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TECNOFILIA VERSUS TECNOFOBIA:

¿UNA DISCUSSIÓN SUPERADA?

Cèsar Carreras Monfort (ccarreras@uoc.edu)


Grup Òliba – UOC (http://oliba.uoc.edu)

La tecnología de la información y la comunicación (TIC) se ha convertido


en los últimos años en un foco de deseos para unos y de decepciones
para de otros. Esta tecnología prometía conseguir todos aquellos sueños
inalcanzables que harían de nuestra vida un mundo ideal. Pero los
resultados no han sido, hasta ahora, aquello que se nos había
prometido. Y pese a que la tecnología se ha desarrollado para
facilitarnos la vida, para mejorar nuestras comunicaciones
interpersonales y potenciar el acceso a la información, aún parece
problemática y genera numerosas dudas entre los usuarios.

Tal vez sería necesario recordar la cita de Albert Einstein: “¿Por qué esta
magnífica tecnología científica, que ahorra trabajo y nos hace la vida
más sencilla nos produce tan poca felicidad? La respuesta es ésta:
simplemente, porque aún no hemos sabido cómo emplearla con acierto”.
Seguramente aún tardaremos años antes de aprovechar racionalmente
esta tecnología para que nos haga la vida más fácil, y no pase al
contrario. O tal vez no sea exclusivamente una cuestión de tecnología,
sino de mentalidades.

En el mundo de los museos, la incorporación de la tecnología es un


hecho aún más reciente, y por tanto el aprendizaje es más necesario.
Numerosas instituciones culturales desconocen el potencial de las
tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y qué pueden
aportar a la conservación, revalorización y comunicación de sus
colecciones, y piensan que el coste económico y humano es una barrera
infranqueable. Por esta razón, resulta indispensable difundir, en la
medida de lo posible, aquellas aplicaciones tecnológicas con éxito en el
ámbito del patrimonio, para que espanten los temores que puede
generar la introducción de las tecnologías.

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Inicialmente las tecnologías de la información y la comunicación
suponen una oportunidad para las instituciones de la memoria (archivos,
bibliotecas, museos), que no se puede dejar escapar. Una oportunidad
que comporta numerosos cambios tanto en la institución, como en su
administración y formación del personal. Sin duda, con las tecnologías el
protagonista es, aún más, el visitante, que participa más
interactivamente con el medio para hacer la visita a su gusto.

Nuestro país está incorporando las TIC en el ámbito del museos muy
lentamente comparado con los países de nuestro entorno. Existe un
problema de mentalidades, que seguramente se en el momento en que
la tecnología sea más conocida.

LAS AMENAZAS (tecnofobia)

Aunque mucha gente está de acuerdo en incorporar la tecnología en la


gestión, conservación y difusión de colecciones, todos defienden que
hace falta ser cauteloso, ir paso a paso y comprobar si las aplicaciones y
los programas obtienen los resultados deseados. Hay que buscar
soluciones a medida que comporten poco riesgo económico y humano, y
que no comprometan el futuro de la institución. Existen numerosos
programas como ODISEUS o DOMUS para gestiones de colecciones, que
provocan opiniones contradictorias, hay tal inversión de esfuerzos que a
veces parece difícil ver el beneficio. A pesar de eso las nuevas
tecnologías permiten soluciones a medida de poco coste, y escalables a
diversas necesidades. Sólo hace falta conocer el entorno y buscar una
respuesta racional a cada problema.

Uno de los riesgos que se relaciona con las tecnologías hace referencia a
los recursos humanos, como si las TIC pudieran poner en peligro los
actuales puestos de trabajo. Al contrario, las TIC no sustituyen ninguna
de las tareas que ya realizan los centros, sino que facilitan algunas de
ellas con mayor rapidez y calidad, y normalmente generan más trabajo.
Tampoco obligan a tener una formación informática, ya que gran parte
de las tareas a desarrollar es crear contenidos, que son generados por
especialistas, precisamente los museòlegs. Eso si, hará falta rellenar
plantillas con algún informático o tener apoyo informático externo

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(empresas, centros de I+D, Universidades) para completar la nueva
orientación tecnológica. Además, será necesario que alguna persona del
museo conozca aquello que permite la tecnología, de esta manera le
será posible pedir, exigir y comunicarse con los tecnólogos, ya que sólo
hay comunicación cuando dos hablan la misma lengua.

Gran parte de las aplicaciones TIC (p.e. conservación, educativas,


comunicación) requieren un mantenimiento continuado para que la
aplicación tenga éxito, por lo tanto genera bastante más trabajo del qué
existiría sin ella (p.e. mantenimiento de una web institucional).

