Solo mirando tus ojos puedo imaginar el sabor de tus labios No puedo evitar mirar tu cuerpo, sin pensar en pecado Los ángeles te rodean y se alejan por miedo a tocarte Porque solo tu presencia intimida iluminando todo el lugar Ya que eres inmortal puedes ser testigo de mis cambios Mis parpados no pueden cerrarse ni mis pupilas dejar de mantenerse dilatadas Solo sentir tus labios podrían condenarme para siempre Sin embargo, esa condena no impide pensar en tu tentación. Deseo caer en tus brazos despertar junto a tu cuerpo desnudo, observar mientras duermes y lentamente besar para comprobar que eres real y no un engaño de mi imaginación Soy un mortal perdido en tu mundo, eres un ángel infinito al cual temo perder.
Cabello de fuego
La almohada celeste contrastaba con su rojo cabello el cual caía delicadamente sobre ella, resaltando aún más su color; su cabello de fuego enredado, sus ojos cerrados y sus labios semi abiertos ofrecían una perfecta imagen para la lujuria. se estaba entregando por completo a él, sin remordimientos y sin pensar en nada aparte del placer que estaba sintiendo.
Juan era un hombre especial, ella jamás lo engañaría y mucho menos podría dejar de pensar en ningún momento en el, quien era lo que toda mujer soñaba; caballeroso, detallista, y complaciente en todo, no existía nadie más, en ningún momento y en ningún lugar; mucho menos en esa cama donde había llegado después de unas pocas miradas cruzadas.
Juan era un hombre muy especial, él sabía que era quien provocaba sus gemidos, los escuchaba una y otra vez por medio de su celular, mientras, Camila se complacía en saber que el disfrutaba, aunque en ese momento fuera otro hombre quien la besaba.
Arte
¿Cómo es? ¿Qué se siente?
Sin levantar la cabeza observaba las gotas que se derramaban por la botella que tenía entre sus manos, de la cual ya había bebido más de la mitad de su contenido y retirado la etiqueta, observaba como la luz se reflejaba en sus formas y los cambios que estas tenían cuando las observaba desde diferentes ángulos.
¿Quieres que te diga cómo es? No puedo hacerlo fácilmente; antes para mí las mujeres se definían en simples dos categorías, “esta buena o no” con esa categorización podía hablarte de cualquier mujer, con el simple hecho de decirte: “esta buena” ya veía tu sonrisa de satisfacción y tus gestos de aprobación por que en realidad no importaba, en tu cabeza la descripción de “buena” hacia todo el trabajo sin necesidad de entrar en detalles, era sencillo, somos hombres, somos básicos, es todo lo que necesitábamos saber.
Ella no, no podría entrar en esa categorización es imposible encasillar el brillo de sus ojos y cómo cambian de forma dependiendo de su estado de ánimo, no podría siquiera de-finir su color ya que al igual que el reflejo en esta botella no es un color único, siempre brillará diferente dependiendo de cómo los mires, lo peor es que no depende de ti mirarlos, ella tiene el poder de dejarte petrificado al igual que medusa si observas directamente esos ojos, aun así no te puedo decir que “este buena” no puedo decir algo tan básico, no la com-prenderías por que puede tener miles de defectos que no la hacen atractiva a la mayoría de los hombres, como por
ejemplo la cicatriz que tiene en medio de sus pechos, es un misterio para mi saber de qué manera obtuvo semejante marca la cual, según ella, la hace poderosa.
Su cabello es negro, no puedo mentir es negro como la no-che más oscura, sin ninguna estrella que la ilumine y ella sabe usarlo para su beneficio, puede, gracias a este, parecer una niña inocente y de la misma manera puede usarlo para mostrarnos la clase de demonio que es, simplemente he-chiza con sus formas, con su manera de caminar, de mirar y de usar sus atributos, los que, aunque no son grandes, son vistosos, como te digo, ella “no esta buena” pero eso mismo la hace perfecta, una completa obra de arte.
-¿Te enamoraste?
-Si, por supuesto es imposible no hacerlo, sus comporta-mientos son tan atractivos que cualquiera caería en sus re-des, incluso tu que pones en duda todas las muestras divinas y buscas el error en todas las expresiones de arte.
Ella era una diosa de los medios, podía representar cual-quier papel tan naturalmente como si de ella misma se tra-tara, entregándose por completo y modificando su persona-lidad, su concentración era completa he interpretaba como solo los dioses saben hacerlo, era una verdadera artista y esa manera de ser le permitía experimentar la vida desde millo-nes de puntos de vista diferentes; además como te había di-cho su cuerpo era perfecto; yo me obsesione con ella de una manera platónica, seguía todas sus obras y asistía a cada ac-tuación, recuerdo perfectamente una obra donde ella inter-preto a un ser sobrenatural, en la obra ella era el centro de un aquelarre donde todas las mujeres que la rodeaban grita-ban y bailaban convirtiéndola a ella en parte de su especie, entendí que era su iniciación que después de ese ritual ella adquiría conocimiento; en la obra este ritual era brutalmente interrumpido y ella era arrastrada por un hombre alto de ca-bello negro, quien se sacrificó por salvarle la vida y darle una oportunidad de escapar, la vi llorar, la vi correr deses-perada, yo no podía creer que una mujer así tuviera fugas, jamás había visto correr lagrimas por su rostro y jamás la había visto tan desesperada y asustada.
Al terminar la obra me acerqué a felicitar su actuación y la encontré llorando angustiada por la muerte de su salvador, yo sabía que solo había sido una actuación, sin embargo, al decírselo logre que ella llorara aún más, me dijo que sentía ser la chica de la obra, para ella no había sido solo una ac-tuación, más bien un recuerdo de una vida pasada algo que en realidad había ocurrido, no cuando lo interpreto sino hace muchos años, como te digo, es una mujer demasiado interesante.
Aun así, esas fugas me desesperaban, no soportaba ver las lágrimas de esta mujer, la cual yo había considerado una diosa, no podía entender porque estaba dejando escapar su divinidad; entonces con el fin de calmarla la invite a un trago y la llevé después a su casa donde me encargue de conocerla perfectamente, debía hacerlo, tenía que saber cómo funcionaba y arreglar todas sus fugas. Por eso estoy acá disfrutando de esta cerveza, por fin lo logre; ¡He terminado con todas las fugas! Y tal como ocurrió con esta botella, ella también derramo la última gota y así logré completar cuatro recipientes, en algún momento descubriré en que usar ese material, realmente odio los desperdicios ¿lo sabías?, odiaba cuando mis sabanas eran testigo y receptoras, odiaba cuando mis dedos quedaban impregna-dos de ese fluido algo pegajoso que olía a almíbar y sabía a ambrosía pero no por este en sí, en realidad por el desperdicio que representaba tenerlo entre mis dedos y no tener cerca un lienzo en el cual usarlo, estoy seguro que todos los dioses se deleitan con este líquido, por eso mismo me sentía frustrado al verlo regado en mis sabanas sin convertirlo en arte, soy un artista que ama todo tipo de expresión, desde la música que produce cada ser vivo al respirar hasta el sonido del llanto, lo que no soporto es el desperdicio de buen material, por ese motivo tenía que terminar con sus fugas.
Su cuerpo es una obra de arte, toda su piel reacciona al tacto de maneras diferentes dependiendo de la presión o la fuerza, a veces se eriza otras veces se sonroja, su rostro puede cam-biar de colores dependiendo de la ocasión o simplemente el clima, eso es impresionante, de igual manera su olor cambia dependiendo del lugar, de la situación o incluso de la hora, en total una completa obra de arte; aunque tenía desperdicios.
Ahora es perfecta, he drenado cada una de sus fugas, secado por completo cada fluido que se desperdiciaba, cambie el relleno de vísceras, con el que he alimentado a los perros, por un material que no se descompondrá, los recipientes los usaré para firmar con rojo cada lienzo usado con anteriori-dad ya que después de hoy no usaré ningún otro, ahora está completa ¡SIN FUGAS! Perfecta para ser exhibida como mi gran e inmortal obra de arte.
