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Palabras claves:
Predicación, Sermón, Bosquejo, Homilética, Historia,
Objetivos:
Que el estudiante por medio de la lectura del módulo reconozca y entienda, de qué manera la
Biblia y la tradición cristiana nos dan bases sólidas para aceptar a la predicación y su historia
como un ministerio importante dentro de la iglesia.
Resumen:
A manera de resumen se pueden decir dos cosas: en primer lugar, se demuestra cuán
amplia y antigua es la tradición cristiana, la cual de gran importancia a la predicación.
Cubre un lapso de casi veinte siglos; comienza con Jesús y sus apóstoles, continúa con
los primeros padres y los grandes predicadores-teólogos después del concilio de Nicea,
como Crisóstomo en Oriente y Agustín en Occidente, pasa por los frailes y predicadores
medievales, Francisco y Domingo, los reformadores y puritanos, Wesley y Whitefield, y
culmina con los pastores modernos de los siglos XIX y XX. En segundo lugar, esta
tradición amplia y duradera es consecuente. Sin duda han existido excepciones que han
descuidado e incluso denigrado la predicación, pero han sido excepciones, desviaciones
deplorables fuera de la norma. El consenso cristiano a lo largo de los siglos ha sido
magnificar la importancia de la predicación, y recurrir a los mismos argumentos y
vocabulario con el fin de hacerlo. Es casi imposible no verse inspirado por este testimonio
común.
Esta es, entonces, una tradición que no puede ser dejada de lado livianamente. Sin duda
puede ser escriturada y evaluada. Sin duda, hoy está bajo el desafío de la revolución
social de nuestra era. Ciertamente, los desafíos deben ser encarados con apertura e
integridad.
1
Desarrollo temático:
1. HISTORIA DE LA PREDICACIÓN
E.C. Dargan
Según John Piper, la predicación se define como exultación, que significa pregonar; es
decir, que no es una mera explicación, fría o neutral. Es manifiesta y contagiosamente
apasionada acerca de lo que dice. Sin embargo, ese pregonar contiene enseñanza, pero
no es una mera opinión de un hombre. Es la fiel exposición de la Palabra de Dios. ―La
2
predicación es exultación expositiva‖ (Piper, 2010, p. 17).
3
homilética, en la predicación hebrea y en la retórica antigua. De manera que la
predicación, tal como la conocemos hoy, bebió inicialmente de dos fuentes. En la primera
fuente, los profetas juntamente con los escribas, deben de ser considerados como los
exponentes más elevados de la predicación hebrea. El legado de ambos es innegable.
Por su lado, la retórica antigua empezó a gestarse en Sicilia alrededor del año 465 a.C.
con Corax y Tisias, su discípulo. La retórica griega también tiene mucho que ver en la
formación de la homilética. En este punto, Aristóteles (384-322 a.C.) y su Retórica, tienen
una gran cuota de aportación. La obra del filósofo griego fue una de las más grandes en
el mundo antiguo. También debe de resaltarse la contribución de los retóricos latinos.
Entre ellos encontramos a Cicerón (106-43 a.C.) y su obra De Oratore y Quintiliano (35-95
d.C.) con Instituciones Sobre Oratoria. De la simbiosis de ambas fuentes del ‗arte de
hablar‘, en un proceso que duró algunos siglos, emergió la Homilética cristiana, llegando
a convertirse en el arte de la predicación bíblica y cristiana (Turnbull, 1968, p.50).
Primero, Dios habló por los profetas, interpretando para ellos el significado de sus obras
en la historia de Israel, e instruyéndolos al mismo tiempo para transmitir este mensaje a
su pueblo, fuera por medio del habla, la escritura o ambas. Luego, y en forma suprema,
habló en su Hijo, el ―Verbo se hizo hombre‖, y en las palabras del Verbo, fuera en forma
directa o por medio de sus apóstoles. En tercer lugar, habla mediante su Espíritu, quien
por sí mismo da testimonio de Cristo y las escrituras y hace que ambos estén vivos para
el actual pueblo de Dios. Esta afirmación trinitaria de un Padre, Hijo y Espíritu Santo que
habla, y por ende, la afirmación de una Palabra de Dios bíblica. Encarnada y
4
contemporánea es fundamental en la religión cristiana. Lo que Dios hablas es lo que
hace necesarias nuestras palabras. Debemos hablar lo que él ha hablado. De aquí radica
la obligación monumental de predicar.
Ciertamente cada religión tiene sus maestros acreditados, sean gurúes hindúes, rabinos
judíos o bien los intérpretes musulmanes de la ley. No obstante, estos instructores de la
religión y la ética, aun cuando están dotados de autoridad oficial y carisma personal, son
esencialmente los expositores de una tradición ancestral. Sólo los predicadores cristianos
afirman ser heraldos de las buenas nuevas de Dios y osan pensar de sí mismos como
embajadores o representantes suyos que pronuncian ―palabras de Dios‖ (1 P. 4:11).
El único punto de comienzo es Jesús mismo. ―El mismo fundador del cristianismo fue
también el primero de sus predicadores, pero fue precedido por San Juan Bautista y
seguido de los apóstoles; en la predicación de los apóstoles, la proclamación y
enseñanza de la Palabra de Dios mediante una alocución pública se hizo una
característica esencial y permanente de la religión cristiana‖. Sin duda los evangelistas
presentan a Jesús, ante todo, como un predicados itinerante. Jesús se fue… a
anunciar…‖, escribe Marcos al introducir el ministerio público de Jesús (Mr.1:14; véase
Mr. 4:17).
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del Señor lo había ungido para predicar su mensaje liberador. Consecuentemente, era
―preciso que anuncie‖ su mensaje liberador. Consecuentemente, era ―preciso que
anuncie‖ su mensaje, ―porque para esto fui enviado‖. Explicó (Lc. 4:18, 43, véase Mr.
1:38: ―para esto he venido.‖). el testimonio de Jesús que entrega Juan sobre su misión
consciente de predicador y maestro es similar. Aceptó el título de ―Maestro‖, afirmó haber
hablado ―abiertamente al mundo‖ y que ―en secreto no he dicho nada‖; dijo a Pilato que
había venido al mundo ―para dar testimonio de la verdad‖ (Jn.13:13; 18:20).