Uno de los otros peligros que se citan a menudo es el excesivo coste


económico de su introducción, sobre todo con respecto a las
instituciones de pequeñas dimensiones. Por supuesto, todo resulta más
complicado para una institución de pequeñas dimensiones, pero la
misma tecnología permite trabajar en red, colectivamente entre
instituciones y, por lo tanto, compartir recursos y personal e incluso
permite recortar la distancia ante los centros de grandes dimensiones
(Geser i Mulrenin, 2002; Calimera, 2005).

Otro argumento negativo defiende que las TIC reproducen exactamente


los contenidos virtuales del centro, que harán innecesaria a la visita a la
institución. Aquí hay un problema de estrategia, no se trata de
reproducir exactamente el mundo real sino complementarlo,
proporcionando contexto o facilitando información difícil de obtener en la
realidad. No hay sustitutivo a una experiencia estética o social en la
visita al museo, que sólo se puede obtener desplazándose al centro.

Si que existe una problemática nueva que afecta a la difusión de las


colecciones y tiene que ver con los derechos de reproducción en la red
de Internet. Se trata de un problema complejo que pasa en el propio
museo, y que requiere de una nueva legislación, como se puede ver en
los conflictos existentes en la reproducción de música tanto en CD-ROMs
como en la propia red. Seguramente habrá que fijar diversos usos para
los materiales (p.e. imágenes, vídeos, textos) segun si son para
entornos educativos o son susceptibles de comercialización, así como las
formas de citar la autoría. Será necesario, por tanto, un esfuerzo de
toda la sociedad por redefinir cómo se gestionarán los nuevos derechos

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de reproducción ante una tecnología que hace difícil el control efectivo
de las copias y de su amplia distribución por todo el mundo.

Finalmente, algunos apuntan otro riesgo ante la introducción de las TIC:


que las instituciones se conviertan más en centros comerciales que en
gestores públicos del conocimiento, dado que las tecnologías permiten
ofrecer más servicios y productos. Si bien en algunos casos los museos
tienen pocos recursos económicos, y las TIC pueden aportar algunos
gastos nuevos, también es cierto que hace falta recordar que en nuestro
país los museólogos tienen una función social: la de formadores y
transmisores de conocimiento. Por lo tanto, hará falta primar la calidad
de los contenidos y la función educativa ante objetivos puramente
económicos. Ya hay instituciones culturales extranjeras como el
Canadian Heritage Information Network (http://www.chin.gc.ca/) con su
propio código deontológico de utilización de las tecnologías de la
información y comunicación.

GRANDES ESPERANZAS (tecnofilia)

Es evidente que una de las mayores aportaciones de las tecnologías de


la información y la comunicación en los museos es que con su utilización
se podrá ofrecer un mayor y mejor servicio a la sociedad. Permitirá
participar de forma más activa con las instituciones escolares, facilitar la
participación de gente joven y mayor, así como a las comunidades más
desfavorecidas (Calimera, 2005).

Ligado con este objetivo está el poder universalizar las colecciones,


incluso aquellas piezas y obras que permanecen en los almacenes o son
sumamente frágiles y que nadie las puede ver nunca. La reproducción
digital permite su preservación y facilita un acceso global, incluso a
aquellos objetos de difícil consulta (pe. documentos de archivos,
incunables). Una vez digitalizadas las colecciones se tienen que ubicar
en una base de datos con su imagen correspondiente, hace falta
describirlas y catalogarlas para una correcta gestión interna, de la
propia institución, o externa, para otras instituciones o para el público
en general.

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Se pueden abrir sus colecciones a través de representaciones en la red a
fin de que pueda acceder todo el mundo a cualquier hora del día y desde
cualquier punto. Si la función de todo museo es dar un servicio a su
comunidad, las TIC le permiten no tan sólo dar este servicio a la
comunidad local, sino a cualquier ciudadano del mundo. Con respecto a
este acceso universal, la experiencia de las bibliotecas, referente a las
bases de datos y a los estándares de formatos de archivos (pe. MPEG-7)
o etiquetados (pe. XML o RDF web semántica), resulta mucho más
adelantada que el de otras instituciones culturales.