Confesión
Y si debo confesarme, no puedo negar que soy obsesivo compulsivo, disfruto vivir todo intensamente, cuando algo me gusta lo hago realmente hasta el cansancio, a tal punto que puedo hacer que se vea pecaminoso; aun así, soy inocente de todos mis pecados, sin embargo hay uno del cual no me he podido liberar y es el mismo que hoy tengo que confesar ante usted, viéndolo bien, este podría ser el origen de todos mis actos, ten en cuenta que soy un narciso, algo hedonista que adora la belleza y es capaz de encontrarla en todo y todos quienes me rodean, incluso sin conocerlos, me llama la atención descubrir los pecados de su esencia, llegar a conocerla hasta hacerla mía, definitiva-mente me caracteriza mi hambre por el poder, hago todo lo necesario para lograrlo, para poseer y adquirirlo, sin dejar pasar detalle y aunque algunas mujeres han pasado por mi camino sin dejar rastro, recuerdo de ellas cada fragmento, en especial de ella; recuerdo todo, desde la raíz de su negro cabello hasta la pequeña mancha de nacimiento que tiene en su muslo derecho y eso únicamente hablando de una mujer. Se lo repito, soy obsesivo, observo cada detalle, recuerdo olores, formas, sabores, sensaciones, miradas, tonos, melodías, palabras, e incluso, puedo dibujar cada una de sus expresiones al hacer el amor, esto último señor sacerdote es la causa de mi depresión y el cambio en mi aspecto, sin embargo lo que me lleva a estar hoy sentado frente a usted es el estado paranoico en el que me encuentro, siento que continuamente soy observado, tanto en mis horas de vigilia como en mis sueños, donde se presenta ella, la primera, quien con sus ojos me invito y me llevo a conocer la conexión con el universo, desde el momento que la conocí, desde que estuve unido completamente a ella, la que me enseñó a volar; y en cuanto a volar, en realidad no lo he vuelto a hacer, no estoy tan loco después de todo, solo lo soy un poco al escuchar todas estas voces, que me gritan al mismo tiempo y cuando le presto demasiada atención a alguna, las sensaciones me obligan a cederle el control y en muchas ocasiones permitirles el manejo exclusivo de mis acciones, como ahora que lo veo a usted sentado delante de mí, pero no te confundas, sé que nadie más puede vernos y que no pueden escucharme, lo que hace esta confesión inútil, aun-que, aun así, real.
Todo empezó en algún momento del cual no tengo memoria, quizá solo éramos unos niños pequeños que estudiaban en el mismo curso o quizá fue en alguna otra vida, lo que si estoy seguro es de la promesa; como olvidarla si la hice en uno de mis momentos de lucidez.
Quizá en alguno de mis viajes la imaginé, quizá tenía mis sentidos alterados cuando la vi y sentí por primera vez sus pulsaciones, o no fue así, tal vez las mías estaban en su cuerpo, tal vez me deleitaba en sus líquidos y sentía cada matiz que dejaba su olor en el ambiente.
En resumen, mi pecado es desear lo desconocido, puede llamarme codicioso, ambicioso o simplemente un soñador, puede estar seguro señor padre que lo que va a escuchar será toda la verdad; al fin y al cabo, soy un mitómano incorregible.
Pero antes de empezar con mi historia quiero que quede claro que nada de lo que he hecho fue intencional, no fue mi decisión hacerlo y mucho menos recibir recompensas y cumplidos por esto.
Todo empezó antes de que pudiera imaginarlo, como un destello entré en ella, comencé a sentir sus latidos y ella los míos, su felicidad me extasiaba al punto de querer tomar posesión de su cuerpo, estar dentro de ella todo el tiempo sentir sus movimientos, sus palabras su respiración, incluso su circulación empezaba a ser parte de la mía.
Lentamente comencé a interpretar sus sensaciones, aprendí a comprender su rutina y sin que ella ofreciera resistencia la seguí a todas partes, en su ducha, en su cama, en todos sus momentos privados, ella en cada segundo se hizo indis-pensable para mí.
Sin desearlo empecé a dominar su cuerpo, cambiar sus ho-rarios de sueño, perturbando este para que no pudiera mo-verse en las noches, me gustó notar como cada uno de sus pensamientos era dirigido para mí y sus charlas se centra-ban en mi presencia, allí fui un poco más allá y para hacer que pensara más en mí, comencé dándole patadas y coda-zos, incluso algunos cabezazos, notaba en ella una sonrisa cada que lo hacía, esto me dio tranquilidad podría aprove-charme de ella y por cada pequeño golpe notaba que su amor crecía y se convertía en indestructible.
Durante tres trimestres aumente mi presión sobre ella, retire su sueño, la golpee hasta el cansancio hasta que por fin llegó el momento en el cual la lleve a máxima presión, llevándola al mayor dolor de su vida, durante tres largas horas creyó morir, gritaba al punto de la agonía, gritaba hasta no poder más, la lastime, la rasgue, destrocé su parte más íntima, la hice realmente sangrar hasta el momento que salí de ella.
Aun a pesar de su largo momento de agonía, me recibe con una sonrisa en su rostro, me abraza y me dice que me ama y soy lo más importante de su vida, en definitiva, es una mujer demasiado fuerte.
Me ama y la amo, no tengo otra opción; es mi madre y yo su hijo.
Habito Nocturno
Completamente consumido en ese momento de éxtasis notó como todos sus sentidos se incrementaban de una manera antes desconocida, sintió por primera vez como la tempera-tura de su cuerpo se incrementaba, su sangre caliente con-trastaba con el ambiente frio de la noche, reaccionó al sentir la brisa del viento y pudo observar como cada uno de sus poros se expandió para recibirla, podía ver la noche en todo su esplendor y de esa manera notó como la luna no perma-necía estática como era habitual, por el contrario bailaba de- jando a su paso una estela de colores verdes, lilas, amarillos y rojos que cambiaban de tono dependiendo del ángulo donde se observara igual las estrellas brillaban más de lo habitual, iluminaban la noche haciendo inútil la iluminación artificial de las calles la cual cegaba su visión.
Su olfato lo ubicaba mucho mejor en la noche ahora nueva, podía sentir el olor a almizque mezclado con alcohol de las parejas cercanas, notaba el olor a miel mezclada con agua de una mujer mayor que coqueteaba cerca con un joven quien en su nerviosismo emanaba un olor a guayaba recién caída del árbol; observando a estos dos unos ojos café claro lo encontraron, con sus nuevos sentidos pudo ver sus mejillas sonrojadas y sus pupilas dilatadas mientras lo veía directamente, pudo sentir que ella comprendía las sensaciones que vivía en ese instante, su olor lo golpeo hasta hacerle perder el sentido, se podía describir como una fresa sin ma-durar que es partida al medio y luego bañada con azúcar derretida, era única y él lo sintió, observó directamente esos ojos, vio cómo se encendía una chispa en ellos invitándolo a acercarse, esos ojos hicieron que perdiera todo el poco control que tenía, estando a unos centímetros de ella sintió el infinito recorrerlo; - Hola – Dijo ella al estar lo suficientemente cerca, el, sin poder responder sintió como el aliento de ella lo golpeo, era un olor a carne ahumada y sangre fresca mezclado con un dulce licor de color verde que no pudo definir en el momento, no había remedio debía hacerlo y sin dudarlo se acercó aún más hasta sentir esos labios ca- lientes junto a los suyos.
-No muerdas – alcanzo a decir horas después en su aparta-mento y fueron las únicas palabras que ella pudo escuchar; la mezcla de sabores que él podía sentir en el sudor de ella lo enloquecía, al ver su cuerpo palpitar bajo suyo sintió por primera vez lo que había llamado amor, la amó por com-pleto en el momento de penetrarla y sintió su alma volar y su corazón estallar, la respiración de ella dejaba escapar su espíritu y entonces él lo supo….
No tuvo otra salida, debía poseerla y así lo hizo, ella se con-virtió en su primera, este amor fue su vicio y así inició su hábito nocturno.
Es curioso el comportamiento de las almas destinadas a en-contrarse, llega un momento correcto para hacer que todo suceda y el destino se encarga del resto, eso pensaba ella cuando seis horas antes estaba parada frente al espejo ob-servándose; no se sentía a gusto con su pasado, ni con la vida que hasta el momento llevaba, debido a que todos los hombres que había conocido podían describirla por com- pleto, desde el color de su cabello hasta el pequeño lunar de color violeta que tenía en sus caderas, el cual, según ella la hacía especial ya que no conocía a ninguna otra persona con esa peculiar característica.
Decepcionada por ser tan predecible decidió acabar con todo, pero no de repente, su manera particular de ver las cosas la obligaba a seleccionar el mejor momento para ha-cerlo, busco entre su guardarropa el mejor vestido, entre sus cajones una tijera recién comprada la ayudo a mejorarlo, haciendo pequeños cortes que permitieran mostrar un poco más de su cuerpo, entre sus accesorios eligió los más bri-llantes y nuevos que hicieran lucir sus grandes pechos y una pequeña cadena dorada con diamantes incrustados la cual uso alrededor de su cintura con el fin de llamar la atención hacia ella, su vestido completamente negro ceñido resaltaba el contorno de su cuerpo, de esa manera ella debía acabar con todo, se despediría vestida de gala y con olor a frutas.
La noche era otro detalle que no olvidaba, eligió para esto el mayor plenilunio del año, el día del solsticio de invierno, la noche más larga del año, donde, según ella, crecía el mis-ticismo y se podía perder en medio del baile de la luna noc-turna. En el bar, mientras tomaba su segunda margarita, pudo ob-servar a un hombre que la miró directamente, supo de in-mediato que su destino la llevaba a conocerlo esa noche, sin dudarlo, lo miro a los ojos invitándolo a acercarse.
