eduardo luis feherIndice
PROLOGO
por Luis Ortiz Macedo. ... 2.20...
HUMOR BLANCO DE UN POETA NEGRO
por Eduardo Luls Fener.-. 2... es ea
CEREMONIA DE INGRESO DEL .
LIC. EDUARDO LUIS FEHER*AL COLEGIO”
DE LITERATURA DEL INSTITUTO
MEXICANO DE CULTURA.
Palabras iniciales del
ic. Eduardo Luis Feher
Consideraciones acerca del trabajo
presentado,
pronunciadas por el Lic. Salvador
Poncede Leén -. ee ee ee
ACUERDO
lefdo por el Dr. Juan Gonzélez A. Alpuche
Secretario General del Instituto Mexicano de
Cultura 2...
RESENA GRAFICA
BIBLIOGRAFIA
301924
-17
59
63
aa
77PROLOGO
EL POETA COMO PICARO
O EL PICARO COMO POETA
Por: Luis Ortiz Macedo
E | pintoresco personaje hacia el que nos atrae el estudio de
Eduardo Luis Feher, José Vasconcelos “el Negrito Poeta”,
versificador ocasional, jocoso tramador de las consonancias y
musicalidades del México del siglo dieciocho, se nos antoja
como pretexto para iniciar un recorrido —aunque atrevido e
incompleto— por el camino trazado por sus antecesores den-
tro de {a literatura espafiola: “los pfcaros”, quienes pululan
tifiendo en fuertes contrastes de claroscuro al mundo que
domina Espafia a partir del siglo XVI,
Es precisamente al finalizar este siglo cuando por las espe-
ciales condiciones que permiten el cambio social, se ven trans-
formadas la suerte, el cardcter y la figura del caballero andan-
te. As pues, la armadura se torna en sayal harapiento, el
yelmo en grasoso sombrero y la espada en corto cuchillo. De
sefior pasa a menesteroso} de héroe a cobarde.Los altos ideales
se ven trastocados en cotidianos aconteceres; la aventura se
torna en anécdota; la elevada hazafia declina en escaramuza;
en vez de gloriosas heridas, el protagonista se ve cruelmente
apaleado; en lugar del combate valeroso se desencadena la
rifia en el mesén o en la taberna; y al encontrarnos con tan
importante cambio en el personaje que anima como centro a
todo un género literario, se antoja el poner frente a nosotros
algunas interrogantes que arrojen mas luces y asf nos permi-
tan empezar el camino desde su origen e ir al encuentro de los
malandrines que si bien cocinados en la marmita de la fanta-
sfa, se nos presentan sazonados con las mids reales especias del
medio de su extraccién y del siglo al cual contribuyeron a
forjar.
eQuién es el picaro?
Ya antes de 1350, el divertido Arcipreste de Hita, describfa
en estos términos a su escudero:Era mentiroso, hebdo, ladrén o mensturero,
tafur, peleador, goloso, refertero,
rennidor et adevino, susio et agorero,
mescio, perezoso; tal es mi escudero.
Sin embargo, a pesar de este claro antecedente, dentro de
la novela picaresca del siglo de oro, el pfcaro no aparece
como epfteto aplicable a criado o jornalero de ocasién, sino
como al verdadero vagabundo que se gana la vida con astucias
a veces de mala ley; el pfcaro pertenece ya a partir de enton-
ces a una auténtica clase social, variada y numerosa, a tal
grado que los problemas humanos con él relacionados acaban
condensdndose en una auténtica forma literaria,
No olvidemos sin embargo, que cualquier forma literaria
representa tanto mds el cardcter nacional de un pueblo, mien-
tras mas reciba su energfa del propio suelo que le da vida, sin
verse contagiada por influencias o moldes extrafios; asf pues,
cuando la manifestacién Iirica encuentra su origen centrado
en las formas auténticas de expresion popular, posee el cardc-
ter profundamente vernéculo que le confiere su desincorpora-
cion metodoldgica o tematica de las formas cultas, las que, en
la mayorfa de los casos rebasan sus propias fronteras para
expresarse en una moda internacional, en gran medida ajena a
la realidad de la vida de su propia sociedad.
Pero retornemos a nuestro camino para tratar de alcanzar
al pfcaro entre sus cruces y vericuetos. Lazarillo de Tormes
an no es un picaro, puesto que lo que de él se narra no es sino
un espejo en el que se ve reflejada la sociedad de su época,
dentro del marco de una serie de “‘cuadros costumbristas”. El
picaro de los siglos subsiguientes se desenvuelve en su medio
‘como pez en el agua y sabe gallardamente sortear desdichas y
rebasar escollos, sin caer nunca enlos terreno del bandidaje o
la criminalidad. El pfearo —para decirlo en pocas palabras—
no es sino un mozo nacido éasi siempre de padres pobres y de
baja extraccién, rara vez honrados, el cual, debido a su falta
de instruccién o las costumbres adquiridas en su medio, cae
en las delicias de la vagancia y lucha contra la vida como
puede, con osadia, con malicia; sus ocupaciones son los traba-
jos fortuitos, féciles y de escaso rendimiento, la vagancia, el
1trato con caminantes, buhoneros y merolicos, cémicos y mu-
jeres de la vida airada, los juegos de azar practicados con
ventaja y el ejercicio cotidiano y pertinaz de bromas y enre-
dos de toda indole. La necesidad de sobrevivir le hace desver-
gonzado e inescrupuloso (que nunca pudieron ser amigos el
hambre y la vergiienza) ya lo reza Guzman de Alfarrache.
Muchos y variados son los or‘genes que se le atribuyen ala
palabra picaro, sin satisfacernos ninguna: Desde la que le
atribuye su relacién con la palabra latina pica o lanza, a la que
los romanos ataban a los prisioneros de guerra (Covarrubias)
hasta la radical pic (picus) en el sentido de picar 0 abrir algo a
golpes, pasando por la vaga de Alonso Cortes que la hace
derivar del vocablo b caro: (vago, vicioso).
