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1.

MARCO DE REFERENCIA

1.1 MARCO HISTÓRICO

El edificio albergó diferentes estamentos educativos en sus inicios (Colegio San


Pedro Claver, Colegio Santander, Colegio Nuestra Señora del Pilar) cada uno de
los cuales realizó intervenciones en sus instalaciones para adecuarla a la función
educativa que allí se desarrollaba; posteriormente fue devuelto a la administración
municipal, la cual no se ocupó del edificio y de esta forma, el paso del tiempo, la
lluvia y el abandono llevaron al deterioro del inmueble. Esta situación y la
preocupación de algunos ciudadanos por el destino del edificio, derivaron en el
desarrollo de un proceso de gestión en procura de su conservación y posterior
intervención por medio de un proyecto de restauración, que además contemplaba
una propuesta de renovación urbana del sector, mediante la exaltación de los
valores arquitectónicos de los edificios significativos emplazados en el contexto
inmediato de este bien, propiciando además el mejoramiento y/o creación de
espacios públicos para el desarrollo de actividades culturales y recreativas en la
edificación, y la rehabilitación de su contexto espacial y funcional en aras de revivir
la dinámica integradora de la ciudad.
En este proceso participaron entidades privadas y públicas, cada una a través de
intervenciones puntuales que consolidaron la diversidad arquitectónica en el
edificio existe, y que desde la arquitectura plantea cuestionamientos sobre la
restauración realizada.
A la luz de las anteriores consideraciones, la selección y definición del tema de
esta investigación se vislumbra inicialmente por una preocupación personal
relacionada con el estado actual del edificio del Centro Cultural del Oriente
Colombiano, el cual en términos de restauración no expresa la identidad histórica
que soporta su calificación de monumento nacional, y su diseño original se ve
distorsionado por las intervenciones realizadas a lo largo de sus años; escenario
donde el rol del arquitecto es relevante para identificar falencias en el proceso de
restauración del inmueble y formular recomendaciones en procura de su
integralidad.

1.2 MARCO CONCEPTUAL


Los conceptos básicos de la presente investigación derivan del documento
“Protocolo de formulación de la línea de investigación Memoria y Patrimonio
cultural mueble e inmueble” de la Facultad de arquitectura de la universidad Santo
Tomás. La categoría de restauración proviene de la indagación del estudiante y
su contribución en la actualización del estado del arte de la línea.

2. CULTURA
La cultura es el conjunto de todas las formas y expresiones de una sociedad
determinada. Como tal incluye costumbres, prácticas, códigos, normas de
comportamiento y sistemas de creencias. Desde otro punto de vista la UNESCO
afirma que la cultura es toda la información y habilidades que posee el ser
humano. Así mismo, la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí
mismo, es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos,
racionales y críticos y éticamente comprometidos. A través de ella el hombre se
expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un producto no
acabado.

3. PATRIMONIO
La UNESCO establece que le patrimonio es el legado que recibimos del pasado, o
que vivimos en el presente y lo que transmitimos a las futuras generaciones. El
patrimonio representa una herencia invaluable que pasa de generación en
generación como un elemento identitario de una comunidad, por lo que debe ser
preservado para compartirlo con las diferentes generaciones de otras naciones
que se interesen por enriquecerse de la cultura de otras comunidades.