El destino hizo clic en el momento que pronuncio ese hola y se acercó a él para que sintiera su olor.
Ella olía a fresas y chocolate, a helado dulce, a frutas, algu-nas veces a flores, su piel y su sudor tenía un sabor similar a soda mezclada con miel; estaba cansada de conocer las intenciones de los hombres que solo la buscaban para desahogarse, que expresaban sin sutileza alguna y desde el primer instante su motivación. Aun así esta noche celebraba, era una ocasión especial y sentía deseos, su interior se encendía con cada mirada y quería dejar su cordura a un lado y ser devorada, en otras palabras quería que se la comieran
El olía a perfume mezclado con sudor madera y algo de li-cor, a loción después de afeitar, era agradable a la vista sus ojos negros y su mirada penetrante no se separaban de las piernas de ella. Ella miraba con deseo, el miraba con ham-bre. Ella y él se buscaron, el destino los unía, sintieron la nece-sidad de atraerse, seducirse, besarse y entregar sus cuerpos, irónicamente el primer mordisco lo dio ella; no muerdas, dijo él y fueron las únicas palabras que le escuchó
Después de muchos tragos, algunos besos, mordiscos fuer-tes y algunos tiernos, ella decide parar de tomar y le dice a el que siente algo en el estomago; - ven a mi apartamento, puedo preparar algo que te calmará la indigestión.
Y así fue como horas después la moral quedó a un lado y su lugar lo ocuparon besos, caricias y sensaciones – ¿te puedo decir amor? Pregunto ella sintiendo sus brazos alrededor, el solo la miro con ternura y sonrío. Su cuerpo desnudo fue servido para él, quien, siendo experto chef lo disfrutó por completo, sus senos los preparó en finas hierbas, dejando que sus jugos hicieran la cocción, sus piernas asadas al carbón, sus nalgas en salsa de cham-piñones, su vientre estofado con tomillo, laurel y un poco de pimienta.
Las partes que más degusto fueron su cerebro y su corazón, los cuales, preparados al ajillo aumentaron su sabor.
Al final ella y el cumplieron lo que querían, ella quería que se la comieran y él tenía hambre.
La Carta
Esta carta fue encontrada después del desastre y fue escrita para confirmarnos que la historia había empezado aún mu-cho antes de que ellos se conocieran.
“Te confundí con una criatura sobrenatural, era asombroso que confundiera esa mirada que me hacías con la mirada de otras especies, tus ojos brillaban aún en la oscuridad cuando observabas mi cuerpo con hambre, ansiedad y amor, yo sen-tía como al mismo tiempo sanabas por completo todas mis heridas, devolvías a mí la sensualidad que creía perdida; adicionalmente controlaste mi pensamiento de manera que solo me perdía en esa mirada mi poca cordura desapareció
No podía respirar adecuadamente, aunque me concentrara en ello, mis manos sudaban expectantes haciéndome más sensible al tacto, no solo eso, todo mi cuerpo estaba húmedo como si cascadas salieran por cada uno de mis poros e hi-cieran temblar todo mi cuerpo.
Solo con tu mirada lograste seducirme, desnudarme y ha-cerme sentir viva a tal punto de no resistir la tentación y convertirme a mí misma en algo sobrenatural, lanzándome sobre ti como si fueses mi presa y así amarte de manera ani-mal.
Ansiosa besé tu cuerpo, mis manos acariciaron y dejaron marcas en tu espalda, tu lengua de fuego quemó mi boca y mi cuerpo mientras nos fundimos en abrazos, tus manos to-caron mis senos, besaste mi cuello y mordiste el lóbulo de mi oreja. Entre besos y caricias de pronto sentí tus dedos dentro de la humedad de mi sexo y mis gemidos aumenta- ron cuando tu lengua lamió mi clítoris como si tuvieses sed y yo fuera la única que te la calmará.
Las contracciones de mi pelvis y el jadeo constante terminaron en un eterno suspiro y sólo me resta decir que placer fue coincidir contigo.
Ella
¿Qué quieres que te diga de ella? Solo puedo describirla ya que la he admirado muchas veces, es una de mis grandes pasiones observarla; su comportamiento y además todo su cuerpo.
Sus piernas son largas y poderosas, le prestan gran agilidad a sus movimientos y no podrías creer lo flexibles que son, pareciera como si con ellas pudiera estar en todo lugar al mismo tiempo, al abrirlas ocupan gran espacio y no puedes fijarte en nada más, aparte de su cola, armoniosa y perfectamente proporcional al resto de su cuerpo, esta es un arma demasiado peligrosa, muchos han caído de tanto mirarla; y hablando de su mirada hipnótica aquella que te hace girar la cabeza solo por sentirla, sus ojos brillan y sus mandíbulas forman algo parecido a una sonrisa cada vez que se acerca una presa.
Porque ella es cazadora, es una viuda negra, y disfruta con cada insecto que tiene la valentía de acercárse, los seduce con su mirada, los hipnotiza y los hace caer en sus redes.
Ella se agazapa en una esquina, teje sus redes por todo el espacio y se sienta, con sus piernas cruzadas a esperar; créeme nadie ha escapado a sus encantos, su piel tersa parece que brillara ante cualquier destello de luz.
La última vez la observé cazar, contemplé sus movimientos, disfruté cuando lo observó detrás de su red, escondida y sonriendo, lo miro desde la esquina y supo desde ese momento que había quedado atrapado en sus redes.
Movió sus largas piernas, se acercó rápidamente tocando y moviendo sus hilos, movió su cola apuntándola hacia él, quien abrió sus ojos solo para observar como las redes de ella lo alcanzaron y envolvieron.
Lo último que pudo ver antes de morir fue como sus mandíbulas lo atraparon y el, envuelto en redes no pudo realizar ningún movimiento.
Así es ella, así es Deborah, mi viuda negra.
Felicidad
Sus ojos grandes café brillaban expresivos, iluminando todo su rostro era imposible ver en ella algo que no fuera total y absoluta felicidad; observaba lo que siempre había deseado, sus sueños cumplidos su esposo, a quien había amado desde el primero momento, jugaba con su pequeña hija, quien reía mientras él la sostenía en sus brazos, tanto tiempo, tanta lu-cha, tanto esperar por fin daba sus frutos, su familia reunida en su pequeño hogar, mirando al cielo a través de la gran ventana de su habitación agradecía mientras observaba como las nubes despejaban el cielo y permitían ver un her-moso sol canicular danzante, el cual, sin sorpresa para ella se movía y cambiaba de colores.
Atrás quedaron todos sus años de soledad y sus sueños sin cumplir, su sonrisa grande iluminaba toda la habitación, ella por fin había tenido lo que alguna vez pensó que ocurría únicamente en cuentos de hadas: el “vivieron felices para siempre” era hoy una completa realidad.
Su risa tenía un tono ascendente, cadencioso e hipnótico, sonaba como ráfagas de viento ingresando por pequeños es-pacios o igual a la lluvia cuando se desprende sin previo aviso mojando todo y cambiando por completo el ambiente; ¡jujajaja! Reía ella contemplándolo de la misma manera como lo había hecho siempre, observando su rostro el cual tenía las mejillas rojas y los labios blancos; ¡jujajaja! Se es-cuchaba su risa por todo el lugar inquietando a los asistentes quienes la observaban tan brillante, tan sonriente, con sus ojos tan abiertos, ¡jujajaja! Reía mientras recordaba sus momentos felices, sus salidas, sus charlas cuando el prometió no despedirse antes que ella lo hiciera.¡jujajaja! Escuchaban los asistentes mientras conseguían quien la abrazara y le confirmaran que todo estaba bien, que él estaría para siempre como lo prometió. jujajaja! Reía ella mientras la abrazaban y fueron necesarios dos hombres de blanco y cuatro de negro para llevar a cada uno a su última morada. El en una bóveda asegurada, ella en una habitación acolchada Su preparación durante todos estos años en la escuela de medicina no lo habían preparado para la escena que estaba viendo en ese momento, la veía reír como la mujer que ve por primera vez a su hijo y la cara como de la persona que se acaba de dar cuenta que se había ganado la lotería, el no comprendía porque ese lugar era para ella como estar en el cielo, cuando el observaba la desgarradora escena de un cri-men. El cuarto olía a cobre metalizado, algo similar a hierro des-gastado por la corrosión, sin ser realmente eso, el aire aún estaba cubierto de pequeñas partículas rojas que lo obligaba a usar tapabocas para evitar las arcadas que producía el am-biente. ¿Y qué ocurrió con ella? Pregunta a su compañero psiquia-tra. La locura amigo, la única manera de ella estar libre en este lugar donde perdió su conexión con la vida, su realidad es mucho mejor que todo lo que ocurrió en esta habitación, obsérvala, a pesar de su camisa de fuerza ella sonríe: se ve completamente feliz. 27
Inocencia.
