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domingo, marzo 18, 2007

LA SÉPTIMA Y ÚLTIMA CARACTERÍSTICA DE LA POESÍA MODERNA

El séptimo rasgo de la poesía moderna [1] es que el poeta formula la


poética de la obra abierta (sustentada teóricamente por Umberto
Eco[2]). Es decir, el poema se torna en un objeto inacabado, abierto
a múltiples interpretaciones, no controladas por el autor. Es como si
fuera una partitura que debiera ser ejecutada por el receptor. La
poesía moderna (a partir de Charles Baudelaire y de Walt Whitman)
crea esa partitura y deja al lector la posibilidad de que la ejecute con
la mayor libertad posible.

En la literatura medieval y en la renacentista la poética de la obra


abierta no aparecía de manera clara. En la Comedia de Dante la
estructura tripartita (Infierno, Purgatorio y Paraíso) responde a un
modelo teológico rígido que reduce, en cierto modo, las posibilidades
de exégesis. No es posible imaginar que el infierno sea el paraíso
porque ello significaría quebrar el sistema de la institución medieval
que subyace al texto de Dante.

En la poesía renacentista de Garcilaso de la Vega o en la ascética de


Fray Luis de León, la recurrencia a ciertos tópicos horacianos (como
el carpe diem o elbeatus ille) hace que el discurso poético se
interprete sobre la base del modelo previamente fijado por la
tradición. Si el poeta aborda el carpe diem, entonces el lector tiene
que realizar la exégesis del poema poniendo de relieve la noción de la
vida fugaz, la cual debiera ser disfrutada por el individuo. Si se
desarrolla el beatus ille, entonces se trata de un alejarse del
“mundanal ruido” con el fin de cultivar ciertos valores espirituales.

Desde el Barroco comienzan a manifestarse (según Eco) algunos


rasgos de la poética de la obra abierta aunque no de manera
consciente. Indudablemente, la arquitectura, la novela y la poesía
barrocas son un estímulo al empleo de la imaginación por parte del
receptor. Las Soledades de Góngora, con su habitual hermetismo,
abre una ingente cantidad de posibilidades interpretativas. El empleo
de las antítesis en los sonetos conceptistas de Quevedo constituye
una invitación al uso de la fantasía en el proceso de interpretación.

Sin embargo, es a partir del Simbolismo francés en el siglo XIX


(parangonable al Impresionismo pictórico de Monet y Renoir) cuando
la poética de la obra abierta es asumida con plena madurez. Paul
Verlaine decía que la música era lo primero en un poema porque
abría múltiples posibilidades de interpretación. Stéphane Mallarmé
afirmaba que el poeta debía sugerir y no explicar el sentido del
poema. En la idea de sugerencia está implícito el concepto de que el
lector debiera completar, con su imaginación, el sentido que el autor
apenas ha esbozado.

NOTAS[1] Véase, en los archivos de enero de 2007, el ensayo sobre


las siete características de la poesía moderna.[2] Cf. Umberto
Eco. Obra abierta. México, Ed. Origen/Planeta, 1985.
Publicadas por Camilo Fernández Cozman a la/s 5:51 p.m. 1 comentario:Vínculos a esta
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jueves, marzo 15, 2007

LA SEXTA CARACTERÍSTICA DE LA POESÍA MODERNA

La sexta característica de la poesía moderna (1) está tomada de un


libro clásico sobre el tema: La estructura de la lírica moderna de
Hugo Friedrich. Se trata del fenómeno denominado disonancia. ¿En
que consiste? El poema tiende a producir en el lector una suerte de
“hechizo” unido a una sensación de ininteligibilidad o de
incomprensibilidad. Es decir, el receptor se identifica afectivamente
con el mensaje que ha esbozado el poeta, pero no puede descifrar
con precisión el sentido que se desprende de los versos. Un ejemplo
clave está en Trilce XXV:
Alfan alfiles a adherirse
a las junturas, al fondo, a los testuces,
al sobrelecho de los numeradores a pie (2).

Obviamente, el poema de César Vallejo hiere la sensibilidad al lector,


lo “hechiza” debido a la hiriente potencia que manifiesta la asociación
de fonemas y significados; mas el receptor está en dificultades para
precisar el significado del texto.

