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DE

SEXO Y MAS DEMENCIAS


Stiven Vargas

Ángel Infinito.


Solo mirando tus ojos puedo imaginar el sabor de tus labios
No puedo evitar mirar tu cuerpo, sin pensar en pecado
Los ángeles te rodean y se alejan por miedo a tocarte
Porque solo tu presencia intimida iluminando todo el lugar
Ya que eres inmortal puedes ser testigo de mis cambios
Mis parpados no pueden cerrarse ni mis pupilas dejar de mantenerse
dilatadas
Solo sentir tus labios podrían condenarme para siempre
Sin embargo, esa condena no impide pensar en tu tentación.
Deseo caer en tus brazos despertar junto a tu cuerpo desnudo,
observar mientras duermes y lentamente besar para comprobar que
eres real y no un engaño de mi imaginación
Soy un mortal perdido en tu mundo, eres un ángel infinito al cual temo
perder.

Cabello de fuego


La almohada celeste contrastaba con su rojo cabello el cual caía
delicadamente sobre ella, resaltando aún más su color; su cabello de
fuego enredado, sus ojos cerrados y sus labios semi abiertos ofrecían
una perfecta imagen para la lujuria. se estaba entregando por
completo a él, sin remordimientos y sin pensar en nada aparte del
placer que estaba sintiendo.

Juan era un hombre especial, ella jamás lo engañaría y mucho menos
podría dejar de pensar en ningún momento en el, quien era lo que toda
mujer soñaba; caballeroso, detallista, y complaciente en todo, no
existía nadie más, en ningún momento y en ningún lugar; mucho
menos en esa cama donde había llegado después de unas pocas
miradas cruzadas.

Juan era un hombre muy especial, él sabía que era quien provocaba
sus gemidos, los escuchaba una y otra vez por medio de su celular,
mientras, Camila se complacía en saber que el disfrutaba, aunque en
ese momento fuera otro hombre quien la besaba.

Arte


¿Cómo es? ¿Qué se siente?

Sin levantar la cabeza observaba las gotas que se derramaban por la
botella que tenía entre sus manos, de la cual ya había bebido más de
la mitad de su contenido y retirado la etiqueta, observaba como la luz
se reflejaba en sus formas y los cambios que estas tenían cuando las
observaba desde diferentes ángulos.

¿Quieres que te diga cómo es? No puedo hacerlo fácilmente; antes
para mí las mujeres se definían en simples dos categorías, “esta
buena o no” con esa categorización podía hablarte de cualquier mujer,
con el simple hecho de decirte: “esta buena” ya veía tu sonrisa de
satisfacción y tus gestos de aprobación por que en realidad no
importaba, en tu cabeza la descripción de “buena” hacia todo el trabajo
sin necesidad de entrar en detalles, era sencillo, somos hombres,
somos básicos, es todo lo que necesitábamos saber.

Ella no, no podría entrar en esa categorización es imposible encasillar
el brillo de sus ojos y cómo cambian de forma dependiendo de su
estado de ánimo, no podría siquiera de-finir su color ya que al igual
que el reflejo en esta botella no es un color único, siempre brillará
diferente dependiendo de cómo los mires, lo peor es que no depende
de ti mirarlos, ella tiene el poder de dejarte petrificado al igual que
medusa si observas directamente esos ojos, aun así no te puedo decir
que “este buena” no puedo decir algo tan básico, no la com-prenderías
por que puede tener miles de defectos que no la hacen atractiva a la
mayoría de los hombres, como por

ejemplo la cicatriz que tiene en medio de sus pechos, es un misterio
para mi saber de qué manera obtuvo semejante marca la cual, según
ella, la hace poderosa.

Su cabello es negro, no puedo mentir es negro como la no-che más
oscura, sin ninguna estrella que la ilumine y ella sabe usarlo para su
beneficio, puede, gracias a este, parecer una niña inocente y de la
misma manera puede usarlo para mostrarnos la clase de demonio que
es, simplemente he-chiza con sus formas, con su manera de caminar,
de mirar y de usar sus atributos, los que, aunque no son grandes, son
vistosos, como te digo, ella “no esta buena” pero eso mismo la hace
perfecta, una completa obra de arte.

-¿Te enamoraste?

-Si, por supuesto es imposible no hacerlo, sus comporta-mientos son
tan atractivos que cualquiera caería en sus re-des, incluso tu que
pones en duda todas las muestras divinas y buscas el error en todas
las expresiones de arte.

Ella era una diosa de los medios, podía representar cual-quier papel
tan naturalmente como si de ella misma se tra-tara, entregándose por
completo y modificando su persona-lidad, su concentración era
completa he interpretaba como solo los dioses saben hacerlo, era una
verdadera artista y esa manera de ser le permitía experimentar la vida
desde millo-nes de puntos de vista diferentes; además como te había
di-cho su cuerpo era perfecto; yo me obsesione con ella de una
manera platónica, seguía todas sus obras y asistía a cada ac-tuación,
recuerdo perfectamente una obra donde ella inter-preto a un ser
sobrenatural, en la obra ella era el centro de un aquelarre donde todas
las mujeres que la rodeaban grita-ban y bailaban convirtiéndola a ella
en parte de su especie, entendí que era su iniciación que después de
ese ritual ella adquiría conocimiento; en la obra este ritual era
brutalmente interrumpido y ella era arrastrada por un hombre alto de
ca-bello negro, quien se sacrificó por salvarle la vida y darle una
oportunidad de escapar, la vi llorar, la vi correr deses-perada, yo no
podía creer que una mujer así tuviera fugas, jamás había visto correr
lagrimas por su rostro y jamás la había visto tan desesperada y
asustada.

Al terminar la obra me acerqué a felicitar su actuación y la encontré
llorando angustiada por la muerte de su salvador, yo sabía que solo
había sido una actuación, sin embargo, al decírselo logre que ella
llorara aún más, me dijo que sentía ser la chica de la obra, para ella no
había sido solo una ac-tuación, más bien un recuerdo de una vida
pasada algo que en realidad había ocurrido, no cuando lo interpreto
sino hace muchos años, como te digo, es una mujer demasiado
interesante.

Aun así, esas fugas me desesperaban, no soportaba ver las lágrimas
de esta mujer, la cual yo había considerado una diosa, no podía
entender porque estaba dejando escapar su divinidad; entonces con el
fin de calmarla la invite a un trago y la llevé después a su casa donde
me encargue de conocerla perfectamente, debía hacerlo, tenía que
saber cómo funcionaba y arreglar todas sus fugas.
Por eso estoy acá disfrutando de esta cerveza, por fin lo logre; ¡He
terminado con todas las fugas! Y tal como ocurrió con esta botella, ella
también derramo la última gota y así logré completar cuatro
recipientes, en algún momento descubriré en que usar ese material,
realmente odio los desperdicios ¿lo sabías?, odiaba cuando mis
sabanas eran testigo y receptoras, odiaba cuando mis dedos
quedaban impregna-dos de ese fluido algo pegajoso que olía a almíbar
y sabía a ambrosía pero no por este en sí, en realidad por el
desperdicio que representaba tenerlo entre mis dedos y no tener cerca
un lienzo en el cual usarlo, estoy seguro que todos los dioses se
deleitan con este líquido, por eso mismo me sentía frustrado al verlo
regado en mis sabanas sin convertirlo en arte, soy un artista que ama
todo tipo de expresión, desde la música que produce cada ser vivo al
respirar hasta el sonido del llanto, lo que no soporto es el desperdicio
de buen material, por ese motivo tenía que terminar con sus fugas.

Su cuerpo es una obra de arte, toda su piel reacciona al tacto de
maneras diferentes dependiendo de la presión o la fuerza, a veces se
eriza otras veces se sonroja, su rostro puede cam-biar de colores
dependiendo de la ocasión o simplemente el clima, eso es
impresionante, de igual manera su olor cambia dependiendo del lugar,
de la situación o incluso de la hora, en total una completa obra de arte;
aunque tenía desperdicios.

Ahora es perfecta, he drenado cada una de sus fugas, secado por
completo cada fluido que se desperdiciaba, cambie el relleno de
vísceras, con el que he alimentado a los perros, por un material que no
se descompondrá, los recipientes los usaré para firmar con rojo cada
lienzo usado con anteriori-dad ya que después de hoy no usaré ningún
otro, ahora está completa ¡SIN FUGAS! Perfecta para ser exhibida
como mi gran e inmortal obra de arte.


