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*ESTAS LIBRE ESTA NOCHE*

*Libre hasta que tú apareciste en mi vida *

Tres nuevas reglas a seguir y una gran interrogante


que tendrán que resolver: ¿amor o sexo?
Secuela de la historia ¿Estás libre esta noche?,
narrada desde el punto de vista de Edward.
¿Qué sucederá cuando Bella escuche la verdad de él?

Sumario

Bella y Edward se conocieron de una forma poco común, una


desconocida le dio a ella el número del celular de él. La
noche de su cumpleaños lo llamó debido a su soledad. Él le
impuso tres reglas a seguir, sólo se trataba de sexo casual,
jamás se imaginaron el giro que darían esos encuentros y hoy
se encuentran frente a frente creyendo estar enamorados.
Ella, en un afán por comprobar que sea verdadero amor lo
que sienten y no sólo algo físico, repite la cuestión del primer
encuentro, imponiendo tres nuevas reglas:
Número 1: No mentiras
Número 2: No arranques de celos
Número 3: No sexo durante un par de meses
Él, en un afán por demostrarle que sí es una cuestión de
sentimientos y que está dispuesto a que lo conozca mejor
decide contarle su historia, de a poco cada noche en lugar de
tener sexo.
¿Qué sucederá cuando ella conozca toda la verdad?

Capítulo 1:
Regalo de graduación

Muéstrame el significado de estar solo


¿Es este el sentimiento con el que tengo que caminar?
Dime porque no puedo estar donde tú estás
Hay algo que le falta a mi corazón
No hay adonde correr
No tengo un lugar para ir
Rendido mi corazón, mi cuerpo y mi alma

Tres años atrás

Me encontraba en medio de la que había sido mi habitación los últimos cinco años de
mi vida y la que había sido testigo de mis múltiples aventuras con mis desenfrenadas
compañeras universitarias, quizá eso era lo que más iba a extrañar de haber terminado
mis estudios, las noches de fiesta con mi inseparable amigo James, la compañía de una
linda chica que calentara mi cama sin buscar un compromiso más allá, tan sólo apagar el
fuego de la pasión sin entregar el corazón, muy conveniente, ya lo había entregado yo
una vez y la vida me la arrancó cruelmente, no iba a dejar que volviera a suceder.

Tomé el último libro para meterlo a la caja y una fotografía resbaló, éramos Tanya y yo,
abrazados en el portal de mi casa, el día que le dije por primera vez que la amaba y que
jamás me imaginé que también sería la última.

Todo por un conductor borracho que se quedó dormido al volante y no pudo controlar
el vehículo que se subió a la banqueta mientras ella esperaba el bus escolar y que
terminó con su vida y con mis sueños, ha sido el peor momento de toda mi vida y deseé
morir, no quería vivir separado de ella, había sido mi primera novia y la única, con ella
descubrí lo que era un beso de verdad, de amor, una caricia furtiva, el despertar de la
pasión, aunque nunca logramos consumarla, el tiempo ya no lo permitió.

Me olvidé de todo, incluso de mí mismo, no quería hacer nada, ni comer, ni dormir,


mucho menos soñar, lo único que quería era estar a su lado, por siempre, como lo
habíamos dicho esa vez que me animé a decirle te amo. Los primeros días asistía a
diario al cementerio, a platicar con ella, a repetirte hasta el cansancio que la amaba,
quería que estuviera segura donde quiera que se encontrara, hasta que un día me
agarró una tormenta ahí y no supe ni como llegué a mi casa. Casi me da pulmonía,
quizá si no hubiera sido por la intervención de mi padre hubiera muerto y lo habría
hecho feliz porque eso me llevaría con ella.

Cuando estuve consciente de nuevo, después de que la temperatura había disminuido,


me solté a llorar al darme cuenta que seguía en este injusto mundo. Sentí que me
abrazaban y me consolaban, ese aroma era inconfundible, a lavanda, entonces supe
que se trataba de mi mejor amiga, Jennifer, ni siquiera me enteré cuando regresó de
Canadá.

Ella y yo habíamos sido muy unidos desde que tengo uso de razón, hicimos miles de
travesuras juntos, nos castigaron y nos premiaron tanto sus padres como los míos,
éramos inseparables, sólo la dejaba cuando Tanya iba de visita y en ocasiones
jugábamos los tres, recuerdo que alguna vez se pelearon por mi compañía y yo terminé
yéndome a jugar con Emmett, para evitar que el conflicto entre ellas aumentara, me
miraron extrañadas y entonces hicieron equipo y decidieron ignorarme, así que había
logrado mi propósito y sonreí, no me gustaba que discutieran entre ellas y mucho
menos por mí.

Sentí la humedad de sus lágrimas en mi cabello, Jennifer lloraba junto conmigo sin
decirme nada con palabras porque su abrazo lo decía todo, estaba ahí apoyándome y
consolándome, dispuesta a hacerlo cuantas veces fuera necesario, así era ella, siempre
entusiasta y con una sonrisa en los labios, siempre buscando el lado positivo de la
situación, pero en este caso no lo había, ¿qué puede dejar de bueno la muerte de
alguien que amas con todo tu corazón? Lloramos hasta que no quedaron más lágrimas
que derramar y ella se quedó dormida en mis brazos, yo me quedé mirando al vacío
toda la noche, pero cuando sentía que alguien abría la puerta cerraba los ojos.

Tanto mi madre como mi padre entraron en varias ocasiones a la habitación, como lo


hacían todas las noches; frustrados, desolados, incapaces de poder hacer algo para
revivirme, me dolía verlos así, pero era mucho mayor mi dolor por la pérdida de
Tanya. También me daba cuenta del sufrimiento de mis hermanos por verme en ese
estado, ha sido la única vez en mi vida donde no vi bromear a Emmett ni a Alice
brincotear con sus ocurrencias, sus rostros eran tristes y mostraban una total
incomprensión por la situación, reflejaban lo imposibilitados que se sentían para
ayudarme, pero yo no quería que lo hicieran.

A la mañana siguiente cuando Jennifer despertó, me dio un beso en la frente y me dijo


que iba a su casa a bañarse y cambiarse. Regresó al cabo de no sé cuánto tiempo, traía
una charola con pan tostado, jugo, leche y mermelada, la depositó sobre mis piernas y
se sentó a mi lado.

– No tengo hambre – dije y volteé mi cara del lado contrario a donde ella estaba.
– Eso dices tú, pero tu cuerpo no creo que opine lo mismo, necesitas recuperar las
fuerzas que perdiste en la enfermedad, además aún tienes que tomar antibióticos, no
puedes vivir dependiente de un suero de por vida – dijo untando mermelada al pan.
– No quiero vivir, punto, quiero estar con ella, ¿por qué nadie lo entiende?
– Tú tampoco entiendes que estuvieron juntos el tiempo que tenían que estar, que su
ciclo en esta vida terminó, pero el tuyo sigue – aseguró con su característica madurez,
demasiada para su edad, por cierto.
– Eso es tan injusto, ¿cómo puedo yo comer y seguir viviendo cuando ella está
enterrada tres metros bajo tierra? – exclamé exasperado.
– Su cuerpo está enterrado, su esencia está en otro lugar y te apuesto que en uno
mucho mejor que esté.
– Pues yo quiero estar con ella, no me importa dónde sea.
– No puedes ser tan egoísta Edward, ¿acaso no te importa ver sufrir a tu familia?,
¿quieres que ellos pasen por lo mismo que tú estás sintiendo?, no tienes idea del
enorme dolor que le estás causando a Esme, está desesperada, ya no sabe qué hacer, y
Carlisle, dios, tú sabes que es mi héroe y jamás me imaginé verlo caído y derrotado…
nunca pensé decir esto, pero extraño las bromas y los chistes de mal gusto de Emmett y
en cuanto a Alice, es una niña con el brillo apagado, hablas de injusticias, ¿no te
parece una enorme de tu parte lo que le estás haciendo a tu familia?, los estás
arrastrando contigo, si se tratara de que te dejaras morir sin afectar a nadie, perfecto,
no es la mejor opción, pero adelante, hazlo, sin embargo, te tengo noticias Edward
Cullen, no estás solo en este mundo, ¿en serio quieres afectar a cuatro personas
maravillosas que están dispuestas a dar su vida con tal de que tú vuelvas a ser el mismo
de antes?, eso sí es injusto.
– Comeré sólo un poco, ¿ok?
– Está bien, hoy un poco, mañana otro y así sucesivamente, por cierto, te traje un
regalo – se levantó después de darme el vaso de leche y sacó un libro de su mochila –
“Todo pasa… y esto también pasará” – leyó en voz alta el título y continuó.

Y eso fue haciendo todos los días, casi me daba de comer en la boca y una vez estuvo a
punto de desnudarme y bañarme, pero me ganó el pudor y la saqué del baño. Me
llevaba al parque, nos sentábamos en los columpios a ver la gente pasar, quería
demostrarme que la vida seguía, me leyó infinidad de libros que hablaban sobre
pérdidas y como sobre llevarlas y poco a poco fui recuperando las ganas de vivir lo
único que no, fueron las de volverme a enamorar.
Déjame contarte la historia
De la llamada que cambió mi destino

El sonido de mi celular me trajo de vuelta del recuerdo, estaba sobre la mesa de noche y
la vibración lo fue moviendo casi hasta la orilla, lo tomé y vi que era número
restringido, lo cual me sorprendió un poco.

– Hola – respondí extrañado.


– ¿Estás libre esta noche? – escuché decir a una voz femenina extremadamente sensual.
– ¿Quién habla? – pregunté al no reconocerla.
– Respuesta equivocada “cariño”, sabes muy bien que eso no te lo puedo decir, ¿puedes
o no puedes verme? – sonó determinada y eso me gustaba en una mujer.
– Claro que puedo, ¿en dónde, a qué hora y cómo te reconozco?
– ¿Conoces el hotel Ambassy?
– Sí, estoy como a 40 minutos de ahí.
– En 45 minutos, en el bar, vestido rojo – y colgó sin darme ningún otro detalle.
Sonreí y moví la cabeza, “vestido rojo, muy original”, pensé, seguro era alguna de mis
compañeras queriendo jugar un poco. En eso me había convertido yo, en un tipo frío
que sólo disfrutaba de un buen sexo.

Cuando cumplí 16 años mi tío Aro me llevó a un club para que me quitaran lo virginal,
me dijo que nada como el sexo para superar las tristezas y que yo ya estaba en la edad
perfecta para iniciarme. Debo reconocer que yo ya tenía tiempo de haber descubierto
lo bien que se sentía acariciarse y que lo hacía seguido, como todo típico adolescente
pero aquella experta mujer, que calculé yo me ganaría con unos diez años, me llevó al
cielo y de regreso tres veces en esa noche. Así que le tome el gusto al sexo y seguí
practicándolo recordando las palabras de mi tío:

“Edward, sé que eres muy joven, pero mientras más temprano lo sepas y lo entiendas es
mejor, ¿quieres saber el éxito de un matrimonio?, la fidelidad, que tu pareja pueda ser
tu esposa y tu amante a la vez y para encontrarla tienes que conocer a muchas mujeres
hasta que te topes con la que tenga esa dualidad, así que anda con varias hasta que
aparezca esa mujer, sé que todavía te duele lo de Tanya, pero eres muy joven y podrás
superarlo y algún día, en el futuro, encontrarás esa mujer que sea tu complemento y a
la que le serás fiel porque ya habrás vivido lo suficiente como para tener aventuras
clandestinas”.

Así que entre sus consejos y la pérdida de Tanya me guardé muy bien mi corazón y sólo
entregaba el cuerpo.

Tomé mi chamarra, las llaves de mi auto y salí en dirección a aquel hotel. Al llegar al
bar había poca gente, así que me fue fácil localizarla, estaba sentada al frente de la
barra, era muy hermosa, de cabello largo y con un vestido rojo bastante sensual, corto a
morir, sólo cubría lo que tenía que cubrir y el escote tanto al frente como atrás era
excitantemente pronunciado, sonreí satisfecho y me acerqué, de inmediato volteó y me
dio la sonrisa más sensual y provocativa, bebió el último trago de su copa y después se
puso de pie y, sin decir nada, la seguí.

Subimos al elevador y presionó el número diez, esperamos a llegar a ese piso y después
salimos, caminamos y a la mitad del pasillo deslizó la tarjeta en la puerta y entramos,
encendí la luz y no me dio tiempo a hacer nada más porque me acorraló en la pared
besándome con furia y, sin más preámbulos, llevó su delicada mano a mi masculinidad
que acarició sobre mi pantalón, así que en respuesta, puse mis manos sobre sus nalgas y
se las apreté por debajo del minúsculo vestido que traía puesto, le jalé el hilo de la tanga
y rompió el beso para exhalar excitada, besó y mordisqueó mi cuello mientras yo seguía
jalándole el hilo con una mano y con la otra le apretujaba la nalga.

Se separó y se quitó el vestido mientras yo me quitaba la chamarra y empezaba a


desabrochar rápidamente mi camisa, ella terminó de quitármela y lamió mi torso,
mordisqueó mis pezones y yo empecé a gemir. Bajó por mi abdomen y con una gran
habilidad desabrochó mi pantalón y liberó mi miembro ya excitado, se lo llevó a la boca
y comenzó a darme placer con ella. Yo recargué mi cabeza en la pared y cerré los ojos
concentrándome en sus profundas caricias, puse mis manos en su cabeza para empujarla
más. Siguió y siguió en tanto yo no paraba de gemir y de pronto, sentí como llegaba al
orgasmo mientras ella me acariciaba con la mano colocando mi miembro sobre sus
senos donde terminé. Después se llevó ahí sus dedos y los chupó empapados con mi
líquido.

Saqué el condón de la bolsa del pantalón y terminé de quitármelo mientras ella se


despojaba de la tanga. Nos besamos desenfrenadamente mientras caminábamos hacia la
cama, cuando sentí el borde con mis piernas, la tomé y la arrojé a ella, me sonrió. Me
puse el condón y me tendí sobre ella, lamí su oreja y con mis dientes hice prisionero su
lóbulo mientras ella gemía deliciosamente, bajé por su cuello mientras le metía dos
dedos en su intimidad que estaba más que mojada, llegué a sus senos y los chupé, mordí
sus pezones que ya estaban erectos.

– Métemelo ya – ordenó con su voz retorcida enterrando sus uñas en mi espalda.

Pero, a cambio sólo le frote su sexo, quería enloquecerla un poco más, ella abrió las
piernas y entonces me introduje con rudeza, ella enterró sus manos en mi espalda y
comencé a moverme rápidamente mientras me comía sus senos alternadamente, ella
bajó hasta mis nalgas y me las apretó, pidiendo con ello que me introdujera más
profundo, se escuchaba el sonido de nuestros cuerpos al chocar, los intensos gemidos de
ambos y seguí moviéndome sin parar, de pronto un grito de ella inundó la habitación
cuando llegó al orgasmo, a mí me faltaba aún, así que me apoyé con las manos sobre la
cama para hacer los últimos movimientos casi salvajes y terminé.

Me acosté a su lado sin decir nada, tratando de recobrar el ritmo normal de mi pulso y
mi respiración, aún estaba jadeando y cuando estuve controlado me levanté para
quitarme el condón y tirarlo en el bote de basura.

– ¿Quién te dio mi número? – pregunté intrigado, una belleza así no hubiera pasado
desapercibida por mí, si estuviera en la universidad.
– Otro integrante del club.
– ¿Del club? – exclamé más intrigado, pertenecía a un par en la universidad, pero no
encontraba quien pudiera conocerla.
– Demasiadas preguntas, bien sabes que eso quebranta las reglas – respondió y me
abrazó por atrás, acariciando mi abdomen.
– ¿Reglas? – dije extrañado.
– Espero que traigas otro condón y que aún tengas energías – fue su respuesta y se paró
frente a mí para volver a besarme.

Ahora ella tomó el control y me tiró sobre la cama, después fue y tomó mi pantalón,
buscó en los bolsillos y encontró con rapidez lo que estaba buscando y sonrió. Se acercó
a mí y se tumbó sobre mi cuerpo, me besó y mordió mis labios mientras su mano subía
y bajaba por mi masculinidad que respondió a sus caricias. Se sentó a horcadas sobre mí
y sacó el contenido de la envoltura, me lo puso deslizando sus dedos y una vez que
terminó, lo tomó con su mano y lo llevó hasta su centro para introducírselo. Comenzó a
subir y bajar y mis manos se aferraron a su cintura para ayudarla en sus movimientos, se
acariciaba sus senos y jalaba sus pezones, aumentó la velocidad y yo también buscando
desesperadamente el objetivo hasta que lo logramos, nuevamente ella primero e
instantes después yo. Se bajó luego de unos segundos, tomó su ropa y se vistió sin decir
palabra alguna.

– ¿Volveré a verte?, no me has dicho tu nombre – dije desde la cama.


– Creo que eres nuevo en esto, quizá vuelva a llamarte, gracias por el momento –
respondió y salió de la habitación dejándome con mil preguntas en mi cabeza.

A la mañana siguiente me encontraba cerrando la última caja cuando sonó mi celular,


era James, así que de inmediato le contesté.

– Hola viejo, ¿cómo estás? – saludé mientras me sentaba en la cama.


– Muy bien, ¿y tú?
– Bien, aquí ya preparando todo para mandarlo por paquetería a mi casa.
– Al fin terminamos la carrera, por cierto, ¿te gusto tu regalo de graduación? – preguntó
con su característica sonrisa.
– ¿Cuál regalo? – exclamé volteando a todos lados a ver si había algo que no fuera mío.
– El de anoche… la chica – respondió volviendo a reírse.
– Ah, ¿con que tú fuiste el que le dio mi teléfono?, claro, no podría haber sido alguien
más, por supuesto que me gustó amigo, la chica era un bombón.
– Bienvenido al club.
– ¿Club?, ¿de que rayos estás hablando James? – dije desconcertado y su respuesta fue
una carcajada que no supe como tomar.

Capítulo 2:
Vivencias

Me gusta el baile sucio


Me gusta hacer lo mío
Las caderas empiezan a sacudirse
Y moverse de un lado a otro
Nene, sólo sigue el movimiento
El baile es un movimiento sexual
Meneándose con mucha emoción
Nos ponemos sucios ahora

– Resulta mi amigo que hace cinco meses fui invitado a pertenecer a un exclusivo y
secreto club de sexo, de gente de nuestro nivel social y uf, es la gloria, así que
conociendo tu historial de la universidad, eres el candidato perfecto para pertenecer a él
– explicó James.
– Pero, ¿cómo te atreves a meterme sin consultarme primero?
– Vamos Edward, no te vas a hacer el santurrón conmigo que te conozco bien, ¿a poco
no disfrutaste la experiencia de anoche?, tú mismo dijiste que la chica era un bombón,
así que no te hagas el ofendido.
– Es que tan siquiera me hubieras avisado viejo, ahora comprendo varias cosas, ¿qué es
eso de las reglas?
– Ah, es que el club se rige por tres rigurosas reglas que no hay que romper, tú sabes se
trata de mantener esto en secreto, no tienes idea de quienes pertenecen a él, por eso te
digo que es la gloria, a muchos no les conviene que salga a la luz pública. Las reglas
son simples: uno: no nombres, dos: no preguntas personales, tres: no lazos afectivos, así
que, como verás, se trata única y exclusivamente de gozar de un buen sexo sin ningún
tipo de compromisos, así como nos gusta a ti y a mí.
– Sexo entre desconocidos, ¿ah?
– Así es mi amigo, de lo más excitante, aunque puede que te encuentres con alguna
chica famosa, pero tú pretende que no la conoces, ese es el juego, yo tengo mi regla
personal, no más de tres revolcones con la misma, eso crea lazos y sería romper con una
de las reglas, te vas a divertir, ya lo verás.
– ¿Y a ti quien te invito?
– Un amigo, por cierto, casi lo olvido, existe una cuarta regla: no repartir los teléfonos
indiscriminadamente y menos a desconocidos, te digo que es exclusivo, puedes pedir
más teléfonos o proporcionar otros, como yo lo hice en tu caso, pero siempre y cuando
sea gente de nuestro nivel social y que sea sumamente discreta.
– ¿Y si no quiero pertenecer?
– Ay por favor, Edward, en primera, ya estás dentro, en segunda, sé muy bien que no
podrás resistirte, así que recuerda muy bien las reglas y si por algún motivo te
encuentras en la calle con alguna de las chicas, recuerda, tú no la conoces y olvida
volver a citarla, la cosa es que no se sepa nada de la vida personal.
– Pues hoy me regreso a Seattle.
– Por eso no hay problema, en un momento te mando el teléfono de una preciosa chica
que vive allá, el club es nacional, así que donde quiera que te encuentres podrás
conseguir a alguien, así que tú diviértete, hermano, como lo hemos hecho.
– Bueno viejo, pues te dejo, ya vinieron a recoger mis cosas.
– Ok, seguimos en contacto, nos vemos.

A los dos minutos que colgamos, me llegó un mensaje al celular con el teléfono de la
chica, la clave y las reglas, aún no estaba seguro de querer participar en ese juego.

Se llevaron todas las cajas, después tomé mi maleta y miré por última vez aquella
habitación que había sido más que eso, había sido mi guarida, mi refugio, la que sabía
de todos mis proyectos, mis sueños y mis alocadas aventuras de universitario. Bajé las
escaleras, me despedí de algunos compañeros que me encontré en el camino y subí al
taxi que ya me esperaba para llevarme al aeropuerto.

Al llegar al de Seattle me estaban esperando mis padres y Jennifer, que sostenía un gran
cartel que decía “Bienvenido a casa Licenciado Cullen”, yo sonreí y corrí a su
encuentro, primero abracé a mi madre que estaba más que feliz de volver a verme, la
cargué y le di vueltas, después varios besos en ambas mejillas, ella sólo sonreía. Luego
abracé a mi padre, que me dio un apretón en la espalda y unas palmaditas en una mejilla
y por último le di un gran abrazo a Jennifer.

– ¿Y Emmett? – pregunté al no verlo ahí.


– Tuvo entrenamiento hijo, ¿qué tal el vuelo? – respondió mi madre abrazándome.
– Muy tranquilo ma, me dormí casi todo el trayecto.
– Que gusto tenerte en casa.
– A mí también me da mucho gusto regresar.

Caminamos al estacionamiento y subimos al auto de mi padre, les fui platicando del


proyecto que tenía en mente y que me asociaría con dos de mis compañeros para
llevarlo a cabo. Mi padre me platicó como iba la fundación que dirigía y mi madre me
dijo que estaba muy emocionada porque tendría una exposición en Nueva York la
siguiente semana. Jennifer me anunció feliz que ya había conseguido trabajo. Al cabo
de unos minutos llegamos a la casa, bajé mi maleta de la cajuela y entramos. Sonreí
enormemente cuando se escuchó el grito de sorpresa y vi a mis hermanos, amigos y
otros familiares en la sala de la casa.

De inmediato corrió la duendecillo de mi hermana a colgarse de mí, la abracé con fuerza


y le di vueltas en el aire. Después me abrazó Emmett, el recién casado, tenía apenas un
par de meses de haber regresado de su luna de miel. También me dio un gran abrazo
Rosalie y luego su pequeño hermano Jasper. Seguí saludando a los presentes, entre ellos
mis tres tíos.

– Que gusto me da verte Edward, ya eres todo un hombre, que alegría que ya hayas
terminado hasta la maestría – dijo el tío Aro después de darme un gran abrazo.
– A mí también me da gusto verte tío, gracias por estar aquí.
– Ni lo menciones, no me podía perder tu regreso, en la noche nos vamos a festejar,
¿eh?, un amigo acaba de abrir un table–dance y las chicas están de lujo, nos llevamos a
tu hermano que el hecho de estar casado no le impide ver el menú y de paso al noviecito
de tu hermana para que vaya aprendiendo.
– Si Alice se entera te ahorca.
– No le vamos a decir, ya arreglé todo y hasta tu padre nos va a acompañar, será una
noche de hombres memorable.
– ¿Te puedo robar a mi hermano, tío? – exclamó Alice colgándose de mi brazo.
– Por supuesto nena – respondió y se fue con el resto de sus hermanos.
– Te hacía en Francia pequeñuela – dije apretándole cariñosamente la nariz.
– Es que este fin de semana será largo porque hoy es día feriado, llegué en la mañana,
muy temprano y me voy el domingo a mediodía.
– Pues eso me da mucho gusto, aunque igual estaba planeando ir a visitarte.
– Súper, puedo enseñarte algunos lugares maravillosos y muy románticos para cuando
tengas novia la lleves para allá.
– Sabes que eso de las novias no es lo mío.
– Pero, el amor es maravilloso Edward, pensé que ya habías superado… – guardó
silencio, no quería herirme con ese tema – yo soy tan feliz con Jazz, nos amamos tanto,
aquí entre nos, él también irá a verme, estará diez días allá.
– Que bueno que me dices, ahorita le preguntó cuándo parte para yo programar mi viaje
en la misma fecha.
– Ay no seas celoso ni posesivo hermano, ya sé cuidarme ¿ok?, vivo sola del otro lado
del océano.
– Era broma, sé que puedo confiar en ti y no te voy a prohibir que hagas las cosas, sé
que no necesita viajar tu novio para que te portes mal, sólo cuídate y siempre piensa en
las posibles consecuencias.
– Eso hago, teniendo de padre a un doctor no puede ser de otra manera, recuerda:
– ¡¡¡Prevención!!! – exclamamos los dos al mismo tiempo y nos largamos a reír.
– Cuenten el chiste, ¿no? – dijo Emmett acercándose a nosotros.
– ¿Cuál es la frase predilecta de papá? – preguntó Alice divertida.
– La medicina debe ser preventiva no curativa, así que ante todo prevención – respondió
en tono ceremonioso y volvimos a reírnos – por cierto hermano, te tengo un regalo de
graduación, está en tu habitación, vamos.
– Ay yo quiero ver que es – exclamó Alice.
– Es cosa de hombres, tú no puedes venir.
– Ash, me chocan cuando hacen su club de Tobi, voy con Jazz.
De inmediato pensé en el regalo de James, pero a pesar de que mi hermano estaba un
poco chiflado no lo creía capaz de meter en la casa a una mujer, me reí para mis
adentros, él se dio cuenta y me miró con cara de interrogación, pero yo moví la cabeza
negativamente como diciéndole que no era importante.

Subimos las escaleras y caminamos rumbo a mi habitación, como siempre era la última
del pasillo. Entramos y en la cama había una caja, yo lo miré y me pidió que la abriera,
así que eso hice y me encontré con que se trataba de una dotación de preservativos.

– Acabo de firmar un contrato para ser la imagen de esa marca durante cinco años, así
que me estarán surtiendo de este material, pero yo ya no los necesito y conociéndote, sé
que te harán falta.
– Gracias hermano, no me esperaba que de esto se tratará.
– Recuérdalo siempre: ¡prevención!

Nos reímos una vez más y después bajamos. La fiesta siguió, comimos y después me
puse a platicar con Jennifer.

– Cuéntame de tu trabajo.
– Estoy feliz, seré maestra de una secundaria, la más prestigiada de Nueva Jersey.
– ¿Te mudarás a Nueva Jersey? – pregunté sorprendido.
– Sí, ¿tú crees?, en un mes tengo que estar allá.
– Felicidades – exclamé y la abracé.

Como a las diez de la noche el tío Aro empezó a reclutar a todos los hombres. Emmett
no estaba muy seguro de acompañarnos, pero finalmente lo hizo. Jasper estaba nervioso
porque acababa de cumplir la mayoría de edad y sería la primera vez que iría a un lugar
de ese tipo.

Llegamos y nos sentamos en una mesa al lado de la pista, la primera chica que salió era
una morena, hermosa y muy bien dotada de todas las partes de su cuerpo, la segunda fue
una rubia impresionante y cuando salió la tercera ya teníamos varias copas encima. De
pronto, la morena se acercó y me tomó de la mano, me llevó a un privado y me hizo un
baile exótico y demasiado sensual, la única condición era no tocarla, ¿y qué se supone
que haría si me estaba excitando?

Llegamos a la casa a las cuatro de la madrugada, yo estaba demasiado cansado, entre el


viaje, la fiesta y el alcohol, en cuanto puse la cabeza en la almohada me quedé
profundamente dormido. Cuando desperté. como a mediodía, tenía una erección, la
morena había hecho muy bien su trabajo y había tenido un sueño húmedo de esos
memorables que despiertas con la sangre hirviendo, tuve que acariciarme para
tranquilizarme un poco, aunque no era lo mismo que hacerlo con una mujer, pero al
menos calmaba las ansias.

Por la tarde llevaron mis cosas y empecé a desempacar. Cuando terminé recibí un
mensaje a mi celular, de James, donde me decía que sí me acompañaba a París y
entonces, recordé su famoso club o sociedad secreta y dadas las circunstancias de la
noche anterior, viendo bailar a despampanantes mujeres desnudas y sin poder tocarlas
me sentía bastante inquieto, así que busqué el número que me había dado mi amigo y lo
marqué, una hermosa y sensual voz me respondió.

– ¿Estás libre esta noche? – pregunté también en tono sensual.


– Sí, ¿en dónde te veo?
– ¿Te queda cerca el hotel Saint Regis?
– Sí, te veo en media hora en el bar, traigo un vestido negro, con una abertura de lado.
– Entendido, en media hora te veo.

Metí la mano en la caja y tomé varios condones que después metí en la bolsa de mi
pantalón, agarré las llaves de mi Volvo y bajé corriendo las escaleras. Mi familia veía
televisión, les dije que volvía más tarde y salí a toda prisa. A la velocidad que yo
manejaba llegué en menos de veinte minutos al lugar de la cita, pagué una noche de
hospedaje y me entregaron la tarjeta de la habitación. Entré al bar y no vi a ninguna
chica con un vestido como el que me habían descrito, así que pedí un vodka mientras
esperaba. Diez minutos después, una impresionante chica se sentó a mi lado en la barra,
cruzó la pierna y en seguida supe que se trataba de ella, así que le guiñé el ojo y ella me
sonrió de vuelta. Pagué mi trago y me levanté al mismo tiempo que ella.

Nos dirigimos al séptimo piso. El verle el cortísimo vestido y el profundo escote que
lucía me encendió más de lo que ya estaba, así que cuando estuvimos dentro de la
habitación la besé ansiosamente mientras me quitaba la chamarra y caminábamos al
centro donde alcancé a ver una mesa, la doble ahí, con su cara sobre la superficie, subí
desesperado el vestido y sonreí al ver que traía tanga, me ahorraría unos preciados
segundos, con la misma desesperación abrí mi pantalón y liberé mi ya erecto miembro,
me coloqué el condón y debo reconocer que me porté bastante egoísta porque no me
importó saber que tan excitada estaba ella, lo único que quería era saciar las ganas.

Le hice a un lado la tanga y entré en ella con fuerza, emitió un grito y pude percibir que
no estaba muy mojada, pero seguí impulsándome mientras jadeaba y poco a poco ella
fue mojándose más y más hasta que empecé a escuchar sus gemidos de placer, entonces,
incrementé el ritmo de mis movimientos al tiempo que le apretaba las nalgas que se
pusieron rojas de inmediato debido a su blanca piel. No tardé mucho más en llegar al
orgasmo y mi grito fue casi bestial, después de terminar completamente me salí de ella
y me quité el condón.

– ¿Así que te gusta jugar rudo? – exclam´p seria.


– Lo siento, no suelo ser así – dije y ella se largo a reír.
– Me gusta la rudeza, ¿sabes?, eres justo lo que necesitaba para divertirme esta noche.
– ¿Con qué te gusta la rudeza?, ¿y qué piensas hacerme ahora?

Me dedicó una maquiavélica sonrisa y se acercó a las cortinas, les quitó los cordones
con los que estaban amarradas y después se acercó a mí, mirándome malévolamente y
yo le sonreí divertido. Me empujó con todas sus fuerzas sobre la cama, se subió en mí y
me besó, después tomó una de mis manos y la ató al borde de la cama, volvió a besarme
y luego ató la otra mano.

Se hincó sobre mí, con sus piernas a los costados, sujetó fuertemente mi polera y me la
desgarró, terminó de rompérmela mientras besaba y lamía mi cuello, mordió sin piedad
mis pezones y yo grité, siguió bajando por mi abdomen y después devoró de una
manera impresionante mi miembro hasta que casi me hizo llegar y entonces, se detuvo.
Se bajó de la cama y se desnudó, después regresó a su posición, inspeccionó los
bolsillos del pantalón y sacó otro condón, terminó retirándome el pantalón y el bóxer y
me puso el condón lentamente. Yo estaba que explotaba ya, jamás había estado en una
situación así, en la que no podía interactuar con mi pareja, ella volvió a sonreírme
malévola y se sentó sobre mí, absorbiendo todo mi miembro en su interior y comenzó a
moverse a su ritmo, empeñada ahora ella en gozar, se pellizcaba los senos, se mordía los
labios en tanto subía y bajaba, después se tumbo en mí, lamió mis labios y me impidió
besarla, de pronto sentí que estallaba y se lo hice saber.

– Yo aún no termino “amor”, así que más te vale que aguantes – amenazó y comenzó a
moverse salvajemente sobre mí hasta que instantes después terminó, dejándome el pene
adolorido.

Y así comenzaron mis aventuras en aquel club, que yo preferí llamarle sociedad secreta,
incluso secta por eso de las reglas, las cuales fui dominando hasta volverme un experto,
y sí, me llegué a topar con alguna modelo famosa, hasta una artista de televisión me
toco en una ocasión. Entonces, poco a poco fui volviéndome más frío en los encuentros,
probé varias y muy variadas mujeres, con fantasías diferentes, aprendí y mejoré varias
técnicas en el arte del sexo.

En cuanto a mi vida familiar, mi padre me pidió que me asociara con él en su fundación


y acepté de inmediato. Visité a Alice tres veces mientras estudiaba en Paris, dos de ellas
haciéndole compañía a Jasper y asegurándome bien que durmiera en su cuarto del hotel,
aunque se me llegaron a escapar juntos algunas veces, por supuesto, eso yo se los hacía
creer a ellos, sabía bien que necesitaban privacidad y que estaban completamente
enamorados, además, Jasper era un chico bien portado que estudiaba música y que
moría por mi hermana, estaba seguro que jamás haría algo para dañarla.

También acompañé a Jennifer cuando se mudó a Nueva Jersey, donde por cierto, me
enteré que estaban rematando un viejo hotel de la ciudad porque el dueño había hecho
un mal negocio que lo había dejado en bancarrota, así que solicité un préstamo y lo
adquirí para remodelarlo, fue mi primera gran inversión y con el tiempo me compré un
departamento en esa ciudad, lo cual hizo inmensamente feliz a Jennifer, porque ya no
estaría tan sola, aunque al poco tiempo de mudarse empezó a andar con un chico que
conoció en el metro y no tardaron en vivir juntos.

Seguí con mis inversiones, rescatando viejos hoteles para remodelarlos, adquirí un
departamento cercano a la casa de mis padres en Seattle y con el tiempo una pequeña
casa en Las Vegas, ya que me gustaba ir a apostar de vez en cuando. Y el tiempo siguió
su curso, hasta que un día algo inesperado sucedió que le dio un giro a mi vida de 180°.

Capítulo 3:
Primera vez
Empecemos con nuestros pequeños secretos
Sólo para guardarlos tú y yo
Demasiado tarde para que te ruborices ahora
Ya has llegado muy lejos
Así que nena, haz tu movimiento
Muéstrame que tienes para mí

Era un martes cualquiera del mes de septiembre, al menos eso creía yo en ese momento.
Salí de una junta casi interminable, tenía el tiempo justo para ir a dejar mi auto al
departamento, tomar mi maleta y dirigirme al aeropuerto. El tráfico estaba imposible,
había habido un accidente de tres coches y bloqueaban dos carriles de la avenida, yo
miraba desesperado el reloj, cuando finalmente llegamos, le pagué al taxista y le dije
que guardara el cambio. Corrí por los pasillos del aeropuerto y al llegar al mostrador me
dijeron que el avión estaba por despegar y que ya no podía abordar. Suspiré frustrado,
no me quedaba más que comprar un boleto para otro día, en eso estaba cuando mi
blackberry sonó.

– Hola papá – respondí al reconocer su número.


– Hola hijo, ¿cómo estás?
– Bien, ¿y tú?
– También, hijo te llamo para pedirte un favor, ¿sigues en Nueva Jersey?
– Sí, perdí el avión y creo que no hay vuelos para mañana, ¿qué necesitas?
– ¿Recuerdas a Jane?, una de las chicas que ayudamos en la fundación, que tiene cáncer
de estómago en fase terminal.
– Sí, es una chica de veinte años, ¿no?, de origen italiano.
– La misma, ¿sabes?, nunca ha viajado y tiene la ilusión de estar hospedada en un hotel
de lujo, en una habitación con jacuzzi y pensé que podríamos hacerle realidad ese sueño
en su ciudad natal y ese es el favor que quiero pedirte, que le consigas una habitación en
el Rose Imperial por unos días para ella, su mamá y su enfermera.
– Por supuesto papá, pásame su dirección y yo mismo paso por ellas para llevarlas.
– Gracias Edward, ahora te la envío por mensaje.
– No tienes nada que agradecer, sabes que me gusta apoyar en lo que se pueda, ahora
mismo llamo para reservar una suite.
– Ok, y entonces, ¿cuándo vienes?
– Yo creo que hasta el fin de semana, quería tomarme unos días libres, pero ya que
perdí el avión aprovecharé para visitar a Jane y hacer otras cosas.
– Bueno, cuídate mucho hijo y de nuevo gracias.
– Ni lo menciones, salúdame a mi mamá y dile que los veo el viernes.
– Hasta el viernes, entonces.

Salí del aeropuerto, tomé un taxi y le di la dirección de mi departamento. Llamé al hotel


y pedí que reservaran una de las suites presidenciales a nombre de Jane Vulturi y les
dije que yo cubriría los gastos. Recibí el mensaje de mi padre con la dirección de ella y
después de pasar por mi auto me dirigí hacia allá.

Su mamá me abrió la puerta, me recibió con un gran abrazo, mi padre ya le había


llamado por teléfono para darle la noticia, me dijo que éramos unos ángeles y yo le
sonreí, mi padre sí lo era y, en dado caso que yo lo fuera, tenía las alas quemadas.
Terminé por entrar a la casa y saludé a Jane que estaba sentada en el sofá, con una
sonrisa en su pálida cara y la cabeza cubierta por un turbante para cubrir la calvicie a
causa de las quimioterapias, le di un abrazo y la ayudé a levantarse. La encaminé al auto
y después de que subió, me regresé por las dos maletas y las metí a la cajuela, en tanto
su mamá y su enfermera subían también.

Me puse en marcha y manejé a una velocidad bastante lenta para mi gusto, normal para
la mayoría de la gente y minutos después me encontraba estacionándome frente al Rose
Imperial, de inmediato nos abrieron las puertas del auto para bajar, saqué las maletas y
el botones las metió al lobby. Yo mismo me dirigí a la recepción por la tarjeta de la
habitación y las acompañé hasta ahí, volvieron a agradecerme el gesto y les prometí que
regresaría a verlas los días que estuvieran ahí.

Salí del ascensor y saqué mi blackberry para llamar a Jennifer, le pregunté que si estaba
disponible para cenar y me dijo que sí, que justo estaba a dos cuadras del hotel, así que
entré al restaurante y la esperé en la mesa de siempre. La noté algo extraña cuando entró
y me saludó, me sonrió, pero sus ojos lucían apagados.

– ¿Otra vez discutiste con Chace? – pregunté mientras le arrimaba la silla para que se
sentará.
– No… bueno, sí, dice que el negocio va mal, que hay perdidas en lugar de ganancias –
suspiró frustrada – cada vez está más frío conmigo, hace meses que no me toca Edward,
siempre está cansado, tiene sueño, se siente agripado, llega en la madrugada… casi
estoy segura que anda con alguien más.
– ¿Y qué esperas para botarlo Jennifer?, el tipo es un abusivo, está viviendo en tu
departamento, tú fuiste la que puso el capital para la cafetería y el desgraciado todavía
se atreve a cometer la canallada de estarte engañando, no hay pérdidas en el negocio,
hay desvió de fondos, que es muy diferente, seguro se está gastando el dinero con ella.
– No es seguro Edward, sólo son sospechas mías – se llevó una mano a cabeza y la
deslizó por su cabello para luego recargar su mentón en ella – lo mandé investigar.
– ¿Qué hiciste qué? – pregunté sorprendido.
– Lo que oíste, contraté un detective para que lo siguiera y en esta semana me entrega su
reporte.
– Y sigues invirtiendo dinero en él – le reproché moviendo la cabeza negativamente.
– Edward, por favor, hablemos de otra cosa, ¿sí?, necesito distraerme y no deprimirme
más.

Pedimos la cena y le estuve platicando de la junta de en la mañana. Jennifer casi se


había vuelto experta en negocios a causa de mis platicas que escuchaba sin chistar y
hasta me hacía preguntas, incluso me acompañaba a algunas cenas importantes. Dos
horas se pasaron volando y luego la acompañé al estacionamiento, le di un gran abrazo
y una vez que arrancó su auto caminé hacia el mío.

Acababa de quitarle la alarma cuando el otro celular sonó, lo saqué del saco y era un
número que no tenía registrado, seguro se trataba de una chica nueva, la verdad no tenía
muchas ganas de responder, pero había sido un día agotador y sería una buena forma de
liberar el estrés, así que finalmente sí lo hice.

– Hola – dije y me respondió el silencio, pero pude escuchar perfectamente su


respiración, un tanto agitada y sonreí.
– Hola – lo intenté una vez más, acentuando la sensualidad.
– ¿Estás libre esta noche? – soltó de forma arrebatada, nerviosa, casi pude jurar que se
había mordido el labio inferior.
– Sí, ¿en dónde nos vemos? – respondí mientras se me escapaba una sonrisa por su
actitud poco común.
– No lo sé, tú dime – no era la respuesta que esperaba, siempre me indicaban un sitio.
– ¿Te queda cerca el Hotel Rose Imperial? – ya estaba yo ahí y siempre tenía una
habitación exclusiva para mí, aunque jamás la había usado para ese fin.
– Como a veinte minutos – dijo titubeante.
– Te veo en el lobby en media hora, ¿te parece bien? – propuse mientras caminaba hacia
ahí.
– Sí, claro.
– ¿Cómo te reconozco?
– Mido como 1.60, cabello largo castaño y ondulado, ojos café oscuro, piel blanca y
traigo un vestido negro asimétrico de manga corta, que me llega debajo de la rodilla, y
yo, ¿cómo te reconozco a ti? – comprobé que en definitiva era nueva en esto, me dio
demasiados detalles que jamás me daban.
– Simplemente lo sabrás, en media hora te veo – contesté y le colgué.

Volví a ponerle la alarma a mi auto y en tanto caminaba a los elevadores pensaba en lo


nada común que había sido esa llamada, la actitud de la chica, sus preguntas y sus
respuestas, no había sido la típica mujer seductora, quizá ese era su juego. Caminé a la
recepción y pedí la tarjeta, luego me senté en uno de los sillones del lobby y tomé un
periódico, había algo extraño ahí, así que la miraría y ya después decidiría si me
acercaba a ella o no.

Aproximadamente 25 minutos después cruzó la puerta, la descripción encajaba perfecto,


pero jamás me dijo lo linda que era, estaba discretamente maquillada, nada presuntuosa,
encima del vestido traía un abrigo negro sencillo y se veía sumamente nerviosa. Me
dediqué a observarla unos minutos, jugaba con sus manos mientras recorría el lobby de
un lado a otro, sin notar mi presencia, miraba al suelo, dudosa, me hubiera encantado
saber lo que cruzaba por su mente, entonces decidí acercarme.

– ¿Estás libre esta noche? – susurré en su oído y noté como se tensaba.

Respondió moviendo la cabeza afirmativamente y volteó, se sorprendió al verme y, a


pesar del maquillaje, noté como se ruborizaba, en ese momento supe que ella no era
como las demás, no entendía como dio conmigo, no era de mi clase, eso se le notaba,
era una chica sencilla, común y muy hermosa. Le tendí mi brazo caballerosamente y lo
tomó, sentí el temblor de su mano. La dirigí a los elevadores, una vez que entramos la
miré de reojo, ella miraba el suelo, estaba más que nerviosa, seguro era la primera vez
en toda su vida que hacía algo así, ¿por qué lo estaría haciendo?, me pregunté.
Caminamos por el pasillo hasta la habitación, le cedí el paso y entré detrás de ella
encendiendo la luz.

– ¿Cómo me contactaste? – pregunté inusualmente, pero desde la llamada todo había


sido un poco extraño.
– Una… amiga me dio tu número – respondió no muy segura, no supe si creerle.
– ¿Te explicó las reglas? – inquirí aunque adivinaba la respuesta.
– No… sólo me dijo la clave – contestó girándose.
– Bien, regla número uno: no nombres, no me dirás el tuyo ni yo te diré el mío; regla
número dos: no preguntas personales, nada que pueda dar indicios de quienes somos en
realidad, ¿entendido? – expliqué minuciosamente, pero como estaba nerviosa decidí
guardarme la tercera regla para después.
– Sí, no nombres, no preguntas personales.

Me acerqué a ella y le quité el abrigo, comencé a acariciarle suavemente uno de sus


brazos con el dorso de mi mano, dándole confianza. Cerró los ojos y entonces acaricié
su otro brazo con mis dedos, veía como subía y bajaba su pecho por su acelerada
respiración. La tomé por la cintura y le fui besando el cuello de a poco, ella colocó sus
manos sobre mi torso y las subió hasta mi cuello, un fuerte suspiro se le escapó, yo
deslicé las mías hasta encontrar el cierre del vestido que fui bajando lentamente,
acariciando su tersa piel. Su aroma era exquisito, subí dándole cortos besos en su
mentón y la besé delicadamente, pero ella me respondió un tanto desesperada uniendo
su lengua a la mía para rozarlas. Su sabor era único.

Sentí como me quitó el saco y comenzó a desabrochar mi camisa en tanto yo bajaba su


vestido. Ella separó sus manos para terminar de quitárselo por completo, con nuestras
bocas unidas, después me quitó la camisa y la tiró al suelo. Rompí el beso para colocar
mis labios sobre su hombro y besárselo mientras desabrochaba su sostén, cuando la
libere de él, besé uno de sus senos suavemente, succionando su pezón en tanto
acariciaba el otro, ella tenía sus dedos entre mis cabellos y jadeaba con cada toque.