Pero si pocas luces nos prestan los etimologistas, muchas,
encontramos dentro de los cambios en la estructura social
operada en Espaiia bajo los Gltimos Hapsburgos: En primer
lugar, el espiritu de aventura que se exacerba con las conqui
tas ultramarinas, las cuales arrojan como un patrimonio co-
min, a todo un pueblo a la busqueda de la hazafia y la
fortuna. El pais se empobrece mientras se trasplanta la sangre
2 otras latitudes. El orgullo le ensefia a mirar despectivamen-
te, como algo inferior, a toda clase de trabajo manual (oficio
vil e infamante). En todo caso, el desapego al trabajo, uno de
los caracteres esenciales de la picardia, se ve en cieria manera
sancionado oficialmente. Afadamos por dltimo que la torpe
politica agraria de la corona arruiné a los labriegos, arrojando
hacia las ciudades a los jévenes trabajadores del campo, con-
formando una sociedad urbana compuesta en gran medida
por criados y pardsitos que pululaban alrededor de los gran-
des de la Iglesia y del Estado.
Al conformarse el picaro como un fermento social perfec-
tamente definible, sentimos una especie de malestar dentro
de la estructura social de la Espafia de aquel entonces: Es la
desilusién de un pueblo que creyé poner todo en su honor,
en sus altos ideales y siente crujir los orgullosos cimientos de
su existencia nacional. Guzmén de Alfarrache y el Buscén
anuncian la proximidad de la catdstrofe:
13que puesto en el altar de la memor
doy al mundo leccién de desengafios.
Pues hay que insistir en que la novela picaresca no es lectu-
ra de pasatiempo; su gracia es mordaz, su humor abrellagas,
su alegria es una desesperada biisqueda de aturdimiento.
Desde el Guzmén de Alfarrache de Mateo Alemdn, desde el
“Buscdn don Pablos, exemplo de vagamundos y espejo de taca
fios” de Quevedo, encontramos el tono fundamental que ani-
ma el picaro: el pesimismo; con frecuencia la alegr/a se desfi
gura en convulsiones; se oye la complacencia en el daiio cau-
sado, agudizando la sétira hasta convertirla en sarcasmo; la
desilusin es el verdadero héroe de este ambiente,
Ha Ilegado pues el turno a Feher para ilustrarnos con ma-
yor abundamiento acerca del ambiente, la estructura social y
el pensamiento que rodearon al “‘Negrito Poeta”” en su pais de
nacimiento, dentro de la compleja estructura del Virreino de
la Nueva Espafia, puesto que lo més atrayente de esta perso-
nalidad literaria quizds sea el poder ir a encontrarlo no como
a.un Estebanillo Gonzalez, no como a una Picara Justina oa
un Marcos de Obregén en los mundos de la ficcién o de la
fantasfa, sino encarnando bien entrado el siglo dieciecho al
pfcaro que tipifica uno de los més enternecedores aspectos de
la decadencia espafiola,HUMOR BLANCO DE UN POETA NEGRO
Por Eduardo Luis Fehor
L a familia de nuestra historia no era como las demés. Si,
era cierto habia llegado como muchas otras por mar, de muy
lejos; pero esta en especial no venia, fa trafan a un mundo
nuevo.
La familia de nuestra historia era negra, del Congo.
‘Su mundo no habfa sido fécil; lugar de tribus y combates
danzas y alaridos, el Continente Negro, asfixiante por la pre-
sencia blanca soberbia y mercantil, ardfa a lo largo y a lo
ancho de su rica geografia
La familia Vasconcelos —de apellido probablemente toma-
do de algiin tratante portugués— ignoraba que Michelet deno-
minarfa al XVIII “El Gran Siglo” y sobre todo, desconocfa
profundamente que en Francia se votaba la Declaracién de
los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
La familia ni se imaginaba que Washington era en esos
tiempos electo Presidente de los Estados Unidos de América,
ni estaba de luto por la muerte de Luis XVI y Mirabeau; es
més desconocia la boda de Napoleén con Josefina y la mara-
villa del pararrayos de Franklin, ni le interesaba,
La familia Vasconcelos no vivia, existfa. Su memoria era
de muchos siglos; su destino, un conjunto harto complejo de
conjeturas y grises perspectivas.
Las tenues luces de la Villa Rica de la Veracruz, pudieron
parecer a primera vista como las de cualquier puerto del mun-
do} daba lo mismo; qué diferencia habfa, en tltima instancia
entre el ldtigo y el garrote%acaso las lagrimas en Zanzibar y el
Congo no sab/an igual de amargas que en Europa o América?
La familia de nuestra historia, con los ojos muy abiertos,
veia acercarse paulatinamente, el paisaje mexicano ebrio de
belleza, lujuria y sorpresas.
Po
7ee
La vida en la Capital de la Nueva Espafia en el siglo XVIII
trascurrfa tranquila; las gallardas familias criollas paseaban su
lineaje y sedas por las calles de la ciudad. Pordiaseros, frailes
y soldados daban la nota del colorido a una metrépoli que
despertaba, somnolienta y tardia a los progresos de la época.
Virreyes iban y virreyes llegaban. El chisme palaciego, la in-
triga militar y un pueblo muy mezclado y contrastante com-
pletaban el aspecto pintoresco que dejaba algunas huellas,
quizd perenes para su historia misma.
A veces se escuchaba un murmullo:
Mirad aquestas frutas naturales
el pldtano, mamey, guayaba, anona
siel gusto a las de Espafia son iguales
Pues un chico zapote a la persona
al Rey se puede ser empresentado
por el gruto mejor que cr/a Pomona
O.un verso que decta:
Enfermo de amor me muero
en éste funesto valle
desde que ti, dulce suefio
el corazén me flechaste
Me lo has herido y yo siento
la saeta que me hace
que tu dulce amor me queme
que tu suave ardor me abrase
Las caras patibularias del Santo Oficio danzaban parsimo-
niosas por las viejas calles, pegadas a gruesos cuerpos, cubier-
tos de seda y patios.
