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El atentado en el metro de Minsk, Bielorrusia, abril 2011.


Reseña del hecho y análisis de las personalidades de Dmitri Konoválov y
Vladislav Kovaliov©
por Dra. Susana P. García Roversi (*)

Como primera apreciación, de manera alguna, esto constituye un acto de perfilación


criminal, pues como ya he explicado en otros trabajos, aquel se realiza cuando nos
encontramos ante determinado hecho delictivo – o pueden llegar a ser más de uno–,
del cual desconocemos totalmente a su autor, lo que usualmente se denomina Sujeto
Desconocido (SuDes), derivado del término en inglés Unkwown Subject (UnSub).
En este determinado caso, en cambio, tengo ante mis ojos a dos sujetos
identificados, capturados, enjuiciados y condenados a la pena capital –ambos fueron
ejecutados– por los atentados sufridos en Bielorrusia en 2008 (50 heridos) el día de
festejo de su independencia, y en abril de 2011 en el metro de Minsk (12 muertos; 149
heridos –22, de suma gravedad, y más de 20 quedaron con discapacidades diversas)1.
Al encontrarme con dos sujetos que, aparentemente, trabajaron juntos en la
organización de los fatídicos hechos citados, la primera pregunta que me surge es
“¿quién estuvo a cargo?”. La sabiduría popular enseña sabiamente que no puede
“haber dos gallos en un gallinero”, por lo tanto, es indudable que existió un sujeto
dominante y otro, dominado. Teniendo en cuenta el carácter de extrema gravedad de

Abogada (UBA), equivalente a “Doctora en Leyes” en otros países de habla hispana. Diplomada en
(*)

Psiquiatría Forense para Abogados (Univ. de Belgrano). Diplomada en Criminología y Criminalística (Univ.
Siglo XXI). Profesora de Ciencias Sociales. Profesora de Inglés. Ex Asesora de Gabinete de la Secretaría de
Justicia del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos (2005-2007). Ex Asistente Técnica contratada por la
Universidad de Buenos Aires y asignada al Ministerio de Defensa de la Nación en el área de la Dirección
General de Planificación Industrial y Servicios para la Defensa (marzo-julio 2009). Autora de la Colección
“Sin Piedad” (www.facebook.com/coleccionsinpiedad), con el vol. 1, Asesinos Múltiples 1, editado en 2011,
y la parte 1ª del vol. 2, Asesinos Múltiples 2. Asesinos en serie, editada en 2015. El presente artículo posee
todos los derechos reservados en el Registro de la Propiedad Intelectual.
1
BONET, Pilar, Ascienden a 12 los muertos en el atentado terrorista en el metro de Minsk, diario “El
País”, España, Secc. Internacional, 11/4/11.
2

