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Presentado a:
Esp. María Alejandra Figueroa
“La felicidad completa no existe”. Este falso reclamo de lo absoluto a dado al después de la
construcción de la felicidad. Es cierto que al alcanzar semejante bien preciado, el hombre
invoca la plenitud, la totalidad, la integridad del ser, su presente y su futuro. La felicidad no
consiste en un gozo continuo, si no en una disposición de la mente que nos permite existir
con plenitud. En tal incredibilidad del hombre con relación a su gloria terrenal, ha tenido
mucho que ver a conceptualización acerca de la felicidad que la iglesia ha elaborado
particular mente. Para la iglesia la felicidad no pertenece a esta tierra, porque, en ella, en la
felicidad, no cabe el dolor ni el sufrimiento, como si estas características vitales del hombre
no fueran las que por contraste resaltaran la necesidad altanera del estado espiritual de la
felicidad. ha sido un error antiguo confundir la felicidad con la satisfacción y el placer, que
resultan ser ingredientes de la misma. Dolent (1897) afirma: “La felicidad es un placer
compartido con otra persona” (p.19). La felicidad consiste en un estado espiritual integral.
Para lograra alcanzar un grado de satisfacción y placer pleno se necesita, paradójicamente,
ser feliz, dentro de las mismas relaciones que nos explican por que en el campo académico
se torna necesario saber para aprender, como lo dijo Aristóteles. El placer mismo como
cualquiera de los sentidos deja de ser perfecto en su real dimensión interior si no se goza del
estado integral de la felicidad.