Otro de los aspectos positivos de las TIC hacia los museos es que
permiten que éstos sean referentes de conocimiento en la red de
Internet, ya que cualquier documento o información procedente de los
museos se considera de la misma categoría que el de otros centros de
investigación o educación (I+D o Universidades). Uno de los grandes
problemas de Internet es generar contenidos de calidad e ir
discriminado todo aquello que no tiene fundamento, por lo tanto los
contenidos que proporcionan los museos pueden convertirse en
referentes del conocimiento y aprendizaje de la sociedad. Como se
puede observar, la función educativa del museo puede resultar todavía
más significativa en este contexto y por lo tanto tiene que coordinarse
adecuadamente con los centros pedagógicos locales (Delacôte, 1998).

Si bien la formación del personal se podía convertir en un inconveniente,


las propias TIC favorecen la superación de estas carencias mediante la
teleformación para actualizar conocimientos. Sin duda, una de las
aplicaciones con más éxito de las TIC es la formación continuada a
través de la red en cualquier horario y desde cualquier lugar. Incluso,
algunas instituciones están impartiendo sus propios cursos a través de
la red, tanto para otros centros como para público interesado en los
conocimientos que atesoran.

Otra ventaja es un mayor contacto entre el público y los gestores de la


institución a fin de que los museos se ajusten todavía mejor a las
necesidades del entorno. En ocasiones resulta difícil obtener la opinión
de los visitantes, pero el anonimato del correo electrónico o espacios de

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foro, facilita la comunicación con el centro. Por otra parte, la creación de
boletines o revistas virtuales permite fidelizar todavía más los visitantes.

Entre las mayores potencialidades de las TIC para instituciones de


pequeñas dimensiones está la posibilidad de crear redes de trabajo
cooperativo entre centros, que permiten combinar pericia, recursos
humanos y económicos. Este modelo permite incluso asesoramientos
especializados desde fuera la red (pe. conservadores) o de los centros
tecnológicos de I+D. Técnicamente no es demasiado problemático crear
estas redes, es más una cuestión de organización y de mentalidades. En
los países del Norte de Europa existen numerosas redes de trabajo
colaborativo (e-work) con resultados bastante espectaculares, si bien
requieren de mucha responsabilidad individual y solidaridad. En el Sur
de Europa está costando introducir estas experiencias, quizás por un
mayor grado de individualismo con respecto a nuestros compañeros del
Norte.

Como sucede en otros entornos, la aparición de las TIC ha favorecido la


desaparición de intermediarios innecesarios, en este caso del mundo de
la cultura. La presencia de la institución en Internet permite disponer de
un medio de comunicación propio de gran alcance, y por lo tanto una
relación directa entre centros y usuarios. Estas posibilidades todavía se
incrementan con la aparición de los aparatos nómadas (pe. móviles,
PDA, portátiles) y la tecnología sin hilos, que permite crear guías
digitales multimedia personalizadas a medida del visitante, tanto dentro
del museo como fuera.

Sin duda una gran aportación de las TIC es facilitar la contextualización


de las colecciones, recrear su contexto original para facilitar su
comprensión, o integrarlas como una aplicación interactiva lúdica.
Muchas de las dificultades que supone la contextualización en el mundo
real (pe. espacios, medios, costes) resultan sumamente simples y
económicas en el mundo virtual. En este sentido, lo que se conoce como
realidad virtual es una gran promesa de poder generar mundos pasados,
futuros, o bien imaginarios que faciliten la tarea de los museólogos al
mismo tiempo que comunican su mensaje.

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En este sentido en un mundo actual en el cual cada vez existe menos
comunicación entre personas y entre culturas, con el riesgo que eso
supone para la convivencia, las TIC permiten en los museos la
transmisión de valores universales, que favorecen el conocimiento de
unos por los otros. Esta era una de las ideas que defendía el filósofo
francés Pierre Levy (1998) sobre lo que podría ser la cultura en la red.
En este sentido, la creación de contenidos culturales en Internet desde
los museos ayudará a crear una memoria heterogénea y multicultural en
nuestro planeta, alejada del riesgo de homogenització cultural que
puede esperarse de la globalización económica. De alguna manera, las
instituciones de la memoria permiten difundir una visión global, desde
un punto geográfico y cultural concreto (local) al resto del mundo
(global).

¿DISCUSIÓN SUPERADA?

