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El PENSAMIENTO CRÍTICO

DE RICAURTE SOLER

Colección de Estudios Interdisciplinarios/CIFHU

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Primera edición, 2019

Miguel Montiel Guevara & Abdiel Rodríguez Reyes


(Compiladores y editores)
Diagramación: Lic. Lizzy González
Se prohíbe el uso y la reproducción total o parcial de esta
obra sin previa autorización
cifhu@hotmail.com

Libro auspiciado por:


©Facultad de Humanidades
©IFAC
©Embajada de Francia en Panamá
©CIFHU
©Departamento de Filosofía

ISBN: 978-9962-12-914-1

Impreso en Panamá
Índice

Nota de los editores.............................................................. 5


Presentación......................................................................... 6
Homenajes............................................................................ 8
Aproximación al pensamiento filosófico de Ricaurte
Soler. Moisés Chong M....................................................... 9
Presencia y vigencia de la filosofía en el pensamiento y
obra de Ricaurte Soler. Miguel A. Candanedo O................. 27
El Dr. Ricaurte Soler y el movimiento de reforma
universitaria en Panamá. Víctor Ávila D.............................. 55
Ricaurte Soler: apuntes para un retrato intelectual.
Briseida Allard...................................................................... 71
Ricaurte Soler: el militante cultural.
Marco A. Gandásegui, hijo................................................... 79
Presencia de Ricaurte Soler. Dimas Lidio Pitty.................... 91
Al Maestro Ricaurte Soler: una memoria…
Urania A. Ungo M............................................................... 105
Miscelaneas........................................................................ 112
Soler: Una referencia panameña ineludible en el
estudio de las ideas en “Nuestra América”.
José Ángel Espinoza Suira.................................................. 113
Cuasimodo: Su último aliento. Miguel Montiel Guevara.....133
El 11 de Octubre, “Panamá: Nación y Oligarquía”.
Enoch Adames M................................................................ 139
Soler: Claves para una Filosofía Práctica panameña.
Pedro Pineda González....................................................... 143
Pensamiento sociológico en Ricaurte Soler.
Alfredo Figueroa Navarro................................................... 147
El Estado Nacional: una categoría fundamental en el
pensamiento de Ricaurte Soler.
Rubén Darío Rodríguez Patiño........................................... 151
Debates............................................................................... 158
Ricaurte Soler y la cuestión nacional latinoamericana.
Olmedo Beluche................................................................. 159
Ricaurte Soler. El ideal en la Filosofía panameña.
Luis Pulido Ritter............................................................... 175
Nuevas miradas.................................................................. 211
Soler, el viejo coloso. Abdiel Rodríguez Reyes.................. 213
Utopía de la nación soleriana. Richard Morales.................. 229
Acercamiento a la identidad panameña desde
Ricaurte Soler. Florencio Díaz Pinzón................................ 249
Aportes de Ricaurte Soler al pensamiento
político-filosófico panameño.
Samuel Prado Franco.......................................................... 267

Anexos ............................................................................... 275


NOTA DE LOS EDITORES

Toda compilación corre el riesgo de excluir textos


fundamentales sobre la temática. Esta publicación no es la
excepción. Tratamos de cubrir los temas más relevantes del
pensamiento sobre Soler, desde distintos puntos de vista.
Hemos dividido este volumen en cuatro partes: I- Homenajes,
II Misceláneas, III-Debates y IV- Nuevas miradas. Hay dos
tipos de textos: textos publicados e inéditos. A los primeros le
hemos mantenido el estilo de cita, solo cambiando las notas al
final a notas a pie de página, para mayor facilidad del lector,
cuidando la versión original.
Este libro además de dar a conocer distintos puntos de
vista sobre el pensador panameño más importante del siglo
XX, busca incentivar a instituciones públicas y sociedad en
general interesarse por el pensamiento creativo y crítico
nacional. Sirva esta edición para empezar una empresa de
mayor aliento: la edición crítica de las obras completas de
Ricaurte Soler.
Agradecemos a todas y todos los autores que aceptaron
participar con sus escritos en la publicación de este libro como
tributo a Ricaurte Soler.
Así mismo, para realizar esta tarea hemos contado
con el apoyo y auspicio del Centro de Investigaciones de la
Facultad de Humanidades, el Departamento de Filosofía, la
Embajada de Francia en Panamá y el Instituto Francés de
América Central, por lo cual consignamos estar sumamente
agradecidos.

MIGUEL MONTIEL GUEVARA


ABDIEL RODRÍGUEZ REYES

5
PRESENTACIÓN

Para la Facultad de Humanidades constituye motivo de


satisfacción rendir homenaje a la memoria de uno de los
pensadores panameños del siglo XX que expresa a través
de su enjundiosa producción bibliográfica y su quehacer
académico ejemplar los gestos modélicos de nuestro pueblo
en sus continuados empeños por aquilatar los perfiles de la
nacionalidad, recuperar la soberanía nacional sobre todo el
territorio y acceder al real usufructo de los recursos y riquezas
nacionales al servicio de todos los panameños.
La bien merecida publicación de un conjunto de
ensayos y artículos dedicados a resaltar el pensamiento y
la obra del filósofo e historiador de las ideas de Panamá y
Nuestra América Ricaurte Soler es una deuda que la Facultad
de Humanidades de la Universidad de Panamá tiene que saldar
con las nuevas generaciones de panameños y latinoamericanos
que hoy, a más dos décadas de la muerte de nuestro pensador
modélico, crecerán huérfanos del histórico legado del maestro
que a lo largo de cuatro décadas de ejemplar magisterio pudo
recuperar, en asocio de otros ilustres panameños la memoria
histórica de la nacionalidad.
Debemos agradecer, a nombre de la comunidad
universitaria y de los estudiosos de la génesis y desarrollo del
proyecto nacional panameño, a la Embajada de la Republica
de Francia, el Instituto Francés de América Central y los
buenos oficios del Dr. Adelino Braz, el desprendido aporte de
los recursos y la cooperación indispensables, en el marco de
la cooperación bilateral suscrita, lo que ha hecho posible la
edición de este valioso volumen que compila los escritos de
un conjunto de destacados estudiosos de la obra y pensamiento
del Maestro, quien ha guiado el quehacer intelectual y moral
de generaciones de panameños del pasado reciente.
A Ricaurte Soler, podemos decirlo con la mayor
convicción, le unieron vínculos intelectuales y afectivos
con lo más selecto del pensamiento de la Francia ilustrada
y revolucionaria, con lo más elevado de la literatura, arte y

6
cultura francesas. Con su legado civilizatorio y acrecentado
amor de su pueblo por la libertad, la democracia, la solidaridad
y la justicia social para todos los hombres y pueblos del mundo.
Bebió el maestro Soler en las inagotables fuentes de
la Universidad de la Sorbona y conoció de primera mano a
una pléyade de filósofos y pensadores que por aquellos años
de fines de la década de los cincuenta y sesenta del pasado
siglo ejercieron su cátedra, muchas veces polémicas, en los
centros de estudio de la Ciudad de la Luz y en los cafés y
peñas de intelectuales. De allí su encuadrada admiración por la
tradición intelectual de la capital cultural de Occidente en los
duros tiempos de la postguerra, de la guerra fría y los procesos
de descolonización.
Hoy en esta valiosa publicación la Embajada de Francia
en Panamá y el Instituto Francés de América Central no solo
contribuyen al merecido homenaje del mentor del pensamiento
panameño, sino reafirma los tradicionales lazos de amistad con
nuestra Facultad de Humanidades. En los tiempos difíciles de
la construcción de un pensamiento crítico y la amenaza contra
las Ciencias Sociales y las Humanidades, adquiere este libro la
firmeza de crear conciencia.

DR. OLMEDO GARCÍA CHAVARRÍA


DECANO DE LA FACULTAD DE HUMANIDADES

7
Homenajes

8
APROXIMACIÓN AL PENSAMIENTO FILOSÓFICO
DE RICAURTE SOLER. MOISÉS CHONG M.

La verdadera riqueza espiritual del hombre reside en la riqueza de sus


relaciones reales.
Marx

Es nuestro interés el penetrar en el universo espiritual de


Ricaurte Soler, en el contexto y el meollo de su pensamiento
para lograr así una visión coherente y objetiva de este ideólogo
y teórico de la nacionalidad panameña. Aspiramos de este
modo efectuar una especie de asedio al pensamiento filosófico
de este panameño, doctor en filosofía, historiador severo y
crítico de su época y quien supo hacer uso de una metodología
científica cónsona con la mejor tradición en este campo del
saber humano. En este orden de cosas, Soler representa, dentro
de nuestra realidad hispanoamericana, una de las más sólidas y
recias inteligencias. Su reflexión es juiciosa, prudente, pero que
se atreve a decir las cosas con el nombre que le corresponde.
Muy alejado de los fanatismo que enervan al espíritu,
muy distante de esa cansada jerga escolástica, Soler se enfrenta
a los temas de la historiografía de Hispanoamérica, a las
cuestiones ontológicas y gnoseológicas de mayor interés, a los
métodos que postulan, cada uno por su lado, el mecanismo y la
dialéctica, a aquellos temas que tocan con lo espiritual, lo ideal,
lo material, la realidad corpórea o espacial, a lo concerniente a
la primicia del ser sobre la conciencia o al revés, al contenido
social de las ideas y, dentro de ello, a los postulados de un
“positivismo de raíz hispanoamericana”1 .
Supo investigar, con espíritu crítico, la extensa variedad
del ser de Hispanoamérica. Sintió la necesidad de hacer el

1
El prólogo a Pensamiento panameño y concepción de la nacionalidad durante
el siglo XIX, de Ricaurte Soler, Rodrigo Miró dice: “Revelando un maduro recto
criterio, con una información extraordinaria para las posibilidades del medio, Soler
brinda aquí un capítulo del mayor rango a la historia de nuestras ideas...Por otra
parte, revela en su autor un fino instinto de investigador y una probada competencia,
virtudes que auguran para mañana nuevos aportes de pareja o superior validez’.

9
Moisés Chong M.

análisis de la historiografía en el marco de la cultura de países


como el nuestro. Su sesudo estudio sobre el pensamiento
panameño que data de 1954, es una muy seria contribución
para presentar la estructura y el contenido espiritual del Istmo
de Panamá en el siglo pasado. De este modo acomete la tarea
de señalar la universalidad, la americanidad y la panameñidad
como formas específicas del pensamiento panameño y en el
cual el Dr. Justo Arosemena es figura de primer orden. En
esta fase inicial de sus investigaciones sobre el ser panameño,
sobre el pensamiento panameño, Ricaurte Soler llega a la
conclusión de que este pensamiento se orienta en un marco que
se expresa como “reflexión sobre la particularidad nacional y
en las expresiones autoconscientes de tal particularidad”2 , ello
no implica, no obstante, un ignorar absoluto del pensamiento
filosófico. Y lo que si es cierto es que hay, en efecto, una
íntima relación, un nexo dialéctico entre el pensamiento
panameño y la realidad tanto política como histórica del Istmo
de Panamá. Que la caracterización de este pensamiento va
tomada de la mano de toda una serie de circunstancias reales
que se expresan, a lo largo de nuestro devenir histórico, como
conceptuaciones e idealizaciones cuya raíz se hunde en esa
misma realidad tempo-espacial. Este mismo pensamiento no
podemos sugiere Soler, amarrarlo con una supuesta unidad
panamericanista y que sugiere la tesis de que nuestra historia
- la de la América hispánica - no se concibe sino dentro del
contexto de una homogenización de la América de habla
hispana con la América de habla sajona3 .
Ahora bien, Soler no deja de interesarse por señalar
2
Soler está convencido, y cree demostrarlo, que nuestros países hispanoamericanos
“han contribuido, inclusive Panamá, originalmente, a la cultura universal”. Obra
citada, página 7.
3
En la misma obra, Pensamiento panameño y concepción de la nacionalidad
durante el siglo XIX, Soler expresa que *Arosemena jamás pensó en unidad alguna
panamericana, y en su ideario el paso del hispanoamericanismo a estructuras
políticas superiores conducía inmediatamente al internacionalismo. Ibíd., p. 124.

10
Aproximación al pensamiento filosófico de Ricaurte Soler

también las peculiaridades de este pensamiento panameño y el


cual no ha escapado a los influjos de Europa pero que en Justo
Arosemena marca un momento singularísimo. Se trata, nada
menos de lo que nuestro autor declara “positivismo autóctono
hispanoamericano” y que encuentra en don Justo Arosemena
uno de sus más notables teóricos. Y en este sentido el Dr. Soler
da muestras palpables de su gran capacidad para deslindar un
hecho histórico y que tiene dimensiones filosóficas, penetrando
en los repliegues de una doctrina que durante el siglo XIX fue
el instrumento ideológico de la burguesía de la América Latina.
Nada menos, nos dice el Dr. Soler que reaccionado Arosemena
contra las fórmulas de la ilustración y “especialmente contra el
contractualismo de Rousseau, Arosemena intenta establecer las
bases positivas de la ciencia sociales en los momentos mismos
en que Augusto Comte, en Francia, sentaba los cimientos de la
sociología como disciplina científica”4 . Dicha ciencia social
no se funda en supuestos metafísicos o apriorísticos. Es una
ciencia, al decir de Arosemena, “factológica”. Lo que hace
afirmar a Soler que sin duda alguna “Arosemena fue más allá
que Comte y Spencer a quienes no pudo conocer en 1840”5
en esta misma línea de pensamiento Arosemena rechaza todo
intento de fundamentar la moral sobre supuestos teológicos,
rechazando también la idea de que es cosa peregrina aquello
de que Dios quiere que observemos las reglas que conducen
a la vida feliz, asunto que le parece a Arosemena difícil de
demostrar. Estas observaciones de Soler hacen relación con

4
Ricaurte Soler. Estudios sobre historia de las ideas en América, Imprenta Nacional
Panamá, 1966, p.65.
5
Ibíd. p. 65-66.
6
En su obra Formas ideológicas de la nación panameña, nos dice Soler: “Es
más difícil de concebir, declara Arosemena, una causa sin causa que una serie
ininterrumpida de causas y efectos. El conocimiento científico, único válido y en
cuanta descripción de lo que es o pasa, no tiene por qué preocuparse de premisas
teológicas o metafísicas. Arosemena parte, pues, de un radical agnosticismo.
Citado en Tareas, números 11-12, número extraordinario conmemorativo, Panamá
1963, p.36.

11
Moisés Chong M.

su intento de indicar de manera muy concreta y muy precisa


que hasta qué punto la vida intelectual del Istmo en el siglo
XIX, sobre todo en la persona de don Justo Arosemena, no fue
inmune a los escarceos de la filosofía en su aspecto positivista6.
En su interesante obra, Estudio sobre historia de las
ideas en América, Soler sienta una serie de premisas que
representan el intento por entrar de lleno en la consideración
filosófica que hace relación con la realidad social e histórica
en la América Latina. No se queda corto en su propósito de
dilucidar cosas como el realismo social hispanoamericano, su
punto de vista sobre el criterio historiográfico para una historia
de las ideas en Hispanoamérica, el interés no disimulado por
poner de manifiesto tanto el sustratum epistemológico, así
como las implicaciones metafísicas que se han hecho presentes
en la historiografía Hispanoamérica, sin dejar de lado los
hechos sociales y económicos así como políticos que entran
en el contexto de las conceptuaciones filosófico insertas en la
literatura y la sociología hispanoamericanas. Hace referencia
a nuestro autor a lo que él llama “historia intelectualista del
pensamiento” en alusión clara a que se había planteado la
tesis de que no existe filosofía americana, pero que sí existe
filosofía en América. A la concepción inmanentista de las ideas
y según la cual la conciencia condiciona la marcha del devenir
histórico y social del hombre, Soler señala la existencia de
otra tesis: la de que la conciencia bien pudiera estar enmarcada
dentro de realidades tempo-espaciales; de que la historia de
las ideas, no se fijaría según los criterios de Windelband y de
otros idealistas, sino que esta marcha se desenvuelve según
lo plantearon en su tiempo Hans Barth (Verdad e ideología) y
la corriente marxista, a saber, que los esquemas conceptuales
bien pudieran estar determinados por realidades extralógicas,
por realidades históricas, lo que abre el camino, piensa el, para

7
Es convicción en Soler que sin afirmar determinismos radicales, no se puede negar
que en cierto orden de cosas las ideas reflejan aspectos esenciales del mundo real.

12
Aproximación al pensamiento filosófico de Ricaurte Soler

la reafirmación de una sociología de conocimiento a la manera


de Karl Mannheim.
En esta misma dirección, Soler esboza los postulados
gnoseológicos y ontológicos tanto de una historiografía
intelectualista como de una historiografía realista7 . Y expresa
su repudio a aquellos profesores universitarios que “desde el
punto de vista de la historia inmanente de las ideas, ignora o
pretende ignorar el fundamento intelectualista e idealista de su
exposición”8 . Porque, sigue diciendo “no hay imparcialidad
posible en filosofa”9 . Frente a un criterio cerrado y un tanto
sectario que se plantea el problema de si la cultura nuestra
es o no es auténtica, Soler concluye que tales planteamientos
son ociosos pues queda todavía por delante mucho camino
que recorrer. Porque la realidad de Hispanoamérica tiene sus
propias modalidades pero que éstas no responden a ningún
misterioso elemento.
Llama la atención el hecho de que Ricaurte Soler,
espíritu crítico y analítico, pensador sagaz e intuitivo, haya
promovido un creciente interés en nuestros medios intelectuales
de hacer el examen prolijo de importantes contribuciones de
nuestra América al pensamiento de Europa. Tal es el tema
fundamental de su trabajo, Presencia del pensamiento de la
América Latina en la conciencia europea. Se refiere aquí,
pues, no a la “influencia” Latinoamericana, sobre países como
Francia, España o Italia. Simplemente pone de manifiesto un
cierto desarrollo paralelo, sincrónico entre el pensar en nuestra
América Latina y el pensar en Europa. O bien, la simple y
escueta presencia. Expresa, convencido de lo que dice “que
si bien el pensamiento latinoamericano no ha influido en otras

8
Declara de modo categórico y sin eufemismos de que no hay imparcialidad en la
filosofía. Cita de estudios de la historia de las ideas en América pag.19, una historia
de las ideas según el modelo inmanentista haría de estas historia un perpetuo
sujetarse a repeticiones estériles.
9
Estudio de historia de las ideas en América p.19
10
Ibíd.

13
Moisés Chong M.

culturas, su presencia se ha hecho sentir en repetidas ocasiones


en la inteligencia europea”10. Soler no incurre en la tesis
mecanicista muy propia de los determinismos. Habla más bien
de una “incidencia” de nuestra cultura Latinoamérica en la de
Europa. Y se remite a cómo – como ya lo había planteado a su
manera y en su tiempo Francisco Romero - el descubrimiento
del Nuevo Mundo con sus culturas aborígenes, había abierto
el camino para la elaboración de las utopías del Renacimiento.
Se refiere seguidamente al siglo XVIII y durante el cual las
relaciones personales entre pensadores de Europa y América
revelan, si se quiere, influencias recíprocas. Se refiere también
al gran interés que sobre los pensadores hispanoamericanos
llegaron a tener notables filósofos europeos. Por ejemplo, el
interés de Georges Hammeken en el positivismo mexicano,
hacia 1878. Y da fe, también, de los cruces de correspondencia
entre personalidades de América Latina con las de Europa
como en el caso del chileno Juan Enrique Larraguigue11 y
no escapa a sus indagaciones el interesante hecho de las
numerosas obras de pensadores latinoamericanos que han sido
traducidas a idiomas como el italiano, el inglés y el francés. En
este sentido habrá que reconocer que Soler se ha comportado
como un investigador que ha sabido descubrir aspectos
interesantes en el desarrollo histórico de las ideas.
Una certera visión del mundo y de la vida, un espíritu,
ligado a una real pasión por la verdad objetiva, un pensador
que es consciente de su papel y de su función como tal son
aspectos que definen, a nuestro juicio, a Ricaurte Soler, el
pensador. Pero no un pensador abroquelado en esencia ideal o
escudada en filosofías especulativas. Porque de haber sido así,
no nos hubiera descubierto una serie de situaciones que para la
gran mayoría pasaban por ignoradas. Es este empeño de él de

11
El libro del gran internacionalista argentino, Luis M Drago el crimen nato lleva
una introducción nada menos que del italiano Cesar Lombroso obra fue, claro está
traducida del español al italiano.

14
Aproximación al pensamiento filosófico de Ricaurte Soler

investigar por su propia cuenta y riesgo nos aclara su concepción


de las cosas, con un ecuánime criterio realista y que nos pone
sobre la pista, por vía de ejemplo, de la necesidad de tener del
mundo real un concepto que es preciso comprender e incluso
transformar. Así, Soler hace patente de que manera, siguiendo
esta línea de pensamiento al mexicano Mariano Otero, la
estructura de la propiedad juega un papel fundamental en la
explicación de las relaciones sociales e, incluso, ideológicas.
Por lo que Soler señala e indica, igualmente, como Mariano
Otero se anticipó en cierto sentido a los postulados y premisas
sentados por Marx y Engles12.
Conocedor como pocos del contenido social de
las ideas filosóficas, Soler se supo adentrar en el estudio,
consideración y reflexión seria de lo que ya hemos señalado
como “pensamiento hispanoamericano”. Se advierte en
él – ya lo hemos dicho más arriba – un clara disposición a
la objetividad, al no uso de un lenguaje figurado, se nos
muestra, así, como pensador a quien interesa lo concreto, lo
tangible, lo verificable, algo muy lejos de los apriorismos o
de los idealismos puros o de una metafísica muy dada a los
bizantinismo. No obstante supo a su tiempo lo concerniente
a la estructura de la lógica formal prefiriendo, sobre todo,
las categorías dinámicas de la lógica dialéctica y haciendo
de esta un uso muy consonó con un espíritu no sectario y
muy distante de aquel fanatismo que hizo del marxismo un
instrumento diabólico del totalitarismo soviético. Razón por
la cual Soler se nos presenta como un pensador que sabe
manejar al aparato conceptual de la dialéctica, que conoce las
leyes fundamentales de ésta, que sabe hacer comparaciones
ni maniqueas ni dicotómicas, que nos descubre la existencia

En Otero, afirma Soler, las relaciones materiales determinan la estructura política,


12

Cita de Jesús Silva Herzog lo siguiente: El que catalogado como liberal moderado
se adelantó sin saberlo las consideraciones materialistas de la historia de Marx y
Engels Ibíd. p.98

15
Moisés Chong M.

de falsos dilemas, que es consciente del papel relevante que


juegan los fenómenos de la vida real en la estructura y el
contenido de las ideas, que despierta en el lector una especie
de reto, a saber, de que le convida a pensar, a analizar, a razonar
con espíritu amplio y sin perderse en disquisiciones vacías.
Este reto lo desafía a uno a entrar de lleno y sin prejuicios
en una realidad que es todo un mundo en donde las fuerzas
de este actúan recíprocamente. Esto explica, en gran medida,
sus precisiones sobre el pensamiento de un Alberdi o de un
Sarmiento en la Argentina o en un José de la Luz y Caballero
en Cuba y enmarcado éste en una posición que es todo un
empirismo radical. Es decir, que Soler sabe conducir al lector
a descubrir la trama existente entre el contexto de las ideas de
una época determinada en consonancia con la realidad social e
histórica de la misma.
Interesa precisar algunos aspectos más precisos
del pensamiento filosófico de Ricaurte Soler. Al señalar la
importancia a la Sociología del Conocimiento, Soler pone de
manifiesto que “La historia puede enfocarse desde un idealista
que nos invita al enriquecimiento progresivo de la conciencia
mediante la actualización de virtualidades que pretende son
inherentes a la conciencia misma. La posición materialista
nos invita al enriquecimiento progresivo de la conciencia
mediante una actividad práctica que reflejará en el espíritu la
riqueza infinita de lo real sometido a su conocimiento y a su
dominio”13. Difícilmente podríamos encontrar, salvo mejor
opinión, una caracterización tan sesuda, cuerda y juiciosa
sobre lo que, en el fondo, representa el Materialismo y el
Idealismo. Que las leyes del ser son un hecho objetivo y veraz,

13
Ricaurte Soler: Materialismo e idealismo: Una alternativa llama la de manera
tan parca y sencilla aborda nuestro autor la disyuntivas entre las dos concepciones
del mundo y de la vida difíciles de compaginar no obstante el autor entra de lleno
en el análisis y estudio crítico de estas dos posiciones que entran en relación con la
ontología y con la gnoseología Soler intenta, no obstante, abordar el asunto con un
criterio no sujeto a su posición subjetivas.

16
Aproximación al pensamiento filosófico de Ricaurte Soler

no deja de reconocerse como realmente cierto. Que las leyes


del pensamiento corresponden, en cierta medida a las leyes
de la realidad objetiva, ni riñen en manera alguna con los
fenómenos del mundo real. Y en esta alternativa: Materialismo
e Idealismo no es tarea fácil, advierte Soler, fijar la validez de
una y otra posición.
Sin embargo, Soler pone de manifiesto que el
pensamiento en sí, el pensamiento como mera estructura no
puede fijar el criterio necesario para determinar, por ejemplo,
la validez de un juicio. Un juicio no es verdadero o falso en
sí mismo. El principio de identidad o el de contradicción no
son, de este modo, leyes absolutas o eternas. Que responden
en todo caso a la realidad del mundo objetivo. En este sentido,
Soler se adhiere a la tesis de que el criterio para determinar
la verdad o falsedad de un enunciado es la práctica. Y cita a
Marx: “el problema de si se puede atribuirse al pensamiento
humano una verdad objetiva no es un problema teórico sino
práctico”. En tal sentido Soler afirmar que la verdad no es algo
perenne; es, en todo caso, resultado del desarrollo histórico
del hombre como ente social. Que confrontar con conceptos es
tarea árida. Pero confortar conceptos con lo real es potenciar al
pensamiento, enriquecerlo con todo tipo de experiencia14. Por
este camino podemos inferir que en Soler la convicción de que
los procesos objetivos de la realidad concreta están presentes
en los procesos mentales del hombre; de donde se deduce el
campo de la conciencia se amplia y se hace más rico en la medida
en que el pensamiento en sí deje de ser una entelequia vacía e
impotente y en la medida en que este pensamiento acumule más
y más elementos del mundo real. Por este motivo una historia
de la filosofía tiene sentido si se le enlaza con toda la serie de
hechos, ampliaciones, realidades y fenómenos objetivos que

Reafirma, igualmente, la tesis de que el criterio de la correspondencia entre el


14

sujeto y el objeto para el materialismo en general y en particular para el materialismo


dialéctico, se muestra ineficaz si no se recurre, reiteradamente a la práctica.

17
Moisés Chong M.

están presentes en el desarrollo histórico de la humanidad. Le


parece a Soler que las interpretaciones filosóficas a la manera
del Idealismo conduce a verdaderas tautologías, en dónde
el espíritu se contempla a sí mismo y deriva sus conclusión
de su propio ser. Es ésta, pues, la orientación de un tipo de
racionalismo apriorista, inconducente, estéril y que no cesa el
elaborar y reelaborar unos conceptos sobre otros.
No menos importantes es su notable libro, El positivismo
argentino, escrito originalmente en francés como tesis para
optar por el título de Doctor en Filosofía en la Universidad de
París, en esta magna obra, Soler da todo lo que puede de sí
para hacer el estudio crítico, la investigación exhaustiva y la
exposición de la génesis, desarrollo, apogeo y decadencia del
positivismo en la República Argentina.
Soler sienta la premisa que en este estudio el término
“pensamiento”, en el presente caso, alude a una forma del
conocimiento. En tal sentido la idea de “pensamiento”, dice
Soler no es ciertamente una forma del conocimiento exclusiva
de la América Latina pero en ninguna otra parte alcanzó durante
el siglo XIX tan importante desarrollo15. Y por “positivismo”
entiende aquí Soler, la tendencia que engloba tanto al
agnosticismo spenceriano así como el comtismo ortodoxo y
al cientificismo; este último lo interpreta como la continuación
metafísica que hace relación con las ciencias. También pone
de relieve y hace énfasis en la serie de factores sociales y
políticos que, en cierta medida, determinaron el pensamiento
objetivo de dicho estudio.
Se adentra, pues, en cuestiones y temas como los
siguientes: aspectos del positivismo hispanoamericano en la
literatura filosófica de Europa. Por ejemplo, la observación de

En El positivismo argentino Soler expresa que por lo que se refiere a las fuentes
15

estrictamente filosóficas debemos señalar, desde ahora, que es en el empirismo y


el racionalismo, donde debemos ver los orígenes y más remotos precedentes del
positivismo hispanoamericano”. Imprenta Nacional Panamá. 1959. p.40.

18
Aproximación al pensamiento filosófico de Ricaurte Soler

la referencia que hizo el sabio Emile Littré a la obra del chileno


José Victorino Lastarria; las interpretaciones sociológicas
del Pensamiento Hispanoamericano: Teoría del paralelismo
político-filosófico de José Ingenieros; los orígenes de la
filosofía positivista: la ideología; (el empirismo argentino,
adquiere con la Ideología sus primera sistematización
filosófica); explicación de la tesis de Alberdi y de Echeverría
de que “nociones claras y breves, sin metafísica al alcance de
todos”. También entra en el tema del desarrollo de la Ciencia
Argentina, (Ameghino, cuya contribución al desarrollo de la
ciencia universal es patente). El carácter asincrónico de la
filosofía positivista argentina (José Ingeniero representa entre
los argentinos una postura ideológica que entre los europeos
tocaba a su fin).
Soler se refiere seguidamente a un conjunto de teorías
filosóficas que son de raíz positivista, por ejemplo, Ameghino
y su concepción naturalista del mundo. El pensamiento de
este sabio argentino “representa la transición del positivismo
agnóstico al cientifismo metafísico”16. No escapa a su estudio
una serie de consideraciones sobre las teorías psicológicas
de Carlos Octavio Bunge y al evolucionismo bio-psicológico
de Rodolfo Senet. Bunge, nos dice Soler, fue muy claro en
sus exposiciones sobre la conciencia y la subconsciencia
y que tienen un matiz anti-intelectuallista. Y en todo caso,
afirma Soler, las contribuciones de Carlos Octavio Bunge se
pueden considerar como realmente fecundas en el desarrollo
del cientificismo argentino. Se hace mención, igualmente, de
la orientación biológica y evolucionista, anti-mecanicista del
positivismo argentino, destacándose el intento de E. Mochet
de querer derivar los fenómenos anímicos de la actividad

Citando a Ameghino, Soler nos hace saber una muy particular opinión del sabio
16

argentino: “La existencia de un ser superior, creador del universo, es incompatible


con la noción de la existencia y eternidad del espacio y la materia’. En El positivismo
argentino, p.72.

19
Moisés Chong M.

biológica pero dejando a un lado las concepciones puramente


mecanicistas del materialismo.
Soler hace, en sus líneas concretas y en sus aspectos
generales, la anatomía de un positivismo que evolucionó
siguiendo las modalidades de la realidad argentina. Hace
mención de los saltos cualitativos de una filosofía que en
gran medida marchó sincrónicamente con Europa y que
por otro lado, su presencia no fue ignorada en los círculos
científicos y filosóficos de los centros intelectuales de aquel
lado del Atlántico. En esta línea de pensamiento, Soler hace la
afirmación, muy categórica por cierto, de que el positivismo
argentino aparece, precisamente, en la época del ocaso y
decadencia del evolucionismo de Spencer, del agnosticismo
y del materialismo. Lo que le permite expresar a Soler que
en la Argentina del fenómeno de la filosofía positivista fue un
tanto tardío pero que ello no fue motivo para que, dentro de
sus circunstancias históricas, este positivismo ejerciera en la
vida intelectual del país una influencia decisiva y que aportara
al mundo significativas contribuciones. Tales contribuciones
orientaron en la Argentina un cambio cualitativo en los
métodos pedagógicos e incluso fue el arma ideológica de la
burguesía argentina, la cual estaba urgida de una filosofía que
marcara nuevos rumbos en la evolución social y política de ese
país. En estas observaciones se advierte una singularidad de
nuestro filósofo: la de ser incisivo sin ser tajante; la de saber
penetrar, con el bisturí de su inteligencia, en los repliegues
más recónditos del ser nacional argentino en su modalidad
positivista17.
Salvo mejor opinión es nuestra creencia que las
investigaciones y los análisis que expone Soler en su obra,
El positivismo argentino deben ser valoradas como una

En la misma obra advierte Soler que la sociología biológica argentina, precisamente


17

porque se basaba en una filosofía naturalista anti-mecanicista y anti-intelectualista,


se apartó sensiblemente de las concepciones reaccionarias fundamentadas en el
darwinismo social”. Ibíd., p. 261.

20
Aproximación al pensamiento filosófico de Ricaurte Soler

exposición muy bien razonada acerca de la realidad argentina


en sus aspectos históricos, sociales y filosóficos, no conocemos
ningún otro autor que haya expuesto, con espíritu científico,
con la necesaria claridad y objetividad, un libro que tenga
el alcance, la profundidad y la enorme cantidad de material,
amasado en capítulos muy concebidos, muy bien elaborados
y muy bien analizados. La inteligencia se crece en esta obra
de vasta e innegables proyecciones. No cae en el pecado – y
en ningún otro de sus escritos – de una fraseología rebuscada
o con acentos subjetivistas. Sus conclusiones no tienen tono
dogmático o sectario. Se sabe ubicar en corriente de tiempo y
en el fluir de un método dialéctico que honra, repetimos, a la
inteligencia nacional panameña. Y porque sienta comprometido
con la verdad, ve en ésta, no un ente metafísico o apriorístico
sino como el resultado del desarrollo histórico del hombre.
Por lo que la verdad no es una premisa eterna o una entelequia
intemporal. Pero si hay, reiteramos, una pasión en Soler, es la
pasión por la verdad.
Es interesante de suyo sus estudios filosóficos sobre
la dialéctica y en donde aborda un resumido análisis del
modelo mecanicista y el modelo dialéctico, la casualidad en la
dialéctica de los universales e individuales.
Alude Soler muy directamente al hecho histórico de
que las expresiones más concretas de la concepción mecánica
se dan en la Época Moderna. Reconoce Soler el hecho de que
el mecanicismo, como conceptuación y como método, ha
tenido y sigue teniendo un poder innegable de atracción pero
que al lado de aciertos parciales revela, a su vez, limitaciones
de bulto. Señala, igualmente que la identidad constituye un
nexo entre el idealismo (idealismo objetivo, sobre todo) y el
materialismo mecanicista. Expresa también que “el idealismo,
por lo general, encontró en Dios al ser espiritual absolutamente

Ricaurte Soler. Modelo mecanicista y método dialéctico, Ediciones de la Revista


18

Tareas, Panamá, 1966, p.7.

21
Moisés Chong M.

idéntico, la explicación de suprema de lo variable, multiforme y


perecedero”18 . El concepto de identidad ha sido una constante
histórica tanto en el idealismo como en el materialismo y en
ambas direcciones el concepto no ha resultado, dice, eficaz
para explicar la existencia de Dios o la del mundo.
Pero la identidad no podemos concebirla en términos
absolutos y como precepto canónico, a manera de inferencia,
solo es aplicable en el marco de las operaciones formales,
porque, en realidad, la identidad estricta de un término o de
un concepto se conserva únicamente mientras no haya variado
tanto su contenido cuantitativo como su contenido cualitativo.
En consecuencia, podemos afirmar que la identidad formal
dista mucho de la identidad dialéctica si pretendiera aplicar de
manera rigurosa la identidad a todo el conjunto de la realidad
llegaríamos a tener, como diría el mexicano Eli de Gortari,
“una imagen petrificada del universo”. De ahí entre griegos
tales como Demócrito (Materialista) como el platonismo
(idealista) este principio resultaba un tanto ineficaz para dar
una explicación coherente y científica del mundo y de la vida.
En cambio, en la contradicción se presentan otros
aspectos y que inicialmente hacen relación filosófica e
histórica con Heráclito. Que ha habido posturas adversas a
este principio, es algo natural simplemente, dice Soler, ciertos
hábitos mentales, imbuidos de la idea de identidad, llegaron a
convertir la contradicción como sinónimo de la negatividad,
en una potencia misteriosa y exterior a la realidad19. Y en lo
referente a la contradicción a modo de precepto canónico,
podríamos establecer, siguiendo las disquisiciones de Soler,
que las investigaciones científicas han llegado a demostrar
que los diversos procesos existentes en el mundo real

Más adelante hace mención Soler de lo importante que resulta para estos análisis
19

de conceptos tales como los de totalidad mecánica y totalidad dialéctica y sobre el


nominalismo, la dialéctica de universales e individuales, temas éstos tratados con
serias observaciones del autor.

22
Aproximación al pensamiento filosófico de Ricaurte Soler

están integrados por contradicciones y que abarcan varios


elementos y circunstancias. Por lo tanto, el hecho de que
en la realidad existen contradicciones inherentes a ésta, las
leyes del pensamiento lógico habrán de reflejar esas mismas
contradicciones. Pero la validez de un juicio o de un enunciado
no podrá resolverse sino en tanto haya una correspondencia
entre los procesos del mundo real y las formulaciones del
pensamiento. De esto podría ocurrir – como en efecto ocurre
– que habrá proposiciones formalmente incompatibles o
contradictoria y real y objetivamente verdaderas. O también
juicios lógicamente contradictorios y realmente falsos. Son
estas conclusiones de un hondo significado en la dilucidación
que nos plantea Soler y que tienen que ver con el quehacer
científico.
Un aspecto muy interesante sobre las cuestiones
filosóficas en sentido estricto es su análisis sobre los conceptos
de causalidad en el mecanismo y casualidad en la dialéctica.
Observa, en un prolijo examen, de qué modo es un hecho que
para el mecanicismo resulta objetable e incompresible el azar,
la casualidad, la eventualidad. En este sentido, Soler habla
ahora del “absoluto rechazo de lo azaroso”20 , en cualquiera
de sus momentos es innegable concluye en la unidad del azar
(casual) con lo necesario. De ello deriva también la afirmación
de que se debe reconocer aquello en sí, que la casualidad en
sí, objetiva, se expresa por medio de la necesidad objetiva. Se
trata, pues, dice Soler, de una ley dialéctica. Y no vacila en
expresar aquella fórmula dialéctica de que “tanto la necesidad
como la casualidad se hallan casualmente condicionadas”. En

20
Hay una cierta coincidencia de esta opinión con la de Sir Arthur Eadus por
cuanto éste dice taxativamente: “La física ya no está comprometida esquema de
ley determinista. El determinismo ha caído a un lado no está comprometida en un
esquema de ley determinada el determinismo ha caído a un lado en las últimas
formulaciones de la física teórica y es dudar por lo menos alguna vez sea traído
de vuelta” La naturaleza del mundo físico, Editorial Sudamericana Buenos Aires,
1945, p. 336.

23
Moisés Chong M.

esta dirección, observa Soler está la posibilidad, de hablar,


por vía de ejemplo, de una causa casual; o de una necesidad
contingente, menciona el hecho de que se tiende a rebajar o
degradar el azar frente a lo necesario, todo lo cual encierra un
prejuicio mecanicista e incluso positivista. Y se pregunta qué
de dónde derivan los títulos legítimos para que la necesidad
haya adquirido esa especie de categoría absoluta. En el reino
de la naturaleza y en el mundo de los humanos no se observa
esto de la necesidad absoluta o eterna. Más bien se observa,
por ejemplo, de lo que puede ser o no ser, de lo contingente.
Porque un universo concebido a la manera de Laplace sería
algo así como una realidad petrificada, en dónde no hay espacio
para lo nuevo ni tampoco hay tiempo.
La dimensión filosófica de Ricaurte Soler se proyecta
en sus análisis sobre la historia de las ideas en América Latina,
incluyendo en estos aspectos de ontología de la cultura, la
presencia del pensamiento escoses en la formación y desarrollo
de la ideología de Destutt de Tracy y el sensualismo escoses.
En estos análisis se hacen alusión directa a la incidencia de la
ilustración europea con su contenido racionalista y empirista.
Entra también en sus consideraciones filosóficas la presencia
del escolasticismo en nuestras universidades de la América
Latina, por ejemplo en la de San Javier, lo que implica
igualmente la presencia de siete Artes Liberales; de cómo esto
representó un franco atraso en la vida intelectual del Istmo y
en el resto de Hispanoamérica, nos referimos en esta ocasión
a cómo los métodos autoritarios y los métodos silogísticos no
impulsaron en nuestros países el desarrollo de las Ciencias
Naturales y de qué manera ciertos tipos de nominalismo,
en el mejor de sus aspectos, derivaba hacia expresiones que
exaltaban la realidad absoluta de los universales.
En esta marcha hemos visto hasta que punto Ricaurte
Soler se vincula con importantes modalidades de un modelo
de filosofía que sin rechazar de modo tajante la autonomía del
espíritu o de la conciencia, sí ve en el espíritu la presencia o

24
Aproximación al pensamiento filosófico de Ricaurte Soler

la potencia de una fuerza que se mueve en el contexto de la


realidad tempo espacial. Que el espíritu no es una totalidad
completamente independiente del mundo real. De que en
este mundo tiene un peso específico: las necesidades, las
aspiraciones, los intereses del hombre concreto (o del hombre
de carne y hueso como lo expresara Don Miguel Unamuno).
De que es el hombre el arquitecto de su propia historia, de
que esta historia no escapa a las coordenadas e imperativos
de una época determinada, por lo tanto, como dice el epígrafe
que encabeza este escrito: “La verdadera riqueza del espiritual
del hombre depende de la riqueza de sus relaciones reales”.
Hay en esto una clara confesión de aprecio hacia los valores
del espíritu, pero que de ninguna manera estos valores lo
podemos concebir a la manera platónica, ni como lo sugerían
Windelband o Max Scheler. En manera alguna el espíritu
se enriquece como diría Soler, con virtualidades que están
engarzadas, a lo largo de la evolución histórica del universo,
con el humano quehacer de los hombres. Después de todo el
hombre, es hombre en la medida en que se realiza como un
ente que deviene en el transcurrir del tiempo, por lo que Soler
insiste, a todo lo largo de sus ingente obra, en el hombre a
manera de categoría histórica.

25
PRESENCIA Y VIGENCIA DE LA FILOSOFÍA EN EL
PENSAMIENTO Y OBRA DE RICAURTE SOLER.
MIGUEL A. CANDANEDO O

Introducción
No cabe duda, el mejor homenaje que se le puede rendir a
la memoria de un pensador, consiste en el examen crítico
de su pensamiento y obra, no con el propósito de agotar los
elogios y las adjetivaciones, sino para poner al descubierto
los fundamentos teóricos y los procedimientos metodológicos
que subyacen en la globalidad de su quehacer intelectual,
constituyéndose en el “hilo conductor” de sus cogitaciones.
Quienes, a partir de ahora, asumen el honroso
compromiso de dar continuidad a la empresa editorial de la
revista Tareas, han dispuesto que la presente entrega esté
integralmente dedicada al homenaje póstumo de su fundador
e infatigable director quien, por más de tres décadas, mantuvo
su periodicidad e incuestionable calidad teórica.
Se nos ha distinguido, en nuestra condición de discípulo
del Maestro y de especialista en las disciplinas filosóficas, para
que nos ocupemos del examen de esa vertiente de su obra.
Labor que procuraremos realizar con suma complacencia, por
el honor que se nos hace y que, sin embargo, entraña el gran
desafío de lograr sintetizar en pocas cuartillas la vastedad,
profundidad y especificidad de las concepciones filosóficas de
Soler y el lugar que estas ocupan dentro de la totalidad de su
pensamiento.

Soler y la filosofía
No cabe duda de que, la primera dificultad que confrontamos
consiste en tratar de desentrañar el lugar que ocupa la filosofía
en el pensamiento y obra de Ricaurte Soler. Este asunto, que
a prima facie parece sencillo, constituye el objeto central de
este escrito.
Visto desde la perspectiva de su formación intelectual
universitaria, pocas dudas se podrían abrigar de que ésta fue
medularmente una formación filosófica. Como es natural,

27
Miguel A. Candanedo O

dicha formación se evidencia en la metodología, el lenguaje y


las categorías de análisis empleadas por el Maestro en su vasta
obra escrita y en su magisterio docente. Sin embargo, aunque
el rigor de esa acrisolada formación permea la totalidad de
su quehacer intelectual, como es común en la mayoría de los
filósofos contemporáneos, Soler orientó preferentemente sus
cogitaciones hacia la indagación de problemas y objetos de
conocimiento que, vistos desde la ortodoxia filosófica, no se
consideran sensu stricto propios del ámbito filosófico.
Con fecha de marzo de 1954 accedimos a la primera
producción intelectual de Soler de la que tengamos noticia.
Nos referimos al “Discurso en el acto de graduación de
la Universidad de Panamá”21 . No se trata, como era de
esperarse en el joven Soler, de una de esas piezas retóricas,
lacrimosas y estereotipadas que se pronuncian usualmente
en ocasiones como ésta, sino de una valiente22 y puntual
reflexión en torno a ese recurrente tema que constituiría, de
aquí en adelante, el leitmotiv de su quehacer teórico y de su
práctica político-ideológica. Nos referimos, obviamente, al
diseño epistemológico y a la fundamentación histórico-social
de nuestra teoría de la nacionalidad.
Del mismo año es su Pensamiento y concepción de la
nacionalidad durante el siglo XIX23 que fue su tesis de
licenciatura para optar al título de Licenciado en Filosofía e
Historia, en esta, su primera obra publicada, se confirma lo
anteriormente expresado; que no estamos en presencia de un

21
Ricaurte Soler: “Discurso en el acto de graduación de la Universidad de Panamá
(marzo 1954)”, en Panamá: páginas y tareas. Ed. de la Revista Tareas Panamá
1973. pág. 21-28.
22
Cuando nos referimos a la valentía intelectual del Discurso aludimos a que el
mismo fue leído en el acto de graduación de la Universidad de Panamá, en el mes
de marzo de 1954, seguramente en presencia de altas autoridades nacionales, en
circunstancias en las que el país vivía la dura represión del régimen macartista del
general José A. Remón Cantera.
23
Ricaurte Soler: Pensamiento panameño y concepción de la nacionalidad durante
el siglo XX. Ed. Librería Cultural Panameña, S.A, Panamá. 1971. pág. 137.

28
Presencia y Vigencia de la Filosofía en el Pensamiento y Obra de Ricaurte Soler

tratado de ontología, gnoseología o axiología, o de una síntesis


de estas disciplinas, tampoco de un ensayo de filosofía política
y social o, en el mejor de los casos, de filosofía de la historia.
No obstante, estas disciplinas y algunas otras, tal es el caso de
la economía política, la sociología y la teoría de la ideología,
constituyen el instrumental científico de análisis de que se
vale Soler en sus tempranas indagaciones. Sin embargo, el
prologuista de esta obra, Don Rodrigo Miró, en acertado juicio
crítico estimaba, en julio de 1954, que “El estudio de Ricaurte
Soler anuncia asimismo que Panamá empieza a participar,
en forma constructiva, del común afán por la filosofía a que
hacíamos referencia en las primeras líneas”24.
Para nuestro propósito, el examen de la primera obra
de Soler es revelador de algunas de las claves que informaron
la totalidad de su producción bibliográfica y que, en primer
término, nos descubre que, ya para 1954, estaban conformados
en su esencia los caracteres de una voluntad inquebrantable y
de una disciplina intelectual que se expresaron y acrecentaron
continuamente a lo largo de cuatro décadas de intensa actividad.
En la introducción deja plasmadas algunas de las características
específicas que, si bien son obviamente concebidas para
dicha obra, sin embargo se proyectarán en la totalidad de su
prolífica producción. Así, plantea su “(...) consciente evasión
de todo sistema historiosófico, evasión que no implica, claro
está, renunciamiento a la interpretación histórica”25 con ello
se estaban manifestando tempranamente las convicciones
heterodoxas que llevaron a Soler, en múltiples ocasiones, a
discrepar de las interpretaciones de los “guardianes” de la
ortodoxia marxista.
Con la modestia intelectual que le caracterizó a lo
largo de su vida, manifestaba, en aquella introducción, que
sus interpretaciones es en torno al desarrollo histórico-social

24
Ídem, pág. xx.
25
Ídem, pág.1

29
Miguel A. Candanedo O

de nuestra patria las haría “(…) con el modesto propósito


de encontrar unidades de significación histórica, aisladas
o conexas, cuya integración, tarea más pretensiosa en una
unidad filosófica suprema que explique total o parcialmente el
devenir istmeño, dejamos para otros”26. Resulta evidente que,
precisamente, después de cuatro décadas de investigación y de
producción intelectual de Soler viene a ser para los panameños
justamente su momento, consideró que excedía sus modestos
propósitos, es decir, la más completa integradora visión de
la totalidad del ser panameño, de su génesis, su devenir y su
esencia.
Quizás, para el lector desprevenido, aquél que no
ha hecho una lectura crítica de la obra de Soler, podrían
parecerle que en aquella lectura detenida y critica de la
obra se opera un cierto desplazamiento teórico una ruptura
temática entre filosofía e historia que lo lleva desde sus
primeros libros, expresamente la teorización filosófica, hacia
la parte substancial y mayoritariamente de su obra que se
ocupa de la indagación histórico nacional latinoamericano.
Sin embargo, nos atrevemos asegurarlo la filosofía subyace
como fundamento ontológico especialmente metodológico, en
su aproximación y aprensión de nuestro ser panameño. Esta
situación la tenía clara de sus obras de prima juventud.
Así, en la “Introducción” antes comentada, llama la
atención respecto al hecho de que el estudio de las especificidades
del nacional latinoamericano, no es contradictorio ni nos
estime dela obligación de estudiar la dimensión filosófica
universal. Sin embargo, nos previene sobre el hecho de que
dicho conocimiento no se puede resolver en un esteticismo
de esencias que nos sean peculiares, y que, no obstante,
están ancladas en formas universales anti-históricas”27.
Por ello, sus críticas a nuestros historiadores y ensayistas

26
Ibídem
27
Ídem, pág. 13.

30
Presencia y Vigencia de la Filosofía en el Pensamiento y Obra de Ricaurte Soler

que han pretendido (…) explicar la peculiaridad panameña


como esencia intemporal, supuesto fundamento legítimo de
la entidad nacional. Tal explicación supone un ontologismo
inspirado en algunas corrientes filosóficas contemporáneas; la
Fenomenología en particular”28.
Por otra parte, expresa, refiriéndose a la misma temática,
que “la aplicación de una filosofía determinada a objetos
que pertenecen por definición, aparte de toda consideración
metodológica y filosófica, de las ciencias a la historia, aplica
una teorización que haga posible tal aplicación”29.
Con ello al mismo tiempo que manifestaba sus
reservas son fenomenología de la historia, aún por hacerse,
revelaba estar consciente de que, en su propio caso, se
hacía necesario comprender la aplicación del marxismo y
su método al estudio de nuestro acaecer histórico, demanda
una teorización que haga posible la misma sobre este asunto
volverá reiteradamente asunto, volverá reiteradamente a lo
largo de su producción teórica.
Respecto a los fundamentos ontológicos,
epistemológico y metodológicos que subyacen en Pensamiento
panameño… y que, términos generales, estarán presentes en
toda su producción historiográfica, señala con una prístina
claridad: “(…) hemos afirmado nuestra consciente evasión
de todo sistema historiosófico particular; no obstante, la
imposibilidad absoluta de materializar tal aserción es evidente,
nos guía fundamentalmente un criterio historicista en sentido
general (…)”.
“El criterio historicista nos permite igualmente,
no obstante la indiscutible legitimidad de la nacionalidad
panameña desde un de vista histórico y sociológico, fundir
las características istmeñas en sus dimensiones culturales
e histórico-nacionales has que informan la realidad

28
Ibídem
29
Ibídem

31
Miguel A. Candanedo O

hispanoamericana en general. (…) Nosotros concebimos la


hispano americanidad, no como una yuxtaposición de esencias
intemporales, sino como la unidad histórico-estructural que
hace posible la peculiaridad regional”30. Volverá nuevamente el
Maestro a reflexionar sobre el lugar que ocupará la filosofía en
sus estudios sobre el pensamiento latinoamericano, reiterando
la articulación entre las especulaciones filosóficas generales
sobre el hombre y la cultura y las cogitaciones sobre nuestra
realidad panameña y latinoamericana. De esta manera, dirá: “En
toda historia del pensamiento hispanoamericano, o de alguna
en particular de sus naciones integrantes, es imprescindible,
pues, tomar en consideración lo mismo que la especulación
estrictamente filosófica, la meditación sobre la realidad
continental y la reflexión sobre la peculiaridad nacional, Tales
son los pasos que hemos seguido en la redacción del presente
trabajo”31.
Si con el propósito de dilucidar el tema que nos ocupa
hubiese que clasificar la obra de Soler, distinguiendo entre
los libros que en sensu stricto podríamos denominar como de
filosofía y los demás dedicadas a la teoría de la nacionalidad
panameña y latinoamericana, únicamente incluiríamos dentro
de las primeras, dos obras: Materialismo e idealismo: una
alternativa de introducción a la filosofía, de 1962, y Estudios
filosóficos sobre la dialéctica, de 1973. Quizás cabría incluir
dentro de éstas la obra colectiva La enseñanza, la reflexión y
la investigación filosófica en América Latina y el Caribe, de
1967, al igual que El positivismo argentino.
El primero de ellos recoge el cuaderno, anteriormente
publicado en sendos trabajos aparecidos en la revista Tareas
en “(…) su primera intención, habrían de formar parte de
una introducción a la Filosofía presentada desde un punto
de vista materialista”32. Escrito con una intención puramente
30
Ídem, págs. 4-5.
31
Ídem pág. 6.
32
Ricaurte Soler. Materialismo e idealismo: una alternativa de introducción a la
filosofía Ed. MANFER, S.A. y de la Revista Tareas. Panamá. 1985, pág. 12

32
Presencia y Vigencia de la Filosofía en el Pensamiento y Obra de Ricaurte Soler

didáctica, no por ello carece de originalidad. Como expresa el


autor, resulta desde todo punto de vista conveniente que, en un
medio universitario como el panameño, donde imperan en la
enseñanza de la filosofía las diversas variantes del idealismo,
se ofrezca una alternativa, el enfoque materialista, a fin de
favorecer “(…)la causa del progreso, de la ciencia y de la
desalienación del hombre”. Demás está decir que este breve
opúsculo ha constituido fuente obligante para la enseñanza
de la filosofía en nuestro país desde su aparición hasta hoy.
Prueba de ello, la gran cantidad de ediciones y reediciones que
se han hecho del mismo. Pero su valor no deriva únicamente
de la forma cómo se abordan didácticamente los aspectos
fundamentales de la introducción a la filosofía, sino también
del tratamiento teórico de dicha temática.
Los Estudios filosóficos sobre la dialéctica no han
corrido la misma fortuna editorial, quizás por la complejidad
de los temas que en ellos se aborda, lo que hace de los
mismos una obra de lectura exclusiva para especialistas de
la filosofía marxista. Debemos, pues, destacar la profundidad
y originalidad del pensamiento filosófico de Soler que queda
al descubierto en cada uno de los estudios recogidos en esta
compilación. Desaparecido (físicamente) el Maestro, nos
queda la ineludible tarea de abordar el estudio y la reflexión
crítica sobre estos importantes aportes al marxismo, en especial
a la dialéctica materialista.
De la obra colectiva antes mencionada, le cupo a
Soler elaborar el apartado referente a la Tradición, reflexión y
enseñanza de la filosofía en Panamá. En ella, además de ofrecer
una síntesis histórica sobre el desarrollo del pensamiento y los
estudios filosóficos en nuestro país, desde la Colonia hasta
el presente, formular apreciaciones acentuadamente críticas
sobre el lugar de las filosofías académicas que se enseñan
en nuestras universidades su relación con el concierto de las
disciplinas científicas. Expresa, pues, que “(…) se desprende
la conclusión de que hay una filosofía propia de cada disciplina

33
Miguel A. Candanedo O

del saber (filosofía de la ciencia, filosofía del derecho, de la


educación etc.) pero que anuda vínculos con una filosofía
general que las abarcaría a todas. Lo que se hace explícito
es que no hay consenso sobre el saber que nos ofrece esa
filosofía general, ni sobre el saber filosófico referido a cada
ciencia particular, ni mucho menos sobre los vínculos de
aquel saber general y las generalizaciones realizadas sobre
cada saber científico particular. En otras palabras, se pretende
que la filosofía sería fundadora del conocimiento científico -
lo contrario sería “cientifismo”-. Lo que en realidad se está
enmascarando es que, no importa cuán distintas sean las
filosofías generales o particulares, todas las que dominan en
los claustros se mueven dentro del mismo horizonte idealista
que, eso sí, les es común, pero que interesa no develar como
tal”33.
Desde la perspectiva marxista, que le caracteriza,
Soler, en este breve trabajo, cuestiona acremente la filosofía
de cátedra en claustros universitarios de nuestra América.
Señala, pues, que “el prerrequisito de la filosofía académica en
la etapa imperialista es el no cuestionamiento del sistema. De
ahí que la filosofía se convierta en saber de profesionales, de
especialistas. “(…) idealistas y marxistas, o más precisamente
cristianos y marxistas hoy pueden coincidir, en América
Latina, en objetivos revolucionarios comunes, pues común es
el rechazo al prerrequisito imperialista de reproducir el statu
quo”34. Vemos, pues, que Soler a pesar de las objeciones que
formula a la enseñanza de la filosofía en nuestras universidades,
guarda la esperanza de que la lucha conjunta de cristianos
y marxistas contra la alienación del sistema, permita en la
práctica orientar en otra dirección ontológica y gnoseológica
nuestra producción filosófica. Sin embargo, expresa Soler, así

33
Ricaurte Soler: Tradición, reflexión y enseñanza de la filosofía en Panamá en la
revista Tareas N°79, septiembre-diciembre 1991.
34
Ibídem.

34
Presencia y Vigencia de la Filosofía en el Pensamiento y Obra de Ricaurte Soler

como desde las universidades en su momento se arguyó que el


marxismo no es filosofía, hoy de la misma manera se expresa
desde las altas jerarquías eclesiásticas que la teología de la
liberación, no es teología.
Finalmente, conceptúa Soler que, si en las últimas
décadas el marxismo y su enseñanza han ido ganando terreno en
nuestras universidades, no se lo debemos a que los inquisidores
de ayer hayan devenido por convicción repentinamente en
tolerantes, somos porque los avances de las luchas populares
en los últimos años ha hecho posible ganar los espacios
académicos para concepciones filosóficas e ideológicas que
expresan los intereses de las clases emergentes.
Se equivocan, pues, quienes a partir de lecturas
parciales y esquemáticas de la obra de Soler, han llegado a
plantear que durante madurez intelectual éste abandonó la
filosofía para suplantarla por la historia, la sociología y la
economía. Lo cierto es que el Maestro hasta su postrer suspiro
entendió la filosofía, tal como la entendemos los marxistas,
como un conjunto de premisas generales de naturaleza
ontológica, epistemológica y metodológica, que subyacen en
la totalidad de su obra historiográfica sobre el ser y el pensar de
nuestra América. A dichos presupuesto teóricos dedicaremos
las próximas páginas.