4. PATRIMONIO CULTURAL
“Constituido por las costumbres, tradiciones, fiestas, ferias populares, riqueza
étnica, vestuario, artesanías, comida típica, música popular, bales entre otras. El
patrimonio cultural de un pueblo comprende las obras de sus artistas, arquitectos,
músicos, escritores y sabios, así como las creencias anónimas surgidas del alma
popular y el conjunto de valores que dan sentido a la vida. Es decir, las obras
materiales y no materiales que expresan la creatividad de ese pueblo: la lengua,
los ritos, las creencias, los lugares y monumentos históricos, la literatura, las obras
de arte y los archivos y bibliotecas”.
El Ministerio de Cultura de Colombia define el patrimonio cultural “como el
conjunto de bienes y manifestaciones culturales materiales e inmateriales, que se
encuentra en permanente construcción sobre el territorio transformado por las
comunidades. Dichos bienes y manifestaciones se constituyen en valores
estimables que conforman sentidos y lazos de pertenencia, identidad y memoria
para un grupo o colectivo humano”.
El patrimonio material, que agrupa dos grandes áreas, la inmueble y la mueble,
se caracteriza por tener un cuerpo físico que puede ser dimensionado y percibido
sensorialmente. Está constituido por el territorio geográfico con sus recursos
ambientales y naturales como hábitat humano; los hechos construidos, las
manifestaciones físicas de la estructura productora y de los procesos de
poblamiento; los sistemas de transporte y las obras de infraestructura como vías,
caminos y puentes, entre otros; y todo el universo de herramientas, utensilios,
máquinas y demás objetos que apoyan la vida productiva y cotidiana de los seres
humanos.
El patrimonio cultural inmueble se caracteriza por estar fijo a la tierra, tal como
las edificaciones, los conjuntos arquitectónicos, los asentamientos urbanos, las
obras de ingeniería, los parques arqueológicos y las obras de adecuación del
territorio para fines de explotación, producción o recreación. Las áreas cultivadas o
explotadas, las obras de infraestructura y los ámbitos geográficos adaptados
culturalmente han entrado a formar parte de esta categoría.
El patrimonio cultural mueble, dado su propio peso y constitución, es
susceptible de ser trasladado de un lugar a otro, así no haya sido concebido para
tal fin. Su característica de movilidad propicia que el objeto pueda estar en
cualquier lugar. Es expresión de conceptos, materias y formas y ayuda a
comprender las condiciones culturales y sociales del hombre, pues sobre él se
acumulan significados, conocimientos y búsquedas de las comunidades.
La restauración se define como “…la intervención profesional en los bienes del
patrimonio cultural, que tiene como finalidad proteger su capacidad de delación,
necesaria para el conocimiento de la cultura”. Es una operación que debe guardar
un carácter excepcional, asegurar su conservación y relevar o restituir su valor y
cualidades estéticas o históricas. Se fundamenta en el conocimiento profundo del
monumento, así como de la cultura y técnicas que le son relevantes. La
restauración se funda en el respeto hacia la substancia original o antigua del
monumento, y sobre los documentos auténticos que le concierne.
Para su ejecución se llevan a cabo intervenciones arquitectónicas graduadas
dependiendo de la necesidad del inmueble y la tendencia que se siga, siendo
estas principalmente cuatro: Preservación, Conservación, Restauración y
Mantenimiento. La primera constituye el conjunto de medidas preventivas del
deterioro en los inmuebles; antecede a las restantes intervenciones e implica
realizar operaciones continuas que buscan mantener al monumento en buenas
condiciones; la segunda, consiste en la aplicación de los procedimientos técnicos
con el animo de detener los mecanismos de alteración o deterioro de forma que se
pueda garantizar la permanencia del patrimonio arquitectónico; la tercera está
constituida por los procedimientos técnicos que buscan restablecer la unidad
formal y la lectura del bien cultural en su totalidad, respetando su historicidad, sin
falsearlo; y la cuarta, está constituida por acciones que pretenden evitar que un
inmueble intervenido vuelva a deteriorarse, por lo que se realizan después de que
se han concluido los trabajos de conservación o restauración efectuados en el
monumento arquitectónico.
A su vez en la restauración se realizan intervenciones propias relacionadas con la
liberación, consolidación, reestructuración, reintegración, integración y
reconstrucción. En la primera se eliminan materiales y elementos adicionados que
no corresponden al bien inmueble original y se suprimen elementos agregados sin
valor cultural o natural que afectan la conservación a través de la remoción de
escombros, la limpieza, la eliminación de humedades, sales, flora, fauna.