Confesión

Y si debo confesarme, no puedo negar que soy obsesivo compulsivo,
disfruto vivir todo intensamente, cuando algo me gusta lo hago
realmente hasta el cansancio, a tal punto que puedo hacer que se vea
pecaminoso; aun así, soy inocente de todos mis pecados, sin embargo
hay uno del cual no me he podido liberar y es el mismo que hoy tengo
que confesar ante usted, viéndolo bien, este podría ser el origen de
todos mis actos, ten en cuenta que soy un narciso, algo hedonista que
adora la belleza y es capaz de encontrarla en todo y todos quienes me
rodean, incluso sin conocerlos, me llama la atención descubrir los
pecados de su esencia, llegar a conocerla hasta hacerla mía,
definitiva-mente me caracteriza mi hambre por el poder, hago todo lo
necesario para lograrlo, para poseer y adquirirlo, sin dejar pasar detalle
y aunque algunas mujeres han pasado por mi camino sin dejar rastro,
recuerdo de ellas cada fragmento, en especial de ella; recuerdo todo,
desde la raíz de su negro cabello hasta la pequeña mancha de
nacimiento que tiene en su muslo derecho y eso únicamente hablando
de una mujer. Se lo repito, soy obsesivo, observo cada detalle,
recuerdo olores, formas, sabores, sensaciones, miradas, tonos,
melodías, palabras, e incluso, puedo dibujar cada una de sus
expresiones al hacer el amor, esto último señor sacerdote es la causa
de mi depresión y el cambio en mi aspecto, sin embargo lo que me
lleva a estar hoy sentado frente a usted es el estado paranoico en el
que me encuentro, siento que continuamente soy observado, tanto en
mis horas de vigilia como en mis sueños, donde se presenta ella, la
primera, quien con sus ojos me invito y me llevo a conocer la conexión
con el universo, desde el momento que la conocí, desde que estuve
unido completamente a ella, la que me enseñó a volar; y en cuanto a
volar, en realidad no lo he vuelto a hacer, no estoy tan loco después de
todo, solo lo soy un poco al escuchar todas estas voces, que me gritan
al mismo tiempo y cuando le presto demasiada atención a alguna, las
sensaciones me obligan a cederle el control y en muchas ocasiones
permitirles el manejo exclusivo de mis acciones, como ahora que lo
veo a usted sentado delante de mí, pero no te confundas, sé que nadie
más puede vernos y que no pueden escucharme, lo que hace esta
confesión inútil, aun-que, aun así, real.

Todo empezó en algún momento del cual no tengo memoria, quizá
solo éramos unos niños pequeños que estudiaban en el mismo curso o
quizá fue en alguna otra vida, lo que si estoy seguro es de la promesa;
como olvidarla si la hice en uno de mis momentos de lucidez.

Quizá en alguno de mis viajes la imaginé, quizá tenía mis sentidos
alterados cuando la vi y sentí por primera vez sus pulsaciones, o no
fue así, tal vez las mías estaban en su cuerpo, tal vez me deleitaba en
sus líquidos y sentía cada matiz que dejaba su olor en el ambiente.

En resumen, mi pecado es desear lo desconocido, puede llamarme
codicioso, ambicioso o simplemente un soñador, puede estar seguro
señor padre que lo que va a escuchar será toda la verdad; al fin y al
cabo, soy un mitómano incorregible.

Pero antes de empezar con mi historia quiero que quede claro que
nada de lo que he hecho fue intencional, no fue mi decisión hacerlo y
mucho menos recibir recompensas y cumplidos por esto.

Todo empezó antes de que pudiera imaginarlo, como un destello entré
en ella, comencé a sentir sus latidos y ella los míos, su felicidad me
extasiaba al punto de querer tomar posesión de su cuerpo, estar
dentro de ella todo el tiempo sentir sus movimientos, sus palabras su
respiración, incluso su circulación empezaba a ser parte de la mía.

Lentamente comencé a interpretar sus sensaciones, aprendí a
comprender su rutina y sin que ella ofreciera resistencia la seguí a
todas partes, en su ducha, en su cama, en todos sus momentos
privados, ella en cada segundo se hizo indis-pensable para mí.

Sin desearlo empecé a dominar su cuerpo, cambiar sus ho-rarios de
sueño, perturbando este para que no pudiera mo-verse en las noches,
me gustó notar como cada uno de sus pensamientos era dirigido para
mí y sus charlas se centra-ban en mi presencia, allí fui un poco más
allá y para hacer que pensara más en mí, comencé dándole patadas y
coda-zos, incluso algunos cabezazos, notaba en ella una sonrisa cada
que lo hacía, esto me dio tranquilidad podría aprove-charme de ella y
por cada pequeño golpe notaba que su amor crecía y se convertía en
indestructible.

Durante tres trimestres aumente mi presión sobre ella, retire su sueño,
la golpee hasta el cansancio hasta que por fin llegó el momento en el
cual la lleve a máxima presión, llevándola al mayor dolor de su vida,
durante tres largas horas creyó morir, gritaba al punto de la agonía,
gritaba hasta no poder más, la lastime, la rasgue, destrocé su parte
más íntima, la hice realmente sangrar hasta el momento que salí de
ella.

Aun a pesar de su largo momento de agonía, me recibe con una
sonrisa en su rostro, me abraza y me dice que me ama y soy lo más
importante de su vida, en definitiva, es una mujer demasiado fuerte.

Me ama y la amo, no tengo otra opción; es mi madre y yo su hijo.












Habito Nocturno

Completamente consumido en ese momento de éxtasis notó como
todos sus sentidos se incrementaban de una manera antes
desconocida, sintió por primera vez como la tempera-tura de su cuerpo
se incrementaba, su sangre caliente con-trastaba con el ambiente frio
de la noche, reaccionó al sentir la brisa del viento y pudo observar
como cada uno de sus poros se expandió para recibirla, podía ver la
noche en todo su esplendor y de esa manera notó como la luna no
perma-necía estática como era habitual, por el contrario bailaba de-
jando a su paso una estela de colores verdes, lilas, amarillos y rojos
que cambiaban de tono dependiendo del ángulo donde se observara
igual las estrellas brillaban más de lo habitual, iluminaban la noche
haciendo inútil la iluminación artificial de las calles la cual cegaba su
visión.

Su olfato lo ubicaba mucho mejor en la noche ahora nueva, podía
sentir el olor a almizque mezclado con alcohol de las parejas cercanas,
notaba el olor a miel mezclada con agua de una mujer mayor que
coqueteaba cerca con un joven quien en su nerviosismo emanaba un
olor a guayaba recién caída del árbol; observando a estos dos unos
ojos café claro lo encontraron, con sus nuevos sentidos pudo ver sus
mejillas sonrojadas y sus pupilas dilatadas mientras lo veía
directamente, pudo sentir que ella comprendía las sensaciones que
vivía en ese instante, su olor lo golpeo hasta hacerle perder el sentido,
se podía describir como una fresa sin ma-durar que es partida al medio
y luego bañada con azúcar derretida, era única y él lo sintió, observó
directamente esos ojos, vio cómo se encendía una chispa en ellos
invitándolo a acercarse, esos ojos hicieron que perdiera todo el poco
control que tenía, estando a unos centímetros de ella sintió el infinito
recorrerlo; - Hola – Dijo ella al estar lo suficientemente cerca, el, sin
poder responder sintió como el aliento de ella lo golpeo, era un olor a
carne ahumada y sangre fresca mezclado con un dulce licor de color
verde que no pudo definir en el momento, no había remedio debía
hacerlo y sin dudarlo se acercó aún más hasta sentir esos labios ca-
lientes junto a los suyos.

-No muerdas – alcanzo a decir horas después en su aparta-mento y
fueron las únicas palabras que ella pudo escuchar; la mezcla de
sabores que él podía sentir en el sudor de ella lo enloquecía, al ver su
cuerpo palpitar bajo suyo sintió por primera vez lo que había llamado
amor, la amó por com-pleto en el momento de penetrarla y sintió su
alma volar y su corazón estallar, la respiración de ella dejaba escapar
su espíritu y entonces él lo supo….

No tuvo otra salida, debía poseerla y así lo hizo, ella se con-virtió en su
primera, este amor fue su vicio y así inició su hábito nocturno.

Es curioso el comportamiento de las almas destinadas a en-contrarse,
llega un momento correcto para hacer que todo suceda y el destino se
encarga del resto, eso pensaba ella cuando seis horas antes estaba
parada frente al espejo ob-servándose; no se sentía a gusto con su
pasado, ni con la vida que hasta el momento llevaba, debido a que
todos los hombres que había conocido podían describirla por com-
pleto, desde el color de su cabello hasta el pequeño lunar de color
violeta que tenía en sus caderas, el cual, según ella la hacía especial
ya que no conocía a ninguna otra persona con esa peculiar
característica.

Decepcionada por ser tan predecible decidió acabar con todo, pero no
de repente, su manera particular de ver las cosas la obligaba a
seleccionar el mejor momento para ha-cerlo, busco entre su
guardarropa el mejor vestido, entre sus cajones una tijera recién
comprada la ayudo a mejorarlo, haciendo pequeños cortes que
permitieran mostrar un poco más de su cuerpo, entre sus accesorios
eligió los más bri-llantes y nuevos que hicieran lucir sus grandes
pechos y una pequeña cadena dorada con diamantes incrustados la
cual uso alrededor de su cintura con el fin de llamar la atención hacia
ella, su vestido completamente negro ceñido resaltaba el contorno de
su cuerpo, de esa manera ella debía acabar con todo, se despediría
vestida de gala y con olor a frutas.

La noche era otro detalle que no olvidaba, eligió para esto el mayor
plenilunio del año, el día del solsticio de invierno, la noche más larga
del año, donde, según ella, crecía el mis-ticismo y se podía perder en
medio del baile de la luna noc-turna.
En el bar, mientras tomaba su segunda margarita, pudo ob-servar a un
hombre que la miró directamente, supo de in-mediato que su destino la
llevaba a conocerlo esa noche, sin dudarlo, lo miro a los ojos
invitándolo a acercarse.