Sobre la génesis, el devenir y la esencia del ser nacional


panameño y latinoamericano.
Seguramente, la vastedad y complejidad de la obra de Ricaurte
Soler, así como la naturaleza controversial de muchas de sus
teorizaciones, suscitan criterios y enjuiciamientos encontrados
entre los estudiosos del pensamiento soleriano. No obstante, si
algo pareciera existir unánime consenso es frente al hecho de
que Ricaurte Soler se nos revela como nuestro más importante
teórico de la nacionalidad panameña y latinoamericana
durante el presente siglo. Siendo ello así, nos interesa
muy particularmente develar las claves metodológicas,

35
Miguel A. Candanedo O

epistemológicas y ontológicas partir de las cuales el Maestro


construyó la teoría sobre el ser y el devenir de la nacionalidad.
Nos proponemos, pues, dejar al descubierto los
presupuestos que en su conjunto constituyen el marco teórico
donde se inserta su concepción de la nacionalidad. Esperamos
evidenciar, más allá de toda duda razonable, que la filosofía
del marxismo, en sus variantes materialistas, históricas y
dialécticas, constituye instrumental de análisis y la fuente
de las categorías básicas partir de las cuales Soler fragua su
concepción del ente nacional en las particulares condiciones
del desarrollo histórico de nuestra América. Fue, pues, el
uso creador y novedoso del marxismo, en adecuación a una
práctica teórica desde y sobre una realidad sustancialmente
diferente al modelo clásico de las sociedades del capitalismo
europeo, lo que le imprime caracteres de originalidad y
autenticidad al quehacer científico soleriano. En este sentido,
Ricaurte reconoce en innumerables ocasiones a través de
su vasta obra, la deuda teórica que tiene no solamente de
los clásicos del marxismo, si no la heterodoxia marxista
latinoamericana, que tiene una larga tradición que, de alguna
manera, se remonta hasta José Ingenieros, Aníbal Ponce y muy
particularmente, José Carlos Mariátegui y que se proyecta con
lucidez y originalidad hasta ese pléyade de científicos Sociales
latinoamericanos que desfilaron por las páginas de Tareas a lo
largo de más de tres décadas.
La presencia de las categorías básicas del marxismo
y de su instrumental metodológico la constatamos en la
obra de Soler asumiendo dos modalidades diferentes, ya sea
enunciadas y teorizadas de manera explícita, ya sea utilizadas
en forma implícita dentro de los análisis a que es sometida
la información económica, política, social y cultural que
suministran las fuentes y los materiales históricos recabados.
Por lo general, las teorizaciones acerca del marxismo como
ciencia del desarrollo histórico-social las encontraremos en
los estudios introductorios y en conclusiones de muchas de

36
Presencia y Vigencia de la Filosofía en el Pensamiento y Obra de Ricaurte Soler

sus obras; en tanto que la aplica de este instrumental teórico en


los análisis del material historiográfico, se hace presente en la
totalidad de la obra. En ese sentido, podríamos coincidir con
los teóricos metodólogos que expresan que no hay, ni puede
haber, investigación empírica que no parta necesariamente
de determinadas hipótesis y presupuestos teóricos, es decir,
que no existe el tan mentado método inductivo, sino que la
inducción es en muchos casos una importante fase del método
científico general, el hipotético-deductivo.
Parece innecesario -además de resultar imposible
por su extensión que, obviamente, excede los límites de este
trabajo al ser referencia a la innumerable cantidad de textos
en que Soler reconoce su deuda teórica con el marxismo, a
más de permitirse discrepar de aquellas lecturas que como
la de Samir Amín, por una parte, y la de Gunder Frank, por
la otra, consciente o inconscientemente derivan hacia tesis
inaceptables e incongruentes con la realidad. Sin embargo, nos
ocuparemos en esta ocasión, exclusivamente, de dos obras en
las cuales el Maestro teoriza, desde una óptica original, sobre
la teoría marxista de la nacionalidad y sus especificidades
latinoamericanas.
En Clase y nación35 expresa que esta obra “se esfuerza
en esclarecer los problemas relativos a la formación de
los Estados nacionales hispanoamericanos durante el siglo
pasado, tratando delimitar las fuerzas sociales que impidieron
o promovieron, según el caso, la cohesión nacional y la
formación del estado”36. Se trata, pues, desde los parámetros
interpretativos de construir la teoría de la nacionalidad en
atención a la estructura y pugnas de las clases que, en atención
a sus intereses y posición dentro del proceso productivo,
entorpecen o favorecen la consolidación del proyecto estatal-
nacional.
35
Ricaurte Soler, Clase y Nación, problemática latinoamericana. Ed. De la Tareas.
Panamá. 1985. 145 págs.
36
Ídem, pág. 13.

37
Miguel A. Candanedo O

Dentro de la mejor tradición marxista, Soler expresa


con claridad el papel que le corresponde a la teoría filosófico-
política de orientar las luchas emancipadoras de nuestro
pueblo, de allí cuando la actividad teórica equivoca el camino
las prácticas resulten desastrosas para nuestros pueblos.
Al respecto indica que “Recientes reveses del movimiento
revolucionario latinoamericano hacen pensar que graves
errores y desenfoques teóricos han impedido formular una
estrategia correcta que permita transformaciones radicales,
al menos, avancen irreversibles. El ajuste focal obliga a una
consideración especial del análisis del problema nacional
hispanoamericano y, dentro de marco, del análisis histórico y
actual de las clases sociales y sus luchas. Este trabajo quisiera
formular, al respecto, algunos planteamientos de carácter
histórico, ya que una evaluación correcta de la cuestión nacional
hispanoamericana y de las luchas sociales del pasado, permite
una mejor definición de las tares que reclama el presente”37.
En diversos pasajes, a lo largo de este escrito, hemos
hecho referencias al marxismo soleriano calificándolo de
heterodoxo: viene en nuestro auxilio el propio Ricaurte
cuando da fe de su heterodoxia en textos como el siguiente:
“Las consideraciones que siguen se han gestado a través de
un camino inverso a lo habitual en estudiosos de convicciones
marxistas. Comprobaciones que estimamos válidas al nivel
de la historia de las ideas han sido confrontadas con los
datos de la historia política, lo que a su vez nos obliga a
verificaciones en la historia social”38. Agrega, en defensa de
la heterodoxia propuesta que “Recientes investigaciones, de
densa argumentación económica, parecen no contradecir
las conclusiones generales de este trabajo. En todo caso,
el camino inverso a que hemos aludido señala de diferente
manera pero igualmente marxista, el itinerario obligado de

37
Ídem, pág. 15.
38
Ídem, pág. 17.

38
Presencia y Vigencia de la Filosofía en el Pensamiento y Obra de Ricaurte Soler

toda investigación que quiera recorrer totalizadoramente


la historia de la sociedad hispanoamericana. Ni el punto de
partida en nada contra la premisa idealista”39.
Expresa Soler que en el estado actual -el de hace casi dos
décadas- de las investigaciones de orientación pretendidamente
marxista sobre el problema del desarrollo de las naciones
latinoamericanas, ha privilegiado las causas de tipo exógeno
en detrimento del estudio de las condiciones endógenas.
Por ello, “Deliberadamente hemos hecho énfasis en las
condiciones internas que han dado origen al carácter nacional
o antinacional de las clases hispanoamericanas del siglo
pasado. Una abundante literatura sobre el subdesarrollo, que
comienza a abrumar por lo insuficiente de la información
histórica y lo repetido de los argumentos, ha destacado con
amplitud las causas externas de la dependencia. Creemos, sin
embargo, que es en lo mejor de nuestra historiografía, y no en
aquella literatura, donde las relaciones dialécticas entre las
causas externas e internas comienzan a ser señaladas con el
rigor requerido. No obstante los méritos de todo lo escrito en
los últimos años sobre el subdesarrollo, es preciso reconocer
que el énfasis exclusivo en los condicionamientos externos
de la dependencia reproducen una imagen de la sociedad
hispanoamericana sólo definida como reflejo grotesco de la
sociedad avanzada”40.
Las anteriores consideraciones del Maestro tienen a,
nuestro juicio una actualidad y un alcance que exceden las
especulaciones teóricas de Gunder Frank y sus epígonos. En
efecto, tras el derrumbamiento de la Unión Soviética y de las
denominadas sociedades del socialismo “real” y del papel
hegemónico que adquieren los Estados Unidos y el capitalismo
a escala mundial, sin ningún tipo de contrapeso político-militar
— fenómeno cuyos rasgos pretenden ser sintetizados bajo

39
Ibídem.
40
Ídem, págs. 17-18.

39
Miguel A. Candanedo O

la expresión calificativa de proceso de globalización — un


creciente número de fuerzas, partidos políticos, organizaciones
obreras y profesionales e individualidades progresistas que
hasta ayer enarbolaron las banderas del socialismo y apoyaron
y condujeron las gestas de liberación nacional, hoy arrían los
estandartes de la lucha nacional y social y se suman al carro de
los vencedores. Son aquellos que, premunidos de un profundo
fatalismo sienten que efectivamente hemos arribado al fin
de la historia y que frente a las determinaciones ineludibles
del aplastante poder del capitalismo transnacionalizador,
no tiene sentido la lucha social y la defensa irreductible de
las riquezas nacionales. Son aquellos que, para justificar
su cobardía, se escudan bajo el señalamiento de que “los
compañeros no entienden las nuevas condiciones que imponen
la globalización”. Hay, pues, según ellos, que entregar el
país, privatizar las empresas públicas, reformar el Código de
trabajo y renunciar a las conquistas de los trabajadores, todo
ello en función de las imposiciones de las IFI y del capitalismo
globalizador.
Partiendo de la tesis general del materialismo histórico
relativa a que el motor de la historia es la lucha de clases,
Soler estructura sus análisis sobre el proceso de formación de
los Estados nacionales latinoamericanos a partir de las clases
sociales que, en el escenario histórico, se enfrentan tanto al
nivel económico y político como en el plano ideológico.
Sobre el particular expresa que “no es novedosa la tesis
de que la independencia latinoamericana ha de comprenderse
en relación con la expansión comercial e industrial inglesa, y
más concretamente con la miras de Cainning, cuya política se
ajustaba estrictamente a las exigencias de aquella expansión.
José Carlos Mariátegui, en su obra clásica, ya lo había
destacado. Pero esta comprobación no exime, más bien exige,
la clara identificación de las clases y fuerzas sociales que en
tal coyuntura actuaron interna y externamente en favor de la
enajenación y de la disgregación, de aquellas otras que, por el

40
Presencia y Vigencia de la Filosofía en el Pensamiento y Obra de Ricaurte Soler

contrario, representaban clases y fuerzas sociales de afirmación


y cohesión nacionales”41.
Una vez más, Soler enfrenta creativamente a la
ortodoxia marxista cuando en Clase y nación caracteriza al
clero mexicano de decimonónico como clase social retardataria
y antinacional que, al acumular inmensos latifundios en
condición de manos muertas, se constituyó objetiva y
subjetivamente en un obstáculo para el desarrollo capitalista
de aquel país. Refiriéndose a las concepciones esquemáticas
de los “inquisidores de la fe marxista” expresa que “Pareciera
que los hábitos mentales que surgen del uso constante de
los conceptos de burguesía, pequeña burguesía, proletaria y
campesinado, conceptos ajustados al análisis de la sociedades
actuales, desarrolladas y subdesarrolladas, crean resistencias
en cuanto a la caracterización del clero hispanoamericano del
siglo XIX como clase social. Quisiéramos observar a estos
puristas, en el fondo cientificistas, que Marx, si bien artículos
periodísticos, no dudaba en referirse como «clase» incluso a
frailes, estudiantes y abogados de la España del siglo pasado”42.
El marxismo latinoamericanista de Soler, que bien
podríamos denominar solerianismo, enfila sus críticas no
solo contra la ortodoxia estéril y esquemática de los epígonos
de las metrópolis ideológicas del marxismo, sino también
contra los marxismo de ultraizquierda. Así, conceptúa que
las apreciaciones de quienes plantean que las revoluciones
nacionales democrático-burguesas no tienen cabida en esta fase
del capitalismo imperialista andan totalmente desencaminadas.
Por ello expresa que, plantear “(…) que las tareas nacionales
quedarán relegadas a la historia, esto sólo podría afirmarlo,
hoy, el internacionalismo abstracto. O quienes disfrazaron tras
la cita de Lenin: «toda tarea nacional es tarea burguesa», su
concreto servilismo a cualquier «metrópoli ideológica» «como

41
Idem, pág. 19.
42
Idem, pág. 26.

41
Miguel A. Candanedo O

contrapartida, agrega» (...) la ausencia de análisis en torno a


las características nacionales del poder social liberal del siglo
pasado ha conducido al error ultraizquierdista de imperializar
toda la historia de la sociedad latinoamericana. Como no
existía una burguesía industrial se infería de inmediato que
tampoco existía un poder social nacional. El error no puede ni
debe ser desestimado, pues conduce a la conclusión de que la
tarea actual de la liberación nacional hay que sustentarla sobre
un vacío histórico”43.

Además de las interpretaciones teóricas equivocadas,


que acabamos de reseñar en los textos de Soler anteriormente
mencionados, éste precisa aún otros desenfoques teóricos
sobre la misma realidad. Por ejemplo, aquellos que dejan de
lado la interpretación materialista y su caracterización del ser
social, siendo desplazada por la “exaltación del nacionalismo”
de las más vigorosas personalidades de nuestra historia. En la
segunda parte de Clase y nación, Soler explicita en el prólogo
que “(...) los estudios que a continuación se ofrecen tienen como
propósito establecer las premisas filosóficas e historiográficas
que permiten, desde una perspectiva marxista, una más cabal
comprensión del problema nacional hispanoamericano...
“La conveniencia y oportunidad de acercarnos a la
materia abordada en estos trabajos nos parece indudable, tanto
más cuanto que una cierta proliferación de artículos, libros
y revistas, partir de una inspiración genérica en la «filosofía
de la liberación», intenta sustituir la metodología marxista
en el enfoque teórico la cuestión nacional hispanoamericana.
Aunque algunas de sus críticas parecen correctas, las premisas
idealistas de que parten, y que no podríamos compartir, nos
obligan a replantearnos nuestras propias perspectivas, el
problema nacional -Hispanoamericano, el de su historia y su
liberación”44.
43
Idem, pág. 65.
44
Idem, pág. 71.

42
Presencia y Vigencia de la Filosofía en el Pensamiento y Obra de Ricaurte Soler

No cabe duda, pues, que el más lúcido teórico panameño


sobre el complejo tema de la nacionalidad hispanoamericana
exprese taxativamente, no solamente, “el ser marxista
confeso”, sino que toda su labor de indagación histórica y
sociológica sobre el ser nacional se realiza a partir de los
instrumentos metodológicos y de las categorías de análisis
propias del marxismo, pero no de un marxismo esclerotizado,
pensado para el análisis de las sociedades capitalistas
europeas decimonónicas, sino de un marxismo creativo,
cuyas categorías de análisis se ajustan a la especificades de
los pueblos latinoamericanos y en general de las sociedades
del subdesarrollo. Sin lugar a dudas, Idea y cuestión nacional
latinoamericana45 constituye el trabajo más ambicioso de
Ricaurte Soler, y en él se expresan y sintetizan sus criterios más
generales sobre el problema de la constitución de los Estados
nacionales en nuestra América. Se trata de una obra teórica
de obvia intención polémica en la cual Ricaurte confronta
sus criterios filosóficos, históricos y sociológicos, políticos,
económicos e ideológicos con los lucidos dos exponentes de
la teoría marxista sobre las naciones periféricas.
En la muy valiosa y no menos polémica Introducción
a Idea y cuestión nacional, Soler deja planteado el andamiaje
teórico marxista, así como sus fundamentales discrepancias
con otros teóricos del marxismo latinoamericano, respecto
al candente tema de la nación y el Estado nacional. Expresa
que “Una abundante literatura y larga tradición han vinculado
la formación de los estados nacionales al surgimiento y
desarrollo de las relaciones capitalistas de producción. No
podría disociarse, en efecto, la cohesión e integración sociales
que implica el fenómeno nacional del hundimiento de las
relaciones feudales de producción, tan característicamente

Ricaurte Soler: Idea y cuestión nacional latinoamericana. Siglo XXI, S.A.


45

México, D.F. 1980. 294 págs.

43
Miguel A. Candanedo O

portadoras de la fragmentación económica y política”46. Sin


embargo, esa “larga tradición” y ese relativo consenso no
clausura este tema sino que, por el contrario crea un espacio
para posturas encontradas. En efecto, cabe preguntar a partir
de esa premisa, “correcta en su formación abstracta” si “(…)
¿los estados nacionales se formaron en conjunción con los
orígenes del capitalismo, constituyéndose en medias de su
desarrollo o, por el contrario, son la expresión y resultado de
su consolidación en el marco de la hegemonía del capital y
la burguesía industriales?”. Un segundo problema se plantea
cuando la alternativa contenida en la interrogación se formula
a las formaciones nacionales tardías de Europa y, con mayor
razón aún, cuando se investiga “el camino tan sinuoso que
recorre el proceso de diferenciación de las clases en el seno de
las naciones del mundo colonial y semicolonial”47.
Obviamente, las acuciosas investigaciones históricas de
Soler sobre la formación de los Estados nacionales en nuestra
América lo llevaron a optar por la primera de las alternativas
mencionadas.
Para Soler, como es de general conocimiento, “El
Estado nacional fue, pues, la condición necesaria, el espacio
histórico ineludible para el desarrollo del capitalismo”48, por
ello dedicó al estudio de este tema, en especial a lo referente
a la formación de los Estados nacionales panameño y
latinoamericanos, cuarenta años de intensa actividad teórica e
investigación historiográfica. Particular atención le mereció la
dilucidación del papel estatal-nacional en la homogeneización
de las sociedades latinoamericanas y, por ende, en la
liquidación de las relaciones precapitalistas pre-existentes.
A este respecto expresa “(...) nunca se desempeñó el estado
como agente pasivo en la constitución de las naciones. Ni

46
Ídem, pág. 13.
47
Ídem, pág. 14.
48
Ídem, pág. 16.

44
Presencia y Vigencia de la Filosofía en el Pensamiento y Obra de Ricaurte Soler

siquiera cuando apareció, a principios de la modernidad, como


resultado espontáneo del desarrollo nacional, dejó de ejercer su
función coercitiva en el logro de la homogeneidad social. Ese
papel activo se acrecienta extraordinariamente en el caso de
las formaciones nacionales tardías, es decir, las que se forjaron
— o intentaron forjarse— después de la Revolución Francesa
o, más precisamente, después de la onda revolucionaria de
1848”49.
Soler hace suya una expresión de Erick Hobsbawm,
quien habla de esa etapa como el “(…) período de la
fabricación de naciones (…)”, en el entendimiento de que,
dicha fabricación, “(…) no se haría sobre vacíos históricos o
sociales. Fabricación, en efecto, si consideramos que el entero
aparato estatal, desde sus instrumentos obviamente coercitivos
(ejército nacional) hasta los más simulados (educación
nacional) se puso al servicio de la homogeneización de la
sociedad civil. Desde sus instituciones, el estado irradiaba
nacionalismo sobre la nación”50.
Respecto al propósito específico que orienta la
elaboración de Idea y cuestión nacional expresa que: “En el
presente trabajo nos empeñamos en trazar la historia de una
idea: la historia de la idea hispanoamericana-latinoamericana,
después desde la emancipación hasta la emergencia del
imperialismo. Las premisas teóricas de que partimos nos
impiden atenernos a la sola descripción de la secuencia
que sigue la idea de nuestra América de acontecimiento a
acontecimiento, de periodo a periodo, de autor a autor, en la
etapa considerada. Una reconstrucción histórica considerada
puramente inmanentista no dejaría de ser útil, pero recortaría
artificialmente de la totalización social el elemento ideológico
estudiado”51. Por ello, porque como todo materialista
consecuente Soler entiende que las formas de pensamiento
49
Ídem, pág. 25.
50
Ídem, pág. 26.
51
Ídem, pág. 28.

45
Miguel A. Candanedo O

están en íntima relación e incluso determinadas por la


realidad histórico-social; de manera que considera obligante
el compromiso de “(…) reconstruir la historia de la idea de
nuestra América en el seno de la totalidad social”52.
Fija, finalmente, en la “Introducción” aludida, las
“premisas teóricas y metodológicas” a partir de las cuales
se erige el discurso subsiguiente; son ellas: “1. Las primeras
formaciones nacionales son inseparables de la disolución de
las relaciones precapitalistas (...). 2. En tanto que unidad de
territorio, economía, lengua y cultura la nación convoca a la
homogeneidad de la estructura de la superestructura sociales
(...). 3. No existen tales “lumpennaciones” latinoamericanas.
En nuestra América, las formaciones nacionales surgen
enfrentando simultáneamente el colonialismo externo y las
fuerzas disociadoras del precapitalismo interno (...). 4. No hay
una nación latinoamericana “desaparecida” en el pretérito que
es preciso “restaurar en el presente (...)”53. Premunido de ese
instrumental teórico de indiscutible filiación marxista, Soler
se lanza a la aventura intelectual de reconstruir la historia de
la idea hispanoamericana. Lo que hará con gran brillantez de
estilo y profundidad de contenido. De esta manera culmina su
investigación indicando “(...) muy hegelianamente, es decir,
muy dialécticamente, los hechos del pasado, determinan el
presente desde sus carencias mismas. En este sentido igual
son reales las naciones y la nación latinoamericana. Las
primeras, porque se construyeron históricamente a partir de
la independencia en procesos que nunca podemos pensar
clausurados. La segunda, porque tiene la verdad y realidad
de la tendencia, de la idea no realizada, pero ya probada
históricamente en la materialidad de las luchas de clases.
Procesos, pues, específico de nuestra historia -que este libro
se ha empeñado en señalar-. Continuidades y discontinuidades

52
Ibídem
53
Ídem, págs. 28-29.

46
Presencia y Vigencia de la Filosofía en el Pensamiento y Obra de Ricaurte Soler

que no estancan ni internacionalizaciones abstractas ni


metafísicas totalizaciones”54.
Concluye, pues, Idea y cuestión nacional, después
de un vasto periplo histórico que va desde la Colonia hasta
la emergencia del imperialismo a finales del siglo XIX,
demostrando que la idea de nuestra América es una constante
del pensamiento y los empeños políticos y sociales de las clases
y prohombres americanos que, en ese interregno, expresaron
el proyecto nacional hispanoamericano. Igualmente, en el
hecho de que no hay contradicciones entre los proyectos de
Estado nacional que, a lo largo del pasado siglo, concretaron
las actuales naciones latinoamericanas y la gran patria
latinoamericana. Ese proyecto de integración nacional nace
con Miranda y con Bolívar y se extiende hasta la egregia
figura de Martí; es el que Soler sintetiza bajo la denominación
de nuestra América, la América indígena, la América morena,
que ya se extiende desde México hasta el Cabo de Hornos,
incluyendo las islas del Caribe.
A manera de colofón, estimamos obligante referimos
a la temática recurrente del Maestro, a aquella que ocupa la
parte medular de su obra, es decir, a la teoría de la nacionalidad
panameña. Hace cuatro décadas que el examen de esta temática
constituyó el de partida de la reflexión de Ricaurte; sobre ella
volvió otra vez a lo largo de su quehacer teórico y de ella se
ocupaba en las postrimerías de su existencia.
En las páginas iniciales de este trabajo hicimos
múltiples referencias a la primera obra publicada del Maestro,
nos referimos a Pensamiento panameño y concepción de la
nacionalidad durante el siglo XIX. Obra en la que quedaron
claramente plasmadas las preocupaciones solerianas por el ser
de la nación panameña. En ella expresa la concepción de que
se hace necesario, para poder alcanzar el propósito fijado “(...)
fundir las características istmeñas en sus dimensiones culturales

54
Ídem, pág. 274.

47
Miguel A. Candanedo O

e histórico-nacionales con los que informan la realidad


hispanoamericana en general”55. Ese punto de partida, que no
advierte contradicción sino complementariedad en el proyecto
nacional istmeño y el macro proyecto nacional de nuestra
América, será una de las constantes teóricas de su vasta obra
sobre el tema. Sin embargo, al mismo tiempo advertirá sobre
las especificidades (históricas, económicas palcas, sociales y
culturales) de nuestro proyecto nacional. Que lo singularizan
frente a las restantes naciones latinoamericanas. Al respecto
señala: “El pensamiento panameño durante el siglo XIX es
factor trascendental que ratifica la tesis de la autenticidad
nacional y rectifica la interpretación historia que postula
únicamente la conjunción de dos imperialismo como la razón
suficiente del existir nacional istmeño”56, con ello Soler les
salía al paso, fundamentado en la investigación histórica sobre
los antecedentes de la nacionalidad panameña, a quienes han
querido presentar a nuestra República como creación artificial
de los intereses imperialistas norteamericanos y otros.
Para el siglo XIX, Soler encuentra en Justo Arosemena
al representante más lúcido de “nuestra revolución intelectual”.
Su pensamiento filosófico, político y sociológico avanzado fue
la expresión ideológica más aquilatada de las fuerzas sociales
panameñas que, durante aquel siglo, encabezaron el proyecto
nacional panameño.
Sin lugar a dudas, de las obras de Soler dirigidas a
la construcción de la teoría de la nacionalidad, ninguna tan
discutida y tan difundida, hasta constituirse en escuela del
patriotismo istmeño, como Formas ideológicas de la nación
panameña57, de 1963. En esta obra, de temprana madurez,
Soler sentó tesis fundamentales y controvertidas sobre el

55
Ricaurte Soler: Pensamiento Panameño..., pág. 4.
56
Ídem, pág. 5.
57
Ricaurte Soler. Formas ideológicas de la nación panameña. 2ed. Revista Tareas.
Panamá. 1964. 94 págs.

48
Presencia y Vigencia de la Filosofía en el Pensamiento y Obra de Ricaurte Soler

devenir histórico nacional. Señala, a modo de conclusión


que: 1) En el Istmo, a diferencia de los restantes países de
Hispanoamérica, no arraigaron las instituciones económicas
y sociales de naturaleza feudal. 2) Que en el decurso del siglo
XVIII se echaron los fundamentos que hicieron posible la
sedimentación del criollismo y su cohesión como clase social;
clase llamada a asumir el control de la vida económica y que,
en atención a este hecho, desarrolla formas ideológicas que
expresan una auténtica conciencia de clase. Se trata de una
clase llamada a negar las premisas ideológicas heredadas
de la Colonia. 3) La inseparabilidad entre la génesis de la
conciencia social del criollismo istmeño y la del liberalismo.
Esta articulación ideológica entre lo social y lo nacional
permeó la conciencia social de las diversas clases que se
manifestaban en el escenario nacional decimonónico. 4) La
gran incidencia que tuvo el positivismo de Justo Arosemena
en la conformación de la conciencia burguesa hasta lograr
informar al pensamiento liberal de un cierto cientifismo
positivo y avanzado, en detrimento de las formas ideológicas
de la cultura colonial trascendentista. 5) La tarea construir
el Estado nacional panameño, durante el pasado siglo, fue
asumida por la burguesía librecambista, tanto en su dimensión
teórica como en su práctica política, económica y social. Sin
embargo, dicho proyecto nacional no logró prender en las
masas arrabaleras que, en distintas ocasiones, hicieron patentes
sus contradicciones con dicha clase dirigente. 6) El hecho
independentista de 1903 parece realizar la síntesis feliz entre la
aspiración autonomista y el sueño librecambista del país-feria
y el emporio comercial. Sin embargo, una y otra aspiración
se vieron frustradas o, cuando menos, mediatizadas por la
injerencia de los intereses del imperialismo norteamericano.
7) El nacimiento de la República vino acompañado por un
vasto empeño pedagógico en la confianza democrático-liberal
de que la educación nos haría libres y prósperos. 8) El fracaso
teórico y práctico del proyecto liberal, conduce a la situación

49
Miguel A. Candanedo O

paradójica de que la oligarquía en el poder ha intentado la


superación del proyecto democrático-liberal del siglo XIX
mediante el retroceso a formas ideológicas del siglo XIII.
Esta amplia exposición de las tesis que, a modo de
conclusión nos ofrece Soler en Formas ideológicas, la hemos
creído pertinente puesto que esta obra con sus sugerentes
y atrevidas conclusiones abrió un espacio a la polémica y
constituyó un desafío para nuevas generación de pensadores
panameños que, a partir de de Soler con él y contra él, han
venido a renovar el anodino escenario intelectual de nuestro
país. Incluso, algunos voceros y alabarderos de la oligarquía
se han visto obligados a quebrar lanzas en defensa de sus
intereses, de su ideología de clase hegemónica y de sus
“ilustres” antepasados.
En sus obras de los últimos años, el Maestro abordó
cada vez más, dentro de su teoría general de la nacionalidad,
los temas referentes al desarrollo del Estado nacional a partir
del nacimiento de la República. Partiendo de los fundamentos
teóricos del materialismo histórico y dialéctico, Soler
caracteriza los cambios que se producen a nivel de la nueva
correlación de fuerzas sociales, políticas y económicas que
se gesta atendiendo tanto a la emergencia de imperialismo
norteamericano como a la formación del Estado nacional
panameño. Si, a lo largo del pasado siglo, nacionales habían
sido aquellas clases o sectores de clases empeñadas en la
liquidación de las relaciones precapitalistas de producción, si
el empeño nacional durante aquel período se había sustentado
básicamente en la burguesía librecambista pequeña burguesía,
mayoritariamente liberales; miento de la República se producen
serias ruptura y desplazamientos que llevan a la burguesía
librecambista a devenir en clase casateniente y subordinada a
los intereses externos, es decir en clase oligárquica antinacional,
a la vez que las fuerzas e ideológicas de filiación liberal
devienen, cada vez más devienen, en fuerzas conservadoras.
A partir de la nueva coyuntura, nacionales serán cada vez más

50
Presencia y Vigencia de la Filosofía en el Pensamiento y Obra de Ricaurte Soler

los sectores de la pequeña burguesía y las emergentes capas


medias, la clase obrera en proceso de formación y el estamento
estudiantil, en tanto en cuanto serán dichas clases y sectores
de clase quienes enarbolen las banderas antimperialismo y las
luchas por el perfeccionamiento del independencia y el pleno
ejercicio de la soberanía del Estado panameño no sobre todo
nuestro territorio.
No podemos concluir este escrito, dedicado integrarme
mayor teórico de la nacionalidad panameña en el presente
siglo, sin recoger algunas de sus expresiones acerca del
significado y de las consecuencias que para nuestro pueblo
y para la nación tuvo la invasión norteamericana del 20 de
diciembre de 1989. Dice así el Maestro: “Las vidas humanas
perdidas constituyeron, ciertamente, lo más doloroso de la
tragedia. Pero ésta también alcanza otras dimensiones, no tan
sensibles, pero importantes. Si difícil es precisar la cantidad
de cadáveres más difícil es estimar la cantidad de heridos.
Según el Comando Sur fueron algo más de 6,000 los heridos
panameños. Por lo que se refiere a los aspectos cualitativos
del terror, la humillación y el dolor sufridos, individual y
colectivamente, ya poetas, narradores y ensayistas panameños
han iniciado una producción literaria, que aumentará sin duda
en cantidad y calidad, y que reproducirá para la emoción de
la presente y futuras generaciones que por primera vez el
pueblo panameño experimento campos de concentración en su
territorio. Que más de 5,000 panameños fueron interrogados
por el ejército invasor. Que centenares de residencias fueron
allantadas aterrorizando a mujeres, ancianos y niños. Y que
con la invasión “Just Cause” se da inicio al esfuerzo imperial
de afirmar una ocupación que siente las premisas culturales e
ideológicas nuestra desnacionalización”58. En conclusión, la
invasión a Panamá, seguida de la guerra contra Irak y de la

Ricaurte Soler. La invasión de Estados Unidos a Panamá. México, D.F. 1991.


58

186 págs. Pág. 101.

51
Miguel A. Candanedo O

ocupación “pacífica” de Haití, ejemplarizan la nueva política


norteamericana del “neocolonialismo en la postguerra fría”,
según afortunada expresión de Soler.
Refiriéndose una vez más a las consecuencias de
la invasión, nos dice Ricaurte que éstas fueron variadas y
de distinta naturaleza. “Con ella Estados Unidos demostró
que, incluso en un contexto de detente internacional, no
está dispuesto a poner en peligro ninguna de sus posesiones
estratégicas de dominio y que para ello recurrirá, como en el
pasado, a todo tipo de presiones sin excluir la intervención
armada (…). Para este coloso, «Japón» se puso una vez
más de relieve la importancia de un nuevo canal a nivel o la
renovación del actual. Pero en la coyuntura demostró una vez
más, ser un “gigante económico y un pigmeo político”. Para
el Tercer Mundo y América Latina la invasión significó que
en ellos rige, con todo su rigor, el principio lógico formal de
Tercer Excluido que sólo una dialéctica inédita, de reformas
radicales o de revoluciones, podría impedir que ese principio
lógico formal no se transforme en el hamleteano ser o no
ser. Para América Latina aquella dialéctica ha de ser la de la
integración.
“Para Panamá, finalmente, la invasión, como toda
tragedia, aclaró las cosas. Y una de ellas es la de que, aún
como Sísifo, ha de continuar con el empeño, dos veces secular
de auto determinarse. Para ello las vías también son inéditas.
Pues hoy, más que nunca, el dilema que anuncio Simón
Rodríguez: O inventamos o erramos, está vigente”59.
Finalizamos este escrito expresando con toda claridad
que el único homenaje que cabe rendirle a la memoria del
Maestro consiste en continuar la lucha por la autodeterminación
nacional y la integración de nuestra América. De nada valen
discurso plañidero ni lamentaciones por la prematura partida

59
Ídem, pág. 179.

52
Presencia y Vigencia de la Filosofía en el Pensamiento y Obra de Ricaurte Soler

de Ricaurte. Eso sí, traicionan su memoria, los que reniegan


de sus convicciones patrióticas y sus empeños sociales, para
sumarse al carro del vencedor, todo ello, porque obnubilados
por la globalización a escala mundial son víctimas del
derrotismo, el pesimismo y el más descarado oportunismo.
Panamá, septiembre de 1994.

53
EL DR. RICAURTE SOLER Y EL MOVIMIENTO DE
REFORMA UNIVERSITARIA EN PANAMÁ. VÍCTOR
ÁVILA D.

Introducción
En el presente trabajo pretendemos destacar el relevante
papel que cumplió el Dr. Ricaurte Soler en el desarrollo del
Movimiento de Reforma Universitaria de la Universidad de
Panamá, a comienzos de la década de 1960.
Sin embargo, hemos creído necesario señalar algunos
antecedentes universitarios y nacionales que determinaron el
planteamiento reformista. Por ello, se hace un somero recuento
de la situación nacional e internacional, que sirvió de marco
histórico al quehacer político e intelectual de la juventud
estudiantil de esa generación.
Por esta razón, se mencionan las condiciones generales
que existían en el país durante la década de 1950, los conflictos
más importantes y las luchas estudiantiles de mayo de 1958,
que fueron los antecedentes inmediatos del planteamiento de
Reforma Universitaria en Panamá.
Resulta oportuno señalar que las formulaciones
teóricas ideales sociales, políticas y educativas de la Reforma
Universitaria, mantienen aún plena vigencia en nuestro
medio adquiriendo mayor actualidad, en razón del estado
de incertidumbre y desmovilización total de los estudiantes
panameños de la presente generación.
El magisterio que ejerció el Dr. Ricaurte Soler, por
cuatro décadas en la Universidad y en el país, con singular
entrega a los requerimientos de la cátedra, así como sus
insistentes llamados reconstruir la Unión de Estudiantes
Universitarios, debe constituirse en una valiosa herencia
intelectual y política, que oriente la juventud universitaria por
los caminos del estudio científico de la realidad nacional y la
comprometa en los afanes y tareas que la nación demanda en
esta hora de definiciones y afianzamiento de la entidad cultural
panameña.

55
Víctor Ávila D

Antecedentes
Durante los meses de agosto-septiembre del año 1962, la
Universidad de Panamá fue sacudida por una larga huelga
estudiantil, cuyas proyecciones políticas e ideológicas en el
plano nacional fueron de gran trascendencia. Dicho movimiento
huelguístico había sido producto de las contradicciones
imperantes en el seno de la propia Universidad, entre la Unión
de Estudiantes Universitarios, encabezada por el Frente de
Reforma, y la Administración Central de la Universidad,
sostenida por sectores ultraconservadores, denominados en
esos días, con el calificativo de la “rosca universitaria”.
La Unión de Estudiantes Universitarios agrupaba
a todos los alumnos de la Institución, aunque en sus filas
existieran diversas corrientes ideológicas. Sin embargo, el
Frente de Reforma Universitaria tenía amplio respaldo de las
mayorías estudiantiles, constituyendo los sectores de izquierda
la columna fundamental de ese movimiento renovador.
La “rosca universitaria”, la integraban los directivos
universitarios de la época y la mayoría del cuerpo docente,
el cual estaba sujeto a todo tipo de presiones y manipulación
por los jerarcas de la Universidad. La ideología de la “rosca”
era conservadora y antidemocrática, sus dirigentes mantenían
estrechos lazos pocos con los partidos oligárquicos, vinculados
a los intereses nacionales que tan negativa influencia han
tenido en la vida del Istmo.
La confrontación entre ambos sectores evidenciaba la
existencia de dos concepciones diametralmente opuestas en
torno a los fundamentos filosóficos, científicos y humanísticos
que deben sustentar a un Centro de Estudios Superiores en
nuestro país y en Latinoamérica.
El movimiento de Reforma Universitaria en Panamá
comenzó a madurar a partir de las experiencias y las luchas
estudiantiles de mayo de 1958, cuando la Federación
de Estudiantes de Panamá, entidad que aglutinaba a los
estudiantes secundarios y universitarios, planteó importantes

56
El Dr. Ricaurte Soler y el Movimiento de Reforma Universitaria en Panamá

reivindicaciones para la educación pública. Las demandas


estudiantiles de 1958 no fueron escuchadas por el gobierno
oligárquico de turno, representado por la Coalición Patriótica
Nacional, entidad formada por varios partidos políticos
tradicionales, ligados al creciente aparato militar del Estado
panameño.
Las jornadas estudiantiles de mayo de 1958
constituyeron el inicio de un fuerte movimiento antioligárquico
y antimperialista, que estremeció las estructuras de la sociedad
panameña, hecho que llevó al gobierno de ese entonces, a
reprimir con violencia inusitada al movimiento estudiantil, con
el evidente objetivo de impedir el desarrollo de las protestas.
El “estallido espontáneo” del pueblo panameño en mayo
de 1958 expresaba el profundo descontento social respecto a la
política que se había aplicado en el país, desde el ascenso del
coronel José A. Remón a la Presidencia de la República. Este
llegó a la primera magistratura en 1952 aplicando su gobierno
políticas represivas contra las organizaciones estudiantiles,
docentes y obreras, así como contra los sectores políticos que
lo adversaban.
La Ley 53 de 1953, de “Defensa de la Democracia”,
dictada por el presidente Remón, fue uno de los instrumentos
utilizados para perseguir educadores, estudiantes, intelectuales
y sindicalistas, durante esos años.
En el plano internacional, la “guerra fría” se había
proyectado, durante la década de los 50, a todos los países
del continente, al igual que el “macartismo”, políticas éstas
alentadas por Estados Unidos, con el fin de justificar dictaduras
y regímenes oligárquicos en Latinoamérica. La guerra de
Corea y la intervención en Guatemala (1954), constituyeron
ejemplos de la política auspiciada por Estados Unidos bajo el
gobierno del Presidente, Dwight Eisenhower y del Secretario
de Estado, John Foster Dulles.
Las grandes movilizaciones sociales del pueblo Panamá
el mes de mayo del año de 1958, constituían, en la práctica, un

57
Víctor Ávila D

rechazo a las políticas oligárquicas y ultraconservadoras, al


tiempo que expresaban el anhelo de renovación y cambio que
se ha extendido por todo el país.
Estas experiencias políticas, encabezadas por la
Federación da Estudiantes de Panamá, fueron madurando
en el pensamiento de la juventud universitaria, generándose
a comienzos del año 1960, el planteamiento de Reforma
Universitaria. El mismo se fue enriqueciendo en los años
1961 y 1962, a raíz de las confrontaciones ideológicas y
políticas entre la “rosca universitaria”, a cuya cabeza estaba
el rector, Narciso Garay Preciado, y la Unión de Estudiantes
Universitarios, dirigida por el pujante Frente de Reforma, que
tenía el respaldo mayoritario de los estudiantes.
La huelga estudiantil de agosto-septiembre de 1962,
constituyó el momento culminante de esta confrontación
político-ideológica, entre la nueva concepción universitaria
reformista, que le asignaba a la Institución una misión
nacional renovadora, democrática, progresista y de afirmación
de la entidad cultural panameña, y la anacrónica concepción
universitaria que se empeñaba en mantener la conservadora
“rosca universitaria”.
Es necesario señalar que, durante el largo conflicto
huelguístico de agosto-septiembre de 1962, las fuerzas políticas
y sociales del país se polarizaron a favor de uno u otro sector
universitario. El motivo que generó dicha huelga estudiantil
fue la expulsión decretada por la Junta Administrativa de la
Universidad, presidida por el rector Narciso Garay, contra los
principales dirigentes de la Unión de Estudiantes Universitarios
y de la Federación de Estudiantes de Panamá.
La causa de la drástica medida adoptada por las
autoridades de la Universidad, fueron los sucesos que se
originaron por el intento del ex-presidente de la República,
Ernesto de la Guardia, de llegar al Paraninfo Universitario,
donde la Academia de la Lengua lo investiría como miembro
de dicha corporación, para que ocupara el sillón dejado

58
El Dr. Ricaurte Soler y el Movimiento de Reforma Universitaria en Panamá

vacante por el Dr. Octavio Méndez quien había fallecido


años antes. El gobierno del citado expresidente había sido
el responsable de la sangrienta represión de mayo de 1958,
en la que murieron numerosos estudiante y fueron heridos y
detenidos gran cantidad de jóvenes y ciudadano. Además, la
propia Universidad de Panamá había sido objeto en mayo de
1958, del llamado “Sitio de la Colina”, cuando efectivos de
la Guardia Nacional, entidad dirigida por el general Bolívar
Vallarino, cercaron el campus quedando atrapados varios
cientos de estudiantes en sus instalaciones durante más de dos
semanas.
El conflicto universitario de agosto-septiembre de
1962 se proyectó a la comunidad panameña, solidarizándose
los sindicatos y demás organizaciones populares, con la
huelga de los estudiantes; en tanto, la empresa privada y las
organizaciones sociales de carácter oligárquico respaldaron
a la “rosca universitaria” y a las autoridades que dirigían la
Institución. Fue una polarización completa que experimentaron
las clases sociales panameñas durante esta coyuntura,
como consecuencia del conflicto político e ideológico de la
Universidad.
Dentro de este contexto, en abierto desafío a la
“rosca universitaria” y a la furiosa campaña de algunos
medios informativos contra el Movimiento de Reforma,
surgió la figura del Dr. Ricaurte Soler, junto a un puñado de
profesores, quienes suscribieron un documento de apoyo a
los estudiantes en huelga, demostrando su firmeza intelectual,
valor cívico y plena identificación con el Movimiento de
Reforma Universitaria. La casi totalidad del cuerpo docente
de esa época (1962), había firmado poco antes -muchos bajo
presión- una proclama de “incondicional” respaldo al Rector
Garay, que se había constituido en el vocero de las fuerzas
ultraconservadoras de la Universidad, con el pleno apoyo de
las organizaciones empresariales y oligárquicas del país.
Vale la pena recordar, que dentro de este contexto

59
Víctor Ávila D

surgió la iniciativa de crear la Universidad Católica, pues las


“fuerzas vivas” del país (comerciantes, ganaderos, empresarios,
grandes propietarios de inmuebles, etc.) consideraban que la
Universidad de Panamá, por su carácter de Centro de Estudios
Superiores laico, democrático y popular, resultaba intolerable
para el espíritu reaccionario de la oligarquía criolla. A esta
iniciativa se sumaron los miembros más conspicuos de la
“rosca universitaria”, demostrando su carencia de principios
y sensibilidad para entender los anhelos de cambio que
inspiraban a la juventud universitaria de ese entonces.
La decisión de expulsar de la Universidad a los
directivos de la U.E.U. y de la F.E.P. Decretada por la Junta
Administrativa a mediados de agosto de 1962, fue respondida
con firmeza por la Asamblea General de los Estudiantes
Universitarios que casi por unanimidad, solicitar la renuncia
del rector Narciso Garay Preciado.
Largas negociaciones pusieron fin al conflicto
huelguístico desistiendo la Junta Administrativa de la expulsión
de los dirigentes estudiantiles, y levantando la Asamblea
General de Estudiantes Universitarios la petición de renuncia
del rector Garay. No obstante, se mantuvo la prohibición a los
dirigentes estudiantiles de ser miembros de los órganos de co-
gobierno de la Institución por cinco años.
Las valiosas experiencias políticas e ideológicas que se
derivaron del largo conflicto huelguístico de agosto-septiembre
de 1962, dejaron profundas huellas en la conciencia estudiantil,
fortaleciendo el movimiento por la Reforma Universitaria, y
afianzándose un planteamiento educativo de hondas raíces en
la sociedad panameña.

La reforma universitaria en América Latina.


La contribución del Dr. Ricaurte Soler al esclarecimiento de
los conceptos filosóficos e históricos que debían fundamentar
la Reforma Universitaria, en nuestra Alma Mater, fue de
extraordinaria importancia.

60
El Dr. Ricaurte Soler y el Movimiento de Reforma Universitaria en Panamá

Su magistral conferencia “La Reforma Universitaria:


perfil americano y definición nacional”, pronunciada en el
Fórum sobre Reforma Universitaria auspiciado por la Escuela
de Temporada de la Universidad de Panamá, en el verano de
1963, ayudó al movimiento estudiantil definir con claridad
ideológica los basamentos intelectuales que sustentaban sus
demandas.
La posición que adoptó el Dr. Ricaurte Soler de plena
identificación con los planteamientos en favor de la Reforma
Universitaria, demostraba su gran sensibilidad social y
compromiso ético con los más elevados intereses universitarios
y nacionales.
En el Fórum aludido participaron notables figuras
latinoamericanas, entre las cuales podemos mencionar al
Ing. Gabriel del Mazo, ex-rector de la Universidad de La
Plata (Argentina), quien había participado como estudiante
de la Universidad de Córdoba en 1918, en los sucesos que
dieran inicio al Movimiento de Reforma Universitaria.
Ideario renovador que se propagó rápidamente por los centros
educativos superiores de Chile, Uruguay, Bolivia, Perú,
Colombia, México y Venezuela.
Intervinieron, también, en dicho Fórum, el notable
catedrático y escritor ecuatoriano Dr. Benjamín Carrión; el
conocido pedagogo y político venezolano, Dr. Luis Beltrán
Prieto; el jurista y diplomático salvadoreño Dr. Reynaldo
Galindo P.; los distinguidos profesores panameños Federico
Velázquez, Francisco Céspedes y Ricaurte Soler, el expositor
del movimiento estudiantil fue quien suscribe el presente
artículo, dada su condición de secretario general de la
Federación de Estudiantes de Panamá.
Nos interesa destacar, en este trabajo, el planteamiento
que hiciera el Dr. Ricaurte Soler en aquella memorable
ocasión, y que fuera recibido con gran entusiasmo por la
juventud universitaria de la época. Así se expresó el Dr.
Soler en sus palabras iniciales en dicha conferencia: “Sin la

61
Víctor Ávila D

violencia de las guerras de emancipación no se comprendería


la superación de la Universidad teológica colonial por la
Universidad demo-liberal del siglo XIX. Sin la violencia de
las huelgas estudiantiles de Córdoba, en 1918, habría sido
imposible la Universidad Reformada del siglo XX. Y en
nuestro caso concreto, sin la violencia de la huelga estudiantil
del pasado agosto-septiembre no se comprendería el diálogo
racional, seguramente promisorio y renovador, a que hoy se
nos invita”.60
Para el Dr. Soler, la concepción teórica que se planteaba
en la actividad intelectual obligaba a asumir un compromiso
ético con los movimientos políticos que luchaban por la
concreción de dichos ideales. Es decir, la teoría debía ser
sustentada en la praxis política, de lo contrario no pasaría de ser
letra muerta, palabras carentes de autenticidad, divorciadas de
los movimientos y fuerzas que luchan por las transformaciones
de la sociedad.
Al formular su “aproximación histórica a la Universidad
Hispanoamericana”, el Dr. Soler compartió la tesis dialéctica
de que la universidad refleja el medio social sobre el cual se
erige, pero que, a su vez, las ideas renovadoras que se plantean
en su seno, así como la praxis intelectual de sus integrantes,
contribuyen poderosamente a generar el cambio social. En
otras palabras, las ideas cumplen un papel esencial en todo
proceso de transformación de las estructuras sociales y del
propio universo ideológico que se desprende de tales realidades.
Al respecto señala que: “Como reflejo pasivo la universidad
americana ha expresado en lo espiritual las etapas históricas
de conservatización y petrificación de las estructuras sociales.
Como reflejo activo la Universidad ha constituido instrumento
eficaz en los momentos en que las fuerzas históricas imponían
la realización del progreso, la actualización del porvenir”61.
60
Ricaurte Soler: “La Reforma Universitaria: Perfil Americano y Definición
Nacional”, revista Tareas No9, abril-junio de 1963, Panamá, pág. 84.
61
Ídem, pág. 85.

62
El Dr. Ricaurte Soler y el Movimiento de Reforma Universitaria en Panamá

Las universidades hispanoamericanas del periodo


colonial expresaron en el plano ideológico los intereses de
una clase social señorial, que basaba su poder y riqueza en la
tenencia de la tierra, en el avasallamiento de indios y esclavos
de origen africano. No obstante, la Universidad Colonial,
pese a expresar el espíritu antimoderno y contrarreformista
de España, a través de su cosmovisión teológica y tomista,
comenzó a examinar, a finales del siglo XVIII, con discreta
prudencia las ideas del “Siglo de las Luces que llegaban de
Europa, principalmente de Francia. De esta manera, expresa
Soler “A finales del siglo XVIII, aún dentro de las estructuras
de la Colonia, la Universidad se abría tímidamente a las ideas
exóticas. De la época, específicamente al enciclopedismo
francés, configurando así, con una cautela no exenta de eficacia,
las ideologías revolucionarias del criollo independentista. Es
el momento en que se va gestando la universidad liberal del
siglo XIX, en explícita oposición a los remanentes teológicos
de la Colonia”62.
Los aires independentistas y renovadores que
sacudieron las sociedades hispanoamericanas del siglo XIX,
encontraron terreno fértil en las universidades de los nuevos
Estados nacionales. Las ideas liberales fueron asumidas por
los criollos patriotas hispanoamericanos, con el fin de combatir
la influencia clerical y conservadora -herencia del pasado
colonial- en los centros educativos. Por ello, el Dr. Soler dice:
“La Universidad hispanoamericana del XIX se nos presenta,
pues, hondamente penetrada por las ideologías anti-feudales y
antiescolásticas del criollo liberal en su momento de ascenso
social y político. Pero la ideología liberal, que a principios
del XIX encontró en la escuela lancasteriana el instrumento
eficaz para contrarrestar el monopolio educativa del clero, y
que a finales del mismo siglo, funda la universidad positivista

62
Ídem, pág. 86.

63
Víctor Ávila D

para oponerla a la influencia aún persistente de la teología


conservadora, no pudo afirmarse sino a través de un dramático
proceso de luchas y desgarramientos”63.
La clara visión histórica del Dr. Soler, respecto al
papel desempeñado por las ideas liberales del siglo XIX,
en los nacientes estados hispanoamericanos, se infiere de
la siguiente afirmación: “De las anteriores consideraciones
se desprende que las universidades del siglo XIX como las
mismas administraciones liberales nos un mensaje positivo
y un legado perdurable. Sus luchas contra las ideologías
feudales a favor del laicismo y de la emancipación del hombre
constituyen fuerzas espirituales que la inteligencia americana
de hoy ha de conservar y desarrollar”64.
Respecto a la Universidad Hispanoamericana del
siglo XX, señalaba el Dr. Soler en la conferencia que
comentamos, que el liberalismo comenzó a declinar en los
últimos años del siglo XIX, aproximándose en gran medida,
al ideario conservador ilustra con ejemplos históricos dicho
fenómeno, común a todos los países hispanoamericanos.
Expresa: “El proceso ascendente y auténticamente progresista
del liberalismo hispanoamericano, con las variantes
cronológicas del caso, culmina a fines del siglo XIX. Pero a
partir de este momento las fuerzas sociales que encontraron
tan espléndida expresión en la acción o en el pensamiento
de un Juárez, un Sarmiento, de un Francisco de Paula Vigil
o de un José Victoriano Lastarria, comienzan paulatina pero
inexorablemente a declinar. Algunas dictaduras liberales del
periodo son sorprendentemente reveladoras de las tendencias
del proceso. En Colombia la dictadura “regeneradora” de
Rafael Núñez concilia extrañamente importantes sectores
del liberalismo y del conservatismo. En México los teóricos
del régimen de Porfirio Díaz estiman que su administración

63
Ídem, pág. 87.
64
Ídem, pág. 87.

64
El Dr. Ricaurte Soler y el Movimiento de Reforma Universitaria en Panamá

puede ser denominada indistintamente neo-liberal o neo-


conservadora, en lúcida premonición de que nuestro neo-
liberalismo de hoy no es otra cosa que un neoconservatismo.
En Argentina el “unicato” del General Roca comienza a
mediatizar la definición platense del liberalismo que como
teoría y tarea propusieron Echeverría, Alberdi, Sarmiento y
Mitre”65.
Para el Dr. Soler, el planteamiento de la reforma
universitaria en este nuevo contexto histórico define sus
metas nacionales progresista, y aproxima dicho movimiento
universitario a la insurgente clase obrera de los primeros lustros
del siglo XX, así como a las nuevas ideas revolucionaras que
se presentan como sustitutas del decadente liberalismo en el
seno de los movimientos populares. Para el Dr. Soler estas
ideas eran el radicalismo y las ideologías políticas de izquierda.
Al comentar que desencadenaron el movimiento de
Reforma Universitaria de Córdoba, Argentina, en el año 1918,
el Dr. Soler manifiesta lo siguiente no: “nos corresponde la
narración de los hechos posteriores. Recordemos solamente
que la totalidad de las universidades argentinas se convirtieron
profundamente iniciándose un movimiento que trascendió las
fronteras del país platense para proyectarse, en lo inmediato en
las universidades de Uruguay, Chile, Bolivia y Perú. En este
último la Reforma Universitaria ha gestado movimiento que
se escalona a lo largo de tres grandes períodos cuyas etapas
iniciales están representadas por los años de 1919, 1930,
1945. Esta última observación la creemos pertinente para
llamar a meditación quienes equivocadamente creen que una
Reforma Universitaria panameña, en 1963, pretenda actualizar
artificialmente un movimiento histórico que ha agotado sus
posibilidades”66.
Con singular precisión ideológica y política, el Dr.
Soler establece los parámetros que sirven de marco general al
65
Ídem, pág. 88.
66
Ídem, pág. 90.

65
Víctor Ávila D

movimiento de Reforma Universitaria en Hispanoamérica, y


que sin duda constituyeron también parte de la rica experiencia
Panameña. El Dr. Soler señala los perfiles de la Reforma
Universitaria Hispanoamericana, que extiende, en base a las
situaciones y experiencias comunes, al caso panameño: “la
Reforma Universitaria no podía permanecer al margen de
las nuevas fuerzas sociales y de sus expresiones políticas.
Como movimiento que aglutino importantes sectores de la
clase media tomó conciencia de las condiciones sociales que
estimularon la esclerosis universitaria y se definió como anti-
oligárquico. Las contingencias de la lucha y en particular la
alianza entre los estudiantes y obreros en Córdoba, Argentina,
y toda Hispanoamérica, propiciaron la comprensión del punto
de vista proletario levantándose entonces la bandera de la
justicia social. La conciencia de que una red de relaciones
económicas internacionales, tendida por los Estados Unidos
a través de Hispanoamérica, explotaba las riquezas nacionales
impidiendo la efectiva auto-determinación, condujo a la
definición antimperialista. Son esto los tres aspectos en la
reforma Argentina e hispanoamericana, se proyectó fuera de
los claustros universitarios. Este fue su mensaje social y su
contenido trascendente”67.

La Reforma Universitaria en Panamá


En la conferencia que comentamos del Dr. Ricaurte Soler, hizo
el planteamiento de que era necesario analizar los componentes
nacionales -con sus implicaciones sociales y políticas-, y los
propiamente universitarios,
El distinguido expositor señaló que el liberalismo
hispanoamericano del siglo XIX orientó el proceso educativo
por los caminos del laicismo, a fin de formar una cultura
nacional capaz de emanciparse de las ideologías feudales
heredadas del pasado colonial, En esta perspectiva, destacó

67
Ídem, pág. 91.

66
El Dr. Ricaurte Soler y el Movimiento de Reforma Universitaria en Panamá

los magníficos aportes del Dr. Justo Arosemena, quien con


singular precisión, definió los contenidos esenciales de la teoría
pedagógica decimonónica: “Propugnando por una universidad
emancipada de la teología colonial, y que promoviera con
eficacia el desarrollo económico de la nación, Arosemena
exclamaba: «He aquí un objeto digno de la atención de los
recursos gubernativos, mucho más que el sostenimiento de
universidades impregnadas del espíritu <sic> medieval, tan
pronunciado aún en nuestras costumbres y nuestras leyes” 68.
En el caso panameño, expresa el Dr. Soler, la Reforma
Universitaria de hoy puede encontrar ideas fecundas tanto en
la pedagogía del siglo XIX, como de las teorías educativas que
sustentaron en el presente siglo, maestros como José Dolores
Moscote, Octavio Méndez Pereira, Jephta B. Duncan y José
Daniel Crespo. Estos prestigiosos educadores postularon
principios neoliberales de gran significación para el desarrollo
de la educación pública panameña, en las décadas de 1920-
1930.
Desde luego, manifiesta el Dr. Soler, acontecimientos
internacionales como la Revolución Mexicana (1910), la
Revolución Rusa (1917) y la Reforma Universitaria de Córdoba
(1918), contribuyeron a la crisis del liberalismo individualista.
En el plano interno -afirma-la crisis del liberalismo tradicional
se agudizó en la década de 1920, y en particular con el
desarrollo de los movimientos inquilinarios.
Para el Dr. Soler, la Reforma Universitaria panameña
coincide en sus elementos fundamentales, con la Reforma de
Córdoba del año 1918. Los contenidos extra-universitarios
de ambos movimientos -señala- son antioligarquicos,
antimperialistas y en favor de la justicia social. Lo anterior,
no implica que la Reforma Universitaria panameña fuera una
aplicación mecánica de los postulados de Córdoba del año
1918, sino que, por el contrario, el planteamiento reformista

68
Ídem, pág. 93.

67
Víctor Ávila D

panameño se nutría de nuestra realidad social. Así lo expresaba


en su conferencia del año 1963, el Dr. Soler: “La Reforma
Universitaria, en su proyección nacional, extra-universitaria,
debe pues plantear la democratización de las escuelas. Pero
la democratización abstractaneo-liberal ha de ser superada
por la democratización concreta reformista. Y la socialización
abstracta, apologética y defensiva, ha de ser suplantada por
la socialización concreta, agresiva y reformista. Pese a las
«fuerzas vivas, de los capítulos de ganaderos, las fuerzas
vivas de la cultura universitaria irán comprendiendo que la
socialización concreta de la enseñanza no será posible sino
mediante la definitiva cancelación de las contradicciones
sociales de nuestro país”69.
El movimiento de Reforma Universitaria en Panamá
logró movilizar las grandes mayorías estudiantiles en favor de
las luchas democráticas, tanto en nuestra Alma Mater, como
en el plano nacional. El desarrollo de la conciencia estudiantil
reformista permitió a la Unión de Estudiantes Universitarios y
a la Federación de Estudiantes de Panamá, cumplir tareas de
gran trascendencia política y proyecciones antioligárquicas,
antimperialistas y en pro de la justicia social.
En la década de 1960, al calor de las luchas por
la Reforma Universitaria, los estudiantes panameños se
identificaron con los ideales latinoamericanos de liberación
nacional, que en esos años enarbolaban las juventudes del
continente. Esta conciencia determinó que la Universidad de
Panamá se convirtiera -pese a sus problemas y limitaciones- en
una sólida columna de las aspiraciones de redención nacional
de nuestro pueblo; prefigurando el honroso papel que jugarían
los universitarios en la gloriosa gesta del 9 de enero de 1964.
Correspondió al Maestro Ricaurte Soler el mérito
histórico de identificarse con los ideales sociales y patrióticos
de los estudiantes universitarios que siempre tuvimos en su

69
Ídem, pág. 95.