También en la poesía de Stéphane Mallarmé se percibe ese


fenómeno. Las palabras “atrapan” al lector, pero exigen de este una
ardua imaginación para reconstruir el hilo significativo del discurso
poético. Lo que sucede es que el poeta moderno (por ejemplo, T. S.
Eliot en Tierra baldía) tiende a crear su propia simbología; en cambio,
un poeta renacentista como Garcilaso de la Vega toma sus tópicos de
la antigüedad grecolatina (el carpe diem, por ejemplo) y permite que
el lector pueda desambiguar el sentido del mensaje.
Indudablemente, hay antecedentes de la disonancia en la poesía
barroca de Góngora, pero en la lírica moderna (a partir de Charles
Baudelaire) la mezcla de “hechizo” e incomprensibilidad se intensifica
y hace del acto de leer un poema un acto esencialmente creativo.
NOTAS(1)Véase en los archivos de enero de 2007 las siete
características de la poesía moderna. Estamos desarrollando, por
separado, cada característica.

(2)El verbo "alfar" significa, según el diccionario de la Real Academia


Española, "levantar demasiado el caballo el cuarto delantero, en los
galopes u otro ejercicio violento, sin doblar los corvejones ni bajar las
ancas".
Publicadas por Camilo Fernández Cozman a la/s 10:16 p.m. 4 comentarios: Vínculos a esta
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martes, marzo 06, 2007

LA QUINTA CARACTERÍSTICA DE LA POESÍA MODERNA

El quinto rasgo de la poesía moderna[1] es que en ella hay la


tendencia a un cruce de géneros. En laPoética de Aristóteles se
distinguían, fundamentalmente, tres géneros: la tragedia, la comedia
y la épica. No hay un espacio considerable dedicado a la lírica. Para
Aristóteles, no era pertinente el cruce de los tipos discursivos, es
decir, en la comedia hablaba la gente del pueblo; en cambio, en la
tragedia se expresaban los individuos de la aristocracia.

En la poesía moderna, por el contrario, suele observarse una


vocación anti aristotélica, pues vemos caligramas (poemas que
dibujan una figura como una manzana), donde observamos una
mixtura entre la plástica y la poesía. También constatamos el
funcionamiento de poemas teatrales, donde los personajes suelen dar
parlamentos, hecho que se evidencia en “El momento más grave de
mi vida” de César Vallejo oCoros de “La piedra” de T. S. Eliot.

Asimismo, en la lírica moderna se manifiesta un lirismo prosaísta, por


ejemplo, en la obra de Ernesto Cardenal (los Salmos, por ejemplo),
donde se realiza un proceso de secularización (los valores religiosos
son vistos como terrenales) a través de una escritura cercana a la
denuncia política con el fin de concientizar al lector para que asuma
una determinada posición ideológica.

También, en la modernidad, se practica una poesía que une la épica a


la lírica: me refiero al Cantogeneral de Pablo Neruda, estructurado en
series y que busca –a la manera de un poeta épico moderno—recrear
la historia del continente latinoamericano. Por último, en la poesía
imaginista de Ezra Pound y en Tierra baldía de T.S. Eliot hablan
varias voces: una estructura coloquial convive con la cita erudita o
con una ideograma (en el caso de Pound) en chino.

Lo anteriormente manifestado es una muestra más de la


heterogeneidad discursiva que prepondera en la poesía moderna y
que, de alguna manera, remite a la tradición romántica. No debemos
olvidar que Víctor Hugo propugnaba, en el prólogo a Cromwell(1827),
que lo grotesco (“la comedia fundida en la tragedia”[2] o la mezcla
de diversos tipos discursivos) era el rasgo fundamental de la
modernidad.

NOTAS
[1] Véase, en los archivos de enero de 2007, el artículo sobre las
siete características de la poesía moderna. Estamos desarrollando,
por separado, cada característica.
[2] Víctor Hugo. Manifiesto romántico. Barcelona, Ed. Península,
1971, p. 47.
Publicadas por Camilo Fernández Cozman a la/s 4:17 a.m. 10 comentarios: Vínculos a esta
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viernes, febrero 23, 2007

LA CUARTA CARACTERÍSTICA DE LA POESÍA MODERNA

El cuarto rasgo de la poesía moderna es que el poeta se convierte en


un especialista[1] y ello es manifestación del proceso de
especialización que impera en la modernidad. En efecto, el poeta se
vuelve en un experto en el ritmo y en los distintos tipos de estrofa.
Indudablemente, hay antecedentes en la tradición poética, sobre
todo en la poesía barroca: Góngora y Quevedo también eran muy
conscientes de que eran conocedores de los mecanismos de
elaboración de un poema.