El destino hizo clic en el momento que pronuncio ese hola y se acercó
a él para que sintiera su olor.

Ella olía a fresas y chocolate, a helado dulce, a frutas, algu-nas veces
a flores, su piel y su sudor tenía un sabor similar a soda mezclada con
miel; estaba cansada de conocer las intenciones de los hombres que
solo la buscaban para desahogarse, que expresaban sin sutileza
alguna y desde el primer instante su motivación.
Aun así esta noche celebraba, era una ocasión especial y sentía
deseos, su interior se encendía con cada mirada y quería dejar su
cordura a un lado y ser devorada, en otras palabras quería que se la
comieran

El olía a perfume mezclado con sudor madera y algo de li-cor, a loción
después de afeitar, era agradable a la vista sus ojos negros y su
mirada penetrante no se separaban de las piernas de ella. Ella miraba
con deseo, el miraba con ham-bre.
Ella y él se buscaron, el destino los unía, sintieron la nece-sidad de
atraerse, seducirse, besarse y entregar sus cuerpos, irónicamente el
primer mordisco lo dio ella; no muerdas, dijo él y fueron las únicas
palabras que le escuchó

Después de muchos tragos, algunos besos, mordiscos fuer-tes y
algunos tiernos, ella decide parar de tomar y le dice a el que siente
algo en el estomago; - ven a mi apartamento, puedo preparar algo que
te calmará la indigestión.

Y así fue como horas después la moral quedó a un lado y su lugar lo
ocuparon besos, caricias y sensaciones – ¿te puedo decir amor?
Pregunto ella sintiendo sus brazos alrededor, el solo la miro con
ternura y sonrío.
Su cuerpo desnudo fue servido para él, quien, siendo experto chef lo
disfrutó por completo, sus senos los preparó en finas hierbas, dejando
que sus jugos hicieran la cocción, sus piernas asadas al carbón, sus
nalgas en salsa de cham-piñones, su vientre estofado con tomillo,
laurel y un poco de pimienta.

Las partes que más degusto fueron su cerebro y su corazón, los
cuales, preparados al ajillo aumentaron su sabor.

Al final ella y el cumplieron lo que querían, ella quería que se la
comieran y él tenía hambre.

La Carta

Esta carta fue encontrada después del desastre y fue escrita para
confirmarnos que la historia había empezado aún mu-cho antes de que
ellos se conocieran.

“Te confundí con una criatura sobrenatural, era asombroso que
confundiera esa mirada que me hacías con la mirada de otras
especies, tus ojos brillaban aún en la oscuridad cuando observabas mi
cuerpo con hambre, ansiedad y amor, yo sen-tía como al mismo
tiempo sanabas por completo todas mis heridas, devolvías a mí la
sensualidad que creía perdida; adicionalmente controlaste mi
pensamiento de manera que solo me perdía en esa mirada mi poca
cordura desapareció

No podía respirar adecuadamente, aunque me concentrara en ello, mis
manos sudaban expectantes haciéndome más sensible al tacto, no
solo eso, todo mi cuerpo estaba húmedo como si cascadas salieran
por cada uno de mis poros e hi-cieran temblar todo mi cuerpo.

Solo con tu mirada lograste seducirme, desnudarme y ha-cerme sentir
viva a tal punto de no resistir la tentación y convertirme a mí misma en
algo sobrenatural, lanzándome sobre ti como si fueses mi presa y así
amarte de manera ani-mal.

Ansiosa besé tu cuerpo, mis manos acariciaron y dejaron marcas en tu
espalda, tu lengua de fuego quemó mi boca y mi cuerpo mientras nos
fundimos en abrazos, tus manos to-caron mis senos, besaste mi cuello
y mordiste el lóbulo de mi oreja. Entre besos y caricias de pronto sentí
tus dedos dentro de la humedad de mi sexo y mis gemidos aumenta-
ron cuando tu lengua lamió mi clítoris como si tuvieses sed y yo fuera
la única que te la calmará.

Las contracciones de mi pelvis y el jadeo constante terminaron en un
eterno suspiro y sólo me resta decir que placer fue coincidir contigo.

Ella

¿Qué quieres que te diga de ella? Solo puedo describirla ya que la he
admirado muchas veces, es una de mis grandes pasiones observarla;
su comportamiento y además todo su cuerpo.

Sus piernas son largas y poderosas, le prestan gran agilidad a sus
movimientos y no podrías creer lo flexibles que son, pareciera como si
con ellas pudiera estar en todo lugar al mismo tiempo, al abrirlas
ocupan gran espacio y no puedes fijarte en nada más, aparte de su
cola, armoniosa y perfectamente proporcional al resto de su cuerpo,
esta es un arma demasiado peligrosa, muchos han caído de tanto
mirarla; y hablando de su mirada hipnótica aquella que te hace girar la
cabeza solo por sentirla, sus ojos brillan y sus mandíbulas forman algo
parecido a una sonrisa cada vez que se acerca una presa.

Porque ella es cazadora, es una viuda negra, y disfruta con cada
insecto que tiene la valentía de acercárse, los seduce con su mirada,
los hipnotiza y los hace caer en sus redes.

Ella se agazapa en una esquina, teje sus redes por todo el espacio y
se sienta, con sus piernas cruzadas a esperar; créeme nadie ha
escapado a sus encantos, su piel tersa parece que brillara ante
cualquier destello de luz.

La última vez la observé cazar, contemplé sus movimientos, disfruté
cuando lo observó detrás de su red, escondida y sonriendo, lo miro
desde la esquina y supo desde ese momento que había quedado
atrapado en sus redes.

Movió sus largas piernas, se acercó rápidamente tocando y moviendo
sus hilos, movió su cola apuntándola hacia él, quien abrió sus ojos solo
para observar como las redes de ella lo alcanzaron y envolvieron.

Lo último que pudo ver antes de morir fue como sus mandíbulas lo
atraparon y el, envuelto en redes no pudo realizar ningún movimiento.

Así es ella, así es Deborah, mi viuda negra.

Felicidad

Sus ojos grandes café brillaban expresivos, iluminando todo su rostro
era imposible ver en ella algo que no fuera total y absoluta felicidad;
observaba lo que siempre había deseado, sus sueños cumplidos su
esposo, a quien había amado desde el primero momento, jugaba con
su pequeña hija, quien reía mientras él la sostenía en sus brazos, tanto
tiempo, tanta lu-cha, tanto esperar por fin daba sus frutos, su familia
reunida en su pequeño hogar, mirando al cielo a través de la gran
ventana de su habitación agradecía mientras observaba como las
nubes despejaban el cielo y permitían ver un her-moso sol canicular
danzante, el cual, sin sorpresa para ella se movía y cambiaba de
colores.

Atrás quedaron todos sus años de soledad y sus sueños sin cumplir,
su sonrisa grande iluminaba toda la habitación, ella por fin había tenido
lo que alguna vez pensó que ocurría únicamente en cuentos de hadas:
el “vivieron felices para siempre” era hoy una completa realidad.

Su risa tenía un tono ascendente, cadencioso e hipnótico, sonaba
como ráfagas de viento ingresando por pequeños es-pacios o igual a
la lluvia cuando se desprende sin previo aviso mojando todo y
cambiando por completo el ambiente; ¡jujajaja! Reía ella
contemplándolo de la misma manera como lo había hecho siempre,
observando su rostro el cual tenía las mejillas rojas y los labios
blancos; ¡jujajaja! Se es-cuchaba su risa por todo el lugar inquietando
a los asistentes quienes la observaban tan brillante, tan sonriente, con
sus ojos tan abiertos, ¡jujajaja! Reía mientras recordaba sus momentos
felices, sus salidas, sus charlas cuando el prometió no despedirse
antes que ella lo hiciera.¡jujajaja! Escuchaban los asistentes mientras
conseguían quien la abrazara y le confirmaran que todo estaba bien,
que él estaría para siempre como lo prometió.
jujajaja! Reía ella mientras la abrazaban y fueron necesarios dos
hombres de blanco y cuatro de negro para llevar a cada uno a su
última morada. El en una bóveda asegurada, ella en una habitación
acolchada
Su preparación durante todos estos años en la escuela de medicina no
lo habían preparado para la escena que estaba viendo en ese
momento, la veía reír como la mujer que ve por primera vez a su hijo y
la cara como de la persona que se acaba de dar cuenta que se había
ganado la lotería, el no comprendía porque ese lugar era para ella
como estar en el cielo, cuando el observaba la desgarradora escena
de un cri-men.
El cuarto olía a cobre metalizado, algo similar a hierro des-gastado por
la corrosión, sin ser realmente eso, el aire aún estaba cubierto de
pequeñas partículas rojas que lo obligaba a usar tapabocas para evitar
las arcadas que producía el am-biente.
¿Y qué ocurrió con ella? Pregunta a su compañero psiquia-tra.
La locura amigo, la única manera de ella estar libre en este lugar
donde perdió su conexión con la vida, su realidad es mucho mejor que
todo lo que ocurrió en esta habitación, obsérvala, a pesar de su camisa
de fuerza ella sonríe: se ve completamente feliz. 27

Inocencia.

