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Actualmente la profesión del psicólogo se ocupa de dos tipos principales de servicios en la sociedad:
La psicología clínica o individual y la psicología institucional u organizacional.
La primera sigue el patrón clásico de relación individual entre un psicólogo y una persona luego que ambos
entablan un acuerdo basado en el libre consentimiento.
La segunda, tiene una evolución más reciente y es la que requiere la pericia del psicólogo como facilitador en el
desarrollo de las personas que conviven en las instituciones o grupos; o como asesor para la potenciación de las
cualidades individuales en los equipos de convivencia o de trabajo.
A. EL PROCESO DE RELACIÓN INDIVIDUAL ENTRE TERAPEUTA Y PACIENTE
1. ÉTICA DEL INICIO DE LA RELACIÓN PSICOLÓGICA
En la práctica cotidiana, un falso presupuesto por parte del tapeuta, presiones de tipo económico o de prestigio
o, aún una mala conducta ética, llevan a algunos profesionales a considerar que toda persona que le consulta lo
hace porque realmente quiere recibir el tratamiento que ellos están en condiciones de ofrecer.
Debe el psiquiatra o el psicólogo de informar al paciente cuales son las otras alternativas u otros profesionales
a los cuales puede recurrir si considera que ellos están en mejores condiciones para responder su demanda.
Debe describir en términos comprensibles y sencillos su propia orientación teórica y técnica
Debe incentivar a la persona desde la primera entrevista a que exprese sus particulares fantasías o
sentimientos respecto a la terapia
Estas son algunas de las cuestiones éticas relacionadas con el inicio de la relación individual entre una persona
y un psicólogo o psiquiatra.
A) El Consentimiento Válido
Cada persona, en la medida que es centro de decisiones, tiene derecho a auto disponer de si en aquella
esfera que le compete. El respeto de la autonomía de las personas se posibilita por el cumplimiento de la
regla de veracidad y se instrumenta por el consentimiento.
Cuando la veracidad es la base de la relación profesional – persona y el derecho a la autonomía se
reconoce como ineludible, entonces es posible que se dé un auténtico acuerdo entre iguales que debe
ponerse en práctica por el consentimiento valido. Este puede definirse como el acto por el cual una
persona decide que acontezca algo que le compete así misma pero causado por otros.
Existen 3 condiciones básicas que debe tener todo consentimiento para ser considerado valido:
1. Que lo haga una persona generalmente competente para decidir. En general se ha definido la
competencia como la capacidad funcional de una persona de tomar decisiones adecuadas y
apropiadamente en su medio sociocultural, para alcanzar las necesidades personales que, a su vez, estén
de acuerdo con las expectativas y requerimientos sociales.
En este sentido una persona seria plenamente competente cuando es capaz de ejercitar tres
potencialidades psíquicas propias del ser humano “normal”: la racionalidad, la intencionalidad (o capacidad
de orientarse a la búsqueda de valores personales y sociales) y la voluntariedad ( o posibilidad de actuar
sin coerción).
2. Que la persona haya recibido la suficiente y adecuada información. Una información suficiente en el
caso de asistencia psicológica o psiquiatra es el conjunto de datos merecidos por el paciente que se
refieren al menos a:
* La capacitación y formación del psicoterapeuta, sus estudios previos, etc.
*El tipo de psicoterapia que puede recibir de el: sus metas y objetivos.
*Los asuntos relacionados con la confidencialidad y sus excepciones
* La forma que serán registrados sus datos y si podrá o no tener acceso a ellos.
Es necesario saber además si la información es adecuada, es decir, apta para ser comprendida en esta
ocasión.
3. ser voluntario, es decir, no tener ningún tipo de coacción exterior. Esto quiere decir, que una
persona puede ser competente en general, puede comprender la suficiente y adecuada información que se
le proporciona, pero no se encuentra libre para tomar la decisión específica que se le pide. Ser libre para
tomar una decisión, no solo tiene que ver con ausencia de coerción exterior.
Dado el caso en el que el paciente no esté en condiciones de tomar ninguna decisión, será su
representante legal quien tenga que hacer el consentimiento para poderse iniciar de forma éticamente
correcta la relación psicoterapéutica.
Recorriendo esta enumeración de los problemas éticos suscitados por el uso de los tests, podemos
detectar por lo menos 5 problemas principales relacionados con la elaboración y usos de tales
instrumentos de medida.
la asociación americana para el counseling y desarrollo (AACD) desarrollo una serie de patrones
éticos para el uso de los tests en la relación psicológica que parecen pertinentes en este momento.
LOS PREJUICIOS DE LOS TESTS: La AACD, previene a los psicólogos sobre la implicancia ética que
tiene no tener en cuenta en la interpretación de los resultados a las diferencias de tipo socioeconómica,
étnica o cultural de los diferentes grupos de pacientes, específicamente en lo que refiere al riesgo de
etiquetar discriminatoriamente a las minorías.
Este instrumento al servicio del psicodiagnóstico debe ser manejado con la relatividad suficiente como para
que no produzca descalificación o marginación. Estas consecuencias pueden producirse, ya sea en la
terapia de tipo individual o en medios institucionales. Por toda persona a la que se le hace un test tendría
que ser informada también de la relatividad y limitaciones que puedan tener, con el fin de evitar eventuales
daños en la autoimagen que el sujeto tenga de sí mismo.
