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Modo

Discursivo: Narración
1. Concepto de narración.
La narración es el relato de hechos, verídicos o imaginarios, ocurridos en un tiempo y en
un lugar determinados. El principio de la acción es el que rige a los textos narrativos: se
cuentan los hechos ocurridos a lo largo de un tiempo y espacio, de manera que al
encadenarse unos con otros logran una nueva significación.
El modo narrativo tiene como función testimoniar una experiencia, poner en escena
una sucesión de acciones que se influyen mutuamente y se transforman en un
encadenamiento progresivo. La articulación de las acciones en el tiempo responde a una
lógica interna cuya coherencia está marcada por la necesidad de cierre.
La modalidad narrativa es quizá la más común de identificar pues desde niños hemos
estado ligados a ella; los cuentos, las caricaturas, las películas se crean con esa modalidad.
La narración es común en textos científicos de disciplinas como la Historia y en textos como
las historias de vida o testimonios, la crónica y las noticias o notas periodísticas. Las
características primarias de un texto narrativo son el tiempo y el espacio; la referencia a las
acciones llevadas a cabo por los actores históricos y las relaciones causales entre los
acontecimientos.
ACTIVIDAD 2 Identifica los enunciados narrativos en el siguiente ensayo
CASABLANCA, O EL RENACIMIENTO DE LOS DIOSES
Dos semanas atrás, toda la gente de cuarenta años estaba sentada ante el televisor para
volver a ver Casablanca. Pero no se trata de un fenómeno normal de nostalgia. En realidad,
cuando Casablanca se proyecta en las universidades norteamericanas, los jóvenes
veinteañeros subrayan cada escena y cada réplica célebres («Arrestad a los sospechosos de
costumbre», o bien «¿Son los cañones o los latidos de mi corazón?», o cada vez que Bogey
dice «Kid») con ovaciones que habitualmente se reservan a los partidos de béisbol. Y pude
observar esta misma actitud en una filmoteca italiana frecuentada por jóvenes. ¿Cuál es
entonces la fascinación de Casablanca?
Pregunta legítima, ya que Casablanca, estéticamente es una película muy modesta.
Fotonovela, folletín, donde la verosimilitud psicológica es muy débil y los efectos
dramáticos se encadenan sin demasiada lógica. Y sabemos incluso por qué: la película fue
pensada a medida que se rodaba, y hasta el último momento ni el director ni los guionistas
sabían si Ilse se marcharía con Victor o con Rick. De modo que lo que parecen sagaces
hallazgos de dirección y arrancan aplausos por su inesperada osadía, son en realidad
decisiones tomadas por desesperación.
¿Cómo es posible entonces que de esa cadena de improvisaciones surgiera un film
que aún hoy, visto por segunda, tercera o cuarta vez, arranca aplausos admirativos, reclama
un bis o despierta el entusiasmo ante sus inéditos hallazgos? Ciertamente, hay en
Casablanca un reparto de formidables actores. Pero esto no es suficiente.
Están él y ella, amargo él y tierna ella, románticos, pero se han visto otros mejores.
Casablanca no es La diligencia, otra película de retorno cíclico. La diligencia es, en cualquier
aspecto, una obra maestra, todo está donde tiene que estar, los personajes están
justificados en todas sus acciones. ¿Y entonces? Entonces se está tentado a leer Casablanca
del mismo modo que Eliot releyó Hamlet. Eliot atribuía la fascinación de este drama, no al
hecho de que fuera una obra lograda, sino justamente a lo contrario: Hamlet sería
consecuencia de una fusión no lograda entre distintos Hamlets precedentes, uno que tenía
como tema la venganza (con la locura como mera estratagema) y otro cuyo tema era la
crisis provocada por la culpa de la madre, con la consiguiente desproporción entre la tensión
de Hamlet y la imprecisión e inconsistencia del delito materno. De modo que crítica y
público encuentran hermosa la obra porque es interesante, y la consideran interesante
porque es hermosa.