Después fui subiendo por su cuello hasta volver a besarla en los labios más
apasionadamente que instantes antes, haciéndola caminar hacia la cama. Una vez ahí, la
coloqué encima y me subí en ella, dispuesto a que disfrutara como quizá no lo había
hecho antes. Volví a besarle el cuello, presionándolo ligeramente con mis labios, luego
bajé por en medio de sus senos, pasé por su abdomen y me detuve en su ombligo en
tanto mis manos bajaban su bikini para dejarla completamente desnuda.

Sus gemidos eran más intensos y de su boca escapó un grito ahogado cuando sintió mi
lengua en su intimidad, la fui recorriendo, saboreándola, concentrado en hacerla vibrar,
mi lengua se abría paso entre sus pliegues y llegó a todos y cada uno de sus rincones.
Cuando sentí que estaba a punto de terminar sustituí mi lengua por dos dedos y la miré
cuando llego al orgasmo. Tenía los ojos cerrados, apretaba el edredón y su grito casi fue
ensordecedor.

Me levanté para quitarme lo que me quedaba de ropa, estaba demasiado excitado y


necesitaba con urgencia estar dentro de su cuerpo. Me puse el condón y caminé de
vuelta a la cama, me tendí sobre ella y fui deslizando mis dedos por sus piernas hasta
llegar a la pelvis que fui apretando suavemente hasta que encontré el punto exacto que
la excitaría de nuevo.

Abrió sus piernas dándome la bienvenida a la gloria de su cuerpo, así que entré en ella y
el gemido no se hizo esperar al sentirme, comencé a comerme sus senos alternadamente
mientras ella me sujetaba fuertemente por la espalda y yo me movía constante, pero
lento, prologando el momento, sus fuertes gemidos me indicaban como lo estaba
disfrutando y esa era una razón más para que yo lo disfrutara de igual manera que ella.
Sentí como tensaba los músculos de su intimidad, aprisionando más mi miembro para
lograr un roce más exquisito, entonces, puse mis manos sobre la cama para tomar más
impulso y moverme con más rapidez en tanto sentía sus manos recorrer mi espalda.
La expresión de placer en su rostro era incomparable, las gotas de sudor en su frente
brillaban y se mordía los labios sin quitarme la mirada, suplicaba por más con la voz
entrecortada y yo fui aumentando paulatinamente la velocidad de mis movimientos
hasta que ya no podía controlarme más y se volvieron delirantes, ansiosos por lograr
aquel maravilloso éxtasis que alcancé instantes antes que ella, que me apretó
fuertemente la espalda mientras su cuerpo parecía convulsionarse. Me dejé caer sobre
ella, rendido y satisfecho, después me acosté a su lado.

– ¿Te vas ya? – preguntó cuando me vio levantarme de la cama.


– Sí, pero tú puedes quedarte, la habitación ya está pagada – respondí antes de entrar al
baño.
– Espera… tú… – exclamó y supe que era momento de decirle la regla que faltaba.
– Regla número tres: no lazos afectivos.

Abrí la regadera, mientras caía el agua me retiré el condón y lo tiré en el bote de basura.
Me metí a ducharme, esta experiencia había sido diferente y estaba desconcertado, tenía
muchas preguntas en mi cabeza, por primera vez. Todo en ella era diferente, su forma
de entregarse, sus palabras, me dio la impresión que no había estado con muchos
hombres en la intimidad y lo que más me inquietaba era saber la forma en que ella había
dado con esta sociedad. Salí de la ducha, me sequé y salí con una toalla enredada en la
cintura.

La vi acostada boca abajo, abrazando la almohada. Tomé mi ropa y me vestí, me


acerqué a la cama y la miré unos segundos, dormía profundamente, su rostro lucía
tranquilo, sereno, pacífico, pero de pronto su seño se frunció.

– Sí, ya sé que nunca tienes tiempo – exclamó dormida.

Me pregunté con quien estaría soñando y salí de la habitación.

Al día siguiente fui a la oficina por la mañana y en la tarde fui a visitar a Jane que estaba
muy contenta viendo televisión en la enorme pantalla plana de su habitación. Cuando
salí de ahí Jennifer me llamó a mi blackberry, estaba llorando desconsolada, así que de
inmediato subí a mi auto y me dirigí a su departamento. Al llegar apagué el otro celular,
mi amiga estaba primero, antes que cualquier noche de pasión. En cuanto me abrió la
puerta se lanzó a mis brazos.

– ¿Qué paso? – pregunté preocupado cerrando la puerta tras de mí.


– Chace se fue, sólo me dejó una nota – apenas y pudo responder entre el llanto tan
intenso.
– Cálmate, ese infeliz no merece que estés así, te ha hecho un favor con irse.
– Es que eso no es todo, acaban de entregarme el reporte de la investigación y sí me
engañaba.
– Maldito, pero te juro que esto no se va a quedar así, lo voy a buscar y voy a hacer que
se arrepienta.

La llevé al sillón y ahí nos sentamos, la seguí abrazando mientras seguía llorando, en la
mesa de centro vi que tenía un folder abierto con muchos papeles y fotos, tomé una y
mis ojos se abrieron como platos, no pude creer con quien lo tomaron besándose al salir
de un hotel, no podía ser eso cierto.

Capítulo 4:
Por segunda vez

Soy veneno que te arde en los labios


Veneno que derrite tu piel
Veneno que te inunda los sueños
Y que se adueña de ti
Poco a poco
Porque soy veneno
Y si tú quieres yo te quiero
Pero desnúdate primero
Que no se entere la ciudad
Por yo soy veneno
Y tú ya sabes lo que quiero
Ir dando vueltas por tu cuerpo
No necesito nada más

– ¿Cómo fui tan idiota para no haberme dado cuenta? – exclamó Jennifer aún llorando.
– Dicen que el amor es ciego, no en vano nunca me cayó bien, aunque jamás me
imaginé que tuviera esas tendencias.
– Eso es lo que más me duele, si me hubiera engañado con una mujer creo que hasta lo
hubiera perdonado, pero un hombre…
– Ya no llores, por favor, no vale la pena que estés así, no por él.
– Es que no sabes el shock tan grande, además ve los papeles, es un estafador
profesional.
– Pero sus días de vividor han terminado.
– Eran todos mis ahorros Edward, tengo muchísimas deudas.
– No te preocupes por eso, yo te ayudaré a cubrirlas.
– No, de ningún modo lo voy a permitir, te lo agradezco, pero no es justo que tú pagues
por mis errores.
– Para eso somos los amigos y yo estoy en deuda contigo.
– Ni lo menciones, sabes que eres otro hermano para mí.

La seguí abrazando y cuando se quedó dormida la llevé a su habitación, yo también


estaba en shock, nunca me hubiera pasado por la mente que James tuviera esos gustos,
lo había visto infinidad de veces con chicas en la universidad, jamás le noté nada
extraño, ¿sería reciente su cambio?, ¿o simplemente era bisexual? Hablaría con él, esto
no se podía quedar así.

Estaba acostado al lado de Jennifer viéndola dormir cuando de pronto una imagen vino
a mi mente, el rostro de la chica de la noche anterior, me pregunté que estaría haciendo,
si también ya estaría dormida, ¿volvería a verla?, pero, ¿por qué pensaba en ella?, eso
no estaba bien, ¿acaso rompería las reglas esta vez?, cerré los ojos tratando de dormir.

Cuando desperté, Jennifer ya se había ido a trabajar, me dejó una nota en la mesa de
noche diciéndome que me sintiera en casa y desayunara lo que quisiera, me levanté y
me dirigí a la cocina, abrí el refrigerador y saqué un bote de leche, me serví en un vaso
y después tomé las galletas del anaquel de arriba, me senté frente a la mesa y al terminar
le marqué a James y lo cité a las seis en el restaurante del Rose Imperial.

Después fui a mi departamento, me bañé, me arreglé y luego fui a la oficina a ver qué
pendientes tenía. A las dos almorcé con Jennifer, me dio gusto verla más tranquila, eso
siempre se lo había admirado, no se clavaba mucho tiempo en las emociones, las vivía
al máximo y en poco tiempo las hacía a un lado.

Más tarde me dirigí al Rose Imperial, pasé a saludar a Jane y me quedé poco más de una
hora platicando con ella y su mamá, estaban tan felices y agradecidas las dos, me
alegraba poder contribuir con esos momentos. Iba saliendo de su habitación cuando el
celular sonó, era un poco temprano para esas llamadas, sin embargo, lo saqué y miré
sorprendido el número, una sonrisa se dibujó en mis labios al ver de quien se trataba.

– Hola.
– ¿Estás libre esta noche? – me sorprendió escuchar su tono sensual y me gustó.
– Sí, te veo en el mismo lugar a las ocho, ¿te parece?
– ¿No podría ser más temprano?, ¿a las 6:30? – ¿por qué querría verme más temprano?,
¿tendría algo que hacer más tarde?
– Lo siento, me es imposible a esa hora – otra razón más para querer golpear a James.
– Ok, entonces a las ocho – respondió un tanto desilusionada.
– A las ocho, en el lobby, cerca de los elevadores.

Colgué porque se habían abierto las puertas del ascensor y entré, presioné el botón de
planta baja y sonreí ante la expectativa del encuentro nocturno, no estaba muy seguro si
volvería a buscarme y no imaginé que llamara tan temprano, de haberlo sabido hubiera
citado a James a la hora del almuerzo, pero pensaba llamarla yo después de terminar de
arreglar ese asunto, quería volver a verla antes de ir a pasar el fin de semana a casa de
mis padres.

Puntualmente llegó James, me saludó como siempre con su típica sonrisa y un abrazo,
evite pegarme mucho a su cuerpo, ya no lo veía con los mismos ojos que antes. Pedimos
de cenar y un par de cervezas.

– Que sorpresa viejo, ¿cuánto tiempo sin verte cómo supiste que estaba en Nueva
Jersey?
– Todo en esta vida se sabe James, tarde o temprano, no hay nada oculto bajo el sol, por
más que uno trate de esconderse – respondí serio y frío.
– ¿Y cómo van los negocios? – respondió mirándome extrañado.
– Muy bien, ¿y los tuyos?
– Bien, gracias.

Nos llevaron la cena y estuvimos platicando de cosas triviales, le coqueteó


descaradamente a la mesera que se sonrojó, yo moví la cabeza reprobatoriamente.
Cuando terminamos de cenar abrí el sobre que traía y saqué las fotos, las fui poniendo
una a una sobre la mesa. La expresión de su rostro fue cambiando conforme las veía de
sorpresa, a nervios, a vergüenza, a coraje, simplemente no tenía precio verlo así.

– No sabía que habías cambiado a las mujeres, ¿te hartaste después de todas las que
tuviste en la universidad?
– No, no las he cambiado – respondió nervioso juntando las fotos, pero lo detuve.
– A mí me importa muy poco con quien te revuelques, sea mujer u hombre, pero, este
tipejo abusó y utilizó vilmente a alguien sumamente preciado por mí y eso no se puede
quedar así y tú vas a ayudarme, si no quieres que estas fotografías sean distribuidas
entre las chicas de la sociedad a la que pertenecemos o peor aún, que lleguen a la
editorial de una importante revista de sociales.
– Edward, no es lo que piensas, no he dejado a las mujeres, me encantan, tú lo sabes,
pero, en una fiesta ya con muchos tragos encima un tipo se me acercó y probé y…
– Ya te dije que eso a mí no me interesa, lo que quiero es que este individuo pague por
la canallada que hizo.
– Está bien, ¿qué debo hacer? – preguntó sintiéndose acorralado.
– Hundirlo, quiero verlo en la cárcel, aprovecha tus encantos y dale confianza, deja que
te estafe, porque si no lo sabes, a eso se dedica en la vida, hasta te estoy haciendo un
favor – moví la cabeza – después refúndelo en prisión.
– ¿Y por qué no lo hace la persona que mencionas?, yo buscaré las pruebas necesarias.
– Porque no pienso permitir que pase por ese proceso, ya suficiente daño le hizo.
– ¿Se trata de Alice?
– No y no es de tu incumbencia quien sea… tienes tres meses James, o esto saldrá a la
luz pública – dije determinado en tanto recogía las fotos y las guardaba de nuevo en el
sobre.
– De acuerdo, muy pronto estará en prisión.
– Eso espero, buenas noches James.

Tomé el sobre y bajé al estacionamiento para guardarlo en mi auto, faltaban cinco


minutos para las ocho, me puse un poco de loción y subí de nueva cuenta, pero por las
escaleras. La vi recargada en la pared, ¿tenía los ojos cerrados?, sí que era intrigante su
forma de comportarse, otra vez estaba nerviosa, ¿por mí?, ¿o sólo por la situación? Me
miró, esta vez iba un poco más maquillada que la otra noche, traía su cabello recogido
en una coleta y de nuevo vestía su abrigo, pero en esta ocasión cerrado.

– Buenas noches – saludé admirándola, que hermosa se veía.


– Buenas noches – respondió mientras me sonreía.

Entramos al elevador, me gustaba ver la expresión de su rostro cuando me miraba, era


una mezcla de fascinación, deseo, nervios, ansias, de muchas emociones, que
francamente alimentaban mi ego. Percibí un ligero movimiento de su parte, acercándose
a mí, malditas cámaras de seguridad, yo también ardía en deseos por besarla, pero tenía
que advertirla antes de tener que rechazarla y que se lo tomará a mal, pero, ¿por qué me
importaba eso?, ya lo había hecho con otras mujeres sin tomar en cuenta que se
molestaran o se sintieran ofendidas.

– En este hotel hay cámaras en los elevadores, por seguridad – la señalé con los ojos.
– Entiendo, pero no iba a intentar nada extraño – respondió avergonzada.

No pude evitar que una sonrisa se me escapara, sabía que estaba tan ansiosa como yo,
sus ojos eran ventanas abiertas, ¿acaso no veía el deseo en los míos?, como iba a verlo
si prefería mirar el suelo.

Salimos del ascensor y caminamos unos metros para llegar a la habitación, me


sorprendió gratamente cuando al entrar y encender la luz ella tomó la iniciativa y me
acorraló contra la puerta para besarme desesperada, le respondí de igual manera, mi
lengua se entrelazaba con la de ella en una lucha sin tregua, frotándose, sintiéndose, en
tanto mis manos desabrochaban el estorboso abrigo que dejé caer al suelo segundos
después, la separé un poco para mirarla y me quedé perplejo, traía un provocativo
vestido rojo de tirantes que acentuaba el color de su blanca piel y mi excitación
aumentó, ella se había arreglado para mí.

– Wow… ese vestido sí que te queda bien, muy bien.


– ¿En verdad? – preguntó y se dio una vuelta coquetamente
– Por supuesto, aunque a decir verdad, se verá mejor en el suelo.

Me gustaba esa combinación en ella, de niña tímida y mujer fatal. Me complacía ser yo
quien sacara en ella esa parte sensual que no mostraba en público, no se hubiera puesto
el abrigo si lo hiciera.

La tomé por la cintura y mi lengua recorrió su oreja exhalando en ella, sentí como se
doblaba su cuerpo y me sujetaba por los codos, fui lamiendo hasta llegar a su cuello que
besé en tanto bajaba los tirantes del vestido hasta llegar a sus senos que acaricié sobre la
tela, después le besé la parte de éstos que sobresalía, luego ella tomó mi cara y me besó
frenética, deslicé una de mis manos por debajo de la ropa y noté que traía tanga esta
vez, así que masajeé su nalga. Después de romper el beso lamió mi cuello.

– Quiero sentirte dentro de mí – musitó en mi oído acariciando mi miembro ya erecto y


después desabrochó con rapidez mi pantalón y liberó mi erección.

Mientras me ponía el condón, ella se tumbó en la cama y se deshizo de su tanga al


tiempo que yo lo hacía de mi pantalón, me coloqué encima subiendo su vestido para
entrar en ella que gritó al sentirme, comencé con el movimiento haciéndola mía,
haciéndola vibrar en tanto ella me quitaba la camisa y acariciaba mi pecho.

Gemí en su oreja, quería que estuviera segura de lo que me hacía sentir, de cómo
disfrutaba tenerla entre mis brazos e inundar su cuerpo con el mío, sentí como deslizaba
sus manos por mi espalda hasta mis nalgas que empujaba para que llegará más profundo
en ella, volví a besarla y mordí sus labios, quería comérmela, ella rompió el intenso
beso y gritó de manera deliciosa mientras llegaba al orgasmo y su cuerpo se estremecía,
no puede evitar reírme, me llenaba de un gozo incomparable ser yo el responsable de
ese grito.
– Sshhh, van a pensar que te estoy matando – dije sobre sus labios abiertos.
– Y lo estás haciendo… de placer – respondió mirándome a los ojos.

Me senté en la cama, recargado en la cabecera en tanto ella se quitaba el vestido,


revelándome la desnudez de su cuerpo perfecto, se sentó sobre mí, rozando
exquisitamente su sexo con el mío, lamiendo y mordisqueando mi oreja en tanto
presionaba mis pezones con sus dedos. La levanté un poco, a pesar de estar disfrutando
del roce de nuestros sexos, quería estar de nuevo dentro de ella.

Me encantó que tomara la iniciativa y fuera ella quien se lo introducía, comenzó a


moverse lentamente, gimiendo, le solté el cabello y ella se lo acomodó sobre sus
hombros de una forma tan increíblemente sensual mientras yo le acariciaba sus muslos
y ella se movía a su ritmo, poniendo sus manos sobre mis hombros. Nos miramos a los
ojos y eso fue el aliciente que me faltaba para alcanzar el orgasmo en tanto le apretaba
sus nalgas y gritaba por la intensa sensación. Calló mi grito besándome mientras ella
terminaba también.

Suspiró y la miré confundido, no sé porque pero quería saber lo que pensaba en ese
momento, me inquietaba su actitud. Me cuestionó si ya me marchaba y cuando le dije
que no me comentó que quería hacerme una pregunta, el rubor inundó sus mejillas,
¿cómo podía darle vergüenza hacerme una simple pregunta, cualquiera que fuera,
después de haberme entregado su cuerpo?

No pude evitar reírme cuando finalmente me hizo saber lo que le inquietaba de mí,
¿cómo era posible que pensara que me prostituía?, entonces terminé por comprender
que ella ignoraba toda la cuestión de la sociedad, simplemente alguien le había dado mi
teléfono sin darle ninguna explicación y rompiendo la cuarta regla.

– No soy un gigoló, si es lo que piensas, esto es sólo placer para ambos y créeme, no
hay dinero suficiente para retribuirlo – le expliqué levantándome de la cama para buscar
otro condón.

Me quité el que traía y lo tiré a la basura, quería hacerla mía una vez más esa noche, no
sabía cuándo volvería a verla y deseaba sentirla otra vez temblando entre mis brazos.

Me subí a la cama y dejé el condón en la almohada, la hice acostarse nuevamente, fui


deslizando con suavidad mis dedos por la piel tersa de sus piernas, acariciando desde el
talón y subiendo de a poco, me entretuve en sus rodillas mientras veía como su pecho
subía y bajaba cada vez más aprisa porque su respiración se estaba elevando. Al llegar a
sus muslos besé y lamí su ombligo, otro gemido se dejó escuchar, así que subí a sus
senos y comencé a comerme uno de sus pezones mientras mis dedos pasaban a su centro
frotándolo por fuera y me comí el otro pezón.

Instintivamente abrió las piernas y le introduje mi dedo mientras la besaba


apasionadamente, tratando de sincronizar los movimientos de mi lengua y de mi dedo,
me pasó el condón y me lo puse de inmediato. Vi como cerraba los ojos cuando volvió a
sentirme dentro de su cuerpo. Comencé a moverme lentamente en tanto le besaba el
cuello y le apretaba delicadamente sus nalgas. Sus gemidos me encantaban, sin
embargo, disfrutaba más de su sabor así que la besé frenéticamente.
Ella se aferró a mi espalda y enrolló sus piernas en mi cintura apretándome para sentir
más como la llenaba. Rompí el beso para gruñir, los movimientos de ambos se
intensificaron, puse mis manos sobre la cama para levantarme un poco y mirar su rostro,
me excitaba más ver su expresión retorcida. Deslizó sus manos a mi torso y lo acarició,
se mordía los labios. Embestí con más fuerza, quería que termináramos juntos y a mí me
faltaba poco, ella me suplicó por más, estaba a punto de llegar también e instantes
después ambos lo logramos. Abrió su boca y su grito se mezcló con el mío, era el
éxtasis total, la gloria.

Me dejé caer sobre su cuerpo, en tanto nuestras respiraciones trataban de volver a la


normalidad, segundos después me acosté a su lado y cuando estaba completamente
recuperado me levanté a vestirme, ella no dijo nada, ya había comprendido las reglas.
Estaba por retirarme cuando recordé que a la mañana siguiente viajaría, así que me
detuve antes de abrir la puerta y me giré.

– No estaré disponible hasta el lunes por la noche – aclaré para evitar que me llamara y
encontrará el celular fuera de servicio.
– Entiendo – respondió seria.
– Claro que siempre hay otras opciones… puedes acariciarte pensando en mí – sugerí
pícaramente – hasta luego.
– Hasta luego.

Y salí de la habitación, no entendía porque me tomaba tantas molestias con ella, no


tenía porqué haberle aclarado que no estaría disponible, eso rompía en parte las reglas,
no sería la primera vez que apagaría ese celular, pero esa desconocida estaba ejerciendo
en mí algo extraño y me pregunté nuevamente cómo es que había dado conmigo y por
qué se había atrevido a llamarme sin saber nada de mí.

Llegué a la casa de mis padres a mediodía, no había nadie, sólo la servidumbre, subí a
mi habitación y desempaqué mi maleta. Me tiré en la cama a ver televisión y me quedé
dormido no sé cuánto tiempo. La ruidosa llegada de Emmett y Rosalie me despertó,
moví mi cabeza, no importaba que él tuviera 29 años ni que estuviera casado, siempre
sería como un niño.

Así que baje y los saludé, a los pocos minutos llegaron mis padres, que me abrazaron
dándome la bienvenida. Más tarde llegó Alice con unas amigas y poco después, Jasper
que la abrazó efusivamente. Cenamos y estuvimos platicando largo rato, mi pequeña
hermana estaba más que emocionada porque al día siguiente haría oficial su
compromiso con Jasper.

Me fui a acostar, pero no tenía sueño, entonces me puse a leer mientras escuchaba
música. Obviamente no oí cuando abrieron la puerta, me di cuenta que había alguien en
mi habitación cuando me quitaron el libro de las manos. Era Maggie, una amiga de
Alice, de la cual yo sabía plenamente que sentía algo por mí, me miraba seductora, traía
puesto un short y una polera de tirantes ceñida al cuerpo, se mordió un dedo y vi el
deseo en sus ojos, estaba determinada a seducirme esa noche y yo sonreí.
Capítulo 5:
Fin de semana en Seattle

Ella, se desliza y me atropella


Que aparece y que se esconde
Que se marcha y que se queda
Que es pregunta y es respuesta
Ella domina el alma y me la enreda
Va conmigo, pero no sé donde va
Que está tan dentro de mi vida
Y a la vez está tan fuera
Pero, ¿si mi boca se equivoca?
Sea, lo que quiera dios que sea
¿Quién me dice si era ella?
Y si la vida es una rueda y va girando
Y nadie sabe cuándo tiene que saltar
Y si fuera ella

– Maggie, creo que te equivocaste de habitación – dije quitándome los audífonos y


dejando el Ipod sobre la mesa de noche.
– No, definitivamente esta es la que estaba buscando – exclamó en tono sensual
sentándose a mi lado.
– No pretenderás dormir aquí, verdad? – pregunté haciéndome el desentendido.
– No pretendo precisamente dormir Edward – respondió poniendo su mano sobre mi
muslo – ¿sabes?, has sido mi fantasía los últimos diez años de mi vida y ahora quiero
hacerla realidad.
– Maggie, está aquí toda mi familia, incluida Alice, tu amiga.
– Todos están en sus recámaras – se sentó sobre mí – prometo no hacer ruido – añadió y
me besó apasionadamente.

Puse mis manos en su cintura y le correspondí el beso, que diferente era su sabor al de
la desconocida de anoche, su forma de besar. Empezó a lamer y mordisquear mi cuello,
estaba logrando excitarme, pero nada comparado a las caricias que ella me provocaba,
estaría a mil con ella si me mordiera, pero. ¿qué estaba yo haciendo?, ¿comparándola?,
jamás había hecho comparaciones antes, me quedaba claro que cada mujer era única,
¿por qué ahora pensaba en ella y deseaba que fuera la que estuviera ahí? Maggie subió a
mi oreja y la lamió, absorbió el lóbulo, yo estaba estático, como nunca, mi cuerpo
estaba ahí, mi mente a kilómetros.

– Me he reservado para ti, quiero que seas el primero, como siempre lo soñé – susurró
en mi oído trayendo mi mente de regreso.

Y, sin saberlo, me dio la clave para detenerla, así que la cargué y la puse a mi lado, me
levanté de la cama y me llevé una mano a la cabeza, haciendo mi cabello para atrás.

– ¿Qué pasa?, ¿nunca has estado con una virgen? – preguntó inocentemente.
– Maggie, la primera vez en la vida de una mujer es importante, tiene que ser especial,
es algo que siempre recordará.
– Lo sé, porque eso quiero que sea contigo – exclamó hincándose en la cama para
alcanzarme, pero yo me hice para atrás.
– No es buena idea – aseguré.
– ¿Por qué no?, ¿no te gusto?, ¿no me encuentras atractiva?
– No es eso Maggie, eres muy hermosa. pero mereces que tu primera vez sea única –
guardé silencio buscando las palabras adecuadas – mereces que sea con alguien que te
quiera, no con quien está pensando en otra persona.
– ¿Qué?, ¿estabas pensando en alguien más? – preguntó desconcertada y desilusionada.
– Sí, no voy a mentirte, por eso no merezco que me entregues tu inocencia, espera a que
llegue el indicado, el hombre que te quiera y que esté feliz de ser el primero en tu vida,
yo no soy ese hombre.
– No sabía que tuvieras novia, eso sí es una sorpresa, el inconquistable Edward Cullen
al fin ha sido cazado.
– No es mi novia – dije sin pensar – aún – añadí sorprendiéndome a mí mismo.
– Entonces no hay ningún obstáculo para hacerlo conmigo.
– Hay más de uno Maggie, eres amiga de Alice, estamos en la casa de mis papás, tú y
yo no somos nada y aunque ella no sea mi novia está en mi mente, no quiero
perjudicarte, será mejor que te marches.
– Ok – exclamó y se levantó de la cama acercándose a la puerta – no me importa que
pienses en otra, es más, si quieres imagínate a Megan Fox, pero hazme el amor – agregó
acorralándome contra la pared.
– No Maggie, date a respetar, no puedo hacerte el amor porque eso involucra
sentimientos y, perdóname por ser tan sincero, no los tengo por ti y no voy a tomarte
solamente por capricho tuyo, créeme que no soy el hombre de tus fantasías – expliqué
tomándola de las manos y alejándola de mí.
– Si no fuera virgen, ¿sería diferente?
– No, ya te lo dije, eres amiga de Alice y estamos en casa de mis papás.
– Está bien, tú te lo pierdes – dijo molesta.
– Buenas noches Maggie, descansa.

Me corrió con enfado la mirada, le abrí la puerta y salió de la habitación. Cerré y me


quedé recargado ahí, ¿qué me estaba pasando?, no era la primera vez que rechazaba a
una mujer, tenía que reconocerlo, pero habían sido otros los motivos, no porque
estuviera pensando en alguien más, eso jamás lo había hecho, me concentraba en la
persona con la que estaba, ¿qué rayos me estaba haciendo ella? Quizá debía evitar
volver a verla, era la primera vez que no estaba seguro de poder cumplir las reglas y si
las rompía, no habría vuelta atrás. Moví la cabeza, le puse seguro a mi puerta y regresé a
la cama.

Me acosté boca arriba, debía reconocer que Maggie había logrado encenderme, así que
cerré los ojos y me concentré en la hermosa desconocida, su imagen vino fácilmente a
mi cabeza, su sonrisa, su olor, su sabor, sus gemidos, su rostro retorcido, la textura de su
piel, todo lo tenía bien grabado en mi mente. Mi mano bajó a mi miembro, sacándolo
del pantalón y empecé a acariciarlo pensando en ella, deseando que fuera su mano en
lugar de la mía, reviví los momentos vividos con ella y la sensación de placer
aumentaba al recordar sus besos y sus caricias. Miré mi blackberry, su voz me ayudaría
bastante, pero recordé que ahí no tenía su número y el otro celular lo había dejado en mi
departamento de Nueva Jersey. Seguí concentrándome en ella y a los pocos minutos
llegué al orgasmo.
El desayuno del día siguiente estuvo incómodo debido a las insistentes miradas de rabia
de Maggie, así que me apresuré y luego salí a dar la vuelta en el auto de mi padre,
necesitaba aire fresco y estar alejado de esa niña caprichosa que francamente dudaba
que fuera virgen, ¿quién en esta época lo era a los 23?, y menos en Estados Unidos.
Estacioné en un parque y me senté en una banca a mirar a la gente, como cuando lo
hacía con Jennifer hace bastantes años y me olvidé de todo.

Regresé a la hora de la comida y pedí que la subieran a mi habitación, no quería otro


episodio como el de la mañana, ya había tenido suficiente. Después me metí a bañar y
me arreglé para la cena. Bajé y ya habían llegado los papás de Jasper y Rosalie, los
saludé y luego a mis tíos que también habían llegado recién, me puse a platicar con
Emmett, que estaba con sus bromas, como siempre. Al cabo de un rato, mi padre llamó
la atención de los presentes parándose en medio de la sala.

– Bueno, como todos ustedes saben, la razón de esta pequeña e intima reunión es para
anunciar oficialmente el compromiso matrimonial de mi hija menor Alice con su
prometido Jasper Hale, la boda será en diciembre próximo en nuestra casa de Miami, les
pido que levanten sus copas y brindemos por la felicidad de esta joven pareja que pronto
iniciarán un camino juntos, no será fácil, pero sé que el inmenso amor que se tienen les
ayudará a superar los pequeños obstáculos que se les presenten en el camino, por mi
hija y mi futuro yerno, ¡salud!

Todos levantamos nuestras copas y brindamos por ellos, Alice no cabía de la felicidad y
se levantó a abrazar a mi padre.

– Quiero hacer un anuncio también, a decir verdad, es una petición – volteó a verme –
Edward, me encantaría que tú fueras el padrino, ya mi amiga Renata ha aceptado ser la
madrina.
– Claro que sí Alice, nada me dará más gusto que ponerte la soga al cuello.

Nos reímos por mi comentario y Emmett me dio una palmada en la espalda. Pasamos al
comedor y mientras servían la cena, Renata le pidió a Alice que relatara como Jasper le
había pedido ser su esposa.

Mi hermana muy contenta lo contó a detalle, había sido en una cena romántica, con un
pianista que amenizó con melodías de amor y después le pidió a ella que se sentará con
él para tocarle una canción en exclusiva, luego le entregó una copa pidiéndole una
propina pero lo que había al fondo era el anillo anudado a una nota que decía: Alice
Cullen, ¿te quieres casar conmigo?, te amo profundamente y nada me daría más gusto
que pasar el resto de mi vida a tu lado, Jasper. Todos se emocionaron y le pidieron que
mostrara el anillo, ella levantó su mano y se los enseñó, después le dio un beso a él que
también estaba muy emocionado.

Comimos entre anécdotas y consejos que les daban mis padres y los de Jasper, al
término se hicieron grupitos para platicar. Yo me quedé en un rincón observando a mi
familia, Emmett y Rosalie estaban abrazados sonriendo al igual que mis padres, Alice y
Jasper estaban en el sillón tomados de la mano, los padres de él estaban platicando
animadamente con el tío Aro y su esposa. De pronto, una extraña sensación me recorrió
y salí a la terraza con la copa en la mano.
La luna brillaba en todo lo alto iluminando parte del jardín y, entonces, me sentí solo,
¿qué estaba haciendo yo con mi vida?, acababa de cumplir 27 años y no tenía a nadie a
mi lado, alguien digno que estuviera ahí conmigo compartiendo este gran día para la
familia. Mi hermanita de 24 años estaba próxima a casarse y yo estaba solo, siendo
mayor que ella. De repente, la imagen de esa chica volvió a mi mente, ¿qué tenía de
especial para pensar en ella?, era la primera vez, en el tiempo que llevaba en la
sociedad, que pensaba en alguna, que deseaba que el tercer encuentro no llegara, no
quería alejarla, quería seguirla viendo indefinidamente.

– ¿En qué piensas hermanito? – escuché la voz de Alice y sentí su mano sobre mi
hombro.
– En que no puedo creer que mi hermanita se va a casar tan pronto… ¿no deberías estar
allá dentro con los demás?
– Vi que saliste y me llamó la atención, te estaba observando a lo lejos y mi curiosidad
aumentó, ¿qué te sucede Edward?
– Nada, ¿por qué lo preguntas?
– Te noto extraño, demasiado pensativo, sé que no son problemas en los negocios, esos
marchan muy bien, ¿qué es Edward?, ¿se trata de alguna chica?
– ¿Tú como supiste que Jasper era el indicado? – respondí evadiendo su pregunta.
– Fue amor a primera vista, desde el instante que nuestros ojos se cruzaron, hubo algo
en su mirada que no había visto en nadie más, con el trato me sentí libre de ser yo
misma, sin tener que posar para impresionarlo, y cuando más lo confirme fue aquella
vez que chocó mamá, ¿te acuerdas?
– Como olvidarlo, estuvo cinco días en coma y mi papá no se despegó ni un solo
segundo de ella, yo más que nadie lo comprendía.
– Yo estaba muy asustada Edward, pero cuando Jasper me abrazaba el miedo se
desvanecía por completo y me daba esperanzas de que todo iba a salir bien y, así podría
enumerarte miles de cosas, la alegría que no cabe en el pecho, el regocijo del corazón,
hablar sin palabras, mirarlo dormir, desearlo de tal manera que sientes que te quemas
por dentro, pero todos percibimos el amor de diferente forma, lo único que te puedo
decir es que cuando llegue, simplemente lo sabrás, con mínimos detalles te darás cuenta,
cuando quieras reír y llorar, cantar y callar, volar y aterrizar, soñar y despertar, cuando
sea la última persona en la que piensas antes de dormir y la primera cuando despiertas y
la veas en todas partes aunque sepas bien que no está ahí, en fin hermanito, son tantas
cosas.
– Sí ya lo veo, me había olvidado de todo eso.
– Pero, creo que finalmente, después de tantos años, estás listo para abrirte de nuevo al
amor, definitivamente ella debe ser muy especial para haber logrado ese cambio en ti.
– ¿Ella?, no hay ninguna ella, Alice, no he mencionado a nadie.
– Edward, soy mujer y además muy perceptiva, por supuesto que la hay, me di cuenta
como mirabas al vacío con lo que yo te estaba diciendo, como analizando situaciones y
me da muchísimo gusto, mereces a alguien en tu vida, no sólo en tu cama, no sé porque
te empeñaste en volverte así, eres mucho mejor que eso y mereces conocer y disfrutar
del amor verdadero, sólo espero que ella te valore, te corresponda y te haga muy feliz.
– Gracias hermanita, pero de verdad te aseguro que no hay nadie.
– No te creo, pero está bien, si insistes, quizá no haya nadie aún, pero existe el anhelo de
que la haya y ese es ya un gran paso para conseguirlo.
– Te adoro duendecillo.
– Y yo a ti – me abrazó fuertemente – en serio que me encantaría verte tan enamorado
como yo lo estoy.
No pude responderle nada, francamente no sabía si estaba preparado, había cerrado mi
corazón en una caja fuerte y arrojado la llave al océano, no sabía si existiría alguien tan
valiente como para buscarla, rescatarla y liberar mi frío corazón. Era sencillo conseguir
a una chica, lo difícil era conservarla, alimentar la llama día con día para evitar que se
extinga. Sonreí por mis pensamientos, ¿que sarta de cursilerías estaba pensando?,
¿desde cuándo el soltero más codiciado hacía ese tipo de analogías?, seguí sonriendo, ¿a
quién rayos se le había ocurrido catalogarme de esa manera y ponerlo en el internet?,
poco sabía de mi vida.

Alice y yo entramos a la casa, estuvimos compartiendo con los invitados y de nuevo


sentía las miradas aniquiladoras de Maggie, antes me hubieran halagado, hoy me
molestaban. La reunión siguió un par de horas más y después se fueron yendo los todos.
Subí a mi habitación y le coloqué el seguro, esa niña no se daría por vencida tan fácil y
yo no iba a permitir que quisiera perjudicarme ante mi familia.

A la mañana siguiente bajé a desayunar y me alegró ver únicamente a mi familia, ya que


Alice y sus amigas habían decidido ir a un restaurante. Le di un beso en la cabeza a mi
madre y después una palmada en el hombro a mi padre y a Emmett mientras que a
Rosalie le di un beso en la mejilla y me senté frente a mi madre.

El desayuno transcurrió de lo más tranquilo, les platiqué sobre Jane, quien seguramente
ahora ya estaba en su casa y mi madre me tomó de la mano, orgullosa de mi gesto.
Rosalie nos contó sobre la nueva campaña que estaba haciendo de un perfume y que a la
semana siguiente estaría en un desfile de modas de Victoria Secret. Emmett le aseguró
que estaría en primera fila cuidándola para evitar que alguien se quisiera propasar con
ella. Su esposa se rió, lo abrazó y le dio un beso en los labios, seguían pareciendo recién
casados y, por primera vez en mi vida, tuve envidia de mi hermano por su relación de
pareja.

Llegué a Nueva Jersey a las seis de la tarde, saqué el celular de la mesa de noche y lo
encendí, tenía varios mensajes de voz y escritos, ninguno de ella, pero como iba a
buscarme si yo mismo le había dicho que estaría ocupado hasta el lunes y era domingo.
Moví la cabeza y me metí a bañar.

El lunes tuve una junta muy temprano, estábamos viendo la posibilidad de extendernos
al extranjero y ya se había adquirido un gran terreno en Londres para la construcción de
un nuevo hotel, el primero que se construiría, así que nos turnaríamos para ir a
supervisar como marchaban las cosas.

Por la tarde almorcé con Jennifer y le conté como había estado la fiesta, se lamentó no
haber podido ir pero había sido el cumpleaños de su hermano y había viajado para
celebrarlo con ella, así que se fueron a un bar en compañía de amigas y amigos de ella.

Estaba en mi oficina un tanto desesperado, eran como las seis la tarde y miraba el
celular esperando que sonara en cualquier momento, esperaría hasta las 7:30 y si ella no
me llamaba, yo lo haría, no podía esperar otro día para verla. A la media hora sonó y era
número restringido, dude en contestar, pero finalmente lo hice, cuando me di cuenta que
no era ella dije que esa noche no podía, sonó tres veces más y repetí el procedimiento,
no me interesaba ver a otra chica que no fuera ella.
Poco después de las siete la llamada que había estado esperando, casi todo el día, llegó.
Sin saber porque había guardado su número con el nombre de “ángel”, simplemente
había sido la primera palabra que se ocurrió. No duramos mucho hablando, quedamos
de vernos a las ocho en el hotel, así que apagué la computadora y salí de la oficina. Bajé
velozmente al estacionamiento y me sorprendió ver a James recargado en mi auto.

– ¿Qué quieres? – pregunté serio y molesto.


– Vengo a decirte que ya no tienes que preocuparte por Chace.
– ¿Tan rápido lograste meterlo a la cárcel? – pregunté quitándole la alarma al auto.
– No, está muerto.

Capítulo 6:
Al demonio con las reglas

Sólo quiero acercarme a ti


Encontrar lo que se necesita para moverte
Tenlo presente, soy una máquina del amor
Veinticuatro horas al día, siete días de la semana
Llámame cada vez que lo necesites
Sólo quiero sentirme vivo
Y haré lo necesario para satisfacerte
Hora tras hora nena
Toda la noche contigo

– ¿Qué? – exclamé más que impresionado y lo miré estupefacto, no podía creer que
desconociera tanto a James, jamás me imaginé que fuera capaz de llegar a ese extremo
con tal de que su imagen no fuera dañada.
– No me mires así, yo no tuve nada que ver, fue cosa del destino.
– ¿Qué fue lo que pasó?
– No se dio cuenta que su auto se quedó sin frenos así que se estampó en un puente, lo
rescataron con vida, pero al parecer en el hospital hubo una equivocación, no supieron
que era alérgico a un medicamento y eso fue lo que le ocasionó la muerte sin que
pudieran evitarlo – explicó como si me estuviera dando el estado del tiempo.
– Era un mal nacido, pero tampoco era para desear su muerte.
– Creo que tenía muchos enemigos, cuando se es estafador, ese es el riesgo, ¿puedes
darme las fotos, por favor?
– Están en mi departamento.

Miré el reloj y faltaba media hora para la cita con la desconocida, pero, con tal de no
averiguar de qué era capaz James, le dije que fuéramos por ellas. Manejé a toda
velocidad, en silencio, en la universidad él había sido el típico chico que molestaba a los
nerds y les hacía bromas bastante pesadas, por eso me quedaba la duda de si en verdad
había sido un descuido de Chace lo de los frenos, ahora me arrepentía por haber acudido
a James para resolver ese asunto, pero se veía tan tranquilo, ¿podría ser tan frío o
simplemente sí había sido obra del destino? Llegué a mi edificio y subí rápidamente por
el sobre con las fotos, lo tenía en un cajón, debajo de mi ropa, lo saque y volví a bajar a
toda velocidad, se lo entregué y me sonrió satisfecho.

– Gracias Edward, ahora ya estamos en paz tú y yo, sin nada que nos preocupe – no
pude responderle nada – tranquilo, tú y yo seguimos siendo amigos, no pasa nada,
olvidemos este mal episodio.
– Voy a otro lado, ¿quieres que te deje en algún lugar?
– No, gracias, el sitio donde me estoy quedando no está lejos de aquí, puedo irme
caminando.
– Adiós James – dije subiendo a mi auto, no podía perder más tiempo.

Miré por uno de los espejos del auto y me di cuenta como sacaba un encendedor del
bolsillo de su pantalón y encendía el sobre. Ahora agradecía no haberme asociado con
él. Manejé a toda prisa al hotel, ya eran las 8:05, así que cuando llegué dejé mi auto con
el valet parking, no podía perder más tiempo estacionándolo yo mismo. Entré y vi que
ella ya estaba por salir, le sonreí, incluso con traje sastre se veía sensual.

– Disculpa la tardanza, tuve un contratiempo – dije mientras le tendía el brazo.


– Entiendo – respondió con una sonrisa.

Nos dirigimos a la habitación y una vez más maldije a las cámaras de seguridad del
ascensor, si no estuvieran, en ese mismo instante lo detendría y la haría mía, era una de
mis fantasías que aún no cumplía.

Al entrar a la habitación ella se fue directo a la mesa para dejar su bolso, me acerqué y
la abracé por la cintura acercándola a mí, su exquisito aroma me inundó y mi cuerpo
empezó a reaccionar, comencé a besarle el cuello mientras masajeaba sus senos por
encima de la blusa, después le quité el saco y la giré para besarla desesperadamente
acariciando sus nalgas, me enloquecía su sabor, sentir como se iba excitando.

Después volví a besar su cuello hasta llegar a su oreja, le mordisqué el lóbulo y la


escuché gemir, entonces una idea cruzó por mi mente, quería saber si había hecho lo
mismo que yo cuando estuve en Seattle. Le pregunté si había seguido mi sugerencia y,
para mi sorpresa, respondió que sí, así que le pedí que me lo mostrara y me miró
desconcertada.

– Quiero que te acaricies para mí – le pedí rozando su boca, ella me miraba sin dar
crédito a lo que le solicitaba – anda, compláceme, quiero ver como lo hiciste – insistí en
tanto deslizaba mi dedo pulgar por sus labios.

Quise tentarla para ver hasta donde era capaz de llegar por complacerme y me encantó
su disposición y, sobre todo, ver como se deshacía de la timidez que mostraba en
público y se convertía en la mujer más sexy.

Me senté en el borde de la cama y fui testigo del más espectacular y seductor striptease
que había presenciado jamás. En algún momento liberé mi miembro y lo acaricié
mientras la veía autosatisfacerse hasta que ya no aguante más y me acerqué a ella, me
miró sorprendida, tomé sus dedos y los lamí disfrutando del sabor de su intimidad,
después de colocarme el condón me introduje en ella y comencé a gemir en tanto me
movía ávidamente haciéndola mía, luego de un rato me detuvo, provocando que me
desconcertará y me fascinó escuchar su respuesta cuando le pregunte qué era lo que
hacía.

– Lo que me pediste, complacerte – musitó en mi oído con su voz retorcida y sensual.

Hizo que me sentara y se montó en mí, puse mis manos en su cintura y me las tomó
para entrelazarlas con las suyas, después las puso a los lados de mi cabeza mientras
subía y bajaba con rapidez, lamió mi cuello y gimió en mi oído, haciendo que la
sensación de placer se incrementara al igual que sus movimientos, instantes después
llegamos juntos al orgasmo, se dejó caer sobre mí y luego se sentó a mi lado emitiendo
otro gemido delicioso que provocó que me riera, me encantaba ser yo el responsable de
esos gemidos.

De pronto, se escuchó el rugir de su estómago y le propuse cenar, ella estaba a punto de


contarme algo personal, pero el subconsciente me traicionó y levanté una ceja, así que
omitió la información y sólo dijo que no había tenido tiempo para comer. Me levanté
del sillón para tomar el teléfono y le sugerí las hamburguesas, que eran mis favoritas, se
me hizo extraño que pidiera las papas en un plato por separado, sí que era diferente en
todos los aspectos.

Me tumbé en la cama y encendí el televisor, necesitaba una distracción antes de que la


cuestionara sobre su fin de semana y con eso romper por completo las reglas, aún no
estaba del todo seguro de querer hacer eso. Ella se metió al baño. Entonces, me reí de
mí mismo, las reglas las estaba rompiendo de a poco, sobre todo la tercera, ¿a quién
quería engañar?, jamás me había tomado la molestia de verlas dormir como en mi
primer encuentro con ella, aunque hayan sido escasos segundos; tampoco había
explicado que estaría ausente como lo hice la segunda vez y mucho menos había
compartido otra cosa que no fuera sexo como ahora que cenaríamos juntos, no tenía
muy claro porque lo estaba haciendo, pero me inquietaba verla en otras circunstancias,
conocerla en otros aspectos.

Me levanté para retirarme el condón y después me puse una bata que saqué del clóset.
Minutos más tarde tocaron la puerta, la abrí y me entregaron la charola con la comida, la
puse sobre la mesa y ella salió del baño envuelta en una toalla.