2. ÉTICA DEL TRANSCURSO DE LA RELACIÓN PSICOLÓGICA
Una vez que el psicólogo hace una primera apreciación de la realidad del paciente, decide implícita o
explícitamente si quiere o no ayudar a las personas consultante. No es posible continuar con el proceso
terapéutico si el psicólogo o psiquiatra no piensa que esa persona concreta necesite algún tipo de ayuda.
Junto a esta decisión van implícitas una serie de consecuencias para la relación ya que el psicoterapeuta
proyecta metas y objetivos a lograr con el paciente desde teorías ya asumidas; y razona su forma de
proceder desde dicho punto de partida.
1. Promoción de la autonomía: aquellos psicólogos que consideran que el único objetivo éticamente
justificable de una psicoterapia es favorecer la autonomía del ser humano en tanto individuo, el objeto
de la terapia es satisfacer el mejor interés del individuo y la insistencia se pone en lo que son las
necesidades del sujeto como tal. La meta es promover el autocontrol y la autoestima sin ejercer
influencias indebidas sobre la persona y sin cuestionar su mundo de valores.
2. Promoción de la armonía: un gran grupo de psicólogos se reúnen en tono a querer buscar como
objetivo principal de la terapia el ayudar a que la persona se ajuste a los valores del medio ambiente
y este en armonía con ellos de forma que su convivencia sea satisfactoria, tanto para si como para la
sociedad , la visión del hombre que encierra este grupo es un “ hombre pueblo” no considera al ser
humano como conviviendo con múltiples enfoques o visiones de la realidad , busca encontrar una
ideología, practica y practica consensuada, el objeto de la terapia está determinado por “ nuestro mejor
interés” y la existencia principal se pone en el nuestro.
Pero no solo la elección de los objetivos y metas terapéuticas tienen valores éticos implícitos o explícitos.
También el tipo de medio que se escoja para lograr esos objetivos tiene sus implicaciones éticas.
Tanto las terapias del autoconocimiento como las de auto aceptación, parten de la base que el medio
fundamental para el cambio está dentro del mismo individuo y de su capacidad de libertad
Las terapias de modificación de conducta como las de corte biologicista parten de la base del que el
método de cambio no reside en el interior del individuo si no en algo exterior a él.
La confidencialidad es una norma moral es decir, que debe cumplirse moralmente en principio siempre que
no entre en conflicto con bienes morales mayores como la vida o la integridad física de terceros inocentes.
Excepción de la norma de confidencialidad.
revelación de datos a terceras personas con consentimiento del sujeto, en consecuencia cuando es el
paciente es el interesado en que se rompa con la confidencialidad será muy necesario que le firme al
psicólogo un consentimiento explícito en el que autorice la revelación de esta información en el que
conste:
- el nombre de la persona a la cual se le debe revelar los datos
- los datos que deben ser informados
- nombre y firma del paciente
revelación de niños incompetentes: creemos que hay que diferenciar el procedimiento que se debe
llevar a cabo con niños menores de 12 años que el que se prácticas en adolescentes mayores que esa
edad.
acceso del sujeto a sus propios datos : como parte del derecho a la intimidad y a ejercer su
autonomía respecto a todo lo que le concierne al individuo tiene también derecho acceder a sus propios
datos registrados en una historia clínica individual.
El psicólogo debe respetar los valores e ideologías del paciente, sin tratar de imponer los suyos propios
basándose en el derecho de igualdad. Sin embargo, el psicólogo no debe permanecer indiferente ante
cuestiones que violen los derechos de terceras personas (abusos sexuales, robo, asesinato, etc.) y debe
plantearle el repudio que merecen tales acciones, de otra manera el terapeuta se convertiría en cómplice.
Agotamiento psíquico, depresión, manía, psicosis de todos los tipos, son algunos de los imprevistos que
pueden aparecer en los psicoterapeutas en no menor incidencia que la que se da en la población general.
No es fácil que un sujeto en proceso de tratamiento psicológico o psiquiátrico se dé cuenta de los cambios
más o menos profundos que se producen en su terapeuta.
No es asunto que corresponda a los pacientes sino a los colegas, el deber de evitar que un psicólogo o
psiquiatra, que empieza a sufrir un proceso de deterioro patológico, siga dañando a sus pacientes.
Es importante que haya un comité de ética en cada asociación profesional para resolver este tipo de casos
sumamente complejos. Esos comités especiales podrían asesorar a cualquier psicólogo que crea que un
colega está presentando problemas psicológicos o psiquiátricos severos. También tendrían la función de
brindar toda la información necesaria a los pacientes que crean ver signos patológicos en sus terapeutas y
deseen tomar la decisión de dejar o continuar la relación psicológica.
GOMES-SCHWARTZ, HADLEY y STRUPP 1978 clasificaron en tres categorías las definiciones de lo que
se considera mejoría en las terapias: buen funcionamiento social, sentido íntimo de bienestar, e integración
de valores y proyectos personales.
