Está en la página 1de 2

Philippe Entremont, décadas de maestría

[26 de marzo de 2009. Octavo concierto de abono. Richard Strauss, Capricho, Sexteto
para cuerdas op. 85. Wolfgang Amadeus Mozart, Concierto para piano y orquesta n.
20 en re menor. Ludwig van Beethoven, Sinfonía n. 4 en si bemol mayor op. 60.
Orquesta de Córdoba. Philippe Entremont, piano y dirección. Gran Teatro de Córdoba.
20:30 horas. Lleno. Valoración: 4]

Cuando Philippe Entremont (Reims, 1934) se sienta al piano o agarra la batuta desde el
podium la música suena a través de casi setenta y cinco años de una inteligente e
inusitadamente rica experiencia musical. Comenzó ésta seguramente en el seno de su
madre, virtuosa pianista, y no ha cesado de enriquecerse durante las siete décadas que
han puesto en contacto a este músico itinerante con las más importantes orquestas del
mundo y con las personalidades más significativas (míticas incluso) del panorama
musical.
Ponerse a las órdenes del pianista y director francés fue un orgullo que la
Orquesta de Córdoba supo agradecer tocando con gran concentración, eficacia y
entusiasmo las tres obras programadas.
El Sexteto de cuerda de Richard Strauss (1864-1949), que sirvió de obertura a su
ópera Capricho de 1942 y a la velada del jueves, sonó en la versión ampliada para gran
orquesta de cuerda con gran transparencia. Ya desde esta primera pieza admiraba la
sabiduría de Entremont para graduar los tempi, habilidad que se iría manifestando de
manera creciente en el concierto de Mozart y en la sinfonía de Beethoven.
Entremont interpretó de memoria el archiconocido Concierto n. 20 de Mozart
(1756-1791) como quien recita con devoción y humildad una poesía o una oración
amada desde la niñez. Un tempo algo más lento de lo habitual en el primer movimiento
permitió destacar los fascinantes juegos dramáticos (en todos los sentidos del término)
de esta obra maestra. La dirección del pianista francés parecía rehuir cualquier
exageración; como dando a entender que de la emoción ya se ocupaba Mozart. Lo
mismo puede decirse de la ensoñadora romanza que sigue y del original rondó que
cierra la obra y que dio paso al descanso.
Estrenada en Viena en 1807, la Cuarta Sinfonía de Beethoven (1770-1827) es
una obra llena de encantos, a pesar de no haber recibido históricamente la misma
cantidad de elogios que sus vecinas anterior (la Heroica) y posterior (la Quinta). Los
cuatro movimientos que la forman (la misteriosa introducción del primero, el adagio
lleno de ternura, los scherzi del tercero, el virtuosismo orquestal del final) muestran el
talento del compositor y sirvieron en la velada que comentamos para que brillara
también la maestría del director visitante y la de todos los miembros de nuestra
orquesta. Y para que saliéramos del Gran Teatro con la agradable sensación de haber
asistido a algo grande.

Antonio Torralba

También podría gustarte