68
El Dr. Ricaurte Soler y el Movimiento de Reforma Universitaria en Panamá

digna persona, un ejemplo edificante de lo que debe ser un


intelectual comprometido con las más nobles aspiraciones de
su tiempo.
De nada servirían las palabras elogiosas, los discursos
lacrimosos o los homenajes meramente formales al ilustre
profesor Ricaurte Soler, si su obra intelectual cae en el olvido,
si su pensamiento — lo vivo que nos lega — no se convierte
en instrumento de estudio y lucha, en favor de nuestra Alma
Mater y de la nación panameña y Latinoamericana.
Panamá, octubre de 1994.

Bibliografía
Revista Tareas No9, abril-junio de 1963, Panamá, 127 págs.
Víctor Ávila: “La Universidad Latinoamericana: Orígenes y
Antecedentes”, Cuadernos Universitarios No1, Ed. Formato
Dieciséis, Universidad de Panamá, 1985, 16 págs.
Héctor Silva Michelena y otros: Universidad, dependencia y
revolución, Ed, Siglo XXI, México, 1971, 217 págs.
Varios autores: Universidad de Panamá: Reseña histórica,
organización y reafirmación nacional, Dirección General de
Planificación, Ed. Universitaria, 1991, 68 págs.

69
RICAURTE SOLER: APUNTES PARA UN RETRATO
INTELECTUAL. BRISEIDA ALLARD

Documento preparado para la presentación del libro Panamá: Historia


de una crisis, organizado por el Departamento de Historia de la Facultad
de Humanidades de la Universidad de Panamá, el 12 de enero de 1994.

Introducción
Se ha dicho con razón que “nada humano es inteligible sin la
historia -sin su propia historia”. En un evento como éste, tal
convicción reclama un análisis que por diversas razones no
puedo intentar aquí ahora.
Pero compartir esa convicción obliga, al menos, a
recordar algunos pormenores del escenario más amplio, del
contexto social e intelectual dentro del cual ha sido elaborada
y al que ha contribuido la obra de Soler, no sólo en nuestro
pequeño país sino en buena parte de los países latinoamericanos
y caribeños. Nuestra América como gusta decir Ricaurte.
Hace algún tiempo, el reconocido filósofo argentino
Mario Bunge, al hablar de la posible utilidad del filósofo en la
ciencia social, señalaba lo siguiente:
“En el pasado la actitud del filósofo para con el estudio de lo
social ha sido arrogante: o bien emprendía él mismo dicho
estudio de la sociedad alegando que era de su competencia
o bien declaraba que la sociedad es una totalidad in-
analizable. En la actualidad el filósofo está aprendiendo
a adoptar una actitud nueva, más modesta y fructífera: ha
comenzado a estudiar ciencia social y a examinar algunos
de los problemas filosóficos que ella suscita”.
“El filósofo ha comenzado a estudiar ciencia social
y a examinar algunos de los problemas filosóficos que ella
suscita”... Si bien esta aseveración de Mario Bunge en el
primer Coloquio Nacional de Filosofía, celebrado en agosto de
1975, en Morelia, estado mexicano de Michoacán, no puede
ser aplicada al filósofo e historiador panameño Ricaurte Soler,
lo cierto es que tampoco es simple el trasfondo de la relación
entre el quehacer académico soleriano y las ciencias sociales

71
Briseida Allard

específicamente la Sociología.
La cuestión no es, naturalmente, para sorprender a
nadie. Ya es un punto sobre el que casi existe consenso general
aquello que ha sido llamado “el desencuentro de las ciencias
sociales”, esto es, el abismo entre los métodos de la economía,
de la sociología, de la historia. Un abismo que con frecuencia
también implica un choque entre mentalidades, una oposición
entre las actitudes que toman unos y otros científicos de cara
a los problemas gnoseológicos y prácticos que caracterizan a
cada una de las disciplinas mencionadas.
Como reconoce el historiador británico Edmund Peter
Burke, sociólogos e historiadores, al no comportarse como
buenos vecinos intelectuales, se mantienen como interlocutores
en un diálogo de sordos, donde, además, cada grupo tiende a
ver al otro en términos estereotipados.
Al margen -o mejor- junto a este tradicional
desencuentro, ¿dónde está, entonces, la especificidad de ese
trasfondo difícil que enlaza de manera tan complicada la obra
soleriana y las ciencias sociales en Nuestra América, en general,
y en Panamá, particularmente? Vamos a intentar caracterizarlo
con el esquematismo que obliga una presentación como la que
hoy nos reúne. Desde inicios de la década de 1950, el núcleo
central del quehacer académico y editorial de nuestro autor
está ligado a sus preocupaciones en torno a la historia social
de las ideas en América.
Así, desde Pensamiento panameño y concepción de
la nacionalidad durante el siglo XIX, para la historia de las
ideas del Istmo (1945), su trabajo de graduación presentado a
la Universidad de Panamá para optar al título de Profesor en
Filosofía e Historia y licenciado en Filosofía y Letras hasta Idea
y cuestión nacional latinoamericanas. De la independencia a
la emergencia del imperialismo (1980), pasando, entre otros
trabajos, por El postismo argentino: pensamiento filosófico
y sociológico (1959); Estudios sobre historia de las ideas en
América (1961); Formas ideológicas de la nación panameña

72
Ricaurte Soler: Apuntes para un Retrato Intelectual

(1963), y Cuatro ensayos de historia. Sobre Panamá y Nuestra


América (1982), repito, desde aquel lejano 1954, encontramos
a nuestro autor sistematizando una concepción de la historia
social referida a las ideas y al pensamiento de connotados
intelectuales orgánicos de este continente.
Una sintonía con los nuevos desarrollos académicos
a nivel mundial y un aporte indiscutible al desarrollo de las
ciencias sociales en nuestro país, si recordamos: primero, que
el giro hacia arriba de la curva que describe el crecimiento de
los estudios sobre las ideas, sobre el polifacético problema de
las relaciones entre el conocimiento y la realidad -materia de la
sociología del conocimiento, no comenzó sino precisamente a
mediados de la década de 1950; y segundo, si recordamos que,
paradójicamente, desde el comienzo de la segunda posguerra,
por sí mismo, el pensamiento social latinoamericano tenía un
interés muy escaso; la discusión o revisión de su trayectoria
histórica, no era precisamente la tarea más urgente que
inquietase al científico social de la época.
En otras palabras, Ricaurte Soler empieza a develar los
orígenes y el papel jugado por el pensamiento social de Nuestra
América en la década del cincuenta, precisamente, en tiempos
en que las ciencias sociales de la región -representada en la
llamada sociología científica- recorren un camino contrario y
plantean la necesidad de una ruptura radical con el llamado
pensamiento “presociológico”.
Desde esta perspectiva, es muy probable que la obra
de Soler, en esos años y hasta finales de los años 60, sea
caracterizada como “presociológica”, como “precientífica”,
“antediluviana”, por los sociólogos de la época. El encuentro
entre las preocupaciones intelectuales de Soler y las ciencias
sociales de la región tiene lugar tardíamente, hasta la década
del setenta.
En efecto, a finales de los años 60 se abre un período
de intenso repaso crítico de la tradición sociológica en el
mundo occidental que, entre otras cosas, permitió periodizar

73
Briseida Allard

la historia de las ciencias sociales, otorgando sentido


comparativo y diferenciador a las distintas etapas en que fue
dividido el desarrollo del pensamiento social. En América
Latina aparecen, entonces los primeros intentos en este
sentido. Como bien apunta el sociólogo español Ignacio
Sotelo: “es un hecho tan significativo como repentidamente
comprobado, lo sensibles que son los latinoamericanos a los
vaivenes ideológicos de los países pilotos”.
En todo caso, una de las primeras periodizaciones fue
precisamente la de Sotelo, cuando presenta la ponencia “Notas
na una reconsideración de la historia del pensamiento social
latinoamericano”, en el XI Congreso Latinoamericano de
Sociología celebrado en Costa Rica en 1974.
Ante el auge que empezaban a tomar los estudios
de historia del pensamiento social en América Latina,
Sotelo preguntaba: “¿Qué sentido tiene hoy ocuparse de las
corrientes latinoamericanas de pensamiento social, anteriores
a 1950? ¿Por qué esta necesidad de confrontarse con la propia
historia,.... de hacerse cargo de un pasado intelectual, (para
algunos) científicamente irrelevante?
“La respuesta a estas preguntas parecía, hace apenas
diez años, clara y contundente - dice Sotelo- (cuando) la
Sociología, como ciencia empírica, estaba empezando a echar
raíces en el área....(entendiendo) la producción latinoamericana
anterior a 1950, (solamente) como un acervo especulativo, de
mayor o menor valor estético”.
Para este autor, es a comienzos de la década del 70,
cuando se revela, en la nueva orientación conocida como
teoría de la independencia”, la continuidad del pensamiento
social latinoamericano.
El ocuparse hoy de este pensamiento (social
latinoamericano), en las distintas formas que ha ido tomando
a lo largo de la historia -escribía Sotelo-, adquiere nueva
significación. Por lo pronto una cosa debe quedar clara: sin
un contacto estrecho con la propia historia -y no sólo la de las

74
Ricaurte Soler: Apuntes para un Retrato Intelectual

ideas, pero también la de las ideas- no hay modo de hacerse


cargo de la situación actual”. Así, pues a partir de la década de
1970 hay una revaloración tanto en los estudios como de los
estudiosos de la historia del pensamiento social en América
Latina, aunque los nuevos trabajos dirijan mayormente los
esfuerzos a intentar dar explicación general y sistemática
del papel de las ideologías del desarrollo en sociedades
dependientes.
Por otra parte, y en Panamá específicamente, este
encuentro entre las ciencias sociales hacia el que tiende de
muchas maneras la obra de Soler, es parte y, a la vez, nutre
un periodo de avance considerable en la historiografía
social panameña, tanto por la ampliación de las áreas de
investigación como por la utilización de metodologías y de
marcos conceptuales renovados.
En lo que al desarrollo de las ciencias sociales
concierne, especialmente en los estudios de la historia de
Panamá: “es una fase de intensa búsqueda por hacer visible
una identidad, por recuperar un tiempo perdido; una vieja tarea
que (en los setenta) cristaliza en un movimiento intelectual
que reorienta los enfoques con la búsqueda de nuevas fuentes
y documentación, con el replanteamiento de algunas tesis
históricas tradicionales a partir de este nuevo bagaje”.
Por último, quiero apuntar-sólo apuntar- otra vertiente
por la que también es posible revalorar la labor intelectual
de Ricaurte Soler en lo que ella tiene de vía concreta para la
intercomunicación entre filosofía, historia y sociología. Esta
vertiente tiene que ver con su condición de intelectual marxista
en estas tierras.
Rememoremos un poco. Soler de alguna manera forma
parte de la generación de la reforma universitaria, ese episodio
de masas a través del cual, desde 1918, las clases medias y sus
intelectuales penetraron en la historia política latinoamericana.
Como sabemos, la reforma fue la mayor escuela
ideológica para los sectores avanzados de la pequeña

75
Briseida Allard

burguesía; el más frecuente espacio de reclutamiento de


las élites intelectuales que enfrentaron a las oligarquías; y
de ella surgieron, además, la mayoría de los líderes civiles
latinoamericanos que se activaron hasta mucho después de la
segunda posguerra.
En este sentido se puede afirmar que en muy pocas
épocas ha sido tan notoria y rectora la función intelectual,
tan rica la contribución del saber, del arte, de las letras, a
la explicación de la realidad, a la formación de las nuevas
promociones, al adiestramiento para el cambio, que aquella
generación en la que se formó Ricaurte Soler.
Esta época que tal peso confiere a la educación y, por
ende, a la visión intelectual de los problemas nos remite a una
clase social -la pequeña burguesía- que venía desde las primeras
décadas del siglo, utilizando a fondo, como instrumento de
cambio social, las posibilidades educativas de sus enclaves
urbanos, La creación de la Universidad de Panamá en 1935, y
el papel que juega en la historia política del país durante tanto
tiempo no podría explicarse sino desde esta perspectiva.
Con este sedimento intelectual, Soler parte a Europa
permanece allá entre 1954 y 1956, difíciles años de plena
guerra fría. El clima intelectual imperante en la Europa de
postguerra claramente perceptible en su obra El positivismo
argentino pensamiento filosófico y sociológico, quizá la obra
de Soler menos conocida Panamá.
A partir de entonces Soler forma parte de ese grupo
de intelectuales que pretendieron analizar la realidad
latinoamericana través de una síntesis original entre el
marxismo y la ideología nacional-populares latinoamericanas.
Para esos intelectuales de los sesenta era claro que una
contracultura no puede ser pensada desde fuera de la cultura
que rechaza y procura transformar.
De ahí que la pertinaz reiteración de la temática de la unidad
latinoamericana sea en la obra de Soler algo más fuerte que
un mero dato: nos remite, por el contrario a un patrimonio de

76
Ricaurte Soler: Apuntes para un Retrato Intelectual

experiencias comunes instalado en el inconsciente colectivo, a


un conjunto histórico-social ambiguo y polivalente que sufre
procesos de constitución y de desconstitución, momentos
de vida intensamente colectiva y unitaria y momentos de
desintegración y ofuscamiento del espíritu latinoamericanista.
Llegados a este punto, vale recordar el prólogo de
José de Jesús Martínez a la segunda edición del libro de Soler
Estudios sobre historia de las ideas en América. Así escribía
Chuchú en 1966:
“Un filósofo ilustre dijo una vez que la América Latina no
había pensado. Sin duda quiso decir que entre nosotros no
ha habido ningún Hegel, ningún Parménides. Lo cual es
efectivamente cierto. Por razones bien claras, que este mismo
libro pone de manifiesto, los pensadores americanos nunca
han sido virtuosos de la Filosofía, no han tenido la delicada
habilidad para tejer ideas con la asepsia del laboratorio ni
la holgura material para construir esos grandes sistemas o
catedrales del pensamiento. Pero, para quienes la actividad,
la acción de pensar, no es un experimento químico sino
una actividad, una acción, que emerge de la vida y de la
coyuntura histórica, el contenido de este libro muestra -y
mostrar es la forma más contundente de demostrar que el
espíritu americano ha reflejado las luchas y contradicciones
de su biografía social y económica. Y además, que este
pensamiento americano tiene todas las intenciones de
revertir, armado de razones sobre esa misma realidad de
donde emergió y que no ha traicionado por el prurito de
aparecer en una Historia de la Filosofía”.
Y añadía Chuchú:
“Los americanos no sólo hemos pensado, y bien, sino
además pensamos en ello. Es decir, estamos tomando
conciencia. Esa conciencia. Esa conciencia sin la cual
nuestras ideas habrían sido inútiles objetos de museo, y no
lo que en este libro se convierten: herramientas y armas
para el combate y el progreso” (Subrayados de B.A.).
Con todo, el campo de conocimiento que Soler
rotura desde mediados de la década del cincuenta, tiene sus
propios riesgos, tiene el peculiar carácter de ser molienda
para su propio molino. Pensar demasiado acerca de su propio

77
Briseida Allard

pensamiento puede provocar el estancamiento intelectual;


cuestionar demasiado las propias cuestiones puede originar
una especie de anomia intelectual.
Soler lo sabe y desde hace años intenta el análisis de la
historia nacional inmediata, de coyuntura. Muestra de ello
son, precisamente, el libro que hoy presentamos Panamá:
historia de una crisis (1989) y La invasión de Estados Unidos
a Panamá. Neocolonialismo en la posguerra fría (1991).
Hoy, cabe al Dr. Soler lo que escribíamos hace unos
meses solamente, en ocasión del décimo quinto aniversario de
la publicación de dos libros meritorios: Dominio y sociedad
en el Panamá colombiano, de Alfredo Figueroa Navarro y La
población del Istmo de Panamá, de Omar Jaén Suárez.
No obstante que estos autores continúan roturando,
sistematizando datos, transitando por variadas y múltiples
fuentes históricas y publicando los frutos de sus indagaciones,
lo cierto es que ya no son expresión de un movimiento
académico. Más bien parecen voces aisladas, “almas en pena”
que se resisten a abandonar un campo ayer fecundo y hoy casi
convertido en páramo.
Para concluir, si dilucidar la identidad colectiva y
personal constituye hoy -no sólo en América Latina, pero
especialmente en América Latina- una de las principales
encrucijadas teóricas y existenciales, los dos últimos libros
de Soler no la reflejan. Por el contrario, su identidad continúa
inconmovible. En todo caso, corresponderá a otros y a otras
discutir las ventajas y los riesgos que tiene, al final de un siglo
tan singular, una identidad escrita en piedra.

78
RICAURTE SOLER: EL MILITANTE CULTURAL.
MARCO A. GANDÁSEGUI, HIJO
Palabras presentadas en el Homenaje a Ricaurte Soler organizado por la
Asociación de Estudiantes de Sociología de la Facultad de Humanidades
(Universidad de Panamá), el lunes, 13 de septiembre de 2004.

Ricaurte Soler fue un militante cultural con un compromiso


político que lo acompañó hasta que la muerte lo sorprendiera
en plena actividad intelectual y social en 1994. Cabe destacar
en este contexto, que Soler también fue un universitario,
comprometido con el papel que debía jugar la casa de Méndez
Pereira en el desarrollo del país. Sobre todo, Soler era un
investigador comprometido con los cambios sociales y políticos
que consideraba inaplazables. El carácter de esta presentación
nos obliga a ser precisos y sintéticos. Por ello someteremos a
un análisis tres fases distintas, pero íntimamente relacionadas,
de su labor como intelectual y como revolucionario. En
primer lugar, veremos el militante cultural. En segundo lugar,
el militante universitario. Para terminar, el investigador al
servicio de la revolución social.

El militante cultural
Ricaurte Soler fue un militante de la cultura. Su objetivo
era formar y parte de un movimiento social que le diera una
identidad consolidada al país. Desde temprana edad percibió
una fractura en la sociedad panameña. Una sociedad dividida
por profundas líneas de clase, de prejuicios y discriminación.
Sus lecturas le permitieron identificar esa fractura en el marco
de una estructura social jerarquizada y donde prevalecía
la injusticia social. Su primera preocupación fue de tipo
existencial. Se preguntó a temprana edad ¿a qué sociedad
pertenezco? Rápidamente, sus preocupaciones pasaron a otro
nivel. ¿Cómo está organizada la sociedad panameña? ¿Cuál es
el orden social prevaleciente?, se preguntaba. Las preguntas
que se hacía el joven Soler fueron incorporadas a un conjunto
de nociones producto de sus lecturas marxistas. Como

79
Marco A. Gandásegui, Hijo

consecuencia, Soler transformó radicalmente sus objetivos


mientras estudiaba en la Universidad de Panamá. La pregunta
original, que se refería a la organización de la sociedad, se
convirtió en una nueva interrogante. ¿Cómo transformar la
organización de la sociedad panameña? Igualmente, en el
marco de la teoría marxista, se preguntó ¿cómo proceder para
revolucionar el orden social. A partir de aquellas interrogantes
existenciales, hace medio siglo, Soler se convirtió en un
militante revolucionario. Su vida y pensamiento se puso al
servicio de las transformaciones sociales que demandaban con
urgencia la sociedad panameña.

El portavoz cultural: la revista Tareas


En primera instancia, Soler buscó la militancia política. Junto
con un grupo de jóvenes intelectuales ingresó al Partido
Socialista, cuya trayectoria de tres décadas le daba confianza a
la juventud rebelde de aquella época. Dejaremos las aventuras
de militancia partidista de Soler para una mejor ocasión en
el futuro. Ahora queremos detenernos en su militancia como
difusor de la cultura revolucionaria. En la presentación del
primer número de la revista Tareas en octubre de 1960, Soler
diría que la publicación “conlleva una interpretación expresa
de la cultura, de la función social del pensamiento, de las tareas
y responsabilidades del intelectual panameño”70. En ese primer
número, Soler diría que le “daremos prioridad a los estudios
que permiten estructurar una concepción de la nacionalidad, a
efecto de que sobre la base de tal concepción puedan sentarse
los fundamentos de una política nacional – en el sentido amplio
tanto cultural como económica y social”. Soler le hace una
crítica severa al intelectual panameño. Socialmente, se refiere
al intelectual panameño como un paquidermo frente a las
condiciones materiales en que se desenvuelve. Ideológicamente,
señala que vive en un estado de escapismo. Enseguida propone

70
(Ricaurte Soler), 1960, “Tareas”, Tareas, N°1, p3.

80
Ricaurte Soler: El Militante Cultural

reorientar la labor intelectual de los panameños. A la luz de esta


realidad, plantea que “nuestra realidad exige transformaciones
radicales, nuestra cultura (exige) revisiones sustanciales. Tales
objetivos no serán alcanzados sino sobre la base de una teoría
que simultáneamente surja de la práctica y la oriente. En esta
forma será posible superar la etapa actual de romanticismo
revolucionario, de desorientación política y de improvisación
cultural”. Soler tenía 28 años de edad cuando coordinó
la publicación del primer número de la revista Tareas. Sin
duda, su compromiso con Panamá y su movimiento popular
estaban sellado. Apenas 20 años más tarde, José de Jesús
Martínez escribiría que la revista Tareas ha hecho “cultura
revolucionaria”. Chuchú Martínez agregaría que, “para los
que piensen que desgraciadamente es poco lo que ha hecho,
hay que mostrarles que, en ese renglón, es todo lo que hay”71.
En una vena chuchuesca, Martínez diría en el vigésimo quinto
aniversario de Tareas en 1985 que la continuidad de la revista
“fue sostenida a puro pulso (por Ricaurte Soler), gracias
solamente a una voluntad con una fuente inagotable de fuerza
y decisión: La convicción científica de que la lucha puede que
sea larga, pero justamente por eso, tanto más nuestra será la
victoria”72.
Con motivo de cumplirse el cuadragésimo aniversario
40, en 2000, la presentación de la revista Tareas diría –
parafraseando a Soler – que la publicación es “parte y esencia
de ese movimiento que se articula teóricamente en torno a
la idea sencilla de que sólo la conciencia de una identidad
que afirme nuestra independencia nacional podrá garantizar
nuestra soberanía y su fortalecimiento institucional”73. Este
pensamiento está siendo cuestionado en forma agresiva por los

71
José de Jesús Martínez, 1980, “Presentación”, Reimpresión facsimilar Tareas
N°1, pii.
72
José de Jesús Martínez, 1990, “25 años de Tareas”, Tareas, N° 75, p143.
73
(Comité editorial), 2000, “Presentación”, Tareas, N°106, p3.

81
Marco A. Gandásegui, Hijo

últimos gobiernos de turno, que no logran encontrarle el valor


de cambio a la identidad nacional que ha promovido desde su
fundación la revista Tareas. La relación del pensamiento de
Soler con el régimen militar que presidiera Torrijos
entre 1969 y 1981 merece nuestra atención. Sin embargo,
por razones de tiempo también lo dejaremos para una futura
oportunidad.

Soler el universitario comprometido


Soler se sumó a la Universidad de Panamá como profesor en la
temporada de verano de 1961. Llevaba ya su compromiso social
y su visión clara sobre las tareas culturales de su generación.
Desde la casa de Méndez Pereira, se convierte en un dirigente
intelectual y asume un papel de universitario integral. Asume
como propia la lucha por la autonomía universitaria que en
aquellas fechas dominaba la agenda de los universitarios. Cabe
señalar que Soler apunta al hecho que, después del 9 de enero
de 1964, los universitarios panameños privilegian la lucha por
la soberanía y la lucha por la autonomía universitaria ocupa un
lugar secundario.
Soler considera la autonomía no como un derecho,
sino como una responsabilidad del universitario para con la
sociedad donde vive. Plantea, en forma muy clara, que la
autonomía universitaria es el producto del desarrollo de una
sociedad. Incluso, en sociedades con “regímenes reformistas,
caracterizados por su indefinición, es política e históricamente
legítimo preservar los rasgos generales de la autonomía...
Estimamos que aún la transformación revolucionaria de la
sociedad no liquida la función autogestionaria de la autonomía
universitaria”74.
Dependiendo del contexto social, la libertad de
cátedra y los instrumentos de cogobierno tendrían un
contenido y significado históricos diferentes. En una sociedad
74
Ricaurte Soler, 1981, “La autonomía universitaria de 1968 a 1978”, Tareas,
N°52, p75.

82
Ricaurte Soler: El Militante Cultural

liberada, Soler veía la autonomía universitaria “en una de las


modalidades a través de las cuales el pueblo se transformaría
en creador, regulador y gestor de su propia cultural”.
Según la experiencia histórica de Panamá, Soler
percibía en la autonomía universitaria cinco aspectos
fundamentales. “Autarquía administrativa, cogobierno,
libertad de cátedra, patrimonio propio e incluso una
extraterritorialidad jurídicamente discutida, diría Soler, fueron
las bases institucionalizadas de la autonomía universitaria
panameña”. Soler era un defensor y, a la vez, un crítico de la
autonomía. Señalaría que “lo que no podía preverse era que
los marcos autónomos establecidos (no impedirían) que la
Universidad se convirtiese en una aparente isla mediatizada
por sus propias contradicciones y lo suficientemente estrechos
como para no afectar de manera alguna el conjunto del aparato
estatal oligárquico”. A pesar de ello, Soler anotaría que “la
lucha por afirmar y ampliar la autonomía fue históricamente
progresista y necesaria.
Soler era consciente de que, sin la debida administración,
la autonomía universitaria podía trabajar en contra del país y
del pueblo panameño. Diría que “a nivel intrauniversitario
el poder mediatizador del Estado, no obstante la amplia
autonomía, se comenzó a sentir pesadamente. De algún modo,
y quizás de manera confusa, se fue haciendo consciente aquel
“extrañamiento hostil”3 que se establecía entre una Universidad
autónoma y la sociedad subdesarrollada y dependiente”.
Agregaría que “un cuerpo docente conservador, cuando no
incompetente, cumplidamente garantizaba la estabilidad de
la dominación oligárquica en los predios universitarios. La
inconformidad estudiantil inicia entonces un largo periplo de
protestas destinadas a reformar la Universidad y a ampliar la
autonomía”.
En agosto de 1951, los estudiantes del IV año de la
Facultad de Derecho denunciaron incompetencia en los
profesores, ausencia de investigación científica, anomalías

83
Marco A. Gandásegui, Hijo

administrativas, terminando por formular una consigna de


aplicación inmediata: “Todas las cátedras en interinidad y
su adjudicación por oposición”. El movimiento estudiantil
fracasó. Durante el régimen de Remón, se expulsó de la
Facultad de Humanidades al único profesor marxista que
ejercía la docencia. Era apenas un preludio, apunta Soler, de
la escalada represiva que, en mayo de 1958, alcanza sangrienta
culminación al ser sofocada una huelga estudiantil tras una
verdadera matanza, sin precedentes en nuestra historia.
Finalmente en agosto-septiembre de 1962, estalló la
más larga y mejor organizada huelga estudiantil universitaria
que haya tenido lugar hasta el presente. Sólo cinco profesores,
en declaración pública, apoyaron el movimiento. Desde la
tribuna pública, y en una gran concentración, José de Jesús
Martínez proclamaba “que las ideas que deben ser investigadas,
estudiadas, en nuestra Universidad, sean las que brincan a
la inteligencia de las cosas panameñas. Que la Universidad
debe vincularse, entretejerse, colarse en todos los asuntos del
país”75.
La toma de la Universidad por los estudiantes y la
prolongación del movimiento huelguístico, amenazó con
desencadenar una crisis a nivel nacional. El gobierno de
turno y las autoridades universitarias iniciaron, entonces, un
proceso de “dialogo”, cuya estrategia desmovilizadora a nadie
escapaba. El momento más significativo de ese proceso lo
constituyó el Fórum sobre reforma universitaria organizado
durante los meses de marzo-abril de 1963. La atmósfera creada
inmediatamente después pareció propicia para la presentación
de un “Proyecto de Reformas al Estatuto Universitario” por
parte de la Unión de Estudiantes Universitarios.
Con posterioridad, del 9 al 12 de diciembre de 1964,
se organizó el Primer Seminario de Reforma Universitaria

75
José de Jesús Martínez: “Discurso sobre Reforma Universitaria”. En Tareas, No.
7, junio-noviembre de 1962.

84
Ricaurte Soler: El Militante Cultural

y Democratización de la Enseñanza, oportunidad que


aprovecharon las distintas organizaciones estudiantiles de las
escuelas y facultades universitarias para dictar muy diversas,
pero pertinentes y necesarias, resoluciones reinvidicativas.
Según Soler, estos fueron los últimos esfuerzos organizados,
coherentes y consistentes que tuvieron lugar durante la década
de 1960 para ampliar la autonomía universitaria y realizar
reformas fundamentales. La agresión norteamericana al
pueblo panameño en enero de 1964, y la tarea prioritaria de
liquidar el enclave colonial canalero, había de combinar en
adelante, de muy diversa manera, los empeños de renovación
intrauniversitaria con el proceso de afirmación y consolidación
del Estado nacional panameño

Soler el investigador comprometido


Soler fue un investigador social, armado con una metodología
rigurosa producto de sus estudios filosóficos y con un objetivo
muy preciso, fruto de su disciplina adquirida en sus estudios
históricos. El materialismo histórico y la dialéctica fueron sus
herramientas de trabajo. El materialismo histórico le permitió
estudiar la realidad social sobre la base de los procesos
concretos que definen la forma de organización de una
sociedad. La crítica de la economía política le permitió rechazar
las ideologías expuestas por los liberales y sus seguidores. Al
mismo tiempo, la dialéctica le permitió comprender que los
procesos sociales son siempre cambiantes, contradictorios y
que, muchas veces, producen resultados inesperados.
Desde muy temprano en su labor de investigación, se
percató de las limitaciones que presentaba el positivismo. Esta
era una ideología que se prestaba para consolidar el “orden y
progreso” capitalista en Europa, pero que no tenía base alguna
para aplicarse en América latina. Más aún, Soler se percató
de las limitaciones de la teorización sociológica en América
latina sin contar con las investigaciones históricas necesarias.
En el ensayo sobre las “Consideraciones sobre la

85
Marco A. Gandásegui, Hijo

historia de la filosofía y de la sociedad latinoamericana”76,


Soler planteaba lo que consideraba que eran los problemas
centrales que tenía que enfrentar el investigador comprometido.
En primer lugar, la falta de una tradición y precedentes en
el campo de la investigación materialista. Segundo, en la
tradición universitaria predominaba el pensamiento “anti-
positivista”. Es decir, el irracionalismo, el vitalismo y el anti-
intelectualismo. En tercer lugar, Soler destacaba la inexistencia
de historias económicas y sociales que se refirieran a nuestra
América. Como consecuencia, muchos sociólogos intentaban
darle una explicación materialista a las ideologías sin una
perspectiva científica.

Soler y la cuestión nacional


El legado de Soler a las ciencias sociales son sus estudios sobre
la cuestión nacional. Soler demostró con claridad que la nación
no es sólo una idea sino también un proceso histórico, anclado
en una realidad concreta, lleno de contradicciones sociales.
A su vez, el concepto de nación no puede divorciarse de la
noción de clases sociales y sus luchas por la hegemonía sobre
la sociedad. En síntesis, el proyecto de nación constituye el
objeto de estudio del científico social. Cada clase social tiene
su proyecto y trata de imponerlo sobre las otras clases sociales.
¿Cuáles son las clases sociales?
Terratenientes, comerciantes, industriales, obreros ¿Qué
proyectos de nación tienen estas clases sociales? Conservador,
liberal, desarrollistas, socialistas ¿Es la oligarquía una clase
social?
Según soler, la oligarquía no es una clase social,
no tiene proyecto de nación. La lógica nos indica que si no
es una clase social y no tiene proyecto de nación es, como
consecuencia, antinacional. La hegemonía de una clase se
puede producir mediante un régimen populista. La definición
que Soler usaba para el régimen populista era la siguiente:
“Son los movimientos de masas que desbordando esquemas

86
Ricaurte Soler: El Militante Cultural

anquilosados enfrentan el poder antinacional oligárquico e


imperialista sobre una base social en la cual confluyen clases
con intereses distintos e, incluso, contradictorios”. Soler acepta
que el populismo implica un movimiento tardío de los sectores
populares que tiende a caer bajo la dirección de intereses
extraños, pero que es identificada con sus reivindicaciones
inmediatas77.
El bonapartismo, otro concepto mal entendido y
tergiversado, fue central en el discurso teórico de Soler.
Según Soler, “entendemos por bonapartismo el poder estatal
relativamente autónomo frente a las clases y sus luchas, que
en determinadas coyunturas históricas orienta el proceso
económico arbitrando los conflictos sociales”. Soler veía con
optimismo lo que consideraba un bonapartismo “revolucionario
y nacional”78 en la experiencia torrijista de la década de 1970.
Sin embargo, soler siempre fue cauto. Diría que “en la actual
etapa (fines de la década de 1970) es todavía difícil precisar las
posibilidades nacional-revolucionarias del actual régimen”79.
Soler percibía tres posiciones teóricas en torno al debate
sobre el régimen militar presidido por Torrijos en la década de
1970. En primer lugar, el sector que se decía que apoyaba el
gobierno militar en forma a-crítica. En segundo lugar, aquellos
que apoyaban en forma crítica. En tercer lugar, los que se
situaban en la oposición crítica. Soler también pecaba de poco
optimismo sobre esta materia. “Continuamos así un debate –
diría Soler- que, esperamos, no cierre la violencia irracional
de una reacción triunfante”. El debate se cerró antes de lo que
pensaba Soler –y en forma violenta- con la muerte de Torrijos
en 1981, el despliegue de las políticas de ajuste económico a
partir de 1983 y la invasión militar norteamericana en 1989.

77
Ricaurte Soler, 1980, Panamá, nación y oligarquía 1925-1975, Panamá:
Ediciones de la revista Tareas (2° edición), pp39-40.
78
Ídem. p45.
79
Ídem. p.58.

87
Marco A. Gandásegui, Hijo

El debate con la teoría de la dependencia


En las décadas de 1960 y 1970 la sociología latinoamericana
se enfrascó en uno de los debates más ricos que tuviera las
ciencias sociales. Descartada la teoría positivista (su última
batalla la dio en el Congreso Latinoamericano de Sociología
celebrado en Santiago de Chile en 1972) así como las nociones
funcionalistas desacreditadas después del fracaso del Plan
Camelot, el marxismo se convirtió en la guía teórica para el
desarrollo de las ciencias sociales. Sin embargo, el marxismo
tenía que saldar cuentas con la ideología soviética que aún
reivindicaba el materialismo histórico y la dialéctica como
el método de investigación y de transformación social para
explicar su experiencia.
Los marxistas chinos rompieron con la URSS en 1960
y, en Europa occidental, los marxistas le hicieron fuertes
críticas a la Unión Soviética, resucitando los trabajos teóricos
del comunista italiano Antonio Gramsci. En América latina,
la revolución cubana, los nuevos movimientos sociales que
arreciaban por el continente y una juventud revolucionaria
forjaron una teoría crítica sobre los procesos sociales que
caracterizaba el desarrollo capitalista de la segunda mitad del
siglo XX.
La teoría marxista dominante en los círculos
moscovitas, que salió de la lucha de clases y de las experiencias
revolucionarias de la primera mitad del siglo XX, planteaba
que los países subdesarrollados – como los latinoamericanos –
tenían que pasar por un proceso de desarrollo consistente en el
crecimiento económico y la consolidación de una clase obrera
para que se dieran las condiciones revolucionarias necesarias
para avanzar hacia las transformaciones políticas.
Esta teoría no se podía aplicar a China ni a Cuba. En
ambos casos (en 1949 y 1959, respectivamente) habían visto
triunfar revoluciones en países con economías subdesarrolladas
y donde existían grandes mayorías campesinas y clases obreras
minúsculas. De estas experiencias, surgieron teorías críticas

88
Ricaurte Soler: El Militante Cultural

de las concepciones dominantes que encontraban su sede en la


Unión Soviética.
En su expresión más sencilla, la nueva teoría crítica
del marxismo que apareció en América latina, llamada la
teoría de la dependencia, planteaba un retorno a las nociones
leninistas de la revolución socialista. Es decir, la única forma
de emprender el desarrollo, crear una clase obrera y construir
una sociedad socialista era mediante una revolución que
rompiera los lazos de los países sometidos (o dependientes) de
la periferia de los centros capitalistas.
Históricamente, la teoría tenía tres experiencias
que aparecían exitosas: Rusia, China y Cuba. La teoría de
la dependencia tenía, a su vez, una variante no marxista.
La CEPAL había desarrollado en la década de 1950 y 1960
una teoría de la dependencia que planteaba la necesidad de
realizar reformas radicales de las relaciones internacionales
entre el centro y la periferia. Raúl Prebisch, ideólogo de esta
escuela de pensamiento cepalina, señalaba que urgía que el
centro hiciera concesiones para que los países de la periferia
con economías débiles pudiesen adaptarse a los modelos de
desarrollo capitalistas.
Mientras que la teoría crítica marxista proclamaba el
rompimiento de los países subdesarrollados con el centro, la
CEPAL planteaba la integración de la periferia al centro. A su
vez, el marxismo dominante señalaba la necesidad de que se
dieran las condiciones adecuadas para la revolución.
Soler se inserta en este debate a principios de la década
de 1970 rebatiendo las nociones de la teoría de la dependencia
en el sentido de que el sistema capitalista mundial sometía
a las clases sociales de los países o naciones a su lógica.
Soler centra su crítica en lo que él identifica como una falla
metodológica de la teoría de la dependencia: “La universal
expansión del capitalismo es la comprobación empírica de
donde parte el modelo. Se concede, en abstracto, que esta
expansión universal puede adquirir distintas modalidades

89
Marco A. Gandásegui, Hijo

según las especificaciones que determinen la geografía y la


coyuntura histórica. La particularización, sin embargo, nunca
podrá invalidar el sentido general de la totalización en marcha.
Lo general se hace presente en lo particular. La universalización
del modo de producción capitalista se concibe así como una
marcha triunfal que es sólo posible detener sobre la base de
la ruptura radical de la revolución socialista que inaugura una
nueva totalización, una nueva universalización”.
Soler agregaría que “la investigación de determinadas
leyes de la producción capitalista no puede concebirse como
imposición sobre las partes, de qué manera que la particularización
queda aniquilada y la legalidad universal inalterada, planeando
esta última por encima de las especificaciones. La totalidad
es, por cierto, autonomía cualitativa de determinaciones
cuantitativas. Pero sólo la totalidad cerrada, mecánica, que
no la totalidad abierta, dialéctica, puede suponer inalterable
aquella autonomía cualitativa. La totalización en marcha, si no
es triunfal, transforma las partes y se transforma ella misma,
al ritmo de las especificaciones que surgen en la materia del
desarrollo histórico”80.

Conclusiones
Soler el militante, Soler el universitario y Soler el investigador
siguen tan vigentes hoy como ayer. Cada pensador –sociólogo
o trabajador–, tiene que convertirse en un militante de la
cultura. Cada universitario tiene que luchar por construir un
centro de estudios superiores que esté al servicio del proyecto
de nación. Todos tenemos que ser investigadores de la realidad
social armados con la capacidad crítica para transformar las
teorías –entendiéndolas como totalidades abiertas, dialécticas
y contribuir a la construcción de la nueva sociedad que quieren
los panameños.

80
Ricaurte Soler, 1975, “Consideraciones sobre la historia de la filosofía y de la
sociedad latinoamericana”, Tareas, N°33, p80.

90
PRESENCIA DE RICAURTE SOLER81. DIMAS LIDIO
PITTY 82

Pese a no ser historiador ni filósofo ni sociólogo, acepté


participar en este coloquio porque entendí que aquí estaría
Ricaurte Soler. Y ha resultado que es cierto, pues, aunque
han transcurrido ya once años desde su deceso, el maestro y
hermano Soler sigue aquí: en las miradas de sus amigos; en
el espíritu que anima los claustros de la Universidad; en el
afán de superación de los millares de estudiantes que caminan
por el campus, colman las aulas y conciben el futuro como un
nivel más alto de desarrollo cultural y humano.
En realidad, no podría ser de otro modo, porque
Ricaurte Soler, el intelectual, el docente, el ciudadano, es
decir, el hombre íntegro y bueno -en la acepción de Machado-,
profesó la amistad, se consagró al estudio de las ideas y tuvo
en la bus. Queda de mejores días para los pueblos de nuestra
América la meta suprema, el ideal que hasta el último instante
nutrió su vida limpia y noble. Entonces, es natural espíritu
esté en toda circunstancia semejante a ésta la acción y el
pensamiento propugnan la elevación y el mejoramiento de los
hombres.

Las ideas y la historia


Aunque nacido en la entonces pequeña comunidad Concepción,
provincia de Chiriquí, en 1932, Soler fue bien hombre de urbes.
A partir de la adolescencia, cuando trasladó a seguir estudios
en la capital del país, las ciudades de Panamá, París, México,
Roma, La Habana y Lima fueron los principales escenarios
de sus afanes y, en bastante medida, quizás los espacios más
próximos a su corazón. Sin embargo, tal vez valga decir que
sus lugares de interés no fueron propiamente las ciudades,
sino las bibliotecas, las universidades y los centros de
81
Palabras en las Jornadas en memoria de Ricaurte Soler, desarrolladas en la
Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá del 29 al 31 agosto de
2005 (editadas por razones de espacio).
82
Escritor y profesor de la Universidad Autónoma de Chiriquí (UNACHI).

91
Dimas Lidio Pitty

investigación. Por lo menos eso se infería de sus comentarios


y remembranzas.
De manera análoga, en el campo de la historia centraba
su atención en la evolución de las ideas en el seno de la sociedad
más que en figuras relevantes o en episodios bélicos y políticos
aislados. Respecto de esto, resultan ilustrativos títulos de
obras suyas como Pensamiento panameño y concepción de
la nacionalidad en el siglo XIX, El positivismo argentino,
Estudios sobre historia de las ideas en América, Formas
ideológicas de la nación panameña, Idea y cuestión nacional
latinoamericanas: de la independencia a la emergencia del
imperialismo...
Quiere decir que Soler, como estudioso preocupado
por devenir de nuestros pueblos, se ocupaba más de lo
esencia que de lo anecdótico, pintoresco o llamativo. Por eso,
cuando resaltaba figuras políticas o intelectuales lo hacía en
función de una línea de pensamiento y de lo que bien podría
llamar una ética histórica. Juárez, Martí, Alberdi, Lastarria,
Mariátegui, Marinello, Ponce, Zea, por mencionar algunos
nombres esclarecidos, más que individuos eran veneros de
ideas eslabones en la cadena del pensamiento latinoamericano
comprometido en desbrozar las sendas del porvenir para que
algún día -y ojalá esto acontezca más temprano que tarde-
nuestros pueblos puedan alcanzar estadios superiores de
existencia.
Desde muy joven, Soler vio el estudio de la historia de la
ideas no como rutinaria necropsia del pasado inerte, sino
como acercamiento o búsqueda que ayudara a comprender el
presente actuante y, aún más, que contribuyera a vislumbra el
futuro deseable y posible. A lo largo de sus afanes, con espíritu
inquisitivo y abierto Heráclito a Hegel, a Marx, a Engels, a
Lenin, a Trotsky, a un Gramsci, siguió la línea que viene de:
Mariátegui, a Ponce, a Zea, a Sánchez Vásquez, a Lefebvre,
a Kosic y a otros que han echado luz sobre los fenómenos
históricos y sociales.

92
Presencia de Ricaurte Soler

Así, al margen de los sectarismos en boga y lejos de


las posturas maniqueas, desde una perspectiva genuinamente
dialéctica buscó, en la historia y evolución de las ideas y en
las vicisitudes de nuestros pueblos, el nexo que une acción
y pensamiento en la peripecia histórica. De esos afanes
fueron dando cuenta puntual, en el transcurso de los años, sus
trabajos sobre el siglo XIX panameño, sus aproximaciones
al pensamiento de Justo Arosemena, sus incursiones en la
historia americana y sus valiosos y reconocidos aportes a la
historia de las ideas.

Nuestra nación, nuestra cultura
Hasta casi mediado el siglo XX, la historia de nuestro
país, principalmente del período de anexión a Colombia
en adelante, era vista como una especie de lienzo blanco y
negro: blanco para unos, negro para otros. La leyenda negra
y la leyenda blanca. Según la leyenda negra, Panamá era una
nación inventada, un estado postizo, creado al socaire de los
afanes expansionistas de Washington para legalizar un despojo
territorial y construir el canal interoceánico; según la leyenda
blanca, Panamá se separó de Colombia por los malos tratos
que recibía de parte de Bogotá y porque en los panameños
nunca se había extinguido el anhelo de ser independientes y
libres.
Luego, gradualmente, gracias al esfuerzo de algunos
historiadores e intelectuales preocupados por desentrañar la
verdad histórica, afloraron los matices de la realidad y se vio
la historia de Panamá, al igual que la historia de todos los
países, no es negra ni es blanca, sino un entramado de luces
y de sombras, una superposición y mezcolanza de los grises y
ocres que caracterizan la existencia humana.
Entre los hombres que desde los alrededores de
1930 en adelante se dieron a la plausible tarea de auscultar
el pasado para esclarecer el presente, deben ser mencionados
Diógenes Rosa, Domingo H. Turner, Carlos Manuel

93
Dimas Lidio Pitty

Gasteazoro, Rodrigo Miró, Isaías García, y Ricaurte Soler;


y ese noble empeño de acercamiento, revisión y definiciones
lo han continuado historiadores, sociólogos e intelectuales
de diversas orientaciones y divisas, como Alfredo Castillero
Calvo, Jaén Suárez, Alfredo Figueroa Navarro, Marco A.
Gandásegui, Celestino Andrés Araúz, Pedro Rivera, Armando
Muñoz Olmedo Beluche y otros.
En torno a este punto, es de justicia consignar que
lo aportaciones de Soler han sido fundamentales para el
entendimiento cabal de lo que es Panamá, aunque algunos no
la hayan advertido o, por ignorancia o mezquindad, no quieran
reconocerlo. Empero, están a la vista los frutos de su dilatado
y meritorio quehacer.
Tal vez si Soler hubiera sido un publicista de sí mismo,
un cazador de honores y prebendas o un necio infatuado,
como hay tantos, hasta la gente desvinculada de los afanes
intelectuales y académicos conocería sus méritos y su nombre.
Pero no: él era refractario a los alardes exhibicionistas y a la
notoriedad. Más bien se conducía de manera modesta, con
espíritu de misionero o de apóstol.
No obstante, sus inquietudes, su versación y su
acuciosidad se tradujeron en seminarios, conferencias,
ensayos, ponencias y libros que contribuyeron a modificar la
percepción que los panameños teníamos de nuestro pasado, de
nuestro presente y de nuestras posibilidades como nación.
Al respecto, recuérdese, por ejemplo, que en la década
del 60 la obra Formas ideológicas de la nación panameña
estremeció la conciencia intelectual del país, que se movía
en esa atmósfera algo brumosa en que aún estaba inmersa la
historia patria. En ese libro, Soler resaltó las particularidades
de Panamá como nación en términos que no dejaban dudas
y echaban por tierra falacias y apreciaciones subjetivas
inconsistentes:
El liberalismo económico y político, y las ideología
filosóficas que lo acompañan, constituyeron en la América
Latina una fuerza de variable eficacia en la lucha contra

94
Presencia de Ricaurte Soler

la fragmentación de origen feudal. Desde este punto el


liberalismo se encuentra en la base del fenómeno nacional
hispanoamericano. En Panamá, más que en países
hispanoamericanos, la conciencia nacional es inseparable de
la conciencia liberal. La independencia de 1821 y la historia
toda del siglo XIX constituyen una prueba irrefutable. La
identificación de la conciencia liberal y de la conciencia
nacional expresaba en Panamá las especiales condiciones
de su situación geográfica y los intereses económicos y
políticos que esa misma situación geográfica y los intereses
económicos y políticos que esa misma situación geográfica
estimulaba.83

Por si subsistían algunos reparos, en el mismo trabajo,


el autor aludía a una declaración del cabildo de Panamá, de
poco antes de la independencia de 1821. Según el autor, dicho
documento afirmaba que:
…desde el punto de vista político el Istmo no dependía
absolutamente de la Nueva Granada y que prueba de
ello lo constituía su denominación oficial de Reino de
Tierra Firme. Podemos considerar esta declaración del
Cabildo como una lúcida manifestación de la conciencia
nacional. Primero, porque esa declaración es anterior a la
independencia de 1821. En segundo término, porque hace
inaplicable a Panamá el principio de uti possidetis a favor
de la Nueva Granada (o Colombia) aun antes de que ese
principio hubiese sido expresado o teorizado con el rigor
del caso. Finalmente, porque aquella declaración constituyó
la primera manifestación de auto-conciencia política de
una comunidad que se sabía ya con intereses económicos
precisos.
Así, con sus estudios y reflexiones, Soler contribuyó, en
forma relevante. A que los panameños tuviéramos conciencia
plena de nuestra identidad como nación. Consecuentemente,
esto posibilitó el que nos halláramos en capacidad de
comprender por qué nuestro país es como es y por qué hemos
sido objeto de codicia de parte de las potencias y por qué hemos
sufrido injerencias e intervenciones extranjeras. Además nos

83
Soler, Ricaurte. Formas ideológicas de la nación panameña, 70. ed. Ediciones de
la Revista Tareas, Panamá, 1985. p. 62.

95
Dimas Lidio Pitty

ayudó a afrontar con determinación el presente, doloroso que


nos tocó padecer a lo largo de la segunda mitad del siglo XX.
Y, encima, nos ha permitido visualizar el futuro con los pies
firmemente asentados sobre la tierra de la verdad histórica no
sobre las medias verdades, la fantasía o las francas mentiras de
leyendas blancas o negras.

El aporte de Tareas
Cuando Soler regresó de Europa, a finales de la década de 50,
había declinado el auge del macarthismo, pero Guerra Fría,
sostenida por los bandos que encabezaban los dos polos de
poder mundial en ese momento, se mantenía en toda campos,
incluido el de la cultura.
En nuestro país, como en el resto de América, imperaba
la intolerancia, promovida y exacerbada desde Washington y
acorde con esto, en las esferas del gobierno se hostilizaba y se
perseguía a los educadores señalados como seguidores de ideas
extrañas, es decir, socialdemócratas, socialistas, comunistas...
Adicionalmente, los medios de comunicación radiofónicos e
impresos mantenían campañas constantes contra el peligro
comunista.
En tal clima de zozobra e histeria, cualquier
organización, sindicato o individuo que protestara por alguna
anomalía o injusticia, de inmediato era denunciado como
propagador de ideas disolventes y como peligroso agente al
servicio del castrocomunismo. En cuanto a los denunciantes,
algunos actuaban de buena fe, aunque confundidos; otros,
en cambio, eran despreciables oportunistas y pelechadores,
batracios de la peor especie, que obtenían ventajas y provecho
material Con sus delaciones y campañas rastreras.
En ese ambiente enrarecido, Soler, que trabajaba como
profesor en el Instituto Nacional, trató de incorporarse a la
Universidad de Panamá; pero los retrógrados y oscurantista
de siempre y, por supuesto, esos especímenes repugnante que,
en todas partes, aún hoy, moran y medran en los rincones y

96
Presencia de Ricaurte Soler

en las rendijas de la sociedad y de las institución erigieron


obstáculos, esparcieron cizaña, enturbiaron la atmósfera y el
profesor egresado de la Sorbona a duras pudo conseguir que le
asignaran unas cuantas horas de clases en la universidad.
Sin embargo, lejos de arredrarse y de arriar banderas
esa época buscó el apoyo de algunos amigos para llevar el
proyecto de editar un órgano que divulgara idea textos
literarios y planteamientos críticos, en la mejor tradición
latinoamericana de cuestionamiento del statu quo.
Así, en 1960, con una Dirección inicialmente por
Ricaurte Soler, Franz García de Paredes, Fabian echvers,
Carlos Ayala y Carlos Bolívar Pedreschi, y con una Redaccion
compuesta por Alfredo Castillero C., César Young Núñez,
Aristides Martínez, Bernardo Selles y Ornel Urriola, todos
profesionales, intelectuales jóvenes y estudiantes, vio la luz
Tareas, una revista cultural, básicamente de ideas y de crítica,
aunque concebida para contener también textos poéticos,
narrativos y dramáticos, así como reseñas de libros.
Serio y elocuente, el editorial del primer número fijo el
rumbo de la publicación. Ese pronunciamiento inicial señalaba
que:
Tareas conlleva una interpretación expresa -trataremos
de ponerla de relieve- de la cultura, de la función social
del pensamiento, de las “tareas” y responsabilidades
del intelectual panameño.”... “Tareas interpreta que
pensamiento y cultura no constituyen compartimientos
estancos, diferenciados como tales estáticamente, de la
realidad. Tareas considera, por el contrario, que el espíritu
y la realidad --económica, social, política, configuran
una totalidad dinámica dentro de la cual hay variables
condicionantes y condicionadas. El espíritu es, por cierto,
una variable condicionada, pero dinámica. Cultura y
pensamiento son, pues, reflejos de coyunturas históricas y
sociales, en cuanto reflejos correctos, concretos y eficaces 84

84
Soler, Ricaurte, op. cit. p. 63

97
Dimas Lidio Pitty

En términos generales, esa línea se mantuvo sin


desviaciones de fondo a lo largo de treinta y cuatro años, hasta
el día o que murió Soler. Y en el transcurso la cultura nacional
fue sometida a una crítica constante, profunda y fructífera, de
propició la apertura de debates y la búsqueda de rutas inéditas
o más promisorias para las ciencias sociales, la literatura y las
artes.
En buena medida, Tareas contribuyó a que en nuestro
país entilaran ideas y cuestiones que hasta entonces se
desestimaban o sencillamente, eran ignoradas. Por eso, es de
justicia que la generación a la que pertenezco, la del 58 – 64
tuvo en Tareas un instrumento valioso a la hora de plantearse
y responderse interrogantes relacionadas con la realidad
sociopolítica, la cultura y el porvenir de nuestra nación.

Caminos y maestros de América


Por otro lado, Tareas no se limitaba a ser almácigo de ideas lo
de encuentro a escala nacional, sino que procuraba llegar a los
centros de cultura de otros países, principalmente de América
Latina. Ya en la década del 70 la revista era conocida en todo el
continente y mantenía vínculos de amistad y de colaboración
con publicaciones con muchos países latinoamericanos.
Los lectores de Tareas seguramente recuerdan los
nombres de: Arturo Ardao, Arturo Roig, Miguel Bueno, Sergio
Bagú, Francisco Miró Quesada, Agustín Cueva, René Zavaleta
mercado, José Luis Balcárcel, Mario Salazar Valiente, María
Rosa Palazón, Jaime Labastida, Alejandro Witker. Manuel
Maldonado Denis, Manuel Moreno Fraginals, Gerard Pierre,
Pablo González Casanova, Rodolfo Puiggros y muchos otros
intelectuales latinoamericanos eminentes que apareciendo en
las páginas de la revista.
Recuerdo que en 1975, durante la celebración del I
Congreso Nacional de Filosofía de México, realizado en la
hermosa ciudad de Morelia, en el estado de Michoacán, sentí
orgullo y complacencia de panameño porque allí, donde había

98
Presencia de Ricaurte Soler

pensadores y maestros de toda América y de algunos países


europeos, Tareas era una publicación conocida y comentada
por los asistentes al certamen. Eso era algo que no había
alcanzado antes ninguna revista de nuestro país. Y tal logro
era debido, casi exclusivamente o, por lo menos, en altísimo
porcentaje, a los desvelos y sacrificios de Soler.

Una labor ejemplar


Como ser en devenir, el hombre es un ser para la muerte, se ha
dicho pero también lo es para la vida. Y la cultura (entendida
como toda cosa que provenga de la mano y de la mente del
hombre) está en idéntica situación. Como lo es el cosmos, el
hombre (la cultura) está en cambio y expansión. De ahí que la
cultura, como la vida de siempre esté en el filo de la navaja:
tiene que justificar y afirmar su existencia cada día, a cada
instante proyecto humano (cultural) siempre estará incluso
siempre será inagotable. Pero esta precariedad no más bien
acicate, para las inteligencias claras y las voluntades firmes y
Soler poseía ambas cosas.
Con espíritu y actitud de misionero o de apóstol, ceñido
a sus principios, abroquelado en su modestia y en su probidad
intelectual, se sobreponía a la estrechez económica a la apatía y
hostilidad del medio y aun a contratiempos y reveses políticos,
para mantener encendida, contra viento y marea, la llama de
Tareas, que era la llama de la cultura.
En los primeros años de la revista, en la etapa heroica de las
privaciones y los sacrificios cotidianos, Ricaurte cobraba
magro cheque de profesor del Instituto Nacional y, antes de
cualquier otra cosa, corría a pagarle a la Imprenta Cervantes
ubicada en una callejuela del Casino, donde la revista se
imprimía a crédito. Luego, repartía y cobraba ejemplares de
Tareas para completar el dinero destinado al sustento familiar.
Esto pueden corroborarlo su esposa, María Esther, que esta
noche está con nosotros, y compañeros de entonces, como el
profesor Virginio Carrera.

99
Dimas Lidio Pitty

Ahora, Soler no se limitaba a ser cerebro y corazón de la


revista. Al paso del tiempo se convirtió en promotor editorial y
bajo el sello de Ediciones Tareas vieron la luz muchos ensayos,
libros de poemas y piezas de teatro. Por ejemplo, gran parte
de la obra poética y dramática de José de Jesús Martínez, su
amigo entrañable, apareció con el sello de Tareas.
Esta ingente labor de difusión sobrepasó largamente
los cien mil ejemplares editados, entre libros y folletos. Por
tanto, en un medio como el nuestro, con tantas limitaciones
y factores adversos, un logro de esa magnitud debe ser
considerado como lo que es: una proeza colosal.

Un hombre serio, sensible y retraído


Quienes veían a Soler en los pasillos de la universidad o
en un congreso, podían suponer que era un hombre huraño,
adusto, quizás hosco y hasta arrogante; sin embargo, esa era
la impresión errada. Simplemente, era retraído, sí, y no se
prodigaba con cualquiera; pero, ya en confianza, era afectuoso
y sensible. Eso sí, como decía un amigo suyo refiriéndose a sí
mismo, hasta el final fue alérgico a dos cosas: a la penicilina
y a la estupidez.
En la época en que acostumbraba celebrar sus cumpleaños,
por ejemplo, nadie habría reconocido al severo historiador
de las ideas en el hombre afable, risueño y bromista que
alternaba en su casa con algunos de sus amigos más allegados
como Chuchú Martínez, Humberto Brugiatti, Pedro Salazar
Chambers y otros
Precisamente, en una de esas reuniones, al calor a las copas y
en la alegría de los bocados, alguien compuso versitos sobre
Soler. Los primeros correspondían redondilla que decía más o
menos así, si la memoria no es infiel:

Dicen que Cate Soler, es pensador de talento;


más de tanto pensamiento la frente le va a doler.