El asunto de juzgar cuándo una persona ha logrado esto, en parte es un problema del sujeto, pero también
depende del terapeuta. Como dice WOLMAN ayudar a la gente es una actividad gratificante porque da
poder, ofrece apoyo afectivo y económico. Por el contrario, aceptar que una persona ya no necesita de la
terapia, supone "elaborar un duelo"; es caer en la cuenta de que "ya no tengo nada para ofrecerle que la
haga mejor".
No es extraño pues, que el terapeuta se sienta tentado a convencer al paciente, de que su intento de
abandonar la terapia es "prematuro", "producto de la resistencia", "fruto de la presión de las circunstancias",
o de una "circunstancial depresión".
La pregunta que planteaba FREUD de si hay tal cosa que sea un "fin natural para el análisis", o si en
realidad, lo que se hace es "conducirlo a ese fin", sigue planteada en la actualidad. Freud pone entre las
condiciones para que una persona juzgue si ha llegado el momento de concluir la relación, que ya no
experimente sus primitivos síntomas, y que haya superado sus ansiedades e inhibiciones. Por parte del
analista, que éste vea que el sujeto haya traído a la conciencia lo fundamental del material reprimido, y
haya superado la resistencia al terapeuta, de tal manera ya no deba temerse la repetición de los síntomas
patológicos.
También propone como criterio, el de verificar si el cambio producido en el paciente ha sido lo
suficientemente profundo como para que nada sustancialmente nuevo se espere, una vez finalizado la
relación. O, dicho en otras palabras, cuando se haya alcanzado de la mejor manera posible las condiciones
necesarias para el funcionamiento del ego.
En ese sentido, habría que decir que un análisis siempre es imperfecto, y no, que no tiene fin. Estoy
plenamente de acuerdo con WOLMAN cuando dice que "cada terapeuta tiene la obligación moral de
terminar su función tan pronto como su trabajo ya no traiga mejoras adicionales y significativas" para el
sujeto.
La APA en su código ético establece claramente que un psicólogo debe transferir su paciente a otro
terapeuta, en caso de que no disponga de habilidades para hacer progresar a la persona. Este es un
criterio en el que todo terapeuta, en teoría, está de acuerdo. La dificultad se da en el juicio concreto. Hay
mucha incertidumbre al respecto, por eso es conveniente tomar ciertas medidas que posibiliten al sujeto
que consulta, en conjunto con el terapeuta, determinar el momento del fin.
B. PERSONAS INVOLUCRADAS
En este apartado se analizaran los problemas éticos que surgen a propósito de determinados tipos de
pacientes. Y, en particular, los asuntos éticos que se plantean con la asistencia a los enfermos mentales
crónicos, menores, ancianos y personas que tienen una temática religiosa como centro de su problema
personal.
2. Relación: Adecuada comunicación y empatía entre paciente y equipo terapéutico para que se puedan
expresar sentimientos y necesidades.
3. Comunicación: Que le dialogo no sea solo entre el paciente y los miembros de su familia con el equipo
terapeuta, sino entre los distintos sectores y servicios sanitarios que brindan asistenci psico-psiquiátrica.
4. Individualidad: Que las necesidades específicas del paciente sean los que se usen para decidir el
tratamiento.
5. Conjunción: Que haya coincidencia y complementariedad de todos los elementos que componen un
tratamiento integral.
7. Flexibilidad: Que ninguna planificación preestablecida teóricamente cobre prioridad sobre la evaluación
individual de cada sujeto.
Es indudable que una actitud asistencial personalizada es más acorde con una ética de respeto a la
dignidad del enfermo mental.
En consecuencia, el criterio de personalización, implica el deber ético de orientar a cada paciente a aquella
forma de vida que más se adecue a sus necesidades y que más respete su condición y posibilidades
psíquicas.
Algunas alternativas que pueden ser tenidas en cuenta a la hora de aplicar el criterio de personalización en
lo referido a la forma de vida y asistencia que deba tener el enfermo mental:
1. la vida independiente o autónoma de los pacientes: es la más deseable. El enfermo mental tiene trabajo
remunerado, y cuenta con un fácil acceso al equipo terapéutico.
2. los hogares de apoyo: pueden ser la misma familia del paciente, o familias especialmente dedicadas a
esta tarea.
3. el hospital de día: el paciente vive con su familia o por su cuenta, pero asiste al hospital por varias horas
al dia.
4. los hogares satélites: ofrecen a los pacientes una vida relativamente independiente, libre, con integración
en la comunidad y un trato digno. Viven pequeños grupos de pacientes sin el acompañamiento permanente
de ningún supervisor especializado en casa. Los pacientes comparten responsabilidades, y el equipo
terapéutico esta accesible cuando se lo requiere.
5. las residencias permanentes: no son cerradas, se provee 3 comidas diarias, control de medicamentos y
un mínimo de atención psiquiátrica. Internación permanente.
6. las instituciones de capacitación y paso: incluye cuidados especializados para aquellos pacientes que
requieren un servicio de supervisión intensiva. Son cerrados y con una estructuración meticulosa del
horario. Parte de sus objetivos es preparar a los pacientes para que vivan en situaciones menos
estructuradas. Se diferencia del hospital por disponer de servicios especializados de rehabilitación y
capacitación. No se conciben como permanentes.