los sucesos, esto también me lleva a pensar en otro caso más de “locura compartida” o
Folie à deux, tema que he abordado con anterioridad2.
En el primer aniversario del luctuoso suceso, se realizó un programa especial para
televisión3, en el cual se realiza un estudio bastante pormenorizado del hecho en sí, de
su investigación posterior y de la historia anterior de ambos perpetradores, que no
puedo ocultar que, en un principio, logró confundirme. Es por ello que me tomé el
tiempo suficiente para verlo con detenimiento; logré separar bien los audios (pues se
mezclaban el ruso original con el inglés que se maneja en el vídeo) y realmente me
alegré mucho de no haberme apresurado en mis apreciaciones definitivas, que son las
que vuelco en el presente artículo.
Entonces, vayamos por partes: ¿quiénes fueron y en qué se convirtieron estos
muchachos comunes de una tranquila comunidad bielorrusa? Dmitri Konoválov, de 25
años, era un alumno mediocre en casi todas sus materias, lo cual se puede visualizar
claramente en los registros, pero... era un alumno sobresaliente en Química. Uno de
sus antiguos compañeros declara: “Era un genio nato de la Química pero asustaba un
poco su patológica obsesión con los artefactos explosivos”. En cuanto a su vida social,
era solitario, pero compensaba con reuniones de amigos ocasionales en donde
frecuentemente se emborrachaba; dice uno de ellos: “Es allí donde varias veces lo
escuchamos hablar de suicidio”. Según sus familiares, tuvo tres intentos de suicidio y
él mismo declaró: “una vez que tomé una botella de vodka, la rompí y comencé a
hacerme cortes en la muñeca izquierda, evitando los tendones y luego lo hice en la
derecha con una hoja de afeitar”. Resulta evidente que esta conducta subyacía en él,
pues la misma se manifiesta siempre cuando sus barreras inhibitorias se encuentran
bajas, o sea, cuando el alcohol “deja salir” la verdadera personalidad del individuo. Sus
dos primeros artefactos explosivos los hizo dentro de latas de cerveza. También
consiguió que un soldado del campo de entrenamiento obligatorio le vendiera TNT
(trinitrotolueno), el cual había robado. Por su corta edad en ese entonces no fueron
condenados (sí sancionados) y eso pareciera que “encendió la mecha de su confianza
en sí mismo”; comenzaron los problemas en el colegio y fue expulsado; dos días
después, dos artefactos explosivos detonaron en las ventanas del colegio. Durante la
investigación de este hecho surgió que las bombas habían sido realizadas con piezas de
relojería, por lo cual la policía interrogó a todos los relojeros de la comunidad. El padre
de Dmitri4 era relojero y, por lo tanto, fue citado junto con su hijo mayor... pero nadie
sospechó de su hijo menor de 14 años.
En ese entonces había trabado amistad con Vladislav Kovaliov, otro adolescente que
estudiaba para ser técnico electricista. “Yo sabía de los atentados en la escuela, pero
me callé y me dijo que soñaba con un gran atentado”, declaró luego; al repreguntarle
el motivo por el cual no dio aviso a las autoridades o intentó disuadirlo contestó un
lacónico: “No sé”. Acompañaba a Dmitri y veía las explosiones en sitios desolados
realizadas por su amigo, de las cuales se muestran varias cintas grabadas por el “genio

2
GARCÍA ROVERSI, Susana P., El rol de la mujer en el delito de secuestro: ¿Delincuente, cómplice o
víctima?, Rev. “El Perfilador” (c/suscripción), Sociedad Española de Perfiles Criminológicos –SEIPIC–,
n° 7, ed.especial marzo, 2012, ps. 71 y ss., con acceso en http://es.scribd.com/doc/74806774/El-Rol-de-
La-Mujer-en-El-Delito-de-Secuestro.
3
“Metro”, programa especial realizado por TV News Agency of Belarusian TV and Radio Broadcasting
Co; puede verse en el portal “YouTube” (http://youtu.be/mTITT7SPKq4).
4
Me refiero a ellos por sus nombres para evitar confundir al lector con la similitud de ambos apellidos.
3