100
Presencia de Ricaurte Soler

Por mi parte, hacia 1965 escribí un texto sobre la paz


y se lo dediqué a Ricaurte. Este trabajo formó luego parte del
conjunto de poemas que con el título de Memorias del silencio
apareció en el volumen Poesía joven de Panamá, publicada
por Siglo XXI de México, en 1971.
Como un testimonio más de afecto al amigo, voy a leer
el poema

Por la paz, a Ricaurte Soler:

Un hombre piensa y escribe


de madrugada
en su pequeño cuarto
de una calle de París
en invierno.

Un hombre toma su machete


a las 5 a. m. y
parte fumando
a su sembrado de maíz
en América
al sur del Río Grande.

Alguien cruza el territorio de las fieras


de una aldea a otra
y otra
y otra
y reúne a los demás
y habla
“liberación y paz”
En África
que vive

Una mujer da a luz


al alba

101
Dimas Lidio Pitty

sola
con dolores espantosos y palabras tiernas
aquí o allá
en un sitio del mundo

Aviones
navíos
trenes
cargados de productos
vuelan
navegan
viajan
uniendo necesidades y esperanzas

Un cohete aluniza
y quien lo guía ve
allá lejos
la casa del hombre
brillando y pequeña
en el espacio

En algún lugar
diariamente
alguien cae
puramente muerto
lejos de su hogar
en medio de los suyos y de todos
junto a mi
cae
puramente muerto
por la paz.
1965

102
Presencia de Ricaurte Soler

Memoria y legado
El óbito de Soler fue un rayo en el cielo límpido de la tarde del
14 de agosto de 1994: nadie podía suponer que a los sesenta
y dos años nos iba a dejar el maestro que acaso más había
contribuido a trazar el perfil de nuestra nación, a definir los
rasgos de nuestro pasado espiritual.
Además, su fértil gestión docente -la cual abarcó casi
cuatro décadas en nuestra universidad y en renombrados centros
de investigación y de estudio del extranjero dejaba una huella
imborrable en la conciencia del país. Porque, dentro y fuera
de la patria, en el libro y en la cátedra Soler ejerció magisterio
intelectual con rigor e integridad ejemplares en otras palabras,
su talento y sus desvelos lo llevaron a convertirse en una figura
esencial del pensamiento panameño del siglo XX.
Debido al prestigio intelectual y académico de que
gozaba fuera de Panamá, al producirse su deceso, instituciones
y personalidades intelectuales de toda América Latina
deploraron el hecho.
Posteriormente, la Universidad Nacional Autónoma de
México, la Universidad de Panamá y la Universidad Autónoma
de Chiriquí han honrado su memoria mediante creación de
cátedras, la designación de auditorios y la instauración de
preseas al mérito intelectual con su nombre85
Ahora, con mucho acierto y en actitud que lo honra,
el Consejo de Facultades Humanísticas de Centroamérica el
apoyo de la Secretaria General de la Universidad de Panamá
-el hogar de Soler por tantos años- ha organizado estas jornadas
en merecido homenaje a su memoria.
Para terminar, detengámonos un momento a pensar en
lo que eran nuestro país, nuestra América y el mundo en la

La Orden Ricaurte Soler al Mérito Intelectual y Académico, creada la Universidad


85

Autónoma de Chiriquí, hasta ahora solamente entregado al doctor Newton Osborne.


Médico v científico panameño de la NASA también, como Soler, nacido en La
Concepción, Chiriquí.

103
Dimas Lidio Pitty

década del 60, cuando Tareas comenzó a recorrer los senderos


de Panamá y las vastedades del hemisferio.
Su director era entonces un joven intelectual que
miraba con admiración y respeto, desde lejos, las cumbres de
la historiografía y del pensamiento continentales.
Sin embargo, treinta y tantos años después, al
momento de morir, el hermano Ricaurte Soler -por la calidad,
el significado y las proyecciones de su obra-, había alcanzado
la jerarquía y el sitial reservados a unos pocos intelectuales de
excepción: él también era ya un maestro americano.

104
AL MAESTRO RICAURTE SOLER: UNA
MEMORIA…86 URANIA A. UNGO M.

Pensadores Humanistas87
Librería Universitaria
Mayo 16 de 2018.

Quiero empezar agradeciendo el honor que se me hace al


pensar en mí para este homenaje al doctor Ricaurte Soler,
maestro de tantas generaciones de pensadoras/es panameños.
Queda claro que no agradezco más trabajo […] pero en este
caso es honroso, productivo — para mí — y placentero.
Productivo porque, en medio de muchos compromisos, al
buscar ansiosamente algo bueno, importante o interesante que
decir tuve que volver a las obras del Maestro y allí encontré,
por ejemplo, esto:
“Son estos los antecedentes que confieren a la
participación de Victoriano Lorenzo en la “guerra de los
mil días” (1829-1903) simbolismo y significado especial.
Eliminación del diezmo fue la reivindicación económica
inmediata del jefe indígena. Pero esa reivindicación estaba
inscrita en el contexto de una guerra civil sangrienta en
la cual el problema de la autonomía política era relevante
para la insurgencia liberal istmeña. El silencio, con aisladas
excepciones, frente al fusilamiento injustificado de Victoriano,
ya finalizada la guerra, tenía para el liberalismo un significado
preciso: silenciar la reivindicación económica o social en el
marco de toda lucha por la autonomía política. Por ello mismo,
y muy a su pesar, la muerte de Victoriano en los albores mismos
de la independencia de Colombia, adquiría para la historia la
significación real de que, camino al futuro, la cuestión nacional
era indesligable de la cuestión social”88.

86
Una versión anterior ha sido la base para ampliar estos breves comentarios.
87
UP/ Facultad de Humanidades/ Centro de Investigaciones de la Facultad de
Humanidades (CIFHU). Ciclo de PENSADORES HUMANISTAS.
88
Ricaurte Soler: Panamá Nación y Oligarquía 1925-1975. En: Revista Cultural
Lotería; # 400. Diciembre de 1994. Pág. 258.

105
Urania A. Ungo M

Todo ello viene a cuento no sólo por el reciente


aniversario del fusilamiento del “cholo guerrillero” sino
porque evidencia la capacidad de predecir, o mejor dicho
anticipar hechos que hoy anuncian, de mil maneras distintas,
el profundo hervir social aun sin proyecto autónomo que se
expresa cada vez más de esa específica manera: lo social como
dimensión inseparable de lo nacional. Y también porque me
recuerda un reciente documento que nos llegó a varios en el
que un distinguido profesor ya hoy retirado de nuestra UP
expresaba de un modo terrible la sensación que muchas y
muchos hemos sentido al pasar, estar o simplemente pensar
en las hoy áreas revertidas: plenas de empresas, escuelas
privadas, deslumbrantes residencias, muy cuidado entorno
ambiental. Dicho en breve puede expresarse así: ¿Es en
esto que quedaron las luchas populares por la recuperación
nacional? Sin suscribir las conclusiones del ex colega, afirmo
que enuncia un real problema existente. Lo descrito es hermoso
y seguro deseable como bien para todas las personas, pero el
problema es que simplemente los que lucharon no están ahí
representados […]
Por ejemplo, si pienso en Ascanio Arosemena, en su
Escuela Profesional, o si recuerdo el Instituto Nacional sé que
hoy están en condiciones ruinosas, los extensos beneficios
de la reversión del Canal no los han alcanzado a pesar de que
son beneficios de muchas maneras visibles, es una sensación
ambivalente y molesta.
Seguramente ello suma otra contradicción al conjunto
de las singularidades que nos ha conferido nuestra historia y
prever ello es un importante aporte del Maestro Soler no solo
a nuestra memoria.
De mis cuatro amados Maestros - así con M
mayúscula- Ricaurte Soler, Graciela Hierro, Horacio Cerutti
y María Luisa Tarrés, hoy los dos primeros ya no están y con
los segundos es permanente la comunicación, la relación, la
complicidad intelectual y política. Entre ellos –y no sólo por

106
Al Maestro Ricaurte Soler: Una Memoria

no estar- Ricaurte ocupa un lugar muy especial, no sólo es el


único panameño sino a él debo una relación intelectual como
ninguna, un intercambio generoso de conceptos y de visión
crítica en particular sobre aquello que constituyó su objeto
teórico privilegiado: la nación panameña, su historia y la
interpretación de ésta historia en el marco de la historia toda
de la América Latina.
Nuestra América, otra de sus grandes preocupaciones.
No pocas veces le he recordado al ver los “debates” sobre el
giro a la izquierda, el “fin del Consenso de Washington”, o el
interminable “fin del giro progresista” y mil y otras discusiones
sobre los nunca bien terminados procesos de integración
latinoamericana y nuestra tortuosa relación con el Imperio.
Como bien supo el Maestro, la idea que en una de sus obras
más fundamentales llamó “idea nacional hispanoamericana”
es un bien hace largo tiempo deseado y hasta ahora poco
realizado. En sus palabras:
“Al culminar las guerras de independencia la idea de
un ‘ser’ de la nación hispanoamericana tendió a desplazarse en
favor del concepto de su deber ser…en las inteligencias más
lúcidas, se elevó a primer plano la convicción de que organizar
la nación hispanoamericana constituí un imperativo político,
y aun ético, frente a las extendidas prácticas absorbentes de
europeos y norteamericanos. Los márgenes más flexibles
del deber-ser facilitaban, por otra parte, la extensión de la
idea hispanoamericanista. La noción de una comunidad
latinoamericana, que explícitamente comprendía al Brasil,
comenzó entonces a aparecer como factor indesligable del
imperativo de nuestra integración continental”89
Aún hoy es y se trata de un imperativo ético y político
y cada vez es más evidente su imposibilidad de realizarse si
las jerarquías de los diversos espacios nacionales solo miden

89
Ricaurte Soler. Idea y Cuestión Nacional Latinoamericanas. De la Independencia
a la emergencia del Imperialismo. Siglo XXI Editores, México, 1980. Pag. 199.

107
Urania A. Ungo M

ganancias mientras se entregan a la ausencia de proyectos


autónomos. Que diría el Maestro Soler al ver el ¿“fin de ciclo
progresista”?
Saber, conocer, interpretar la historia de ésta nuestra
pequeña patria, en el marco de las vicisitudes de Nuestra
América, eran para Soler las tareas urgentes, impostergables,
importantes de su condición de intelectual. Y a ésta tarea
se entregó con fervor y con lucidez intelectual que quiso
transmitir a sus alumnos. No sé si asimilé bien todas sus
enseñanzas, pues por más voluntad de las y los Maestros, ésta
alumna siempre media a través de sus propias y particulares
convicciones y racionalidad, en todo caso está claro y fresco
que debo al Maestro Soler la desconfianza con el facilismo,
la apreciación de la coherencia, la estimación por el rigor
intelectual, el arte de auto exigirse y una cierta mirada sobre
el mundo que exige conectar a las ‘cosas’ con el todo [...]
Por ejemplo, aún recuerdo, un hecho bastante lejos
en el tiempo, un sonado seminario de ‘materialismo
histórico’, donde luego de informarnos la cantidad de obras
de los fundadores del marxismo que debíamos discutir y en
consecuencia leer, fue general el espanto, el trabajo final
consistía en establecer los instrumentos teóricos, filosóficos e
históricos que debíamos identificar [...] no puedo evitar reírme
al recordar la consternación de la gente!
La gente, éramos profesores de Historia, de Geografía y
Filosofía de las escuelas medias que reaccionaron activamente
en contra del nivel de la exigencia. Además de sonreír, tengo
que preguntarme, recordando ésta experiencia y la a su vez
desazón del Maestro Soler, si ¿es posible realmente enseñar
algo? O mejor dicho, si es posible que pueda, quién no está
dispuesto a aprender, enseñar algo a otra persona. Nada se
estanca decía el Maestro, lo que no avanza retrocede... Y no es
esto, precisamente, lo que está hoy en el centro de la llorada
¿‘crisis de la educación? Imagino que esos fueron otros
dolores que la ‘nación’ también le causó en su condición de

108
Al Maestro Ricaurte Soler: Una Memoria

gran Maestro, además de lo obvio, el 89: ver la Patria herida,


invadida, ultrajada una vez más.
Qué diría hoy mí añorado Maestro del mundo de la
globalización:¿En el que mientras la racionalidad instrumental
del sistema económico y político se intensifica hasta producir
novedades científico-tecnológicas hace poco impensables, en la
dimensión social y cultural, en los imaginarios y concepciones
profundas crecen los irracionalismos, conservadurismos y
fundamentalismos, como dos líneas paralelas que corren en
dirección opuesta.
Todo ello en medio de una crisis global en la que
el crecimiento exponencial de los productos de la ciencia
y la tecnología es contiguo a la reaparición de fascismos,
fanatismos religiosos de diversa laya, visiones políticas
autoritarias, deshumanizantes y regresivas amén de una
exhibición magnificada de la banalidad y la violencia que al
parecer no conoce límites. Dicho en breve, el imperio global
de la modernidad occidental, del cosmopolitismo, sus valores
y modos de vida es resistido con un anhelo fantástico en
tanto aumentan la pobreza, las desigualdades estructurales,
la incertidumbre sobre el futuro y se extiende la ira y la
indignación por flagrantes injusticias, por las escandalosas
brechas entre los modos y niveles de vida de pequeñas minorías
frente al orden que rige la vida de las mayorías.
Los modos de vida de las élites se exhiben magnificada
y banalmente por los medios como el ideal a obtener, mientras
las carencias, limitaciones y dificultades de la vida de las
mayorías solo crecen, Y un intenso malestar social, difuso
pero perceptible emerge acompañado del vacío de sentido de
la vida, de la sensación de horizonte sin salida y el descrédito
de toda la institucionalidad y los partidos políticos.90

90
Urania Atenea Ungo. De la resistencia cultural al proyecto político:
Fundamentalismos contra el cambio social. La Estrella de Panamá. FLACSO
Panamá. Política/domingo 1 de abril de 2018.

109
Urania A. Ungo M

Se dice, y es tenido por verdad, que nadie es


indispensable, pero... ¿será esto tan verdadero como lo asienta
la conciencia popular? ¿Será verdad para la generación a la
pertenezco que hubiese sido sin Ricaurte Soler igual para
nosotros la conciencia de la historia? ¿La conciencia del nicho
histórico que ocupa la construcción de la nación en las luchas
sociales? ¿La conciencia de Nuestra América?...
Decía Ricaurte que “Es claro que una idea prueba su
racionalidad en la medida en que se realiza en la historia”91.
Es para mí evidente que en medio de largos, sinuosos,
contradictorios y complejos movimientos esas ideas están en
proceso.
Seguramente es innecesario responder, es un
ejercicio inútil y sin embargo, un conjunto de ‘preguntas
indeseables’- parafraseando el inolvidable poema de Consuelo
Tomás- surgen cuando se examina eso que hemos llamado
el ‘perfeccionamiento de la nación’ y la instauración de la
soberanía plena en el territorio nacional. Después de 1999,
recuperada la integridad, ¿qué es ahora la Patria? ¿Qué hay
además del folklore, del ‘baile típico’, el reinado de la pollera
y la cutarra... el vacío?
Tal vez Soler lo preguntaría de mucho mejor modo...
por ejemplo, ¿cómo se encuentra hoy la ‘comunidad orgánica’
de intereses que unen umbilicalmente las entrañas de la nación
al centro del Imperio?
Como toda pregunta teórica debe haber un proceso
material y práctico en el que se gesta la respuesta, no lo sé,
espero que la respuesta se esté realizando, en algún lugar.
¿Qué diría además Ricaurte sobre esto?
Siempre reclamé al Maestro, supongo que por
mi incorregible feminismo, no sólo no entender la teoría
feminista, nuestras críticas al androcentrismo en la ciencia
y la virtual ausencia del análisis de lo simbólico en toda su

91
Soler…Idea y cuestión nacional…Pág. 272

110
Al Maestro Ricaurte Soler: Una Memoria

obra... “Ustedes son parricidas!” era su expresión al explicarle


tales críticas. Y sí, tenía razón eso hemos sido y somos las
feministas en relación al marxismo y a casi todo, tal vez
porque la más radical negación es necesaria para pasar a la
superación, a un nuevo estadio en el que es posible reconciliar
de otro modo las viejas oposiciones.
Ricaurte Soler fue un amigo entrañable y especial, una
persona, docente e investigador que encarnó lo mejor de su
tiempo. Un Maestro para muchas personas y siempre es difícil
establecer que le debe una a sus Maestros, por lo general bienes
simbólicos hoy reducidos a meros ‘relatos’. Tal vez el mejor
homenaje a su memoria es hacer y colaborar, en medio del
horrible y banal ruido global, para que en la vida universitaria
y nacional ocupe un lugar no marginal la reflexión, el debate y
el conocimiento.

111
Misceláneas

112
SOLER: UNA REFERENCIAPANAMEÑAINELUDIBLE
EN EL ESTUDIO DE LAS IDEAS EN “NUESTRA
AMÉRICA”. JOSÉ ÁNGEL ESPINOZA SUIRA

Conferencia dictada en el Primer Encuentro Internacional de


Cátedras Martianas, efectuado en Santiago de Veraguas del 8 al
12 de septiembre del 2003.

A nueve años de la desaparición física del maestro Ricaurte Soler,


considero pertinente, en ocasión de este significativo evento
martiano en nuestro país, reflexionar en torno a la importancia
de la obra de Soler en el desbocamiento de un pensamiento
panameño e hispanoamericano pionero en el estudio de la
idea de “Nuestra América”, anhelo siempre presente en la
evolución traumática de las sociedades latinoamericanas que
va desde la independencia del colonialismo europeo hasta lo
que comenzamos a conocer desde mediados y finales del XIX
como la emergencia del imperialismo norteamericano.
Este ensayo lo realizamos con el propósito de replantear
los aportes más significativos del pensamiento soleriano,
tanto en el terreno de la indagación teórico-filosófica, como
en el de la construcción de una historiografía genuinamente
americana: Aportes para nosotros significativos si tomamos
en cuenta que las urgencias del presente se han tornado
apremiantes y cunde por doquier el pesimismo, el fatalismo,
el inmovilismo, las visiones apocalípticas o, en el mejor de los
casos, dogmatismos, sectarismos o relativismos enfermizos.
El pensamiento de Soler hasta su propia personalidad
estuvieron profundamente marcados por la impronta martiana.
El legado martiano se observa en cada actuación del hombre,
del intelectual y del investigador que fue Don Ricaurte, como
le llamábamos algunos. Esta herencia, aunque inconclusa
en su materialización bolivariana, cobra hoy inusitado vigor
ante el aumento de los conflictos y la agudización de los
problemas sociales en una región que se atomiza cada vez
más, gracias a los efectos de la denominada globalización y
los pactos sectoriales con el imperio que, como el ALCA, Plan

113
José Ángel Espinoza Suira

Puebla y los tratados bilaterales de libre comercio, se erigen


como nuevos recursos ideológicos e instrumentales urdidos
por las tecnocracias capitalistas, destinados para convertir
en cosa del pasado las aspiraciones de liberación nacional,
autodeterminación, soberanía y justicia social. Por todo esto,
Martí se encuentra más vigente que nunca y, en efecto, hablar
de Martí en Panamá significa, sin duda alguna, hablar también
de nuestro maestro para siempre, el Dr. Ricaurte Soler92.
Los momentos actuales son de gran confusión e
incertidumbre, en tanto que el gran capital viene propiciando
a escala planetaria cambios profundos en la base material
y supraestructural de su sistema de dominación mundial,
regional y nacional, sobredimensionando el crecimiento
científico-tecnológico y articulando los mercados para
satisfacer la lógica ilógica de una racionalidad instrumental
que, en lo ideológico, promueve la estandarización de gustos,
el consumo desenfrenado, el egoísmo individualista, la vida
disipada, sin nortes ni objetivos, y el culto a toda forma de
placer. La llamada “globalización” promueve precisamente
estos anti-valores para mantenernos desarraigados, alienados
y entretenidos y, sobre todo, hacernos creer que la lucha social
y los reclamos de patria y libertad constituyen “piezas de
museo” o “periódicos de ayer”.
Se plantea, entonces, el hacer altos epistemológicos y
axiológicos en nuestra percepción de la realidad para volver
a beber de la fuente prístina de nuestro pasado glorioso, de

92
La influencia y presencia del pensamiento martiano en Soler fue a todas
luces palmaria. Varios trabajos recogen la continuación creativa de este legado:
“José Martí: Bolivarismo y antiimperialismo”, Simposio Internacional sobre el
Pensamiento Político Antiimperialista en José Martí, Memorias del Centro de
Estudios Martianos, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1989. Anterior a
este trabajo, entramos en 1980: “De Nuestra América de Blaine a Nuestra América
de Martí”, Casa de las Américas N°119, La Habana, 1980. Posteriormente, en
1992, publica en Tareas N°82, septiembre– diciembre, un interesante artículo
titulado: “Martí y el Canal de Panamá”, pp. 47-51.

114
Soler: Una Referencia Panameña Ineludible En El Estudio De Las Ideas En
“Nuestra América”
jornadas, héroes y pensamientos que muchas veces adelantaron
advertencias, proyectos y tareas que ahora deben ser retomadas
y actualizadas. Definitivamente, jamás entenderemos los
eventos post-postmodernos (como ahora los llaman) si antes
no logramos encontrarnos de frente con nuestra angustia
existencial, con nuestros logros, nuestros errores, nuestros
héroes y continuar así la faena, muchas veces interrumpida, de
construcción de nuestra identidad y nuestro destino histórico.
El pensamiento hispanoamericano del XIX y del
XX continúa siendo válido en su misión desalienadora y
reconstructiva. Nos advierte precisamente de que los peligros
siguen siendo los mismos, pero, al ser estos mayormente
complejos, nos propone la retoma crítica de todos estos
aportes para recuperar lo mejor de su proyección visionaria,
poder de diagnóstico, rigurosidad metodológica, optimismo
imaginativo y prospección científica. Estos aportes sólo se
quedarían en el pasado si las metas que se trazaron y las tareas
que se establecieron hubieran sido cumplidas o satisfechas.
Evidentemente, esto no ha sido así y hoy todavía acudimos
a la sobrevivencia de un sistema oprobioso de dominación
que pugna por mantenerse y expandirse a expensas del atraso,
subdesarrollo y explotación inmisericorde de nuestros pueblos.
No obstante, aunque esto constituye una realidad aplastante,
también es cierto que los aportes de Martí y de Soler nos hablan
del fortalecimiento de una ética política basada en la fe en el
hombre, en el progreso material y espiritual de la humanidad,
en el optimismo resultante de la lucha de los pueblos, en
el acrecentamiento de un pensamiento hispanoamericano
liberador y autóctono y en la confianza puesta en el ideal
bolivariano de unidad de las ex -colonias españolas o “Nuestra
América”, en algún momento de todo este proceso.
Diría Soler al respecto que la tarea del momento sería la
de rehacer una cosmovisión que haga justicia al requerimiento
teórico y práctico que reclama la vertebración colectiva y
multidisciplinaria del conocimiento, en franco compromiso

115
José Ángel Espinoza Suira

con los problemas de la realidad americana. Examinar y


reexaminar la realidad así como nuestra percepción de ella
es la empresa a continuar, y para ello el pensamiento pionero
hispanoamericano nos sigue ofreciendo las herramientas
conceptuales, las premisas fundamentales, los recursos
investigativos y las metodologías adecuadas para llevar a feliz
término este empeño vital.
Soler ya no está con nosotros, físicamente, pero sí
lo está su producción y su obra, todo ello orientado a llegar
profundo en la indagación y a producir generalizaciones
científicas a partir de la experiencia concreta de la lucha de los
pueblos indo-americanos. En este sentido, la cátedra martiana
es oportuna para la integración epistemológico-axiológica de
todos estos aportes, porque están fuertemente amarrados al
tronco común de las gestas sociales reivindicadoras del clamor
popular contra el colonialismo de ayer y la opresión neoliberal
del comercio de hoy.
Soler llevó un monitoreo permanente de cada cosa
y cada evento que ocurrió en las revoluciones nacionales y
sociales de hispanoamérica y latinoamérica, en especial en
la Cuba amada de Martí. Fue un ferviente defensor de la
revolución cubana y llamaba a aprender de sus enseñanzas.
No fue casual, entonces, que se propusiera asistir en el año
1995 a los actos conmemorativos del centenario de la muerte
en combate de José Martí y de la Guerra de Independencia
cubana de 1895, a invitación de destacadas personalidades del
Centro de Estudios Martiano de Cuba.
Mayo de 1995 fue la fecha de este evento, importante
para nosotros porque el maestro fallece inesperadamente un
14 de agosto de 1994. Había planeado vender cierta cantidad
de ejemplares de un texto suyo sobre el canal, como apoyo
económico al evento. Para este momento, ya era considerado,
sin duda alguna, uno de los intelectuales más lúcidos de
“Nuestra América”. Había sido reelecto dos meses antes de
su muerte vicepresidente de la Asociación de Historiadores

116
Soler: Una Referencia Panameña Ineludible En El Estudio De Las Ideas En
“Nuestra América”
de América Latina y el Caribe (ADHILAC), la cual sesionó
en Querétaro, México. A la fecha ostentaba los títulos de
licenciado en Filosofía, de la Universidad de Panamá, un
doctorado en Filosofía de la Universidad de París y había
pasado por cursos de Historia de América en la UNAM de
México. No por casualidad había sido también incluido su
nombre en el Diccionario de las Letras en América Latina
(DELAL), como figura y personalidad literaria descollante:
este diccionario fue confeccionado en Venezuela con el
patrocinio de la Fundación Biblioteca Ayacucho. Su actuación
en congresos internacionales como los de Estocolmo, Caracas,
México, Lima, Sao Paulo y otros también fue notoria.

Una visión de Soler


Como persona:
Miguel de Unamuno sentenció en su Sentimiento
trágico de la vida en los hombres y en los pueblos que las
filosofías nos interesan, no tanto por lo que proponen, sino por
el hombre o mujer de carne y hueso que ocultan. Esto cuenta
de sobre manera, en tanto que los seres humanos sin excepción
responden a circunstancias de vida que determinan e inciden
grandemente en la conformación de su personalidad.
En el caso del maestro lo recuerdo como un docente
y un investigador austero, sobrio, de refinadas maneras
y poseedor de un rigor conceptual y hábitos de trabajo y
estudio admirables. Por otra parte, quienes lo conocieron han
dado fe de su entereza moral, de su apego a los principios
y de su honestidad intelectual a toda prueba. No obstante,
esa aparente rigidez de su imagen personal desaparecía al
producirse familiaridad y confianza en las relaciones y surgía
así el profesor Soler, humorista y anecdótico que mostraba
preocupación en todo momento por sus estudiantes y amigos.
Otros lo recuerdan como un hombre impecable, que vestía con
mucha formalidad y poseía ciertos aires de la década de 1950.
Nuestro primer contacto con él se produjo en el año

117
José Ángel Espinoza Suira

1973–74 cuando ingresábamos a los estudios universitarios


en la carrera de Filosofía e Historia. La asignatura cursada
no podía ser otra que Historia de la Ideas en América, la cual
es recordada como un curso difícil donde “si entraban 20 o
25 sólo quedaban 5 o 4 al final del semestre”. Al principio
nos quejábamos de su metodología estricta, pero al final
terminábamos convencidos de que esta disciplina de estudio
y trabajo era necesaria para la interiorización de contenidos
archi-complejos y lograr la capacidad de hilvanar datos
históricos, sociológicos, políticos y económicos cuyas
relaciones no siempre aparecían a simple vista.
Nuestro último contacto académico con el maestro se
produjo en la fase final de nuestros estudios de licenciatura,
cuando tuvimos que realizar el trabajo de graduación o
tesis, la cual en nuestro caso giró en torno al tema: “Bolívar
y su concepción del Estado Nacional Hispanoamericano”.
Precisamente, por los conocimientos poseídos así como por
su vasta experiencia en investigación, algunos de nosotros
optamos por elegirlo asesor del trabajo de graduación. Este
fue precisamente mi caso, y nunca olvidaremos, por la lección
aprendida, que de los tres miembros del Jurado, Soler nos dio
un puntaje de 98: dos puntos menos por no haber citado la obra
del Doctor Octavio Méndez Pereira, fundador de la Universidad
de Panamá, referente a Bolívar y el Panamericanismo. Había
que ser exhaustivos.
En esta parte de la semblanza de su personalidad, deseo
consignar un testimonio que logra captar la opinión que el Dr.
Ricaurte Soler tenía de sí mismo. En un homenaje prodigado
a su persona, como subdirector del Centro de Estudios
Martianos, el historiador cubano Pedro Pablo Rodríguez
nos habla de su último contacto con el amigo Ricaurte.
Fue un encuentro en México en ocasión del Congreso de la
Asociación de Historiadores de América Latina y el Caribe
(ADHILAC), en el cual tuvo la oportunidad de intimar con el
intelectual panameño, que había sido reelecto en el cargo de

118
Soler: Una Referencia Panameña Ineludible En El Estudio De Las Ideas En
“Nuestra América”
vice-presidente.
Cuenta Pedro Pablo que en esa oportunidad se atrevió a
hacerle a su amigo la pregunta de si él sabía que, en ocasiones,
su personalidad era un obstáculo para sus relaciones humanas;
a lo cual contestó:
Sí, sé que no me ayudan mi estiramiento y mis
modales, tan poco panameños. Los cubanos me lo dicen y
los panameños también. Pero, ¿qué le voy a hacer? Ese es mi
carácter, aunque quizás muchos no imaginen que en realidad
me gusta ver bailar, que admiro la palabra fácil y la broma
ligera que a mí no me salen, y que a mí, también, se me van
los ojos tras el bamboleo de ciertas mujeres. Pero hacer todo
eso con el desenfado usual de la gente del Caribe, eso sí
que no puedo, no me sale. Te repito, en eso sé que soy poco
panameño. Pero que no quepan dudas sobre mí: soy panameño
total, esa es mi primera y primordial definición como persona.
Y esa ha sido la esencia de mi obra toda. ¿Mi aspiración? Que
mis lectores de hoy y, sobre todo, los de mañana, me vean así
como panameño93.

Concepción de su rol en la política


Para el momento que trabamos contacto con el Dr. Soler, la
década de 1970, su obra escrita y su pensamiento filosófico
y político ya había encontrado un punto de sedimentación
y maduración. Terminados nuestros estudios, la visión
mantenida del maestro fue la de un docente e investigador
extraordinario, pero también la de un intelectual grandemente
comprometido con la tarea de construcción de un pensamiento
político independiente, crítico y científico.
Muchos le criticábamos el no tomar partido con una
militancia orgánica o partidista, adscrita a alguna de las
expresiones de izquierda conocida, pero, luego, nos convencía

93
De Pedro Pablo Rodríguez: “Mi último encuentro con Ricaurte”. En Tareas
N°89, de enero-abril de 1995, pp.95-97.

119
José Ángel Espinoza Suira

con su ejemplo, que su misión estaba en el mundo de las


ideas, de los conflictos conceptuales, para hacerlos expresar
la acuciante y compleja realidad de los pueblos y sus luchas
libertarias.
Aunque Soler no fue político profesional se involucró
en la política como un intelectual comprometido con las causas
nacionales y sociales. Su pensamiento, analítico, agudo y,
a veces, irónico, se dejaba escuchar en las aulas y pasillos
universitarios, así como en los momentos de lucha estudiantil
por la democratización de la enseñanza universitaria, o por
el co-gobierno universitario de profesores, administrativos y
estudiantes.
Todavía lo recordamos cuando, al toparnos en los
pasillos de clases (como sabía que andábamos en la militancia
estudiantil universitaria, como dirigentes del Frente de
Reforma Universitaria), se acercaba a nosotros para darnos
algún consejo, información o mostrarnos alguna bibliografía
que resultara útil a nuestro cotidiano quehacer94.

La filosofía como matriz germinal y estructural de su


pensamiento
Constituye una riqueza inigualable la producción estrictamente
filosófica que realizó el Dr. Soler. Pudiéramos decir, sin
exagerar, que toda su obra, sin excepción, es filosófica
en el sentido amplio de la comprensión de lo filosófico.
Consignamos, a continuación, un listado de estas obras,

94
Sobre su vínculo temprano con las causas del movimiento estudiantil universitario,
Víctor Avila, docente universitario, historiador y político, nos narra en su artículo
“Ricaurte Soler: Un intelectual comprometido con su tiempo”, que el Dr. Soler
siempre simpatizó con las causas defendidas por la Federación de Estudiantes de
Panamá y el FRU. Desde 1958, con las jornadas de mayo de 1958, lo cual le acarreó
la detención por varios días en la Cárcel Modelo, hasta la huelga universitaria de
agosto-septiembre de 1962, cuando la Unión de Estudiantes de Panamá frustró el
intento de la “rosca universitaria”, liderada por el rector Narciso Garay, de investir
al ex -presidente Ernesto de la Guardia como miembro de la Academia Panameña

120
Soler: Una Referencia Panameña Ineludible En El Estudio De Las Ideas En
“Nuestra América”
tratando de guardar el orden cronológico de su aparición:
- “Problemas de la Historia de la Filosofía”, Tareas N°7,
junio-noviembre de 1962.
- “Sobre las direcciones filosóficas fundamentales”, Tareas
N°15, abril - junio de 1965.
- Modelo mecanicista y método dialéctico, Panamá, Ediciones
de la Revista Tareas, 1966. Tareas N°17.
- El positivismo argentino. Pensamiento filosófico y
sociológico, Biblioteca América Latina, Buenos Aires,
Editorial Paidos, S.A., 1968.
- Estudios filosóficos sobre la dialéctica. (En colaboración con
José de Jesús Martínez). Premio sección ensayo, Concurso
Literario Ricardo Miró, 1971, Ediciones de la Librería Cultural
Panameña, 1973.
- “Causalidad en el mecanicismo y causalidad en la dialéctica”,
Revista Lotería N°193, diciembre de 1971.
- “Dialéctica de universales e individuales (sobre el
nominalismo)”, Revista Lotería N°194, enero de 1972.
- Materialismo e idealismo: Una alternativa. Ediciones de la
Revista Tareas, 1974, tercera edición aumentada, con apéndice
analítico de Humberto Brugiati.
- “La especulación filosófica no puede apartarse de los
problemas de la realidad americana”. Entrevista de Dimas
Lidio Pitty, aparecida en el diario El Día, de México, 10 de
agosto de 1975. Tareas N°33, septiembre - noviembre de
1975.

de la Lengua, en el Paraninfo universitario, para cubrir la vacante que dejara el Dr.


Octavio Méndez Pereira. Este testimonio también nos sitúa a Soler en el año 1963,
durante el Foro sobre Reforma Universitaria que trajo a distinguidas personalidades
como Gabriel del Mazo, ex –Rector de la Universidad de La Plata, Argentina;
Benjamín Carrión, de Ecuador; el jurista salvadoreño Reynaldo Galindo y el
pedagogo y político venezolano Dr. Luis Beltrán Prieto. Por Panamá participaron
Federico Velásquez, Francisco Céspedes y, por supuesto, el Dr. Ricaurte Soler,
con su magnífico escrito: “La reforma universitaria: Perfil americano y definición
nacional”, el cual fue recogido por Tareas N°9.

121
José Ángel Espinoza Suira

- “Consideraciones sobre la historia de la filosofía y de las


sociedades latinoa¬mericanas”, En Cueva, Agustín: La
filosofía actual en América Latina, Grijalbo, México, 1976.
- “La Revolución francesa promovió valores humanos y
democráticos que hoy tienen plena vigencia”. (Entrevista). En
Campus. Suplemento Bicentenario de la Revolución Francesa,
Año 7, N°78, Universidad de Panamá, julio de 1989.
- “Tradición, reflexión y enseñanza de la filosofía en Panamá”.
Tareas N°79, septiembre – diciembre de 1991.
De todas estas obras filosóficas, Materialismo e
idealismo: Una alternativa, es la más utilizada por la mayoría
de los profesores de filosofía a todo lo ancho y largo del país,
indistintamente de su posición ideológico-filosófica. Esto se
debe a que los profesores han tenido que explicar las distintas
escuelas filosóficas que han existido desde el mundo antiguo
hasta hoy, y esta obra, pequeña en su formato y cantidad
de páginas, constituye un trabajo de síntesis y orientación
magistralmente escrita, además de oportuna, en tiempos en que
sobre esos temas predominaban los manuales propagandísticos
sobre filosofía marxista, provenientes de la hoy extinta URSS.
El profesor Soler se percató de la necesidad de un
ensayo de este tipo, y más, cuando él era consciente de que
los estudios filosóficos en la Universidad de Panamá tenían
una marcada tendencia europeizante, además de ser bastante
abstractos y referidos exclusivamente al estudio del “idealismo
filosófico” en sus diferentes vertientes.
Criticaba agudamente en Materialismo e idealismo...
lo que observaba en las aulas de la Escuela de Filosofía e
Historia, en las cuales no se investigaba ni se trataba la realidad
panameña o hispanoamericana, sino, por el contrario, las
disquisiciones giraban en torno a confrontaciones conceptuales
estériles huérfanas de contenido real.
Al respecto, sentenciaba en este trabajo: “De la
confrontación de conceptos sólo surgen conceptos” y que la
búsqueda de la verdad, aislada de la práctica, ya sea individual

122
Soler: Una Referencia Panameña Ineludible En El Estudio De Las Ideas En
“Nuestra América”
o colectiva, deviene en un problema puramente escolástico95.
Esta obrita, de exactamente 67 páginas, constituye
la maduración de su pensamiento filosófico, el cual venía
gestándose desde los años 1962, 1964, 1965, 1966, a través
de artículos aparecidos tanto en la revista Tareas como Revista
Lotería relacionados con los temas “Sobre las direcciones
filosóficas fundamentales”, “Problemas de la historia de la
filosofía”, “Modelo mecanicista y método dialéctico”, hasta
finalmente lograr Materialismo e idealismo: Una alternativa.
Para cuando estudiantes de mi generación de 1973 llegábamos
a la Universidad de Panamá a estudiar filosofía ya circulaba
la tercera edición aumentada de este trabajo, como Ediciones
de la Revista Tareas, que contenía al final un apéndice titulado
“Materialismo e idealismo. Esquema analítico”, escrito por el
profesor y amigo desaparecido recientemente Humberto A.
Brugiati.
Evidentemente, las ideas aquí expuestas representan
una lenta sedimentación de criterios en torno a la enseñanza
de la filosofía tanto a nivel medio como universitario, la cual
se encontraba imbuida hasta los tuétanos de las diferentes
variantes del idealismo filosófico. Insistirá, entonces, con
mayor vehemencia, que lo ideal, lo espiritual, lo cual no es
negado, debe ser explicado a partir de la realidad exterior al
pensamiento. Hasta ese momento se propagaba en las aulas la
creencia opuesta que, aunque reconocía esta realidad exterior
del mundo, la hacía derivar de un acto de creación del “espíritu
divino”. Concluía al respecto, para no dejar lugar a dudas, que
estas dos direcciones filosóficas fundamentales, “idealismo” y
“materialismo”, habían sido históricamente irreconciliables y
lo seguían siendo. Agregaba que, aunque esta disputa filosófica
no aparecía a simple vista en las diversas investigaciones

95
Soler, Ricaurte: Materialismo e idealismo: Una alternativa. De introducción a la
Filosofía, tercera edición aumentada. Apéndice esquemático-analítico de Humberto
Brugiati. Ediciones de la Revista Tareas, Panamá, 1974.

123
José Ángel Espinoza Suira

históricas, ésta se mantenía como supuestos a ser descubiertos


y dilucidados críticamente.
Este tipo de razonamiento lo lleva a un enjuiciamiento
radical del tipo de “lógica” que prevalecía en los estudios
históricos , sociológicos y culturales: Reconociendo que “la
lógica formal” tendría su derecho a existir y que pareciera
como si las leyes de la conciencia cognoscente condicionan y
determinan el conocimiento del objeto, destaca, no obstante, que
en la misma realidad reina “la contradicción”, “el conflicto”, y
ya con esto la “lógica formal” no puede arrogarse la pretensión
de ser la única expresión de la realidad. Importará, entonces,
en Soler, no tanto la validez formal de un conocimiento, sino la
falsedad o verdad de conocimientos concretos, lo cual supone
y exige otro criterio de validación, que no puede ser otro que
la actividad práctica de los hombres concretos, actuando en la
historia y haciendo la historia, de lo cual dependerá el grado
de corrección o exactitud de los conceptos, teorías o sistemas.
La verdad no será, entonces, algo perenne, sino constituirá un
desarrollo, una “verdad histórica”.
Con estas verdades del materialismo dialéctico e histórico
a mano, finalmente tomará partido a favor de un marxismo
humanista y creador que, transformado en “guía para la teoría
y la acción” contribuya a despejar y orientar la lucha nacional
y social en “Nuestra América”.

El marxismo soleriano y el problema nacional


hispanoamericano
Analistas de su pensamiento lo describen como un auténtico
filósofo, en tanto que concebía la reflexión filosófica como una
empresa crítica de desalienación y profundamente vinculada
con la dilucidación de los problemas concretos de la realidad
panameña e hispanoamericana. Ya lo confirmaba en 1975, en
ocasión de una entrevista que le hiciera Dimas Lidio Pittí: “la
especulación filosófica no puede apartarse de los problemas de

124
Soler: Una Referencia Panameña Ineludible En El Estudio De Las Ideas En
“Nuestra América”
la realidad americana”96.
Soler fue filósofo de principio a fin. Entendía que
debía usar ciertos parámetros teóricos fundamentales y su
formación marxista amplia y crítica lo llevó a estructurar
una cosmovisión materialista dialéctica libre de ortodoxias y
dogmatismos. Por otra parte, ya él se había percatado de que el
mismo marxismo adolecía de criterios orientadores en torno al
problema nacional en la época de emergencia del capitalismo
imperialista. No por casualidad escudriñaba y volvía a hurgar
en la obra de Vladimir Lenin: “El Imperialismo fase superior
del capitalismo”, la cual recomendaba grandemente a amigos y
estudiantes. Completaba esta formación la lectura, no sólo de
los clásicos del marxismo y de toda la filosofía universal, sino,
sobre todo, del pensamiento hispanoamericano autóctono, el
cual siempre buscó, consultó y reinterpretó.
Llegado el momento, se percató de que inclusive
este esfuerzo era limitado, en tanto que debía tomar en
cuenta la historiografía más vasta del continente entero:
Por ello afirmaba “el esfuerzo por registrar la originalidad
y las especificaciones de la historia de las ideas en América
constituía una tarea insuficiente en la medida que esas ideas no
eran lo suficientemente integradas dentro del proceso total del
desarrollo histórico latinoamericano”97.
Este detalle nos parece de sobremanera importante en
tanto que Soler descubre que su indagación de las raíces de lo
nacional en nuestro país durante el siglo XIX lo va conduciendo
al examen de otras especificidades en Latinoamérica. De allí
que hienda también su escalpelo heurístico y hermenéutico en
los hechos relevantes de la revolución mexicana, en el proyecto
de Unión Centroamericana, en el bolivarianismo venezolano,
en el sandinismo nicaragüense y en otros experimentos socio-

96
Entrevista aparecida en El Día de México, el 10 de agosto de 1975, la cual fue
retomada por la revista Tareas N°33.
97
En entrevista ya mencionada.

125
José Ángel Espinoza Suira

históricos que arrojaban reveladoras luces sobre la dialéctica


de la construcción del Estado Nacional hispanoamericano.
La Revolución cubana constituirá para él uno de los marcos
referenciales más importantes.
La tesis principal que orienta todo su faena reflexiva
se sintetiza en la certidumbre de que en “Nuestra América”
la erección del Estado Nacional ha constituido un proceso
“sui géneris” no siempre lineal y que se aparta drásticamente
del modelo europeo, que explicaba las cosas en términos de
burguesías, capitalismo y formación del Estado Nacional.
Repetirá, entonces, una y otra vez que en Hispanoamérica el
Estado Nacional es burgués en su forma pero nacional por su
contenido.
En otras palabras, constataba que en el caso
latinoamerica¬no, el Estado Nacional no ha sido producto,
consecuencia, sino co¬mienzo, origen, posibilidad real de
homogenización de la sociedad, desde arriba, donde, en
ausencia de burguesías industriales progresistas, el vacío
de liderazgo es llenado por la aparición de nuevos actores
sociales, las clases sociales emergentes, las pequeñas
burguesías comerciales, las capas medias, los indígenas, los
campesinos, etc., las cuales asumen conciencia nacional en el
seno de la lucha por el control del Estado para así propiciar
la reforma social y satisfacer las demandas concretas de las
masas populares. En fin, en Soler, la conciencia nacional es
construida a partir de la conciencia social.
Esta aproximación teórica se fundamentaba también en
otra certidumbre: la necesidad del examen de los fenómenos
concretos, en toda su especificidad, a partir de las clases
sociales y sus luchas y contradicciones. De toda la rica
producción de textos y libros que Soler nos legara sobre estos
temas, dos de ellos recogen magníficamente la maduración de
esta percepción, de manera exhaustiva y documentada: estos
son Formas ideológicas de la Nación panameña (1963) e Idea
y cuestión nacional hispanoamericana. De la independencia

126
Soler: Una Referencia Panameña Ineludible En El Estudio De Las Ideas En
“Nuestra América”
a la emergencia del imperialismo (1980). Este último influyó
poderosamente en el trabajo de graduación que realizamos
en torno al complejo proceso de erección del Estado Nacional
Hispanoamericano a partir de la experiencia bolivariana98.
Una síntesis de las principales características de los estudios
solerianos efectuados desde la perspectiva del materialismo
dialéctico e histórico nos conduce a los siguientes elementos:
- Esfuerzo sistemático de repensar el marxismo a partir de las
especificidades de la realidad hispanoamericana y panameña y
no europea o norteamericana.
- Visión de la historia como una ciencia holística y estructural.
- Nominalismo social: la realidad del “Estado” no está alejada
de los conflictos de clase. Existencia de una dialéctica entre
Nación-Individuo e Individuo-Nación.
- Investigación exhaustiva de los hechos sociales, políticos,
económicos, culturales, etc., concretos con la intención de
arribar a premisas teóricas claras y comprensibles.
- Optimismo epistemológico y gnoseológico frente a la
posibilidad real de concretar el proyecto de Idea y cuestión
nacional hispanoamericana. En esto es profundamente
bolivariano y martiano, antes que marxista.
- La teorización y acción sobre lo nacional y lo social es
concebi¬da como un “acto deliberado”, “intencional”, donde la
voluntad política individual y colectiva ayuda, da un empujón
a la ma¬duración de las condiciones objetivas y subjetivas del
cambio.
- Concepción del Estado Nacional como instancia o ente
homogeneizador de la sociedad. Se manifiesta en el caso

98
En el abordaje teórico del tema “las clases y sus luchas”, encontramos
definitivamente la columna vertebral del pensar sociológico soleriano: Destacan,
a nivel de la región: Clase y Nación en Hispanoamérica (Ediciones de la Revista
Tareas, 1975) y a nivel de Panamá: Las clases sociales en Panamá (CELA, 1994).
El título de nuestro trabajo de graduación fue: “Bolívar y su concepción del Estado
Nacional Hispanoamericano”.

127
José Ángel Espinoza Suira

hispanoamericano en la posibilidad real de que una instancia


supraestructural, aunque vacía de contenido y fortaleza socio-
económica, pueda coadyuvar al empeño estatal-nacional y
jugar un rol reivindicador de lo social, sin que las condiciones
infraestructurales estén maduras para ello.
- Creación de nuevas categorías en el análisis de los fenómenos
políticos y sociales, como por ejemplo el “bolivarismo” o
el “torrijismo” de nuestra época. Manejo del concepto de
“bonapartismo”, como instancia estatal arbitral del conflicto
“Nación”, “Estado”, “clases sociales”.
- Convicción de que sólo a nivel de las luchas por la erección
del “Estado Nacional” se puede construir una resistencia
efectiva a los poderes imperiales del Norte Capitalista.
- Empeño dirigido hacia el usar las herramientas teóricas de
un marxismo-leninismo renovado para la construcción de una
teoría de la nacionalidad panameña o una “teoría de la patria”.

Maduración de una teoría de la patria


Formas ideológicas de la Nación panameña constituyó
realmente la obra que recoge la maduración de una primera
fase de evolución del pensamiento soleriano. Todos los
estudiosos de la obra de Soler coinciden en esto e inclusive
señalan que estas ideas comenzaron su gestación a partir de
su primer trabajo Pensamiento panameño y concepción de la
nacionalidad en el siglo XIX, trabajo de graduación de 1954
que fuera prologado por Rodrigo Miró. Miró fue su segundo
asesor de tesis, luego que el profesor Carlos Manuel Gasteazoro
marcha¬ra a España en 1953 a realizar una investigación en
los Archivos de Indias de Sevilla99.
Desde Pensamiento panameño... hasta Formas
ideológicas... Ricaurte mostró una inquietud intelectual
singular. Lo vemos también, en el mismo año 1954, haciendo

99
Ver el interesante trabajo del profesor Rodrigo Miró: “Ricaurte Soler, Historiador
de las Ideas”, Tareas N°89, pp. 91-94.

128
Soler: Una Referencia Panameña Ineludible En El Estudio De Las Ideas En
“Nuestra América”
comentarios bibliográficos al ensayo de Don Diógenes de la
Rosa: Don Guillermo (Andreve) y Don Justo (Arosemena),
dos hombres ante una misma preocupación y prologando
la obra del historiador Alfredo Castillero Calvo: Las luchas
sociales en el Istmo. La te¬mática de la “cuestión” nacional
latinoamericana también es abordada en esta década de trabajo
fecundo, que es denominada por algunos estudiosos de las
ideas en Soler como “los años de su juventud”. Así tenemos:
El positivimo argentino (1959) y Estudio sobre historia de las
ideas en América (1961).
De Pensamiento panameño... destaca un pasaje de crítica
germinal al rol de los estudios universitarios, el cual constata
la importancia que ya Soler le otorgaba a la indagación sobre la
cuestión nacional, como la llamaba: “Nuestra más alta casa de
estudios es fundamentalmente panameña e hispanoamericana:
como tal, está llamada a integrar los elementos de nuestra
débil estructura nacional, y a investigar los fundamentos de la
no menos débil fraternidad hispanoamericana; en una palabra,
a incrementar el sentimiento nacional como pedía Eusebio A.
Morales, y a robustecer el sentido hispanoamericanista como
pedía Bolívar”100.
A partir de estas tempranas ideas, el maestro irá
construyendo una interpretación de la realidad panameña
fuertemente fundada en una concepción del “ser” y del “deber
ser” de lo nacional panameño con miras a la formulación de
una “teoría de la patria” o una “teoría de la nacionalidad”
que realmente explicara los fenómenos políticos, sociales,
económicos, culturales; precisara las principales tendencias, y,
sobre todo, trazara el camino a seguir. Hasta este momento no
se había producido un tipo de especulación que integrara los
muchos y variados trabajos que sobre la temática nacional y el

100
Así se expresaba durante su discurso de graduación en la Universidad de
Panamá, el 27 de julio de 1954. Tomado de Miguel Candanedo: “Soler, Nación y
Tareas”, en Tareas N°100, septiembre-diciembre de 1998, p. 12.

129
José Ángel Espinoza Suira

“ser del panameño” ya se conocían. Estos esfuerzos anteriores


fueron realmente importantes y significativos, pero la mayoría
de ellos fueron elaborados desde la perspectiva del “idealismo
filosófico”. No obstante, todos ellos, por supuesto, dejaron
profunda huella en su percepción crítica101.
Soler conoció de importantes y valiosas contribuciones
al pensamiento político panameño. De éstas podemos
mencionar: los trabajos de Justo Arosemena: El Estado Federal
de Panamá, Teoría de la nacionalidad y Estudio sobre una idea
para una liga americana; de José Dolores Moscote: Vocación
filosófica del Dr. Justo Arosemena; de Octavio Méndez
Pereira: Justo Arosemena y Panamá: País y Nación de tránsito;
de Eusebio A. Morales: Meditaciones sobre la fragilidad
del sentimiento patrio de los panameños; y, por supuesto,
los significativos aportes de Diógenes de la Rosa: Eusebio
A. Morales, conciencia crítica de la República y Tres de
Noviembre, así como los del poeta Rodrigo Miró: Teoría de la
Patria (1947). A este respecto también es importante consignar
el influjo poderoso de las ideas de tres destacados intelectuales
universitarios que produjeron una rica intelección sobre el
“ser y naturaleza de lo panameño” como lo fueron Moisés
Chong, El pensamiento panameño, su trabajo de graduación,
Diego Domínguez Caballero e Isaías García Aponte, con su
Naturaleza y forma de lo panameño.

A manera de conclusión
Realmente compendiar y examinar toda la obra del maestro

101
Según el Dr. Miguel Angel Candanedo, en “Soler, Nación y Tareas”, la
dirección filosófica idealista y la metodología fenomenológica que el Dr. Diego
Domínguez Caballero le imprimiera a los estudios sobre “el ser de lo panameño”
en el Departamento de Filosofía de la Universidad de Panamá, indujo a Soler a
realizar una traducción de este empeño al lenguaje del materialismo histórico.
Para este momento, en la misma perspectiva idealista, prevalecía también la visión
de otro profesor de filosofía de renombre, Isaías García Aponte, quien destacaba
por su trabajo: “Naturaleza y formas de lo panameño”. Ver revista Tareas N°100,
septiembre–diciembre de 1998, pp. 9-25.

130
Soler: Una Referencia Panameña Ineludible En El Estudio De Las Ideas En
“Nuestra América”
Soler en un trabajo como este resulta casi imposible sin que
esto no nos lleve una cantidad de páginas mayor. Nos falta
todavía hablar de sus últimas obras importantes como lo
fue, por ejemplo, La invasión de Estados Unidos a Panamá
y El Imperialismo en la posguerra fría. En esta última,
Ricaurte continúa fiel a su espíritu crítico investigativo y a su
compromiso de filosofar e historiar la realidad concreta cerca
de nosotros como latinoamericanos y como panameños.
Desde Formas ideológicas de la Nación panameña
(1971, pero sedimentada desde 1963) hasta La invasión
de Estados Unidos a Panamá (1994) podemos observar
la maduración de un pensamiento crítico fuertemente
comprometido con el dilucidamiento del problema de la
racionalidad del proyecto estatal-nacional hispanoamericano
y, sobre todo, del Estado Nacional panameño. El eje temático
central de estos trabajos continúa siendo el examen del
fenómeno nacional, de la construcción del Estado Nacional
para resistir al imperialismo norteamericano. Por supuesto,
ante el dilema “Realidad o artificialidad histórica de la Nación
panameña”, él se inclinará por lo primero, sustentando de
manera prolija y documentada que el “proceso de liberación
nacional panameño” se ha ganado su derecho a existir. No
somos un invento de ningún poder exógeno, aunque nuestra
clase política así lo haya pretendido o lo siga pretendiendo. Y
esta es la razón fundamental por la cual invadieron a Panamá,
los Noriegas o los militares sólo han brindado las excusas
perfectas para ello. Todavía hoy no aprendemos de estas duras
lecciones que nos ofrece nuestra historia reciente. Todavía
hoy seguimos creyendo en los “cantos de sirena” del imperio
y sus tentáculos financieros, militares y culturales.
Además de estos trabajos individuales, que significaron
un tremendo aporte a la construcción de un pensamiento
político panameño fecundo y autóctono, quizá la mayor
contribución del esfuerzo soleriano estuvo en la fundación de
la revista Tareas, de la cual fue su primer director, promotor y

131
José Ángel Espinoza Suira

guía espiritual. Arístides Martínez Ortega, precisamente, nos


cuenta en su artículo “Ricaurte Soler y Tareas” las vicisitudes
enfrentadas durante la década de 1950 para la materialización
de tan anhelado proyecto. Nos habla, por ejemplo, de cómo
Soler concebía la revista y del primer nombre ensayado para
ella “Quasimodo”, intentando rememorar y continuar aquella
revista que dirigió el Dr. José Dolores Moscote. El nombre
Tareas quedó acordado posteriormente en una reunión donde
participaron Franz García de Paredes y César Young Núñez,
quie¬nes agregan una “s” a la propuesta original de “Tarea”.
Desde el principio hasta nuestros días, Tareas ha
continuado fiel a sus objetivos fundacionales:
- Elaborar un pensamiento que dilucide e incida sobre lo
concreto.
- Ver el pensamiento en su función social.
- Señalar las responsabilidades que se asumen cuando se es
intelectual en Panamá, en Hispanoamérica y en el mundo.
- Servir de tribuna para la discusión de los problemas nacionales
y regionales.
- Erigir un centro de documentación e información sobre el
pensamiento científico-social latinoamericano.
- Dilucidar la realidad panameña y latinoamericana en
sus especificidades mediante un abordaje epistemológico
diferenciado.
- Originar y sistematizar estudios que permitan estructurar
una concepción de la nacionalidad, sin menoscabo de acoger
trabajos no compatibles con la orientación general.
- Sentar las bases para la fundamentación de políticas
coherentes en lo económico, cultural, social, etc...
- Mantener viva la lucha por el perfeccionamiento de nuestra
independencia.
Ahora nos toca proseguir las luchas y el ejemplo del maestro
porque, como una vez dijera Martí:“De pensamiento es la
lucha mayor que se nos hace, enfrentémosla a pensamiento”.

132
CUASIMODO: SU ÚLTIMO ALIENTO. MIGUEL
MONTIEL GUEVARA
En los primeros años del siglo XX vio la luz la revista
panameño-argentina Cuasimodo. “Atalaya espiritual” llamó
Luis Arasquistaín a Cuasimodo en 1919. Ricaurte Soler quiso
emularla dando vida a su Revista TAREAS. Su último trabajo
es precisamente un ensayo sobre esa revista, el cual tituló
Panamá: 1919-1920. Alba de la Utopía. Lleno de entusiasmo
me entregó el manuscrito que todavía conservo para conocer
mi opinión y sentí que la calidad del mismo evidenciaba
un renacer de su ánimo decaído por los tristes hechos de la
ausencia de Chuchú y la debacle del socialismo en Europa del
Este junto con el colapso del gobierno sandinista. La muerte
lo sorprendió antes que pudiera publicarlo.
Entonces decidí hacerlo yo y entregué el manuscrito
al colega Simeón González porque no tenía condiciones
anímicas para llevar a cabo la tarea. Simeón lo revisó y se
publicó póstumamente en el # 94 de la revista TAREAS, con
el título de CUASIMODO: ALBA DE LA UTOPÍA que sugerí.
En su Introducción dice:
[... ] El socialismo real es la primera experiencia en
la historia de la humanidad en que el hombre asume,
con los alcances de su conciencia, la responsabilidad
de estructurar la sociedad al margen de los parámetros
inexorables creados por la propia actividad de
producción y de reproducción de su vida material [...]
Mientras más profundizaba Soler su investigación
sobre Cuasimodo más vivo se sentía, porque ese trabajo era una
oportunidad para replantear la utopía socialista, su optimismo
futurista, expresado con el mismo sentimiento con que se veía
a sí mismo Émile Zola, como patrocinador de los explotados,
“con una mano en el presente pesimista y una mirada en un
futuro esperanzador”, y paralelamente con ello Cuasimodo le
daba también la oportunidad de manifestar su desprecio por
quienes traicionaron la Patria entregándose a los invasores del
horrendo genocidio del 20 de diciembre de 1989:
Pertenece a la conjetura pensar que así como la
Revolución Inglesa y la Revolución Francesa tuvieron

133
Miguel Montiel Guevara

sus propias Restauraciones, con sus respectivos inicios


y clausuras, también algunas de las revoluciones del
“socialismo real” experimentarán Restauraciones que
no torcerán el rumbo de un proceso a la vez continuo
y discontinuo. Y quizás al fantasma de un Bush ya
desaparecido se le congelará la risa al recordar que en la
base militar de Maxwell exclamaba exultante a mediados
de abril de 1991: ¡Nunca como ahora el mundo quiere
seguir el ejemplo de los Estados Unidos! El mundo
tiene una religión: Estados Unidos de América Cierto
es que algunos “panameños” han dado pruebas de ser
feligreses de esa religión mefistofélica. Pero cipayos los
hay en todas partes.
Es la voz que nunca muere, la esperanza viva del anhelo
socialista, la ilusión de vuelta de la isla de Utopía, “la mayor
de todas las fantasías sociales”, como Norman Mackenzie en
su obra Breve Historia del Socialismo llama a la propuesta
plasmada por Tomás Moro en su célebre obra, la cual si bien
no concretó en una realidad, legó a la humanidad el sueño
dorado contenido en sus páginas y la radical sentencia de que:
Todas las desgracias de la gente... provienen de la
propiedad privada; mientras ésta se mantenga, la
gente que trabaja llevará a cuestas el amargo fardo del
infortunio.
Ricaurte Soler es la voz de la utopía. Una voz
revolucionaria, llena de fervor y amor latinoamericanista. No
importa que él mismo se duela y así lo exprese en su ensayo
que lo llamen con saña “ser los incorregibles profetas del
pasado”.
Junto a su repudio contra quienes aplaudieron la
invasión estadounidense a Panamá y en medio de sinsabores,
Soler nunca dejó de ser el maestro que siempre fue:
...Creemos académicamente productivo acometer las
tareas de analizar Cuasimodo, en sus antecedentes
liberal radicales de Colombia y Ecuador, sus propuestas
socialistas; las primeras palpitaciones del “mito” en
Panamá y Nuestra América. La historia es análisis del
ayer para apropiamos del mañana.