Mi alma es inocente señor juez, puedo comprobar sin falsos
testimonios que las acusaciones de las que soy víctima no son
meritorias de mi proceder.

Le juro desde lo más profundo de mi corazón que yo no la maté, mi
intención desde que la conocí siempre fue amarla y entregar a ella lo
mejor de mi ser, pero dígame señor juez, usted en mi posición que
opción contemplaría, al verla su-frir, al verla gritar al ver como se
retorcía del dolor al estar poseída. Yo la salvé, la libere de su dolor la
ayude con todo el amor que siempre le ofrecí.

Ella empezó a cambiar desde que mi ser penetró en ella, lentamente
su humor fue cambiando, dejó de ser la mujer amable, la cariñosa y se
fue transformando en un demonio impredecible, irascible y enfermo, no
solo eso su cuerpo también empezó a cambiar, creciendo yo notaba
lentamente como era poseída como ella misma desaparecía, así
durante los meses siguientes.

En la madrugada de ayer no pude ver más su sufrimiento observe
como gritaba, como de su cuerpo hinchado empezó a brotar agua con
sangre, su rostro reflejaba el gran dolor que sentía, yo no podía ver
más esa criatura en la que se había convertido, por eso tome mi
almohada y la cubrí mientras oraba a mi padre que la liberara, oraba,
lloraba, pedía a Dios la libertara, y en el nombre de Jesús salió de ella
ese demonio, llorando y unido a ella por medio de un cordón que salía
de su ombligo. Yo continué cubriéndola hasta que dejo de moverse y
noté en su rostro la paz que nuevamente volvió a ella. Como lo digo
señor Juez, yo no la maté, yo la liberé.






















Scherezade

Algo que me divierte de la naturaleza humana es encontrar el mayor
objeto de deseo en lo que casualmente en algún momento ha sido
prohibido.

No puedo evitar que me haga falta, los momentos con ella son siempre
rápidos y no por el hecho que sean cortos, se me hacen así porque
ella posee una gran magia en su pre-sencia la cual hace que el tiempo
se desvanezca; aunque no por eso sea efímero por el contrario muy
valioso; hoy está sentada a mi lado, su cuerpo cambia de colores y las
som-bras causadas por el televisor hacen que su cuerpo describa
movimientos inexistentes, los cuales no me dejan despegar mi mirada
de ella, pero no como en la película proyectada, donde obligan al
protagonista a observar un video mientras sus ojos son abiertos con
pinzas, no, yo lo hago voluntaria-mente cosa que encuentro muy
divertida ya que recuerdo cuando era prohibida para mí, su presencia,
su olor e incluso mirarla no era permitido.

Ella es una trampa para los sentidos, una muy disfrutable, comienza
de una manera inofensiva, envolviéndome con un olor suave a piel
joven al sol de un verano donde nos reuni-mos a hacer asado, a eso
es su olor a carne bien preparada la cual es casi imposible no tocar,
allí sé que he caído cuando mi tacto siente su piel, suave, firme, tersa,
un poco húmeda sin llegar a ser desagradable o pegajosa; observo su
piel y su cuerpo involucrando mi tercer sentido, cayendo
definitivamente en su trampa y sin oportunidad de poder es-capar mis
ojos la recorren empezando por sus labios grue-sos, completamente
rojos, mechones de su corto cabello caen sobre su rostro y las luces
del televisor ocasionan som-bras en este las cuales hacen que mi
mirada se pierda con cada movimiento, su voz sella el trato
encantando mis oídos haciendo que pierda la noción de la película o
algún otro sonido, solo retumba en mis oídos su voz y su sonrisa, la
cual estoy seguro jamás olvidaré.

Mi gusto es el último en caer, al sentir el sabor de sus labios, de su
lengua y porque no decirlo las pocas gotas de sudor que se formaron
sobre su labio superior, su sabor es único y me envuelve hasta
hacerme perder la noción del tiempo.

La película ha terminado, una vez más la luz del sol me devuelve a la
realidad, en la cual ella ha logrado de nuevo que el tiempo vuele y al
igual que Scherezade sobreviva una noche más.
Mateo

En la terraza de su casa podía broncearse completamente desnuda sin
problema, estaba segura que nadie podía verla desde las casas
cercanas, era su momento, su secreto y el día era perfecto para
disfrutar del sol, de su compañía y una música suave que le permitiera
relajarse.

Aunque se había asegurado que nadie la viera, yo podía ha-cerlo a
través de una pequeña ventana que hacia la función de respirador
ubicada en mi baño; aún recuerdo ver su cuerpo brillar bajo los rayos
del sol, la toalla que tenía en su cara para taparte del sol y la seguridad
de mi escondite me permitían observarla sin recato, ella estaba tan
ensimismada que no se percató cuando él se acercó dando vueltas
cerca de ella, como si la estudiara, como si pensara en su olor y su
cuerpo.
Su nariz fría la asustó, hizo que todo su cuerpo reaccionara y la sacara
de su trance, pero no impidió que Mateo conti-nuara simplemente
movió su cabeza para observar como concentrado la miraba mientras
con su lengua la relamía sin recibir ningún tipo de escarmiento ni
reprimenda, ella abrió más sus piernas invitándolo a continuar.

Observe como ella acomodaba su cuerpo, como reaccio-naba ante
cada lengüetazo y permitía que estos continuaran mientras entre
suspiros recibía el aire del día; Mateo no so-portó más su instinto
animal lo domino y sin pensarlo subió sobre ella, quien sin detenerlo
solo lo ayudo para evitar que sus uñas la lastimaran.

Su placer fue ascendiendo, yo podía observar todo, en es-pecial el
momento en que sus suspiros y gemidos dieron paso a un grito de
desesperación cuando Mateo infló su glande y la amarró como si se
tratara de una hembra de su especie.

Muñeca

Observaba complacida sus grandes y vidriosos ojos casta-ños
intentaba buscar en ellos su reflejo, sin éxito; - ¡demo-nios!, mascullo
entre dientes mientras continuaba mirando extasiada sus grandes
mejillas, antes rosadas, - eres muy hermosa. Mi esposo tuvo toda la
razón en haberte buscado; dijo con un destello de lágrimas en sus
ojos.

Le movió la cabeza observando cómo cerraba los parpados al hacer
este movimiento, retrocedió de inmediato y volvió a poner esta en la
posición inicial, quería ser observada, no podía hacerlo si ella cerraba
los ojos, notó al moverla como sus labios se entreabrían, ofreciéndose
a ser besados, deli-cadamente se acercó a ella y roso sus labios con
los propios, los sintió fríos, sin ánimo, sin fuerza, entusiasmada por el
acto y por su deseo fue un poco más allá, la beso con pasión e
introdujo su lengua; sintió una sensación extraña, entre deseo, asco y
repulsión por el sabor a cobre que sintió, no pudo evitar soltar una
carcajada – ¿mi esposo te besaba así? ¿Siempre tuviste ese sabor?
Dijo en voz alta mientras aca-riciaba su cabello rubio, el cual la dejo
ensimismada pen-sando en su apariencia, una idea ilumino su rostro
mientras sus dedos ágilmente se entrelazaron empezando a tomar
mechones, acariciándolos, sintiéndolos delicados y suaves entre ellos,
inició así una trenza, ágilmente tejía su cabello, sentía como su
corazón se aceleraba y se entusiasmaba aho-gando en su boca una
sonrisa, aunque no podía contener el brillo en sus ojos – maldita sea –
gritó al darse cuenta como sus dedos habían manchado el cabello
rubio de ella, su tro-feo, su muñeca, se llevó los dedos a la boca
sintiendo de nuevo ese sabor, el asco recorrió por completo su cuerpo
haciéndola sentir arcadas, se contuvo respirando lenta-mente, sin
embargo el olor penetró por su nariz comple-tando la sensación sin
poderse detener soltó la cabeza que había cuidado tanto llevando
ambas manos a su boca para evitar expulsar el contenido de su
estómago. – ¡¡¡maldita sea!!!- gritó esta vez observando su obra
manchada por la sangre que había en el suelo.

Levantando la cabeza manchada a la altura de sus ojos la observa con
rabia mientras dice: -Al fin y al cabo eres solo una amante más, mi
esposo observará al llegar mi altar de muñecas, tú mereces esta
apariencia, así, manchada, al final siempre fuiste la más sucia.

Narciso

Mis gustos, deseos y preferencias con respecto al tema son un poco
diferentes, si tomas el tiempo para comprenderlos podrás encontrar en
ellos mejor placer y confidencialidad que en cualquier otro espacio,
simplemente hablo de una real intimidad, una verdadera conexión.

¿Taparte los ojos? No, definitivamente mi narciso necesita que mires,
necesito luces encendidas para que puedas ver mi rostro, no quiero
que imagines a nadie más, soy yo quien te está provocando, yo soy a
quien debes recordar; ¿ama-rrarte las manos? ¡Jamás! necesito que
me des el control no obligarte a hacerlo, mi ego requiere de tu
diligencia no tu resistencia y nunca obligarte, por el contrario, que seas
con-sentida; ¿golpearte? ¡Nunca! Mi placer está en observarte, en ver
como se expande cada uno de tus poros, en sentir como tu piel deja
salir tu olor, como tu sudor te refresca, pero no necesito golpearte,
amarrarte o vendarte, te deseo libre de huir y así mismo tener la
seguridad de que no vas a querer hacerlo.

