin de cuentas los protagonistas sociales no son las clases sociales si las estructuras, por ello el artesanado es concebit como un sector social homogéneo ubicado en un ex: tremo de la contradiccién social fundamental: los p1 capitalistas, mientras que en el otro extremo se halla rian los propietarios de los obrajes: los protocapil listas. Otro problema de este esquema es que a trabajadores de los obrajes sdlo se les relaciona soci: mente de una manera marginal ubicandolos en coi tradiccién con los propietarios pero ajenos al art sanado, 224 colonial. En tltima instancia esta caracterizacin de las clases sociales se deriva formalmente de una defi. nicién semejante y previa de las formas produc vas} en este caso, el obraje como forma capitalista con rasgos feudales o coloniales y la produccién artesanal como forma feudal o precapitalista. Si se analiza a los trabajadores industriales a fines del siglo xvm se encuentra una amplia variedad de sectores; mas que homogeneidad, lo que hay es lo con. trario: un amplio abanico de trabajadores: unos son artesanos de gremio, otros contraventores-propietarios, otros mds artesanos rinconeros con taller publico 6 domiciliario, unos son artesanos espafioles, otros in. dios 0 castas, con obligaciones y derechos distintos de acuerdo a su calidad étnica, entre los artesanos de gre- mio unos son maestros, otros oficiales y otros apren- dices, otros distintos son los trabajadores de obraje; también encontramos diferencias entre los producto- res de acuerdo al oficio que desempejian. Toda esta gama de situaciones, derechos y condiciones, segmen- tan y diferencian a los trabajadores novohispanos del siglo xvnt y lo hacen a distintos niveles que en mu- chas ocasiones se entrelazan. Las relaciones entre estos productores son también variadas y complejas. Los maestros de gremio enta blan litigios entre ellos y a la vez combaten a los con- trayentores acaudalados; los oficiales de los gremios no atacan a los propietarios-contraventores, en cambio sia los ultimos, y los maestros persiguen a los oficiales rinconeros y también se oponen a los comerciantes los artesanos de un oficio combaten a los de otro ofi- cio cuando estos se entrometen en sus labores, mas los oficiales rinconeros de oficios distintos se apoyan mutuamente; entre los duefios de obraje y sus trabaja- 226 dores los conflictos podian legar incluso al motin. Entre artesanos espafioles, indios y castas también exis- tfan pugnas y querellas. En estos conflictos los pro- ductores generalmente recurrian al Cabildo y a las reglamentaciones gremiales y urbanas para atacar a sus opositores, pero la gran mayoria de ellos no prac- ticaba estas reglamentaciones gremiales. Sin embargo, de esta variedad y complejidad de con- diciones y oposiciones, seria equivocado pensar que no es posible encontrar un comtin denominador o un sentido ordenador que permita caracterizar histérica- mente a estas pugnas y contradicciones en el mundo ticaba estas reglamentaciones gremiales. Visto en su conjunto, no hay una lucha entre dos grupos claramente segmentados en base a la propie- dad de los medios de produccién, unos “‘asalariados” y Ios otros patrones capitalistas. Esto no podia ocu- trir, haste sefialar que la propiedad de los medios de trabajo no esta claramente concentrada, al contrario, su distribucién es relativamente amplia a pesar de ser también inequitativa y poco equilibrada. El censo de 1794 registra en la ciudad de México 1 520 talleres con 5211 oficiales y 1520 propietarios; en promedio corresponden 4.4 artesanos por taller, lo que supone que de cada nueve artesanos dos serian propietarios de taller. En realidad el taller con tres 0 cuatro ofi- ciales no era el taller t{pico, la gran mayoria de los talleres eran familiares con uno 0 ningun oficial o compafiero, y en el extremo estaban los que supera- ban la decena de oficiales. Esta situacién tampoco puede caracterizarse sim- plemente como la propia del artesanado gremial aten- diendo exclusivamente a un indice cuantitativo. Por 1 Véase el cuadro 1 del primer capitulo (censo de 1794). 