5. MARCO LEGAL

AÑO - ACONTECIMIENTO NORMATIVA Y COTENIDO


1959: Defensa y conservación del Ley 163 del 30 de Diciembre de 1959. Por la
patrimonio histórico, artístico y monumentos cual se dictan medidas sobre defensa y
nacionales. Consejo de Monumentos conservación del patrimonio histórico, artístico
Nacionales. y monumentos públicos de la Nación.
Ley 397 del 7 de Agosto de 1997. Por la cual
se desarrollan los artículos 70, 71 y 72 y
demás artículos concordantes de la
1997: Ley General de Cultura en Colombia. Constitución Política y se dictan normas sobre
patrimonio cultural, fomentos y estímulos a la
cultura, se crea el Ministerio de la Cultura y se
trasladan algunas dependencias. (Ley general
de cultura).
2008: Ley que modifica y adiciona la ley Ley 1185 del 12 de Marzo del 2008. Por la
General de Cultura y dicta otras cual se modifica y adiciona la Ley 397 de 1997
disposiciones. – Ley General de Cultura – y se dictan otras
disposiciones.
Decreto 763 del 10 de Marzo de 2009. Por el
cual se reglamenta parcialmente las leyes 814
2009: Patrimonio Cultural material e
de 2003 y 397 de 1997 modificada por medio
inmaterial
de la Ley 1185 de 2008, en lo correspondiente
al Patrimonio Cultural de la Nación de
naturaleza material.
6. RESTAURACIÓN ESTILISTICA (1850-1900)

“El estilo es a la obra de arte, lo que la sangre es al cuerpo humano”


Suele considerarse -según Antón Capitel- que la restauración moderna nace como
actividad científica con las obras de Viollet-le-duc, quien pone en practica su
pensamiento sistemático sobre el tratamiento de los monumentos, al enseñar que
“restaurar un edificio no es mantenerlo, repararlo o rehacerlo, es restituirlo a un
estado completo que quizás nunca haya existido”; razonamiento que dio origen a
la teoría del restauro estilístico, plasmada en la Catedral de Notre Dame, en París.
Su denominación obedece al eje teórico de sus postulados, la integridad estilística,
es decir, la coherencia entre la época de construcción y su escenario geográfico
frente a la intervención restauradora. Persigue concluir la obra, y por tanto
alcanzar la autenticidad del monumento, para devolverla a su forma prístina. Para
ello, y antes de llevar a cabo la intervención, el arquitecto debe analizar las partes
originales o los restos, basándose en los conocimientos de la historia del arte;
realizar planimetrías; llevar a cabo la documentación histórica, así como las
investigaciones arqueológicas; y utilizar la fotografía, es decir, “los estudios sobre
comportamiento estructural, los ensayos previos y los análisis resistentes que hoy
consideramos indispensables a la hora de intervenir”.
Las intervenciones restauradoras fieles a esta teoría, buscan la funcionalidad del
monumento, al considerarse que “el mejor medio para conservar un edificio es
encontrarle un destino” que sea acorde con su estilo arquitectónico, su estructura
y compatible con su carácter y disposición; y la repristinación de la obra teniendo
en cuenta que: “i) La historia de cada época configura un estilo que se distinguía
por su repertorio filológico y formal, lo que permite establecer después de
estudiarlos arqueológicamente lo que se denominará las reglas generales del
estilo; ii) siguiendo el conocimiento de los estilos de cada época y planteándolos
proyectualmente de cara a la restauración de monumentos le permitirá establecer
los criterios analógicos del proyecto de intervención”. Para ello llevan con rigurosa
metodología, a) la identificación del estilo del edificio, b) la recuperación y
rehabilitación de elementos y lugares afectados por patologías de deterioro, c) la
utilización de técnicas y materiales empleados en la construcción inicial del edifico
y d) la asignación idéntica del carácter original a la restauración que se realice.
Los postulados de la restauración estilística se aplicaban en edificios de rasgos
medievales y góticos cuya uniformidad permitía identificar y recuperar por
deducción elementos deteriorados o perdidos; ello para conseguir el monumento
ideal “en donde las huellas del deterioro se eliminan y el edificio ofrece la
apariencia externa de la obra recién creada, y no afectada por el hombre, la
naturaleza y el tiempo.
Esta teoría guio a los restauradores europeos durante todo el siglo XIX e incluso
principios del XX, en especial para afrontar las situaciones de deterioro de
monumentos, objeto de atentados en el marco de las grandes guerras, gracias a lo
cual se salvó el patrimonio construido que embellece Francia, y su continente; sin
embargo la restauración estilística recreó falsos monumentos con interpretaciones
estilísticas inadecuadas y arbitrarias, generando falsos históricos.
Como desventajas presenta la limitación de sus postulados a determinados
monumentos que impiden en inmuebles con características diferentes al estilo
gótico, aplicar los criterios de intervención propios de esta tendencia.

