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El monopolio.
En los mercados monopolísticos existe una sola empresa oferente que debe satisfacer toda la demanda de un tipo
determinado de bienes. Esta circunstancia coloca al oferente en una situación muy ventajosa para determinar el
precio.
Cuanto mayor es la cantidad de bienes en el mercado menor es el precio de dichos bienes, a la empresa
monopolística le basta con producir la cantidad correspondiente al precio que desea obtener
Dado que ninguna empresa puede producir ese mismo bien no hay peligro de que el precio influya en la cantidad a
producir.
En una situación de monopolio el oferente obtiene unos beneficios mayores que si existiera libre competencia. Sin
embargo, las cantidades producidas son inferiores y los consumidores deben pagar precios mas elevados.
Un fenómeno característico de la situación de monopolio es la discriminación de precios. Se trata de ofrecer un
precio diferente por cada unidad de un mismo bien. Estas diferencias de precios pueden depender de varios
factores como el tipo de cliente (consumidor doméstico o industrial), el área geográfica, la fecha de venta
(temporadas altas y bajas) o el segmento de población que consume (jóvenes, jubilados,...): un ejemplo es el
transporte público.
Oligopolio.
Cuando son unas pocas las empresas oferentes cada una de ellas tiene cierta fuerza para influir en el precio. Ahora
bien, esta influencia depende de la reacción de las demás empresas del sector por lo que la consecuencia más
evidente de estas situaciones de oligopolio es la interdependencia entre empresas.
En este caso nos encontramos ante un mercado donde hay pocas barreras de entrada y de salida, con una gran
cantidad de productores, donde el producto que se intercambia esta diferenciado y el productor tiene cierto poder
para fijar el precio (pero este poder no es absoluto, los precios solo pueden fijarse ligeramente por encima de los de
mercado).
Es decir, nos encontramos con competencia monopolística cuando los productos son similares entre sí pero se tratan
de diferenciar de alguna manera (vía publicidad, imagen, diseño, marca,... como por ejemplo los electrodomésticos),
sin embargo, en un oligopolio existen grandes barreras de entrada y el número de empresas que compiten en un
mercado es relativamente pequeño (como por ejemplo la banca o el petróleo).
Es un buen ejercicio buscar en relación al mercado de geles de baño como una empresa consiguió una importante
diferenciación del producto gracias a la publicidad, en la cual se informaba de que dichos geles están fabricados con
pH neutro y que no producía irritaciones en la piel.
Competencia perfecta
La libre competencia.
El mercado de competencia perfecta es aquel en el que existen muchos compradores y vendedores, de forma que
ninguno de ellos tiene fuerza suficiente para influir decisivamente sobre el precio.
Al existir gran cantidad de compradores y vendedores la decisión de cada uno de ellos no tiene fuerza suficiente
como para alterar el precio de un bien o servicio. En estos casos, el precio y la cantidad de equilibrio se fijan de
forma natural. Por lo tanto, el precio es un dato que le viene impuesto a la empresa por las condiciones del mercado
y sobre el cual no puede influir.
Este precio determinado por la libre competencia será el más reducido posible puesto que todas las empresas se ven
obligadas a producir al mínimo coste para asegurarse su posición en el mercado. Ello tiene varias consecuencias:
Los consumidores disfrutan de precios más reducidos que en las situaciones de competencia imperfecta.
La competencia estimula a las empresas a mejorar la eficiencia técnica y económica, a fin de reducir los costes
de producción. La libre competencia puede convertirse así en un factor de la modernización y del desarrollo
tecnológico.
Cada empresa, considerada individualmente, no puede alterar el precio aunque incremente o reduzca la
cantidad de bienes producidos. Si ofreciera sus productos a un precio mayor, inmediatamente perdería a todos sus
consumidores. Si, por el contrario, redujera el precio de sus bienes, atraería a todos los consumidores pero no podría
satisfacer al conjunto de la demanda.
La situación de competencia perfecta es difícil de encontrar ya que exige el cumplimiento de una serie de requisitos
que raras veces se dan en la realidad. Estos límites a la competencia perfecta son los siguientes:
No deben existir diferencias entre los productos ofertados por cada empresa. Las campañas publicitarias y las
políticas de marcas pueden crear diferencias artificiales entre un mismo producto, lo que enmascara la competencia.
Es necesario que todos los oferentes y demandantes conozcan las reglas y el funcionamiento del mercado, lo
que no siempre ocurre.
Se supone que todos los consumidores reaccionan automáticamente ante un cambio en el precio. En la
práctica el consumidor puede mantenerse fiel a una vendedor por muchas razones como la rutina, la ignorancia, la
proximidad geográfica, la publicidad, los servicios de ventas,...
La competencia perfecta exige que todas las empresas tengan plena facilidad para incorporarse o retirarse de
una actividad económica dependiendo de que ésta sea o no lucrativa. En realidad, esta libertad para entrar o salir del
mercado se ve dificultada por varios motivos:
_Factores de tipo técnico pueden hacer difícil el inicio de la actividad económica por lo que las empresas previamente
instaladas disfrutarán de ventajas competitivas.
_Una empresa puede aprovechar sus recursos (acceso a mercados, fuentes de financiación,...) para abordar otras
actividades distintas a las que venía desarrollando. Ello le sitúa en mejores condiciones que otra empresa que deba partir
de cero. Dichas ventajas se conocen como economías de expansión.
En la competencia perfecta, por tanto, se lleva a cabo la soberanía del consumidor, pues los consumidores deciden a
través del mercado qué y cuánto se ha de producir.