químico” y que resultaban cada vez más potentes; se escuchan los gritos de placer de
Dmitri al percibir los resultados, los cuales eran rigurosamente documentados.
En 2008, exactamente el 3 de julio, cuando se festejaba la independencia de
Bielorrusia (que dicho sea de paso, continúa bajo el régimen comunista), estalló una
bomba durante un concierto que se realizaba en su capital, Minsk y muy cerca de la
casa del presidente Alexander Lukashenko, a las 12.30 am. La explosión produjo un
saldo de 50 heridos y el artefacto estaba realizado con explosivos y otros materiales
muy dañinos, como clavos, tuercas y trozos de metal. Los restos fueron encontrados
por los especialistas en bombas y fueron recolectados, al menos en sus partes más
importantes, y que constituyen, comúnmente, la “firma” de quien fabrica una bomba;
un dispositivo eléctrico fue encontrado y resguardado como evidencia. Además se
encontraron varias huellas digitales y comenzó el rastreo en las bases de datos de todo
el país, incluyendo las de Rusia y otros países antiguos integrantes de URSS, con el fin
de lograr una identificación. Cuando llegaron las provenientes del ejército, donde
todos los jóvenes tenían que prestar servicios en un entrenamiento obligatorio, un
juego de ellas llamó la atención de los investigadores. Se trataba de un joven que había
sido sancionado por comprar TNT a otro que lo había robado –como lo relatara– y en
cuyo expediente constaba que, precisamente luego de que fuera expulsado, habían
desaparecido dos extinguidores de incendios. Se trataba de Dmitri Konoválov y, de
inmediato, fueron a su domicilio para solicitarle una nueva muestra de huellas
dactilares, a lo cual en un principio, se negó, pero luego cedió al “pedido” de la policía.
Dejo a la imaginación del lector el significado de “pedido” realizado por las fuerzas de
seguridad en un país comunista.
Konoválov entró en pánico y llamó a su amigo Vladislav, a quien le relató lo sucedido
y le dijo que estaba seguro que lo relacionarían con la bomba del 3 de julio, para luego
dejar su casa, donde en el sótano tenía montado su “laboratorio”, y se llevó un gran
bolso. Alquiló un departamento cerca de una de las estaciones del metro de Minsk y,
nuevamente, llamó a su amigo, el cual acudió lo más pronto que pudo. “Me dijo que
antes de que lo apresaran quería cometer un gran atentado en el metro. Decía que no
era criminal, sino terrorismo (...) me enseñó los códigos terroristas”, declaró luego
Vladislav. Asimismo Dmitri también tenía una amiga que vivía por la zona y la llamó
para que fuera a conocer su nuevo departamento. Al llegar, la muchacha vio a los dos
amigos totalmente borrachos y estuvo con ellos hasta que, en determinado momento,
ambos desaparecieron detrás de unas cortinas en la sala de estar. Ella los oía reír y
“hacer algo”, por lo cual fue hasta ese lugar (donde ambos estuvieron unos 15
minutos), corrió la cortina y vio que sacaban “cosas de un bolso, cables, papel
aluminio”. Por supuesto que la echaron a los gritos, sobre todo Dmitri, pues Vladislav
estaba manipulando unos cables y estaba muy concentrado en ello. La muchacha –
quien luego se convirtiera en testigo “estrella” de la fiscalía– aprovechó el momento y
se fue. Un dato curioso: ¿por qué no fue a las autoridades? Ella contestó: “No vi bien
que estaban haciendo (...) lo que sí vi bien fue el bolso”. Me resulta algo evidente que