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en hacerlo, sea o no oportuno; que corrigiera, reprendiera y animara con mucha
paciencia, y que no dejara de enseñar. (2 Tim.4:1-2).
La Didajé, o ―Doctrina del Señor a las naciones por medio de los doce apóstoles‖, data
probablemente de comienzos del siglo II y es un manual de la iglesia sobre ética, los
sacramentos, el ministerio y la segunda venida de Jesús. Hace mención a una variedad
de ministerios de enseñanza: a los ―obispos y diáconos‖ por un lado, y a los ―maestro,
apóstoles y profetas‖ itinerantes por otro. Lo maestros viajeros deben ser bienvenidos,
pero se entregan pruebas prácticas por las cuales determinar su autenticidad. Si un
maestro contradice la fe apostólica, si se queda más de dos días, solicita dinero o ambas
cosas, y si no practica lo que predica se trata de un falso profeta. Si es auténtico, se le
debe escuchar con humildad. ―Sé paciente y compasivo y sincero y tranquilo y bueno y
temeroso en todo tiempo de las palabras que oíste.‖ Nuevamente, Hijo mío, te acordarás
noche y día del que te habla la palabra de Dios y le honrarás como Señor‖.
7
de Alejandría [160-220 d.C.] quien era un muy buen conocedor de la retórica griega.
Tertuliano [150-220 d.C.], al igual que el anterior, estaba bien entrenado en el arte de la
retórica. Sus obras revelan su amplio conocimiento del mismo. Orígenes [185-254 d.C.].
Fue el verdadero innovador de la predicación de su tiempo. Antes de él, ‗la homilía había
sido un comentario informal de las escrituras‘ (ibíd.).
Basilio [330-379 d.C.]. A pesar de no haber escrito un tratado sobre la predicación, hizo
frecuentes referencias a los principios de la homilética que muestra un conocimiento e
interés en ellos‘ (ibíd.).
Juan Crisóstomo o de Antioquía [347-407 d.C.] quien ‗…había sido instruido por Libanius,
el maestro más famoso de retórica de ese tiempo‘ (ibíd.), llegando a predicar doce años
en la catedral de Antioquía antes de ser Obispo de Constantinopla en el 398 d.C.‘ (Stott,
2006, p.18) Su obra Sobre el Sacerdocio, muestra secciones importantes acerca de la
vida del predicador y su mensaje. Debido a sus dotes como predicador recibió el
apelativo de ‗Crisóstomo‘ que significa ‗boca de oro ‘. Según John Stott (2006, p.19), su
predicación mostró cuatro características muy especiales: (1) era bíblica (2) su
interpretación era simple y directa‘ (3) poseía aplicaciones morales que se trasladaban al
plano práctico, y (4) poseía una marcada denuncia profética, eso le costo el exilio.
Ambrosio [340-397 d.C.], de quien se dice que Agustín quedó muy impresionado con su
habilidad oratoria, pero mucho más con su mensaje espiritual.
Agustín [354-430 d.C.]. Él fue profesor de retórica antes de su conversión. Como era de
esperarse, Agustín incorporó y aplicó sus conocimientos a su predicación, llegando a
escribir el primer mayor trabajo acerca del arte de la predicación. Su obra Sobre la
Enseñanza Cristiana contiene cuatro volúmenes, el cuarto tiene que ver exclusivamente
con la homilética. Uno de los aportes de Agustín es que él llegó a relacionar ‗…los
principios de la teoría retórica con la tarea de la predicación‘ (Turnbull, 1968, p.52). La
influencia de su obra perduró hasta el Renacimiento, época en el cual se publicó el tercer
volumen de su obra ya mencionada, como El Arte de la Predicación. Hay una fuerte
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influencia de Cicerón y Aristóteles en su retórica. En su teoría y práctica de la predicación,
procuró un fuerte énfasis en tres elementos: claridad, fuerza y variedad.
El de Hipona comenta al respecto: «Los que hablan con elocuencia son oídos con gusto.
Los que sabiamente, con provecho». Mas como para hablar es preciso antes saber
escuchar, «pierde el tiempo predicando exteriormente la palabra de Dios quien no es
oyente de ella en su interior». Dicho de otro modo, la palabra de un predicador que no
entiende esta voz, resulta vana. Su afán de estudiar las divinas Escrituras y el carácter
eminentemente bíblico de su predicación, elemental al principio, claro es, y por eso
mismo necesitado de oportuno aprendizaje, pero incesante siempre y progresivo, ya que,
siendo maestro, se siente discípulo. Quiere alimentar a los otros de la misma mesa de la
que él se nutre. Porque, desde esta cátedra -puntualiza-, aunque seamos para vosotros
como maestros, en realidad somos con vosotros condiscípulos bajo aquel único Maestro.
Dispensar la Palabra de Dios, en fin, es como suministrar «un espejo en el que podemos
mirarnos todos», desentrañar el sentido de la palabra de Dios, «que penetra hasta el
fondo de nuestras almas y busca el quicio del corazón». La imagen de Juan reclinando su
cabeza en el pecho del Señor le da pie para definir más y mejor, si cabe, este sublime
oficio. El ministerio de la palabra tiene que ver con los íntimos secretos de Dios, en los
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que todo es penumbra que sólo la luz de la humildad ilumina, y con las disposiciones a
veces tan versátiles de los oyentes donde unos corazones acogen y otros rechazan, unos
se rinden y otros resisten, siendo la palabra, a fin de cuentas, la que ayuda a discernir,
porque «las palabras de nuestro Señor Jesucristo, máxime las que menciona el
evangelista Juan, que no sin razón reposaba sobre el pecho del Señor, sino para beber el
alto secreto de su sabiduría y verter luego en su Evangelio lo que su amante corazón
bebiera, son tan secretas y profundas a la inteligencia, que alborotan a los corazones
perversos y ejercitan, en cambio, los corazones rectos»
Rabanus Maurus (776-856) hizo una contribución muy importante al publicar su obra
titulada, Sobre la Institución del Clero. Allí se plasma sus enseñanzas acerca de la teoría
homilética, siguiendo el esquema de Agustín, del cual es muy dependiente.