6.1 Obras intervenidas. La nómina de monumentos restaurados bajo esta


teoría del restauro y con la intervención de Viollet-Le-Duc es extensa, de un
lado conjuntos catedralicios como la restauración de Notre-Dame de París,
la Catedral de Amiens, la sala sinodal de Sens, y la terminación de la
Catedral Clermont-Ferrand, y de otros monumentos como el castillo Pierre-
Fonds y las murallas de Carcassonne, entre otras.

6.2 Catedral de Notre-Dame: es restaurada por Viollet-Le-Duc y Lassus bajo


los principios del restauro estilístico, hecho que marca el abandono de
intervenciones para consolidar y conservar el monumento, y la adopción de
la repristinación. La restauración se lleva a cabo a partir del estudio de la
Catedral en todos sus aspectos y con la ayuda de la historia del arte, la
arqueología, y los avances “tecnológicos” existentes en la época. Se hace
hincapié en el estilo de la Catedral y periodo histórico que representa,
teniendo en cuenta el diseño de los materiales conservados, y resaltando la
tendencia gótica de la estructura.

7. RESTAURACIÓN ROMANTICA (1830-1890)


La restauración romántica tiene su génesis en la idea de conservación del
monumento histórico y en la condena a cualquier intervención de reconstrucción o
reconstitución de la arquitectura de la obra, al considerar que “la restauración es la
más completa destrucción que puede sufrir el edificio, mientras que preservar es el
legado más precioso de la arquitectura de épocas pasadas”, es decir se considera
la restauración como una “falsificación, un engaño, una destrucción de la obra”,
pues no es posible “resucitar lo que fue grande o bello en arquitectura”. Su
denominación obedece a que esta teoría defiende “la conservación, como
metodología de preservación del patrimonio, y por tanto como alternativa a la
restauración”, que rechazaba enfáticamente. Para esta teoría, se hace necesario
conservar los monumentos tal y como se encuentran, en el respeto absoluto a la
idea y sensibilidad del artista creador, por lo que según los postulados de la
tendencia anti-restauro, solo se permite la intervención del monumento cuando
está deteriorado, con la exigencia de mostrar la diferencia entre lo nuevo y lo
original del edificio. Así también, opta por la ley de la mínima intervención, el
mantenimiento de la obra, y la valoración de lo antiguo; como bien señala Mariana
Correia: “admite la consolidación de los monumentos, su refuerzo estructural en
caso de riesgo y las reparaciones puntuales desde que no sean perceptibles al
visitante”.
Dicha conservación se dirige a preservar su proceso biológico en el entendido que
los monumentos son un “organismo viviente que nace, crece y muere, por lo que
se vuelve labor indispensable de la arquitectura realizar los cuidados adecuados,
para retrasar el inevitable paso del tiempo en la estructura”. Esta tendencia critica
fuertemente el abandono que sufren las obras, para luego ser restauradas y
propone, en palabras de John Ruskin “tened cuidado de vuestros monumentos y
no tendréis la necesidad de repararlos. Algunas hojas de plomo colocadas en
tiempo oportuno sobre el techo, el desbordamiento oportuno de la hojarasca y de
las ramitas obstructoras de un conducto salvarán de la ruina, los techos y muebles
a la vez”.
Consideran sus teóricos que la restauración arqueológica y racionalista, en
especial la de Viollet-Le-Duc, carece de rigor científico, aseverando que “en
cuanto a la imitación absoluta es materialmente imposible ¿qué imitación puede
hacerse de unas superficies de las que ha desaparecido una media pulgada de
espesor? Todo lo acabado de la obra estaba en la media pulgada desaparecida; si
intentáis restaurar esto, no lo haréis sino por suposición”. Razón por la cual
“defienden el mantenimiento intacto de las obras del pasado y todo existencial que
lo rodea contra la intervención del presente, la poética en la belleza de la ruina”.
En síntesis, la restauración romántica “entendía al acto restaurador como una
destrucción acompañada de una falsa descripción del monumento construido,
justificando en la imposibilidad de imitar el alma y las manos del artista creador; y
defendía la visión melancólica, ambiental, paisajística de los momentos, sus
ruinas”.