Con Casablanca, aunque en menor grado, ha ocurrido lo mismo: obligados a inventar sobre
la marcha, sus autores han metido de todo un poco en la trama argumental, y para ello
eligieron material del repertorio de lo tradicionalmente aceptado. Cuando la elección de lo
ya aceptado es limitada, se obtiene un film amanerado, de serie, o incluso kitsch. Pero
cuando de lo aceptado se utiliza verdaderamente todo, lo que se logra es una arquitectura
como la Sagrada Familia de Gaudí. Se logra el vértigo, se roza la genialidad.
Olvidemos ahora cómo fue realizada la película y veamos qué es lo que nos muestra.
Se inicia en un lugar de por sí mágico, Marruecos, el exotismo comienza con un compás de
melodía árabe que se esfuma en las notas de La Marsellesa. En cuanto se entra en el local
de Rick, escuchamos música de Gershwin. África, Francia, Estados Unidos. En este momento
entra en juego una intriga de Arquetipos Eternos. Situaciones que han presidido las historias
de todos los tiempos. Aunque habitualmente para hacer una buena historia basta con una
sola situación arquetípica. Y sobra. Por ejemplo, el Amor Desgraciado. O la Fuga. Casablanca
no se contenta con eso: las mete todas. La ciudad es el lugar de un Paso, el paso hacia la
Tierra Prometida (o hacia el Noroeste, si lo prefieren). Para pasar, sin embargo, hay que
someterse a una prueba, la Espera («Esperan, esperan, esperan...», dice una voz en off al
comienzo). Para pasar de la sala de espera a la tierra prometida hace falta una Llave Mágica:
el visado. En torno a la Conquista de esta llave se desencadenan las pasiones. El medio para
llegar a la llave parece ser el Dinero (que aparece repetidamente, casi siempre bajo la forma
de Juego Mortal, o ruleta): pero al final se descubre que la llave sólo puede conseguirse a
través de un Don (que es el don del visado, pero también es el don que Rick hace de su
Deseo, sacrificándose). Porque también ésta es la historia de una vertiginosa danza de
deseos de los cuales sólo dos acaban satisfechos: el de Victor Laszlo, el héroe purísimo, y el
del joven matrimonio búlgaro. Todos aquellos que tienen pasiones impuras fracasan. Y, por
tanto otro arquetipo, el triunfo de la Pureza. Los impuros no alcanzarán la tierra prometida,
desaparecen antes, aunque alcancen la Pureza a través del Sacrificio: he aquí la Redención.
Se redime
Rick y se redime el capitán de la policía francesa. Aquí se advierte que en el fondo son dos
las Tierras Prometidas: una es América, aunque para muchos es un falso objetivo; otra es la
Resistencia, o sea la Guerra Santa. Victor viene de ella, Rick y el capitán de policía van hacia
ella, se unen a De Gaulle
Por otra parte, el mito del Sacrificio impregna toda la película: el sacrifico de Ilse que
abandona en París al hombre que ama para regresar junto al héroe herido; el sacrificio de la
joven esposa búlgara dispuesta a entregarse para salvar al marido; el sacrificio de Víctor, que
está dispuesto a ver a Ilse con Rick con tal de saberla a salvo.
En esta reunión de arquetipos sacrificiales se inserta el tema del Amor Desgraciado.
Desgraciado para Rick, que ama a Ilse y no puede tenerla, desgraciado para Ilse, que ama a
Rick pero no puede irse con él, desgraciado, en fin, para Victor, que comprende que no ha
conservado verdaderamente a Ilse.
