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Nevrecventes OK) Lay Ag | = GeENIGIENTA abia una vez una joven muy simpatica y carifiosa llamada Daniela. Ella habia sido criada solo por su padre durante varios afios, hasta que é1 conocié a una mujer de la cual se enamoro y luego se caso. Durante los primeros tiempos después del casamiento, la relacion entre la muchacha y su madrastra, quien tenia dos hijas, era buena, aunque fingida. Solo se respetaban cuando el padre estaba presente, pero a escondidas las tres mujeres se reian y burlaban de ella. No obstante, se mantenia una convivencia agradable entre la familia hasta que en una oportunidad el padre de Daniela tuvo que viajar y durante un largo tiempo. Fue a partir de ese momento que la madrastra dejo traslucir sin reparos su personalidad y se mostro como una mujer malhumorada y poco empatica. Al mismo tiempo, sus dos hijas, que siempre envidiaban a Daniela por su simpatia, comenzaron a exigirle que se ocupara ella sola de todas las tareas de la casa e inclusive abandonara su habitacion para irse a dormir al cuarto de las cosas que no se usan, que era muy chico y sucio. Por las tardes, después de terminar con los quehaceres domésticos, la joven se sentaba en un rincén de la chimeneaa descansar y mirar el fuego, manchando su vestido con las cenizas. Al ver esta escena, la madrastra con sus hijas comenzaron a llamarla despectivamente Cenicienta. Los meses transcurrian y Cenicienta tenia cada vez mas trabajo y menos tiempo libre. Sin embargo, acomodé su nuevo cuarto, lo limpio y lo decoré con unas cortinas y adornos que ella misma habia hecho. Era un espacio humilde pero sumamente bello y ordenado, en donde Daniela se sentia feliz por lo que habia logrado y pensaba en lo orgulloso se sentiria su padre cuando regresara al verlo. Pero un dia el Rey de aquel pais anuncio que iba a realizar una gran fiesta a la que estarian invitadas todas las jovenes del reino, entre las que su hijo el joven principe deseaba encontrar a su futura prometida. ss Luego de enterarse de la noticia, la madrastra corrio a su casa a contar la novedad. Las tres jovenes la escucharon con atencion. La mala mujer con una expresiéon de aversion, miré a Cenicienta y con en tono grosero, le dijo: — “jNo te ilusiones! jTu no iras! jTe quedaras en casa! A pesar del mensaje y los malos modos, Cenicienta decidio serenarse y no comenzar una pelea porque sabia que de esta manera nada conseguiria. Para mantener la calma, respiro profundo y continuo realizando sus actividades. Cuando llego el dia del baile, Cenicienta veia cOmo se preparaban sus hermanastras y se ofrecio a peinarlas y ayudarlas a vestirse. Ellas aceptaron y fueron maquilladas a la perfeccion. Con algo de tristeza vio partir risuefas a las tres mujeres hacia el Palacio Real. Cuando se encontro sola en la cocina no pudo evitar sentirse triste y comenzar a llorar. Sin embargo, al instante se repuso y exclam6: — {Por qué tengo que quedarme aca? Acto seguido, se puso de pie y record6 las palabras de su padre, que le decia que siempre hay que luchar por los suefios si estos son nobles. Asi, con gran motivacion, fue a buscar un vestido bellisimo y unos hermosos zapatos que habian sido de su madre y le quedaban a la perfeccion. Comenzo6 a prepararse para ir al palacio, y mientras se miraba en el espejo, prometio volver cuando el reloj diera doce campanadas, ya que de este modo se aseguraria de que la madrastra y sus hermanastras la encontraran en la casa sin darse cuenta de que ella también habia ido al baile. Al llegar, Cenicienta mostraba en su rostro gran alegria: todos miraban lo bien vestida que habia ido y la belleza que irradiaba. El principe estaba tan sorprendido por verla que bailo con ella toda la noche. Su madrastra y hermanastras no la reconocieron y se preguntaron quién seria aquella joven. Daniela