134
Cuasimodo: Su Último Aliento

Mañana es hoy. Hoy de globalización, que lo golpeó


con la fuerza de un ladrillo contra una copa de cristal de
Venecia. El proyecto de Cuasimodo sirvió como resina para
unir los pedazos rotos de su alma y lo puso de pie nuevamente.
La utopía que animó las páginas de Cuasimodo a principios
del siglo pasado nos trae como un legado de fin y principio de
siglo/milenio este ensayo de Ricaurte Soler para animar los
sueños de un mundo sin injusticia social, sin explotación del
hombre por el hombre, sin pobreza extrema ni no extrema. Así
lo patentiza al final de la Nota Previa de su trabajo:
De lo que significó Cuasimodo para el idearlo socialista
y su “utopía” la conciencia historiográfica pareciera ser
mucho menor. Es la razón de ser de este ensayo.
Rescata así para el conocimiento historiográfico el
legado de Cuasimodo con su ensayo sobre la olvidada revista
panameño argentina. Hay claros ejemplos de la inserción de
Cuasimodo en la temática social y política de su época, siempre
con su brújula orientada hacia los vientos que soplaban por
los lados del liberalismo radical y del socialismo. Consignaré
algunos ejemplos, sacados a flote por Soler en su prolija
investigación:
1. Publicación en 1920 en Cuasimodo de un
texto de Rubén Darío con el sugestivo título de
“El alba roja”.
2. Cuasimodo dio vida en sus páginas al proceso
ideológico por el cual las aspiraciones de
obreros y campesinos en Colombia y Panamá
emergen a través del liberalismo radical y el
llamado “socialismo poético”, hasta abrazar
planteamientos revolucionarios.
3. El equipo de Cuasimodo estuvo formado
por hombres de claros ideales socialistas,
como fueron: José María Blásquez de
Pedro, anarquista español, colaborador de la
revista. Nemesio Canales, periodista, crítico

135
Miguel Montiel Guevara

literario, ideólogo y político puertorriqueño,


director y principal gestor de Cuasimodo.
José Dolores Moscote, educador panameño,
ferviente defensor de la “democratización
de las escuelas” y de la “socialización de la
enseñanza”, administrador de Cuasimodo. Julio
R. Barcos, argentino, redactor de Cuasimodo,
vehemente propulsor de “universidades
populares”, fundó una en Argentina y otra en
Puerto Rico. Federico Calvo, costarricense,
colaborador de Cuasimodo, expulsado
temporalmente de Panamá, a su retorno se
dedicó al periodismo. El propio José Dolores
Moscote lo llamó “profesor impío, materialista
y ateo, irrespetuoso de las creencias de sus
alumnos, perturbador de los padres de éstos y
del orden social”.
4 Desde su primer número Cuasimodo asume
la defensa de la revolución rusa.
5. Cuasimodo denuncia intrigas de la
diplomacia de la nueva Santa Alianza contra
el régimen bolchevique en Hungría.
6. Con la consigna de “el ademán torvo y el
puño cerrado”, Cuasimodo radicalizará sus
páginas en defensa de la revolución rusa y la
socialización de los medios de producción y
cambio.
7. Cuasimodo recrudece la polémica contra el
reformismo socialista.
8. Cuasimodo escoge una “utopía”: la
revolución social.

Estos datos sobre la Revista Cuasimodo, sin duda


alguna enriquecen la bibliografía historiográfica panameña
al igual que latinoamericana. En otra parte de su estudio nos

136
Cuasimodo: Su Último Aliento

expresa tres propósitos que constituyen realmente tres tareas


para la investigación historiográfica nacional. Estos son:
1. Examinar la pertinencia de las propuestas
de Cuasimodo por lo que respecta a la clase
obrera panameña.
2. Hacer un bosquejo de la clase obrera
panameña antes de la aparición de la Revista
Cuasimodo.
3. Recabar información y elaborar conclusiones
sobre la clase obrera de entonces.
Tareas que el propio Soler hubiese acometido sin lugar
a dudas. Tareas que han quedado a quienes la asuman como la
mejor manera de honrar su memoria. Sea.

137
EL 11 DE OCTUBRE, “PANAMÁ: NACIÓN Y
OLIGARQUÍA”. ENOCH ADAMES M.
Página de FLACSO en La Estrella de Panamá (25-10-2015).

En diciembre de 1975, en el marco del II Congreso Nacional de


Sociología, Ricaurte Soler presentó lo que él llamó la versión
con ‘mayor extensión y autonomía’ del artículo, ‘Panamá:
Nación y Oligarquía. 1925-1975’. Su primera publicación sería
en la revista Tareas N° 34. Estamos entonces, a 40 años de un
artículo que marcaría por sus claves metodológicas, diferencias
sustantivas en cómo debe entenderse científicamente, nuestro
proceso de construcción Estatal-nacional.
El 11 de octubre de 1968 explicado por Soler en su
contexto histórico no puede ser entendido, a su vez, al margen
de un proceso de largo plazo. Este proceso de largo aliento
tiene como momento constitutivo 1904, con la instalación
y posterior consolidación del enclave militar comercial
extranjero en nuestro territorio, denominado ‘zona del canal’.
Hacia adelante de 1904 están esas tres grandes inflexiones de
naturaleza estatal-nacional encarnadas en las presidencias de
Belisario Porras y la primera de Arnulfo Arias. El torrijismo
(1972-1977) es según Soler, el tercer elemento que forma
parte de ese desarrollo.

Ingenuidad y tradición
Sin embargo, algunos reportajes periodísticos que se
publicaron hace dos semanas, a raíz del aniversario del golpe
de estado del 11 de octubre, señalaron la existencia de ciertas
complicaciones para aproximarse a su análisis historiográfico.
Debemos recordar que no es fácil sobrepasar los límites de
la predilección ideológica que la sociedad panameña tiene
por las biografías y los acontecimientos inmediatos. Como
manifiesta Fernand Braudel, ese gran historiador francés:
‘también los encuadramientos mentales representan prisiones
de larga duración’.
Braudel, tomando distancia con el historiador

139
Enoch Adames M

tradicional, decía que lo es, porque otorga su atención al


tiempo de las biografías y acontecimientos, que es el tiempo
breve. Adelantaba que las sociedades y sus componentes tanto
económicos como políticos viven un ritmo menos apresurado
y que en la base de los acontecimientos e historias individuales,
se mueve una historia de naturaleza estructural que sedimenta
procesos en períodos más largos. Esto es lo que Soler pone de
manifiesto en su ‘Panamá: Nación y Oligarquía. 1925-1975’,
al develar la naturaleza dependiente de la formación social
panameña y cómo esta situación, condicionó históricamente
las diversas formas y modalidades de lucha en que se planteó
políticamente la cuestión estatal-nacional.
En una sociedad como la nuestra, cuya cultura histórica
está asimilada fuertemente por el papel que los individuos
tienen, en una concepción sobreestimada de los eventos que
los involucran, la mirada cotidiana no sobrepasa el tiempo
corto. Con ello se olvida que son las situaciones objetivas,
especialmente aquellas que se heredan del pasado, las que
condicionan las acciones de los individuos, incluso las que
hacen historia; y que estas establecen además, los límites
sobre las lecciones que ellos puedan extraer en torno a sus
experiencias, especialmente de las causas y de las condiciones
que las producen.

El 11 de octubre
El golpe de Estado llega de la mano de un complejo de
contradicciones, en donde se combinan diferentes ‘cuestiones’
tanto ‘estructurales’ como ‘episódicas’. Entre las estructurales
está el carácter dependiente de la formación social panameña y
en ella la no resuelta cuestión nacional; y entre las episódicas,
las profundas contradicciones inter e intra clase en que se debate
la cuestión política del poder. Este escenario lo cubren tanto los
conflictos de dominación política entre el Estado oligárquico y
la sociedad; como también, las luchas entre distintas fracciones
de la oligarquía y que tendrán su culminación con la crisis

140
El 11 de Octubre, “Panamá: Nación y Oligarquía”

intra-oligárquica de 1967-1968. A estas alturas el modelo de


dominación oligárquica, concentrador y excluyente estaba
agotado.
Aquí el planteamiento de Pierre Vilar, otro historiador
francés, es certero: el estudio histórico de los acontecimientos
sólo puede hacerse en relación con la dinámica de las estructuras:
la no resuelta cuestión estatal-nacional, sobrepasaba la
capacidad del modelo de dominación política oligárquica para
garantizar la continuidad de la sociedad panameña.
Sin embargo, así como el golpe de Estado no puede ser
entendido sin la crisis del modelo de dominación oligárquico;
estos dos solo adquieren sentido a partir de la ‘conmoción
estructural’ que produce el 9 de enero de 1964.
Él es una parteaguas que se instala en esos
‘encuadramientos mentales’ de los que habla Braudel, y
además actúa como ‘bisagra’ histórica: el 9 de enero de 1964
no puede ser entendido sin el 1904; y hacia adelante, nada
puede ser comprendido sin él. En ese sentido, este suceso
como acontecimiento portentoso—como afirmación soberana
total—, tiene la particular característica de estremecer a la
sociedad en todo lo que queda de la década de los sesenta,
potenciando la crisis político-institucional de 1968 en una
crisis social integral.

Clases y categorías
En el acápite sexto, Soler introduce dos términos con los
que va a caracterizar el proceso que se inaugura con el 11 de
octubre. ‘Bonapartismo y nacionalismo revolucionario’. El
concepto de ‘bonapartismo’ viene del análisis que Marx hizo
del golpe de estado del 2 de diciembre de 1851, que da el—
hasta ese momento — Presidente de la República Francesa,
Luis Bonaparte. En el análisis de las luchas de clases de ese
período, Marx designará como ‘bonapartismo’, el ejercicio de
un poder personal, legitimado socialmente por la primacía de
una casta burocrática-militar, orientada en la voluntad y en la

141
Enoch Adames M

capacidad de preservar al Estado por encima de los conflictos


entre clases.
Lo que es fundamental aquí, en lo que aporta al análisis
la categoría política bonapartismo, es el carácter relativamente
autónomo que asume el poder estatal en Panamá, frente al
conflicto intra-oligárquico y la incapacidad política de la
clase dominante de garantizar su predominio con orden. La
inviabilidad de una forma agotada de dominación política,
desbordada por sus conflictos internos y por las cada vez más
crecientes demandas de los sectores populares, es lo que crea
las condiciones del golpe. Que existen reconocidas acciones
individuales acompañadas de micro historias, sí; pero en el
marco de acciones y de decisiones, no por ellos elegidas,
‘sino bajo circunstancias directamente dadas y heredadas del
pasado’. ¡Cuánta falta haces Maestro!

142
SOLER: CLAVES PARA UNA FILOSOFÍA PRÁCTICA
PANAMEÑA. PEDRO PINEDA GONZÁLEZ.
CUADERNOS NACIONALES

En América, el concepto pensamiento ha sido suscrito para


señalar y nombrar situaciones ligadas a toda manifestación y
percepción, que desde nuestra cosmovisión o “Weltanschuung”
se ha dado, determinada por las ideologías.
En la perspectiva panameña, especialmente, en la
visión de Ricaurte Soler este concepto adquiere un cariz
distinto; lo que permite, al maestro, la posibilidad de proyectar
una forma de hacer teoría e historia de las ideas en Panamá y
América con un nivel de peculiaridad y originalidad que hoy,
en las propuestas de la filosofía práctica panameña, vale la
pena recuperar.
Es así, como Ricaurte Soler en sus inicios, concibe
en su tesis de grado, denominada Pensamiento Panameño y
Concepción de la Nacionalidad en el XIX, un concepto de
“pensamiento” con un sesgo voluntarista e historicista. Esto
es así, puesto que la moda de América y Panamá tenía como
norte el que se reconociera su esencialidad, más que sus logros
teóricos. Estos, son los casos de los trabajos que en México
tienen como pionero a Fidel Ramos y en Panamá a Diego
Domínguez Caballero con el problema de la mexicanidad y la
panameñidad, respectivamente.
Sin embargo, en 1959 Ricaurte Soler propone un
concepto “pensamiento” ligado especialmente al Positivismo
Argentino y a un historicismo, esencialmente, sociológico
intrincado en las raíces históricas e identidades nacionales;
procurando, desligarse de cualquier atisbo o tara relativista, al
precisar como el concepto antes aludido, señala manifestaciones
y apreciaciones con originalidad de la realidad estudiada.
Soler, los suscribe de la siguiente manera:” que el pensamiento
es una especie relativamente autónoma del conocimiento; lo
que no se puede pasar por alto, cuando se trata de estudiar
los materiales ideológicos desde una perspectiva sociológica

143
Pedro Pineda González

y filosófica. Esta aserción se hace patente cuando se estudia


la historia del pensamiento de Nuestra América en general,
y la historia del pensamiento argentino en particular, así
como también el panameño”. (El Positivismo Argentino, El
Subrayado es Nuestro).
Esta percepción soleriana, resulta pertinente en nuestra
propuesta de una filosofía práctica; que aún, cuando debe ser
universalista en concepciones y logros, puede recrear ámbitos
teóricos de nuestra particularidad para, posteriormente,
universalizar.
Desde esta perspectiva la filosofía del derecho, la
filosofía de la educación; así como la filosofía política y otras
propuestas, tienen mucho que ofrecernos.
Proponemos, entonces, una clasificación de las
vertientes fundamentales de la filosofía práctica panameña.
1. El ius Naturalismo moderno-colonial (Filosofía del
Derecho Natural); cuyo centro de interés lo construye
el problema de los derechos del indígena y del negro en
América. Expresiones teóricas – conceptuales de esta
corriente la tenemos en Manuel Joseph de Ayala “el
más distinguido jurista indiano” y otros.
2. Filosofía del Derecho Constitucional que organiza
el Estado panameño en el siglo XIX (el denominado
Panamá Colombiano), a través de un modelo liberal vs
conservador y que en el siglo XX, con otras variantes,
seguirán el ejemplo de Justo Arosemena, José D.
Moscote, Cesar Quintero, Materno Vásquez; entre
otros.
3. Filosofía Moral representada por Justo Arosemena,
quien sienta las bases de vertientes éticas adscritas al
pragmatismo, instrumentalismo y utilitarismo.
4. Filosofía política herencia de la influencia inglesa y
francesa como Jhon Locke, Juan Jacobo Rousseau,
Montesquieu, Jeremías Benthan y Stuart Mill; éste
último, quien con su ensayo sobre la Libertad;

144
Soler: Clave para una Filosofía Práctica Panameña

constituye la versión más positiva de organización del


Estado nacional democrático y en Panamá resultan
seguidores como; J. D. Moscote, Ricardo J. Alfaro,
Carlos Bolívar Pedrechi; entre otros.
5. Filosofía de la Educación representada por Manuel
José Hurtado, Duncan, José Daniel crespo, Guillermo
Andreve, José Dolores Moscote, Octavio Méndez
Pereira y otros.
6. Filosofía de la cultura representada por Guillermo
Andreve, Ricardo Miró, Darío Herrera, Rafael
Moscote, Moises Chong, Reyna Torres de Araúz,
Jiovana Benedetti, Rodrigo Miró y los hermanos Nils
Castro y Guillermo Castro.
7. Filosofía del Folklore, representada por Narciso Garay,
Ricardo Fábrega, los esposos Zárate, Julio Arosemena
y en el ámbito de lo autóctono a Franco Poveda con su
misa típica y Antonio de la Cruz Rudas con su énfasis
en la mejoranera, como nuestro instrumento.
8. La filosofía Marxista, representada por Domingo H.
Turner, Diógenes de la Rosa, Humberto Ricord, Nestor
Porcell, César de León y en el momento actual Olmedo
Beluche en su vertiente trosquista y Miguel Angel
Candanedo en su proyección nacionalista.
A parte de todo lo anterior, ¿qué es lo inconcluso?,
aún sugerimos una lectura renovadora de las propuestas de
la filosofía práctica del porrismo, arnulfismo y torrijismo;
en relación con estas tres vertientes se implican conceptos,
teorías y prácticas que, en la perspectiva soleriana, configuran
la naturaleza del pensamiento filosófico y político panameño.

145
PENSAMIENTO SOCIOLÓGICO EN RICAURTE
SOLER. ALFREDO FIGUEROA NAVARRO
Educado en las disciplinas filosóficas e históricas, en la
Universidad de Panamá, a nivel de licenciatura, el maestro
Ricaurte Soler, 1932-1994, no fue extraño a las preocupaciones
sociológicas desde su primer libro lanzado en 1954 hasta su
final obra de 1991 en torno a la invasión de Estados Unidos a
Panamá.
Por ello, advertíamos, desde 1971, en Ricaurte Soler,
al ‘sociólogo’ que tanto necesitaba la historia panameña. Las
inquietudes sociológicas, en Ricaurte Soler, son susceptibles
de rastrearse, fácilmente, en su Pensamiento panameño y
concepción de la nacionalidad, 1954, su tesis de licenciatura en
Filosofía e Historia, sustentada en la Casa de Méndez Pereira,
cuando se interroga sobre la cuestión nacional a lo largo del
siglo diecinueve patrio. Aun cuando el autor se inscriba en
el campo de la historia de las ideas, es innegable el talante
sociológico de sus consideraciones.
Pocos años más tarde, su disertación doctoral en la
Universidad de París, acerca del positivismo argentino, 1956,
publicada en Panamá hacia 1959, versa sobre el pensamiento
filosófico y sociológico en aquel país de la América austral. En
este sesudo trabajo, tan leído en Sudamérica y en México donde
se reeditara y comentara entusiásticamente, Soler expone las
líneas de fuerza del pensamiento filosófico y sociológico de
la escuela positivista argentina con lujo de detalles. Sin lugar
a dudas, estimamos que este segundo libro de Soler se leyó
más fuera de Panamá que en nuestro país inaugurando la
nombradía de nuestro pensador más allá de nuestras fronteras
y granjeándole una reputación de experto en historia de las
ideas en América a escala continental y planetaria.
Luego, en sus Estudios sobre historia de las ideas
en América, 1961, Soler vuelve a analizar a pensadores
iberoamericanos susceptibles de calificarse de presociólogos
como el mexicano Mariano Otero o nuestro Justo Arosemena.
Fiel a sus inquietudes sobre la nacionalidad, su próximo libro,

147
Alfredo Figueroa Navarro

Formas ideológicas de la nación panameña, 1963, embona


con antiguas preocupaciones suyas sobre el desarrollo y las
especificidades del pensamiento istmeño.
A partir de la edición de esa obra y durante los treinta
años ulteriores de su vida, los asuntos de la nación y de la
nacionalidad palpitarán en las meditaciones solerianas. Así,
por ejemplo, en su [edición de] Teoría de la nacionalidad,
1968, en Panamá en el mundo americano, 1971, en Clase y
nación en Hispanoamérica, 1975, en Panamá, dependencia
y liberación, 1974, en Panamá, nación y oligarquía, 1976,
en La nación hispanoamericana, 1978, en su Idea y cuestión
nacional latinoamericanas, 1980, así como en la Fundación de
la nacionalidad panameña, 1982, y en El pensamiento político
en Panamá, 1988, encontraremos profundas reflexiones en
torno a nuestra urdimbre nacional.
En sus dos últimos libros, Panamá, historia de una
crisis, 1989, y La invasión de Estados Unidos a Panamá, 1991,
el cavilar sobre la nación y su destino se tornará más dramático
y espectral clausurándose, así, la meditación soleriana sobre
un tema sociológico asediado desde su primera juventud.
Por consiguiente, lo sociológico se manifestará en
Soler desde sus primeros escritos hasta los postreros trabajos
su- 144 yos a través de sus aproximaciones al pensamiento
autóctono, a la concepción de la nacionalidad, al razonar de los
sociólogos positivistas argentinos, a las ideologías de la nación
panameña, a las clases sociales iberoamericanas – nacionales
y antinacionales -, a la cuestión nacional latinoamericana, al
imperialismo, al pentagonismo, al populismo, al nacionalismo
revolucionario, a la crisis panameña de la década del ochenta
del siglo veinte, al neocolonialismo, y a la invasión de Estados
Unidos a Panamá.
Comoquiera que no se fomenta sistemáticamente,
hoy por hoy, el examen de sus aportes en la generalidad del
país, a diferencia de lo que acontece en México, Iberoamérica
y el universo, conviene releer e inspirarse en su rica obra

148
Pensamiento Sociológico en Ricaurte Soler

interpretativa para comprender los retos que se plantean


a la nación panameña en el siglo veintiuno y a la nación
hispanoamericana en la hora actual.
Asimismo, se impone destacar la riqueza sociológica
del meditar soleriano el cual, fincado en la filosofía, la
historia de las ideas y el materialismo histórico, se nutre de
lo sociológico para aprehender, por ejemplo, los conceptos
de nación, de clase, de imperialismo, de populismo y de
ideología. Por tanto, su obra, de cariz filosófico e histórico,
exhibe, además, ostensibles relieves sociológicos.

149
EL ESTADO NACIONAL: UNA CATEGORÍA
FUNDAMENTAL EN EL PENSAMIENTO DE
RICAURTE SOLER102. RUBÉN DARÍO RODRÍGUEZ
PATIÑO
I. Ricaurte Soler tenía dos opciones llegado el
momento de escoger el marco teórico que le serviría
de instrumento para el estudio de la cuestión nacional
en Panamá y en nuestra América. O bien suscribía
mecánicamente alguna de las doctrinas elaboradas
previamente, o bien asumía una de las teorías en
boga de manera crítica, esto es, adaptándola a las
realidades históricas que se proponía examinar.
II. Dos interrogantes básicas organizaron la
discusión acerca de la cuestión nacional. Tales son:
(1) las naciones, ¿han existido milenariamente?
Y: (2) las naciones, ¿corresponden a una etapa
determinada de la Historia?
III. Los exponentes del historicismo romántico
y del liberalismo responden que la Nación es un
fenómeno colectivo ubicable a través del devenir
histórico.
IV. Los partidarios de la escuela marxiana
responden que la Nación ha sido dominante solo en
un período determinado de la Historia: aquél que
coincide con la sociedad capitalista y particularmente
con el capitalismo ascensional.
V. Rodolfo Mario Agoglia resume la posición
del historicismo romántico y del liberalismo así: “La
Nación es el complejo de las fuerzas espirituales
propias de cada pueblo, es un organismo espiritual
de base natural que crece y se desarrolla en el tiempo.
Arte, lenguaje, literatura, religión, costumbres, son
los ingredientes que componen esa unidad orgánica
y dinámica que evoluciona lenta e inexorablemente

102
Ponencia preparada para el XIII Congreso Nacional de Sociología 2010.

151
Rubén Darío Rodríguez Patiño

hacia su pleno y total desenvolvimiento.” Esta


perspectiva enfatiza en los factores espirituales.
Dichos elementos construirían la identidad del
grupo humano reputado como una Nación. Y estos
colectivos podrían encontrarse en cualquier período
histórico.
VI. J. V. Stalin ha definido la Nación desde
posturas marxianas como “una comunidad estable,
históricamente formada, de idioma, de territorio,
de vida económica y de psicología, manifestada
ésta en la comunidad de cultura.” Esta perspectiva
subraya la vida económica común materializada en el
mercado nacional capitalista. Se alude, desde luego,
a una Formación Económico Social propia de una
etapa histórica específica.
VII. Ricaurte Soler no suscribió mecánica y
acríticamente las teorías imperantes acerca del
fenómeno nacional. El historiador y filósofo
panameño sostuvo, en efecto, la imposibilidad
de comprender la categoría Nación con las solas
determinaciones de comunidad territorial, lengua,
cultura y, aun, de las relaciones económicas. Creyó
-igualmente- que mucho menos podía entenderse la
cuestión nacional a través del concepto que enfatiza
en los elementos espirituales, pues, a su entender la
cuestión nacional es inseparable de los ascensos del
capitalismo. Y agregó, refiriéndose a las sociedades
hispanoamericanas del XIX, que en éstas “los
conflictos de carácter interno subordinan [las]
incidencias o causalidades de carácter externo.”
VIII. Soler encuentra en el materialismo histórico,
ciertamente, un asidero para hacer inteligible el
hecho nacional. No obstante, propone reconstruir
la totalidad social solidarizando la estructura y la
superestructura. Esto implicaría reconocer que en la

152
El Estado Nacional: Una Categoría Fundamental en el Pensamiento de Ricaurte Soler

sociedad capitalista corresponde al Estado asegurar los


espacios económicos nacionales. Al Estado nacional
compete, pues, imponer mediante la violencia
legítima que lo caracteriza, una homogeneidad para
configurar tanto el mercado nacional como la cultura
nacional.
IX. Marcel Mauss, Maxime Rodinson y René
Zavaleta Mercado -entre otros autores- coinciden con
Ricaurte Soler en cuanto a la amalgama entre Estado
y Nación.
X. Mauss escribió en torno a la cuestión nacional
en 1920. En su obra La nation, publicada en 1956 y
considerada una de las más acabadas teorizaciones no
marxianas acerca del fenómeno nacional, afirma que
la Nación es “una sociedad material y moralmente
integrada con poder estable, permanente, fronteras
determinadas, relativa unidad moral, mental y cultural
de los habitantes que se adhieren conscientemente al
Estado y sus leyes.” Además de la imbricación entre
los elementos espirituales y económicos, la cohesión
del grupo humano se completa cuando sus integrantes
se adhieren a la institución estatal.
XI. Por su parte, Rodinson dice que la altamente
valorada “unidad económica sólo [puede] llegar
después de que [las] naciones se [conviertan] en
Estados nacionales.” Y para Zavaleta Mercado
la soberanía, que es un requisito esencial de todo
Estado, es indispensable para la existencia de la
Nación. “A tal punto es fundamental la consigna
de la autodeterminación (…) que Puerto Rico
podría en determinado momento (…) reunir todas
las características de la nación según Stalin, ser
una comunidad estable, históricamente formada
de idioma, territorio y de psicología-cultura y, sin
embargo, no ser nación. La soberanía, en efecto, es

153
Rubén Darío Rodríguez Patiño

un requisito de la nación y no sólo su adjetivo.”


XII. Cuando abordó el estudio de la independencia
de Panamá de Colombia de 1903, Ricaurte Soler
rechazó una imagen (I took Panama de Teodoro
Roosevelt) que fue dominante en Estados Unidos
de América y, aun, en Latinoamérica. Para Soler,
efectivamente, Panamá no era una “república
inventada” por el imperialismo yanqui.
XIII. Soler interpreta el movimiento separatista
de 1903 como la materialización de un proceso de
formación nacional que data de finales del siglo XVIII.
Este proceso está matizado por ensayos autonomistas
e independentistas a lo largo del XIX, que “reflejaban
una composición y una problemática histórico-
social distinta y antagónica a las de la submetrópoli
bogotana.” De manera que el imperialismo penetró
merced a las contradicciones entre las oligarquías
colombiana y panameña, resultando de ello “una
independencia cuya forma política venía a ocupar un
lugar intermedio entre el neocolonialismo impuesto
por Estados Unidos a Cuba tras las intervención de
1898-1902, y el coloniaje renovado que la misma
potencia impuso a Puerto Rico” (Guillermo Castro
Herrera y Ricaurte Soler).
XIV. Las condiciones objetivas de la independencia
de 1903 imprimieron, desde luego, específicos
imperativos históricos a la república naciente.
Empero, lo trascendente de 1903 fue la eclosión de
un aparato estatal que viabilizó el afán latente de
solidarizar la estructura y la superestructura. Así,
una vez constituida la república ha correspondido
a sus instituciones la apropiación progresiva de
la estatidad (stateness), esto es, el complejo de
propiedades y atributos que sustentan la “capacidad
de articulación y reproducción de [las] relaciones

154
El Estado Nacional: Una Categoría Fundamental en el Pensamiento de Ricaurte Soler

sociales que definen la existencia de un Estado”


(Óscar Oszlak).
XV. Desde otra perspectiva, el momento histórico
en el que nace la República de Panamá determina
la fisonomía y los roles que asumirá la formación
del Estado nacional. Por una parte, en 1903 estaban
ya delineadas las instituciones públicas mínimas,
erigidas éstas en el Panamá colombiano. De otro
lado, la república se incorpora plenamente a la órbita
del capitalismo norteamericano y, con ello, estrecha
lazos con el sistema capitalista mundial. Igual ocurrió
con otras naciones (late-comers) surgidas a inicios
del siglo XX.
XVI. En Panamá, la monumental inversión de
capital extranjero a través de la construcción del Canal
interoceánico permeará el proceso de formación del
Estado nacional. La presencia yanqui en Panamá
coadyuva, asimismo, a la resolución de los conflictos
inter-oligárquicos, pues, persuade a dicha clase
dominante a converger en torno a la explotación
productiva de la posición geográfica istmeña. Todo
esto subraya “la capacidad de la oligarquía para
promover el desarrollo capitalista-dependiente del
conjunto de la economía panameña, conservando
al propio tiempo su unidad como bloque de poder
apto para negociar con el imperialismo los intereses
de la nación”, tornándose esta circunstancia en
la condición interna para “preservar las formas
oligárquico-semicoloniales de la dependencia
panameña” (Castro Herrera y Soler).
XVII. A fin de cuentas, y asumiendo la noción
de momento constitutivo propuesta por Zavaleta
Mercado para aplicarla a la cuestión estatal-nacional
istmeña, bien podrían sugerirse los momentos
constitutivos fundamentales de la Nación panameña,

155
Rubén Darío Rodríguez Patiño

a saber: la separación de Colombia en 1903, el 9 de


enero de 1964 y el cumplimiento de los Tratados
Torrijos-Carter en 1999. Las circunstancias de
Panamá en tales momentos constitutivos y los grupos
que han ocupado el centro hegemónico durante los
mismos, han definido el proceso de formación del
Estado nacional panameño. Durante la década de
1970 fueron los grupos vinculados a Omar Torrijos
los que fijaron la ruta para la recuperación de la
soberanía nacional. En los años ochenta se desvanece
paulatinamente el proyecto torrijista surgido en los
setenta y muchos son los factores que contribuyeron
a la invasión estadounidense de 1989, que es -desde
luego- un claro momento antinacional.

156
El Estado Nacional: Una Categoría Fundamental en el Pensamiento de Ricaurte Soler

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157
Debates

158
RICAURTE SOLER Y LA CUESTIÓN NACIONAL
LATINOAMERICANA. OLMEDO BELUCHE
Tres hechos me han llevado a revisar estas líneas, que no son
nuevas sino que pertenecen al libro Estado, nación y clases
sociales en Panamá (1999), en primer lugar, la conmemoración
del Bicentenario de la Independencia hispanoamericana, que
obliga a repensar en esa tarea inconclusa; en segundo lugar, la
celebración de los 50 años de la Revista Tareas, fundada por
Ricaurte Soler, que ha sido tribuna y cerebro de la lucha por
la liberación nacional en Panamá; en tercer lugar, un par de
largas y fructíferas conversaciones con el maestro Guillermo
Almeyra que, además, tuvo la gentileza de obsequiarme el
libro de Juan José Hernández Arregui, La formación de la
conciencia nacional.
En Panamá, ha sido Ricaurte Soler quien ha estudiado
profundamente este tema103. Sin bien nuestra investigación
realizará un sondeo sobre el conjunto de títulos citados, es en
Idea y cuestión nacional latinoamericanas104 el libro en que,
de manera magistral, Soler sintetiza sus años de estudio sobre
el tema. Es a partir de este trabajo que deseamos empezar
nuestra reflexión crítica, en la que encontramos acuerdos y
desacuerdos con la interpretación de Ricaurte Soler.
Abordar críticamente el trabajo de un autor de la talla
de Ricaurte Soler no implica para nada un demérito, ni una
“ofensa”. Nada más alejado de la ciencia, no olvidemos que
la historia pretende serlo, ni del propio carácter de Ricaurte
Soler, el cual fundamentaba sus profundas investigaciones
en polémicas políticas estrechamente relacionadas con los
más trascendentes problemas de la coyuntura nacional o
latinoamericana del momento. Sus ensayos están llenos

103
Entre otras, podemos citar las siguientes obras de R. Soler sobre el tema: Formas
ideológicas de la nación panameña; La independencia de Panamá de Colombia;
Justo Arosemena y la idea nacional panameña del liberalismo; Panamá: nación y
oligarquía; Clase y nación en Hispanoamérica, etc.
104
Soler, Ricaurte. Idea y cuestión nacional latinoamericanas. Siglo XXI editores.
México. 1980.

159
Olmedo Beluche

de picantes comentarios satíricos de autores con los que


polemizaba.
Pretendemos imitar al maestro Soler, en el método
absolutamente científico, de tomar partido en las polémicas
teóricas y señalar errores donde nos parece que los hay.
Analizar nuestra historia panameña, para intentar
explicar el surgimiento de nuestra nación, y de nuestro sentido
de “lo nacional”, no puede realizarse en el marco de una
teorización abstracta o meramente conceptual. Es preciso
confrontar los intentos de interpretación histórica con los
hechos pasados, pues la realidad misma es la que puede arrojar
luz sobre el debate.
Por esa razón, nos parece que ese análisis no puede
hacerse al margen de la obra de nuestro más fecundo
historiador del período colonial istmeño, el Dr. Alfredo
Castillero Calvo; de la obra de Celestino Araúz o Figueroa
Navarro, respecto al Panamá decimonónico; y tantos otros
historiadores y sociólogos que han analizado los del estado
nacional panameño a lo largo del siglo XX.

Formas sociales de la colonización y su papel en la


formación nacional en Ricaurte Soler.
A. Nación y desarrollo capitalista:
Ricaurte Soler parte del acuerdo metodológico antes señalado:
hay una relación estrecha entre el Estado nacional y el
capitalismo. Pero, para él, existe un orden de presentación
histórico entre ambos: el Estado nacional precede, y es
condición indispensable, para el desarrollo del capitalismo.
Es decir, la existencia del Estado nacional no presupone
inmediatamente sistema social y económico capitalista,
aunque sí marca el camino de su nacimiento.
Al inicio de su obra se pregunta Soler: “[...] ¿los
estados nacionales se formaron en conjunción con los orígenes
del capitalismo, constituyéndose en mediación esencial de su
desarrollo o, por el contrario, son la expresión y resultado de

160
Ricaurte Soler y la Cuestión Nacional Latinoamericana

su consolidación en el marco de la hegemonía del capital y la


burguesía industriales? [...] Optamos por afirma la corrección
y legitimidad del primer término de la alternativa” (1980:14).
Para Soler esto es así, ya que la creación de las
modernas naciones recae en dos clases no capitalistas: las
monarquías absolutas y la burguesía comercial. Aquí aparece
una especie de paradoja, puesto que la burguesía comercial es
a todas luces una clase capitalista, pero Soler, refiriéndose al
caso español, dirá que era una actividad comercial puesta en
provecho de un “despotismo oriental”, por el cual la extracción
de excedentes comerciales servía para sostener una parasitaria
casta aristocrática en la España colonial.

B. El carácter del Estado absolutista:


Es en el marco del Estado absolutista, que mediante la coerción
conforma las naciones europeas, a medio camino entre el
feudalismo y capitalismo, donde se desarrolla la confrontación
de clases que va a dar origen a la sociedad moderna. Esta
época de transición y aguda lucha de clases, va a tener en
el absolutismo el árbitro por excelencia de estas agudas
confrontaciones, lo que le confiere al Estado absolutista un
carácter “bonapartista”, según Soler.
“Nunca menos que en la modernidad el estado fue,
entonces, mero epifenómeno de la estructura económica
[...] A partir de ahora la aristocracia en decadencia, pero
no extinguida, y la burguesía en ascenso, pero aún no
triunfante, dirimen sus contradicciones, a lo largo de dos
y tres siglos. Todo ello en el espacio del estado nacional,
monárquico y absolutista. Es por eso por lo que, fijando
la atención en su poder arbitral, y empleando el concepto
en forma un tanto liberal, ese estado ha sido calificado
de “bonapartista”” (1980:16).
Soler insiste, citando a Suren Kaltajchian, que el
surgimiento de las naciones modernas se realiza en el marco
de “relaciones capitalistas anteriores a la consolidación
del capitalismo”. Son el capital comercial (relaciones de
intercambio) y la monarquía absoluta (coerción estatal) los

161
Olmedo Beluche

dos agentes fundamentales que moldean el Estado nacional.


Teniendo mucho mayor peso, en la fabricación de la nación,
la coerción ejercida por el Estado absolutista que el propio
capital mercantil por sí mismo.

C. Ni naciones milenarias, ni lumpennaciones:


Ahora bien, que las naciones precedan al surgimiento del
capitalismo como tal, no significa que éstas existan en
cualquier tiempo pretérito, ni desligado por completo del
sistema capitalista. Las naciones modernas, de acuerdo a
Soler, constituyen el precedente inmediato del capitalismo, al
cual sirven de base. Soler rechaza, por eso, las afirmaciones
de Samir Amin, en el sentido de que pueda existir una
milenaria nación árabe vinculada con modos de producción
precapitalistas (1980:18-20).
Para Samir Amin la existencia de una nación viene
dada por algunas condiciones elementales como: coexistencia
en una contigüidad geográfica, lengua y expresión cultural
comunes, y una clase social que unifica la actividad económica
desde el aparato estatal. Según Amin, esa clase social no
necesariamente debe ser la burguesía, como pretende la
teorización “eurocéntrica” del problema. Soler opina que
Samir Amin confunde los conceptos diferentes de Estado y
Nación. Dice Soler:
“... es precisamente función del estado asegurar, a través
del dominio de clases, la unidad económica de cualquier
formación social. Y el elemento fundamentalmente
nuevo y distinto del estado moderno es el que asegura
la unidad económica de la muy nueva y distinta realidad
social que es la, o las naciones, según que se trate de un
estado nacional o multinacional” (1980:19).
Evidentemente en la interpretación soleriana existe una
estrecha relación entre estado nacional y modo de producción
capitalista. Sin embargo, Samir Amin parece tener razón en

162
Ricaurte Soler y la Cuestión Nacional Latinoamericana

que los elementos que constituyen la “nacionalidad”, parte


esencial de la nación, no existen sólo en el capitalismo, sino que
también se producen en formaciones sociales precapitalistas.
Una reflexión más exhaustiva que podríamos abordar en un
futuro ensayo, debiera diferenciar y relacionar los conceptos
de nación-nacionalidad, nación-estado y nación-modo de
producción.
En el otro extremo de la interpretación del problema
nacional, ubica Soler a la llamada “teoría de la dependencia” y
a su vocero más reputado, André Gunder Frank. Interpretación
ésta que, según Soler, peca por privilegiar en el análisis, el
peso del desarrollo capitalista por encima de la formación de
la nación, llegando a catalogar los estados latinoamericanos
por un término que Soler estima despectivo y erróneo:
“lumpennaciones”.
Soler hace tres contundentes críticas a la teoría de la
dependencia: 1. Ella niega la importancia de las relaciones
sociales propias de la formación nacional privilegiando el peso
de la esfera de la circulación; 2. En la relación interno/externo
asigna a los condicionamientos externos un determinismo
total que difumina la historia interna; 3. Cita a Heinz Dieterich
cuando señala que ésta: “reemplaza -y esto es lo decisivo- la
‘ilusión autoimpuesta del marco nacional’ por otra ilusión
igualmente errónea, a saber un condicionamiento mecánico
de los procesos sociopolíticos internos del satélite por la
prepotente estructura externa” (1980:20).
Reivindicamos aquí la afirmación de Soler en el
sentido de que el concepto de “lumpennaciones” puede inducir
la idea de que la reivindicación nacional latinoamericana,
frente al imperialismo, carece de legitimidad: “...frente al
imperialismo, nos desarma al declararse que nuestras naciones
y nuestro nacionalismo es “lumpen” por carecer de legitimidad
y racionalidad históricas” (1980:21).
Sin embargo, en favor de la teoría de la dependencia
hay que decir dos cosas:

163
Olmedo Beluche

1. No necesariamente el concepto de “lumpennación”


implica desconocer la importancia de las reivindicaciones
nacionales;
2. La teoría de la dependencia introdujo un elemento
metodológico decisivo para cualquier análisis histórico de las
naciones modernas, la perspectiva mundial, que el capitalismo
ha inaugurado. El modo de producción capitalista al unificar el
planeta bajo su férula ha creado la historia universal y, desde
1492, al menos, es imposible entender cabalmente la historia
americana, o de un país en particular, sin una perspectiva
internacional y del comercio mundial, y qué papel juega cada
nación dentro de ese marco “universal”.

D. ¿Una nación hispanoamericana?


Con algunas variantes respecto a la teoría de la dependencia,
pero ubicada en una perspectiva similar, se encuentra la
interpretación de la corriente argentina de la llamada “izquierda
nacional”, a la que Soler también critica. De esta corriente
interpretativa destaca Soler la obra de José Hernández Arregui,
según el cual la historia de la nación latinoamericana estaría
enraizada en las luchas populares frente a una oligarquía
antinacional aliada a intereses extranjeros.
Respecto a la historia argentina, Hernández Arregui
critica la interpretación de origen “demoliberal” que ha señalado
el carácter “bárbaro” o retrógrado de las masas rurales y sus
caudillos durante las guerras civiles postindependentistas. Por
el contrario, la “izquierda nacional” considera que es la ciudad
porteña, proinglesa y librecambista, el elemento antinacional
en dicha fase histórica. Este es un interesante elemento de
debate que habremos de retomar más adelante.
Soler critica muy concretamente a esta corriente “el
análisis casi exclusivamente político del proceso histórico”, lo
cual estaría alejado metodológicamente del criterio marxista
que da preeminencia a la relación entre la estructura económica
social y la superestructura política.

164
Ricaurte Soler y la Cuestión Nacional Latinoamericana

Les critica también su visión de una “nación española”,


incluyendo a la América hispana, que se ha fraccionado
producto de los avatares históricos. El origen de esta “nación
española” se encontraría, según Arregui, en el reinado de
Fernando e Isabel que habría abierto con la unidad del reino la
fase moderna de la historia de España.
Para Soler no existió tal “nación hispana”, porque
los “reyes católicos”, si bien alcanzaron la unidad del estado
español, no fundaron una nación, por el hecho de que no
inauguraron la fase de desarrollo capitalista, sino la pervivencia
de la España feudal. De ahí se explican los persistentes
problemas nacionales en la España actual, según Soler.
La derrota de la insurreccción de los comuneros
de 1521, según Soler, habría sido el aborto del temprano
capitalismo hispano. En su apoyo Soler cita a Marx, el cual
compara105 el efecto “civilizatorio” del absolutismo europeo
con el absolutismo español que conservó “formas asiáticas de
gobierno”. Soler considera que España en este período siguió
siendo esencialmente feudal, y su absolutismo tuvo un carácter
marcadamente “antimoderno”.

E. Ni panfeudalismo, ni pancapitalismo:
De ahí que, respecto al carácter del modo de producción
dominante en Hispanoamérica en la fase colonial y la manera
como determinó el proceso de formación de las naciones
americanas, Soler trace su análisis diferenciado de las
interpretaciones predominantes:
1. La liberal, de un Alberdi o Mariano Otero, según la
cual la independencia sería nuestra revolución burguesa que nos
colocaba en el camino de “alcanzar el estatuto social y político
de la república norteamericana o de las democracias burguesas
europeas. Sólo faltaría, para ello, que una emancipación mental

105
Marx, Carlos y Engels, Federico. Revolución en España. Ed. Ariel. Barcelona,
1973.

165
Olmedo Beluche

completase la independencia política”(1980:103).


2. La materialista histórica, heredada de un José
Ingenieros y José Carlos Mariátegui (más vinculada con la
liberal de lo que advierte Soler), quienes consideraron que la
independencia mantuvo las relaciones de tipo precapitalistas
que rigieron en la fase colonial, por lo cual la tarea presente
sería la de superar dichas formas atrasadas. De esta vertiente
surgieron luego las ideas de Rodolfo Puiggrós (De la colonia
a la revolución106, que tanta influencia tuvieron en las
interpretaciones “etapistas” de los Partidos Comunistas de
corte estalinista en América Latina (esto no lo dice Soler).
3. La vertiente precedente al dependentismo,
inaugurada por Sergio Bagú (Economía de la sociedad
colonial y Estructura social de la colonia107, que destaca el
carácter capitalista de la sociedad colonial y el peso de la
inserción comercial en la economía mundial de las colonias
(o “provincias”) americanas. Soler responde señalando la
imposibilidad de un “capitalismo comercial”, y señalando la
necesidad de la explotación de mano de obra asalariada como
precondición para la existencia del sistema capitalista.
En el marco de estas tres grandes vertientes, Ricaurte Soler,
parece acercarse más a la segunda, pues enfatiza el carácter
esencialmente feudal de la colonización española en América.
Aunque también se diferencia y hace algunas precisiones
a la versión fuertemente “feudalizada” de un Puiggrós,
puesto que Soler señala que acá no se calcaron las clases
sociales e instituciones del feudalismo europeo, y remarca la
“especificidad” de nuestra formación social.
“No se trata, por cierto, de un calco de los modos de
producción predominantes en la península que luego
sólo fueron “transplantados” a América. Pero sí se trata

106
Puiggrós, Rodolfo. De la colonia a la revolución. 5ª ed ampliada. Carlos Pérez,
Editor. Buenos Aires, 1969.
107
Bagú, Sergio. Economía de la sociedad colonial. El Ateneo. Buenos Aires,
1949. - Estructura social de la colonia. El Ateneo. Buenos Aires, 1952.

166
Ricaurte Soler y la Cuestión Nacional Latinoamericana

de su implantación violenta ajustada a las condiciones


dadas del medio americano. La Castilla feudal, más que
la España nacional en precaria gestación, comienza a
ejercer su dominio sobre la fuerza de trabajo indígena.
El objetivo inmediato era desvincularla de de las
sociedades globales preexistentes, desde las tribus a los
“imperios” de los mexicas e incas. El total exterminio
de los indios antillanos y la hecatombe demográfica
del siglo XVI dan fe de la violencia de la ejecución del
proyecto. Pero éste inevitablemente tenía que ajustarse
a la necesidad de las condiciones dadas. Lo que nos
conduce al problema de la especificidad de la formación
social americana del período colonial”(1980:108).

Así como Soler cree determinante la fase productiva,


con respecto a la circulación, dentro de la primera da
preeminencia metodológica al problema de precisar el tipo de
relaciones sociales de producción existentes. En el binomio
fuerzas productivas / relaciones sociales de producción,
componentes estructurales que definen el modo de producción
predominante en una sociedad dada, Soler estima determinantes
a las segundas. Es más, él considera que, en la medida en que
el marxismo considera al hombre como la fuerza productiva
básica, son las relaciones sociales de producción las que
encarnan a esta fuerza productiva, adquiriendo alguna forma
estatal determinada (1980:105-108).
En este sentido, Soler considera que los tributos (a la
Corona y a los conquistadores) a que fueron sometidos los
indios, bajo la forma de la esclavitud o la explotación servil
(mita, enganches, etc.), liquidaron la vieja comunidad indígena
y, por ende, las relaciones sociales precoloniales. Por eso no
se puede hablar de la existencia de relaciones “despótico
aldeanas” o asiáticas en la colonia hispanoamericana.
Igualmente son casi inexistentes, muy raras o meramente
nominales las relaciones de tipo asalariadas, por lo cual no se
dio lugar a un esquema capitalista de producción.
“La esclavitud de los negros expropiados de cualquier
instrumento de producción, y la coerción extraeconómica

167
Olmedo Beluche

de los indios, poseedores o no de instrumentos productivos,


constituyeron, pues, los fundamentos reales de la economía
colonial”(1980:110).
Incluso en el plano de la “circulación” la colonización fue
precapitalista, es decir feudal, de acuerdo a la óptica soleriana.
Soler cita una larga lista de obstáculos extraeconómicos
que impedían el libre comercio: desde la fijación de precios
arbitrarios por los cabildos, hasta la proliferación de aduanas,
impuestos, monopolios, etc. Al respecto refuta Soler las tesis
de Marcello Carmagnani (1980:111).

E. Soler propone estudiar el problema a partir de la ley del


“desarrollo desigual y combinado”:
En general, Ricaurte Soler rechaza las tesis extremistas
que reivindican, para la colonización americana, tanto
la existencia de un “pancapitalismo” como las que sólo
ven un “panfeudalismo”. Las primeras no explicarían
las contradicciones reales que agobian a los países
latinoamericanos, los choques permanentes entre los
elementos estructurales y superestructurales que representan
lo “moderno” y lo “atrasado”. Las segundas no explican de
dónde surgen los caudillos e ideas independentistas, o peor
aún, los presentaría como excrecencias del régimen feudal
(1980:112-119).
Empero, Soler se acerca fuertemente a la segunda
vertiente interpretativa, con la que comparte la mayoría de sus
premisas, pero no todas sus conclusiones. Veamos: “La tesis
del feudalismo autónomo, por su parte, ofrece una imagen de la
colonia que comprueba, de la estructura a la superestructura, la
solidaridad de sus varias instancias. El modelo no explica, sin
embargo, el carácter social de las fuerzas que se constituyeron
en actores y gestores de la independencia. Menos todavía
puede explicar los términos en que se concreta el problema de
la nación y de la organización nacional” (1980:116-117).
Para explicar su punto de vista metodológico, Soler se

168
Ricaurte Soler y la Cuestión Nacional Latinoamericana

apoya en Ernest Mandel y en concepto trotskista de “desarrollo


desigual y combinado”, con él se explicarían las disparidades
del desarrollo histórico y las contradicciones concretas
presentadas por la realidad. A la par, rechaza por vacuos
conceptos generales (“abstracciones”) como “clase feudal”,
“lumpenburguesía”, “antigua oligarquía” y “oligarquías
liberal-conservadoras”.
Soler otorga a las clases medias, pequeñaburguesía urbana
y agraria, un papel trascendente en la conformación de los
estados nacionales tardíos. En este sentido, Soler ejemplariza
el caso de Irlanda y se apoya en citas de Eric Hobsbawm
(1980:26-27).
También en América Latina las capas medias habrían
jugado (y aún lo estarían haciendo) un papel esencial en la
lucha por la independencia y conformación nacional, y
consecuentemente en el combate a las clases “antinacionales”
(precapitalistas). Estas capas medias, urbanas y rurales, junto
al componente de caudillos militares que, desde la cúspide del
estado, bregaron por forjar las modernas naciones americanas,
constituyen lo que Soler denomina la “democracia radical”,
por oposición a la “democracia liberal” instituida desde arriba
por las clases dominantes, burguesía comercial esencialmente.
Parece derivarse del razonamiento soleriano, aunque
nos no está completamente dicho por ningún lado, que estas
clases “modernas” ya preexistían en el marco de sociedad
colonial, esencialmente feudal, de acuerdo a su interpretación.
Pero es con la independencia donde empieza la verdadera
“historia nacional” y la ruptura con la coerción extraeconómica
precapitalista para inaugurar una fase de transición al
capitalismo, aunque persistan todavía elementos de atraso.
“La emancipación tiene, pues, como primera
significación trascendente, la de inaugurar una historia
nacional dentro de las cuales las clases sociales
despliegan sus luchas y la memoria colectiva de las
mismas. La segunda significación trascendente de
la independencia la da la ruptura, con la creación del

169
Olmedo Beluche

estado, de la autonomía de las relaciones de producción


feudales y esclavistas. Ellas, por cierto, sobrevivirán por
largo período. Pero ya, desde las luchas mismas por la
emancipación, vimos cómo emergieron desde las clases
subordinadas los primeros embates nacionales contra
las formas de producción y propiedad precapitalistas.
Con la emergencia de los diferentes estados nacionales
latinoamericanos se creó, pues, el espacio para el
desarrollo desigual y combinado del modo de producción
capitalista”(1980:118).

¿Feudalismo o capitalismo en la colonización de América?


Un debate no acabado
Pese a que Soler enfáticamente señala que rechaza tanto la
visión panfeudalista, como la pancapitalista, y aboga por un
análisis metodológicamente dialéctico del asunto, es decir,
fundamentado en la ley del desarrollo desigual y combinado,
su crítica central a la opinión de que la colonización hispana
tuvo ribetes capitalistas es tan fuerte que no es convincente,
y parece confundirse en las filas de los panfeudalistas, que se
supone ha rechazado.
El problema está en que Soler da por sentado que la
gestación del capitalismo hispánico fue abortada con la derrota
de los comuneros de 1521, y reiteradamente argumenta en favor
de la existencia de relaciones de producción precapitalistas, y
su rechazo a considerar que, ni siquiera a nivel comercial es
posible la existencia de elementos capitalista, como señala a
Carmagnani.
Por la forma de presentar su argumentación,
pareciera que el criterio metodológico de aplicar la ley del
desarrollo desigual y combinado en las formaciones sociales
hispanoamericanas sólo rige a partir de la independencia,
cuando él considera que surgen los verdaderos elementos
constitutivos de la nación (más bien naciones) y el capitalismo
hispanoamericano. Utiliza Soler esta ley para explicar por
qué siguen vigentes formas sociales atrasadas (feudales) en el
marco del emergente capitalismo latinoamericano.

170
Ricaurte Soler y la Cuestión Nacional Latinoamericana

Justamente, en su criterio, la historia hispanoamericana


del siglo XIX es la lucha entre ambas fuerzas sociales: las
que llama clases antinacionales, que bregan por salvaguardar
relaciones precapitalistas de producción, y las clases nacionales,
que impulsan el desarrollo propiamente capitalista.
Pero, pese a que Soler mismo señala que sin una visión
desigual y combinada no es posible explicar el surgimiento de
las ideas independentistas en el siglo XVIII, no desarrolla este
criterio. Es ahí donde deseamos profundizar.
A nuestro juicio, pese a las formas feudalizadas
y arcaicas, existe durante la colonización americana un
“capitalismo” hispano, que llegó con Colón, y que tuvo un
desarrollo particular, con sus altibajos y limitaciones. Todos
los señalamientos socieconómicos que realiza Soler para
descartar la idea de un capitalismo hispano, nos parece que
son los obstáculos y limitaciones con que este modo de
producción se encontró, son los elementos que lo debilitaron
frente a sus competidores ingleses, holandeses o franceses.
Pero no constituyen su negación absoluta.
Acordes con el criterio marxista, reivindicado por
Soler, de que debe existir una correspondencia entre la
estructura económica y la superestructura social, opinamos que
si no existiera esta combinación de relaciones de producción
precapitalistas y típicamente capitalistas, no sería posible
explicar el surgimiento de las ideas respecto a la necesidad
de constituir esta nación hispanoamericana, incluida y/o
excluida España, desde el siglo XVIII. Sin la existencia previa
de elementos capitalistas no habría sido posible la idea de
una revolución independentista, incluso la idea (fracasada)
de una nación hispanoamericana, que fue “burguesa” por sus
objetivos.
Cualquier análisis que pretenda enfocar la historia
colonial hispanoamericana como exclusivamente feudal o
capitalista peca por unilateral. El error de un Puiggrós y sus
seguidores es negar la existencia de elementos capitalistas en la

171
Olmedo Beluche

colonización, y pretender que acá se calcaron las instituciones


feudales del medioevo europeo.
Claro, este esquema tiene una consecuencia política
concreta, sostener que aún hoy hay que vencer al feudalismo
sobreviviente en alianza con la burguesía liberal (o
“progresista”), negando toda posibilidad a formas socialistas
de Estado. El error de Gunder Frank consiste en creer que,
ya desde el siglo XVI, América vive en el capitalismo, lo que
niega toda importancia a la solución de las tareas “democrático
burguesas” (independencia nacional, reforma agraria,
industrialización, etc.).
Concordando con Soler, en su crítica a la teoría de
la dependencia, de que es errónea una interpretación de las
relaciones sociales internas de nuestras sociedades determinada
absolutamente desde afuera, ya que niega la posibilidad de
la historia propiamente “nacional”; debemos señalar que
un análisis que pretenda que nuestras sociedades, en la era
moderna, pueden desarrollarse completamente al margen del
desarrollo del mercado capitalista internacional, también es
completamente errónea y unilateral.
¿Acaso el oro y la plata extraídos de América no
nutrieron el desarrollo del capitalismo moderno? ¿Vivían
nuestras colonias americanas al margen de toda influencia
mercantil, política o social del capitalismo europeo, que las
mercaderías inglesas representaban por doquier?
La existencia de claros elementos de desarrollo
capitalista en la colonización de Hispanoamérica, que
convivían junto a relaciones de producción no capitalistas,
no es mera especulación teórica, ella salta a la vista en las
descripciones objetivas de la vida colonial.