Alrededor de esta danza de mitos eternos aparecen los mitos históricos, es decir, los
mitos del cine debidamente revisados. Bogart encarna por lo menos tres de ellos: el
Aventurero Ambiguo, amasado de cinismo y generosidad; el Asceta por Desengaño Amoroso
y, al mismo tiempo, el Alcohólico Redimido (y para redimirlo hay que alcoholizarlo, de
golpe, cuando era ya un Asceta Desilusionado). Ingrid Bergman es la Mujer Enigmática o
Fatal. Después tenemos Escucha Cariño Nuestra Canción, el último Día en París, la Legión
Extranjera (cada personaje tiene una nacionalidad y una historia diferente) y por último el
Gran Hotel Gente Que Va Gente Que Viene. El local de Rick es un lugar mágico donde puede
ocurrir —y ocurre— de todo: amor, muerte, persecuciones, espionaje, juegos de azar,
seducciones, música, patriotismo (el origen teatral del argumento ha producido, junto a la
pobreza de medios, la admirable condensación de acontecimientos en un solo lugar). Este
lugar es Hong Kong, Macao Infierno del Juego, prefiguración de Lisboa Para.so del
Espionaje, Barco en el Mississippi. Pero justamente porque están todos los arquetipos,
justamente porque Casablanca es la cita de otras mil películas y porque cada actor repite en
ella un papel interpretado otras veces, opera en el espectador la resonancia de la
intertextualidad. Casablanca lleva consigo, como en una estela de perfume, otras situaciones
que el espectador refiere a este film sin recordar otras películas aparecidas después, como
Tener y no tener, en la que Bogart encarna un héroe a lo Hemingway, pero Bogart ya atrae
sobre sí las connotaciones hemingwayanas por el simple hecho de que —según se dice en la
película— Rick ha luchado en España (y, como Malraux, ha colaborado con la revolución
china). Las reminiscencias de Fritz Lang afloran tras Peter Lorre; Conrad Veidt embebe su
personaje de oficial alemán con sutiles efluvios de El gabinete del doctor Caligari, no es
[220] un nazi despiadado y tecnológico, sino un César nocturno y diabólico. Así que
Casablanca no es una película, sino muchas, una antología. La película, realizada casi por
casualidad, probablemente se hizo sola, si no en contra, por lo menos más allá de la voluntad
de sus autores y de sus actores. Y por esto funciona, a despecho de teorías estéticas y
cinematográficas. Porque en ella se despliegan con una fuerza casi telérica los Poderes de la
Narratividad en estado salvaje, sin que haya intervenido el arte para disciplinarlos. Y
entonces podemos aceptar que los personajes cambien de humor, de moral, de psicología de
un momento a otro, que los conspiradores tosan para interrumpir su discurso cuando se acerca
un espía, que alegres mujercitas prorrumpan en llanto al escuchar La Marsellesa, Cuando
todos los arquetipos irrumpen sin pudor alguno, se alcanzan profundidades homéricas. Dos
clichés producen risa. Cien, conmueven. Porque se percibe vagamente que los clichés hablan
entre sí y celebran una fiesta de reencuentro. Del mismo modo que el colmo del dolor alcanza
la voluptuosidad y el colmo de la perversión roza la fuerza mística, el colmo de la banalidad
deja entrever un edificio de lo sublime. Algo ha hablado en lugar del director. El fenómeno
es digno, si no de otra cosa, de veneración.
2. Características de la narración
A parte del narrador, trama y personajes la narración para ser efectiva debe cumplir los
siguientes rasgos:
- Claridad: desarrollar el relato de una forma fácil de entender, inteligible. No relatar
muchos hechos a la vez, ni repetir un hecho dos veces. No perder el hilo de la historia, ni
omitir datos necesarios para seguirla correctamente. En cuanto al lenguaje, utilizar palabras
que todo el mundo pueda entender y usar con moderación las metáforas. Evitar la
ambigüedad y las digresiones.
- Concisión: ser breve y exacto en las palabras. Siempre fijarse en la acción central y trabajar
sobre ella. No introducir una acción dentro de otra. En cuanto al estilo, evitar las
repeticiones, sin caer en el extremo contrario, que no se entienda el relato.