Se sentó frente a mí y empezamos a cenar en silencio y de nuevo se me ocurrió tentarla,


así que empecé a seducirla acariciándole su pierna por debajo de la mesa y su respuesta
fue exquisita, tomó una larga papa y la metió a su boca de una forma demasiado sexual,
evidentemente haciendo alusión al miembro masculino, me mordí el labio ante la
insinuación, en verdad moría porque me hiciera eso, ¿a qué hombre no le gusta?, sin
embargo, no me atrevía a proponérselo, no la obligaría a hacer algo que no quisiera.

Continuamos comiendo de la manera más increíblemente sensual que pudiera existir,


definitivamente ya no podría comer una hamburguesa y unas papas sin evitar recordar
este momento. Cuando terminamos de cenar me levanté para ponerme otro condón y
volví a hacerla mía, esta vez en la mesa, me agradaba sobre manera que se dejara llevar
y permitiera experimentar otras formas de tener sexo. En esta ocasión terminé segundos
antes que ella, después me levanté y fui al baño, me quité el condón y me lavé las
manos para quitar el olor de la hamburguesa y las papas, cuando salí la vi vistiéndose.
– ¿Qué haces? – pregunté contrariado, no podía irse tan rápido.
– Vistiéndome.
– Aún no terminamos o, ¿ya te tienes que ir? – dije desconcertado.
– No, es sólo que… bueno, entre las reglas y tu actitud, no sé cuando esto se acaba.
– Cuando veas que yo me visto esa es la señal – exclamé tajante.

A veces no podía dominar mis emociones, sobre todo la ira, la incertidumbre y la


preocupación, reaccionaba irasciblemente. Me acerqué a ella y lamí sus delicados
labios, incitándola poco a poco hasta que metí mi lengua en su boca buscando el roce
con la suya, la besaba con mucha más frecuencia que a las demás, aparte de su sabor me
gustaba su forma de besar, apasionada, sí, pero a la vez suave con un toque de ternura,
nadie me había besado de esa manera. Terminé por quitarle las pocas prendas que se
había puesto y mientras seguíamos besándonos caminamos hacia la cama para volver a
hacerlo.

Fui por el último condón que tenía y me subí en ella, besé sus senos mientras ella
enterraba sus manos en mis cabellos y gemía una vez más a causa de mis caricias, fui
subiendo dándole besos cortos hasta su cuello que mordisqué ligeramente, no quería
dejarle marcas, entonces, ella tomó el control de la situación y me hizo girarme, ahora
fue ella la que besó y lamió mi cuello, oh sí, que diferente se sentía que lo hiciera ella,
me quitó el condón de la mano y se hincó para colocármelo en tanto sus dedos rozaban
mi miembro y empecé a jadear, se montó sobre mí y fue moviéndose lentamente en
círculos con mi miembro dentro de su centro, era una sensación deliciosamente
placentera y mis jadeos aumentaron.

– Oh sí, así – exclamé entre gemidos sin poder evitarlo.


– ¿Te gusta? – preguntó en un tono apenas audible.
– Sí, sigue, no te detengas.

Me estaba volviendo loco y llevándome al extremo, sus movimientos seguían lentos,


provocando un roce de lo más exquisito, empezó a subir y bajar mientras llevaba sus
manos a sus cabellos acariciándolos sensualmente, yo puse mis manos sobre su cadera y
se la apretaba al compás de su ritmo, de pronto se detuvo y entonces la hice acostarse,
era mi turno de llevar el control y la embestí con fuerza en tanto nuestros labios se
rozaban y sentía su tibio aliento inundar mi boca y llegar hasta la garganta. Seguí
haciéndola mía sin quitarnos la vista de encima, como disfrutaba de su rostro retorcido
por el placer que yo le proporcionaba. Abrazó mi espalda con sus piernas y los
movimientos se volvieron aún más intensos al igual que sus gritos y volvimos a llegar
juntos al orgasmo, me dejé caer sobre su cuerpo aspirando el olor de su sudor y del sexo
mismo que flotaba en al aire.

– Eres fantástica – dije en voz baja en su oído.


– Y tú eres único – exclamó aún con la voz retorcida de placer.

Esas palabras me encantaron, me daba cuenta como gozaba, pero que me lo hiciera
saber con palabras era grandioso. Me acosté a su lado, no tenía prisa por irme, no como
en otras ocasiones, exhalé fuertemente y de reojo la vi sonreír satisfecha, sabía
perfectamente que ella era la causante de esas exhalaciones a causa del magnífico sexo
que compartíamos.
Cerré los ojos unos instantes mientras mi respiración volvía a su ritmo normal y me
quedé dormido unos minutos. Cuando desperté me di cuenta que ella también dormía,
así que me levanté, me quité el condón y me vestí. Salí de la habitación tratando de no
hacer ruido para evitar que se despertara, mientras caminaba por el pasillo se me ocurrió
hacerle saber lo estupenda que había estado la noche así que me dirigí a la oficina del
gerente, no quería escribirle la nota a mano. Toqué la puerta y en seguida me abrió.

– Buenas noches Arthur, necesito hacer algo en la computadora, ¿me permites?


– Por supuesto Edward, faltaba más, mientras voy a la recepción.

Tenía abierto Word, así que di click en nuevo documento y escribí en letras grandes:
“Espero que hayas disfrutado de la comida tanto como yo”. Lo mandé imprimir y al
leerlo me percaté que había escrito mi nombre, dudé, pero finalmente se lo quité y lo
imprimí otra vez, luego cerré el documento sin guardarlo. Subí nuevamente a la
habitación y dejé la nota sobre la mesa, me acerqué unos instantes a mirarla, estaba
acostada de lado.

– No te vayas – dijo entre sueños.

¿Acaso estaba soñando conmigo?, ¿sería posible que pensara en mí durante el día?
Moví la cabeza y salí otra vez silenciosamente y me fui directo a mi departamento con
una sonrisita en la cara. Me bañé y después me acosté, inmediatamente me quedé
dormido.

Al día siguiente tuvimos un curso en la oficina, se trataba sobre tomar riesgos, claro
enfocado al ambiente empresarial, pero muchas cosas me llegaron de forma personal,
así que al salir decidí mandar por un tubo las reglas, finalmente no las había creado yo,
no había un contrato de por medio y tenía la plena libertad de decidir si quería seguir
perteneciendo a esa sociedad o no. En cuanto estuve en mi oficina tomé el teléfono y
llamé a un amigo que trabajaba en una compañía telefónica.

– Hola Edward, ¿cómo estás? – exclamó amablemente.


– Bien Ethan, ¿y tú?
– También, gracias, ¿en qué puedo ayudarte?
– Necesito que me investigues el nombre de una persona, por favor, tengo su número de
celular.
– Por supuesto, mándamelo por mail y en una hora te tengo el dato.
– Gracias, ¿crees que puedas hacer una investigación más profunda?
– ¿Qué más necesitas saber?
– Todo lo que se pueda, dirección, edad, ocupación, con quién vive, la mayor cantidad
de información posible.
– Eso no lo puedo hacer yo, pero conozco a alguien que sí, sólo que llevará unos días,
déjame le pregunto y te aviso, ¿ok?
– Está bien, mientras tanto envíame el nombre, por favor.
– En una hora lo tendrás y también la respuesta de cuándo podré hacerte llegar el resto
de la información.
– Gracias amigo.
– De nada, cuando quieras.

Saqué el celular del bolsillo de mi pantalón, busqué el número de ella y se lo envié por
mail, en tanto esperaba su respuesta seguí trabajando. Poco más de una hora después
recibí su correo y lo leí de inmediato, además de su nombre había podido averiguar su
dirección y me informó que el resto de los datos los tendría en una semana.

“Isabella Swan”, dije en voz alta leyendo su nombre, la primera regla estaba rota
totalmente, la segunda en proceso, aunque no sería ella precisamente la que respondiera
las preguntas y la tercera, bueno, definitivamente era la primera que había roto, si no
fuera así no estaría ahora investigándola. Pero, a pesar de estar haciendo eso no me
atrevía a romper las reglas frente a ella, no sabía cómo actuar o qué decirle, hacía tantos
años que no tenía una cita convencional con una chica que me había olvidado del
procedimiento, sí me gustaba y demasiado, de eso no había dudas, pero, ¿para ella sería
suficiente?, seguramente había una buena razón para que me buscara, pero no creía que
fuera por un sentimiento, ni yo mismo estaba seguro de tener alguno por ella.

Me llevé una mano a la cabeza, me seguía persiguiendo el fantasma del pasado, me


asustaba la idea de que la historia con Tanya se repitiera, sabía perfectamente que era
absurdo, no creía que alguien tuviera tan mala suerte como para vivir dos veces la
misma tragedia, pero no quería averiguarlo.

Al día siguiente, Alice llegó de sorpresa a visitarme, me dijo que andaba buscando un
lugar para hacer la presentación de la línea de ropa que lanzaría en poco tiempo y le
propuse que la hiciera en uno de los salones del Rose Imperial y le encantó la idea, así
que me sacó a rastras de la oficina para ir al hotel y elegir uno de los tres, como siempre
de hiperactiva.

Aprovechamos y almorzamos ahí mismo, me platicó que estaba vuelta loca organizando
eso y su boda, aunque para ambos eventos había contratado a gente especializada, me
comentó que le había caído muy bien una de las chicas de la agencia de publicidad que
se encargaría de promocionar el lanzamiento, no me imaginé de quien estaba hablando
porque no me dijo su nombre.

Era jueves y había tenido otra junta con los socios sobre el hotel de Londres, les pedí ir
en noviembre para regresar a tiempo a la boda de Alice, no hubo ningún inconveniente.
Al salir estaba nuevamente ella esperándome y fuimos al Rose Imperial otra vez, se
quedó de ver con la chica de la agencia y me la presentó, Audrey Ward, quien por
cierto, me comió con la mirada y, extrañamente, me incomodó.

Ya era de noche cuando salimos de ahí, me despedí de Alice y subí a mi auto. Era el
tercer día que Isabella no me buscaba y me inquietaba, saqué el celular para llamarla yo,
pero de último momento decidí que era mejor ir a su departamento, propiciaría un
encuentro casual para terminar de mandar al demonio las dichosas reglas.

Llegué y me estacioné en la acera de enfrente, era un edificio de diez pisos y ella vivía
en el quinto, de la guantera saqué mi loción y me rocié un poco, la guardé y estaba por
bajar del auto cuando volteé y justo en ese momento la vi salir de la mano de un tipo
alto, moreno, de cabello oscuro y un poco fornido. Me quedé inmóvil mirándolos, él le
abrió la puerta de su auto y antes de que ella subiera le dio un beso en los labios,
entonces una sensación desconocida recorrió mi cuerpo al presenciar esa escena.
Capítulo 7:
Descubriendo algunas verdades

Hay placeres que embriagan


Y saben a traición
En los tugurios todos los amantes
Bailan en la oscuridad
Y en los rincones, son las seducciones
Una danza de exquisita debilidad
Hay pecados que dejan marcado el corazón
De rodillas mordiendo los tacones
Y en la boca lleva el alcohol
La lujuria y la alucinación
Me hacen perder el control
En los suburbios todas las parejas
Tienen algo que ocultar

Ahora comprendía porque no me había buscado, ya tenía a alguien más en su vida, que
idiota fui al pensar que era diferente a las demás, no sabría de la sociedad, pero la razón
por la que acudía a mí era la misma que la de todas, cumplir sus fantasías y yo de
estúpido mandándola investigar.

Moví la cabeza y me llevé ahí mis manos, tenía ganas de salir del auto y golpear al
individuo ese, pero no podía, yo no era nadie en su vida, sólo le calentaba la cama y ni
sabía mi nombre. Esperé a que se marcharan y arranqué a toda velocidad rumbo a mi
departamento, decidido a olvidarme de ella, no merecía ninguno de mis pensamientos,
ni de desprecio siquiera.

El viernes se pasó volando ya que tuve mucho trabajo, tenía que dejar todo listo porque
haría un pequeño viaje de negocios y no me gustaba que quedaran cosas pendientes.
Jennifer me llamó para invitarme a un bar, era cumpleaños de una de sus amigas y
acepté, justo era lo que necesitaba para relajarme y olvidarme de la agobiante semana
que había tenido.

Llegué poco después de las ocho, saludé a Jennifer y me presentó a quienes no conocía,
era un grupo como de doce personas, incluida ella. Me senté a su lado y pedí un tequila,
necesitaba algo fuerte, cuando me lo llevaron me lo bebí de un solo trago y pedí otro
que me bebí de igual forma. Jennifer me miró extrañada, pero yo me encogí de hombros
y giré mi cabeza para inspeccionar el lugar.

La música sonaba a todo volumen y varias personas bailaban, en su mayoría chicas. Me


tomé el siguiente tequila y pedí uno más, en eso me di cuenta que una hermosa chica me
miraba jugando sensualmente con el popote de su bebida, yo me lamí los labios y le
guiñé un ojo, ella sonrió, dejó el vaso y se levantó de la silla, yo también me levanté
hipnotizado por su belleza, sentí que Jennifer me jaló de la mano, pero yo me solté.

Caminé al centro de la pista y me encontré con la chica, llevaba una blusa que le llegaba
arriba del ombligo, cruzada y amarrada por el cuello, dejando sus hombros y su espalda
al descubierto, el pantalón ceñido a la altura de la cadera y zapatos de plataforma, el
cabello oscuro llegaba a la altura de sus hombros, no distinguí muy bien el color de sus
ojos por la media oscuridad que había, pero lo que sí distinguí perfectamente fue el
fuego en ellos.

Puso sus manos sobre mis hombros y empezó a bailarme sensualmente contoneándose
al tiempo que pegaba su cuerpo al mío, sentí sus senos sobre mi torso y me di cuenta
que no llevaba sostén, había salido a cazar y definitivamente había encontrado a su
presa.

Puse mi mano alrededor de su cintura tocando su piel desnuda y la atrajé más hacia mi
cuerpo y empecé a moverme junto con ella al ritmo de la canción que se escuchaba,
nuestros rostros estaban muy cercanos, su sonrisa enmarcaba el de ella, acorté la
distancia para besarla, pero ella echó su cabeza hacia atrás impidiéndomelo y se giró, se
agachó y pegó su trasero a mi miembro rozándolo mientras se levantaba lentamente y se
seguía moviendo, la abracé por el abdomen y volvimos a danzar juntos, peligrosamente
cerca con nuestras piernas entrelazadas, continuamos así por varios minutos rozando mi
torso contra su espalda y frotando mi miembro en su trasero mientras sentía como me
excitaba. No pude resistirme más y le besé el cuello, ella se separó y se volteó, movió
uno de sus dedos negativamente y con la otra mano tomó la mía y me jaló
arrastrándome entre la gente.

Empujó fuertemente una puerta y salimos a la parte trasera del bar, había varios
contenedores de basura y una luz que parpadeaba casi a punto de extinguirse. Me
acorraló contra la pared y me besó ansiosamente en tanto yo ponía mis manos sobre sus
nalgas y la pegaba más a mi cuerpo, si es que eso era posible. Rompió el beso y se
dirigió a mi cuello que lamió y mordisqueó a su antojo mientras yo le deshacía el nudo
de la blusa y la dejaba caer, sosteniéndose únicamente de la cintura, enterré mi boca en
sus senos y me los comí, lengüeteando y mordiendo sus duros pezones, ella gemía y con
una mano me acariciaba el miembro encima del pantalón, con gran habilidad lo
desabrochó y liberó mi dureza de su prisión.

Vi como se hincaba y se lo llevaba a la boca introduciéndoselo de una vez, yo gemí sin


poder evitarlo, era una sensación demasiado placentera, ella sabía hacerlo muy bien y
me miraba con lujuria haciéndose dueña de mi erección que recorría sin parar, yo tenía
mis manos en sus orejas, el contacto visual volvía más perversa y excitante la situación.
Se detuvo justo en el momento preciso y rápidamente desabrochó su pantalón y lo bajó
a la altura de sus rodillas mientras yo me ponía el condón.

Me dio la espalda y se agachó un poco, coloqué la punta de mi miembro en la entrada


de su sexo y entré de un tirón, ella soltó un gritito y echó su cabeza hacia atrás y con
una mano rodeó mi cuello en tanto yo embestía en ella con fuerza apretando sus senos.
Gemía en su oreja y ella se movía junto conmigo logrando un roce delicioso. Me soltó
el cuello y puso ambas manos sobre sus rodillas, yo la tomé por la cintura y seguí
entrando y saliendo de su cuerpo con rapidez hasta que instantes después un grito
escapó de su boca indicándome que había llegado al orgasmo, di unas estocadas más y
yo llegué también.

Nos acomodamos las ropas en silencio, no sé porque, pero no quería mirarla. Me


acerqué a uno de los contenedores y tire el condón, ella me abrazó por atrás y metió una
tarjeta al bolsillo de mi pantalón.

– e Mllamo Jessica, llámame cuando quieras, me encantaste – dijo en mi oreja y me dio


un mordisco en el lóbulo.

Entró de nuevo al bar y yo me quedé ahí parado unos minutos, saqué la tarjeta y la leí,
era doctora, sonreí, sabía diagnosticar bien a sus pacientes y darles la cura que
necesitaban. Rompí en dos la tarjeta y la tiré, no me interesaba volver a verla.

Regresé a la mesa y Jennifer me miró con reproche, yo la ignoré y me tomé el tequila,


cuando pasó el mesero le pedí otro y así seguí hasta que perdí la cuenta de los que me
bebí hasta que, de pronto, todo me empezó a dar vueltas, estaba en un estado medio,
entre la conciencia y la inconsciencia, casi no sentía mi cuerpo y el piso mucho menos,
estaba logrando olvidarme de mi patética vida amorosa, tenía años cerrándome a ese
tema y cuando alguien, sin que yo pudiera evitarlo, hizo una pequeña abertura resultó
que no valía la pena, merecido me lo tenía por haber jugado con otras mujeres.

No supe como salí de ahí ni mucho menos como le hizo Jennifer para meterme a su
departamento, vivía en un tercer piso y en su edificio no había elevador. Cuando estuve
vagamente consciente de mí, me encontraba abrazando el retrete y expulsando hasta lo
que había comido la semana pasada. Como pude y con su ayuda me puse de pie,
entonces ella me llevó a la regadera y abrió el agua fría mientras me regañaba peor que
mi madre, yo ni le entendía lo que decía y mi cuerpo empezó a temblar.

– Jennifer no seas cruel, me va a dar pulmonía – dije entre castañeos de mis dientes.
– Pues, a ver si con eso se te baja la tremenda borrachera que traes, no puedo creerlo,
Edward, ni cuando eras adolescente te pusiste así.

Empezó a desabrocharme la camisa y la detuve mirándola con pánico, no sabía porque,


pero siempre me había dado vergüenza que me viera desnudo.

– Ay, no te voy a violar, cálmate, además ni que fueras el primer hombre que vaya a ver
desnudo, tienes lo mismo que todos.
– Yo puedo solo.
– Está bien, arréglatelas como puedas, todavía de que me preocupo por ti, voy por algo
de ropa, ahí hay una toalla – me señaló.

Cuando Jennifer salió del baño abrí un poco el agua caliente y me desnudé, me quedé
varios minutos ahí parado, sintiendo el agua tibia recorrer mi cuerpo. Luego de un rato
cerré la llave, me sequé y salí con la toalla enredada en la cintura, sentía la cabeza
pesadísima, con si trajera una losa encima y aún estaba mareado, en la cama vi un pants
de hombre y unos bóxers.

– Eran de Chace, creo que te quedarán bien – explicó Jennifer.


– Gracias.
– Tómate el café que te deje en la mesa de noche.
– No quiero, necesito dormir.
– Pues tómatelo antes de dormir, dios, Edward, ¿qué rayos te pasa?
– ¿Quieres dejar de regañarme ya?, por favor.
Le di unos sorbos al café, me supo horrible y no me lo terminé, me acosté en la cama y
sentía que se movía, cuando Jennifer se acostó yo sentí que me hundía, cerré los ojos y
después de un rato me quedé dormido. Cuando desperté una terrible sed me inundaba,
tenía seca hasta la garganta y un ardor horrible en el esófago y ni que decir del dolor de
cabeza, parecía que me iba a estallar en cualquier instante, me enderecé y todo me dio
vueltas, no pude levantarme y volví a acostarme en la cama.

– Buenos días – dijo Jennifer entrando a la habitación con una charola en las manos.
– ¿Qué tienen de buenos?, me siento fatal.
– Y cómo no, con todo el tequila que te tomaste anoche, siéntate, necesitas comer algo.
– No tengo hambre, muero de sed.
– Lo sé, lo sé, ya te traigo algo que te aliviará.

Con dificultad me enderecé y Jennifer puso la charola en mis piernas, ella tan atenta
como siempre, ayudándome y rescatándome cada que lo necesitaba. Vi que echo dos
pastillas en un vaso medio lleno de agua y éste empezó a burbujear, me lo tomé de un
solo trago y después me bebí todo el vaso de jugo de naranja y comencé a comerme la
fruta, poco a poco, ella se sentó frente a mí.

– Ahora sí me puedes explicar por qué bebiste de esa manera.


– No cometí ningún delito y créeme que si fue así ya lo estoy pagando.
– ¿Qué te sucede Edward?, tú no eres así, jamás habías abusado del alcohol.
– Nada, no me sucede nada, ¿ok?
– Claro y yo soy la primera dama de Estados Unidos… ¿acaso es por una mujer?
– Ay por dios Jennifer, sabes que yo no me engancho.
– Siempre hay una primera vez para todo, es eso, ¿verdad?
– No, de sobra sabes que mi único amor es y será Tanya.
– Está bien, veo que estamos en la etapa de la negación.
– ¿Quieres dejar de usar tus rollos psicológicos conmigo?
– Uy, que susceptible amaneciste, o ¿será que toqué una fibra sensible?
– Ya basta Jennifer, por favor, suficiente tengo con el dolor de cabeza como para estar
soportando tus cosas.
– Está bien Edward, si no me quieres contar nada no te presionaré, pensé que no había
secretos entre nosotros.
– No los hay, no me emborraché por ninguna mujer, estaba estresado, tengo mucho
trabajo, se vienen proyectos nuevos muy importantes y se me pasó la mano con el
alcohol, no fue planeado.
– Ok, si esa es tu versión, te creeré – dijo moviendo la cabeza nada convencida.
– Jennifer – le tomé una mano – si algún día alguien me llega a interesar, te aseguro que
serás la primera en saberlo.
– Eso espero – suspiró resignada – ay Edward, ya madura por favor, deja de andar con
una y con otra, no creas que no me di cuenta que anoche te perdiste un buen de tiempo
con una tipa que casi te viola en la pista de baile.

Le sonreí sin comentarle nada al respecto, a pesar que me había gustado la aventura,
hoy, extrañamente, sentía que no debí haberlo hecho, me estaba arrepintiendo, como si
hubiera cometido una traición, pero, ¿qué demonios?, ¿por qué no?, yo era soltero y
podía divertirme cuantas veces quisiera y con quien fuera. Terminé de desayunar y volví
a dormirme, así pasé la mayor parte del día y del domingo también.
Si alguien era un ángel en mi vida, esa era Jennifer, sin duda, estaba conmigo sin
importarle nada, apoyándome siempre al 100%, ojala hubiera podido enamorarme de
ella, sería la mejor pareja que podría tener; cariñosa, entusiasta, amable, leal, simpática,
confiable, pero, no, sólo la podía ver como amiga, fue tan extraño haberla besado en
aquel juego de botella cuando éramos adolescentes, sentí que estaba besando a mi
hermana, ahí supe que jamás la vería de otro modo.

Lunes y martes transcurrieron sin ninguna novedad, sólo trabajo, juntas, leer y
responder mails, firmar documentos, la misma rutina de siempre. El miércoles por la
tarde mi asistente me anunció que un hombre insistía en entregarme unos papeles en
persona, se identifico como Mike Newton y dijo que iba de parte de Ethan Trudeau y
que la información que llevaba era confidencial y sólo me la podía entregar a mí, en
seguida supe de que se trataba y le dije que lo hiciera pasar.

Me entregó un sobre cerrado bastante grueso, por cierto, del cajón del escritorio saqué
mi chequera y llené un cheque con la cantidad que me indicó, por sus honorarios, no fue
nada barato, pero en fin, ya no había vuelta atrás. Cuando él salió de mi oficina tomé el
sobre en mis manos, lo estuve mirando varios minutos y decidí que ya no importaba así
que lo metí hasta abajo del cajón y continué con mi trabajo.

A las seis se empezaron a marchar todos los empleados y me quedé solo en mi oficina
terminando de llenar unos formularios que necesitaba llevarme a mi viaje. Una hora
después partí a mi departamento, cuando abrí el cajón para sacar las llaves de mi auto vi
el sobre, dudé en un principio, pero la curiosidad me ganó y lo agarré.

Llegando a mi departamento me puse la pijama y me tumbé en la cama, abrí el sobre y


había muchos papeles y varias fotografías de Isabella, algunas sola y otras con ese tipo
con el que la había visto una semana atrás. Tomé una fotografía y la miré, era tan
hermosa y sentí que el corazón me latía más aprisa.

Comencé a leer y me enteré de muchas cosas, su fecha de nacimiento, acababa de


cumplir 23 años, vivía sola, sus padres eran divorciados, su mamá vivía en Phoenix y su
papá en Forks, ella tenía un año viviendo en Nueva Jersey y trabajaba en la misma
agencia que estaba llevando la publicidad de la línea de ropa de Alice, pero, ¿sería
posible que la chica de la que me habló fuera ella? Seguí leyendo, no tenía mascotas,
sus flores favoritas eran los alcatraces, le gustaba el cine y llevaba siete años con su
novio Jacob Black, quien es dos años mayor que ella, eso me dejó perplejo.

Miré el calendario en mi blackberry y me di cuenta que el día que la conocí era su


cumpleaños, pero, ¿qué clase de novio tenía que la había dejado sola en una fecha tan
importante?, eso era muy extraño y más que el nombre de mi rival me resultara
conocido, ya lo había escuchado antes, pero ¿qué había pensando?, ¿mi rival?, ¿acaso
me estaba volviendo loco?

El viaje resultó muy productivo, conseguí financiamiento para la construcción del hotel
en Londres y descubrí que Jacob Black trabajaba en una importante casa de bolsa en
Nueva Jersey y que uno de mis socios era su cliente, muy conveniente.

El lunes por la mañana le pedí a mi asistente que consiguiera el teléfono de ese lugar y
que me sacara una cita directamente con él. Los negocios me habían enseñado que al
enemigo había que tenerlo cerca si se quería acabar con él.

Isabella seguía sin buscarme, hoy justamente se cumplían dos semanas de nuestro
último encuentro. Ah, pero, ¿qué hacía yo pensando en ella y buscando conocer a su
novio?, sonreí malévolamente, ¿qué cara pondría ella si me viera en algún lugar con él?,
¿cuál sería su reacción al enterarse que lo conozco?, tal vez le devolvería el golpe que
ella me dio cuando yo la vi con él, aunque no sería lo mismo.

El martes llegue a las once en punto a la casa de bolsa, la asistente de Jacob me dijo que
estaba en una junta, que me sentara a esperarlo, tomé una revista y me senté en el sillón.
A los quince minutos llego él y al verlo de inmediato vino a mi mente la escena que
presencié afuera del departamento de Isabella y la misma sensación me recorrió
nuevamente. Él se acercó y me estrechó la mano cordialmente.

– Disculpa la tardanza, la junta se prolongó más de lo previsto, tú eres…


– Edward Cullen, soy socio de Peter Montgomery y él me recomendó contigo, Jacob,
¿verdad? – respondí estrechándole la mano y ahí agradecí las clases de actuación que
había tomado en la preparatoria, porque le sonreí sin que él notara que en realidad
quería golpearlo.
– Sí, Jacob Black, mucho gusto.
– Igualmente – le mentí categóricamente.
– Pasemos a mi oficina.

Estuvimos platicando de inversiones, era bastante bueno en su trabajo y conocía a la


perfección el manejo de la bolsa, sería un negocio bastante productivo trabajar con él,
un negocio redondo. Sonó su celular y sonrió enormemente al leer el mensaje, supuse
que era de Isabella porque hasta le brillaron los ojos. Salió de su oficina por unos
documentos que tenía que firmar y el muy torpe dejó su celular sobre el escritorio, así
que lo tomé y leí el mensaje que le había llegado, la tenía registrada como “princesa”.

“Hola bombón, ardo en deseos de que sea viernes para verte, ¿no podrías hacer hoy una
excepción y salir conmigo en lugar de con ella? Besitos en Jake Jr.”

Dejé el celular de nueva cuenta en el escritorio y sonreí, ¿así que Jacob escondía un
secretito? Que conveniente resultó eso para mí. El idiota ignoraba que su novia le estaba
pagando con la misma moneda y que ahora él mismo sería quien me la pondría en
charola de plata. Isabella no se merecía a un tipo como él y si ella no me buscaba yo
llegaría a ella y, esta vez, sin reglas.

Capítulo 8:
Y ahora, ¿qué está pasando?
Yo no quería quererte
Y no lo pude evitar
Creí poder defenderme
Pero a mi corazón
No lo puedes atar
Yo no sé mi amor
¿Qué hago buscándote?
Si te gano pierdo libertad
Yo no sé mi amor
¿Qué hago besándote?
Si yo no me quiero enamorar
Porque al besarte me pierdo
Pero a mi corazón
¿Quién le puede explicar?

Jacob regresó y se sentó frente a mí, me entregó todos los papeles que debía firmar y
volvió a llegarle otro mensaje a su celular, al ver la expresión de alegría de su rostro
decidí arruinarle sus planes, ya sea que fueran con Isabella o con la “princesa”.

– ¿Qué te parece si vamos a cenar esta noche?, para celebrar el cierre del negocio.
– Claro, me parece estupendo – aceptó de inmediato.
– Acaban de inaugurar un restaurante de comida italiana en el centro, ¿qué tal si nos
vemos ahí a las ocho?
– Genial.
– Puedes llevar a tu novia si gustas, yo iré con una amiga.
–Me gusta la idea, de acuerdo, entonces nos vemos en la noche – me tendió su mano.
– Un placer hacer negocios contigo, Edward.
– Ya lo creo – respondí estrechándosela con una sonrisa sarcástica.

En cuanto salí de ahí le llamé a Jennifer, había encontrado la forma de devolverle el


golpe a Isabella, le iba a mostrar lo que yo sentí cuando la vi con su noviecito y mi
mejor amiga me ayudaría con eso.

– Hola baby, ¿cómo estás? – respondió entusiasta como siempre.


– Bien niña, ¿y tú?
– También, ¿a qué debo el honor de tu llamada?
– Quiero invitarte a una cena de negocios que tendré hoy.
– Genial, ¿alguno de los invitados está soltero y disponible?
– Temo decirte que no, pero aún así, ¿puedes ponerte muy bonita?, por favor, uno nunca
sabe con quién se pueda topar en un restaurante.
– ¿De casualidad hay alguna razón oculta para que quieras que me arregle con esmero?
– No, por supuesto que no, sólo iremos a cenar con un corredor de bolsa y su novia.
– Ok, ¿a qué hora pasas por mí?
– A las 7:30, puntual, ¿eh?, sabes que no me gusta esperar.
– Sí mi general, a esa hora estaré lista y guapísima, claro que eso no me costara ningún
trabajo, jajaja.
– Ay niña, te veo más tarde, te mando mensaje cuando esté afuera de tu edificio.
– Ok, besos.
Dentro de mí había cierto entusiasmo por la posibilidad de ver a Isabella esa noche,
sobre todo por ver la expresión de su rostro cuando supiera que conocía a Jacob y la que
haría al verme con Jennifer, quería comprobar si yo le importaba, aunque fuera un poco,
para así tomar una decisión sobre lo que haría más adelante.

Pasé por Jennifer y se veía realmente bien, debía reconocer que mi amiga era muy
guapa y cuando se arreglaba minuciosamente lucía mucho mejor. En el trayecto al
restaurante me estuvo platicando sobre su día, había llegado un nuevo profesor a su
escuela y al parecer había surgido un clic entre ellos. Llegamos al lugar y aún no estaba
Jacob, así que pedí una mesa cercana a la puerta para que me localizara fácilmente, mi
corazón empezó a latir más aprisa por la esperanza de verla, pero el entusiasmo me duró
poco cuando vi que Jacob entraba solo.

– Buenas noches, disculpen el retraso, me entretuve en la oficina.


– No te preocupes, diez minutos no es nada, te presento a Jennifer Carrillo, mi mejor
amiga, él es Jacob Black, mi corredor de bolsa.
– Encantado de conocerte Jennifer – dijo tomándole la mano y dándole un beso en la
misma.
– Igualmente Jacob.
– Mi novia se disculpa por no poder acompañarnos, pero mañana tiene un evento de su
trabajo y aún sigue en la oficina ultimando detalles.

Le di una sonrisa fingida mientras se sentaba, el mesero se acercó y pedimos la cena.


Jacob estuvo platicando sobre su vida laboral, era un ególatra de lo peor y le encantaba
fanfarronear con lo bueno que era en su trabajo, al que según él le dedicaba gran parte
de su tiempo, ahora comprendía porque Isabella tuvo que recurrir a mí, seguro la tenía
abandonada en el plano sexual, sobre todo si esa parte se la dedicaba a su “princesa”.
Después de dos horas y media salimos de ahí, pasé a dejar a Jennifer a su departamento
y luego me dirigí al mío.

El viernes llegó rapidísimo, es increíble la forma en que se pasa el tiempo cuando está
uno concentrado en el trabajo, era lo único que me quedaba por hacer si quería evitar
pensar en Isabella, no entendía que me había hecho esa mujer para tenerme así,
actuando como un vil psicópata que quería saber todo de ella y entrar en su vida de
alguna forma que no fuera por las llamadas que, por cierto, seguían sin llegar. En eso
estaba cuando sonó el celular y lo tomé con la esperanza que fuera ella pero no, sin
embargo, contesté, necesitaba distraerme y relajarme, así que quedé de verme, una hora
después, con esta desconocida.

Llegué a un pequeño y discreto hotel del centro de la ciudad, la chica me esperaba en el


lobby, era un verdadero monumento; alta, rubia, con una potente delantera y unas
piernas de ensueño. Le sonreí, ella me devolvió la sonrisa y se levantó del sillón,
caminamos a los elevadores sin decir nada, siguiendo fielmente las reglas de la
sociedad, entramos a la habitación y nos besamos acaloradamente mientras le acariciaba
sus grandes senos por encima del vestido y ella me frotaba mi miembro sobre el
pantalón.

Rompimos el beso para tomar aire, ella me miró con un aire perverso y me tumbó sobre
la cama, se hinco sobre mí con sus piernas a los costados y se quitó el vestido y a mí, el
pantalón y los bóxers, después fue subiendo mi suéter en tanto lamía mi abdomen, yo
me levanté un poco para que me lo quitara, volvió a darme un beso furioso en la boca y
luego pasó a mi cuello que succionó y mordió, yo tenía mis manos sobre su contorno
acariciando su tersa piel y, entonces, caí en la cuenta de algo que jamás me había
ocurrido, mi cuerpo no estaba reaccionando a sus caricias, no me sentía nada excitado
pese a tenerla desnuda sobre mí, una especie de culpa me carcomía por dentro, un
sentimiento de traición nuevamente, así que la obligué a bajarse y me senté.

– ¿Qué pasa? – preguntó acostándose de lado con una mano sobre su cabeza.
– No sé – me quedé pensativo – no puedo – añadí confundido.
– ¿No puedes?, ¿tienes problemas?, me habían dicho que eras de lo mejor.
– Nunca me había pasado, quizá sea estrés.
– Yo te ayudaré, creo que debí haber empezado de otra forma – exclamó y se acercó
para tomar mi miembro con su mano, pero la detuve.
– No lo hagas.
– ¿Estás seguro?, puedo hacerte llegar sólo con mi boca.
– No lo dudo, pero… no quiero – dije y me levanté de la cama.
– O sea, ¿qué me vas a dejar con las ganas?
– Puedes llamar a cualquier otro, seguro tendrás varios números.
– Vaya respuesta, por supuesto que llamaré a otro, que sí sea hombre, no como tú.

No le presté la menor importancia a su comentario y terminé de vestirme en silencio.


Salí de ahí sin voltear a verla, caminé por el pasillo rumbo al ascensor, estaba
desconcertado como nunca antes, por más que estuviera cansado o estresado no era para
que mi miembro se quedara bloqueado, ¿qué demonios me estaba pasando?, ¿por qué
sentí que estaba a punto de ser infiel?

La imagen de Isabella vino a mi mente, ¿qué clase de hechizo me había puesto?, no, ella
no podía ser la causante de esto, en el bar había podido hacerlo perfectamente con la
doctora, ¿sería por el alcohol o por la rabia de enterarme que estaba con otro?,
definitivamente me estaba volviendo loco y al parecer ella era la responsable.

El sábado fui con Jennifer al cine y después a cenar, estando en el restaurante le llamó
su nuevo compañero de trabajo para invitarla a una exposición al día siguiente, me daba
gusto verla de nuevo entusiasmada con alguien y que hubiera olvidado tan rápido a
Chace, me pregunté si era buena idea decirle que el tipo estaba muerto y decidí que era
mejor que lo ignorará, no quería amargarle su día, sería muy impactante para ella y lo
que menos quería era que sufriera de nuevo.

El domingo no hice prácticamente nada, sólo leer, escuchar música y ver la televisión,
pasaron un anuncio de la línea de ropa de Alice y de inmediato vino Isabella a mi
mente, sí, otra vez el hechizo estaba haciendo efecto, así que me levanté, tomé las llaves
del auto y me dirigí a su departamento, necesitaba verla aunque fuera a lo lejos, no me
atrevía a llamarla, quizá se negaría y muy en mi contra, al menos conscientemente, eso
me dolería.

Llegué y me estacioné otra vez en la acera de enfrente, no tenía idea si su departamento


daba a la calle y sólo se veían un par con las luces encendidas, me quede ahí sentado
decidiendo que hacer, no podía ir a buscarla, ¿qué le diría?, ¿qué me equivoqué de
departamento y no me imaginé que ella viviera ahí?, ¿qué se descompuso mi coche y
estaba buscando ayuda?, quizá eso funcionaría si viviera en la planta baja, pero no en el
quinto piso. Eran patéticas mis opciones y más aún mi actitud psicópata, obsesiva,
compulsiva, ¿desde cuándo yo era así?

Fui sacado de mis cavilaciones cuando un auto se estacionó afuera de su edificio y de


inmediato lo reconocí, claro, ¿qué otra cosa podría hacer ella en domingo que no fuera
salir a pasear con su novio? La vi bajar y mandarle un beso con la mano y después él
arrancó, me esperé a que ella entrara al edificio, se veía tan hermosa con esos jeans y
ese suéter que enmarcaba muy bien sus curvas. Moví la cabeza y me dirigí a mi
departamento.

Los siguientes días transcurrieron con la rutina de siempre, incluido el ir a espiar a su


edificio, estaba completamente convencido que esa mujer me había dado algo, no era
posible que me estuviera comportando de manera tan irracional, ¿qué ganaba con verla
escasos segundos?, ¿por qué, a pesar de estar tan cerca de ella, no me atrevía a
acercarme?, ¿por qué temía a su rechazo? Isabella parecía una especie de droga, la había
probado, me había gustado y quería más, pero a la vez intentaba evitarla, unos días tenía
la suficiente fuerza para no pensar en ella y otros sentía una necesidad impetuosa de
estar a su lado, sí, ella parecía algún tipo de adicción que tratas de dejar y no puedes.

Ese viernes no pude más, estaba afuera de su edificio y, aprovechando que apenas me
habían entregado el Nextel que utilizaría en la oficina, le marqué desde ese para que no
supiera quien la estaba llamando. Después de tres timbrazos escuché su hermosa voz:
“hola, buenas noches”, me quedé mudo como vil adolescente, sin poder hacer la
estúpida pregunta de rigor, “hola, ¿hay alguien ahí?”, preguntó un tanto desconcertada y
al volver a escucharla, un suspiro me traicionó y colgué de inmediato el teléfono,
entonces tuve la vaga esperanza de que supiera que era yo y me buscara. Casi veinte
minutos después sonó mi celular y una sonrisa se plasmó en mi rostro al ver que se
trataba de ella, sin planearlo resultó.

– Hola – respondí pareciendo casual.


– ¿Estás libre esta noche? – preguntó casi en voz baja.
– ¿Lo estás tú? – exclamé sin pensar.
– ¿Acaso es un reclamo?
– De ninguna manera, sabes que así no funciona – le mentí, conservando mi papel de
desconocido.
– Entonces, ¿nos podemos ver? – me alegré al escuchar esa frase, ella estaba tan ansiosa
como yo, pero guardé silencio unos instantes para que no lo notara.
– Sí, en una hora en el lugar de siempre.

Y ahí seguía yo, con la sonrisa idiota estampada en el rostro, emocionado porque
volvería a verla después de casi cuatro semanas. Suspiré y arranqué a toda velocidad.
Llegué al hotel y me quedé en el auto haciendo tiempo, luego me puse un poco de
loción y me dirigí a los elevadores. A los pocos minutos llegó ella, vestida de forma
informal, con unos jeans y una chamarra, mi corazón se aceleró al verla y comencé a
excitarme a pesar que aún no la tocaba ni la tenía cerca.

Nos saludamos y después subimos al ascensor, alguien debió escuchar mis plegarias
porque en el piso dos subieron demasiadas personas haciendo que ella tuviera que
pegarse a mí, aspiré el aroma de sus cabellos y exhalé en su oreja sin que pudiera
evitarlo, había echado tanto de menos su perfume, en realidad, a toda ella.
Salimos y caminamos rumbo a la habitación, le ofrecí mi brazo que acarició suavemente
provocándome una cálida sensación que recorrió todo mi cuerpo. Cuando iba a sacar la
tarjeta para abrir la puerta de la habitación sentí que mi blackberry vibró, así que tuve
que excusarme con ella para que no escuchara la conversación y que siguiera ignorando
cosas sobre mi vida personal.

– Permíteme unos minutos, necesito pasar primero al baño – dije deslizando la tarjeta,
ella sólo asintió con la cabeza.

Entre y cerré el baño, caminé hacia la regadera y corrí la puerta de cristal para entrar en
ella y tener un poco más de privacidad. Saqué el aparato del bolsillo y vi que la llamada
era de Jennifer, iba a marcarle cuando ella volvió a hacerlo.

– Hola niña – respondí susurrando.


– Hola baby, ¿cómo estás?
– Ocupado, y ¿tú?
– Esperando, ¿por qué hablas en voz baja?
– Porque estoy en una junta, ¿qué necesitas?
– Escuchar tu voz baby, te extraño.
– Muy graciosa, ya dime en serio para que me llamas con tanta insistencia.
– Sólo para confirmarte que ya tengo los boletos para la obra de Mamma Mía, es
mañana a las nueve.
– Muchas gracias, no iba a poder dormir.
– Ahora, ¿quién es el gracioso?, te aviso para que no programes ninguna de tus citas
misteriosas, sabes que odio que me dejen plantada.
– Lo tomaré en cuenta, ¿es todo?
– No, quería platicar contigo mientras pasan por mí, ¿por qué tanta prisa galán?
– Porque ya te dije que estoy en una junta.
– ¿Y tú crees que yo soy tonta?, es viernes y pasan de las nueve de noche, ¿quién es
ella?
– No la conoces.
– La conoceré algún día? – preguntó curiosa.
– Lo dudo – lo más probable es que sí, pero no quise que aún lo supiera.
– Mmmm, otra de tus citas misteriosas, ¿algún día me dirás qué es lo que haces?
– No y en serio ya tengo que irme.
– Uy, que prisa, a veces es bueno hacer esperar… aumentan las ansias.
– O duermen a la gente, así que ya te dejo niña, nos vemos mañana.
– Hasta mañana baby, diviértete mucho, te mando un besote.
– Y yo dos, descansa y que sueñes con los angelitos.
– Tú también descansa, te he visto más flaco últimamente.
– Me estoy haciendo anoréxico.
– Uy sí te lo creí.
– Bueno, ya adiós, voy a colgar en este momento.

Sólo escuché su risa antes de oprimir el botón de apagado. Salí de la regadera, me lavé
las manos y abandoné el baño.

Le sonreí a Isabella mientras me acercaba a ella, por fin iba a tenerla nuevamente entre
mis brazos. Levanté mis manos para tomar su rostro, pero ella me lo impidió
sujetándolas por las muñecas, ¿qué pretendía?

Me besó frenéticamente haciendo prisionera mi lengua, que delicia fue sentir la suya,
comprobé que tenía las mismas ganas que yo y le correspondí el beso de igual forma, su
sabor era realmente embriagador y me perdí en él, disfrutándolo, saboreándolo, en tanto
mi cuerpo reaccionaba y la excitación aumentaba, definitivamente necesitaba de ella,
con sólo un beso había logrado hacer lo que aquella rubia mujer no había podido lograr
estando desnuda sobre mí. Forcejeé con ella, quería tocarla, acariciarla, recorrer su
cuerpo con mis manos y entonces rompió el beso.

– Esta noche será a mi manera – susurró en mi oído.


– ¿Ah sí?, ¿y qué tienes en mente?

La sentí sonreír sobre mi cuello y empezó a lamerlo, en ese momento logré liberar mis
manos, pero ella me aventó los brazos impidiendo de nuevo que la tocara, fue
mordiendo mi cuello en tanto levantaba mi suéter hasta que me lo quitó, después
levantó mi polera y fue lamiendo de una forma deliciosa mi torso, quise sujetarla por los
hombros y una vez más no permitió que lo hiciera, entonces empecé a jadear, el no
poder tocarla estaba aumentando peligrosamente la excitación, finalmente me quitó la
polera también, me sonrió y me tiró sobre la cama, sin duda esa noche iba a ser una de
las mejores de mi vida, me encantaba esa actitud que había adoptado, quería dominarme
y por supuesto que se lo iba a permitir

Capítulo 9:
Entrando por completo en su vida

Decidido a cruzar la línea


Jugar las cartas donde yacen
Porque sé que no queda más que tenerla
Lo que tú me haces no lo puedo explicar
Eres realmente buena, oh sí
Es un riesgo que tengo que correr
¿Qué se supone que deba hacer?
Nena, no puedo negarlo
Ella me tiene
Ella entró en mi vida

Me tumbó en la cama y terminó de desnudarme. Me gustaba esa sonrisa traviesa que


tenía en la cara, entonces, tomó mi miembro endurecido entre sus manos y comenzó a
lamerlo de manera deliciosa, quise poner mis manos en su cabeza, pero me lo impidió
mientras seguía devorándose por completo mi masculinidad. Me acosté por completo en
la cama, disfrutando de sus húmedas caricias y mis gemidos se escuchaban por toda la
habitación, al fin me estaba haciendo lo que tanto había querido y de qué forma, sentía
su tibia boca absorber mi miembro sin parar, al tiempo que lo acariciaba con su mano y
pasaba su lengua a todo lo largo.

