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El Economista. Buenos Aires. 21 de diciembre de 1984. Página 3.

CABALLETE
Escribe E.B.

García Sáenz
Síntoma característico de la expresividad juvenil es el impulso de decirlo todo de una vez, de no analizar
seleccionando, de no dejar nada "para otra vez". Así es como vemos la reiteración de ese lenguaje tumultuoso,
afiebrado, impaciente. Cuando se traen auténticas condiciones vocacionales, después sigue el decantamiento, la
serenidad, la reflexión-"el arte es cosa mental" dijo el otro-- la supresión de lo superfluo. Tal podría encuadrase la
obra que muy generosamente, paneles de grandes dimensiones, expone Santiago García Sáenz en la galería Ruth
Benzacar -Florida 1.000-.
Son en general pinturas sobre papeles de más de un metro y medio de lado, donde vuelca diríamos que
desenfrenadamente, pasajes de colores que parecieran entregadas a un ritmo concéntrico, dado que finalmente la
vista está obligada a dirigirse al centro de sus espacios, subjetivamente. Allí ocurren muchas cosas pintadas con un
color crudo cuyos tonos mantienen siempre su independencia, eludiendo las degradaciones y haciendo caso omiso a
las leyes ópticas establecidas. Nos recuerda a Willem De Kooning y la influencia que ejerció en su momento, y a la
pintura americana de la década del 40, cuando floreció esa pintura que se alejaba del expresionismo por su caída en
el vicio literario. García Sáenz posee en cambio un vocabulario informal y dibujístico que surge de esa maraña de
fondos semejantes a intrincadas selvas donde se ocultan, o aparecen, rostros con sus bocas abiertas acuciados por
no se sabe qué espanto. Pueden ser protagonistas de algo terrible o también espectadores de sus propios dramas,
muchos de ellos ubicables en la genética indígena, y a veces con un toque de reminiscencia imaginativa infantil.
Queda dicho entonces que García Sáenz es un pintor joven ya con un oficio adecuado a su necesidad de decir que
trae consigo. Que lo diga como lo hace en estos momentos es un derroche de palabras (colores) que podrían
ofrecernos una visión mas serena, es tan cierto como que también caería en un conformismo que traicionaría su
vocación.
Hay que aceptarlo así, con todo el vigor que supone la evidencia de su juventud, ya que ello indica que está en
condiciones de alcanzar metas que conformarán su talento.

Obra reproducida: En un caballito gris.

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