- Verosimilitud: Narrar dando al relato la apariencia de ser historia real, verdadera y que
resulte coherente aún si no es cierta.
ACTIVIDAD 3 Contesta el cuadro de acuerdo a la información que presenta el cuento
Una de cal
¿QUE POR qué lo hice? Pues no le sabría decir correctamente el porqué. Nomás fue una necesidad
¿ve? No, no lo veía como algo malo, sino más bien como algo ¿cómo le diré? justo ¿no? algo que
tenía que pasar a huevo, perdonando la expresión. Algo que tenía que empezar y seguir creciendo
hasta que me detuvieran… pero no sé, a lo mejor otras gentes lo hacen por otros motivos. Es decir,
para mí no era importante robar ¿ve? sino sólo emparejar las cosas.
¿Que cómo me decidí? Pues verá ¿Quiere que le cuente desde el principio, o sea lo que estaba
haciendo yo antes de eso? Estaba trabajando en una fábrica de aparatos eléctricos ¿quiere que le
diga el nombre? ¿no es necesario? Bueno, era un trabajo muy pesado; digo, se suponía que
estábamos trabajando ocho horas, pero qué ocho horas; había días en que trabajábamos las
veinticuatro horas del día; no le exagero, palabra, ¿qué caso tiene ahora exagerar? Bueno, nos
pagaba horas extras, pero era una miseria; de por sí el sueldo era miserable. Como armador ¿ve
usted? No era ni el salario mínimo. Yo no sé si la ley esté enterada de eso, pero el caso es que no
nos pagaban ni el salario mínimo; aunque, lo que sea de cada quien, el patrón sí era buena gente
con nosotros. No nos tenía asegurados, pero, si alguien se enfermaba, él pagaba de su bolsillo las
consultas y las medicinas del doctor; inclusive si había que internar a alguien, pues no lo
desamparaba ¿no? le daba una ayudadita, aunque, naturalmente, no le pagaba todos los gastos.
Pero no era de eso de lo que estaba hablando ¿verdad? Le decía que trabajábamos muchísimas
horas y en un ambiente muy aglomerado ¿no? lleno de gentes y el cuarto muy chico y el aire… casi
no se podía respirar porque el cuarto no tenía ventanas y hacía mucho calor; pero… ese… bueno,
los primeros días si estaba contento, porque ya llevaba mucho tiempo que no trabajaba y iba a
buscar trabajo y en ningún lugar me daban ¿no? porque en todas partes le piden que la secundaria,
que la preparatoria, que estudios comerciales, la primaria de perdis; yo, pos no había estudiado más
que hasta cuarto y no tenía certificado de primaria; digo, eso si quiere usted conseguir un trabajo
decente, que deje dinero, porque si no, está el campo ¿no? pero ¿quién cree que se va a ir al campo?
No, el que llega aquí, pos como que ya se queda aquí de por vida, ya se acostumbró, ya tiene su
familia o su ambiente, digamos. Los amigos, mi familia, pues sí me ayudaban, me daban a veces
dinero, pero era vergonzoso ¿no? Digo, para mí.
¿Que cómo fue la primera vez? Pues le digo iba yo saliendo del trabajo y necesitaba dinero porque
mi mujer acababa de perder un niño y estaba grave ¿no? de que la llevaran al hospital, y el patrón
no me quería prestar porque decía que él sólo se responsabiliza de los accidentes que pasan en el
trabajo, que lo demás ya no le… le tocaba; eso era ya nuestro cuento; si podíamos arreglarnos con
lo que ganábamos, bien, y si no, ni modo ¿no?