227 una parte la propiedad artesanogremial est4 vi lada al trabajo como derecho del propio trabaj directo, y esta vinculacién en esta época presentaba numerosas fracturas en las principales ramas produc. tivas, tanto por el crecimiento de algunos talleres de gremio, como por el establecimiento de talleres por propietarios no agremiados, y por el trabajo domici. liario que algunos oficiales y propietarios de pequefios talleres realizaban para los talleres mas grandes. Por otro lado, la independencia del pequefio productor ex: presada en la venta directa de sus mercancfas al con- sumidor, sin la intermediacién de los comerciantes, era un asunto del pasado, La mayoria de los artes. nos de talleres pequefios y medianos y sobre todo los artesanos rinconeros de las principales ramas produc. tivas, entregaban sus productos a los comerciantes o quienes mantenfan una estrecha relacién de depe dencia a través del financiamiento en moneda, mat riales para la produccién, créditos personales, o ta bién maquilando a sus talleres los articulos que I encargaban los comerciantes. Lo que ocurria en el seno de la produccién urbai y permeaba en los conflictos entre los product era una acentuada tendencia hacia la subordinaci del productor directo a través de dos caminos disti tos: uno consiste en que una parte de la propi artesanal trata de -convertirse en capital producti rompiendo los vinculos sociales y econémicos de I subordinacién al trabajo; el otro consiste en el en lazamiento del capital comercial y la pequefia duccién en un sistema articulado que conduce a | conversién del productor en trabajador domicilis Las pugnas en el mundo del trabajo urbano, lo expresan es esta situacién de desintegracién de las 228 jas relaciones productivas —que marcaron histérica- mente el cardcter de la produccién urbana colonial—, ya la vez de transito, dificil y complejo, hacia relacio- nes sociales capitalistas, ello a costa y como parte fun- damental de este proceso, de la destruccién de las ba- ses sociales y econémicas que posibilitaron durante siglos la organizacién gremial y corporativa del tra- bajo urbano novohispano. ‘LOS GRUPOS SOCIALES EN LA PRODUCCION URBANA En términos generales se distinguen dos grandes seg- mentos sociales entre los productores urbanos; por una parte se encuentra un segmento minoritario pero importante de los productores, compuesto por los pro- pietarios de obraje, los principales maestros gremiales y los contraventores-propietarios de taller. Aunque algunos son todavia trabajadores directos o tienen ese origen, la gran mayorfa de ellos ya no cumplen en absoluto con esta funcién; dentro de sus talleres se limitan a fungir como organizadores de los trabajado- res directos o incluso “ignorantes del arte” hacerlo mediante administradores, mayordomos o cajeros. Este conjunto de propietarios-productores se identificaba en su interés por subordinar a los trabajadores direc- tos como oficiales-permanentes en sus establecimientos. Este interés comiin los acercaba y los colocaba en un extremo de los conflictos del trabajo, a pesar de que entre ellos existian disputas por el mercado, que for- malmente aparecian como pugnas de agremiados con- tra no-agremiados —como el conflicto entre carroceros de 1800 0 como denuncias entre maestros agremia- dos por incumplimiento de tal o cual ordenanza. 229 Entender la variedad de situaciones que vive la za de trabajo y el cardcter transitorio de su condici asalariada como oficiales u obrajeros en los grandes ta. Heres, no es simplemente una ausencia en esa ¢poca de un mercado de trabajo asalariado, sino la especific cidad histérica de la fuerza de trabajo empleada en los talleres y los obrajes; que a sus espaldas, como protec. cién, tenfa a las comunidades indigenas vinculadas a las tierras de comunidad, el trabajo estacional en las haciendas, y en las ciudades la opcién del trabajo ar tesanal. En los conflictos del trabajo urbano no se encuene tran indicios de que los oficiales dieran una lucha que pudiéramos caracterizar como salarial. A pesar de sus reclamos y manifestaciones sobre lo exiguo de los jornales que les pagaban sus empleadores, sdlo ex- cepcionalmente buscaron incrementar sus jornales, Por ejemplo, en 1880, los oficiales del yremio de k herreros se dirigieron al veedor mayor del gremio para solicitarle un aumento en los pagos, cosa a que éste opuso.' Para los propietarios era motivo de disputa cualquier alteracién en los jornales 0 tasas que gaban a sus oficiales, y cuando alguno de ellos egal a pagar mds que los otros, se exponfa al ataque binado de aquéllos y a ser denunciado ante el juez gremios por tratar de sonsacar a los oficiales de I otros talleres. En este caso el juez de gremios autoris un aumento a los jornaleros de los oficios, que si embargo no fue respetado completamente por I maestros. La argumentacién de los oficiales sobre los jornales, es un indicador del cardcter que a sus ojos debia te! este “salario”. Cuando los oficiales eran sorprendidos con obras propias en las calles o en sus talleres clan- destinos, justificaban estas actividades argumentando que de otra manera no podrfan acumular el dinero necesario para cubrir los costos que implicaba adqui- rir la carta de maestria, tanto por lo escaso de los jornales que pagaban en los talleres como por la irre- gular asignacién