estaba feliz: se notaba una sonrisa enorme en su cara, hasta que oyo sonar el reloj del palacio. Eran las 12 y como se habia dicho a si misma debia regresar rapidamente a su casa. — jOh, ya tengo que irme!, le aviso al principe mientras caminaba raudamente hacia la salida. Rapidamente atraveso el salén y bajo la escalera perdiendo en su huida un zapato, que el joven recogié de inmediato. Luego de la sorpresa de ver con la inmediatez con que la muchacha se fue, se prometi6 al otro dia salir a buscarla y no detenerse hasta hallarla. P| ~ vP 2 Ya en la casa, Cenicienta escucho que tocaron la puerta. Era su madrastra con sus hijas. Al abrir, bostezando les dijo: — jCuanto tardaron en regresar! Quise esperarlas despierta, pero me quedé dormida. Una de las hermanastras replic6é con timbre burlén: — Te perdiste a la joven mas agradable y simpatica del reino. iLlevaba un vestido hermoso! Se acercé a nosotras y nos dio dos flores del ramo que el principe le habia obsequiado. Entonces, Daniela al saber que hablaban de ella les pregunto: — éEn serio era muy agradable? Y todas respondieron sonrientes con un si rotundo. Cenicienta, al escucharlas, se sonrojo por la vergiienza, aunque intento disimularlo para que ninguna se diera cuenta de lo sucedido. Con su cerebro altamente motivado por la dopamina —uno de los neurotransmisores del placer— el principe, ni bien desperté tomo el zapato y salio a en recorrer todo el reino en busca de la muchacha que lo habia cautivado con su bella sonrisa y hermosa personalidad. Tras mucho andar y no obtener éxito, el principe comenzé a sentirse desilusionado y con temor de no encontrar a la duefia del zapato. No obstante, con solo pensar en Daniela el entusiasmo volvia y asi siguio adelante hasta que muy tarde finalmente llegé al hogar de Cenicienta que era uno de los mas alejados del palacio. Las hermanastras se probaron el zapato, pero a ninguna de las dos le qued6. Cuando el joven ya se iba, aparecié Cenicienta y pregunto si ella también podia intentarlo. Al escuchar esa pregunta las hermanastras se rieron y comenzaron a decir que era imposible que fuera ella, pero el principe considerdé que era justo que lo intentara. Cenicienta se sent6 y se puso el zapato: le quedaba perfecto. Luego, sacé de su bolsillo el otro zapatito y se lo colocé en el pie descalzo. En ese momento las dos hermanastras reconocieron a aquella joven que con tanta dulzura les habia dado las flores en el baile. Arrepentidas por lo mal que se habian comportado con ella decidieron pedirle perdén y le dijeron que de ahora en mas cambiarian sus actitudes. Daniela las abrazo y sin dudarlo las disculpé por todo lo que le habian hecho, pero les pidié algo a cambio por todo el tiempo de malos tratos: que fueran respetuosas y amables con todas las personas, una ensefianza que su padre le habia ensenado a ella y que la habia hecho siempre muy feliz. El principe al escuchar a la joven, comprendio a qué se debia la hermosa sonrisa que habia quedado tan grabada en su memoria la noche anterior, y tomo la mano de Daniela. Mirandola a los ojos la invito a ir al palacio al otro dia. Pasaron los meses y los jévenes se iban conociendo y disfrutando del tiempo juntos. De esta manera, el amor nacido entre ellos y finalmente decidieron casarse en medio de una gran fiesta. Afortunadamente para Daniela su padre regreso tras su viaje y pudo acompafarla en esos dias tan felices. Los jovenes para asombro y felicidad de todos pidierona cada persona del reino un regalo muy especial: todos debieron comprometerse, al igual que las hermanastras, a ser considerados y amables entre todos, ya que cuando reinaran deseaban que su pueblo fuera un ejemplo para otros y de este modo muchos mas se contagiarian en construir sociedades mas justas y respetuosas para todos.

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