La voz de los heraldos sonaba hueca, exigiendo declaracio-
nes, buscando los riexos, cercenando coartadas; Ia gente asus-
tada, se santiguaba ‘frente aquellos ejecutores de las més altas
eyes.
19”
OO
. . Se lee impunemente cualquiera obra contra la autori-
dad pontificia.
—decia uno—
“Se estén metiendo libros de Voltaire y Le Metrie y otros
inicuos en éste reino —afirmaba otro—.
Uno més, sefalaba azorado ‘La tropa, viciada en sus cos-
tumbres est muy infectada de sentimientos impfos y de se
milla herética”.
“La multitud de extranjeros —advert/a un cuarto— que con
varios motivos se ha establecido en éstos reinos, hace temer
tun estrago si no se provee de remedio con la prontitud al
peligro, y {a falta de ministros nos constituye en un estado de
no poder llenar con deserpefo ta ebligacion de nuestro of
cio”
Lo peor, —finalizaba un angustiado— el cardcter eclesidsti-
co es objeto de maledicencia y nuestros arcanos son sacados
del secreto y, desnudos, expuestos a los ojos de los profanos.
Siglo XVIII, mundo de paradojas.
Muere Pedro el Grande
Muere Newton:
‘Se inicia el Pontificado de Clemente XII
Son expulsados los Jesu/tas de Espafia y Francia
Matanza de Boston
Muerte Federico I
Y mientras Beethoven dé ailuz su Sonata Patética, aqut,
entre nosotros, en un pueblito perdido en la distancia, el
tiempo y el paisaje, nace el negro José, de apellido Vasconce-
los, oriundo de Almotonga, Puebla y’ metaférico mexicano
por los cuatro costados.
Siglo XVIII, mundo de paradojas.
José nace de la tristeza, se crfa en la tristeza misma; José es
la tristeza, de ahf su profundo sentido del humor, su rima
fécil, su verso pronto, su actitud nada negra ante la vida.
{Qué pudieron ver los ojos de un nifio negro, de un triste
nifio negro?
21,
Aunque adivinamos su infancia, ésta se nos pierde en la
noche de los tiempos.
No importa, pronto lo volvemos a encontrar.
Criadito, mocito, correveidile, José, inmerso en el mundo
fantdstico que se presentaba ante sus ojos, trasciende a é1; los
aguijonazos los contesta con versos, las sétiras al color de su
piel y origen le producen sonrisas que desparrama “girito””
por las viejas calles de la paraddjica Nueva Espafia.
Las manos prontas a la manufactura de la flor, el pensa-
miento Agi! y una arrolladora simpatfa, la triste simpatia, io
consagran en su nuevo mundo.
A. José tampoco le importa Napoleén, ni Mirabeau, ni la
Declaracién de los Derechos Humanos, ni las guerras, ni los
militares, ni siquiera le inquieta la muerte de Pedro el Grande.
Ni los conoce, ni sabe si viven 0 no; ni sabe si son producto
de la calenturienta imaginacién de las viejas platicando en las
esquinas 0 de los viejos candnigos que todo lo comentan a la
hora del chocolate, rico, aromatico, como los vientos perdi-
dos de su estirpe africana, tan lejana, tan cercana,
,
Huérfano temprano de padres pero no de patria, deambula
con sus huesos por iglesias y conventos, trabando amistad e
intentando quereres.
La agudeza jusuftica se especializa en tratar de ponerlo en
aprietos. Amigo de frailes monjas y obispos, se cuela entre
ellos con la facilidad conque escurre el agua de las manos,
alternando con ellos desprovisto de rubor y pena.
Inquieto, dicharachero, filésofo de banqueta y consejero
moral de los pobres, no le impide sin embargo acercarse a las.
cortes de opereta que azotaban nuestra Nueva Espafia y que
trafan como las olas del mar a veces desperdicios y a veces
tesoros de gobernantes.
AB«+ -inguieto, dicharachero, fildsofo de banqueta. . .
25Enamorado sin esperanza, pretende saltar de clase social,
haciéndole “ojitos” 2 una fulana de las de arriba. Un ojo
‘menos y mil maguyaduras mds es el saldo tragico de su atrevi-
jento, que ethpero paseard sin complejos —casi con sefio.
rio— en esa villa de malandrines, tlachiques, palacios, sedas y
hambres inmersa en el apolilladamente progresista siglo deci-
moctavo. ,
El negtito nada decfa pero todd ofa y en todo se metia.
Asé, una vez, interesado en la rara palabra “Independencia”
que se repetfa soto-voce entre algunos de sus amigos asistfa
muy orondo a escuchar de qué se trataba cuando al intentar
de penetrar en la misteriosa casa del aquelarre politico, su
color se torné en albo pues en vez de abrirle el cofrade le
recibieron con un disparo de viejo mosquetén los del Santo
Oficio que informados de la conjura corrieron prestos a de-
tener a los pretensos insurrectos intelectuales.
Oreja. mocha, ojo sin luz, piel azabache, corazén de oro,
intetigencia y sonrisa a flor, José sigue su vida entre la fabrica
de flores, las cajas de tejamanit y los golpes bajos del virreina-
toa su pobre humanidad,
A més golpes, mas ingenio; a més insultos, mas aguzamien-
to de las entendederas.
José se inicia en el verso, en ta sdtira, en la salida ingeniosa.
En sus épocas de ocaso frecuentes como las calamida-
des— José. se encomienda a su Dios. Dios que mangja con
mucha inteligencia y religiosidad; Dios que le dé de comer 0
‘que le deja en ayuno. Su Dios, Birjan, al través del juego facil
de la baraja le provee para mal vivir poco comer y mucho
pero,mucho qué pensar.
Baraja, flores y tejamaniles es el trigngulo de su vida que a
veces se convierte en cuadritos que le encarcelan como las
ideas més inméviles de la época de ese su siglo
to
27oF
Y ahi va José, nuestro Negrito Poeta, arrancado de las
paginas amarillentas de viejos libros que siguen griténdonos la
historia de su vida, vida de ingenios bien pergefiados y mal
comprendidos.
