Introducción
Cada una de las cuatros figuras aquí estudiadas elaboraron diferentes marcos
históricos amplios para el análisis del arte y la cultura moderna, entre una serie de
debates entre ellos mismos. A través de estas confrontaciones empezó a surgir una
estética marxista seria y flexible para el siglo XX. Los cuatro autores llegaron al
marxismo sólo después de haber sido refinados críticos o practicantes de las artes
modernas.
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El arte como una parte del trabajo humano, no es una mera copia o un reflejo de
la llamada realidad externa, según Marx, sino su impregnación con propósitos humanos.
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Bajo las condiciones capitalistas para Marx el arte se convierte en una forma
de trabajo alienado a través de su reducción a la calidad de una mercancía en el
lugar del mercado. Su creación ha dejado de ser un proceso en que el artista
desarrolla el yo y humaniza la naturaleza para convertirse en un medio de mera
existencia física. En el siglo XIX hubo cierta democratización de la clientela, pero a
esto se unió un grado creciente de comercialización homogeneizada en la producción
misma del arte y la literatura. Como ocurría con toda obra enajenada, el trabajador
había sido alienado del producto de su trabajo.
Hay un valor utópico en el arte en alas obras de Marx para el estado más allá de
la sociedad clasista siendo preparado por los desarrollos históricos en el presente. Marx
esperaba también un mejoramiento estético del propio proceso de trabajo, un aspecto
vital de la superación de la alienación, para que el trabajo incluya un juego libre de las
facultades físicas y psíquicas. Con el control democratizado de los medios de
producción podría surgir el componente “utópico” del arte como un enriquecimiento de
todas las actividades humanas.
Tanto Marx como Engels tenían en alta estima la independencia mental del
poeta, las innovaciones del lenguaje y la liberación de un didactismo simplista.
También mostraron un interés intenso por el surgimiento de una vida cultural genuina
de la clase trabajadora. Aunque despreciaban todo arte que en su esteticismo refinado
se destinara a un círculo muy restringido, centraban su atención en el valor que tiene
para toda la humanidad el mejor arte surgido de las clases altas, pasadas y
presentes.
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Tanto Marx como Engels usan como modelo del “realismo” a Balzac y a
Shakespeare. En su alabanza de un realismo auténtico, Marx y Engeles desarrollaron
temas bastante comunes en la estética europea de mediados del siglo XIX, sobre todo en
lo tocante a las novelas inglesas, francesas y rusas. Marcaban cuatro criterios
esenciales del realismo:
• tipicidad,
• individualidad,
Es importante el hecho de que las diversas necesidades del arte distaban mucho
de agotarse siguiendo los criterios del realismo literario: el realismo es sólo una de las
clases de literatura y el arte favorecidas por ambos autores.
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Dentro de esta gran corriente expresivista hubo divisiones: los románticos, los
filósofos idealistas; ambos subrayaron la necesidad del desarrollo temporal orgánico,
autoexpresión y la autonomía moral en sus revueltas contra la Ilustración francesa.
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• la declinación de la fe religiosa,
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Construyeron puentes metafóricos entre los mitos antiguos y los modernos para
encontrar algún ancla como artistas; situándose en la ciudad moderna: trataban de
experimentar el exceso urbano de estímulos, confusiones y transitoriedad y las
profundidades de sus propias conciencias. Cultivaron un placer perverso por verse a sí
mismos como una raza en melancólica declinación, transmisores del mito generalizado
de la decadencia a fines del siglo XIX; cultivando una estética de muerte, usando su
técnica formal de un modo que reforzaba un sentimiento de impotencia social.
Se oponían a la visión del arte como una auto expresión romántica. Es una
poesía impersonal, que considera la propia personalidad como un objeto, concentrada en
los misterios del lenguaje que funcionan como una liberación de los dolores personales
mientras el proceso creativo esta en marcha.ç
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Los cubistas atacaron la noción del arte como algo que lleva una hermética
existencia independiente, aislada del mundo exterior visible. El arte no es una ventana
hacia el mundo exterior sino un aspecto de la realidad misma. Mostraron una actitud
más esperanzada hacia el significado social de la sociedad industrial; eran más
racionales, analíticos y constructivos en su trabajo artístico y en sus actitudes sociales.
Tras 1911 los temas cubistas se tomaron a menudo de las construcciones artificiales de
la ciudad moderna: encabezaron la aceptación artística de objetos baratos. Fue la que
registró con mayor claridad las innovaciones técnicas del montaje cinematográfico.