8. RESTAURACIÓN MODERNA

“Cuando sea necesario intervenir el monumento, deberá ser consolidado antes


que reparado, reparado antes que restaurado”
Simultáneamente al desarrollo del restauro histórico, surge la teoría de la
restauración moderna, como una tercera vía a los planteamientos de Viollet-Le-
Duc y John Ruskin, en la cual se buscaba defender la memoria histórica de la obra
y la recuperación de su imagen original, apoyándose en la arqueología y dándole
un uso funcional al monumento. Esta tendencia buscó primero la conservación en
un apego a los postulados de John Ruskin, pero admitió la restauración cuando
fuese necesario; así mismo, reconoce en el monumento el valor, como obra de
arte y como documento histórico de determinada época.
Esta teoría concilia los diferentes estilos que un monumento puede tener, puesto
que no busca la unidad de estilo, aunque sí resalta la importancia sobre diferenciar
lo original del añadido moderno, tanto en la obra como en documentos o memorias
de la restauración. Según Antón Capitel, el restauro moderno desvía la idea de la
restauración como reconstrucción, para orientarla hacia la conservación, y por
tanto, al empleo de técnicas consecuentes en las intervenciones restauradas, por
lo que la restauración “pasa a entenderse como una situación externa sometida a
condiciones, defendiéndose en cierto modo mediante la negación del método de la
escuela opuesta”. Sus desventajas subyacen “por la dificultad de abarcar y
cualificar con ella a la totalidad de casos prácticos y sus diferentes escalas, así
como por los propios límites de las técnicas de conservación, sus incertidumbres y
sus costos”.

9. RESTAURACIÓN EN AMÉRICA

Una vez se concluye la disertación sobre las tendencias de restauración surgidas


en Europa, y continuando con el objetivo planteado para esta fase, se expone a
continuación la cultura de la restauración monumental surgida en América,
particularmente en Colombia, como contexto necesario para entender las
intervenciones realizadas al patrimonio arquitectónico nacional, que permiten
analizar el proceso de restauración del edificio del Centro Cultural del Oriente
Colombiano reflejando la importancia de seguir una tendencia para la efectiva
restauración del patrimonio construido.

9.1 El panorama de restauración


En América, las restauraciones arquitectónicas han tenido como eje de referencia
las posturas o interpretaciones europeas de la restauración. Aunque existen
muchas variantes, es importante resaltar que cada contexto, por su tipología de
construcción derivada de su relación historia con Europa, posee rasgos
particulares, haciendo imposible generalizar una cultura de restauración en el
continente, puesto que cada contexto ha tenido un desenvolvimiento
arquitectónico diferente en cuanto a la preservación del patrimonio.
Particularmente, en Latinoamérica y frente a la restauración, “se presenta una
dominación de la cultura arquitectónica y urbanística internacional de los países
imperialistas; los modelos europeos quedan como paradigmas ideológicos que se
imponen en términos de arquitectura; el lenguaje neoclásico prima sobre los
barrocos coloniales, en un eclecticismo europeizante en la intervención
arquitectónica a imagen y semejanza con París”. Es así como, “las ciudades
contemporáneas latinoamericanas, ante esa herencia urbano-arquitectónica, han
afectado su patrimonio con los paradigmas de la cultura industrial conformados
por los principios de la eficacia-mercantil.
En igual sentido reconoce Leopoldo Combariza, que la cultura de restauración ha
sido importada e implantada lo que ha llevado a una “arquitectura de la
incoherencia” que refleja la disociación entre la dinámica social y la perseveración
del patrimonio, este subordinado a las tendencias del viejo continente. De ello, que
innumerables monumentos a lo largo de América sean una “colcha de retazos” de
modelos preestablecidos y necesidades urbanas.
Este panorama se ha visto reforzado, por la creciente explotación demográficas y
el fracaso de la idea funcionalista del patrimonio frente a los “conflictos y
deficiencias del hábitat urbano, así como de su propuesta histórica que no
resuelve culturalmente la edificación en los centros tradicionales”. Más aún la
presencia de procesos contradictorios en los que convergen “las necesidades
locales y la tradición, con las formas ideológicas de dominación de la cultura
arquitectónica y urbanística internacional de los países imperialistas.