esta muchacha, luego de lo que pasara en abril de 2011 en el metro de Minsk, se
presentó a declarar pues sabía que alguien la iba a identificar, cuando fue al
departamento de Dmitri. Y si bien se le hizo la misma pregunta a Vladislav de por qué
no había concurrido antes, también contestó dubitativamente un “no estaba segura”.
Creo –y es mi humilde opinión–, que se le debe haber ofrecido algún tipo de
inmunidad para que declarara en juicio, pues también cabría el razonamiento de que si
4

ella hubiera dado aviso oportuno, el peligroso atentado podría haberse evitado; pero
sigamos con los hechos.
En 2011, Dmitri Konoválov era buscado como “sospechoso” del atentado de 2008,
pues sus huellas dactilares coincidían con las del ejército, las obtenidas de la bomba y
las tomadas en su domicilio. El vídeo muestra a Vladislav cuando narra que ambos
fueron en auto hasta la estación del metro más cercana y tomaron el metro, con el
bolso lleno de explosivos, para “que Dmitri eligiera el lugar”. También declaró, con la
asistencia de su abogado, que el bolso pesaba unos 20 kilos y que, en un momento, se
le escapó una manija y casi se le cae al piso; Dmitri, molesto, le dijo que tratara de que
no volviera a suceder porque “iba a estallar y era peligroso”. Aquí se enciende una luz
de atención en el relato de Vladislav: al día siguiente fue cuando habían estado
manipulando el contenido del bolso y él había sido quien realizó los circuitos
electromecánicos para la detonación diferida, tal como lo declaró la testigo. ¿Podía
argumentar que no sabía nada? ¿O estaba tan borracho que no lo recordaba? Nunca
se sabrá.
Es notable que Vladislav, luego de ser arrestado con Dmitri, fue el que más habló;
llevó a las autoridades a los sitios donde usualmente hacían las detonaciones y donde
se encontraron rastros de explosivos con tuercas y trozos de metal. También contó los
atentados que Dmitri había realizado en la escuela y dos incidentes más: uno en una
ruta, donde un ciclista se salvó de milagro, pues pasó velozmente y otro en el cual un
ciudadano sintió que le arrojaban petróleo y lo prendían fuego; sobrevivió con serias
quemaduras.
Retornando al atentado de abril de 2011, se ve claramente en el vídeo como Dmitri
entró en la boca del metro, pasó por delante de un policía sin problemas (dicho agente
fue condenado a tres años de prisión y separado de la fuerza policial por negligencia,
pues estaba conversando con una de las empleadas y no prestó la debida atención5),
se subió a la formación y se dirigió a la estación que había sido elegida el día anterior;
el resto se ve en los videos del atentado en sí, donde se lo ve retirarse, sin el bolso, y
muy sereno. Según el relato de Vladimir, fue hasta su departamento y se
emborracharon, mientras miraban el desastre ocasionado en las noticias de la
televisión. En ese momento llegó la amiga-testigo, quien vio el estado calamitoso del
lugar, sucio, plagado de botellas y a los “amigos” totalmente borrachos, y que le
contaron que habían ido –Dmitri se ve en el vídeo claramente– a ver los estragos,
mientras reían sin parar. La muchacha se fue, tratando de no despertar sospechas, y se
dirigió directamente a la policía, la cual en este punto, tenía identificado a Dmitri por
los vídeos de las cámaras de seguridad, sobre todo porque cuando volvió al lugar del
hecho y se vio claramente su rostro, gracias a las ampliaciones realizadas por medio de
software adecuado6.

