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SEMBRAD JUSTICIA, Y COSECHARÉIS MISERICORDIA

San Basilio Magno

Homilía 3 sobre la caridad 6

Oh hombre, imita a la tierra; produce fruto igual que ella, no sea que
parezcas peor que ella, que es un ser inanimado. La tierra produce
unos frutos de los que ella no ha de gozar, sino que están destinados
a tu provecho. En cambio, los frutos de beneficencia que tú produces
los recolectas en provecho propio, ya que la recompensa de las
buenas obras revierte en beneficio de los que las hacen. Cuando das
al necesitado, lo que le das se convierte en algo tuyo y se te devuelve
acrecentado. Del mismo modo que el grano de trigo, al caer en tierra,
cede en provecho del que lo ha sembrado, así también el pan que tú
das al pobre te proporcionará en el futuro una ganancia no pequeña.
Procura, pues, que el fin de tus trabajos sea el comienzo de la
siembra celestial: Sembrad justicia, y cosecharéis misericordia, dice
la Escritura.
Tus riquezas tendrás que dejarlas aquí, lo quieras o no; por el
contrario, la gloria que hayas adquirido con tus buenas obras la
llevarás hasta el Señor, cuando, rodeado de los elegidos, ante el juez
universal, todos proclamarán tu generosidad, tu largueza y tus
beneficios, atribuyéndote todos los apelativos indicadores de tu
humanidad y benignidad. ¿Es que no ves cómo muchos dilapidan su
dinero en los teatros, en los juegos atléticos, en las pantomimas, en
las luchas entre hombres y fieras, cuyo solo espectáculo repugna, y
todo por una gloria momentánea, por el estrépito y aplauso del
pueblo?
Y tú, ¿serás avaro, tratándose de gastar en algo que ha de redundar
en tanta gloria para ti? Recibirás la aprobación del mismo Dios, los
ángeles te alabarán, todos los hombres que existen desde el origen
del mundo te proclamarán bienaventurado; en recompensa por haber
administrado rectamente unos bienes corruptibles, recibirás la gloria
eterna, la corona de justicia, el reino de los cielos. Y todo esto te tiene
sin cuidado, y por el afán de los bienes presentes menosprecias
aquellos bienes que son el objeto de nuestra esperanza. Ea, pues,
reparte tus riquezas según convenga, sé liberal y espléndido en dar
a los pobres. Ojalá pueda decirse también de ti: Reparte limosna a
los pobres, su caridad es constante.
Deberías estar agradecido, contento y feliz por el honor que se te ha
concedido, al no ser tú quien ha de importunar a la puerta de los
demás, sino los demás quienes acuden a la tuya. Y en cambio te
retraes y te haces casi inaccesible, rehuyes el encuentro con los
demás, para no verte obligado a soltar ni una pequeña dádiva. Sólo
sabes decir: «No tengo nada que dar, soy pobre». En verdad eres
pobre y privado de todo bien: pobre en amor, pobre en humanidad,
pobre en confianza en Dios, pobre en esperanza eterna.

Martes, 30 de Julio del 2019.


Oficio de Lectura - MARTES XVII SEMANA DEL TIEMPO DE
ORDINARIO
SAN BASILIO MAGNO
(330-379)
Basilio, el capadocio enérgico
Su padre es abogado. Él mismo está destinado a serlo. Por
indicación familiar, marcha desde su ciudad natal, Cesarea de
Capadocia (la actual Kayseri turca), a estudiar retórica y
filosofía a Constantinopla, y posteriormente a Atenas. Allí traba
una gran amistad con Gregorio Nacianceno, de quien
hablaremos en el próximo capítulo y a quien debemos gran
parte de los datos biográficos que se conservan de él.

Basilio es extraordinariamente inteligente, y su formación


exquisita. Podría descollar entre los mejores retóricos de su
época. Pero su hermana Macrina, que ha fundado una
comunidad religiosa, le echa en cara su forma superficial de
vivir y su autosuficiencia -tan características en tantos letrados
de todas las épocas-. Entonces "...como si despertase de un
sueño profundo, volví mis ojos a la admirable luz de la verdad
del Evangelio..., y lloré por mi miserable vida" (Ep. 223).