de tareas. Para los oficiales sus jornales no eran simplemente Jo necesario para garantizar su subsistencia, sino tam- bién un medio para reproducirse como pequefios pro- ductores. El jornal debia permitirles allegarse un fon- do para instalar con todos los requisitos legales un taller propio. Los costos de la instalacién legal de un taller no eran pequefios, habfa que pagar a los veedores por el examen de maestria, la media annata al ayunta- micnto, conseguir el utilaje necesario, cuyo costo de- pendia del oficio y pagar la renta de una accesoria preferentemente en una zona comercial; lograr esto con el solo ingreso de los jornales no era de ninguna manera sencillos El jornal por tanto era suficiente cuando permitfa a los oficiales esta reproduccién; en cambio cuando s6lo les permitia subsistir y por tanto permanecer como oficiales, el jornal era insuficiente. En muchos oficios el jornal, de medio para la conver- sién en propietarios gremiales, tendia a convertirse paulatinamente en verdadero salario. Si al problema de los costos de instalacién se agrega el contexto de la produccién urbana de la época, do- minada por la preponderancia de algunos grandes talleres y la supeditacién de la pequefia produccién a las casas comerciales para su avio y distribucién de 8 AAA, Artesanos-Gremios, vol. 382, exp. 11, p. 49. 4 Ibid, p. 54. 282 5 M, Carrera Stampa, op. cit., pp. 208-219. 238 Esto no era asi, los propietarios no hallaron en el Ayuntamiento el apoyo que requerian. Por principio de cuentas el juez de gremios carecla de instrumentos fisicos suficientes para perseguir a los oficiales fugiti- vos y obligarlos a laborar en los talleres, generalmente bastaba con que el oficial se mudara de un barrio de a ciudad a otro, para hallarse a salvo de cualquier requerimiento. Aunque el juez de gremios no contara con un cuerpo de guardias o agentes para este tipo de tareas, no era Ia base del problema, ya que lo que no habia en el Ayuntamiento era la voluntad politica de ejercer verdaderamente esta persecusién de los ofi- ciales deudores y rinconeros. La actitud del Ayuntamiento era mas bien toleran- te y por tanto favorecia indirectamente a los oficiales. A finales del siglo xvi cuando los propietarios de las curtidurias dejaron de encargar obra a domicilio a los oficiales zurradores y curtidores, prometiéndoles en cambio darles Ia obra bajo la condicién de que la trabajaran en sus talleres, los oficiales reaccionaron negindose a aceptar la propuesta de los curtidores y acusando a los duefios de curtiduria a querer ence trarlos en sus talleres y de ir contra la costumbre. Cuando este litigio Hegé al juez de gremios, los due- fios de curtidurias, ademés de negar que encerraran a sus oficiales afirmando que les permit{an salir cuan- 5 a do lo deseaban, fundaban su interés en que los oficia- jar por su cuenta sin el requisito de Ia maestria. q a poeta oe ea pope Ee ee sus talleres, Sepecu na rios de taller agremiado 0 contraventores recurrian al | oficiales zurradores cuando trabajan en sus domicilios endeudamiento de sus oficiales espafioles, castas o in. _|S¢ dedicaban a engrasar y tapetear piel de badana dios para sujetarlos a sus talleres; este recurso sin em- | téndole apariencia de piel de cordobin lo que era barge para que fuera operativo requerfa que el Ayun- | €Ontrario a las ordenanzas y un fraude a los consumi- tamento|los apoyara contra los oficiales deudores pct: para,liege con a praacde vem obligara a éstos a retornar a Jos talleres cuando ‘huian, _| €" Porracheras a las “que son propensos”. ca 234 a 235 sus productos, se ve que el esfuerzo y costo de la ins. talacién legal de un taller por parte de los oficiales rinconeros no mejoraban sustantivamente su situacién y posibilidades reales, lo que convertia a la organiza. cién gremial en un anacronismo. Bajo estas circunstancias, lo que estos hacian no era buscar un aumento en sus jornales, sino mas comtin. mente trabajar por su cuenta en sus sencillos talleres, las més de las veces instalados en un rincén de sus domicilios; y esto era asf por que Io que reivindica. ban de sus jornales no era en ultima instancia tal 0 cual monto © proporcién, sino su cardcter de medio para su transformacién en propietarios. Estas pugnas de los trabajadores directos por man- tenerse como productores independientes, podia ale canzar niveles de conflicto bastante agudo, que ade- mds se salian de los marcos normativos que la organi- zacion gremial cstablecia para resolver los conflictos entre los productores. En el gremio la asociacién en- tre oficiales, maestros y aprendices era yoluntaria y contractual, no existfan mecanismos para obligar a un oficial a trabajar en tal o cual taller, la legislacién gremial sélo prohibfa que los oficiales trabajaran por su cuenta mientras no contaran con el titulo de maes- tros y esto sélo valia para los artesanos espafioles y castas, ya que los indigenas en muchos oficios podfan / les en cambio solicitaban al juez de gremios que obli- gara a los curtidores a que les repartieran las tareas para que ellos las trabajaran en sus pequefios talleres © domicilios.