Críticas y coincidencias al esquema teórico soleriano


1. Con Ricaurte Soler coincidimos respecto a la necesidad
metodológica de relacionar los conceptos de Nación, en el
sentido moderno y Capitalismo. En lo que ya no concordamos

172
Ricaurte Soler y la Cuestión Nacional Latinoamericana

es en el esquema temporal que traza Soler, según el cual


forzosamente la Nación precede al capitalismo. Aceptar lo
segundo puede traer dificultades, como explicar el sistema
social de las ciudades repúblicas italianas cuya actividad
comercial, desde los tiempos de Marco Polo, está en las bases
de la modernidad. También lleva al error de pensar que el
capitalismo recién empezó en Hispanoamérica luego de la
independencia, como dice Soler.
2. Coincidimos en la crítica soleriana al unilateralismo
de la teoría de la dependencia que pretende reducir la historia
“interior” americana a un determinismo “exterior” proveniente
del mercado mundial; así como ya, desde el siglo XVI, las
sociedades hispanoamericanas eran plenamente capitalistas.
No coincidimos en su negativa aceptar que, sin determinismos,
la historia interna debe ser explicada también en el marco
de la historia mundial, lo que para nosotros es un aporte de
perspectiva positivo de la teoría de la dependencia.
3. Coincidimos con Soler en que los análisis
“panfeudalistas” y “pancapitalistas” de nuestra historia
colonial son unilaterales y erróneas. Y también coincidimos
en aplicar un punto de vista “dialéctico” sobre el asunto (“ley
del desarrollo desigual y combinado”). Aunque nos parece que
Soler lo propone, pero no lo hace, ya que defiende a fondo la
perspectiva de una colonización feudal, y niega absolutamente
cualquier posibilidad de desarrollos capitalistas durante la
fase colonial. De la obra de Castillero Calvo se evidencia que
la sociedad colonial no tenía nada de feudal y sí mucho de
capitalismo (sin llegar a serlo de manera acabada, claro).
4. Coincidimos con Nahuel Moreno y George Novack
cuando señalan: “¿Qué hicieron de hecho España y Portugal?
Crearon formas económicas en el nuevo mundo que tenían un
carácter combinado.
Ellos soldaron relaciones precapitalistas a relaciones de
cambio, subordinándolas así a las demandas y movimientos

173
Olmedo Beluche

del capital mercantil”108. El sistema social español en América


es un “híbrido”, capitalista en sus objetivos (acumulación
mediante el intercambio comercial) y precapitalista (en
sus relaciones sociales de producción). Podemos llamarle
“capitalismo mercantil”, “capitalismo feudal”, “capitalismo
bárbaro”, pero ni es feudal, ni plenamente capitalista (acorde
al modelo inglés).
5. No coincidimos con Soler respecto a que, recién
con la independencia de España, empieza el capitalismo y por
ende la historia “nacional” hispanoamericana y que ésta sólo
es posible en el marco de los países que nuestro desarrollo
capitalista fue creando a lo largo del siglo XIX, a la vez que se
fragmentaba el “sueño” bolivariano.
Nos parece que la evidencia señala la existencia de
fuertes rasgos estructurales de tipo capitalista, encarnados en
clases sociales concretas, desde la colonia, que son los que
dan sustento objetivo a las aspiraciones revolucionarias y
nacionales con perspectiva hispanoamericana de un Miranda,
Bolívar, etc. Las limitaciones “feudales” de la sociedad
española, descritas por Soler, explican los obstáculos y
deformaciones sufridas por el capitalismo hispanoamericano,
pero no su imposibilidad de ser.

108
Moreno, Nahuel. “Cuatro tesis sobre la colonización española y portuguesa en
América”. En: Novack, George. Para comprender la historia de George Novack.
Ed. Pluma. Bogotá. 1977: 166.

174
RICAURTE SOLER109. EL IDEAL EN LA FILOSOFÍA
PANAMEÑA. LUIS PULIDO RITTER
La tradición hispanoamericanista en el siglo XIX no deja de ser un
venerable recuerdo histórico por la ausencia de esa mística que Rodó
en el XX le supo infundir, creando así un movimiento continental de
inmensas repercusiones.
(Soler, 54: 74).

1. La invención de la memoria romántica por los filósofos


nacionales en la nación neocolonial: Historia de las Ideas.
A partir de la década de los cincuenta aparece un tipo de
discurso en Panamá que, hasta ese momento, no había sido
parte de las coordenadas de la construcción de nación: la
filosofía. Ensayistas panameños como Diógenes de la Rosa,
Roque Javier Laurenza, José Isaac Fábrega y Baltasar Isaza
Calderón se habían valido de la filosofía en sus trabajos, pero
no eran filósofos en el sentido profesional del término. Otros
ensayistas notables, liberales republicanos, como Guillermo
Andreve, Octavio Méndez Pereira y José Dolores Moscote,
también habían incluido reflexiones filosóficas en sus textos,
sin embargo, estaban muy lejos de considerarse como filósofos.
No eran profesionales de un discurso académico que encuentra
su legitimidad en las prácticas institucionales y discursivas
de una cierta tradición intelectual que se caracteriza por
distanciarse de la Lebensphilosophie*.
Puede decirse que los ensayistas panameños eran
demasiado prácticos para dedicarse a la filosofía como
profesión y a la vez demasiado teóricos para no considerar la
filosofía en sus textos, aunque sus observaciones filosóficas
estaban marcadas por una cierta Lebensphilosophie, por sus
finalidades morales y prácticas. No eran pensadores en el
sentido estricto del término, como podría definirlo un Heidegger

109
Este texto es parte de Filosofía de la Nación Romántica (2008), ensayo ganador
del Premio Ricardo Miró, sección Ensayo, 2007.

175
Luis Pulido Ritter

en su Carta sobre el humanismo (1947)110. Pero al contrario de


lo que piensa Arias Calderón con respecto a estos intelectuales
y, especialmente, con Méndez Pereira, que él designa como
“más pensador y literato que filósofo” (1981:412), podría
decirse que antes que arribaran los filósofos profesionales a la
escena en la década de los cincuenta, aquéllos eran más bien
intelectuales (filosofía, literatura, política y pensadores), donde
el mundo práctico, la construcción de la nación, estaba cruzado
por los resultados filosóficos y políticos de su época, diseños
en los grandes discursos del liberalismo, del anarquismo y del
socialismo, en fin, del humanismo de ultramar.
¿Y cómo podrían definirse a los filósofos profesionales?
Es, en la Universidad de Panamá, que aparecen dos corrientes
filosóficas para la década de los cincuenta, cuya preocupación
será la creación de los fundamentos de la nación111. Las
dos corrientes son, por una parte, la esencialista, que está
tempranamente planteada en el mexicano Samuel Ramos112

110
Para Heidegger los pensadores en la historia de la filosofía occidental se
caracterizan por su no-finalidad práctica, humanista, de su quehacer filosófico.
Es, con Sócrates y Platón, que la filosofía deja de ser realizada por pensadores y
sustituida por los metafísicos, los filósofos de la moral y los valores.
111
Jean Franco, por ejemplo, nos dice: “Throughout Latin America and specially in
the decades between 1930 and 1950 (the year that saw the publication of Octavio
Paz’s The Labyrinth of Solitude), there was a proliferation of books analysing
national character” (2001:36).
112
Así, por ejemplo, tenemos el siguiente pasaje de este autor: “Y, sin embargo,
cuando existen obras, su falta de originalidad no quiere decir que el pueblo donde
han aparecido carezca de una cultura propia. Consideramos que lo esencial de la
cultura está en un modo de ser del hombre, aun cuando en éste no exista impulso
creador. De suerte que, en ausencia de una cultura objetiva, puede existir esa
cultura en otra forma, es decir, subjetivamente. Entonces, a priori, no podemos
ni afirmar ni negar la existencia de una cultura mexicana. A ejemplo del método
cartesiano, que nos sirva esta duda para justificar la investigación que ahora vamos
a emprender. Partiendo del concepto subjetivo de la cultura, en la exposición que
sigue nos preocuparemos sobre todo por analizar el ser psíquico del mexicano”
(1938: 7, subrayado mío).

176
Ricaurte Soler. El Ideal en la Filosofía Panameña

y, por otra parte, la historia de las ideas113. Soler se adhiere


a la segunda corriente, como muchos otros filósofos de la
región, especialmente, con Leopoldo Zea114. Con éste, Soler
mantendrá desde su primer trabajo un diálogo crítico que lo
acompañará a lo largo de sus textos115.
En este estudio, que analizará las relaciones de la

113
José Gaos, como muy bien anota Rodrigo Miró en el prefacio del trabajo de
graduación de Soler, ya planteaba en 1944 la importancia de una historiografía del
pensamiento en lengua española (1954: XI). Y en 1969, en su seminario Historia
de las Ideas, uno de sus estudiantes transcribió las palabras del filósofo español:
“La historia de las Ideas plantea una serie de problemas, de los que el primero es
la posibilidad misma de que las ideas puedan ser objeto de historia; ya que desde
Platón se las concibe como unos entes o entidades absolutamente inmutables y
eternos e intemporales, es decir, esencialmente a-históricos y anti-históricos. La
solución de este problema puede resumirse en esta afirmaciones: la concepción
platónica de las ideas no es la única concepción de ellas, pero, aunque lo fuese, y
por ser la única posible, lo histórico o historicidad de las ideas estaría si no en ellas
mismas, en su ser pensadas por los hombres: éstos tienen sucesivas, históricamente,
diferentes ideas, y la sucesión integra una historia, que es parte de la total historia
humana” (1970: 161).
114
En este sentido, el joven filósofo nacional panameño quiere cerrar cuentas con la
corriente esencialista, así: “Se ha pretendido, en efecto, explicar a la peculiaridad
panameña como esencia intemporal, supuesto fundamento legítimo de la entidad
nacional. Tal explicación supone un ontologismo inspirado en algunas corrientes
filosóficas contemporáneas:; la fenomenología en particular” (1954: 3). Pero, como
veremos más adelante, Soler incluirá elementos esencialistas en su primer libro. Y,
con respecto a Leopoldo Zea, Charles A. Hale, identificó los rasgos del pensamiento
del filósofo mexicano, de la siguiente manera: “Una preocupación (quizás la mayor)
de Leopoldo Zea, de la que participan numerosos pensadores de este siglo, consiste
en averiguar y tratar de establecer la manera en que las sociedades latinoamericanas
pueden modernizare sin sacrificar su identidad cultural. Tal preocupación constituye
un aspecto importante del nacionalismo contemporáneo” (1970:286).
115
En su trabajo de graduación de 1954 se referirá a la “circunstancia americana”
en que Zea retoma a Ortega y Gasset y se detendrá en el positivismo panameño
del siglo XIX. Al igual que su contemporáneo mexicano, que habla en 1943 de
“nuestro positivismo, nuestro cartesianismo o nuestra escolástica” (1968:9), Soler
nacionalizará el positivismo panameño de Justo Arosemena. Y en su trabajo de
doctorado realizado en Francia en 1959 sobre el positivismo argentino, Soler se
distancia de Zea que, con Mannheim, plantea que las ideas son proyecciones directas
de clases sociales, y se acerca a filósofos marxistas franceses, especialmente,
al seguidor de Lukács, Lucien Goldmann, que recomienda tratar los sistemas
filosóficos considerados en sí mismos.

177
Luis Pulido Ritter

nación con la idea romántica de la misma (lenguaje, religión


y etnia), me atrevería a designar a Soler, y a los filósofos
profesionales, como los filósofos nacionales de la situación
neocolonial panameña. Por la extranjerización del espacio116,
que es producida tanto por la fractura del espacio nacional
(la Zona del Canal), como por la inmigración, los filósofos
nacionales asumen la reconstrucción discursiva del sujeto
nacional, ayudados por la ola nacional filosófica de América
Latina. Pretenden crear una filosofía que absorba y supere las
deficiencias reales de su idea de nación. Éstos, a diferencia del
discurso narrativo-literario, que se vale de la asociación, de la
metáfora y de las alusiones, recurren a la tradición filosófica
especializada para construir el sujeto lógica y conceptualmente
y así darle forma a su Nationsphilosophie.
El fenómeno observado por Jean Franco con respecto
a las diferentes lecturas en la constitución de las vanguardias
europeas y latinoamericanas117, puede también verse en el

116
La extranjerización del espacio es un concepto que me ha ayudado a comprender
la posición de los intelectualespanameños para referirse a la “usurpación” del
espacio nacional en las ciudades de Panamá y Colón. Es una “usurpación” que
es producida, por un lado, por la inmigración antillana, y, por otro lado, en la
Zona del Canal por los Estados Unidos. Pero esta “usurpación”, más que una
connotación física de una fractura, es una construcción de la pérdida del espacio
nacional considerado como propio. Es esta “usurpación”, como construcción, lo
que ha marcado la conformación de la intelectualidad panameña en la situación
neocolonial. Las formas en que han reaccionado los intelectuales panameños
frente a esta “usurpación” han sido diversas: “batallones escandalosos de negros
jamaicanos” aparecen en Ramón H. Jurado; “un carácter esencialmente extranjero”
en Rogelio Sinán; “el cosmopolitismo” en Baltasar Isaza Calderón; “una parte
mínima de la realidad de Panamá” en Rodrigo Miró, entre varios ejemplos más.
Todas estas designaciones de la “extranjerización del espacio” han sido posiciones
y reacciones con respecto a la “usurpación” imaginada o real del espacio nacional.
117
Ella afirma, por ejemplo: “En tanto que en Europa es legítimo estudiar el arte como
una tradición centrada en sí misma en la que pueden surgir movimientos nuevos
como solución a problemas meramente formales, esta posición resulta imposible en
América Latina, en donde hasta los nombres de los movimientos literarios difieren
de los europeos. “Modernismo”, “Nuevomundismo”, Indigenismo”, definen

178
Ricaurte Soler. El Ideal en la Filosofía Panameña

campo de la filosofía. Si la tradición filosófica moderna


europea se va constituyendo en el marco de los estados
nacionales por sus diferentes lecturas que se hacen de los
“clásicos” griegos, el Renacimiento y la Ilustración, en
América Latina se pretende crear una filosofía nacional por
las diferentes lecturas de los pueblos que se han “conformado”
en las fronteras de sus propios estados nacionales118. Aquí no
se trata de una Lebensphilosophie, que quiere explicarles el
mundo a los hombres con sus recetas de sabiduría sobre la
vida, pero sí de una filosofía para la nación en la Guerra Fría
que le dé forma a una postura romántica de la cultura en las
sociedades latinoamericanas postilustradas, donde la figura
del ciudadano se había quedado como figura decorativa en
las constituciones de las repúblicas. Soler, sin duda, es un
filósofo nacional romántico, no solo por querer fundamentar
una filosofía “original” panameña y, por consiguiente,
latinoamericana, sino porque efectivamente su Idea de la
nación parte de un concepto romántico homogéneo de la
misma: incluso las “minorías nacionales” pueden y deben
conservar “sus especificidades” (1980:267). Y así se llega
a legitimar finamente la “originalidad” propia de la cultura
nacional, criollo-hispana, que se quiere construir.
En este contexto, él es el americano-hispanista, el rodoniano-
hegeliano-marxista, que está a la izquierda de Baltasar Isaza
Calderón, de la situación neo-colonial panameña. Él no
construía la nación en la filología, como éste último, pero sí en
la filosofía, empeño que estaba dirigido a la fundamentación

actitudes sociales, mientras que “Cubismo”, “Impresionismo”, “Simbolismo”


aluden sólo a técnicas de expresión” (1983:15).
118
José Gaos expone en 1950 esta romántica Nationsphilosophie al reescribir a
Ortega de la siguiente manera: “La filosofía de la cultura puede concebirse como
una filosofía de la cultura en general, y así es como la conciben la mayoría de
los filósofos contemporáneos de la cultura, pero no es así como la conciben los
repetidos jóvenes. Lo que estos se hallan empeñados en articular es una filosofía
de la cultura mexicana. Pero esta concepción no es original de ellos. Su origen

179
Luis Pulido Ritter

de una cultura nacional. Desde su primer trabajo, de 1954,


uno puede respirar el aire romántico de su producción
intelectual, su voluntad de “latinizar” o, más exactamente,
de “afrancesar” al político, diplomático y hombre de negocios
Justo Arosemena, convertirlo en el héroe emblemático para
la nación119. Es en éste que el filósofo nacional panameño
concentra su preocupación de ganar un símbolo para la
nación, en transformarlo por un golpe de fuerza, a pesar
de algunas vacilaciones, en la figura paterna de la nación
antiimperialista, nacionalista e hispanoamericanista120. Esta
lectura, que hace Soler de Arosemena, está cruzada por
su idea del hispanoamericanismo cultural, idea que logra
fundamentar culturalmente con Rodó y Alberdi, pero que no
es, según él, hispanista o hispanidad, que sigue la tradición
conservadora y escolástica, porque el hispanoamericanismo
cultural es resultado de la conjunción de la tradición que abre
el renacimiento (la modernidad) con la cultura autóctona, “que
se resuelve concretamente una unidad política y monolítica,

remonta un poco más allá. A la filosofía de las circunstancias españolas que fue la
primera original planeada y parcialmente desarrollada por Ortega y Gasset. Allá
por 1914 se consideraba éste como un profesor de filosofía in partibus infidelium,
en tierras de infieles a la filosofía, hostiles o, cuando menos indiferentes a ella. Pero
el individuo no existe, no es, sino en y con su “circunstancia”. El filósofo no podía
ser sino en y con su circunstancia hispánica. Si ésta no se salvaba para la filosofía,
tampoco se salvaría el filósofo. Pero salvar una circunstancia es actualizar el logos”
(…) “Esta lección la aprendió Samuel Ramos” (1950:236, subrayado mío).
119
En 1919 Octavio Méndez Pereira es el primero que escribe una biografía sobre
Arosemena. Si bien escribe una apología del personaje, no termina declarándolo
fundador o padre de alguna idea. Lo que más alcanza a éste que el filósofo nacional
panameño concentra su preocupación de ganar un símbolo para la nación, en
transformarlo por un golpe de fuerza, a pesar de algunas vacilaciones, en decir,
es lo siguiente: “Nadie como ese hombre ha contribuido al progreso realizado en
Colombia durante más de la mitad del siglo XIX” (1970:1).
120
“Autonomismo istmeño, hispanoamericanismo continental, internacionalismo
federal, son los conceptos fundamentales sobre los cuales ha de construirse la
nacionalidad panameña, ha de contenerse el imperialismo anglosajón y ha de
establecerse la equidad universal. Justo Arosemena es figura señera del pensamiento
nacionalista del decimonono” (1954: 77).

180
Ricaurte Soler. El Ideal en la Filosofía Panameña

justificada por la historia (hispanoamericanismo político)”


(1954: 59). Pero puede afirmarse que el hispanoamericanismo
cultural de Soler es una especie de hispanidad neocolonial,
pues su idea romántica de hispanoamericanismo (lenguaje
y cultura, para no decir de raza), está basada en una visión
“monolítica” y “exclusiva”, “como acto de dominación” (82).
No obstante, leyendo a Soler no logramos saber que
Justo Arosemena, además, de haber sido político y ensayista
filosófico, había vivido muchos años en New York, que hablaba
inglés, que su segunda esposa había sido una norteamericana,
hija de diplomático, y que hasta el final de sus días había
tratado de convertirse en un exitoso hombre de negocios al
querer obtener la licencia de una empresa norteamericana para
instalar lámparas de gas en la ciudad de Panamá. También
quiso fundar un banco en Caracas. Es más, terminó sus días
recibiendo una pensión por sus servicios y contactos para La
Compañía del Ferrocarril, empresa norteamericana radicada
en Panamá desde 1855121.
Y como todo buen hombre del siglo XIX, Justo
Arosemena creía en el duelo para solventar infracciones y
vejaciones morales.
El concepto romántico de nación de Soler está
claramente expresado en una de sus últimas obras Idea y
Cuestión Nacional Latinoamericanas (1980). En este filósofo
nacional no existe el ciudadano, el individuo, para no decir
el hombre ilustrado, que él asocia con la Idea liberal, “ya en
trance de degeneración desde el siglo XIX” (263). Como en
la filosofía clásica alemana, a partir de Hegel, donde hay una
desconfianza y un rechazo de la Ilustración, del individuo y
del humanismo, para aquél filósofo panameño lo que existe
son comunidades, culturas, etnias, el estado, clases sociales

Estas informaciones las he obtenido de las biografías sobre Justo Arosemena de


121

Méndez Pereira (1919) y José Dolores Moscote (1956).

181
Luis Pulido Ritter

y relaciones económicas. Es decir, la crítica de la Ilustración


europea sigue por Europa – el romanticismo pasado por el
tamiz de las clases sociales – que le da forma y contenido al
discurso neocolonial en la Guerra Fría.
El pragmatismo americano en el transcurso de la
Primera Guerra Mundial se había asentado en Panamá como
Lebensphilosophie entre los intelectuales liberales que creían
en el progreso y en el individuo, mientras existía el optimismo
con respecto al futuro que implicaba la inserción del país en
el mercado mundial por el Canal de Panamá. Y la postura que
rechaza esta posición se acentúa justo después de la Segunda
Guerra Mundial, cuando las élites económicas, intelectuales y
políticas se ven “excluidas” de los beneficios de esta inserción122.
Es entonces que se conforma una base romántica de nación que
ya había tenido un primer impulso desde finales de la década
del veinte, cuando se quiere fundar la Academia Panameña
de la Lengua como contrapeso a la presencia anglosajona y
antillana en el país123. Esta ambivalencia de la ciudad letrada
panameña, finalmente se resuelve en Soler (como miembro de
la nueva generación de filósofos nacionales que se forman en

122
En 1940 Octavio Méndez Pereira, el liberal progresista, escribía: “Del Canal
apenas nos ha quedado los mendrugos de los barcos y de los turistas que vemos
pasar con otras banderas. Ni un túnel, ni un puente permanente para cruzar los
dos pedazos de nuestra república, ni un gran camino carretero que resistiera
los camiones de guerra de nuestro gran aliado, ni un comercio cuyo principal
rendimiento fuera para nosotros” (65).
123
Como presidente de la Delegación Panameña de la Unión Ibero-Americana, el
diplomático, abogado e intelectual Dr. Ricardo J. Alfaro firmó, junto con otros
liberales, que también habían acogido positivamente el pragmatismo americano,
como Jeptha B. Duncan, Octavio Méndez Pereira y Guillermo Andreve, el siguiente
documento en 1920: “una de las fases más interesantes de esta situación es la que se
refiere a la conservación y pureza de la hermosa lengua que hablamos, y, si como se
ha dicho innumerables veces, la lengua es el más fuerte vínculo de solidaridad y de
cariño entre los pueblos de un mismo origen, es deber nuestro el tratar de mantener
el idioma que hablamos ajeno a los barbarismo y degeneraciones que está expuesto
a sufrir entre nosotros por causa de nuestra convivencia con una población de habla
inglesa. Meditando sobre estas circunstancias, ha surgido en mi mente la idea de
establecer en esta República una Academia de la Lengua, correspondiente a la

182
Ricaurte Soler. El Ideal en la Filosofía Panameña

la Universidad de Panamá)124 en un concepto de nación que es


homogéneo-autoritario. Y en su obra de madurez toma como
ejemplo a Alemania e Italia por ser el estado quien asumiría
jerárquicamente la formación del espacio nacional basado en la
comunidad de lengua y así se lograría la “homogenización de
la sociedad civil” (26). Este hispano-americanismo soleriano,
que pasa por un tamiz rodoniano-hegeliano-marxista de la
Historia de las Ideas, está apoyado por una cita bastante tribal
de Engels, cuya idea de “grupos lingüísticos” era la base de
la “formación de estados”, “nacionalidades” y “naciones”
(14). Y esta idea tribal, jerárquica y autoritaria, porque debe
consolidarse por el estado, alcanza su cima cuando el filósofo
nacional presenta a la nación como un bloque monolítico:
En tanto que unidad de territorio, economía, lengua y cultura
la nación convoca a la homogeneidad de la estructura y la
superestructura sociales” (29).
La idea soleriana de nación para un país como Panamá,
que entra en la modernidad por romper precisamente ese llamado
y pretendido bloque monolítico al convertirse en una sociedad

Real Academia Española y que integrada por personas que se hayan distinguido
en el campo literario y científico y que muestren vivo amor por todo lo que sea
manifestación de la sangre hispana que corre por nuestras venas, contribuya por
todos los medios de que puede disponer una institución de ese género, no solo
a conservar la pureza del castellano en la República, sino también a rodearlo del
prestigio, respeto e interés que merece una lengua hablada en Europa por una
nación que tiene las páginas más gloriosas en la historia del progreso humano, y
hablada en América por 18 repúblicas hijas suyas que junto con la Madre Patria
están llamadas a un esplendoroso porvenir” (12).
124
Los trabajos de graduación, para obtener el título de filosofía, son presentados
por Isaías García, Autenticidad e inautenticidad en lo panameño (1954); Moisés
Chong, El pensamiento Panameño (1952); Ricaurte Soler, Pensamiento panameño
y concepción de la nacionalidad durante el siglo XIX (1954). Entre los profesores
del Departamento de Filosofía, que promueven esta dirección de estudios, está
Diego Domínguez Caballero, quien terminó su doctorado en Madrid, después
de haber pasado por Harvard y Columbia. Éste se preocupa por el estudio de la
“esencia” de lo panameño. Además, está Rafael Moscote, quien hizo su master
en arts en la Universidad de Columbia, y quien mantiene una posición crítica
frente a los filósofos nacionales. En este sentido, Ismael García, el crítico literario,

183
Luis Pulido Ritter

diferenciada por la inmigraciones sucesivas que afecta a toda


la sociedad125, significa una limpieza “étnica” simbólica que
niega y se coloca en las antípodas de la modernidad del país.
Soler es, además, bolivariano. Pero la modernidad en Panamá
no ha sido bolivariana, pues su experiencia como nación no ha
sido la Idea romántica del libertador de crear una nación con
lenguaje, religión y tradiciones comunes como está expuesto

comenta a propósito de la obra de Moscote Páginas Nacionales (1961), lo siguiente:


“Aunque Rafael E. Moscote es un escritor de ideas, en estas páginas nacionales
asoma de vez en cuando su emoción patriótica, sin exaltaciones ni estridencias;
pero muy a tono con su calidad de educador, interesado por abrir cauces nuevos
a la investigación histórica nacional, tan alejada en verdad de la orientación que
señalan los estudios historiográficos modernos, tal como puede verse en algunos
textos empleados en nuestras escuelas” (1986: 186 y 187, cursivas mías).
125
Recientemente el sociólogo Alfredo Figueroa Navarro ha mostrado está
“globalización” – que es parte de la modernización en Panamá – para las élites
económicas y políticas, de la siguiente manera: “Nota definitoria de la burguesía del
istmo central era su carácter abrumadoramente mercantil, débilmente industrial y
también subordinadamente agrario. Otro rasgo pronunciadísimo, como tendremos
la oportunidad de ver, dice de la relación con la preeminencia de los extranjeros
en el seno de la gran burguesía finisecular de la zona de tránsito. En verdad los
sectores autóctonos figuran casi siempre como segundones en los negocios
respecto del predominio aplastante de los burgueses internacionales. En cuanto a
esta característica, es importante señalar que, durante el siglo XIX, se acentúa la
hegemonía de las burguesías foráneas en Panamá, harto ostensible en la etapa de
la fiebre del oro de California –1849-1820– cuando grandes negociantes alógenos
concurren a Panamá a aprovechar la bonanza transitista anterior a la declaración
de independencia de España. Si la burguesía mercantil de la capital de Panamá
se manifiesta con brillo al estampar las firmas de sus miembros en el acta de
independencia de 1821, esto no obsta para que, en décadas siguientes, se debilite
frente a la pujanza de unos elementos burgueses advenedizos que, al final del
siglo, muestran su ventaja económica donde quiera. Sin embargo, en la secesión
de 1903, es indudable que sus unidades aparecían como integrantes de la junta
revolucionaria y se lucraron del poder político y del prestigio social por lo menos
hasta bien entrado el siglo veinte. Con todo, en la coyuntura de la separación, de
1903, figura muy bien representada por la burguesía hebrea sefardita, emigrada a
Panamá a partir de la segunda mitad del decimonono que apoya la desmembración
en la zona de tránsito e incluso en New York por conducto de sus banqueros
establecidos en la Babel de Hierro –Piza y Lindo, por ejemplo–. Esto prueba la
similitud de miras compartidas por la burguesía nacional y la foránea respecto de
su deseo de ver construido el Canal de Panamá por los norteamericanos, esquema
que cristalizaría de 1904 a 1914” (2004: 96).

184
Ricaurte Soler. El Ideal en la Filosofía Panameña

en la Carta de Jamaica de 1811126.


Sin embargo, lo que hizo diferente a Soler de los
críticos literarios que han querido fundamentar la nacionalidad
y la nación panameña con el recurso de la nostalgia127 (que
también ha sido un elemento manejado por los teóricos de
la postcolonialidad como Ashcroft y Griffiths) es que como
buen hegeliano-marxista cree en la idea del progreso de la
historia. La nación romántica se fundamenta como proyecto,
como realización, no como sentimiento o nostalgia, en que
“el enriquecimiento de la personalidad individual” llega a
“apropiarse” del “patrimonio común” que se “acumula” en esa
“cultura material y espiritual”, es decir, que el individuo solo
llega a realizarse como miembro de ese bloque monolítico
que debería ser la nación romántica, pero no en la “sociedad
burguesa”, que, por el “egoísmo”, imposibilita disfrutar “los
frutos de la creación colectiva” (29).
Soler, en efecto, no es poeta. Pero su filosofía nacional
está cruzada por un sentimiento poético-romántico, por su
búsqueda de los “orígenes” de la nación romántica, ya sea
en los documentos o en una consciencia de clase criolla.
Efectivamente, lo que seguiré observando en los ensayos y
en los textos literarios de otros autores, por cierto, la amenaza
que representa para la formación del “criollo” el comercio,
la modernidad, la apertura económica y la inmigración, lo

126
Bolívar definía claramente, mucho antes que los alemanes lo hicieran, el ideario
romántico de nación –sin abandonar la idea ilustrada de ser americano por el ius
soli– al escribir que el Nuevo Mundo debería tener una sola nación, y, por tanto,
un solo gobierno, por tener un origen, unas costumbres, una lengua y una religión
comunes. Y que precisamente lo que obstaculizaba esta idea de América eran los
caracteres desemejantes, los intereses opuestos y los climas remotos (1990).
127
Elsie Alvarado de Ricord anota que de los tres poemas que “conjugan con
caracteres firmes las tres facetas del amor a la patria” como Al cerro Ancón, de
Amelia Denis de Icaza; Patria, de Ricardo Miró y el Canto a la bandera, de Gaspar
Octavio Hernández, son, justamente, más gustados los dos primeros por el “tono
nostálgico” (1961: 39).

185
Luis Pulido Ritter

encontramos en Soler al fundamentar que el “origen” de la


clase criolla, su “consciencia”, solo pudo ser posible cuando
se finalizó la Feria de Portobelo en el siglo XVIII128. La
consciencia “criolla”, la población y su cultura, solo pudo
formarse mientras Panamá no estaba envuelta en el tráfago
comercial. No hay mayor dificultad a la “sedimentación” que
este movimiento comercial que obstaculiza la conformación
de una cultura “propia”. Los filósofos nacionales, como
Soler, reflexionan y construyen el pasado como reacción a la
“amenaza”, a la “penetración” y a la quiebra de los valores
tradicionales (como la familia: la nación comprendida como
cuerpo monolítico) que realiza la inclusión del país en el
tráfago de gente, mercancías y valores129.
El mito fundacional – el siglo XVIII – ayudó a
Soler para reemplazar la usurpación que es ejercida por la
situación neocolonial, donde no podía reconocerse lo nacional
del espacio inmediato: las ciudades de Panamá y Colón.
Aparentemente, este filósofo nacional no le presta atención al
Panamá moderno, al que le rodea, al Panamá que está inmerso

128
Al respecto, Soler escribe:“ En 1739, al cambiarse la ruta del comercio
metropolitano con la consiguiente supresión de las ferias de Portobelo, el istmo
pierde, por muchas décadas, el carácter de país-tránsito que había revestido durante
todo el decurso anterior de la época colonial. La profunda decadencia económica
subsecuente no pudo impedir que una relativa sedimentación de la población
suministrara la base demográfica que haría posible el posterior despliegue histórico
social del criollo istmeño. Desde este punto de vista el cambio de ruta parece
propiciar la formación de núcleos sociales propiamente criollos, formación que
permitiría la superación de las características flotantes de nuestra población y de
nuestra cultura colonial” (1964:19).
129
Este mito fundacional de la clase criolla nacional en Panamá es muy parecido
al mito fundacional de la nación costarricense por su supuesto aislamiento y
ensimismamiento campesino en la meseta tropical centroamericana, mito que
Abelardo Bonilla expresa así: “La nacionalidad costarricense se formó sobre la base
escasa de los conquistadores y colonizadores españoles, puesto que al llegar Colón
a nuestras playas del Atlántico, la población indígena avanzaba rápidamente en el
declive de la desaparición. Y se formó casi exclusivamente en los 2.000 kilómetros
cuadrados de la Meseta Central (1967: 22).

186
Ricaurte Soler. El Ideal en la Filosofía Panameña

en la modernidad, aunque toda su filosofía nacional se levanta


con respecto a la fractura – de la sociedad monolítica – que
realiza la situación neocolonial en el país. A partir de aquí su
Panamá es el siglo XIX, sobre todo, una personalidad, Justo
Arosemena, una ideología, el positivismo, y una meta: limpiar
el siglo XIX de impurezas no hispánico-americanas, que no
sean “propias” y que no sean “originales”. Su Panamá del siglo
XIX es la realización hispana-americanista, rodoniana, de la
cerrazón con respecto a la modernidad. No dirá como Rodó,
que la democracia es una “zoocracia”, ni como Ingenieros, que
la democracia, es una “mediocracia”, pero sí lo siguiente:
La fundamentación histórico-geográfica de la
nacionalidad panameña entronca directamente con los
postulados filosóficos-políticos de la democracia liberal.
Pero el liberalismo panameño decimonónico, ya lo hemos
señalado, expresa en lo político el ser social de aquella
burguesía comercial obsediada por el librecambismo y por
afán de convertir el istmo en una gran “feria” o en un inmenso
emporio(1964: 50).
Para este filósofo nacional la situación neocolonial
panameña que de por sí es rechazada por la usurpación
territorial que produce la condición de cuasi-protectorado
del país, lo lleva a construir un espacio nacional ficticio en la
decadencia, la pobreza y el aislamiento del siglo XVIII. Y a
ganar además el siglo XIX para la memoria nacional. Soler es
por excelencia el filósofo de la anti-modernidad en Panamá,
una anti-modernidad que es camuflada por un repertorio
marxista – que es precisamente una ideología de la modernidad
– para terminar de enterrar la quiebra de la modernización
post-ilustradora, donde el ciudadano y el individuo, con sus
llamadas libertades en las conocidas democracias liberales y
abiertas, nunca había podido legitimarse en la ciudad letrada
romantizada. Si por la extranjerización del espacio, que fue
provocada por la situación neocolonial (La Zona del Canal)
y la inmigración, los escritores y los ensayistas panameños

187
Luis Pulido Ritter

rechazaron la modernidad en Panamá, acomodándose en


mundos imaginarios románticos, anti-modernos, endógenos
y cerrados, Soler, como filósofo nacional, hizo lo mismo
al no levantar la mirada sobre la historia de la ideas
hispanoamericanas por su interés de limpiar un siglo XIX de
impurezas no autóctonas.
Al contrastar la obra de Soler Idea y Cuestión Nacional
Latinoamericanas (1980) con su primera obra Pensamiento
panameño y concepción de la Nacionalidad durante el siglo
XIX (1954), nos hacemos la siguiente pregunta con respecto
a la Historia de las Ideas en Panamá: ¿no habrá sido una
distorsión premeditada y autoritaria, hispano-americanista y
mutiladora de la construcción de la llamada memoria nacional?
Pero, ¿para qué había de estar interesados en construir esta
memoria? ¿De dónde provenía el complejo nacional de la
Historia de las Ideas? De hecho, Soler afirmaba en contra de
Justo Arosemena que la geografía era precisamente un mito130.
Pero la misión entonces era demostrar que el mito geográfico,
si bien era un fundamento de la nacionalidad, no era tan
importante como la demostración que ofrecen documentos
históricos de esa memoria nacional:
El segundo elemento que actúa como formador de
nuestra individualidad tiene raíz histórica, casualmente en

130
Mito o no el factor geográfico, para la conformación de la nación, la tierra y la
geografía, en la mejor tradición española, fue y era un elemento importante en
la comprensión de la nación imaginaria en América Latina como lo ha estudiado
Benedict Anderson (1983). Sin embargo, para Arosemena la nación era la Gran
Colombia que reunía a varios países sudamericanos. Y escribió precisamente, en
contra de la nación, en su intento de fundamentar teóricamente el Estado Federal de
Panamá, lo siguiente: “El municipio es la verdadera sociedad: la Nación no es sino
una pura idealidad, una abstracción, a la cual no deben subordinarse los intereses
de la ciudad o del común. Emancipemos pues las ciudades, o grupos de poblaciones
dependientes entre sí por igualdad de situación i de necesidades. Donde quiera que
hai una comarca de regular extensión, de clima i producciones análogas en toda
ella, bien demarcada por la naturaleza i homogénea en su fisonomía, allí está el
común, pidiendo el derecho de emancipación que no debemos negarle” (1982:15).

188
Ricaurte Soler. El Ideal en la Filosofía Panameña

nuestro pueblo del cual se ha dicho no tiene historia, vale más


decir, no tiene historiografía (1954: 100).
En esta misión de reconstruir la memoria, bajo la
Historia de las Ideas, se llega hasta 1824. Aquí se halla un
documento fundador del “alma istmeña”, pues es “una filípica”
contra la dominación española…” (101). En este punto, puede
escucharse en la voluntad intelectual de Soler de demostrar que
la nación panameña posee historia, el eco de un Ortega y Gasset
que – en su muralla filosófica, con respecto al pragmatismo
americano, cuya filosofía éste simplifica y la nivela al nivel de
la inteligencia de un chimpancé131 – había sido recibido por
los hispanoamericanos para dedicarse a una reconstrucción
casi hegeliana de la Historia de las Ideas ya recomendada por
José Gaos en 1944132. No debe olvidarse que la dificultad de

131
Si bien Ortega y Gasset está muy lejos de ser rodoniano, no deja de estar
preocupado por la mismas preguntas de Rodó, es decir, qué hace diferente o inferior
al espíritu americano del europeo o latino. Por ejemplo, en 1931 escribe. “El error
del pragmatismo no radica en que considere las ideas como instrumentos, sino en
que quiera reducir las cosas con que el hombre tiene que habérselas a lo perceptible
y experimentable, lo que está a la mano y presente, el mineral, la planta, el animal
y la estrella. Porque la estrella por muy lejos que esté está siempre también a la
mano. Si así fuese, la vida resultaría faena fácil, tal vez resuelta con cierta plenitud
hace milenios. Especies inferiores al hombre, como el chimpancé, tienen ya, según
Köhler, capacidad instrumentífica y esto no sería posible si careciesen de vislumbre
de idea. Es probable que las ideas del animal no sean estables o sean un carácter
de ideas-relámpagos, de >>ocurrencias<< que no se solidifican en su mente y por
esto no llegan a ser >>ideas generales<<. Pero este defecto de su inteligencia se
debe más bien a insuficiencia de otra facultad que no es el pensamiento: a falta
de memoria” (1981:155, subrayado mío) Sin embargo, fue Patrick Romanell
quien llamó la atención sobre las semejanzas de Ortega y Gasset con respecto al
pragmatismo: “El perspectivismo y el pragmatismo tienen iguales incitaciones:
futurismo, activismo y relativismo. Y por curioso que parezca el pensador español
es más congruente como pragmatista (pero sólo en cuanto eso) que el propio
Dewey, ya que su preocupación expresa está orientada hacia los problemas vitales
de los hombres en particular y no de los hombres en general” (1954: 180).
132
En el texto citado anteriormente de José Gaos, que es a la vez el eco de Hegel, no
se habla de historia universal, pero sí de la total historia humana. Esta invitación de
Gaos en su conferencia de 1961, ¿no será una invitación a los hispanoamericanos
para que entren definitivamente en la historia, es decir, que sean pueblos como lo

189
Luis Pulido Ritter

Ortega y Gasset para comprender la modernidad americana


sería fundamentada con una filosofía ligeramente hegeliana,
pues, en vez de afirmar que estos pueblos estaban sin historia,
señalaba que estaban sin memoria para apoyar su posición de
que los “norte”-americanos – y los americanos – no habían
logrado a hacer historia por ser pueblos jóvenes y por “vivir la
prehistoria de sí mismo” (1981:173).
Si para un Hegel solo alcanzaban la historia los pueblos
con un estado centralizador, para Ortega solo alcanzaban a
salir de la primitivez, y la animalidad, los pueblos que poseían
memoria o la más larga como los europeos...” (162). En este
sentido, si bien los filósofos nacionales como Soler no se
abrevaban directamente de Ortega y Gasset, su primer texto
se escribe en el marco de esta cosmogonía de pensamiento
sugerida por Gaos. A partir de aquí se comenzó a trabajar la
memoria, la Historia de las Ideas, pues significaba entrar en la
historia, única posibilidad real de encontrar una personalidad
individual: la nación panameña.

2. Limpiar al siglo XIX de la modernidad


Si en Costa Rica Abelardo Bonilla planteaba que el “clima
suave”, entre otras cosas, de la meseta centroamericana,
había sido propicio para la filosofía y el ensayo, y no para la
literatura133, en Panamá el problema de pertenecer a un país
tropical no era asumido ligeramente por sus intelectuales y,

había planteado Ortega y Gasset en sus artículos sobre América en la década del
30?
133
“Por esta razón la característica más definida de la literatura costarricense, desde
el período colonial, es el predominio del pensamiento y la aventura conceptual
sobre la poética, lo que, además, se explica por muy diversas circunstancias: por
la falta de relieve y de interés en la vida de las razas aborígenes en la época del
descubrimiento; por haber carecido la conquista de aspectos brillantes y heroicos;
por haber sido la independencia un hecho reflejo y no guerrero; por no haber
predominado el ejército, como en tantos otros países de América; por la superioridad
numérica y cultural de la raza blanca sobre la india y mestiza y por la ausencia del
caudillismo en nuestro desarrollo político. Estas circunstancias han contribuido a

190
Ricaurte Soler. El Ideal en la Filosofía Panameña

especialmente. por la ciudad letrada. La dificultad de ser de


un país tropical que, además, era “transitista” y “relativista”,
era coherente, por otro lado, con la opinión – manifestada
entre líneas – del ensayista costarricense que consideraba al
clima suave de por sí una virtud para la reflexión filosófica.
Estas eran dos caras de la misma moneda euro-céntrica que,
en el caso de los intelectuales panameños, le agregaba una
nota discordante a sus pretendidas búsquedas de una cultura
nacional propia que estuviera a la altura de los modelos
céntricos. Con diáfana claridad, en el prólogo que escribiera
Rodrigo Miró, para el trabajo de graduación del joven filósofo
panameño, heredero del Ateneo mexicano134, en el cual éste
expone su tema y sus preocupaciones que lo seguirán a lo largo
de toda su obra, se define la configuración intelectual de este
complejo panameño, cuyo fondo, por un lado, fue el rechazo
de la situación neocolonial y, por otro lado, la dificultad de
aceptar la modernidad con su llamado calor tropical:
En las áreas cálidas del Caribe, sometidas a un intenso
tráfago humano y mercantil, donde la iglesia misma
sucumbía al influjo del medio, la especulación filosófica
no encontró tierra fértil. Coyuntura favorable ofrecieron,
en cambio, distantes ciudades de ritmo asordinado y
clima benigno -Bogotá, Quito, Charcas-, o centros que,
como México y Lima, por su mismo extraordinario
desarrollo permitieron muy diversos florecimientos
(1954: XV).
Efectivamente, Rodrigo Miró constata que en Panamá
no existían las condiciones “para un juego desinteresado

darle preferencia en nuestra producción literaria a la Historia y al Derecho sobre las


formas de creación poética” (1967: 34).
134
Samuel Ramos, con respecto al Ateneo de México, dice: “la obra del Ateneo
en su totalidad fue una sacudida que vino a interrumpir la calma soñolienta en
el mundo intelectual de México. Propagó ideas nuevas, despertó curiosidades e
inquietudes y amplificó la visión que aquí se tenía de los problemas de la cultura.
Mediante su filosofía tendió a contrarrestar el influjo creciente del utilitarismo,
inculcando en la juventud el sentido de los valores del espíritu” (1938:123).

191
Luis Pulido Ritter

de las ideas” y que “las instituciones religiosas tampoco


lograron arraigo pleno” (XV). Además, por la lucha contra los
piratas, Panamá fue centro de pilotos, cosmógrafos y expertos
militares, “clima intelectual orientado hacia el conocimiento
positivo y poco propicio a la escolástica” (XIV).
Es decir, desde muy temprano, Panamá ya estaba inmerso
en este proceso de modernidad que ya se anuncia desde la
colonia, pero esta modernidad – entiéndase bien – es la que
precisamente impide la reflexión filosófica y ensayística
desinteresada.
Soler, en este sentido, sigue la misma idea, aunque haya
afirmado que la modernidad “penetró en nuestras naciones
fundamentalmente a través del pensamiento revolucionario de
la Filosofía de la Ilustración” (14).
La pregunta es, efectivamente, en qué pensamiento
revolucionario estará pensando Soler. ¿El que proviene
de Francia? ¿El jacobino? Para Soler el pensamiento de la
Ilustración se concretizó en la independencia americana y,
sobre todo, la reacción contra esto fue lo que él denomina “un
pensamiento de contenido claramente positivista” (en Miró,
1981: 386). En este ensayo desarrolla explícitamente su tesis
de que Arosemena fue un positivista, que fue un fundador del
positivismo paralelo y que, incluso, fue más allá de Augusto
Comte y que precedió al mismo Durkheim en su ciencia de los
hechos sociales. Y a partir de aquí se expone la preocupación
principal de Soler: Por ello precisamente Arosemena rechazó
para su ciencia social el principio de utilidad que tan
ardientemente defendió en sus concepciones psicológicas
(384, subrayado mío).
El problema para Soler es cómo entrar en la modernidad
romántica por la crítica de los “fundamentos” de la modernidad
en Panamá: salir del utilitarismo del siglo XIX que fue realmente
la llegada de la modernidad a la ciudad letrada panameña. La
independencia fue parte, efectivamente, del proceso general de
emancipación que en Panamá estuvo muy lejos de ser épica,

192
Ricaurte Soler. El Ideal en la Filosofía Panameña

revolucionaria y heroica . Pero, porque Soler está preocupado


por fundamentar la “circunstancia americana” y, sobre todo,
su “hispanoamericanismo cultural”, que debe levantarse, por
un lado, como contrapeso del “escolástico hispanismo”, y,
por otro lado, contra el utilitarista siglo XIX, está dispuesto a
sacrificar la modernidad ilustradora que pudo haber existido en
aquel siglo, por parecerle demasiado utilitarista, pragmática,
anglosajona. El empeño filosófico de Soler responde, además,
a la trillada y estereotipada manera de concebir a los países
anglosajones, esquema de vieja data que se va formando a
finales del siglo XIX y principios del veinte por los críticos de
la modernidad, que, para ellos, es representada por los Estados
Unidos: Rubén Darío, Vargas Vila, Rodó.
La estrategia de Soler, para meter a Panamá en el mundo
romántico, es tratar de limpiar al siglo XIX de utilitarismo.
El joven filósofo nacional sabe que es discutible y absurdo
hablar de un “pensamiento que sea panameño” (1954: 6); sin

135
Diógenes de la Rosa, uno de los ensayistas panameños de mayor relieve, cita a
Eusebio A. Morales que, en una mezcla de crítica, reproche y realismo, afirma de
manera dramática la ausencia de lo épico en el pueblo panameño: “Quienquiera que
medite algo sobre la naturaleza y el alcance de nuestro males políticos y sociales
tiene que llegar a la conclusión de que nuestro mal más hondo es la casi total ausencia
del sentimiento de la nacionalidad en la masa del pueblo panameño. El sentimiento
de la nacionalidad es nulo o es débil entre nosotros porque ese sentimiento no nace
y se desarrolla sino al calor de dolores y de infortunios comunes, de luchas largas
y sangrientas, del sacrificio de preciosas vidas y del martirio de algunos de algunos
seres predestinados que vienen a ser finalmente los creadores de la nacionalidad,
porque ellos han encarnado, condensado y revelado en sus obras, en sus vistas y
aún en su martirio los pensamientos incoherentes y las aspiraciones intuitivas de
todo un pueblo. Pero Panamá, país nacido a la vida independiente sin luchas y
sin sangre, sin actos de heroísmo y sin el sacrificio de ningún mártir, se encontró
súbitamente disponiendo de un bien que no había conquistado con su esfuerzo,
y es natural que todavía hoy, trece años después de la independencia, este bien
inestimable no sea apreciado en todo su valor. Aún entre los mismos promotores
del movimiento de separación había hombres que no creían en la permanencia
de lo que estaban fundando y para quienes lo esencial era resolver un problema
económico inmediato y personal, más bien que reconocer el espíritu y consagrar la
existencia de una nacionalidad” (1953: 28).

193
Luis Pulido Ritter

embargo, está convencido que los países hispanoamericanos,


“inclusive Panamá”, han contribuido originalmente a la “cultura
universal” (7). La pregunta, no obstante, es saber qué significa
esta “originalidad”. Para él esta contribución del “Pensamiento
panameño adquiere su más genuina significación, sin que esto
entrañe un descuido absoluto de la especulación filosófica, en
su reflexión sobre la particularidad nacional y las expresiones
auto-conscientes de tal particularidad” (7). En este viaje hacia
la particularidad nacional, que no debe olvidar la especulación
filosófica, Soler considera que no hay reflexión filosófica que
no esté ligada a lo político, pues aquí pretende encontrar su
originalidad, justificación y sentido, fórmula que sirve además
para sentar las bases de la propia estrategia discursiva y así
utilizar e interpretar los materiales analizados. Y en este
pastiche filosófico en la cual puede escucharse el eco de
Samuel Ramos, cuando éste afirma muy protestantemente, por
la ausencia de confesor, que el “examen de conciencia” pasa
por lo que él llama la “introspección nacional” (148), el joven
filósofo plantea en su intento de encontrar la originalidad, lo
siguiente:
Los intentos independentistas y autonomistas
constituyen el estímulo que posibilita la introspección
panameña sobre su autenticidad como ser colectivo claramente
diferenciado (7).
Este mirar hacia adentro, la introspección, que es
subjetivo y psicológico, lleva a Soler a coquetear con las esencias
de la psicología del panameño, determinada precisamente por
el “transitismo”. Y este elemento, paradójicamente, acerca a
Soler a los filósofos nacionales esencialistas. Cree encontrar
en el “transitismo” una cierta invariabilidad en la personalidad
del panameño como nación136.

136
Olmedo Beluche que no hace mucho ha criticado desde una perspectiva de
clases marxista el transitismo, ha querido llamar la atención sobre el hecho de que
los panameños “han acariciado más de un proyecto nacional” (1997:5)”. Pero de

194
Ricaurte Soler. El Ideal en la Filosofía Panameña

Y el “transitismo” conlleva un elemento que – para el


filósofo que está interesado en la creación de una “cultura”
panameña homogénea y monolítica – lo lleva a reconocer,
contra su voluntad, lo siguiente: el relativismo137. Pero este
mismo “relativismo” que el acentúa como característico en la
cultura panameña, es lo que le ayuda a acentuar la romantización
de su héroe Justo Arosemena y de la ciudad letrada panameña
del XIX. Aquí es posible entonces descubrir una dualidad,
una vacilación, un territorio semántico que se mueve en
dos direcciones: la primera es que el “transitismo”, como
fatalidad histórica, impedía la formación de una verdadera
nacionalidad138, hasta que se clausurara la Feria de Portobelo
en el siglo XVIII que fue el “germen” de la conciencia criolla
, y, la segunda, es la siguiente”:
En Panamá, el fuerte sentido de los relativo, y una
psicología de amplia tolerancia, característica de nuestro
pueblo, como de todos en la historia desempeñaron
una función transitista, impidió la proliferación de las
corrientes involucionarias. Las revolucionarias, no

hecho Soler, desde su primer libro, nunca ha afirmado que no ha existido o hayan
podido existir otros proyectos de clases. Lo que Soler afirmó es que el transitismo
ha impregnado, como ningún otro, a la sociedad panameña.
137
“El pensamiento panameño se aboca a esta problemática surgida de la zona
de tránsito. Arosemena es claro ejemplo de la variabilidad de repercusiones que
determina el transitismo en los intelectuales. Si no hay, por una parte, afirmación
más contundente de panameñidad que la obra misma de Don Justo, por otra, en más
de una ocasión, permitió en sus proyectos legislativos, no llegados a materializarse,
la inoperancia de la autenticidad nacional al pretender hacer del Istmo un “Pro
Mundi Beneficio” al amparo de plurales potencias extranjeras” (9).
138
“No obstante haberse afirmado en la conciencia nacional panameña la
individualidad nacional, hay factores negativos que asumieron en letargo,
afortunadamente efímero, su psicología nacionalista. Uno de ellos es la creencia
generalizada en la posición geográfica privilegiada. Por paradójico que parezca
la fe en dicha creencia a la vez que actúa creando una conciencia de nuestra
peculiaridad, de nuestra autenticidad, desvirtúa en más de un caso esa misma
consciencia diluyendo todo sentido nacional en inquietudes de tipo práctico
y utilitario, cuando no en función de un internacionalismo excesivamente
amplio. Tal ha sucedido en algunos de nuestros estadistas, y tal es lo que supone el
“Pro Mundi Beneficio” como lema patrio” (39, subrayado mío).

195
Luis Pulido Ritter

obstante esporádicos intentos, tampoco han logrado


efectiva vigencia, en razón precisamente del relativismo
que define la psicología panameña. Se observa, pues,
que el relativismo istmeño pudo haber sido de positivas
repercusiones en el campo práctico y político (43).1
¿Soler no estará pensando en el llamado pragmatismo,
es decir, no como sistema filosófico, pero si como
Lebensphilosophie del pueblo panameño? Como joven
rodoniano, bolivariano y ateneísta, Soler evita en el campo
semántico – dentro de lo posible y solo para criticarlo – la
utilización de conceptos como pragmático y utilitarista.
Tan banal como pueda parecer y, precisamente, por esto
llama la atención, el sistema semántico soleriano se levanta
cuidadosamente de acuerdo a su objetivo de acentuar la
no-modernidad ilustradora del siglo XIX. Y este impulso
ideológico lo lleva, por un lado, a mitificar al pueblo panameño,
caracterizándolo por una “psicología de amplia tolerancia”.
Pero lo que resalta aquí es la ausencia de realidad y sinceridad
del filósofo nacional con respecto a la modernidad social-
económica en Panamá y, especialmente, con relación a la
inmigración antillana y china en el país139. Puede afirmarse que,
en las ciudades de Panamá y Colón, en medio de una sociedad
que pasaba por un proceso de diferenciación intensiva, la
búsqueda de la identidad del pueblo panameño, impulsada
por los intelectuales y los políticos, fue acompañado de la
intolerancia y la segregación, y, como en el caso de Soler, de
mitificación del “pueblo”, como reacción de una comunidad
imaginaria que se siente amenazada y rodeada de enemigos
que la asechaban140.

139
El ejemplo más categórico de esta reacción de intolerancia y segregación es la
constitución de 1941 que desnacionaliza a las “razas de inmigración prohibida”,
bajo el gobierno populista de Arnulfo A. Madrid.
140
En 1953 Esther María Osses escribió los siguientes versos: “Crecen las olas.
¿Qué importa? / El pez espada, tiburones ansiosos / fauces trituradoras, sombrías /
puñales color de ámbar, áureos cuernos afilados / caracoles, monstruos / La playa
está poblada de enemigos / ¿Y qué? La niña ríe”.

196
Ricaurte Soler. El Ideal en la Filosofía Panameña

Soler no es ajeno al problema del racismo. Pero en


Panamá lo llega a encubrir o desconocer con la mitificación
de ser un pueblo con una “psicología de amplia tolerancia”.
Mismo en su trabajo de doctorado de 1959 en el cual analiza
al positivismo argentino, quiere limpiar el evidente racismo
de un José Ingenieros a través de una pirueta intelectual
euro-céntrica, pero que no se presta como modelo a seguir o
imitar, sino, como excusa, para justificar la “particularidad”
en América. Efectivamente, lo que yo llamaría como el
euro-centrismo negativo, que utiliza el modelo Europa para
crear un territorio de excepción y liberar las manos de toda
responsabilidad y toma de posición crítica con respecto a lo
considerado como “cultura nacional”, es la otra cara de la
moneda del euro-centrismo positivo,en la que ingenuamente
los modelos son copiados o transformados de acuerdo a las
necesidades de fundamentación. Como ejemplo de este euro-
centrismo negativo que crea este territorio de excepción y, por
lo tanto, se “logra” disculpar al positivismo argentino, Soler
escribe:
El marxismo, que influyó sensiblemente no sólo en
las doctrinas sociales de INGENIEROS, sino también
en la de muchos otros cientificistas argentinos, dio
lugar a un fenómeno muy notable en la historia de las
ideas argentinas: la convergencia entre las ideologías
democrático liberales y las doctrinas socialistas. Este
fenómeno se complica si se considera la importancia
que atribuyeron los positivistas argentinos a ciertos
conceptos sociales de significación francamente
conservadora (el papel de las razas por ejemplo). (…)
No obstante el carácter racista, y aún aristocrático que
puede descubrirse en la obra de ciertos positivistas,
sería erróneo considerar estas ideas como las más
representativas de sus doctrinas sociales. Afirmamos por
el contrario que mientras que en Europa las doctrinas
surgidas de un aparto conceptual biológico (organicista)
se caracterizan por sus tendencias claramente
conservadoras, en Argentina el biologismo sociológico
hubo de aproximarse a doctrinas sociales y políticas
“progresistas (234 y 235).

197
Luis Pulido Ritter

La cultura criolla, ser progresista, el ímpetu de


fundamentación nacional, andamiaje ideológico forjado en
el transcurso de la Guerra Fría, implica para los filósofos
nacionales un trastocamiento deliberado en que se crean
territorios de excepción, particularidades y apologías
ideológicas y políticas, ayudados por un relativismo filosófico
que está cubierto por los intereses de fundamentación de la
nación. Este procedimiento intelectual, que revela un estado
espiritual de los filósofos nacionales, y que pasaría a designar
como una especie de nihilismo neocolonial, está caracterizado
por la crisis de efectividad y representatividad de los valores
ilustradores que han “fundamentado” a la sociedad moderna.
Es el espacio propicio, el territorio, que permite ejercer el corte
con respecto a la modernidad.
Este corte, para el caso de Panamá, está ejemplificado
en la manera con que Soler construye a Justo Arosemena. Si
los “teóricos del neo-liberalismo republicano” (1964: 68) – una
expresión soleriana para designar a Moscote y a Morales141 –
escribían biografías sobre Justo Arosemena tratando además
de representar al hombre e individuo de carne y hueso, los
filósofos nacionales obvian este capítulo para construir al héroe
nacional y se concentran en la Idea, lo latinoamericanista, y
contemplarla así como una entidad universal y eterna que, sin
embargo, está sujeta a la historia142. Para ello, entonces, como
reconoce Nils Castro, hubo que acentuar lo que en Arosemena
fue una temática menor y que está disperso en publicaciones y

141
Llama la atención que Soler no incluye en este grupo de intelectuales-políticos
a Méndez Pereira.
142
En el prólogo que hiciera Soler de Nils Castro en 1974, aquél finaliza, así: “Por
ello consideramos que este estudio de Nils Castro sobre “Arosemena, antiyanqui
y latinoamericanista” es de verdadera y segura actualidad, pues se sitúa en el
centro de múltiples debates ideológicos al destacar, con certero criterio, cómo
en Arosemena, e igual en la formación de la sociedad panameña, las fuerzas de
afirmación se nutrían de la interna y propia experiencia histórica, a la vez que
constituían respuestas justas a la externa expansión colonialista estadounidense”.

198
Ricaurte Soler. El Ideal en la Filosofía Panameña

periódicos de países distintos (1974: 9). Sin embargo, esta no


es la preocupación primera de Soler, a pesar que ya en 1954 lo
declara como “figura señera del pensamiento nacionalista del
decimonono” (95).
Lo que está en juego en Soler es mucho más radical, más
punzante, de “más larga duración” como diría el historiador
Fernand Braudel: limpiar, dentro de lo posible, al siglo XIX
panameño de modernidad, sacarlo del proceso general de
apertura, transferencias e intercambios que, justamente,
posibilita la modernidad, a pesar que él reconoce que la
pretendida y construida originalidad – realizada por el filósofo
nacional – del héroe nacional no responde “a las vigencias que
a priori postule un americanismo cultural” (122). Sin embargo,
a partir de aquí él sigue su meta, es decir, tratar de limpiar al
utilitarista y benthamista siglo XIX panameño, personificado
en el icono nacional Justo Arosemena143.