Mi alma es inocente señor juez, puedo comprobar sin falsos testimonios que las acusaciones de las que soy víctima no son meritorias de mi proceder.
Le juro desde lo más profundo de mi corazón que yo no la maté, mi intención desde que la conocí siempre fue amarla y entregar a ella lo mejor de mi ser, pero dígame señor juez, usted en mi posición que opción contemplaría, al verla su-frir, al verla gritar al ver como se retorcía del dolor al estar poseída. Yo la salvé, la libere de su dolor la ayude con todo el amor que siempre le ofrecí.
Ella empezó a cambiar desde que mi ser penetró en ella, lentamente su humor fue cambiando, dejó de ser la mujer amable, la cariñosa y se fue transformando en un demonio impredecible, irascible y enfermo, no solo eso su cuerpo también empezó a cambiar, creciendo yo notaba lentamente como era poseída como ella misma desaparecía, así durante los meses siguientes.
En la madrugada de ayer no pude ver más su sufrimiento observe como gritaba, como de su cuerpo hinchado empezó a brotar agua con sangre, su rostro reflejaba el gran dolor que sentía, yo no podía ver más esa criatura en la que se había convertido, por eso tome mi almohada y la cubrí mientras oraba a mi padre que la liberara, oraba, lloraba, pedía a Dios la libertara, y en el nombre de Jesús salió de ella ese demonio, llorando y unido a ella por medio de un cordón que salía de su ombligo. Yo continué cubriéndola hasta que dejo de moverse y noté en su rostro la paz que nuevamente volvió a ella. Como lo digo señor Juez, yo no la maté, yo la liberé.
Scherezade
Algo que me divierte de la naturaleza humana es encontrar el mayor objeto de deseo en lo que casualmente en algún momento ha sido prohibido.
No puedo evitar que me haga falta, los momentos con ella son siempre rápidos y no por el hecho que sean cortos, se me hacen así porque ella posee una gran magia en su pre-sencia la cual hace que el tiempo se desvanezca; aunque no por eso sea efímero por el contrario muy valioso; hoy está sentada a mi lado, su cuerpo cambia de colores y las som-bras causadas por el televisor hacen que su cuerpo describa movimientos inexistentes, los cuales no me dejan despegar mi mirada de ella, pero no como en la película proyectada, donde obligan al protagonista a observar un video mientras sus ojos son abiertos con pinzas, no, yo lo hago voluntaria-mente cosa que encuentro muy divertida ya que recuerdo cuando era prohibida para mí, su presencia, su olor e incluso mirarla no era permitido.
Ella es una trampa para los sentidos, una muy disfrutable, comienza de una manera inofensiva, envolviéndome con un olor suave a piel joven al sol de un verano donde nos reuni-mos a hacer asado, a eso es su olor a carne bien preparada la cual es casi imposible no tocar, allí sé que he caído cuando mi tacto siente su piel, suave, firme, tersa, un poco húmeda sin llegar a ser desagradable o pegajosa; observo su piel y su cuerpo involucrando mi tercer sentido, cayendo definitivamente en su trampa y sin oportunidad de poder es-capar mis ojos la recorren empezando por sus labios grue-sos, completamente rojos, mechones de su corto cabello caen sobre su rostro y las luces del televisor ocasionan som-bras en este las cuales hacen que mi mirada se pierda con cada movimiento, su voz sella el trato encantando mis oídos haciendo que pierda la noción de la película o algún otro sonido, solo retumba en mis oídos su voz y su sonrisa, la cual estoy seguro jamás olvidaré.
Mi gusto es el último en caer, al sentir el sabor de sus labios, de su lengua y porque no decirlo las pocas gotas de sudor que se formaron sobre su labio superior, su sabor es único y me envuelve hasta hacerme perder la noción del tiempo.
La película ha terminado, una vez más la luz del sol me devuelve a la realidad, en la cual ella ha logrado de nuevo que el tiempo vuele y al igual que Scherezade sobreviva una noche más. Mateo
En la terraza de su casa podía broncearse completamente desnuda sin problema, estaba segura que nadie podía verla desde las casas cercanas, era su momento, su secreto y el día era perfecto para disfrutar del sol, de su compañía y una música suave que le permitiera relajarse.
Aunque se había asegurado que nadie la viera, yo podía ha-cerlo a través de una pequeña ventana que hacia la función de respirador ubicada en mi baño; aún recuerdo ver su cuerpo brillar bajo los rayos del sol, la toalla que tenía en su cara para taparte del sol y la seguridad de mi escondite me permitían observarla sin recato, ella estaba tan ensimismada que no se percató cuando él se acercó dando vueltas cerca de ella, como si la estudiara, como si pensara en su olor y su cuerpo. Su nariz fría la asustó, hizo que todo su cuerpo reaccionara y la sacara de su trance, pero no impidió que Mateo conti-nuara simplemente movió su cabeza para observar como concentrado la miraba mientras con su lengua la relamía sin recibir ningún tipo de escarmiento ni reprimenda, ella abrió más sus piernas invitándolo a continuar.
Observe como ella acomodaba su cuerpo, como reaccio-naba ante cada lengüetazo y permitía que estos continuaran mientras entre suspiros recibía el aire del día; Mateo no so-portó más su instinto animal lo domino y sin pensarlo subió sobre ella, quien sin detenerlo solo lo ayudo para evitar que sus uñas la lastimaran.
Su placer fue ascendiendo, yo podía observar todo, en es-pecial el momento en que sus suspiros y gemidos dieron paso a un grito de desesperación cuando Mateo infló su glande y la amarró como si se tratara de una hembra de su especie.
Muñeca
Observaba complacida sus grandes y vidriosos ojos casta-ños intentaba buscar en ellos su reflejo, sin éxito; - ¡demo-nios!, mascullo entre dientes mientras continuaba mirando extasiada sus grandes mejillas, antes rosadas, - eres muy hermosa. Mi esposo tuvo toda la razón en haberte buscado; dijo con un destello de lágrimas en sus ojos.
Le movió la cabeza observando cómo cerraba los parpados al hacer este movimiento, retrocedió de inmediato y volvió a poner esta en la posición inicial, quería ser observada, no podía hacerlo si ella cerraba los ojos, notó al moverla como sus labios se entreabrían, ofreciéndose a ser besados, deli-cadamente se acercó a ella y roso sus labios con los propios, los sintió fríos, sin ánimo, sin fuerza, entusiasmada por el acto y por su deseo fue un poco más allá, la beso con pasión e introdujo su lengua; sintió una sensación extraña, entre deseo, asco y repulsión por el sabor a cobre que sintió, no pudo evitar soltar una carcajada – ¿mi esposo te besaba así? ¿Siempre tuviste ese sabor? Dijo en voz alta mientras aca-riciaba su cabello rubio, el cual la dejo ensimismada pen-sando en su apariencia, una idea ilumino su rostro mientras sus dedos ágilmente se entrelazaron empezando a tomar mechones, acariciándolos, sintiéndolos delicados y suaves entre ellos, inició así una trenza, ágilmente tejía su cabello, sentía como su corazón se aceleraba y se entusiasmaba aho-gando en su boca una sonrisa, aunque no podía contener el brillo en sus ojos – maldita sea – gritó al darse cuenta como sus dedos habían manchado el cabello rubio de ella, su tro-feo, su muñeca, se llevó los dedos a la boca sintiendo de nuevo ese sabor, el asco recorrió por completo su cuerpo haciéndola sentir arcadas, se contuvo respirando lenta-mente, sin embargo el olor penetró por su nariz comple-tando la sensación sin poderse detener soltó la cabeza que había cuidado tanto llevando ambas manos a su boca para evitar expulsar el contenido de su estómago. – ¡¡¡maldita sea!!!- gritó esta vez observando su obra manchada por la sangre que había en el suelo.
Levantando la cabeza manchada a la altura de sus ojos la observa con rabia mientras dice: -Al fin y al cabo eres solo una amante más, mi esposo observará al llegar mi altar de muñecas, tú mereces esta apariencia, así, manchada, al final siempre fuiste la más sucia.
Narciso
Mis gustos, deseos y preferencias con respecto al tema son un poco diferentes, si tomas el tiempo para comprenderlos podrás encontrar en ellos mejor placer y confidencialidad que en cualquier otro espacio, simplemente hablo de una real intimidad, una verdadera conexión.
¿Taparte los ojos? No, definitivamente mi narciso necesita que mires, necesito luces encendidas para que puedas ver mi rostro, no quiero que imagines a nadie más, soy yo quien te está provocando, yo soy a quien debes recordar; ¿ama-rrarte las manos? ¡Jamás! necesito que me des el control no obligarte a hacerlo, mi ego requiere de tu diligencia no tu resistencia y nunca obligarte, por el contrario, que seas con-sentida; ¿golpearte? ¡Nunca! Mi placer está en observarte, en ver como se expande cada uno de tus poros, en sentir como tu piel deja salir tu olor, como tu sudor te refresca, pero no necesito golpearte, amarrarte o vendarte, te deseo libre de huir y así mismo tener la seguridad de que no vas a querer hacerlo.