Su mercancfa, el ingenio; el escenario, !a sociedad diecio- .
chesca, nada ajena al arte de los amores, las maromas de la
politica y los ojos de lujuria sutilmente escondidos en frases y
actitudes sugestivas.
‘Asf como la ocasién hace al ladrén, el hambre hizo al
poeta motivo de nuestras cuitas y cuidados.
— Va un peso a que no fe encuentras consonante a “nai-
pe”, Je dijeron en una reunién de afectos al mundo del juego.
Nuestro negro acepté la apuesta, y con la sonrisa a flor de
labio respondié presto:
Un portugués enojado
‘aun gato le dijo: iZaipe!
la consonante es el naipe,
‘gané, sefior licenciado.
Cuentan que alguien le pidié un consonante de Cristébal,
lo que le hizo exclamar usando el nombre del solicitante:
Un don Francisco Sandoval
{Sandoval quise decir)
me ha acabado de pedir
consonante de Cristébal.
A José le daban siempre un “pie” diffcil para construir sus
ingeniosas improvisaciones. En cierta ocasién le dispararon el
siguiente “pie”:
“Dos caballos que corriendo”’.
29|
Respuesta del Negrito Poeta:
En un pesebre amarrados
paja y cebada comiendo
estaran mas descansados
dos caballos que corriendo
Dicen que un dia al pasar por una pulquerfa —pasaba y
entraba seguido—, se encontré un bachiller un tanto beodo y
tambaleante que le tendfa, para que gustara, un jarro de rico
pulque exclamando: “ iDémine memento mei! ””. José aceptd
gustoso la invitaci6n al mismo tiempo que le decfa sin tardan-
ma:
Démine memento mei
digo cuando estoy bebiendo
a mis tripas encomiendo
este licor de maguey.
Otra ocasién se encontraba reunido con sus amigos cuando
llegé a incorporarse al grupo Ricardo Acosta. Al verlo, el
negro exclam6:
Muy buen viento ha trafdo Acosta
a. aumentar este corrillo,
beberemos a su costa
a costa de su bolsillo.
El estar solo siempre y sin afecto. aparente, algtin alma le
recomendé que tomara estado y contrajera nupcias; el contes-
t
Casate y tendras mujer
siricaa quien contemplar,
si bonita a quien celar,
si fea a quien aborrecer.
Y para reiterar su dicho sefialé:
Los enemigos del mundo
que el hombre suele tener
son, en la verdad me fundo,
suegra, cufiado y mujer.
31Los frailes lo trafan de encargo, pues sabfan de sobra sus
ingenios, A ver Negrito, le decian: “Dios en la punta de un
cuerno”, Si la respuesta no era correcta, con seguridad el
Santo Oficio le darfa su generosa racién de palos por sospe-
choso de herejia,
Pero él contest6:
Con su saber sin segundo
y su poder sempiterno,
bien pudo formar el mundo
Dios en la punta de un cuerno.
El préspero comerciante Don Melquiades Macorra, Ruiz,
Velasco y Fernandez, ZGiiga, del Bosque y Davila, lo lleva
una vez a su casa, gran mansién cercana al templo de la
Santisima, all le dijo que le obsequiar‘a lo que quisiera siem-
pre que lo planteara en verso. El Negrito se fué derecho al
comedor y al instante dijo:
A Moisés permiti6 Dios
que consagrara en las aras,
yo, con permiso de vos,
me tomo estas dos cucharas.
Una capital como la nuestra no estaba exenta de algunas
damiselas dedicadas a la més vieja de las actividades. Asi, iba
pregonando sus flores una vez, cuando se cruz6 con una de la
vida airada, la que se burlé de él exclamando: “Adios, negrito
de tafetén, taralan, tan, tan, taraldn, tan, tan,”. José di6 al
instante la respuesta vitridlica:
Cuando nuestro padre Adan
se comié la primera fruta,
ya te tenfan por p...
y moza del capitin
Taralan, tan tan,
taralén, tan tan.Hab(a virreyes preocupados por hacer mejoras a la metré-
i. Uno de ellos, el virrey Marquina terminé e inauguré las
obras de introduccién de agua potable a la ciudad a través del
acueducto de Chapultepec, con remate en la fuente del Santo
del Agua, pero como segtin cuentan el preciado liquide no
lleg6 de inmediato, nuestro negrito compuso una cuarteta
que le valié varios meses en galeras:
Para gusto y mayor gloria
construyé el virrey Marquina
una pila en que se orina
y aquf se acabé la historia.
Una vez, escuchd a una madre que regafiaba a su hijo di-
cigndole: “EI que no Ilora no mama”. Un amigo que lo acom-
pafiaba le ofreci6 un peso si utilizaba esta frase como pie, que
el Negrito arreglé as/:
Et que no llora no mama
Y no me vale por eso,
sin embargo, cayé un peso
quien da fruta, es buena rama,
En el grupo de amigos que frecuentaba, llegS un dia un
sujeto chocante y farolén cuyas necias palabras hicieron ex-
clamar al Negrito:
El que nacié para burro
‘no es otra cosa por cierto;
yo, dormido mas discurro
que vos estando despierto.
En esos momento torné la cabeza para escuchar que al-
guien decfa: “De médico, poeta y loco. . .” que él completd
asl:
iAcaba el verso animal!
df para que sea cabi
itodos tenemos un poco!
Po
35+ «ye dormido més discurro que wos estando despierto. .
37En otra ocasién, al inquirfrsele sobre su procedencia, afir-
ind, con orgullo:
‘Aunque soy de raza conga
yo no he nacido africano,
soy de nacién mexicano
y parido en Almolonga.
La Nueva Espafia estaba sujeta a todo tipo de presiones en
fa época colonial; hirviendo por fuera y por dentro la inmensa
olla parecfa estallar por momentos.
La represién nose hacia esperar, buscando victimas pro-
piciatorias entre los miles que aspiraban a una vida mds libre
en lo personal e independiente en lo politico.