* z Entre 1778 y 1781, las mutuas acusaciones menudea- ron sin que el Ayuntamiento Iegara a tomar uno u_ otro bando; tinicamente legé a actuar contra algunos oficiales sorprendidos en 1a calle vendiendo sus pieles curtidas, pero ésto més que deberse al hecho ilegal de que los oficiales trabajaran por su cuenta, fue debido a que las pieles eran falsas, es decir, no estaban traba. jadas conforme lo establectan las ordenanzas, con lo que perjudicaban al piblico de la ciudad. Gon todo, los duefios de curtidurfa no lograron reducir a los ofi- ciales contraventores por la via del Ayuntamiento, aun- que merced a que controlaban el estado de cordobanes y con él la mayor parte del mercado de las pieles en bruto, la actividad de los oficiales fue relativamente marginal. A causa de esta actitud tolerante del Ayuntamiento, los propietarios recurrieron a otro tipo de expedien. tes, mds directos y ademas ajenos a los procedimientos Propios de la legislacién gremial y a la concepcién paternalista de la relacién maestro-oficial caracteristi- ca de esta asociacién artesanal. Algunos de ellos le- garon a presentarse personalmente en los talleres domicilios de los rinconeros, sin la obligatoria compa. fifa de un funcionario del Ayuntamiento, y procedian_ a romper o embargar la obra y las herramientas de los oficiales tratando de obligarlos a integrarse a sus ta- Meres.* Estos propietarios —especie de ludditas al re vés— destrufan los instrumentos productivos de los 8 Aaa, Artesanos-Gremios, vol. 382, exp. 10, pp. 60-80, 7 Ibid, exp. 12, p. 124. 236 oficiales para destruir la independencia de estos. Otro método coercitivo similar, aunque despersonalizado, fue el utilizado por los maestros zapateros que en 1784 contrataron un celador para que arrancara a los ofi- ciales de sus bancos clandestinos y los llevara a los talle- res de los maestros que requerfan oficiales. Los maes- tros herreros fueron mds adelante y Iegaron incluso a hacer a un lado al juez de gremios y la legislacién sobre el trabajo y a través de los alcaldes de barrio perseguir a sus oficiales. En 1808 un herrero insolven- te y deudor denuncié al maestro Cayetano Urrutia, uno de los principales herreros de Ja ciudad, con obra por diez mil pesos en esa fecha, por haberlo hecho arrestar en la casa de panaderia del alcalde de barrio don Juan Canaura, (...) desde las cuatro de la tarde del siba- do (...) hasta (...) ayer domingo, que se le puso en Ubertad con la calidad de que hoy fuese a wabajar con dicho Urrutia, quien pag (...) dos reales de su diligen- cia (...) que sin embargo de haber manifestado (...) tener juez privativo que conoce de los asuntos gremiales, nada fue bastante para impedir su arresto, en el que el mayordomo (de la panaderia) lo compelia a que fucse a amasar, y excusindose de hacerlo por que no lo entien- de, le infirié varios golpes por las manos hasta tirarlo al suelo y patearlo arrastrandolo de los cabellos hasta el amasijo.® Este tipo de recursos directos no eran bien vistos por el Ayuntamieto, particularmente cuando se violaba su jurisdiccién sobre los asuntos gremiales haciendo in- tervenir a otro tipo de autoridades. En el caso pre- 8 Ibid, exp. 16, p. 58. ® Ibid, exp. 11, p. 7. 237 cedente el juez de gremios intervino judicialmente contra el maestro Urrutia ya que a pesar de estar apercibido dos ocasiones sobre el castigo que im- Ponta de autoridad propia a los oficiales de sus fraguas a aprehendiéndolos en una panaderia, lo acababa de hacer el dia de ayer (...) patrocinado por el alcalde de barrio (...) convirtiéndola (panaderfa) en una cércel publica, sin embargo de estarle expresamente prohibido y mucho menos por ningun asunto politico ni civil como el presente.10 La conducta de Urrutia no era exceptional, él no era el tinico duefio de herreria que recurria a estos procedimientos, ni el alcalde de barrio y propietario de panaderfa don Juan Canaura era el tinico que pa- trocinaba a los duefios de herreria, “...el maestro Blanco hizo igual ocurso ante el alcalde don Ignacio Camarena contra el oficial Francisco Soto al que tuyo dos dias detenido en la panaderfa del chivato...”