En la modernidad hay un rasgo distintivo de la especialización del


artista, pues esta se vincula fuertemente al concepto de innovación y
de conciencia crítica. El poeta se aleja críticamente del orden
establecido y establece los confines de su arte separado del mundo
oficial. En general, ya no vive de los mecenas y busca la innovación
formal como parte de su labor como escritor. Ello le da más libertad
para ejercer la crítica a partir de un conocimiento profundo de los
mecanismos del arte literario.

Por ejemplo, Stéphane Mallarmé evidencia un laboratorio lingüístico y


un fuerte dominio de los encabalgamientos y de la polisemia lexical.
Esta particularidad manifiesta una búsqueda permanente de nuevas
estructuras y un cuestionamiento del lenguaje establecido.
Rubén Darío significa –como bien lo ha mostrado Ángel Rama[2]— el
predominio de la concepción de que la poesía era un conjunto de
ritmos, de metros y de acentos. Antes de Darío, en Latinoamérica, el
poeta cumplía diversas funciones y no tenía el grado de
especialización que aparece con el Modernismo.

En el Perú, Manuel González Prada es uno de los primeros casos


dignos de relieve, pues estudió la métrica francesa en
su Ortometría; luego, enMinúsculas, pasó a utilizar los tipos de
metros que había estudiado previamente. Ejemplo indiscutible de ese
proceso de especialización del artista.

Dicha particularidad se revela, asimismo, en la manera como el poeta


moderno estructura el poemario como unidad textual. Sabemos que
Baudelaire hizo cambios en Las flores del mal de la primera edición a
la segunda, varió la disposición de los poemas; además, agregó la
sección “Cuadros parisinos” en la segunda edición. Baudelaire
anhelaba que el lector apreciara las relaciones entre las diversas
partes del poemario y viera al poeta como un especialista en su arte.

NOTAS
[1] Véase, en los archivos de enero de 2007, mi ensayo sobre las
siete características de la poesía moderna. Estamos desarrollando,
por separado, cada característica.
[2] Cf. Rama, Ángel. Rubén Darío y el modernismo: circunstancia
socio-económica de un arteamericano. Caracas, Universidad Central
de Venezuela, 1970.
Publicadas por Camilo Fernández Cozman a la/s 10:23 a.m. 1 comentario:Vínculos a esta
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viernes, febrero 16, 2007

LA TERCERA CARACTERÍSTICA DE LA POESÍA MODERNA

Una tercera particularidad de la poesía moderna[1], desde Baudelaire


hasta nuestros días, radica en el papel que cumple el significante en
el poema. Como sabemos, el signo lingüístico se compone de
significado (el concepto) y de significante (la imagen acústica). Por lo
tanto, el significante es el fonema o conjunto de fonemas que se liga
a un determinado significado.
En la poesía moderna, el significante cobra una cierta autonomía
respecto del significado. Por ejemplo, en un caligrama (poema que
“dibuja” una manzana o un árbol, por ejemplo), el conjunto de
fonemas, representado mediante letras, forma una determinada
figura y, si bien se liga con un determinado sentido, adquiere
primacía por sí mismo al poder ser decodificado (descifrado) como si
fuera un cuadro. La jitanjáfora (“enunciado carente de sentido que
pretende conseguir resultados eufónicos”, según el diccionario de la
Real Academia Española) constituye poemas cuyo significado no
queda claro, pero que adquieren relieve debido a la asociación, algo
arbitraria, de los fonemas, uno detrás de otro.
Altazor (1931) de Vicente Huidobro implica la descomposición de la
palabra desde el poema en prosa hasta la desintegración del lenguaje
reducido a un conjunto de fonemas, es decir, a puros significantes.
Trilce (1922) de César Vallejo manifiesta un interés “obsesivo” por el
significante desde el punto de vista estético. En el poema II, tenemos
el siguiente verso: “Qué se llama cuánto heriza nos?”; allí
observamos que el neologismo “heriza” implica la unión de dos
palabras: “herida” y “erizar”. Obviamente, Vallejo ha querido
transmitir un abanico de significados, pero el juego con el significante
adquiere tal preponderancia que es indicio de un trabajo formal
minucioso con el lenguaje.
El poeta de lengua francesa Saint-John Perse (véase su foto arriba)
tiene un poemario cuyo título es Amers (1957), que se suele traducir
comoMares; pero, en realidad, se trata de la unión de “mers”
(“mares”, plural de “mar” que es femenino en francés) y “amères”
(“amargas”).
Dicha preocupación por el significante evidencia un cuestionamiento
de la racionalidad utilitarista que prima en el mundo moderno, donde
se suele reducir las palabras a los significados y se olvida el carácter
lúdico del lenguaje. Es decir, el poeta juega con las palabras, pero se
trata (para usar un oxímoron[2]) de un juego demasiado serio
porque cuestiona la racionalidad utilitarista y abre unas enormes
posibilidades de interpretación para el lector.