¿Qué me concrete a los hechos? Pos es que esos son los hechos, señor. Salí del trabajo ese día. Ya
era tarde y tuve que caminar porque ya no había camiones e iba caminando por una calle grande y
oscura. Estaba un coche estacionado ¿no? una pareja. Yo venía bien cansado, veía todo nublado; no
nublado exactamente, pero algo así; como que no podía respirar bien; mareado, no había comido
en todo el día, y yo siempre cargo mi navaja porque, allá en el barrio, usted sabe, nunca falta quien
le busque a uno bronca. Estaban fajando, muy en lo oscurito, y que le toco en el cristal de la ventana.
Él, bien trajeado, elegante, con corbata y todo, y ella, una muñeca, rubia, parecía artista, con sus
pestañas largas y bien pintada; demasiado pintada, diría yo. Se quedaron azorados. Han de haber
pensado que era de la Judicial o algo así, digo, en el primer momento, porque ya después de que
me vieron bien, ya no. Y que me dice él, el señor: qué quieres. Y yo: deme un cerillo ¿no? y ha de
haber sospechado algo porque yo no traía cigarro en la boca ni nada, y que dice: lárgate, no tengo.
Tratándome mal ¿no? Le digo: présteme su encendedor, caray, no sea ojete; y cuando le dije ojete
se me quedó viendo de una manera muy rara, como enojado; no, más bien yo creo que era miedo;
que me dice: no tengo, vete. Y encendió el motor, de seguro para irse ¿no? y que hago como que
me voy. Entonces volvió a apagar el coche y quién sabe qué le dijo a la güera: estos quien sabe qué,
y me dio más coraje ¿no? que me viera menos. No, pero no fue por eso. Entonces que voy y que
agarro una piedra, grandota, deveras, no sé ni cómo me la aguanté, y que se la voy a estrellar en la
ventanilla del carro; ni tiempo le di de que la arrancara. Rompió el cristal; le di con tanta fuerza, que
hasta a él le pasó a tocar; le empezó a salir mucha sangre de la cabeza. La muchacha estaba rete
asustada; él ya no se movía y ella estaba como muerta, sin poderse mover; después me empezó a
gritar cosas ¿no? asesino, nomás así, cosas; de los puros nervios ni siquiera pensaba lo que decía o
lo que debía de hacer, y que agarro y abro la puerta del carro y le doy tres puñaladas en el pecho a
él y ella empezó a gritar pidiendo auxilio, ya no gritándome a mí; peor nadie venía por la calle.
No, le digo que no sentí nada; digo ¿yo por qué había de odiarlo si no me había hecho nada
directamente? Nomás veía como se hundía en su pecho la navaja, mientras ella gritaba, pero yo sin
sentir nada. Sentía como que tenía que pasar eso, pues; y a ella no se le ocurrió abrir la portezuela,
sino que nomás gritaba, y en ese momento sí pensé. Digo, sentí lástima por ella ¿no? tan bonita, tan
güerita. Era muy blanca. Pero dije, o más bien razoné: si la dejo ir, al día siguiente ya estoy
sentenciado, si no es que muerto ¿verdad? dependiendo de quién fuera el difunto ¿no? algún
influyente o algo así, figúrese. Y ni modo, también a ella le tocó; manoteaba, me arañaba la cara,
pero ya ve usted que el hombre es superior a la mujer, y no pudo contra mí. Al ratito estaba ahí los
dos muertos, ella todavía movía una mano o un pie, pero ya sin respirar, y ya me iba, cuando me
acuerdo de que se me había olvidado lo que quería. El dinero. Me regresé y lo que saqué de su
cartera: ochocientos pesos. Yo me imaginaba que iba a traer más, pero no; nomás ochocientos
pesos, que de todos modos ni sirvieron porque mi mujer se murió esa misma noche. Mientras yo
me cargaba a esos dos, ella se moría, a la misma hora, según me dijeron después; pero sirvieron
para pagar parte de los gastos del entierro. Sus papas y unos amigos acompletaron para para la caja