9.2 La cultura de restauración en Colombia


En Colombia, la protección y preservación del patrimonio arquitectónico es una
tarea inacaba y tardía, debido al presupuesto siempre limitado que se asigna a la
ausencia de teorización por parte de los expertos en restauración. No son pocas
las edificaciones coloniales que han sido desfiguradas por la arbitrariedad de las
intervenciones de aficionados y con la aquiescencia del Estado, la academia y la
sociedad.
Los procesos de restauración se han llevado a cabo sin criterios científicos, en la
mayoría de los casos guiados por la intuición, el buen gusto, y un conocimiento
generalizado de historia del arte, auspiciados por la “aparente facilidad de la
arquitectura del pasado”, lo cual explica por qué en Colombia “hay mucha
reconstrucción, obra nueva o remodelación que restauración propiamente dicha”.
Más aún, el interés exacerbado de un país por la modernización cuestiona la
utilidad de la restauración, y por tanto la preservación del patrimonio nacional.
Este interés se verá reflejado en el “movimiento modernizador”, producto del
eclecticismo europeo de la época, que definirá los primeros rasgos de la cultura de
restauración en el país. Se convirtió en el obstáculo para la preservación del
patrimonio colonial, a tal punto de patrocinar la destrucción de monumentos, como
el Convento de San Francisco de Tunja en Boyacá, demolido en 1964 y la
Gobernación de Ibagué, demolida en 1954. Igualmente dará paso al estilo
republicano, como unidad estilística en las restauraciones adelantadas hasta la
década de los treinta del siglo XX en Colombia.
Por modernizar se entendía bajo el mencionado movimiento “la tendencia a
demoler del todo, aislada o conjuntamente, edificios y zonas provenientes de la
Colonia para reemplazarlos por construcciones de carácter italianizante o, en otros
casos, la insistencia en superponer a las fachadas coloniales fachadas
neoclásicas, o, al menos, a agregar algunos detalles decorativos pertenecientes al
nuevo estilo”, persiguiendo así construir a imagen y semejanza de los
presuntuosos modelos europeos, afanosos de eliminar el regazo de la herencia
mestiza con la simplicidad de sus edificios e iglesias.
Así entonces la tendencia de restauración planteada por el movimiento
modernizador, se unía a las tendencias del mundo subdesarrollado, dirigidas a
“copiar las expresiones y modelos de un posmodernismo arquitectónico que es
producto del hastío y la superabundancia posindustrial de las naciones super
desarrolladas”, dando origen al estilo republicano que dominará en las ciudades
hasta la década de los treinta del siglo XX en Colombia.
Ahora bien, el alcance destructivo del movimiento se vio patrocinado por la
ausencia de legislación nacional que protegiera y preservara el patrimonio, y la
“escasa sensibilidad de la comunidad y sus operadores” para conservarlo; ello en
parte porque no estaba muy claro dicho concepto, ni tampoco los criterios para
identificar qué construcciones de la Colonia debían salvaguardarse, así como
tampoco representaban un interés económico a defenderse.
Concomitante al movimiento modernizador, se consolidó en la segunda mitad del
siglo XX, nuevos rasgos que definirán la eclética cultura de restauración en
Colombia, apoyada por académicos, instituciones y leyes de protección al
patrimonio; incluso se tendrán en cuenta los planteamientos de Robert Pane y su
teoría italiana del restauro para el desarrollo “de una cultura y una metodología de
investigación y de intervención por la tutela del patrimonio arquitectónico y artístico
del país”.
El arquitecto Carlos Arbeláez Camacho, representará esta nueva tendencia de
restauración, que buscaba convencer a la ciudadanía sobre la importancia de
respetar el pasado y la historia del país presente en las construcciones, al igual
que imprimirle el carácter científico que la restauración como disciplina tiene, pero
que hasta el momento había sido negado por el movimiento modernizador.
A través de sus cátedras de Arquitectura en la Universidad Nacional, y los
Institutos de Investigaciones Estéticas en las distintas facultades de Arquitectura
del país, Carlos Arbeláez materializó dichos objetivos, fomentando el estudio de la
arquitectura en regiones colombianas, en su contexto particular, al considerar que
“distintas son, las técnicas constructivas y las soluciones de la tipología de las
construcciones en relación a las características del lugar”; y exhortado a la
enseñanza de la Restauración en las Facultades de Arquitectura, pues para él, “el
restaurador debe ser un arquitecto formado en esta disciplina. El arquitecto que se
ocupa solo ocasionalmente de los monumentos no es un restaurador y no tiene
que poder trabajar en el sector de la restauración, necesita de una Maestría y
Restauración de Monumentos”. Obras como la Iglesia de San Ignacio en Bogotá
muestra la teoría del restauro promovida en principio por el Arquitecto Carlos
Arbeláez y secundada y posteriormente desde el Instituto Arbeláez Camacho para
el patrimonio arquitectónico y urbano.