Buscaban el abandono del artista como un genio aislado apartado e la sociedad
industrial moderna para cultivar su propia personalidad. Los inicios cubistas
(1907-1914) coincidieron con una nueva militancia socialista en Europa. Sus
seguidores de 1917 incluidos los constructivistas, dadaístas y surrealistas desarrollaron
radicales implicaciones políticas con procedimientos cubistas. En estos movimientos, la
estética modernista surgió de una crisis de la política liberal y los supuestos
intelectuales.
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Marx percibió una gran diversidad de usos posibles del arte y lo consideraba
como parte de la mediación productiva humana del mundo objetivo, no como su
mero reflejo o su representación mimética.
• la necesidad de que una obra de arte esté terminada y completa con un autor
que pueda responder a los problemas sociales que la obra sugiere (perspectiva de
Luckacs)
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Lucaks objetó en 1932 los intentos de una creación de una literatura proletaria
modernista durante la Republica de Wiemar y citó las obras de Brecht y la teoría
dramática como la más desarrollada de estas tendencias. Veía en Brecht un ejemplo
extremo del rechazo de la cultura popular, sus figuras sólo simbolizaban funciones
abstractas de la lucha de clases cuando hablaban en un montaje de argumentación suelta
y con diálogos puramente agitadores. Era una sustitución del realismo por la
tendenciosidad.
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fuerzas productivas, separables de sus usos de modo que puedan transformarse para
servir a propósitos más progresistas. Sostenía que los auditorios de clase obrera pueden
apoyar y entender las innovaciones mientras ayuden a revelar los mecanismos reales de
la sociedad. La popularidad no debe limitarse a la accesibilidad y la comunicación
inmediata. El desarrollo de las posibilidades expresivas de la cultura de la clase obrera
requiere un proceso educativo en ambos sentido, un intercambio mutuo. No existe sólo
el hecho de ser popular, sino también el proceso de volverse popular.
Según Lucaks, todo arte grande presenta una totalidad social donde se supera la
contradicción meramente aparente entre la experiencia inmediata y el desarrollo
histórico. A través de la recepción de esta totalidad el lector experimenta vicariamente
la reintegración de un mundo fragmentado, deshumanizado. Lucaks argüía que tal
experiencia de la totalidad reintegrada ayudaría a preparar moralmente a sus receptores
para la participación progresista activa en el mundo. Brecht insistía en que una
respuesta a la deshumanización contemporánea que trata a hombres y mujeres como
personalidades redondeadas solo sería una solución en el papel. Una conciliación
armoniosamente estructurada de las contradicciones facilitaba una sensación de
realización catártica dentro del auditorio y hacía aparecer innecesaria la acción política.
Lucacks enfocaba la forma novelística contemplativa, leída en privado, Brecht dirigía su
atención hacia el drama público y activador.
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Lucaksc creció en Budapest, en el seno de una rica familia judía con lazos en la
aristocracia húngara. Sus raíces estaban en la ala patricia de la haute bourgeoise.
Rechaza el futuro bancario deseado por su padre.
Antes de 1914 Lucaks esperaba que los campos interiores del arte y la filosofía
proveyeran un escape de la deshumanización social que observaba en la civilización
burguesa avanzada. Compartió con muchos intelectuales de su época la tendencia del
“anticapitalismo romántico,” cuya perspectiva era trágica.
Sin embargo, Lucaks no estaba en modo algún contento con una perspectiva
eternamente pesimista o trágica. Además de sus aspectos utópicos, había algunos
elementos de un enfoque sociológico marxista y algunos puentes potenciales hacia una
política marxista revolucionaria en su pensamiento inicial. Recurrió a Simmel cuando
éste se aproximaba más a Marx en sus primeros libros. Aunque no abrazó una opción
socialista había en sus primeros escritos ciertos componentes democráticos vagamente
colectivistas y revolucionarios, los que formaban un contrapunto a sus perspectivas
patricias. La posición de Lucaks en cuanto a las cuestiones políticas y culturales
representaba inicialmente una negación totalista a la conciliación con las realidades
existentes.
Pasó los primeros años de la Guerra Mundial desesperado por el estado del
mundo; aunque experimentó la guerra a distancia ya que fue declarado incapacitado
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para el servicio militar. La revolución Rusa en 1917, sin embargo dio finalmente a
Lucaks una esperanza real: ahí se tendía un puente hacia el futuro que rescataría a
Europa de su propia decadencia.