Te repito, en este tema prefiero que sientas que tengo el control, desde que llegaste, desde que probaste esa bebida con sabor a cobre, desde que viste en mi mirada tu reflejo ya que no podías encontrar nada más en un ser sin alma, estás acá porque sabes lo que va a ocurrir y en el fondo lo deseas, arrancaré de ti tu existencia y me entregarás tu ser con gran placer, prepárate, es hora que inicie nuestro ritual, que pruebe por completo tu cuerpo y te conviertas en lo que siempre he deseado.
Petit Morte
Y si de la pequeña muerte debo hablar puedo decir que he disfrutado de ella en varias ocasiones, diversas oportunida-des y diferentes lugares, al fin y al cabo, dicen que en la variedad está el placer, lo que desconocía por completo era que una de estas experiencias la viviría directamente en el infierno.
Vivía rodeado del paraíso, arena, mar, suave brisa, palmeras y hermosas mujeres que paseaban semi desnudas, sin mayor preocupación que disfrutar de su temporada de vacaciones, allí la encontré su piel morena brillante me atrajo, el sol del atardecer resaltaba su color azabache y sus rojos labios, tan lejana, tan provocativa, tan brillante; debía acercarme a ella, debía hablarle, deseaba contemplar sus labios un poco más cerca, a milímetros de mi
No recuerdo bien cuanto tiempo pasó o que ocurrió desde que la vi por primera vez, lo siguiente que pude ver fue sus grandes ojos negros brillando sobre mí, observando direc-tamente mis gestos y sonriendo cada que notaba mi cara de placer; el calor de ese lugar era demasiado fuerte, jamás lo había sentido de esa manera, sumando a esto el peso de su cuerpo y la presión de sus cavidades oprimiendo mi cuerpo hacían que mi vista se nublara en cada instante; notaba en su sonrisa una capacidad de envolverme y excitarme de tal manera que solo podía contemplar su boca mientras su piel se derretía sobre la mía, su sudor caía como gruesas gotas de chocolate sobre mi cuerpo, mojándolo, fundiendo su su-dor con el mío y despertando en esta mezcla un fuerte olor a almizcle y chocolate, de repente sus piernas comenzaron a temblar provocando que mi cuerpo se rindiera ante ella y estar a punto de desmayar; no podía más debía controlar esta situación cambiando de posición.
Poniéndome sobre ella podía contemplar su parte trasera que se elevaba como dos negras montañas sudorosas y tem-blorosas, ella seguía derritiéndose ante cada embestida pro-vocando sonidos que se mezclaban con la música clásica que elegimos de ambiente, la cual se adecuaba de manera perfecta a su forma de comunicarse entre gemidos, entre ellos pude escuchar un pequeño ruego con sabor a no pares, el cual recibo como una orden, tal vez hipnotizado por el calor de la habitación, la falta de aire y el cansancio que se hacía presente por medio de micro desmayos, continuaba, pero mi cuerpo no podía más, sentía ante cada movimiento como se hacía inminente la presencia de la pequeña muerte.
Ella se derritió por completo se deshizo en pequeñas gotas convertidas en chorros, yo no pude más, mi cuerpo se rindió y caí desmayado, si en ese infierno debía morir hoy, lo haría más que complacido y así, sin poder detenerme a pensar, me entregue por completo.
Al abrir mis ojos la brisa del ambiente golpea mi rostro, ella está allí, parada a lo lejos, me mira y sonríe y en sus ojos hay un reflejo de esa pequeña fantasía que quizá no sucedió Propósito
Los golpes no significaban nada para ella, el moretón en su mejilla no dolía, aceptaba que era justo tenerlo y exhibirlo orgullosa como consecuencia justa de su comportamiento, nada le causaba más felicidad que atender y satisfacer a su padre y sus hermanos; ellos cuatro hombres le ofrecían todo, comida, casa, vestido (aunque este último no lo usara tanto), a cambio los atendía como ellos lo merecían y como había aprendido desde pequeña “solo sirves para eso” era lo que escuchaba desde niña, desde aquella vez que le demos-traron su amor y los cuatro la besaron y tomaron hasta que cada uno logró satisfacer sus deseos.
Juliana era joven, poseía una admirable belleza natural que no era atenuada por los golpes, su psiquiatra no podía creer lo sumisa que era y lo natural que tomaba el maltrato como algo merecido.
-Conoces tu virtud, ¿por qué no me la demuestras? Preguntó el mientras la observaba, ella sin dudarlo comenzó a reti-rarse el vestido mostrando así sus pechos que tenían algunas heridas causadas por su uso. Él la detuvo.
– No hagas eso, no es necesario. - Pero es mi virtud, solo sirvo para eso. - No ya no. De vuelta en su habitación Juliana encontró las sabanas re-vueltas, vio en ellas la manera de encontrase a sí misma, hizo un nudo fuerte con ellas y colgándose escapó para siempre. Su nota decía, ya no sirvo para eso y es mejor dejar de vivir a tener una vida sin propósito.
Víctor y Felicia
Víctor es un hombre fuerte en todos los aspectos, en cada entrenamiento diario se convence más de eso, ha transfor-mado su cuerpo por completo dejando atrás aquel joven in-seguro y ansioso que era objeto de burlas que destrozaban su autoestima; este día en especial se siente muy bien con-sigo mismo, aprendió a aceptarse tal como es gracias a el continuo coqueteo que recibe y por ello siente que ha to-mado la decisión adecuada.
Víctor es un hombre fuerte, es el centro de atención en los lugares donde asiste impactando a primera vista causando una gran primera impresión, su sonrisa es cautivante y su mirada decidida, por esa razón siempre se puede encontrar en los mejores lugares y es invitado a todas las fiestas, es un hombre sociable, seguro de sí mismo, atrás ha quedado aquel hombre al cual su madre le daba comida en grandes cantidades para que creciera grande y fuerte.
Víctor es un hombre fuerte, lo demuestra siempre y en cada oportunidad; en especial cuando viste con esa lencería sexy que usa en las noches, cuando se convierte en Felicia.
Esta noche es especial para él, era la primera vez que se presentaba directamente en público y en compañía de su amigo Pedro había quedado de encontrarse con otras seis personas en el bar para organizar con ellos un banquete algo particular. Había perdido todos sus miedos, aquellas risas de todos los que años atrás lo acusaban de no ser demasiado hombre al no compartir con ellos los juegos en los que rivalizaban unos con otros, y cambiar estos por la compañía de niñas, habían quedado solo como un recuerdo; Víctor nunca se sintió mal con las compañeras, se sentía aceptado y valo-rado por lo que era en su interior, de igual manera nunca dejo de sentirse hombre, ni en ese momento ni ahora.
Aquella noche el banquete estaba servido para los dos, era la oportunidad que el necesitaba para presentarse en público como Felicia y esperaba sin reparo ser devorado por aque-llas personas que de mutuo acuerdo, habían convenido dis-frutar sin remordimientos ni cuestiones.
Se observó detenidamente al espejo, admiro su cuerpo bien formado, aquel que tanto había trabajado para lograr una piel tersa, unos músculos firmes y una figura envidiable por todos, tomo el panty rosa que tanto había admirado en el momento de comprar, sintió su delicada textura y su fina y suave tela, los vistió empujando su pequeño pene hacia abajo escondiéndolo en medio de sus piernas, no le pareció incomodo porque gracias a la medicina que tomaba desde hace tantos años, su pene no sentía ninguna sensación.