# Lo notable es por una parte la inoperancia de la organizacién gremial y el Ayuntamiento para respon- der a una situacién de polarizacién y creciente anta- gonismo social entre los propietarios de herrerias y sus oficiales, toda vez que los primeros no recurrian ni a las autoridades gremiales ni a las de las del Ayunta- miento y que en cambio recurrieran a los alcaldes de barrio quienes al mismo tiempo eran propietarios de panaderfa y con los que compartfan la misma opi- nidn respecto al trato que debia seguirse con los ofi- ciales deudores, No debe olvidarse que las panaderias no cedian en cuanto a la condicién y trato que reci- 20 bik Ibi 238 bian los trabajadores directos, ante cualquiera de los obrajes queretanos descritos por Humboldt. Los principales propietarios, contraventores y maes- tros de gremio, formaban un frente comin contra los oficiales deudores y rinconeros, contando ademds con él apoyo tacito de muchos maestros de gremio que sin emplear oficiales veian en los rinconeros a sus com- petidores; sin embargo, a diferencia de estos iltimos Jo que los primeros buscaban por todos los medios a su alcance, era sujetar a sus talleres a esos huidizos oficiales, incluyendo métodos tan violentos y coerciti- vos ‘como los anteriores. En 1801 varias autoridades gremiales se dirigieron al virrey para solicitarle su apoyo contra los oficiales deudores fugitivos y rinco- neros, expresndole la incapacidad del Ayuntamiento para poner en orden a estos contraventores. Lo que solicitaron al Virrey fue “...que confiera al juez de gremios todas las facultades que en el caso se necesi- ‘aren para que proceda con todo el vigor posible apli- cando las penas de grillete impuestas en el bando o las mas que tenga a bien imponer... .”1 Esta solicitud de los carroceros indicaba por una parte que para es- tas fechas, en las mentes de los principales propieta- tios tomaba cuerpo la idea de que existieran recursos legales, instrumentos penales y fisicos para imponer Ja subordinacién de los oficiales en sus talleres y que Jas instituciones administrativas de la ciudad se pu- sieran de su lado adoptando su éptica; por otra parte sefiala su impotencia para vencer la sorda y persistente oposicién de los oficiales y su clandestina pero efec- tiva labor de zaga contra el capital productivo y sus tendencias al crecimiento; esta oposicién social del trabajador directo estd en el centro del fracaso de al 18 Tbid,, vol. 888, exp. 21, p. 81. 239 gunos productores por impulsar un proceso de con. Centracién productiva en el marco del crecimiento mercantil del siglo xvin particularmente en su segun da mitad. ; La lucha social desarrollada por los principales pro. pietarios en los talleres del trabajo era, en su sentido histérico, una lucha capitalista, porque lo que estos propietarios buscaban era la subordinacién del pro- Guctor directo y su convencién en asalariado. No era ésta sin embargo una lucha del capital ya constituid como relacién social dominante y que enfrenta co dianamente al asalariado basindose fundamentalme te en la propia légica econémica que reproduce a am as categorfas sociales, sino que se trata de un com: bate por introducir y extender esta I6gica econdmica en el seno de una produccién urbana cuya organi cién del trabajo es en su mayor parte artesanal y en menor medida manufacturera y cuyo estatuto jurfdico fs el de la organizacién gremial, y por tanto este com: bate se basa sobre todo en 1a coercién extraeconémica sobre el rebelde productor directo. ‘ Una ver despojada la organizacién gremial de aspectos esenciales (la vinculacién subordinada capital al trabajo), lo que retenian los principales p pietarios de la ciudad de México eran sus aspec formales: el cuerpo gremial como forma de represents cién social y politica, y aquellas reglamentaciones res trictivas al libre establecimiento de los productore directos: los requisitos étnicos, el eximen de maest Jas normas de calidad de las mercancfas, etc., amén d Ja prdctica del endeudamiento al modo de los obrajes En este conflicto, motivado por el surgimiento d las relaciones sociales capitalistas dentro de la peqi fia produccién, la dimensién politica tenfa un sentid 240 sustantivo, ya que el orden social y juridico no corres- } pondia al que requerfan para su desarrollo estas re- laciones sociales capitalistas y porque la lucha “poli- tica”” del capital productivo, es decir sus esfuerzos por poner a su servicio a la administracién publica, le resultaba fundamental para vencer la oposicién de los productores directos y establecer un espacio social y politico fértil para su crecimiento. Que el pensamiento social y politico de estos pro- pietarios del capital productive en las manufacturas urbanas sea conservador y coercitivo no es un contra~ sentido, ya que el liberalismo como forma de pensa- miento social y politico del capital productivo, corres- ponde