José, nuestro. negrito, no era ajeno a esos deseos libertarios
por lo que, de manera constante se le persegufa por sus sabios
dichos empapados de genuino espfritu mexicanista.
Alguien recién llegado a México se tropezé con él y excla-
mé:
“ {Diablos, es un negro! ” y él le contesté:
No tengo la culpa yo
tuna mano oculta y sabia
esta pie! negra me did
cual si naciera en Arabia.
Alguien que por ahf se encontraba, le reconocié saludéndo-
lo festivamente: "TG eres el Negrito Poeta”. El correspondié
al saludo asf:
Soy negro y soy poeta,
y pertenezco a mi tiempo
Ser negro no es culpa mia,
a todos doy alegria
y con eso me reintegro.
OSLa misma persona le dijo: “ZNo has hecho algo para ali-
viarte de ese ojo? ”. El Negrito contest6: “Hace dias, cuando
estaba orando en la iglesia, entré el virrey conde de Mocte-
zuma y Tula, que también es tuerto, por lo que recé fervoro-
so:
Sefiora Santa Lucia
por tu sin igual clemencia,
dame un ojo, santa mia,
y otro para su Excelencia.
“ZY se hizo el milagro? ”. “Ya ves —respondié José, el
virrey y yo seguimos tan tuertos como que de palo es la
imagen de la sania”.
Tercié, incorporéndose al fugaz grupo un robusto cura
quien pregunté al Negrito: “tY ti, de que vives? ”. Este
respondié:
Reverendo padre nuestro,
x siempre versificando
iamente buscando
2 cotidiano pan nuestro.
EI mismo robusto fraile se aprest6 a embromarlo, lanzin-
dole: “El Sacramento no es nada”. El Negrito contestd:
Si la hostia en el relicario
no estuviese consagrada,
digo, sin ser temerario:
el sacramento no es nada.
Pero el sacerdote, con ganas de ver a José tras de las rejas,
de inquisitorial prisién, insistié con la siguiente frase:
“Santo Domingo es un perro”.
En esa opinién no hay yerro
habla usté desengafiado,
pues lo que tiene a su lado
Santo Domingo, es un perro.—iVaya con el negro picaro que no cae. A ver —dijo el
fraile—, ponle pie a esto: “Renegar de Dios es bueno” — y
José contesté:
Azotes, mordaza y freno
tiene nuestra santa fe,
para quien dijera que
renegar de Dios es bueno.
Alguien més, que observaba cerca la escena le pregunté al
LA qué te dedicas
Hago flores y las corto
de fos jardines de Apolo,
las que no deshoja Eolo
y respeta el tiempo absorto.
~Y de polftica— el interlocutor sabfa a quien le pregunta-
ba—, “que puedes decir, Negrito? ”.
Estamos los mexicanos
en bienes sin participio
todo es para los hispanos
asi es que en México estamos
sicut erat in principio.
Pero nosotros— insistié taimado el sujeto de marras, de-
bemos hacer algo por mejorar la situacién. —El Negrito vid a
todos lados antes de afirmar:
Triste América, hasta cuando
se acabaré tu desvelo. . .
Tus hijos midiendo el suelo
y los ajenos mamando.
Cierta vez cuentan que en la antesala del virrey un ampuloso
petulante y pedante leguleyo quiso poner en ridfculo al Ne-
grito Poeta pidiéndole un consonante de “pdjaro”. El Negri
to, con rapidez, respondié:
43-- -Hago flores y las corto de los jardines de Apolo. . .
45-
_———
2Un consonante de pijaro?
iCuinto me das si lo doy?
Aunque de eso, cierto estoy
no hay otro que acaba en pajaro.
El virrey escuchaba los versos de Juan de Mena, poeta de la
Corte, cuando interrumpié la locucién para interrogar al Ne-
grito.
—Dame— dijole el virrey — un buen consonante de “‘por-
qué”.
Pido a Vuesencia me ahorque
colgandome de esa almena,
siempre que Don Juan de Mena
le dé consonante a “porque”.
Alquien le pregunté sobre sus amores:
A propésito, Negrito? tpuedes decirme algo sobre esa tal
Clara que te atribuyen?
Presto respondis el moreno:
Si alguno me preguntara
con voz clara “ide quién soy?”
le responder fa desde hoy:
“Que mi afecto lo declara”.
Entré una vez el Negrito Poeta en una botica donde estaba
el boticario hablando con un fraile acerca de los cabellos v al
tiempo que el Negro lleg6, decfa: “Los cabellos penden de..."
El cura, que conocia al poeta, tratando de excitar su vena
y habilidad le Negrito, tienes un peso como troves esto
que acaba de decir el sefior, a saber: Los cabellos,periden
de”, El Negrito, con su acostumbrada prontitud, dij
——______, —__—__]Ya ese peso lo gané
i saber no se esconde.
‘Quitese usted, no sea que
tuna viga caiga y donde
“Los cabellos penden dé”.
Cercana ya la hora de entregar cuentas al Creador, aunque
no es momento de broma, para el Negrito Poeta lo fué, pues
manifesté al religioso agustino que lo auxiliaba a pasar a me-
jor vida:
Yo ya soy cadaver yerto
y la muerte viene al trote,
yo soy tu caballo muerto
y td eres mi zopilote.
Con el pie: “Es falso que existe Dios”, contest:
iBlasfemia horrible y atroz!
miente el que asf ha discurrido
para los que no han nacido
“es falso que existe Dios”.
Un eclesidstico que tenfa fama de buen poeta en aquel
contradictorio siglo, usaba un término favorito: “‘perlas”,
Geerta vez, se topé con José y, usando de su expresién predi-
lecta, le dijo, con el fin de medir los tamafios de su ingenio, ef
siguiente pie, que diestramente fué contestado con la diffcil
facilidad y maestria de nuestro Negrito Poeta.
El pie, dice:
Eclesidstico: Diceme que vertis perlas.