Te repito, en este tema prefiero que sientas que tengo el control, desde
que llegaste, desde que probaste esa bebida con sabor a cobre, desde
que viste en mi mirada tu reflejo ya que no podías encontrar nada más
en un ser sin alma, estás acá porque sabes lo que va a ocurrir y en el
fondo lo deseas, arrancaré de ti tu existencia y me entregarás tu ser
con gran placer, prepárate, es hora que inicie nuestro ritual, que
pruebe por completo tu cuerpo y te conviertas en lo que siempre he
deseado.

Petit Morte

Y si de la pequeña muerte debo hablar puedo decir que he disfrutado
de ella en varias ocasiones, diversas oportunida-des y diferentes
lugares, al fin y al cabo, dicen que en la variedad está el placer, lo que
desconocía por completo era que una de estas experiencias la viviría
directamente en el infierno.

Vivía rodeado del paraíso, arena, mar, suave brisa, palmeras y
hermosas mujeres que paseaban semi desnudas, sin mayor
preocupación que disfrutar de su temporada de vacaciones, allí la
encontré su piel morena brillante me atrajo, el sol del atardecer
resaltaba su color azabache y sus rojos labios, tan lejana, tan
provocativa, tan brillante; debía acercarme a ella, debía hablarle,
deseaba contemplar sus labios un poco más cerca, a milímetros de mi

No recuerdo bien cuanto tiempo pasó o que ocurrió desde que la vi por
primera vez, lo siguiente que pude ver fue sus grandes ojos negros
brillando sobre mí, observando direc-tamente mis gestos y sonriendo
cada que notaba mi cara de placer; el calor de ese lugar era
demasiado fuerte, jamás lo había sentido de esa manera, sumando a
esto el peso de su cuerpo y la presión de sus cavidades oprimiendo mi
cuerpo hacían que mi vista se nublara en cada instante; notaba en su
sonrisa una capacidad de envolverme y excitarme de tal manera que
solo podía contemplar su boca mientras su piel se derretía sobre la
mía, su sudor caía como gruesas gotas de chocolate sobre mi cuerpo,
mojándolo, fundiendo su su-dor con el mío y despertando en esta
mezcla un fuerte olor a almizcle y chocolate, de repente sus piernas
comenzaron a temblar provocando que mi cuerpo se rindiera ante ella
y estar a punto de desmayar; no podía más debía controlar esta
situación cambiando de posición.

Poniéndome sobre ella podía contemplar su parte trasera que se
elevaba como dos negras montañas sudorosas y tem-blorosas, ella
seguía derritiéndose ante cada embestida pro-vocando sonidos que se
mezclaban con la música clásica que elegimos de ambiente, la cual se
adecuaba de manera perfecta a su forma de comunicarse entre
gemidos, entre ellos pude escuchar un pequeño ruego con sabor a no
pares, el cual recibo como una orden, tal vez hipnotizado por el calor
de la habitación, la falta de aire y el cansancio que se hacía presente
por medio de micro desmayos, continuaba, pero mi cuerpo no podía
más, sentía ante cada movimiento como se hacía inminente la
presencia de la pequeña muerte.

Ella se derritió por completo se deshizo en pequeñas gotas convertidas
en chorros, yo no pude más, mi cuerpo se rindió y caí desmayado, si
en ese infierno debía morir hoy, lo haría más que complacido y así, sin
poder detenerme a pensar, me entregue por completo.

Al abrir mis ojos la brisa del ambiente golpea mi rostro, ella está allí,
parada a lo lejos, me mira y sonríe y en sus ojos hay un reflejo de esa
pequeña fantasía que quizá no sucedió
Propósito

Los golpes no significaban nada para ella, el moretón en su mejilla no
dolía, aceptaba que era justo tenerlo y exhibirlo orgullosa como
consecuencia justa de su comportamiento, nada le causaba más
felicidad que atender y satisfacer a su padre y sus hermanos; ellos
cuatro hombres le ofrecían todo, comida, casa, vestido (aunque este
último no lo usara tanto), a cambio los atendía como ellos lo merecían
y como había aprendido desde pequeña “solo sirves para eso” era lo
que escuchaba desde niña, desde aquella vez que le demos-traron su
amor y los cuatro la besaron y tomaron hasta que cada uno logró
satisfacer sus deseos.

Juliana era joven, poseía una admirable belleza natural que no era
atenuada por los golpes, su psiquiatra no podía creer lo sumisa que
era y lo natural que tomaba el maltrato como algo merecido.

-Conoces tu virtud, ¿por qué no me la demuestras? Preguntó el
mientras la observaba, ella sin dudarlo comenzó a reti-rarse el vestido
mostrando así sus pechos que tenían algunas heridas causadas por su
uso. Él la detuvo.

– No hagas eso, no es necesario.
- Pero es mi virtud, solo sirvo para eso.
- No ya no.
De vuelta en su habitación Juliana encontró las sabanas re-vueltas, vio
en ellas la manera de encontrase a sí misma, hizo un nudo fuerte con
ellas y colgándose escapó para siempre. Su nota decía, ya no sirvo
para eso y es mejor dejar de vivir a tener una vida sin propósito.

Víctor y Felicia

Víctor es un hombre fuerte en todos los aspectos, en cada
entrenamiento diario se convence más de eso, ha transfor-mado su
cuerpo por completo dejando atrás aquel joven in-seguro y ansioso
que era objeto de burlas que destrozaban su autoestima; este día en
especial se siente muy bien con-sigo mismo, aprendió a aceptarse tal
como es gracias a el continuo coqueteo que recibe y por ello siente
que ha to-mado la decisión adecuada.

Víctor es un hombre fuerte, es el centro de atención en los lugares
donde asiste impactando a primera vista causando una gran primera
impresión, su sonrisa es cautivante y su mirada decidida, por esa
razón siempre se puede encontrar en los mejores lugares y es invitado
a todas las fiestas, es un hombre sociable, seguro de sí mismo, atrás
ha quedado aquel hombre al cual su madre le daba comida en grandes
cantidades para que creciera grande y fuerte.

Víctor es un hombre fuerte, lo demuestra siempre y en cada
oportunidad; en especial cuando viste con esa lencería sexy que usa
en las noches, cuando se convierte en Felicia.

Esta noche es especial para él, era la primera vez que se presentaba
directamente en público y en compañía de su amigo Pedro había
quedado de encontrarse con otras seis personas en el bar para
organizar con ellos un banquete algo particular.
Había perdido todos sus miedos, aquellas risas de todos los que años
atrás lo acusaban de no ser demasiado hombre al no compartir con
ellos los juegos en los que rivalizaban unos con otros, y cambiar estos
por la compañía de niñas, habían quedado solo como un recuerdo;
Víctor nunca se sintió mal con las compañeras, se sentía aceptado y
valo-rado por lo que era en su interior, de igual manera nunca dejo de
sentirse hombre, ni en ese momento ni ahora.

Aquella noche el banquete estaba servido para los dos, era la
oportunidad que el necesitaba para presentarse en público como
Felicia y esperaba sin reparo ser devorado por aque-llas personas que
de mutuo acuerdo, habían convenido dis-frutar sin remordimientos ni
cuestiones.

Se observó detenidamente al espejo, admiro su cuerpo bien formado,
aquel que tanto había trabajado para lograr una piel tersa, unos
músculos firmes y una figura envidiable por todos, tomo el panty rosa
que tanto había admirado en el momento de comprar, sintió su
delicada textura y su fina y suave tela, los vistió empujando su
pequeño pene hacia abajo escondiéndolo en medio de sus piernas, no
le pareció incomodo porque gracias a la medicina que tomaba desde
hace tantos años, su pene no sentía ninguna sensación.