Yo me mordía los labios ante las grandiosas sensaciones que me estaba provocando, no
sé cómo pude contenerme y no gritar su nombre, que ya conocía. Cuando estaba a punto
de terminar, ella se detuvo y me besó ansiosamente, entrelazando su lengua con la mía
en tanto su mano se deslizaba por mi dureza y me hizo explotar en ella.

Se separó lo mínimo para tomar aire, quise besarla, pero seguía sin dejarme, así que hice
uso de mi fuerza y logré tirarla en la cama colocándome encima de ella y la sujeté de las
muñecas con fuerza, pero sin lastimarla, ella me miró confundida y yo me reí.

– Fue tu idea jugar rudo esta vez… prohibido tocar o prolongaré más la tortura –
expliqué sobre sus labios.

La fui desnudando lentamente, al tiempo que la besaba y lamía, le quité la ropa interior
con mi boca y después la giré para recorrer su espalda con mis labios, mi lengua y mis
manos. Su respiración se volvió errática y después me suplicó que la hiciera mía, era lo
que más había deseado todos estos días, pero quería embriagarme primero de su aroma,
de su sabor, quería comprobar si me había necesitado tanto como yo a ella. Mientras me
colocaba el condón, Isabella se acostó de frente y me tumbé sobre ella, pero sin
penetrarla todavía, entonces volvió a suplicar.

– Necesito tenerte dentro ahora – exclamó demandante.


– ¿Me extrañaste? – pregunté entrando al fin en su cuerpo.
– Sí – respondió con un grito.
– ¿Cuánto? – inquirí mientras me movía suavemente.
– Mucho – dijo entre gemidos deliciosos que me excitaban más.
– ¿Mucho? – insistí disminuyendo la velocidad de mis movimientos.
– Muchísimo – aclaró tratando de besarme, pero no se lo permití.
– Demuéstrame que tanto – ordené.

Entonces me envolvió con sus piernas mientras sus manos viajaban por mi espalda y se
movió de manera desenfrenada incrementando el roce de nuestros sexos, estaba tan
mojada que me deslizaba con demasiada facilidad, ella apretó los músculos de su centro
provocando que el placer aumentará, así que comprobé lo que quería saber, Isabella me
había echado de menos tanto como yo a ella, su cuerpo, las expresiones de su rostro, sus
manos, sus gemidos me lo decían, nuestros cuerpos se fundían en uno solo, en una
sincronía perfecta, yo sentía mi sangre hervir en cada rincón de mi ser hasta que ambos
llegamos al orgasmo y me dejé caer sobre su cuerpo.

No sé cuánto tiempo me quedé dentro de ella sin moverme, pero mi miembro se


rehusaba a salir de su intimidad y no iba a ir en contra de eso, había pasado muchos días
sin sexo y estaba ansioso, así que la besé desesperadamente, aprisionando su lengua,
mordiéndosela ligeramente mientras ella me acariciaba la espalda. Fui besando su
mentón hasta llegar a su cuello que mordisqueé levemente en tanto una de mis manos
acariciaba uno de sus senos y pellizcaba suavemente su pezón. Isabella jadeaba
placenteramente y, aunque no quería, tuve que salirme de ella para cambiarme el
condón, le di un pequeño beso lamiendo sus labios antes de levantarme.

Tiré el preservativo usado y me puse uno nuevo, me senté al borde de la cama y le


extendí mi mano, ella la tomó y la jalé, la hice sentarse sobre mis piernas, a espaldas de
mí, coloqué su cabello en un costado y empecé a besar y lamer su hombro desnudo
mientras nuestros sexos se rozaban lentamente y deslicé mi mano hasta su centro para
frotarlo con mis dedos en tanto besaba su cuello. Ella movía su pelvis adelante y atrás
mientras yo sentía como mi miembro se alistaba una vez más. Seguimos frotándonos
otro poco en tanto mis manos acariciaban sus senos.

– Levántate, por favor – susurré en su oído cuando sentí que ya no podía más, me subí a
la cama y doblé mis piernas – híncate de espaldas – le indiqué y así lo hizo.

Apoyó sus manos sobre mis rodillas y entré en ella, puse mis manos en sus nalgas
ayudándola a subir y bajar mientras ambos gemíamos. Después, ella comenzó a
moverse nuevamente adelante y atrás con mi miembro dentro, era una sensación
realmente exquisita tenerla de esa manera, yo le acariciaba sus nalgas en tanto ella
seguía con sus movimientos. Luego la hice que se acostara de lado y volví a quedar
detrás de ella, ahora yo guiaba el vaivén de nuestros cuerpos, entrando y saliendo de ella
con cierta velocidad mientras mi dedo estimulaba su clítoris, ella gemía sin parar y
como deseaba que gritara mi nombre. Seguí moviéndome más rápidamente hasta que
volvimos a llegar juntos al orgasmo.

A continuación fue ella la que recorrió mi cuerpo con besos y caricias, después yo puse
una almohada en la cabecera de la cama y me recargué, la ayudé a subirse en mí, con
sus piernas sobre mis hombros y volví a entrar en su cuerpo en tanto ella apoyaba su
espalda en mis piernas que tenía dobladas, nos mirábamos mientras nuestros cuerpos se
fundían, me encantaba verla con su rostro retorcido y su frente cubierta de sudor,
disfrutando del placer que ambos nos proporcionábamos.

Mis manos estaban aferradas sobre sus costados, veía como ella abría la boca y se
mordía los labios, sujetándome por los brazos, los movimientos se aceleraron, yo sentía
que casi terminaba, pero a ella le faltaba un poco así que me contuve hasta que me di
cuenta que estaba a punto de conseguirlo y logré terminar al mismo tiempo que ella.
Descansamos sin decir nada, sólo mirábamos el techo, luego de estar un rato así, volví a
cambiarme el condón y la hice mía otra vez, después de explotar nuevamente, me acosté
a su lado.

De pronto, una luz atravesó por la ventana seguida por el estruendoso ruido de un
trueno y luego por el sonido de la lluvia. Isabella se pegó a mi cuerpo y me abrazó
temerosa.

– ¿Te asustan las tormentas? – no pude evitar preguntárselo, eso no venía en la


investigación.
– Sí, desde niña – respondió avergonzada.
– No pasa nada, la lluvia es algo muy normal, vital para la vida, además no estás sola –
quise abrazarla, pero me detuve, quizá era mejor no darle alas al asunto.
– Lo sé, es sólo que… no importa.
– Tranquila, me quedaré aquí hasta que pase – dije acariciando su hombro tratando de
tranquilizarla.
– ¿De verdad? – preguntó, pero no supe si fue ilusión lo que había en su tono de voz o
yo me lo estaba imaginando.
– Sí, no traigo coche y no quiero mojarme – le mentí, pero no quería ilusionarla, yo no
era un santo y tampoco quería hacerme ilusiones, ella tenía novio.

Isabella se acostó de lado, separándose de mí y dándome la espalda, se aferró a la


almohada y yo me quedé ahí, inmóvil, pensando si era buena idea romper de una vez
por todas las reglas frente a ella, decirle que me había dado cuenta que la necesitaba
como jamás había necesitado a alguien, a tal grado que mi cuerpo no había respondido a
otras mujeres, además de que había sido capaz de mandarla investigar con tal de saber
todo sobre ella, sin embargo, eso lejos de halagarla podría asustarla y más si supiera que
había estado vigilando su edificio, por lo que preferí callar.

Cuando me di cuenta que estaba dormida le acaricié su brazo, me encantaba la textura


de su piel; suave, tersa, delicada, la acaricié con el dorso de mi mano, con las yemas de
mis dedos, ella no se inmutó así que me atreví a pegarme a su cuerpo y la abracé por la
cintura, enterrando mi cabeza entre su espeso cabello y me perdí en su olor.

– No me dejes sola esta noche.

La escuché decir y me separé abruptamente de ella, pero seguía profundamente


dormida, entonces puse mi cabeza sobre mi mano para mirarla, velando su sueño
mientras la lluvia continuaba cayendo.

– Te necesito… no te vayas… las reglas, sí las reglas.

Ahí me di cuenta que estaba soñando conmigo, ¿acaso ella también quería romper las
reglas y no se atrevía?, tenía que encontrar la manera de hacerlo fortuitamente, al
parecer, ninguno de los dos era capaz de quebrantarlas frente al otro.

No me di cuenta cuando me quedé dormido hasta que sentí los tibios rayos del sol sobre
mi piel, abrí los ojos y vi que ella seguía durmiendo, miré mi reloj y eran las diez de la
mañana, me levanté con cuidado para evitar despertarla y nuevamente decidí dejarle una
nota, así que bajé otra vez a la oficina del gerente, tenía que seguir con mi teatro de
desconocido para sorprenderla cuando nos viéramos en la calle.

Escribí varias cosas y las borré hasta que encontré la frase que quería decirle: “Recuerda
que después de la tempestad viene la calma, la vida es un equilibrio y no podemos ir en
contra de eso”, yo iba a darle el equilibrio que ella necesitaba, ese que Jacob no le daba.
Regresé a la habitación y le dejé la nota sobre la mesa, la miré unos instantes y después
me fui.

Por la tarde llegó Jennifer a mi departamento y me propuso que fuéramos al juego de


los Gigantes, que era el siguiente lunes. Ella era gran fan de ese equipo, así que la
abracé y le di un beso en la frente, sin querer me dio la idea perfecta para propiciar el
encuentro casual con Isabella, recordé que Jacob me había mencionado que él jugaba
futbol americano en la preparatoria, así que seguro iría si lo invitaba, sólo esperaba que
esta vez sí fuera con ella.

Fui a mi recámara y primero hablé con mi contacto del estadio y le pedí cuatro pases
para el palco familiar. Después le marqué a Jacob, sonaba y sonaba, pero no me
contestaba, estaba a punto de colgar cuando finalmente respondió.

– Hola Edward, ¿cómo estás? – contestó un tanto agitado.


– Bien, ¿y tú?, ¿interrumpo? – pregunté serio ante la posibilidad de que estuviera con
ella.
– No para nada, ¿en qué puedo ayudarte?
– Quiero invitarte al partido de los Gigantes del lunes por la tarde, ¿puedes?
– Claro, hace mucho que no voy a un partido en vivo.
– Pues ya está, te regalo un pase doble para palco preferencial, te los hago llegar a tu
oficina el lunes por la mañana.
– Perfecto, muchas gracias.
– No tienes nada que agradecer, nos vemos el lunes – colgué feliz.

Después de cenar, Jennifer y yo fuimos al teatro, la obra estuvo entretenida, me


gustaban los musicales y la más feliz era mi amiga que cantó todas las canciones. Al
terminar, la llevé a su departamento y luego me fui al mío. El domingo no hice gran
cosa, no salí, estuve tocando un rato el piano, quería escribirle una canción a Alice y
Jasper para el día de su boda, pero no encontraba la inspiración, así que sólo toqué
canciones que ya me sabía.

El lunes por la mañana me llegaron a mi oficina los pases para el partido y de inmediato
le mandé a Jacob los suyos. Casi todo el día estuve con la zozobra de si iría Isabella con
él, no quería llevarme una desagradable sorpresa como la vez de la cena, así que decidí
averiguarlo, estaba afuera del edificio de Jennifer esperando a que saliera cuando tomé
mi celular y le marqué a Isabella.

– Hola – contestó un tanto nerviosa.


– ¿Estás libre esta noche? – pregunté sensualmente para escuchar su reacción.
– No… lo siento, un… compromiso previo – eso me indicó que sí iría.
– Entiendo – respondí haciéndome el ofendido.
– ¿Podría ser mañana? – no preciosa, será hoy aunque no precisamente en el hotel.
– Quizá… buenas tardes – fue mi respuesta y le colgué.

Sonreí, al fin se había llegado el momento de terminar de mandar al demonio las


dichosas reglas, hoy Isabella conocería mi nombre, hoy yo entraría de manera formal a
su vida y me daría una idea de cómo era su relación con Jacob y que tanto significaba
yo para ella.

Jennifer subió al auto y me miró desconcertada, me preguntó de qué me reía y le dije


que de nada, encendí el auto y nos dirigimos al estadio.

Al estacionarme sonó mi blackberry, era de la oficina así que lo respondí y estuve


explicándole unas cosas a mi asistente, después de colgar nos bajamos del auto y
caminamos hacia el palco, antes de entrar Jennifer se encontró a unos amigos, los saludé
y ella se quedó con ellos.

Cuando estuve dentro los vi sentados, mi corazón se disparó, saludé a Jacob que se puso
de pie y me dio un abrazo, Isabella estaba petrificada en su asiento, debió reconocer mi
voz y sonreí. Él la ayudó a levantarse y ella me miró sin dar crédito a tenerme de frente,
al lado de su novio.

– Cariño, te presento a Edward Cullen, uno de los inversionistas más jóvenes y exitosos
del país, ella es Bella Swan, hermosa, inteligente y talentosísima mujer del mundo de la
publicidad y, lo mejor, es la dueña de mis quincenas – dijo Jacob.

Pobre idiota, ignoraba que a mí me pertenecían su cama y su pasión, eso sí era lo mejor,
ser el dueño de sus noches, no de sus días, aunque, claro, yo podría ser feliz teniéndola
de tiempo completo, no habría ningún compromiso de trabajo más importante que ella,
ni mucho menos una “princesa” que se interpusiera en el camino. La abrazó y eso me
molestó, pero tenía que mantener mi farsa, así que agradecí de nuevo las clases de
actuación y le estreché la mano que ella retiró rápidamente.

– Sin que me lo tomes a mal Jacob, tienes una novia muy linda – tenía que hacerle saber
lo que pensaba de ella y se ruborizó al escucharme.
– Oh, yo lo sé, gracias, además es una excelente chica, la única que me aguanta el ritmo
de trabajo y casi no se queja, por eso trato de complacerla lo más que se pueda –
excepto en la cama o no tendría porque recurrir a mí, pensé mientras les sonreía.
– Sí, se ve que están muy enamorados – aseguré sólo para ver su reacción.

Entonces, Isabella palideció, Jacob le preguntó si sentía bien y ella respondió que se le
había subido la cerveza y fue al baño, que ganas de seguirla y hacerla mía ahí mismo,
con el novio cerca, ver quien tenía más influencia sobre ella, pero tenía que dejar que
asimilara las cosas, realmente había sido una impresión muy fuerte verme ahí y darse
cuenta que conocía a su novio.

Jacob fue tras ella y en ese momento entró Jennifer y le preparé una bebida, después
ellos regresaron y mi amiga saludó a Jacob y él las presento, me llamó la atención que
por segunda vez la llamara Bella, supuse que así le diría de cariño, que tipo tan falso,
bien que se revolcaba con la tal “princesa”.

Les pregunté qué querían de tomar y luego de servirles, entregué sus respectivos vasos a
cada uno y rocé a propósito los dedos de ella que se puso más nerviosa. Tomé a Jennifer
de la mano para caminar a nuestros lugares, no me gustaba nada ver a Isabella con
Jacob y quería corroborar si a ella le molestaba verme con una mujer, claro que
desconocía que se trataba de mi mejor amiga.

A pesar de estar poniendo atención al partido y celebrar con Jennifer las anotaciones,
estaba pendiente de Isabella, la miraba de rabillo y, aunque quería ser discreta, me di
cuenta de la forma en que miraba a Jennifer, ¿sería posible que estuviera celosa?, ¿acaso
su novio no le importaba tanto? Entonces se puso de pie y supuse que iba al baño, dejé
pasar unos minutos y me levanté con el pretexto de ir por otra bebida y la vi parada
sirviéndose un jugo, en verdad moría por besarla, pero debía guardar la compostura,
aunque no estaba de más ver si ella tenía las mismas ganas que yo.

– ¿Disfrutando del partido? – susurré en su oído parado detrás de ella.


– No tanto como tú – dijo seria y ahí obtuve mi comprobación, sí estaba celosa.

Me cuestionó de dónde conocía a Jacob y le respondí con la verdad, entonces me


preguntó la razón por la que la había llamado antes y le mentí, no era tonta, sí había
percibido que yo sabía que estaría ahí. Me dio risa escuchar que dijera la frase que le
había escrito en el papel sobre que la vida era un equilibrio y más el que agregara que
no se la pasaba teniendo sexo todo el día, le respondí que yo tampoco, sin embargo, le
hice saber que con ella sí podría, no estaba seguro de eso, era mucho alarde,
francamente, sólo quería que supiera que era especial para mí.

Después de que terminó el partido nos dirigimos al estacionamiento, Jennifer propuso


que fuéramos a cenar, pero ellos se negaron, Isabella argumentando que le dolía la
cabeza y Jacob que tenía que trabajar al día siguiente, le rebatí que no todo en la vida
era trabajo y dinero, que había que darse tiempo para disfrutar de los placeres, Isabella
repitió la frase del equilibrio, me agradaba escuchar que me tuviera en mente.

Cuando nos despedimos le sonreí amablemente y deslice mis dedos por su mano
mientras la retiraba y la vi partir abrazada de Jacob, eso me quitó la sonrisa de la cara,
que ganas de gritarle que la dejara, que ella me pertenecía, pero, en realidad no era
cierto, yo seguía siendo un intruso en su vida, aunque ahora supiera mi nombre.

– No puedo creerlo – exclamó Jennifer haciendo que dejara de mirarlos y centrara mi


vista en ella – te gusta la novia de Jacob, ¿de dónde la conoces? – agregó cruzándose de
brazos dejándome boquiabierto.

Capítulo 10:
Enfrentando la verdad

Hoy me he dado cuenta


Que tus labios están hechos para mí
Hoy me he dado cuenta de ti
Hoy me he dado cuenta
Que no existiría un río sin caudal
Hoy me he dado cuenta de ti
Porque tus ojos me reclaman
Y hasta con pensamientos llamas
Sin ti no existo
Eres tú mi luz y mi ilusión
Eres la verdad de esta canción
Hoy me he dado cuenta de ti

– Por dios Jennifer, me la acaba de presentar, ¿de dónde sacas que la conozco de otro
lado y que me gusta? – dije esperando sonar convincente.
– Otra vez negando las cosas – movió la cabeza exasperada – ¿de verdad piensas que
soy tonta?, se te olvida que por ser mujer soy muy intuitiva, además de que te conozco
de toda la vida, ¿vas a negarme que entre tú y ella había una tensión muy fuerte?, que no
es para nada normal cuando acabas de conocer a alguien.
– Estás equivocada Jennifer, ya deberías de escribir un libro, últimamente andas muy
fantasiosa.
– Y tú sigues insultando mi inteligencia, está bien, si no me quieres decir la verdad, no
lo hagas, pero después no vengas a pedirme ayuda porque no sé si te la dé.

La abracé para tranquilizarla, en verdad había olvidado lo perceptiva que era y


francamente no pensé que se notara tensión entre Isabella y yo, ¿la habrá percibido
Jacob?, esperaba no haberla metido en problemas, aunque él la engañara, seguro
actuaría como el típico macho si se enteraba que ella le hacía lo mismo.
Al día siguiente, quise llamar a Isabella, después de todo ella había preguntado si nos
podíamos ver, claro que las cosas habían cambiado desde esa llamada, ahora ella sabía
quién era yo y la verdad no estaba seguro de que la relación con Jacob fuera del todo
mal, debía quererlo o no estaría con él, la cuestión era averiguar qué tan profundos era
sus sentimientos hacia él, pero para eso necesitaba tenerlos cerca, convivir con ellos, ver
como se trataban, quizá era buena idea seguir la sugerencia de Jennifer e invitarlos a
cenar uno de estos días, o tal vez, debía dejar que las cosas siguieran su curso, faltaba
poco para el desfile de Alice y ahí era seguro que la viera, aunque no sabía si él la
acompañaría.

Dos días más tarde Jacob me invitó a almorzar en agradecimiento por haberlo invitado
al partido y de paso veríamos unas nuevas inversiones, así que quedamos de vernos a
las dos en el restaurante del Rose Imperial. Llegó muy puntual y mientras esperábamos
que nos llevaran la comida hablamos de negocios y después hizo un comentario sobre
tomar vacaciones que me dio una gran idea.

– ¿Así que piensas tomarte unos días libres? – pregunté después de tomar agua.
– Es mi intensión, tengo como seis meses prometiéndole a Bella que viajaremos y no he
podido cumplirle – sin querer me estaba proporcionando información valiosa.
– ¿Y tienes algún lugar pensando? – mi mente maquiavélica estaba trabajando.
– La verdad no, tal vez la playa, no sé.
– Pues yo tengo una pequeña casa muy cerca de Las Vegas, si quieres te la puedo
prestar por un fin de semana.
– ¿En serio?, eso sería fabuloso, siempre he querido ir a Las Vegas a apostar.
– Y a… – estaba a punto de decir Isabella, pero logré quedarme callado a tiempo, ya
que él no la llamaba así – ¿a tu novia le gustará ir allá?
– Seguro, con tal de estar conmigo irá adonde sea – arrogante, lo que no sabía es que no
estarían solos.
– Si quieres consúltalo primero con ella y ya después me avisas.
– Más bien tengo que consultar con mi jefe que días puedo ausentarme de la oficina.
– Pues cuando sepas la fecha exacta me avisas para darte las llaves.
– Gracias, yo creo que será en dos o tres fines de semana, yo te confirmo – sonó su
celular y sonrió al ver de quien se trataba – permíteme unos minutos, es de la oficina –
se excusó y se levantó de la mesa.

¿De verdad habría creído que me tragué su cuento?, ni siquiera era Isabella la que le
llamaba, no tenía porque alejarse si se tratara de ella y menos con lo que acabábamos de
platicar. Que rabia me daba saber que ella ignorara lo que realmente hacía su noviecito
en su ausencia, aunque por otro lado y pensando mejor las cosas, eso era una ventaja
para mí, me estaba facilitando el camino hacia ella y quizá algún día yo sería quien lo
desenmascarara y ya no habría ningún obstáculo para que ella estuviera conmigo, en
dado caso que así lo quisiera Isabella, tenía que asegurarme que estuviera igual que yo y
en ese viaje me daría cuenta, ese viaje sería decisivo para el curso que tomarían las
cosas entre ella y yo.

Después de varios minutos Jacob regresó con una sonrisa idiota en la cara, ¿cómo podía
ser tan cínico?, y no es que me espantara lo que hacía, yo era un mujeriego, pero al
menos no engañaba a ninguna, sabían perfectamente como estaban las cosas, en cambio,
él jugaba al novio lindo con Isabella mientras se revolcaba con otra que, por cierto,
como lo buscaba, mucho más que ella que era la novia oficial. Luego de comer y
platicar otro rato quedó de llamarme para confirmarme cuando irían a Las Vegas y nos
despedimos para regresar a nuestras respectivas oficinas.

Los días siguieron pasando e Isabella no me llamaba, así que decidí respetar su decisión
y yo tampoco la busqué ni fui a espiar a su departamento, quizá ella ya no quería verme,
tal vez me había buscado porque tenía problemas con Jacob y ya los habían
solucionado, la única esperanza que me quedaba era verla en el desfile de Alice que
sería esa noche.

Salí de la oficina y fui a mi departamento a cambiarme, después pasé por Jennifer y nos
dirigimos al hotel. Al llegar se nos acercaron los fotógrafos, posamos unos instantes y
luego caminamos hacia Alice que estaba con Isabella, quien al vernos se fue, se veía tan
hermosa con ese vestido verde, creación de mi hermana. Ésta me abrazó y también a
Jennifer, estaba tan contenta, uno de sus sueños se estaba haciendo realidad y yo me
sentía orgulloso de ella.

Minutos más tarde Isabella salió de dondequiera que estuviera y Jennifer se acercó a
saludarla, yo la admiré por unos instantes y después me uní a ellas, no pude evitar
acariciar su mano cuando estrechó la mía, se puso nerviosa ante el contacto y yo sentí
deseos de abrazarla, pero otra vez tenía que mantener la compostura, estábamos en un
lugar público y Jennifer ya se había dado cuenta que algo más había entre ella y yo así
que caminamos a nuestros lugares para ver el desfile. Sin embargo, no podía dejar de
mirarla, lucía espectacular y mi mente lujuriosa imaginó varias formas de quitarle ese
vestido y hacerla mía, incluso en ese mismo lugar. De repente, ella se levantó y la seguí
con la mirada, entró a una de las bodegas, esperé unos minutos y luego me puse de pie.

– ¿Adónde vas? – interrogó Jennifer jalándome del brazo.


– Al baño – respondí muy seguro, pero mi amiga me hizo una mueca.

Entré a la bodega y vi a Isabella sentada en un sillón con su cabeza entre sus manos,
inspeccioné el lugar buscando el cuarto del aseo, necesitaba tenerla entre mis brazos,
besarla, acariciarla, hacerla mía, iba preparado para eso y había encontrado el momento
preciso. Así que me acerqué y le pregunté cómo se sentía, ella me miró un tanto
asustada y nerviosa, me encantaba ponerla así, entonces le sugerí que tenía que relajarse
y se negó rotundamente a subir a la habitación argumentando que estaba mi familia y mi
novia, quise reírme ante ese comentario y estuve a punto de dejarla en su error, pero no
lo hice, no quería que tuviera una imagen equivocada de mí, entonces la hice levantarse
y la encaminé al pequeño cuarto.

Una vez dentro, la besé con desesperación, como había extrañado sus labios y sus
caricias, Isabella me correspondió de la misma forma, estaba tan ansiosa como yo y sin
mucho preámbulo ni desnudarnos por completo nos entregamos ahí, a oscuras,
besándonos para acallar los gemidos y con la adrenalina hasta el cielo porque era algo
arriesgado, cualquiera podría abrir esa puerta y descubrirnos.

– ¿Me extrañaste? – preguntó con un hilo de voz.


– No tienes idea cuanto – respondí en su oído.
– Muéstrate que tanto – me encantaba que repitiera lo que antes yo le había dicho y
aceleré mis movimientos disfrutando más del roce de nuestros sexos.
– Te extrañé tanto Bella – al fin podía decirle su nombre.
– Repítelo – pidió como si no hubiera dado crédito a lo que escuchó.
– Te eché muchísimo de menos… Isabella – sentí sus labios sobre mi cuello y como su
cuerpo vibraba llegando al orgasmo.
– Yo también te eché de menos… Edward – musitó con la voz entrecortada.

Escuchar mi nombre salir de sus labios fue el detonante exacto para que terminara yo
también, no éramos más un par de desconocidos y ella estaba dispuesta a seguir con
esto, era lo que yo quería saber. Le propuse que nos escapáramos, pero no aceptó, me
explicó que estaba trabajando, yo había olvidado ese pequeño detalle así que no me
quedó más remedio que aceptar.

– Yo salgo primero, ¿ok? – dijo terminando de arreglarse el vestido.


– ¿Por qué?, entramos juntos.
– Y sólo espero que nadie nos haya visto, entiende por favor, estoy trabajando.
– Está bien, sal tú primero – acepté rodando los ojos.

Me quedé recargado sobre el umbral de la puerta viendo como Isabella se alejaba, me


tenía loco y no encontraba la razón, no era sólo por el sexo, ¿o sí?, lo único que me
importaba era que nuestros encuentros no se terminaran. Después fui al baño para
arreglarme bien la ropa y regresé a mi lugar, ella ya estaba en el suyo y yo me senté,
Jennifer tuvo el buen tino de recargarse en mi hombro e Isabella se volteó molesta.

Cuando el desfile se acabó, Jennifer fue a platicar con Rosalie, así que yo aproveché
para buscar a Isabella y me acerqué a la mesa de los bocadillos donde se encontraba. Le
hice unas afirmaciones poco decentes, para ser sincero, pero me fascinaba ver el efecto
que tenía sobre ella, confirmar que no le era indiferente, que mi presencia la ponía
nerviosa, lo cual me llenaba de un enorme gozo.

En eso, Alice se acercó sorprendida de vernos platicar y cuando preguntó si nos


conocíamos le dije que sí, pero le mentí de donde, porque ignoraba que yo perteneciera
a esa club extraño y para mi buena suerte se acordó de aquella chica que me regalaba
chocolates en la universidad y que, por cierto, jamás le había aclarado que era lesbiana y
por eso no hubo nada entre ella y yo. Lo mejor fue que Isabella me siguió la mentira y
debido a eso Alice tuvo la brillante idea de invitarla a su boda, claro que sin evitar
quemarme recordando a la chica con la que había ido a la de Emmett, pero yo no sabía
que con unas copas de más perdería la decencia, iba conmigo en la universidad y
siempre había sido muy tranquila y recatada, al menos estando sobria, por eso la había
llevado conmigo.

Isabella tenía una extraña expresión en el rostro que no me quedaba claro si era por la
historia de la stripper o por la repentina invitación de Alice, quien le insistió cuando vio
que se rehusaba, en ese momento agradecí que mi hermana fuera tan empecinada para
algunas cosas, después dijo que buscaría a Jasper y se alejó. Le hice otro comentario
seductor a Isabella que me miró desconcertada, en verdad no se esperaba que mi
hermana la invitara a su boda y estaba intranquila porque le mentimos sobre donde y
cuando nos habíamos conocido, entonces le expliqué como era Alice y que no le veía
mayor problema a ir a la boda.

– Se te olvida un pequeño detalle, yo tengo novio – tenía que recordármelo.


– Eso no es problema, tu novio seguramente tendrá un negocio que cerrar ese fin de
semana – uno llamado “princesa”, estuve a punto de decirle, pero me contuve.

Y de nuevo me cuestionó sobre Jennifer, seguía creyendo que era mi novia y volví a
aclararle que no era así, sin embargo, me lo rebatió y me aseguró que no iría a la boda,
¿acaso estábamos discutiendo?, ¿Jennifer le caía mal?

– ¿Estás celosa? – no pude evitar preguntárselo.


– Tú no tienes vergüenza de verdad.
– Eso no responde mi pregunta.
– Estoy tan celosa de Jennifer como tú lo estás de Jacob, ¿satisfecho? – bastante, pensé,
porque si era así en definitiva estaba sumamente celosa.
– ¿Alguien dijo mi nombre? – dijo mi amiga acercándose.
– Con permiso, tengo que checar cosas en la cocina – se excusó y se fue.
– ¿Qué le pasa? – me preguntó Jennifer.
– Nada mi niña, seguro está estresada por todo el evento – a propósito la llame así, sabía
que Isabella estaba escuchando y me gustaba que se pusiera celosa.
– ¿Vas a seguir mintiéndome Edward? – exclamó mirándome seria.
– ¿Qué quieres que te diga? – evadí su mirada.
– La verdad, los he estado observando y me he dado cuenta de cosas muy interesantes,
¿por qué no confías en mí?, ¿crees que voy a juzgarte?, Edward soy tu mejor amiga y lo
único que te pido es honestidad, es lo que te he dado yo siempre.
– Está bien, sí la conozco desde antes del partido y… sí me gusta.
– ¿Y dónde la conociste? – por eso quería evitar esta plática, no podía decirle la verdad.
– Aquí mismo… en el bar, estaba sola y le invité un trago, platicamos, jamás mencionó
que tenía novio y no me imaginé que resultara que yo lo conocía y que nos toparíamos
en el estadio – inventé rápidamente esa historia.
– ¿Fue por ella por quien te emborrachaste aquella vez?
– No, todavía no la conocía cuando la borrachera – tuve que mentirle de nuevo.
– ¿No la conocías? – se cruzó de brazos nada convencida – ¿o fue cuando te enteraste
que tenía novio?
– No la conocía todavía – aseguré esperando que me creyera.
– ¿Y qué hay entre ustedes?, porque ambos se desaparecieron como media hora.
– La verdad, no sé que hay entre ella y yo, no te negaré que nos hemos besado, pero
como sabes, tiene novio y no hemos aclarado ese punto.
– La atracción entre ustedes es evidente Edward y por lo poco que vi en el estadio, ni
siquiera con su novio es tan intensa, además, creo que está celosa de mí.
– ¿En serio lo crees? – era mejor que alguien externo me lo confirmara.
– Te gusta de verdad, ¿no es así?, no es algo físico solamente, en realidad te interesa.
– ¿Por qué lo dices? – pregunté un tanto desconcertado.
– Porque se te nota y me da muchísimo gusto, al fin te estás abriendo al amor.
– Creo que exageras, aún es un poco prematuro hablar de amor.
– Tal vez, pero para allá vas – me abrazó – de corazón deseo que todo salga bien, no me
gustaría verte lastimado, mereces ser feliz con alguien que te corresponda.
– Por eso no quería decirte nada, quizá no sea tan importante.
– Yo creo que sí lo será, espero que pronto deje a Jacob, no tienes porque ser el otro.
– Que cosas dices Jen… ni siquiera soy eso – al menos, no lo había visto así.
– Pues peor entonces, eres un hombre maravilloso y espero que ella lo aprecie.

El resto de la fiesta ya no pude hablar con Isabella, ni siquiera me di cuenta a qué hora
se fue, cuando quedaban pocos invitados y la busqué ya no estaba, pero al menos, Alice
me había dado el pretexto perfecto para volver a verla, le llevaría mi invitación de la
boda y sólo compraría otro sobre para ponerle su nombre, le argumentaría que ella se la
había mandado.

Al otro día, Jacob me llamó para confirmarme que en dos fines de semana más se irían a
Las Vegas, pero al cabo de unos minutos, rectificó y me dijo que sería el siguiente
jueves, así que le pedí que un día antes pasara a mi oficina por las llaves de la casa y me
lo agradeció enormemente, yo sonreí imaginando la cara que pondría cuando me viera
ahí. Después que le colgué, le llamé a Jennifer para invitarla, sería demasiado
sospechoso que llegara yo solo y ella aceptó de inmediato, así que luego compré los
boletos de avión.

El lunes salí de mi oficina después de un arduo día de trabajo. Llamé a la de Isabella y


cuando me contestó colgué de inmediato, sólo quería comprobar si estaba ahí para ir a
dejarle la invitación. Al llegar y registrarme dije que iba al piso nueve, no sabía si había
más gente en la agencia y no quería meter a Isabella en problemas.

Me encantó la cara de sorpresa que puso al verme en la puerta de su oficina y más


cuando le entregué la invitación, me cuestionó si yo quería que fuera, pero, ¿qué no se
daba cuenta que era obvio?, si no quisiera que me acompañara no estaría ahí dándole el
dichoso sobre. Noté que se quedó mirando al vacío unos segundos y después me dijo
que iba por unos papeles, así que me senté a esperarla. En eso, vi una foto que tenía al
lado de su computadora y la agarré, eran ella y Jacob abrazados y muy sonrientes en
alguna fiesta porque estaban vestidos de gala, en ese momento no supe si era mejor ser
el novio o el amante, tener su cuerpo clandestinamente mientras él podía caminar con
ella por las calles, sin tener que ocultarse.

De pronto, escuché que cerraba la puerta sigilosamente, ¿acaso estaba pensando


seducirme ahí mismo?, por supuesto que lo deseaba y estaba preparado para eso, pero
pensaba llevarla a mi departamento. Me quitó la fotografía de la mano y se sentó sobre
mí, yo le sonreí, estaba a punto de cumplirme una de mis fantasías, definitivamente
había algo especial y diferente con ella, así que no podía permitir que saliera de mi vida.

Capítulo 11:
Lo que me haces sentir

Señorita, siento algo por ti


Te ocupas de cosas que no tienes porque
Él no te ama
Te lo puedo decir por su encanto
Pero tú puedes sentir este amor verdadero
Si sólo te tiendes en mis brazos
Cuando miro a través de tus ojos
Veo algo que el dinero no puede comprar
Y sé que si nos das una oportunidad
Trabajaré duro por ti, nena
Y nunca más tendrás porque llorar
– Me fascina cuando tomas el control – dije después que sujetó mis manos.
– Te haré mi esclavo, entonces – respondió moviéndose deliciosamente en círculos.
– Hazme lo que quieras – encantado sería su esclavo– pero no me dejes – agregué.

Ella sólo me sonrió, como deseé poder leer sus pensamientos, no tenía idea como lo
había tomado, quizá no había sido el mejor momento para decírselo, pero tenía que
asegurarle que no estaba dispuesto a que esto se acabara, que había algo más que simple
sexo, algo más profundo que francamente me estaba dando miedo, porque eso era lo que
sentía ante la posibilidad de no volver a verla, de que en algún momento recapacitara y
me mandara al demonio para seguir con su noviecito y no sabía si podría tolerarlo.
Aceleró más sus movimientos y me apretó más fuerte las manos al llegar al orgasmo y
después la abracé fuertemente.

– De verdad eres maravillosa – susurré, quería que estuviera segura de cómo la percibía,
aunque no había palabras suficientes para describirlo.

Un ruido hizo que se levantara rápidamente provocándome cierto vacío. Era un policía y
mientras hablaba con él, yo me retiré el condón y después caminé hasta ella, cuando se
volteó, se sorprendió de tenerme tan cerca, comencé a delinear sus labios y se resistió,
me argumentó que los policías estarían esperando que se fuera y le aclaré que no sabían
que yo estaba con ella.

Me pedía con palabras que me detuviera, sin embargo, no hacía nada para impedirlo,
seguía dejando que la fuera recorriendo con besos y caricias, hasta que le aseguré que
pasaría mucho tiempo antes de que volviéramos a vernos se rindió por completo,
entonces la besé apasionadamente, pero a diferencia de ella, sin cerrar los ojos, quería
ver sus expresiones, darme cuenta que tanto estaba disfrutando lo que le hacía, era la
primera mujer por la que realmente me preocupaba su completa satisfacción, incluso
antes que la mía. Comencé a besar sus hombros y en automático se escucharon sus
gemidos que me enloquecían, después la coloqué sobre el escritorio y la hice mía una
vez más.

Estaba por invitarla a cenar cuando su celular nos interrumpió, no pude controlar mi risa
ante su grito de susto, se notaba que no hacía cosas prohibidas frecuentemente y me
encantaba saber que conmigo se atrevía a todo, me miró un tanto molesta pero después
su expresión cambió radicalmente y ahí supe quien la estaba llamando, maldito
inoportuno, sólo esperaba que le dijera que tenía un negocio que arreglar y no podía
verla para que así se fuera conmigo.

– Que sorpresa, en unos minutos bajo – la escuché decir y mi ilusión se desvaneció.

Estaba empezando a odiar a ese tipo, ¿por qué demonios no se largó con su princesa?,
precisamente hoy tenía que ocurrírsele jugar al noviecito bueno e ir por Isabella a su
trabajo.

Ella se arregló la ropa y después se puso a buscar su calzón que yo había tomado del
suelo, yo la miraba fijamente con mis brazos cruzados, ella sólo atinó a levantar los
hombros, ¿con qué esas teníamos?, yo me estaba convirtiendo en un completo idiota y
ella sólo me estaba usando para saciar las ganas que su novio no le satisfacía, entonces
me negué a devolverle la prenda, esta vez, a diferencia de las anteriores, sí quería que
discutiera con ese estúpido, aunque quizá ni se enteraría que ella no traía ropa interior.
Me ponía muy mal el hecho de pensar que la tocara con las asquerosas manos con las
que tocaba a la otra. Isabella seguía suplicando que se lo devolviera, me impidió salir de
la oficina y me venció el tono de su voz.

– Él te tiene completa, ¿qué más da que yo conserve esto? – acepté resignado.


– No, no me tiene completa y lo sabes, no te puedo dejar eso, al menos no hoy, otro día,
te lo prometo, cuando volvamos a vernos, te daré otra cosa hoy, por favor – dijo
dándome esperanzas de nuevo, tenía razón, una parte de ella me pertenecía sin que él lo
supiera y sin que pudiera hacer algo al respecto.
– ¿Y qué me darías a cambio? – pregunté muy interesado en el trueque.

Me jaló hasta su escritorio y me entregó una pañoleta después de perfumarla así que le
devolví el calzón y me fui luego de hacerle la recomendación de los colores que no
debía usar para la boda, ella insistió en que aún no decidía sí iba a ir, pero yo no estaba
dispuesto a aceptar una negativa de su parte, en verdad quería compartir ese momento
con ella, no deseaba estar solo ese fin de semana y no me imaginaba con alguien más.

Guardé la pañoleta en el bolsillo del pantalón y salí del edificio, de inmediato vi el auto
de Jacob estacionado afuera y él estaba muy ocupado con su celular así que no me vio
cuando me atravesé la calle, que ganas tenía de gritarle que acababa de hacer mía a su
novia, que yo sí la complacía y cumplía con lo que él no, pero no podía, aún no tenía
muy claro lo que yo significaba para Isabella.

El jueves a mediodía pasé por Jennifer para ir al aeropuerto, estaba muy emocionada
por el viaje, tenía tiempo que no salía. Estuvimos platicando cosas sin trascendencia y
no le mencioné que también irían Isabella y Jacob, no quise que se me cayera el teatro
de la confusión, que sin saber, el mismo Jacob había provocado.

En cuanto llegamos a Las Vegas fuimos a rentar un auto, después pasamos al


supermercado por víveres porque Jennifer me dijo que estaba a dieta y finalmente nos
dirigimos a la casa, de inmediato me ofrecí a subir las maletas para checar si ellos ya
habían llegado. Entre a mi habitación y no vi nada, así que dejé ahí mi maleta, después
abrí la siguiente puerta y vi un par de maletas y la rabia me inundó, no podía permitir
que durmieran juntos, pero no sabía de qué manera podría impedirlo. Abrí la recámara
de enfrente y dejé ahí la maleta de Jennifer y luego bajé.

Ella ya se encontraba en la cocina con el radio encendido y la ayudé a preparar la cena,


en eso pasaron una canción que a ambos nos gustaba y empezamos a cantar como lo
hacíamos de adolescentes, de repente la puerta se abrió y los vi parados con cara de
sorprendidos, Isabella volteó a ver a Jacob desconcertada y Jennifer los saludó y me
recriminó el no haberle dicho que los había invitado, entonces Jacob le aclaró que yo le
había prestado la casa y yo me hice el confundido, por tercera vez agradecía las clases
de actuación de la preparatoria, Isabella tomó a Jacob del brazo y salieron sin decir
nada, yo apreté los puños, la situación no iba a ser nada fácil para mí.

– Me quieres explicar qué te traes entre manos, Edward – dijo Jennifer cruzándose de
brazos y mirándome seria.
– Nada, yo le presté la casa, pero pensé que vendrían el siguiente fin de semana.
– Sí, claro, ¿qué dedo quieres que me chupe?, dime la verdad ahora – exigió.
– Está bien, yo lo planeé, quiero tenerlos cerca, ver como se llevan – guardé silencio, no
sabía cómo explicárselo porque ni yo mismo me entendía por completo – quiero
averiguar lo que ella siente por mí.
– ¿Y por qué no me lo dijiste desde un principio?
– Porque no sabía cómo ibas a tomarlo, además no quería que ellos sospecharan que
sabíamos que estarían aquí.
– Dios, sí que te está dando fuerte, me supongo que querrás que te ayude con tu
investigación, ¿verdad?
– Sí… ¿podrías ser demasiado cariñosa conmigo?, por favor.
– ¿Por qué no hablas con ella de frente?, ¿a qué le tienes miedo?
– A muchas cosas Jennifer, estoy muy confundido, no sé qué hacer, sólo quiero ver que
tan fuerte es su relación con él… cuanto lo ama.
– Está bien, te ayudaré, pero con la condición de que me cuentes todo lo que ha pasado
entre ustedes, no quiero que me vuelvas a ocultar nada, soy tu mejor amiga y me duele
el que no confíes en mí.
– No es desconfianza Jennifer, lo juro… no entiendo lo que me está pasando.
– Se llama enamoramiento amigo, anda, pongamos el plan celos en marcha.

Salimos y vi cuando Jacob la besó, la sangre comenzó a hervirme y Jennifer se hizo


presente para que voltearán, pero cuando lo hicieron, él siguió sosteniendo su mentón,
entonces Jennifer los invitó a pasar para cenar, Isabella le agradeció y nos dijo que se
irían a un hotel en tanto lo tomaba de la mano, así que yo abracé a Jennifer por la
cintura diciéndoles que nos iríamos ella y yo. Isabella frunció el ceño mientras Jacob se
disculpaba por la confusión y mi amiga los convencía de que se quedaran al tiempo que
golpeaba suavemente mi mejilla, aunque parecía una caricia, yo la conocía y en verdad
quería golpearme por meterla en este embrollo.

Jacob habló y se atrevió a volver a besar a Isabella, pero ella se volteó ligeramente y el
beso se lo plantó en la comisura de los labios y, para rematar, Jennifer salió con un
comentario que no me agradó para nada, ya me encargaría de que el idiota no tocara a
Isabella, aún no sabía cómo, pero no se lo iba a permitir. Jennifer la jaló y cuando pasó
a mi lado me dio una mirada de odio, yo desvié la mía, como si la ignorara, me fascinó
darme cuenta que estaba celosa porque eso quería decir que yo le importaba demasiado,
quizá más que su novio, o al menos eso quería yo creer.

Jacob y yo entramos después que ellas, que se fueron directo a la cocina y le ofrecí un
trago, eso lo ayudaría a dormir, después encendí la televisión. A los pocos minutos salió
Isabella de la cocina y subió, yo quería ir detrás de ella, pero era jugar demasiado con la
suerte y tampoco quería que hubiera un pleito entre él y yo.

Para mi sorpresa Jacob nos acompañó a cenar, ¿acaso no quería estar a solas con su
novia?, su actitud me beneficiaba demasiado y por unos momentos no lo odié tanto,
luego se despidió y subió, entonces la ira empezó a inundarme de nuevo, de acordarme
del beso y pensar en la posibilidad de que quisiera tener relaciones con ella se me
revolvía el estómago, yo estaba tanto o más celoso que Isabella.