Negro: Si, padre més son de cobre
y como las vierte un pobre
no hay quien se incline a
cogerlas
José Vasconcelos —el Negrito Poeta— irrumpe en el mundo
complejo y maravilloso de la improvisacién.Es definitivamente el ambiente el que nos d4 —muy pr
palmente— la posibilidad de desarrollar nuestras facultades 0
bien eliminarlas. El caso del Negrito Poeta resulta claro, aun-
que sea paraddlico.
Imaginemos por un momento lo que hubiera pasado si el
negrito poeta no hubiera nacido entre nosostros, sino en su
Africa salvaje y desangrante. Podria habersele desarrollado
en el medio aquél su privilegiado sentido del humor? éexiste
el humor africano? . No lo sé.
En caso de contestar afirmativamente, quiz serfa un hu-
mor diffcilmente comprensible para nosotros, quiz serfa un
padéjico humor negro.
Pese a la distancia Africa y América en la época, como
hoy, ambos mundos tenfan similitud en algunos de sus pro-
blemas; sin embargo fué el fértil abono de la tierra mexicana,
donde José pudo cultivar las flores de su ingenio,
Si hiciésemos una radiografva del humor mexicano nos en-
contrarfamos que su capa de “humus” es quiz de las mas
profundas.
Convulsionado, azotado, engariado, ilusionado y mil veces
herido, nuestro pueblo ha esgrimido la més terrible de las
armas para dar salida a su angustia ancestral. El humor del
mexicano, sin paralelo quizds con otros de otras latitudes,
reviste profundidad, sabiduria e inteligencia.
Tras de la aparente frase superficial, se encuentran muchos
siglos de penuria como contexto inconmovible.
La magia de la Conquista, el fenémeno de su mestizaje,
produjeron en todas las épocas personajes como: el Negrito
Poeta que rebasaban el anonimato —siendo casi anénimos—
para encabezar la protesta en el siglo en turno.
José nunca hubiera podido subsistir, como lo hizo sino es
gracias a dos factores: su chispa cohetera en noche del quince
de septiembre y un mar de turbios revoltijos de gentes y
sucesos de su tiempo.
51Siglo XVIII, Nueva Espafia. Tierra de fé y esperanza; tierra
de desventurados con t/tulos nobiliarios hundidos con las na-
ves mismas de su imaginacién,
Piadasos en busqueda de ¢ielos y leyendas para los pobres,
ycon dificil entrada para ellos mismos.
Soldadesca vida de poder, lujuria y ascensos infinitos que
llegaban con su érden de traslado al sur o regreso de hijo
prédigo a la llorada Espafia, al salir y antes de llegar de nueva
cuenta.
Columnas de africanos cambiando de geograf'a, sin hacerlo
nunca de esperanza.
Gobernantes viajeros hijos de la intriga de Allende los
mares y nietos de alguien cerca del que manda y paga.
Pueblo sufrido, aderezado con mil sangres, agitado y servi-
do para la defensa de lo indefendible,
José, Negrito, poeta, hombre; José Vasconcelos, hijo de
negros, ya mexicano por los cuatro costados, trascendi6 a si
mismo. Su ojo sin luz nunca disminuyé la:que irradiaba su
inteligencia. Su palabra facil le escogié un sitio entre los nues-
tros.
‘Su memoria no la perpetiia una estatua en’el Paseo de la
Reforma, ni aparece nunca en fos discursos patrios.
José vive atin; vive en el ingenio de nuestro pueblo; sigue
en nuestra gente pobre quizd heredera de algiin tinte de é1
mismo, diluido por el paso del tiempo y el olvido, tan de la
mano,
Vive en los ojos del bolero, del pelado, ilumina al mecénico
de la barriada, anida en los viejos mercados, se ubica en los
uertos con olor a sal, sexo y pescado.
Recorre piqueras clandestinas y se ‘cuela en-borrachines de
cantina que al beber Iloran su suerte.-
fy
Su trono es de cajitas de tejamanil; su corona es de flores,
las de su ingenio, que, por popular, profundo.
Su nombre, entretejido en la historia de nuestras letras no
es de oro; ni le hubiera gustado que asf fuera.
Quizd en algtin lugar lejano, alto, se encuentre nuestro ne-
grito, viéndonos a todos nosotros, sonriendo para sus aden-
tros; esperando, temeroso que algtin dia se nos acabe el inge-
0.»LAS PAGINAS QUE SIGUEN CONTIENEN UNA BRE-
VE HISTORIA DE LA CEREMONIA DE INGRESO DEL
LIC. EDUARDO LUIS FEHER AL COLEGIO DE LITE-
RATURA DEL INSTITUTO MEXICANO DE CULTURA,
COMO MIEMBRO DE NUMERO. EL TRABAJO PRESEN-
TADO PARA SU INGRESO ES, PRECISAMENTE EL
TRANSCRITO ANTERIORMENTE.
57El Lic, Feher inici6 con las siguientes palabras:
Antes de proceder ala lectura de mi trabajo recepcional, deseo
dejar constancia de mi mas profundo agradecimiento al Su-
premo Consejo del Instituto Mexicano de Cultura por la enor-
me distincién y estimulo de que soy objeto esta noche al
aceptarme como Miembro de Nimero de su prestigioso Cole-
gio de Literatura.
El Instituto Mexicano de Cultura, encabezado por los sefio-
res Dres. Miguel Aleman, Ex-Presidente de la Repubblica y
Juan Gonzdlez A. Alpuche y gracias a ellos, ha adquirido en
{os dltimos tiempos uno de los primeros lugares en la creacién
y difusion de la cultura del pats, asf como enorme proyeccién
y respeto en elambito internacional.
El Colegio de Literatura, presidido por el notable escritor
Salvador Ponce de Leén y enriquecido en su seno por valores
de la talla del Lic. Agustin Yaiiez, Griselda Alvarez, Angeles
Mendieta de Alatorre, Maruxa Vilalta de Yafez, Margarita
Paz Paredes, Magdalena Mondragén y Raul Cordero Amador,
asf como otros distinguidos literatos y poetas representa en la
actualidad una sélida, seria y activa instituci6n, acorde con la
dindmica de nuestro tiempo.