NOTAS
[1] Véase, en los archivos de enero de 2007, un artículo sobre los
rasgos de la poesía moderna. Estamos desarrollando cada
característica por separado.
[2] Figura retórica que implica una contradicción entre sustantivo y
adjetivo, por ejemplo, “oscura claridad”.
Publicadas por Camilo Fernández Cozman a la/s 8:54 a.m. 2 comentarios:Vínculos a esta
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sábado, febrero 10, 2007

LA SEGUNDA CARACTERÍSTICA DE LA POESÍA MODERNA

El segundo rasgo de la poesía moderna[1] es que el poeta se


convierte en un operador de lenguaje y, a través de ese
procedimiento, manifiesta una actividad crítica. Como planteaban los
simbolistas franceses, la poesía se hace con palabras y no con ideas;
por lo tanto, el poema debería sostenerse con la orquestación de tipo
formal y no por la referencia a ciertos datos de la biografía del autor.

Stéphane Mallarmé decía que “[l]a obra pura implica la desaparición


elocutoria del poeta, que cede la iniciativa a las palabras movilizadas
por el choque de la desigualdad; se encienden, con reflejos
recíprocos como un virtual reguero de fuego sobre las pedrerías,
reemplazando la respiración perceptible en el antiguo aliento lírico o
la dirección personal entusiasta de la frase”[2]. Aquí se observa que
el poeta como autor real desaparece y deja su lugar a las palabras
(es decir, al lenguaje) que manifiestan una desigualdad, es decir, una
heterogeneidad tan típica de la modernidad y así el poema reemplaza
(o sea, deja de lado) el hálito lírico de la antigüedad y la expresión
excesivamente directa de los sentimientos.

Además, en el hecho de que el poeta se convierta en un operador de


lenguaje hay un indicio de una actitud crítica tan típica de la
modernidad. Octavio Paz considera que la modernidad se caracteriza,
en principio, por dos aspectos: la novedad y la heterogeneidad.
Observemos de qué manera lo novedoso es un rasgo fundamental.
Cuando aparece lo moderno "funda su propia tradición"[3]. Por
ejemplo, la eclosión del surrealismo posibilitó el acto de fundar una
tradición que tenía en Rimbaud, Apollinaire, Sade y la novela negra
algunas de sus fuentes literarias. Asimismo, la propuesta surrealista
significó el rechazo de la novela decimonónica (Stendhal, Dostoievski,
entre otros).

Pero lo moderno también tiene otro rasgo: la heterogeneidad. Aquí


notamos la influencia de Max Weber, quien había planteado la idea de
la sociedad moderna como politeísta y escindida en los ámbitos de la
moral, la ciencia y el arte. Ya no se puede recuperar la unidad
perdida.
Paz afirma que lo moderno está condenado a la heterogeneidad. La
modernidad es un sinónimo de pluralidad. Asimismo, traza una
diferencia entre la tradición antigua y la moderna: "La primera
postula la unidad entre el pasado y el hoy; la segunda, no contenta
con subrayar la diferencia entre ambos, afirma que ese pasado no es
uno sino plural"[4].

Percibimos, en este caso, que la tradición antigua pone de relieve el


lazo entre el pasado y el presente; por eso, no concibe un pasado
que sea plural, rico en matices y abierto a muy diversas
interpretaciones. En cambio, la tradición moderna concibe la
heterogeneidad del pasado. Cada poeta crea su tradición. El propio
Paz crea su tradición donde asoman la lírica surrealista, la simbolista,
el pensamiento oriental, las cosmovisiones prehispánicas, el
psicoanálisis como hilos conductores de su poética. Rica
heterogeneidad que el poeta recrea con sapiencia y brillo.

En la modernidad, un nuevo suceso implica cambiar nuestra visión


del pasado. La caída del Muro de Berlín o la destrucción de las Torres
Gemelas exige leer el pasado desde una óptica disímil. No debemos
tener un punto de vista estático acerca del tiempo histórico, sino que
el pasado se construye desde el presente. En ese sentido, Jacques
Lacan afirma que: "la historia no es el pasado. La historia es el
pasado historizado en el presente, historizado en el presente porque
ha sido vivido en el pasado"[5].

Veamos algunos ejemplos de heterogeneidad en el ámbito de la


poesía contemporánea. Apollinaire, Vallejo y Cavafis pertenecen a
tradiciones totalmente distintas. He ahí un testimonio irrefutable de
cómo lo heterogéneo invade la lírica de hoy. El primero es cubista; el
segundo cultiva un vanguardismo indigenista; el tercero vuelve los
ojos a la tradición helénica.

