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Todos aquellos que buscan con insistencia el rostro de Dios, necesitan tener una fuente de donde

beber, de donde llenarse. La oración es esa fuente. Pero sucede que muchas veces se pierde el
sentido de orar y ante eso me pregunto: ¿Cuál es el sentido de la oración, por qué orar, por qué se
pierde ese sentido y por qué se entra en crisis ante algún problema? Si orar es hablar con Dios, es
dejarse amar por él y amarle a él, es estar solo en silencio. Una oración constante nunca dejará de
estar en sequedad al corazón, no habrá espacio a la tristeza, estará alimentada con las devociones
personales, la Eucaristía, el Rosario, la Liturgia de las horas, el Encuentro con Palabra, haciendo
obras de misericordia, entre otros que mantendrán viva la llama del Amor a Dios, hacia sí mismo y
a los hermanos, y que hará de la oración su vida diaria. Habrá siempre una búsqueda constate de
la voluntad de Dios y su cumplimiento, habrá una sed que solo él la llenara. Atreves de la oración
Dios habla al hombre y le manifiesta su voluntad y el hombre da gracias a Dios por su escucha y
presencia.

(Triacca, 1897)

Bibliografía
Triacca, D. S. (1897). Nueno Diccionario de la Liturgia. Madrid: Ediciones Paulinas.

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