Francisco de Asís (1182-1226) es bien conocido por ser un servidor, sin embargo, una
faceta que a menudo se ignora de él, es su celo por la predicación, insistió en que
―nuestros actos y enseñanzas debían ser coincidentes‖, si no es así ―no sirve ir a predicar
ninguna parte" estaba ―tan dedicado a la predicación como a la pobreza: Luego Domingo
(1170-1221) le dio un poco más de énfasis, que Francisco de Asís, a la predicación. Eso
le llevó a predicar por Italia, Francia y España. Llegó a organizar la Orden de los
Predicadores sobre la base de sus ‗monjes de negro‘. Además de ellos, también debemos
mencionar a Antonio de Padua, Berthold de Regensburgo y Buenaventura. Este último
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escribió El Arte de la Predicación, siguiendo el esquema de Agustín. Otro tratado escrito
en este periodo es, Sobre la Educación de los Predicadores, de Humberto de Romans. La
obra presta atención a algunos consejos para predicadores y la preparación pastoral para
deberes específicamente pastorales.
Santo Tomás de Aquino consideró que era necesario el estudio en las Órdenes dedicadas
a la predicación. Es más, defendió la superioridad de las Órdenes dedicadas a la
enseñanza y la predicación –o a ministerios parecidos-, sobre las que se dedican
simplemente a la contemplación, ―ya que es más perfecto iluminar que ver la luz
solamente, y comunicar a los demás lo que se ha contemplado, que contemplar sólo‖.
Alan de Lille (m. 1203) publicó su obra titulada Sumario del Arte de la Predicación. Allí él
le da mucho énfasis al lugar de las Escrituras e insiste en el hecho de que los
predicadores debieran tener un conocimiento especial, tanto del Nuevo, como del
Antiguo Testamento. También insistió en la colegialidad de los predicadores, ellos
deberían estar autorizados por la Iglesia para poder predicar.
Aun cuando parezca increíble, las órdenes monásticas también tuvieron un impacto muy
enorme en la predicación. Charles Smyth (citado por Stott, 2006, p.19) sostiene que: …La
historia del púlpito tal como la conocemos comienza con los frailes predicadores. Se
reunían y estimulaban una creciente demanda popular de los sermones. Ellos
revolucionaron la técnica. Ellos engrandecieron el oficio.
En general, durante la Edad Media se dio poco interés a las Escrituras como la base de la
predicación. El método escolástico reinó, vigoroso, sobre la predicación, de allí que el
análisis minucioso diera como resultado numerosas y tediosas divisiones y subdivisiones
dentro de la estructura del sermón. Todo esto devino en sermones fríos y sin vida.
También se debe de resaltar el digno trabajo de John Wycliffe (1329-1384), quien ‗era un
predicador bíblico y diligente, y [quien] a partir de las Escrituras atacó al papado, las
indulgencias, la transubstanciación y la opulencia de la Iglesia‘ (ibíd., p.20). Wycliffe
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(citado por Stott, pp.20-21) llegó a afirmar que: ―El servicio más elevado que los hombres
puedan alcanzar en la tierra es predicar la Palabra de Dios…‖ es por esta causa que
Jesucristo dejó otras labores y se ocupó principalmente en la predicación, y así lo hicieron
sus apóstoles, y por ello, Dios los amó… éste es el mejor servicio que los presbíteros
pueden prestar a Dios…
El despertar por el estudio del griego y el latín, trajo como consecuencia que el método
escolástico fuera evaluado y cuestionado. Uno de los eruditos de este periodo fue el gran
humanista Desiderio Erasmo de Rotterdam (1457-1536), quien publicó su obra El
Predicador del Evangelio, llegando a ser un importante aporte a la predicación de su
época. Junto a Erasmo debemos de mencionar a John Colet (1466-1519), un inglés que
estaba familiarizado con los estudios de Erasmo y otros humanistas. En su país ‗inició
una consecutiva exposición de las escrituras. [De esa manera] las escrituras de nuevo
llegaron a ser las bases para la predicación Cristiana‘ (ibíd.).
Por su lado, los reformadores procuraron recuperar, no sólo la predicación, sino que, por
encima de ello, la predicación bíblica. No obstante esto, ni Lutero, Zuinglio, Calvino, Knox
o Latimer, escribieron un tratado específico sobre la teoría de la predicación. Sin embargo
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se puede advertir, en sus obras, algunas instrucciones con relación a la predicación.
Calvino habla, Calvino escucha: las dos acciones son equivalentes en el caso de la
palabra de Dios. O lo que es lo mismo, la Palabra suscita inmediatamente el reparto: ―No
estoy aquí sólo por mi. Es cierto que debemos aprovechar todos juntos, pues cuando
subo al púlpito, no es para enseñar sólo a los demás. Yo no me sitúo aparte, pues debo
ser escolar, y la Palabra que sale de mis labios debe servirme tanto como a vosotros, o
caerá la desgracia sobre mi‖
Enseñar significa a su vez aprender. Pastores y fieles están a la escucha de un mensaje
que los supera. El predicador debe esfumarse literalmente detrás de la revelación que
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lleva: ―Si estoy aquí en el púlpito y pretendo que se me escuche en nombre de Dios y
acabo seduciendo al pueblo, es un orgullo que supera cualquier otro.‖
De esta actitud se derivan consecuencias esenciales sobre la manera de interpretar los
textos: ―Por mi parte, ciñéndome a la manera en que Dio se manifiesta aquí, me
esforzaré por seguir en definitiva el auténtico hilo del texto y, sin insistir en largas
exhortaciones, me preocuparé sólo en masticar, como se dice, las palabras de David para
que podamos digerirlas‖.