Las vanguardias artísticas enfatizan mucho lo heterogéneo de la


modernidad. El expresionismo alemán no tiene muchos puntos
comunes con el surrealismo francés. Asimismo, el futurismo italiano
es totalmente opuesto al creacionismo de Huidobro y de Reverdy. En
efecto, Breton subraya la importancia de la escritura automática,
mientras que Pound concibe que la poesía es un saber científico como
la química o la biología. Más allá de lo controvertido de estas
concepciones, hay algo irrefutable: la heterogeneidad inunda el arte
de hoy.

Unas palabras más acerca de la novedad. Antes, en la época clásica,


Virgilio imitaba a Homero y ello implicaba un proceso de
perfeccionamiento. Se elogiaba al imitador. En otros términos, la
originalidad, tal como hoy la entendemos, no constituía un valor
esencial en el arte. Por el contrario, a partir del romanticismo aparece
el moderno concepto de originalidad. Ahora se exige la novedad del
proyecto poético: no basta reiterar propuestas anteriores, sino de
innovar en el plano formal y experimentar nuevas vías para la
creación artística.

La modernidad implicó el nacimiento de la conciencia crítica del


sujeto. No hay dogmas eternos sino que la verdad es una
construcción dialógica que se manifiesta en la dimensión
intersubjetiva de los discursos. Hablamos para el otro: intentamos
refutar a nuestro interlocutor y he ahí un germen de pasión. Paz
afirma que el término pasión crítica es paradójico: "amor
inmoderado, pasional, por la crítica y sus precisos mecanismos de
desconstrucción, pero también crítica enamorada de su objeto, crítica
apasionada por aquello mismo que niega"[6].

Es decir, amor por la crítica pero también por el objeto de estudio.


Primero un distanciamiento y luego una identificación con aquello que
se somete a un riguroso análisis. La negación es un criterio esencial.
En la Edad Media había dogmas inamovibles que estaban más allá de
toda controversia. La modernidad implicó el surgimiento de un
espíritu crítico que fue cuestionando paulatinamente todos los
principios. Se exigen pruebas, verificaciones, inducciones rigurosas.
No se acepta un texto sin una argumentación sólida.

Sin embargo, no podemos comprender la modernidad como pasión


sin los conceptos de tradición y de ruptura porque lo moderno implica
el funcionamiento de esas categorías para el análisis de la dialéctica
entre pasado y presente. Tradición, según Paz, es la transmisión de
estilos, modos de comportamiento, costumbres, creencias, ideas,
noticias, leyendas de una generación a la otra. En cambio, ruptura es
la interrupción de la transmisión de ciertos elementos antes
mencionados.

Por ejemplo, Trilce (1922) de Vallejo significó, en gran medida, la


liquidación del modernismo de Darío en el Perú. Vallejo evita que el
paradigma estético de Darío se siga transmitiendo como ideal
estético en la década del veinte. Claro que no hay una ruptura total,
sino que ésta siempre se sustenta en algunos aspectos de la
tradición.

Sin embargo, Paz concibe que negar la tradición llega a constituir


otra tradición. ¿Cómo se llamaría ese quiebre de la transmisión? La
tradición de la ruptura. Por eso, la modernidad conforma la tradición
de la ruptura. Poetas como Rimbaud o Mallarmé innovaron la poesía
francesa. Aquél desacralizó prototipos estéticos parnasianos en
"Venus Anadiomena" representando a la diosa griega de la belleza
como una mujer vieja saliendo de una tina... Mallarmé, por su parte,
cuestionó el paradigma positivista poniendo de relieve que el poeta
formula hipótesis y que la realidad es, a su manera, una ficción.
Ambos poetas han constituido una tradición de la ruptura.

En la modernidad, el poeta se torna, muchas veces, en un crítico.


Baudelaire practicó la crítica literaria y manifestó una sugestiva
percepción en sus artículos acerca de Delacroix o de Wagner. T.S.
Eliot escribió luminosas páginas sobre los poetas metafísicos ingleses.
Pound fue un agudo lector y dijo que la mala crítica es la que
confunde al poeta con el poema. Valejo fue un crítico despiadado de
las propuestas surrealistas. Paz dedicó un volumen de más de
trescientas páginas al estudio de la obra de Sor Juana Inés de la
Cruz. Los ejemplos podrían multiplicarse si quisiéramos enfatizar de
qué manera el poeta se convierte, con frecuencia, en un crítico en el
mundo moderno.