Nuevamente, mil gracias.
59EL LIC. SALVADOR PONCE DE LEON, PRESIDENTE
DEL COLEGIO DE LITERATURA HIZO EL SIGUIENTE
COMENTARIO AL TRABAJO DEL LIC. FEHER.
61——.-7>7>7S
CONSIDERACIONES ACERCA DEL TRABAJO QUE PRE-
SENTA EL LIC. EDUARDO LUIS FEHER, EN SU INGRE-
SO AL COLEGIO DE LITERATURA.
Por: Salvador Ponce de Labn
de Literatura registra desde su fundacién en
1962 a la fecha, muchos y valiosos trabajos de las diversas,
corrientes literarias, tomando en cuenta las cultas y eruditas,
hasta las populares, siguiendo la ruta tradicional de esta disi
plina que recoge hasta los romances viejos 0 populares del
Siglo XV, que a su vez se desprenden de los Cantares de Gesta
a través de los juglares de vena poética espontanea, que canta-
ban hechos antiguos, herdicos, amorosos, unas veces felices y
otros desgraciados, que més tarde se transformaron en el ro-
mance.
Estos personajes, los juglares, no estaban versados en las
letras, repet(an frecuentemente composiciones de los trova~
dores, 0 bien, improvisaban a modo de un manantial que
brota ajeno a la voluntad del viajero que accidentalmente
pasa por ef lugar. Su sensibilidad art(stica captaba la voz del
pueblo y la hacfa volar, sin cuidarse de reglas, ni de medidas,
ni de rimas. Empero, la fuerza de su inspiracién era tal, que
sus composiciones llegaron a cuajar en antologfas lamadas
Cancioneros, como el “Romancero General”, “Romances vie~
jos”, etc. Romances que a través del tiempo fucron cl antecc-
dente en la Nueva Espafia, en la Independencia y posterior-
mente en la Revolucién Mexicana, de nuestros t{picos cor
dos, tan ingeniosos, tan sutiles, tan saturados del espiritu del
pueblo. Es decir, aparecié un nuevo género literario dentro
del Ambito sociolégico denominado folklore. Vocablo moder-
no introducido por primera vez por W. |. Thomas en el aio
de 1846, y admitido por los hombres més preclaros de las
letras en esa época, como lo fue don Marcelino Menéndez y
Pelayo.
Pe
63£Y qué comprende el folklore? Es muy amplia su acep-
cién y numerosas las definiciones, pero que concuerdan en lo
medular, ya que encierra cantos, tradiciones, refranes, prover-
bios, adivinanzas, tonadas, jarabes, juegos infantiles, danzas,
anécdotas y hasta chascarrillos. El doctor Ramos Espinosa
dice acertadamente: “El folklore es un acervo cultural que en
forma esponténea, intuitiva y directa realiza un pueblo en
virtud de su criterio natural, en ef seno del hogar y de la
convivencia social, en que se observa el rechazo a la cultura
académica”. En efecto, su caudal art/stico, esponténeo, se
manifiesta en muy diversas formas, de acuerdo con el ambien-
te-social que se incorpora al valer innato de los individuos que
sobresalen por lo radiante de su ingenio, por su talento, por
su sensibilidad art(stica, por la reciedumbre de su cardcter.
Esto es, en este fendmeno sociolégico aparecen conjugadas
intimamente las dos teorfas tradicionales, la de Carlyle y la
de Hipdlito Taine, conciliadas por Wunt y Gabriel Tarde. El
hombre extraordinario influyendo en el medio social y el
medio social influyendo en ef hombre.
Ciertamente, confirmando estas dos teorfas, algiin pensa-
dor afirma que el hombre es él y las circunstancias. Es decir,
lo que trae consigo desde que nace y los factores externos
‘que van moldeando también su personalidad. En el caso del
“Negrito poeta”, estan patentes, incorporadas una a la otra,
las dos teorias se funden, esto es, la variedad de los factores
que concurrieron en su existencia al imprimir en su personali-
dad lo indeleble, en su agudo ingenio innato, que no obstante
manifestarse oralmente, guarda con celo la historia y no lo
desprecia el folklore, lo lleva en su seno y lo daa conocer a la
posteridad. En efecto, el folklore recoge incluso los chascarri-
llos, como los de Ernesto Elorduy, Ignacio Ramfrez y Guiller-
mo Prieto. De éste, por ejemplo, dice cierta seforita que
solicité de él unos versos en su dlbum, y que el vate accedié a
escribirlos. Pocos dias después, otra joven le pidié lo mismo,
y el Romancero no tuvo ningin inconveniente en versificar
para ella. Sin embargo, a pocos dfas se presenté la primera,
consternada, y le aclaré al poeta: “Maestro, ha puesto usted
la misma dedicatoria a una amiga m/a”. Y él contesté en elEl folklore, no desprecia ni siquiera las frases dichas al
viento y que la admiracién de alguien las legé a las futuras
sgeneraciones, y como las frases sueltas recogié, igualmente,
los exabruptos, las ocurrencias y las anécdotas, a cendicién
de que vayan impregnadas de ingenio y talento. Es que nadie
puede negar la luz de las estrellas por lejanas que estén.
En el “‘Negrito Poeta”, el ambiente social de su época in-
fluy en su personalidad chispeante, en su “yo” y las circuns-
tancias, como dijo Ortega y Gasset. Su origen racial que lo
trajo a este mundo, la suma pobreza en que vivid, la politica
del momento, el medio religioso y 10s atisbos de libertad que
ya surgian por todo el Tesritorio de la Nueva Espafia, deter-
minaron en él, facetas luminosas. A este esp/ritu de libertad e
independencia, se refirié el Negrito Poeta en sus tercetos y
cuartetas, con singular ingenio, y que ustedes acaban de escu-
char y saborear de labios de! licenciado Eduardo Luis Feher,
en estilo flu(do y elegante.