Reclutado al frente a los dieciséis años como asistente médico, entro en contacto
directo con los resultados de la guerra. Fue la guerra y no el periodo estable y próspero
anterior lo que introdujo a Brecht en el mundo. Éste se le aparecía como algo barrido
por la destrucción, y el rompimiento con la tradición era un hecho consumado. Sus
primeros poemas y dramas premarxistas reflejan su adaptación a las intensas
dislocaciones sociales de la posguerra; ofreciendo un retrato nihilista de una naturaleza
que ha perdido su carácter sagrado, viendo el mundo natural como un ambiente hostil,
indiferente al sufrimiento humano y destructivo. También tiene un rechazo abierto
hacia los sueños ingenuos de grandeza y de lacrimosa autocompasión de muchos
expresionistas. A principio de los años 20 absorbió influencias cubistas y
constructivistas que habrían de fructificar en su propio drama épico y su posterior
estética de la producción marxista; respondiendo con entusiasmo también a las técnicas
cinematográficas de Einsestein.
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Estaba en guerra con cualquier rasgo gentil o suave que encontrar en si mismo.
Su fascinación por los EEUU en los años veinte incluía un disfrute considerable del
caos, la brutalidad y vitalidad comercial sin escrúpulos que sus obras satirizaban.
Brecht subrayaba la necesidad de empezar de nuevo, el imperativo de transformar
radicalmente la cultura tradicional. Al volverse marxista insistido en que un mundo
colectivista y proletario naciente tendría que alejarse de la herencia burguesa del siglo
XIX: una perspectiva agudamente izquierdista centrada en la lucha de clases. Hacia
esta misma época (años 30) Lucaks había comenzado a minimizar la lucha de clases a
favor de una cultura proletaria con un humanismo clásico burgués, la base intelectual de
su postura antifascista del frente popular.
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que manifestara las vastas diferencias existentes entre las clases. Sólo esto serviría a la
producción cultural desarrollada por y para un proletariado del siglo XX.
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En sus escritos de 1928 1940, criticó el enfoque que consideraba el arte como
una forma especial del reflejo cognoscitivo de la realidad. Rechazaba el uso
reduccionista y cosificado de la superestructura implícita en las concepciones del arte y
la conciencia como meros “reflejos” pasivos de una base socioeconómica, y
consideraba la actividad literaria como parte de una “praxis transformadora” similar a
otras formas de conciencia productiva. El arte era un elemento práctico de construcción
de esta realidad, una parte constitutiva de la actividad productiva del individuo social.
La capacidad del arte para ayudar a cambiar las relaciones sociales dadas derivaba dela
posición del arte como parte de la fuerzas productivas de la sociedad. Brecht ofrecía
una alternativa a la concentración exclusiva en el contenido social ideológico del arte, la
forma estrecha en que se habían desarrollado generalmente las concepciones estéticas
de Marx desde su muerte.
Sostuvo que el cine como entretenimiento masivo no debía verse como una
forma inferior del arte, si se reorientaba funcionalmente mediante la obra de
trabajadores culturales progresistas podría expandir las funciones perceptivas del arte
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Tanto Lucaks como Brecht compartían una adhesión pública y una orientación
primaria hacia el movimiento comunista e hicieron acomodos con el estalinismo. Sin
embargo, las dudas privadas de Brecht hacia el estalinismo conocidas en sus obras
póstumas eran mucho mayores que las de Lucaks. La lección de Brecht de Dinamarca
como su residencia después de 1933 contrasta en este sentido con el exilio a Moscú de
Lucaks tras 1932.
Mientras que Lucaks evitaba toda clase de análisis del fascismo, Brecht
minimizaba la importancia de las élites militares, burocráticas y aristocráticas
tradicionales en la victoria del fascismo de Europa Central. Contemplaba el
movimiento y régimen nazi en el sentido marxista de un conflicto entre la clase
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Para él, el arte autónomo a través del desarrollo inmanente de sus propias leyes
formales estaba autoliquidando su aura; politizar este arte en un sentido brechtiano,
ponerlo al servicio de valores de uso inmediato, equivale a destruir este componente
trascendente y verdaderamente progresista.
Este proceso mantenía viva la función primordial del arte como una negación de
un mundo completamente instrumentalizado: sólo cuando el arte observa su inmanencia
convence a la razón práctica de su absurdidad. Si algo tiene un carácter de aura es el
cine, y en grado extremo y sospechoso.
Las percepciones que tenía Adorno de la cultura masiva estaban nubladas por un
provincialismo etnocéntrico de alguien educado en las tradiciones de la alta cultura
europea e incapacitado para ver mucho más allá-
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Exiliado para 1938 en EEUU, Adorno iniciaba una andanada polémica contra el
ambiente cultural norteamericano en el que se sentía tan extraño.