– Quita esa cara, no puedes impedir que se duerman juntos – exclamó Jennifer al ver la
expresión que tenía.
– Me enferma la idea de pensar que quiera tocarla – dije golpeando la mesa.
– Pues, eso es muy normal, es su novia, la cuestión es si ella lo va a permitir.
– No me digas eso que no podré dormir.
– Ya tuvo relaciones contigo, ¿verdad?
– Sí, pero no la juzgues mal.
– No lo estoy haciendo, como ya te había dicho, la atracción entre ustedes es evidente,
le gustas demasiado y me estoy ganando su odio de a gratis, todo por ayudarte.
– ¿Qué te dijo en la cocina?
– Que estaba muy cansada por el viaje y que mejor iba a acomodar sus cosas, pero le vi
la rabia en los ojos, estaba sumamente celosa, tenía ganas de ahorcarme.
– Gracias amiga, te quiero – exclamé y la abracé.
– Claro, como no eres tú el que está quedando mal.
– Ya le aclararé las cosas, no te preocupes, sé que terminaran llevándose de maravilla.
– Eso espero, francamente me cae muy bien.
– Es un encanto, ¿verdad?
– Eso no lo sé, sólo te puedo decir que se ve que es una buena chica.
– Ayúdame a ver si se pone celosa de Jacob, por favor.
– ¿Qué estás insinuando Edward? – preguntó abriendo los ojos como platos.
– Ten algún acercamiento con él para ver cómo reacciona ella.
– Eso es demasiado, no lo voy a hacer, va a pensar que soy una cualquiera.
– No te estoy diciendo que lo seduzcas, sólo que te le acerques.
– Estás completamente loco, no lo haré.
– Por favor, por favor, en verdad necesito saber si se pone celosa de él.
– En serio que te desconozco – me zarandeó de los brazos – ¿quién eres y que le hiciste
a mi amigo de toda la vida?, devuélvemelo.
– Soy el mismo, sólo… estoy pasando por un período extraño.
– Pero muy extraño, mejor trataré de hacerle platica sobre él, no me le voy a insinuar al
tipo, ni siquiera me gusta y aunque ese fuera el caso no voy a quedar como una
cualquiera frente a ella sólo por ayudarte, por mucho que seas mi mejor amigo.
– Está bien, perdón, sé que me estoy comportando como psicópata.
– La verdad me da mucho gusto verte así, al fin estás sentando cabeza y dejando de ser
el Casanova, estaba empezando a preocuparme por ti, pero el amor te llegó y lo mejor es
que estás dispuesto a que no se te vaya, aunque tus recursos sean bastante retorcidos.
– Lo sé, no creas que no me doy cuenta… me asusta el no saber de qué puedo ser capaz
con tal de tenerla.
– Bueno, el amor siempre implica riesgos y locuras, aunque creo que tú las estás
llevando al extremo – me abrazó fuertemente – te quiero loquillo, me voy a dormir.
– Yo también te quiero niña, no sé como agradecerte el que siempre me apoyes.
– Ya encontraré la forma de cobrarme algún día, buenas noches.
– Buenas noches, por cierto, ahora te quedarás en la recamara de enfrente a la que
siempre ocupas, porque ellos están en esa.
– Entendido, hasta mañana.

Subió y yo me dejé caer en el sillón para pensar, tenía que encontrar la forma de que
Isabella se quedara conmigo, la deseaba y la necesitaba, no iba a desaprovechar la
oportunidad de tenerla en la misma casa y no hacerla mía, entonces recordé que traía su
pañoleta en mi maleta, así que recurriría al chantaje con tal de que estuviera conmigo,
aunque fuera retorcido. Subí por ella, afortunadamente traía conmigo el Nextel y
también lo bajé y me metí a la cocina a marcarle a su celular.
– Hola – respondió sorprendida.
– Tienes cinco minutos para bajar a la cocina o subo y le cuento todo a Jacob, recuerda
que tengo una prenda que te pertenece – le advertí y colgué.

Me recargué al lado del lavabo y olí su pañoleta que aún estaba impregnada con su
perfume, instantes después ella bajó y la miré desafiante.

– ¿Qué pretendes? – exclamó cruzándose de brazos.


– No quiero que él te toque – le hice saber en un tono bastante serio.
– Es mi novio, ¿lo olvidas?, ¿acaso yo te estoy prohibiendo que lo hagas con tu novia?
– ¿Cuántas veces tengo que decirte que Jennifer no es mi novia?
– Que cínico eres, ¿cómo te atreves a negarla después de lo que he visto hoy?
– Pues no se compara con lo que yo vi – de sólo acordarme quería golpearlo.
– Pues yo no niego a Jacob, sabes perfectamente que es mi novio.
– No me lo recuerdes, no me hagas recordar que lo vi dándote un beso.
– Pues eso es lo que hacen los novios, ¿no?, no sólo cocinan y cantan juntos y se
toquetean frente a otros – dijo caminando hacia atrás y topando con el refrigerador.

Me hizo tan feliz ese comentario, era la confirmación de sus celos, entonces la acorralé
y cuando me dijo que a Jacob también lo conocía de toda la vida no le agradó el
comentario que le hice sobre el porqué me buscaba y quiso abofetearme, pero le atajé la
mano y luego empecé a acariciarle su cuello y bajé hasta uno de sus senos, me pidió que
me detuviera, pero, otra vez, no hacía nada para que en realidad eso sucediera.

Así que después acaricié su nalga y me pegué a su cuerpo que tanto deseaba, lamí sus
labios y levanté su pierna para que el roce de nuestros sexos fuera más contundente, ella
jadeó y eso fue mi pase para besarla con desesperación, la cargué y la dirigí hacia el
cuarto de lavado para hacerla mía ahí mismo, no importaba cuántas veces lo hiciéramos,
mi cuerpo no se cansaba de ella, por el contrario, con cada encuentro la deseaba con
mayor fuerza y anhelaba con que llegara el día de que fuera mía y de nadie más, que
durmiéramos y despertáramos juntos.

– Nadie te ha hecho vibrar como yo y nadie jamás podrá hacerlo, soy el único que
conoce el mapa de tu cuerpo y sabe exactamente qué lugares tocar y cómo hacerlo – le
aclaré cuando terminamos de hacerlo.
– Lo sé, lo sé y me asusta – aceptó haciéndome más feliz.
– No tienes nada que temer Bella – le aseguré mirándola a los ojos.
– Esto es una locura Edward.
– Sí, la más maravillosa que he cometido en toda mi vida.

Me besó con dulzura hasta que nos hizo falta el aire y después nos vestimos en silencio,
antes de que saliera de ahí volví a pedirle que no permitiera que él la tocara y me pidió
que yo tampoco lo hiciera con Jennifer así que le aclaré que no compartía la habitación
con ella. Muy a mi pesar se marchó prometiéndome que sólo dormiría con él y me dio
un pequeño beso en los labios.

Me quedé unos minutos recargado en la pared, reviviendo en mi mente lo que acababa


de hacer con ella, en verdad me tenía loco como jamás lo había estado por nadie y me
gustaba la sensación. No pude evitar sonreír, ella también estaba loca por mí, no le
había importado que su novio estuviera en la misma casa y me entregó su cuerpo y algo
más, en definitiva no era únicamente sexo lo que compartíamos, yo lo había tenido
cientos de veces y jamás me había sentido así, entonces fue cuando comprendí lo que ya
había escuchado, había una diferencia entre tener sexo y hacer el amor, ahora la
reconocía de primera mano y por supuesto que era mucho más satisfactoria, ahí fue
cuando me di cuenta que un gran sentimiento hacia ella estaba creciendo dentro de mí.

Capítulo 12:
Malditos celos

Pero nunca celos o envidia de nadie jamás yo sentí


Hasta que el destino me puso ante mí, tu mirada de ángel
Y así comenzó mi obsesión, mi delirio por conquistarte
Pero, al saber que no eras libre, no me alejé y en cambio quise
Estar lo más cerca posible de ti, espiarte y seguirte allí donde vas
Envidia, me muero de celos y envidia
Pensando en la forma en que él te acaricia
No puedo aguantar tantos celos, me muero de envidia
Estos celos con mi vida van a terminar
No sé lo que me pasa, esta maldita envidia
Que va acabar conmigo, yo lo sé, si no te hago mía
En esta agonía vivir así no puedo más
Te digo, no puedo más

Apagué la luz y salí del cuarto, tiré el condón en el bote de basura, recogí la pañoleta del
suelo, subí a mi habitación y la guardé en mi maleta. Entré al baño y después de
lavarme las manos, pegué la oreja en la puerta que daba hacia la habitación de ellos
tratando de escuchar algo, que conveniente me había resultado que eligieran esa
recámara precisamente, que conectaba con la mía a través del baño. No escuché
absolutamente nada, reinaba el silencio así que me fui a acostar, pero no podía dormir,
me atormentaba la idea de tenerla tan cerca y que estuviera durmiendo con ese infeliz en
lugar de hacerlo conmigo.

Me desperté muy temprano, había dormido pocas horas, vi un rato la televisión y


después me levanté por un jugo, en la sala me topé con Jacob.

– Buenos días Edward.


– Buenos días, ¿vas a salir?
– Sí, voy a correr, lo hago todas las mañanas, ¿no quieres acompañarme?
– No, gracias, no dormí bien y estoy cansado.
– Bueno, nos vemos más tarde.

Entré a la cocina, saqué el jugo del refrigerador, lo serví en un vaso y me lo tomé. Debía
reconocer que a veces le daba a Jacob las gracias por dejar sola a Isabella, si no fuera así
no la hubiera conocido, así que decidí ir a darle los buenos días.

Abrí lentamente la puerta de su habitación y la vi dormida boca abajo, con las sábanas
cubriéndole medio cuerpo, cerré cuidadosamente y me acosté a su lado, empecé a
acariciarla y me di cuenta cómo iba despertando poco a poco, así que bajé mi mano por
debajo de su cintura y ella volteó, se levantó asustada de la cama cuando se dio cuenta
que era yo, me cuestionó lo que hacía ahí, le aterraba la idea de que Jacob nos
descubriera, así que le dije que no estaba y le reproché el hecho de que no me hubiera
detenido mientras la tumbaba en la cama y me subía en ella que me aclaró que sabía
bien que era yo, que su cuerpo me reconocía, yo le sonreí feliz y después de quitarle un
mechón de la cara la besé.

– Buenos días Isabella – exclamé rozando su nariz con la mía.


– En serio que sí estás loco, ¿te caíste de niño y te golpeaste la cabeza?
– No, me la golpeó una hermosa desconocida la noche de un martes y ella fue la que me
hizo enloquecer – le aclaré metafóricamente en tanto besaba su cuello.
– ¿Así que estás loco por una desconocida?
– Sí, no sé que me ha hecho, creo que me embrujó – respondí jugando.
– Deberías hacerte una limpia para librarte del hechizo – sugirió graciosamente.
– No se me había ocurrido, gracias por el consejo – le dije, pero yo no quería librarme
de su hechizo.

Volví a besarla mientras nuestros sexos se rozaban, me fascinaba tenerla así y más que
ella respondiera a mis juegos y a mis caricias, pues se movía suavemente provocando un
delicioso roce, sabía bien que no podríamos culminar el acto en ese momento, pero
mientras me conformaría con esas caricias y besos furtivos.

Me pidió que me detuviera y volvió a recordarme a su noviecito, así que un tanto


enfadado me levanté de la cama y ella también para dirigirse al baño, no pude controlar
el impulso y la besé una vez más, no tenía idea en qué momento podríamos estar a solas
de nuevo y necesitaba un poco más de su elixir para poder sobrellevar el día alejado de
ella. Me detuvo de nuevo y no me quedó más remedio que hacerle caso, así que me fui
luego de darle un pequeño beso en sus labios.

Entré a mi recámara y me acerqué a la puerta del baño, escuché el agua correr y sentí el
impulso de entrar y bañarme con ella, pero, tuve un instante de cordura y me arrepentí,
no quería ponerla en más predicamentos, Jacob podría llegar en cualquier momento, así
que tomé mi ropa para bañarme en el baño de la habitación de enfrente que conectaba
con la de Jennifer, así que primero entré ahí y me di cuenta que ella no estaba y también
escuché el agua, entonces esperé a que saliera.

– Edward, ¿qué haces aquí? – preguntó al salir.


– Esperándote para bañarme, el otro baño está ocupado.
– Ah ok, por cierto, anoche sin querer pude comprobar si Bella se ponía celosa de
Jacob.
– ¿Qué hiciste? – pregunté sorprendido.
– Nada, fui por mi antifaz para dormir a la habitación de ellos, no había nadie y al salir
me topé con Bella que según me dijo había bajado a tomarse una pastilla, pero, en
realidad estaba contigo, ¿verdad?
– Sí, estuvimos platicando.
– Claro, ahora así se le dice.
– Bueno, ya dime que te dijo cuando te vio salir de la recámara.
– Me preguntó que hacía ahí y ya le expliqué, buenas noticias para ti amigo, no la vi
nada celosa, sólo desconcertada, pero quedó bastante satisfecha con mi respuesta, nada
que ver con la mirada de odio que me dio en la tarde en la cocina.
– Gracias amiga, de verdad, sin embargo, me gustaría que siguieras con tu actitud
cariñosa conmigo, por favor.
– Esto sí voy a cobrártelo, ¿por qué no hablas con ella de una vez por todas y le dices lo
que sientes?
– Lo haré en algún momento, ahora me voy a bañar.

Después que me vestí bajé a la cocina y vi que estaban las dos, Jennifer me saludó
demasiado amable e Isabella me miró con enfado y cuando se volteó sonreí, era
grandioso verla celosa, aunque el gusto me duró poco ya que Jacob entró y luego de
saludarnos le dio a ella un beso en los labios, entonces decidí que mejor saliéramos a
desayunar, al menos en público no se estarían demostrando su supuesto amor.

Como el restaurante quedaba cerca nos fuimos caminando, Jennifer siguió con su teatro
y me tomó de un brazo mientas Isabella y Jacob iban tomados de la mano, que rabia
sentía, así que opté por cargar a Jennifer, no iba a ser el único incómodo de los cuatro.

Al llegar nos sentamos y casualmente yo quedé frente a Bella, una vez que nos llevaron
lo que habíamos pedido, Jacob empezó a platicarle a Jennifer lo rara que es Isabella para
comer, al verla llevarse un pedazo de piña a la boca, recordé la vez que comimos en el
hotel y entonces me quité el zapato y puse mi pie sobre su pierna, ella me miró
frunciendo el seño y no pude evitar sonreír, debía reconocer que me encantaba ponerla
nerviosa, así que, a pesar de que retiró su pie yo seguí con mi juego acariciando su
pierna aunque la moviera, hasta que se levantó al baño.

Cuando salimos de ahí, a Jennifer se le ocurrió que fuéramos a un hotel a apostar,


entonces regresamos a la casa por el auto, de nuevo ellos iban tomados de la mano y yo
hice lo mismo con Jennifer que me dedicó una mirada de desacuerdo. En cuanto
subimos al Volvo, Jacob abrazó a Isabella, no pude evitar mirarlos por el espejo
retrovisor y enfadarme, como odiaba que ese tipo la tocara, así que en respuesta yo
jugaba con Jennifer en los altos y a través del espejo me daba cuenta de la expresión que
tenía Isabella en el rostro, estábamos iguales, ambos nos moríamos de los celos, claro
que ella sin fundamento, a diferencia de mí.

Al llegar al hotel, Jacob y yo nos dirigimos a las mesas de póker y ellas se fueron a las
maquinitas de dinero rápido, me sorprendió ver lo hábil que era Jacob con las cartas, yo
logré ganar mil dólares en una partida y en la siguiente él ganó el doble. Como ya era la
hora de la comida dejamos de jugar y al encontrarnos con ellas Jacob cargó a Isabella
dándole la noticia del dinero que había ganado, volví a sentir rabia al presenciar esa
escena, es que al verlos así me daban ganas de golpearlo y decirle que ella era mía, que
quitara sus sucias manos de encima, gritarle que yo no tenía ojos para nadie más, como
él sí los tenía para esa tipa con la que se revolcaba y más rabia me dio cuando vi que
Isabella lo tomaba amorosamente de la mano y se alejaban.

– Por dios, Edward, trata de controlarte – me dijo Jennifer en voz baja.


– Es que no soporto verlos así, me dan ganas de contarle toda la verdad.
– Pues hazlo, sería lo mejor para todos, ya me estoy hartando de este jueguito, ten las
agallas para pelear por lo que quieres, pero como hombre no como niño.
– Aunque quiera decírselo, no puedo, está de por medio la reputación de Isabella, no
puedo hacerla quedar mal frente a él, tal vez no me lo perdone.
– Entonces compórtate, si sigues así, Jacob se va a dar cuenta, respira profundo y cuenta
hasta cien en alemán.

El comentario de mi amiga me hizo reír, yo no tenía ni idea de ese idioma. Entramos al


restaurante del hotel e Isabella de inmediato se sentó frente a Jennifer, me ganó la risa,
ella quería evitar a toda costa que la toqueteara por debajo de la mesa, yo moría por
hacerle algo más que eso, pero tenía que aguardar hasta la noche, tenía que ir buscando
el pretexto o el chantaje para estar a solas con ella otra vez.

Cuando terminamos de comer, Isabella fue al baño y me le quedé viendo discretamente.


Un par de minutos después yo también fui hacia allá, afortunadamente las puertas de
ambos estaban una frente a la otra y era poca la distancia que las separaba, así que entré
al de hombres y estaba vacío, esperé en la puerta y al momento que ella salió, la jalé y la
metí a uno de los compartimentos.

– ¿Qué te pasa?, ¿estás loco? – exclamó sumamente nerviosa.


– Ya sabes que sí, no puedo estar un minuto más sin besarte.

Iba a replicar, pero mis labios callaron los suyos por medio de un ansioso beso que ella
me devolvió de la misma forma, mis manos recorrieron su cuerpo y se posaron en sus
senos que empecé a masajear, su mano bajó a mi miembro que fue acariciando de a
poco, mi lengua viajó a su cuello y se lo mordisqueé ligeramente, un jadeo escapó de
sus labios y volví a besarla para evitar que alguien escuchara lo que estábamos
haciendo, la adrenalina la sentía al máximo en mi cuerpo, era grandioso hacer cosas
prohibidas con ella, como ahora, en un baño público y con el novio cerca.

– ¡Edward! – exclamó Jennifer tronando sus dedos en mi cara sacándome de la


ensoñación – reacciona .- agregó y me percaté que no me había levantado de la mesa.
– Perdón, ¿qué decías? – ni siquiera tenía idea si era ella la que hablaba o Jacob.
– Que vayamos a comprar los boletos para el espectáculo musical y que mientras
empieza podemos recorrer las tiendas a ver que compramos.
– Suena genial – respondí en automático tratando de recobrar el sentido de la realidad.

En cuanto Isabella regresó, salimos de ahí para comprar los boletos del dichoso evento
que empezaría dos horas después, las cuales se me hicieron eternas, sólo tenía una cosa
en mente y me estaba desesperando, afortunadamente Jennifer me distraía, aligerando
leventemente la tortuosa espera. Ni siquiera le puse mucha atención al espectáculo,
miraba de reojo a Isabella, un asiento nos separaba y yo moría por tocarla, por
acariciarla y por besarla, pero tenía que seguir esperando a que llegáramos a la casa y
aún no se me había ocurrido nada que decirle para volver a encontrarnos en el cuarto de
lavado.

Cuando finalmente terminó el show fui el más feliz, durante el regreso a la casa fuimos
comentando como había estado y una vez que llegamos, cada quien se fue a su
respectiva habitación. Yo caminaba de un lado a otro en la mía y luego pegué la oreja en
la puerta del baño y escuché ruidos, aunque no me quedaba claro quién era.

Me desvestí y sólo me quedé en bóxers, estaba por marcar el celular de Isabella cuando
decidí arriesgarme a asomarme al baño y la vi sin que ella se diera cuenta, regresé por
un condón, luego entré y cerré la puerta cuidadosamente, puse el seguro de la que daba
a su recámara, dejé el condón en el lavabo y me paré detrás de ella que se llevó un gran
susto al verme ahí, alcancé a taparle la boca para ahogar el grito que emitiría y después
le expliqué como había entrado ahí.

– Ahora sí enloqueciste por completo, Jacob está en la habitación de al lado – exclamó


moviendo la cabeza un tanto asustada.
– ¿Y a poco no lo hace más excitante? – ya sentía la adrenalina recorriéndome.

Era excepcional tenerla al fin como lo había deseado durante todo el día, besándola,
acariciándola, haciéndola mía, sintiendo su humedad, como su cuerpo vibraba ente el
contacto con el mío, era mucho mejor que la pequeña fantasía que había tenido en el
restaurante. Veía a través del espejo la expresión de placer de su rostro, lo cual hacía
que el mío aumentara al verla disfrutar, como primero se mordía los labios y después
chupaba mis dedos. Minutos después llegué a un exquisito orgasmo instantes antes que
ella que me mordió los dedos para no gritar.

– Estuve esperando todo el día por esto, me trastornas Bella, cada día ansío más estar
contigo – se lo hice saber y luego la besé apasionadamente.

Esa noche dormí mejor que la anterior, a pesar de las muestras de cariño entre Isabella y
Jacob me había dado cuenta que yo ejercía en ella un poder mucho mayor que él, casi
estaba seguro que no lo amaba, al menos no como yo creía, yo la ponía nerviosa, se
encelaba de Jennifer por verla conmigo y se entregaba a mí de una manera suprema,
grandiosa y sin tapujos, sin importarle que él estuviera al lado.

A la mañana siguiente bajé a la cocina y me topé con una muy desagradable sorpresa,
Isabella y Jacob se estaban besando y de inmediato sentí como la ira me inundaba por
completo, ¿cómo se atrevía a besarla?, ¿cómo ella lo permitía? Atiné a carraspear y
rompieron el beso, pero permanecieron abrazados, Jacob agregó el comentario de que lo
dejarían para después y de nuevo me dieron ganas de golpearlo, seguramente Isabella lo
notó y se separó de él, entonces le pedí las llaves del Volvo para que me dejara a solas
con ella, en cuanto salió la sujeté del brazo.

– ¿Qué parte no te quedó clara de que no permitieras que te tocara? – exclamé


enfurecido.
– Es mi novio, no puedo rechazarlo todo el tiempo – tenía que recordármelo otra vez.
– Eres mía Isabella, sólo mía y si no quieres que le tumbe los dientes al imbécil ese vas
a buscarte un pretexto muy bueno para que ni siquiera te mire.
– Odio que me digan Isabella y suéltame que me estás lastimando, no eres nadie para
exigirme nada, recuerda que lo nuestro es sólo sexo sin compromiso, fue fácil
conseguirlo y con esa misma facilidad puede acabarse.
– Estás muy equivocada si piensas que te voy a dejar ir con facilidad, me perteneces, no
lo olvides – se lo hice saber aún colérico.
– No soy un objeto Edward, puedo tomar mis propias decisiones, no lo olvides.

¿Cómo podía decir que lo nuestro era sexo sin compromiso?, para mí no lo era y casi
estaba seguro que para ella tampoco, ¿qué no se daba cuenta de lo que me hacía sentir?,
estaba más que loco por ella y no era únicamente algo físico, los celos que sentía me lo
terminaban de corroborar, yo la quería y por ningún motivo iba a permitir que saliera de
mi vida, ella me pertenecía le gustara o no.

Instantes después entraron Jennifer y ese infeliz que me entregó las llaves y las dejé en
la mesa. El desayuno transcurrió casi en silencio, a excepción de pequeñas líneas que
decía Jennifer y que Jacob le respondía. Cuando terminamos, Isabella subió y casi de
inmediato Jacob fue detrás de ella. Entonces Jennifer me propuso que jugáramos ping
pong para que sacara el enojo que visiblemente se me notaba.

Estaba logrando tranquilizarme hasta que ellos bajaron y se unieron al juego, no pude
controlarme y empecé a golpear la pelota con demasiada fuerza dirigiéndosela a él con
toda la intensión de darle en la cara, las chicas se dieron cuenta que prácticamente las
estábamos ignorando y se quitaron de la mesa. Jacob era muy hábil y lograba
regresarme la pelota, hubo un momento en el que ellas entraron a la casa, él y yo
seguimos jugando, ya había analizado su forma de jugar, así que hice un movimiento
que no se esperaba y logré golpearlo en el hombro, me disculpé fingidamente y
entonces me dijo que mejor entráramos a la casa, que ya le había dado sed así que
dejamos hasta ahí el juego, al menos no me había quedado con las ganas de pegarle.

Al entrar, vi a Jennifer mirando un partido de hockey y resultó que a él también le


gustaba ese deporte, así que se sentó a su lado y cuando le comenté a ella que debíamos
ir al supermercado me sugirió que esperáramos a que terminara, pero yo me negué y
Jacob atinó a decir que a Isabella tampoco le gustaba y entonces Jennifer sugirió que
fuéramos nosotros por los víveres. Isabella parecía no estar muy de acuerdo con la idea,
pero accedió.

Íbamos en el auto en completo silencio, de pronto una canción empezó a sonar en la


radio, la letra me llegó, apenas y nos conocíamos, ella estaba con alguien más y lo
nuestro era indebido y, tal como decía la canción, yo no podía respirar cuando pensaba
en ella, a decir verdad, en lo único que pensaba los últimos días era en ella.

Entonces me disculpé, ella me recriminó y con toda razón, le di mis motivos, aunque
me callé lo referente a mis sentimientos, quizá era demasiado pronto para expresárselos,
me asustaba su reacción y a lo único que aspiraba en estos momentos era su perdón por
mi insensato comportamiento, pero, no sabía cómo manejar los celos, era la primera vez
en mi vida que los sentía y me cegaban por completo la razón, sólo esperaba que ella lo
entendiera, que se diera cuenta que era mi todo y también debía recordar que no le
gustaba que la llamaran Isabella.

Capítulo 13:
Eres para mí

Amando, amando
Con tu mirada reflejándome
Entre mis brazos
Y con mis labios rozándote
Bebiéndome tu deseo
Ruedan tus besos, descubriéndome
Se despiertan los sentidos
Recorriendo tus latidos
El instante se hace tan eterno
Y convierto en realidad mi sueño
Amando, amando, deteniendo el tiempo
En esta vida que sin ti no entiendo
Y tú quemándote tan dentro
Con esta pasión que mata la razón
Y confundiéndonos enteros
Se entrelazan nuestros cuerpos sin pudor
Más que profundo, muero
Cada vez que llego a ti

Al llegar al supermercado noté que seguía seria conmigo, la ayudé a bajar del auto y se
siguió caminando, esperaba que pronto se le pasara el disgusto. Al menos me habló, eso
era buena señal, así que hicimos todas las compras, en uno de los pasillos había una
pareja de ancianos, mientras yo buscaba unas cosas, escuché su comentario y sentí una
gran alegría al ver lo que proyectábamos Bella y yo, parecíamos recién casados, algo
que no se me había ocurrido.

Cuando me acerqué a ella la noté como ausente mirando a la pareja, seguramente


también había escuchado lo que dijeron, me moría de ganas de saber lo que pensaba al
respecto y la miré a los ojos tratando de encontrar la respuesta, le sonreí y después
entrelacé mi mano con la de ella, como si fuéramos novios y caminamos hacia las cajas
para pagar.

Íbamos de regreso a la casa y una loca idea se me ocurrió, la deseaba tanto y debía
aprovechar el que nos encontráramos solos y lejos, entonces manejé en dirección a un
pequeño bosque que normalmente estaba desierto, pero como no sabía si ya se le había
pasado del todo la molestia hacia mí, fingí que el auto se había descompuesto y ella se
lo creyó.

Vi que se acomodó en su asiento y yo hice lo mismo, empecé a jugar con mis manos,
ideando la forma de acercarme a ella sin que sospechara que el auto sí funcionaba, me
volteé para mirarla y comencé a acariciar su rostro, como si tratara de grabármelo, puse
un mechón detrás de su oreja en tanto ella sostenía una de mis manos y me acerqué para
besarla, necesitaba mi dosis de su néctar, entonces ella hizo algo que me enloquecía,
tomar el control y puso mi mano sobre su seno que empecé a acariciar mientras ella
desabrochaba mi camisa, agradecí el haber metido un condón al bolsillo de mi pantalón.

Hice que se sentara sobre mí y nos besamos de nuevo mientras metía mis manos por
debajo de su suéter para acariciar su delicada piel, después me besó el cuello, bajó a mi
torso y depositó suaves besos, yo sentía como mi temperatura se elevaba y mi
respiración se hacía pesada. Me desabrochó el pantalón y liberó mi miembro que ya
estaba endurecido, se quitó su suéter y entonces besé el nacimiento de sus senos en
tanto ella deslizaba su mano por mi erección, desabroché su pantalón y metí mis dedos
para frotar su centro, ella jadeó y sentí como se humedecía. No pude evitar el
recriminarle que trajera pantalón, si llevara falda todo sería más fácil, claro que como
ella misma me dijo, no había modo de que supiera que lo haríamos en el auto.

Empezó a quitarse las prendas que estorbaban mientras yo me colocaba el condón y me


hizo un comentario bastante gracioso, jamás me imaginé que pensara que era el dueño
de la empresa de condones, debía sorprenderle el que siempre estuviera preparado, fue
un hábito que adquirí en la preparatoria y del que mi padre tenía cierta responsabilidad
por su argumento sobre la prevención.

Se sentó nuevamente sobre mi regazo introduciéndose mi miembro que al instante


ocupó toda su húmeda cavidad, comenzó a moverse lentamente, llevando el ritmo de la
acción, con sus manos apoyadas en el respaldo para tomar impulso, yo acariciaba sus
muslos y subía hasta sus nalgas apretándoselas.

Nuestros rostros estaban unidos y nos mirábamos fijamente, percatándonos del enorme
placer que sentíamos y gimiendo sin parar, yo sentía su tibio y embriagador aliento
sobre mi nariz en tanto Bella seguía moviéndose, ahora con mayor rapidez, nos besamos
frenéticamente, entrelazando nuestras ansiosas lenguas que se rozaban deliciosamente
mientras ella aceleraba un poco más sus movimientos. Se separó de mi boca para
enterrar la suya en mi cuello, escuchaba sus gemidos que provocaban que mi placer
aumentara. Instantes después emitió un gritito y sentí como su cuerpo se agitaba
llegando al orgasmo junto conmigo que ahogué el grito en su hombro.

Al pasarse al otro asiento tocó accidentalmente la bocina del auto y ambos nos reímos,
de verdad era lo máximo hacer locuras y cosas prohibidas con ella. Nos colocamos bien
la ropa y era tal mi entusiasmo que encendí el auto de lo más normal y ella me miró con
una gran interrogación en el rostro, así que le confesé la verdad, ella me lo recriminó y
se cruzó de brazos haciéndose la enojada, la única justificación que pude darle fue que
me hacía perder el control y nublaba mi mente, nada era más cierto que eso, entonces
ella hizo un comentario gracioso y yo le seguí el juego, podría pasar el resto de mi vida
encerrado con ella y sería el hombre más feliz del mundo, ella insistió en que deberían
encerrarle en una torre, así que no pude callarme lo que sentía.

– Y yo iría a rescatarte, ya no puedo imaginar mi vida sin ti, definitivamente me


hechizaste.

Su respuesta fue colocar su mano encima de la mía que sostenía la palanca de


velocidades y le sonreí, definitivamente era un ángel que había venido a sacarme del
largo período de oscuridad en el que yo mismo me había sumergido. En un alto la besé
y el resto del camino fue en silencio, pero, reinaba algo extraordinario en el ambiente,
no era un silencio incómodo, por el contrario, era de esos silencios que dicen más que
mil palabras, Bella sentía lo mismo que yo y eso me hizo sumamente feliz, sabía que en
algún momento estaríamos juntos sin que nada se interpusiera.

Cuando llegamos a la casa y la ayudé a bajar del auto no pude controlar el impulso y le
di un pequeño beso en los labios, ella me dijo que podrían vernos, pero yo sabía que
ellos seguían ensimismados en el partido así que la besé otra vez, ahora de manera
profunda, quería fundirme en su boca, instantes después ella se separó y me dijo que no
era bueno tentar a la suerte, como deseaba que de una vez por todas dejara a ese tipo
para que pudiera estar formalmente conmigo.

Entramos a la casa y después ella subió. Al terminar el partido Jennifer y yo empezamos


a sacar las cosas de las bolsas para preparar la cena, Jacob salió a hablar por el celular,
por la cara que puso me imaginé de quien se trataba, no era el único que mentía en esa
relación, si supiera lo que Bella y yo habíamos estado haciendo estos días, aunque quizá
ni le importaría.

– Ni te pregunto porque traes esa sonrisita en la cara, me puedo imaginar lo que sucedió,
ni creas que no me di cuenta que se tardaron bastante para sólo haber hecho las compras
– dijo Jennifer tan acertada como siempre.
– Creo que me quiere – exclamé feliz y suspiré.
– Eso me da mucho gusto, ¿entonces se acabo el juego de los celos?
– Sí, muchísimas gracias amiga, ya no es necesario que estés tan cariñosa.
– Que bueno, empezaba a incomodarme el asunto, sólo espero que pronto lo deje y sea
tu novia, no me gusta que seas el otro, no te lo mereces.
– Yo también lo espero Jennifer, es lo que más anhelo.

Más tarde Bella entró a la cocina, me miró seria al verme con Jennifer, pero yo le guiñé
un ojo y la expresión de su rostro cambió. Después nos pusimos los cuatro a preparar la
cena, como si fuéramos los grandes amigos. Luego cenamos, vimos una película y
jugamos Jenga. Hubo un momento en el que Bella entró a la cocina y la seguí.

– Por favor, quédate esta noche conmigo, es la última que estaremos aquí, el lunes viajo
muy temprano a Londres a ver lo de un nuevo hotel y regresaré días antes de la boda de
Alice – dije en tono suplicante.
– Pero, Edward, ¿cómo me pides eso?, ¿qué quieres que le diga a Jacob?

“¿Hasta cuándo iba a estar ese imbécil entre nosotros?”, pensé en tanto le sugería que
discutiera con él y se fuera a dormir a la otra recámara, pero ella se negó, así que volví a
suplicarle, quería dormir con ella, amanecer a su lado, entonces me dijo que mejor
esperaría a que se durmiera y le sonreí acariciando sus dedos, en eso entró Jennifer y
nos soltamos, ésta se despidió y subió a su recámara.

Jacob también dijo que se iba a dormir y entonces Bella le puso de pretexto, para no
subir con él, que lavaría los platos, él quiso darle un beso y ella lo esquivó alegrándome.
Cuando se escuchó que cerró la puerta, me acerqué y le agradecí su ocurrencia, la besé y
luego caminamos a la cocina tomados de la mano.

Empezó a lavar los platos y le pedí que me contara sobre ella, estaba seguro que aún
ignoraba muchas cosas de su vida, entonces me pidió que primero le contestara una
pregunta y acepté, me cuestionó la razón por la que tenía esos encuentros en lugar de
ligarme a alguien de forma tradicional, cosa que sí había hecho alguna vez y le expliqué
brevemente que James me había involucrado en esa sociedad secreta y que me había
gustado el rollo de los desconocidos, así que aproveché para preguntarle quién le había
dado mi teléfono, eso me había inquietado desde un principio y me contó que fue una
chica en un bar a la que casi ni recordaba, yo no tenía idea de quien pudiera tratarse,
pero, le agradecía su imprudencia porque eso me había llevado a conocer a Bella.

También le pregunté el por qué me había llamado la primera noche y me respondió lo


que ya sabía, que era su cumpleaños y estaba sola, otra razón para odiar a Jacob, aunque
a la vez debía agradecérselo, porque su abandono fue lo que hizo que ella me buscara.
Se molestó cuando le comenté que no imaginaba quiénes estaban involucradas en la
secta y me dijo que se le revolvía el estómago de imaginar con cuantas había estado, así
que la abracé por detrás.
– ¿Ahora entiendes lo que yo siento al pensar que Jacob pueda tocarte?
– No es lo mismo, él es mi novio.
– A eso precisamente me refiero, ustedes han hecho el amor, sé que suena trillado, pero
es la verdad, yo sólo he tenido sexo con esas mujeres, ninguna se había significado nada
– ella me había hecho conocer esa diferencia – hasta que tú apareciste una noche y me
cambiaste la perspectiva de todo – agregué.
– ¿Entonces no soy una más?
– ¿Y todavía lo preguntas?, jamás había roto las reglas Bella, sabía perfectamente que
esas mujeres estaban con otros de la misma forma que conmigo, así que ninguna valía la
pena, pero contigo fue muy diferente, por eso no te dije la última regla, desde un
principio supe que no le darías mi teléfono a nadie, así que no era necesario decirla.
– ¿Y ahora qué va a pasar?
– Lo que tenga que pasar, lo único que debes saber es que no dejaré que salgas de mi
vida – la quería para mí – y espero que el que salga y pronto de la tuya sea él, no quiero
compartirte con nadie – guardé silencio unos segundos – y menos con él – que era un
bastardo mentiroso.
– ¿Por qué lo dices de esa forma?, ¿tú sabes algo de Jacob que yo desconozca?
– No, me gustaría para que de una vez por todas lo dejaras, pero no sé nada, mejor
olvidémonos de él y aprovechemos estas horas juntos.

Por supuesto que le conocía el historial al tipo, pero no consideré que fuera buena idea
el que precisamente fuera yo quien se lo dijera, los unía una amistad de años y aunque
me doliera, Bella le tenía un gran cariño y no sabía si me creería, tal vez pensaría que lo
estaba inventando por mis celos, lo único que me quedaba era esperar a que ella se diera
cuenta, él no era demasiado discreto que digamos y estaba seguro que en cualquier
momento cometería un error.

Comenzó la seducción a través de los platos, el jabón y nuestras manos rozándose, yo


pegaba mi cuerpo al de ella que reaccionaba de la misma manera provocando que la
excitación se hiciera presente y aumentara vertiginosamente. La acaricié con las manos
mojadas y sentí como se estremeció, me fascinaban todas y cada una de sus reacciones,
que se dejara llevar, que nos permitiera experimentar otras formas de entregarnos, sin
importar la hora ni el lugar.

La llevé a la mesa y le hice el amor por segunda vez en ese día, es que jamás me
cansaría de su cuerpo, al contrario, con cada ocasión la deseaba con mayor fuerza, sus
besos me embriagaban, su aroma me enloquecía, la textura de su piel me encantaba y
sus gemidos era una deliciosa melodía, yo se los provocaba y sabía que era el único que
podía hacerla sentir así, en las nubes, en el paraíso mismo donde ambos nos elevábamos
cada vez que nuestros cuerpos se fundían.

Alcancé a taparle la boca para apagar un poco su grito al alcanzar el éxtasis total que
logramos juntos. Volví a besarla mientras ella me acariciaba, luego la abracé con fuerza,
como si quisiera que nos volviéramos uno solo y después le acaricié sus mejillas al
tiempo que frotaba mi nariz con la suya, algo que jamás había hecho con nadie.

– ¿Qué me hiciste Bella?, que me tienes todo hipnotizado.


– Lo mismo que tú me hiciste a mí, porque yo estoy igual que tú.
Esa frase me confirmaba que ella sentía lo mismo que yo y era lo mejor que me había
pasado en la vida, ella había sido la única en abrirse paso en mi corazón y yo también
había logrado entrar al de ella, sin lugar a dudas nos pertenecíamos y era algo realmente
supremo.

El momento mágico se rompió cuando alguien encendió la luz de la sala, rápidamente


me subí el bóxer y el pantalón, mi corazón se aceleró, pero esta vez de nervios y pánico,
si era Jacob definitivamente se desencadenaría una tremenda riña, su orgullo de macho
estaría completamente herido al descubrir que su novia hacía el amor con alguien más,
alguien que fingía ser su amigo. Afortunadamente fue Jennifer la que entró a la cocina y
entonces volví a respirar tranquilo, tomó la situación con humor y le aclaró a Bella que
no tenía de que preocuparse y le confirmó que entre ella y yo sólo había una gran
amistad.

Bella estaba sumamente avergonzada, pero le expliqué que no habría ningún problema
con Jennifer, entonces decidió ir a acostarse, le rogué que se quedara conmigo, pero no
aceptó, sus argumentos eran válidos y corroboré lo que ya había pensando, ella no
quería que su reputación quedara manchada ni quería herirlo tampoco, entonces la hice
prometerme que lo dejaría lo más pronto que pudiera y la dejé ir, aunque el hueco que
sentí en el pecho fue inmenso.

Al día siguiente no tuvimos oportunidad de estar a solas, muy temprano fui a entregar el
auto y al regresar pedimos un taxi para que nos llevara al aeropuerto, ahí nos
despedimos y sentí una gran tristeza al separarme de ella, pasarían muchos días hasta
volver a verla y tenerla conmigo. Le acaricié su mano y le di un pequeño beso en la
mejilla, en verdad esperaba que la próxima vez que estuviéramos juntos fuera sólo mía.

Mientras Jennifer y yo esperábamos para abordar el avión entramos a una joyería


porque ella quería ver los relojes, yo empecé a mirar, sólo por curiosidad y de pronto me
topé con un hermoso conjunto de aretes y collar en forma de corazón, eran el regalo
perfecto para Bella, así que no dudé en comprarlo, se lo daría como regalo de
cumpleaños atrasado.

Cuando llegamos a Nueva York tomamos un taxi para que nos llevara a Nueva Jersey y
nos dejó en el departamento de Jennifer, le pedí una hoja y una pluma, le escribí una
nota a Bella y la coloqué dentro de la caja del collar.

– Por favor, ¿puedes envolver esto y mandárselo a Bella? – le pedí entregándole la caja.
– Claro, pero, ¿por qué no se lo das tú?
– Mañana me voy temprano a Londres y regreso hasta la boda de Alice, así que
mándaselo el miércoles, pero, sin remitente, quiero sorprenderla.
– Ok, yo se lo mando ese día.
– Muchas gracias, te quiero amiga – dije y la abracé.
– Yo también te quiero Edward y en serio estoy muy feliz por ti, hacen una bonita
pareja y se ve que ella también te adora, espero que pronto deje a Jacob.
– Me aseguró que en estos días terminaría con él.
– Es lo mejor para todos, ¿sabes?, ahora que tuve la oportunidad de platicar con él me di
cuenta que tenemos muchas cosas en común.
– No me digas que te gusta ese idiota.
– No lo llames así, el que ande con la mujer que quieres no significa que sea un idiota.
– Vaya, veo que sí te gusta, pero, no creo que te convenga.
– Basta, yo he respetado tu relación con Bella, no tienes porque hablar mal de él, ¿ok?
– ¿Tan pronto ya lo estás defendiendo?
– Estoy cansada y me quiero bañar, suerte en tu viaje, seguimos en contacto.
– Ok, luego nos vemos – no quise decirle lo que sabía de él, seguro no volvería a verlo.

Llegué a Londres y me instalé en el hotel, le envié un correo electrónico a Alice para


que me diera el de Bella ya que en la investigación no venía. Al día siguiente fui al
terreno donde ya estaban construyendo el nuevo hotel de mi empresa y estuve ahí la
mayor parte del día, supervisando. Mi hermana seguía sin responderme el mail y le
envié otro más, estaba desesperado por tener contacto con Bella, pero debía entender
que Alice andaba ocupada con los arreglos de su boda. Finalmente me respondió el
miércoles por la noche y de inmediato le escribí a Bella y le pregunté si tenía web cam,
para, al menos, jugar un poco mientras estábamos separados.

El viernes me sentí inquieto todo el día, como si tuviera un mal presentimiento de que
Bella la estaba pasando mal, así que le llamé y no me contestó, eso me preocupó
demasiado, no podría resistir que algo malo le sucediera, esta vez no encontraría la
fuerza suficiente para sobrellevarlo, definitivamente no podría vivir sin ella.

Capítulo 14:
Tú me vuelves loco

Practicamos el amor entre estas sábanas


La dulce fragancia de tu esencia baña mi piel
Estoy impregnado de ti
Apaga la luz, quítate eso
Mi amor por ti, insaciable
Enciéndeme, nunca pares
Quiero probar cada gota
No hay palabras
Sólo existe la verdad
Inhalando, exhalando
No existe otro sonido
Nos movemos juntos arriba y abajo
Insaciable la forma en que te estoy amando

Ya era lunes y me encontraba en el aeropuerto de Londres, no tenía ninguna noticia de


Bella, no había respondido mis mails ni había podido comunicarme con ella durante
todo el fin de semana y mi preocupación había aumentando considerablemente, de sólo
recordar lo que había pasado con Tanya mi corazón se desgarraba y sabía bien que no
podría volver a vivir lo mismo, esta vez sí moriría, así que me regresaría a Nueva Jersey
para corroborar que Bella estuviera bien.

Hice un último intento de llamarle mientras hacía fila para comprar el boleto y
afortunadamente me respondió, mi corazón latió nuevamente tranquilo al escuchar su
hermosa voz, le hice saber sobre mi preocupación y mi decisión, me dijo que no era
necesario que viajara, después me complació el escuchar que ya había comprado la web
cam, otra de las cosas nuevas y diferentes que experimentaría con ella.

Regresé al hotel y cené, después subí a mi habitación y miré un poco de televisión,


luego me dormí un rato para hacer tiempo a que fuera de noche en Nueva Jersey y
poder, al fin verla, aunque fuera por una simple cámara. El despertador sonó y me
levanté de la cama, me conecté a la red justo a la hora que habíamos quedado y ella ya
estaba conectada, de inmediato la saludé y después ambos pusimos nuestras manos
sobre la pantalla del notebook, como deseaba estar junto a ella y poder tocarla
realmente. Le propuse mi juego y casi al instante aceptó.

El verla acariciarse mientras la guiaba era una extraordinaria experiencia y lo


suficientemente excitante para que yo me acariciara también, aunque deseaba que fuera
su mano la que estuviera sobre mi erecto miembro en lugar de la mía. La vi llegar al
orgasmo y yo conseguí el mío segundos después en tanto la miraba con sus ojos
cerrados y como su pecho subía y bajaba por lo descontrolada que se encontraba su
respiración. Me dijo que se lavaría las manos, yo me subí el pantalón y fui a lavar las
mías también. Al cabo de pocos minutos estábamos de nuevo frente a frente.

– ¿Cómo te sientes? – pregunté mientras me acomodaba en la silla.


– Relajada – respondió con una sensual sonrisa.
– Me encanta haber contribuido con eso – entonces deseé saber si ya había cumplido
con su promesa – Bella, no quiero arruinar el momento pero necesito saber algo que me
está quemando – no podía imaginar que no la cumpliera aún – ¿ya terminaste con él? –
pregunté serio.
– Sí, descubrí que andaba con otra, curioso, ¿no?, ambos vivíamos en una mentira.
– Lo sabía, por eso no quería que te tocara – exclamé sin pensar debido al entusiasmo
que me dio al escuchar la noticia de su ruptura.
– ¿Qué dijiste?, ¿tú sabías que Jacob tenía una amante? – dijo totalmente desconcertada
– ¿cómo lo supiste? – añadió en tono de enfado.
– Un día lo vi en un restaurante, pero él no se dio cuenta.

Tuve que mentirle de nuevo, odiaba hacerlo, pero aún no sabía si podría ser capaz de
entenderme, debía reconocer que mi comportamiento con ella en un principio era frío y
en ocasiones hasta cínico, porque no sabía bien cómo manejar esto, en cierto modo era
nuevo para mí, así que no le había dado muchos indicios de mis sentimientos hacia ella,
además la forma en la que me había enterado era poco honorable, hurgando en algo tan
personal como lo es un celular, otro delito más a mi lista de actitudes psicópatas.