1. cuando la persona sufre severa enfermedad mental o trastorno de la personalidad que la incapacitan
para valerse por si misma y pone en riesgo su vida o la vida de terceros o, puede causar daños
irreparables al mismo sujeto o severos perjuicios a otros.
2. cuando la persona es incapaz de hacer un consentimiento valido para ingresar a un hospital o para
recibir el tratamiento psiquiátrico imprescindible.
3. cuando hay una razonable posibilidad de que ese desorden pueda ser tratable en el medio hospitalario o
en la alternativa institucional menos restrictiva.
La internación compulsiva o de emergencia tiene como finalidad brindar el tratamiento necesario para
evitarle al paciente perjuicios irreversibles y ayudarle a que recupere la autonomía, siempre que eso sea
posible.
Se ha dicho que existe una especie de “habito” cognitivo en los profesionales de la salud que los lleva a
tratar a los enfermos mentales sin el criterio de personalización y a justificar su proceder “igualitario”.
El punto limite que permite discernir si está justificado éticamente negarle a una persona el derecho a
rechazar el tratamiento psiquiátrico se da cuando, de no recibir tal tratamiento:
1° se vuelve peligroso para si mismo y para otros.
2° se hace incapaz de valerse por si mismo.
La vida Intrahospitalaria psiquiátrica, debe basarse en el imperativo de hacer todo aquello que asegure que
los internos vivan con el máximo de dignidad humana posible. Si se analizaran con más detalle los dilemas
éticos de la internación psiquiátrica, se dividirían en dos principales:
1. Tratos que afectan la dignidad humana. No recibir castigos corporales es un derecho del paciente; y la
reclusión o restricción, en caso de ser necesarias, deben ser hechas siempre con un objetivo terapéutico y
en conformidad con la buena práctica psiquiátrica. Tampoco deberían suprimirse aquellos procedimientos o
acciones que puedan ser considerados de forma clara y evidente como parte del proceso terapéutico.
Es imprescindible que el tipo de conductas que se refuerzan y las que se castigan, sean sometidas a la
supervisión de un comité ético en el que también participen, siempre que sea posible, las familias de los
enfermos. Es mandatario que le ambiente del paciente sea saludable y humano. Con esto se quiere decir
que sea limpio, seguro, confortable, con adecuada alimentación y con los servicios médicos necesarios. Es
también un derecho del paciente poder recibir visitantes con razonables privacidad, así como comunicarse
con amigos, familiares de forma accesible y fácil, por carta o por teléfono. El ejercicio físico y la recreación
deben estar disponibles a los pacientes, así como las facilidades para practicar la religión que desee.
Entre las diversas alternativas de asistencia que puede tener un enfermo mental se encuentra el asilo.
Esta es una institución psiquiátrica que permite una supervisión diferenciada y estructurada para los
distintos tipos de pacientes que requieren internación crónica por motivos sociales o terapéuticos.
Se ha hablado hasta la saciedad de la "inhumanidad" de los asilos, comparándolos a cárceles "casi
medievales". La realidad es bastante diferente y es frecuente ver que las antiguas instituciones se han
adaptado a los modernos tiempos, permitiendo una internación crónica que sea compatible con grados
diversos de libertad y autonomía, así como de respeto y cariño por los pacientes.
Es muy importante tener en cuenta cuando se habla de los efectos de la desinstitucionalización, las
distintas poblaciones de enfermos que se han ido dando de alta a lo largo de todos estos años. Mientras
algunos internos llevaban mucho tiempo en el hospital -con una vida estructurada y ordenada- otros
apenas lo habían estado durante semanas. Es muy diferente el paciente que tiene ciertos hábitos ya
estructurados, del que no los tiene porque nunca fue hospitalizado. La consecuencia inmediata de la
desinstitucionalización forzosa e irresponsable desde el punto de vista ético ha sido el problema de las
personas jóvenes o adultas -psiquiátricamente enfermas- que deambulan por las calles y duermen a la
intemperie, en las puertas de los edificios o en las estaciones de autobuses.
ARCE divide a los transeúntes enfermos mentales en 3 grupos:
1. los permanentes: generalmente diagnosticados con esquizofrenia, adictos, con historias de internación
repetidas, y varios problemas de salud.
2. los episódicos: más jóvenes, suelen tener diagnósticos de desórdenes de personalidad, afectivos o de
adicción.
3. los situacionales: pasan por un periodo de marginación y de desequilibrio menos pronunciado y más
temporal.
Los psicólogos y los psiquiatras tienen que ejercer profesionalmente en múltiples ocasiones relacionadas
con la vida y el comportamiento de niños y adolescentes. Procesos en la justicia juvenil, decisión sobre
custodia, casos de abusos sexuales o incestos, decisiones sobre adopción y diagnóstico de competencia,
son algunos de los asuntos en los que intervienen la psicoterapia y la justicia. También interviene el
psicólogo en relación con los menores en los ámbitos educacionales.
Tratándose de que los menores dependen de sus padres o representantes legales son al menos tres de
las partes involucradas cada vez que el psicólogo o psiquiatra acepta atender a un menor de edad:
el profesional, el menor y sus progenitores o tutores.
Este dilema surge porque el menor de edad todavía no tiene la total autonomía para disponer de si, según
su propia filosofía de vida y escala de valores. A causa de eso, durante su proceso de maduración, son los
padres quienes ejercen la patria protestad sobre una capacidad todavía no plenamente desarrollada.