Pinto delicadamente sus labios y aplico crema en todo su cuerpo, la
preparación para la noche debía ser especial, sin dudarlo envió una
foto a Pedro para seducirlo y demostrarle que sin importar lo que
pasara esa noche, el continuaría siendo únicamente suya.
La noche transcurrió tal como lo habían soñado, los besos de esos
hombres sobre su cuerpo la hacían sentir especial y sentía que
siempre y a pesar de la distancia sus ojos se en-contraban con los de
Pedro, sus miradas eran cómplices y ocultaban a los demás su
secreto, a Felicia la idea de salir por completo del closet la excitaba
dejándola mostrar sus mayores encantos, exponiendo su esencia ante
los presen-tes; Pedro, por su parte, disfrutaba el paisaje eligiendo sin
reparo su siguiente compañero compartiendo su placer con ella
mientras observaba detenidamente todas sus expresio-nes en las que
revelaba el éxtasis que sentía en el momento; Felicia no podía
detenerse, su sed era insaciable y disfrutaba en exceso del manjar
preparado por los dos acaparando este a tal manera de sumergirse en
exclamaciones, fluidos y sen-saciones, era su primera vez, su primer
banquete y su pri-mera orgia, disfrutaba de estos cuerpos dispuestos
por com-pleto para ella.
Solo su placer fue importante olvidando a Pedro y de esta manera se
rompieron acuerdos y pactos previamente esta-blecidos, dando lugar a
los calores del momento que termi-naron derribando las barreras de la
ensoñación, logrando que este primer banquete terminara en una
pequeña cena privada.
Al fin de la historia fueron solo los dos, quienes pudieron degustar y
quienes merecían por encima de cualquier acuerdo un momento de
entrega total, fuera de toda gula y deseo malintencionado. Al fin de la
historia solo la imagi-nación jugo con ellos ofreciendo dos experiencias
iguales y a la vez tan diferentes, que desafían las imágenes de
géneros predefinidos.
Ligth my fire

Y así, inesperadamente sus ojos se pusieron en blanco, le-vanto la
mirada al cielo mientras abría sus labios y su boca exhaló un suspiro
que se convirtió lentamente en un largo grito, agarro su cabello con
ambas manos tocando su cabeza y, como temiendo perderla se
apretaba fuerte, cerro sus ojos y se entregó por completo al éxtasis,
sus labios cambiaron de expresión convirtiéndose en una gran sonrisa,
lo miro con sus ojos grandes, brillantes en los cuales se notaba la
humedad de unas pequeñas lágrimas, sus mejillas rojas acentuaban
aun el color de sus rizos que caían sobre su ros-tro despreocupados
de la situación, ella se sentía libre y se notaba en su expresión, podía
simplemente ser ella, disfru-tar y vivir el momento.
El sonriendo se acercó a ella, la beso lentamente y sintió cuando lo
atrapo en un fuerte abrazo, sintió su piel caliente y el ritmo de su
corazón acelerado, muy diferente al suyo, el cual, aunque si estaba
agitado, no llevaba el mismo ritmo, ambos palpitaban diferente,
irregular; la radio cambio la canción como si fuera algo planeado y el
sonido de los acor-des iniciales cazaba a la perfección con el tempo de
sus la-tidos, los acordes iniciales de “ligth my fire” causaron en él un
efecto efusivo, se separó de ella para subir el volumen de la canción;
ella a su vez se puso de pie en la cama y co-menzó a bailar al ritmo de
la música, acompañando la mú-sica tanto como le era posible, movía
su cabeza de un lado al otro y saltaba mientras sonreía, su cerebro
explotaba do-pamina con cada movimiento y esta se expresaba en sus
movimientos, el, observándola, encendía un cigarrillo que el mismo
había hecho recordaba cada momento a su lado, desde que la conoció
en ese lugar tan familiar, ya que fre-cuentemente lo visitaba, sin
embargo nunca la había visto antes, ese día no asistió a allí con la
misma emoción, su vida estaba en picada a causa de la quiebra que
recientemente había sufrido, sin embargo la mirada de ella le devolvió
la esperanza, le causo tanta paz que deseó en su corazón no
separarse nunca de ella.
- ven baila conmigo – dijo ella estirando sus manos mo-viendo sus
dedos invitándolo, el sonriendo movió su cabeza como señal negativa
mientras daba una calada a su cigarri-llo.
- Sabes que tengo que dejarte hacerlo sola, prefiero ver como disfrutas
de tu placer.
Sus miradas se cruzaron, el fumando, ella bailando; el deseo se
apodera nuevamente de sus mentes, tan influyente que sus cuerpos
no podrían esperar, se miran fijamente y sus pensamientos los atraen
aún más, él la mira como si fuera única, la ve tan perfecta que solo
desea admirar, por lo tanto ella entre solloza e inquieta corre hacia él,
la expresión de sus ojos dice más que sus palabras eso que calla es
quizá su más grande secreto pero no quisiera arruinar el momento, lo
hace subir con ella a la cama uniendo sus labios en un profundo y gran
beso, sus brazos lo atenazaron y el a su vez, soltando el cigarrillo, la
abrazo y levanto en el aire tomán-dola como su muñeca, sintieron en
ese beso como se encen-día la llama, como el calor invadía sus
cuerpos y el sudor empezaba a salir de sus poros para refrescarlos, el
calor del momento los embriagó, el olor del ambiente cambio y al
terminar la canción la llama los envolvió consumiéndolos y uniéndolos
para siempre.

Una noche

Caminaba más rápido a cada paso, no tenía ningún lugar hacia donde
ir pero se apuraba para evitar que la lluvia que ya había cubierto la
mitad de su cuerpo terminara por mo-jarlo completamente para ello
cubría su cabeza con el ma-letín de mano donde guardaba sus “cosas
importantes” lo único que rescato de su vida pasada y que lo
mantenían aún vivo; la lluvia caía cada vez más fuerte y el ruido de
cada trueno lo asustaba, miraba hacia todos lados como si sin-tiera
que alguien lo perseguía, sin embargo las calles esta-ban
completamente solas y de ninguna ventana cercana se asomaba algún
rostro humano, la iluminación de las calles lo tranquilizaban porque
podía ver todo el camino que es-taba recorriendo, su ropa
completamente mojada se pegaba a su cuerpo haciendo que sintiera
el frio del viento; co-menzó a correr con el ánimo de encontrar algún
lugar donde refugiarse, la velocidad de su huida podía ser comparada
con la de las lagartijas que corren cuando ven alguna ame-naza, de
hecho parecía una sombra que desaparecía al en-cender la luz, la
lluvia cubría sus pasos su rostro derramaba goteras y su cabello cubría
su frente y parte de sus ojos, el con una mano sostenía el maletín
sobre su cabeza y con la otra se limpiaba la cara para poder observar
a través de la fuerte tormenta.