La señal del arte avanzado, (contra la del arte ligero dominado por valores de
cambio a servir como un objeto de fácil digestión bajo la ilusión de un gusto individual
que niega la evidente dependencia pasiva involucrada en la identificación de uno mismo
con lo que nos han servido); es por tanto la exclusión ascética de todas las delicias
culinarias que deben ser consumidas de inmediato por su propio valor.
Revelando cierta fascinación por primera aparición de las tecnologías nuevas del
siglo XIX, Benjamín combate este impulso considerando la novedad como la
quintaesencia de la falsa conciencia bajo el capitalismo, cuyo agente incansable es la
moda. Pero hay un deseo colectivo de superar las deficiencias del orden social de la
producción, un deseo de dejar atrás un sistema social que frustra la promesa de lo nuevo
convirtiéndolo de inmediato en una mercancía vendible.
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Junto con ésta y otras obras estaba a la vez escribiendo la más brechtiana de sus
obras, “El autor como productor,” donde se materializa más intensamente el
optimismo revolucionario acerca del proletariado y la tecnología. Benjamín
cultivaba radicalmente una ambivalencia que hace de su trabajo una mezcla tan
explosiva, eludiendo aun los esfuerzos de síntesis más refinados.
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enseñanza místicas medievales que ejerció cierta influencia entre muchos grupos judíos
tras su expulsión de España alrededor del año 1500. Encontró Benjamín en estas
enseñanzas los medios necesarios para reforzar y extender metafísicamente la
concepción del lenguaje, que en el cabala es necesariamente impersonal e instrumento
del propio Dios, que estaba aprendiendo de los poetas simbolistas. Reforzando el
enfoque espacial de las correspondencias simbolistas y cabalísticas, tales perspectivas
habrían de dar una orientación fuertemente anti evolutiva al marxismo muy desusado de
Benjamín.
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mostró entusiasta de ciertos aspectos como la tecnología y la vida colectiva, pero habló
con una frialdad y desapego notables acerca de la creciente dictadura burocrática y del
partido.
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A fines de los años veinte, Adorno pasó algún tiempo en Frankfurt con
Horkheimer mientras completaba su trabajo posdoctoral, luego pasó a Berlín en 1930
donde participó en algunos círculos intelectuales con Kracaucer, Brecht, Benjamín,
Bloch etc, acercándose a los métodos del análisis marciano. Se sintió profundamente
influido por la Historia y conciencia de clase de Lukacs.
La percepción del advenimiento del fascismo como una continuación del sistema
férreo del capitalismo administrado, y por ende la visión de las realidades
norteamericanas teniendo frecuentemente en mente la sociedad nazi, también se
sugeriría en sus ensayos de 1932 acerca de la música. El desarrollo del pensamiento
social de Adorno reflejaba las interacciones norteamericano-alemanas desde el
capitalismo estabilizado de mediados de los años 20, pero también algo de su propia
imaginación fuertemente dialéctica. Armado con la visión sombría de la desintegración
del individuo autónomo burgués, Adorno usó la racionalización técnica posliberal de la
economía de Weimar para transferir ese lamento al análisis de las sociedades
industriales avanzadas con la Alemania nazi y los EEUU.
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A fines de los años treinta había llegado Adorno a citar una destrucción de la
subjetividad individual como la amenaza más desastrosa para cualquier esperanza de un
futuro diferente; criticando la aparente identificación de Benjamín con los agresores
tecnológicos y colectivos.
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teoría marciana y así intensificaba las complejas reverberaciones existentes entre las
antinomias de sumando de ideas. Así la teoría mística judía se relacionaba
poéticamente con ciertos aspectos del materialismo de Marx. La absorción del
modernismo simbolista proveía el método conectivo, en particular el poder evocativo,
enigmático y resonante del enunciado metafórico. El marxismo daba a Benjamín cierta
categorías sociales para su guerra contra lo privado y subjetivo y le daba un nuevo
significado a su estética modernista. Según Benjamín, El marxismo continuaba el
enfoque de sus propias teorías del lenguaje: añadía una significación política a la poesía
impersonal del objeto simbolista o surrealista. Su lenguaje poético de imágenes
visuales, liberaba muchos significados no agotados por el pensamiento marxiano. La
forma poética no era una fachada sino una parte de la naturaleza misma de su
“contenido” marxista. Esto le daba a sus ensayos un carácter extremadamente indirecto
y una sugerencia enigmática que acentuaba las características experimentales de su
compromiso.
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Las claves del enfoque dialéctico de Adorno eran “no identidad” y “mediación”.
Adorno se negaba categóricamente a derribar la realidad de alguna base final. NI el
sujeto ni el objeto, ni la “totalidad” ni los particulares concretos, ni la naturaleza ni la
historia deberán reducirse jamás el uno al otro; cada uno de ellos se encontraba en un
“campo de fuerzas” de tensión y elementos retenidos que distinguía al uno del otro.