y el servicio. Ese día no fui a trabajar, no me sentía con ánimo; no por lo que había hecho, sino por
la muerte de mi señora, y mis hijos estuvieron chille y chille todo el día; ahorita ya están con sus
abuelos, ellos los están cuidando, y yo ya sin poder hacer nada. Hasta al otro día fui a trabajar. El
asunto ya había salido en el periódico y sentí no sé qué. No arrepentimiento, otra cosa. Luego vi que
decía que ya andaban tras la pista del asesino y me dio risa. Para mí, las cosas seguían siendo iguales:
el mismo trabajo, el mismo trato con los demás hombres que trabajaban allí, todo igual; ya no tenía
nada de los ochocientos pesos. Otra cosa que me dio risa fue que en el periódico dijeron que habían
robado dos mil quinientos pesos y el radio del coche, figúrese, el radio del coche; yo, con la
apuración que tenía de largarme de ahí, iba a estar levándome el radio. De seguro lo agarró otro
vivales que pasó por ahí, pues, según dicen, los descubrieron hasta como a las seis de la mañana; a
lo mejor uno mismo de los que hicieron la investigación ¿no cree? Ya después de haber hecho lo
mismo varias veces, fíjese qué curioso, a todos los había matado de tres puñaladas en el pecho;
digo, yo no las estaba contando en esos momentos, pero así fue. Y, le decía, después de haberlo
hecho varias veces, me di cuenta de por qué lo hacía. Era como una especie de venganza ¿no? Como
ya le dije, sentía que era algo que tenía que pasar, yo no me sentía criminal, como ponían en los
periódicos, ni nada por el estilo… y… este…, algunas de las personas que tuve el gusto, bueno, no el
gusto, se oye feo, ¿cómo le diré… la oportunidad; la oportunidad de asesinarlas, eran gentes que
salían de un cabaré que quedaba cerca de donde yo trabajo, o bueno, trabajaba, y siempre pasaba
por ahí; gentes que tenían posibilidades económicas ¿no? Yo los veía salir de allí, bien borrachos,
bien vestidos, bien contentos y siempre con buenas viejas con pieles y pelucas ¿no? y entonces
pensaba que no era dinero, buenas viejas y todo y uno no tuviera nada. Que ellos estaban tirando
el dinero que a nosotros nos hacía falta, que ya no encontraban la forma de malgastarlo, y sentía
que no tenían derecho de seguir viviendo y entonces los seguía, y lo mismo; de tres puñaladas, como
dijeron los periódicos. Sólo las dos primeras veces robé, pero ya después le juro que no toqué un
pinche quinto; digo, no iba a ser un vulgar ladrón: solamente estaba haciendo justicia, según yo
creo. Y, pues…
¿No quiere que le cuente cómo me agarraron? Tiene razón, ya lo sabe todo el mundo; salió en todos
los periódicos, también. También salió todo lo que había robado en todas esas veces, pero no fue
cierto; ya ve que los periódicos inventan cosas para que se vendan más. De veras, yo sólo robé las
dos primeras veces.
¿Que si me importa? ¿Qué? ¿Estar aquí? No. En este momento ya no me importa nada. Nada. Me
siento como más tranquilo; siento que ya cumplí, en cierta forma, con lo que tenía que hacer.
Tampoco me preocupa cuántos años voy a pasar aquí, y además… no sé cómo decirle; como que ya
no soy el mismo Rubén de antes ¿sabe? hasta me he vuelto famoso y esto empareja las cosas. Todos
los periódicos han sacado un chorro de veces mi nombre y hasta fotografías. Está bien ¿no cree?
Ándele, sí. Que le vaya bien. Nomás no vaya a aumentarle nada ¿eh?
Características Segmento del texto que la refiere

Tiempo y espacio
• Cuándo suceden
los hechos
• Dónde ocurren

Actor o actores sociales


involucrados en el hecho
• Quiénes
intervienen en el
hecho
Relaciones causales entre
los acontecimientos
• Qué pasó
• Qué provocó el
conflicto
• Cuáles fueron las
consecuencias

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