9.3 Bucaramanga
La ciudad forjó su estructura a medida que el desarrollo comercial, por ser el punto
intermedio entre el interior y la costa, incrementaba la disponibilidad de recursos
económicos. En su organización territorial, siguió los modelos heredados de la
Colonia, con el parque o plaza como eje central y a su alrededor los edificios
religiosos, militares y civiles necesarios para la dinámica social, que crearon una
arquitectura palpable en otro contexto urbano.
Su desarrollo urbano, limitado por estar ubicada en una meseta rodeada de
montañas, se adelantará sin mayor planificación ni estilo arquitectónico alguno,
que convulsionará décadas después en un hacinamiento urbano y un eclecticismo
en sus edificaciones. Solo el centro de la ciudad, punto inicial de la misma,
conserva contados los bienes de interés cultural que detallan la cultura de
restauración en Bucaramanga, el cual durante las últimas cuatro décadas se ha
deteriorado, como resultado de “su desarrollo social y económico caótico y
anárquico durante toda la segunda mitad del siglo XX”.
Al respecto señala el Instituto Carlos Arbeláez: “No existió en la zona ningún
control tal sobre alturas e índices de construcción, ni sobre usos permitidos. No
existieron límites para la invasión del comercio de mediano y bajo nivel ni para la
emigración de habitantes originales del sector y su reemplazo por grupos sociales
mucho menos deseables como población fija. Surgió como fenómeno social en el
sector, la prostitución, seguida recientemente por el trafico de drogas y su secuela
de delincuencia. La invasión del espacio publico de estructuras y loes
abandonados, contribuyen a todo lo anterior, generando condiciones preocupantes
de inseguridad e inhabitabilidad”.
Refleja ello una sociedad bumanguesa desentendida de su historia, carente de
identidad arquitectónica y absorta en el auge comercial que de manera perversa
olvida cuando o destruye el legado patrimonial de la ciudad. De otra parte y como
aspecto final, la ausencia de estudios sobre los distintos procesos de restauración
adelantados en la ciudad, denotan el déficit en la preservación del patrimonio
regional y la necesidad urgente de investigación sobre el tema.

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