Adorno subrayó siempre la relación mediada entre el objeto y el sujeto, la tendencia de
cada polo a revelar, en sus estructuras internas, las influencias constitutivas del otro.
Este era un procedimiento dialéctico que debía a Hegel más que a Marx. Siempre
rechazó la afirmación marciana fundamental del proletariado como el agente colectivo
del cambio revolucionario. Empezó pronto a ver la teoría como la única práctica que
quedaba. También difería por cuando defendía decididamente el modelo de la
“totalidad” para el entendimiento de la sociedad, donde hay interminables interacciones
dentro del proceso social completo, frente al llamado modelo de “base y
superestructura.”
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Para Benjamín el pasado rescatable no era un modelo de armonía sino algo sólo
redimible en sus restos ocultos y sus ruinas fragmentadas. Para detener el desastroso
continuo lineal y hacer un espacio para un futuro diferente, deberá investirse el
momento fugaz de la plenitud de que es capaz, el peso liberador de las relaciones
metafóricas establecidas entre el entonces y el ahora, el allá y el acá. Para el desarrollo
de esta perspectiva Benjamín recurrió a la poesía parisiense moderna y a los retos
técnicos de los medios nuevos tales como la fotografía y el cine, y al constructivismo de
Moscú evidente en el texto brechtiano. Contra un clasicismo hueco que invadía us país
nativo, construyó una defensa en una alianza modernista franco-rusa.
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Proust ejercía una atracción inmensa sobre Benjamín; donde en ninguna parte se
reflejaba con mayor intensidad el uso metafórico de la memoria y la remembranza de
los simbolistas que en la obra fecunda de Proust. Consideraba Benjamín que la
memoria proustiana impartía significados nuevos a algunos fragmentos del pasado
mediante un proceso de separación de tales fragmentos de sus contextos anteriores y su
reubicación con eventos posteriores. Al desarrollar su “esperanza en el pasado,”
Benjamín construyó una constelación asombrosa de Proust y de Marx.
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Adorno subrayó que la belleza del arte moderno debía encontrarse en sus feas
negativas a pacificar y consolar. El Arte de igual manera es inadecuado para el horror y
los tiempos que sufren: esto es lo que tenía en mente Adorno cuando escribió que
“Escribir poesía después de Auschwitz es una barbarie.”
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uso. Además, cada estilo facilitaba sus funciones todavía más directamente comerciales
a la publicidad.
Por más que su actitud hacia los simbolistas vario con el tiempo, mostrando se
mas amable a sus esfuerzos; su hostilidad hacia el surrealismo permaneció siempre
hostil. Veía en ellos solo la imposibilidad de la felicidad en el mundo tecnificado de
hoy.
Hostil de ordinario a las avant gardes francesas y rusas, apoyo la obra de los
modernistas austriacos o alemanes en la tradición expresionista. Su insistencia en una
autoliquidación técnica del aura dentro de la dialéctica inmanente de la obra de arte, y
en la necesidad de preocupaciones formales y autorreflexivas en el arte y la crítica, su
rechazo de la totalidad orgánica clásica, la subjetividad romántica o la reflexión realista,
y su hincapié en la naturaleza fragmentaria, transitoria y relativista de la verdad: todas
éstas eran características de muchas corrientes modernistas.
La defensa de la novela moderna fue otro ejemplo del análisis que había
desarrollado en relación con la obra expresionista. La narración descriptiva tradicional,
en el sentido del realismo del siglo XX, ya no era históricamente apropiada, sostuvo
Adorno. Sólo la fragmentación de la personalidad y la postura autoral que ocurre en las
novelas de Proust, Joyce o Musil, por ejemplo, revelará adecuadamente la medida del
autoalejamiento, el sufrimiento y la impotencia del individuo en nuestra época. Bajo
esta misma óptica defendió la única figura literaria verdaderamente destacada que
surge, en su opinión después de la 2 guerra mundial: Samuel Beckett. Consideraba su
obra como una continuación de la revelación incesante, hecha por Kafka, de la atrofia
de la personalidad en el mundo contemporáneo cosificado; pero este desvanecimiento
de la identidad estaba ahora más avanzado. El arte negativo y disonante de Beckett se
niega a reconfortarse con alguna forma de la acción colectiva corriente.
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CONCLUSIÓN
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Los cuatro autores no eran tanto marxistas que se ocuparon del arte como
importantes pensadores estéticos que utilizaron su significativa experiencia cultural al
volverse marxistas para desarrollar sus importantes aportaciones a una estética marxista.
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