En la actualidad no nos podemos aislar de un mundo en el que la


tecnología está cada vez más presente en todos los ámbitos, desde en
casa al trabajo o en la educación; por lo tanto, más que estar a favor o
en contra de ella, hay que adaptarla a nuestras necesidades. Tal como
decía ya hace unos años en otro contexto Marshall McLuhan (1969): "El
medio, o proceso, de nuestro tiempo - la tecnología eléctrica, está
reformando y reestructurando modelos de interdependencia social y
cada uno de los aspectos de nuestra vida personal. Nos fuerza a
reconsiderar y reevaluar prácticamente cada pensamiento, cada acción y
cada institución previamente aceptada sin más. Todo está cambiando:
tú, tu familia, tu educación, tu vecindario, tu trabajo, tu gobierno, tu
relación con los otros. Y está cambiando dramáticamente".

Ante esta disyuntiva sólo podemos ir experimentando con el fin de


encontrar aquellas aplicaciones o experiencias más juiciosas para
nuestros museos. Ya hace años que la Comisión Europea financia
diversos proyectos de aplicaciones tecnológicas en el ámbito cultural
para reconocer las mejores oportunidades de futuro. Por otra parte
también ha creado grupos como Digicult (Geseer i Mulrenin, 2002) o
Calimera (2005) que se dedican a identificar las mejores prácticas

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tecnológicas en museos, bibliotecas y archivos para publicitarlas en el
resto de la comunidad.

Existen otros equipos de investigación nacionales que colaboran con


museos para experimentar en diferentes tipos de aplicaciones y ver la
respuesta del público ante estos cambios (Carreras, 2003). Uno de estos
equipos es el grupo Oliba (http://oliba.uoc.edu) de la Universidad
Abierta de Cataluña, que desde 1999 lleva a cabo una serie de
proyectos de aplicación tecnológica en Internet en colaboración con
diversos museos e instituciones culturales catalanas (Carreras y Munilla,
2005). El objetivo de la investigación no es tan sólo recrear una
aplicación tecnológica, sino favorecer al proceso de conocimiento de la
tecnología por parte de los museos catalanes, así como analizar sus
resultados a lo largo del tiempo.

En principio, muchos de los proyectos del grupo Oliba han tenido como
objetivo la generación de modelos teóricos a partir de las experiencias
prácticas, que pudieran ser exportables a diferentes instituciones con las
mismas características. En las experiencias se han valorado tanto los
aspectos puramente técnicos, como los aspectos referentes a los
gestores del museo que han trabajado en la aplicación, si realmente la
experiencia ha resultado provechosa y, sobre todo, cuál ha sido la
respuesta del público.

Con respecto al apartado puramente técnico, hay que seguir


experimentando siempre con las últimas innovaciones (pe. lenguajes,
estándares) para ver su adecuación o no en el ámbito de los museos, y
si su introducción supone una ventaja social o económica. Muchas de las
soluciones aplicadas en museos parecen idénticas a otras instituciones
de la memoria próximas como son bibliotecas y archivos, ya que una
vez digitalizado el objeto, sea libro o documento, su gestión y difusión
es idéntica. Éste es el caso del museo de la Historia de la Inmigración de
la Cataluña (http://www.mhic.net) que conforma parte de su colección a
partir de las historias de vida de los inmigrantes. Para favorecer su
recogida se ha creado una aplicación en Internet de un archivo digital, a
través del cual cualquier persona puede introducir su experiencia de vida
en cualquier formato multimedia (texto, imagen, vídeo, audio) que será
posteriormente validado por los gestores del museo (proyecto COINE -

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Cultural Objects in Networked Environments - IST-2001-32258 -
http://www.uoc.edu/in3/coine/cat/index.html). Todos los contenidos de
este archivo digital son igualmente accesibles para el público de Internet
a través de una serie de herramientas de búsqueda.

Actualmente muchos de los proyectos se enfocan con la voluntad de que


los museólogos puedan gestionar directamente sin dificultades gran
parte de los contenidos de la web de su institución, con el fin de que el
espacio sea lo más dinámico posible. Por lo tanto, se está trabajando
cada vez más en gestores de contenidos, o sea bases de datos
interactivas que permitan actualizar inmediatamente los contenidos en
la red. En este sentido, se están desarrollando aplicaciones para los
portales del valle de Boí (http://oliba.uoc.edu/boi) o para el Museu de
Lleida (http://www.museudelleida.net), que todavía tienen que
evolucionar mucho en el futuro. Estas adaptaciones son el resultado de
la respuesta de los propios museòlegs ante carencias en las primeras
aplicaciones realizadas.

Con respecto a la respuesta del público ante las aplicaciones


tecnológicas, algunos de los proyectos han supuesto una gran difusión
de las actividades de los museos, incluso años después de desmontar
una exposición presencial, como es el caso de la exposición "Aureum
Opus: 500 años de libros ilustrados" (http://oliba.uoc.edu/aureum) del
museo Frederic Marès, que todavía hoy es visitada virtualmente por una
media de 5.000 visitantes al mes de más de 40 países del mundo.