Calvino es muy consciente de su audiencia: ―Por tanto, cuando expongo las Sagradas
Escrituras, tengo que atenerme siempre a ellas, es decir, que los que me oyen reciban
beneficio de la doctrina que propongo, que hayan sido edificados hasta la salvación. Si no
tengo esa afección y no procuro la edificación de los que me oyen, soy un sacrílego
profanando la Palabra de Dios‖
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parte preparados y formados en los libros de éstos y en parte obligados por la vergüenza
y murmuración del pueblo a conformarse con el ejemplo de los arriba citados, aun no es
posible que sientan totalmente esta tontería y bobada. De suerte que si comparamos
nuestra forma de predicar con la suya-incluso con la que les es más querida- se sabrá
fácilmente que nos has hecho una gran afrenta‖
Por tanto, para Calvino la predicación no es un género literario entre otros: constituye la
esencia misma de la actividad reformadora. La primea cualidad de un predicador es la
humildad. No sólo debe evitar toda referencia demasiado personal, sino que también
debe ponerse al alcance de la humanidad común. A la exigencia ética se une la
preocupación evangélica:
―Yo que hablo ahora, no debo aportar nada mío y no debo tampoco elevarme por encima
de los demás. Pues en realidad no digo a toda la concurrencia que es necesario que esta
doctrina se dirija a mi en primer lugar y que domine por encima de todos sin excepción‖
Por ejemplo Lutero (1483-1546) en su obra Table Talk, presenta una sección titulada
‗Sobre los Predicadores y la Predicación‘. Allí Lutero declara que todo predicador debería
tener las siguientes virtudes: (1) enseñar sistemáticamente (2) tener discernimiento (3)
ser elocuente (4) buena voz (5) buena memoria (6) saber cuándo terminar (7) estar
seguro de su doctrina (8) aventurarse y comprometer cuerpo y sangre, salud y honor, en
la palabra, y (9) sufrir el hecho de ser objeto de burla y mofa de parte de todos (Ibíd.,
p.53).
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Calvino (1509-1564), por su lado, ‗utilizó la homilía como método y predicó a través de
varios libros de la Biblia‘ (ibíd.). Para Calvino, predicación e iglesia estaban muy
relacionados. Esa convicción lo llevó escribir que, ‗En todo lugar en que la Palabra de
Dios es predicada y escuchada de manera pura… allí existe, sin duda, una Iglesia de Dios‘
(citado por Stott, 2006, p.23). Puso mucho énfasis en la preparación del predicador, este
debería de ser un erudito, un estudiante de la Palabra de Dios. El aporte de Calvino
radicó en el lugar que le dio a la congregación.
Aun cuando estas obras no fueron innovadoras en sí mismo, puesto que siguieron los
principios de la retórica clásica con una aplicación a la predicación Cristiana, llegaron a
ser un aporte al cual se le debe prestar atención.
Andrew Hyperius (1511-1564) fue quien hizo una significativa contribución a la teoría de
la predicación con su obra Sobre la elaboración de Discursos Sagrados (contenido en dos
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volúmenes). Por su importancia ha sido catalogado como un ‗tratado científico sobre el
arte de la predicación‘ (ibíd.). Este autor aborda el tema de los sentimientos que podría
motivar el predicador. Deja bien en claro que, ‗el predicador no está para crear mera
emoción, más bien está para avivar la vida espiritual y producir frutos espirituales‘
(Turnbull, p.53).
Los métodos de Baxter constaban de dos aspectos. Por un lado, fue pionero de ña
práctica de catequizar familias. Dado que había unas 800 familias en su parroquia y que
él quería saber de su progreso espiritual al menos una vez al año, él y su colega invitaban
a sus casas a quince o dieciséis familias cada semana para llevar a cabo la catequesis,
por otro lado era ―la predicación pública de la Palabra‖. Era un trabajo, insistió, ―que
requería una habilidad mayor y, especialmente, mayor vivacidad y fervor de la que
cualquiera de nosotros brinda. No es poca cosa pararse frente a una congregación y
entregar un mensaje del Dios vivo, en nombre de nuestro Redentor‖
17
Al otro lado del Atlántico, uno años después, Cotton Mather, el puritano americano ejercía
un ministerio en Boston cuya influencia se hacía sentir a ambos lados del océano. Su
visión del ministro cristiano en general, y del predicador en particular: era de una
distinción extrema, decía ―el oficio del ministerio cristiano, entendido en forma correcta,
es el más honorable e importante que cualquier hombre en todo el mundo pueda
ostentar; ¡y será una de las maravillas y ocupaciones de la eternidad el considerar las
razones por las que la sabiduría y bondad de Dios asignaron este oficio al hombre
imperfecto y culpable! Es un trabajo que podría desear un ángel, como honor a su
carácter; sí, un oficio que cada ángel en el cielo codiciaría como empleo por los futuros
mil años‖
Uno de los que más impactó la historia de la predicación en Europa y los Estados Unidos
en el siglo XVIII, fue John Wesley (1703-1791). Wesley fue predicador incansable, se
menciona que él ‗Predicaba dos veces al día, y a menudo tres y cuatro veces‘. Lo grande
de Wesley es que llevó a cabo su predicación, en las condiciones más adversas que se
puedan imaginar. A menudo era apedreado y había contra él innumerables intentos de
homicidio. Las cifras en torno a su vida, inspiran mucho a los predicadores que han vivido
después de él:
Se calcula que en los últimos cincuenta y dos años de su vida predicó más de cuarenta
mil sermones. Wesley trajo a pecadores al arrepentimiento en tres reinos y dos
hemisferios. Eso sin contar sus aportes en cuanto a literatura cristiana, misiones y
estudios bíblicos. En su diario personal del 28 de agosto de 1757, había mencionado,
‗Ciertamente vivo por la predicación‘ (citado por Stott, 2006, p.29). Efectivamente así
vivió hasta el último día de vida que le dio el Señor.
Para Wesley la predicación era su ministerio característico. En las iglesias y sus patios, en
los prados de las villas, en los campos y anfiteatros naturales proclamó el Evangelio y
―ofreció a Cristo‖ a las vastas multitudes que se reunían para escucharlo.