La sociedad siempre ha reconocido la legitimidad de este proceder y las leyes que garantizan el derecho
de los padres a orientar y guiar a sus hijos menores según les parezca conveniente, siempre que no violen
los derechos inalienables del niño y de todo ser humano.
Ahora bien, precisamente porque la autonomía es una capacidad que se va desarrollando
progresivamente, pueden surgir conflictos de deseos e intereses entre los padres y el menor en aquello
que se refiere a la asistencia psicológica o psiquiátrica.
Algunas de los conflictos de intereses pueden originarse cuando los padres quieren que los menores
adopten determinados tipos de conductas psicológicas o acepten determinados procedimientos
psicoterapéuticos que son rechazados por el menor, son los padres los que tienen la última decisión con
respecto a las conductas psicológicas o procedimientos terapéuticos que deba aceptar el menor. Al
profesional de la salud mental solo le cabe respetar el derecho a decidir en última instancia que ejercen los
padres como algo admitido y querido por la sociedad, a través de sus leyes, la decisión de los padres es la
últimamente vinculante para el profesional.
Es justificable la ruptura del deber de confidencialidad, en contra de los deseos del menor y a favor de los
padres en los siguientes casos:
1. cuando el estado psicológico del menor puede poner en riesgo su propia vida o la de terceros.
2. cuando hay riesgo de que el menor cause daños materiales a terceros.
3. cuando de no informar a los padres de determinados datos, el procedimiento terapéutico del menor se ve
afectado clara y profundamente.
1°. Negligencia o maltrato pasivo: consiste en no cubrir una o más de las necesidades básicas del niño:
comida adecuada, ropa, abrigo, cuidado médico o un mínimo de supervisión o cubrir mal estas
necesidades, por ejemplo cuidarlo dentro de un ropero, darle de comer solo al final del día, hacer que
deambule por las calles.
2°. Maltrato físico y emocional: se entiende aquel género de trato violento que se excede de las
conductas normalmente admitidas, como correctivas o educativas por las costumbres sociales, su grado
extremo constituye el abandono.
3°. Abuso sexual: es una forma particular de maltrato físico-emocional pero directamente relacionado con
la genitalidad. Entre sus diversas formas tenemos: atentado violento al pudor, ultraje público al pudor,
violación,, pornografía infantil, prostitución.
4°. Explotación socioeconómica: es el uso de los niños como fuerza de trabajo en beneficio lucrativo de
otras personas, sean adultos o de la misma edad.
Para los psicólogos de España el acuerdo psicólogo persona tiene como límite – a partir del cual el secreto
debe romperse – aquellos casos en que existan violaciones de los derechos humanos o malos tratos de
cualquier persona.
A. una primera responsabilidad ética es la obligación del psicólogo de saber diagnosticar el maltrato.
En primer lugar distinguiendo y detectando a los padres maltratadores. Entre las características de
personalidad destacan:
1. mayores síntomas depresivos, cierto grado de ansiedad, bajo nivel de autoestima.
2. alto grado de impulsividad. (Incapacidad de control racional de impulsos agresivos, ausencia de
evaluación previa de la consecuencia de los actos).
3. déficit de las estrategias de afrontamiento a los problemas.
4. déficit en la capacidad empática.
5. experiencia personal de haber sido maltratados.
Las características físico-biográficas del niño de padres que se sospecha son maltratadores también son
importantes, entre ellas destacan:
1. niños no deseados.
2. niños atípicos.
3. niños que por sus características físicas defraudan a sus padres.
4. tienen llanto arrítmico de tonalidad alta.
5. niños discapacitados.
6. niños con enfermedades físicas frecuentes y severas.
7. niños difíciles.
B. diagnosticado el maltrato infantil, el primer deber profesional es buscar mantener la relación paterno
filial, pero sin que se vuelva a repetir el maltrato.
C. cuando hay suficiente evidencia de que no es posible, el psicólogo o psiquiatra se verá obligado a la
denuncia al juez para que este decida lo que se deba hacer con el niño.
D. todo profesional tiene una responsabilidad preventiva ante el maltrato.
En nuestra sociedad, lo que muere, inútil, regresivo, irreversible, débil es asociado con lo anciano; mientras
que lo que vive, útil, progresivo, modificable, fuerte es asociado con lo joven y por tanto con lo que vale la
pena reforzar.
Por tanto nuestra sociedad busca internar a los ancianos en instituciones que los cuiden, para que no
molesten y vivan allí son últimos años. La causa de esta sorprendente actitud cultural es muy compleja y no
es el momento de intentar reflexionar sobre ella. Pero en este contexto no puede extrañar que la edad sea
claramente un factor de discriminación.
Tantos psiquiatras como psicólogos no son inmunes a estos valores, y su curiosa actitud de desinterés al
menos por la ancianidad y su psicología, ha estado influida por ese contexto social.
Por otro lado es notorio el hecho de que las facultades de medicina o escuelas de psicología no preparan a
sus profesionales para que sepan asistir a los ancianos. Al contrario, la ideología pedagógica es enseñar a
los estudiantes a curar, vencer la muerte, superar el sufrimiento o lograr el bienestar biopsiquico.