143
Soler, con su tesis ya anunciada desde el primer capítulo, en la que afirma
que Arosemena es un “agnóstico”, pero de un “positivismo de tipo positivista”,
comienza a limpiar al político-intelectual panameño de benthamismo y utilitarismo.
Esta posición, efectivamente, esta precedida de antemano con el juicio de valor
filosófico de que el utilitarismo y el benthamismo “no resiste una dialéctica prolija”
(20). Para este propósito, Soler, además, se apoya en dos posiciones filosóficas
modernas que él rechaza – la de Stuart Mill y el pragmatismo moderno –
para afirmar, con las armas de sus enemigos, que el utilitarismo fue superado
históricamente. Y mismo el positivismo es devorado, finalmente, por sus propios
hijos: “La reacción anti-positivista se desarrolla en el Istmo paralelamente a la
europea; no obstante, es claro, supone no la creación de un pensamiento que supere
los postulados filosóficos del positivismo, sino más bien la continuación, con leves
modificaciones, del escolasticismo colonial. Es desde este punto de vista que el
utilitarismo y demás corrientes del pensamiento moderno presencian en Panamá
un categórico repudio (41). Y este devoramiento, que quiere ser ejercido por Soler,
extiéndese hasta los liberales panameños, al ser convertidos repentinamente en
políticos religiosos: “Panamá, que en lo concerniente a movimientos ideológicos
mantuvo un curioso paralelismo con el de resto Colombia, no escapó a la reacción
anti-positivista que se avecinaba. Así, inclusive en los liberales istmeños de mayor
jerarquía, se observa una atenuación del radicalismo leseferista de la década
del sesenta. La merma de la mística liberal ha de conducir a nuestro país a una
hibridación ideológica con el conservatismo que hará posible la decadencia de
ambas tenencias. Es notable, y a la vez curiosa, la lenta fusión filosófica que se

199
Luis Pulido Ritter

Consecuentemente, aunque con muchas dificultades, él


presenta a Arosemena como un caso ejemplar del pensamiento
panameño, porque “su positivismo constituye una dirección
genuinamente autóctona”(38)144. Si, por un lado, Soler
pretende hacer de Arosemena, para demostrar la “originalidad”
americana, un adelantado del positivismo europeo, por otro
lado, por el relativismo del “pueblo panameño”, va limpiando
lo que pudo haber de modernidad en la ciudad letrada panameña
al crear una simbiosis entre la fe (el agnosticismo) y la ciencia
(el utilitarismo)145.
En un lenguaje de connotaciones semánticas sexuales y
patriarcales, donde la filosofía cultural sería medida por su
impotencia congénita o no de producir cultura universal,
Soler tiene la dificultad de reconocer que si hubo un político

va operando en los supuestos de nuestros partidos políticos. Frente al radicalismo


vehemente del tipo de Arosemena, que no admitía fundamentación moral que no
descansase sobre concretas bases “factológicas”, observamos ahora en los liberales
panameños un punto de vista moral cristiano basado en una ética inmutable y
eterna” (54).
144
José Dolores Moscote y Enrique J. Arce, quienes debieron ponerle atención al
pretendido positivismo de Arosemena que Soler quiere imputarle, escribieron: “Su
preocupación dominante fue, como no podía menos de serlo, la de analizar todo, de
someterlo todo a la doble criba de la observación y la experiencia antes de prestarle
el ascenso que sólo merecen los hechos en su rigor inflexible. Por aquí puede verse
cuánto había andado el doctor Arosemena en el camino del positivismo en una
época en que la obra de Augusto Comte apenas si había terminado. Sin embargo,
hay que observar, para evitar una errada inteligencia, que nos hallamos muy lejos
de asignar a nuestro compatriota el título de precursor de tal sistema de filosofía,
pues no se nos oculta que existe bastante diferencia entre una simple actitud mental
derivada, por asimilación de la lectura intensa de pensadores que vislumbraron
la necesaria supremacía en la constitución de la ciencias morales, y la profesión,
digamos así, de un conjunto más o menos sistemático de ideas que pudieron ser
consideradas como una determinada orientación filosófica. El positivismo del
Doctor Arosemena es solo la filtración en su mente del genio inglés, práctico en
la investigación de la verdad, objetivamente utilitarista en la apreciación de los
hechos y frío, acaso demasiado frío, en la construcción literaria de sus síntesis y
generalizaciones” (1956: 66).
145
“De la interrelación entre las tendencias escolásticas y las corrientes científicas y
filosóficas que se pretenden de vanguardia, se va gestando el ideario del pensamiento
istmeño, ideario que no es ajeno, por otra parte, al agudo sentido relativista que

200
Ricaurte Soler. El Ideal en la Filosofía Panameña

y pensador en Panamá que era anglófilo es, precisamente,


Arosemena, aunque el filósofo quiera convencernos de que el
panameño dejó de ser benthamista al fundamentar su doctrina
con elementos cientificistas y positivistas. Y es que para Soler
el positivismo estaba más cerca del socialismo, como quiso
demostrarlo con su trabajo de doctorado sobre el positivismo
argentino. Efectivamente, él trata de encontrar “originalidad”,
donde no la hay, justamente en la filosofía moral y ética
del benthamista panameño por su “variante” positivista y
sospecha, no obstante, que la búsqueda de “originalidad” es tan
forzado como un supuesto americanismo hispánico. Es más, el
filósofo nacional va más lejos cuando afirma que Bentham en
la filosofía teórica, no fue original, pues siguió a los griegos y
la “tradición ética inglesa”.
La primera obra de filosofía nacional de Soler, que
es la base de su producción posterior, es una entreverada
construcción donde se confunde ideología, nacionalismo y
romanticismo. Su filosofía, sometida a su idea de la nación
romántica, en el contexto de la Guerra Fría, no le permitió
aceptar que el político y ensayista panameño era sencillamente
un benthamiano y que su federalismo y leseferismo pertenecía
a la ideología liberal del siglo XIX. Que su filosofía, además,
expuesta en sus Apuntamientos, estaba muy lejos de ser
original como lo plantean los “neoliberales” Moscote y Arce
por no estar preocupados de hacer de Arosemena un padre
fundacional de la nación o la nacionalidad146. Llama la atención
afirmamos ser característico de nuestro pueblo” (subrayado mío).
146
El lacónico comentario, sobre la supuesta originalidad de Arosemena, está
efectivamente dirigido a los filósofos nacionales. Por ejemplo, refiriéndose a la
obra Apuntamientos, los “neoliberales republicanos escribieron: “Desde luego,
es evidente que en las páginas de este libro no se siente el aliento vivificador
de la originalidad, ni hay en ella ninguna gran inspiración ideológica de las que
acarrean transformaciones profundas en el pensamiento humano. Las ideas, los
razonamientos, los análisis, y, con bastante frecuencia, hasta el lenguaje mismo
denotan, a las claras, lo que ya podía esperarse , es decir, que la mente del Doctor
Arosemena se hallaba impregnada de sensualismo de filosofía utilitarista” (1956:
72).

201
Luis Pulido Ritter

este contraste en la ciudad letrada panameña de la década


del cincuenta: los jóvenes filósofos nacionales necesitaban
un padre fundacional, a pesar de no estar de acuerdo con
su universo político y filosófico, y los viejos “neoliberales”
no mitificaban a este personaje, aunque en parte estaban de
acuerdo con sus supuestos liberales.
Arosemena aspiraba para Panamá – para la seguridad y él
éxito de su vía transístmica – una neutralidad garantizada ya
sea por Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos y Cerdeña en
1857 (Beluche, 1997: 74). Además, es cierto que pudo haber
escrito un puño de artículos “nacionalistas”, como también lo
recalcaron Moscote y Arce en su biografía sobre Arosemena,
pero éstos estaban muy lejos de forzarlo en una dirección
romántica. La anglofilia de Arosemena tenía su justificación
en que para él, como para muchos de su generación, Inglaterra
era el ejemplo de la nación moderna. No solo con respecto
a la economía, sino también por su sistema político147. Y
como Soler lo sabía lo que más alcanzó fue convertirlo en
un agnóstico y medianamente en positivista148, a pesar que
aquél jamás tuvo conocimiento del sociólogo francés August
Comte149 . A pesar que Soler quiso afrancesar la segunda mitad
147
En este sentido, Arosemena, en su obra más importante, afirma: “la raza anglo-
sajona es acaso la única que, aún cediendo al poder Real, ha sabido conservar
en mucha parte sus libertades municipales. Del resto, solo vemos apariencias de
gobierno local en los parlamentos franceses, i en las diputaciones de las provincias
españolas del norte” (1981: 12).
148
Soler, en su ensayo de 1958, cuatro años después de escribir su trabajo de
licenciatura, expone con diáfana claridad esta tesis: “Justo Arosemena confirma
en nuestro medio intelectual la generalidad americana del fenómeno positivista-
autóctono. Su pensamiento se desarrolla a través de un doble paralelismo;
frente al comtismo francés, por una parte, y y frente al positivismo autóctono
hispanoamericano, por la otra. El paralelismo con Francia evidencia la rápida
incorporación del Istmo a la modernidad, una vez destruida la estructura política
colonial. El paralelismo con las otras manifestaciones hispanoamericanas del
positivismo autóctono pone de relieve la identidad de fuerzas históricas que lo
determinaron en el caso general de América y en el caso particular del Istmo” (en
Miro: 1981: 387).
149
José Dolores Moscote y Enrique J. Arce, quienes debieron ponerle atención al

202
Ricaurte Soler. El Ideal en la Filosofía Panameña

del decimonono panameño (1954: 51), afrancesamiento que


tuvo lugar en muchos países de América, Arosemena, valga la
observación, no venía de una tradición jacobina-roussoniana,
ni era francófilo, y su espíritu estaba muy lejos del humanismo
clásico francés.150 No era bolivariano, más bien era Cólgota,

pretendido positivismo de Arosemena que Soler quiere imputarle, escribieron: “Su


preocupación dominante fue, como no podía menos de serlo, la de analizar todo, de
someterlo todo a la doble criba de la observación y la experiencia antes de prestarle
el ascenso que sólo merecen los hechos en su rigor inflexible. Por aquí puede verse
cuánto había andado el doctor Arosemena en el camino del positivismo en una
época en que la obra de Augusto Comte apenas si había terminado. Sin embargo,
hay que observar, para evitar una errada inteligencia, que nos hallamos muy lejos
de asignar a nuestro compatriota el título de precursor de tal sistema de filosofía,
pues no se nos oculta que existe bastante diferencia entre una simple actitud mental
derivada, por asimilación de la lectura intensa de pensadores que vislumbraron
la necesaria supremacía en la constitución de la ciencias morales, y la profesión,
digamos así, de un conjunto más o menos sistemático de ideas que pudieron ser
consideradas como una determinada orientación filosófica. El positivismo del
Doctor Arosemena es solo la filtración en su mente del genio inglés, práctico en
la investigación de la verdad, objetivamente utilitarista en la apreciación de los
hechos y frío, acaso demasiado frío, en la construcción literaria de sus síntesis y
generalizaciones” (1956: 66).
150
Moscote y Arce, en este sentido, citan de Arosemena lo siguiente: “El principio
de libertad, tal como lo han entendido los políticos humanitarios, “denotan una
cosa que no ha existido jamás puesto que se ha querido que signifique una facultad
de obrar sin que nuestras acciones sean determinadas por influencias irresistibles,
lo que sería obrar sin motivo, cosa ajena al corazón humano. Se ha olvidado que
el hombre no mueve un solo dedo sino buscando el placer o huyendo del dolor
aunque no lo apercibamos siempre por lo tenue de las relaciones o por otras causas.
El principio de igualdad y los demás que se ocultan bajo expresiones tales como
derechos del hombre, derecho natural, deberes (cuando no se refieren a la ley
positiva), justicia, equidad, conciencia, sentido íntimo, común o moral, y otras por
el estilo se han usado siempre en los más elásticos sentidos, lo que prueba que son
meras opiniones en boca de quienes las usan y que, por lo mismo, no connotan
cosa alguna que pueda servir de fundamento a la moral. El sistema del contrato
social de Rousseau, fundado sobe principios arbitrarios, no merece más atención.
En resumen, los que han intentado fundar sistemas de moral y de política sobre
tales principios son hombres que se imaginan que “las ciencias son edificios con
sus cimientos, columnas, etc., y no lo que deben ser, descripciones de lo que es
o pasa. El hecho fundamental que de parten las ciencias morales y políticas es la
existencia de sociedades. Los hombre reunidos en sociedad, están en contacto unos
con otros, su conducta influye en su felicidad y necesitan de leyes: he aquí todo lo
que importa saber y nada más” (69).

203
Luis Pulido Ritter

santanderiano151. Y si hay algo del espíritu francés en


Arosemena no hay que buscarlo en su filosofía política o
moral, sino en su infructuosa voluntad de mejorar el mundo
post-ilustrado con inútiles constituciones que no pasaban de
ser bellos edificios y letra muerta152. Y el único no inglés, que
correspondía con sus intereses intelectuales y políticos, había
sido el descendiente de hugonotes suizo Benjamin Constant
con su liberalismo político, porque éste planteaba que debería
limitarse el poder del estado por ser una amenaza a la libertad.
Y al igual que éste, Arosemena creía simultáneamente que
el regionalismo e, incluso, la religión, elementos tan poco
republicanos franceses, servían como contrapesos al poder
civil del estado153.
Llama la atención cómo el filósofo nacional Soler, que
es precisamente un crítico del hispanismo, sale de pronto a la
defensa de la Madre Patria, cuando le reprocha a Arosemena que
su visión de la historia de América es “bastante convencional”
, porque considera que “América es para España una mina de
oro y un campo de catequización” (1954: 72). Soler, a diferencia
de Arosemena, considera falso que las leyes protectoras de

151
Octavio Méndez Pereira, en su biografía de Arosemena, resalta este aspecto
santanderiano de su familia y de él. (1971).
152
Moscote y Arce, en este aspecto, escriben: “Después se le verá, en medio de sus
ocupaciones personales, siempre al servicio de las más nobles causas de la América
y particularmente de aquella que más podrían determinar el afianzamiento de la
independencia de su pueblos y la estabilidad constitucional de los mismos. Así
redacta constituciones de pensamiento político avanzado para la época, que ofrece
a los gobiernos de Perú y Bolivia…” (328).
153
Su regionalismo es claro en El Estado Federal de Panamá y su moral, con su
fundamento religioso, en el trato que hace del eclesiástico con respecto al civil:
“El doctor Arosemena confiaba más en las sanciones morales y religiosas que en
las de la ley, las cuales consideraba poco menos que eficaces cuando se trata del
cumplimiento de los deberes entre los cónyuges. No es de extrañar, sin embargo,
esta posición ideológica del doctor Arosemena. Él era, ante todo, un pensador
moralista, lo mismo en política que en legislación y derecho” (Moscote y Arce:
330).

204
Ricaurte Soler. El Ideal en la Filosofía Panameña

indios en la colonia hayan sido la excepción y no considera


que el “retraso latinoamericano” habría que buscarlo por “la
condición misma de la madre patria” (71). Efectivamente,
según la tesis de Soler, expuesta en Formas ideológicas de la
nación panameña (1964), en Panamá, a diferencia del resto de
los países hispanoamericanos, las instituciones feudales como
las encomiendas, los mayorazgos y las reparticiones, “no
llegaron a arraigar con intensidad en el istmo” (13). Reconoce,
por un lado, el germen y el potencial de modernidad que ha
caracterizado al país desde la colonia, pero, por otro lado,
cuando se trata de comprender la modernidad panameña desde
el siglo XIX con sus elementos liberales, librecambistas,
federales y democráticos, sucumbe frente al debate planteado
en la Guerra Fría, donde las ideologías políticas y filosóficas
neocoloniales asumieron una romantización y cerrazón
cultural con respecto a los retos mismos que planteaba la
existencia de Panamá como “ruta comercial y de tránsito”. En
fin, todo el empeño filosófico soleriano, de fundamentar una
nación panameña y latinoamericana, que fuera “nuestra”, fue
hasta uno de sus últimos trabajos de 1980, el intento fructuoso
o infructuoso de rodonizar y de atenizar una cultura moderna
que se caracteriza por erosionar la utopía de las unidades
culturales románticas en América Latina y, especialmente, en
Panamá154.

154
Así, para terminar, Soler cierra su libro, así: “Por ello, desde Martí, la nación
latinoamericana es insuperable de una nueva conciencia de identidad, afirmada en
la historia, y de una nueva exigencia de racionalidad. La historia precisamente,
en el ejercicio de su magisterio, nos conduce a la certeza de que el formidable
empeño de su praxis revelará el sentido de la “utopía” latinoamericanista. Y de que
se realizará, finalmente, la síntesis de la nación racional y la nación real “ (265).

205
Luis Pulido Ritter

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210
Nuevas miradas

211
SOLER, EL VIEJO COLOSO155. ABDIEL RODRÍGUEZ
REYES
Introducción
Voy a tomarle prestado a Engels el adjetivo con el cual se refirió
a Hegel para ponérselo a Ricaurte Soler156: “el viejo coloso”.
Soler puede ser caracterizado como un “pensador de la cuestión
nacional, antiimperialista y crítico de la situación neocolonial”
157
, comprometido con la batalla de las ideas, como lo planteó
Perry Anderson, en cuanto a búsqueda de alternativas. Como
tal razonó mediante categorías capaces de articular un discurso
crítico que explicitó con meridiana claridad los procesos
políticos en curso, abrió a debate la historia de las ideas y
reflexionó sobre la filosofía desde un punto materialista de un
modo novedoso en nuestro medio. Miguel Montiel lo llamó
“el principal teórico de la nacionalidad panameña en el siglo
XX” y Luis Pulido Ritter “un filósofo nacional romántico”
con justa razón. Fue el principal teórico, en particular de la
segunda mitad del siglo XX y en su romanticismo — en el
sentido de Michel Lowy158 — está contenida su potentia.
Estas caracterizaciones se pueden ampliar. Soler en
efecto, no redujo sólo su reflexión a la cuestión nacional, a la de

155
Esta es parte de la investigación El pensamiento crítico de Ricaurte Soler,
producción teórica e historia intelectual con el código VIP -01-06-05-2017-05, la
cual está enmarcada en la línea de investigación Sociedad, cultura, pensamiento y
comunicación de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá.
156
Para consultar algunas de las obras de y sobre Soler, Disponible en línea: goo.
gl/G53U9z (Acceso: 12-6-2018).
157
Véase mi breve artículo Ricaurte Soler, pensador de la cuestión nacional,
antiimperialista y crítico de la situación neocolonial. Disponible en línea: goo.gl/
H1pgPA (Acceso: 23-4-2018).
158
Como señala Michel Lowy: “El romanticismo es, en realidad, un movimiento
cultural que atraviesa todos los campos de la cultura humana –el arte, la literatura,
la filosofía, la teología, la política, las ciencias sociales, la antropología, la
economía–; está presente en todos esos terrenos. Y ese movimiento cultural empieza
más o menos en la segunda mitad del siglo XVIII, y tiene su primer portavoz
importante en el filósofo francés Jean Jacques Rousseau. Pero se va a desarrollar
en el curso del siglo XIX. Y mi opinión, la tesis que yo tengo es que continúa
desarrollándose también en el siglo XX, hasta hoy. Hasta hoy hay manifestaciones
del romanticismo, aunque no se autodenominen necesariamente románticas. Para

213
Abdiel Rodríguez Reyes

su país; también trató el tema del hispanoamericanismo y por


supuesto, la cuestión nacional latinoamericana, cruzado por
los procesos políticos de la región, a la luz del ideal martiano
de la unidad de nuestra América. Desde sus obras tempranas
Soler mostró ingenio. Su trabajo de licenciatura: Pensamiento
panameño y concepción de la nacionalidad durante el siglo
XIX expresó su interés por las “investigaciones históricas”
y “las unidades de significación”. También exteriorizó su
interés por la fenomenología que lo llevó a proponer una
“Fenomenología de lo histórico” para quedar entre la esencia
de lo eidético fenomenológico y la ciencia de los hechos del
pasado: la Historia, para encontrar en ello la singularidad de
la identidad nacional. La obra de Soler se empezó a estudiar
tempranamente; en 1987 Pedro Pineda presentó su trabajo
de graduación: El problema de lo panameño en Ricaurte
Soler: aproximación histórico – sociológica: 1954 – 1962.
Se marcó su impronta en el ámbito nacional, pero con mayor
reconocimiento en el exterior corroborando aquel viejo adagio
de que nadie es profeta en su tierra.

El viejo coloso
Hay que tener en cuenta la vinculación de Soler a los grandes
centros de producción de conocimiento, como el Institut des
Hautes Etudes de L’Amérique Latine en París, La Sorbona y
la Universidad Nacional Autónoma de México para apreciar
su producción. Publicó en editoriales como Siglo XXI,
Paidós, Grijalbo, Fontamara, EDUCA, Anthropos, Casa de
las Américas, Fondo de Cultura Económica, entre otras, así

esta afirmación yo me atengo a esa frase de Marx no muy conocida, aunque me


parece muy significativa, en los Fundamentos de la crítica de economía política
[Grundrisse], en donde dice: “La crítica romántica del capitalismo va a seguir
acompañando al capitalismo como su sombra, hasta que llegue el día bendito en
que se acabe con el capitalismo”. Así que hasta que no se acabe con el capitalismo,
seguirá existiendo la crítica romántica al capitalismo; eso dice Marx”. Disponible
en línea: goo.gl/kC9Agt (Acceso: 15-6-2018).

214
Soler., El Viejo Coloso

como en gran número de revistas continentales, europeas y en


diarios como El Día de México y El País de España, para el
cual en 1988 escribió un artículo: Política exterior de Panamá
y crisis. Insistía en la necesidad de publicar en las editoriales
que tuviesen cobertura internacional. Como buen pensador
crítico fue a contracorriente de los temas tratados, no se dejó
seducir de las modas intelectuales de su tiempo y no negó el
intercambio crítico entre sus pares cuando valían la pena. Fue
uno de los pocos pensadores con escuela; algunos se declaran
solerianos y se refieren a Soler como el maestro, más allá de
lo obituario.
Soler siempre estuvo vinculado a los grandes centros
de pensamiento. En Europa como sabemos estudio en la
Universidad de Paris; en Latinoamérica en la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM), dos de las mejores
universidades del mundo. Por mucho tiempo Soler fue
sacralizado, lo que le hace flaco favor al pensador, como
tampoco lo hace la crítica pueril y fácil de quienes quieren
hacer carrera a costa del trabajo ajeno. Hay que tomarse en
serio la lectura crítica de su obra, aunado al contexto; ambas
ayudan a comprender el momento histórico que vivió, dicho
sea de paso, de acontecimientos históricos donde apostó por
la soberanía y la fundamentación teórica de la nacionalidad.
Entre la exacerbación de la nacionalidad y el chovinismo la
línea es delgada, pero el preguntarse históricamente sobre la
nacionalidad y especificidad como pueblo en su evolución es
un esfuerzo sin relación con el chovinismo y la xenofobia que
vivimos actualmente, como la afligida expresión: ¡Panamá
para los panameños!
Soler fue un pensador riguroso e inquisitivo; no lo
podemos escindir del sujeto, del ser humano en su fragilidad.
Falleció antes de tiempo, murió a los 62 años. Es decir, en
un momento de madurez intelectual. Para comprenderlo
mejor hay que desmitificarlo. El profesor sacralizado digno
de respeto y admiración está presente en la narrativa, veamos

215
Abdiel Rodríguez Reyes

los siguientes ejemplos: el primero del cantautor panameño


Rubén Blades y el segundo de José Espinoza.
“Alguien me dijo: Ricaurte Soler ha muerto […] desde
el centro de mi desconcierto, el alma me devolvió el
recuerdo embarazoso y fresco, de aquella tarde de mi
adolescencia cuando bajaba a velocidad y de espaldas
los vetustos escalones del glorioso Nido de Águilas
durante un cambio de clases y la mano del profesor
Ricaurte Soler detuvo mi desordenado descenso […]
para entonces ya su figura poseía dentro de estudiantado
institutor un carácter mítico. Era un ser exquisitamente
inaccesible y uniformemente considerado entre nosotros
como poseedor de una inteligencia sobrenatural,
extraterrestre […] el nombre de Ricaurte Soler se
pronunciaba susurrado” (apud. Montiel, 2013:18-19).

“En el caso del maestro lo recuerdo como un docente


y un investigador austero, sobrio, de refinadas maneras
y poseedor de un rigor conceptual y hábitos de trabajo
y estudio admirables[…] Nuestro primer contacto con
él se produjo en el año 1973–74 cuando ingresábamos
a los estudios universitarios en la carrera de Filosofía
e Historia. La asignatura cursada no podía ser otra que
Historia de las Ideas en América, la cual es recordada
como un curso difícil donde “si entraban 20 o 25 sólo
quedaban 5 o 4 al final del semestre”. Al principio nos
quejábamos de su metodología estricta, pero al final
terminábamos convencidos de que esta disciplina de
estudio y trabajo era necesaria para la interiorización
de contenidos archicomplejos y lograr la capacidad
de hilvanar datos históricos, sociológicos, políticos y
económicos cuyas relaciones no siempre aparecían a
simple vista” (Espinoza, 2005).
No podemos negar la marcialidad de Soler. Testimonios
de colegas, estudiantes y discípulos dan cuenta de ello. Su
bizarría, verticalidad y timidez en el fondo, lo hacían parecer
inaccesible, siempre reservado para sí mismo y cercanos
compañeros; pero, en el fondo abierto al diálogo. Su amplia
producción teórica lo hace digno de respeto. Soler hacía desde
el trabajo más abstracto de concebir ideas hasta la preparación
159
Para tener una idea: en la cuarta de edición de Formas ideológicas de la nación

216
Soler., El Viejo Coloso

impresa de sus textos. No tenía reparo en entrar en el debate159.


Contexto
El pensamiento de Soler se desarrolló en la segunda mitad del
siglo XX. En un contexto político de los gobiernos oligárquicos,
el acontecimiento de enero de 1964 y el golpe de Estado de
1968 hasta la nefasta invasión estadounidenses de 1989160.
Este es el contexto histórico de mayor convulsión política de
la República, anómala con un enclave colonial. El último día
del siglo XX, se puso fin, al menos formalmente, a ese enclave
impuesto por Estados Unidos. Una nueva etapa republicana que
Soler no pudo ver por su prematura muerte en 1994 alumbró el
alba cuando los estadounidenses abandonaron la denominada
Zona del Canal en 1999. Soler fue uno de los pocos pensadores
nacionales que trascendió de lo mero descriptivo a lo teórico
para analizar los procesos de transformación en curso. Para
comprender al autor y su pensamiento es necesario tener en el
horizonte de la producción teórica el contexto concreto desde
donde se pensó. Podríamos inferir que si no entendemos el
siglo XX mucho menos entenderemos las contradicciones de
nuestro presente, tanto en el plano nacional como mundial. A
nivel mundial, el sistema mundo se re-organizó de una nueva
forma, donde Estados Unidos se constituyó hegemónico, hoy
en medio de una crisis de legitimidad161, a lo cual quedamos
articulados subordinadamente.
Hasta el momento en Panamá aún no se ha escrito una
historia intelectual162. En términos generales poco se avanzó
panameña, polemiza con Gunder Frank sobre el tema de la existencia de “relaciones
feudales” en Latinoamérica.
160
En 1991 escribió un texto sobre el particular: La invasión de Estados Unidos a
Panamá. Neocolonialismo en la posguerra fría.
161
Para un análisis del papel de los Estados Unidos, véase el trabajo de más de una
década del Grupo de Estudios sobre Estados Unidos de CLACSO. Disponible en
línea: goo.gl/HoA9vz (Acceso: 1-9-2018).
162
Recientemente se publicó Protagonistas del Siglo XX Panameño en seis tomos.
Son un primer paso en esa dirección, a pesar de que inexplicablemente Soler no
esté entre esos protagonistas. También está Obra Selecta de Justo Arosemena. Es
un material importante para comprender a uno de los panameños más universales.

217
Abdiel Rodríguez Reyes

hasta la fecha, con algunos trabajos individuales importantes;


pero, no dan cuenta sistemática de nuestro pensamiento. En
cuanto a Ricaurte Soler, dada su prematura muerte, vemos un
relativo interés en su obra; algunos trabajos han visto la luz estos
últimos años, por ejemplo: los de Álvarez Murgas (2007)163,
Pulido Ritter (2008)164 y Montiel (2013)165, lo que facilita una
aproximación introductoria. En nuestro medio es urgente una
historia intelectual crítica, la cual nos ayude a comprender
la forma de organización de nuestro conocimiento. De esa
forma, también comprenderemos la naturaleza de nuestros
procesos políticos, sociales, económicos y culturales. Lo uno
no se logra sin lo otro. Si tomamos como referencia eso nos
percataremos de nuestra desorientación en la medida que no
tenemos claridad de la forma cómo nuestra intelectualidad ha
pensado de esta o aquella forma y cómo esa intelectualidad
de la decimonónica a la del siglo XX y lo que va de éste fue
fundamental en la concepción de la nacionalidad.
Otro de los temas centrales es su interpretación del
proceso torrijista. Es más, podríamos decir que el proceso militar
iniciado con un golpe de Estado en 1968 y el afianzamiento
de un régimen militar con un componente cívico de espectro
amplio marcó a Soler y a gran parte de la intelectualidad de
izquierdas, unos lo apoyaron, como el Partido del Pueblo,
otros se constituyeron oposición como el Movimiento
de Liberación Nacional y otros sectores. Personajes tan
singulares como José de Jesús Martínez (Chuchú), profesor de
Filosofía y Matemática, entre muchas otras facetas fue pieza
clave del torrijismo y amigo intimo de Ricaurte Soler166. El

163
Un material bibliográfico completo, de sumo interés para los que quieran
estudiar a Soler.
164
Una crítica desmitificadora de mucho rigor.
165
Un laudatio de uno de sus discípulos confeso y más cercanos colaborares.
166
Eran tan buenos amigos que cada uno dedicó al otro sus mejores libros. Chuchú
le dedicó a Soler Mi general Torrijos y Soler le dedicó Estudio sobre la historia de
las ideas en América. Ambos murieron en la década del noventa.

218
Soler., El Viejo Coloso

texto de mayor brío sobre esa coyuntura fue el capítulo seis


Bonapartismo y nacionalismo revolucionario de Panamá:
Nación y oligarquía 1925-1975. Donde explicó el poder estatal
surgido de 1968 con las fuerzas armadas desplazando a los
demás sectores. Este momento histórico, señaló Soler, abrió “la
posibilidad […] de su transformación en regímenes nacional-
revolucionarios que conduzcan a la efectiva socialización de
los medios de producción” (Soler, 1989:46). Lo cierto es que
ese ideal se fue apagando poco a poco hasta concluir con una
nefasta invasión, abriendo un nuevo episodio republicano. El
cual Soler denominó de restauración oligarca.
Teniendo en cuenta la ausencia de una historia
intelectual en Panamá y menos trabajos sistemáticos sobre la
producción teórica de Ricaurte Soler consideramos oportuna
una investigación particularmente sobre éste pensador. El cual
aportó singularmente a dibujar los rasgos del pensamiento
crítico en Panamá durante la segunda mitad del siglo XX. Es
notoria la ausencia de Soler en los trabajos realizados en el
plano nacional. Dado la importancia de la producción teórica
de un autor de su talla es necesaria una edición crítica de sus
obras completas. En cuanto a esto ésta investigación motiva
trabajar en esa dirección. Hilando con mayor sutileza podríamos
decir sobre nuestra cultura: la constatable desideologización
del sistema de partidos y despolitización de la sociedad en
general un pensamiento como el de Soler resulta necesario
en un panorama desolador como este, donde predomina el
pensamiento superfluo. En cambio, el pensamiento de Soler
es un pensamiento teórico y especulativo en sentido dialéctico
que buscó interpretar nuestro devenir histórico.

Historia de las ideas


Otros de los ejes centrales en la obra de Soler es la historia de
las ideas. Toda su obra lo evidencia. Junto a la obra de Horacio
Cerutti Guldberg Hacia una metodología de la historia de las
ideas (filosóficas) en América Latina, su breve trabajo Estudio

219
Abdiel Rodríguez Reyes

sobre la historia de las ideas en América son clásicos sobre la


cuestión. Dadas las circunstancias adversas al nombramiento
de Soler en el Departamento de Filosofía de la Universidad
de Panamá167 se decantó por la Historia, sin dejar a un lado
la Filosofía, encontrando una correa de transmisión mediante
la Historia de las ideas. Sobre todo en su madurez su análisis
estaba imbricado por un riguroso examen de la evolución
histórica de la nacionalidad panameña, latinoamericana e
hispanoamericana. Lo cual ya había iniciado en su trabajo
de licenciatura Pensamiento panameño y concepción de la
nacionalidad durante el siglo XIX.
Su producción en historia de las ideas es amplia,
imposible de abarcar en esta primera aproximación. En su
obra de 1982 Cuatro ensayos de Historia estudió las etapas
del pensamiento y acción antiimperialistas en Panamá. Eje
articulador de todas las luchas estudiantiles de la década
del cincuenta y sesenta. El ideal antiimperialista de Soler se
expresó con claridad en la trinchera, en la batalla entre las
ideas del neocolonialismo y las de la liberación nacional, aún
hoy inacabada. Así, Soler ubicó al general Omar Torrijos en
una posición comprometida hasta 1976, luego según Soler
comenzó a ceder la fortaleza de su “autonomismo” a los
sectores oligárquicos, aún cuando en el Tratado Torrijos –
Carter de 1977 dio un nuevo aire al sentimiento patriótico de
las luchas generacionales por la recuperación del Canal, las
cuales pusieron fin al enclave colonial, “en nuestras luchas
antiimperialistas”, dijo Soler “los Tratados Torrijos – Carter
constituyen un punto de llegada y de arranque […] puntos
de llegada puesto que se alcanzan nuevas escalas y puntos de

167
El sector conservador -Diego Domínguez Caballero fue durante 1949 a 1977
director del Departamento de Filosofía- siempre estuvo en tensión con Soler, al
punto de ser el profesor Rodrigo Miró de otro Departamento su tutor del trabajo de
licenciatura y posteriormente a su regreso con un doctorado perdió el concurso de
cátedra en Filosofía. Parte de esta disputa se recoge en el libro de Moreno Davis
(2006).

220
Soler., El Viejo Coloso

arranque puesto que todavía la nación es tarea agónica (en el


sentido de Unamuno) y aún no ha muerto el imperialismo”.
(Soler, 1982:56). La relación tensa con Estados Unidos aún
es definitoria en muchos asuntos internos, en la realización
de alianzas de los grupos de poder en aras de hacerse con la
gestión del gobierno para garantizar sus intereses.
Soler se inscribió en una empresa de mayor envergadura
para comprender a Panamá en su complejidad. En Formas
ideologías de la nación panameña (1972[1963]), estudia un
arco de tiempo de mayor espectro, más amplio que los trabajos
anteriores, eso lo hace más complejo. El joven doctor Soler,
ya con 31 años vuelve a insistir en el tema con la novedad que
ahora hila más fino, este es el interregno hacia el Soler maduro.
Como hemos dicho, Soler intenta superar el positivismo en
la Historia y pasar de lo mero descriptivo a la teorización de
los procesos históricos, como él mismo señala en este texto:
discutir “la fetichización de las fuentes” (Soler, 1972:13),
propio de los positivistas. Problematizar la metodología y el
tratamiento de las fuentes históricas de y en Panamá era algo
relativamente reciente, sólo hasta mediados del siglo XX con
la figura de Carlos Manuel Gasteazoro se revitalizó. A partir
del magisterio de éste se pudo “aclarar de manera científica
nuestro pasado histórico” (Araúz, 1990:4), con la obra
Introducción al Estudio de la Historia de Panamá. Fuentes de
la Época Hispana que obtuvo el Premio Ricardo Miró en la
sección de ensayo y publicó en 1956. A juicio del historiador
Celestino Araúz, uno de los objetivos fundamentales de la obra
en cuestión fue “sistematizar los estudios y la enseñanza de
la historia en nuestro país que, hasta inicios de la década del
cincuenta, estaban en completo desorden” (Araúz, 1990:5).
Esta labor investigativa impactó a Soler, al menos así lo expresó
en su trabajo de licenciatura y más en su tesis doctoral, la cual
dedicó a Carlos Manuel Gasteazoro, señalando “la imperiosa
necesidad de reformas y revisiones radicales”. (Soler, 1968)
Naturalmente en la Historia y esa fue precisamente, junto a la

221
Abdiel Rodríguez Reyes

interpretación, la empresa soleriana posterior.


Volviendo a Formas ideológicas de la nación
panameña el autor nos indicó desde el principio la necesidad
desenmascarar el carácter ideológico de “los clanes académicos
[…] solidarios con la crisis de la oligarquía nacional,” Soler
escribe esto en agosto de 1963 antes de las implosión del 9 de
enero de 1964, con meridiana claridad plantea la necesidad de
que: “la visión retrospectiva sugiere el esquema de las tareas y
prospectos del futuro” (Soler, 1972:14) nada más necesario que
pensar retrospectiva y prospectivamente168. A diferencia de los
trabajos antes citados del joven Soler, en esta obra no sólo trata
el pensamiento liberal en la formación de la nacionalidad, sino
también la formación de la conciencia liberal. En los primeros
trabajos, al menos en Pensamiento panameño y concepción
de la nacionalidad durante el siglo XIX no tocó el tema de
la conciencia, como sí empieza a profundizar en ello y sus
premisas ideológicas en Formas ideológicas de la nación
panameña. Según Soler ninguna otra ideología, más que la
liberal, podía expresar la aspiración del criollo vinculado a la
modernidad comercial que surgía de las antípodas del atrasado
modo semi-feudal. Con un claro interés y comprometido con
su clase, una de sus más cimeras figuras Mariano Arosemena
apostaba por la “libertad de comercio” en la “zona de tránsito”
(Soler, 1972: 35). Soler le pone con razón un potencial
tremendo a la conciencia liberal, señala que en el Colegio
Provincial del Istmo se enseñó oficialmente la Ideología de
Destutt de Tracy “considerada como el epílogo del optimismo
racionalista y del empirismo materialista que configuró
ideológicamente la revolución demo-liberal de 1789” (Soler,
1972: 36), no era poca cosa vincular el proceso de formación
del Estado moderno con una eventual conciencia liberal, la
cual encontraba en aquello, su más alta aspiración. Las ideas,
aún en sus formas más abstractas no están divorciadas de los

168
Sobre recientes estudios de prospectiva en Panamá véase: Aguirre et al. (2016).

222
Soler., El Viejo Coloso

procesos políticos concretos.

Conclusión
Ricaurte Soler es el pensador crítico más importante de la
segunda mitad del siglo XX. No hay ningún trabajo sistemático
sobre su obra. Hay intentos valiosos que ya hemos mencionado.
En ese sentido se hace necesario acometer esa tarea. En
particular la de hacer una edición crítica de sus obras completas.
Un pensamiento crítico como el de Soler es fundamental
en tiempos como los de hoy, de indigencia intelectual. El
pensamiento de Soler está cubierto de una veta revolucionaria.
Podríamos estar en desacuerdo en algunos puntos, pero no
quita un ápice al caudal revolucionario que recorre cada uno
de sus textos. Así, iremos armando el rompecabezas de nuestra
historia intelectual y forma de organizar nuestro conocimiento,
para impulsarnos con fundamentación al futuro, donde la
realidad no está divorciada de las ideas. Dónde estas últimas
son el acicate para transformar el mundo.

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227
UTOPÍA DE LA NACIÓN SOLERIANA. RICHARD
MORALES
Autoconciencia del Ser Istmeño
“La historia es análisis del ayer para apropiarnos del mañana”
(Soler, 1996: 13)
Ricaurte Soler fue un incorregible profeta del pasado, quien
alumbró el porvenir disputando la memoria, embarcándose en
una lucha por refundar nuestra historia para armarnos frente a
los retos del futuro.
Para comprender a Soler, hay que comprender la
razón de ser de su obra, razón no circunscrita a inquietudes
meramente intelectuales, sino deliberadamente políticas.
Su finalidad era intervenir en la gran batalla de ideas por la
conciencia de nuestros pueblos, en la que se juega el futuro de
Panamá y Nuestra América.
Soler nos legó armas invaluables para esa batalla, entre
ellas una lectura contrahegemónica de nuestro ser histórico,
que al depender de la acción consciente de los pueblos, desarma
aquellas interpretaciones desmovilizadoras de la nacionalidad
que nos hacen prisioneros del determinismo geográfico o
títeres de las maquinaciones imperiales, haciendo de la utopía
de la nación no un sueño inalcanzable, sino un ideal realizable
aquí y ahora, siempre y cuando estamos dispuestos a luchar
por ella.
Soler tiene como horizonte la nación, y la nación
para Soler es destino. Más que un ser, es un deber ser, una
potencialidad colectiva pugnando por realizarse en la
superación de las contradicciones que obstaculizan su necesario
desarrollo histórico. En función de ello, y como marxista
consecuente, hurgo en lo más íntimo de las raíces históricas
de la identidad panameña y latinoamericana en búsqueda de
las claves para la victoria de la lucha liberadora; claves que
debían expresarse en las tendencias de nuestro devenir hacia
los destinos posibles de la nación.
Soler buscaba los elementos definitorios de nuestro ser
nacional en aquellos ideales del pasado que en su terquedad

229
Richard Morales

se rehusaran a morir aunque languidecieran, reiterándose


insistentemente a través de la historia en los conflictos en torno
a la formación de la nación. Soler apuntaba a las tendencias
históricas, porque es en las tendencias que se encuentran las
aspiraciones que necesariamente resurgirán una y otra vez
para constituir el campo de batalla, generando un acumulado
que va abriéndose paso poco a poco a través del tiempo, y que
entre continuidades y discontinuidades (Soler, 2009: 274), va
forjando una conciencia colectiva que lucha por realizarse.
Para Soler, esa tendencia se manifiesta en dos
dimensiones. Primero, como la búsqueda incesante por
realizarse de la nación panameña, el Istmo, a partir de un
origen y desarrollo particular que evidencian una existencia
histórica innegable, diferenciable de las demás naciones
hispanoamericanas, y no reducible a ninguna coyuntura.
Segundo, como el anhelo integrador de construir una gran
nación de naciones, Nuestra América, fundada sobre una
identidad común latinoamericana que ligue a todos nuestros
pueblos en un proyecto continental compartido.
Ambos proyectos, nación panameña y nación
latinoamericana, son uno y el mismo, al ser dos dimensiones
de la misma tendencia hacia la autodeterminación de nuestros
pueblos, con la nación panameña realizándose únicamente
dentro de una unión latinoamericana.
Esa tendencia, sin embargo, solo se materializa en la
medida cobramos conciencia de ella, por lo que si hoy nuestro
pueblo asume la identidad panameña y latinoamericana, es
porque la hemos ido constituyendo históricamente a través
de las luchas que hemos librado y las utopías que hemos
abanderado. En otras palabras, es debido a la autoconciencia
de la panameñidad y la latinoamericanidad (Soler, 1971:
121), como resultado de una dialéctica histórica, necesaria y
racional para la existencia misma de nuestros pueblos, que esa
tendencia sigue presente como ideal que se niega a morir.
Soler nos entrega ese anhelo por la plena soberanía

230
Utopía de la Nación Soleriana

como arma contra los enemigos históricos de la nación: la


oligarquía y el imperio, en su empeño por desnacionalizarnos
borrando nuestra memoria colectiva y sepultando nuestra
conciencia nacional y popular, como medio para facilitar
el dominio y despojo de nuestros pueblos y territorios.
Ante ellos, Soler legitima la existencia de una nación
panameña y latinoamericana, lo cual a su vez legitima las
luchas de afirmación nacional y popular, permitiéndonos así
reconocernos en nuestro común origen y destino como los
sujetos revolucionarios, constituidos y constituyentes de la
nación panameña (Soler, 1999: 151), convocados para librar
hasta el final la batalla por nuestra autodeterminación.

La lucha por la organización nacional


Soler era marxista y latinoamericanista, ambas corrientes
atravesando el todo de su obra y sentando las premisas de sus
argumentos centrales. Ello le permite apropiarse del método
marxista, pero alimentando sus categorías con un contenido
estrictamente latinoamericano, sensible a las particularidades
de nuestra realidad. Marxista y latinoamericanista, Soler se
sitúa en su realidad para pensarla dialécticamente. Por ello,
para Soler como para Marx, el hombre, bajo circunstancias
históricas que no son de su elección, hace la historia a través
de la lucha de clases.
Pensar la realidad situándose dentro de unas determinadas
circunstancias, y comprender el desenvolvimiento de esas
circunstancias a través de la lucha por el control sobre la vida,
es lo que define para Soler quiénes somos y podemos ser como
colectividad. Soler, ajeno a cualquier tipo de esencialismo o
determinismo, ve en la búsqueda, siempre necesariamente
conflictiva, por la realización material y espiritual común, la
realidad de toda nación.
¿Qué es la nación para Soler? En una primera
acepción, Soler parte de la definición que era generalmente
aceptada por el materialismo histórico, la de Stalin, donde por

231
Richard Morales

nación nos referimos a una comunidad de seres humanos que


comparten lazos económicos, políticos, culturales, territoriales
y lingüísticos. Pero esta definición es insuficiente para Soler,
puesto que él piensa la nación, con Marx, como una comunidad
que produce y reproduce las condiciones mismas de su vida
a través del tiempo. ¿Y cómo produce vida la comunidad?
A través de la participación activa de las clases sociales en
el hecho nacional, inscribiendo la existencia de la nación
dentro de la lucha permanente de las clases, las cuales van
conformando las demarcaciones reales de esas dimensiones
económicas, políticas, culturales, lingüísticas y territoriales
(Soler, 2009: 118).
La nación es una permanente disputa histórica sobre la
forma de una comunidad realmente existente en sus múltiples
dimensiones. En síntesis, la nación para Soler es “la lucha por
la organización nacional” (Soler, 2009: 119).

Fuerzas nacionalizadoras y desnacionalizadoras


Esto implica un abordaje situado de la lucha de clases, donde
las clases y fracciones de clases deben pensarse no en función
de definiciones atemporales establecidas a priori, sino a partir
del lugar que ocupan en un momento determinado en relación
a la construcción de la nación. Por eso, el contenido o carácter
de las clases en Latinoamérica es muy distinto al europeo,
debido a que está definido no solo por el lugar que ocupan
las clases dentro de sus países, sino también por el papel que
ocupan sus países en la división internacional del trabajo y
poder.
Al situarnos en Latinoamérica, como periferia colonial
y dependiente, es el papel que juega una clase en torno a esa
sujeción imperial-colonial lo que determina el papel que está
jugando dentro del país, dado que las estructuras económicas
internas de un país dependiente necesariamente están ligadas
a la potencia que lo mantiene en la dependencia. En el tercer
mundo, las luchas de clases son necesariamente luchas por la

232
Utopía de la Nación Soleriana

soberanía nacional.
Esto nos lleva a clasificar a las clases en el tercer
mundo como fuerzas nacionalizadoras o desnacionalizadoras.
Las fuerzas nacionalizadoras son aquellas que intentan
afirmar la nación, como una comunidad unida y cohesionada,
que determina su propio destino obedeciendo sus intereses
materiales y espirituales comunes. Las desnacionalizadoras
serian aquellas que conspiran contra la formación de la
comunidad, y que respondiendo a intereses externos, buscan
fragmentarla y estratificarla, generando fisuras que separan
a las distintas partes entre sí, obstaculizando una autentica
unidad nacional, dando pie al concepto de Lenin de dos
naciones dentro de una.
Las fuerzas nacionales unen a la comunidad en función
de sus propios intereses, las desnacionalizadoras la fragmentan
en función de intereses exógenos.
Soler aplica esta clasificación al analizar la
confrontación entre liberales y conservadores durante el siglo
XIX. Comprende a los conservadores como antinacionales,
al representar sectores que no permitían el desarrollo de una
economía capitalista, aupando la conservación de pequeños
enclaves de formas de producción precapitalistas, con
relaciones serviles o esclavistas, escasamente conectados al
mercado mundial. Estos sectores conservadores proponían
además mantener o establecer vínculos de subordinación a las
principales potencias coloniales.
Lo antinacional en Soler tiene esa doble dimensión, que
se traduce en una doble enajenación, negando la nación primero
al no permitir la integración de los intereses económicos de la
comunidad, y negándola también al mantener lealtades hacia
una potencia externa. Por ello es que Soler afirma que las clases
articuladas en torno al liberalismo, que proponían un modelo
de nación moderna, independiente y capitalista, representaban
en el siglo XIX una fuerza nacionalista y progresista.
El antagonismo fundamental entonces, para Soler,

233
Richard Morales

es en torno al carácter nacional o antinacional de las clases


o fracciones de clases, y por ende, ese es el criterio que nos
permite identificar las posibles conformaciones de los bloques
pluriclasistas (Soler, 2009: 96) que luchan por la organización
de la comunidad.
Para Soler el conflicto social no se reduce a dos clases
confrontándose una a la otra, sino a una correlación de fuerzas
complejas, diversas y dinámicas, de clases y fracciones de
clases, que pactan entre sí en torno a sus cambiantes intereses,
los cuales inevitablemente giran en torno a la afirmación o
negación de la nación. Soler, rechazando cualquier noción de
sujeto revolucionario preestablecido, nos indica que un bloque
de clases y fracciones de clases ha sustituido, con frecuencia,
a sectores de la sociedad llamados naturalmente a realizar
determinadas tareas históricas. Esto, nos dice Soler, es posible
porque “la historia social no es natural”, es política (Soler,
2009: 138).

Bonapartismo permanente
Para imponer su proyecto de organización nacional, esos
bloques pluriclasistas buscan construir y controlar un Estado,
como instrumento de dominio que permite establecer formas
de producción y reproducción consonó con los intereses de
esas clases.
Aquí, Soler invierte una concepción genérica en
torno al origen de los Estados, ya que al ubicarse en el tercer
mundo, no piensa al Estado formándose de abajo hacia
arriba, como expresión y producto de la burguesía, dado
que en Latinoamérica se daban “revoluciones burgueses sin
burguesía”, sino al contrario, de arriba hacia abajo, donde
se estructuraban los Estados Nacionales como premisa para
el surgimiento de las relaciones de producción capitalistas
(Soler, 1989: 115). Las clases con pretensiones burguesas, para
consolidar su dominio, “debían hacer alianzas y compromisos
de naturaleza político-ideológica con otras clases o capas no

234
Utopía de la Nación Soleriana

burguesas de la nación” (Soler, 1989: 115). En otras palabras,


las luchas de los bloques pluriclasistas son por constituir
Estados que les permitan cimentar un proyecto de nación.
Por ello arguye Soler que los Estados, en particular en
el tercer mundo, tienen un alto grado de autonomía, un carácter
bonapartista permanente, al ser un poder estatal relativamente
autónomo frente a las clases y sus luchas (Soler, 1975: 98). Dada
la relativa autonomía del Estado en el mundo subdesarrollado,
este puede orientar el proceso económico, asumiendo un rol
arbitral en los conflictos de las clases sociales, conciliando
entre las clases explotadas y explotadoras, poseyendo el poder
para conservar o liquidar los modos de producir y formas de
propiedad.
Construir un Estado es el objetivo de las clases, puesto
que es la única manera de imponer sus intereses concretos, que
asumen la forma de una nación con sus particulares modos
de organizar la producción y reproducción de la vida de la
comunidad.

La más formidable fuerza productiva


Sin embargo, para Soler, partiendo de Marx en los Grundrisse,
la comunidad nacional no es solo una condición para el
desarrollo de las fuerzas productivas, con el Estado imponiendo
esas condiciones a la fuerza de manera externa, sino que esa
comunidad es en sí una fuerza productiva, afirmando que “las
comunidades nacionales que se han formado durante la época
moderna y contemporánea constituyen la más extraordinaria
fuerza productiva, material y espiritual, creada por el hombre
a través de su historia” (Soler, 1999: 178).
No estamos, como ya se estableció, hablando de la
nación meramente como una identidad cultural, o del Estado
como una fuerza estrictamente coercitiva, sino como una
comunidad con un carácter productivo, pues ese espacio que
es el Estado-nación moderno es una relación humana y social
que se desarrolla y desenvuelve productivamente. Para Soler,

235
Richard Morales

“la homogeneización nacional da lugar a la más formidable


fuerza productiva creada en la historia”: el Estado nacional
moderno (Soler, 1999: 150).
Vemos una vez más, a Soler apartarse de un
marxismo ortodoxo, al no considerar al Estado mero reflejo
superestructural, sino como ya observamos anteriormente,
un ente con la autonomía para incidir en la construcción de
la estructura, pero a su vez, como una fuerza productiva,
evidenciado por el hecho que la productividad no es la misma
con una forma estatal u otra (Soler, 2009: 106).
Hay una ruptura con la idea de una división artificial
entre la estructura y la superestructura, y un acercamiento a una
concepción amplia del Estado, como totalidad, que encuentra
su unidad en la acción humana organizadora y equilibradora
de ese todo.
Soler reconoce en la acción concreta del hombre, en la
praxis, la realidad de toda la historia, identificando a ese mismo
hombre como la fuerza productiva fundamental, que articula
entonces la estructura a la superestructura en la estabilidad
de un orden determinado; y que es el propio hombre, en las
contradicciones de clase y en la lucha por el Estado, quien
constantemente reformula la dirección y sentido de aquel
orden (Soler, 2009:107).
Si el hombre es una fuerza productiva, y el capitalismo
y el Estado son relaciones sociales, entonces en la época
moderna, es el hombre asociado en el Estado-nacional la
principal fuerza productora. El Estado nacional es no solo
la viva expresión de la fuerza productiva del hombre, sino
además, del dominio necesario para consolidar esa producción,
haciendo del Estado, simultáneamente instrumento de
dominación y poderosa fuerza productiva (Soler, 1989: 37).

El mito geográfico
El Estado-nación, teniendo la producción y reproducción de la
vida de la comunidad como premisa, se estructura asumiendo

236
Utopía de la Nación Soleriana

una forma particular a partir de los recursos que posee y decide


explotar. La naturaleza de las luchas por el Estado-nación
depende de cuáles son esos recursos.
En Panamá, para Soler, ese recurso es la posición
geográfica, constituyéndose históricamente el Istmo como zona
de tránsito. Señala Soler como desde la época precolombina se
utilizó a Panamá para el tránsito entre los dos grandes imperios
de ese tiempo, el Perú incaico y el náhuatl-azteca de México, y
posteriormente en la época colonial, con las rutas transistmicas
Panamá-Nombre de Dios y Panamá-Portobelo para conectar
las colonias con el imperio español (Soler, 1989: 12-13). Para
Soler, esto no se da por un determinismo geográfico, sino
debido a una serie de coyunturas fundacionales específicas
a nuestro territorio, que fueron condicionando el posterior
modelo de nación que se desarrolló en el Istmo.
Confluyeron para afirmar esa vocación transitista una
serie de circunstancias entre las que están que el fundador de
la ciudad de Panamá era un conquistador funcionario y no un
conquistador encomendero, el no afianzamiento de relaciones
de producción de carácter feudal, con la temprana desaparición
de las encomiendas mineras, la inexistencia de mayorazgos y
menor importancia del agro, y la especificidad política del Istmo
al no ser sujetado a la Capitanía General de Guatemala (Soler,
1989: 12-13). Estas circunstancias fueron contribuyendo a
crear en el Istmo una institucionalidad política y económica
directamente dependiente de la metrópoli, lo que genero desde
la época colonial “las condiciones económicas y sociales que
espontáneamente inducia a sus pobladores la convicción de un
proyecto político que haría posible la explotación del principal
recurso natural: la posición geográfica” (Soler, 1975: 83).
El destino de Panamá fue definiéndose en función de
su valor geopolítico, geoeconómico y geoestratégico, dando
pie a lo que hoy llamamos transitismo.
Esto sin embargo genera una aparente paradoja sobre
el surgimiento de la nación panameña. Para Soler, el principal

237
Richard Morales

obstáculo para la consolidación de la nación en la mayoría


de los países hispanoamericanos era la existencia de fuerzas
precapitalistas, aquel entramado de instituciones políticas,
económicas, sociales y culturales de carácter colonial aupadas
por clases desnacionalizadoras que conspiraban contra la
unidad nacional. Pero dado que en Panamá no existían fuertes
fuerzas precapitalistas, debido a la temprana preeminencia del
modelo transitista, ¿implica esto que con mayor facilidad se
formaría la nación panameña?
Soler resuelve esta paradoja aduciendo que a pesar de
que no había un poder social antinacional como en el
resto de Hispanoamérica, y aunque la posición geográfica
efectivamente legitimaba un proyecto de nación, “esa misma
posición geográfica desencadenaba fuerzas absorbentes que
podrían desnaturalizarlo” (Soler, 1975: 84).
Esa desnaturalización se fundamenta en las pretensiones
de poderes imperiales por hacerse con la posición geográfica,
que podía inducir a las clases oligárquicas, guiadas por el mito
geográfico, como fe desmesurada en la zona de tránsito como
panacea, a entregarlo todo a cambio de réditos derivados de la
explotación imperial de la posición geográfica (Soler, 1971:
100). Las fuerzas antinacionales panameñas lo son por su
entreguismo al imperio, en función de su ceguera por el mito
geográfico.
Esa fe desmesurada en el mito geográfico está vinculada
para Soler a “una psicología de esperanza y desaliento […]
a partir de un movimiento pendular de la actividad socio-
económica […] que anula o suma en breve letargo la conciencia
nacional” (Soler, 1971: 8).
El transitismo es un modelo altamente sensible
a dinámicas externas, que implica tiempos de bonanza y
opulencia extrema que debilitan la conciencia nacional, y de
decadencia y precariedad aguda que la fortalecen, lo que explica
la continuidad y discontinuidad de las grandes tendencias que
identifica Soler, entre la afirmación y la negación de la nación

238
Utopía de la Nación Soleriana

panameña. Es el estado de la fe en el mito geográfico a partir


del movimiento del péndulo, lo que hace a Panamá gravitar
entre el orgullo nacionalista y el entreguismo colonial
Las condiciones y fuerzas históricas que diferencian
históricamente al Istmo están siempre presentes, pero
languidecen por momentos, precisamente por ese movimiento
pendular que va entre la esperanza y el desaliento, entre la
afirmación de la soberanía y el sometimiento colonial.