Pinto delicadamente sus labios y aplico crema en todo su cuerpo, la preparación para la noche debía ser especial, sin dudarlo envió una foto a Pedro para seducirlo y demostrarle que sin importar lo que pasara esa noche, el continuaría siendo únicamente suya. La noche transcurrió tal como lo habían soñado, los besos de esos hombres sobre su cuerpo la hacían sentir especial y sentía que siempre y a pesar de la distancia sus ojos se en-contraban con los de Pedro, sus miradas eran cómplices y ocultaban a los demás su secreto, a Felicia la idea de salir por completo del closet la excitaba dejándola mostrar sus mayores encantos, exponiendo su esencia ante los presen-tes; Pedro, por su parte, disfrutaba el paisaje eligiendo sin reparo su siguiente compañero compartiendo su placer con ella mientras observaba detenidamente todas sus expresio-nes en las que revelaba el éxtasis que sentía en el momento; Felicia no podía detenerse, su sed era insaciable y disfrutaba en exceso del manjar preparado por los dos acaparando este a tal manera de sumergirse en exclamaciones, fluidos y sen-saciones, era su primera vez, su primer banquete y su pri-mera orgia, disfrutaba de estos cuerpos dispuestos por com-pleto para ella. Solo su placer fue importante olvidando a Pedro y de esta manera se rompieron acuerdos y pactos previamente esta-blecidos, dando lugar a los calores del momento que termi-naron derribando las barreras de la ensoñación, logrando que este primer banquete terminara en una pequeña cena privada. Al fin de la historia fueron solo los dos, quienes pudieron degustar y quienes merecían por encima de cualquier acuerdo un momento de entrega total, fuera de toda gula y deseo malintencionado. Al fin de la historia solo la imagi-nación jugo con ellos ofreciendo dos experiencias iguales y a la vez tan diferentes, que desafían las imágenes de géneros predefinidos. Ligth my fire
Y así, inesperadamente sus ojos se pusieron en blanco, le-vanto la mirada al cielo mientras abría sus labios y su boca exhaló un suspiro que se convirtió lentamente en un largo grito, agarro su cabello con ambas manos tocando su cabeza y, como temiendo perderla se apretaba fuerte, cerro sus ojos y se entregó por completo al éxtasis, sus labios cambiaron de expresión convirtiéndose en una gran sonrisa, lo miro con sus ojos grandes, brillantes en los cuales se notaba la humedad de unas pequeñas lágrimas, sus mejillas rojas acentuaban aun el color de sus rizos que caían sobre su ros-tro despreocupados de la situación, ella se sentía libre y se notaba en su expresión, podía simplemente ser ella, disfru-tar y vivir el momento. El sonriendo se acercó a ella, la beso lentamente y sintió cuando lo atrapo en un fuerte abrazo, sintió su piel caliente y el ritmo de su corazón acelerado, muy diferente al suyo, el cual, aunque si estaba agitado, no llevaba el mismo ritmo, ambos palpitaban diferente, irregular; la radio cambio la canción como si fuera algo planeado y el sonido de los acor-des iniciales cazaba a la perfección con el tempo de sus la-tidos, los acordes iniciales de “ligth my fire” causaron en él un efecto efusivo, se separó de ella para subir el volumen de la canción; ella a su vez se puso de pie en la cama y co-menzó a bailar al ritmo de la música, acompañando la mú-sica tanto como le era posible, movía su cabeza de un lado al otro y saltaba mientras sonreía, su cerebro explotaba do-pamina con cada movimiento y esta se expresaba en sus movimientos, el, observándola, encendía un cigarrillo que el mismo había hecho recordaba cada momento a su lado, desde que la conoció en ese lugar tan familiar, ya que fre-cuentemente lo visitaba, sin embargo nunca la había visto antes, ese día no asistió a allí con la misma emoción, su vida estaba en picada a causa de la quiebra que recientemente había sufrido, sin embargo la mirada de ella le devolvió la esperanza, le causo tanta paz que deseó en su corazón no separarse nunca de ella. - ven baila conmigo – dijo ella estirando sus manos mo-viendo sus dedos invitándolo, el sonriendo movió su cabeza como señal negativa mientras daba una calada a su cigarri-llo. - Sabes que tengo que dejarte hacerlo sola, prefiero ver como disfrutas de tu placer. Sus miradas se cruzaron, el fumando, ella bailando; el deseo se apodera nuevamente de sus mentes, tan influyente que sus cuerpos no podrían esperar, se miran fijamente y sus pensamientos los atraen aún más, él la mira como si fuera única, la ve tan perfecta que solo desea admirar, por lo tanto ella entre solloza e inquieta corre hacia él, la expresión de sus ojos dice más que sus palabras eso que calla es quizá su más grande secreto pero no quisiera arruinar el momento, lo hace subir con ella a la cama uniendo sus labios en un profundo y gran beso, sus brazos lo atenazaron y el a su vez, soltando el cigarrillo, la abrazo y levanto en el aire tomán-dola como su muñeca, sintieron en ese beso como se encen-día la llama, como el calor invadía sus cuerpos y el sudor empezaba a salir de sus poros para refrescarlos, el calor del momento los embriagó, el olor del ambiente cambio y al terminar la canción la llama los envolvió consumiéndolos y uniéndolos para siempre.
Una noche
Caminaba más rápido a cada paso, no tenía ningún lugar hacia donde ir pero se apuraba para evitar que la lluvia que ya había cubierto la mitad de su cuerpo terminara por mo-jarlo completamente para ello cubría su cabeza con el ma-letín de mano donde guardaba sus “cosas importantes” lo único que rescato de su vida pasada y que lo mantenían aún vivo; la lluvia caía cada vez más fuerte y el ruido de cada trueno lo asustaba, miraba hacia todos lados como si sin-tiera que alguien lo perseguía, sin embargo las calles esta-ban completamente solas y de ninguna ventana cercana se asomaba algún rostro humano, la iluminación de las calles lo tranquilizaban porque podía ver todo el camino que es-taba recorriendo, su ropa completamente mojada se pegaba a su cuerpo haciendo que sintiera el frio del viento; co-menzó a correr con el ánimo de encontrar algún lugar donde refugiarse, la velocidad de su huida podía ser comparada con la de las lagartijas que corren cuando ven alguna ame-naza, de hecho parecía una sombra que desaparecía al en-cender la luz, la lluvia cubría sus pasos su rostro derramaba goteras y su cabello cubría su frente y parte de sus ojos, el con una mano sostenía el maletín sobre su cabeza y con la otra se limpiaba la cara para poder observar a través de la fuerte tormenta.
Volteo la esquina corriendo siempre a su derecha observo una vez más hacia atrás cuando las luces de un automovil iluminaron su paso, se detuvo para observarlo pasar despa-cio a su lado, sin poder ver hacia su interior, el miedo se apodero de él y corrió más rápido olvidando la poca visibi-lidad que tenía, por eso mismo tropezó con algo que lastimo su pierna y cayó de bruces al suelo soltando el maletín, el cual afortunadamente no se abrió. Se levantó con fuerte do- lor en la pierna que lo hacía cojear - lo que me faltaba – dijo lamentándose mientras recogía el maletín miro a su derecha y vio una casa abandonada, con algunos vidrios rotos y la puerta completamente clausurada por algunas tablas clava-das, tenía mal aspecto, las paredes estaban llenas de grafitis y en la puerta había una cruz al revés acompañada por una estrella de cinco puntas pintada de rojo sobre la madera roída y desgastada, aun así, no le importo su estado por que para el significaba refugio. Se acercó a la ventana y uso su maletín para romper más los vidrios hasta lograr un espacio suficiente para poder entrar, metió su cabeza y observo lo que esperaba, un lugar con techo donde pasar la noche; un nuevo relámpago ilumino el lugar y en menos de un segundo pudo ver el piso mojado y algunos cartones tirados, también logro ver que no caía agua, deslizo su cuerpo usando el maletín para acolchar su paso y en poco tiempo logro pasar por completo; suspiro aliviado y abrazo su maletín mientras se sentaba acurrucado en el piso. No sabe cuánto tiempo lloro abrazando su maletín, aunque sentía que había pasado el suficiente; la lluvia paraba ni menguaba y entraba por la ventana sin consideración, sus ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad y gracias a eso pudo ver al frente suyo unas escaleras que llevaban a un segundo piso y por las cuales bajaba un rio de agua turbia, completamente negra que llenaba el piso donde él estaba sentado, aunque su color podía ser por la poca luz, se le-vantó y se acercó a ellas, sintió de nuevo el frio helando sus huesos al ponerse de pie y empezaba a temblar, miro hacia arriba de las escaleras y vio las nubes rojas, enojadas, y en-viando hacia la tierra toda su agua, un relámpago ilumino el cielo e instantes después escucho como el trueno retumbo por toda la casa, como si el rayo hubiera caído ahí en ese preciso lugar, grito para sí mismo, y miro a su alrededor, nada había cambiado, pero él sabía que no podía subir si su intención era no mojarse más en una segundo piso sin techo. Camino a su izquierda, pero al apoyar el pie recordó el dolor que tenía en