El envejecimiento trae aparejado:
1. perdida de status, e incertidumbre respecto a la valía personal
2. Inseguridad respecto a la inhabilidad para enfrentar las demandas de la vida
3. Aprehensión respecto a la salud
4. Dificultad de adaptación a la condición de no tener que trabajar
5. Incapacidad para encontrar caminos que le den gratificación personal
6. Dificultad para manejar la tensión creada por el cambio social
7. Incentivo limitado para la limitada participación que se le ofrece
Dadas estas condiciones vitales, el anciano se ve obligado a tener que enfrentar varios problemas para
seguir creciendo biográficamente. Y al mismo tiempo, al personal de la salud se le presentan importantes
dilemas éticos y decisiones que involucran valores de gran trascendencia:
1. El Respeto a su dignidad
2. El respeto por su autonomía y a su derecho a decidir.
3. La distribución justa de recursos para atenderlo.
4. La investigación
5. La ética del morir y la eutanasia activa directa.
Cuando se trata de asistir al anciano, el imperativo ético de beneficencia consiste en hacer todo lo
necesario para para que mantenga su autoestima y continúe, o al menos no decrezca su vida de relación
con los demás.
Pero para que el trato sea dignificante y se promueva la continuidad en la vida de relación y la autoestima
es imprescindible:
1. alimentación, higiene, seguridad adecuados.
2. atención médica, psiquiátrica y psicológica accesibles y apropiadas.
3. que el habitad sea idóneo.
4. conducta verbal incrementada, o al menos mantenida.
5. actividad física necesaria.
6. conductas auto agresivas eliminadas o disminuidas.
7. interacción social continua accesible y adecuado.
El desafío ético que tienen, tanto la psicología como la psiquiatría como profesionales de asistencia al
anciano, se presenta en 2 niveles fundamentales:
1. epistemológico o ideológico.
2. científico y técnico.
Tanto el temor a que surjan ciertas dudas de fe no resueltas en el psicoterapeuta, como su temor a lo
desconocido, a la mortalidad y a la finitud humana hace que afloren en el profesional poderosas fuerzas
contra transferenciales hacia su paciente estas suelen quedar tematizadas en torno a 4 ejes principales:
*generosidad-narcisismo: puede surgir ante la actitud altruista o generosa del paciente supuestamente
opuesta a la meta de auto-realización o auto-estima que el psicoterapeuta pueda considerar esencial en los
objetivos y metas de la psicoterapia.
*materialismo-desprendimiento: puede experimentarse como contratransferencia por parte del psicólogo,
ante la presencia de un paciente que invoca su creencia religiosa como fundamento de su actitud de
desprendimiento ante las cosas materiales y económicas.
*placer-sacrificio: aquí entra de lleno la vivencia que tiene, tanto el paciente creyente como su
psicoterapeuta, con respecto al papel del placer, el bienestar y el sexo en la vida y el psiquismo humano.
Cuanto más dificultad haya tenido un psicoterapeuta para integrar su sexualidad en una relación
integralmente satisfactoria, más tenderá a focalizar la felicidad y la auto-realización en torno a la actividad
placentera por sí misma.
Teniendo en cuenta lo anterior se cree que el objetivo de la terapia de los pacientes que presentan
temática y problemáticas religiosas, debe consistir en separar los conflictos interiores que se expresan a
través de un sistema defensivo y con características religiosas, de lo que es la verdadera experiencia
religiosa. Sin atacar la religión del paciente, el terapeuta puede trabajar con los componentes patológicos,
ayudándolo a que re-encuentre los valores religiosos no neuróticos del grupo al que pertenece.
Serban: Argumenta que la terapia clásica enfatizaba la interpretación, mientras que las terapias actuales
han optado por la cercanía, mezcla de manipulación de la sensibilidad y modificación de conducta con un
poco de existencialismo popular.
Smith y Glass: Por otro lado, hacen referencia que los análisis de eficacia de la psicoterapia tienen un
índice de efectividad que va del 0.89 al 0.93.
En este panorama confuso y no exento de pasiones y radicalismos, no existe una teoría unificadora que
permita una visión global y satisfactoria del fenómeno psíquico humano, ni tampoco disponen de
tratamientos que puedan considerarse efectivos para toda la gama de trastornos. Es un hecho evidente
que la psicología actual no está en condiciones de interpretar y responder con una única teoría y
metodología para tratar todos los tipos de manifestaciones psíquicas que pueden ser motivo de consulta.
Marmor: “Es de esperar que las psicoterapias del futuro crezcan en flexibilidad y combinen las técnicas
cognitivas, conductistas y humanistas, con el conocimiento psicofisiológico y farmacológico del sistema
nervioso central, hasta alcanzar “una ciencia unificadora de la psicoterapia”, que permita articular
conjuntamente al paciente, al terapeuta y a la técnica.
Hay dos grandes grupos de terapias aplicables al psiquismo humano, que se diferencia por los métodos,
objetivos y medios que utilizan:
Corsini:
Psicoterapia: todos los modos de ayudar a la gente a progresar por la vía de los métodos simbólicos.
Psiquiatría: todos los métodos de ayudar a la gente a incrementar su funcionamiento psicológico, a
través de medicamentos, psicocirugía y procedimientos somáticos.