Empezó a recriminarme y con toda la razón, así que le dije un par de verdades y se
molestó más, al grado que se desconectó sin despedirse. Inmediatamente tomé mi
Nextel y le marqué, pero cortó la llamada sin contestarme, volví a marcarle y me
respondió el buzón, seguramente lo había apagado y mi corazón se oprimió, entonces
comprendí que si supiera que la había mandado investigar no me lo perdonaría, eso
debía callármelo para siempre.

Opté por enviarle mails pidiéndole perdón de mil formas diferentes, explicándole más
detalladamente mis motivos, agregándole frases que busqué en la red. Ahora no sabía si
había sido buena idea callármelo, es que no era posible que ese imbécil todavía le
estuviera haciendo sombra a nuestra relación y que hubiéramos discutido por su culpa.
Derrotado y casando me fui a acostar, tenía que levantarme tres horas más tarde para ir
al aeropuerto por uno de mis socios que llegaría para la junta que tendríamos dos días
después. De pronto, una idea cruzó por mi mente, Bella y yo no podíamos estar
enojados hasta que yo regresara, no tenía idea si era rencorosa y quizá ya no querría ir
conmigo a la boda de Alice, así que me levanté de nuevo y busqué por internet un
boleto de avión para el primer vuelo que saliera rumbo a Nueva Jersey, después de una
exhaustiva búsqueda encontré uno, pero, tendría que esperar un día y de inmediato lo
compré.

Fui por mi socio y mientras nos dirigíamos al hotel le dije que tenía que regresar a
Estados Unidos por un problema familiar y que no me sería posible estar presente en la
junta, afortunadamente, me dijo que no habría ningún problema y no me pidió detalles.
Esa noche no pude dormir bien, así que tomé una hoja y empecé a escribirle a Bella lo
que sentía por ella, esperaba que eso funcionara para que me perdonara.
“Tienes razón en pensar esas cosas de mí, no puedo pedir tu confianza cuando soy el
primero que la traiciona, pero no tienes idea de lo que siento por ti, es mucho más
fuerte que yo y me asusta, porque aun sin conocerte demasiado te has metido hondo en
mi corazón y no sé qué sería de mí si tú no sintieras lo mismo, Bella, hace mucho que
rompí la tercera regla, incluso antes que las otras dos, eres lo más importante para mí
y estoy dispuesto a hacer lo que sea con tal de demostrártelo.
Tuyo por siempre
Edward Cullen”

Si supiera que rompí la tercera regla casi desde el primer día que la conocí, que mi
corazón late con más fuerza tal sólo al pensar en ella, que su pañoleta la llevaba
conmigo a todas partes y que ahora la tenía debajo de mi almohada con tal de sentir su
presencia, de embriagarme en su aroma, sí, era demasiado fuerte lo que sentía por ella,
me había enamorado completamente sin poder evitarlo, sin saber cuándo ni cómo,
simplemente Bella se había convertido en mi razón para existir y me asustaba ese
hecho, me daba miedo que ella no me correspondiera y más que nada, que pudiera
perderla, prefería mil veces perder un negocio y millones de dólares antes que quedarme
sin ella.

Quería sorprenderla no sólo con mi presencia, sino con algo más, pero no se me ocurría
que podría comprarle, las flores eran algo tan trillado y lo es lo más típico que se regala
cuando se quiere obtener el perdón, yo debía ser original, que se diera cuenta de mi
esmero con tal de que olvidara lo que había sucedido.

Me encontraba ya en Nueva Jersey, iba en un taxi que me conducía a su trabajo, en un


semáforo en rojo me dio por voltear del lado derecho y vi en el aparador de una
juguetería un hermoso y enorme oso blanco de peluche, entonces le pedí al taxista que
se orillara para poder bajar y a regañadientes lo hizo porque estábamos del otro lado de
la calle. Me bajé rápidamente y compré el oso, el taxista se molestó más cuando lo puse
en el asiento de adelante, a su lado, así que le dije que le pagaría el doble de la tarifa y
fue cuando se le paso un poco el enojo.

Fui el blanco de todas las miradas al entrar al edificio cargando el enorme oso, pero, no
me importó. Mientras me registraban, saqué el sobre que tenía la nota que le había
escrito y anoté encima “Léeme por favor”, el oso sería mi emisario.
– ¡Qué hermoso detalle!, sin duda su novia es muy afortunada – dijo una de las
recepcionistas en tanto yo caminaba al elevador.

Ese comentario me llenó de alegría, Bella mi novia, sí, al fin ya no había ningún
impedimento para que fuera así y seguro se derretiría en cuanto viera su regalo y me
perdonaría. Mientras subía el ascensor se incrementaban los latidos de mi corazón ante
el hecho de tenerla nuevamente frente a mí y estaba sumamente nervioso, ¿y si el regalo
no funcionaba y no me perdonaba?, no importaba, ya encontraría otra forma de hacerla
cambiar de opinión.

Me bajé en el piso de la agencia y caminé rumbo a su oficina, a mi paso fui escuchando


murmuraciones, todos estaban sorprendidos y se preguntaban para quien era el oso hasta
que vieron que me paré fuera de la oficina de Bella, se quedaron callados,
afortunadamente tenía la puerta abierta y coloqué al oso frente a ésta y toqué
escondiéndome para aguardar a que leyera la carta. Escuché como sacaba la hoja del
sobre y la desdoblaba, me paré bajo el marco de la puerta y la vi leyendo con una
expresión indescriptible en su rostro.

– Perdóname por favor, nunca fue mi intensión herirte, pero cuando se trata de ti pierdo
la perspectiva de todo, no puedo pensar coherentemente, se me ocurren las más extrañas
locuras, por eso estoy aquí, no me importó faltar a la junta de socios con tal de venir a
aclarar las cosas contigo – le expliqué mientras ella seguía con la cara clavada en la
carta.
– Por mí puedes regresarte a tu junta – exclamó dándome la espalda sin mirarme – yo
también tengo mucho trabajo – agregó seria y casi me da un infarto al escucharla, quizá
la había subestimado y sí era rencorosa.
– No me digas eso Bella, por favor, si tú no me perdonas lo demás ya no importa – dije
abrazándola y pegándome a su cuerpo, de inmediato noté su tensión al sentirme – ya
perdóname, ¿sí corazón? – musité en su oído asegurándome que mi aliento se colara por
él.
– ¿No más mentiras ni engaños?
– Te lo prometo – aseguré y así sería en adelante.

Se giró y nos besamos desesperadamente, con urgencia, mientras le acariciaba la


espalda y ella deslizaba sus dedos por mi cuello, sentí como mi miembro empezó a
despertar ante el contacto de nuestros cuerpos, pero, el grandioso momento fue
interrumpido por su jefe.

Me presenté con él, me reconoció y me miró con desconfianza, me dio la impresión de


que yo no le caía muy bien. Me asomé después de que salió de la oficina y cuando me
aseguré que había entrado al ascensor, cerré la puerta de la oficina y le puse el seguro
para que nadie nos interrumpiera, no podía esperar un segundo más para hacerle el
amor.

– Tengo que terminar unos pendientes – objetó Bella, aunque no muy convencida.
– Este es el más importante, todo lo demás puede esperar.

Nos besamos nuevamente, tan ávidos y frenéticos como minutos antes para culminar
haciendo el amor de una forma presurosa, pero no por eso menos satisfactoria. Después
que terminamos tomé su rostro con mis manos y bromeé con ella, diciéndole que la
haría enojar más seguido sólo para poder reconciliarnos de esta manera, ella me advirtió
que quizá la próxima vez no sería así.

– Te quiero Bella, te quiero – le dije finalmente, ya no podía callarlo más.


– Yo también te quiero Edward – respondió haciéndome sumamente feliz.

Otra vez nos fundimos en un beso, pero esta vez sin segundas intenciones, cargado de
emoción, de ternura y porque no decirlo, de amor, ambos nos queríamos y esa era una
manera de demostrarlo, después nos abrazamos fuertemente y de pronto ella se separó y
me miró un tanto asustada señalando el hecho de que no había usado condón esta vez, lo
había olvidado, no me había llevado ninguno a Londres porque sabía muy bien que no
los necesitaría y a decir verdad, no me importaba si la embarazaba, porque sería el fruto
de nuestro amor y así se lo hice saber, aunque no exactamente con esas palabras porque
el miedo seguía presente en su cara, tal vez no se sentía preparada para eso y le afirmé
que seguiría usando si eso la tranquilizaba.

Me preguntó cuando regresaba a Londres y no me gustó para nada su comentario ni el


tono de su voz cuando le expliqué los motivos por los cuales estaría sólo un par de días
en Nueva Jersey.

– Bella, yo no te voy a dejar sola, ¿ok?, siempre he sabido administrar mi tiempo y


debes creerme cuando te digo que nada es más importante que tú, nunca, grábatelo bien,
nunca mis negocios han estado por encima de las personas que quiero, tengo todo
planeado y organizado para poder pasar el fin de semana entero en Miami para la boda
de Alice, a la que tú me vas a acompañar, por cierto.

Le expliqué y una traviesa sonrisa se dibujó en su rostro y me respondió que no sabía si


iría, así que le comuniqué que estaría ahí sin importar como, entonces aceptó
acompañarme, pero agregó que la dejara trabajar. Yo aproveché para llamar a Londres y
revisar mis mails en el blackberry, había algunos urgentes y los respondí.

Como hora y media después salimos de su oficina, ella me tomó una foto cargando al
oso mientas se reía, me encantaba verla así de contenta, adoraba su sonrisa. Le pregunté
si podía quedarme en su departamento, ya que Jennifer me había enviado un mail
pidiéndome permiso para quedarse en el mío porque habían fumigado el suyo, así que
no era opción ir ahí porque no quería que nada nos interrumpiera estos días que
estaríamos juntos, sabía que sería poco el tiempo que compartiríamos porque Bella
estaba trabajando y yo quería que esos momentos fueran perfectos.

Al llegar al departamento dejé el oso en su habitación y después me dijo que no tenía


nada para cenar, así que le sugerí que pidiera una pizza, mientras lo hacía yo le besaba
el hombro por encima de la blusa, pero ella me hacía gestos para que me detuviera
porque no se podía concentrar en hablar por teléfono. Cuando me dijo que llegaba en
media hora le indiqué que era tiempo suficiente.

– Eres insaciable Edward, ¿te tomas algo?


– Tú eres mi mejor estimulante y esta noche lo único que quiero es hacerte feliz, amarte
como mereces – respondí, a decir verdad me tomaba unas vitaminas, que aunque no
fueran estimulantes sexuales, me ayudaban.
La despojé de su blusa y de su sostén, mi lengua impaciente recorrió uno de sus senos y
jugueteé con su pezón, mordiéndolo y succionándolo, después hice lo mismo con su
otro seno en tanto mis dedos se abrían paso por su centro que se humedecía poco a poco
y sus gemidos se dejaban escuchar. Bajé lamiendo por su abdomen, me entretuve en su
ombligo y luego le quité el resto de la ropa, dejándola completamente desnuda. Le abrí
las piernas para sumergir mi cabeza y mi lengua fue recorriendo su cavidad, sus paredes
y su clítoris que lamí y saboreé como el mejor de los manjares.

– Oh, Edward, ah, Edward – exclamaba Bella estimulándome a seguir.

Era tan fascinante escucharla decir mi nombre con la voz entrecortada, así que continué
dándole placer hasta que sentí que llegaba al orgasmo y bebí sus líquidos como si se
tratara de una ofrenda de su parte mientras la escuchaba chillar por el intenso momento
que estaba experimentando.

Llegó la pizza y cenamos mientras veíamos televisión, después ella se fue a lavar los
platos y al regresar se sentó en mi regazo y fue besándome el cuello, excitándome,
entonces la cargué y la llevé a la habitación. Le hice el amor luego de recorrer su cuerpo
con besos y caricias, al terminar me acosté a su lado. Bella colocó su cabeza sobre mi
pecho y empezó a acariciar mi abdomen, entonces yo bajé mi mano hasta sus nalgas y
fui frotando en medio de ellas, su respuesta fue subirse en mí y besarme
desenfrenadamente, así que continué con esa caricia y me atreví a introducirle un dedo,
rompió el beso para emitir un quejido, así que saqué el dedo y me mordió el labio para
luego reírse. Bajó y se devoró mi miembro dejándolo listo para volver a entrar en ella,
por lo que se sentó sobre él, dándome la espalda y moviéndose de manera exquisita en
círculos y después brincando haciéndome llegar una vez más al orgasmo al mismo
tiempo que ella.

Descansamos unos minutos y volvimos a amarnos, nunca tendría suficiente de ella,


comprobaba que era como una droga, mientras más la “consumía” más adicto me volvía
a ella y la necesitaba con mayor fervor. Nos movíamos cadenciosamente, “Edward”,
susurraba Bella una y otra vez con la voz entrecortada en tanto yo aumentaba la
velocidad de mis embestidas, disfrutando del deleite de su cuerpo. “Bella” repetía yo sin
parar mirando su rostro retorcido por el placer hasta que volvimos a llegar juntos al
clímax.

– Hasta mañana Edward – exclamó en voz baja.


– Hasta mañana corazón, te quiero – respondí besándole su mano.
– Yo también te quiero.

Y nos quedamos dormidos. Como odié el molesto ruido del despertador cuando sonó
por la mañana, no quería levantarme ni separarme de ella, entonces la seduje y lo
hicimos sin prolongar mucho el momento, fue breve, conciso y delicioso. Sin duda y
por mucho, había sido el mejor de los despertares, con ella a mi lado después de una
apasionada noche, podría acostumbrarme con tanta facilidad a una vida así. Ahora la
escuchaba cantar desde el baño y sonreí, abracé la almohada para embriagarme con su
aroma mientras esperaba que saliera de ducharse, quizá podría convencerla de no ir a
trabajar para poder pasar todo el día juntos.
Capítulo 15:
Solo mía

Tu amor es como una vela


Parpadeando en la oscuridad
Entraste en mi vida e iluminaste mi corazón
Contigo a mi lado
Veo el amor que quiero sentir
Muéstrame que me amas, nena
Muéstrame que es real
Sólo toma mi mano
Y te haré entender
Te quiero, me quieres
Y esa es la manera en la que tiene que ser
Ahora que estás aquí
Te lo voy a dejar claro
Sólo dame el amor que necesito
Sostenme, cuídame
Dámelo, necesito tu amor

Después de que Bella subió al taxi para ir a trabajar, regresé al departamento y me


dormí, necesitaba recuperar las energías que había gastando de manera exquisita la
noche anterior con ella. Desperté justo a tiempo para ponerme de acuerdo con ella y
encontrarla para almorzar juntos. Me di una rápida ducha y me dirigí al restaurante que
me indicó. Otra cosa se agregaba a la lista de lo que nunca antes había hecho, pedí una
mesa sobre la acera, por lo regular pedía en un discreto rincón, pero ahora no tenía nada
de que ocultarme, por el contrario, quería que todo el mundo se diera cuenta de lo feliz
que era con mi Bella.

– ¡Edward Cullen! – escuché una voz femenina exclamar y levanté la vista que tenía
clavada en el menú – no lo puedo creer, ¿qué haces aquí? – agregó y me levanté para
saludarla al reconocerla.
– Esperando a mi novia – respondí extendiéndole la mano y nos dimos un beso en la
mejilla.
– Es una broma, ¿verdad? – exclamó incrédula riéndose.
– No, hace un par de meses que tengo novia… formal.
– ¿En serio ha sido cazado el irresistible Edward Cullen? – dijo subiendo sus manos por
mi pecho – es una verdadera lástima, aunque – se lamió los labios – eso no es
impedimento para que tú y yo algún día volvamos a divertirnos, como en los viejos
tiempos – añadió acercándose peligrosamente a mí y giré la cara para evitar que me
besara en los labios.
– Buenas tardes – escuché la voz seria de Bella decir.
– Corazón, al fin llegas – dije feliz y la tomé de la mano para luego besarla en los
labios, quería que quedara muy clara mi relación con ella – mira, te presento a Valery,
una vieja amiga, Valery, ella es Isabella Swan, mi novia.
– Mucho gusto – respondió Valery sin extenderle la mano.
– Igualmente.
Valery agregó un comentario bastante desagradable y después me dio un beso en la
mejilla de despedida, en seguida noté como Bella se enfureció más y tuvo toda la
intensión de, ¿golpearla?, ¿sus celos podrían llegar a tanto?, quizá era tan psicópata
como yo. Traté de tranquilizarla, pero seguía reclamándome, a pesar de mis
explicaciones.

– Bella, hace mucho que dejé de estar con otras mujeres – mi cuerpo ni siquiera
respondía a otras – grábate esto muy bien aquí – señalé su sien con mi dedo – y aquí –
señalé su corazón – la única que me importa eres tú, a la única que quiero es a ti, con la
única que me interesa compartir mi cama es contigo – musité en su oído y la abracé –
aunque para serte sincero, me da gusto que esto haya pasado, porque tus celos me
demuestran cuanto me quieres.
– ¿Y todavía te atreves a dudarlo?
– No, pero me encanta confirmarlo – aclaré y la besé.
– ¿De verdad no ibas a dejar que te besara?
– Por supuesto que no, te lo juro, Bella, entiendo tu desconfianza, pero si de algo debes
estar segura es que jamás te engañaría, no tengo ninguna necesidad de hacerlo, ya
vamos a comer, anda.

Nos sentamos y en tanto nos llevaban la comida, Bella me contó lo que le había dicho
su jefe sobre mí, indudablemente el mundo era un pañuelo, jamás me imaginé que él
fuera familiar de una de las chicas con las que salí. Entonces opté con aceptar mi
realidad frente a Bella, le expliqué que en efecto era así, pero que había cambiado por
ella, que ya ni siquiera tenía el celular al que me llamaba cuando éramos un par de
desconocidos y le di el número de mi blackberry.

Cuando terminamos de comer la acompañé a su trabajo. Había decidido prepararle algo


especial para la cena, así que fui a comprar todo lo necesario, incluido un hermoso
arreglo de alcatraces, que coloqué en la mesa al igual que los cubiertos para dos
personas. Me dirigí a la cocina y me puse manos a la obra. En cuanto terminé fui por
ella a la oficina y al regresar la sorprendí gratamente, ya que no se esperaba que yo
preparara la cena ni mucho menos que supiera cuáles eran sus flores favoritas.

Le serví y platicamos mientras comíamos, le comenté mis planes de llegar desde el


viernes a Miami para el ensayo de la boda de Alice, ya que era el padrino, ella hizo un
comentario gracioso sobre que era mi novia y después me cuestionó el por qué le había
dicho eso a Valery y luego de una serie muy divertida de preguntas que nos hicimos
ambos para no dar una respuesta concreta le expliqué que aunque no se lo hubiera
preguntado así la consideraba.

Me hizo saber sus temores sobre lo que mi familia pensaría de ella por no ser de mi
nivel económico, esas eran patrañas, ella era mucho mejor en todos los aspectos que
cualquier niña mimada de sociedad, caprichosa y berrinchuda. Bella era toda una mujer
en el sentido extenso de la palabra, trabajadora, entregada, comprometida, me había
dado cuenta de esas virtudes en el desfile de Alice, así que aunado a su belleza y a su
sensualidad la colocaban muy cerca de la perfección y era mía, por fin podía decir que
era sólo mía y, que al igual que yo, mi familia la adoraría, porque si algo nos habían
inculcado mis padres era a no tener prejuicios y tanto ellos como mis hermanos eran las
personas más cálidas, amables y amorosas que existían en el mundo y estaba seguro que
no le pondrían ningún pero a mi Bella, además, ya la conocían.
No la dejé lavar los platos, quería consentirla y mimarla un poco, al día siguiente
regresaría a Londres y pasaría un mes completo alejado de su lado, así que estas horas
las haría mágicas para ella. Había terminado de lavarlos cuando sonó mi blackberry y
me sorprendió sobremanera ver que era ella, “¿qué tenía en mente mi ángel seductor?”,
pensé mientras sonreía y le contesté.

– ¿Estás libre esta noche? – preguntó con ese tono sensual que tanto me gusta.
– La verdad no, estoy en casa de mi novia – respondí siguiéndole el juego.
– Es una verdadera lástima – exhaló de manera excitante – ardo en deseos de verte,
acariciarte, besarte, desnudarte, recorrer tu cuerpo.
– Uf, no sigas que me harás hacer algo que no quiero – dije mientras sentía como mi
miembro empezaba a endurecerse sólo de escuchar sus insinuaciones.
– Vamos, no tiene porque enterarse tu novia… además lo prohibido es más excitante,
¿no crees?
– Definitivamente – y con ella podría probar todo lo prohibido que existiera.
– Me han dicho que eres un dios en la cama y me encantaría comprobarlo y por tu tono
creo que no exageraron, tienes una voz endemoniadamente sensual, has despertado más
mi deseo por ti.
– ¿En serio piensas que mi voz es sensual?
– Demasiado – exhaló de nuevo – mi cuerpo ha empezado a – hizo un extraño ruido
incitador – alterarse sólo de escucharte.
– Tu voz también es muy sexy, ¿así eres tú?
– ¿Por qué no vienes y lo compruebas por ti mismo?
– Está bien, ¿cómo te reconozco?
– Sólo traigo puesto un abrigo negro.

Escuché que colgó y salí de la cocina, la miré parada bajo el umbral de la puerta del
dormitorio, mirándome sensualmente en tanto se lamía los labios, me encantaba que
fuera así, atrevida, sugerente, traviesa, entonces recordé las palabras que me había dicho
el tío Aro años atrás:

“¿Quieres saber el éxito de un matrimonio?, la fidelidad, que tu pareja pueda ser tu


esposa y tu amante a la vez y para encontrarla tienes que conocer a muchas mujeres
hasta que encuentres a la que tenga esa dualidad”.

Sin duda alguna Bella la tenía, se mostraba de una forma ante la gente y su lado
pasional y sensual sólo me lo mostraba a mí y no es que fuera hipócrita, simplemente
reservaba esa parte para los momentos íntimos que compartíamos como el que a
continuación seguiría.

Hicimos el amor jugando a los desconocidos, recordando nuestros primeros encuentros,


cuando ignorábamos el rumbo que tomarían, que se convertirían en algo mucho más
poderoso que sólo sexo, que se transformarían en un profundo e inmenso amor, aún sin
conocernos demasiado, pero, ¿quién dijo que para amar a alguien había que conocerle
por completo?, con lo que sabía me bastaba para adorarla, para querer compartir mi vida
con ella y se lo manifesté.

– Al demonio con las reglas, me fascinas Bella, me vuelves loco y cada vez tengo más
ansias de ti – musité en su oído abrazándola.
– Tú también me enloqueces como nadie Edward, te quiero – sonreí al escuchar esas
dos palabras, mi corazón brincó de gusto y emoción.
– Yo te quiero más – le aseguré y la besé.

A la mañana siguiente seguimos con el juego, sonriente aceptó que nos bañáramos
juntos y lo hicimos lentamente, entre besos y caricias furtivas, enjabonando mutuamente
nuestros cuerpos y después la vestí y ella a mí, como si fuéramos niños pequeños,
definitivamente ella podría ser mi esposa y mi amante, era la primera vez que pensaba
en el matrimonio y podía visualizarme llevándola al altar y compartiendo una vida
juntos, llena de amor y aventuras.

Desayunamos casi en silencio, un tanto angustiados porque se avecinaba la separación,


deseando que el tiempo pasara velozmente para poder estar juntos de nuevo. Tomamos
el mismo taxi y nos dirigimos a su oficina, la acompañé a la entrada del edificio y nos
besamos, después nos abrazamos fuertemente.

– Te quiero Bella, te voy a extrañar mucho.


– Yo también te quiero y te extrañare, pero me consuela el hecho de que podremos
vernos por la web cam.
– Tienes razón, así no será tan tortuoso estar alejados, cuídate mucho por favor.
– Tú también, pórtate bien, ¿sí?
– Eso ni siquiera tienes que mencionarlo, la única con la que me puedo portar mal eres
tú – respondí frotando su nariz con la mía y le di un corto beso en los labios.

Subí de nuevo al taxi y me llevó al aeropuerto. Llegué a Londres y cumplí con mis
compromisos laborales y sociales. Alice estuvo cinco días conmigo y le conté que Bella
y yo ya éramos novios, me abrazó emocionada y me felicitó por haber decidido
finalmente rehacer mi vida amorosa, no era mi intención francamente, el destino hizo de
las suyas y me colocó frente a la mujer que me transformaría en lo que ahora era.

Una noche tomé papel y pluma, la inspiración me había llegado y escribí la canción para
la boda de Alice, recordando la plática que habíamos tenido aquella vez que anunció su
compromiso, aunque debía reconocer que me había inspirado en Bella y nuestra
historia, junto a ella no había ningún camino que no pudiera recorrer, sentía que mi
pecho podía estallar de todo lo que sentía por ella y no buscaba ninguna explicación
para eso, nuestro amor era real y seguro.

Otra noche nos encontrábamos frente a la web cam y de inmediato noté su cara de
angustia, jugaba con sus manos y evitaba mirarme, me sonreía, pero sus ojos lucían
apagados.

– Bella, ¿qué te sucede? – pregunté preocupado.


– Nada, ¿por qué? – respondió evasiva.
– Porque estás visiblemente nerviosa y asustada, ¿qué pasa?, dímelo con confianza.
– Es que – guardó silencio y se mordió el labio – Edward… tengo un retraso, debí tener
mi período un día después que te fuiste, ya han pasado diez y nada…
– ¿Eso significa que puedes estar embarazada? – exclamé sorprendido.
– Sí… no nos cuidamos, hace mucho que dejé de tomar pastillas y…
– Tranquila corazón, no tienes nada de qué preocuparte, no estás sola, me tienes a mí,
yo no voy a dejarte sola, un hijo tuyo sería un regalo, un pedacito de ti y de mí.
– Que cosas dices Edward – exclamó sonrojada.
– Es la verdad, ¿no te gusta la idea?
– No es eso… aún no me siento preparada para esa responsabilidad, un hijo no es un
juguete, es algo para toda la vida y siento que todavía no soy capaz de cuidar y educar a
alguien.
– Nadie nace sabiendo eso Bella, se aprende con el tiempo, ¿por qué no te haces la
prueba para salir de las dudas?
– Me asusta.
– Pero no puedes estar angustiada pensando si estás o no embarazada, no te van a salir
antenitas para saberlo, tienes que confirmarlo y, por favor, piensa que yo te apoyaré al
100%, ¿ok?, jamás evadiré mi responsabilidad, es algo que hicimos los dos y nos
haremos cargo los dos, te quiero, recuérdalo.

Me respondió aliviada con una sonrisa. Esa noche casi no pude dormir pensando en esa
posibilidad, hasta pensé en Emmett, la cara que pondría al enterarse que yo sin estar
casado sería papá, en cambio él seguía sin heredero, una sonrisa traviesa se dibujó en mi
rostro imaginando su reacción. Mis padres seguro nos apoyarían y Alice sería la más
feliz, a cada rato le preguntaba a Emmett y Rosalie cuando la harían tía, así que su
sueño se vería cumplido por mí.

Si a Bella le tranquilizaba, le propondría que nos casáramos, aunque fuera algo sencillo
e íntimo, moví la cabeza, ¿en qué momento mi vida y mis pensamientos habían
cambiado tanto?, hace no muchos meses yo era todo un Don Juan, un Casanova, un
Valentino y ahora estaba pensando en comprar pañales, en efecto, Bella había llegado a
voltear mi vida de cabeza y había sido lo mejor que me había pasado, ella había
descongelado mi corazón y logrado que volviera a latir por amor.

Ese día anduve ansioso en todo momento, así que cuando vi que era una hora prudente
en Nueva Jersey le marqué a Bella, me contestó y me dijo que la prueba había salido
negativa, que sólo había sido una falsa alarma, mis planes se desvanecieron, pero, ya
habría tiempo para eso, las cosas llevaban un orden, aunque no era reglamentario, nos
casaríamos en un futuro y cuando ella se sintiera lista vendrían los hijos.

Al fin había llegado el ansiado día en que volvería a estar con mi Bella, me encontraba
en el taxi camino a su departamento, para luego irnos al aeropuerto y volar a Miami. En
cuanto me abrió la puerta se arrojó a mis brazos y nos fundimos en un beso frenético,
cargado de emociones, como añoraba sus besos, sus caricias, había sido muy divertido
el jueguito de la web cam, pero nada comparado con tenerla en la realidad,
embriagándome con su sabor y disfrutando de su olor, la pañoleta lo había ido
perdiendo paulatinamente, estar entre sus brazos era mi paraíso personal y que ganas de
hacerla mía, de hacerle el amor, sin embargo, teníamos un vuelo que tomar.

Al llegar al aeropuerto registramos las maletas y caminamos hacia la sala de espera,


Bella se sentó y yo fui a comprar unos dulces. Debí tardarme menos de cinco minutos y
al girarme para regresar a su lado la vi muy sonriente abrazando a un tipo que después
la sostuvo de las manos, la sangre comenzó a hervirme y la ira me inundó por completo,
¿quién demonios era ese idiota que se atrevía a tocar a mi mujer?

– De verdad luces maravillosa y radiante – le dijo muy entusiasmado.


– Porque la felicidad se refleja en el rostro – intervine abrazándola – y Bella y yo somos
muy felices, ¿verdad corazón?, por cierto, ¿no me vas a presentar?
– Sí, claro, Eric Yorkie, un ex compañero de la preparatoria, él es Edward Cullen.
– Su novio, para mayor información – me enfureció más el que ella no lo aclarara.

Reconoció mi apellido y empezó a alabar a Emmett, ¿estaba pretendiendo quedar bien


conmigo?, ¿pensaba que por eso iba a pasar por alto lo que acababa de ver? Cuando se
marchó no pude evitar recriminarle a Bella, la muy inocente no se había dado cuenta de
las miraditas de ese idiota, me importaba muy poco si habían estudiado juntos, eso no lo
eximía de haberle coqueteado. En respuesta, Bella me recriminó lo de Valery, entonces
respondí sin pensar con un muy desagradable e hiriente comentario del que fui
consciente al momento de sentir la fuerte bofetada que Bella me dio con toda la razón.

– No quiero volver a verte en mi vida – exclamó molesta y se alejó.


– Perdóname Bella, por favor, perdóname no quise decir eso – dije corriendo y
abrazándola.

Había sido un completo idiota, pero no tenía idea de cómo manejar los celos, me
cegaban completamente y perdía totalmente el raciocinio, no sabía cómo canalizarlos y
la herí sin proponérmelo, me odié en ese momento por ser tan estúpido, mi única
justificación era el inmenso amor que sentía por ella y haría lo imposible por lograr su
perdón, no me importaba arrodillarme y recorrer todo el aeropuerto de esa manera con
tal de que me perdonara, la amaba con todo mi ser y me aterraba la idea de perderla,
mucho más si yo era el causante por mis estupideces.

Capítulo 16:
Miami

Rodeando tu cuerpo
Yo pierdo el mío
¿Adónde me llevas?
¿Qué haces conmigo?
Me arrastras a fuerza
¿Qué siento en tus besos?
Me ahogo en el mar
Que llevas por dentro
Me matas y muero de ti
Sufrir tu deseo
Es lo que más quiero
Me rindo en tu cuerpo
Tu alma me tiene
Llegaste a mi corazón
Me matas y muero de amor
Te quiero
Te entrego mi vida
No tiene sentido sin ti

Accedió a subir al avión, pero no me dirigió la palabra para nada, eso me dolía, aunque
no podía esperar que su actitud fuera diferente después de la gran idiotez que le había
dicho, me daban ganas de romperme yo solo la boca por no saber tenerla cerrada. Se
levantó y supuse que iba al baño, esperé unos minutos y después la seguí, otra de mis
locuras se había hecho presente en mi mente y, más que nada, estaba buscando
reconciliarme con ella, así que toqué discretamente la puerta del baño, me respondió
que estaba ocupado y seguí insistiendo hasta que me abrió y la obligué a entrar, me dijo
que estaba loco y le respondí que sí, por ella, no había otra verdad.

Comencé a besarla, pero su boca permanecía cerrada, sin un pequeño atisbo que me
indicara que en algún momento me correspondería, mis manos recorrían su cintura y sus
muslos, las de ella estaban a sus costados y ese rechazo me dolió mucho más que la
bofetada que me había dado. Pero no me iba a rendir, no quería que siguiera enojada
conmigo, mi lengua recorría sus labios tratando de entrar a su boca y mis manos
subieron a sus senos, entonces Bella se rindió finalmente y su lengua recibió la mía que
se unieron presurosas al tiempo que ponía sus manos en mi cuello y lo hicimos con
urgencia en ese estrecho baño, cuanto había echado de menos su cuerpo.

Volví a pedirle perdón y me pidió que no abusara de ella, le di mi razón, aunque quizá
no era suficiente para que me perdonara y finalmente me dijo que dependería de mi
comportamiento, como deseaba volver el tiempo atrás para cambiar las cosas.

Regresamos a nuestros asientos y la abracé, después le entregué la letra de la canción y


le comenté mis planes de cantársela a Alice, pero se negaba a aceptar porque le daba
vergüenza cantar en público, hasta que debido a mi insistencia terminó por decirme que
lo pensaría. Después le conté la historia de amor de Alice y ella me platicó sobre sus
padres, la información que me dio yo ya la sabía, lo que ignoraba era la relación tan fría
y distante que mantenía con ellos.

Llegamos a la casa y tomé su mano para entrar, de inmediato sentí sus nervios al ver a
toda mi familia en la sala, se la apreté para infundirle confianza, yo sabía muy bien que
la recibirían cálidamente. Todos la abrazaron y yo estaba emocionado viendo las
muestras de cariño para con ella, no podían faltar las bromas de Emmett, pero, ni
siquiera me incomodaron, toda mi atención estaba puesta en ella, que no daba crédito a
la actitud de los Cullen.

Después Rosalie nos dio la noticia de que estaba embarazada y mi hermano orgulloso y
feliz la abrazó, así que ahí me desquité un poco de sus comentarios, me daba tanto gusto
que al fin fuera a ser padre, estaba seguro que sería el mejor.

Subimos a la recámara a arreglarnos para el ensayo, Bella de inmediato salió al balcón y


yo fui tras ella y la abracé, le encantó la vista y a mí me encantaba tenerla ahí, conmigo,
completando mi mundo, no podría pedirle más a la vida en ese momento. Le pedí que
nos bañáramos juntos, pero se rehusó argumentando que teníamos poco tiempo, así que
ella lo hizo primero y mientras tanto desempaqué. Luego fue mi turno y al salir, quedé
maravillado al verla, estaba radiante con ese sencillo y bonito vestido de color beige,
que no pude contenerme y la hice darse una vuelta diciéndole lo hermosa que se veía
mientras ella se sonrojaba.

Bajamos a la terraza, donde ya se encontraban los principales invitados, Alice la


presentó y yo no podía sentirme más orgulloso de mi novia, se sentía tan raro pensar en
ella con esa palabra, antes creía que había salido de mi vocabulario. Mi mamá se acercó
a mí y me puso su mano en mi hombro.

– Que gusto me da verte enamorado, hijo, siempre había respetado tu forma de ser,
aunque no estuviera de acuerdo con ella así que no tienes idea de la satisfacción que
siento en este momento por ti.
– Gracias mamá, francamente soy muy feliz y te voy a confesar algo, Bella es la mujer
con la que quiero estar por siempre, así que pronto habrá otra boda en la familia.
– Me da mucha ilusión, este ha sido uno de los días más felices de mi vida, mi pequeña
hija se casa, voy a ser abuela y tú estás planeando tu futuro.
– A mí también me da mucho gusto ver a mis hermanos realizados y en cuanto a mí,
sólo te puedo decir que la amo demasiado.
– Y se ve que ella también a ti, además se nota que es una buena chica.
– Muy linda, mamá, ya la irás conociendo con el tiempo.

Después del ensayo, pasamos al salón para comer, al terminar, Bella y yo cantamos la
canción, aunque era para Alice, la interpretamos para nosotros, en cada estrofa nos
acercábamos más y cuando terminamos estábamos a milímetros de distancia.

– Junto a ti quiero estar el resto de mi vida, soy capaz de cruzar el Atlántico nadando
sólo para llegar a ti, estoy profunda y totalmente enamorado de ti, Bella Swan – susurré
en su oído, ella no respondió nada, pero no era necesario, su mirada de asombro me lo
decía todo.

Cuando nos quedamos solos le toqué el piano, una melodía que había compuesto para
ella, después la besé y acaricié ahí mismo, me detuvo diciéndome que alguien podría
vernos, así que cerré todas las puertas y regresé a su lado, ella se rehusaba a que lo
hiciéramos ahí, sin embargo, terminó cediendo y nos entregamos de una manera
increíble, muy al estilo de una escena de la película Mujer bonita, sobre el piano.

– La noche apenas empieza corazón y juro que no te daré tregua – dije al terminar.

Luego de vestirnos, me pidió que le mostrara la casa, así que hicimos un pequeño
recorrido por la planta baja y la llevé a la piscina, le sugerí que nadáramos y de nuevo
puso de pretexto a mi familia y a la gente que andaba ahí trabajando, pero, otra vez la
convencí. No sólo nadamos un poco, sino que hicimos el amor ahí mismo, entre el agua
y la compañía de la luz de la luna que hicieron más memorable el momento.

– Te amo Bella – le dije finalmente, venciendo mis demonios.


– Yo también te amo Edward, con todo mi corazón – respondió y la emoción fue tal que
podría jurar que mi corazón se detuvo por un segundo.

Íbamos subiendo a la habitación cuando nos topamos con Emmett, quien salió con uno
de sus típicos comentarios, logrando incomodar a Bella, pero le dije que no le prestara
atención, que él y Rosalie también tenían sus anécdotas. Entramos a la habitación y nos
dimos una ducha rápida porque ambos estábamos tiritando de frío.

– Ni se te ocurra vestirte corazón – dije mientras se secaba.


– Estoy empezando a sospechar que sí ingieres alguna sustancia prohibida.
– Juro que no, sólo tomo vitaminas, además la comida fue de mariscos, se sabe muy
bien cuáles son sus propiedades – aclaré y le quité la toalla mirándola sensualmente – y
lo principal, te amo y eso es el mejor afrodisiaco – añadí lamiendo su cuello.
– Yo también te amo y me encanta que seas así – aceptó con una risita.

La besé apasionadamente y después la cargué para llevarla a la cama, la deposité ahí y


me comí sus senos alternadamente mientras mis dedos se deslizaban hasta su intimidad
que invadí con ellos y comenzó a jadear y a susurrar mi nombre, después me llevé mis
dedos a la boca para disfrutar de su sabor. Dibujé sus labios con la punta de mi lengua
entrando en su centro, Bella se arqueó al sentirme y se aferró a mi espalda, casi
enterrándome sus uñas, fui embistiéndola lentamente en tanto la besaba, luego puse mi
cabeza sobre su hombro, gimiendo ante la magnificencia de su cuerpo que se movía al
unísono con el mío, apretándome con sus piernas y llevando sus manos hasta mis nalgas
que empujaba para que llegara aún más adentro de su muy húmeda cavidad. Le hice a
un lado unos cabellos que tenía sobre el rostro.

– ¿Te gusta? – le pregunté con voz ronca debido a la excitación.


– Me… encanta – respondió con dificultad.
– ¿Quieres más? – inquirí sobre sus labios, mirándola.
– Sí… mucho más… un poco más rápido.
– ¿Así? – cuestioné acelerando mis movimientos.
– Sí… así… Edward.
– Oh Bella… eres exquisita.
– Tú me vuelves loca… te amo.
– Y yo te amo a ti.

Aceleré aún más las embestidas, entrando y saliendo de ella de tal manera que se
escuchaba el chocar de nuestros cuerpos que ya estaban cubiertos de sudor. Hice unos
cuantos movimientos más y descargué en su interior, inundándola por completo
mientras ella gemía delicioso, indicándome que también había llegado al mismo tiempo
que yo. Después de unos segundos, bajé de ella y me acosté a su lado, pegándome a su
cuerpo, con nuestras piernas entrelazadas hasta que nos quedamos dormidos.

A la mañana siguiente desperté y ella aún dormía, me acomodé para mirarla,


definitivamente era un ángel reflejando paz y tranquilidad, con su labios color carmesí y
no pude evitar sonreír al reconocer que ese ángel era sólo mío y que yo era de ella, sin
ninguna duda, ambos nos pertenecíamos, nos completábamos y nos amábamos.

– Buenos días corazón – dije cuando despertó y le di un pequeño beso.


– Buenos días mi amor.
– Me encanta como suena eso.

Sí, me encantaba que me dijera así, saber que yo era su amor, ella era mi corazón, el
motor de mi vida. Me fascinó que sugiriera que nos bañáramos juntos y lo hicimos de
una manera sublime, con cada gesto, mi amor por ella se intensificaba. Después de
vestirnos y peinarnos bajamos al comedor, donde ya se encontraba toda la familia. No
podían faltar los clásicos comentarios de Emmett y hasta le dio lata a Alice, que me
encantó su amenaza de subir un video de él a la red para que vieran como consentía a su
esposa, ni quien se lo imaginara con lo rudo que es en el campo de futbol. Al terminar,
le mostré a Bella el resto de la casa, le indiqué de quien era cada recámara y luego
entramos la biblioteca, la cual tenía varios cuadros pintados por mi madre.
– Qué hermoso pinta tu mami – exclamó mirándolos maravillada.
– ¿Y tú como sabes que los pintó mi mamá? – pregunté sorprendido.
– Porque aquí dice – respondió señalando la ininteligible firma.
– Eres muy mala mintiendo, ¿lo sabías? – dije abrazándola por detrás.
– Bueno, yo también sé algunas cosas tuyas, señor vicepresidente de la fundación
Carlisle Cullen.
– Con que me googleaste, ¿eh?, ¿cuándo? – cuestioné dándole un beso en el cuello.
– Cuando supe tu nombre y quedaron rotas las reglas, necesitaba saber más de ti.

Así que ella estaba igual que yo, también quería saber todo sobre mí, claro que había
usado métodos más tradicionales, la verdad a mí no se me había ocurrido que podría
conseguir información de ella en esa página. Ambos estábamos locos el uno por el otro
y lo ignorábamos, los dos teníamos nuestros propios miedos y demonios, quizá nos
pudimos ahorrar tantas cosas de haber sido sinceros desde un principio, pero, ¿cómo
podíamos serlo con las reglas de por medio? Me agradó tanto saber eso, me sentí menos
psicópata, tal vez algún día le contaría que la había mandado investigar, sólo esperaba
que me comprendiera.

Cuando salimos de ahí nos topamos con Maggie, que se hizo la disimulada y no nos
saludó, Bella fue a la habitación de Alice para que la arreglaran y yo me dirigí a la
terraza, ahí estaba mi padre, Emmett y mis tíos, así que me puse a platicar con ellos, les
conté que ya tenía novia y me felicitaron. Después entramos a la sala, donde se
encontraba Maggie que no tardó en acercárseme.

– Vaya, veo que hoy sí viniste acompañado, pensé que esta vez sí se me haría.
– Pues no, ya es mi novia y por supuesto que tenía que acompañarme – dije serio.
– ¿Así que por esa me rechazaste?, pensé que tenías mejores gustos, es tan
insignificante.
– Retira lo que dijiste, no me hagas olvidar que eres mujer y que eres amiga de Alice,
no te voy a permitir que la insultes, ella vale mucho más que tú, no es una… buscona.
– Vaya, sí que te tiene comiendo de su mano, no es pecado expresar una opinión.
– Lo es cuando se trata de un muy mal comentario sobre la mujer que amo.
– Sí que es afortunada, la defiendes con tanto ahínco.
– Porque la amo, pero, no espero que tú entiendas eso, no sabes lo que significa.

Me miró con rabia y en eso vi entrar a Jennifer con su hermano así que fui a su
encuentro a saludarlos, le dije a ella que subiera a la habitación de Alice y de inmediato
lo hizo. Entonces, me puse a platicar con el tío Aro y le comenté que al fin había
encontrado a la mujer que él alguna vez me había descrito y me dijo que le daba mucho
gusto y que ya quería conocerla.

Luego de un largo rato de platicar con él subí a mi habitación para cambiarme y ahí
estaba Bella ya lista. Le hice saber lo preciosa que se veía y me lo agradeció al igual que
el dejarla entrar a mi vida, no entendí porque me decía eso ni la manera en la que me
abrazó, así que le respondí que el agradecido era yo y me cuestionó desde cuando había
roto las reglas y le dije la verdad, incluso le confesé que le había mentido el día que
había llovido y le di mis razones para hacerlo. Me dijo que me amaba, quizá desde el
primer instante en el que me vio y le contesté que al parecer yo también.
Minutos más tarde bajamos a la terraza, recibimos a varias personas y después se la
presenté a mis tíos. Luego nos acomodamos en nuestros respectivos lugares y la boda
dio inicio, en el momento indicado le coloqué el lazo a mi hermana, quien irradiaba
felicidad a kilómetros a la redonda. Al término de la ceremonia nos dirigimos al salón;
platicamos, bebimos, comimos y di mi discurso, se me había dificultado hacerlo, pero
ahora, al tener a Bella ahí conmigo, todo se me aclaró y dije las primeras palabras que
me salieron del corazón y que fueron muy bien recibidas porque todo mundo aplaudió
emocionado y la expresión en el rostro de Alice era grandiosa. Luego le propuse a Bella
que bailáramos y se dejó llevar. Más tarde bailé con mi madre, con mi hermana y con
Jennifer que se veía ilusionada, supuse que había conocido a alguien, pero lo negó.

Llegó la hora de aventar la liga de la novia y lo que nunca, me acerqué, yo no creía en


esas tradiciones y jamás me había llamado la atención participar, sin embargo, sentí el
impulso de hacerlo esta vez, algo que no creí sentir algún día me había sucedido, la
ilusión de casarme. La liga le tocó a un amigo de Alice que la presumió. Después fue el
turno de las mujeres para cachar el ramo y le tocó a Jennifer que se entusiasmó
sobremanera, ahí confirmé que sí había conocido a alguien.

– Gracias por el discurso y por la canción Edward – dijo Alice abrazándome.


– No tienes nada que agradecer duendecillo, fue de corazón.
– Y sé muy bien quien fue tu musa, me alegra muchísimo que al fin hayas abierto tu
corazón, sobre todo a alguien como Bella que se ve que te ama.
– Lo sé, te quiero mucho hermanita, diviértete, en verdad te deseo lo mejor.
– Yo también te quiero mucho, gracias por todo, nos vemos en Navidad.