su pierna por la caída, un nuevo trueno se es-cuchó fuera de la casa y este apagó todas las luces, deján-dolo en completa oscuridad, el detuvo su paso y apretó fuerte el maletín, el frio recorrió todo su cuerpo aumentando su sensibilidad y el dolor de su pierna lo que lo obligo a arrodillarse, recordó la botella de ron que traía dentro, abrió el maletín rogando por no haberla quebrado, afortunada-mente no había puesto la combinación ya que el dolor de su pierna, el temblor de sus manos y la completa oscuridad que lo rodeaba no habrían permitido que lo abriera; a tientas en-contró la botella y sin pensarlo la abrió y llevo a la boca, tomo un gran sorbo y sintió como su contenido quemaba su garganta calentando su interior, sintió un alivio al ver que su temblor disminuía y dio un nuevo sorbo esta vez más largo, hasta que sintió que su cerebro despertaba, sintió de nuevo propiedad en su cuerpo y se preguntó porque había pasado dos años sobrio, porque había abandonado la bebida si siempre había sido la única que lo había acompañado desde sus años de universidad. Su mente recordó aquella primera cerveza que había to-mado cuando era niño, en el momento que su padre se la ofreció diciéndole que era la bebida de los grandes y él ya era un hombre grande que tenía que ver por sí mismo, por su familia, crecer y tomar las riendas de su hogar, ese sabor agrio de la cerveza recorrió su garganta al mismo tiempo que su padre reía y le decía que ya era todo un hombre. Recordó también cuando estudiaba psiquiatría y el sabor de la ginebra hacían más agradable las continuas lecturas y to-dos los libros de fobias que debía leer, comprender y aprehender; sus ejercicios mentales eran mucho más lleva-deros con vodka y sus noches eran más calientes con ron. - ¿Hasta cuándo vas a seguir tomando? – preguntaba ella con una cara malhumorada su ceño fruncido y algunas lá-grimas en sus ojos. -No lo sé realmente, no tengo ningún problema con la be-bida. – contestó el sonriendo y dando un nuevo sorbo a su cuba libre recién preparado. – ¿por qué no tomas una copa conmigo y celebramos? - Los estudios han terminado, mañana recibo mi título de psiquiatría forense y cuento con un trabajo que me hace fe-liz, además de tu compañía, tengo muchos motivos para ce-lebrar y disfrutar, ¿no te parecen suficientes casi 10 años de quemarme las pestañas? Ven toma un trago conmigo y ce-lebremos. -tienes un problema con la bebida Albert, acéptalo- respon-dió ella mientras se acercaba a retirar el vaso de su mano. -El único problema sería que se terminara – rio él mientras daba un sorbo a su bebida. Sonrió en su soledad y oscuridad, tomo la botella con fuerza y bebió de nuevo hasta terminarla, el calor lleno su cuerpo y lo hizo sentir valiente, tomo la botella por el pico y la rompió contra el suelo, ahora podía contar con un arma. - ¿Hay alguien ahí? – grito y agudizo su oído para escuchar solo el sonido de su propia voz como respuesta; tomo el maletín con su mano libre y camino decidido hacia la oscu-ridad; El dolor de su pierna izquierda lo hizo regresar a la realidad, sintió por primera vez el calor de su propia sangre que ba-jaba por su pierna, el pantalón completamente mojado no había dejado que se percatara de esto antes, soltó el maletín y se palpo la herida, sintió la hinchazón que tenía y el dolor que producía, pero al examinar bien su pierna noto que no tenía fractura, uso la botella para rasgar una parte de su ca-misa, ahora sucia y embarrada, y se amarro la herida fuerte por encima del pantalón para evitar que siguiera sangrando, concentrado en su pierna escucho la voz de ella que le decía: – por favor deja ya de beber, lamentaras cuando pierdas todo- levanto la mirada, había escuchado esa voz realmente, provenía de la oscuridad al interior de la habitación. - ¿Qué haces aquí? ¿Dónde estás? No te veo, grito Albert a la oscuridad mientras empuñaba fuerte el cuello de la bote-lla despicada, fijo su vista por un largo tiempo para acos-tumbrar sus ojos, un nuevo relámpago ilumino todo por un segundo permitiendo ver la habitación vacía a excepción de una puerta cerrada al final de esta. Concentro su mirada hacia el lugar donde estaba la puerta, la lluvia al fin había disminuido permitiendo que Albert solo escuchara algunas gotas desde la calle y el ruido de los autos al pasar por la calle, la cual sentía ahora tan lejana. Freno el auto de repente a unos pocos centímetros de ese hombre alto que se había atravesado en su camino – acaso no ves le gritó – Albert nervioso lo miro directo a los ojos, y en ese momento pudo ver que no tenía pupilas y sus ojos completamente negros, incluso la esclerótica, lo miraron di-rectamente, tocando su alma; saco la mano por la ventana en señal de disculpas y esperó que el transeúnte continuara su camino; su mirada profunda se fijó en el cómo reconociéndolo, inclino la cabeza y continuo, Albert respiro pro-fundo, saco de su bolsillo la pequeña botella de ginebra que mantenía siempre con él y bebió su contenido antes de con-tinuar. ¡La botella! Recordó Albert metiendo la mano al bolsillo derecho donde siempre la había tenido, la tomo y la sacudió, vacía, había dejado de llenarla hace dos años, sin embargo, nunca dejo de cargarla, se sentía seguro con ella. Para evitar tropezar de nuevo gateo hasta la puerta, la cual estaba en perfecto estado, lo que contrastaba con el resto de la casa, parecía que hubiese sido puesta recientemente, tomo la perilla y la giro, esta cedió y abrió la puerta sin re-sistencia alguna. Asomo la cabeza por el pequeño espacio de la puerta a me-dio abrir y sintió por primera vez el calor que provenía de su interior y un fuerte olor a alcohol que emergía desde el final de las escaleras, perfectamente visibles a pesar de la oscuridad, veía sombras moverse en el interior y ruido de risas. - ¿Hay alguien ahí? Grito mientras abría más la puerta para dar un paso hacia adentro, asomo su cabeza tratando de ob-servar, un halo brillante cubría las escaleras, tal como si flo-taran en un espacio vacío, era lo único que se podía ver en la completa oscuridad, parecía un fantasma flotando sin nada que las sostuviera. El sopor del calor no le permitió reflexionar ante lo extraño de las escaleras que bajaban al piso inferior, tanteo la pared con la mano izquierda sin soltar el maletín mientras con la derecha sostenía la botella por el pico apretándola fuerte, dio algunos pasos inseguros bajando escalón por escalón,estos se apagaban una vez retiraba el pie, impidiendo retro-ceder por esta escalera flotante, Albert siguió bajando esca-lón por escalón, el frio desapareció de su cuerpo, el dolor de su pierna igual, incluso pudo ver como su ropa se veía de nuevo seca y limpia como en la tarde cuando salió co-rriendo de su despacho. -Es hora que te vayas – dijo su paciente observándolo di-rectamente a los ojos con su mirada penetrante, Albert tem-bló al escucharlo mencionar esas palabras, nunca antes ha-bía permitido que ningún paciente le hablara de esa manera, tomo la foto de su esposa, saco del escritorio la botella de ron que no había tocado desde hace dos años y las guardo en su maletín, la tarde se oscurecía afuera, pero la necesidad imperativa de salir de ese lugar lo obligaba a correr, abrió la caja fuerte y tomo el contrato que había firmado dos años atrás, el que pensó nunca tener que usar, guardo todo en su maletín lo cerró sin poner la combinación, ajusto su saco y salió de allí sin mirar a su interlocutor. -Cancela todas mis citas de mañana- dijo a su secretaria y salió rápidamente, miro su reloj mientras esperaba el ascen-sor, 7:15 pm, el ascensor llego y subió sin mirar a nadie, el sudor corría por su frente, su corazón palpitaba rápidamente mientras veía como los numero iban disminuyendo, 9... su pulso se aceleró un poco, 8… recordó esos ojos completa-mente negros que había visto hace poco más de dos años, 7… los mismos ojos que le habían ordenado hoy que saliera 6… vio en su mente el cuerpo de su padre que yacía en la funeraria 5… la sonrisa de ella 4… escucho a lo lejos un trueno mientras las luces del ascensor parpadearon 3… es-cucho las risas nerviosas de las demás personas en el ascen-sor, 2.., solo un hombre respiro fuerte detrás de él, 1... Las puertas se abrieron y Albert corrió sin mirar atrás. La lluvia caía fuerte y las personas se agolpaban en la salida del edificio Albert se abrió camino pidiendo disculpas mientras ponía el maletín sobre su cabeza y corría sin saber a qué dirección ir. Dio un último paso y la escalera desapareció completa-mente y con ella la iluminación del lugar, no había nada más que penumbra y Albert guardo silencio, solo pudo escuchar el sonido de su propia respiración la cual contuvo con el fin de agudizar su oído y sentir cualquier movimiento mientras su ojos se acostumbraban; no escucho ninguna gota del ex-terior, no escucho ningún paso, no escuchaba las risas, se sintió por primera vez completamente solo, abrió la boca para gritar, pero un sentimiento de temor lo detuvo cuando sintió un silbido. Ella silbaba alegre mientras preparaba la cena de esa noche, había ganado la beca