Es de suma importancia analizar los problemas éticos que surgen con el uso de las técnicas de
intervención sobre el psiquismo humano, con un propósito terapéutico.
Algunos psicólogos piensan que “nada tienen que ver” con las terapias orgánicas, con la consiguiente
repercusión de esto sobre la forma con la que luego se aborda ese tema con sus pacientes, lo que va en
detrimento de su recuperación. De esta forma, no ayudan a sus pacientes a clarificar lo que es un temor
racional y justificado con respecto a las terapias orgánicas, así como en la re-elaboración de los miedos
irracionales y fantasías.
Todo psicólogo tiene la responsabilidad ética de estar permanentemente actualizado en este tipo de
terapias, como parte de su tarea interdisciplinar al servicio de los pacientes y además asesorarlos
idóneamente. Solo así es posible saber cuáles son aquellas informaciones que los profesionales de la
salud mental deben transmitir a los paciente o sus representantes, como para que pueda darse el
consentimiento válido antes del tratamiento, que es la regla de oro entre profesional y paciente.
b. La TEC: esta terapia resulta imprescindible para enfrentar episodios depresivos, maniacos o ciertas
esquizofrenias que no responden a los demás tipos de tratamiento; aún más, cuando se necesita
una rápida remisión del cuadro y, debe ser considerada como primera opción en aquellos pacientes
que tienen potencialidad de suicidio, catatonía, deshidratación y malnutrición o en el caso de las
depresiones en el primer trimestre del embarazo, a las que no se pueda tratar con antipsicótico.
Contraindicaciones:
Máscara de O2 al 100%
Relajación muscular
Disminución de las secreciones orales de la descarga vagal y de los posibles trastornos
cardíacos (con atropina)
Anestesia
Electrocardiograma, frecuencia cardíaca y tensión arterial monitorizados
Colocación unilateral de electrodos en el hemisferio no dominante
Breve tiempo de choque y baja energía del estímulo
Catéter intravenoso
Responsabilidad ética primaria para remitir al paciente al psiquiatra ante una depresión
severa.
Estar familiarizado con la literatura sobre los posibles riesgos y beneficios que implica la
TEC.
Asistir a su paciente si quiere o no recibir la TEC.
c. La Psicocirugía: Tiene como objetivo cortar o inutilizar la conexión entre una parte y otra del
cerebro, a fin de modificar o alterar los trastornos de conducta, el contenido del pensamiento, el
humo o el alivio del dolor.
Se utiliza cuando ha fallado toda otra técnica o tratamiento en pacientes mentales crónicos.
Desde el punto de vista psicoético, se justifica su uso sólo cuando la enfermedad mental es altamente
peligrosa o dañina y cuando las otras alternativas han resultado ineficaces en individuos peligrosos o con
gran sufrimiento que los incapacitan para la convivencia social.
“Que los pacientes o representantes legales sean debidamente informados, con respecto si tal indicación
es la correcta, los riesgos, los efectos secundarios y otras alternativas disponibles”.
Criterio ético ineludible: “Recibir la suficiente y adecuada información, para dar el consentimiento antes de
empezar cualquier tratamiento”.
En caso de conflictos de pareceres, se deben buscar instancias neutrales superiores. En ningún caso, el
psiquiatra puede aplicar el tratamiento en contra de la voluntad de los familiares, salvo en las siguientes
situaciones:
a) TERAPIA FAMILIAR: Es cualquier tipo de procedimientos que tengan como meta la búsqueda de
alterar los patrones de interacción entre los miembros de una familia.
Primer problema ético: ¿Qué es y cómo debe funcionar una familia para asegurar el adecuado estado de
salud en cada uno de sus miembros?
Kalafat y Boroto: “La efectividad de una terapia se debe en gran parte a la afinidad de los estilos y valores
entre el terapeuta y las personas”.
El grado de nivel cultural de los miembros de la familia y los tipos de personalidad son de enorme
importancia en las alianzas que establece el terapeuta, y los refuerzos que proporciona a los individuos
particulares en el seno del sistema.
1. Al inicio de la terapia:
¿Presionar para que todos participen?
El terapeuta diagnostica cuáles son las conductas o interpretaciones patológicas, que se
dan en la familia y planifica las técnicas y estrategias y apropiadas para modificarlas.
El consentimiento válido y la presión del terapeuta.
2. El uso del poder y el “beneficio del sistema”: El terapeuta o el equipo terapéutico se sitúa en el
sistema como “quien sabe” lo que hay que hacer y cómo debe hacerse.
4. El uso de la paradoja y el engaño: Tiene como finalidad la movilización del sistema, con el fin de
modificar conductas. Así, se sobrevaloran intencionalmente determinados datos y se ocultan
otros, se interpretan los gestos de manera equívoca, “se dan vuelta” a las afirmaciones hechas
por la familia; sin embargo, estos procedimientos no tienen la suficiente base empírica, como
para prever que los resultados sean beneficiosos.