a una forma de hegemonfa propia de una fase de su desarrollo en la cual éste se ha consolidado como dominante en un espacio nacional, y se halla en pleno desarrollo. En cambio cuando, como es nuestro caso, su dominacién sobre el trabajo es mera- mente formal ya que no ha ocurrido un cambio en las formas de explotacién del trabajo y éstas son en Jo fundamental las mismas del artesanado, su voca- cién de dominio social y politico se manifiesta pug- nando por un orden social y politico autoritario, con- trario incluso a todos aquellos derechos legales 0 con- suetudinarios que permiten a los productores eludir el dominio del capital productivo. Por estas razones es factible pensar que si los “in- dustriales” y principales fabricantes de los primeros afios de nuestra época independiente militaron en el bando de los conservadores, lo hicieron, entre otras zones, porque entendian que era sobre los elementos de dominio extraeconémico del pasado colonial (la iglesia, la segregacién étnica, la sumisién politica de Ja plebe, el poder central fuerte y autoritario, ete.), 241 en Jos que podia basarse la dominacién del capi productivo sobre el mundo del trabajo, y que la tica de los liberales mexicanos —incluyendo aparte Ja polémica sobre la politica arancelaria que nos te. mite a otro de los problemas de Ia constitucién de un capital productivo nacional cuando se enfrente a un ca. pital productivo extranjero fuerte y agresivo— no garantizaba Ia subordinacién de los productores di. Tectos en Jos grandes y medianos establecimientos pro. ductivos. Por lo menos puede afirmarse que en la légica de las relaciones entre los productores directos y los propietarios de las principales fabricas y talleres, la opcién politica natural de estos wltimos durante los primeros afios de la independencia era el bando de los conservadores. La lucha social de los productores directos era en su cardcter inmediato una lucha anticapitalista, pore que a lo que se oponian era a la penetracién y exten. sin de las relaciones sociales capitalistas y a su cone version en asalariados. Lo que reivindicaban perm: nentemente era la condicién de pequefios propietari productores. Sin embargo esta lucha no era una vuel- ta al pasado ya que no defendfan Ia organizacién gre- mial de Ia produccién, sino que lo que promovi: era el derecho a trabajar libremente sin las restriccio. nes gremiales y urbanas. El cardcter de su lucha so cial, resulta importante y explicable por Ia relaci que los productores directos mantenian con el capi comercial y el papel que éste jugd en este proceso. nacién o la independencia de los productores direc- tos, junto con la segmentacién social y econémica de los productores urbanos, permite ubicar con cla- ridad la diversidad del conjunto de los productores y sus multiples conflictos en base a su dindmica hist6- rica en el nivel de la produccién en estricto; sin em- bargo esta definicién del cardcter dominante de los conflictos y de los segmentos sociales y econémicos que intervienen debe ampliarse al capital comercial es trechamente vinculado a los productores y también poner en juego a la politica colonial sobre la produc- cién de manufacturas, para asi tener el cuadro més completo de la dindmica social y ecinémica de los productores urbanos de fines del sigio xvi y princi- pios del xix y matizar cémo la independencia buscada por los productores directos resultaba en esa época y en Ia generalidad de los casos una subordinacién al capital comercial distinta sin duda a la promovida por el capital productivo, pero significativa en la de- finicién histérica de la direccién del cambio en la produccién y de las practicas sociales de los producto- res directos en su oposicién social y econémica a los propietarios productores. La libertad de trabajo era uno de los elementos més difundidos del pensamiento ilustrado de la época. En la Nueva Espafia, la idea de que los maestros de los gremios mantenfan un monopolio que perjudicaba al piblico y a los oficiales, la sustentaban entre mu- chos otros los comerciantes que negociaban con las mercancias industriales locales y para quienes los gre- mios de artesanos y la legislacién urbana al respecto, constitufan a la vez un importante obstdculo a su ex- pansién. Para esas fechas €l capital comercial intervenfa en 248 ‘Los PRODUCTORES Y LOS COMERCIANTES La configuracién de las pugnas en el seno de los ductores, como una oposicién en torno a la su 242 mios y en cambio los Ievaba a apoyar y promover a Jos oficiales contraventores, ya que eran estos los que los aprovisionaban y les vendfan a un precio re- ducido, cuando no eran directamente maquiladores de los articulos que les encargaban. El desarrollo de esta