Volteo la esquina corriendo siempre a su derecha observo una vez
más hacia atrás cuando las luces de un automovil iluminaron su paso,
se detuvo para observarlo pasar despa-cio a su lado, sin poder ver
hacia su interior, el miedo se apodero de él y corrió más rápido
olvidando la poca visibi-lidad que tenía, por eso mismo tropezó con
algo que lastimo su pierna y cayó de bruces al suelo soltando el
maletín, el cual afortunadamente no se abrió. Se levantó con fuerte do-
lor en la pierna que lo hacía cojear - lo que me faltaba – dijo
lamentándose mientras recogía el maletín miro a su derecha y vio una
casa abandonada, con algunos vidrios rotos y la puerta completamente
clausurada por algunas tablas clava-das, tenía mal aspecto, las
paredes estaban llenas de grafitis y en la puerta había una cruz al
revés acompañada por una estrella de cinco puntas pintada de rojo
sobre la madera roída y desgastada, aun así, no le importo su estado
por que para el significaba refugio.
Se acercó a la ventana y uso su maletín para romper más los vidrios
hasta lograr un espacio suficiente para poder entrar, metió su cabeza y
observo lo que esperaba, un lugar con techo donde pasar la noche; un
nuevo relámpago ilumino el lugar y en menos de un segundo pudo ver
el piso mojado y algunos cartones tirados, también logro ver que no
caía agua, deslizo su cuerpo usando el maletín para acolchar su paso
y en poco tiempo logro pasar por completo; suspiro aliviado y abrazo
su maletín mientras se sentaba acurrucado en el piso.
No sabe cuánto tiempo lloro abrazando su maletín, aunque sentía que
había pasado el suficiente; la lluvia paraba ni menguaba y entraba por
la ventana sin consideración, sus ojos ya se habían acostumbrado a la
oscuridad y gracias a eso pudo ver al frente suyo unas escaleras que
llevaban a un segundo piso y por las cuales bajaba un rio de agua
turbia, completamente negra que llenaba el piso donde él estaba
sentado, aunque su color podía ser por la poca luz, se le-vantó y se
acercó a ellas, sintió de nuevo el frio helando sus huesos al ponerse
de pie y empezaba a temblar, miro hacia arriba de las escaleras y vio
las nubes rojas, enojadas, y en-viando hacia la tierra toda su agua, un
relámpago ilumino el cielo e instantes después escucho como el trueno
retumbo por toda la casa, como si el rayo hubiera caído ahí en ese
preciso lugar, grito para sí mismo, y miro a su alrededor, nada había
cambiado, pero él sabía que no podía subir si su intención era no
mojarse más en una segundo piso sin techo.
Camino a su izquierda, pero al apoyar el pie recordó el dolor que tenía
en su pierna por la caída, un nuevo trueno se es-cuchó fuera de la
casa y este apagó todas las luces, deján-dolo en completa oscuridad,
el detuvo su paso y apretó fuerte el maletín, el frio recorrió todo su
cuerpo aumentando su sensibilidad y el dolor de su pierna lo que lo
obligo a arrodillarse, recordó la botella de ron que traía dentro, abrió el
maletín rogando por no haberla quebrado, afortunada-mente no había
puesto la combinación ya que el dolor de su pierna, el temblor de sus
manos y la completa oscuridad que lo rodeaba no habrían permitido
que lo abriera; a tientas en-contró la botella y sin pensarlo la abrió y
llevo a la boca, tomo un gran sorbo y sintió como su contenido
quemaba su garganta calentando su interior, sintió un alivio al ver que
su temblor disminuía y dio un nuevo sorbo esta vez más largo, hasta
que sintió que su cerebro despertaba, sintió de nuevo propiedad en su
cuerpo y se preguntó porque había pasado dos años sobrio, porque
había abandonado la bebida si siempre había sido la única que lo
había acompañado desde sus años de universidad.
Su mente recordó aquella primera cerveza que había to-mado cuando
era niño, en el momento que su padre se la ofreció diciéndole que era
la bebida de los grandes y él ya era un hombre grande que tenía que
ver por sí mismo, por su familia, crecer y tomar las riendas de su
hogar, ese sabor agrio de la cerveza recorrió su garganta al mismo
tiempo que su padre reía y le decía que ya era todo un hombre.
Recordó también cuando estudiaba psiquiatría y el sabor de la ginebra
hacían más agradable las continuas lecturas y to-dos los libros de
fobias que debía leer, comprender y aprehender; sus ejercicios
mentales eran mucho más lleva-deros con vodka y sus noches eran
más calientes con ron.
- ¿Hasta cuándo vas a seguir tomando? – preguntaba ella con una
cara malhumorada su ceño fruncido y algunas lá-grimas en sus ojos.
-No lo sé realmente, no tengo ningún problema con la be-bida. –
contestó el sonriendo y dando un nuevo sorbo a su cuba libre recién
preparado. – ¿por qué no tomas una copa conmigo y celebramos?
- Los estudios han terminado, mañana recibo mi título de psiquiatría
forense y cuento con un trabajo que me hace fe-liz, además de tu
compañía, tengo muchos motivos para ce-lebrar y disfrutar, ¿no te
parecen suficientes casi 10 años de quemarme las pestañas? Ven
toma un trago conmigo y ce-lebremos.
-tienes un problema con la bebida Albert, acéptalo- respon-dió ella
mientras se acercaba a retirar el vaso de su mano.
-El único problema sería que se terminara – rio él mientras daba un
sorbo a su bebida.
Sonrió en su soledad y oscuridad, tomo la botella con fuerza y bebió
de nuevo hasta terminarla, el calor lleno su cuerpo y lo hizo sentir
valiente, tomo la botella por el pico y la rompió contra el suelo, ahora
podía contar con un arma.
- ¿Hay alguien ahí? – grito y agudizo su oído para escuchar solo el
sonido de su propia voz como respuesta; tomo el maletín con su mano
libre y camino decidido hacia la oscu-ridad; El dolor de su pierna
izquierda lo hizo regresar a la realidad, sintió por primera vez el calor
de su propia sangre que ba-jaba por su pierna, el pantalón
completamente mojado no había dejado que se percatara de esto
antes, soltó el maletín y se palpo la herida, sintió la hinchazón que
tenía y el dolor que producía, pero al examinar bien su pierna noto que
no tenía fractura, uso la botella para rasgar una parte de su ca-misa,
ahora sucia y embarrada, y se amarro la herida fuerte por encima del
pantalón para evitar que siguiera sangrando, concentrado en su pierna
escucho la voz de ella que le decía: – por favor deja ya de beber,
lamentaras cuando pierdas todo- levanto la mirada, había escuchado
esa voz realmente, provenía de la oscuridad al interior de la habitación.
- ¿Qué haces aquí? ¿Dónde estás? No te veo, grito Albert a la
oscuridad mientras empuñaba fuerte el cuello de la bote-lla despicada,
fijo su vista por un largo tiempo para acos-tumbrar sus ojos, un nuevo
relámpago ilumino todo por un segundo permitiendo ver la habitación
vacía a excepción de una puerta cerrada al final de esta.
Concentro su mirada hacia el lugar donde estaba la puerta, la lluvia al
fin había disminuido permitiendo que Albert solo escuchara algunas
gotas desde la calle y el ruido de los autos al pasar por la calle, la cual
sentía ahora tan lejana.
Freno el auto de repente a unos pocos centímetros de ese hombre alto
que se había atravesado en su camino – acaso no ves le gritó – Albert
nervioso lo miro directo a los ojos, y en ese momento pudo ver que no
tenía pupilas y sus ojos completamente negros, incluso la esclerótica,
lo miraron di-rectamente, tocando su alma; saco la mano por la
ventana en señal de disculpas y esperó que el transeúnte continuara
su camino; su mirada profunda se fijó en el cómo reconociéndolo,
inclino la cabeza y continuo, Albert respiro pro-fundo, saco de su
bolsillo la pequeña botella de ginebra que mantenía siempre con él y
bebió su contenido antes de con-tinuar.
¡La botella! Recordó Albert metiendo la mano al bolsillo derecho donde
siempre la había tenido, la tomo y la sacudió, vacía, había dejado de
llenarla hace dos años, sin embargo, nunca dejo de cargarla, se sentía
seguro con ella.
Para evitar tropezar de nuevo gateo hasta la puerta, la cual estaba en
perfecto estado, lo que contrastaba con el resto de la casa, parecía
que hubiese sido puesta recientemente, tomo la perilla y la giro, esta
cedió y abrió la puerta sin re-sistencia alguna.
Asomo la cabeza por el pequeño espacio de la puerta a me-dio abrir y
sintió por primera vez el calor que provenía de su interior y un fuerte
olor a alcohol que emergía desde el final de las escaleras,
perfectamente visibles a pesar de la oscuridad, veía sombras moverse
en el interior y ruido de risas.
- ¿Hay alguien ahí? Grito mientras abría más la puerta para dar un
paso hacia adentro, asomo su cabeza tratando de ob-servar, un halo
brillante cubría las escaleras, tal como si flo-taran en un espacio vacío,
era lo único que se podía ver en la completa oscuridad, parecía un
fantasma flotando sin nada que las sostuviera.
El sopor del calor no le permitió reflexionar ante lo extraño de las
escaleras que bajaban al piso inferior, tanteo la pared con la mano
izquierda sin soltar el maletín mientras con la derecha sostenía la
botella por el pico apretándola fuerte, dio algunos pasos inseguros
bajando escalón por escalón,estos se apagaban una vez retiraba el
pie, impidiendo retro-ceder por esta escalera flotante, Albert siguió
bajando esca-lón por escalón, el frio desapareció de su cuerpo, el
dolor de su pierna igual, incluso pudo ver como su ropa se veía de
nuevo seca y limpia como en la tarde cuando salió co-rriendo de su
despacho.
-Es hora que te vayas – dijo su paciente observándolo di-rectamente a
los ojos con su mirada penetrante, Albert tem-bló al escucharlo
mencionar esas palabras, nunca antes ha-bía permitido que ningún
paciente le hablara de esa manera, tomo la foto de su esposa, saco
del escritorio la botella de ron que no había tocado desde hace dos
años y las guardo en su maletín, la tarde se oscurecía afuera, pero la
necesidad imperativa de salir de ese lugar lo obligaba a correr, abrió la
caja fuerte y tomo el contrato que había firmado dos años atrás, el que
pensó nunca tener que usar, guardo todo en su maletín lo cerró sin
poner la combinación, ajusto su saco y salió de allí sin mirar a su
interlocutor.
-Cancela todas mis citas de mañana- dijo a su secretaria y salió
rápidamente, miro su reloj mientras esperaba el ascen-sor, 7:15 pm, el
ascensor llego y subió sin mirar a nadie, el sudor corría por su frente,
su corazón palpitaba rápidamente mientras veía como los numero iban
disminuyendo, 9... su pulso se aceleró un poco, 8… recordó esos ojos
completa-mente negros que había visto hace poco más de dos años,
7… los mismos ojos que le habían ordenado hoy que saliera 6… vio en
su mente el cuerpo de su padre que yacía en la funeraria 5… la
sonrisa de ella 4… escucho a lo lejos un trueno mientras las luces del
ascensor parpadearon 3… es-cucho las risas nerviosas de las demás
personas en el ascen-sor, 2.., solo un hombre respiro fuerte detrás de
él, 1... Las puertas se abrieron y Albert corrió sin mirar atrás.
La lluvia caía fuerte y las personas se agolpaban en la salida del
edificio Albert se abrió camino pidiendo disculpas mientras ponía el
maletín sobre su cabeza y corría sin saber a qué dirección ir.
Dio un último paso y la escalera desapareció completa-mente y con
ella la iluminación del lugar, no había nada más que penumbra y Albert
guardo silencio, solo pudo escuchar el sonido de su propia respiración
la cual contuvo con el fin de agudizar su oído y sentir cualquier
movimiento mientras su ojos se acostumbraban; no escucho ninguna
gota del ex-terior, no escucho ningún paso, no escuchaba las risas, se
sintió por primera vez completamente solo, abrió la boca para gritar,
pero un sentimiento de temor lo detuvo cuando sintió un silbido.
Ella silbaba alegre mientras preparaba la cena de esa noche, había
ganado la beca por la que tanto había luchado y ma-ñana salía de
viaje, ese viaje tan deseado y esperado, Albert tomaba una copa de
Whisky sentado frente a ella mientras la observaba silbar concentrada
preparando la mezcla para sus spaguetis, su cuerpo siempre le había
atraído, en espe-cial sus nalgas tan redondas y firmes.
-Debes enviarme postales y fotografías de los lugares que visites- dijo
cuando ella giro su cuerpo con un plato de es-paguetis con queso
parmesano rallado y decorado con ra-mas de perejil.
-Esta es la última cena que te preparo antes de viajar, esta noche es
nuestra y debemos disfrutarla sin remordimientos; solo prométeme que
me esperaras sobrio, demuéstrame que soy más importante que tu
alcohol - él sonrió.
- Es hora de pasar al vino entonces, una noche especial no puede
serlo sin el vino adecuado, dame cinco minutos bajoa la cava por la
ultima botella que beberé antes de dejarlo hasta tu regreso.
Bajo las escaleras y mientras buscaba el vino la escucho sil-bar tan
claro como la escuchaba en este momento en la com-pleta oscuridad,
ya no sentía frio, ya no sentía el dolor de su pierna, estaba
completamente seco y a su parecer debía te-ner la ropa perfectamente
limpia, apretó más fuerte el ma-letín y la botella mientras fijaba su
mirada al lugar donde él pensaba provenía el silbido.
- ¿Hay alguien ahí? Repitió, aunque no escucho sus pala-bras, como
respuesta escucho risas de varias personas, po-día jurar que había
varias murmurando y riendo al fondo de la habitación, la cual en ese
momento estaba seguro que era la cava de su casa, sentía que tenía
las mismas dimensiones, incluso su olor y calor era el mismo.
-Si hay alguien ahí por favor responda – dijo de nuevo, aun-que sin
escuchar el sonido de su voz, apretó aún más fuerte la botella y
decidido camino con ella apuntando hacia el frente. – no puedo ver
nada, por favor respondan – dijo el con su voz algo temblorosa
mientras caminaba con la bote-lla picada apuntando hacia adelante
hasta que chocó contra la pared, despidiendo chispas que iluminaron
toda la habi-tación.
En efecto se encontraba en la cava, escuchaba el silbido ale-gre de
ella en el piso de arriba, mientras veía la variedad de vinos que había
en la pared, y la botella completa de caber-net sauvignon en su mano,
la cual fue su elección para com-plementar la noche.
-Puedo cumplirte un deseo, ¿qué quieres ofrecer a cambio de el? – le
dijo el hombre de ojos negros observándolo di-rectamente, debes
darme algo a cambio, hacemos el con-trato y una vez cumplas las
condiciones, te diré que salgas y recibirás tu deseo, una vez lo tengas
deberás darme lo que me ofreces, es un deseo sin ninguna restricción,
pero si de-bes cumplir, tienes que cumplir ¿que deseas?
Albert observó la cava iluminada, su ropa limpia, sin arruga la botella
de vino en su mano derecha y en la izquierda un maletín mojado, atrás
había quedado la habitación oscura, el, sin entender completamente lo
que pasaba volvió a re-cordar.
-Daria lo que fuera por solo una noche con ella – pensó, no tuvo
necesidad de decirlo, el hombre de ojos negros, aquel que se atravesó
en su camino hace unas horas y a quien casi atropella con el auto lo
sabía, sus negros ojos despidieron un reflejo rojo similar a fuego – ¿lo
que fuera? Pregunto sonriendo, sus blancos dientes atemorizaron a
Albert, pero no por eso se arrepintió.
- Si, lo que fuera, solo quiero otra noche a su lado.
- Concedido, solo debes firmar el contrato, yo te diré cuándo y tus
piernas te llevaran donde.
- Albert tomo las hojas que le entregó su interlocutor y co-menzó a leer.
Canje a términos exactos.
Por el que se detallan los términos y condiciones relativos al
intercambio que se realizara en las fechas indicadas una vez sean
cumplidas las circunstancias adecuadas, se reúnen los presentes
quienes en su propia representación y uso de todas sus facultades
mentales acuerdan:
1. El deseo del ofertante es: Pasar una noche a su lado.
2. La oferta es: Lo que fuera.