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Era un gran bolso que pesaba unos 20 kilos; se debe tener en cuenta que la vigilancia en estaciones de
ferrocarril, metros y terminales de buses se fue incrementando luego de la trilogía de atentados terroristas:
en EE.UU, en 1999; España –Atocha–, en 2004 y Londres, Gran Bretaña, 2005. Si bien Bielorrusia se
mantuvo al margen del conflicto que motivó la invasión a Irak, existían antecedentes de terrorismo
doméstico que estaban siendo investigados y la vigilancia se incrementó por dicho motivo.
6
El cual existe, permite la reconstrucción de imágenes y no es ficción, siempre y cuando el dispositivo de
entrada (cámara) tenga la capacidad suficiente para grabar en alta resolución y se posea el software
adecuado. Al intentar la ampliación de una imagen (mapa de bits), por lo general, no es posible hallar más
información de la que existe, y su calidad merma inevitablemente; pero existen varios métodos para
aumentar el número de píxeles que contiene e iguala la aparición de los originales.
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Inmediatamente se realizó un operativo y se los detuvo a ambos en completo estado


de ebriedad; parte de los componentes de la bomba se hallaron en el lugar, los cuales
todos podían ser comprados en cualquier tienda por separado. Vladimir admitió, desde
el inicio, la elaboración y detonación de ambas bombas, lo cual incluyó la del atentado
de 2008. Se determinó que los dos artefactos estaban realizados de idéntica forma y
que los circuitos de detonación eran idénticos, al igual que los componentes. También,
por sus declaraciones se hallaron los extinguidores en el sótano de la casa de Dmitri, se
realizaron todas las inspecciones oculares de los lugares donde “practicaban” y los
allanamientos correspondientes. Se convocó a varias fuerzas especiales para que
colaboraran en la reconstrucción de los hechos: Interpol, el servicio de inteligencia
ruso y hasta el Mosad israelí. Todas las garantías de los imputados fueron respetadas,
al menos es lo que en el vídeo se puede apreciar, el cual no fue realizado por los
bielorrusos sino por los norteamericanos.
Algo que llama mucho la atención en dicho vídeo es la manera en que Dmitri, frente
a sus interrogadores, armó uno de los explosivos casi con los ojos cerrados y con una
rapidez increíble: no le llevó más de 15 minutos. Lo único que no sabía hacer era el
circuito de detonación diferida; esa era “tarea” de Vladimir. Asimismo, ante la
pregunta acerca de quién accionó el detonador, dijo inmutable: “Yo lo hice” y, al
repreguntarle el porqué, su respuesta fue lapidaria: “Quería matar la mayor cantidad
de gente posible”. Liudmilla Moop, una de las psicólogas involucradas, declaró: “No
miente cuando dice que él es una persona horrible”.
Ambos fueron juzgados por separado y la condena fue a la pena capital: muerte por
fusilamiento. El primero en ser ejecutado fue Konovalov y luego Kovaliov quien
siempre sostuvo que “no tuvo nada que ver con las muertes”. Los jueces fueron muy
firmes: “Sin la colaboración de Kovaliov, los artefactos no hubieran estallado. Las dos
bombas [2008 y 2010] son idénticas tanto en su composición como en su forma de
detonación. Por lo tanto, Kovaliov es un cómplice total y absoluto que eligió no dar
aviso a las autoridades, no impidió de ninguna manera las acciones que sabía que iba a
realizar, lo ayudó en varias oportunidades y aceptó los códigos terroristas de
Konoválov”.
Los organismos internacionales de Derechos Humanos presionaron hasta último
momento para evitar las ejecuciones; en la Unión Europea constituye requisito
ineludible de admisión, pero Bielorrusia no forma parte –ni lo desea– de dicha
comunidad internacional. Se estudiaron eventuales sanciones en contra de Bielorrusia
para aislarla cada vez más, pero su presidente realizó un referéndum en el cual el 80%
de la población se manifestó a favor del mantenimiento de la pena de muerte, por lo
tanto, no será posible su incorporación a la UE (si ellos tampoco la quieren, no
entiendo bien el planteo); además se mantiene el régimen comunista, por lo tanto este
es otro obstáculo para su ingreso. Y realmente ahora que la comunidad europea se
encuentra inmersa en una crisis muy profunda, me parece que una eventual
imposición de sanciones por aplicar una pena –con la cual, enérgicamente, no estoy de
acuerdo– electa por amplia mayoría, me parece difícil de entender.
Luego de reseñar lo sucedido, me propongo ahondar en las conductas y
personalidades de Konoválov y de Kovaliov. En un principio, al ver otros dos vídeos
sobre el mismo suceso, pensé, en forma apresurada, que el “melancólico suicida
potencial y genio de la Química” era la personalidad sumisa que llevaba a cabo el
trabajo impuesto por quien quedó en las sombras. Y en este caso, la primera impresión
6

resultó no ser válida sino todo lo contrario. Konovalóv buscó en la Química su poder
destructivo para poder paliar su angustia y sus profundos problemas psicológicos.
Podría haber sido una personalidad destacada en esa materia, pero eligió destruir todo
lo que lo enfrentaba con su propia frustración interior. Pero no podía hacerlo solo y
encontró en Kovaliov una personalidad sumisa, que no hacía planteos ni obstaculizaba
sus “planes destructivos”; por el contrario, lo ayudaba y asistía cuando él se lo
solicitaba. No me caben dudas que estamos ante un caso de folie à deux y es
relativamente fácil deducirlo: si Konoválov no hubiera conocido a Kovaliov, este último
hubiera sido un técnico electricista en algún lugar de Bielorrusia.
En cuanto a la igualdad de la pena impuesta, no me parece justa si se tiene en
cuenta la personalidad destructiva y dañina de Dmitri frente a la sumisión y aceptación
llana de Vladimir, quien siempre clamó por su “inocencia”, la cual tampoco considero
como tal. Su abogado y su familia solicitaron el indulto, pero le fue denegado.
Igualmente ¿quién puede asegurar que no apareciera “otro Konoválov” en su vida?
Este tipo de personalidad sumisa, vulnerable y fácilmente inducida, es “pasto” para
todas las personalidades trastornadas y manipuladoras que habitan este mundo. Nadie
puede asegurar ni si lo hubiera, ni si no lo hubiera hecho; son meros pensamientos
especulativos pero, con la pena de muerte, nunca lo vamos a poder saber. En palabras
del ex agente especial de FBI, Robert K. Ressler: “Por favor... no los maten...
necesitamos estudiarlos para poder prevenir. Ejecutándolos nunca vamos a poder
avanzar en el estudio del comportamiento humano desviado”7. Y le asiste toda la
razón.

7
RESSLER, Robert K. y SCHACHTMAN, Thomas (colab.), Whoever Fights Monsters: My Twenty Years
Tracking Serial Killers for the FBI, St. Martin's Paperbacks, 1992.

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