relacién —muy extendida a fines del siglo xvm— determinaba en mucho la dindmica real y las perspec- tivas del conflicto entre los productores directos y los propietarios de los talleres; incluso puede afirmarse que la profundizacién del vinculo entre comerciantes y tinconeros, fue otro de los factores que motivaban el calor y agudeza que revestia el conflicto entre los productores urbanos al fin de la etapa colonial. En las principales ramas productivas la posibilidad de que el productor directo pudiera mantenerse como productor independiente era bastante pequefia si no se telacionaba con el capital comercial, por tanto tam- paco era factible que el productor directo se planteara una lucha por el gremio, es decir por la asociacién de “Jos pequefios productores independiente”. Para la generalidad de los productores la posibilidad de man- tenerse trabajando por cuenta propia dependia de contar con el crédito y la canalizacién de su produc- cién que le proporcionaban las distintas casas comer- ciales que controlaban los mercados novohispanos. Bajo estas circunstancias la lucha del productor di- recto contra su asalaramiento en los principales talle- res y obrajes, fortalecia al capital comercial ¢ impul- saba un desarrollo de la produccién subordinada al comercio. Los comerciantes de productos de Ia tierra mantenfan en la practica una lucha comin contra el gremio y también, aunque indirectamente, contra el desarrollo del capital productivo en las manufactu- ras. Esta accién comtin, combinada con la politica vi- 245 gran medida en la produccién y lo hacia persiguie; dos objetivos fundamentales: uno era el de abara sus costos, es decir aumentar sus ganancias reduci el precio al que adquiria los productos artesanales, y el otro, monopolizar el mercado para increme tar el volumen de su giro y evitar la competencia. Esta légica mercantil de quienes comerciaban con “produc tos de la tierra”, les Ievaba a oponerse a los gremiog de artesanos y sus prerrogativas. Al capital comercial lo estorbaban los reglamentos gremiales que impedian a los oficiales el libre acceso al oficio y los que restringian a las castas e indios e) desarrollo de las actividades productivas. Estas medi. das les impedian contar con una produccién suficiente y sobre todo mas barata que la que ofrecfan los maes._ tros del gremio. Las ordenanzas gremiales contra la regatoneria, las que estatuian la exclusividad de la venta en los talleres-tienda de los maestros, el contr: del precio que ejercian las asociaciones gremiales y,los ayuntamientos, la rigida estructura de calidad y tipos de articulos, eran otras tantas barreras que im- pedian al capital comercial desarrollarse en los centr urbanos, ya que mantenfan una estructura de mercae dos segregados a lo largo y ancho de la Nueva Espafia. Cada centro urbano constitufa un mercado exclusive de los gremios de artesanos en aquellos articulos que fabricaban, y segregado del mercado del interior, 0 incluso de los mercados de otros centros urbanos las autoridades gremiales obstaculizaban la actividad de los comerciantes con eficacia diversa dependiendo del tipo de artfculos, de la fortaleza de cada gremio y de su capacidad de negociacién frente al Cabild y las autoridades virreinales. Esta situacién oponia a los comerciantes a los gre- 244 rreinal contraria al desarrollo de los grandes estable. cimientos de manufacturas en sus colonias,™ prevale. cié durante el siglo xvmr y principios del xm, frenan- do notablemente el desarrollo del capital productivo en Jas manufacturas; incluso fue contrario a los inten. tos —ocurridos en coyunturas econémicas favorables— de algunos importantes comerciantes por fundar y sos tener establecimientos textiles modernos. La realidad econémica y social que privaba en las actividades ine dustriales y de 1a que el mismo capital comercial era parte significativa, se encargé de impedir que las con. versiones o traslados del capital originado en el con mercio, hacia la produccién, transformandose en capi- tal productivo, no Iegaran a consolidarse y progresar, La via de desarrollo de las manufacturas a través del dominio del capital comercial sobre la pequefia produccién, fue la que en lo fundamental prevalecié 38 Real Orden, del 80 de octubre de 1801 “relativa al exceso notado en el establecimiento en aquel reyno de fabricas y arte- factos contrarios a los que prosperan en Espafia y tienen por principal objeto el surtido de nucstras Américas.” “S, M. no puede permitir que se multipliquen o aumenten ni aun, que subsistan hasta la época de paz porque lo estima contrario al bien y la felicidad de todos sus vasallos y dominios y recela que acostumbrados sus vasallos a los calores y trabajos de dichos