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Sin embargo, este proyecto que sacrificaba lo particular en aras de la razón universal,
de la libertad y del espíritu absoluto, comienza con el Romanticismo a percatarse de los
primeros signos de insatisfacción que generaba. Y ya en pleno s. XIX, surge una abierta
reacción filosófica contra dicho proyecto, manifestado en tres autores que conocieron y
estudiaron la filosofía hegeliana. El primero de ellos es Arthur Schopenhauer (1788-
1860), quien rompe con la idea de que los hombres colaboran de manera tácita en un
proyecto histórico de emancipación, pues en cada hombre hay voluntad de vivir, deseos,
pulsiones, las cuales no encuentran en la historia un sentido determinado. En palabras de,
“El individuo schopenhaueriano es incapaz de integrarse en un ideal abstracto superior,
en una subjetividad infinita, en la especie humana: nunca se sacrificará por algo en lo que
ya no cree” (2008, p. 21). Otro de los autores que brega por recuperar la individualidad
es Sören Kierkegaard (1813-1855). Este autor danés rechaza la subsunción del individuo
en lo general, la cual considera como un modo de escapar a la soledad radical –metafísica-
del individuo, que constituyen un momento irreductible de cada hombre. Por último, otro
de los autores que esgrime grandes críticas al proyecto moderno es Karl Marx (1818-
1883). Este autor, retoma las ideas de Ludwig Feuerbach, hegeliano de izquierda, y
considera que no solo el hombre de carne y hueso es el verdadero sujeto de la historia,
sino que este mismo se realiza, construye su propia esencia a través de ella. Esta historia
consiste en la satisfacción de necesidades materiales, renovadas constantemente, y su
motor no es sino la lucha de clases. De allí, la clásica definición del marxismo como
materialismo dialéctico (ibíd., p. 43).
Vistos de modo sucinto los pensamientos de estos tres autores, es claro concluir que
la contemporaneidad filosófica “encuentra en la reacción ante el absolutismo del sistema
hegeliano su punto claro de partida” (ibíd., p. 19).
Sin embargo, podríamos situarnos en una segunda perspectiva de análisis y calar más
hondo en la relación de la filosofía contemporánea con respecto a la filosofía precedente.
Si hay algo que caracteriza el derrotero filosófico a partir del s. XIX, es el distanciamiento
crítico que realiza sobre varios aspectos de la filosofía precedente. En primer lugar, se
toma distancia respecto del pensamiento metafísico. Dicho pensamiento, hegemónico en
la historia de toda la filosofía precedente, se caracterizaba por su pretensión de totalidad,
de dar cuenta de todo fenómeno y de remitirlo a un principio, fundamento ideal y último.
Además, este pensamiento suponía un modo dualista de comprensión de la realidad, por
medio del cual lo inteligible tiene prioridad y se halla en relación asimétrica respecto de
lo fáctico. No obstante, la filosofía contemporánea busca, de diversas maneras, oponer al
pensamiento metafísico el peso de lo existente, material, sensible e históricamente dado,
como sucede en el caso de las corrientes existencialistas, utilitaristas o marxistas o del
pensamiento nietzscheano.