Abracé a Bella mientras Alice y Jasper partían rumbo a su luna de miel. La fiesta
continuó otro rato y después tomé una botella, un par de copas y la mano de Bella,
caminamos a la playa, al pequeño recinto que teníamos para descansar y tomar un poco
de sol. Brindamos y luego nos amamos de manera celestial, experimentando una nueva
forma, recorriendo nuestros cuerpos con múltiples besos y caricias, repitiendo nuestros
nombres, gimiendo, disfrutando no sólo del momento, sino del ambiente, de la luz de la
luna, del sonido del mar, del aroma de la playa que se mezclaba con el del sexo y
después colapsamos juntos una vez más.

Le comenté que faltaba poco para que amaneciera, así que después de vestirnos nos
sentamos a la orilla del mar para presenciar ese magnífico hecho que jamás había
apreciado como esta vez, con la dueña de mi corazón entre mis brazos luego de haberla
amado de forma tan gloriosa. Me percaté que se quedó dormida, me levanté con sumo
cuidado y la cargué hasta la habitación, la dejé cuidadosamente en la cama y me acosté
a su lado, durmiéndome casi de inmediato.

Otra vez desperté antes que ella, bajé a la cocina y le preparé el desayuno, aunque por la
hora que era, más bien debía llamarlo almuerzo. Tomé una rosa del arreglo que había en
la mesa del comedor y en las escaleras me topé con mis papás que ya regresaban a
Seattle, vi como mi madre se conmovía ante mi gesto para con Bella, mi padre me
palmeó y me dijo que la invitara a pasar las fiestas decembrinas con nosotros, les di un
beso a ambos y terminé de subir.

Bella aún dormía, miré el reloj y teníamos que estar en dos horas en el aeropuerto, así
que la desperté, acariciándole el rostro con la rosa, me sonrió sin abrir los ojos, entonces
la besé en los labios y le dije que ya era hora de levantarse, que el desayuno ya estaba
listo, se enderezó y miró sorprendida la charola, que coloqué sobre sus piernas.
Desayunamos mientras comentábamos sobre la boda y después nos alistamos para
regresar a Nueva Jersey. En la sala nos encontramos a Emmett y Rosalie que miraban
televisión y nos comentaron que se quedarían ahí el resto de la semana, así que nos
llevaron al aeropuerto, nos despedimos dándoles un abrazo y Bella le recomendó a
Rosalie que se cuidara mucho.

En el avión le comuniqué a Bella sobre la invitación de mi padre, pero le dije que no


había problema si ella iba a pasar esas fechas con sus padres y me dijo que no lo tenía
planeado, que lo más probable es que sí fuera conmigo y eso me hizo muy feliz, me
apenaba que no tuviera una buena relación con sus padres, sin embargo, mi lado egoísta
era más fuerte y prefería mil veces que estuviera conmigo que con ellos, este fin de
semana había terminado de comprobar lo importante que era ella para mí y que la
amaba con locura y desenfreno, pasar la Navidad y el Año Nuevo con ella sería mi
mejor regalo y ya estaba ansioso porque llegaran esas fechas.

Capítulo 17:
Nuevas reglas

Si me dieran a elegir una vez más


Te elegiría sin pensarlo
Es que no hay nada que pensar
Que no existe ni motivo ni razón
Para dudarlo ni un segundo
Porque tú has sido lo mejor
Que tocó este corazón
Y que entre el cielo y tú
Yo me quedo contigo
Y todavía preguntas si te quiero
Si no hay un minuto de mi tiempo
Que no me pasas por el pensamiento
Si esto no es querer
Entonces dime tú lo que será
Si necesito de tus besos pa’ que pueda respirar
Si nunca he sido tan feliz
Que te prefiero más que nada en este mundo
Y es que no ves
Que toda mi vida tan sólo depende de ti

El tiempo pasó en un abrir y cerrar de ojos, mi relación con Bella seguía


fortaleciéndose, a veces ella se quedaba dormir en mi departamento y en otras ocasiones
yo me quedaba en el de ella.

La semana que pasamos en Seattle con mi familia fue maravillosa, despertar a su lado
en Navidad definitivamente fue mi mejor regalo, mirando su rostro angelical, su cabello
enmarañado y esa hermosa sonrisa que me fascina. Toda mi familia se portó sensacional
con ella, la llenaron de regalos, abrazos, besos y no pudieron hacerme más feliz por
aceptarla tan bien y lograr que se sintiera como una integrante más, Alice ya la
consideraba como una gran amiga, Emmett le hizo bromas como si la conociera de toda
la vida y mis padres platicaron de lo más a gusto con ella, mi Bella los cautivó tal como
lo hizo conmigo.

Estuvimos en abstención unos días debido a su periodo menstrual, así que sólo nos
besábamos y acariciamos, aunque no era lo mismo, a mí me bastaba con eso, me
conformaba con el hecho de tenerla en mi cama, de dormir abrazado a su cintura, con su
exquisita fragancia saturando mis sentidos, sabiendo que era mía y lo más importante
que me amaba con la misma intensidad que yo a ella.

Una noche me desperté porque la escuché sollozar y empezó a insultarme, pero me di


cuenta que estaba dormida y se movía agitada, así que la tomé de los hombros y la moví
para que despertara, me costó un poco de trabajo, pero cuando finalmente lo logré, me
abrazó, le aclaré que había sido una pesadilla e intrigado le pedí que me la contara, me
dijo que me había soñado con otra y le aseguré que jamás la engañaría, que la amaba.

Entonces, empezó a besarme con una desesperación única y me pidió que le hiciera el
amor, así que la recosté y la besé con pasión y dulzura, ella ansiaba tenerme dentro y
casi me obligó a que la penetrara, empecé a moverme lento, pero ella aceleró sus
movimientos, no entendía su urgencia, sólo la complací y le repetí varias veces que la
amaba, tal como ella me lo había pedido, cuando ambos llegamos al clímax bajé de ella
y me acosté detrás, abrazándola por la cintura, entrelazamos nuestras manos y nos
quedamos dormidos.

Al día siguiente tuve que viajar a Chicago a una convención que duraría tres días, así
que sólo estuve en contacto con ella por el celular, cuando tenía tiempo libre le mandaba
mensaje o le llamaba, empecé a notar algo extraño en el tono de su voz, pero cuando le
pregunté me aseguró que no tenía nada, que sólo estaba atiborrada de trabajo, quizá
estaba siendo yo demasiado aprensivo y haciendo personal algo que no lo era.

Cuando regresé de viaje, fui a mi departamento a dejar la maleta y ducharme, al bajar


por mi auto al estacionamiento, vi que una pareja estaba dentro de otro besándose y
acariciándose acaloradamente, solté una risita porque saltaron cuando escucharon que
quité la alarma de mi Volvo, así que subí y me dirigí al departamento de Bella.

Me recibió con un gran abrazo y su aroma inundo de golpe mis fosas nasales que
aunado a la escena que acababa de presenciar provocaron que las ganas de hacerla mía
se incrementaran considerablemente, así que no puede aguantar más y terminé
haciéndoselo de forma presurosa en el sillón.

Después comenzamos a cenar y le fui platicando sobre la convención, en la cual, me


había encontrado a James, que iba del brazo de una hermosa rubia a la que me presentó
como su novia.

Noté que Bella estaba como ausente, de hecho apenas y había probado bocado y eso que
yo era el que estaba hablando, por lo que le pregunté en que pensaba y me respondió
que en nosotros para luego preguntarme qué era lo que había extrañado de ella y
después que le respondí empezó a contarme la historia de su amiga Kate que había
conocido a su ex esposo en condiciones parecidas a las que nos conocimos Bella y yo,
francamente no entendía adónde quería llegar con eso y me quedé sorprendido cuando
me dijo que no quería que nos pasara lo mismo que a ellos, que nosotros no nos
conocíamos y que ni siquiera sabía cuál era mi color favorito, se lo dije aunque seguía
sin comprender cuál era el punto de todo eso, ¿acaso ese dato es trascendental para amar
y estar con una persona?

No di crédito cuando me preguntó sobre Tanya y no es que quisiera ocultárselo, algún


día se lo contaría, cuando me sintiera listo para hacerlo, no es algo que platique con
frecuencia, a decir verdad, sólo lo he contado una vez, pero Alice tenía que
adelantárseme y encima contarle lo mal que me había puesto, al menos había servido
para que terminara de corroborar que entre Jennifer y yo sólo hay una gran amistad.

Y casi me caigo de la silla cuando me preguntó que si lo que nos unía era amor o sólo
sexo, no me imaginé que se cuestionara algo así, ahora entendía el porqué de su tono de
voz cuando hablamos mientras yo estaba en Chicago.

– Bella, ¿cómo puedes preguntarme eso?, te he dicho que te amo, te lo he demostrado y


no sólo acostándome contigo, te he llevado con mi familia, ¿cómo puedes dudar si es
amor? – era completamente inaudito que me cuestionara eso, con todas las locuras que
había hecho por ella, claro que algunas las ignoraba.
– Porque lo primero que hicimos ahora que regresaste fue tener relaciones, ¿eso es lo
que extrañabas de mí?, la mayor parte de tu lista son cosas físicas.
– Por supuesto que no, Bella, en verdad no entiendo a que viene todo esto.
– A que debemos descubrir si este amor es auténtico o sólo es algo físico.
– Ok, entiendo tus dudas por la forma en que nos conocimos, pero hasta ahora sólo me
has cuestionado a mí, ahora yo te volteó la pregunta, ¿qué fue lo que tu extrañaste de mí
durante mi ausencia?
– Muchas cosas, tu voz, tu mirada, tu sonrisa, tus besos, tus caricias, tus palabras.
– ¿Tienes dudas de amarme? – pregunté con miedo, tal vez esa era la razón de sus
argumentos.
– No es eso, simplemente hemos basado nuestra relación en la pasión, recuerda la nota
que me dejaste un día, la vida es un equilibrio y eso es precisamente lo que estoy
buscando, que realmente nuestra relación sea equilibrada y no sólo física.
– ¿Y entonces qué propones para descubrirlo?

No estaba preparado para escuchar su respuesta, me dijo que así como una vez yo le
impuse unas reglas, ahora era su turno de hacerlo y empezó a dictármelas.

– Regla número uno: no mentiras ni engaños – sonaba lógico, había algunas cosas
difíciles de confesar, pero se las diría – regla número dos: no arranques de celos –
sonaba más lógico aún y con toda la razón – regla número tres, la más importante… no
sexo durante un tiempo, quizá un par de meses.
– ¿Qué?, ¿no sexo? – exclamé sin comprender que pretendía con eso.

Me argumentó que si nos amábamos podríamos soportarlo, ¿acaso no habíamos


soportado el tiempo que estuve en Londres?, ok, lo hacíamos a través de la web cam,
pero no es lo mismo, aguantamos los días de su período, ¿cómo podía decirme que esa
sería la prueba máxima para determinar nuestra relación? Le hice saber que no me
imaginaba que fuera tan influenciable y su respuesta fue que no quería volver a vivir
una mentira como con Jacob, que esas serían las reglas del juego, que si las aceptaba.

– Es un poco extremo Bella, pero para que veas cuanto me importas y no sólo por el
sexo, acepto, es más te propongo algo que realizaremos en lugar de hacer el amor,
porque hace muchísimo tiempo que eso es lo que hago contigo, no es simple sexo – le
aclaré.
– ¿Y cuál sería esa proposición? – preguntó mirándome fijamente.
– Te voy a contar mi historia, un poco cada noche, para disipar tus dudas, para que me
conozcas y seguiré las reglas, tal cual, no quieres mentiras, perfecto, de hoy en adelante
sólo la verdad, pero de tu parte también, porque no me dijiste que Alice te había
platicado sobre Tanya, no quieres arranques de celos, los controlaré, no quieres sexo y
en su lugar prefieres que salgamos como dos adolescentes, lo haremos, porque entiendo
tus argumentos y comprendo que estés asustada por la forma en que terminó tu relación
con Jacob y por lo que le pasó a tu amiga, pero ni tú eres ella ni yo soy él.
– Lo sé, no me estoy comparando con ellos, pero vi tan devastada a Kate que no quiero
pasar por lo mismo y sí, también tiene que ver con la manera en que terminaron las
cosas con Jacob, no quiero que se repita la historia y la verdad sí me asusta que lo
nuestro no tenga un final feliz, por eso las nuevas reglas, es mejor saber ahora lo que
realmente nos une que después cuando haya pasado más tiempo y nos arrepintamos.
– Yo jamás me arrepentiré de haberte conocido, sin importar las circunstancias, quizá
esa era la única forma en que hubiéramos coincidido en la vida, entonces, ¿estás
dispuesta a escuchar todo lo que tenga que contarte?
– Sí… pero no quiero detalles sórdidos.
– Está bien, esos los reservaré para mí.
– Ok, te escucho.

Y así empecé a contarle mi historia, sus reacciones fueron diversas; de tristeza y pena
cuando le conté lo de Tanya, incluso se le llenaron sus ojos de lágrimas, ahí fue cuando
comprendí la forma en que me había abrazado en Miami, seguro Alice acababa de
platicarle ese episodio.

Pasó a la sorpresa y molestia cuando le aclaré la forma en que había entrado a esa
sociedad. Se quedó boquiabierta cuando le fui explicando lo que me hacía sentir, no
daba crédito a lo rápido que yo había roto las reglas, incluso mucho antes que ella. Se
quedó impactada al enterarse que la había mandado investigar y su rostro expresó miedo
y confusión.

– No puedo creerlo Edward, ¿fuiste capaz de mandarme investigar?


– Sí, sé que fue algo indebido, pero no encontré otra forma de averiguar sobre ti.
– Si ya habías roto las reglas, ¿no era más fácil hablarlo conmigo?, decirme lo que
pasaba por tu mente y preguntarme lo que quisieras saber de mí.
– Sí lo era, sé que fue incorrecto recurrir a eso, pero, fue lo único que se me ocurrió y
cuando decidí romper las reglas y buscarte, te vi con Jacob.
– ¿Ahora es mi culpa? – exclamó cruzándose de brazos.
– No estoy diciendo eso Bella, debes creerme cuando te digo que no sabía que me
estaba enamorando, sólo tenía claro que quería conocer todo sobre ti y no tenía idea
como manejarlo, Bella, la primera vez que me enamoré tenía catorce años, fue un
romance juvenil que terminó en tragedia y no se compara con lo que ahora siento por ti,
ni siquiera estaba consciente que lo que sentí fueron celos cuando te vi con Jacob la
primera ocasión, no he tenido citas convencionales con nadie y quizá no sea suficiente
para que me entiendas, pero mi único argumento es que te amo, aunque lo dudes.
– Tal vez es un amor enfermizo Edward, perdóname por no entenderte, pero si tus
arranques de celos ya me habían dado miedo, ahora que sé que me investigaste, ese
miedo aumentó y… no sé si pueda estar contigo.
– ¿Qué?, ni siquiera he terminado de contarte toda mis historia.
– Por el momento no necesito saber más, Edward, permitiste que un extraño me
siguiera, que me tomaran fotos, que averiguaran hasta que flores me gustan, ¿cómo
pretendes que siga a tu lado después de saber eso?
– Por nuestro amor Bella, sé muy bien que actué como un psicópata y créeme que haría
las cosas diferentes si el tiempo regresara, pero, no sabía si yo significaba algo para ti.
– ¿Y cómo ibas a saberlo si no me lo preguntaste?, yo tenía la misma incertidumbre que
tú, no me habías dado ningún indicio, hemos vivido esta relación a base de apariencias,
de mentiras y es precisamente lo que no quiero.
– ¿No me amas Bella? – la tomé de las manos – mírame a los ojos y dime que no me
amas y entonces me alejaré para siempre.
– Ese no es el punto Edward, sí te amo, pero estoy asustada, necesito unos días para
procesar esta información, ¿ok?
– ¿Entonces no es definitiva tu decisión? – pregunté con el corazón en la mano
examinando sus ojos.
– Aún no, tienes razón en decirme que te faltan cosas por contarme, pero, por ahora no
quiero escucharlas, necesito estar sola.
– Está bien, si así lo deseas, lo comprendo, sólo ten presente que aunque nuestros
primeros encuentros hayan sido sexuales, eso no es lo que me une a ti, sí me encanta la
forma en la que hacemos el amor, porque grábatelo bien, hacemos el amor, no es sexo
lo que tenemos y te pido perdón por mis conductas irracionales, de verdad lamento
mucho haberte mandado investigar, haberte espiado… sólo recuerda muy bien que te
amo, tómalo en cuenta para cualquier decisión.
– Lo haré porque yo siento lo mismo por ti, después te llamo.
– ¿Cuándo? – pregunté desesperado.
– No lo sé, cuando me sienta lista para volver a escucharte, tal vez en una semana.
– Está bien, esperaré – le di un beso en la frente y me fui de su departamento.

Sabía que eso era lo más difícil que me perdonara, casi todo lo demás ya lo sabía,
excepto algunas mentiras derivadas para ocultar la investigación. No podía culparla por
sentir miedo, francamente yo lo había sentido por mí mismo y por todo lo que estaba
haciendo por ella, su reacción era lógica, sólo esperaba que su amor fuera más grande y
pudiera perdonarme, no podía imaginar mi vida sin ella, ¿qué haría?, ¿adónde iría?, ya
ni siquiera me llamaba la atención ser un mujeriego, ya estaba harto de eso. Frustrado
llegué a mi departamento y Jennifer estaba ahí.

– Que carita, ¿qué te pasó? – exclamó al verme entrar cabizbajo.


– Bella me pidió tiempo para pensar y analizar las cosas.
– ¿Sigue con la duda del amor o sexo?
– Tal vez, creo que aún no le cuento lo suficiente para que sé de cuenta que es amor.
– ¿Y por qué te pidió tiempo? – preguntó curiosa.
– Porque le confesé que la mandé investigar y se asustó.
– ¿Qué?, no puedo creerlo – exclamó sorprendida.
– No me mires así, tú hiciste lo mismo con Chace, ¿no?
– Sí, pero jamás me imaginé que tú lo hicieras, a mí también me has ocultado muchas
cosas de esa relación, ¿eh?
– Pues ya estamos iguales, tú también me has estado ocultando con quien sales
últimamente.
– Ya suficiente tienes con lo que estás pasando con Bella para que yo te dé otra
preocupación.
– ¿Pues de quién se trata?, ¿lo conozco?
– Te lo contaré en su debido momento, por ahora tienes cosas más importantes que
resolver, yo sé cuidarme sola, así que tranquilo.
– Claro, si has convivido con este psicópata por tantos años y sigues a salvo, no tengo
de que preocuparme, no creo que te encuentres a alguien más loco que yo.
– En efecto no – se rió moviendo la cabeza – además no has sido psicópata toda la vida,
fue a partir de que te enamoraste de Bella.
– Espero que ella lo vea así, que todo ha sido locura de amor.
– Verás que sí, Bella también te ama, en la boda de Alice no sé quiénes derramaban más
miel, si ella y Jasper o tú y Bella.
– Pero, ¿crees que me perdone lo de la investigación y las mentiras que le he dicho?
– Yo digo que sí, pero en el supuesto caso que no lo hiciera y terminara definitivamente
contigo, al menos ya sabes que eres capaz de enamorarte, de abrir tu corazón.
– No sé si pudiera hacerlo de nuevo, fue casual Jennifer, no es algo que yo hubiera
buscado.
– El amor siempre es casual Edward, llega en el momento preciso y si no fuera con
Bella, en algún lado estará tu alma gemela, yo pensaba que Chace era la mía y ya ves,
me equivoque y ahora… la vida me ha dado otra oportunidad.
– Yo no quiero otra oportunidad si no es con Bella.
– No seas dramático Edward, verás que sí te perdona.
– Estoy muy mal, ¿verdad?
– Sí mi amigo – soltó una carcajada – pero el amor así nos pone.
– Jennifer, ¿estás enamorada? – dije mirándola fijamente.
– Tal vez – respondió con una sonrisa mirando al vacío.
– ¿No me vas a decir de quién?, soy tu mejor amigo.
– No, ya te dije que a su debido tiempo.
– ¿Andas con un casado?
– Por supuesto que no, te prometo que cuando las cosas se resuelvan entre Bella y tú,
organizo una salida para que… convivamos los cuatro.
– Que misteriosa.
– Bueno, ya me tengo que ir, sólo vine por unas cosas que se me habían olvidado, nos
vemos luego – me dio un beso en la mejilla y se fue.

Pasó una semana completa y Bella no me buscó, respeté su decisión y aunque me estaba
muriendo por verla, yo tampoco la busqué. Todas las noches me dormía con su pañoleta
y debía reconocer que algunas veces me acariciaba pensando en ella, eso no me lo había
prohibido, así que no estaba rompiendo ninguna regla. El siguiente lunes finalmente me
llamó y no pude evitar sonreír al reconocer su número.

– Hola corazón, ¿cómo estás? – fue lo primero que le dije.


– Bien gracias, ¿y tú? – respondió en tono casual.
– Extrañándote, me da tanto gusto escuchar tu voz.
– Quizá no te dé el mismo gusto lo que tengo que decirte – dijo seria y mi corazón
empezó a latir descontrolado por la zozobra.
Capítulo 18:
Pruebas

No sé qué hacer ni qué decir


Sé que tal vez voy a sufrir
No puedo más, compréndelo
Yo ya no sé por dónde ir
Ni que camino ya seguir
Dime si esto va a durar
Yo no lo quiero olvidar
Cambié toda mi forma de ser
Lo dejamos todo sin saber
¿Volveremos a intentarlo?
Ya no puedo sentir más dolor
La actitud hay que cambiar

No pude decir palabra alguna por la impresión que me causó lo que me dijo, en un
instante pasaron varias posibilidades por mi cabeza, sólo una lo suficientemente
poderosa que no me daría gusto escuchar, que terminaría conmigo definitivamente.

– Edward, ¿sigues ahí? – exclamó haciéndome reaccionar.


– Sí… te escucho.
– Jacob ya se enteró de lo nuestro.

Otra vez me quedé en silencio tratando de procesar lo que acababa de decirme, nada que
ver con lo que yo había pensado, ni siquiera me acordaba de la existencia de ese tipo.

– ¿Me escuchaste? – preguntó insegura.


– Sí… pensé que ibas a decirme algo grave – le aclaré y me volvió el alma al cuerpo.
– ¿Cómo qué?
– Que no me perdonabas y ya no querías saber nada de mí.
– Bueno… aún no decido eso, sólo quise comentarte que él ya lo sabe.
– ¿Y tú cómo sabes eso?
– Porque anoche coincidimos casualmente en un evento de mi trabajo y me lo dijo.
– ¿Y cómo se enteró?, ¿te lo reprochó?
– Audrey le mandó la foto de un periódico donde salimos juntos en la boda de Alice,
pero no me reprochó nada, ya está saliendo con… otra chica, sólo me preguntó que
desde cuándo y cómo se había dado lo nuestro y luego me comentó que ya habías
prescindido de sus servicios, algo que no me habías dicho, por cierto.
– Aún no llego a esa parte de la historia… ¿ya estás lista para seguirme escuchando?
– Sí, pero tendrá que esperar unos días, va a ser el aniversario de la agencia y estoy en el
comité organizador de la fiesta, así que estoy hasta el tope de trabajo.
– Entiendo, no te preocupes – dije resignado.
– ¿Quieres acompañarme a la fiesta?
– ¿Tú quieres que te acompañe?
– ¿Crees que te lo preguntaría si no lo quisiera?
– ¿Otra vez vamos a respondernos con preguntas?
– Tú empezaste – exclamó riéndose – ¿sabes?… te he extrañado mucho.
– Yo también Bella, no tienes idea de cuanta falta me haces, te amo.
– Yo también Edward – suspiró – debo estar loca, pero no me importa que seas un
psicópata, no tengo nada que perdonarte, te amo y te necesito.
– ¿Podemos vernos más tarde? – pregunté con el corazón latiéndome
descontroladamente por sus palabras – paso por ti a la oficina y vamos a cenar.
– Está bien, aunque no puedo desvelarme mucho, mañana tengo que estar a las ocho de
la mañana en Nueva York.
– Yo te llevo, si quieres… me puedo quedar a dormir en tu departamento.
– Ya no soportas la tercera regla, ¿verdad? – exclamó con una risita.
– Apenas van trece días, aguanté un mes en Londres, así que aún puedo soportar más.
– No puedo creer que los estés contando, corrijo, sí puedo creerlo, me estoy dando
cuenta que eres capaz de muchas cosas.
– Todas por amor Bella, no sé cómo puedes dudarlo.
– Sólo quiero estar completamente segura, no quiero otro desengaño.
– Te entiendo, ¿entonces a qué hora paso por ti?
– No sé a qué hora salga, te mando mensaje, ¿sí?
– Ok, lo esperaré.
– Hasta la noche, te mando un beso.
– Y yo cien.

Escuché que se rió y después colgó. Suspiré y luego me reí solo, no sé si lo había hecho
con alevosía y ventaja, pero definitivamente había logrado meterme un buen susto con
esa frase de que no me daría gusto lo que me diría, francamente me tenía sin cuidado
que lo supiera ese tipo, lo único que me importaba es que no quisiera hacerle daño a mi
Bella, pero si no le recriminó seguro es porque no le importó enterarse, además él
también ya estaba haciendo su vida con otra persona.

A las 8:30 me mandó mensaje Bella para que pasara por ella, así que salí de mi
departamento y me dirigí a su oficina, la esperé afuera del edificio y de inmediato salió
cuando le avisé que ya había llegado, me saludó con un rápido beso en los labios y
fuimos a un restaurante cercano. Ordenamos la cena y mientras estuvimos ahí le conté
otro episodio de mi historia, vi como paso de la rabia a la risa y de nuevo al enojo
cuando escuchó lo que le platiqué.

– Yo pensé que habías conocido a Jacob por casualidad, jamás me imaginé que lo
habías contactado a propósito – exclamó cruzándose de brazos.
– Quería conocerlo, saber si era un fuerte rival.
– ¿Así que desde un principio supiste que me engañaba? – preguntó seria.
– Sí y eso fue lo que me motivó a seguir contigo.
– O sea que si no me hubiera engañado, ¿te habrías alejado de mí?
– No lo sé, probablemente no.
– Esculcaste su celular, sí que eres un psicópata.
– Estoy consciente de ello – acepté avergonzado.
– Jamás me imaginé que alguien hiciera ese tipo de cosas por mí.
– Para que veas cuán grande es mi amor por ti – respondí y la besé en los labios.
Minutos más tarde nos dirigimos a su departamento, accedió a que me quedara a dormir
con ella, así que estacioné el auto y subimos. Ambos nos pusimos la pijama, tanto en su
departamento como en el mío había ropa de los dos, luego nos acostamos, era la primera
vez que dormiríamos juntos después de las nuevas reglas y sería un reto grande el no
tocarla, así que le di la espalda y abracé la almohada.

No sé cuánto tiempo pasó, no podía dormir teniéndola al lado y sabiendo que no podía
hacerla mía, claro que había sido mi idea quedarme a dormir con ella. De pronto sentí su
mano acariciar mi abdomen y apreté la almohada, comenzó a besarme el cuello, ¿estaba
dispuesta a romper su propia regla?, mi miembro empezó a reaccionar a sus caricias y
sus besos, ¿me estaba tentando a propósito? Me volteé y se me quedó viendo,
analizándome, acaricié su cabeza y se inclinó para besarme apasionadamente, le
correspondí unos instantes y luego subió en mí, definitivamente me estaba torturando,
pero no estaba dispuesto a caer en su juego, ella había sido la que había pedido que no
hiciéramos el amor y ahora se tenía que apegar a su dichosa regla. Tuve que recurrir a
recuerdos desagradables de mi vida con tal de reunir todo mi autocontrol y rechazarla.

– Bella, detente – dije con un hilo de voz tomándola de los hombros y separándola.
– ¿Por qué?, no me digas que no fue esta la razón para quedarte hoy aquí.
– No, fue para llevarte temprano a Nueva York, Bella, tú fuiste la que implantó las
nuevas reglas, no puedo creer que tú misma quieras romperlas.
– Pensé que sería más sencillo – aclaró acariciándome el pecho con sus dedos.
– Recuerda que dijiste que si rompíamos la tercera regla todo se terminaría.
– Ya me arrepentí, mejor olvidémoslas – exclamó tratando de besarme.
– De ninguna manera, me iré a dormir al sillón – dije sentándome en la cama.
– No, quédate… pasaste la prueba – susurró en mi oído.
– Lo sabía, eres increíble, te gusta verme sufrir.
– Por supuesto que no… perdona mis inseguridades.
– ¿Y por qué no?, si tu perdonaste mis actitudes psicópatas, somos tal para cual –
aseguré acariciándole la nariz con un dedo.
– Eso parece – señaló sonriendo – hasta mañana.
– Hasta mañana.

Me acosté y la abracé, Bella puso su cabeza en mi hombro, finalmente nos quedamos


dormidos minutos después. Muy temprano la llevé a Nueva York y aproveché el viaje
para atender algunos negocios. Regresamos por la noche y le conté otra parte de la
historia, se sorprendió al escucharla, jamás se imaginó que mi cuerpo no reaccionara
ante una mujer y sonrió satisfecha cuando le aseguré que había sido por ella. La dejé en
su departamento y después yo me fui al mío, necesitaba desahogarme luego de su
pequeña prueba de la noche anterior, así que en cuanto estuve en mi cama, recurrí, cual
típico adolescente, a acariciarme yo mismo.

Pasó otra semana en la que no nos vimos por la intensa carga de trabajo que tenía Bella,
al menos hablábamos por teléfono y nos mandamos mails. El sábado la invité al cine
para que se olvidara de tantas obligaciones laborales. Estábamos formados para comprar
los boletos cuando se me ocurrió voltear y vi casi al final de la fila a Jennifer platicando
muy animadamente con Jacob.

– No puede ser – exclamé muy sorprendido provocando que Bella también volteara.
– No tiene porque seguir cayéndote mal, yo estoy contigo, él ya es parte de mi pasado –
dijo tomándome del mentón para que la volteara a ver.
– Jennifer se merece a alguien mucho mejor que ese tipo.
– Jacob no es malo y ambos se están entendiendo y llevándose bien.
– ¿Tú lo sabías y no me dijiste nada?
– En el evento que te comenté iban juntos, no te dije nada porque Jennifer me lo pidió,
sabe bien que no lo soportas y quería prepararte antes de decírtelo.
– ¿Así que te aliaste con ella para ocultarme información?, ¿eso no rompe la primera
regla?
– Por supuesto que no, la rompería si tú me hubieras preguntado si ellos salían y yo te
hubiera respondido que no, el ocultar información no es una mentira, además no podía
traicionar la confianza de Jennifer ni tampoco me correspondía decirte.
– Siempre logras convencerme y salirte con la tuya – dije abrazándola y frotando
cariñosamente su nariz con la mía.
– El hecho de que las cosas entre él y yo no funcionaran no significa que pasará lo
mismo con ella, al parecer tienen muchas cosas en común, tú bien sabes que Jennifer
tampoco ha sido una blanca palomita.
– ¿Y qué paso con la tal Audrey?
– Ya no vive aquí, se mudó de nuevo con sus papás, así que lo suyo terminó.
– Espero que eso sea cierto.
– Por supuesto que lo es, ojala que en un futuro cambié tu opinión sobre él.
– Mientras no la engañe todo estará bien.
– No lo hará, se nota gran empatía entre ambos, Jennifer ya me había comentado algo en
la boda de Alice.
– Ahora comprendo porque se emocionó tanto cuando le tocó el ramo.

Después de salir del cine fuimos a cenar y me comentó que el viernes siguiente era la
fiesta de la agencia, así que quedé de pasar por ella a las ocho a su departamento. Me
quedé impresionado cuando la vi salir del edificio, llevaba un vestido morado, largo y
recto, de tirantes y con escote en la espalda, el cabello recogido y el collar y los aretes
que le había regalado. Me sonrió y nos dimos un ligero beso en los labios, le hice saber
lo hermosa que se veía y me respondió que yo también me veía muy guapo. Le abrí la
puerta del auto y subió.

Llegamos al lugar del evento, había una gran concurrencia y Bella me estuvo
presentando a ciertos invitados, me daba cuenta como se le quedaban viendo algunos
tipos y la ira me inundaba, pero sabía que tenía que aguantarme, tenía que recordar la
regla número dos, así que respiraba hondo para evitar cometer o decir una tontería que
arruinara la noche.

Más tarde un tipo la sacó a bailar, ella titubeó, pero finalmente aceptó, ya que era uno de
los dueños de la agencia. Yo me bebí de un trago la bebida que traía en la mano, la otra
mano la tenía cerrada en un puño mientras los veía danzar en la pista, el sujeto la miraba
de manera lujuriosa, pero, ¿es que ella podría ser tan ingenua de no darse cuenta o
simplemente lo estaba pasando por alto?

De pronto una linda chica pasó frente a mí y me sonrió cordialmente, yo le devolví la


sonrisa y entonces una idea cruzó por mi mente, si Bella estaba bailando, ¿por qué no
hacerlo yo también? Así que me acerqué a la chica, que por cierto estaba sola.

– Hola – dije parándome frente a ella y sonriéndole normal, sin coqueteos.


– Hola – respondió con otra sonrisa.
– Linda fiesta, ¿verdad?
– Sí, aunque la verdad yo vengo de compromiso, mi padre es uno de los dueños y
pretende que en algún futuro yo la dirija, aunque a mí lo que en realidad me gusta es la
pintura, pero él no lo entiende y me obligó a estudiar mercadotecnia.
– Que mal, uno debe hacer lo que le gusta en la vida, no lo que otros te impongan,
aunque sean tus padres, por cierto, soy Edward Cullen, y tú eres… – dije y le tendí mi
mano.
– Nicole Gallegos, mucho gusto – respondió estrechándola – ojala mi padre pensara
igual que tú.
– ¿Y quién es tu padre?, por cierto.
– Aquel señor que anda bailando con la chica de morado – señaló y me di cuenta que
era el que bailaba con Bella.
– Mira, que casualidad, la chica con la que baila es mi novia.
– ¿Bella es tu novia?, no me lo hubiera imaginado, por eso no te dije su nombre.
– Así es, vengo con ella – nos quedamos en silencio unos segundos – ¿quieres bailar? –
le propuse finalmente.
– ¿No se enojara Bella?
– No tiene porque, no tiene nada de malo, además ella también está bailando.
– Ok, pero cualquier reclamo de su parte, te echaré a ti la culpa.

Asentí con la cabeza, le sonreí y le tendí mi brazo, caminamos a la pista y comenzamos


a bailar, de inmediato Bella se dio cuenta y abrió los ojos como platos, lo cual me indicó
que los celos la estaban embargando, ella era la que había decidido jugar este juego y
poner las reglas, así que ahora le tocaba acatarlas.

Continué bailando con Nicole que estaba un poco nerviosa, pero le dije que se relajara,
en tanto yo sentía las miradas asesinas de Bella y cuando nuestros ojos se cruzaban le
sonreía sarcásticamente, no podía negar que los celos me estaban carcomiendo por
dentro, porque a diferencia de mí con Nicole, ese tipo si tenía otras intenciones con
Bella, se la estaba comiendo con los ojos, sin siquiera importarle que su hija estuviera
presente en el mismo lugar.

Después que la melodía terminó le di las gracias a Nicole y me acerqué a uno de los
meseros para tomar una copa de champagne. Bella se paró frente a mí y me recorrió la
mirada con rabia cruzándose de brazos.

– ¿Te diviertes? – preguntó con sarcasmo.


– Igual que tú – respondí con ironía.
– Eres un cínico Edward, nunca cambiarás, ¿verdad?
– ¿De qué estás hablando?
– Ay no te hagas el inocente, por favor, te vi con Nicole.
– Sólo estábamos bailando, al igual que tú y su papá.
– Ahora voltéame las cosas.
– No te estoy volteando nada, ¿qué te sucede Bella? – exclamé serio por su actitud.
– ¿A mí?, nada, yo no era la que estaba coqueteando.
– Pues yo tampoco, eres muy injusta Bella, me pides que no tenga ataques de celos,
pero tú sí puedes tenerlos.
– Yo no te he insultado como tú a mí.
– Ya te pedí perdón por eso, estuve a punto de arrodillarme con tal de conseguirlo, ¿ya
se te olvidó?
– Pues si no me hubieras insultando en un principio no tendrías que haber hecho eso.
– Ya te he dicho mil veces que estoy arrepentido, acepté tus reglas para demostrarte lo
que siento por ti, yo no soy el que tiene dudas en esta relación, porque desde que te
conozco no he hecho otra cosa que locuras con tal de estar a tu lado y sé que cometí un
grandísimo error al decirte eso en el aeropuerto, pero creo que he hecho cosas mucho
más valiosas que al parecer no tomas en cuenta, te he llevado con mi familia en fechas
muy especiales, volé desde Europa sólo para arreglar las cosas contigo.
– Porque me mentiste, lo hiciste para remendar tu error, no volaste porque murieras de
ganas de verme.
– Claro, yo soy el malo de esta historia y tú una pobre ingenua que se ha dejado
embaucar por mí, ¿sabes algo?, ya me cansé de discutir sin sentido contigo.
– ¿Ahora resulta que esto no tiene sentido?
– Pues no, no lo tiene, desde que te conozco sólo he estado con otra mujer porque me di
cuenta de que sentía algo más por ti, como para que tú dudes de mí a estas alturas de la
relación, encima me exiges cosas que tú no estás dispuesta a dar, aceptaste que las
reglas fueran parejas – de pronto caí en la cuenta de algo al recordar la noche que
dormimos juntos – no me vayas a salir ahora con que esto es otra prueba, porque no sé
como reaccione esta vez – se quedó callada y miró al suelo – si esto no funciona será
por ti Bella, no por mí… no tengo la paciencia de un santo.

Capítulo 19:
Enfrentando los miedos

Nunca encontrarás, mientras vivas


Alguien que te ame tiernamente, como yo
Y nunca encontrarás, no importa donde busques
Alguien que te cuide de la manera en que yo lo hago
Y no, no estoy alardeando de mí mismo, nena
Porque yo soy el que te ama
Y no existe nadie más, nadie más
Y nunca encontrarás, tomaría hasta el término de los tiempos
Alguien que te comprenda como yo
Y nunca encontrarás otro amor como el mío
Alguien que te necesite como yo

– Tienes razón Edward, perdóname, no era una prueba, en verdad perdí los estribos, no
me gusta verte con otras.
– Tú misma estás rompiendo tus reglas y dijiste que…
– Ssshhh – puso sus dedos sobre mi boca – no lo digas, sé lo que dije y sé que soy una
tonta y una insegura, te prometo que no volverá a pasar.
– ¿En qué minuto te volviste así Bella?, de las cosas que me gustan de ti es tu seguridad
y tu firmeza, ¿qué te está pasando?
– Te amo demasiado, eso es lo que me está pasando, tú te volviste psicópata, yo
insegura – respondió pasando sus manos por la solapa de mi saco.
– En serio eres increíble Bella – exclamé sonriéndole y moviendo la cabeza – no sé que
voy a hacer contigo – agregué tomándola del mentón para levantarle la cara.
– La culpa de todo la tienen las hormonas – argumentó haciendo un puchero.
– Supongo que tendré que acostumbrarme a lidiar con eso.
– Algunas veces… ¿me perdonas?
– ¿Cómo no perdonarte si pones esa carita? – aseguré acariciándole la nariz – pero en
verdad, no merezco que me hagas estas cosas Bella, no es justo que dudes de mí
después de todo lo que he hecho para que estemos juntos.
– Lo sé, mejor ya vámonos para que me sigas contando.
– ¿Segura?, apenas hemos estado un par de horas.
– Sí, no es necesario que estemos más tiempo y lo que ahora me importa más es estar a
solas contigo.
– De acuerdo, vámonos.

No hablamos mucho en el camino, creo que cada uno iba analizando lo que había
sucedido, me dolía que Bella se pusiera en ese plan, pero también debía entenderla,
supongo que no es fácil estar tanto tiempo con la misma persona y un día darte cuenta
que ambos tenían a alguien más, algo que quizá jamás habían contemplado y si a eso le
aunamos que yo no había sido un santo antes de conocerla, hasta cierto punto era
normal su actitud, aunque eso de ponerme pruebas si era una exageración, claro que aún
no terminaba de contarle mi versión de los hechos, tal vez cuando lo hiciera se le
quitaran los temores y las inseguridades.

Llegamos a su departamento y nos sentamos en el sillón, Bella fue por unas sodas a la
cocina y después regresó a mi lado y le conté otro poco de mi historia.

– ¿De verdad nunca consideraste dedicarte a la actuación? – preguntó levantando una


ceja.
– No, siempre me gustaron los negocios.
– Es una lástima, en serio que eres un gran actor, jamás me imaginé que te hubieras
puesto celoso el día del partido.
– Bueno, no los sentí tan intensos como en las ocasiones posteriores.
– Y yo pensando mal de Jennifer y ni al caso.
– En ese aspecto jamás te he mentido, desde un principio te dije que sólo era mi amiga.
– Lo sé, pero, ¿cómo no querías que pensara mal si como se llevaban?, sobre todo el día
que llegamos a Las Vegas.
– Eso te lo contaré mañana, ahora debo irme porque ya tengo sueño, el champagne ya
me está haciendo efecto.
– Quédate, te prometo que no más pruebas, además, aunque quisiéramos hoy no
podemos, estoy en mi período.
– Está bien corazón, me quedo.

Nos preparamos para dormir y de nuevo nos acostamos abrazados. A la mañana


siguiente desperté y Bella no estaba a mi lado, me levanté al baño y al salir ya me estaba
esperando con el desayuno.

– Buenos días mi amor – dijo y me dio un beso en los labios.


– Buenos días corazón.
– Ahora me toca consentirte, me levanté muy temprano a prepararte el desayuno, hice
pan cakes.
– Gracias, no tenías que hacerlo.
– Claro que sí, tú ya has hecho mucho por mí, es justo que yo te lo retribuya.
– Me conformo con saber que me amas como yo a ti.
– Eres tan bueno Edward, a veces siento que no te merezco.
– No digas eso, sólo tienes que controlar tus hormonas, no quiero ni imaginar cómo te
pondrás cuando estés embarazada.
– Me asusta, aunque no lo creas, ¿me tendrás paciencia?
– Por supuesto, te amo.
– Yo te amo también y mucho.

Nos besamos por unos minutos y después nos sentamos en la cama a desayunar
mientras veíamos la televisión. Después ella se bañó y en tanto se vestía yo me bañé
también. Cuando estuve listo la abracé por la cintura.

– ¿Qué te parecería ir a andar en bicicleta?


– Me encanta la idea, hace mucho que no lo hago, creo que ya hasta se me olvido.
– Lo que bien se aprende jamás se olvida.

Le di un beso en los labios y después salimos del departamento. Fuimos a un parque


cercano donde rentan bicicletas e iniciamos un recorrido, al principio le costó un poco
de trabajo, pero después hasta me ganó en una competencia que hicimos. Ambos nos
reíamos y estábamos explorando una nueva faceta de nuestra relación, me encantaba
que se diera cuenta que no sólo éramos compatibles en el sexo, sino en muchas otras
actividades y que definitivamente no era ese el aspecto que nos unía, a pesar de que así
hubiera empezado lo nuestro.

Después compré un par de helados y nos sentamos en una banca a comerlos mientras
veíamos a la gente que pasaba. Empezamos a contarnos anécdotas de nuestra infancia y
nos reíamos como un par de niños, de repente se puso seria y triste, puse mi mano sobre
su rostro y le acaricié su mejilla con mi dedo pulgar.

– ¿Qué te sucede corazón? – pregunté preocupado.


– Me acordé de la última vez que mis padres me llevaron a andar en bicicleta.
– ¿Quieres contarme?
– Sí, tenía cinco años y apenas había aprendido a sostenerme sin las ruedas de soporte,
Charlie fue a comprar unas paletas y Renée se distrajo porque un hombre le preguntó la
hora, yo tomé demasiada velocidad y no pude frenar así que me estampé contra un
árbol, me abrí la ceja y me fracturé la muñeca, me puse a llorar y a pesar de eso y del
dolor me di cuenta como ellos discutieron y se reprocharon el uno al otro por no estar
atentos en mí, tres días después Renée me dijo que Charlie ya no viviría con nosotros,
todavía lo recuerdo bajando las escaleras cargando una maleta, me abrazó y me aseguró
que me quería y que eso no tenía nada que ver conmigo, aunque en ese momento yo
pensaba que sí, las cosas ya no volvieron a ser iguales, Renée se volvió amargada hasta
que años después conoció a Phil, su esposo actual, entonces empezó a comportarse
como una adolescente y por eso decidí irme a vivir con Charlie, a quien sólo había visto
cada quince días los años que viví con ella.

La abracé fuertemente, ella hundió su cabeza en mi pecho y empezó a sollozar, le


acaricié su espalda, me afligía tanto verla así, no tenía idea de cómo había sido la
separación de sus padres y debió haber sido terrible para ella pensar que tenía la culpa,
cuando en realidad había sido porque se les acabó el amor de pareja, tal vez por un
mutuo descuido.

– También por eso tengo miedo, no quiero pasar por lo mismo Edward, no quiero tener
que explicarle el día de mañana a mis hijos porque su padre y yo no estamos juntos, no
quiero ser juzgada ni tener una familia rota.
– Mi amor, a nosotros no nos va a pasar lo mismo – le aseguré separándome para tomar
su rostro entre mis manos – nunca permitiré que nuestra relación se enfríe, te
conquistaré día a día durante toda la vida, aunque tenga 80 años, siempre te voy a cuidar
y a amar.
– Yo también a ti – puso su mano sobre mi mejilla – ayer tuviste tanta razón al decirme
egoísta, una relación es de dos y ambos tienen que poner de su parte para que funcione,
he sido una tonta todos estos días, exigiéndote cosas que no debía, imponiéndote reglas
absurdas sólo por justificar mis temores y tú sí has sido un santo, aceptando sin chistar
mis idioteces, hasta que ayer logré sacarte de tus casillas y con toda la razón del mundo.
– No son tan absurdas tus reglas, sólo la tercera, esa sí lo es y mucho – ella se rió y me
sentí feliz de haber logrado ese objetivo – tú tuviste mucha razón al pedir sinceridad, te
había ocultado muchas cosas, también por miedo, sé muy bien que invadí tu privacidad,
que hice cosas nada honorables como hurgar en un celular que no era mío, propiciar
“encuentros casuales”, como si fuera un mafioso y en cuanto a los celos, era más que
justo que me pidieras que no tuviera esos ataques.
– Yo tampoco debí haber tenido el de ayer, las reglas eran para ambos y yo la rompí.
– Ya te penalizaré por eso – dije con una sonrisa.
– Y con justa razón, aceptaré el castigo que me impongas.
– Cuando lo decida te lo haré saber.