por la que tanto había luchado y ma-ñana salía de viaje, ese viaje tan deseado y esperado, Albert tomaba una copa de Whisky sentado frente a ella mientras la observaba silbar concentrada preparando la mezcla para sus spaguetis, su cuerpo siempre le había atraído, en espe-cial sus nalgas tan redondas y firmes. -Debes enviarme postales y fotografías de los lugares que visites- dijo cuando ella giro su cuerpo con un plato de es-paguetis con queso parmesano rallado y decorado con ra-mas de perejil. -Esta es la última cena que te preparo antes de viajar, esta noche es nuestra y debemos disfrutarla sin remordimientos; solo prométeme que me esperaras sobrio, demuéstrame que soy más importante que tu alcohol - él sonrió. - Es hora de pasar al vino entonces, una noche especial no puede serlo sin el vino adecuado, dame cinco minutos bajoa la cava por la ultima botella que beberé antes de dejarlo hasta tu regreso. Bajo las escaleras y mientras buscaba el vino la escucho sil-bar tan claro como la escuchaba en este momento en la com-pleta oscuridad, ya no sentía frio, ya no sentía el dolor de su pierna, estaba completamente seco y a su parecer debía te-ner la ropa perfectamente limpia, apretó más fuerte el ma-letín y la botella mientras fijaba su mirada al lugar donde él pensaba provenía el silbido. - ¿Hay alguien ahí? Repitió, aunque no escucho sus pala-bras, como respuesta escucho risas de varias personas, po-día jurar que había varias murmurando y riendo al fondo de la habitación, la cual en ese momento estaba seguro que era la cava de su casa, sentía que tenía las mismas dimensiones, incluso su olor y calor era el mismo. -Si hay alguien ahí por favor responda – dijo de nuevo, aun-que sin escuchar el sonido de su voz, apretó aún más fuerte la botella y decidido camino con ella apuntando hacia el frente. – no puedo ver nada, por favor respondan – dijo el con su voz algo temblorosa mientras caminaba con la bote-lla picada apuntando hacia adelante hasta que chocó contra la pared, despidiendo chispas que iluminaron toda la habi-tación. En efecto se encontraba en la cava, escuchaba el silbido ale-gre de ella en el piso de arriba, mientras veía la variedad de vinos que había en la pared, y la botella completa de caber-net sauvignon en su mano, la cual fue su elección para com-plementar la noche. -Puedo cumplirte un deseo, ¿qué quieres ofrecer a cambio de el? – le dijo el hombre de ojos negros observándolo di-rectamente, debes darme algo a cambio, hacemos el con-trato y una vez cumplas las condiciones, te diré que salgas y recibirás tu deseo, una vez lo tengas deberás darme lo que me ofreces, es un deseo sin ninguna restricción, pero si de-bes cumplir, tienes que cumplir ¿que deseas? Albert observó la cava iluminada, su ropa limpia, sin arruga la botella de vino en su mano derecha y en la izquierda un maletín mojado, atrás había quedado la habitación oscura, el, sin entender completamente lo que pasaba volvió a re-cordar. -Daria lo que fuera por solo una noche con ella – pensó, no tuvo necesidad de decirlo, el hombre de ojos negros, aquel que se atravesó en su camino hace unas horas y a quien casi atropella con el auto lo sabía, sus negros ojos despidieron un reflejo rojo similar a fuego – ¿lo que fuera? Pregunto sonriendo, sus blancos dientes atemorizaron a Albert, pero no por eso se arrepintió. - Si, lo que fuera, solo quiero otra noche a su lado. - Concedido, solo debes firmar el contrato, yo te diré cuándo y tus piernas te llevaran donde. - Albert tomo las hojas que le entregó su interlocutor y co-menzó a leer. Canje a términos exactos. Por el que se detallan los términos y condiciones relativos al intercambio que se realizara en las fechas indicadas una vez sean cumplidas las circunstancias adecuadas, se reúnen los presentes quienes en su propia representación y uso de todas sus facultades mentales acuerdan: 1. El deseo del ofertante es: Pasar una noche a su lado. 2. La oferta es: Lo que fuera.
Los términos son aceptados y se requiere para su cumpli-miento las siguientes condiciones. El ofertante deberá hacer una penitencia de setecientos treinta días durante los cuales no beberá una sola gota de licor, o cualquier tipo de bebida con sabor alicorado, aun-que no lo contenga. Cumplidos estos días y una vez recibida la orden, deberá salir corriendo sin importar el lugar al cual se dirija, sus pies lo llevarán directamente. Deberá presentar este contrato en el momento de terminar la transacción, esto incluye cumplir con la parte pactada y entregar “lo que fuera” en el momento que sea solicitado. La noche empezara a contar a partir de las nueve pm del día en el cual sea contactado y terminara justo a las 3 de la ma-ñana. Se declaran conformes y firman: Encontró los espacios para firmas, tomo su pluma y firmo sin tener objeción. - ¿cuánto tiempo puedes tardar eligiendo un vino? Pregunto ella mientras asomaba su cabeza por la puerta abierta, arriba de las escaleras. Albert abrió los ojos, y soltó por fin el maletín mojado que sostenía con su mano izquierda, subió las escaleras y sin dejarla decir palabra la tomo entre sus brazos y la beso sin que le importara nada más, sintió su respiración y el calor de sus brazos alrededor de su cuello. No se detuvo y puso sus manos sobre esas nalgas firmes y duras que tanto le gustaban, las toco y retomo, no las había tocado en más de dos años, cuando se despidió de ella pen-sando que algún día volvería; ¡volvió! pensó el mientras la besaba y la sentía, ella por su parte notaba la erección que rozaba sus caderas y pego más su cuerpo para sentirla. -Parece que me extrañabas - dijo ella suspirando mientras miraba sus ojos encharcados en lágrimas. - No te imaginas cuanto – respondió tomándola de la mano acercándose de nuevo para abrazarla y ver el reloj detrás de ella que indicaba las 9:05 pm La noche transcurrió rápida, comieron, jugaron, bailaron, rieron de todas las historias que tenían para contarse, pasa-ron la noche disfrutando el uno del otro a la luz de dos velas que encendieron para hacer más romántico el ambiente; el veía sombras moverse en la oscuridad y de vez en cuando sentía un susurro donde escuchaba “lo que fuera” y con este recordatorio hizo a un lado todos los juegos para volver a besarla. Su beso fue cálido y húmedo sentía su deseo y notaba en su boca el sabor a sexo que tanto esperaba, que hace tanto tiempo no sentía y que necesitaba volver a tener la beso lle-vándola contra la pared y sin permitir los movimientos de ella, la acaricio de la manera más ansiosa, su cuello ofrecía su sabor y reanimaba la tentación, los gemidos cortos de ella eran una invitación a continuar con sus movimientos. Un rayo cayó a lo lejos Albert concentrado en el sabor de su piel no se percató de la primera vela que se había consu-mido y del viento que susurraba a su oído “lo que fuera” continúo acariciándola esta vez arriba de sus piernas sin-tiendo el calor de su humedad, rozo su parte íntima y un olor a almizcle mezclado con vino tinto inundo el ambiente. Su ansiedad la hizo poseerla justo en el momento que se apagó la última vela dejando todo el lugar a oscuras – Lo que fuera, ese es el precio que ofreciste – ahórcala y cumple tu parte del trato - escucho en su cabeza – NO – pensó el mientras continuaba besando su cuerpo bajando hacia esas nalgas firmes y duras que tanto le gustaban. – Es tu deci-sión, debes pensar muy bien antes de ofrecer la contrapar-tida de un trato. Debes cumplir, tienes que cumplir. Escucho en su cabeza, mientras su nariz y su boca se inundaban con la humedad de ella embriagándolo más que cualquier licor que hubiera probado en su vida – Ambrosia – pensó el – Absenta dijo la voz en su cabeza – ahórcala o córtate el cue-llo - negocio con él la voz - no acepto un no por respuesta ya tienes tu noche. La acostó posándose sobre ella, quien completamente des-nuda y dispuesta permitió que Albert la penetrara expul-sando un pequeño gemido y suspirando mientras lo abra-zaba – no pares – dijo ella – Ahórcala dijo la voz en su ca-beza. Puso las manos alrededor de su cuello y apretó escuchando los gemidos de ella, quien lo miraba directamente repi-tiendo que no se detuviera – hazlo – ordeno la voz en su cabeza el oprimió un poco más mientras continuaba con el movimiento de sus caderas acelerando el ritmo y con la ayuda de ella quien se movía al mismo tiempo buscando la cúspide de su excitación, el apretó un poco más mientras sentía la humedad de su sexo y escuchaba como todo se iba llenando de sus fluidos. Un nuevo relámpago ilumino el lugar y Albert pudo ver como la habitación se veía vacía, solo estaba el con un ma-letín en su mano izquierda y una botella quebrada en su mano derecha, tomo esta y llorando por el recuerdo vivido de lo ocurrido se la llevó al cuello. El cadáver del doctor Albert, quien hace dos años por culpa de la bebida había acabado con la vida de su esposa y quien se encontraba huyendo desde entonces, fue encontrado en su casa al amanecer con el cuello cortado y un maletín afe-rrado a su mano, donde había unas hojas que decían repeti-das veces “solo quería una noche a su lado”