establecimientos rehusaran después volver @ las mi- nas de oro y plata y al cultivo de los preciosos frutos y efectos de esos reinos que tienen seguro consumo en esta penfnsula.” “As{ que quiere S. M. de V. E. se dedique con toda pruden- cia, celo y Ia preferencia correspondiente a examinar cudntos y ‘cules son los establecimientos de fabricas y manufacturas que se hallan en todo el distrito a su mando (...) y a procurar la destruccién de ellos por los medios que estime mas conveniente aunque sea tomindolos por cuenta de la Real Hacienda y #0 alos de hacerlo para fomentarlos...” Citado en Antonio Gar- cfa Baquero, Comercio colonial y guerras revolucionarias, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1972, p. 83. 246 ultimas décadas del periodo colonial, y aunque significé una expoliacién del productor directo basada en la explotacién extensiva de la fuerza de trabajo y fue un freno importante al desarrollo de la organiza- cién del trabajo y las formas productivas propias del capital productivo, significé también la destruccién de las formas gremiales de asociacién y produccién, la realizacién de las mercancias artesanales como ca. pital comercial y el fin de los mercados urbanos como mercados segregados, contribuyendo con esto tltimo a la formacién del mercado interno, Esta articulacién del capital comercial y la pequefia produccién y esta Iucha de los productores directos contra la concentracién productiva, fue una pesada herencia para la futura industria fabril, pese a que Para entonces se habia roto politicamente la condi- cién colonial de la Nueva Espafia. Durante el periodo independiente la importacién de articulos manufactu- rados de los pafses metropolitanos se intensificé masi- vamente, y ello contribuyé a agravar la situacién de Tas manufacturas nacionales y sus posibilidades de desarrollo interno a través de la concentracién produc- tiva, Aunque se rearticularon parcialmente las oposi- ciones sociales entre los productores, puesto que si por una parte los pequefios artesanos con taller propio y los artesanos domiciliarios del campo y la ciudad —ya en condiciones de legalidad— segufan oponiéndose a los grandes talleres y su conversién en asalariados,* por otra parte pudieron establecer “alianzas” coyun- turales con los grandes industriales y propietarios de +4 Véase la oposicién de los artesanos poblanos contra el pro- yecto de José Ma. Godoy, Guillermo Dollar y Jorge Winterton, sobre Ja instalacién de hilaturas modernas, citado en Luis Ché- vex Orozco, La agonia del artesanado, cznsmo, México, 1977, 247 talleres, contra la libre importacién de articulos nufacturados. Este esfuerzo fue, sin embargo, y.a la postre insuficiente para vencer en el frente cial y politico nacional, a las fuerzas contrarias a siderar a la produccién manufacturera local como centro ordenador de la politica y el desarrollo econé- mico del pais. 248 INDICE Introduccién . I. ImporTANciA ZOONOMICA Y SOCIAL DE LA PRODUGCION EN LA CIUDAD . és La composicién de la ea industrial El mercado . II, Los Gremtos uRBANOS . La estructura gremial . . Unién del trabajo y el capital | | Unién de la produccién y la venta . . LA PRODUCCION ARTESANAL EN LA CIUDAD DE ape: Miao. 15, ome ee La concentracién del abel y Ja estructura de los oficios. . . . , EL ESPACIO ¥ LA PRODUCCION. . . . La tienda y el taller. 2. 1... Eltaller yel hogar. . . 7 La vecindad y la libre concurrencia . El espacio productivo . . . Rinconeros.y trabajadores domiciliarios | La especializacién del suelo urbano . ll 12 19. 24 24 39 44 VI. vu. Vill. LA FAMILIA Y LA ECONOMIA FAMILIAR EN EL ARTESANADO Matrimonio, unidad doméstica y estructu- ra gremial : ‘Taller familiar y taller de asalariados La mujer y los hijos del artesano . La economfa familiar La SEGREGACION ETNICA ENTRE EL ARTE- SANADO. El color de la piel entre los artesanos La economia artesanal y la segregacion No es lo mismo ser indio que negro LA CONDICION SOCIAL DE LOS OFIGIALES Talleres, oficiales, maestros, edades y exé- menes . oy em ae8 Las razunes de Tos, oficiales . La especializacién de los oficios y la in- tegracién productiva . a LAS LUGHAS SOCIALES EN LA PRODUCCION INDUSTRIAL URBANA. Los productores y su dindmica social . Los grupos sociales en Ia produccién wr bana . Los productores y los comerciantes FUE- ABVE vovsste Este libro se termind de imprimir 29 de agosto de 1988, en low tales de Offset Marvi, S.A, Calle Leiria nim, 72, Sn Andrés Tetepilco, 09440. Se tiraron 6 000 cjemplares. La edicién estuvo al cuidado de Fernando Hernéndez Gil, | IBLIOTI (NN: mvewraro 2015 [> DANIEL COSIO VILLEGAS EOE 1, COLEGIO DE MEXICO sui = #5 905 0 orantes ” ul ie

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