Luego surgió George Whitefield que era sin lugar a dudas el predicador más poderoso.
18
En Gran Bretaña y Norteamérica, en el interior y al aire libre, hizo un promedio de veinte
sermones semanales durante treinta y cuatro años. Elocuente, entusiasta, dogmático, y
apasionado, dio vida a su predicación con vívidas metáforas, ilustraciones cotidianas y
gestos dramáticos. Con ellas mantenía encantada a su audiencia, puesto que les
preguntaba directamente o bien les rogaba encarecidamente que se reconciliaran con
Dios. Tenía completa confianza en la autoridad de su mensaje, y estaba determinado a
que éste recibiera el respeto que merecía como la Palabra de Dios
19
Debido a que fue primordialmente un predicador, ahora contamos con los 63 volúmenes
de la serie de sermones del Púlpito de la Capilla New Park Street y del Púlpito del
Tabernáculo Metropolitano. A continuación, era un 'puritano' del siglo 19. Spurgeon ha
sido llamado "el último de los puritanos" pero la verdad es que todavía quedan
predicadores que proclaman las mismas doctrinas de la gracia que Spurgeon predicaba.
Cuando era solamente un muchacho, se nutría de literatura escrita por los puritanos, y
continuó nutriéndose de ellos durante su largo ministerio, en el que a su vez alimentó a
los demás. Por supuesto que modernizó el discurso de los puritanos, convirtiéndolo al
sencillo estilo anglosajón que el hombre de la calle podía entender. (En realidad, para el
lector común de hoy, ese estilo anglosajón, que es proclamado como muy sencillo, no lo
es. Es equivalente a leer a Shakespeare, pero hay que aclarar que así se expresaba la
gente común en aquella época. El vocabulario que usa Spurgeon es muy diverso y
contiene referencias y expresiones cultas.) Moldeado y formado por aquellos gigantes
espirituales de los siglos 17 y 18, Spurgeon mismo se convirtió en un gigante espiritual,
en un "heredero de los puritanos".
Con frecuencia se nos olvida que Spurgeon, así como era un gran predicador, era
también un pastor muy diligente. Él amaba a la gente que le fue confiada en Waterbeach,
en la Capilla de New Park Street y luego en el Tabernáculo Metropolitano. "Yo habito en
medio de mi pueblo", solía decir. Trabajaba con ellos y por medio de ellos, impartiéndoles
su amor por la verdad divina y su celo por el reino de Cristo. Oraban juntos, lloraban y
reían juntos, y juntos eran ganadores de almas.
Otros que dejaron huellas profundas en la teoría de la predicación, han sido: Alexander
Vinet y su Homilética (1847). El libro fue traducido al inglés y tuvo un fuerte impacto en
Inglaterra, donde fue utilizado como libro de referencia en el campo de la homilética,
durante muchos años. Incluso llegó a influir en la obra de John A. Broadus.
Fue precisamente John A. Broadus quien escribió una de las obras más relevantes en los
Estados Unidos. Su trabajo fue publicado el año 1870 con el título de Un tratado sobre la
20
preparación y entrega de sermones e increíblemente todavía se sigue usando como texto
de referencia en algunos seminarios. En esta época, e inicios del siglo XX, también
aparecieron otras obras importantes, tales como La teoría de la predicación (1890) de
Austin Phelps y La elaboración del sermón (1898) de Harwood Pattison.
Durante la primera mitad del siglo XX se debe resaltar las obras El predicador (1909) y
Elementos vitales de la predicación (1914) de A. S. Hoyt. Otros trabajos que pueden
también merecen mencionarse en esta época, son: Disertaciones sobre predicación de
Lyman Beecher, Predicación positiva y la mente moderna (1907) de P.T. Forsyth, Las
charlas Beecher sobre predicación en Yale, tituladas The Romance of Preaching. Horne
fue un excelente orador y miembro del Parlamento británico (ibíd., p.35).
En general, durante la primera mitad del siglo XX, no hubo muchos cambios significativos
en la teoría de la predicación, la tendencia fue ‗ser más inspiracional en contenido‘ (ibíd.,
p.55). Los libros siguieron el formato siguiente: (1) el predicador, (2) su propósito, (3) su
mensaje, y (4) su método (ibíd.). Algunos aspectos de la predicación –como es el caso de
la elaboración de las ilustraciones- recibieron aportes importantes, se puede mencionar
aquí el trabajo de Dawson Bryan y su Arte de ilustrar sermones (1938), W. E. Sangster y
La habilidad de ilustración de sermones (1946) e Ian Macpherson con El arte de
ilustración de sermones (1964).
Observa Karl Barth, en su tratado sobre la predicación, comenta que esta es una tarea
21
imposible; para ella, observa, todo ser humano es incapaz e indigno (1969:48,52). Aun,
le resulta imposible saber de antemano qué está pasando mientras él predica, porque los
resultados dependen enteramente de Dios (1969:48). Tenemos que exclamar con San
Pablo, «¿Quién es competente para semejante tarea?» (2Co 2.16).