La gran tendencia
Para Soler, esas condiciones y fuerzas históricas conducen al
Istmo hacia el ideal del Estado Soberano, el Panamá Estado
federal autónomo de Justo Arosemena dentro de una gran unión
continental latinoamericana, como “fórmula ideológica que
asume la aspiración panameña a la autodeterminación” (Soler,
1989: 18). En torno a la afirmación y negación de ese ideal se
configura una clara diferenciación de Panamá con el resto de
la Nueva Granada, después Colombia, que se constituye en
tendencia histórica definitoria de la nación panameña.
Es un ideal afirmado por las fuerzas autonomistas
e independentistas que a largo del siglo XIX pugnaron
por conquistar el autogobierno y desarrollar la función
transitista, pero también reconocido implícitamente en los
esfuerzos colombianos por negar esa autonomía y truncar
el aprovechamiento panameño de la posición geográfica. Es
la tendencia autonomista e independentista en función de la
búsqueda del control de la zona de tránsito la que define y
diferencia históricamente a la nación panameña.
Esta tendencia se mantiene en el siglo XX, pero
ahora dentro de la coyuntura del emergente imperialismo
estadounidense, tomando la forma de aspiración a la soberanía
sobre el territorio ocupado y el Canal de Panamá.
El imperialismo estadounidense es la confirmación
en el siglo XX de la continuidad de esa tendencia, ya que
si las formaciones nacionales latinoamericanas emergieron

239
Richard Morales

enfrentando simultáneamente al colonialismo externo y a las


fuerzas disociadoras del precapitalismo interno (Soler, 2009:
29), ahora debían enfrentar al imperialismo estadounidense
y a la fragmentación del territorio en enclaves económicos
subordinados a Estados Unidos.
Pero esa expansión imperial estadounidense transmuto la
función nacional - antinacional de las clases en Latinoamérica,
dando pie a fuerzas desnacionalizadoras de una naturaleza
distinta, y por ende, alterando la configuración de las clases
que luchan por la organización de la comunidad nacional
(Soler, 1975: 105).

La reconfiguración de las clases nacionales y antinacionales


Si durante el siglo XIX las clases burguesas agrupadas en
torno al proyecto liberal cumplieron un papel nacionalizador, a
partir de 1903, y en especial desde 1925, estas clases enfrentan
conflictos crecientes con las clases populares, principalmente
obreros y campesinos, que no pueden prohijar su ideología o
concepto de nación, debido a diferencias irreconciliables de
intereses (Soler, 2002: 105).
Aquí surge la principal contradicción dentro de los
países latinoamericanos en el siglo XX, donde ante el cambio de
las condiciones materiales internas y una nueva modalidad de
imperialismo, los intereses y lealtades de las clases cambiaron
necesariamente también. “La emergencia del imperialismo
modifico la base social del liberalismo, convirtiéndola en
fuerza reaccionaria” (Soler, 1999: 19).
La reconfiguración de la lucha de clases, con el
surgimiento de nuevas clases populares, hace que la burguesía
comercial y casateniente vinculada al liberalismo vea en
el imperialismo la única garantía de su existencia ante la
amenaza creciente que representan esos sectores populares
a sus intereses. La expansión de la base material de las
clases dominantes depende ahora de la sujeción imperial, en
desmedro de los intereses de las clases populares, quienes

240
Utopía de la Nación Soleriana

sufren dicha sujeción. A partir de ese momento, “la oligarquía


no tiene nacionalidad” (Soler, 2002: 105).
La reconfiguración de intereses y lealtades hizo patente
“la colusión inevitable y profunda de la oligarquía, esencial
e irremediablemente antipatria, con el imperialismo” (Soler,
1989: 56).
Esto permite que Soler, a partir de la emergencia y
consolidación del imperialismo estadounidense a finales
del siglo XIX, identifique a las fuerzas antinacionales como
todas aquellas “quienes por su posición en la estructura
social tiene inescindibles lazos con el principal enemigo
histórico de nuestra nacionalidad y también de las naciones
de nuestra América: el expansionismo y el imperialismo de
Estados Unidos” (Soler, 1999: 139). Soler las define como la
oligarquía, y esta oligarquía constituye el bloque pluriclasista
que detenta el poder internamente, bajo la protección y al
servicio del poder imperial.

La cuestión nacional y social


Con este cambio de las condiciones internas y externas
son ahora las clases populares los portadores del proyecto
nacional, coincidiendo los intereses populares con los
nacionales, generando un escenario donde cada vez más “la
cuestión social era indesligable de la cuestión nacional” (Soler,
1975: 86). La traición a Victoriano Lorenzo para silenciar la
reivindicación económica y social en el marco de la lucha por
la autonomía política y el pedido de intervención a las tropas
estadounidenses ante el movimiento inquilinario, son muestras
fehacientes de cómo dentro de la nueva coyuntura los intereses
sociales y populares coinciden con el interés nacional por la
autodeterminación.
Si autodeterminación significa un desarrollo de las
fuerzas productivas en función de la voluntad e intereses
de la nación, ello implica que dentro de un orden de
sujeción neocolonial e imperial, la realización de la nación

241
Richard Morales

está representada por las luchas de las clases excluidas y


explotadas, quienes tienen un interés material directo en lograr
la plena soberanía. En contraposición a estas, están las clases
oligárquicas, quienes al ser los principales beneficiarios del
orden de sujeción imperial, ya que derivan sus principales
fuentes de riqueza del control que ejercen sobre los enclaves
económicos ligados a la potencia imperial, son naturalmente
los principales interesados en mantener ese orden.
Por eso en los países subdesarrollados la expoliación es
doble, pues en estos las clases populares son explotadas por
sus empresarios connacionales en los enclaves, los que a su
vez están subordinados a las grandes transnacionales de la
potencia. De ahí la sentencia de Soler que “toda lucha social
en el tercer mundo es necesariamente antimperial” (Soler,
1999: 150).
Esa doble expoliación se traduce en una doble enajenación,
de la soberanía del pueblo y de la soberanía nacional […] con
la soberanía del pueblo a favor de la oligarquía y la soberanía
nacional a favor del imperio (Soler, 1999: 179). Aquí vemos
que ante la mancuerna desnacionalizadora oligarquía-
imperialismo, se yergue la simbiosis de las luchas populares
y nacionales.

Camino al socialismo
La sinergia entre los intereses populares y nacionales es el
camino a la superación de la contradicción nacida de la doble
enajenación a la que están sujetos nuestros países, superación
a partir de la lucha de las clases populares por imponer una
nueva organización nacional.
Esta lucha permite articular un bloque revolucionario
con el poder suficiente para construir un nuevo Estado,
análogo a como en las guerras de independencia fue necesaria
una estrategia social anticolonial, fundada en la liberación de
los esclavos y siervos, como precondición para adquirir las
fuerzas con las cuales conquistar la autodeterminación (Soler,

242
Utopía de la Nación Soleriana

2009: 219).
Pero además del factor estratégico, esa lucha es la única
forma de crear una nueva base material que permita suplantar
la base del orden neocolonial. Al ser el Estado-nación una
fuerza productiva en sí misma, eso implica que un nuevo
Estado estará asentado sobre una organización distinta del
poder, que permita la realización plena de las clases que llevan
adelante la lucha, lo que exige la socialización de los medios
de producción y reproducción de la vida, como fórmula para
poner el poder sobre esos medios en manos de aquellos que
habían sido excluidos y explotados en el orden anterior.
Soler entiende por socialismo “la primera experiencia
en la historia de la humanidad en que el hombre asume, con
los alcances de su conciencia, la responsabilidad de estructurar
la sociedad al margen de los parámetros inexorables creados
por la propia actividad de producción y reproducción de su
vida material” (Soler, 1996: 11). Para Soler, el socialismo, es
el control absoluto del hombre sobre su propia vida, la forma
más elevada que asume la autodeterminación de los pueblos.
Por ende, socializar los medios de producción y reproducción
de la vida y alcanzar la plena autodeterminación, produce
la ruptura con el imperialismo garante de la base material
capitalista.
El único camino a la autodeterminación, como auténtica
soberanía popular y nacional, es el socialismo. Como nos
dice Soler, “superar esas contradicciones y alcanzar nuevos
procesos cualitativos, democratizadores y nacionalizadores
implica la ruptura de la dependencia imperial mediante la
socialización de los medios de producción y cambio” (Soler,
1989: 94).
La socialización de los medios de producción es por
ende, camino y destino de la autodeterminación. Toda otra
alternativa no es más que una independencia ficticia, donde
inevitablemente seguiremos presos de las dinámicas coloniales-
imperiales al no haberse constituido un nuevo Estado con

243
Richard Morales

una nueva base material. Las clases populares tienen la


socialización de los medios para la producción y reproducción
de la vida como condición para su plena realización, lo cual
implica romper con el imperialismo y sus aliados oligárquicos
y la base material capitalista que niega esa realización.

Horizonte nacional latinoamericano


Ese deseo de realizarnos plenamente como comunidad, que
no es más que la voluntad para vivir que mueve a todos los
seres humanos, aunque se encuentre atrofiado por la doble
enajenación oligárquica-imperial que busca suprimir nuestra
existencia, es la fuerza motriz de la tendencia histórica que
inevitablemente hace resurgir una y otra vez las luchas
revolucionarias. Tendencia que nos empuja siempre a luchar
para conquistar el poder sobre la vida.
Adquirir conciencia de la tendencia significa reconocer
el más importante de los derechos para Soler, que más que un
derecho es la condición de todo derecho, que es el derecho
a la vida, a la existencia misma de los pueblos (Soler, 1999:
151). Y para conquistar ese derecho a la vida, es necesaria la
autodeterminación nacional, como el poder para controlar y
garantizar esa existencia común mediante la socialización de
los medios para la producción y reproducción de la vida.
Pero es claro que la autodeterminación nacional es
una imposibilidad mientras sigamos bajo el dominio del
imperialismo estadounidense. El imperialismo se sostiene
sobre la fragmentación de Latinoamérica en neocolonias
capitalistas dependientes y débiles, por lo que ningún país
latinoamericano podrá consolidarse como nación de manera
aislada, sino solo a través de la unidad continental.
El más elevado estadio de conciencia entonces es el
que reconoce en la autodeterminación latinoamericana la
condición de posibilidad para la autodeterminación nacional,
como única forma de garantizar el derecho a la vida de todos
nuestros pueblos. Es la realización de la tendencia histórica

244
Utopía de la Nación Soleriana

que conduce a la afirmación de nuestra identidad nacional en


función de la afirmación de la identidad latinoamericana. Al
igual que durante las guerras de independencia, el horizonte
nacional latinoamericano debe estar en la conciencia de todas
las clases revolucionarias (Soler, 2009: 96).
Por ello, para Soler, siguiendo a Martí, es el pueblo con
conciencia de la latinoamericanidad, el pueblo-nación, quien
asume el papel de agente del proceso revolucionario, siendo
el único que, a escala de Nuestra América, esta históricamente
convocado para la realización de la utopía nacional y
latinoamericana (Soler, 2009: 265).
El imperio lo sabe, y por eso desde las gestas
independentistas hasta nuestros días vienen conspirado en
contra de la unidad continental, tratando de obstaculizar el
desarrollo de esa conciencia nacional y latinoamericana.
Hecho ejemplificado en la invasión a Panamá, donde para
Soler “el verdadero objetivo no era remover a Noriega sino
la liquidación de toda posibilidad de autodeterminación
nacional” (Soler, 1999: 90), estableciendo un régimen de
ocupación que “siente las premisas culturales e ideológicas de
nuestra desnacionalización” (Soler, 1999: 101).

Dialéctica inédita
Las consecuencias de ese proceso desnacionalizador las sufre
Panamá hoy, por lo que ante el intento de borrar violentamente
la memoria colectiva del pueblo panameño, se hace urgente
escuchar las palabras de Soler, quien nos conminó a volver
al pasado, como una de las mejores maneras de armarnos
frente a los retos del futuro (Soler, 1996: 35), para emprender
cuanto antes la batalla por recuperar, desarrollar y elevar la
autoconciencia de nuestro derecho a existir como nación.
Estando en juego nuestra existencia, no podemos
seguir siendo víctimas del péndulo, esperando inertes a que
surjan por factores exógenos las condiciones favorables para
el resurgimiento de las luchas por la identidad nacional.

245
Richard Morales

Hemos de ser nosotros por encima de las fluctuaciones


del transitismo, constituidos como el actor revolucionario de
pueblo-nación, quienes afirmemos nuestro derecho histórico
a existir, persistiendo con terquedad en continuar el legado
de los panameños y latinoamericanos que han luchado por
una autodeterminación planteada a escala continental, como
“la idea no realizada, pero ya probada históricamente en la
materialidad de la lucha de clases” (Soler, 2009:274).
Esta idea por ende, no es de la autoría exclusiva de
Soler, sino un producto de las múltiples generaciones de
panameños que han ido construyendo con su praxis un puente
de continuidad entre distintas concepciones de la nacionalidad,
que Soler se dio a la tarea de desentrañar, articular y explicitar
como utopía conquistable.
Ser o no ser, queda en nuestras manos la resolución de
esta trama existencial, y las formas que esa resolución tomen
serán propias a nuestros pueblos, expresiones originales de
una utopía inédita que se “busca en el pasado, se crea en el
presente, y se proyecta para el porvenir” (Soler, 1971: 44),
lo cual constituye la esencia del proyecto soleriano por la
autodeterminación nacional.
Solo una dialéctica inédita, presagia Soler, de reformas
radicales o revolucionarias, llevada a cabo por la praxis de un
pueblo con autoconciencia de su derecho a ser, ha de superar
la contradicción histórica que plaga a Latinoamérica, para
conducir a esa resolución decisiva que nos permitirá afirmarnos
plenamente como nación panameña y nación de naciones
latinoamericana. Resolución que dependerá del resultado de la
batalla por la conciencia de nuestros pueblos.
Ser o no ser, o la Utopía o el exterminio.

Bibliografía
Soler, Ricaurte, 1971. Pensamiento Panameño y Concepción
de la Nacionalidad durante el Siglo XIX (Panamá, Librería
Cultural Panameña).

246
Utopía de la Nación Soleriana

Soler, Ricaurte, 1975. “Panamá, Nación y Oligarquía” en


Gandásegui, Marco 2002 Las Clases Sociales en Panamá
(Panamá, Centro de Estudios Latinoamericanos).
Soler, Ricaurte, 1989. Panamá: Historia de una Crisis
(México, Siglo Veintiuno Editores).
Soler, Ricaurte, 1996. “Cuasimodo: Alba de la Utopía” en
Revista Tareas (Panamá) No 94.
Soler, Ricaurte, 1999. La Invasión de Estados Unidos a
Panamá: Neocolonialismo en la posguerra fría (México,
Siglo Veintiuno Editores).
Soler, Ricaurte, 2009. Idea y Cuestión Nacional
Latinoamericanas: de la Independencia a la emergencia del
Imperialismo (México, Siglo Veintiuno Editores).

247
ACERCAMIENTO A LA IDENTIDAD PANAMEÑA
DESDE RICAURTE SOLER. FLORENCIO DÍAZ
PINZÓN

El punto de partida de este artículo es un repaso desde la


teoría sociológica del desarrollo del concepto de identidad,
con un énfasis particular en el rol que el conflicto juega en
su conformación. A continuación, se resumen las posturas que
sobre la identidad panameña acuñaron dos autores panameños
contrastantes: Isaías García y Ricaurte Soler. Con base en esta
discusión se propone una definición propia de la identidad
panameña.

Antecedentes
El concepto de identidad se ha convertido en uno de los
conceptos con mayor uso en los escenarios de conflicto
establecidos tanto a nivel global, como en lo local y lo nacional.
Su uso es persistente, no solo en el campo de las ciencias
sociales, sino también en los discursos acuñados tanto por los
movimientos sociales como en los expresados por los propios
políticos de las élites; en las alocuciones de la izquierda; en las
artes y en otros escenarios variados, pero siempre es empleado
con el propósito de fortalecer la identidad. Sin embargo, a
pesar de la ubicuidad de su uso no se ha logrado homogenizar
lo que se entiende por identidad.
El término identidad se incorporó al campo de las
ciencias sociales a partir de las obras del psicoanalista austriaco
Erick Erickson, quien a mediados del siglo XX empleó el
término ego-identidad en sus estudios sobre los problemas
que enfrentan los adolescentes y las formas en que pueden
superar las crisis propias de su edad. Erickson concibe a la
identidad, como “un sentimiento de mismidad y continuidad
que experimenta un individuo en cuanto tal” (Erickson, 2010).
Podemos considerar la identidad como la autorreflexión
del individuo, proceso que le permite ponderar sus propias
capacidades, reafirmándose como individuo. Sin embargo, toda
vez que los individuos viven en colectividad, esta autorreflexión

249
Florencio Díaz Pinzón

implica necesariamente un proceso de reconocerse a sí mismo,


pero también de diferenciarse de otros miembros de un grupo.
Este artículo no abordará el concepto de identidad desde la
psicología social. Procurará un acercamiento a partir de la
teoría sociológica, teoría que observa a la identidad como el
mecanismo articulador de los actores sociales a través de sus
discursos reivindicativos nacionales, regionales o locales; es
decir, a partir de la construcción colectiva de acuerdo a las
representaciones subjetivas de los actores sociales frente al
contexto.
Inicialmente podemos plantear la identidad como
resultado de los conflictos (ya sea por el control de las
estructuras sociales en las que los movimientos son constituidos
por acciones reivindicativas o de transformaciones al sistema
social); y otro, en el que las características subjetivas o acciones
colectivas parten de la capacidad de agencia de los actores.
Touraine propone que:
“la acción de los movimientos sociales no está dirigida
fundamentalmente frente al Estado y no puede ser
identificada con una acción política por la conquista
del poder; al contrario, es una acción de clase, dirigida
contra un adversario propiamente social” (Touraine,
1990).
Touraine observa el conflicto al margen del Estado, en
el escenario de la sociedad civil, identificando los movimientos
sociales según objetivos culturales y el conflicto entre civiles,
determinando que los individuos son capaces de forjar su
propia historia. Estos argumentos permiten a Touraine “definir
el movimiento social como la conducta colectiva organizada de
un actor luchando contra su adversario por la dirección social
de la historicidad en una colectividad concreta” (Touraine,
1990).
El surgimiento de diferentes movimientos sociales para
Touraine no significa multiplicidad de conflictos sociales. Al
contrario, son representaciones del conflicto central que surgen

250
Acercamiento a la Identidad Panameña desde Ricaurte Soler

producto del control de la historicidad, es decir, el control de


la cultura.
Desde esta perspectiva, la identidad es el escenario
donde se observa cómo, a través de acciones dirigidas por actores
que participan de un campo de la historia, se disputa el control,
la reapropiación del conocimiento y las transformaciones del
modelo cultural que las clases regentes han determinado para
sus propios intereses, es decir, la historicidad.
La reflexión contemporánea sobre la identidad – dice el
sociólogo italiano Alberto Melucci “nos incita cada vez más a
considerarla no como una ‘cosa’, como la unidad monolítica
de un sujeto, sino como un sistema de relaciones y de
representaciones” (Melucci, 1999).
Para Melucci la identidad implica en primer término
una definición común y compartida para orientar las acciones
del grupo, es decir, tener fines, medios y campo de acción.
También debe poseer valor o un modelo cultural y ser capaz de
cohesionar a través de ritos, símbolos, prácticas. Todos estos
procesos que influyen en la construcción de una historia y
memoria otorgan estabilidad a la autodefinición de identidad,
(identitaria).
La identidad es también la introyección de las prácticas
culturales compartidas y legitimadas, es el ser colectivo
que expresa las diferencias con el grupo antagónico. Ahora
bien, como la identidad enuncia conflicto por el control de la
historicidad es dinámica, cambia, se fusiona, genera rupturas.
También es compleja, es local, nacional y regional frente al
dominio.
Pareciese ser que lo local, lo nacional y lo regional
son las variables que se articulan con lo geográfico y lo
económico para sentar las bases del conflicto y por ende hace
surgir la identidad como mecanismo cohesionador de los
grupos en disputa por el control. Esta relación de variables
suele evidenciar un discurso de carácter nacionalista y clasista
soslayando así otras identidades que representan sus propios

251
Florencio Díaz Pinzón

intereses. Podemos, por tanto, pensar que la conceptualización


de identidad incluye tanto elementos objetivos como subjetivos
que son producto del origen cultural, étnico, la posición en
la estructura social y económica, del género, de la religión,
del contexto rural o urbano, de la manera como se relacionan
con la naturaleza. Todos estos factores hacen pensar que en un
espacio se encuentran diferentes identidades; identidades éstas
que son dinámicas y cambiantes.
Según Chang:
“las culturas nacionales y locales, no se encuentran en
un desfile ordenado, sino en una yuxtaposición, lo que
parece complicar la búsqueda de una identidad regional.
Sin embargo, desde una perspectiva diacrónica,
la cuestión se nos aclara, pues solo mediante el
cuestionamiento de nuestras raíces podremos esclarecer
el ser actual, reconocernos y que nos reconozcan como
parte de una raíz común” (Chang, 1996: 69).
Este planteamiento despierta la necesidad de deconstruir la
idea de identidades forjadas de manera lineal, homogénea
y teleológica. Estos argumentos no solo evidencian
desconocimiento, sino también un discurso de dominación que
reprime nuestras identidades, diluye los lazos de solidaridad
y difumina los intereses en común. Muy por el contrario, las
identidades son difusas, cambiantes, por lo que es necesario
recurrir a nuestro pasado, para poder lograr conocer nuestro
ser en el presente. Este proceso debe partir de entender las
diferencias en las identidades.
Desde esta visión Castells propone:
“la identidad como resistencia en la que un colectivo
humano que se siente o bien rechazado culturalmente,
o bien marginado social o políticamente, reacciona
construyendo con los materiales de su historia formas de
autoidentificación que permitan resistir frente a lo que
sería su asimilación a un sistema en el que su situación
sería estructuralmente subordinada” (Castells, 2000).
Ahora bien, Castells propone utilizar la historia como
mecanismo que hace frente al proceso de homogenización del

252
Acercamiento a la Identidad Panameña desde Ricaurte Soler

nuevo orden mundial, donde los individuos sin capacidad de


ejercer ciudadanía frente al sistema global, retoman rasgos
locales y nacionales que les permitan unificar criterios con la
intención que perduren sus intereses.
Podemos preliminarmente señalar que la identidad
como constructo social se sostiene de la historia, los rasgos
culturales, los elementos geográficos, los factores económicos,
es decir condiciones objetivas y subjetivas, todos incidiendo
como mecanismos que cohesionan a los grupos sociales frente
a un conflicto que busque subordinar a través del control del
poder a otros grupos.

La identidad desde Isaías García y Ricaurte Soler


Como hemos planteado en los párrafos anteriores, la identidad
es producto del conflicto. Por lo tanto, es dinámica, compleja
y no solo integrada por factores objetivos.
Para Isaías García el debate de la identidad o la
panameñidad inicia en 1821 y se fortalece a partir del siglo
XIX cuando la población plantea sus intereses en razón de la
construcción de la autonomía, de la construcción del Estado.
Esta mirada propone una identidad homogénea, ahistórica y
emergente desde un solo actor social evadiendo al resto de los
actores que integran lo panameño. Por otro lado, procura la
construcción de lo panameño como una estructura desligada,
independiente, construida desde la representación del
conocerse a partir de un tiempo y espacio, pero sin asumir el
actor del otro entorno.
Según García:
“nuestra vida anterior a 1821 refleja claramente ese
estado de integración e individuación inconsciente,
razón por la cual no podemos encontrar en las obras
y hechos de nuestros hombres dieciochescos, una
auténtica expresión de lo panameño” (Gracía, 2010,
págs. García,2010).
Soler apela a la historia, pero no como hechos aislados, sino
como hechos integrados a otros hechos históricos, como las

253
Florencio Díaz Pinzón

relaciones sociales de producción (modelo económico) y la


propia posición geográfica. Desde esta visión la identidad no
se genera desde la capacidad de los actores de autoreconocerse,
sino de una relación dialéctica entre los individuos, sus
intereses y la propia dinámica propuesta por el modelo geo-
económico para el caso panameño.
Soler incluye el componente geo-económico en su abordaje
de la formación de la panameñidad. Argumenta que la
panameñidad surge y se consolida en la región metropolitana,
como espacio donde confluye la dinámica propuesta por el
modelo colonial impuesto por la corona española y luego por
el modelo capitalista.
Ahora bien, Soler citando a Pierre Chaunu:
“…plantea que transcurrido el periodo inicial de la
conquista peruana, el comercio colonial entre el Pacifico
y España se realizó casi que exclusivamente a través
del lstmo. Como consecuencia de ello a partir de la
segunda mitad del siglo XVI hasta los primeros lustros
del XVIII, la intensa actividad transitista, de circulación
de mercancías y servicios, comenzó a definir un espacio
geo-económico, que en otro sentido fue, sin embargo,
efecto de la política mercantilista metropolitana” (Soler,
1976).
Soler se aproxima a la tesis marxista que establece
que el enlace entre las relaciones sociales de producción y la
naturaleza permiten generar a las sociedades los imaginarios
sociales, es decir, sus propias instituciones de control y de
reproducción de normas y valores (cultura y sistema político)
que sostienen las condiciones materiales que construyen los
cimientos que los individuos hacen de sí mismos.
Por otro lado, para García “…la panameñidad es una
estructura espiritual independiente y ajena al ambiente al cual
se enfrenta para engendrar los distintos modos existenciales
de carácter histórico” (Gracía, 2010)
Este planteamiento supone la identidad como
inherente a los individuos. Desde esta perspectiva, los
individuos construyen su propio ser desde su subjetividad,

254
Acercamiento a la Identidad Panameña desde Ricaurte Soler

separándola de su contexto concreto, es decir, desvinculada


del desarrollo histórico de la sociedad y de la naturaleza. Esta
afirmación propone una identidad constante en el tiempo y el
espacio, desarraigada de los cambios históricos que ocurran
en la sociedad169, como expresión de lo universal y lo global
que influye en la formación de lo panameño. Lo cierto es que
lo panameño se expresa en espacios y tiempos de manera
diferente, pero siempre en relación a su contexto.
Para Soler:
“la historia de la cultura panameña presenta rasgos
peculiares de insospechable fundamentación en el
no menos peculiar devenir histórico – político y
económico del Istmo. A los factores que informaron
la vida intelectual hispanoamericana a principios del
decimonono, destruyendo una educación medievalista,
se agregan en nuestros lares circunstancias de nítida
procedencia regional, de genuina extracción istmeña”
(Soler, 1976).
La panameñidad para Soler es cambiante, construida a través
de la relación dinámica de lo histórico, de las relaciones de
poder y del modelo económico. Propone que los cambios en
las ideas son consecuencia de varios factores que influyen
en la formación de la identidad panameña, tales como la
implementación de un nuevo modelo educativo que permite
la creación de un pensamiento netamente hispanoamericano,
─ unidad concreta que homogeniza a toda la región ─ , y la
formación eurocéntrica en el liberalismo de los próceres.
Esta tesis genera una ruptura con los postulados de
lo geográfico y por ende del modelo transitista como creador
de una identidad acelerada, trivial, incapaz de repensarse a sí
misma, como sujeto y actor de su propio desarrollo.170

169
La panameñidad también vive en la historia, pero es algo más profundo y
verdadero que la historia, porque en el eterno perecer de ésta, ella permanece
como la naturaleza eternamente viva, eternamente incorruptible. Preguntarse por
la panameñidad es, pues, preguntase por lo que no muere, por lo que permanece
insepulto en nuestro constante morir histórico (García, 1956: 23).
170
Isaías García retoma al Dr. Méndez Pereira en relación a nuestra posición de

255
Florencio Díaz Pinzón

De ahí que tanto Soler como Isaías García, proponen


visualizar la figura de Justo Arosemena en su apología sobre
la construcción del Estado panameño, mediante un discurso
argumentativo apoyado de la historia, la geografía, la ciencia
política, el derecho y la psicología. “Los españoles, al conquistar
la América, trajeron consigo sus hábitos i preocupaciones de
todo jénero, entre ellas su manera de gobernar” (Arosemena,
2003).
Según Isaías García, Diego Domínguez Caballero
señala que:
“…respecto a la existencia, en nuestro suelo, de tres
unidades humanas distanciadas una de la otra y teniendo
cada una de ellas su propio espacio vital y experiencial.
¿Cómo encontrar así, en esa diversidad de tipos
humanos con sus respectivas psicologías y trayectorias
espirituales, alejadas, si no contradictorias, la unidad
originaria de la panameñidad? (García, 2010)
Desde esta mirada Diego Domínguez Caballero
observa diferentes panameñidades, construidas desde el
espacio, manifestando cada una sus propias características.
Por ejemplo, las comunidades campesinas que en relación a
la naturaleza construyen un mundo de la vida. Ahora bien,
pensar que los campesinos reproducen una visión débil,
laxa, dejada, localista, sin carácter nacional, disminuye las
confrontaciones campesinas por el derecho a la tierra o al
no pago del diezmo. Sin embargo, a través de la historia las
luchas campesinas enfatizan identidades que se enfrentan a los
sectores dominantes que representan el poder nacional en lo
local.
Soler identifica hechos históricos relevante de los
sectores populares, tales como la lucha del cholo Victoriano
Lorenzo en el contexto de la guerra de los Mil Días; en 1856
el Incidente de la Taja de Sandía, las diferentes movilizaciones

país de tránsito que nos hace blanco de insistentes corrientes extrañas que golpean
día a día sobre la personalidad y estructura panameña (García, 1956: 21).

256
Acercamiento a la Identidad Panameña desde Ricaurte Soler

en el Arrabal de Santa Ana171, entre otros. Estos y otros hechos


en la historia panameña expresan la puesta en marcha de una
identidad distinta al discurso nacionalista de la burguesía
rentista. Realidad que difiere de la idea de una identidad
aletargada, sin conciencia, sin capacidad de construir una
panameñidad como lo propone Isaías García.
Isaías García, citando a Hermann de Keyserling hace
referencia a que el
“…latinoamericano actúa bajo los impulsos de la gana,
que lo empuja desde dentro hacia fuera. “El americano
es pasivo –nos dice-. Padece su vida. No conoce ninguna
otra manera de vivir. Su vida es una capitulación
continua ante el impulso interior; en cambio, cede muy
poco a las influencias exteriores”. Por esta razón, en
nuestra América, “no se hace proyecto ni se cumplen
cuando se hacen”. (Gracía, 2010)
Evidentemente este autor muestra un discurso
matizado por elementos clasistas, que niega un desarrollo en
el pensamiento latinoamericano, con capacidad de entender y
trasformar su realidad bajo un interés en común. Ahora bien,
Latinoamérica ha presentado una diversidad de propuestas para
explicarse desde Latinoamérica, por ejemplo, el pensamiento
filosófico de la Teología de la Liberación, los diferentes
movimientos independentistas en el siglo XVII al XIX y
luego los movimientos sociales revolucionarios de las décadas
de ´60, ´70 y ´80 del siglo pasado. Todos con propuestas de
conocer y conocerse desde América Latina confrontando
directamente a la modernidad como propuesta hegemónica.
“Las causas de las clases subordinadas ha hecho suya,
por ello, la ciencia y la razón: los accesos seguros al
conocimiento de la verdad tan denostada por idealistas
e irracionalistas. Todo ello es bastante iniciativo de que
en las batallas ideológicas de hoy los que creemos en la
razón también tenemos la razón” (Soler, 1971).

Ver a Ricaurte Soler, Panamá: Nación y Oligarquía, 1925-1975, ediciones de la


171

Revista Tareas, 1979).

257
Florencio Díaz Pinzón

Latinoamérica tiene conciencia clara de su desarrollo


como sociedad, entendiendo y no negando su pasado, sino como
categoría para construir el futuro. Es decir, la construcción de
los países en nuestra América, es la propia construcción de
América Latina.
Soler plantea que:
“…contradictoriamente nacionales en su esencia, las
clases sociales hispanoamericanas que sustentaron el
proyecto liberal-nacional solo precariamente triunfaron
sobre el poder social antinacional y conservador. A finales
del siglo XIX la expansión imperial definitivamente
desnaturalizó el empeño trasmutando en nuevos
contenidos la significación nacional o antinacional de
las viejos y nuevas clases sociales latinoamericanas”
(Soler, 1976).
Lo efímero de este proyecto liberal–nacional es el
resultado de una famélica institucionalidad (educación), una
burguesía que no logra consolidar bajo una sola propuesta a
todos los actores de la nueva nación, circunstancia que fue
creciendo con la puesta en marcha de la estrategia del imperio.
Al igual que Soler, Montiel plantea que la formación de
la panameñidad tiene otro momento en el desarrollo histórico
del país con la fundación en 1903 de la República mediante
la independencia, aunque aclara que la misma es mediatizada
por la política imperial de los Estados Unidos, pero que es un
avance en la formación nacional.172
Para Soler en 1904 se inicia la lucha diplomática
por frenar las interpretaciones unilaterales y con intereses
marcados que hacen los Estados Unidos sobre el Tratado Hay-
Bunau Varilla. También señala que las reclamaciones de los
panameños se fortalecen durante los periodos de dirección del
Estado panameño del Dr. Belisario Porras (1912-1916; 1918-
1920; 1920-1924).

172
Ver a Miguel Montiel Guevara, Ricaurte Soler: La cuestión de Identidad Nacional
y Latinoamericana, EUPAN, 2013).

258
Acercamiento a la Identidad Panameña desde Ricaurte Soler

“Orden, trabajo y progreso fueron las consignas del


Estado nacional moderno, para lo cual se recurrió a la
organización y expansión de un sistema de instrucción
pública “moderno” que, unido a la construcción de
caminos y puentes que vincularan el territorio, al
saneamiento del interior del país para combatir la
indolencia mórbida y a la consolidación de la pequeña
propiedad rural, fueron los cimientos del proceso de
nacionalización de Panamá.
La educación cargó con la responsabilidad de construir el
sentimiento nacional sobre la base de la homogenización
de la población. La escuela republicana ambicionaba
cimentar la representación de la nación, formar buenos
ciudadanos, forjar una identidad común, despertar el
amor a la patria y la lealtad al nuevo Estado” (Pizzurno,
2014).
Belisario Porras tiene como estrategia reafirmar
la identidad nacional bajo la reafirmación y la expiación
del Estado – Nación a través de la democratización de
las instituciones de carácter social como la educación, el
fortalecimiento del aparato público, la construcción de nuevas
vías de comunicación y el debilitamiento del poder de las
instituciones eclesiásticas, entre otras medidas que fortalecían
la cohesión entre los actores nacionales.
Camargo por su parte argumenta que para finales de
1887 la población del Istmo tenía una noción de identidad
ligada al lugar, mas no así una identidad ligada al concepto de
nación o país. Ello evidencia la falta de una institucionalidad en
todo el territorio nacional que permitiera homogenizar a toda
la población bajo las características que presenta el Estado–
Nación. Desde esta mirada, solo los panameños localizados en
la capital expresaban dicha panameñidad:
“Así consta en documento enviado por indígenas que
habitan los sitios entre el Río de Indios y la Boca del
río Miguel de la Borda, quienes rechazan en 1887
pertenecer al distrito de Donoso que ha sido segregado
de Coclé para conformar parte de Colón […] nosotros
los indijenas pertenecientes a su rasa y a su gobierno no
semos de la parte sibil los sibiles son los blancos y los
negros pero nosotros los indijenas somos […] indígenas
hijos i becinos de Penonomé” (Camargo, 2005)

259
Florencio Díaz Pinzón

Al igual que Camargo, Pizzurno dice que la identidad


de la población guarda relación con el lugar. Así, se era ocueño,
santeño, chiricano, veragüense, entre otros. “Es más, para la
mayoría de los habitantes de la ciudad-arrabal y del interior lo
que importaba no era el Estado ni la República, de la que en
ocasiones no tenían noticias, sino “la comunidad vivida”, la
localidad”. (Pizzurno, 2014).
Porras propone como estrategia forjar una ruptura entre
las identidades localistas o desde el mundo de la vida, por una
de carácter nacional por la cual institucionaliza y legitima al
Estado–Nación, apoyándose de alianzas con diferentes actores
del país.
“Ese realineamiento consistió en la alianza, expresada
electoralmente, de las masas populares de la capital
con las masas campesinas del interior, en especial
los pequeños propietarios agrarios que caracterizan
la región de Azuero. Esta convergencia de fuerzas
sociales resulto, acrecentada por sectores de la pequeña
burguesía que además de razones de política interna se
sentían confusamente estimulados por el impacto de la
Revolución Mexicana, de la Revolución Rusa y de 1a
Reforma Universitaria de Córdoba” (Soler, 1976).
Esta alianza no solo logra crear los cimientos de una
panameñidad a través de la institucionalización y legitimación
del estado según Porras, sino que también se convierte en
la puerta de inicio de la expansión del modelo capitalista al
resto del país permitiendo a la burguesía agraria diversificarse
y consolidar su poder en el nuevo orden político, social y
económico del Estado panameño.
Por otro lado, este proceso constituyó una pequeña
burguesía ilustrada, sectores del arrabal y del agro, quienes ven
la posibilidad de disputar el poder del Estado, diferenciándose
del populismo de Porras, de la oligarquía y de las políticas
imperiales ejercidas por los Estados Unidos. De este escenario
político nacional surge Acción Comunal en 1931, con un
discurso nacionalista y antiimperialista. Por otra parte, la clase
obrera se organiza en el Sindicato General de Trabajadores

260
Acercamiento a la Identidad Panameña desde Ricaurte Soler

con un discurso clasista frente a la oligarquía173.


Esta coyuntura propició la incorporación de un
discurso de carácter nacionalista–populista afectando el
proceso identitario del panameño frente a los Estados Unidos
y a la oligarquía transitista capitalina. No es hasta la llegada al
poder del Dr. Arnulfo Arias cundo inicia el proyecto político
nacional–populista, con medidas como la nacionalización del
comercio, el cual era controlado por chinos, judíos e hindúes,
medida que le permitió generar alianzas con la pequeña
burguesía.
Otras de las acciones que reafirman este nuevo proceso
histórico en la identidad panameña están las de negar a los
Estados Unidos territorios para las bases en tiempos de la
Segunda Guerra Mundial, influenciando a las capas medias
y sectores populares con el nacionalismo. La creación de la
Caja del Seguro Social, la regulación del sector agrario, entre
otras medidas de corte populista también coadyuvaron en este
proceso.
Ahora bien, otro de los momentos históricos que
logra influenciar el proceso de la identidad del panameño
fue la instauración del Régimen Militar de 1968, liderizado
por el General Omar Torrijos Herrera, régimen que expresa
características de nacional–populismo frente al imperialismo
de los Estados Unidos.

“A los años recientes, a partir del golpe de Estado


militar del 11 de octubre de 1968, corresponde la última
modalidad que en nuestra historia asume la lucha real
contra el imperialismo y a favor de la consolidación del
Estado nacional” (Montiel, 2013).
Este régimen que en sus inicios contaba con el apoyo
pleno de sectores de los Estados Unidos y del Consejo
de Nacional de la Empresa Privada según Montiel, tenía

173
Ver a Ricaurte Soler, Panamá: Nación y Oligarquía, 1925- 1975, ediciones de la
Revista Tareas, 1979

261
Florencio Díaz Pinzón

como objetivo regresar la paz y la institucionalidad al


Estado panameño y como segundo objetivo la lucha por
la soberanía total en el territorio panameño. Objetivos esos
que le permitieron tener apoyo de amplios sectores de los
trabajadores, capas medias, profesionales, campesinos, entre
otros actores nacionales.
“Con el propósito de generar apoyo popular, la
dictadura elaboró un discurso populista y nacionalista
que se apropió de ciertas demandas populares, sobre
todo relacionadas con la entrega del Canal de Panamá
a manos panameñas, la recuperación de las áreas del
territorio panameño controladas por Estados unidos y
la redistribución de ingresos y oportunidades a sectores
marginados” (Guevara, 2014)
Este discurso propició la amplia participación y apoyo
de los sectores populares que vislumbraban en este nuevo
régimen la capacidad de ser insertados en la dinámica nacional
que no solo incorpora a los sectores populares, sino que a todo
el territorio bajo una sola jurisdicción y una sola bandera.
Es decir, Panamá decidiendo en el futuro del Canal y de sus
generaciones.
Ahora bien, este régimen militar logró cohabitar con
amplios sectores de la burguesía rentista y terrateniente en el
mismo momento que apelaba a los sectores populares, dinámica
que le permite a Soler denominarlo como “Bonapartista”.
“Para lo que a Panamá respecta un régimen bonapartista,
el primero de nuestra historia, es exactamente el
que surgió en octubre de 1968 cuando la Guardia
Nacional, único instituto armada del país, asumió
las responsabilidades del poder público. Las causas
más inmediatas del suceso las encontramos en las
multitudinarias manifestaciones antiimperialistas de
enero de 1964” (Soler, 1976).
Desde esta mirada, Soler observa un régimen con
autonomía clara frente a la oligarquía nacional y a los Estados
Unidos. Sin embargo, no podemos dejar de mencionar que
a través del desarrollo del país los sectores dominantes no
pierden el carácter de clase dominante, ni su incidencia en el

262
Acercamiento a la Identidad Panameña desde Ricaurte Soler

poder político del Estado-nación.


Sin duda este hecho histórico en el país influyó en la
identidad de los panameños, quienes lograron ver a través de la
firma del Tratado Torrijos–Carter la recuperación del territorio
y la soberanía. Ahora bien, en este proceso el régimen tiene
como estrategia fortalecer la institucionalidad democrática
y la visibilización de figuras (Urraca, Victoriano Lorenzo,
Bayano, entre otras) de las luchas populares con el objetivo de
que los sectores indígenas, afrodescendientes, campesinos y
obreros se identificaran en estos. Esta estrategia logró otorgar
un nuevo contenido al ser panameño.

Reflexiones Finales
La identidad está en constante cambio, es decir, es dinámica,
en contraposición con la identidad dominante. Que en un
mismo espacio, en un mismo territorio se expresan múltiples
identidades, que la identidad se construye, se transforma,
asume de otras identidades representaciones o es sometida a
otras representaciones. Desde esta perspectiva de la identidad
se expresa el ser.
Ahora bien, Isaías García representa la identidad del
panameño, desde una mirada impregnada del relativismo
alejándola de los procesos históricos de la humanidad, al
contrario la asume como independiente del contexto, social,
económico, político, cultural y ambiental. La observa como
producto de lo individual, no así como producto de lo colectivo
planteándola como una categoría social permanente.
Desde esta mirada apunta a la pasividad, a la incapacidad
de construir sus propias acciones, de lograr concluir sus propios
planes, de ser laxo. Con este posicionamiento García propone
un panameño sometido incapaz de replantear su destino en el
camino de la historia. Este argumento de la panameñidad laxa,
inconsecuente, le permite replantear una América Latina con
característica similar.
Por otro lado Ricaurte Soler, propone una panameñidad,

263
Florencio Díaz Pinzón

como producto de las relaciones del modelo del desarrollo


de las relaciones de producción. De ahí que asume que
para entender la panameñidad se hace necesario retomar la
historia, nuestra posición geográfica, nuestro rol en el modelo
económico imperante y el desplazado, el carácter político
que domina el contexto. Es decir Soler apunta a analizar la
totalidad para comprender la panameñidad.
De ahí que Soler observa momentos que expresan
cambios en la panameñidad, como lo fue 1821, momento
que expresa contradicciones entre un modelo que expresa el
control de la corona española y el nuevo orden instaurado por
los colonos criollos. Que para el caso de la panameñidad en
lo concreto expresa los sentimientos e intereses de la Gran
Colombia y de una burguesía plegada a sus propios intereses
de clase.
El periodo de Belisario Porras el de la consolidación
de la panameñidad a través de la institucionalización y
democratización del todo el territorio nacional y la construcción
de alianzas con amplios sectores del arrabal, el campesinado
y otros sectores que estaban en franco antagonismo con la
burguesía transitista, factores que generan los cimientos para
una nueva panameñidad, ahora con carácter nacional.
Ahora bien este planteamiento traslada el debate
a identificar diferentes identidades en el país. Por otro lado
también evidencia la lucha por el poder y la construcción
de un discurso anti imperialista que se fortalece con Acción
Comunal, continua con el periodo de Arnulfo Arias Madrid
y su nacionalismo y culmina con el Golpe de Estado de 1968
del general Omar Torrijos Herreras que inicia un periodo
de nacionalismo populista, denominado por Soler como
Bonapartista, que expresa matices de promover una salida a la
crisis del sistema político que no es más que el antagonismo
entre las clases sociales y su modelo económico.
Desde esta perspectiva Soler propone una panameñidad
ligada al desarrollo de las relaciones sociales de producción

264
Acercamiento a la Identidad Panameña desde Ricaurte Soler

y la creación del Estado – Nación panameño. Ahora bien, es


relevante mencionar que en nuestro país confluyen diferentes
identidades que expresan diferentes naciones, diversos
intereses, que expresan tanto condiciones objetivas como
subjetivas en relación a su contexto, su realidad política,
económica y cultural.

Bibliografía
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Asamblea Legislativa.
Camargo, M. (2005). La enticidad como esrategia del indígena
coclesano, siglos XVI al XIX. En M. Camargo, & Y. M.
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Obtenido de Convergencia: http://www.
scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_
arttext&pid=S1405-14352010000200010
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Guevara, M. C. (2014). La vida política en el siglo XX. En A.
Castillero, Panamá. Historia contemporanea (págs. 163-247).
Madrid: Taurus.
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democracia. México: Colegio de Mexico.
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nacional y Latinoamericana. Panamá: EUPAN.
Pizurno, P. (miércoles de abril de 2014). La construcción de la
identidad. La Prensa , pág. 50.
Soler, R. (1971). Pensamiento panameño y concepción de la
nacionalidad durante el siglo XIX. Panaamá: Librería
Cultural Panameña.

265
Florencio Díaz Pinzón

Soler, R. (1976). Panamá, Nación y Oligarquía 1925 - 1975.


Panamá: Tareas.
Touraine, A. (1990). Movimientos sociales de hoy. Barcelona:
Hacer.

266
APORTES DE RICAURTE SOLER AL PENSAMIENTO
POLÍTICO-FILOSÓFICO PANAMEÑO. SAMUEL
PRADO FRANCO.
“En la ciencia no hay calzadas reales y quien aspire a remontar
sus luminosas cumbres tiene que estar dispuesto a escalar por
senderos escabrosos”
Carlos Marx.

Aspectos Bio-Bibliográficos sobre Ricaurte Soler Batista.


Ricaurte Soler Batista nació el 11 de agosto de 1932 en
Concepción, Chiriquí. Ingresa a la Universidad de Panamá
graduándose en 1954 de Licenciado y Profesor en Filosofía,
Letras y Educación con Especialización en Filosofía e
Historia con su Tesis: Pensamiento Panameño y Concepción
de la Nacionalidad durante el Siglo XIX. Viaja a Paris,
Francia donde en 1956 obtiene el Doctorado en Filosofía en
la Universidad de la Sorbona con su Tesis: El Positivismo
Argentino. Pensamiento Filosófico y Sociológico.
Entró a trabajar como profesor a la Universidad
de Panamá en 1957. Coopera con el Frente de Reforma
Universitaria y fundó junto a Franz García de Paredes,
Humberto Brugiati, Miguel Montiel Guevara, César Young
Nuñez, Alfredo Castillero Calvo, Arístides Martínez Ortega,
José de Jesús Martínez, entre otros la revista de análisis teórico
“Tareas”. Fue su primer director por más de 30 años, saliendo
su primer número el 1 de octubre de 1960. Participa en la gesta
patriótica y nacionalista de 1964.
Condena el golpe militar del 11 de octubre de 1968
y apoyó la resistencia popular al mismo; pero frente a la
definición práctica posterior de este da su apoyo crítico al
proceso de reformas que se dan. En 1971 ganó con el ensayo
Estudios Filosóficos junto a José de Jesús “Chuchu” Martínez,
filósofo, matemático, dramaturgo, poeta, profesor y escritor
panameño-nicaragüense (1929-1991), el premio Ricardo
Miró.
Apoya al Frente Sandinista, por lo cual fue condecorado

267
Samuel Prado Franco

con la orden “César Augusto Sandino”, única que se le otorgó


en vida y también a Cuba Socialista junto a otros intelectuales
destacados de Nuestra América. Soler milito en las filas del
Partido Socialista y activamente en las filas de la solidaridad
latinoamericana. Fue Secretario de Historia del Instituto de
Amistad Panameño-Cubano y elegido Vice-Presidente de la
Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe
(ADHILAC) hasta su muerte. Ocupó las cátedras de Historia
de las Ideas en América y Panamá y Panamá en el Mundo
Americano, destacándose como Director del Departamento de
Historia de la Facultad de Humanidades de la Universidad de
Panamá.

1- La Revista Tareas y su Legado al Análisis Teórico


Panameño.
La revista Tareas nació como un proyecto de jóvenes
intelectuales panameños que deseaban dejar testimonio de su
época. Se realiza una reunión en la casa de Franz García de
Paredes, donde se propone llamar la revista “Cuasimodo”,
pero los participantes no muestran mucho convencimiento. Se
propone el nombre de “Tarea”, pero Franz interviene en contra
del nuevo nombre, y el poeta César Young Núñez, propone
agregar una “s”, es decir, bautizándose con el nombre de
“Tareas”.
Alfredo Castillero Calvo, discípulo de Soler en ese
entonces le informo que su hermano Enoch tenía conocimientos
de diseño grafico, así que es escogido para hacer la portada de la
nueva revista. Soler aprobó la portada y se la llevo complacido
al pintor Alberto Dutary, quien le dijo que era tan solemne que
parecía un retrato de él.
El 1 de octubre de 1960 salió el primer número y
en este año 2018 ha cumplido 58 años de ininterrumpida
publicación siendo la revista de análisis teórico de todas las
ramas del conocimiento (filosofía, historia, sociología, política,
economía, ecología, economía, literatura, idiomas, entre otros)

268
Aportes de Ricaurte Soler al Pensamiento Político-Filosófico Panameño

con más años de existencia.


En su primer editorial se encuentra su contenido
programático que a continuación cito: “La aparición de la
presente revista expresa una realidad y una aspiración: la
realidad de un grupo de intelectuales –termino que empleamos
sin eufemismos- que interpreta los problemas nacionales a
través de coincidentes supuestos y categorías, y la aspiración
a cancelar esos mismos problemas a través de un pensamiento
que a la vez derive e incida sobre lo concreto”.
Más adelante, en el editorial de la Revista Tareas No. 1
señala: “En todo caso, entre aquellas publicaciones y la presente
podemos señalar desde el primer número una diferencia
fundamental; Tareas conlleva la interpretación expresa –
trataremos de ponerla de relieve- de la cultura, de la función
social del pensamiento, de las “Tareas” y responsabilidades del
intelectual panameño”. Es una ambiciosa “tarea” de brindar
una nueva interpretación de la cultura y la función social del
pensamiento, con una orientación nacional y basada en la
búsqueda de nuestra identidad como panameños.
El establecimiento de las “tareas” y responsabilidades
del intelectual panameño como forma de dar una militancia
orgánica al teórico, que muchas veces quiere mantener una
postura alejada a la transformación de la realidad y quiere
mantenerse en una supuesta “neutralidad”. La revista, como
plantea Soler, va a dar prioridad a los estudios que permitan
estructurar una concepción de la nacionalidad, para sentar los
fundamentos de una política nacional, tanto cultural, como
económica y social.
A pesar de que la tarea fundamental de la lucha
nacionalista y patriótica fue cumplida, es decir, la salida de
las tropas norteamericanas y el desmantelamiento de las bases
militares, se nos presenta otra tarea, la eliminación del aparato
ideológico-cultural que nos mantiene colonizados. Aquí es
que entra la tarea fundamental de la revista, liberarnos de
esa colonización mental y servirnos de necesario referente

269
Samuel Prado Franco

académico-intelectual en esta lucha.


Pero la revista nos plantea la autocrítica frente al
romanticismo revolucionario, la desorientación política y la
improvisación cultural como desviaciones de nuestra lucha.
Testigo de muchas luchas del pueblo panameño y de Nuestra
América, desde la revolución cubana de 1959, la gesta
patriótica y nacionalista de 1964, el golpe de Estado de 1968
y la invasión de 1989 la revista se convierte en defensora y
tribuna intelectual en defensa de las causas más nobles del
pueblo panameño.
Tareas no solo quiere difundir conocimientos,
su compromiso intelectual implica, la producción de
conocimientos. La revista se convierte en el ejemplo más
claro y concreto de la militancia orgánica de un intelectual
comprometido no solo con la teorización, sino con la
transformación de las realidades difíciles del pueblo panameño.

2- El Legado bibliográfico de Soler.


Soler escribió gran cantidad de artículos, monografías,
ensayos y libros que analizan y examinan diversos temas
como la nacionalidad y la identidad nacional, la historia de las
ideas, la dialéctica, el positivismo, el marxismo, entre otros.
Su producción bibliográfica es abundante y extensa pudiendo
destacar: su Tesis de Licenciatura, Pensamiento Panameño y
Concepción de la Nacionalidad durante el Siglo XIX. (Para
la Historia de las Ideas en el Istmo), su Tesis Doctoral, El
Positivismo Argentino. Pensamiento Filosófico y Sociológico;
Formas Ideológicas de la Nación Panameña; Idea y Cuestión
Nacional Latinoamericanas; Materialismo e Idealismo: Una
Alternativa para Introducción a la Filosofía, entre otras.
En su discurso en el acto de graduación en 1954 nos
presenta el tema que constituiría su quehacer intelectual y
su práctica política-ideológica: la fundamentación histórico-
social de nuestra nacionalidad. En su libro: Pensamiento
Panameño y Concepción de la Nacionalidad durante el

270
Aportes de Ricaurte Soler al Pensamiento Político-Filosófico Panameño

Siglo XIX realiza un estudio sobre el pensamiento panameño,


presentando la estructura y el contenido espiritual del Istmo
de Panamá en el siglo pasado. De este modo acomete la tarea
de señalar la universalidad, la americanidad y la identidad
nacional como formas específicas del pensamiento panameño
y en el cual el doctor Justo Arosemena es figura de primer
orden.
En sus reflexiones sobre el ser y el pensamiento
panameño, Soler llega a la conclusión que se expresa como
“reflexión sobre la particularidad nacional y en las expresiones
autoconscientes de tal particularidad”. En efecto existe un
nexo dialectico entre el pensamiento panameño y la realidad
tanto política como histórica del Istmo.
Soler destaca la figura de Justo Arosemena, de la cual
es uno de los más grandes conocedores e intérpretes de su
obra, como uno de los más notables teóricos del siglo XIX
y creador de un “positivismo autóctono hispanoamericano”
que sin duda alguna “Arosemena fue más allá que Comte y
Spencer a quienes no pudo conocer en 1840 y como creador de
una moral anti-escolástica y bajo supuestos “factológicos”.
En la introducción del libro: Pensamiento Panameño
y Concepción de la Nacionalidad durante el Siglo XIX realiza
una crítica a la explicación ontológica, inspirada en corrientes
filosóficas contemporáneas, en particular la Fenomenología,
eligiendo en especial su crítica a los historiadores y ensayistas
que han pretendido “explicar la peculiaridad panameña como
esencia intemporal, supuesto legitimo de la entidad nacional”.
“El criterio historicista nos permite igualmente,
no obstante la indiscutible legitimidad de la nacionalidad
panameña, desde un punto histórico y sociológico, fundir
las características istmeñas en sus dimensiones culturales
e históricos-nacionales con las que informan la realidad
hispanoamericana en general”. Es la búsqueda de un criterio
histórico-sociológico, para determinar las dimensiones de
lo panameño con una clara y definida orientación marxista

271
Samuel Prado Franco

heterodoxa, alejada de la ortodoxia que existía en su época.


Dentro de las obras filosóficas podemos incluir: Materialismo
e Idealismo: Una Alternativa de Introducción a la Filosofía
de 1962 y Estudios Filosóficos sobre la Dialéctica de 1973.
La primera obra aparecida en la revista Tareas, habría de
formar parte de una introducción a la filosofía presentada
desde un punto de vista materialista. Escrito con una intención
puramente didáctica, para un estudiante que se inicia en el
estudio de la filosofía y de sus grandes corrientes: Idealismo y
Materialismo.
En los Estudios Filosóficos sobre la Dialéctica se
abordan temas de gran complejidad, exclusiva para especialistas
de la filosofía marxista. Soler elabora el apartado referente a la
Tradición, Reflexión y Enseñanza de la Filosofía en Panamá,
donde nos ofrece una síntesis histórica sobre el desarrollo del
pensamiento en nuestro país, desde la colonia hasta el presente.
Desde la perspectiva marxista, Soler cuestiona la filosofía
de cátedra en las aulas universitarias de Nuestra América.
Para el Maestro, la lucha de cristianos y marxistas sería la
esperanza de la enseñanza universitaria de la filosofía contra
la alienación del sistema capitalista y permitiría orientar una
nueva dirección ontológica y gnoseológica.
Para concluir, comparto lo que pudiéramos considerar
dos síntesis de la vida, obra, pensamiento y legado del Maestro
Soler: En las palabras de presentación en el acto de entrega
del Premio Excelencia en las Artes de 1994, Rodrigo Miró
nos presenta en síntesis la labor académico-intelectual de los
grandes maestros de la filosofía panameña:
“Diego Domínguez Caballero e Isaías García Aponte
orientan sus reflexiones hacia la panameñidad como
fenómeno histórico-sociológico del cual dimana la
esencia colectiva del ser de lo panameño. Ricaurte Soler
en un gigantesco esfuerzo hermenéutico, enfrenta el
problema a partir de un método sociológico para enfocar
la participación de las clases sociales en el escenario

272
Aportes de Ricaurte Soler al Pensamiento Político-Filosófico Panameño

ideológico de la nación panameña.”


En este párrafo del comunicado del Centro de Estudios
Latinoamericanos “Justo Arosemena” CELA, se resume
con precisión histórico-biográfica lo que significó y lo que
significa el teórico de la nacionalidad junto a Justo Arosemena,
el Maestro Soler:
“[…] El representante más lucido de la investigación
histórico-social panameña; la expresión más dedicada
a la difusión de la realidad nacional; el vocero más
autorizado de la academia panameña; maestro de
maestros universitarios; el ideólogo de la nación; el
historiador de los procesos sociales que han sacudido el
Istmo; el pensador de las luchas populares”.

Bibliografía

Soler, R. (1954) Pensamiento Panameño y Concepción de la


Nacionalidad Durante el Siglo XIX (Para la Historia de
las Ideas en el Istmo). Panamá: Imprenta Nacional.
Soler, R. (1959) El Positivismo Argentino. Pensamiento
Filosófico y Sociológico. Panamá: Imprenta Nacional.
Soler, R. (1960) Editorial de la Revista Tareas No. 1.
Soler, R. (1972) Formas Ideológicas de la Nación Panameña.
Costa Rica: Antonio Lehmann Librería, Imprenta y
Litografía Ltda.
Soler, R, (1973) Estudios Filosóficos sobre la Dialéctica.
Panamá: Litho Editorial Chen, s.a.
Soler, R. (1987) Idea y Cuestión Nacional Latinoamericanas,
de la Independencia a la Emergencia del Imperialismo.
México: Siglo XXI Editores, s.a.
Soler, R. (1989) Materialismo e Idealismo: Una Alternativa
de Introducción a la Filosofía. Panamá: Talleres Gráficos
del Centro de Impresión Educativa del Ministerio de
Educación.

273
ANEXO

Compartimos una serie de fotografías de Ricaurte Soler en


distintas facetas de su vida, como conferencista, en actividades
académicas y degustando con colegas. Agradecemos a María
Esther Mendizábal Vda. de Soler y César del Vasto por las
fotografías.

No tenemos fotografías de Ricaurte Soler y José de


Jesús Martínez “Chuchú” juntos, pero fueron unidos como
hermanos.

275
Anexo

Soler junto a sí mismo

Compartiendo con unos amigos

276
Pensamiento Crítico de Ricaurte Soler

En el aula Máxima del Insituto Nacional

277
Anexo

En la Fundación Omar Torrijos

278
Pensamiento Crítico de Ricaurte Soler

En la conferencia del Dr. Antonio Beltrán, catedrático de


Historia de la Universidad de Zaragoza

En Homenaje a Rogelio Sinán

279
Anexo

En conferencia con Carmen Miró en el Auditorio Raquel María de


León de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá.

Rommel Escarreola, Diógenes de la Rosa y Ricaurte Soler.

280

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