Y huye del mundo. Viaja por Oriente y Egipto. Quiere conocer


más de cerca a los ascetas. Visita a los que viven en Alejandría,
en Palestina, en Cele-Siria y en Mesopotamia. Le asombra de
ellos su frugalidad en la comida y su resistencia en el trabajo.
También queda “admirado de su constancia en la oración y de
cómo dominaban el sueño. Sin dejarse doblegar por ninguna
necesidad natural y conservando siempre alto y libre el
propósito de su alma, en medio del hambre y de la sed, con
frío y desnudez, no prestan atención al cuerpo ni están
dispuestos a malgastar sus cuidados con él. Como si vivieran
en una carne que no fuera suya…” (Ep. 223)

Finalmente, se retira en 358, a los 28 de edad, a una localidad


del Ponto, cerca del río Iris (hoy Yeşilırmak). Cambia las armas
dialécticas por la oración y la meditación. La lucha del foro por
la lucha contra las propias pasiones. Los éxitos y la riqueza por
la renuncia de sí mismo. Aquel paraje "...es una montaña alta,
cubierta de espeso bosque y regada al norte por límpidas y
frescas aguas. .... Pero el mejor elogio que podríamos hacer de
este paraje es que, por su capacidad natural de producir toda
clase de frutos, gracias a su favorable situación, produce lo que
para mí es el mejor de los frutos: la tranquilidad" (Ep. 14,1-2).

Aquí podía haber acabado la historia pública de Basilio. Podía


haber permanecido en la renuncia, en la vida monástica, bajo
la Regla que él mismo escribió y que marcó las bases del
monaquismo. Pero el hombre sólo propone. Le reclama el
obispo de Cesarea, Eusebio. Y la aguda inteligencia y la
capacidad de organización de Basilio, comienzan a rendir
frutos, primero al servicio del metropolitano y, tras su muerte,
siendo nombrado obispo él mismo.

Es entonces cuando se despliega toda su energía arrolladora.


Como patriarca de la Capadocia, es también Exarca de la
diócesis política del Ponto. Son tiempos muy duros, pero él no
se arredra. Centra su tarea de gobierno en tres pilares,
organización eclesiástica, diplomacia y caridad. A diferencia de
los griegos, absortos principalmente en los problemas
especulativos, se preocupa como obispo por la divulgación
práctica de la verdad cristiana entre sus diocesanos, con miras
a su progreso ético. Pero al mismo tiempo, su penetrante
intelecto le permite -mérito compartido con los otros dos
grandes capadocios, su amigo Gregorio Nacianceno y su
hermano Gregorio de Nisa-, aclarar la terminología trinitaria.

Nicea había empleado como sinónimos ousia e hypostasis. Pero


ello había dado lugar a interpretaciones falsas y a innumerables
controversias. Basilio consigue zanjarlas distinguiendo una
sola ousia (esencia o entidad substancial de Dios) articulada en
tres hypostases (las existencias en forma particular, las
maneras de ser respectivas de cada una de las Personas). Esta
acertada precisión logrará atraer a la Iglesia a los semiarrianos.

Con respecto al Espíritu Santo, plasma en sus escritos la


divinidad de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad.

¿Qué fundamento hay para aplicar al Espíritu todos los demás


atributos igual que al Padre y al Hijo, y privarle solamente de la
divinidad? … Si, como arguyen nuestros adversarios, Él es
demasiado insignificante para concederle comunidad con el
Padre y el Hijo en el atributo de la divinidad, no es digno de
compartir con ellos ni uno solo de los atributos divinos;
porque, cuando se consideran cuidadosamente los términos,
comparando los unos con los otros según el sentido que se
contempla en cada uno de ellos, se ve que implican nada
menos que el título de Dios... (Ep. 189,5)

Tiene una gran preocupación ecuménica por la falta de unidad


entre los cristianos del Oriente y Occidente, entre los obispos
del Este y del Oeste. Busca para restablecerla el patronato de
Atanasio, y apela al papa Dámaso describiéndole con gran
firmeza y claridad las dificilísimas relaciones entre las iglesias
del Oriente (Ep. 70). Está convencido de que la ortodoxia
triunfará únicamente el día en que deje de haber divergencias
y derroche de energías entre los creyentes.