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Mayor sorpresa causa la importancia dada a la predicación por un hombre de una visión
teológica liberal como el Obispo Hensley Henson. No obstante, en sus sermones e
instrucciones para la ordenación, deploró ―¡Qué lástima! El espectáculo demasiado
frecuente de una congregación que se hunde lentamente en llanto resignado, o quizás
hasta en letargo descarado, ante el fastidio de un sermón‖. En contraste con este
rechazo al púlpito Henson declaró su propia convicción: ―De todas las obras del
ministerio cristiano, la predicación es la suprema; la reverencia hacia nuestra profesión
queda probada en nuestro desempeño del deber de predicar. Consecuentemente exhortó
a sus compañeros del clero: ―jamás permitan tener una visión negativa de su deber de
predicadores…En un sentido podemos decir que todas las actividades del pastorado
confluyen en el ministerio de la predicación‖
La vida y obra de Dietrich Bonhoeffer aún están siendo evaluadas. Quienes mejor lo
conocían, nos aseguran que nunca fue su intención prescindir de la adoración verdadera
de la comunidad reunida, en su interpretación ―no religiosa‖ del cristianismo, decía ―Si
escuchas el llamado de Jesús, no necesitas una revelación personal; todo lo que tienes
que hacer es escuchar el sermón y recibir el sacramento‖ en una de sus charlas sobre la
predicación anteriores al estallido de la guerra, Bonhoeffer hace hincapié en forma aun
más enfática en la importancia de la predicación: ―el mundo y todas sus palabras existen
por causa de la palabra proclamada. En el sermón se asientan los fundamentos de un
nuevo mundo. Es ahí donde la palabra original se torna audible. El predicador debe tener
la certeza de que Cristo entra en la congregación mediante las palabras que proclama de
la escritura‖
Bonhoeffer se tomaba la predicación en serio. Para él, un sermón no era ni más ni menos
que la palabra misma de Dios, el lugar en el que él quería hablar a su pueblo. Quería
grabar esta idea en sus ordenantes para ayudarles a entender que predicar no se
limitaba a un ejercicio intelectual. Como la oración o la meditación sobre un texto
escriturario, era una oportunidad de recibir noticias del cielo y para el predicador, ser el
vehículo por medio del cual Dios quisiera hablar suponía un santo privilegio. Como la
encarnación, era un lugar de revelación, donde Cristo venía al mundo desde fuera del
23
mismo.
Pero, como con muchas otras cosas, sabía que la mejor forma de comunicar lo que
pensaba y sentía acerca de la homilética era llevándola a cabo. Predicar un sermón
durante un culto real era infinitamente mejor que impartir una conferencia sobre ella. Los
ordenantes debían ver en él a alguien que vivía lo que quería enseñarles a ellos, como
hizo Jesús. La enseñanza y la vida debían ser dos partes de una misma cosa.
En 1932, Bonhoeffer le explicó a Hildebrandt: ―Un sermón realmente evangélico debe ser
como ofrecer a un niño una buena manzana roja, o un vaso de agua fresca a un sediento
y preguntarle: ¿Lo quieres?‖. De hecho ―debemos ser capaces de hablar sobre nuestra fe
para que las manos puedan extenderse hacia nosotros con mayor rapidez de lo que
podamos llenarlas…No intenten hacer que la Biblia sea importante. Su relevancia es
axiomática…No defiendan la Palabra de Dios, sino den testimonio de ella…Confíen en la
Palabra. ¡Es un barco cargado hasta el límite de su capacidad!‖
Deseaba grabar en la mente de sus ordenantes que, cuando uno presentaba de verdad
la Palabra de Dios, la gente se derretía porque tenía el poder innato de ayudarles a ver su
propia necesidad y le proporcionaría la respuesta a ella sin sobrecargarla de ―religión‖ o
de falsa piedad. La gracia de Dios, sin filtros no explicación, tocaría a las personas.
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ministros metodistas ocuparon los púlpitos londinenses y reunieron a grandes multitudes:
Leslie Weatherhead, Donald Soper y Will Sangster. Según un ingenioso comentario, la
mejor manera de distinguirlos era mediante sus tres amores, puesto que ―Sangster
amaba al Señor, Weatherhead a su pueblo y Soper amaba el debate‖. Sangster declaró
su convicción personal de que ―predicar las Buenas Nuevas de Jesucristo es la más
sublime, más santa actividad a la que puede entregarse un hombre: una tarea que los
ángeles envidiarían y por la que los arcángeles abandonarían la corte celestial‖
De este modo llegamos a las décadas de los sesenta, sesenta y ochenta. La ola de
predicación menguó, y se mantiene baja en la actualidad. Al menos en el mundo
occidental la caída de la predicación es un síntoma de la caída de la iglesia. Una era de
escepticismo no conduce a recuperar la proclamación confiada. No obstante, no hay
carencia de voces que declaren su vital importancia y llamen a una renovación.
Escuchamos estas voces prácticamente en todas las iglesias. Se han escogido muestras
de la Iglesia Católica romana, la Anglicana y las Iglesias Libres.
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Esto no debería ser así para quienes han leído los documentos emanados del Concilio
Vaticano Segundo. El capítulo sexto de la ―Constitución dogmática sobre la revelación
divina‖ titulado ―Las Sagradas Escrituras en la vida de la Iglesia‖, contiene fuertes
afirmaciones acerca del deber de estudiar y aplicar las Escrituras: ―La nutrición de las
Escrituras iluminando por este medio sus mentes, fortaleciendo su voluntad y
encendiendo los corazones de los hombres con amor a Dios‖. El pueblo cristiano,
continúa el texto, debe leer por cuenta propia las escrituras. ―Por ende, de este modo,
mediante la lectura y estudio de los libros sagrados, permitidos que ―la Palabra del Señor
corra y sea glorificada‖ (2 Ts.3:1), y que el tesoro de la revelación confiado a la iglesia
llene cada vez más los corazones de los hombres‖
La iglesia Anglicana, tal como hemos visto, ha sido adornada con una larga sucesión de
predicadores dotados. Sin embargo, últimamente ningún predicador ha contribuido en
mayor medida a recuperar la predicación en la Iglesia de Inglaterra que Donald Coggan,
Arzobispo de Canterbury, de 1974 a 1980. Es un predicador capaz que se describió a sí
mismo diciendo que ha estado durante medio siglo ―bajo la gozosa tiranía de ser un
ministro de la Palabra‖, decía: ―entre el perdón de Dios y el pecado del hombre se
encuentra ¡el predicador! Que entre la verdad de Dios y la necesidad humana se
encuentra ¡el predicador! Que entre la verdad de Dios y la búsqueda del hombre se
encuentra ¡el predicador! Es su tarea conectar el pecado humano con el perdón, la
necesidad humana con la omnipotencia divina, la búsqueda humana con la revelación
divina…‖
Pero podríamos decir que la mayor contribución, durante la segunda mitad del siglo XX,
sería el énfasis en el uso de las Escrituras en la predicación. En buena cuenta, ‗Esto
representa una recuperación del modelo de la iglesia primitiva y de la Reforma‘ (ibíd.). El
que más aportó en este sentido, fue A. W. Blackwood con sus obras Predicando desde la
Biblia (1941) y Predicación expositiva hoy (1953). No podemos dejar de mencionar al Dr.