Le besé la frente, la nariz, la comisura de sus labios y luego nos unimos en un beso
apasionado, el estruendoso ruido de un trueno hizo que rompiéramos el beso y Bella se
aferró a mí como si de un salvavidas se tratara.

– Tranquila corazón, no pasa nada, ¿por qué te asusta la lluvia?


– Después de que Charlie se mudó, una noche empezó a llover muy fuerte, me asustó el
ruido que hacía el agua al golpear la ventana, así que me levanté y corrí a la recámara de
Renée pero no estaba, la busqué por toda la casa y no la encontré, no había luz y al subir
las escaleras corriendo se me dobló el pie y me caí, no supe cuanto tiempo me quedé
tirada en el suelo ni cuando me encontró Renée, sólo recuerdo haber despertado en el
hospital y cada que llueve me acuerdo de esa noche, jamás me he sentido tan sola como
aquella vez.
– Yo nunca te voy a dejar sola y ahora te voy a demostrar lo divertida que puede ser la
lluvia – dije levantándome de la banca y tendiéndole la mano.
– ¿Qué tienes en mente?
– Confía en mí, sólo déjate llevar.

Me sonrió nerviosa y tomó mi mano, la ayudé a levantarse y tomamos las bicicletas


para entregarlas, toda la gente empezó a correr para cubrirse, apenas caían unas ligeras
gotas y poco a poco se fueron intensificando hasta convertirse en un gran aguacero,
Bella se aferraba a mi mano que la tenía entrelazada a la suya, le pedí que cerrara los
ojos y respirara profundamente, temerosa lo hizo, pero fui notando como se relajaba
hasta que conseguí soltarme, entonces me eché a correr y le grité que me alcanzará, se
quedó parada unos minutos observándome, así que me detuve, extendí los brazos y
levanté mi cara al cielo, sentí como la ropa se me pegaba al cuerpo por lo mojada que ya
estaba y de pronto los brazos de Bella me rodearon por la cintura, entonces la miré,
tenía su cabello completamente empapado y una parte caía sobre su rostro, se lo retiré y
luego la besé intensamente.

Después de unos minutos nos separamos y nos echamos a correr tomados de la mano,
Bella sonreía y yo junto con ella, caminamos rumbo a su departamento, en una esquina
se había formado un charco y brincamos en él, como si fuéramos dos niños pequeños,
realmente nos estábamos divirtiendo, esa era la mujer de la que me había enamorado,
atrevida, decidida a seguir sus impulsos, al fin estaba superando sus miedos y era muy
gratificante poder contribuir con ello.

Llegamos a su departamento hechos una sopa, de inmediato nos quitamos la ropa y nos
metimos a bañar, le lavé todo su cuerpo y luego ella a mí, algo que se estaba
convirtiendo en un ritual entre ambos. Salimos y nos vestimos, después ordenamos una
pizza, cuando terminamos de comer vimos una película en la televisión y más tarde le
conté otro episodio de mi vida.

– ¿Así que Jennifer supo de lo nuestro desde el desfile de Alice?


– Sí –respondí acariciando su mano.
– ¿Ella sabía lo de la sociedad a la que pertenecías?
– No, eso no se lo conté a nadie.
– Bueno, no era algo como para alardear.
– En efecto, sin embargo, es lo mejor que me pudo pasar en la vida, porque me llevó a ti
– aseguré poniendo mi frente pegada a la suya.

Su respuesta fue besarme con pasión y dulzura, se sentó sobre mi regazo y empezó a
besar mi cuello, logrando encender mi cuerpo.

– Bella, dijiste que no más pruebas.


– Esto no es una prueba – aseguró mirándome a los ojos.
– ¿Estás pretendiendo romper otra regla? – pregunté arqueando una ceja.
– No la estaría rompiendo… al 100%, no lo haremos en sí, sólo… – respondió
sonrojada.
– El oral también es sexo, Bella – le aclaré sonriendo.
– Déjame retribuirte tu comprensión, tu paciencia y tu sinceridad.
– No necesitas hacerlo.
– Claro que sí, has sido demasiado bueno conmigo y yo demasiado egoísta contigo, yo
también debo poner de mi parte para que esto funcione, no tiene porqué haber más
reglas entre nosotros.
– ¿Estás segura?, aún no terminó de contarte toda la historia.
– Estoy segura, lo que sigue ya lo conozco, casi en su totalidad, ahora déjame hacerte
feliz – dijo acariciando mi mejilla.
– No quiero que después te arrepientas, Bella.
– No lo haré, olvida las reglas, ya me has demostrado suficiente, es hora que yo lo haga
también, te amo Edward y quiero comprobártelo.
– Yo también te amo, muchísimo.

Me sonrió y volvió a apoderarse de mi cuello, besándolo, lamiéndolo y succionándolo al


tiempo que metía su mano por debajo de mi polera para acariciar mi torso, yo eché la
cabeza hacia atrás, mientras sentía como el calor me iba invadiendo. Bella me quitó la
polera y comenzó a lengüetear uno de mis pezones, un jadeo brotó de mis labios, había
echado tanto de menos sus caricias, mi cuerpo la necesitaba con urgencia, sentía como
el pantalón se volvía una cárcel para mi miembro. Puse las manos sobre la espalda de
Bella, pero se separó.

– No, esto es sólo para ti – reiteró mientras enlazaba sus manos con las mías.

Con sus labios y su lengua fue recorriendo cada centímetro de mi abdomen en tanto mi
respiración se elevaba hasta el cielo y el pantalón se había convertido en un verdadero
estorbo.

– Bella… ya no… soporto – dije con dificultad.

Sonrió de forma traviesa y soltó mis manos para desabrochar finalmente el pantalón y
liberar mi miembro que sentía punzar. Se lamió los labios al verlo y lo tomó con una
mano, comenzó a deslizarla hacia arriba y hacia abajo, acariciando la punta con la yema
de sus dedos, lo que provocó que mis gemidos se intensificaran, sentí su cálida lengua
recorrerlo a todo lo largo sin dejar de acariciarlo con su mano, entonces no pude evitar
tomar su cabeza entre mis manos, Bella comprendió mi movimiento y lo próximo que
sentí fue su boca absorbiendo mi erección, el grito de placer no se hizo esperar y ella
continuó devorándome de una manera exquisita, acariciándome a la par,
proporcionándome un mayor placer, yo no podía parar de gemir ante lo que me estaba
haciendo y llegó un momento en el que ya no pude controlarme y comencé a mover mi
pelvis para conseguir aún más placer, de pronto sentí que estaba a punto de llegar y se lo
hice saber a Bella que retiró su cara y siguió acariciándome hasta que terminé.

– Te amo Edward – exclamó y me besó en los labios.


– Yo también te amo, no tenías que haber hecho esto.
– Sí tenía, sé que no me engañarías, pero tampoco debo orillarte a hacerlo.
– Ilusa, ya te dije que mi cuerpo no responde a otras.
– No debo tentar a la suerte, te quiero sólo para mí.
– Ya me tienes.
– Y debo de dar gracias y cuidarte, voy a lavarme las manos.

Esa noche me quede a dormir de nuevo con ella, el domingo no salimos, la ayudé a
recoger el departamento mientras ella lavaba la ropa, comimos sándwiches y por la
tarde le conté más de mi historia, se sorprendió de la solidaridad de Jennifer y se
avergonzó por pensar mal de ella, la emoción la embargó cuando me escuchó decir lo de
la diferencia entre el sexo y hacer el amor así que me besó apasionadamente.

Esa noche sí me fui a mi departamento porque al día siguiente tenía una junta muy
temprano, pero no pude dormir bien porque la garganta me empezó a arder, la lluvia
hizo estragos en mí y me dio una fuerte gripa, Bella me estuvo cuidando y también cayó
enferma, esos días terminé de contarle mi historia, al fin ya lo sabía todo, se habían
acabado las mentiras y lo único que restaba era seguir viviendo el día a día juntos.

Finalmente ambos estábamos sanos, así que prepararía algo muy especial para pasar la
noche después de tantos días de abstinencia, sólo esperaba que ella tuviera las
suficientes fuerzas para aguantarme el ritmo.

Capítulo 20:
Sexo con amor

Aquí, entre tus brazos, encuentro mi paraíso


Mi única oportunidad para la felicidad
Y si te perdiera ahora, creo que moriría
Oh, di que siempre serás mi nena
Podemos tomar el por siempre
Sólo un minuto a la vez
Sé que en mil años
Me enamoraría de ti otra vez
Esta es la única manera
En la que deberíamos volar
Es el único camino para andar
Más que una mujer para mí

Abrí la puerta del departamento y me topé con Jennifer, quien de inmediato se rió al
verme con el delantal puesto, yo la miré serio y cambió su expresión, me dio un beso en
la mejilla y entró.

– Que rico huele, ¿qué preparas? – preguntó mientras cerraba la puerta.


– Ravioles entre otras cosas – dije serio.
– ¿Para qué quieres tantas rosas? – inquirió al mirar los cinco enormes ramos que
estaban sobre la mesa – ah ya sé, Bella, ¿aún no te perdona?
– Si no te hubieras desaparecido tanto tiempo ya sabrías esa respuesta – respondí
caminando a la cocina.
– Uy, discúlpame por tener una vida, que humorcito, todavía te tiene a dieta, ¿verdad?
– ¿Hasta cuándo pensabas decirme que con quien estás saliendo es Jacob Black? –
pregunté ignorando su comentario.
– ¿Cómo sabes eso? – exclamó extrañada.
– Porque hace varios días los vimos en el cine, pero estaban tan acaramelados que ni
cuenta se dieron que Bella y yo estábamos ahí.
– Esto era lo que quería evitar, tus reclamos, quería que estuvieras listo para comprender
la situación.
– ¿Comprender?, ¿de casualidad sabes que engañaba a Bella con una de sus supuestas
mejores amigas?
– Sí lo sé, él mismo me lo contó, pero eso no tiene nada que ver conmigo, su relación
con Bella ya había caído en la monotonía, tan es así que ella también tenía otra persona,
¿no es así?
– No es lo mismo Jennifer, yo no era su mejor amigo, ni el engaño fue tan prologando y
si las cosas se dieron conmigo y Bella fue por el descuido de él.
– Pero eras su cliente y te fingiste su amigo sólo para bajarle a la novia, ¿por qué tú a
ella sí la justificas?, ¿ella no lo descuido también?, sabes muy bien que una relación es
de dos, no toda la responsabilidad fue de Jacob.
– Puede ser, pero él fue quien empezó con la infidelidad.
– ¿Y por qué tú sí puedes pasar por alto que Bella haya sido infiel y yo no puedo hacer
lo mismo con él?
– Ya te dije que fueron otras las circunstancias.
– ¿Cuáles otras Edward?, estaban dentro de la misma relación y tuvieron los mismos
motivos para hacerlo, la única diferencia fue la forma en que se dieron las infidelidades
y por favor, no me hagas decirte algo de lo que después me arrepienta.
– Vaya que te tiene loquita, lo defiendes más que a tu hermano.
– ¿Y tú no estás loco por Bella?, no seas injusto Edward, yo tengo el mismo derecho
que tú de salir con quien me sienta a gusto y me haga reír y me complemente, no
podemos juzgar a las personas por su pasado, todos nos quedaríamos solos al final,
como dicen, quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.
– Está bien, haz lo que quieras con tu vida.
– Sólo te voy a decir una cosa Edward, todos tenemos derecho a equivocarnos, de los
errores es de donde se aprende, así que todos merecemos una segunda oportunidad,
ojala lo entiendas, luego nos vemos.

Jennifer salió de la cocina y me quedé pensando en sus palabras, tenía, pero me


preocupaba el hecho de que la hicieran sufrir una vez más, su vida amorosa no había
sido la más optima y deseaba que al fin encontrara a alguien que la valorara y la hiciera
feliz, como se lo merecía, sólo esperaba que otra vez no se equivocara.

Hice los últimos preparativos en el departamento y después salí para ir por Bella al
suyo. La vi salir de su edificio y sonreí, no hacía tanto frío para que se hubiera puesto
un abrigo. Subió al auto y me besó en los labios, me sonrió coqueta y se acomodó en su
asiento, arranqué y de pronto puso su mano sobre mi pierna y la fue subiendo
lentamente hasta posarla sobre mi miembro que empezó a frotar encima del pantalón.

– Bella, ¿qué estás haciendo? – pregunté sorprendido y a la vez fascinado.


– Ya no puedo esperar más Edward, te necesito demasiado – respondió mordiéndose el
labio – esta vez no traigo pantalón – agregó lamiéndose los labios y pasando sus dedos
entre el abrigo para desabrochar el primer botón.
– Estás insinuando que… – dije mientras sentía como mi miembro se endurecía.

Me respondió con una sonrisa sensual en tanto tomaba mi mano de la palanca de


velocidades para ponerla sobre su pierna, la fui subiendo haciendo a un lado el abrigo y
entonces me di cuenta que era lo único que traía puesto encima de la ropa interior,
definitivamente esa era la actitud que adoraba de ella. Desabrochó otro botón y me dejó
ver el nacimiento de sus senos, estaba tentándome demasiado, no lograríamos llegar a
mi departamento si seguía así. Un semáforo se puso en rojo y se acercó a mí.

– Edward hazme el amor ahora, no soporto más tiempo sin sentirte dentro – susurró en
mi oreja después de lamerla y me enloqueció por completo.

Di una vuelta vertiginosa que hizo rechinar las llantas y ella se rió, manejé unas cuadras
hasta que encontré mi objetivo, un callejón oscuro, de inmediato me estacioné ahí y
apagué el auto. Hice el asiento hasta atrás y Bella se sentó sobre mí con sus piernas a
mis costados, nos besamos con urgencia, nuestras lenguas parecían estar en una batalla
campal mientras Bella se desabrochaba el abrigo por completo, con la mirada comprobé
lo que mi mano había notado, únicamente traía un sensual conjunto de ropa interior, era
de encaje color negro que enmarcaba de forma magistral su figura. Me sonrió, llevó sus
manos a los lados de su tanga, hizo un movimiento y ésta se abrió dejándome ver la
entrada de su paraíso.

– Esta vez sí vine preparada – musitó lengüeteando el lóbulo de mi oreja.


– Eso veo, me fascina que seas así de traviesa.
– Tú lo provocas.

Presurosa me desabrochó el pantalón mientras yo hacía lo mismo con su sostén para


comerme sus pezones endurecidos. Puso una de sus manos sobre mi miembro y lo
dirigió a la entrada de su centro y sin decir más se lo devoró en un solo movimiento en
tanto emitió un gritito al sentir como la llenaba, comenzó a moverse en círculos de
manera suprema y me mordía los labios, yo tenía mis manos sobre sus nalgas y se las
apretaba, me ofreció su cuello y se lo succioné al tiempo que empezó a subir y bajar
provocando un exquisito roce de mi miembro y su muy húmeda cavidad.

– Te extrañé tanto Bella – exclamé con la voz entrecortada.


– Yo también a ti, no tienes idea de cuánto deseaba este momento – aseguró
lamiéndome los labios.
– No creo que más que yo – aclaré mordiéndole el labio inferior.

Aceleró sus movimientos, apoyando sus manos en el respaldo, a los lados de mi cabeza,
los vidrios estaban completamente empañados y nuestros gemidos inundaban el
ambiente, nos besamos casi con furia mientras ella incrementaba más la velocidad hasta
que segundos después ambos llegamos al orgasmo. Se quedó quieta, con su frente
pegada a la mía, sus ojos brillaban llorosos por el placer y puso sus manos sobre mis
mejillas.

– Te amo tanto Edward, gracias por este momento, ha sido maravilloso.


– Yo también te amo y las gracias te las doy yo a ti por hacerme tan feliz.

Me sonrió sobre mis labios y luego me besó apasionadamente, yo la abracé atrayéndola


más hacia mí, si acaso eso era posible mientras acariciaba la tersa piel de su espalda.
Rompimos el beso para tomar aire y después se pasó al asiento del copiloto, nos
ordenamos las ropas y después encendí al auto y me puse en marcha rumbo a mi
departamento, la noche apenas estaba empezando.

Me estacioné en mi lugar acostumbrado y luego la ayudé a bajar, entrelazamos las


manos y caminamos hacia el ascensor, un par de ancianos también lo estaban esperando
y nos saludaron. Subimos los cuatro y ellos bajaron en el segundo piso, mi
departamento está en el noveno así que Bella y yo seguíamos subiendo, nuestras
miradas se cruzaron un instante y eso bastó para que ambos levantáramos la mano al
mismo tiempo y apretáramos el botón para detener el elevador.

Nos besamos desesperadamente en tanto nuestras manos se deshacían de nuestras


prendas, el abrigo cayó al suelo igual que mi camisa, seguidos por mi pantalón y mi
bóxer. Bella lamía mi torso al tiempo que deslizaba su mano a lo largo de mi dureza, yo
terminé de desnudarla y llevé dos de mi dedos a su intimidad, ella me mordió un pezón
al sentir como la invadían, con su lengua fue subiendo hasta llegar a mi cuello que
mordisqueó, yo la tomé de las nalgas y ella me rodeó con sus piernas, entré en su centro
y comencé a moverme presurosamente en tanto ella se aferraba a mi espalda y susurraba
mi nombre acompañado de suaves gemidos que aumentaban de volumen a medida que
yo incrementaba la velocidad de mis embestidas. Entrelacé mis manos a las de ella y las
puse a los costados de su cabeza, sobre la esquina en la que nos encontrábamos, me
moví con urgencia, estábamos a punto de llegar y cuando yo lo hice no pude contener el
impulso y mordí el hombro de Bella que gritó.

– Perdóname, no quise lastimarte – exclamé avergonzado aún con la voz retorcida.


– Tranquilo, no me has lastimado – aseguró absorbiendo mi labio inferior en su boca.
– Me vuelves loco.
– Tú me tienes loca desde el primer instante que te vi, te amo.
– Yo también te amo.

Nos besamos y después nos vestimos, terminamos de subir los pisos que nos faltaban y
finalmente llegamos a mi departamento, Bella se quedó boquiabierta al ver el camino de
pétalos de rosa, lo siguió y llegó hasta el jacuzzi de mi habitación, que estaba rodeado
de velas que fui encendiendo poco a poco, cuando terminé abrí la llave del agua para
que se llenara, me acerqué a ella y la abracé.

– Edward, todo esto es tan hermoso – exclamó emocionada rodeándome por el cuello
con sus manos.
– Quería que esta noche fuera muy especial, diferente.
– Contigo todas las noches son especiales y diferentes.
– Tendré que seguir esforzándome.

Le di un corto beso en los labios y después tomé el recipiente que tenía pétalos y los
eché sobre el jacuzzi, luego vacié un poco de jabón y por último destapé el champagne
y lo serví en dos copas, le ofrecí una y le di otro beso.
– Por nosotros, que nunca se nos termine el amor ni la pasión – dije chocando su copa.
– Que estemos juntos toda la vida y más allá de ella, te amo.
– Te amo corazón.

Nos bebimos el líquido y después nos besamos apasionadamente, me separé para cerrar
la llave y al girarme Bella ya estaba completamente desnuda, me maravillé mirándola y
vi una vez más el parche anticonceptivo que empezó a usar después de aquella vez que
pensó estar embarazada, mi niña aún no estaba lista para ser mamá, pensaba que aún era
muy joven para eso, luego de contarme la historia de sus padres entendí que lo que en
realidad tiene es miedo de serlo y de fallar, ya le demostraré yo con el tiempo que será
una labor que no hará sola, yo la ayudaré y juntos seremos los mejores padres, como lo
han sido los míos.

– ¿En qué piensas? – preguntó caminando sensualmente hacia mí.


– En todo lo que te amo… y lo que te amaré más cuando el fruto de nuestro amor
empiece a crecer dentro de ti – respondí acariciándole su abdomen.
– ¿De verdad quieres un hijo?
– Sí – aseguré acariciándole la mejilla – en un futuro, cuando ambos estemos listos.
– ¿Qué te parece un par de años?
– ¿Es una promesa?
– Es un plan de vida, creo que es tiempo suficiente para consolidar nuestra relación,
además quiero seguir preparándome en el ámbito profesional, pero ya hablaremos de
eso más tarde – lamió mis labios – ahora disfrutemos el presente – agregó abriendo mi
camisa con tal fuerza que los botones salieron volando.

Fue lamiendo mi abdomen y subió hasta llegar a mi cuello, me quitó la camisa por
completo y me besó frenéticamente mientras desabrochaba el pantalón para luego reírse
sobre mis labios y se metió al jacuzzi. Yo le sonreí, terminé de desnudarme y entré con
ella, serví un poco más de champagne y lo bebimos cruzando nuestras copas, después
nos besamos y el licor de sus labios me supo mucho más rico. Bella acariciaba mi
espalda en tanto yo hacía lo mismo con sus senos mientras nos mirábamos sin decir
nada, volvimos a besarnos apasionadamente en tanto nuestras manos se deslizaban hacia
nuestros sexos que cuando estuvieron listos volvimos a unir, esta vez no tratamos de ser
silenciosos, al fin estábamos solos completamente, sin peligro a que alguien nos
descubriera y nuestros gemidos eran bastante audibles debido a las magníficas
sensaciones provocadas por la fusión de nuestros cuerpos hasta que llegamos al
orgasmo una vez más.

Salimos del jacuzzi, nos secamos, nos colocamos una bata, apagamos las velas y
después nos dirigimos al comedor, puse uno de mis cd’s favoritos, Carmina Burana,
Bella se quedó sorprendida y me comentó que a ella también le gustaba. No me dejó
servir la cena, me dijo que yo ya había hecho suficiente con prepararla, así que mínimo
a ella le tocaba servirla y lavar los platos, acepté su propuesta y cenamos, nuestras
miradas decían más que mil palabras y nos acariciábamos las manos.

Una vez que terminamos de cenar, caminamos a la recámara y volvimos a amarnos,


recorrí el cuerpo de Bella con las yemas de mis dedos, con mi lengua, con mis labios,
incluso mis dientes se clavaron en algunas partes. Bella estaba acostada boca abajo, yo
estaba tan excitado que la hice hincarse y apoyarse con sus manos sobre la colcha,
empecé a frotar en medio de sus nalgas y después introduje mi dedo, Bella lanzó un
pequeño grito, entonces saqué y metí mi dedo varias veces, hasta que ya no pude
aguantar más y lo sustituí por mi miembro, ambos gritamos y fui moviéndome
acompasadamente en tanto mi dedo acariciaba su clítoris, vi como se aferraba al
edredón y gemía como nunca antes lo había hecho, yo seguí con mis movimientos en
tanto vociferaba cuanto me fascinaba aquel exquisito roce en esa parte tan estrecha de
su anatomía. Emití un grito casi inhumano cuando alcancé el orgasmo, luego salí de
aquel paraíso que era la misma gloria y seguí frotándole su centro con mi dedo hasta
que sentí que ella llegó también.

Caímos rendidos sobre la cama, nos besamos y no supe en qué momento nos quedamos
dormidos con nuestros cuerpos entrelazados. No sé cuánto tiempo pasó, de repente, aún
dormido, empecé a sentir que mi miembro se endurecía, aunque no era la típica erección
matutina, así que desperté y al abrir los ojos me di cuenta que Bella se lo estaba
comiendo, una enorme sonrisa se dibujó en mi rostro, me apoyé en los antebrazos para
enderezarme un poco y disfrutar de ese maravilloso espectáculo. Se dio cuenta que
había despertado por mis gemidos, sonrió sobre la punta de mi miembro y después de
lamerlo volvió a sumergirlo en su boca, me dejé caer sobre la cama, la deliciosa
sensación recorría todo mi cuerpo.

Bella se detuvo para subir en mí, introduciéndose mi miembro en su húmeda y cálida


intimidad. Se apoyó sobre mi pecho y comenzó a moverse hacia arriba y hacia abajo,
tratando de mitigar el fuego que la consumía, enloqueciéndome a mí que acariciaba sus
muslos. Intensificó sus movimientos, entonces la tomé y la hice girarse, quedando
debajo de mí, le sonreí y la besé embistiendo en ella con fuerza, después enterré mi
cabeza en su cuello e hice los últimos movimientos que nos llevaron al éxtasis total.

– Que delicioso despertar – dije sobre sus labios.


– Buenos días mi vida – respondió con una amplia sonrisa.
– Muy buenos días corazón, así ni siquiera dan ganas de levantarse de la cama.
– No tenemos a que levantarnos, podemos quedarnos aquí… te recuerdo que alguna vez
me dijiste que podrías tener sexo conmigo todo el día… ¿qué tal si hoy es ese día?
– ¿Estás segura de lo que estás pidiendo?
– Sí, yo también estuve en abstinencia el mismo tiempo que tú, te amo.
– Yo también te amo… mi desconocida favorita.
– Ya no somos desconocidos, no reglas entre nosotros nunca más.
– Yo diría que sí Bella… sólo una – aseveré quitándole un mechón de su rostro.
– ¿Cuál? – preguntó desconcertada.
– Amarnos para toda la vida.
– Esa no es una regla, es un regalo, un placer infinito… te amo Edward Cullen, te amo
con todo mi corazón y mi alma, como jamás había amado a nadie, de eso puedes estar
completamente seguro.
– Tú también debes estar segura que te amo como a nadie y, si me dieran a elegir una
vez más, sin ninguna duda te elegiría de nuevo y no cambiaría nada de nuestra historia,
porque es única e irrepetible, te amo Isabella Swan, mi Isabella, aunque no te guste que
te digan así.

Me sonrió y me besó apasionadamente. Ese era el inicio de una nueva vida juntos; sin
reglas, sin mentiras, sin temores; únicamente amándonos, entregándonos el uno al otro
sin pudor, sin tabúes; experimentando, creando, innovando el arte de amar; sin
complejos, ni ataduras; libres para amarnos hasta el final de nuestros días, esa sería
nuestra única regla de hoy en adelante, la única que seguiríamos sin romper, porque
nuestro amor es inmenso, la mezcla perfecta de ternura y sensualidad, amor con sexo y
sexo con amor, una verdad innegable.

Epílogo
Primera parte

Bella POV

La mesa está puesta sólo para una persona


Mirando tu silla vacía
Recordando todas las risas locas que compartimos
La última vez que te sentaste ahí
Puedo escuchar tu voz llamando mi nombre
Y oler tu esencia en la almohada a mi lado
Imaginando tus besos cuando cierro los ojos
Ellos no te reemplazan a ti abrazándome
Una casa no es un hogar cuando estoy sola aquí
El verano se convierte en invierno cuando te vas
Y todo lo que veo son nubes fuera de mi ventana
Cada vez que caminas fuera de la puerta
Y en la mañana mientras lavo lentamente mi cara
Te siento explorándome
Veo mi reflejo y todo me dice que estoy sola
Realmente no estás aquí
Y no estoy diciendo que no puedo vivir sin ti
Pero, mi vida es muchísimo mejor cuando estás aquí
Conviertes mi oscuridad en luz
Y haces que todo a mi alrededor esté perfecto

Eran 11:55 de la noche, estaba sentada en el banquillo pegado a la ventana viendo caer
la lluvia, no podía evitar recordar aquella tarde que Edward y yo danzamos debajo de
ella, él ahora no estaba conmigo, tenía una semana en Londres supervisando los últimos
detalles para la inauguración del nuevo hotel. Este departamento no es lo mismo sin él,
sin nuestros juegos, nuestras pláticas o simplemente estando abrazados sin decir nada,
mi corazón se oprime al pensar que estuve a punto de perderlo por mis inseguridades,
afortunadamente todo se resolvió y ahora somos los más felices.

Estos meses a su lado han sido maravillosos, a veces tenemos nuestras diferencias y
discutimos, no todo es miel sobre hojuelas, pero siempre las reconciliaciones son lo
mejor, no podemos estar mucho tiempo enojados, hemos aprendido lo que le molesta al
uno del otro y tratamos de evitarlo, aunque claro, no hay parejas perfectas.

Han pasado varios acontecimientos en estos meses, Jennifer y Jacob ya son novios, los
dos están muy enamorados y eso me da mucho gusto, como también el haber podido
conservar la amistad de él, ya hasta me ha hablado de sus planes de boda con ella, sin
duda ha crecido como ser humano. Finalmente Edward ha aprendido a sobre llevarlo,
sigue sin ser su persona favorita, pero al menos podemos salir los cuatro y se siente un
ambiente agradable, se ha dado cuenta que su amor por Jennifer es auténtico y que ella
es sumamente feliz a su lado. Ella y yo nos hemos convertido en grandes amigas y
salimos juntas de compras o a tomar café.

Mi queridísimo cuñado Emmett ya es papá de dos hermosos gemelos, una niña que
llamaron simplemente Rose y un niño que lleva por nombre Kellan, así que Rosalie se
alejó del modelaje para dedicarse a ellos, jamás imaginé que tomara esa decisión, pero
ella misma me dijo que lo que más había anhelado en el mundo era ser madre y ahora
que al fin se había cumplido ese sueño, lo sería de tiempo completo.

El sonido del celular me sacó de mis pensamientos, miré el reloj y justo era
medianoche, ¿quién podría llamarme a esa hora?, sonreí feliz al darme cuenta que era
Edward, pero, ¿qué hacía despierto tan temprano?, en Londres eran las cinco de la
mañana.

– Hola mi amor – respondí sonriente.


– ¡Feliz cumpleaños corazón! No pensaste que se me olvidaría, ¿verdad?
– No, pero tampoco esperaba que me felicitarás tan temprano.
– Quería ser el primero, te amo y te deseo lo mejor del mundo.
– Ya lo tengo, justo hace un año lo encontré.
– Ah, ¿sí? – preguntó fingiendo una voz de sorprendido.
– Sí, fue el mejor regalo de cumpleaños que había recibido hasta ese momento.
– Uy, creo que tengo problemas entonces, para superarlo.
– No tienes nada que superar, el que estés conmigo es más que suficiente, aunque
ahorita te encuentres en Londres.
– Sabes muy bien que a mi regreso festejaremos en grande, así que ve tomando
vitaminas, mi vida.
– Claro, es lo que hago desde que me diste tu tip.
– Tengo que colgar cariño, feliz cumpleaños y te veo después, recuerda que te amo.
– Gracias por la felicitación, yo también te amo y mucho, te mando miles de besos.
– Yo te mando millones.

Me dormí abrazada a Tony, el oso que me regaló, era lo que siempre hacía cuando
Edward no estaba conmigo, de esa manera lo sentía junto a mí. Me levanté después que
sonó el despertador y me metí al baño, me miré al espejo después de terminar de
bañarme, quité el vapor con la mano y sonreí ante mi reflejo, mi vida había cambiado
significativamente el último año, tenía un hombre maravilloso a mi lado, prácticamente
vivíamos juntos, me habían promovido en mi trabajo y estaba estudiando una maestría,
me quedaba poco tiempo libre y lo disfrutaba al máximo con Edward, aunque al parecer
mi mala suerte no había terminado del todo porque este cumpleaños volvería a pasarlo
sola, quizá llamaría a Kate para que cenáramos juntas.

Al salir del baño me quedé boquiabierta al ver varios globos flotando por la habitación,
unos decían Feliz Cumpleaños y otros Te Amo, me llevé las manos al pecho,
conmovida por ese gesto, volteé hacia la puerta y ahí estaba él, con otro enorme oso
blanco con moños lilas en las orejas.
– ¡Feliz Cumpleaños amor mío!, no habrías creído que te iba a dejar sola este día,
¿verdad?
– No… bueno, me dijiste que volvías pasado mañana.
– Te quería sorprender, mira, encontré la pareja para Tony – señaló mostrándome a la
osa de peluche – ya no estará más solo, ya siempre tendrá compañía, como tú, mi vida –
agregó dejando el regalo sobre la cama.

Yo corrí a abrazarlo y nos besamos apasionadamente, lo tumbé sobre la cama y me


senté sobre él con mis piernas a sus costados, me quité la toalla lentamente mientras él
me miraba y sonreía, después empecé a besarle el cuello, emitió un suave gemido y subí
hasta su oreja, exhalé sobre ella y luego mordisqueé el lóbulo.

– Bella, mi amor, el cumpleaños es tuyo, a mí me corresponde darte tu regalo, no tú a


mí – exclamó de repente obligándome a bajar de él y se levantó de la cama.
– Tú eres el regalo que quiero – objeté haciendo un puchero – hace una semana que no
te tengo y me haces mucha falta.
– Yo también te necesito y te deseo, pero, ahora no tenemos tiempo para eso, ya llegará
la noche, ten paciencia – aseguró guiñándome un ojo.
– Cierto, tengo que ir a trabajar – recordé y me puse de pie.
– No, hoy no irás, hablé con tu jefe y te dio el día.
– ¿Cómo lo convenciste? – pregunté sorprendida, Alex era más estricto que Scott.
– Soy muy persuasivo, tú no te preocupes, cámbiate para ir a desayunar, hice una
reservación para dentro de una hora.
– ¿En dónde?
– Ya verás, date prisa, este día sólo estaremos tú y yo.

Me acerqué y le di un pequeño beso en los labios, después me vestí rápidamente y


salimos del departamento, manejó a toda prisa al aeropuerto, yo lo miré sorprendida
cuando vi que nos dirigíamos ahí y que entraba al estacionamiento, me acarició la
mejilla y después se bajó y me abrió la puerta del auto. Subimos a un helicóptero pero
no me dijo adónde nos dirigíamos, insistía en que era una sorpresa.

Al llegar me di cuenta que estábamos en Miami, un chofer ya nos estaba esperando y


nos llevó a su casa, caminamos a la terraza y estaba una mesa puesta para dos personas,
yo no podía estar más emocionada, lo abracé y lo besé apasionadamente. Sobre la silla
había un hermoso vestido azul y fui al baño a ponérmelo, después desayunamos y más
tarde caminamos por la playa con nuestras manos entrelazadas, nos metimos al mar y
luego regresamos a la casa y estuvimos un rato en la alberca, compartimos muchos
besos y abrazos, pero sin llegar a más, sólo estaba haciendo que mi deseo por él
aumentará.

Nos bañamos y comimos en un precioso restaurante, después nos dirigimos de nuevo al


aeropuerto y de ahí a mi departamento. En la puerta del edificio me dijo que había
olvidado comprar unas cosas, que me adelantara, le di un corto beso y subí. Me di
cuenta que tenía varios mensajes en la contestadora y los escuché, no podía creer que
los Cullen tuvieran esos detalles, cada uno de ellos había llamado para felicitarme,

incluidos Jasper y Rosalie, quien me dijo que Rose y Kellan también me mandaban
felicitaciones, no sólo había encontrado el amor, había encontrado una familia
maravillosa, aunque me dolía el distanciamiento con mis padres, sólo esperaba que
algún día mi relación con ellos mejorara.

Escuché que mi celular sonó y lo saqué de mi bolso, no tenía registrado ese número y
un tanto desconfiada contesté.

– ¿Estás libre esta noche? – escuché la hermosa y aterciopelada voz de Edward.


– No, estoy esperando a mi novio para ir a cenar – respondí siguiéndole el juego.
– Déjalo plantado, te aseguro que te divertirás más conmigo – dijo en un tono sensual.
– Sé que no debo dar detalles, pero, lo estoy esperando para que me dé mi regalo de
cumpleaños.
– Yo te puedo dar uno mucho mejor, te va a encantar y hasta vas a pedir más.
– Me estás tentando demasiado – dije mordiéndome el labio inferior.
– Y no te vas a arrepentir, te haré tocar el cielo las veces que quieras, hasta que ya no
puedas más.
– ¿Seguro?, porque ahora mismo estoy que ardo, mi novio se dedicó a… incitarme todo
el día y… ya te imaginarás como estoy – exclamé exhalando sensualmente.
– Yo puedo apagar ese fuego, sé que terminarás pidiendo más y más.
– ¿Dónde te veo?
– En el bar del hotel Rose Imperial, en media hora – colgó sin decir más.

Sonreí mientras miraba el celular, esa misma escena se había repetido un año atrás, sólo
que un poco diferente, yo lo había llamado y él me había citado en ese mismo lugar,
nuestro primer encuentro fue explosivo, jamás me imaginé que llegaríamos a romper
sus reglas, hoy estaba completamente segura que nos amábamos y nos completábamos,
él me enseñó a ser atrevida en la cama, a explotar al máximo mi sensualidad, a jugar y,
yo, bueno, yo sólo le enseñé un pequeño detalle, a poner el alma y el corazón en la
cama, le enseñé que amar es un arte.

Epílogo
Segunda parte
Edward POV

Todos dicen que es mentira que te quiero


Porque nunca me habían visto enamorado
Yo te juro que yo mismo no comprendo
El porqué tu mirar me ha fascinado
Cuando estoy cerca de ti y estoy contento
Yo quisiera que de nadie te acordaras
Tengo celos hasta del pensamiento
Que pueda recordarte a otra persona amada
Júrame que aunque pase mucho tiempo
Pensarás en el momento en que yo te conocí
Mírame
Pues no hay nada más profundo
Ni más grande en este mundo
Que el cariño que te di
Bésame
Con un beso enamorado
Como nadie me ha besado
Desde el día en que nací
Quiéreme
Quiéreme hasta la locura

Abrí los ojos y Bella no estaba a mi lado, miré el reloj de la mesa de noche y marcaba
las 8:35 de la mañana, era muy temprano para que se hubiera levantado en sábado, lo
más extraño fue que no me despertó como acostumbra. Estaba a punto de levantarme
cuando escuché que abría la puerta de la habitación y me hice el dormido. Sentí que se
sentó a mi lado y acarició mi frente, después me dio un suave beso en los labios.

– Feliz cumpleaños, mi amor, el desayuno está listo – susurró en mi oído.


– ¿Te levantaste temprano sólo para prepararme el desayunó? – pregunté abriendo los
ojos finalmente.
– Claro, es tu cumpleaños y me toca consentirte – respondió acariciando mi nariz con la
suya.
– ¿Y qué preparaste?
– Jugo, fruta y pan cakes.
– Rico, pero a mí se me antoja otra cosa – dije acariciándole la mejilla.
– ¿Ah sí?, ¿puedo saber que se te antoja?
– Algo más jugoso, dulce y delicioso – respondí tomándola de la cintura para subirla en
mí y después me di una vuelta para quedar encima de ella – tú te me antojas.
– Eres un goloso, ¿lo sabes? – exclamó con una risita.
– Sí y tú eres mi golosina favorita.

Nos besamos apasionadamente mientras mis manos acariciaban sus senos por encima
del pequeño camisón que traía puesto y frotaba mi sexo contra el suyo, deslicé mi boca
por su mentón y luego me comí su cuello, deleitándome con su sabor y sus gemidos.
Sentí como sus manos bajaban mi bóxer y yo hice lo mismo con su bikini. Froté su
triángulo con mi miembro en tanto subía el camisón para disfrutar de sus senos, Bella se
levantó para quitárselo y después me acarició la espalda al tiempo que nos besábamos
nuevamente.

Entré en ella y se arqueó al sentirme, enterró sus uñas en mi espalda y yo lancé un


quejido al sentirlas, comencé a moverme lentamente en tanto la miraba, ella me sonrió y
acarició mis mejillas, enmarañó mi cabello y yo sonreí siguiendo con mis embestidas,
sus manos bajaron a mis nalgas para impulsarme a profundizar más.

– Te amo Edward – exclamó entre gemidos.


– Yo te amo a ti Bella – respondí con la voz entre cortada.
– Sigue amándome Edward… así… como me gusta.
– ¿De verdad te gusta, Bella?
– Me encanta Edward… hazme tuya… no pares.
– Eres mía… sólo mía, Bella– aseguré sobre sus labios.
– Sí, sólo tuya… más Edward, más.

Aceleré la velocidad de mis movimientos, nos besamos una vez más, sincronizando los
movimientos de nuestras lenguas y nuestros sexos, segundos después rompimos el beso
y Bella hizo su cabeza hacia atrás, apretaba los músculos de su centro generando un
roce más supremo con mi miembro, gemíamos sin parar, puse mi frente sobre la suya y
me moví más rápido en tanto ella seguía empujando mis nalgas y gritamos al mismo
tiempo a causa de alcanzar el orgasmo juntos.

Me dejé caer sobre su cuerpo, mientras nuestras respiraciones volvían a su ritmo, ella
me acarició la cabeza y después me enderecé ligeramente para probar sus labios una vez
más, luego de unos minutos nos separamos para tomar aire y finalmente salí de ella y
me acosté a su lado. Tomó la charola que había dejado en la mesa de noche y yo me
cubrí con la colcha para que la pusiera encima.

– ¡Feliz Cumpleaños! – exclamó de nuevo.


– El más feliz de todos, porque te tengo a ti, eres mi mejor regalo.
– Tú también lo fuiste para mí el año pasado, por cierto, ¿cómo festejaste el tuyo hace
un año?
– Comí con mi familia y en la noche salí con Jennifer y unos amigos a un bar.
– Esa noche… ¿no estuviste libre? – preguntó tomando un trozo de piña.
– No, los cumpleaños son para pasarlos con las personas queridas.
– Hay algunas excepciones, el mío lo pasé con un desconocido y después se convirtió
en la persona más amada.
– Bella, júrame que nunca olvidarás la noche en que nos conocimos.
– Te lo juro, aunque no es necesario, la recuerdo constantemente, esa y todas las noches
que hemos compartido juntos.
– ¿Tienes alguna favorita? – cuestioné curioso.
– Sí, varias, la de la playa encabeza la lista – respondió muy segura.
– ¿Y puedo saber cuáles son las demás?
– Cuando comimos en el hotel, aún siendo desconocidos, la primera vez que te quedaste
en mi departamento y cuando yo me quedé en el tuyo después de nuestro período de
celibato, ¿y cuáles son tus favoritas?
– Coincidimos casi en todas, yo agregaría la de Las Vegas, en la cocina y la noche que
llovió, la primera que me quede a dormir contigo, aunque tú no te hayas dado cuenta.
De pronto mi celular sonó y Bella me lo pasó, era un mensaje de Jennifer que enseguida
leí.

– ¿Por qué pones esa cara cariño? – preguntó Bella mirándome.


– Jennifer me felicita y me avisa que está en Oregón con… su novio.
– Edward, ya supéralo, Jacob la adora y ella a él, ¿no te da gusto que tu amiga sea feliz?
– Sí, pero…
– No hay peros que valgan Edward, si yo no le guardo rencor, tú tampoco debes
hacerlo, él es un buen hombre, al menos trabaja y no es un vividor bisexual que la está
utilizando, la ama de verdad.
– Tienes razón, además es mi cumpleaños y no debo amargarme por eso.

Bella me movió la cabeza. Seguimos desayunando y después nos bañamos juntos, nos
vestimos y pasamos el día en un parque de diversiones. Recibí llamadas de toda mi
familia felicitándome, mis padres se encontraban en una isla en Brasil, Alice y Jasper
estaban en París en una convención sobre moda, Emmett y Rosalie estaban en Miami,
ya que ella debía reposar porque le faltaba como un mes para dar a luz, así que la única
persona que estaba conmigo era mi Bella, no necesitaba a nadie más, aunque la verdad
sí echaba de menos a mi familia, sería el primer cumpleaños alejado de ellos.

Regresamos a mi departamento cuando empezaba a anochecer, me dijo que me


cambiara porque iríamos a cenar a un restaurante. Cuando estuve listo me pidió irnos en
su coche, yo la había enseñado a manejar y acababa de comprarse un Toyota. Me
sorprendió que llegáramos a su departamento y me argumentó que ahí tenía mi regalo,
así que bajamos del auto y subimos por el ascensor. En cuanto entramos y encendió la
luz se escucharon varias voces que gritaron Feliz Cumpleaños y me quedé sorprendido
al ver ahí a toda mi familia y a Jennifer, entre otros amigos de la universidad y de mi
trabajo, volteé a ver a Bella y me abrazó entusiasmada, al oído me susurró sorpresa.

Después me fueron abrazando uno por uno, mi madre, mi padre, Alice, Emmett, Jasper,
Rosalie con todo y gemelos aún en su vientre, Jennifer y hasta Jacob, tal vez mi
cumpleaños era la fecha ideal para dejar rencores atrás, debía aceptar que jamás había
visto a mi mejor amiga tan contenta y realizada, al parecer él había aprendido de sus
errores y mientras la hiciera feliz, yo debía estarlo por ella.

Ese había sido uno de los mejores cumpleaños de mi vida, el primero al lado de mi
Isabella, quien me había sorprendido con una fiesta que jamás imaginé. Hoy era su
cumpleaños y ahora ella era la sorprendida, no sólo por haberla llevado a la playa a
pasar el día, sino por el regalo que le esperaba en el bolsillo de mi pantalón y para
entregárselo había planeado un jueguito que ella había empezado a seguirme. Ya me
encontraba yo en la barra del bar del Rose Imperial esperándola.

Llegó puntual, exactamente a la media hora, en cuanto me vio, sonrió y se mordió el


labio inferior, yo también le había preparado una fiesta sorpresa, aunque sólo para dos,
me dio tanta pena que sus papás no hayan querido viajar para verla, su situación es más
complicada de lo que había pensado, al menos mi familia la adoraba y nos esperaban el
fin de semana para festejarla en grande.

Me levanté del asiento y caminé hacia ella, le ofrecí mi brazo y lo tomó, caminamos en
silencio a los elevadores, subimos al piso de siempre, a la misma habitación, donde
justamente un año atrás la había hecho mía por primera vez y sin saberlo, había abierto
la puerta a una nueva vida llena de amor y de locuras, sorprendiéndome a mí mismo de
lo que había sido capaz de hacer con tal de tenerla a mi lado.

Entramos a la habitación, en la mesa estaba ya una charola con dos hamburguesas y


papas fritas, por supuesto, en platos separados, hasta en eso era diferente mi niña.
Cuando las vio el rubor inundó sus mejillas, me encantaba que aún hubiera momentos
en que se ruborizara después de tantas cosas que ya habíamos hecho juntos, la abracé
por detrás, escuché su risa, le di unos besos en el cuello y subí lamiéndolo hasta llegar al
lóbulo de su oreja, ella empezó a jadear.

– Isabella Swan, ¿estás libre todas las noches de tu vida? – susurré en su oído y después
la hice girar para mirarla de frente – ¿para compartirlas conmigo? – agregué
colocándole el anillo.
– Por supuesto que sí Edward y me encantará compartirlas contigo – respondió
emocionada mirándome.

Jamás se había sentido tan maravilloso perder la libertad, a decir verdad yo la había
perdido desde que la conocí, pero lejos de ser un reproche o un agobio, había sido la
mejor de las aventuras al lado de mi compañera perfecta, quien será mi esposa y mi
amante por el resto de nuestras vidas.

Fin

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