Su solidez doctrinal y el vigor de su gobierno pastoral le


reportan la enemistad de los emperadores arrianos.
Especialmente tensa es una reunión con un prefecto de
Valente, que continuamente le amenaza. Hasta que el obispo,
ya hastiado, le contesta:

-¿Y qué me vas a quitar? ¡No tengo ni casas ni bienes, ya lo he


repartido todo entre los pobres? ¿Me vas a atormentar? Tengo
tan débil la salud que no aguantaría ni un día de tormentos sin
morirme, así que no podrías seguir atormentándome. ¿Me vas
a desterrar? Pues a cualquier sitio a donde me destierres, allí
estará Dios. Y donde esté Dios, yo estaré contento.

-Nunca nadie me había contestado así. –dijo el prefecto

-Porque nunca te habías encontrado con un obispo.

Basilio también se caracteriza por su sensibilidad hacia los


pobres, procediendo él, precisamente, de una familia muy
acomodada. Y no tiene reparo ninguno en reprochar su riqueza
a quienes la acumulan.

“El que despoja a un hombre de su vestimenta es un ladrón. El


que no viste la desnudez del indigente, cuando puede hacerlo,
¿merecerá otro nombre? El pan que guardas pertenece al
hambriento. Al desnudo el abrigo que escondes en tus cofres.
Al descalzo, el zapato que se pudre en tu casa. Al mísero, la
plata que escondes (...). Te pareces a un hombre que –llegando
al teatro- quisiera impedir que los otros entraran y se
imaginaría poder gozar solo de un espectáculo al cual todos
tienen derecho. Así son los ricos: se adueñan de los bienes
comunes que han acaparado, porque son los primeros que los
ocuparon” (Homilía VI contra la riqueza, 6 y 7).

Pero en lugar de una labor meramente asistencialista,


comienza en Cesarea un auténtico proyecto de promoción
social que no desdice en absoluto nuestros actuales
planteamientos en relación con la caridad. Planea en un primer
momento sólo un inmueble como hospedería, con el fin de
acoger vagabundos. Sin embargo, poco a poco su plan
desemboca en un conjunto de construcciones (hospitales,
leproserías, talleres artesanales, etc…) que forman una
auténtica ciudad de los pobres y que llega a desplazar el centro
de la actividad ciudadana. Basilio incluso tiene que “justificarse”
ante el gobernador de la provincia por la amplitud de la
institución:

“¿A quién perjudicamos construyendo posadas para forasteros,


para todos los que viajan y para todos los que necesitan
cuidados porque están enfermos? Había que establecer lo que
era necesario para su atención, enfermeros, médicos, bestias
de carga, acompañantes. También fue necesario añadir a ello
los oficios que son necesarios para la vida y todo lo que se ha
inventado para asegurar una existencia decente; y, además,
otras casas, preparadas para los trabajos; todo esto supone un
progreso para la localidad y un motivo de orgullo para nuestro
gobernador, ya que los elogios recaen sobre él” (Ep. 94)

Su intensísima actividad sólo se termina con su muerte. Una


enfermedad hepática le había dejado “con la piel pegada a los
huesos” según expresión de sus contemporáneos. Muere
prematuramente, con tan solo 50 años de edad. Su labor ha
sido colosal, hasta el punto de merecer en vida el sobrenombre
de Magno. Y sus funerales son prueba de su popularidad y de
su santidad; toda la ciudad de Cesarea acude en masa a
despedir al obispo, los cristianos, los judíos y los paganos.

Pío V, en 1568, le proclamará Doctor de la Iglesia.

Obtenido el 17 de nov. del 2019 en:


https://www.diocesismalaga.es/doctores-tiene-la-
iglesia/2014043627/basilio-el-capadocio-energico/

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