Martyn Lloyd-Jones y su obra Preaching and Preachers. De él, como predicador, escribe
John Stott (2006, p.43) en los siguientes términos:
…su aguda mente analítica, su comprensión penetrante del corazón humano y su
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temperamento galés apasionado se combinaron para hacer de él el predicador británico
más poderoso de las décadas de los cincuenta y sesenta.
El Dr. Lloyd-Jones nos informa sobre el tema: Aun aquellos con solamente una vaga idea
de lo que la Biblia enseña saben que la predicación es ordenada por Dios. Pablo fue ―un
siervo de Dios y un apóstol de Jesucristo‖ y así se sostuvo ―en la esperanza de la vida
eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos, y a
su debido tiempo manifestó su palabra por medio de la predicación...‖ (Tito 1:1-3). La
palabra de Dios es todavía manifestada a través de la predicación. Algunos de los más
grandes hombres que hayan vivido fueron predicadores. Noe fue un ―pregonero de
justicia‖ ―predicador‖ (KJV) (2 Ped. 2:5). El autor de Eclesiastés, se refiere así mismo
como ―El Predicador‖ (Eccl. 1:1). Pablo fue ―constituido predicador y apóstol...y maestro
de los Gentiles en fe y verdad‖ (1Tim. 2:7). Jesucristo, nuestro Señor fue un predicador. Él
cumplió la escritura que dice: ―El Espíritu del Señor esta sobre mi, Por cuanto me has
ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados
de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a
los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor.‖ (Luc. 4:18-21; Is.61:1-2)
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Cristo es el poder de Dios para la Salvación (Rom. 1:16). Pablo lo declaro como ―la
palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación‖ (Ef. 1:13). El mensaje de un
Salvador crucificado y resucitado puede parecer ―locura‖ al mundo incrédulo, sin
embargo, ―agrado a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación‖ (1 Cor.
1:21).
El segundo propósito de la predicación es edificar al salvo. Jesús instruyo a los discípulos
a enseñar a aquellos convertidos a guardar ―todas las cosas que os he mandado‖ (Mat.
28:20). Pablo había enseñado a los ancianos de Efeso y cuando consideraba ser la
última vez que estaría entre ellos, él les recordó, ―Y ahora hermanos, os encomiendo a
Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia
con todos los santificados‖ (Hech. 20:32). La palabra de Dios es todavía manifestada por
medio de la predicación!.
A manera de conclusión se pueden decir dos cosas: en primer lugar, demuestra cuán
amplia y antigua es la tradición cristiana, la cual de gran importancia a la predicación.
Cubre un lapso de casi veinte siglos; comienza con Jesús y sus apóstoles, continúa con
los primeros padres y los grandes predicadores-teólogos después del concilio de Nicea,
como Crisóstomo en Oriente y Agustín en Occidente, pasa por los frailes y predicadores
medievales, Francisco y Domingo, los reformadores y puritanos, Wesley y Whitefield, y
culmina con los pastores modernos de los siglos XIX y XX. En segundo lugar, esta
tradición amplia y duradera es consecuente. Sin duda han existido excepciones que han
descuidado e incluso denigrado la predicación, pero han sido excepciones, desviaciones
deplorables fuera de la norma. El consenso cristiano a lo largo de los siglos ha sido
magnificar la importancia de la predicación, y recurrir a los mismos argumentos y
vocabulario con el fin de hacerlo. Es casi imposible no verse inspirado por este testimonio
común.
Esta es, entonces, una tradición que no puede ser dejada de lado livianamente. Sin duda
puede ser escriturada y evaluada. Sin duda, hoy está bajo el desafío de la revolución
social de nuestra era. Ciertamente, los desafíos deben ser encarados con apertura e
integridad.
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Teniendo en cuenta nuestro contexto geográfico y cultural se hace necesario abordar el
tema de la predicación de una manera sucinta a continuación, haciendo referencia a
nuestro continente y las diferentes corrientes como resultado de la influencia cristiana
europea.
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latinoamericanos. La predicación tampoco fue pública debido a la prohibición proselitista
que se les había impuesto a las comunidades protestantes. Desde el nacimiento de las
repúblicas latinoamericanas, en el siglo XIX y hasta el primer tercio del siglo XX, los
Estados se declararon confesionales y excluyeron –mejor dicho, persiguieron- a todo tipo
de religión distinta a la católica.
Aquí los textos bíblicos sólo sirven de ‗relleno‘, el cuerpo está dado por la experiencia
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vivida en la persona del predicador u otra persona). Actualmente todavía puede
encontrarse predicas de tipo testimoniales, en la que los predicadores utilizan pasajes de
su vida como una clave hermenéutica para interpretar y aplicar una verdad bíblica. Es
una especie de ‗teología de la experiencia‘.
Nuestro autor advierte con claridad un cambio importante a partir de los 80s, entre los
líderes hispanos relacionados a la teología y su esfuerzo por bosquejar una ‗teología
hispana‘, hecha en los Estados Unidos, pero ‗desde una perspectiva hispana o latina…‘
(ibíd., p.25). Más adelante aclara cual es la propuesta de esta teología: La teología
hispana propone una metodología que exhorta a la iglesia a desarrollar una práctica de la
fe que sea liberadora y que, por lo tanto, transforme la realidad opresiva que enfrenta
diariamente la comunidad latina (ibíd.). Jiménez ve una relación directa entre teología
hispana y predicación hispana. Los teólogos hispanos han hecho excelentes
contribuciones a la predicación, mediante sus obras publicadas. Algunas de ellas son: (1)
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Predicación evangélica y teología hispana, editado por Orlando E. Costas. Con respecto a
este libro, Jiménez (ibíd., p.26) escribe, ‗Este libro no ve el sermón como una mera
composición retórica‘.