En buena hora recibimos en el seno del Colegic a este
joven letrado, y esperamos de su pluma, que nos siga deleitan-
do con otros trabajos alusivos a los diferentes géneros que nos
oftece la Literatura, tanto nacional como internaciona .EL DR. JUAN GONZALEZ A. ALPUCHE, SECRETA-
RIO GENERAL DEL INSTITUTO MEXICANO DE CULTU-
RA, CON LA REPRESENTACION PERSONAL DEL DR.
MIGUEL ALEMAN VALDES, EX—PRESIDENTE DE LA
REPUBLICA Y PRESIDENTE DEL CITADO INSTITUTO,
DIO LECTURA AL ACUERDO QUE SE TRANSCRIBE.ACUERDO:
CONSIDERANDO:
1.— Que el licenciado Eduardo Luis Feher, originario de
Veracruz, realiz6 sus estudios correspondientes a la licencia-
tura ‘en Derecho en ia Facultad de Derecho de la Universidad
Nacional Auténoma de México durante los afios de 1959 a
1963 y presents su eximen recepcional el 12 de septiembre
de 1964,
712.— Que a partir del afio de 1969, realiz6 estudios docto-
rales en nuestra Facultad de Derecho y cursé, en la propia
institucién, materias de post-grado.
3.— Que, igualmente realiz6 en el extranjero cursos espe-
ciales en instituciones de ensefianza superior de Viena, Aus-
tria, Nueva York, Estados Unidos de Norteamérica y Tel
Aviy, Israel.
4.— Que el licenciado Eduardo Luis Feher es profesor titu-
lar de Historia del Pensamiento Econémico y de Problemas
Socioeconémicos de México, en la Facultad de Derecho de
nuestra maxima casa de estudios, desde el afio de 1966.
5. Que también ha profesado la cdtedra en la Univer
dad Iberoamericana y ha impartido e imparte conferencias y
cursillos sobre temas jur{dicos, sociolégicos, politicos y lite-
rarios, en diversos centros culturales de esta capital y de los
Estados.
6.— Que el sefior licenciado Eduardo Luis Feher es miem-
bro de ntimero de la Asociacién Nacional de Abogados, perte-
nece al Supremo Consejo de la Institucidn, ha dictado impor-
tantes conferenciasde cardcter jurfdico en la Sala de Actos de
Ja Asociacién y participado en coloquios y confrontaciones.
7.— Que el licenciado Feher es autor de diversos estudios
jurfdicos publicados por el Instituto de Investigaciones Socia-
les de la Universidad Nacional y por la Revista Mexicana de
Derecho Penal.
8.— Que el licenciado Feher es igualmente un ameritado
escritor en las ramas de la novela, el cuento y la poesfa. Ha
ganado, por cuentos publicados, concursos nacionales
con el primer lugar y ha publicado poesias de fina calidad y
original expresi6n.
7Bey
Por todo lo anterior, el H. Supremo Consejo del Instituto
Mexicano de Cultura, resuelve:
Primero: Se recibe con beneplacito al sefior licenciado
Eduardo Luis Feher, como Miembro de Ntimero del Colegio
de Literatura del Instituto Mexicano de Cultura.
Segundo: Expfdasele el Diploma respectivo y, en acto so-
lemne impéngansele las insignias que por su calidad le corres-
ponden.
México, D. F., a 11 de noviembre de 1975.
DR. MIGUEL ALEMAN
Presidente
LIC. GONZALEZ A. ALPUCHE
Secretario General
LIC. SALVADOR PONCE DE LEON
Presidente del Colegio de LiteraturaResena
GrdjicaEn la gréfica,el Lic, Eduardo Luis Feher dando lectura a su trabajo "Un
poeta popular mexicano del siglo XVIII con el que fue recibido como
Miembro de la Namero del Colegio de Literatura del Instituto Mexicano de
Cultura,en solemne ceremonia llevada al cabo en la Sala Manuel M. Ponce
del Palacio de las Bellas Artes.
79En {a foto, el Dr, Juan Gonzélez A. Alpuche, Secretario General del Insti
futo Mexicano de Cultura, con la representacién personal del Dr. Miguel
Alemdn, ex-Presidente de la Reptiblica y Presidente del propio Instituto,
‘da lectura al acuerdo por virtud del cual se nombra al Lic. Ecuardo Luis
Feher como Miembro de Nimero del Colegio de Literatura. En la mesa de
honor de la Ceremonia Hlevada al cabo en el Palacio de las Bellas Artes
estuvieron presenten el Dr. RaGl Cordero Amador, Conselero de la Acade-
mia, el Lic. Salvador Ronce de Leén Presidente del Colegio de Literatura,
al Dr. Julio César Méndez Montenegro, ex-Presidente de la Repdblica de
Guatemala y miembro del Instituto, el Lic. Eduardo Luis Feter, el citado
Dr. Gonzalez A. Alpuche, el Arg. Luis Ortiz Macedo ex-Subsecretario de
Educacién Pablica y ex-Director de Bellas Artes, miembro del Instituto, el
Profr. Tuvie Maizel miembro del Instituto y el Dr. Rafael Gonzdlez A.
Alpuche, Presidente de la Academia de Derecho Turistico y miembro tam-
bién de! Instituto.
3El Lic. Rafael Garc/a Garza, de la Presidencia de la RepGblica y Presidente
de la Academia de Derecho del Deporte felicita al Lic. Feher. Observan la
escena el Lic. Alonso Sordo Noriega, Presidente del Instituto Mexicano de
la Comunicacién Masiva, el Arq. Luis Ortiz Macedo, miembro del Instituto
y el Dr. Juan Gonzalez A. Alpuche, Stio. General del Instituto Mexicano
de Cultura y representante personal del Dr. Miguel Alemén, ex-Presidente
de la Repablica y Presidente del IMC.
83icla a la ceremonia,Bibliografi
Iauriee eure Hstorla Genes! 2 ls cvtzatons-
sia Sindnet Rast Fors Sela tuts hanes
(ei vivant)
Magdalena Mondrayén.— México pelado pero sabroso.
Teodoro Torres El humerismo a sstira en México,
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