Aún hay que estudiar más la respuesta del público de Internet


(cibermetria), y qué perfil e intereses tienen. En muchos casos, el éxito
de los recursos en Internet ha sido vinculado a su utilización como
recursos escolares y universitarios, tal es el caso de la exposición
"Memòries de nuestra infancia|niñez: los niños de la guerra"
(http://oliba.uoc.edu/nens).

Últimamente se están analizando, también, lo que son aplicaciones


tecnológicas físicas en el propio museo, y se comparan con las
aplicaciones en Internet (proyecto ARACNÉ - PB-HUM2004-05067-
CO2/HIST). En algunos casos, aplicaciones similares pueden convivir en
ambos entornos, si bien en otros se tienen que adaptar sustancialmente

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cada una de ellas. De todas maneras, existe una tendencia a la
convergencia entre tecnologías, por lo cual habrá que ver cómo se
podrán realizar estas adaptaciones.

Como se puede ver, la discusión entre tecnofobia y tecnofilia cada vez


está más superada. Ya no se puede dejar de lado aquello que se está
produciendo a nuestro alrededor; al contrario, hay que estar enterado
de lo qué sucede y, sobre todo, disponer de bastante información para
seleccionar la respuesta más adecuada a cada institución y situación.
Por eso es fundamental que todas aquellas prácticas realizadas en
diversos museos sean conocidas por otros centros con todos los
detalles, positivos y negativos, a fin de que otros puedan aprender de la
experiencia.

Estamos ante cambios constantes de las tecnologías de la información y


la comunicación. Seguramente en el futuro utilizaremos otros programas
y aplicaciones, pero no por eso tenemos que esperar a que esta
dinámica se estabilice, porque no parece que eso se tenga que producir
(Veltman, 2005). En este sentido, hay que ir experimentando con las
nuevas tecnologías de forma colaborativa, con el objetivo de qué algún
día dejen de ser nuevas para nosotros.

Últimamente se están analizando, también, lo que son aplicaciones


tecnológicas físicas en el propio museo, y se comparan con las
aplicaciones en Internet (proyecto ARACNÉ - PB-HUM2004-05067-
CO2/HIST). En algunos casos, aplicaciones similares pueden convivir en
ambos entornos, si bien en otros se tiene que adaptar sustancialmente
cada una de ellas. De todas maneras, existe una tendencia a la
convergencia entre tecnologías, y habrá que ver cómo se podrán realizar
estas adaptaciones.

Como se puede ver, la discusión entre tecnofobia y tecnofilia está cada


vez más superada. Ya no se puede ignorar aquello que se está
produciendo a nuestro alrededor; al contrario, hay que estar enterado
de lo qué sucede y, sobre todo, disponer de bastante información para
seleccionar la respuesta más adecuada para cada institución y situación.
Por eso es fundamental que todas aquellas prácticas realizadas en
diferentes museos sean conocidas en otros centros con todos los

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detalles, positivos y negativos, a fin de que otros puedan aprender de la
experiencia.

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REFERENCIAS

CALIMERA (2005) Cultural applications: Local institutions mediating


electronic resources. Good practice guide. Brussels
(http://www.calimera.org)
CARRERAS, C. (coord.)(2003) “Patrimonio y tecnologías de la información:
bits de cultura”. Boletín del Instituto Andaluz del Patrimonio
Histórico 46, pp.22-109.
CARRERAS, C.; MUNILLA, G. (2005) Patrimonio digital. Un neuvo medio al
servicio de las instituciones culturales (Grupo Òliba 1999-2004).
Barcelona
DELACÔTE, G. (1998) Enseñar y aprender con nuevos métodos. La
revolución cultural de la Era electrónica. Barcelona.
GESER, G; MULRENIN, A. (2002) The Digicult report. Technological
landscapes for tomorrow’s cultural economy. Unlocking the value
of cultural heritage. Brussels
(http://www.digicult.info/pages/publications.php)
LEVY, P. (1998) La cibercultura, el segon diluvi? Barcelona.
MCLUHAN, M. (1969) El medio es el mensaje. Barcelona.
VELTMAN, K. (2005) “Challenges for ICT/UCT Applications in Cultural
Heritage”. Digit-Hum 7
(http://www.uoc.edu/humfil/digithum/digithum7)

NOTA:
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su autorización.

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