Esa tal vez haya sido una de las grandes contribuciones de Costas en este libro (2)
Liberation Preaching: The Pulpit and the Oppressed de Justo y Catherine González. Hay
tres cosas que resaltan en esta obra: [a] ‗…leer la Biblia desde la perspectiva de la
personas marginadas‘, [b] ‗capacita a la persona que predica para hacerle ―preguntas
políticas‖ al texto bíblico‘ y [c] ‗…afirma la validez de la experiencia hispana como fuente
para la teología‘ (ibíd., p.27) (3) Lumbrera a nuestro camino, editado por Pablo A.
Jiménez. Esta obra centra su atención en ‗la relación entre la interpretación de las
Sagradas Escrituras y la predicación‘ (ibíd.) (4) Predicación evangélica y justicia social,
editado por Daniel R. Rodríguez-Díaz. Este libro relaciona temas sociales y predicación,
por lo tanto, la teología política y contextual están implícita en el mismo, y (5) Principios
de predicación, por Pablo A. Jiménez. Su mismo autor lo define como ‗el único manual
introductorio a la predicación‘, cuya tesis central es que, ‗la predicación cristiana tiene el
propósito de ofrecer una interpretación teológica de la vida en el contexto del culto
cristiano‘ (ibíd., pp.28-29). Combina la parte teórica y práctica. Tres partes
fundamentales constituyen el libro: [a] lo concerniente a la teología de la predicación y los
principios de comunicación [b] aspectos prácticos, y [c] un apéndice con cuatro
manuscritos de sermones.
Nuestro autor también destaca la labor de las mujeres dentro del contexto de la
predicación latinoamericana. Considera a Leo Rosado como la pionera de todas ellas, y
como la experta, a la Dra. Sandra Mangual Rodríguez.
La forma como las mujeres ‗ascendieron‘ al púlpito es relatado por Jiménez de una
manera muy anecdótica, sin que ello signifique falta de seriedad en sus argumentos.
Se puede notar que algunas de ellas resultaron en el púlpito casi por accidente, debido a
que: Algunos misioneros eran reacios a entregar el trabajo pastoral a los recién
convertidos, razón por la cual delegaban tareas en sus esposas. Sin querer, estas
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misioneras estadounidenses y británicas se convirtieron en modelos para las mujeres
latinoamericanas. La feligresía de las distintas iglesias se acostumbró a ver mujeres en
puestos de autoridad y en el púlpito. Esto motivó que la segunda y tercera generaciones
de creyentes protestantes nombraran mujeres como ―misioneras‖ y como ―pastoras‖ aun
en denominaciones que tradicionalmente no ordenaban mujeres (ibíd., p.29).
Basta con acceder a la televisión por cable para poder visualizar una variada gama de
predicaciones espectaculares, con voces en el límite del volumen y un desplazamiento
escénico impresionante.
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luz de un pasaje bíblico. El testimonio se convirtió en una aplicación extensa del sermón,
era el sermón mismo.
En cuanto al estilo del predicador Pentecostal, este es muy dinámico. Hay un constante
desplazamiento escénico y se gesticula cada palabra que se profiere.
Se le da mucho valor al volumen, se cree que, mientras más eleve la voz, mayor será el
impacto de su predicación. En general, hay estilos muy variados, que van desde los que
son muy ordenados en sus ideas, los que improvisan, hasta los que terminan
convirtiéndose en verdaderos showmans del púlpito.
Este es el puente que conecta al predicador con sus oyentes, hay un diálogo constante
con la congregación y entre la congregación. La mayoría de predicadores
Carismáticos, por haber recibido algún tipo de instrucción superior, poseen una oratoria
excelente, junto a la capacidad para esquematizar sus ideas, pero algunas veces fallan
en desarrollar teológicamente esas mismas ideas.
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Otro aspecto que debemos de resaltar en la predicación Carismática es la relación que
existe con la tecnología y la música. Hay predicadores muy proclives a la utilización de
sistemas de audio sofisticado y a una buena luminotécnia. La mayoría de esas prédicas
son grabadas y transmitidas por radio, televisión y el internet. En cuanto a la música, ésta
está presente antes, durante y después de la predicación, es parte del sermón mismo. Su
conexión es mucho más evidente al final de la predicación, allí, mientras la música va
creando una atmósfera adecuada para el predicador, este ministra a las personas que
han atendido a la convocatoria de pasar adelante. La parte de la ministración es tan
importante en la predicación Carismática, que ha llegado a convertirse en una
aplicación/conclusión extensa. Sin embargo esta carecería de impacto si no va
acompañado de la música.
Del otro lado del río podemos encontrar a los predicadores que provienen del movimiento
de Santidad, los Bautistas y la tradición Reformada, quienes mantienen un estilo muy
conservador sin mucho aspavientos ni movimientos espectaculares.
La característica más saltante es su respeto por la Palabra de Dios, pero la debilidad más
evidente, también, es su excesivo intelectualismo descontextualizado que no responde a
las expectativas de los estratos más bajos y más altos. Junto a esto, también debemos de
mencionar que la presentación del sermón en forma de monólogo. Si las predicas
Carismáticas son muy interactivas, las de este grupo son poco participativas. La música
tampoco ocupa un lugar importante en su predicación.
Escrito por: Mgr. SILAS RAMOS PALOMINO (Director del S.E.B. del Sur)
Recursos Adicionales:
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Video recomendado ¿Qué significa predicar? Del Pastor Jhon Piper
Presentaciones Powert Point
Bibliografía Básica:
(1999). Bíblia Nueva Versión Internacional. (Sociedad Bíblica Internacional). Miami.
(1990), Manual de Homilética (Editorial CLIE) España
Bibliografía complementaria:
http://www.webselah.com/brevisima-historia-de-la-homiletica-y-la-predicacion.
Stott John (1999), La predicación puente entre dos mundos. Estados Unidos: Desafío.
Sanders, O. (1972). Perfil de un verdadero discípulo. Estados Unidos: Portavoz
Criterios de Evaluación:
El estudiante identifica la historia de la predicación desde la tradición y la Biblia como aporte a la sana
homilética y desarrollo del ministerio de la predicación de la Palabra.
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