Paz, asimismo, subraya que "la época moderna es la de la


aceleración del tiempo histórico"[7]. En la sociedad cristiana medieval
el desarrollo del individuo se realizaba en un "tiempo perfecto": la
eternidad. El Juicio Final es un momento que está más allá de la
historia. Por el contrario, para el hombre moderno, el progreso se
realiza en el tiempo histórico y, por lo tanto, todo proyecto social se
orienta hacia el futuro, "región de lo inesperado"[8] y en ese sentido
impredecible.

En la eternidad ya no hay contradicciones: todo se disuelve


inexorablemente. En el tiempo histórico tenemos la posibilidad de
enrumbar hacia nuevos caminos. La modernidad exalta el cambio y lo
convierte en uno de los pilares fundamentales: ¿qué y cómo podemos
transformar el mundo? Pregunta esencial para la caracterización del
hombre moderno.

La modernidad implica una escisión porque comienza como una


separación de la sociedad cristiana: "el tiempo humano cesa de girar
en torno al sol inmóvil de la eternidad y postula una perfección no
fuera, sino dentro de la historia"[9]. No a la vida contemplativa y sí a
la acción que impulsa el desarrollo.

Vallejo dice: "¡hay ganas de quedarse plantado en este verso!"[10] y


termina el poema de modo súbito. Éluard afirma: "Sus sueños a
plena luz/(...) Me hacen reír, llorar y reír/ Hablar sin tener nada que
decir"[11], y opta por sumergirse en el silencio. Mallarmé prefiere la
página en blanco; habla de una "Musicienne du silence"[12] y no
escribe más: otra vez, el silencio. Crisis de la comunicación que
evidencia una conciencia crítica acerca de los límites de la poesía.
Lenguaje que se autodestruye: palabra que suspende su espesor
semántico, su fuerza sugestiva de manera inopinada.

¿Cuántas veces el hombre moderno ha sido un despiadado crítico de


sí mismo? ¿De qué modo esa postura crítica lo ha llevado a la
autodestrucción? Interrogantes que no son tan fáciles de responder,
pero que merecen una reflexión desde el punto de vista de la crítica
literaria.

Paz considera que hay un rasgo medular de la modernidad: la


autocrítica. Por eso, el arte moderno es crítico de sí mismo: el
lenguaje artístico se cuestiona a sí mismo. Muchos poemas modernos
nos hablan de la imposibilidad de escribir porque el espíritu crítico
hace que el poeta prefiera el silencio: "borro todo por fin/ no escribo
nada" --dice Jorge Eduardo Eielson[13].

La page en blanc de Mallarmé implica que el poeta debe someter a


crítica su principal instrumento: el lenguaje. Y, para Paz, el poema
constituye un modelo de lo que pudiera ser la sociedad humana. Es
decir, si el poeta ejerce una crítica permanente de su oficio, entonces
la sociedad humana debiera tener conciencia de la necesidad de
eliminar todo totalitarismo que mutila la libertad de crítica e intenta
instrumentalizar la literatura, tal es el caso de
la littérature engagée ("comprometida"), donde el poema se
convierte en un instrumento de propaganda política y allí se mutila la
autocrítica para favorecer la imposición de dogmas e ideas que
prometen el paraíso sobre la tierra.

Paz es plenamente un poeta moderno. Es ensayista que ejerce la


crítica y hace una poesía crítica. Ejemplo vivo de modernidad, su
obra se inserta sólidamente en una tradición de escritores que, como
Baudelaire o T.S. Eliot, hacen del poema un instrumento de crítica y
una reflexión acerca de los imprecisos límites del lenguaje.

NOTAS
[1] Véase, en los archivos de enero de 2007, el artículo “Las siete
características de la poesía moderna”. Estamos desarrollando, por
separado, cada característica.
[2]Mallarmé, Stéphane. Igitur. Divagations. Un coup de dés... Paris,
Ed. Gallimard, 1976, pp. 248-249. La traducción es de Ricardo Silva-
Santisteban.
[3]Paz Octavio. Los hijos del limo. Vuelta. Bogotá, Ed. Oveja Negra,
1985, p. 10. Aunque debemos remarcar que Paz piensa que existen
novedades que no son modernas.
[4]Ibídem.
[5]Lacan, Jacques. Seminario. Libro 1. Los escritos técnicos de
Freud. Barcelona, Ed. Paidós, 1986, p. 27.
[6]Paz, Octavio. Op. cit., p. 12.
[7]Ibídem, p. 13.
[8]Ibídem, p. 17.
[9]Ibídem, p. 31.
[10] Vallejo, César. Poemas completos. Lima, Ediciones Copé, 1998,
p. 146.
[11] Éluard, Paul. Poemas. Lima, Signo Lotófago, 2001, p. 21.
[12] Mallarmé, Stéphane. Poesías. Lima, PUC, 1998, p. 120.
[13] Eielson, Jorge Eduardo. Poesía escrita. México, Vuelta, 1989, p.
154.
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Etiquetas: Características de la poesía moderna, Modernidad, Octavio Paz