5. El terapeuta y los roles sexuales en la pareja: En este sentido, la labor del terapeuta consiste en
hacer caer en cuenta a la pareja de que deben tomar una decisión en cuanto al modelo de roles
que quieren asumir, porque, de otra manera, no es posible enfocar ningún objetivo ulterior para el
proceso terapéutico.
b) TERAPIA SEXUAL:
Técnicas utilizadas:
Problemas éticos:
c) TERAPIA GRUPAL
Problemas éticos:
1. Capacitación del líder del grupo: ¿Cuál es el tipo de líder que se considera apropiado para la
experiencia grupal? Desde el punto de vista ético, puede ser enormemente perjudicial para la
sociedad, el que no exista ningún tipo de control de los líderes de los grupos terapéuticos.
Es evidente que no todas las personas están preparadas para poder participar en una experiencia de
dinámica de grupo.
Según Lakin, se deben excluir dos tipos de personas:
Con sospecha de signos de paranoia.
Quienes tienen extremos de ansiedad, que les impida comunicarse con los demás.
La pregunta éticamente responsable que debería hacerse un terapeuta grupal cada vez que se encuentra
ante un candidato, debería ser la siguiente: “¿Es apropiado que esta persona participe de este grupo, con
este líder y en este momento?
3. Voluntariedad en la participación.
La American Association for Group Work (1980), establece los siguientes criterios:
Los líderes deben informar exhaustivamente a los miembros por adelantado, y por escrito,
con respecto a las metas del grupo, las habilidades del líder y los procedimientos que se
llevarán a cabo.
Los líderes deberán explicar, tan realista como sea posible, qué servicios pueden o no ser
brindados en una organización de grupo.
Además, deben informar sobre los posibles riesgos que puede acarrear el participar en la
experiencia grupal y todo lo que concierne a la confidencialidad.
Corey: “La preparación de la experiencia grupal tiene como cometido, las desmitificación del proceso
grupal”.
5. ¿Desnudarse sin límites?: El sentido común y la responsabilidad ética ayuda a los miembros del
grupo a que se traten con respecto mutuo, evitando que hayan indebidas presiones violatorias de
la autonomía personal.
6. La confidencialidad: Es una condición que debe asegurar el psicoterapeuta y este temas debe
ser abordado de forma abierta y franca en las primeras sesiones.
Criterios:
Una técnica puede usarse siempre que tenga un propósito definido y una probabilidad
cierta de lograr un beneficio.
El líder debe conocer bien ese propósito y las consecuencias que surjan de su uso.
La técnica no puede ir en contra de la dignidad de la persona.
En caso de técnicas “agresivas”, debe ser posible justificar su uso ante un comité de ética.
No deben emplearse técnicas en momentos donde no haya tiempo suficiente para que el
grupo se haga cargo de las reacciones que éstas provocan.
d) TERAPIA CONDUCTISTA: Utiliza los conocimientos de las ciencias del aprendizaje, para la
modificación de la conducta humana; lo que sienten, interpretan, perciben, piensan o proyectan.
Existe una polémica en cuanto:
1. Sus presupuestos teóricos.
2. Sus métodos.
Esto ha llevado a establecer criterios éticos explícitos. Bandura: “la cuestión moral básica no es tanto si la
conducta del hombre será controlada, sino más bien, por quién, con qué medios y para qué fines”.
¿Neutralidad?
Glover: “La idea de un analista completamente neutral, es algo similar a un mito”.
Reid: “Los analistas no solo describen y explican los valores de los pacientes, sino que comunican sus
propios valores; así, como también sus expresiones verbales y no verbales, modifican los valores de sus
paciente de diversas maneras”.
Menninger: “Lo que el psicoanalista cree, aquello por lo que vive, lo que ama, lo que considera bueno o
malo, termina siendo conocido por el paciente y lo influye enormemente.
Aunque el contenido verbal puede ser neutral y no directivo, el analista puede estar expresando a través de
su tono de voz o de otras maneras muy sutiles, como las señaladas a continuación:
El rechazo o inhabilidad del analista para ver o entender que tipo de material es el que ha expresado el
paciente.
El deseo del analista por dar gratificación al paciente, satisfaciendo sus propios deseos con las mismas
necesidades que el paciente necesita gratificar.
El deseo del analista de demostrarle al paciente su inteligencia o sagacidad para elaborar
interpretaciones sutiles o complejas, es un síntoma de contra-transferencia.
Son particularmente significativos ciertos silencios, que muchas veces contienen, rabia, venganza,
aburrimiento, depresión y momentánea identificación o refuerzo de lo que el paciente acaba de decir.
La repeticiones que hace el analista de ciertas interpretaciones también pueden estar impregnadas de
mensajes extra-verbales para el paciente.
Indicios de que el analista ha mostrado más atención durante un cierto tiempo de la sesión, puede
indicarle al paciente el tipo del valoración que el terapeuta está haciendo de lo que le cuenta.
La contra-transferencia puede manifestarse en las preguntas o sugerencias para profundizar en
determinado tema o aspecto de sus sentimientos.
La reacción que pueda tener el paciente frente a la interpretación dada anteriormente, también puede
estar determinada por la contra-transferencia.
La concepción del mundo exterior del analista, teñirá su manera de ver las actitudes, sentimientos y
conductas de su paciente y por lo tanto, las consiguientes interpretaciones.
Los síntomas de contra-transferencia, también pueden manifestarse cuando el analista tiene
pensamientos recurrentes respecto al paciente fuera de las horas de trabajo.