Los términos son aceptados y se requiere para su cumpli-miento las
siguientes condiciones. El ofertante deberá hacer una penitencia de
setecientos treinta días durante los cuales no beberá una sola gota de
licor, o cualquier tipo de bebida con sabor alicorado, aun-que no lo
contenga.
Cumplidos estos días y una vez recibida la orden, deberá salir
corriendo sin importar el lugar al cual se dirija, sus pies lo llevarán
directamente.
Deberá presentar este contrato en el momento de terminar la
transacción, esto incluye cumplir con la parte pactada y entregar “lo
que fuera” en el momento que sea solicitado.
La noche empezara a contar a partir de las nueve pm del día en el cual
sea contactado y terminara justo a las 3 de la ma-ñana.
Se declaran conformes y firman:
Encontró los espacios para firmas, tomo su pluma y firmo sin tener
objeción.
- ¿cuánto tiempo puedes tardar eligiendo un vino? Pregunto ella
mientras asomaba su cabeza por la puerta abierta, arriba de las
escaleras.
Albert abrió los ojos, y soltó por fin el maletín mojado que sostenía con
su mano izquierda, subió las escaleras y sin dejarla decir palabra la
tomo entre sus brazos y la beso sin que le importara nada más, sintió
su respiración y el calor de sus brazos alrededor de su cuello.
No se detuvo y puso sus manos sobre esas nalgas firmes y duras que
tanto le gustaban, las toco y retomo, no las había tocado en más de
dos años, cuando se despidió de ella pen-sando que algún día
volvería; ¡volvió! pensó el mientras la besaba y la sentía, ella por su
parte notaba la erección que rozaba sus caderas y pego más su
cuerpo para sentirla.
-Parece que me extrañabas - dijo ella suspirando mientras miraba sus
ojos encharcados en lágrimas. - No te imaginas cuanto – respondió
tomándola de la mano acercándose de nuevo para abrazarla y ver el
reloj detrás de ella que indicaba las 9:05 pm
La noche transcurrió rápida, comieron, jugaron, bailaron, rieron de
todas las historias que tenían para contarse, pasa-ron la noche
disfrutando el uno del otro a la luz de dos velas que encendieron para
hacer más romántico el ambiente; el veía sombras moverse en la
oscuridad y de vez en cuando sentía un susurro donde escuchaba “lo
que fuera” y con este recordatorio hizo a un lado todos los juegos para
volver a besarla.
Su beso fue cálido y húmedo sentía su deseo y notaba en su boca el
sabor a sexo que tanto esperaba, que hace tanto tiempo no sentía y
que necesitaba volver a tener la beso lle-vándola contra la pared y sin
permitir los movimientos de ella, la acaricio de la manera más ansiosa,
su cuello ofrecía su sabor y reanimaba la tentación, los gemidos cortos
de ella eran una invitación a continuar con sus movimientos.
Un rayo cayó a lo lejos Albert concentrado en el sabor de su piel no se
percató de la primera vela que se había consu-mido y del viento que
susurraba a su oído “lo que fuera” continúo acariciándola esta vez
arriba de sus piernas sin-tiendo el calor de su humedad, rozo su parte
íntima y un olor a almizcle mezclado con vino tinto inundo el ambiente.
Su ansiedad la hizo poseerla justo en el momento que se apagó la
última vela dejando todo el lugar a oscuras – Lo que fuera, ese es el
precio que ofreciste – ahórcala y cumple tu parte del trato - escucho en
su cabeza – NO – pensó el mientras continuaba besando su cuerpo
bajando hacia esas nalgas firmes y duras que tanto le gustaban. – Es
tu deci-sión, debes pensar muy bien antes de ofrecer la contrapar-tida
de un trato. Debes cumplir, tienes que cumplir. Escucho en su cabeza,
mientras su nariz y su boca se inundaban con la humedad de ella
embriagándolo más que cualquier licor que hubiera probado en su vida
– Ambrosia – pensó el – Absenta dijo la voz en su cabeza – ahórcala o
córtate el cue-llo - negocio con él la voz - no acepto un no por
respuesta ya tienes tu noche.
La acostó posándose sobre ella, quien completamente des-nuda y
dispuesta permitió que Albert la penetrara expul-sando un pequeño
gemido y suspirando mientras lo abra-zaba – no pares – dijo ella –
Ahórcala dijo la voz en su ca-beza.
Puso las manos alrededor de su cuello y apretó escuchando los
gemidos de ella, quien lo miraba directamente repi-tiendo que no se
detuviera – hazlo – ordeno la voz en su cabeza el oprimió un poco más
mientras continuaba con el movimiento de sus caderas acelerando el
ritmo y con la ayuda de ella quien se movía al mismo tiempo buscando
la cúspide de su excitación, el apretó un poco más mientras sentía la
humedad de su sexo y escuchaba como todo se iba llenando de sus
fluidos.
Un nuevo relámpago ilumino el lugar y Albert pudo ver como la
habitación se veía vacía, solo estaba el con un ma-letín en su mano
izquierda y una botella quebrada en su mano derecha, tomo esta y
llorando por el recuerdo vivido de lo ocurrido se la llevó al cuello.
El cadáver del doctor Albert, quien hace dos años por culpa de la
bebida había acabado con la vida de su esposa y quien se encontraba
huyendo desde entonces, fue encontrado en su casa al amanecer con
el cuello cortado y un maletín afe-rrado a su mano, donde había unas
hojas que decían repeti-das veces “solo quería una noche a su lado”

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