lunes, febrero 05, 2007

LA PRIMERA CARACTERÍSTICA DE LA POESÍA MODERNA

En un artículo anterior me referí brevemente a siete características


de la poesía moderna (1). Un lector me pidió que desarrollara con
mayor amplitud cada una de estas particularidades. Recordemos. La
primera característica es que la poesía moderna, desde Baudelaire
hasta nuestros días, no tiene un fin didáctico. En la relación entre
maestro-alumno debiera preponderar la claridad (la perspicuitas, en
términos de la Retórica clásica) en cuanto al empleo del lenguaje, es
decir, se elimina la ambigüedad. Si una explicación en el aula está
teñida de ambigüedad, constituye una elucidación estéril, pues
genera confusión en el discípulo. Además, jamás este último puede
poner en duda la autoridad del profesor, quien establece las pautas
sobre la base de las cuales se desarrolla una asignatura y no deja un
margen amplio de libertad para el alumno.

El poema moderno es una rotunda negación de la estructura anterior:


no respeta el principio de claridad y está lleno de una profusa
ambigüedad (desde Arthur Rimbaud y los vanguardistas) que,
incluso, llega a la gran complejidad formal (los encabalgamientos y el
uso caprichoso de las preposiciones en la poesía de Mallarmé, por
ejemplo). Si bien todo poeta moderno intenta generar una atmósfera,
deja un amplio margen de libertad al lector para que este pueda
emplear su imaginación e incluso pueda optar, a veces, por
desmitificar la idea del poeta como un “demiurgo” que se sustenta
solo en la inspiración.
Baudelaire puede configurar escenas grotescas e incluso configurar
un yo poético en la urbe en la mayor orfandad, percibiendo mendigos
y seres marginales que pueblan las calles de París. Así descree de esa
imagen de autoridad que se respira en la literatura didáctica, la cual
busca difundir valores morales al lector.

Rimbaud se enfrenta a prototipos cristianos en Una temporada en el


infierno. Mallarmé no desea explicar nada al lector ni enseñarle
actitudes; sugiere una determinada atmósfera con el fin de incitar a
que el lector coopere activamente para completar el sentido del
poema.

NOTAS
(1)Ver, en este mismo blog, archivos de enero de 2007.
Publicadas por Camilo Fernández Cozman a la/s 11:13 a.m. 2 comentarios: Vínculos a esta
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Etiquetas: Características de la poesía moderna

jueves, enero 25, 2007

SIETE CARACTERÍSTICAS DE LA POESÍA MODERNA

La primera característica que podemos enunciar es que la poesía


moderna (desde Charles Baudelaire hasta nuestros días) no tiene un
espíritu didáctico, es decir, poemarios como Las flores del
mal o Trilceno poseen como uno de sus objetivos centrales enseñar
valores o actitudes al lector. En ese sentido, se aleja del principio de
Horacio de unir lo agradable a lo útil[1] para propugnar una escritura
sugerente que jamás subestima la capacidad interpretativa del lector.
Un segundo rasgo constituye el hecho de que el poeta moderno es
siempre un operador de lenguaje y, en consecuencia, manifiesta una
actitud crítica. Vale decir, al manipular el lenguaje el poeta revela
una conciencia crítica en relación con la relectura de la tradición
literaria. Esta particularidad que ya había aparecido anteriormente
(por ejemplo, en la literatura de la Edad de Oro con Góngora o
Quevedo), se intensifica en el contexto de la modernidad. En otras
palabras, el poema moderno está hecho con palabras dispuestas en
un orden determinado y no tanto con ideas; por eso, el texto poético
no admite una paráfrasis empobrecedora sino una lectura que ponga
de relieve la autonomía del discurso literario.
Una tercera particularidad radica en el papel del significante en la
poesía moderna. Allí, el significante tiene una cierta autonomía en
relación con el significado, fenómeno que se evidencia en las
jitanjáforas, en los caligramas o en los poemas donde el componente
fonológico adquiere importancia sin remitir directamente a un
determinado significado. En algunos casos, los poetas crean nuevos
significantes: "altazor", "trilce", por ejemplo. Así se cuestiona una
racionalidad utilitarista que reduce el lenguaje al de mero
instrumento comunicativo y que empobrece, por lo tanto, su riqueza
fonológica o expresiva.

Este trabajo con el significante nos lleva a una cuarta característica:


la especialización, en el ámbito de la modernidad, del trabajo del
creador. No cabe duda de que hay muy importantes antecedentes:
Góngora, verbigracia, era un especialista y conocedor de su arte. Sin
embargo, la modernidad implicó un sostenido proceso de
especialización del trabajo que influyó en el campo de la poesía. El
poeta se convierte en un especialista, pues domina el ritmo, la
métrica, la disposición gráfica, la prosodia, etc. Rubén Darío y
Stéphane Mallarmé son ejemplos muy claros de este proceso.

El quinto rasgo se puede expresar de la siguiente forma: hay una


tendencia al cruce de géneros y de estructuras en la poesía moderna.
Tenemos poesía "teatral" (T.S. Eliot), poemas en prosa (Rimbaud),
poesía polifónica (Pound, poetas beatniks), caligramas (Apollinaire,
Huidobro), escritura prosaísta (grupo Hora Zero en el Perú), poemas
elaborados a partir de un collage de citas ("En defensa de César
Vallejo y los poetas jóvenes", de Antonio Cisneros
[2]), textos cercanos al panfleto político-partidario
(Canto general, de Neruda), entre otras
posibilidades.

La sexta particularidad la tomamos deEstructura de


la lírica moderna, de Hugo Friedrich. En efecto, él
habla de la disonancia de la poesía moderna[3]. En
otras palabras, el poema en el contexto de la
modernidad manifiesta una cierta tendencia al
hermetismo (Rimbaud, Mallarmé, Vallejo, Eguren,
Adán, por ejemplo) y a la oscuridad deliberada.
Disonancia quiere decir, en este caso, que se une el
hechizo a lo ininteligible. Por consiguiente, el texto
poético gusta y "hechiza" al lector, pero este último
no puede fácilmente descifrar el sentido del mismo.
Pareciera que la significación del poema se escapara
y se resistiera al proceso de desambiguación.

La séptima característica ha sido sugerida por


Umberto Eco[4] y consiste en que el poema
moderno formula la poética de la obra abierta
porque presupone un lector activo que construya la
significación discursiva y sea un libre ejecutante que
llene los vacíos dejados por el texto poético. El
poema moderno no es una obra cerrada sino que
posibilita que el lector se autoasuma "como un
sujeto que realiza una improvisación creadora de
'infinitas' posiblidades de significación"[5].

Indudablemente, estas siete características no se


cumplen en todos los poetas desde Baudelaire hasta
nuestros días, pero pueden servir de punto de
partida o de hipótesis para una reflexión sobre la
poesía moderna.

NOTAS
[1]. "Los poetas quieren ser útiles o deleitar o decir
a la vez cosas agradables y adecuadas a la vida.
Cualquier precepto que se dé, que sea breve, para
que los espíritus dóciles capten las cosas dichas de
una forma concisa y las retengan con facilidad".
Aristóteles [y] Horacio. Artes poéticas. Madrid,
Taurus, 1992; p. 140.
[2]. Cisneros, Antonio. Poesía reunida. Lima, Editora
Perú, 1996; p. 111. Se trata de un poema de Agua
que no has de beber (1971).
[3]. Cf. Friedrich, Hugo. Estructura de la lírica
moderna. Barcelona, Seix Barral, 1974.
[4]. Cf. Eco, Umberto. Obra abierta.México, Ed.
Origen/Planeta, 1985.
[5]. Fernández Cozman, Camilo. Las huellas del
aura. La poética de J.E. Eielson. Lima-Berkeley,
Latinoamericana Editores, 1996; p. 88. (Se trata de
una paráfrasis de las ideas de Eco). En este libro
desarrollo con mayor detalle la poética de la obra
abierta.
[6]. Marchese, Angelo [y] Joaquín Forradellas. Op.
cit., p. 217.
[7]. Voloshinov, Valentin N. El signo ideológico y la
filosofía del lenguaje. Buenos Aires, Nueva Visión,
1976; p. 108.
[8]. La expresión es de Julia Kristeva. Véase
el Diccionario de retórica, crítica y terminología
literarias, de Angelo Marchese y Joaquín Forradellas.
Barcelona, Ed. Ariel, 1989, p. 217.

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